Epílogo
Un día antes del cumpleaños de Julián la pareja ya estaba en la ciudad dónde Agustín había nacido.
A media mañana, fueron buscar al profesor de filosofía que había ayudado a Agustín en la preparatoria, pero el hombre había fallecido un par de años antes, aunque su esposa lo recibió con amabilidad y cortesía, Agustín no quiso quedarse a platicar con ella, pues a pesar de que la mujer jamás lo trató mal y al contrario, fue una buena persona con él, en realidad nunca le tuvo confianza para contarle sus problemas como a su profesor.
Casi a mediodía, el automóvil negro se detuvo frente a una modesta casa, pero con un amplio terreno; Agustín bajó con un gesto de sorpresa; a pesar de que no se miraba lujosa, era completamente diferente a lo que recordaba.
Mientras el pelinegro iba a tocar la puerta, Julián se quedó recargado en el vehículo, observando los alrededores; era una colonia de gente mayor, muy pocos jóvenes se podían ver en las calles, por lo que era muy tranquila. Normalmente le costaba imaginar, cómo había sido la infancia de Agustín, pese a que el menor le había contado un poco más de su vida en los últimos días; por esa razón, a pesar de que creyó que descubriría algo en ese lugar, se dio cuenta que a su pareja le era muy ajeno todo lo que había en ese momento.
Instantes después, Agustín volvió con un semblante triste.
—¿Qué pasó? — indagó el mayor.
—Ya no viven aquí — sonrió de lado.
—Entonces, llamemos a Marisela — Julián sacó su celular —, seguramente ella puede encontrar algo sobre tus familiares, solo necesitamos los nombres de tu tío, de tu madre…
Agustín rió — tranquilo, no será necesario — negó —, ven, acompáñame — le hizo una seña para que lo siguiera.
Julián entrecerró los ojos, pero le dio el beneficio de la duda, así que guardó su celular, colocó los seguros al automóvil y lo siguió. El pelinegro entró a la siguiente casa; la reja de metal que delimitaba el terreno, no estaba cerrada así que, pasó directamente hasta la puerta de la construcción. Tocó un par de veces y finalmente, una mujer de la tercera edad, con el cabello casi en su totalidad blanco, se asomó por la puerta.
—¿Si? — preguntó ella con precaución, acomodando sus lentes de gran aumento y viendo hacia arriba, a través de la puerta con mosquitera que seguía cerrada.
—¿Señora Rosa? — el pelinegro sonrió — soy Agustín, el nieto de doña Reina.
—¿Agustín? — la mujer arrugó la nariz, pero lo recordó inmediatamente — ¡Guti! — sonrió y abrió la puerta con rapidez — ¡Oh, por Dios! ¡Guti! — abrazó al pelinegro — pasa, ¡pasa, hijo! — dijo con emoción cuando se separó de él —, disculpa el cochinero, pero mi hija no ha vuelto del trabajo y mis nietos tampoco están en casa, porque aún no vuelven de la escuela.
—¡Ah! No se preocupe, doña Rosa — sonrió el pelinegro — pero… vengo acompañado.
—Oh, ¡faltaba más!, dile a tu amigo que pase también — la mujer les hizo una seña y los guió a la sala.
Julián entró y se puso al lado de Agustín —¿Guti? — dijo la palabra con extrañeza y lo miró de soslayo.
—Ah, sí — asintió el pelinegro y un ligero sonrojo apareció en su rostro —, así me decían aquí, cuando era niño — explicó escuetamente y caminó a la sala, tratando de que su novio no lo viera.
Julián sonrió complacido; acababa de saber algo interesante de Agustín y quizá, no sería lo único.
—¡Ay! — la voz de la mujer sonaba cansada cuando se sentó en una silla mecedora de madera — no me imagine que volvería a verte, ¿gustan algo de beber?
—No, gracias doña Rosa, no se preocupe — negó el pelinegro, mientras se sentaba en el sofá, al lado de Julián — y sí, yo tampoco creí que volvería — sonrió —, pero, vine a ver si me puede dar noticias de mi abuela…
—Tu abuela… — el semblante de la mujer se entristeció — Reina murió hace como siete años — dijo con pesar —, lo lamento…
Agustín respiró profundamente, le dolía, pero ya iba preparado para eso, pues su abuela era una mujer mayor cuando la dejó — ya veo… — pasó saliva para tratar de que el nudo en su garganta le permitiera hablar mejor — y… ¿qué pasó con la casa? — señaló hacia dónde estaba la casa que momentos antes había visitado.
—Tu tío la vendió — respondió la anciana —, en cuanto enterró a Reina, ¡vendió todo! — acusó — las tierras y la casa, hasta los muebles y la ropa de tu abuela — dijo con frustración —, según se iba a ir a Estados Unidos, ¡ve tú a saber que hizo! — se alzó de hombros — ya sabes que su mujer era muy especial también y siempre querían darse vida de ricos, aunque no lo fueran.
Agustín respiró profundamente, no quería enojarse, pero le estaba siendo difícil al enterarse de lo ocurrido — sí, lo sé — asintió.
Julián permanecía en silencio, escuchando atentamente, especialmente porque cada cosa que esa mujer decía, le daba nueva información de su novio.
—Sabe algo de… ¿mi madre? — prosiguió el pelinegro.
—¿Mary? No la volví a ver desde el funeral de tu abuela — negó —, llegó, como siempre, con kilos de maquillaje, tratando de ocultar los moretones que le dejaba el hombre ese…
—¿Siguió con él? — Agustín se sorprendió y luego sonrió de lado — eso era masoquismo…
—Sí — asintió la mujer y acomodó sus gafas después —, pero hace unos tres años, leí en las noticias del periódico que lo metieron a prisión, por andar en malos pasos, no supe más, ni de él, ni de ella…
—¡Vaya! — esa noticia sí le había agradado al pelinegro —Tantas cosas que pasaron…
—¿Y tú, Guti? Te vez bien — sonrió la ancianita —, ¿seguiste estudiando? — preguntó curiosa —¿Encontraste un buen trabajo?
—No — negó el aludido y rió débilmente —, no pude seguir estudiando, pero sí, hace unos años encontré un buen empleo — mencionó con algo de emoción —, me va muy bien desde entonces.
—¿Estás casado?
—¡No! — una risa nerviosa lo asaltó y se mordió el labio inferior, desviando la mirada — no tengo tiempo para eso.
—Bueno, no es como que no puedas hacerlo más adelante — la mujer sonrió —, aun eres joven y guapo, no hay prisa…
Agustín rió, él no se consideraba guapo y como ya tenía treinta, quizá no era tan joven — tiene razón, no ha prisa — aseguró —, bueno, nosotros nos retiramos — dijo poniéndose de pie y Julián lo siguió.
—¿Tan pronto? — la mujer se sorprendió.
—Sí, tenemos otras cosas que hacer…
—Entonces, espera un momento, déjame ir por algo que tu abuela me dio antes de fallecer, por si regresabas — intentó ponerse de pie, pero, al ver que se le dificultaba, Agustín la ayudó.
La anciana fue al fondo de la casa, dejando a la pareja en la sala.
—¿Quieres ir a buscar a tu madre? — el castaño lo miró con seriedad.
—No — negó el menor —, no creo que me vaya a recibir y si lo hace, sería por interés — soltó con desagrado —, así que, prefiero no verla, ya sé más que suficiente de su vida.
—¡Guti! — la anciana se asomó por el pasillo — ven, la caja está pesada para mí — dijo con vergüenza.
Agustín fue hasta la señora y se encontró con una caja de cartón, en el fondo del closet de la habitación principal.
—Es esa — señalo la mujer, acomodando sus lentes.
El pelinegro la sacó, abriéndola ahí mismo, encontrando varios álbumes fotográficos, fotos sueltas y varios papeles que debían ser revisados.
—Reina dijo que eran todos los recuerdos que tenía de ti y de tu abuelo — Rosa sonrió amable.
Agustín intentó sonreír, pero no pudo, especialmente al ver una imagen de su abuela — ¿dónde…? ¿Dónde está enterrada mi abuela? — preguntó a media voz, sintiendo que sus ojos se humedecían.
—En el mismo panteón que tu abuelo — respondió la mujer —, recuerda que el lote era para ellos dos, y que bueno que ya estaba pagado — suspiró —, si hubiese sido por tu tío y tu madre, la hubieran enviado a una fosa común.
El pelinegro respiro profundamente, se limpió los ojos de manera disimulada y se puso de pie — gracias, doña Rosa — besó la frente de la mujer —, le voy a dejar un número, si necesita cualquier cosa, ¡no dude en llamarme!
—Yo no necesito nada, muchacho — sonrió —, no estoy sola, mi hija vive conmigo, aunque ahorita no está y mis nietos también, así que, no te preocupes.
—Gracias, de todas maneras, cualquier cosa que necesite, puede llamarme y trataré de estar al pendiente…
—¿Y cómo? — indagó la mujer — vives aquí, ¿en la ciudad?
—No, pero tengo maneras — aseguró el pelinegro.
Agustín salió con la caja en mano y acompañado de la mujer; después de dejarle su número de celular y el número directo de Marisela, en la agenda de la mesita del teléfono, se despidieron en el porche y la pareja se subió al automóvil.
—¿Qué es lo que tiene adentro la caja? — indagó el castaño al notar que el menor dejaba la caja en el asiento trasero.
—Fotos mías — sonrió Agustín.
—¿Fotos tuyas? — Julián sonrió con emoción — eso suena interesante…
—Sí, podrás verlas todas, no te preocupes — asintió el pelinegro —, pero primero, vamos al panteón y me gustaría que Marisela enviara a alguien para que ayude a esta familia, con mi dinero, obviamente — pidió —, sería bueno que la hija de doña Rosa no tuviera que ir a trabajar y no la deje sola por tanto tiempo.
—Si eso quieres — Julián asintió —, en cuanto volvamos al hotel, hablamos con Marisela, ahora dime, a que panteón vamos — encendió el GPS del automóvil e iniciaron el camino.
Agustín llegó al lugar dónde sus abuelos descansaban; el lote estaba abandonado, lleno de maleza y las cruces descuidadas. El pelinegro no pudo evitar que sus ojos se llenaran de lágrimas y aunque trató de evitarlo, algunas cayeron por sus mejillas con rapidez; llevaba ramos de rosas y flores varias, pero no había donde colocarlas.
—Lo siento… — se disculpó ante los montones de tierra y dejó las flores sobre los mismos — he sido un pésimo nieto — dijo con tristeza —, pero no volverá a ocurrir, lo prometo.
Julián estaba a su lado, le dolía ver a su novio tan triste, pero también comprendía que necesitaba espacio, así que intentó alejarse, más, la mano de Agustín lo detuvo; el pelinegro se aferró a la manga del saco de su pareja y no lo soltó, pero tampoco hizo nada más. Por casi media hora, lágrimas silenciosas recorrieron las mejillas del menor, pero no hizo un solo ruido.
Finalmente, Agustín se limpió las mejillas y levantó el rostro — creo que, debo mandar poner una lápidas y pagarle al cuidador del panteón, para que mantenga el lote limpio — empezó a planear, mientras pasaba la mano por su cabello.
—¿Quieres ir a elegir las lápidas? — preguntó el castaño con amabilidad.
—Es tarde para eso, ¿no crees? Pasado mañana quizá — sonrió —, mañana no podemos porque es tu cumpleaños y hay que festejarlo.
—No es tan tarde — el mayor negó —, vamos, así, pasado mañana que volvamos, estarán mejor y podrás llenarlos de flores — pasó la mano por el mentón de su pareja y lo obligó a verlo a los ojos —, sé que eso te haría feliz…
Agustín pasó saliva y desvió la mirada, sentía que sus mejillas empezaban a arder y no era el lugar para demostrar eso, pero no podía evitar sentirse bien, sabiendo que su pareja hacía las cosas por verlo feliz — de acuerdo — asintió —, vayamos a hacerlo, antes de ir al hotel.
Ambos fueron al estacionamiento y antes de retirarse, le pagaron al cuidador del cementerio para que limpiara las tumbas, pues en los próximos días estarían yendo a colocar las lápidas; también solicitaron información sobre el reglamento de la colocación de las mismas, pero al no existir uno, les dieron luz verde de elegir las que quisieran. Después, emprendieron camino hacia un local donde vendían monumentos y lapidas de piedra y granito.
Agustín eligió placas sobrias, pero con maceteros y pagó más de lo que costaban, con tal de que las fueran a poner en un máximo de dos días. Al terminar, volvieron al hotel dónde se estaban quedando.
—¿Te sientes mejor? — indagó el castaño abrazándolo por la espalda, después de dejar la caja que llevaba, en uno de los sillones de la sala de estar.
—Sí — asintió el pelinegro, exponiendo el cuello para que su pareja lo besara con libertad.
—Me alegro — sonrió el mayor —, porque solo nos quedaremos esta semana, la próxima, iremos a conocer a mi familia…
—¿Y qué les vas a decir? — Agustín suspiró — ¿que soy un amigo con el que pasas muchas horas en la oficina?
—No — Julián negó —, les voy a decir que eres mi pareja — admitió sin vergüenza.
El pelinegro se alejó de inmediato — no te atreverías, ¿o sí? — lo miró con susto — ¿Qué van a decir?
—No van a decir nada — negó el otro — y si lo dicen, es su problema, no el nuestro — aseguró con seriedad —, si se quejan o si hacen cualquier gesto que no me guste, se van despidiendo de mi apoyo económico , así que dudo mucho que siquiera piensen en oponerse.
—¿Te atreverás a dejar de ser el hijo modelo? — se burló el menor.
—Si es necesario, sí — asintió el castaño —, nada es más importante que tú… — aseguró guiándolo a la cama — nada — repitió con total seriedad.
Agustín se dejó mover sin poner resistencia — de acuerdo — sonrió —, entonces, iré a conocer a tu familia como tu novio…
—¿No prefieres ir como mi prometido?
Esa frase consiguió que el pelinegro se pusiera nervioso — espera, espera — intentó alejarse sin lograrlo —, esto ya está escalando muy rápido, ¿no crees?
Julián sonrió y le mordió la oreja — tal vez, ¿quieres esperar? — indagó con diversión — ¿crees que es muy pronto, Guti? — dijo con burla el apodo.
Agustín se sonrojó de inmediato y sus nervios se crisparon, la manera en que su pareja lo llamó, lo había avergonzado, pues era su apodo de niño y nadie más que su familia y los vecinos de antaño lo habían llamado así.
—¡Por supuesto que es muy pronto! — respondió y desvió la mirada — es decir… apenas vamos para cinco meses de relación y…
—¿Es tu última palabra? — interrumpió el castaño.
—Sí — asintió el menor —, debemos esperar…
—Podría intentar convencerte… — sonrió con malicia.
—No lo conseguirás, no esta vez…
—Puedo conseguir lo que sea de ti — Julián lo empujó y Agustín cayó en la cama —, ¿quieres que te lo demuestre, Guti? — indagó empezando a desnudarse.
—No…
Agustín tembló, conocía bien la sonrisa que el castaño tenía en ese momento, era obvio que no se detendría hasta obtener la respuesta que deseaba y él, en el fondo, ansiaba que lo obligara a sucumbir ante ese capricho que ahora tenía.
Despedida.
Bien, por fin terminé de publicar este fic. No sé por qué, pero realmente, disfruté mucho escribiendo sobre esta pareja, aunque me fue un poco complicado adecuarme a su relación, sin salirme de los estándares con respecto a mi historia original ‘Destino’.
Obviamente, esta historia fue un premio o regalo, para Luisa Paz, por haber ganado un evento… En realidad no era un evento oficial, solo era para ver quien se daba cuenta de algo en mis historias, pero como ella fue la primera en hacerlo, su recompensa fue que yo haría algo para ella, lo que quisiera, entre dibujo, fic, cowmic… y pues, ella decidió, que quería un spin off de Julián y Agustín.
Hasta la fecha, no sé por qué le gusta esta pareja, pero parece que es una de las pocas personas a las que les agrada. Esta historia no pareció tener mucha aceptación, y eso que, a mi parecer, quedó más interesante que otros que tengo.
Bien, gracias a los que me hayan acompañado hasta aquí, espero que sigan disfrutando mis locuras y en unos días mas, tratar de subir algo nuevo.
Saludos!
Bien, por fin terminé de publicar este fic. No sé por qué, pero realmente, disfruté mucho escribiendo sobre esta pareja, aunque me fue un poco complicado adecuarme a su relación, sin salirme de los estándares con respecto a mi historia original ‘Destino’.
Obviamente, esta historia fue un premio o regalo, para Luisa Paz, por haber ganado un evento… En realidad no era un evento oficial, solo era para ver quien se daba cuenta de algo en mis historias, pero como ella fue la primera en hacerlo, su recompensa fue que yo haría algo para ella, lo que quisiera, entre dibujo, fic, cowmic… y pues, ella decidió, que quería un spin off de Julián y Agustín.
Hasta la fecha, no sé por qué le gusta esta pareja, pero parece que es una de las pocas personas a las que les agrada. Esta historia no pareció tener mucha aceptación, y eso que, a mi parecer, quedó más interesante que otros que tengo.
Bien, gracias a los que me hayan acompañado hasta aquí, espero que sigan disfrutando mis locuras y en unos días mas, tratar de subir algo nuevo.
Saludos!
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