Convicción
—Sabes que puedo ayudarte, aún no cumples dieciocho, pero puedes salir de tu casa si apelamos y pedimos apoyo a una institución, se puede porque eres menor de edad — el hombre canoso miraba con preocupación al joven que estaba en la cama del hospital, quien tenía algunos golpes notorios en su rostro, pero era obvio que había otros en el cuerpo delgado, que no se notaban por la bata y la sábana que lo cubrían —, tu madre no va a hacer nada al respecto, lo sabes muy bien y tu padrastro, junto con los tipos que lo secundaron en esta ocasión, ¡puede llegar a matarte!
—¿A dónde iría de todos modos? — indagó el menor con toda calma — mi única familia está en esa casa.
—Conmigo — dijo el hombre con rapidez —, sabes que no me importaría.
—Es usted muy amable, profe, pero no creo que a su esposa le agrade, mucho menos a sus hijos.
—Te aseguro que ellos no se opondrán.
—Dicen que “el muerto y el arrimado, a los tres días apestan” — sonrió con tristeza el pelinegro —, en realidad, quisiera empezar a trabajar y buscar un cuarto donde poder estar, aunque sea chiquito y con lo básico…
—¿No piensas seguir estudiando? ¿Qué hay de ir a la universidad?
—Seamos honestos — intentó sonreír —, no soy muy inteligente y no creo que pueda pagar una carrera, lo único importante ahora es, salir de donde estoy…
El hombre estaba frustrado — está bien — asintió —, te vienes a mi casa los dos meses que te quedan para salir de la preparatoria — no se iba a dar por vencido, porque realmente temía lo que le pudiera pasar a su alumno —, después, puedes buscar un trabajo, rentar un cuarto e independizarte — su voz sonaba inquieta —, lo que no quiero es que sigas ahí — señaló con seriedad —, eres un buen chico Agustín, pero ese hombre puede llegar a hacerte cosas imperdonables, bajo el influjo del alcohol y todas las cosas que se mete, además de los sujetos que son sus “amigos” — negó molesto — y mientras tu madre lo proteja, las autoridades no le van a hacer nada.
—Lo quiere — sonrió el pelinegro — o eso creo — negó —, supongo que todos haríamos tontería por amor, el problema es que… yo no lo entiendo…
—Pero, ¡¿dejar que te golpee, a pesar de que trataste de evitar que le hiciera algo a ella?! — preguntó el hombre, aun incrédulo — ¡Eres su hijo!
El menor suspiró, ni él entendía las actitudes de la mujer que lo había engendrado; sonrió tristemente y levantó el rostro — sí, quiero salirme de casa, había pensado irme con mi abuela, pero desde que mi tío se llevó a su familia a vivir con ella, ya no puedo quedarme ni un poco de tiempo… pero tampoco quiero causarle molestias, profe…
—Agustín — el hombre se acercó más y le sonrió amistosamente —, acepta, dos meses pasan rápido…
El pelinegro abrió los ojos de golpe e intentó moverse, pero alguien lo tenía abrazado contra su cuerpo.
—¿Ya despertaste…? — la voz de Julián era suave, pero seria, parecía temeroso de molestarlo, en caso de que aun siguiera adormilado.
—Sí… — respondió el menor, tratando de alejarse.
—Estabas muy inquieto mientras dormías, te estremecías más de lo normal, ¿tuviste malos sueños? — indagó el otro, dejando el libro que sostenía con la otra mano, en el buró.
—N… no — titubeó sin mirarlo al rostro y sentándose en la cama.
—¿Estás molesto?
—No, solo… necesito ir a asearme — se excusó.
—Agustín — la mano del mayor lo sujetó del hombro y lo obligó a recostare —, ¿Qué me ocultas?
—Nada…
—¿Nada? — Julián lo miró con seriedad — no fue eso lo que me dijiste antes, ¿qué es lo que no te deja dormir bien? — preguntó sin rodeos.
Agustín se estremeció, sabía que había dicho muchas cosas sin pensar, cuando encaró a Julián, pero no pensaba que le fuera a preguntar por esa situación.
—Nada — repitió con nervios —, son tonterías, ya sabes, supongo que jugar videojuegos de “survival horror” no es lo mío, tal vez…
—No mientas — sentenció el mayor.
Con esa frase, el pelinegro empezó a pensar con desespero, tratando de buscar una excusa convincente — yo… es solo que…
—¿Necesitas ir al médico?
—¡¿Por qué necesitaría ir al médico?! — preguntó poniéndose a la defensiva.
—Agustín Ruiz, 21 de enero, sangre O positivo, excelente salud, sin enfermedades venéreas, sin problemas físicos, falta de vitaminas, pero nada que no se pueda arreglar con una buena alimentación, necesita una rutina de ejercicio para mejorar su resistencia…
Las palabras de Julián lograron sorprender a Agustín; recordaba haberlas leído en el primer informe médico que se hizo, cuando entró a trabajar con Alejandro.
—Toma pastillas para dormir pero no es por adicción, sino por un problema clínico… — Julián detuvo sus palabras y levantó una ceja — ¿quieres que siga?
Agustín bajó la mirada — ¿cómo sabes todo eso? — preguntó con debilidad.
—En diciembre, después de navidad, le pedí a Marisela toda tu información — explicó, moviendo al menor y acomodándose para abrazarlo, acunándolo en sus brazos, contra su pecho —, la primera vez que pasamos la noche juntos, me di cuenta que te estremecías constantemente, pero no pasaba nada más — prosiguió —, sabía que, desde que empezaste a trabajar con el señor De León, dejaste las pastillas, para que no salieran en los análisis que nos hacemos cada cierto tiempo, así que, al ver que no ocurría nada malo en la noche, pensé que todo estaba bien o eso quise creer — admitió —, ahora, quieres contarme, ¿qué sucede en realidad?
El pelinegro suspiró, ya no iba a poder mentirle, pues era obvio que Julián estaba enterado de su situación, a pesar de no saber la verdadera razón.
—Yo… no puedo dormir muy bien — sonrió con vergüenza —, tengo pesadillas desde pequeño, así que, cuando ya fui mayor de edad, en mi primer empleo, acudí al médico y me recetó pastillas para dormir — explicó —, no me quitaban del todo los sueños, pero disminuían las pesadillas y, al menos, podía descansar…
—Entiendo…
—Cuando empecé a trabajar con el señor De León, me dijeron que no debía tomarlas y accedí… así que, trataba de llevar mi cuerpo al límite, para quedar lo suficientemente cansado y al dormir, no despertar — negó —, funcionó la mayoría de las veces, no todas — aceptó con pesar —, también, por eso empecé a desvelarme jugando videojuegos, de esa manera, si llegaba a soñar, era más que nada lo que jugaba.
—Una excusa más para jugar — bromeó el mayor.
Agustín sonrió — pero, desde que duermo contigo — su voz se llenó de emoción —, las pesadillas se fueron, sí, tengo malos sueños, pero no son tan malos como para despertarme en las noches cómo antes y si lo hago, el tenerte a mi lado me conforta.
Julián se sintió satisfecho de esas palabras; saber que era el único que le propiciaba tranquilidad a Agustín, era un trofeo más para él. Aun así, necesitaba entender todo de su pareja, pues admitía que no sabía nada de su pasado y quizá, era momento de conocerlo.
—¿Qué es lo que te causa pesadillas?
El pelinegro se mordió el labio y guardó silencio unos segundos — cosas… — dijo al fin.
—¿Qué cosas? — Julián ya no iba a echarse para atrás en el interrogatorio.
Agustín se arrebujó contra su novio y no dijo nada, no quería hablar.
—Sabes que, cuando quiero algo, lo obtengo, por las buenas o por las malas — amenazó el castaño —, ahora dime, ¿qué cosas te hacen tener pesadillas?
—Mi pasado — confesó el menor con rapidez.
—Tu pasado… ¿qué de tu pasado?
—Lo que pasé al lado de mi familia…
—Tu familia… — Julián respiró profundamente, armándose de paciencia; no le agradaban esas respuestas tan escuetas que no decían nada en realidad.
Agustín se tensó, sabía que ya no podía dar marcha atrás, así que se decidió hablar — tenía mucho tiempo de no vivir en casa de mi madre, cuando empecé a trabajar con el señor De León — ejerció presión sobre la piel de Julián —, ni siquiera vivía en la misma ciudad donde nací…
—Eso es notorio, tu acta de nacimiento no miente — el castaño entrecerró los ojos.
—Y.. — el pelinegro titubeó, no se sentía seguro de seguir hablando, así que de nuevo, trató de finiquitar ese momento — eso es lo que me da pesadillas.
—¿Por qué?
—¿En serio quieres que te diga? — el menor se sentía presionado.
—Quiero saber, qué te sucede, porque me importa y me gustaría ayudarte — Julián movió la mano para levantar el rostro de su pareja y verlo a los ojos —, ¿no me tienes confianza?
Agustín se perdió en la mirada castaña del otro — sí, confío en ti — admitió —, pero… es que… no quiero hablar de eso…
—¿Por qué no?
—Porque no quiero recordarlo…
—Lo haces cada noche que tienes pesadillas — señaló el mayor —, no me obligues a decirle al señor De León que, por tu condición, no eres apto de cuidar al señor Erick…
Agustín se alejó, sobresaltado — ¡¿eso que tiene que ver?!
—Si no duermes bien, no descansas y por lo tanto, tu capacidad de reacción no es la adecuada en caso de que algo suceda — explicó.
—Tengo desde diciembre cuidando del señor Erick y lo he hecho bien — se excusó el pelinegro.
—Sí, ¡tan bien que casi mueres! — soltó con molestia el castaño.
—Ya te dije por qué no llevaba el chaleco ese día…
—Eso no importa — Julián negó —, ahora necesito saber que tan grave es tu problema, si necesitas ir al médico de nuevo o…
—Estoy bien — Agustín suspiró —, solo que… no he podido cerrar ese ciclo.
—Entonces, habrá que cerrarlo — dijo con seriedad el mayor y buscó la mirada de su novio — y sabes que lo primero que debes hacer, es hablar…
Agustín suspiró, no quería decir nada, pero sabía que Julián no lo dejaría en paz, si no le explicaba lo que había ocurrido antes; finalmente, se dio por vencido, aunque tal vez no se lo diría todo, si lo más importante.
—Mi padre nos dejó, a mi madre y a mí, cuando era un bebé, porque se fue con otra mujer — sonrió débilmente —, ellos no estaban casados, así que, no se hizo responsable, ni siquiera de mí, por lo que mi madre empezó a trabajar y recibía el apoyo de mis abuelos — sonrió con un dejo de añoranza —, mi abuela siempre se preocupó por mi madre y por mí, además, mi abuelo, antes de morir, le heredó una pequeña casa, así que mi madre era relativamente independiente y no vivíamos con mi abuela…
Julián se sentó en la cama y abrazó a Agustín, obligándolo a que se recostara en su pecho, para que siguiera contándole.
El menor tomó aire para poder seguir con su relato — mi madre tuvo muchas relaciones casuales — dijo con vergüenza —, algunas buenas, otras no tanto — se alzó de hombros —, pero terminó casándose con un sujeto a quien mantenía, porque no trabajaba en nada, cuando yo tenía diez años…
Julián estaba atento a las palabras de Agustín, así que se mantuvo en silencio, prodigándole cariños en la piel.
—Ese sujeto tomaba y cuando llegaba ebrio, golpeaba a mi madre y a mí, por tratar de defenderla — su cuerpo se tensó —, algunas veces prefería quedarme en casa de mi abuela, porque mi madre lo disculpaba, diciendo que era culpa suya por no darle el dinero que él ocupaba o que estaba enfermo… — negó cansado — siempre creí que lo amaba… ahora, creo que no era amor, sino miedo a la soledad.
—Comprendo… — Julián sabía a lo que se refería el menor y en ese momento entendió la razón de las cicatrices que el cuerpo de su novio tenía.
—Cuando crecí, él ya no se atrevía a hacerme nada, porque una vez me defendí y lo golpee —intentó sonreír sin conseguirlo —, pero esa fue la primera vez que mi madre me amenazó — suspiró —, dijo que no volviera a hacerle nada o tendría que irme de la casa…
El castaño se sorprendió por la actitud de la mujer, pero tampoco comprendía la decisión de Agustín — ¿por qué te quedaste?
—Tenía quince — el menor se alzó de hombros —, no quería quedarme pero, no tenía a donde ir — confesó —, mi tío también tenía problemas, vendió su casa y al no tener donde vivir, se fue con su familia a la casa de mi abuela y él, bueno, él no me quería en lo más mínimo y mejor no hablo de mi tía o mis primos…
—Entonces seguiste ahí, en tu casa…
—Sí — asintió sin levantar el rostro —, iba a ver a mi abuela, ella me daba algo de dinero, pero… ¿qué podía hacer con eso? — hizo un mohín — Solo intentar seguir en la preparatoria porque no era mucho — su voz tomo un semblante molesto —, mi tío le quitaba a mi abuela toda la pensión que le daban, así como lo que le pagaban de renta por las hectáreas de tierra que tenía — mordió su labio —, apuesto que las vendió en cuanto pudo, era lo único que le interesaba…
—¿Qué pasó después?
—Meses después de cumplir diecisiete… — el pelinegro guardó silencio por un momento — cuando llegué a casa… — se le dificultaba hablar — había unos hombres desconocidos ahí — pasó saliva y cerró los parpados —, mi… mi padrastro — dijo con burla la palabra —, había tenido asuntos con ellos y al no pagarles, habían ido a cobrar — respiró hondamente —, mi madre me dijo que me saliera de casa y no quise, pero, entre todos me sacaron, aunque claro, no fue muy amablemente — rio cansado.
—¿Y tu madre?
—Ella… ella se quedó — pasó saliva —, yo estaba en el porche cuando escuché sus gritos… esos sujetos iban a cobrarse con ella lo que él les debía…
—¿Qué hiciste? — Julián se preocupó, imaginaba lo que venía después.
—¿Qué iba a hacer? — preguntó con tristeza — Era mi madre — se alzó de hombros —, así que entré a ayudarla y mi padrastro fue a sacarme de nuevo, estaba algo ebrio, no me fue difícil evitar que me hiciera algo, así que fui yo quien lo golpeó en esa ocasión — soltó una risa entre nerviosa y cansada —, pero los otros hombres me golpearon a mí — dijo como si se tratara de una tonta broma —, me dejaron en el piso, escupiendo sangre, sin poderme levantar porque había quedado aturdido gracias a un golpe en mi cabeza y varios más en todo el cuerpo… — apretó los puños con frustración — solo podía escuchar sus risas y el llanto de mi madre…
—¿Te hicieron algo más? — el mayor sintió que el mundo se abría ante la posibilidad.
Agustín entendía a qué se refería su pareja con esa pregunta — no — negó —, te lo dije la primera vez, no había estado con nadie antes de estar contigo — suspiró — y es cierto, esos sujetos solo me golpearon… — reafirmo — mi madre fue la que paso por todo lo demás.
El castaño respiró aliviado, abrazando a su pareja con fuerza, intentando protegerlo con esa acción, de cualquier cosa que intentara lastimarlo — y ¿después de eso? ¿Qué hiciste?
—Mi madre me corrió — soltó una risa forzada —, le dijo a la policía que me había metido en un pleito con otros chicos y a mi padrastro no le hicieron nada — suspiró —, en el hospital, mi profesor de filosofía me brindó su apoyo, me quedé con él y su familia, hasta que salí de la preparatoria, como eran solo dos años los que iba a cursar, me faltaba muy poco para terminarla — soltó el aire con fuerza, hacia arriba, moviendo los mechones de su cabello —, conseguí un trabajo, me pagaban poco, pero con eso y con lo que me daba mi abuela, renté un cuarto y pude sobrevivir — restregó la frente contra el mayor —, un año después, junté algo de dinero y me despedí de mi abuela, le dije que volvería, pero ya no lo hice…
—¿Por qué no?
—Porque mi tío también me corrió — sonrió con tristeza —, mi abuela estaba enferma y no quise darle más preocupaciones, así que, tome los pocos ahorros que tenía, la documentación que podía ocupar y pedí ‘aventón’ en la carretera — se mordió el labio —, de esa manera, llegué a otro estado, empecé a trabajar en un mercado llevando costales y después, busqué otro tipo de empleo, uno más estable y mejor pagado, pero, años después me volví a ir a otra ciudad y fue ahí donde los conocí a ustedes, cuando buscaba empleo, porque se terminó el temporal en el que estaba…
—Y… ¿no volviste a ver a tu abuela o tu madre?
—No — negó.
—Supongo que tampoco quieres saber nada de ellas…
—De mi abuela, sí, me gustaría, pero, imagino que ya falleció… de mi madre no quiero saber nada — aseguró con convicción —, su comportamiento no la lleva a ganarse un premio a la mejor madre, ¿no crees?
—Comprendo, ¿por eso no tienes beneficiario en caso de accidente?
—No merece recibir nada si yo muero — suspiró —, además, si sigue con ese hombre, él será quien se lo gaste.
El castaño suspiró; lo que decía Agustín tenía mucho de cierto. Realmente no le agradaba saber todo lo que sufrió su pareja antes de conocerlo, pero ahora entendía mejor su situación y encontraría la manera de ayudarlo.
—¿De que tratan tus pesadillas? — Julián seguía acariciando la espalda del pelinegro.
—De mi padrastro, más que nada.
—Pero, ya no eres un niño que no puede defenderse…
—Lo sé — admitió el menor —, pero en mis sueños, no puedo hacer nada mientras que él sí… es como si, estuviese atado…
—Tienes que enfrentarlo — Julián besó el cabello de su pareja —, todos debemos enfrentar nuestros miedos…
El pelinegro mordió su labio, sabía que debía hacerlo, pero no estaba seguro — tú, ¿tienes miedo de algo?
—Sí — asintió el mayor—, de perderte — suspiró — ese es mi mayor temor…
—Eso es…
—¿Cursi? — el castaño levantó una ceja.
—Iba a decir, romántico, pero sí, también suena cursi — rió.
—Cuando no duermes conmigo — Julián buscó la mirada del menor —, también tengo pesadillas, todas son de la noche en que te dispararon — su mano se movió hasta el pecho del pelinegro, acariciando el lugar donde tenía la cicatriz.
—Entonces, no soy el único que no duerme bien…
—Sí, pero yo lo enfrento y tú no — reclamó.
—¿Qué quieres que enfrente? ¿A mi madre? ¿A mi tío? ¿A mi padrastro?
—A todos — Julián habló con seriedad —, en vacaciones, iremos a tu ciudad natal…
—¡¿Estás loco?!
—No — Julián negó —, estoy hablando en serio, vamos a ir y vas a ver a tu familia — ordenó —, les vas a demostrar que ya no eres el mismo niño de hace más de doce años.
—Tú dices que sigo siendo un niño — señaló el menor con seriedad.
—Sí, pero eres mi niño — hizo énfasis en las palabras —, así que, no hay excusa, vamos a ir y te va a gustar, ¿entendido?
Agustín arrugó la nariz, no le agradaba la idea; se movió, alejándose del abrazo del mayor y se sentó a horcajadas sobre sus piernas, cerca de su sexo — ¿podría convéncete de lo contrario? — mordió su labio inferior.
—Trata — Julián sonrió con diversión —, aceptaré tu intento, pero no voy a cambiar de opinión.
—Entonces no tiene caso — el pelinegro intentó alejarse.
—¡Ah, no! Ahora me cumples — dijo con seriedad el mayor, jalándolo del brazo para devolverlo a su lugar —, además, tienes un par de horas que no me dices que me amas, ya estoy ansioso de escucharlo de nuevo.
Agustín pasó las manos por el cuello del mayor y se inclinó hasta una oreja — te amo… — susurró.
—No está mal — admitió el castaño —, ahora, vamos a probar que lo grites.
—Pero tengo hambre, no he comido en todo el día, ni siquiera comí y cene ayer… además, hay otro pequeño detalle — entrecerró los ojos —, yo ya te conté todo de mí, pero yo no sé nada de tu familia…
—Lo de la comida, es tu culpa por huir — Julián lo miró con reproche — y lo de mi familia, no hay mucho que decir.
—¡Oh, vamos! ¿No podemos comer un poco y me cuentas?
—De acuerdo comemos y te cuento de mi familia — el mayor asintió, él también tenía hambre —, pero no hay nada interesante, yo no tengo problemas con ellos, al contrario…
—¿Me vas a decir que eres un hijo modelo? — el pelinegro negó — No lo creo.
—Para tu información, soy el mayor de cuatro hijos y sí — sonrió con suficiencia —, soy un hijo modelo, tengo una carrera en ingeniería en sistemas, mi familia cree que trabajo en algo relacionado con eso y que me pagan muy bien, así que me tienen en un pedestal, especialmente mi padre.
Agustín se quedó sorprendido — ¿cómo es que…?
—Trabajo para Alejandro porque me paga mejor, tengo más apoyo y beneficios que en un simple empleo cualquiera y la razón principal, es que somos amigos y confía en mí — explicó con rapidez —, además, puedo sacar mi coraje matando a algunas personas y no hay consecuencias — su semblante se puso sombrío —, en el fondo, no soy tan buena persona como crees…
Agustín se estremeció ante las palabras y gesto de su pareja, quedándose con la boca abierta.
—Tranquilo — Julián se inclinó y le mordió un hombro —, solo me deshago de los estorbos cuando es necesario y por el trabajo — susurró —, ahora, vamos a comer, porque hay un par de cosas que tenemos que arreglar antes de mañana…
—¿Qué…? — el pelinegro aún estaba aturdido por lo que había escuchado antes — ¿Qué cosa?
—Que te disculpes con el señor De León y su esposo, además de disculparte con Patricio.
Escuchar el nombre de su compañero, hizo que Agustín se olvidara de lo anterior y entornara los ojos, claramente molesto — con los señores me disculparé todo lo que quieras, pero a Patricio, prefiero no verlo.
—Tienes que disculparte — ordenó el mayor.
—¡¿Por qué?!
—Porque seguramente lo van a mandar a otro lugar y no podrás hacerlo después.
Agustín respiró profundamente — la cuestión es, que no quiero disculparme — se cruzó de brazos.
—Lo golpeaste demasiado — Julián le acarició el rostro —, con un solo golpe hubiese sido suficiente.
—Dijiste que si alguien me hubiese besado, tú lo habrías matado — señaló —, él sigue vivo, debería estar agradecido.
—Yo, soy yo — sonrió el castaño —, ahora, no discutas, que yo también quiero hablar con él.
—¿Para qué? — pregunto Agustín con ansiedad y algo de celos.
—Para que no vuelva a meterse en lo que no le importa — respondió el mayor con molestia.
Después de comer, el médico que siempre estaba en el edificio de los guardaespaldas, le revisó las manos a Agustín y le colocó nuevas vendas, solo por protección, de ahí, la pareja se presentó en la mansión.
Cuando Alejandro y Erick iban bajando por las escaleras, el ojiazul corrió y abrazó a Agustín; había estado preocupado por él y debido a que no le habían avisado que ya había vuelto, su angustia era peor. La situación no era complicada, incluso, Alejandro culpó a Julián por lo que había pasado, así que, el que se llevó el regaño fue el castaño.
Al terminar su reunión con Alejandro y Erick, la pareja acudió al hospital; ya había terminado el horario de visitas, por lo tanto, les dieron un permiso especial, ya que no iban a quedarse mucho tiempo.
Al estar frente a la habitación, Agustín pasó primero, encontrando a Patricio leyendo un libro.
—Hola… — saludó el pelinegro, pero no recibió respuesta.
Patricio le dedicó una mirada fugaz y volvió a su lectura.
—Supongo que no te sientes bien — comentó el recién llegado, metiendo las manos en los bolsillos.
—No tengo ganas de verte — anunció el castaño con molestia.
—Me imagino que no… — el pelinegro suspiró — escucha, Pato…
—¡No me llames así!
—De acuerdo — Agustín entornó los ojos —, Patricio, me enviaron a disculparme contigo — hizo un mohín —, tal vez me excedí un poco, es cierto — admitió —, pero la verdad es que no lo lamento.
Patricio bajó el libro y respiró profundamente, antes de levantar el rostro — entonces, ¿qué haces aquí? — preguntó fríamente.
—Solo vine a decirte algo — el menor se acercó, hasta quedar a un lado de la cama y lo miró con altivez —, no debiste besar a Julián, lo sabes, ¿cierto?
—Sí, lo sé — respondió el otro con un tono de burla.
—Bien, ahora que eso quedó claro — Agustín se inclinó —, escúchame bien, porque no voy a repetirlo — su semblante se puso extremadamente serio —, estuve a punto de volarte la cabeza — señaló — y agradece que el señor Erick y Julián me detuvieron, porque si no, ahorita no estarías en esta cama, sino tres metros bajo tierra…
Patricio sonrió sarcásticamente — la próxima vez, no me vas a agarrar desprevenido…
—Mjú — Agustín sonrió de lado — te equivocas Patricio, no va a haber una próxima vez — sentenció con total seguridad —, porque si vuelves, no digo intentar besar a Julián, sino siquiera acercarte en otro plan, que no sea por trabajo, juro que voy a meterte una bala entre ceja y ceja— amenazó —, ¿entendiste?
El castaño levantó una ceja y empezó a reír — tus amenazas me tienen sin cuidado, Agus — dijo el apodo con desprecio —, yo también puedo defenderme, he recibido el mismo entrenamiento que tú, ¿recuerdas?
—Sí — asintió el pelinegro —, lo recuerdo muy bien, pero entonces, ¿por qué no te defendiste ayer? — ladeó el rostro — si lo hubieras hecho, tal vez hubieras podido evitar terminar en este hospital…
Patricio se quedó en silencio, sus músculos se tensaron y apretó el libro entre sus manos.
—Te diré por qué — prosiguió el pelinegro —, hay una gran diferencia entre tú y yo — dijo con lentitud —, yo… tengo un motivo, ya quedó demostrado ayer — sonrió con suficiencia —, tú, solo buscas algo que jamás vas a tener, porque ya es mío — su voz no dejaba duda de lo que estaba diciendo — y ten por seguro que soy capaz de hacer lo que sea, para no perderlo — levantó el rostro y miró a Patricio con frialdad — así que por el bien de los dos, no vuelvas a meterte en mi camino, porque seguramente, la próxima vez, no voy a detenerme, ¿entendiste?
Patricio se quedó de una pieza, jamás había visto ese semblante en Agustín y realmente, no lo reconocía; quizá lo había subestimado.
El menor dio media vuelta y caminó hacia la puerta.
—Agustín… — el castaño lo detuvo antes de que saliera — Julián no es de tu propiedad y sé que puedo obtener su cariño — dijo con total convicción —, soy mayor que tú y tengo más experiencia, tanto en relaciones, como en el trabajo — sonrió fríamente —, así que esto no se ha acabado, ¿entendiste?
El pelinegro rió — dudo que tengas oportunidad, pero si quieres intentarlo — lo miró con desprecio —, advertido estás…
Agustín salió de la habitación sintiéndose dueño de la situación y se encontró con su pareja en el exterior; Julián le pidió que esperara, mientras él entraba a ver a Patricio.
—¿Te sientes mejor? — indagó el mayor al entrar.
Patricio miraba hacia la ventana y al escuchar la puerta, había pensado que se trataba de alguien más, así que no había puesto atención hasta que escuchó la voz conocida del hombre que le gustaba. Giró el rostro y se encontró con Julián, algo que le hizo sentir mejor.
—Sí… — dijo con debilidad, aun sorprendido de ver al otro ahí mismo.
—Bien — asintió el recién llegado —, vengo a comunicarte que el señor De León, ya dio la orden para que te envíen a otro estado, en cuanto salgas del hospital — mencionó mientras se acercaba, hasta quedar a un lado de la cama.
Patricio se sorprendió por la noticia y su respiración se agitó.
—Marisela se comunicará contigo pronto — prosiguió Julián ,— para indicarte con quien deberás reportarte allá y cuáles serán tus nuevas labores — explico fríamente —, seguirás teniendo las mismas prestaciones y cuando el señor De León esté en esa ciudad, es posible que solicite tu apoyo para acompañarlo, solo en caso de ser necesario — señaló —, pero dudo que te solicite de nuevo para cuidar a su esposo.
—Así que, ¿me van a alejar de ti? — interrumpió Patricio — ¿tu noviecito fue a llorarle al señor Erick, para que le hicieran ese favor?
Julián suspiró — no, Agustín no hizo nada — negó —, pero es mejor que aceptes estas órdenes sin objetar, no quiero que haya más problemas entre ustedes.
—¡¿Por qué?! — el otro estaba confundido y no solo por esa indicación — dime, ¿qué le ves?
El mayor respiró profundamente, no tenía ganas de discutir eso con Patricio, pero quizá era momento de ser sincero con él.
—Todo lo que le veo, es lo que no tienen los demás — aseguró —, no voy a darte explicaciones, pero quiero que entiendas algo — lo miró a los ojos y se mantuvo impasible —, tu no me atraes en lo más mínimo, jamás me has interesado en realidad, así que, no tendrías oportunidad conmigo.
—Aun así, decidiste salir conmigo aquella vez y pasar la noche a mi lado — recriminó el otro.
—Sí, lo hice — admitió —, pero pensé que era algo sin compromiso y sin importancia, como todos esos encuentros que tienes con los demás.
—Pero a ti no te veo como a los demás — Patricio lo miró con ansiedad —, sé que puedo lograr que me quieras, que solo quieras estar conmigo y tener algo serio a mi lado — sonrió —, sé que soy mejor que Agustín y si tu quisieras, yo…
—¡No! — la voz de Julián fue tajante — no importa lo que hagas, nunca te miraré como lo hago con Agustín — aseguró —, él es todo lo que necesito — su voz tenía un tinte de añoranza —, él es diferente de cualquiera, incluso, diferente de ti o de mí — aseguró —, porque él es todo lo que había buscado con anterioridad y aunque quizá no lo merezca, no pienso arriesgarme a perderlo.
Patricio bajó la mirada y apretó la sabana en sus manos; realmente le dolían las palabras del mayor, pues él lo había querido desde antes de que llegara Agustín y no comprendía como ese chiquillo estúpido podía haber logrado lo que él no pudo.
—Y… ¿si algo le pasara? —preguntó — ¿Si Agustín muriera? — soltó con algo de ira.
Esas palabras eran una amenaza y Julián supo identificarla de inmediato.
—¡No lo digas! — Julián se inclinó y habló entre dientes —, ni siquiera te atrevas a insinuarlo — sujetó a su compañero por la bata que portaba, ejerciendo presión —, porque si algo le pasa a Agustín, te juro que yo te haré pagar a ti y créeme, ¡sufrirás como no tienes idea! — amenazó con frialdad — después de todo, soy uno de los más cercanos a Alejandro de León — la sonrisa que puso hizo estremecer a Patricio —, ¿crees que no sé cómo lastimar a alguien? — levantó una ceja y lo miró con desdén — Suplicarías para que acabara con tu agonía en poco tiempo — se inclinó hasta acercarse a un oído del otro —, igual que lo hizo Ernesto, mientras lo desmembraba lentamente — susurró y se alejó, manteniendo una sonrisa sádica en su rostro.
Patricio empezó a temblar, debido a las últimas palabras.
Había escuchado que, en diciembre, mientras Alejandro se vengaba del abogado que había lastimado a Erick, Julián hizo lo mismo con Ernesto, su ex compañero. Aunque eran simples rumores que nadie podía asegurar que fuesen ciertos, porque en ese entonces, fueron los retirados, los que se mantuvieron al lado de su jefe y a todos los demás, los enviaron a diferentes hoteles hasta que se arreglara la situación; ahora, con lo que acababa de escuchar, no estaba tan seguro que fueran solo historias y más, sabiendo que había sido Ernesto quien disparó contra Agustín y casi lo mata.
—Estás advertido, Patricio — Julián prosiguió, irguiéndose y viéndolo con indiferencia —, el señor De León puede aceptar que sigas trabajando con él, porque no le concierne en lo más mínimo este problema, pero si intentas hacer algo contra Agustín, tengo la libertad de tomar medidas… — dio media vuelta y lo miró por encima del hombro — después de todo, soy alguien importante, no como tú — su voz sonó con un tinte de desprecio.
El mayor caminó con paso seguro a la salida de la habitación, dejando a Patricio en un estado de shock por todo lo que le había dicho; si el castaño no había tenido miedo ante la amenaza de Agustín, obviamente, la historia era muy diferente con Julián; era notorio que estaba en pánico.
Al salir, Julián no encontró a su pareja y eso lo inquietó.
—¿Dónde está Agustín? — preguntó a Rubén, que estaba sentado en una silla fuera de la habitación.
—Dijo que iría a comprar algo — señaló el pasillo —, creo que no le agrada que pases mucho tiempo con el Pato — comentó con burla.
—Ya veo — suspiró el mayor —, bien, nos vemos después.
Julián recorrió el pasillo y en la recepción de esa planta, se encontró a su pareja, observando detenidamente una de las máquinas expendedoras que había para los visitantes del hospital.
—Te encontré — dijo el castaño con seriedad al llegar a su lado, mientras el otro buscaba el producto que acababa de comprar.
El menor se incorporó con un chocolate en mano — ¿terminaste? — no pudo ocultar la molestia en su voz, lógicamente estaba celoso.
Julián sonrió complacido — sí, terminé — sentenció con frialdad —, vamos — hizo una seña hacia la salida —, hay que prepararnos para el viaje.
—¿No me dirás que le dijiste a Patricio? — Agustín abrió el chocolate y le dio una mordida, como no iba con el uniforme de su trabajo, se sentía con mayor libertad de no mantenerse frío y serio todo el tiempo, además de poder comer sin problemas.
—No, no era nada importante — el castaño sonrió de lado, manteniendo una mueca cruel, pero no le mostró ese gesto a su pareja, lo que menos quería era preocuparlo, de todas maneras, todo estaba arreglado.
Comment Form is loading comments...