Discusión
—Buenos días…
La voz de Carlos sacó de sus pensamientos al pelinegro, quien iba saliendo de la casa para ir a ver a Erick, en la mansión.
—Buenas — saludó confundido —, ¿qué haces aquí? ¿No fuiste con el señor De León y Julián?
—No — negó su compañero —, a última hora, llamaron a Patricio y me dijeron que yo te acompañaría a ti, todo el día.
Agustín se sorprendió, pero rápidamente soltó el aire, molesto. Negó, seguramente su pareja quería interrogar a Patricio, puesto que los dos días anteriores, le pidió a él que le contara, con lujo de detalles, lo que habían hecho las últimas dos semanas, en compañía del otro; sabía que Julián era celoso, pero nunca pensó que tanto, aun así, que Julián y Patricio estuvieran juntos, no le agradaba.
—De acuerdo — asintió —, debo ver que desea hacer hoy el señor Erick y te aviso.
El pelinegro caminó hasta la mansión, saludando a los sirvientes; conocía el lugar a la perfección, incluso más que muchos de los demás guardaespaldas, ya que antes de trabajar directamente para Erick, no conocía algunos secretos que ocultaba la gran propiedad. Con rapidez, encontró a su jefe en el enorme estudio, acompañado de sus mascotas; el ojiazul estaba, pintando, como últimamente venía haciendo.
—Buenos días — saludó al entrar y las mascotas fueron a su encuentro.
—Buenos días, Agus, pasa — pidió el ojiazul siguiendo con sus trazos —, ¿ya desayunaste?
—Sí, en la otra casa…
—Bien, entonces, termino esta parte y vamos al albergue, ¿de acuerdo? — sonrió — De ahí iremos a buscar a Alex, porque comeremos juntos.
—Pensé que iría la otra semana al albergue — comentó Agustín.
—Sí, pero eso era porque no sabía que Alex estaría ocupado hoy — suspiró.
—¿Va a llevar a los niños también? — preguntó acariciando a uno de los canes.
—No creo, me gusta que socialicen con otros cachorros — el ojiazul ladeó el rostro pero no apartó la mirada del lienzo —, pero en esta ocasión no se va a poder, será para la otra.
—Está bien, le avisaré a Carlos que prepare el auto — señaló hacia afuera —, él nos acompañará hoy.
La voz de Carlos sacó de sus pensamientos al pelinegro, quien iba saliendo de la casa para ir a ver a Erick, en la mansión.
—Buenas — saludó confundido —, ¿qué haces aquí? ¿No fuiste con el señor De León y Julián?
—No — negó su compañero —, a última hora, llamaron a Patricio y me dijeron que yo te acompañaría a ti, todo el día.
Agustín se sorprendió, pero rápidamente soltó el aire, molesto. Negó, seguramente su pareja quería interrogar a Patricio, puesto que los dos días anteriores, le pidió a él que le contara, con lujo de detalles, lo que habían hecho las últimas dos semanas, en compañía del otro; sabía que Julián era celoso, pero nunca pensó que tanto, aun así, que Julián y Patricio estuvieran juntos, no le agradaba.
—De acuerdo — asintió —, debo ver que desea hacer hoy el señor Erick y te aviso.
El pelinegro caminó hasta la mansión, saludando a los sirvientes; conocía el lugar a la perfección, incluso más que muchos de los demás guardaespaldas, ya que antes de trabajar directamente para Erick, no conocía algunos secretos que ocultaba la gran propiedad. Con rapidez, encontró a su jefe en el enorme estudio, acompañado de sus mascotas; el ojiazul estaba, pintando, como últimamente venía haciendo.
—Buenos días — saludó al entrar y las mascotas fueron a su encuentro.
—Buenos días, Agus, pasa — pidió el ojiazul siguiendo con sus trazos —, ¿ya desayunaste?
—Sí, en la otra casa…
—Bien, entonces, termino esta parte y vamos al albergue, ¿de acuerdo? — sonrió — De ahí iremos a buscar a Alex, porque comeremos juntos.
—Pensé que iría la otra semana al albergue — comentó Agustín.
—Sí, pero eso era porque no sabía que Alex estaría ocupado hoy — suspiró.
—¿Va a llevar a los niños también? — preguntó acariciando a uno de los canes.
—No creo, me gusta que socialicen con otros cachorros — el ojiazul ladeó el rostro pero no apartó la mirada del lienzo —, pero en esta ocasión no se va a poder, será para la otra.
—Está bien, le avisaré a Carlos que prepare el auto — señaló hacia afuera —, él nos acompañará hoy.
Era casi la una de la tarde, cuando Julián pudo quedarse a solas con Patricio. Alejandro les había dicho que se adelantaran al estacionamiento subterráneo del hotel, dónde estaba realizando sus negocios ese día; él bajaría después con sus demás guardaespaldas, pues estaba esperando también a Erick. El rubio sabía que Julián quería hablar con su otro trabajador, así que, no dudó en darles ese tiempo.
—Es extraño que nos envíe primero — Patricio se cruzó de brazos y se recargó en el automóvil.
—Son órdenes y solo debes seguirlas — respondió cortante el mayor.
—Sí, lo sé, lo sé…
—Además, quiero hablar contigo.
—¿Conmigo? — el aludido levantó una ceja — ¿qué quieres hablar conmigo? — indagó con diversión.
Julián entrecerró los ojos, no le iba a dar más vuelta sal asunto — ¿cuál es tu interés con Agustín?
Patricio borró la sonrisa que adornaba sus labios y su rostro se ensombreció — así que es eso — ladeó el rostro y lo miró de soslayo —, ¿por qué quieres saber?
—Porque Agustín es mi pareja — respondió Julián con total seriedad.
—Sí — el otro sonrió con sarcasmo —, lo sé — asintió — y aun no lo entiendo.
—¿Qué?
—¿Cómo es que un hombre como tú, anda con un chico como él, de manera formal? — dijo con un dejo de desagrado.
—Eso no es de tu incumbencia — alegó el mayor — ahora, responde lo que te pregunté.
Patricio lo miró de soslayo y curvó sus labios en una mueca burlona — quería conocerlo, quería saber qué tenía de especial para haber logrado que tú te interesaras en él — dijo fríamente y se movió hasta quedar frente al otro — y no he encontrado nada más que a un niño estúpido, que solo juega tonterías…
Julián no pudo evitar sorprenderse por las palabras de su compañero.
—¿Confundido? — rió — Parece que ya no lo recuerdas, así que mejor te lo explico — Patricio puso las manos en los hombros de Julián —, aún me gustas, sabes que me has gustado desde hace mucho tiempo y ahora sé que realmente puedo tener una oportunidad seria contigo — aseguró —, tú y Agustín no tienen nada en común, así que no durarán.
—¡¿Estás bromeando?!
—No, sabes muy bien que no bromeo — sonrió —, pero supongo que tu interés en él, es porque es como un niño, es divertido al principio, pero después… — hizo un gesto de desagrado — es aburrido y te das cuenta lo estúpido que puede ser, emocionándose con tonterías y jugando cosas que a ti, no te interesan, ¿cierto? — su mirada estaba fija en Julián — tu eres de los que prefiere leer un libro, escuchar música tranquila o simplemente descansar cómodamente, por eso no compartes pasatiempos con él y tarde o temprano, esa “relación” — el tinte de voz que uso para decir la palabra era una clara burla —, va a terminar, porque él no es para ti… en cambio, yo, tengo más cosas en común contigo.
—Tú también juegas videojuegos, ¿o no?
—No — Patricio soltó una carcajada —, empecé a hacerlo porque quería acercarme a él y encontrar la razón de porque te gustó, pero, no vi nada interesante, es soso, aburrido y a mi parecer, un completo inútil, para lo único que sirve es para ser un escudo humano, por eso estuvo a punto de morir — dijo con desdén —, hubiese sido mejor que muriera en diciembre.
Julián se movió, lo sujetó por el frente del saco con fuerza, acercándolo hasta él y mirándolo con furia — ¡no te permito que digas eso de Agustín! — siseó con ira, ejerciendo presión en el agarre.
—¡Vaya! Ahora defiendes al niño, a pesar de que sabes que es verdad —afirmó el otro —, es ingenuo e idiota, porque ni siquiera se ha dado cuenta que estoy interesado en ti, algo que es obvio y además, muchos de nuestros compañeros saben lo ocurrido hace años entre tú y yo, aun así, él sigue brindándome su patética amistad.
Julián sintió que la ira se acrecentaba en él y estuvo a punto de golpear a Patricio; él había tratado de olvidar por completo lo ocurrido con su compañero, por eso nunca se lo mencionó a Agustín y esperaba que el otro también lo hubiese olvidado, como ocurría con los encuentros que tenía con sus demás compañeros.
Finalmente Julián se obligó a controlarse y prefirió soltarlo con un empujón — no vuelvas a acercarte a él — ordenó.
Patricio se irguió, acomodando su saco — no es mi intención hacerlo — señaló con diversión —, ya no me sirve, pero, aun así, me gustas — sonrió con malicia — y vas a ser mío.
—Pierdes tu tiempo — el mayor lo miró con desagrado —, no me interesas, lo sabes.
—¿Me vas a decir que Agustín es muy bueno en la cama? — soltó la carcajada — él mismo me confesó que no había estado con nadie más antes de estar contigo, así que, no creo que sepa como volverte loco, en cambio yo — se relamió los labios — sé que puedo darte mucho placer, si me dejas hacer las cosas a mi modo, no como la ultima vez.
—Mejor, mantén tu distancia — Julián giró el rostro, con una clara mueca de enfado —, no quiero que te acerques ni a él, ni a mí.
Patricio levantó una ceja; una vez más, Julián lo rechazaba.
—Está bien — accedió, consiguiendo que el otro se sorprendiera de nuevo por la facilidad de convencimiento sobre él —, acepto alejarme de ambos, pero a cambio, pido llevarme un buen recuerdo.
Sin dar tiempo, Patricio jaló a Julián por la corbata y le dio un beso; Julián fue sorprendido y se quedó estático por un momento, sintiendo como los labios de su compañero se movían sobre los suyos y la lengua intentaba entrar a su boca. Un destello de lucidez sacó de su estupor al mayor y estuvo a punto de empujar al otro, cuando sintió como lo alejaban.
Agustín había llegado.
Sin dar tiempo de nada, el pelinegro jaló a Patricio por el hombro, golpeándole la cara con su puño derecho; antes de que el castaño reaccionara, un segundo puñetazo se estampó del otro lado de su rostro y un tercero en el abdomen, consiguiendo que cayera de rodillas. No conforme con eso, el menor le dio una patada en el rostro a su contrincante, tumbándolo hacia atrás, dejándolo completamente indefenso.
Julián estaba estupefacto, observando la escena y no se movió en lo más mínimo, ni siquiera cuando Agustín se puso a horcajadas sobre el cuerpo de Patricio, sacó su arma, lo sujetó del cabello y le apuntó en la cabeza.
—¡Él es mío! — sentenció entre dientes el pelinegro, mirando con furia asesina a Patricio.
—¡Agustín!
El grito de Erick sacó de su estado de sorpresa a Julián, quien se dio cuenta que, en la puerta del elevador, estaba Alejandro deteniendo a su esposo, quien parecía querer ir hacia los dos que estaban peleando. El castaño reaccionó, se movió sujetando a su pareja por debajo de los brazos, obligándolo a incorporarse y dejar caer el arma.
—¡Suéltame! — gritó el pelinegro cuando fue alejado de Patricio.
El agredido trató de incorporarse y escupió algo de sangre — no sabía que… tuvieras tanto carácter… — se mofó — eres como una puta desesperada… intentando que no le quiten al macho…
Esas palabras consiguieron que la sangre de Agustín ardieran y no pensó en quien lo sujetaba, reaccionando como había aprendido en clases de defensa personal; le dio un golpe a Julián en el abdomen con su codo, hizo un movimiento con la pierna, consiguiendo que su pareja se desestabilizara, logrando zafarse del agarre y dio una nueva patada en la quijada a Patricio; cuando el castaño cayó hacia atrás una vez más, Agustín se puso sobre él y le dio varios puñetazos en el rostro, hasta que los demás guardaespaldas de Alejandro, se acercaron a detenerlo. Aun así, el pelinegro se movía con desespero, intentando liberarse, sin conseguirlo en esta ocasión.
—¡Suéltenme! — gritó iracundo.
Julián miró con desaprobación a su novio y se acercó a Patricio, quien yacía inconsciente en el piso y con algo de sangre que escapaba de la comisura de sus labios; lo movió, dejándolo de lado, para que no se ahogara con la sangre y levantó el rostro.
—Hay que llamar una ambulancia — anunció fríamente.
Alejandro y Erick estaban llegando a la escena, cuando el rubio escuchó lo que dijo su amigo.
—Carlos… — la voz del ojiverde era seria, pero no dijo nada más.
El aludido sacó su celular para hacer una llamada, mientras los demás liberaban a Agustín, quien parecía haberse calmado, a pesar de que su respiración era agitada; Julián seguía acuclillado a un lado de Patricio, constatando que estuviera bien; ni siquiera le dirigió una mirada a su novio y eso le dolió al pelinegro, quien también tenía los nudillos ensangrentados y no era solo por la sangre del otro. Agustín apretó los puños, a pesar de que le escocía la piel; era obvio que Julián estaba preocupado e interesado por alguien más, así que ya sabía lo que debía hacer.
Sin titubear, el pelinegro caminó hasta donde estaba su arma y la recogió, después, se acercó hasta Alejandro, dejando la misma sobre el cofre del automóvil que estaba a lado de su jefe, se quitó el intercomunicador de la oreja, sacó los cartuchos que llevaba en el porta armas y el celular de su bolsillo, dejando todo a un lado de su pistola; esas acciones las hacían aquellos que dejaban de trabajar con el rubio, sea por despido o por renuncia propia.
—Con premiso — dijo con calma, dio media vuelta y se dirigió al elevador.
—Agus… — Erick quiso seguirlo. pero el ojiverde no lo permitió.
—No — negó el rubio sujetándolo del brazo —, no te concierne ir a ti — sentenció y le dirigió una mirada desaprobatoria a Julián, quien seguía al pendiente de Patricio.
Minutos después, una ambulancia llegó por el acceso de los vehículos y con rapidez, se llevaron a Patricio; Rubén, otro de los trabajadores de Alejandro se fue con él. En ese momento, Julián buscó a Agustín.
—No está — Alejandro lo miró con frialdad —, hace más de quince minutos renunció.
—¡¿Renunció?! — el castaño se sorprendió ante esas palabras.
—Ahí están sus cosas — el rubio señaló el cofre del automóvil, donde estaba lo que el otro había dejado —, tú debiste estar al pendiente de él, no de Patricio.
Julián frunció el ceño — Agustín lo dejó muy mal — se excusó.
El ojiverde respiró profundamente, ya que estuvo a punto de gritar y reprender a su amigo — Agustín es tu pareja — hizo énfasis en la palabra —, ¿no es así? — estaba molesto y no podía evitar demostrarlo — su actitud es comprensible, especialmente si vio que tú — lo señaló con el índice —, su novio, estaba besando a otro, pero tú te preocupaste por la otra persona, en vez de él — regañó —, ¿acaso no te diste cuenta que estaba lastimado?
El castaño desvió la mirada — no era grave…
Alejandro se sorprendió por esa respuesta; no pensó que Julián actuaría y respondería de esa manera, ya que pensaba que Agustín era tan importante para su amigo, como Erick lo era para él.
—Grave o no — el rubio endureció su semblante —, Agustín es tu novio, ¡tu pareja! — levantó la voz con molestia — y si otra persona es más importante que él, entonces, mejor déjalo ir, ¡porque no lo mereces!
Julián se sorprendió al escuchar esas palabras. Pensaba que no había hecho nada malo, pues si no se había preocupado por Agustín, no era porque no le importara, sino que le preocupaba que Patricio hubiese quedado muy mal, eso le acarrearía problemas a su novio; además, en el fondo le resultaba exagerada la reacción del pelinegro ante la situación.
—¡Carlos! ¡Antonio! — los aludidos se irguieron de inmediato ante la voz fría de su jefe —, quiero ir a casa, ustedes serán mis acompañantes este día — señaló —, Cesar, acompaña a Julián — ordenó acercándose a su automóvil y abriendo la puerta —, vamos — dijo para su esposo tratando de hablarle con más calma.
Erick tenía un gesto de preocupación, era obvio que no estaba de acuerdo con irse, pero no podía objetar las decisiones de su esposo, especialmente si era con respecto a sus trabajadores; le dedicó una última mirada a Julián y después, entró al vehículo.
—Tienes dos opciones — prosiguió Alejandro, antes de entrar en el auto —, ir tras él para arreglar esto o volver a casa para seguir con el trabajo — sentenció —, si eliges la primera, tendrás que esforzarte, porque no creo que te disculpe tan fácil, pero si necesitas algo… — suavizó un poco su semblante, para que su amigo entendiera que lo apoyaba — márcame.
Después de eso, Alejandro se acomodó a lado de su esposo y cerró la puerta. Carlos y Antonio se subieron al vehículo después de recoger las cosas de Agustín y emprendieron la marcha.
Los demás se subieron a los otros automóviles, dejando uno para los que se quedaban.
—¿Qué hacemos? — indagó Cesar acercándose a Julián.
—¡Ir por Agustín! — gruñó y fue hacia el elevador.
Cuando las puertas del ascensor se abrieron, un saco negro estaba en el piso; el elevado era solo para bajar al estacionamiento subterráneo, así que pocas personas lo usaban, ya que la mayoría llegaba al hotel en los automóviles del aeropuerto. Julián se inclinó y lo recogió, encontrándose con el porta armas y con la humedad de la sangre en la tela; era obvio que Agustín lo había usado para limpiarse.
Cuando llegaron al vestíbulo del hotel, preguntaron si habían visto al pelinegro; solo un par de personas le dieron razones, informándoles que había tomado un taxi para irse del hotel. En ese momento, Julián entendió que le sería más difícil encontrarlo de lo que pensó.
Era casi la una de la tarde, cuando Julián pudo quedarse a solas con Patricio. Alejandro les había dicho que se adelantaran al estacionamiento subterráneo del hotel, dónde estaba realizando sus negocios ese día; él bajaría después con sus demás guardaespaldas, pues estaba esperando también a Erick. El rubio sabía que Julián quería hablar con su otro trabajador, así que, no dudó en darles ese tiempo.
—Es extraño que nos envíe primero — Patricio se cruzó de brazos y se recargó en el automóvil.
—Son órdenes y solo debes seguirlas — respondió cortante el mayor.
—Sí, lo sé, lo sé…
—Además, quiero hablar contigo.
—¿Conmigo? — el aludido levantó una ceja — ¿qué quieres hablar conmigo? — indagó con diversión.
Julián entrecerró los ojos, no le iba a dar más vuelta sal asunto — ¿cuál es tu interés con Agustín?
Patricio borró la sonrisa que adornaba sus labios y su rostro se ensombreció — así que es eso — ladeó el rostro y lo miró de soslayo —, ¿por qué quieres saber?
—Porque Agustín es mi pareja — respondió Julián con total seriedad.
—Sí — el otro sonrió con sarcasmo —, lo sé — asintió — y aun no lo entiendo.
—¿Qué?
—¿Cómo es que un hombre como tú, anda con un chico como él, de manera formal? — dijo con un dejo de desagrado.
—Eso no es de tu incumbencia — alegó el mayor — ahora, responde lo que te pregunté.
Patricio lo miró de soslayo y curvó sus labios en una mueca burlona — quería conocerlo, quería saber qué tenía de especial para haber logrado que tú te interesaras en él — dijo fríamente y se movió hasta quedar frente al otro — y no he encontrado nada más que a un niño estúpido, que solo juega tonterías…
Julián no pudo evitar sorprenderse por las palabras de su compañero.
—¿Confundido? — rió — Parece que ya no lo recuerdas, así que mejor te lo explico — Patricio puso las manos en los hombros de Julián —, aún me gustas, sabes que me has gustado desde hace mucho tiempo y ahora sé que realmente puedo tener una oportunidad seria contigo — aseguró —, tú y Agustín no tienen nada en común, así que no durarán.
—¡¿Estás bromeando?!
—No, sabes muy bien que no bromeo — sonrió —, pero supongo que tu interés en él, es porque es como un niño, es divertido al principio, pero después… — hizo un gesto de desagrado — es aburrido y te das cuenta lo estúpido que puede ser, emocionándose con tonterías y jugando cosas que a ti, no te interesan, ¿cierto? — su mirada estaba fija en Julián — tu eres de los que prefiere leer un libro, escuchar música tranquila o simplemente descansar cómodamente, por eso no compartes pasatiempos con él y tarde o temprano, esa “relación” — el tinte de voz que uso para decir la palabra era una clara burla —, va a terminar, porque él no es para ti… en cambio, yo, tengo más cosas en común contigo.
—Tú también juegas videojuegos, ¿o no?
—No — Patricio soltó una carcajada —, empecé a hacerlo porque quería acercarme a él y encontrar la razón de porque te gustó, pero, no vi nada interesante, es soso, aburrido y a mi parecer, un completo inútil, para lo único que sirve es para ser un escudo humano, por eso estuvo a punto de morir — dijo con desdén —, hubiese sido mejor que muriera en diciembre.
Julián se movió, lo sujetó por el frente del saco con fuerza, acercándolo hasta él y mirándolo con furia — ¡no te permito que digas eso de Agustín! — siseó con ira, ejerciendo presión en el agarre.
—¡Vaya! Ahora defiendes al niño, a pesar de que sabes que es verdad —afirmó el otro —, es ingenuo e idiota, porque ni siquiera se ha dado cuenta que estoy interesado en ti, algo que es obvio y además, muchos de nuestros compañeros saben lo ocurrido hace años entre tú y yo, aun así, él sigue brindándome su patética amistad.
Julián sintió que la ira se acrecentaba en él y estuvo a punto de golpear a Patricio; él había tratado de olvidar por completo lo ocurrido con su compañero, por eso nunca se lo mencionó a Agustín y esperaba que el otro también lo hubiese olvidado, como ocurría con los encuentros que tenía con sus demás compañeros.
Finalmente Julián se obligó a controlarse y prefirió soltarlo con un empujón — no vuelvas a acercarte a él — ordenó.
Patricio se irguió, acomodando su saco — no es mi intención hacerlo — señaló con diversión —, ya no me sirve, pero, aun así, me gustas — sonrió con malicia — y vas a ser mío.
—Pierdes tu tiempo — el mayor lo miró con desagrado —, no me interesas, lo sabes.
—¿Me vas a decir que Agustín es muy bueno en la cama? — soltó la carcajada — él mismo me confesó que no había estado con nadie más antes de estar contigo, así que, no creo que sepa como volverte loco, en cambio yo — se relamió los labios — sé que puedo darte mucho placer, si me dejas hacer las cosas a mi modo, no como la ultima vez.
—Mejor, mantén tu distancia — Julián giró el rostro, con una clara mueca de enfado —, no quiero que te acerques ni a él, ni a mí.
Patricio levantó una ceja; una vez más, Julián lo rechazaba.
—Está bien — accedió, consiguiendo que el otro se sorprendiera de nuevo por la facilidad de convencimiento sobre él —, acepto alejarme de ambos, pero a cambio, pido llevarme un buen recuerdo.
Sin dar tiempo, Patricio jaló a Julián por la corbata y le dio un beso; Julián fue sorprendido y se quedó estático por un momento, sintiendo como los labios de su compañero se movían sobre los suyos y la lengua intentaba entrar a su boca. Un destello de lucidez sacó de su estupor al mayor y estuvo a punto de empujar al otro, cuando sintió como lo alejaban.
Agustín había llegado.
Sin dar tiempo de nada, el pelinegro jaló a Patricio por el hombro, golpeándole la cara con su puño derecho; antes de que el castaño reaccionara, un segundo puñetazo se estampó del otro lado de su rostro y un tercero en el abdomen, consiguiendo que cayera de rodillas. No conforme con eso, el menor le dio una patada en el rostro a su contrincante, tumbándolo hacia atrás, dejándolo completamente indefenso.
Julián estaba estupefacto, observando la escena y no se movió en lo más mínimo, ni siquiera cuando Agustín se puso a horcajadas sobre el cuerpo de Patricio, sacó su arma, lo sujetó del cabello y le apuntó en la cabeza.
—¡Él es mío! — sentenció entre dientes el pelinegro, mirando con furia asesina a Patricio.
—¡Agustín!
El grito de Erick sacó de su estado de sorpresa a Julián, quien se dio cuenta que, en la puerta del elevador, estaba Alejandro deteniendo a su esposo, quien parecía querer ir hacia los dos que estaban peleando. El castaño reaccionó, se movió sujetando a su pareja por debajo de los brazos, obligándolo a incorporarse y dejar caer el arma.
—¡Suéltame! — gritó el pelinegro cuando fue alejado de Patricio.
El agredido trató de incorporarse y escupió algo de sangre — no sabía que… tuvieras tanto carácter… — se mofó — eres como una puta desesperada… intentando que no le quiten al macho…
Esas palabras consiguieron que la sangre de Agustín ardieran y no pensó en quien lo sujetaba, reaccionando como había aprendido en clases de defensa personal; le dio un golpe a Julián en el abdomen con su codo, hizo un movimiento con la pierna, consiguiendo que su pareja se desestabilizara, logrando zafarse del agarre y dio una nueva patada en la quijada a Patricio; cuando el castaño cayó hacia atrás una vez más, Agustín se puso sobre él y le dio varios puñetazos en el rostro, hasta que los demás guardaespaldas de Alejandro, se acercaron a detenerlo. Aun así, el pelinegro se movía con desespero, intentando liberarse, sin conseguirlo en esta ocasión.
—¡Suéltenme! — gritó iracundo.
Julián miró con desaprobación a su novio y se acercó a Patricio, quien yacía inconsciente en el piso y con algo de sangre que escapaba de la comisura de sus labios; lo movió, dejándolo de lado, para que no se ahogara con la sangre y levantó el rostro.
—Hay que llamar una ambulancia — anunció fríamente.
Alejandro y Erick estaban llegando a la escena, cuando el rubio escuchó lo que dijo su amigo.
—Carlos… — la voz del ojiverde era seria, pero no dijo nada más.
El aludido sacó su celular para hacer una llamada, mientras los demás liberaban a Agustín, quien parecía haberse calmado, a pesar de que su respiración era agitada; Julián seguía acuclillado a un lado de Patricio, constatando que estuviera bien; ni siquiera le dirigió una mirada a su novio y eso le dolió al pelinegro, quien también tenía los nudillos ensangrentados y no era solo por la sangre del otro. Agustín apretó los puños, a pesar de que le escocía la piel; era obvio que Julián estaba preocupado e interesado por alguien más, así que ya sabía lo que debía hacer.
Sin titubear, el pelinegro caminó hasta donde estaba su arma y la recogió, después, se acercó hasta Alejandro, dejando la misma sobre el cofre del automóvil que estaba a lado de su jefe, se quitó el intercomunicador de la oreja, sacó los cartuchos que llevaba en el porta armas y el celular de su bolsillo, dejando todo a un lado de su pistola; esas acciones las hacían aquellos que dejaban de trabajar con el rubio, sea por despido o por renuncia propia.
—Con premiso — dijo con calma, dio media vuelta y se dirigió al elevador.
—Agus… — Erick quiso seguirlo. pero el ojiverde no lo permitió.
—No — negó el rubio sujetándolo del brazo —, no te concierne ir a ti — sentenció y le dirigió una mirada desaprobatoria a Julián, quien seguía al pendiente de Patricio.
Minutos después, una ambulancia llegó por el acceso de los vehículos y con rapidez, se llevaron a Patricio; Rubén, otro de los trabajadores de Alejandro se fue con él. En ese momento, Julián buscó a Agustín.
—No está — Alejandro lo miró con frialdad —, hace más de quince minutos renunció.
—¡¿Renunció?! — el castaño se sorprendió ante esas palabras.
—Ahí están sus cosas — el rubio señaló el cofre del automóvil, donde estaba lo que el otro había dejado —, tú debiste estar al pendiente de él, no de Patricio.
Julián frunció el ceño — Agustín lo dejó muy mal — se excusó.
El ojiverde respiró profundamente, ya que estuvo a punto de gritar y reprender a su amigo — Agustín es tu pareja — hizo énfasis en la palabra —, ¿no es así? — estaba molesto y no podía evitar demostrarlo — su actitud es comprensible, especialmente si vio que tú — lo señaló con el índice —, su novio, estaba besando a otro, pero tú te preocupaste por la otra persona, en vez de él — regañó —, ¿acaso no te diste cuenta que estaba lastimado?
El castaño desvió la mirada — no era grave…
Alejandro se sorprendió por esa respuesta; no pensó que Julián actuaría y respondería de esa manera, ya que pensaba que Agustín era tan importante para su amigo, como Erick lo era para él.
—Grave o no — el rubio endureció su semblante —, Agustín es tu novio, ¡tu pareja! — levantó la voz con molestia — y si otra persona es más importante que él, entonces, mejor déjalo ir, ¡porque no lo mereces!
Julián se sorprendió al escuchar esas palabras. Pensaba que no había hecho nada malo, pues si no se había preocupado por Agustín, no era porque no le importara, sino que le preocupaba que Patricio hubiese quedado muy mal, eso le acarrearía problemas a su novio; además, en el fondo le resultaba exagerada la reacción del pelinegro ante la situación.
—¡Carlos! ¡Antonio! — los aludidos se irguieron de inmediato ante la voz fría de su jefe —, quiero ir a casa, ustedes serán mis acompañantes este día — señaló —, Cesar, acompaña a Julián — ordenó acercándose a su automóvil y abriendo la puerta —, vamos — dijo para su esposo tratando de hablarle con más calma.
Erick tenía un gesto de preocupación, era obvio que no estaba de acuerdo con irse, pero no podía objetar las decisiones de su esposo, especialmente si era con respecto a sus trabajadores; le dedicó una última mirada a Julián y después, entró al vehículo.
—Tienes dos opciones — prosiguió Alejandro, antes de entrar en el auto —, ir tras él para arreglar esto o volver a casa para seguir con el trabajo — sentenció —, si eliges la primera, tendrás que esforzarte, porque no creo que te disculpe tan fácil, pero si necesitas algo… — suavizó un poco su semblante, para que su amigo entendiera que lo apoyaba — márcame.
Después de eso, Alejandro se acomodó a lado de su esposo y cerró la puerta. Carlos y Antonio se subieron al vehículo después de recoger las cosas de Agustín y emprendieron la marcha.
Los demás se subieron a los otros automóviles, dejando uno para los que se quedaban.
—¿Qué hacemos? — indagó Cesar acercándose a Julián.
—¡Ir por Agustín! — gruñó y fue hacia el elevador.
Cuando las puertas del ascensor se abrieron, un saco negro estaba en el piso; el elevado era solo para bajar al estacionamiento subterráneo, así que pocas personas lo usaban, ya que la mayoría llegaba al hotel en los automóviles del aeropuerto. Julián se inclinó y lo recogió, encontrándose con el porta armas y con la humedad de la sangre en la tela; era obvio que Agustín lo había usado para limpiarse.
Cuando llegaron al vestíbulo del hotel, preguntaron si habían visto al pelinegro; solo un par de personas le dieron razones, informándoles que había tomado un taxi para irse del hotel. En ese momento, Julián entendió que le sería más difícil encontrarlo de lo que pensó.
Agustín había tomado un taxi, dirigiéndose al este de la ciudad.
Llevaba algo de dinero en efectivo, así que pagó hasta donde podía llegar con el mismo, alejándose de la zona hotelera; después recorrió las calles a pie, buscando un cajero, sacando de su tarjeta, el límite de dinero que podía para ese día. Sabía que, según indicaciones, en caso de extrema urgencia, debían ir a un lado de la ciudad y si hacían algo que pudiera denotar su ubicación, dirigirse al otro; tomando eso en cuenta, el seguiría la misma dirección, para que no lo encontraran con tanta rapidez.
En su camino, entró al consultorio de una farmacia, para que le revisaran los nudillos; no tenía heridas graves pero aun así, se los vendaron y le recetaron pastillas para la inflamación y el dolor. Salió de ahí y agarró otro taxi, diciéndole que lo llevara a los moteles de la salida de la ciudad, ya que ahí no le pedirían identificación para darle una habitación. Al llegar a su destino, solicitó una habitación por veinticuatro horas.
Apenas estuvo dentro del cuarto, el pelinegro se dejó caer en la cama y suspiró, mirando el techo; sentía un nudo en la garganta y no sabía cómo quitarse esa sensación tan desagradable. No podía creer que Julián y Patricio se entendieran, porque, ante sus ojos, eso ocurría, si no, no encontraba otra razón por la cual el castaño se hubiese preocupado más por el otro, que por él.
Cerró los ojos y los recuerdos de la primera noche que pasaron juntos llegaron a su mente.
“…me gustas, te quiero, estoy enamorado de ti… te amo… quiero que seas mío… mi pareja, mi amante, mi novio… mi todo…”
Apretó la mandíbula y su respiración se agitó, pasó las manos vendadas por sus ojos y sonrió con amargura — no voy a llorar — aseguró —, no soy un pusilánime que llora por tonterías y menos, por cosas que pasaron hace meses…
“Cuando te vi tendido contra el asfalto… con tu sangre mezclada con la lluvia, entendí que era un idiota… pensé que habías muerto… me dio miedo, me dolió… pude haberte perdido antes de siquiera tenerte y eso casi me vuelve loco…”
Agustín apretó los parpados y respiró hondamente — eso sentiste hoy con él, ¿cierto? — se preguntó con dolor — tuviste miedo de que lo hubiese lastimado tanto como para perderlo, por eso, te quedaste a su lado — dijo con debilidad, girándose en la cama y su vista se posó en la almohada, la sujetó y la abrazó contra su pecho —, debí saberlo, debí imaginarlo, después de todo, no volviste a decir que me amabas — sonrió tristemente —, está bien, no importa… fue bueno mientras duró.
Trató de mantenerse fuerte, pero no pudo evitar que un par de lágrimas escaparan de forma silenciosa y humedecieran la tela que tenía contra sí mismo. No quería admitir lo mucho que le dolía, pero tampoco podía evitar sentir ese dolor y vacío en su pecho, al saber que el único hombre al que había amado, ahora prefería a alguien más.
Llevaba algo de dinero en efectivo, así que pagó hasta donde podía llegar con el mismo, alejándose de la zona hotelera; después recorrió las calles a pie, buscando un cajero, sacando de su tarjeta, el límite de dinero que podía para ese día. Sabía que, según indicaciones, en caso de extrema urgencia, debían ir a un lado de la ciudad y si hacían algo que pudiera denotar su ubicación, dirigirse al otro; tomando eso en cuenta, el seguiría la misma dirección, para que no lo encontraran con tanta rapidez.
En su camino, entró al consultorio de una farmacia, para que le revisaran los nudillos; no tenía heridas graves pero aun así, se los vendaron y le recetaron pastillas para la inflamación y el dolor. Salió de ahí y agarró otro taxi, diciéndole que lo llevara a los moteles de la salida de la ciudad, ya que ahí no le pedirían identificación para darle una habitación. Al llegar a su destino, solicitó una habitación por veinticuatro horas.
Apenas estuvo dentro del cuarto, el pelinegro se dejó caer en la cama y suspiró, mirando el techo; sentía un nudo en la garganta y no sabía cómo quitarse esa sensación tan desagradable. No podía creer que Julián y Patricio se entendieran, porque, ante sus ojos, eso ocurría, si no, no encontraba otra razón por la cual el castaño se hubiese preocupado más por el otro, que por él.
Cerró los ojos y los recuerdos de la primera noche que pasaron juntos llegaron a su mente.
“…me gustas, te quiero, estoy enamorado de ti… te amo… quiero que seas mío… mi pareja, mi amante, mi novio… mi todo…”
Apretó la mandíbula y su respiración se agitó, pasó las manos vendadas por sus ojos y sonrió con amargura — no voy a llorar — aseguró —, no soy un pusilánime que llora por tonterías y menos, por cosas que pasaron hace meses…
“Cuando te vi tendido contra el asfalto… con tu sangre mezclada con la lluvia, entendí que era un idiota… pensé que habías muerto… me dio miedo, me dolió… pude haberte perdido antes de siquiera tenerte y eso casi me vuelve loco…”
Agustín apretó los parpados y respiró hondamente — eso sentiste hoy con él, ¿cierto? — se preguntó con dolor — tuviste miedo de que lo hubiese lastimado tanto como para perderlo, por eso, te quedaste a su lado — dijo con debilidad, girándose en la cama y su vista se posó en la almohada, la sujetó y la abrazó contra su pecho —, debí saberlo, debí imaginarlo, después de todo, no volviste a decir que me amabas — sonrió tristemente —, está bien, no importa… fue bueno mientras duró.
Trató de mantenerse fuerte, pero no pudo evitar que un par de lágrimas escaparan de forma silenciosa y humedecieran la tela que tenía contra sí mismo. No quería admitir lo mucho que le dolía, pero tampoco podía evitar sentir ese dolor y vacío en su pecho, al saber que el único hombre al que había amado, ahora prefería a alguien más.
Habían pasado un par de horas, cuando el celular de Julián sonó.
—¿Sí?
—“…Hizo un retiro de dinero…” — la voz de Marisela se escuchó del otro lado del aparato — “…sacó el límite diario de capital, así que obviamente piensa moverse, te voy a mandar las coordenadas, seguramente ya debe estar en otra parte, pero tendrás una referencia…”
—De acuerdo, gracias.
—“…Si necesitas cualquier cosa, márcame…” — pidió la mujer — “…Miguel dice que puede tomar un vuelo para acompañarte, en caso de emergencia…”
—No es necesario — negó el castaño —, lo encontraré rápido.
—“…Eso espero…” — Marisela se notaba preocupada — “…él ha tenido el mismo entrenamiento que tú, no lo olvides…”
—Por eso sé lo que va a hacer.
Un suspiro se escuchó del otro lado de la línea — “…suerte…”
Después de eso, la llamada se cortó y Julián recibió el dato que esperaba por medio de un mensaje.
—Sacó dinero en un cajero del este de la ciudad — comentó en voz alta.
—Entonces, vamos al oeste — señaló Cesar.
—No — el castaño negó —, eso es lo que todos sabemos que debemos hacer, pero si es una indicación unánime para cubrirnos y lo hiciera, lo encontraríamos con facilidad, por lo tanto, hizo lo contrario…
—¿Qué quieres decir? — preguntó su compañero, confundido.
—Que no hizo lo que le enseñaron en el entrenamiento, siguió hacia el este — la voz de Julián era completamente segura —, vamos a la dirección que mandó Marisela, de ahí, empezaremos a buscar.
—¿Sí?
—“…Hizo un retiro de dinero…” — la voz de Marisela se escuchó del otro lado del aparato — “…sacó el límite diario de capital, así que obviamente piensa moverse, te voy a mandar las coordenadas, seguramente ya debe estar en otra parte, pero tendrás una referencia…”
—De acuerdo, gracias.
—“…Si necesitas cualquier cosa, márcame…” — pidió la mujer — “…Miguel dice que puede tomar un vuelo para acompañarte, en caso de emergencia…”
—No es necesario — negó el castaño —, lo encontraré rápido.
—“…Eso espero…” — Marisela se notaba preocupada — “…él ha tenido el mismo entrenamiento que tú, no lo olvides…”
—Por eso sé lo que va a hacer.
Un suspiro se escuchó del otro lado de la línea — “…suerte…”
Después de eso, la llamada se cortó y Julián recibió el dato que esperaba por medio de un mensaje.
—Sacó dinero en un cajero del este de la ciudad — comentó en voz alta.
—Entonces, vamos al oeste — señaló Cesar.
—No — el castaño negó —, eso es lo que todos sabemos que debemos hacer, pero si es una indicación unánime para cubrirnos y lo hiciera, lo encontraríamos con facilidad, por lo tanto, hizo lo contrario…
—¿Qué quieres decir? — preguntó su compañero, confundido.
—Que no hizo lo que le enseñaron en el entrenamiento, siguió hacia el este — la voz de Julián era completamente segura —, vamos a la dirección que mandó Marisela, de ahí, empezaremos a buscar.
Agustín se había quedado dormido mientras lloraba, así que no se dio cuenta que el sol se ocultó y la habitación se oscureció casi en su totalidad.
Ya era noche cuando el pelinegro despertó de golpe, incorporándose rápidamente, para quedar sentado en la cama del motel, respirando con agitación; su corazón estaba acelerado y su cuerpo temblaba sin control, más su ansiedad se acrecentó al darse cuenta que todo estaba oscuro. Miró a todos lados, preocupándose por no reconocer el lugar, pero después de unos instantes, recordó dónde estaba y por qué.
Respiró profundamente y se dejó caer sobre el colchón de nuevo, pasando la mano por su cabello, limpiando el sudor que humedecía su frente; había tenido una pesadilla.
—No es real — dijo mientras una mano masajeaba sus parpados y con la otra se frotaba el pecho — nada es real… — se repitió, tratando de calmar esa ansiedad que lo embargaba.
Aun así, sabía que ya nada podía hacer con sus terrores nocturnos, menos ahora que había terminado con Julián, por lo tanto, decidió volver a su antiguo hábito, al menos, por esa noche, encendió la lámpara del buró y se preparó para volver a dormir; después buscaría qué hacer para evitar tener pesadillas de nuevo, aunque era probable que tendría que volver a tomar pastillas. Sabía que necesitaba descansar, pues al día siguiente, debía hacer muchas cosas
—Julián… — susurró y se aferró a la almohada que estaba a su lado.
Apretó los parpados, sintiéndose vacío; necesitaba al castaño, pero estaba seguro que el otro, estaría ocupado cuidando de Patricio y era obvio que él no tendría cabida de nuevo, ni en su mente, ni en su corazón.
Ya era noche cuando el pelinegro despertó de golpe, incorporándose rápidamente, para quedar sentado en la cama del motel, respirando con agitación; su corazón estaba acelerado y su cuerpo temblaba sin control, más su ansiedad se acrecentó al darse cuenta que todo estaba oscuro. Miró a todos lados, preocupándose por no reconocer el lugar, pero después de unos instantes, recordó dónde estaba y por qué.
Respiró profundamente y se dejó caer sobre el colchón de nuevo, pasando la mano por su cabello, limpiando el sudor que humedecía su frente; había tenido una pesadilla.
—No es real — dijo mientras una mano masajeaba sus parpados y con la otra se frotaba el pecho — nada es real… — se repitió, tratando de calmar esa ansiedad que lo embargaba.
Aun así, sabía que ya nada podía hacer con sus terrores nocturnos, menos ahora que había terminado con Julián, por lo tanto, decidió volver a su antiguo hábito, al menos, por esa noche, encendió la lámpara del buró y se preparó para volver a dormir; después buscaría qué hacer para evitar tener pesadillas de nuevo, aunque era probable que tendría que volver a tomar pastillas. Sabía que necesitaba descansar, pues al día siguiente, debía hacer muchas cosas
—Julián… — susurró y se aferró a la almohada que estaba a su lado.
Apretó los parpados, sintiéndose vacío; necesitaba al castaño, pero estaba seguro que el otro, estaría ocupado cuidando de Patricio y era obvio que él no tendría cabida de nuevo, ni en su mente, ni en su corazón.
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