Prólogo
La lluvia caía con fuerza; el automóvil se había detenido a cierta distancia de su destino, porque no podía pasar, debido al tráfico y al desorden público. Algunas personas corrían, dificultando el paso de los tres hombres que se acercaban al lugar con paso rápido, tratando de mantener la calma, aunque dos de ellos estaban completamente desesperados por la situación, pese a intentar no demostrarlo.
El cuerpo de un joven de cabello negro estaba en el asfalto y el agua de lluvia arrastraba la sangre que brotaba de su pecho. Uno de los hombres, el castaño, se inclinó, intentando tocar el cuello del caído y verificar su estado, pero el joven se estremeció, su mano se movió con rapidez, como un último reflejo desesperado y sujetó la del otro.
—Ernes…to… — sus palabras apenas se escucharon y la sangre escurrió de la comisura de sus labios — topo… — dijo con debilidad antes de perder el conocimiento.
El corazón del castaño se aceleró, la ira, el miedo, el coraje, el desespero, todo se conjugó en ese momento en su interior, a causa de ver a ese ‘niño’ como le decía, estar a punto de morir. Con delicadeza tomó el cuerpo del menor, mientras su compañero llamaba a una ambulancia especial, porque su jefe acababa de ordenar que no se notificara a nadie más.
Julián abrió los parpados de golpe, ese era un sueño recurrente que tenía desde meses atrás, cuando ocurrió ese incidente; pero, aunque había disminuido un poco la frecuencia del mismo, esta se acentuaba cuando no podía pasar las noches con Agustín.
Se sentó en la orilla de la cama y se sirvió agua en el vaso que estaba en el buró. Bebió con rapidez y después, agarró su celular; buscó el contacto de su pareja en la agenda y le llamó, aunque no recibió respuesta.
—Debe estar ocupado… — susurró y decidió dejarlo por la paz.
Dejó el celular de lado y volvió a recostarse, pero antes de que volviera a dormir, el timbre de su móvil lo sorprendió. Cuando revisó, en la pantalla aparecía la imagen del pelinegro que ocupaba sus pensamientos; una foto que le había tomado antes de irse, porque la cambiaba cada cierto tiempo desde que eran pareja.
—Hola — dijo al responder.
—“…Buenas noches…” — la voz seria del otro lado de la línea indicó que estaba ocupado — “…¿pasa algo?...”
—No, solo… quería cerciorarme de que estabas bien.
—“…Lo estoy, pero estoy en el trabajo…” — comentó el otro — “…el Conejo está comprando cosas para la ‘madriguera’…”
Julián sonrió; sabía que no debían especificar cosas en pláticas de ese tipo, por eso ocupaban algunas claves, pero, la palabra ‘madriguera’ no estaba implementada, el único que la decía era Agustín.
—Entiendo — respondió —, bueno, entonces te dejo, más tarde tomaremos el vuelo de regreso — anunció.
—“…Lo sé…” — el silencio reinó entre ambos — “…te extraño…” — dijo al fin la voz del otro lado de la línea, consiguiendo que el castaño sonriera más tranquilo.
—Yo también — aseguró —, te dejo trabajar, ya tendré tiempo para entretenerte los próximos días.
—“…Hasta luego…”
Después de eso la llamada se cortó. Julián dejó el aparato a un lado y se hundió en el colchón, pasando su brazo por la frente; su mente divagaba.
Le gustaba la relación que ambos tenían, generalmente pasaban mucho tiempo juntos, porque sus jefes casi nunca se separaban; pero, había ocasiones en las que Alejandro de León, no quería poner en riesgo a su esposo y no lo llevaba con él, especialmente cuando debía acudir a ciudades con conflictos demasiado pronunciados, como ese último viaje, que pasaron dos semanas fuera, en medio oriente.
Pero a pesar de todo, un poco de inquietud se adueñaba del corazón de Julián, especialmente cuando la distancia lo separaba de su pareja. En casi cuatro meses de relación, Agustín jamás le había dicho que lo amaba, pocas veces le dijo “te quiero” y el mayor tampoco lo mencionaba, pese a que la primera noche que estuvieron juntos se lo dijo con toda sinceridad; no quería que el otro se sintiera incómodo con su insistencia. Eso era lo que ocasionaba que se sintiera inseguro en ocasiones y terminara soñando cosas desagradables, pero siempre se sosegaba al pensar que era normal; ninguno estaba acostumbrado a demostrar sentimientos y seguramente, era difícil para Agustín decir lo que sentía.
Julián pasó la mano por su cabello y suspiró. Tenía que dormir, porque al amanecer acompañaría a su jefe a una última reunión y al medio día, tomarían el avión privado para regresar a su país; necesitaba descansar, porque sabía bien que el cambio de horario le iba a afectar, pero estaba consciente que no podría hacerlo del todo, pues necesitaba a su pareja a su lado, para poder dormir tranquilamente.
El pelinegro colgó, y acercó su móvil a los labios, sonriendo débilmente; le gustaba cuando Julián le llamaba si estaba de viaje, eso significaba que pensaba en él y eso le decía que sentían lo mismo, porque él también lo extrañaba y evocaba innumerables ocasiones, mientras se encontraba solo.
—Agus… — la voz de Erick lo sacó de sus pensamientos.
—¿Señor?
El ojiazulsonrió — vamos, aun me falta elegir los lienzos y revisar el catálogo de pinturas — indicó con calma, señalando el lugar a donde debían ir.
Agustín asintió con una sonrisa adornando su rostro y lo siguió.
Pasaron un par de horas antes de ir al automóvil, donde los esperaba el compañero temporal de Agustín. Generalmente, Julián y Agustín andaban juntos, acompañando a Alejandro y Erick, pero cuando se separaban, a Agustín lo asistían personas diferentes, como simple apoyo; en esa ocasión, Patricio había sido asignado para pasar la semana con ellos.
Patricio Valdés, era un hombre castaño; igual que la mayoría de los guardaespaldas de Alejandro de León, era alto, fornido y mantenía un semblante serio mientras trabajaba, además, era casi dos años mayor que Agustín; pero, en los días que había pasado en su compañía, había mostrado una faceta que el pelinegro no le conocía.
El poco tiempo que tenían juntos y sin Erick, el castaño se interesó en los gustos y aficiones del pelinegro, tanto que le solicitó ayuda para comprar algunos videojuegos y jugar en equipo; su relación podía ser considerada casi como amistad, puesto Agustín tenía permiso de decirle “Pato” a su compañero, pero solo lo hacía si no estaba presente Erick.
—Mañana llega Alex… — anunció el ojiazul cuando estaba en su lugar, en el asiento trasero del automóvil de lujo, que su esposo había dispuesto para él.
Patricio manejaba y Agustín iba en el asiento de copiloto. El pelinegro se mordió el labio al escuchar al ojiazul; ya sabía que llegaría el esposo de Erick, pues junto con él, volvería Julián.
—Hay que despertarnos temprano para dejar todo listo e ir al aeropuerto a esperarlo, llega después del medio día — indicó con seguridad.
—De acuerdo, señor — Agustín asintió.
—¿Va a necesitar que lo acompañe también? — Patricio miró por el retrovisor al ojiazul.
—Ya sabes cómo es Alex — Erick suspiró —, así que necesitaremos llevar escolta, por lo tanto, te vas con nosotros, pero de regreso, él se vendrá conmigo y supongo que Julián manejará, así que tendrás que devolverte en otro automóvil — puso un gesto de pena —, lo siento.
—No se preocupe, señor — Patricio negó y siguió conduciendo, pero su gesto de molestia no pasó desapercibido para Agustín.
—Agus — Erick siguió con sus planes, completamente ajeno a lo que ocurria con sus acompañantes —, mañana tenía que ir a ver el albergue, ¿puedes cambiar la fecha? — preguntó con interés — Tal vez pueda ir la otra semana, de todos modos, me gustaría que fueras o enviaras a alguien más a ver a todos los niños y si necesitan algo, que se compre.
—Sí, señor, no se preocupe — el pelinegro sacó su agenda electrónica y realizó los cambios; posiblemente él tampoco podría ir, pero buscaría quien hiciera esa visita.
Cuando llegaron a la mansión, ya estaba cayendo la tarde. Las mascotas de Erick salieron a recibirlo cuando él bajó del automóvil y el ojiazul los abrazó con cariño.
—Voy a tomar un baño — anunció mientras acariciaba a los canes —, tómate el resto de la noche libre Agus, pero me gustaría que me acompañaras a cenar, a la hora de siempre…
—Sí, señor…
Erick sonrió y se dirigió al interior, seguido por sus hijos.
—¿Qué vas a hacer? — indagó Patricio desde el otro lado del automóvil.
—No lo sé — el pelinegro se alzó de hombros —, supongo que intentaré descansar un poco — dijo con debilidad —, mañana quizá no tenga tiempo — con esas palabras su ánimo pareció volver.
—Sí, me imagino — la voz del castaño sonó con algo de molestia.
—¿El Pato no anda de humor?
—Algo así — el otro sonrió de lado —, pero no importa, la verdad quería jugar esta noche — dijo con diversión.
—¿Qué quieres jugar? — Agustín entrecerró los ojos.
—No sé, me dijiste que me darías una oportunidad en el smash…
—Eres un negado para el smash — el pelinegro negó con una sonrisa —, ni siquiera sabes volver a la plataforma — se burló —, ¿no prefieres jugar Borderlands o Watch? Al menos en esos tienes un mínimo de oportunidad de seguirme el ritmo…
—Bien, juguemos lo que quieras —Patricio se alzó de hombros —, pero supongo que será después de que cenes con el señor.
—Sí, así es.
—¿Vas a mi habitación o prefieres que yo vaya a la tuya?
—Prefiero ir a la tuya — el pelinegro respondió con rapidez —, llevaré los juegos, de todas maneras tú también tienes consolas y podemos desvelarnos un poco más — se sintió aliviado con esa idea —, además — metió las manos en los bolsillos y prosiguió —, no es correcto que entremos a la mansión juntos, ni siquiera hago eso con Julián.
—¿Por qué no? — Patricio levantó una ceja — Son pareja, ¿o no? — preguntó con sarcasmo — Pueden estar juntos siempre que quieran — arrastró las palabras con algo de ira contenida.
—Sí, pero es por respeto — la voz de Agustín se puso seria — y ni él, ni yo, haríamos algo inapropiado en la casa del señor De León — el pelinegro dio media vuelta y caminó hacia la puerta de la residencia —, te veo alrededor de las nueve — anunció en voz alta, dejando a su compañero solo.
—Te espero allá — la voz del castaño se perdió en un murmullo y se encaminó a la casa dónde todos los guardaespaldas se quedaban.
—Agus… — la voz de Erick lo sacó de sus pensamientos.
—¿Señor?
El ojiazulsonrió — vamos, aun me falta elegir los lienzos y revisar el catálogo de pinturas — indicó con calma, señalando el lugar a donde debían ir.
Agustín asintió con una sonrisa adornando su rostro y lo siguió.
Pasaron un par de horas antes de ir al automóvil, donde los esperaba el compañero temporal de Agustín. Generalmente, Julián y Agustín andaban juntos, acompañando a Alejandro y Erick, pero cuando se separaban, a Agustín lo asistían personas diferentes, como simple apoyo; en esa ocasión, Patricio había sido asignado para pasar la semana con ellos.
Patricio Valdés, era un hombre castaño; igual que la mayoría de los guardaespaldas de Alejandro de León, era alto, fornido y mantenía un semblante serio mientras trabajaba, además, era casi dos años mayor que Agustín; pero, en los días que había pasado en su compañía, había mostrado una faceta que el pelinegro no le conocía.
El poco tiempo que tenían juntos y sin Erick, el castaño se interesó en los gustos y aficiones del pelinegro, tanto que le solicitó ayuda para comprar algunos videojuegos y jugar en equipo; su relación podía ser considerada casi como amistad, puesto Agustín tenía permiso de decirle “Pato” a su compañero, pero solo lo hacía si no estaba presente Erick.
—Mañana llega Alex… — anunció el ojiazul cuando estaba en su lugar, en el asiento trasero del automóvil de lujo, que su esposo había dispuesto para él.
Patricio manejaba y Agustín iba en el asiento de copiloto. El pelinegro se mordió el labio al escuchar al ojiazul; ya sabía que llegaría el esposo de Erick, pues junto con él, volvería Julián.
—Hay que despertarnos temprano para dejar todo listo e ir al aeropuerto a esperarlo, llega después del medio día — indicó con seguridad.
—De acuerdo, señor — Agustín asintió.
—¿Va a necesitar que lo acompañe también? — Patricio miró por el retrovisor al ojiazul.
—Ya sabes cómo es Alex — Erick suspiró —, así que necesitaremos llevar escolta, por lo tanto, te vas con nosotros, pero de regreso, él se vendrá conmigo y supongo que Julián manejará, así que tendrás que devolverte en otro automóvil — puso un gesto de pena —, lo siento.
—No se preocupe, señor — Patricio negó y siguió conduciendo, pero su gesto de molestia no pasó desapercibido para Agustín.
—Agus — Erick siguió con sus planes, completamente ajeno a lo que ocurria con sus acompañantes —, mañana tenía que ir a ver el albergue, ¿puedes cambiar la fecha? — preguntó con interés — Tal vez pueda ir la otra semana, de todos modos, me gustaría que fueras o enviaras a alguien más a ver a todos los niños y si necesitan algo, que se compre.
—Sí, señor, no se preocupe — el pelinegro sacó su agenda electrónica y realizó los cambios; posiblemente él tampoco podría ir, pero buscaría quien hiciera esa visita.
Cuando llegaron a la mansión, ya estaba cayendo la tarde. Las mascotas de Erick salieron a recibirlo cuando él bajó del automóvil y el ojiazul los abrazó con cariño.
—Voy a tomar un baño — anunció mientras acariciaba a los canes —, tómate el resto de la noche libre Agus, pero me gustaría que me acompañaras a cenar, a la hora de siempre…
—Sí, señor…
Erick sonrió y se dirigió al interior, seguido por sus hijos.
—¿Qué vas a hacer? — indagó Patricio desde el otro lado del automóvil.
—No lo sé — el pelinegro se alzó de hombros —, supongo que intentaré descansar un poco — dijo con debilidad —, mañana quizá no tenga tiempo — con esas palabras su ánimo pareció volver.
—Sí, me imagino — la voz del castaño sonó con algo de molestia.
—¿El Pato no anda de humor?
—Algo así — el otro sonrió de lado —, pero no importa, la verdad quería jugar esta noche — dijo con diversión.
—¿Qué quieres jugar? — Agustín entrecerró los ojos.
—No sé, me dijiste que me darías una oportunidad en el smash…
—Eres un negado para el smash — el pelinegro negó con una sonrisa —, ni siquiera sabes volver a la plataforma — se burló —, ¿no prefieres jugar Borderlands o Watch? Al menos en esos tienes un mínimo de oportunidad de seguirme el ritmo…
—Bien, juguemos lo que quieras —Patricio se alzó de hombros —, pero supongo que será después de que cenes con el señor.
—Sí, así es.
—¿Vas a mi habitación o prefieres que yo vaya a la tuya?
—Prefiero ir a la tuya — el pelinegro respondió con rapidez —, llevaré los juegos, de todas maneras tú también tienes consolas y podemos desvelarnos un poco más — se sintió aliviado con esa idea —, además — metió las manos en los bolsillos y prosiguió —, no es correcto que entremos a la mansión juntos, ni siquiera hago eso con Julián.
—¿Por qué no? — Patricio levantó una ceja — Son pareja, ¿o no? — preguntó con sarcasmo — Pueden estar juntos siempre que quieran — arrastró las palabras con algo de ira contenida.
—Sí, pero es por respeto — la voz de Agustín se puso seria — y ni él, ni yo, haríamos algo inapropiado en la casa del señor De León — el pelinegro dio media vuelta y caminó hacia la puerta de la residencia —, te veo alrededor de las nueve — anunció en voz alta, dejando a su compañero solo.
—Te espero allá — la voz del castaño se perdió en un murmullo y se encaminó a la casa dónde todos los guardaespaldas se quedaban.
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