Capítulo XIII
Agustín acompañó a Julián y Alejandro a comer, en la habitación de ellos; aun no terminaban, cuando Víctor llegó para entregar los trajes. El moreno preguntó por Erick, pero Agustín le dijo que estaba encerrado en su habitación y no había querido salir, ni siquiera recibió la comida, por lo que seguramente estaba muy enojado.
Víctor entendió que la situación era muy complicada, pero dijo que Luis quería disculparse, así que esperaba que Erick accediera a verlo. Agustín no pudo responderle; no sabía si el ojiazul querría verlo después de lo ocurrido, pero trataría de preguntar y cualquier respuesta que diera, le enviaría un recado.
Eso no le agradó a Alejandro, para él era obvio que Luis quería una oportunidad para acercarse a Erick y él no lo iba a permitir; debía hacer que Erick aceptara que lo amaba, no solo que le gustaba, ya que eso no contaba como promesa de amor.
Víctor y Agustín ayudaron a que los otros dos escogieran un par de trajes para esa noche y el moreno se retiró, diciendo que al día siguiente llevaría otras prendas más, porque sabía que las que llevó, no eran suficientes. Después de eso, Agustín dejó a Julián y Alejandro solos, mientras él intentaba hablar con el príncipe Erick, para que empezara a prepararse para la cena.
En cuanto se quedaron solos, Alejandro limpió la mesa y empezó a escribir con agua sobre ella, explicándole a Julián que había recibido un mensaje de Miguel.
Su padre seguía buscándolos, pero pensaba que se habían ido a otra región del océano, así que había pedido la ayuda de los otros líderes para encontrarlos. También le preguntó sobre el trato del brujo que le había comentado en su primer mensaje y el rubio le explicó con más detalle en la respuesta que envió, para que antes del solsticio de invierno, si no ocurría lo que esperaba, entonces fuera a avisarle a su padre, quien era el único que podría llegar a romper el contrato con el brujo del mar, aunque sabía que sería casi imposible recuperar su voz.
Julián pasó la mano por su cabello, frustrado. Si Alejandro tenía la intención de volver a Atlántida, él también debía hacerlo, porque eran las condiciones del brujo, así que le escribió sus inquietudes también.
El rubio puso un gesto sombrío y le explico que él no quería volver, solo quería romper el contrato; estaba empeñado en quedarse ahí, con Erick, pero no sabía si podía conseguir una promesa de amor en tan poco tiempo.
Con eso, Julián se sintió más tranquilo y le ayudaría al rubio en todo lo que pudiera, así que para esa noche, debían intentar algo más, pues toda la tarde, Alejandro no pudo estar con Erick.
Agustín acompañó a Julián y Alejandro a comer, en la habitación de ellos; aun no terminaban, cuando Víctor llegó para entregar los trajes. El moreno preguntó por Erick, pero Agustín le dijo que estaba encerrado en su habitación y no había querido salir, ni siquiera recibió la comida, por lo que seguramente estaba muy enojado.
Víctor entendió que la situación era muy complicada, pero dijo que Luis quería disculparse, así que esperaba que Erick accediera a verlo. Agustín no pudo responderle; no sabía si el ojiazul querría verlo después de lo ocurrido, pero trataría de preguntar y cualquier respuesta que diera, le enviaría un recado.
Eso no le agradó a Alejandro, para él era obvio que Luis quería una oportunidad para acercarse a Erick y él no lo iba a permitir; debía hacer que Erick aceptara que lo amaba, no solo que le gustaba, ya que eso no contaba como promesa de amor.
Víctor y Agustín ayudaron a que los otros dos escogieran un par de trajes para esa noche y el moreno se retiró, diciendo que al día siguiente llevaría otras prendas más, porque sabía que las que llevó, no eran suficientes. Después de eso, Agustín dejó a Julián y Alejandro solos, mientras él intentaba hablar con el príncipe Erick, para que empezara a prepararse para la cena.
En cuanto se quedaron solos, Alejandro limpió la mesa y empezó a escribir con agua sobre ella, explicándole a Julián que había recibido un mensaje de Miguel.
Su padre seguía buscándolos, pero pensaba que se habían ido a otra región del océano, así que había pedido la ayuda de los otros líderes para encontrarlos. También le preguntó sobre el trato del brujo que le había comentado en su primer mensaje y el rubio le explicó con más detalle en la respuesta que envió, para que antes del solsticio de invierno, si no ocurría lo que esperaba, entonces fuera a avisarle a su padre, quien era el único que podría llegar a romper el contrato con el brujo del mar, aunque sabía que sería casi imposible recuperar su voz.
Julián pasó la mano por su cabello, frustrado. Si Alejandro tenía la intención de volver a Atlántida, él también debía hacerlo, porque eran las condiciones del brujo, así que le escribió sus inquietudes también.
El rubio puso un gesto sombrío y le explico que él no quería volver, solo quería romper el contrato; estaba empeñado en quedarse ahí, con Erick, pero no sabía si podía conseguir una promesa de amor en tan poco tiempo.
Con eso, Julián se sintió más tranquilo y le ayudaría al rubio en todo lo que pudiera, así que para esa noche, debían intentar algo más, pues toda la tarde, Alejandro no pudo estar con Erick.
Agustín era el único que podía entrar a la habitación de Erick, aun y cuando el ojiazul hubiese ordenado que nadie entrara, así que los criados esperaban que él pudiera hacer que el príncipe empezara su arreglo para la fiesta, antes de tener que ir a decirle al rey lo que ocurría.
—¿Majestad? —la voz de Agustín se escuchó débil, cuando entró a la habitación, pero no recibió respuesta—. ¿Príncipe Erick? — preguntó inquieto.
—Aquí.
La voz sonaba apagada, así que Agustín se movió con rapidez, yendo a la zona de cama, encontrando un bulto sobre el colchón y sonrió; cuando era niño, el príncipe en ocasiones se metía bajo todas las mantas y se hacía un ovillo, hasta que se le pasara el enojo o la tristeza. Tenía años que no se comportaba así, ya que los monjes lo trataban con mayor rigor y no le permitían ser tan consentido.
—Majestad, dentro de poco empezará a oscurecer —comentó el recién llegado, acercándose a la cama—, debe bañarse y vestirse para la cena y el baile.
—No quiero…
—Pero…—cuando Erick bajó las mantas, Agustín se asustó al ver los ojos hinchados—. ¿Ha estado llorando todo el día?
—Sí —el príncipe respondió cansado—, me duele la cabeza…
El menor suspiró y se puso de pie, yendo a servir una copa con agua y volviendo al lecho, entregándole el recipiente a su señor. El ojiazul bebió todo el contenido de golpe y luego se volvió a recostar en la cama, pasando la mano por su frente.
—No sé por qué ha llorado —comentó Agustín—, pero aun así, tiene un compromiso y…
—Él tiene razón… —interrumpió Erick.
—¿Él? ¿Quién?
—Luis —contestó con frustración—. Realmente me intereso en este Alex, porque quiero creer que es el Alejandro que estuve buscando —pasó la mano por sus parpados—, tal vez… Tal vez tiene razón —su voz tembló—. Solo estoy aferrado a un fantasma…
Agustín bajó el rostro y sin preguntar, se sentó en la orilla de la cama— majestad —dijo con voz tranquila—, tal vez es cierto que está aferrado a una ilusión, un fantasma, un sueño… —detalló, llamando la atención del ojiazul—. Pero el hombre que está en la otra habitación, es uno de carne y hueso —sonrió amable— y hoy mismo, confesó que él provocaba un sentimiento real en usted —ladeó el rostro—. Es notorio para mí y para todos, que a él le gusta y es una atracción mutua —su voz sonó cómplice—, no lo conocemos, es cierto, pero se nota que es un buen hombre, agradable y cariñoso con usted —se alzó de hombros—, incluso, Bolt y Thunder lo aceptaron a la primera, eso es mucho decir de cualquiera —mordió su labio, ya que ni siquiera los amigos del príncipe tuvieron esa distinción años atrás—. Sé que hace un par de días, dijo que se olvidaría de ese Alejandro de la infancia, pero en el fondo de su corazón no lo hizo y si me permite decirlo, ya es momento que deje ir ese fantasma y se aferre a la realidad —miró hacia la pared que daba a la alcoba dónde se estaban quedando Alejandro y Julián— y ese hombre desconocido, seguramente lo amará como merece.
Erick miró hacia la pared también y luego suspiró— pero debo casarme con una mujer —anunció con cansancio—. Mi padre no me permitiría aceptar a un varón y no me gustaría que Alejandro solo fuera mi amante —negó—, quiero algo serio y no creo poder tenerlo.
Agustín suspiró— es el tercer hijo del rey —lo miró de soslayo—, se supone que el próximo rey será su hermano —sonrió divertido.
—¿Y eso qué?
—Bueno, sé que usted no se lleva bien con su hermano Guillermo —prosiguió el otro—, para el príncipe Guillermo, usted es una pequeña amenaza para su futuro reinado, pero, si llega a una tregua con él, podría conseguir su apoyo, ¿no lo cree?
Erick frunció el ceño y se incorporó lentamente— quieres decir… ¿Pedirle ayuda, para convencer a papá y que me deje estar con un varón?
—Sí —asintió Agustín.
Erick dudó un momento, pero Agustín tenía razón; si él se casaba con un varón, jamás tendría descendencia y Guillermo ya no lo vería como una amenaza para él y sus futuros hijos. Con esa idea en mente, su rostro se iluminó.
—¡Ve y busca a mi hermano! —ordenó—. Dile que quiero hablar a solas con él, después de mi baño y antes de la cena —dijo con emoción—, también manda a los siervos, necesito asearme con rapidez y cambiarme.
—¡Como ordene!
Agustín se movió con rapidez, tenía que hacer lo que el príncipe había ordenado de inmediato.
Agustín era el único que podía entrar a la habitación de Erick, aun y cuando el ojiazul hubiese ordenado que nadie entrara, así que los criados esperaban que él pudiera hacer que el príncipe empezara su arreglo para la fiesta, antes de tener que ir a decirle al rey lo que ocurría.
—¿Majestad? —la voz de Agustín se escuchó débil, cuando entró a la habitación, pero no recibió respuesta—. ¿Príncipe Erick? — preguntó inquieto.
—Aquí.
La voz sonaba apagada, así que Agustín se movió con rapidez, yendo a la zona de cama, encontrando un bulto sobre el colchón y sonrió; cuando era niño, el príncipe en ocasiones se metía bajo todas las mantas y se hacía un ovillo, hasta que se le pasara el enojo o la tristeza. Tenía años que no se comportaba así, ya que los monjes lo trataban con mayor rigor y no le permitían ser tan consentido.
—Majestad, dentro de poco empezará a oscurecer —comentó el recién llegado, acercándose a la cama—, debe bañarse y vestirse para la cena y el baile.
—No quiero…
—Pero…—cuando Erick bajó las mantas, Agustín se asustó al ver los ojos hinchados—. ¿Ha estado llorando todo el día?
—Sí —el príncipe respondió cansado—, me duele la cabeza…
El menor suspiró y se puso de pie, yendo a servir una copa con agua y volviendo al lecho, entregándole el recipiente a su señor. El ojiazul bebió todo el contenido de golpe y luego se volvió a recostar en la cama, pasando la mano por su frente.
—No sé por qué ha llorado —comentó Agustín—, pero aun así, tiene un compromiso y…
—Él tiene razón… —interrumpió Erick.
—¿Él? ¿Quién?
—Luis —contestó con frustración—. Realmente me intereso en este Alex, porque quiero creer que es el Alejandro que estuve buscando —pasó la mano por sus parpados—, tal vez… Tal vez tiene razón —su voz tembló—. Solo estoy aferrado a un fantasma…
Agustín bajó el rostro y sin preguntar, se sentó en la orilla de la cama— majestad —dijo con voz tranquila—, tal vez es cierto que está aferrado a una ilusión, un fantasma, un sueño… —detalló, llamando la atención del ojiazul—. Pero el hombre que está en la otra habitación, es uno de carne y hueso —sonrió amable— y hoy mismo, confesó que él provocaba un sentimiento real en usted —ladeó el rostro—. Es notorio para mí y para todos, que a él le gusta y es una atracción mutua —su voz sonó cómplice—, no lo conocemos, es cierto, pero se nota que es un buen hombre, agradable y cariñoso con usted —se alzó de hombros—, incluso, Bolt y Thunder lo aceptaron a la primera, eso es mucho decir de cualquiera —mordió su labio, ya que ni siquiera los amigos del príncipe tuvieron esa distinción años atrás—. Sé que hace un par de días, dijo que se olvidaría de ese Alejandro de la infancia, pero en el fondo de su corazón no lo hizo y si me permite decirlo, ya es momento que deje ir ese fantasma y se aferre a la realidad —miró hacia la pared que daba a la alcoba dónde se estaban quedando Alejandro y Julián— y ese hombre desconocido, seguramente lo amará como merece.
Erick miró hacia la pared también y luego suspiró— pero debo casarme con una mujer —anunció con cansancio—. Mi padre no me permitiría aceptar a un varón y no me gustaría que Alejandro solo fuera mi amante —negó—, quiero algo serio y no creo poder tenerlo.
Agustín suspiró— es el tercer hijo del rey —lo miró de soslayo—, se supone que el próximo rey será su hermano —sonrió divertido.
—¿Y eso qué?
—Bueno, sé que usted no se lleva bien con su hermano Guillermo —prosiguió el otro—, para el príncipe Guillermo, usted es una pequeña amenaza para su futuro reinado, pero, si llega a una tregua con él, podría conseguir su apoyo, ¿no lo cree?
Erick frunció el ceño y se incorporó lentamente— quieres decir… ¿Pedirle ayuda, para convencer a papá y que me deje estar con un varón?
—Sí —asintió Agustín.
Erick dudó un momento, pero Agustín tenía razón; si él se casaba con un varón, jamás tendría descendencia y Guillermo ya no lo vería como una amenaza para él y sus futuros hijos. Con esa idea en mente, su rostro se iluminó.
—¡Ve y busca a mi hermano! —ordenó—. Dile que quiero hablar a solas con él, después de mi baño y antes de la cena —dijo con emoción—, también manda a los siervos, necesito asearme con rapidez y cambiarme.
—¡Como ordene!
Agustín se movió con rapidez, tenía que hacer lo que el príncipe había ordenado de inmediato.
Cuando Guillermo recibió de uno de sus siervos de confianza, el mensaje de que Erick quería hablar a solas con él, el castaño accedió con algo de molestia; no gustaba hablar con su hermano, pero sabía que no podía evitarlo siempre.
Ambos príncipes decidieron hablar en la biblioteca.
Casi una hora antes de que iniciara la cena en el salón principal, Erick ya esperaba a su hermano; Guillermo llegó varios minutos después y pidió a su siervo que lo dejara solo.
—¿Qué quieres? —preguntó el mayor, sentándose con rigidez, frente a una mesa de lectura.
Erick respiró profundamente y se sentó frente a su hermano— es complicado iniciar una plática contigo —comentó con sinceridad—, pero creo que antes que nada, quiero saber algo que me atormenta, desde niño…
El castaño levantó una ceja, pero se mantuvo en silencio.
—¿Por qué me odias? —preguntó el ojiazul, logrando que su hermano se sobresaltara—. Y no digas que no es cierto —prosiguió el menor—, es algo que no puedes ocultar.
—¿Acaso no lo sabes?
El ojiazul bajó el rostro— creo saberlo —intento sonreír pero no pudo—. Es porque no soy hijo de la reina y técnicamente, solo soy tu medio hermano… Un bastardo del rey… ¿No es así?
—No, no es por eso —negó el otro con frialdad.
Erick se sorprendió por esa respuesta— entonces, ¿por qué es?
Guillermo entrelazó las manos en la mesa y fijó sus ojos miel en su hermano— te odio, porque al existir, me quitaste el derecho de ser rey —respondió fríamente.
Erick se sorprendió por esa confesión— ¡¿Yo?! —preguntó sin creerlo—. Pero tú eres el primogénito, yo ni siquiera…
El mayor respiró profundamente y pasó la mano por su cabello— no lo sabes, ¿cierto?
—¿Qué cosa? —preguntó el pelinegro con voz débil, aún estaba notoriamente contrariado por lo que acababa de escuchar.
Guillermo hizo una mueca molesta— es tradición, desde hace milenios, que el soberano de Celestia tenga ojos azules…
Muchos recuerdos llegaron a la mente de Erick; todo lo que había estudiado, no solo en el monasterio, sino con el profesor Grim, así como las pinturas en el salón de reyes, respaldaban las palabras de su hermano. Todos los que ocupaban el trono de Celestia, tenían ojos azules, sin importar que no fueran los primogénitos, aunque esos casos eran muy aislados y a los príncipes mayores, se les buscaban matrimonios que ayudaran a relaciones políticas en otros países importantes.
—Pero… yo soy un…
El castaño se dio cuenta que Erick no entendía del todo lo que ocurría, así que era momento de decirle las cosas.
—No importa que no seas legítimo —negó—. Eres hijo del rey, aunque no seas hijo de mi madre, naciste con ojos azules —señaló molesto—, eso te da el derecho, automáticamente, de tomar posesión del trono —apretó los puños—. ¿Por qué crees que padre te envió a ese monasterio?
El ojiazul se sobresaltó por esa pregunta— pues… Por… Castigo…
Guillermo rió— castigo —dijo con sarcasmo—. Eres demasiado ingenuo, Erick —negó—, padre usó esa excusa, pero es porque todos los reyes de Celestia han ido a ese monasterio, a estudiar antes de sentarse en el trono…
—Pero tú…
—Yo ya tengo treintaicinco años —señaló su hermano—, todos los reyes de Celestia se coronan a los veinticinco —intentó contener el coraje—, justo después de casarse o en el peor de los casos, el mismo día de su matrimonio —rechinó los dientes—. Por eso padre quiere que te cases de inmediato, por eso tiene a todas esas damas aquí, para darte el privilegio de elegir a una, ¿no lo sabías?
Erick aún estaba confundido— pero… ¿Y tú?
—¿Yo? Seguramente me convertiré en duque —suspiró cansado—, ya que, aunque mi esposa debía ser la princesa heredera en su reino, su padre se había vuelto a casar y cuando nos casamos, anunció que su esposa estaba embarazada —contó molesto—. Tuvo un hijo varón, quien será el heredero y por eso, mi esposa y yo, no podemos tomar el trono en ese reino tampoco.
Erick pasó los dedos por sus parpados y masajeó sus sienes; estaba abrumado.
—Tenía la esperanza de que mi esposa me diera un hijo —prosiguió Guillermo—, un heredero de ojos azules… Así, quizá padre me habría dejado el trono a mí, antes de que tu volvieras —negó—, pero mi esposa era casi una niña cuando nos casamos y no pudo encargar, hasta hace unos meses —explicó, ya que su esposa tenía casi ocho meses de embarazo—, pero ya no importa, es demasiado tarde…
El menor respiró profundamente; por fin entendía muchas cosas, pero debía reponerse, además, aun no tocaban el tema que lo había llevado a pedir esa audiencia y después de todo lo que acababa de enterarse, posiblemente tendría más oportunidad de lograr su cometido.
—Ahora entiendo tu molestia —Erick forzó una sonrisa—, no sabía que era un incordio para ti —se burló.
Guillermo entrecerró los ojos— ya respondí tu pregunta, ¿para eso me llamaste? ¿Para saber el por qué te odio?
—No —el ojiazul negó—, te hablé porque quería tu ayuda…
—¿Mi ayuda?
—Sí, tu ayuda, aunque quizá, lo que te pediré, nos beneficie a ambos —sonrió.
Esas palabras llamaron la atención del castaño— ¿en qué puede beneficiarme a mí, algo que tú quieras?
Erick se puso de pie, fue a una mesa cercana, se sirvió un poco de vino y dio un sorbo; a pesar de todo, le costaba decir algunas cosas, especialmente a su hermano y necesitaba darse valor.
—No quiero casarme —anunció, consiguiendo que Guillermo fuese el sorprendido en ese momento—. Es decir, no quiero una relación con una dama —prosiguió el ojiazul y pasó otro trago de vino—, me gusta un varón — especificó — y quiero unirme a él…
—¿Un… varón? —preguntó su hermano a media voz, realmente lo había tomado por sorpresa esa confesión.
—¿Quieres una copa? —preguntó el menor.
Guillermo tenía el rostro pálido, sus ojos miel estaban abiertos de manera desmesurada y no tenía voz, aun así, asintió lentamente; Erick sirvió otra copa y la llevó a su hermano, después se sentó.
—Como comprenderás —prosiguió el ojiazul—, si me uno a un varón, jamás tendré descendencia —sonrió nervioso— y aunque me dieran la oportunidad de tener un hijo fuera del matrimonio, no me interesaría tomarla —se alzó de hombros—, la verdad, no deseo tener intimidad con alguna mujer…
Guillermo bebió todo el vino de golpe y luego dejó la copa en la mesa; Erick se dio cuenta que su hermano temblaba, pero al menos le ponía toda su atención.
—Es por eso que, si me ayudas a que padre me permita decidir mi futuro y unirme a Alejandro…
—¡¿El náufrago?! —interrumpió el castaño con susto.
—Sí —el menor asintió—, el rubio —especificó—, si me uno a él como deseo, no hay oportunidad de que tenga descendencia y por lo tanto, el linaje real de Celestia estará en riesgo conmigo —mordió su labio—, así que tú, como primogénito y además casado con una mujer que está a pocos meses de dar a luz, lógicamente serás el más apto para ser el rey.
El silencio reinó por un momento.
El castaño se puso de pie, caminó a la mesa dónde estaba el vino, agarró la botella y bebió de la misma; después de varios tragos, bajo el recipiente, pero no lo soltó y volteó a ver a su hermano.
—¿De verdad, estás dispuesto a renunciar al trono?
—El trono no me interesa, Guillermo —Erick sonrió—. Toda mi vida creí que nunca sería mío y honestamente, jamás me hice a la idea de sentarme en ese lugar y usar la corona de papá —negó—, eso no es para mí…
El mayor respiró profundamente, dio unos tragos más a la botella.
—No creo que padre lo permita —negó— y tampoco creo poder convencerlo, realmente, eres al único al que le tiene consideraciones —reprochó—, ¿por qué no se lo pides directamente?
—Porque no sé si lo vaya a permitir, por eso quiero tu apoyo —repitió Erick, poniéndose de pie y acercándose a su hermano—, quiero que respaldes mi decisión, como hermano —pidió con seriedad—. De verdad, Guillermo, ¡te lo suplico! Solo ayúdame a que papá vea que mi corazón no es para esas señoritas, ni para ninguna otra, porque ya tiene dueño.
El castaño dudó.
Era obvio que él salía más beneficiado en esa situación, pero no sería sencillo; todo el mundo sabía que él estaría dispuesto a cualquier cosa por la corona y no quería que su padre pensara que él había hecho algo para que su hermano tomara una decisión de esa índole y aunque lograran sobrellevar esa parte, como decía Erick, su padre seguramente no lo permitiría con facilidad, así que, tenían que pensar cómo se lo dirían.
—Tiene que ser de una manera en la que no quede duda de tu elección —comentó el mayor con algo de nervios—, de lo contrario, no lo aceptará.
—¿Y qué propones?
—Que él vea que estás dispuesto a todo por ese hombre, lo suficiente, como para revelarte a sus órdenes, como nunca antes lo has hecho…
Erick respiró hondamente; sabía lo que Guillermo le proponía y seguramente, sería un paso muy difícil de dar.
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