Regreso
Los sonidos eran demasiado fuertes, los gritos de la mujer se intensificaban, llegando a un punto en el que el joven de cabello negro no pudo contenerse y entró a la casa, de donde lo habían corrido minutos antes; los hombres lo miraron y aquel que estaba casado con su madre, fue el primero que se levantó para ir a sacarlo nuevamente.
Ya no era un niño, ya podía defenderse, aun así, tuvo que enfrentar el miedo que lo inundaba y que seguían consumiéndolo por dentro, para poder armarse de valor y coraje para actuar. Pudo evitar ser golpeado por ese hombre, al que llamaba "padre” por orden de su madre y devolvió aquellos golpes que estuvo a punto de recibir; pero esa pequeña victoria para él, no significó nada cuando los otros sujetos lo atacaron, golpeándolo hasta dejarlo en el piso, casi inconsciente.
Risas; solo risas podía escuchar en medio de su aturdimiento, mientras esos sujetos ultrajaban a su madre, para cobrarse las deudas del hombre con quien vivían.
Agustín despertó de golpe, sentándose de inmediato, respirando con agitación, sudando frío y temblando. Miró alrededor un poco desorientado y tardó un momento en recordar su situación actual; estaba en la habitación que ocupaba en la mansión, por órdenes de Erick, mientras Alejandro y Julián estaban fuera, por lo que volvió a recostarse en la cama, pasando la mano por su cabello. Extendió la mano hacia el buró y buscó su celular; eran las 3:43 am, tenía casi dos horas que se había ido a dormir y acababa de tener una pesadilla, como siempre que dormía solo.
—Solo era un sueño… — sonrió con debilidad — no es real… — se dijo con seriedad, tratando de que su subconsciente también lo entendiera.
Detestaba soñar con su pasado, pero no podía evitarlo; los sueños, las pesadillas, los recuerdos dolorosos, todo aquello que trataba de evadir, siempre volvían en las noches, pero nada más cuando estaba solo. Esa era la razón de por qué prefería develarse jugando videojuegos, para tratar de soñar otras cosas o quedar tan cansado, que su mente no pudiese torturarlo en sueños.
Agradecía al menos que, mientras dormía con Julián, nada de eso interrumpía su sueño; podía soñar cosas de su pasado, pero no lo perturbaban tanto y al menos así, no tenía que darle una explicación a su novio por ello. Porque, desde hacía casi cuatro meses, cuando pasó la primera noche con Julián y que empezó a compartir su cama, podía dormir plácidamente entre sus brazos; debido a la seguridad que Julián le brindaba, aunque en ocasiones despertaba, no lo hacía de manera tan abrupta y sus pesadillas habían disminuido considerablemente.
El pelinegro suspiró; apenas tenían cuatro meses de novios, pero el mayor se había vuelto indispensable en su vida, por eso lo añoraba tanto cuando no estaba a su lado. Sin dudar, se removió en el colchón y tomó la almohada que estaba a un lado, la acomodó contra su cuerpo y colocó la cabeza sobre la misma, justo como dormía al lado de Julián.
—Ya mañana vuelves — su voz tenía un tinte de necesidad.
Deseaba que su pareja volviera pronto, porque esas dos semanas habían sido un completo suplicio para él y estaba completamente seguro, que Julián era todo lo que necesitaba para estar tranquilo.
Erick caminaba de un lado a otro en la sala de espera privada. Agustín estaba de pie, cerca de la silla que, por instantes, su jefe ocupaba; tenía en su mano un vaso con café a medio terminar y estaba expectante, a la espera de lo que el otro pudiera necesitar. Fuera de la sala, estaban los demás guardaespaldas que los acompañaron ese día, junto con Patricio, quien había sido el compañero de Agustín al ir al aeropuerto.
—Ya se tardaron — anunció el ojiazul mirando su reloj.
Agustín revisó la hora y sonrió — aún faltan minutos para pasar la hora de llegada, no se preocupe — respondió tratando de sonar calmado, aunque él también estaba ansioso y no podía ocultarlo.
—¿Emocionado? — Erick caminó hasta su amigo y agarró el vaso para dar unos sorbos al café.
—Sí — respondió el aludido sonriendo, con su jefe no siempre mantenía su seriedad —, igual que usted.
—Yo, más que emocionado, ¡estoy desesperado! — señaló el ojiazul — dos semanas de espera es mucho.
—¿Mucho? — Agustín frunció el ceño, confundido.
—¿En serio tengo que explicarte? — indagó Erick mientras llevaba el vaso a sus labios y miraba por encima a su amigo.
Agustín entendió la mirada pícara de su jefe y sintió que el rojo cubría sus mejillas — sí, bueno — carraspeó —, tiene toda la razón en eso — comentó y una risita nerviosa lo asaltó.
Erick le guiño un ojo y estuvo a punto de sentarse en su lugar, pero alcanzó a ver como el avión privado de su esposo iba aterrizando en la pista.
¡Llegó! — dio pasos rápidos al ventanal, desde donde apreciaba todo el exterior y siguió con sus ojos a la aeronave, hasta que se detuvo por completo — ¡vamos! — ordenó emocionado, caminando a la puerta y tirando el vaso en el bote de basura.
Agustín siguió a su jefe y momentos después, estaban en el área de llegada de pasajeros, a la cual, no debían tener acceso, pero siendo quien era, Erick pasó sin problemas en cuanto vio a Alejandro entrar al edificio. La pareja se abrazó y besó con pasión, ante la mirada atónita de los trabajadores y personas que estaban en el aeropuerto.
Agustín alcanzó a su jefe y le dedicó una mirada a Julián, quien estaba detrás de la pareja. No hubo palabras, no hubo saludos, ni siquiera un gesto; ambos estaban trabajando y sabían que debían contener su ansiedad hasta que estuvieran solos.
—Ese es un gran recibimiento — Alejandro se alejó de su esposo y se relamió los labios.
—¡Te extrañé! — respondió el ojiazul con añoranza.
—Yo también — asintió el otro —, pero vamos a casa, ahí te demostraré cuanto te he extrañado en realidad.
La pareja inició su andar con Julián y Agustín detrás. Cuando estuvieron uno al lado de otro, la mano del castaño se movió y dio un roce a la del pelinegro; Agustín sintió que su corazón se aceleraba y su piel se erizaba, pero se mantuvo impasible. Carlos llevaba el equipaje de Alejandro, las maletas de Julián y las suyas, así que otros guardaespaldas le ayudaron a llevar el equipaje a otro automóvil, mientras los señores iban en el vehículo principal.
Agustín iba a manejar en esa ocasión, debido a que Julián acababa de llegar de un viaje largo y estaría cansado; por tanto el castaño tomó el lugar del copiloto.
—Julián — la voz de Alejandro se escuchó de camino a la mansión —, tomate hoy y mañana libre, también dile a Carlos que haga lo mismo — ordenó —, pasado mañana necesito que me acompañen a una reunión importante.
—Sí, señor — respondió el aludido.
—¿Todavía tienes trabajo?
—Si Conejo, aun, pero después de eso, tomaré un descanso para arreglar ese asunto que sigues posponiendo — el rubio besó la mejilla de su esposo — y eso me recuerda… — levantó la vista y sonrió con diversión — Julián, ponte en contacto con Marisela, que programe tus vacaciones para las próximas dos semanas y también las de Agustín, para que festejen tu cumpleaños.
El castaño miró de reojo a su compañero quien tenía una ligera sonrisa en sus labios.
—De acuerdo, señor — terminó el mayor, tratando de ocultar también la sonrisa de su rostro.
—Ya se tardaron — anunció el ojiazul mirando su reloj.
Agustín revisó la hora y sonrió — aún faltan minutos para pasar la hora de llegada, no se preocupe — respondió tratando de sonar calmado, aunque él también estaba ansioso y no podía ocultarlo.
—¿Emocionado? — Erick caminó hasta su amigo y agarró el vaso para dar unos sorbos al café.
—Sí — respondió el aludido sonriendo, con su jefe no siempre mantenía su seriedad —, igual que usted.
—Yo, más que emocionado, ¡estoy desesperado! — señaló el ojiazul — dos semanas de espera es mucho.
—¿Mucho? — Agustín frunció el ceño, confundido.
—¿En serio tengo que explicarte? — indagó Erick mientras llevaba el vaso a sus labios y miraba por encima a su amigo.
Agustín entendió la mirada pícara de su jefe y sintió que el rojo cubría sus mejillas — sí, bueno — carraspeó —, tiene toda la razón en eso — comentó y una risita nerviosa lo asaltó.
Erick le guiño un ojo y estuvo a punto de sentarse en su lugar, pero alcanzó a ver como el avión privado de su esposo iba aterrizando en la pista.
¡Llegó! — dio pasos rápidos al ventanal, desde donde apreciaba todo el exterior y siguió con sus ojos a la aeronave, hasta que se detuvo por completo — ¡vamos! — ordenó emocionado, caminando a la puerta y tirando el vaso en el bote de basura.
Agustín siguió a su jefe y momentos después, estaban en el área de llegada de pasajeros, a la cual, no debían tener acceso, pero siendo quien era, Erick pasó sin problemas en cuanto vio a Alejandro entrar al edificio. La pareja se abrazó y besó con pasión, ante la mirada atónita de los trabajadores y personas que estaban en el aeropuerto.
Agustín alcanzó a su jefe y le dedicó una mirada a Julián, quien estaba detrás de la pareja. No hubo palabras, no hubo saludos, ni siquiera un gesto; ambos estaban trabajando y sabían que debían contener su ansiedad hasta que estuvieran solos.
—Ese es un gran recibimiento — Alejandro se alejó de su esposo y se relamió los labios.
—¡Te extrañé! — respondió el ojiazul con añoranza.
—Yo también — asintió el otro —, pero vamos a casa, ahí te demostraré cuanto te he extrañado en realidad.
La pareja inició su andar con Julián y Agustín detrás. Cuando estuvieron uno al lado de otro, la mano del castaño se movió y dio un roce a la del pelinegro; Agustín sintió que su corazón se aceleraba y su piel se erizaba, pero se mantuvo impasible. Carlos llevaba el equipaje de Alejandro, las maletas de Julián y las suyas, así que otros guardaespaldas le ayudaron a llevar el equipaje a otro automóvil, mientras los señores iban en el vehículo principal.
Agustín iba a manejar en esa ocasión, debido a que Julián acababa de llegar de un viaje largo y estaría cansado; por tanto el castaño tomó el lugar del copiloto.
—Julián — la voz de Alejandro se escuchó de camino a la mansión —, tomate hoy y mañana libre, también dile a Carlos que haga lo mismo — ordenó —, pasado mañana necesito que me acompañen a una reunión importante.
—Sí, señor — respondió el aludido.
—¿Todavía tienes trabajo?
—Si Conejo, aun, pero después de eso, tomaré un descanso para arreglar ese asunto que sigues posponiendo — el rubio besó la mejilla de su esposo — y eso me recuerda… — levantó la vista y sonrió con diversión — Julián, ponte en contacto con Marisela, que programe tus vacaciones para las próximas dos semanas y también las de Agustín, para que festejen tu cumpleaños.
El castaño miró de reojo a su compañero quien tenía una ligera sonrisa en sus labios.
—De acuerdo, señor — terminó el mayor, tratando de ocultar también la sonrisa de su rostro.
La puerta de la casa anexa a la mansión de Alejandro de León, se abrió de golpe; Julián y Agustín entraron con dificultad, mientras se besaban con ansiedad, intentando demostrarse cuanto se habían necesitado uno al otro. El castaño ni siquiera preocupó en cerrar con llave, sabía que nadie se atrevería a entrar ahí sin su consentimiento.
La manos de Julián bajaron por la espalda del pelinegro y con un movimiento, lo levantó para cargarlo y llevarlo hacia la sala, porque no quería esperar a llegar la recamara; Agustín por su parte, pasó las manos tras la nuca del mayor y enredó las piernas en la cintura del otro, permitiendo que lo llevara a donde quisiera.
El castaño llevó a su amante hacia el sofá más grande, donde lo dejó y se colocó encima, buscando la manera de desnudarlo con desespero; los besos y las caricias no cesaron, al contrario, se intensificaron con cada prenda que desaparecía, de uno y otro cuerpo. El pelinegro no contuvo sus gemidos, estaba disfrutando de los besos, las mordidas en su piel, las caricias que el otro le proporcionaba con demasiada fuerza y por sobre todo, el tenerlo ahí, a su lado, besándolo con ese ímpetu que lo caracterizaba desde la primera vez que estuvieron juntos.
Al quedar desnudos completamente, Julián intentó alejarse para estimular a su compañero, lo suficiente para prepararlo.
—¡No! — Agustín se aferró a su cuello — mételo así — exigió — ¡no puedo esperar más!
El castaño sonrió ante esa petición tan dulce y no iba a negarse a complacer a su niño — está bien — asintió y abrió las piernas de su compañero, acomodando su erección.
No hubo más preámbulo, Julián movió la cadera para penetrar a su pareja, pero solo entró la mitad; aun así, Agustín gritó y sus uñas se enterraron en la piel de la espalda del mayor. Julián besó uno de los hombros de su amante, evitando moverse, para que pudiera acostumbrarse.
—¡No te detengas! — exigió a media voz el pelinegro — por favor, Julián — suplicó.
—No estás listo — negó — te lastimaré…
—¡No importa! — aseguró y movió el mismo su cadera — entra… completo… ¡te necesito!
Pocas veces Agustín se portaba tan ansioso en el acto, normalmente era Julián quien no se contenía; por eso, esa actitud le fascinaba al castaño, aunque también le inquietaba saber la razón. Aun así, le complació; sin pensar más, lo penetró completamente y empezó un vaivén rudo. El pelinegro se removía entre el sofá y su amante, ondulando su cuerpo con deseo, gimiendo a viva voz, gritando, exigiendo más y ejerciendo presión en la piel de la espalda del otro, en momentos con las yemas de sus dedos y en otros, dejando la marca de las uñas con profundidad; ambos empezaron a transpirar, pero no les importó en lo más mínimo, el calor y la humedad de sus cuerpos, uno contra otro, era algo que los hacía sentirse plenos.
Julián se adueñó de los labios de Agustín de nuevo, un beso profundo que el otro respondió con pasión; los músculos del pelinegro se contrajeron, apresando la virilidad del mayor y gimiendo contra la boca de su amante.
—Más… — suplicó al separarse.
Julián sonrió complacido por esa petición y especialmente, por el gesto que su pareja le regalaba; se alejó hasta salir de Agustín, lo hizo girar, dejándolo contra el sofá y volvió a penetrarlo.
—Levanta… la cadera… — ordenó con voz ronca.
Agustín obedeció, levantó la cadera y gimió fuerte cuando el castaño lo invadió, sintiendo como su novio llegaba más profundo. Al pelinegro le gustaba sentirse tan vulnerable en los brazos de Julián, las caricias rudas, los besos y las mordidas en sus hombros y nuca, casi como si lo estuviese sometiendo con ellas y así era en realidad; el cuerpo del menor se rendía completamente ante el otro y permitía que lo poseyera sin restricciones. Había extrañado durante días tenerlo dentro, por lo que no podía contenerse más; un grito fue el anuncio del orgasmo del pelinegro, ensuciando la tela de sofá son su esencia.
—¿Tan pronto? — Julián sonrió de lado con algo de orgullo, al lograr que su pareja llegara al orgasmo con tanta rapidez — ¿me detengo?
—No… — Agustín estaba contra el mueble, su respiración era agitada y la saliva escapaba por la comisura de sus labios — sigue… — pidió a media voz.
—Lo iba a hacer… Aunque no quisieras… — sentenció el castaño y lo hizo girar una vez más, dejándolo de frente a él.
Agustín parecía un títere, mientras Julián se aprovechaba de él; el mayor disfrutaba ver sus gestos cuando lo penetraba y estimulaba, su sonrisa cansada, su mirada tan dulce y anhelante, diferente a la seria y fría que siempre usaba en el trabajo.
Nadie conocía a Agustín en realidad, ni siquiera Erick, con quien compartía más tiempo y tenía otros gestos; Julián sabía que él era el único que conocía completamente a ese dulce niño, que estaba dentro del cuerpo de un hermoso hombre y era el único que sabía cómo era el verdadero rostro del pelinegro cuando estaba en la cama, sus gestos, movimientos y especialmente su voz, esa voz que dejaba de lado la seriedad y tenía otros matices, entre juguetona, dulce, suave y sumisa, pero siempre llena de una pasión inigualable. Agustín era todo lo que Julián necesitaba y el castaño lo sabía muy bien.
Julián sabía que no iba a tardar mucho en llegar al orgasmo y realmente no quería contenerse más; después de fundirse en un beso profundo con Agustín, llenó las entrañas del menor con su semen, disfrutando del gemido de satisfacción del otro contra su boca.
El castaño se recostó sobre su pareja y suspiró — lo siento — dijo con calma —, lamento no haber aguantado tanto…
Agustín suspiró — yo… aguanté menos… — dijo con vergüenza.
—Estoy cansado — explicó Julián y se movió para salir del interior de su pareja con lentitud —, fue un vuelo largo…
—Lo… — un gemido interrumpió al pelinegro, al sentir la virilidad de su amante salir de su cuerpo — sé…
El mayor se movió, recostándose a un lado del pelinegro, acomodándolo para que quedara con su espalda pegada a su pecho y abrazándolo con firmeza; repartiendo besos en el cuello y en la nuca.
—¿Me extrañaste? — preguntó casi en un susurro.
—Sabes que sí — respondió el pelinegro, cerrando los ojos y sonriendo de lado —, pero extraño más que me des chocolate después del sexo — bromeó.
—No he comprado chocolates — se excusó el mayor —, pero en vacaciones lo haré.
—Vacaciones… — Agustín se removió inquieto.
—No pareces emocionado por descansar y pasar tiempo conmigo…
—No es eso — negó —, quiero pasar tiempo contigo — sonrió débilmente pero al instante esa sonrisa se esfumó —, solo que, a finales del año pasado y casi todo enero estuve sin trabajar y…
—Esas no fueron vacaciones, los sabes bien — sentenció el castaño y hundió su rostro en la nuca del menor, no quería recordar eso.
—Aun así, me da pena con el señor Erick.
—El señor De León dio la orden…
—Lo sé — asintió el pelinegro, resignado, pues no podía ir en contra de esa indicación —, ¿hablarás con Marisela?
—Mañana — un bostezo asaltó al mayor —, hoy, solo quiero descansar…
—¿Lo hacemos aquí o vamos a la cama?
—Aquí, solo necesito unos minutos y después, pedimos algo de comer…
Casi a las cuatro de la tarde, un golpeteo en la puerta, logró despertar a Julián de su sueño. Agustín seguía profundamente dormido, arrebujado completamente contra su cuerpo, gracias al espacio pequeño del sillón.
El castaño se movió con suma lentitud, consiguiendo levantarse sin molestar a su amante; recogió su pantalón y camisa, colocándose la ropa con rapidez, dejando los botones de la prenda superior, abiertos. Fue a la puerta y abrió, justo cuando estaban volviendo a tocar.
—Buenas tardes — Patricio sonrió de lado al verlo.
Julián levantó una ceja al verlo — ¿qué quieres? — preguntó con seriedad.
Julián ya había tenido oportunidad de estar cerca de Patricio en algunas ocasiones, no solo por el trabajo, pues antes de conocer a Agustín había tenido un pequeño desliz con él; sabía que Patricio era menor que él y además, tenía más años que Agustín trabajando con Alejandro, por lo mismo, estaba enterado de algunos rumores entre los trabajadores del rubio. Patricio gustaba de pasar buenos momentos con sus compañeros, especialmente los más atractivos, pero solo era diversión de una noche y no afectaba en nada su trabajo.
—Parece que estabas ocupado — sonrió el aludido y lo señaló con un ademán de su rostro —, supongo que con Agustín, como siempre.
—¿Qué quieres? — repitió el mayor con más seriedad, no le gustaba que se metieran en su vida privada y menos si era con referente a su pareja.
—Vine a traer esto — extendió los brazos entregando varias cajas de videojuegos —, Agus las dejó anoche en mi habitación y como no pude entregárselas en la mañana, aprovecho ahora que no tengo cosas que hacer…
Manteniendo su seriedad característica, Julián recibió las cajas, pero en su interior, tenía ganas de borrarle la sonrisa divertida al castaño que tenía enfrente. Se había llenado de celos al saber que su novio había pasado la noche en la habitación de Patricio, aunque solo fuera por jugar videojuegos; tal vez Agustín era inocente, pero el otro no y no le agradaba que se acercara a su pareja.
—Bueno, me voy — Patricio dio media vuelta —, dile que me debe la revancha — hizo un ademán con su mano y se alejó de la casa con paso tranquilo.
Julián cerró de un portazo, con lo cual, consiguió que su pareja despertara un poco sobresaltado.
El pelinegro se incorporó en el sillón y talló sus ojos, buscando a su amante — ¿qué pasó? — indagó pasando la mano por su cabello.
—Te trajeron esto — respondió el mayor con molestia, dejando sin mucho cuidado, las cajas en la mesa de centro de la sala.
—¿Pato? — preguntó el menor con inocencia.
—¿“Pato”? — el castaño levantó una ceja — ¿tan amigos son, que le dices Pato y él te dice Agus? — preguntó con ira mal contenida.
—¿Qué tiene de malo? — el pelinegro levantó una ceja — Estuvimos dos semanas cuidando del señor Erick, tuvimos tiempo de platicar.
—¿Platicar? — preguntó con sarcasmo el mayor y se cruzó de brazos — dijo que estuviste anoche en su habitación — señaló con frialdad.
—Me quedé jugando con él — el pelinegro se puso de pie buscando su ropa —, no tenía nada que hacer y…
La mano de Julián lo detuvo de la muñeca y lo acercó pegándolo contra su cuerpo — ¿solo jugando videojuegos? — siseó — no lo creo.
El menor lo miró con sorpresa, era l primera vez que Julián se comportaba así, pero le causó un poco de emoción.
—¿Estás celoso? — Agustín sonrió débilmente y negó — no pasó nada — aseguró —, Patricio no me interesa, ¡créeme! — confesó con seguridad — pero ahora, aparte del señor Erick, es el único con quien puedo jugar videojuegos, ya que tú no quieres hacerlo — reclamó.
—Eso es porque no me gustan los videojuegos — se excusó el mayor.
—Lo sé y yo no te obligo a acompañarme en mis pasatiempos, pero al menos, respeta los míos… — el pelinegro besó los labios de su pareja — tranquilo, no he tenido nada que ver con nadie más, lo sabes…
—Lo sé — respondió el castaño y lo abrazó —, pero, eso no quita que puedas hacerlo si te cansas de mi…
El menor sonrió y abrazó a su pareja con ternura — no lo haré — negó —, te lo prometo — dijo con toda seguridad —, ahora, hay que pedir algo de comer, tengo hambre…
El castaño se movió con suma lentitud, consiguiendo levantarse sin molestar a su amante; recogió su pantalón y camisa, colocándose la ropa con rapidez, dejando los botones de la prenda superior, abiertos. Fue a la puerta y abrió, justo cuando estaban volviendo a tocar.
—Buenas tardes — Patricio sonrió de lado al verlo.
Julián levantó una ceja al verlo — ¿qué quieres? — preguntó con seriedad.
Julián ya había tenido oportunidad de estar cerca de Patricio en algunas ocasiones, no solo por el trabajo, pues antes de conocer a Agustín había tenido un pequeño desliz con él; sabía que Patricio era menor que él y además, tenía más años que Agustín trabajando con Alejandro, por lo mismo, estaba enterado de algunos rumores entre los trabajadores del rubio. Patricio gustaba de pasar buenos momentos con sus compañeros, especialmente los más atractivos, pero solo era diversión de una noche y no afectaba en nada su trabajo.
—Parece que estabas ocupado — sonrió el aludido y lo señaló con un ademán de su rostro —, supongo que con Agustín, como siempre.
—¿Qué quieres? — repitió el mayor con más seriedad, no le gustaba que se metieran en su vida privada y menos si era con referente a su pareja.
—Vine a traer esto — extendió los brazos entregando varias cajas de videojuegos —, Agus las dejó anoche en mi habitación y como no pude entregárselas en la mañana, aprovecho ahora que no tengo cosas que hacer…
Manteniendo su seriedad característica, Julián recibió las cajas, pero en su interior, tenía ganas de borrarle la sonrisa divertida al castaño que tenía enfrente. Se había llenado de celos al saber que su novio había pasado la noche en la habitación de Patricio, aunque solo fuera por jugar videojuegos; tal vez Agustín era inocente, pero el otro no y no le agradaba que se acercara a su pareja.
—Bueno, me voy — Patricio dio media vuelta —, dile que me debe la revancha — hizo un ademán con su mano y se alejó de la casa con paso tranquilo.
Julián cerró de un portazo, con lo cual, consiguió que su pareja despertara un poco sobresaltado.
El pelinegro se incorporó en el sillón y talló sus ojos, buscando a su amante — ¿qué pasó? — indagó pasando la mano por su cabello.
—Te trajeron esto — respondió el mayor con molestia, dejando sin mucho cuidado, las cajas en la mesa de centro de la sala.
—¿Pato? — preguntó el menor con inocencia.
—¿“Pato”? — el castaño levantó una ceja — ¿tan amigos son, que le dices Pato y él te dice Agus? — preguntó con ira mal contenida.
—¿Qué tiene de malo? — el pelinegro levantó una ceja — Estuvimos dos semanas cuidando del señor Erick, tuvimos tiempo de platicar.
—¿Platicar? — preguntó con sarcasmo el mayor y se cruzó de brazos — dijo que estuviste anoche en su habitación — señaló con frialdad.
—Me quedé jugando con él — el pelinegro se puso de pie buscando su ropa —, no tenía nada que hacer y…
La mano de Julián lo detuvo de la muñeca y lo acercó pegándolo contra su cuerpo — ¿solo jugando videojuegos? — siseó — no lo creo.
El menor lo miró con sorpresa, era l primera vez que Julián se comportaba así, pero le causó un poco de emoción.
—¿Estás celoso? — Agustín sonrió débilmente y negó — no pasó nada — aseguró —, Patricio no me interesa, ¡créeme! — confesó con seguridad — pero ahora, aparte del señor Erick, es el único con quien puedo jugar videojuegos, ya que tú no quieres hacerlo — reclamó.
—Eso es porque no me gustan los videojuegos — se excusó el mayor.
—Lo sé y yo no te obligo a acompañarme en mis pasatiempos, pero al menos, respeta los míos… — el pelinegro besó los labios de su pareja — tranquilo, no he tenido nada que ver con nadie más, lo sabes…
—Lo sé — respondió el castaño y lo abrazó —, pero, eso no quita que puedas hacerlo si te cansas de mi…
El menor sonrió y abrazó a su pareja con ternura — no lo haré — negó —, te lo prometo — dijo con toda seguridad —, ahora, hay que pedir algo de comer, tengo hambre…
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