Capítulo III
Antes de que aun hubiese luz, Erick emprendió el viaje, a lomos de Pyro; Julián lo guiaba por el camino, sobre un trineo jalado por una jauría de perros bien entrenados.
Viajaron todo el día, solo se detuvieron un par de veces, cerca de unos riachuelos, para que descansaran los animales, comer un poco y seguir el camino.
Oscurecía nuevamente cuando llegaron al poblado Myrsky, dónde fueron recibidos en la entrada, por otro sujeto de semblante adusto, vestido igual que Julián, pero de cabello negro.
—¿Visitante? — preguntó el vigilante con sorpresa — ¿en esta época?
—Así es, Miguel — asintió su compañero —, el señor es el príncipe del reino Arequin y quiere ir a la montaña, a enfrentar a la hechicera.
El de cabello negro suspiró cansado, hizo una seña y cuatro hombres que Erick no había visto, aparecieron de las sombras, sorprendiéndolo al igual que a su caballo, quien relinchó y bufó un tanto molesto.
—Encárguense del caballo del príncipe.
—Pyro no confía mucho en extraños — dijo el ojiazul con precaución, pasando la mano por la crin oscura —, lo llevaré yo mismo a dónde debe descansar.
—Cómo guste…
Los sujetos guiaron a Erick hasta una caballeriza, dónde él mismo le quitó a su corcel las cosas que cargaba y sacó de una mochila, una zanahoria para darle de comer.
—Nosotros le daremos algo de salvado para que se alimente — dijo uno de los hombres que lo había llevado ahí —, no se preocupe.
—Gracias — sonrió el ojiazul —, descansa Pyro y come lo que te den — dijo con amabilidad para su corcel, dándole palmaditas en el cuello —, aún falta lo peor del camino.
El caballo se restregó contra él y después se separaron.
Tres de los cuatro hombres se quedaron a cuidar al animal, mientras otro guiaba al príncipe fuera de ese pequeño establo, hasta la construcción más grande de ese poblado; parecía una posada y el interior estaba lleno de vida a diferencia del exterior.
El lugar estaba tibio, ya que había una gran chimenea en el centro de todo el lugar, dando luz y calor; alrededor estaban algunas mesas grandes, donde muchos hombres y algunas mujeres, bebían y charlaban amenamente.
El ojiazul caminó por ahí con algo de recelo, pero la mayoría no parecía prestarle mucha atención, a excepción de algunos que se mantenían de pie, con unas capas negras, como las de Julián y Miguel.
Erick llegó a lo que parecía ser la recepción, donde una mujer castaña con antojos delicados, le sonrió; ella también portaba una capa negra y estaba al lado de Julián y Miguel, parecía ponerse al tanto de las novedades.
—Bienvenido — dijo amable, cuando el príncipe llego hasta la enorme barra —, yo soy Marisela, la encargada de esta posada — anunció con algo de orgullo.
—Gracias — sonrió él —, soy Erick, príncipe del reino Arequín — sacó unas monedas de oro —, necesito un lugar para pasar la noche, provisiones para mi viaje, un guía y algo de cenar, si no es molestia
—Oh, joven príncipe, aquí no cobramos nada de eso — con un sutil movimiento le devolvió las monedas —, sabemos lo que necesita, así que ya están preparando no solo sus provisiones, sino una habitación para que descanse — la castaña señaló una mesa —, tome asiento, en un omento le llevarán algo de comer — sacó un tarro y del barril que tenía al lado, lo llenó de cerveza —, esto es para acompañarlo.
El ojiazul observó el líquido y pasó saliva — yo… yo no bebo alcohol.
Marisela se sorprendió y no fue la única, ya que todos guardaron silencio y voltearon a verlo; estaban claramente sorprendidos, ya que solo el alcohol podía ayudarlos a soportar el frío de ese lugar.
—Es lo único que podemos servir, joven — dijo ella con nervios —, especialmente en esta época.
—Es que… no puedo.
—Puede tomar agua — dijo otro hombre de capa negra, que salió de lo que parecía ser un sótano, detrás de Marisela —, podemos derretir algo de la nieve en un pichel, ya que no puedo sacar agua del pozo, porque seguramente está congelado.
La castaña hizo un mohín — de acuerdo, haremos la excepción — sonrió —, ‘Agus’, ve por algo de nieve para derretirla.
—¡Sí! — dijo él y sujetó un pichel, yendo de inmediato a la salida.
—Ahora, tome asiento — Marisela le señaló una vez más la mesa —, Agustín lo atenderá cuando regrese.
—Gracias… — Erick fue a su lugar y esperó paciente, mientras estrujaba sus manos «estuvo cerca…» pensó con nervios, ya que la única ocasión que había bebido un poco de alcohol, se había metido en problemas por no poder controlarse y era lo que no quería en ese momento.
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Imagen: De izquierda a Derecha: Miguel, Marisela, Agus y Julián; las estaturas son algo exageradas por que son chibis, aunque sí, Marisela es más pequeña que ellos en estatura, no es taaaaanto, igual que tampoco hay tanta diferencia entre Julián y Agus XD
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