Capítulo XXI
Tres días después, el reino estaba en la superficie; toda la tecnología volvía a estar en funcionamiento, con lo que preparar la boda fue mucho más sencillo; ese mismo día los otros reinos de tritones habían ido a ponerse a disposición del nuevo soberano, legítimo dueño del Tridente de Poseidón, con eso él les devolvería sus ciudades a la superficie también.
El soberano del segundo mar llegó a la ciudad con toda su familia y séquito, ofreciendo tesoros y disculpas, además de llevar a su hija como esclava para entregarla por su falta, ya que no deseaban desatar la ira del nuevo rey.
—¿Se atreven a venir a nuestro hogar, después de lo que su princesa hizo? —preguntó Alejandro, sentado ya en el trono.
Había aceptado esa audiencia junto con su padre y los otros cuatro líderes de las otras familias, quienes ya tenían una alianza con él, todo mientras los demás se alistaban para la boda, especialmente Erick y la reina.
—Majestad… —el padre de Alana temblaba—. Mi hija cometió un error y toda nuestra familia sabe que debe pagar, por eso se la entregamos, como esclava y puede hacer con ella lo que desee…
Alejandro rió— me ofreces a tu hija, como un objeto… no me sorprende, después de todo, desde un principio la trataste como un objeto —ladeó el rostro.
El hombre apretó los puños, ya que si estaban ahí, era porque Alejandro les había dado la oportunidad de salir a la superficie como humanos también; a todos les dio ropa aunque
Alana estaba desnuda, como símbolo de vergüenza y los demás reinos estaban enterados de su traición, incluso, los atlantes que no eran de casta noble, lo sabían y eso era un golpe a su orgullo.
—Mi familia y yo, estamos dispuestos a aceptar la sentencia por la actitud de Alana, pero le suplico que piense en nuestros súbditos —dijo con voz seria—, atlantes que no tienen por qué pagar algo que una sola persona hizo.
Alejandro sonrió y se puso de pie.
—En eso tienes razón, pero hay algo que debes saber —bajó la escalinata—. Yo no puedo dar la sentencia, yo solo la ejecutaré.
—¡¿Qué?! —preguntó el hombre con sorpresa.
—La traición de tu hija fue durante el reinado de mi padre —señaló el asiento que ocupaba el anterior soberano—, secundado por las otras familias —señaló a los otros líderes, dónde había una silla vacía—, así que serán ellos los que decidan el destino de tu familia y de aquellos que le sean fieles a tu linaje y no a la legítima corona, que es la mía —sonrió con burla—. En cuanto a tu hija, no me interesa —dijo con desprecio—, una traidora siempre será una traidora y no me arriesgaría a tenerla cerca de mí, mi familia o mi reino, pero tampoco me arriesgaré a que tenga descendencia, para que la ponga contra mí…
El tridente apareció en su mano y colocó la punta en el vientre de la pelirroja, recitando un hechizo que nadie conocía, con eso, la chica se dejó caer al piso, empezando a retorcerse del dolor.
—Nunca dará a luz, nunca tendrá descendencia y jamás podrá ser desposada por un atlante —con eso, Alejandro desapareció el tridente, que volvió al pedestal junto a su trono y luego, él regresó a su lugar —. Padre —dijo mirándolo con diversión—, es el juicio de tu reinado el que decidirá el futuro de esta familia, no el mío —aseguró—, pero que quede claro, que después de ejecutar tu sentencia, si no me satisface o si considero que a pesar de ello, esta familia puede ser un peligro para nuestro linaje, la exterminaré hasta que su sangre desaparezca por completo.
Los visitantes del segundo mar temblaron con esa sentencia y el padre de Alejandro sonrió satisfecho; no importaba lo que pasara, si algún otro reino se apiadaba de ellos y les brindaba un poco de apoyo, esa familia ya estaba condenada completamente.
Al caer la tarde, todos los atlantes estaban al pendiente de la ceremonia. Nadie sabía quién era la futura reina, aunque había rumores de que era de una casta que se creía extinta, por lo que cada súbdito, así como los invitados de los otros reinos, se mantenían expectantes.
A pesar de que el castillo era enorme, solo las grandes familias y cortesanos, podían acudir a la ceremonia en el mismo; los demás, presenciarían la unión por medio de unas pantallas creadas con la tecnología que acababan de recuperar y usaban con emoción, ya que les facilitaba la vida más de lo que se podían imaginar.
El momento de la ceremonia llegó.
El anterior rey oficiaría la unión, aceptando a la nueva pareja para que tomara el trono de inmediato, así que estaba frente a todos en el salón. Alejandro entró acompañado de su madre y se despidieron frente al altar de Poseidón, quien era su Dios Padre. Un séquito entro después, conformado por los mejores amigos, tanto de Alejandro, como de su pareja y finalmente, Erick entró, ataviado con un traje de gala, blanco, que resaltaba sus ojos azules.
Todos se sorprendieron al darse cuenta que no solo era un varón, sino que era un humano y el silencio reinó. Nadie podía creer que el nuevo rey de Atlántida hubiese elegido a un hombre, en vez de alguien de su gente, para llevar la corona y compartir su reinado.
Cuando Erick llegó al lado de Alejandro, tembló al sujetar la mano.
—Parece que tu gente no está feliz por esto —musitó el pelinegro con nervios.
—Olvídate de ellos —sonrió el ojiverde, hablando en susurros también—, cuando sepan quién eres, se darán cuenta de que eres más especial de lo que crees.
La ceremonia inició.
El padre de Alejandro dio el discurso de apertura y pronto, llegó a la parte de los votos.
—Alejandro, heredero de Atlántida, legítimo portador del linaje de la sangre de Poseidón, di tus votos…
El rubio sujetó la mano de Erick y sujetó un anillo de cristal que apareció frente a él.
—Juro ante mi Dios y padre, por mi linaje, que te amaré por el resto de mi vida y por la eternidad —sonrió—, conmigo conocerás la felicidad y te mostraré las más grandes maravillas del océano, que es parte de mi —colocó el anillo en el dedo anular de Erick—, además, te protegeré y cuidaré como el más grande tesoro que el mar me ha dado, así como voy a salvaguardar al linaje que me brindarás, que será el producto de nuestra unión y amor.
Todos se sorprendieron por esas palabras, especialmente por lo del “linaje”, ya que siendo el otro un varón, debía ser imposible, puesto que no sabían que eso también podía cambiar.
Erick rió nervioso.
Alejandro ya le había explicado que podía dar vida, debido a la magia del tridente y además, debido a que también tenía parte de magia Atlante, por el elixir que permitió su existencia, eso sería mucho más sencillo.
—Erick… —la voz del padre de Alejandro se escuchó—. Príncipe del reino Celestia, con vestigios de esencia de la princesa Ceres, última descendiente de la antigua y gran familia de magos atlantes, fiel a Poseidón hasta su muerte, di tus votos.
Todos los atlantes, se quedaron sin habla.
Por la historia, se sabía que milenios atrás, dos familias eran las más poderosas; la familia heredera al trono y la familia de magos, pero su linaje se había perdido y saber que un humano tenía esencia de la princesa Ceres, la última atlante con magia pura, los dejó atónitos. Era obvio que un heredero de esa unión, sería un ser poderoso.
—Juro… —sujetó el otro anillo con delicadeza—. Ante el cielo, la tierra, el mar y tu gente, que te amaré por el resto de mi vida —sonrió— y aun después de mi muerte, te amaré con la misma intensidad —colocó el anillo en el dedo anular de Alejandro—. Te mostraré los secretos que la tierra ha escondido durante tanto tiempo para ti y tu gente, además de proteger y amar a nuestros herederos, que serán el producto de nuestro amor y el resultado de nuestra unión.
Alejandro sonrió besó las manos de Erick, ya que no podía besarlo en los labios, hasta que la ceremonia acabara.
—Dichos los votos —el padre de Alejandro los miró con orgullo—, que Poseidón proteja y enaltezca esta unión, por el resto de su vida y por toda la eternidad.
Con esas palabras, el matrimonio quedaba sellado; Alejandro pudo besar a su esposo y no solo eso, sino que con un simple movimiento de su mano, apareció el tridente, abrió un portal y ambos desaparecieron ante la mirada sorprendida de todos.
—Estaban ansiosos de empezar la luna de miel —el padre de Alejandro levantó una ceja y sonrió, ya que eso significaría que pronto tendría nietos, que era una de las cosas que más le interesaba.
Los murmullos iniciaron y el anterior rey levantó la voz.
—No es necesario una ceremonia de coronación, como todos acaban de presenciar, mi hijo usa el Tridente de Poseidón, así que, por derecho, el trono es suyo —señaló sin dejar dudas—. Pueden disfrutar de la fiesta.
Con esas palabras, caminó hasta su esposa y la tomó de la mano, para llevarla al salón principal y degustar los nuevos manjares que habían conseguido en tierra.
Mientras todos se retiraban entre cuchicheos, Julián se inclinó hasta hablarle al oído a Agustín.
—Podemos casarnos el otro mes —dijo con diversión.
—¡¿No crees que es muy rápido?! —preguntó sobresaltado el pelinegro.
—No —el mayor negó—. Además, entre más rápido nos casemos, más rápido tendremos hijos…
—¡¿Hijos?! —Agustín lo miró con susto—. ¡Eso es imposible!
—No, no es imposible —Julián le sonrió con cinismo—. Alejandro me dijo que podía usar en ti, el mismo hechizo que usará en su esposo para tener herederos, así que, tú… —puso la mano en el abdomen de su pareja—. Me darás hijos.
—¡¿Qué?! ¡No puedes…!
Julián lo silenció con un beso y cuando sintió que el menor se rendía se apartó— demasiado tarde, yo ya hice mi trato con él, después de todo, me debe una por acompañarlo en sus locuras…
—¿Acaso no tengo libertad de elegir? —el pelinegro hizo un mohín.
—No…
Agustín soltó el aire y luego suspiró resignado— de acuerdo, pero no quiero que sea pronto…
—Eso está aún por decidirse… Después de todo, Alejandro aún tiene asuntos que atender con los reinos terrestres y yo, lo debo acompañar…
Al caer la tarde, todos los atlantes estaban al pendiente de la ceremonia. Nadie sabía quién era la futura reina, aunque había rumores de que era de una casta que se creía extinta, por lo que cada súbdito, así como los invitados de los otros reinos, se mantenían expectantes.
A pesar de que el castillo era enorme, solo las grandes familias y cortesanos, podían acudir a la ceremonia en el mismo; los demás, presenciarían la unión por medio de unas pantallas creadas con la tecnología que acababan de recuperar y usaban con emoción, ya que les facilitaba la vida más de lo que se podían imaginar.
El momento de la ceremonia llegó.
El anterior rey oficiaría la unión, aceptando a la nueva pareja para que tomara el trono de inmediato, así que estaba frente a todos en el salón. Alejandro entró acompañado de su madre y se despidieron frente al altar de Poseidón, quien era su Dios Padre. Un séquito entro después, conformado por los mejores amigos, tanto de Alejandro, como de su pareja y finalmente, Erick entró, ataviado con un traje de gala, blanco, que resaltaba sus ojos azules.
Todos se sorprendieron al darse cuenta que no solo era un varón, sino que era un humano y el silencio reinó. Nadie podía creer que el nuevo rey de Atlántida hubiese elegido a un hombre, en vez de alguien de su gente, para llevar la corona y compartir su reinado.
Cuando Erick llegó al lado de Alejandro, tembló al sujetar la mano.
—Parece que tu gente no está feliz por esto —musitó el pelinegro con nervios.
—Olvídate de ellos —sonrió el ojiverde, hablando en susurros también—, cuando sepan quién eres, se darán cuenta de que eres más especial de lo que crees.
La ceremonia inició.
El padre de Alejandro dio el discurso de apertura y pronto, llegó a la parte de los votos.
—Alejandro, heredero de Atlántida, legítimo portador del linaje de la sangre de Poseidón, di tus votos…
El rubio sujetó la mano de Erick y sujetó un anillo de cristal que apareció frente a él.
—Juro ante mi Dios y padre, por mi linaje, que te amaré por el resto de mi vida y por la eternidad —sonrió—, conmigo conocerás la felicidad y te mostraré las más grandes maravillas del océano, que es parte de mi —colocó el anillo en el dedo anular de Erick—, además, te protegeré y cuidaré como el más grande tesoro que el mar me ha dado, así como voy a salvaguardar al linaje que me brindarás, que será el producto de nuestra unión y amor.
Todos se sorprendieron por esas palabras, especialmente por lo del “linaje”, ya que siendo el otro un varón, debía ser imposible, puesto que no sabían que eso también podía cambiar.
Erick rió nervioso.
Alejandro ya le había explicado que podía dar vida, debido a la magia del tridente y además, debido a que también tenía parte de magia Atlante, por el elixir que permitió su existencia, eso sería mucho más sencillo.
—Erick… —la voz del padre de Alejandro se escuchó—. Príncipe del reino Celestia, con vestigios de esencia de la princesa Ceres, última descendiente de la antigua y gran familia de magos atlantes, fiel a Poseidón hasta su muerte, di tus votos.
Todos los atlantes, se quedaron sin habla.
Por la historia, se sabía que milenios atrás, dos familias eran las más poderosas; la familia heredera al trono y la familia de magos, pero su linaje se había perdido y saber que un humano tenía esencia de la princesa Ceres, la última atlante con magia pura, los dejó atónitos. Era obvio que un heredero de esa unión, sería un ser poderoso.
—Juro… —sujetó el otro anillo con delicadeza—. Ante el cielo, la tierra, el mar y tu gente, que te amaré por el resto de mi vida —sonrió— y aun después de mi muerte, te amaré con la misma intensidad —colocó el anillo en el dedo anular de Alejandro—. Te mostraré los secretos que la tierra ha escondido durante tanto tiempo para ti y tu gente, además de proteger y amar a nuestros herederos, que serán el producto de nuestro amor y el resultado de nuestra unión.
Alejandro sonrió besó las manos de Erick, ya que no podía besarlo en los labios, hasta que la ceremonia acabara.
—Dichos los votos —el padre de Alejandro los miró con orgullo—, que Poseidón proteja y enaltezca esta unión, por el resto de su vida y por toda la eternidad.
Con esas palabras, el matrimonio quedaba sellado; Alejandro pudo besar a su esposo y no solo eso, sino que con un simple movimiento de su mano, apareció el tridente, abrió un portal y ambos desaparecieron ante la mirada sorprendida de todos.
—Estaban ansiosos de empezar la luna de miel —el padre de Alejandro levantó una ceja y sonrió, ya que eso significaría que pronto tendría nietos, que era una de las cosas que más le interesaba.
Los murmullos iniciaron y el anterior rey levantó la voz.
—No es necesario una ceremonia de coronación, como todos acaban de presenciar, mi hijo usa el Tridente de Poseidón, así que, por derecho, el trono es suyo —señaló sin dejar dudas—. Pueden disfrutar de la fiesta.
Con esas palabras, caminó hasta su esposa y la tomó de la mano, para llevarla al salón principal y degustar los nuevos manjares que habían conseguido en tierra.
Mientras todos se retiraban entre cuchicheos, Julián se inclinó hasta hablarle al oído a Agustín.
—Podemos casarnos el otro mes —dijo con diversión.
—¡¿No crees que es muy rápido?! —preguntó sobresaltado el pelinegro.
—No —el mayor negó—. Además, entre más rápido nos casemos, más rápido tendremos hijos…
—¡¿Hijos?! —Agustín lo miró con susto—. ¡Eso es imposible!
—No, no es imposible —Julián le sonrió con cinismo—. Alejandro me dijo que podía usar en ti, el mismo hechizo que usará en su esposo para tener herederos, así que, tú… —puso la mano en el abdomen de su pareja—. Me darás hijos.
—¡¿Qué?! ¡No puedes…!
Julián lo silenció con un beso y cuando sintió que el menor se rendía se apartó— demasiado tarde, yo ya hice mi trato con él, después de todo, me debe una por acompañarlo en sus locuras…
—¿Acaso no tengo libertad de elegir? —el pelinegro hizo un mohín.
—No…
Agustín soltó el aire y luego suspiró resignado— de acuerdo, pero no quiero que sea pronto…
—Eso está aún por decidirse… Después de todo, Alejandro aún tiene asuntos que atender con los reinos terrestres y yo, lo debo acompañar…
Comment Form is loading comments...