Capítulo IX
En el castillo Blausmeer, los miembros adultos de la familia real, se había reunido para celebrar otro solsticio de invierno.
El rey, sentado en la cabecera de la mesa, tenía a su derecha a su hijo mayor, el futuro heredero al trono, en compañía de su esposa; a su izquierda, estaba Blanca, la reina consorte y después, Emmanuel, el segundo hijo, junto con su esposa, quien estaba embarazada, por lo que el príncipe, a pesar de que no era el heredero oficial, aun no perdía la esperanza de lograr ser el rey, especialmente si podía tener un hijo con ojos azules, pues los de su hermano, no tenían esa característica aún.
—Hace dos años, se anexó oficialmente el Ducado de Becker a la corona —comentó el rey, mientras cenaba con su familia— y desde entonces, el rendimiento de esas tierras no ha sido el mismo —su mirada azul se posó en su segundo hijo.
Desde que Erick había sido dado por muerto, el rey le dio a su segundo hijo las tierras de la Hacienda Becker y todo el ducado, para que las administrara, junto con su esposa, pero las cosas habían ido de mal en peor durante esos dos años.
—Por alguna razón, los conejos no se han reproducido cómo esperábamos —Emmanuel usó los cubiertos con elegancia—, pero esperamos que el próximo año haya más crías.
—Tal vez, debemos comprar otra raza y cruzarlos —Guillermo habló con frialdad—, seguramente la endogamia los está afectando, más que beneficiar —dijo con poco interés.
—Sí, yo también lo pienso —su hermano asintió—, por eso solicité a los comerciantes, que consiguieran razas de conejos de otros países y…
—No teníamos esos problemas cuando estaba Erick ahí y aún era un niño —mencionó su padre.
Emmanuel apretó los puños inconscientemente.
—Si, pero Erick ya no está —dijo entre dientes—, además, el conejo alfa, falleció pocos días después de que yo tomara posesión de ese lugar, porque ya estaba viejo y ningún otro, tiene las mismas características.
Blanca, al ver que su segundo hijo estaba molesto, trato de calmar la tensión.
—Alonso —dijo con voz suave para su esposo—, confía en Emmanuel, él sabrá manejar la situación.
El rey le dedicó una mirada indiferente a su esposa, pero no dijo más; sabía bien que ella defendería siempre a sus hijos, pero a él solo le interesaba que alguno de ellos tuviera un heredero con ojos azules, demostrando que era digno de ser el rey.
—Espero que la nueva mercancía mejore el rendimiento —dijo con voz fría—, de lo contrario, tendremos que hacer algo al respecto…
El silencio reinó una vez más entre los comensales que compartían en la cena, solo el sonido de los cubiertos se escuchaba con debilidad, por lo que, el golpe seco de las puertas, los estremeció a todos.
—¡Majestad! —uno de sus caballeros, dio unos pasos, ingresando al comedor, sus manos apretaban su vientre, tratando de evitar que la sangre brotara de una herida que tenía—. Nos… Atacan —su voz terminó en un susurro y se desplomó sobre la alfombra.
El soberano se puso de pie y le dedicó una mirada al capitán de su guardia, quien de inmediato, ordenó que se movilizaran todos los caballeros que estaban ahí para protección de la familia real.
Los guardias, se movieron con rapidez a la puerta, uno revisó a su compañero caído y suspiró aliviado— ¡sigue vivo! —dijo con rapidez para el líder.
—De acuerdo, ustedes, pongan a la familia real a salvo y…
Antes de que diera otra orden, una ráfaga de viento helado ingresó y pareció no solo congelarlos, sino que los hizo caer y perder el conocimiento también; el viento rodeó todo el comedor y los ventanales, cerrados por la temporada fría, se cubrieron de una capa de hielo, al igual que las demás puertas que había.
—¡¿Qué demonios está pasando?! —gritó Alonso, con miedo y ansiedad en su voz.
—¡¿Dónde están los demás guardias?! —Guillermo volteó a todos lados, dándose cuenta que la familia estaba sola.
—Los niños —su esposa tenía un gesto de terror.
—¡Hay que salir de aquí! —Emmanuel se puso de pie y sujetó la mano de su esposa, ya que quería ponerla a salvo, para que el bebé que estaba gestándose, no se perdiera.
—Nadie se irá…
La voz grave se escuchó y heló la sangre de los presentes.
Varias esferas neblinosas ingresaron por la puerta, colocándose alrededor del comedor, justo como antes habían estado los guardias y empezaron a tomar forma humana, con ropas oscuras; sus miradas ambarinas se mantenían fijas en las personas de la mesa, pero no dijeron nada.
—¡¿Quiénes son ustedes?! —gritó Alonso, al ver a esos desconocidos.
—Pero qué maleducados…
La voz fría retumbó en la mente de todos y el ruido de un golpe seco, hizo gritar a las mujeres y dejar atónitos a los varones.
Algo había destrozado el techo y cayó, junto con enormes piedras y algunos muebles de los otros pisos, enfrente de la mesa, dejando una estela de polvo y nieve, que les ocasionó dificultad para ver y respirar.
—¡Qué castillo tan mediocre! —el joven rubio que estaba frente a ellos, sacudió la manga de su saco blanco—. Ya sabía que no tenían barreras mágicas, pero incluso, la construcción es de baja calidad, no necesité imprimir mucha fuerza para destruir gran parte del techo y eso que me contuve —se burló.
Alonso tosió un poco, antes de poder hablar— ¿Quién…? ¡¿Quién diablos eres tú?! —preguntó con arrogancia.
—Que manera tan vulgar de hablar ante la persona que viene de visita diplomática —sonrió el ojiverde—, pero está bien, lo dejaré pasar porque, creo que llegué de manera hostil —se alzó de hombros—. Aunque tuve que hacerlo, ya que, desde hace un año, hemos enviado mensajes y no hemos tenido respuesta.
—¿Mensajes? —Alonso frunció el ceño.
—¿Acaso no se ha enterado? —preguntó el recién llegado con burla—. Desde hace un año, el reino del Bosque Celestial, le ha enviado mensajes para llegar a un acuerdo de cómo entregarían este territorio, a su legítimo dueño.
—¿Reino del Bosque Celestial? —el rey aún estaba atónito.
—¡Esas son estupideces! —Guillermo interrumpió—. ¡El Bosque Celestial es solo un mito!
—¡Ah! —el ojiverde miró hacia el hombre que estaba a la derecha del rey—. Debo entender que tu evitaste que el rey de este castillo, se enterara de ello, ¿me equivoco?
—Yo soy el príncipe Guillermo, ¡primogénito y primer heredero a la corona! —puso la mano en su pecho—. Y mi padre, el rey regente, me dio total libertad para tratar los asuntos políticos y solo informarle cuando fuera algo importante.
—Y la solicitud de dimitir y entregar el reino, ¿no es importante? —el rubio levantó una ceja, mirando al otro con indiferencia.
—¿Quién haría caso de unas cartas que provienen de un reino inexistente? —se defendió Guillermo con arrogancia.
—Y si es inexistente, ¿de dónde más podría venir un hechicero cómo yo? —comentó el rubio con sarcasmo—. No hay otro lugar en este mundo donde haya magia, a excepción del reino del Bosque Celestial —dijo con orgullo.
Alonso miró de reojo a su hijo y luego levantó el rostro— Guillermo tiene razón, el Bosque Celestial es solo un cuento para niños —sentenció—, pero no puedo negar que usted es alguien extraño y tal vez sus acciones solo sean un mero truco para fingir ser un hechicero —levantó una ceja—, he visto polvos, pociones y materiales, que causan reacciones químicas casi mágicas, pero eso no significa que los que las usen, sean hechiceros.
El rubio le dedicó una mirada fría y rechinó los dientes, antes de respirar profundo.
—Sabía que eran imbéciles, pero debo tenerles paciencia, porque mi pareja me pidió que fuera amable con ustedes —pasó la mano por su cabello— y aunque mi padre me dijo que viniera a destruirlos, decidí venir a hablar con calma, solo con mi guardia personal —hizo un ademán señalando a los hombres vestidos de negro que se mantenían en silencio—, pero sus trabajadores, igual que sus jefes, no tenían cerebro, así que tuvimos que atacar y dejar fuera de combate a todos —explicó calmadamente.
Alonso se estremeció, si lo que ese chico decía era cierto, no había nadie en el palacio, que pudiera acudir a ayudarlos.
—Es por eso, que me presentaré correctamente —prosiguió el otro y los miró con desdén—, soy Alejandro de León, principe heredero al reino del Bosque Celestial, Primer Archimago, líder de los caballeros Magi Kurthell y he venido a reclamar el reino Blausmeer para su legítimo heredero.
—¿Legítimo Heredero? —Alonso puso un gesto confuso.
—El legítimo heredero, ¡soy yo! —Guillermo puso la mano en su pecho.
—¡Silencio!
Alejandro hizo un ademán y los labios de Guillermo parecieron pegarse con pegamento, pues, aunque intentaba mover su quijada, estos no se despegaban y no permitían que ni una sola palabra saliera. Cayó hincado, intentando meter los dedos en su boca, sin conseguirlo; su esposa y madre se hincaron con él, asustadas por ver que no podía hablar y tratando de ayudarle de alguna manera.
—Su hijo es muy insolente —el ojiverde miró con molestia al rey.
Ante esa acción y muestra de algo sobrenatural, Alonso sintió que un escalofrío le recorría la piel «Acaso… ¿Realmente es magia?» Pensó con incredulidad.
Un carraspeo sacó a Alonso de su estupor.
—Disculpe mi intromisión —la voz de Emmanuel fue más tranquila, pues al ver lo que le había ocurrido a su hermano, no quería pasar por algo así, ni alterar más a su esposa que, parecía estar aterrada, aferrada fuertemente a su mano—, yo soy Emmanuel, el segundo príncipe de Blausmeer —se presentó haciendo una ligera reverencia— y me gustaría saber, ¿a qué legítimo heredero se refiere? —preguntó fríamente—. Los únicos herederos a la corona, somos Guillermo y yo.
—¡Por favor! —Alejandro entornó los ojos—. ¿Me vas a decir que, un forastero sabe más de las costumbres de este reino, que los miembros de la familia real?
Emmanuel pasó saliva, pero trató de mantenerse sereno, aunque sentía un temblor recorrer todo su cuerpo— conozco las costumbres de Blausmeer, por eso me intriga saber, ¿a qué se refiere con legítimo heredero? Mi padre no tiene más hijos —dijo con seguridad, pues sabía que todos los hijos ilegítimos de su padre estaban muertos.
—Lo dicho, ¡son estúpidos! —Alejandro masajeó sus sienes—. Pero está bien, se los diré —ladeó su rostro—, según sus tradiciones, solo los herederos con ojos azules, pueden aspirar al trono de Blausmeer —sonrió con sorna— y ninguno de ustedes los tiene, ¿me equivoco?
Emmanuel asintió— sí, es cierto —admitió—, pero mi padre no tiene más hijos y en ese caso, solo el primer heredero que tenga un descendiente con ojos azules, puede ser coronado rey —sonrió de lado, por eso Guillermo aún seguía siendo príncipe, ya que, aunque tenía dos hijos, ninguno tenía los ojos azules, cómo dictaba su tradición.
—Te equivocas —la voz de Alejandro pareció tener eco—. El rey de Blausmeer, tiene dos hijos más y uno de ellos, tiene los ojos azules cómo el océano, ¿no es así? —levantó una ceja y su mirada se posó el Alonso.
—¡¿Dos más?! —Blanca giró el rostro para ver a su marido—. ¡¿Cómo que dos más?! —de inmediato se puso de pie, olvidándose del problema de Guillermo—. ¡Creí que te deshiciste de todos los bastardos que tenías! —gritó con furia.
La respiración del rey se aceleró y por un momento, sintió que todo giraba a su alrededor, mientras su mente trabajaba con rapidez, tratando de pensar en algún otro hijo ilegítimo, que hubiera olvidado.
—No… —musitó, colocando las manos en la mesa, con el rostro hacia abajo, sin quitar el gesto contrariado de su rostro—. Todos están muertos —dijo con voz nerviosa, ya que había ordenado la ejecución de todos, años atrás—. Los últimos… Lo últimos de los que me deshice, fueron Erick y Agustín —dijo con rapidez—, pero ellos… Murieron hace dos años… —levantó el rostro—. Yo ordené que los ejecutaran —confesó—. No hay más —negó—. ¡No tuve más!
—¡Bien! —Alejandro aplaudió—. Me alegra que admitieras tu crimen, eso hará más fácil tu juicio —lo señaló con el índice—, pero permíteme sacarte de tu error —sonrió con burla—, Erick y Agustín, están vivos.
Alonso abrió los ojos con susto, mirando al rubio que estaba frente a él, como si se tratara un emisario de la mismísima muerte y tembló.
—No puede ser… —Emmanuel sintió que el mundo se abría bajo sus pies—. ¡Es imposible! —una risita nerviosa escapó de su boca—. Yo… ¡Yo heredé el ducado Becker! —puso la mano en su pecho—. ¡Erick murió! —gritó con fuerza.
Quería aferrarse a ese hecho, ya que, si Erick seguía vivo, al ser el único hijo del rey con ojos azules, realmente era el legítimo heredero del reino.
—No —el ojiverde negó—. Erick está vivo —dijo con voz seria— y es mi consorte —sentenció con orgullo—, además, en unos meses más, tendrá a nuestro heredero, por lo que yo seré coronado rey regente en unos días y —suspiró—, no quiero dejar que otros se encarguen de reclamar este territorio para mi amado esposo —se cruzó de brazos—, especialmente porque quiero entregárselo yo mismo, cómo regalo de cumpleaños y aniversario de boda.
Alonso y su familia se quedaron de piedra al escuchar esas palabras; parecían estatuas, tanto que, incluso Guillermo dejó de luchar contra lo que le ocurría y su aterrada mirada, estaba fija en Alejandro.
—Bien, si no hay más que discutir, ¿entregarán el reino por las buenas o —Alejandro movió las manos, las ráfagas de viento helado ingresaron por la única puerta abierta, llevando consigo grandes cantidades de nieve, que de inmediato se levantaron y formaron témpanos de hielo con forma de lanzas, apuntando hacia la familia real— tengo que tomarlo por las malas?
La sonrisa sádica en el rostro del rubio, les dijo a los otros que no podían negarse.
El rey, sentado en la cabecera de la mesa, tenía a su derecha a su hijo mayor, el futuro heredero al trono, en compañía de su esposa; a su izquierda, estaba Blanca, la reina consorte y después, Emmanuel, el segundo hijo, junto con su esposa, quien estaba embarazada, por lo que el príncipe, a pesar de que no era el heredero oficial, aun no perdía la esperanza de lograr ser el rey, especialmente si podía tener un hijo con ojos azules, pues los de su hermano, no tenían esa característica aún.
—Hace dos años, se anexó oficialmente el Ducado de Becker a la corona —comentó el rey, mientras cenaba con su familia— y desde entonces, el rendimiento de esas tierras no ha sido el mismo —su mirada azul se posó en su segundo hijo.
Desde que Erick había sido dado por muerto, el rey le dio a su segundo hijo las tierras de la Hacienda Becker y todo el ducado, para que las administrara, junto con su esposa, pero las cosas habían ido de mal en peor durante esos dos años.
—Por alguna razón, los conejos no se han reproducido cómo esperábamos —Emmanuel usó los cubiertos con elegancia—, pero esperamos que el próximo año haya más crías.
—Tal vez, debemos comprar otra raza y cruzarlos —Guillermo habló con frialdad—, seguramente la endogamia los está afectando, más que beneficiar —dijo con poco interés.
—Sí, yo también lo pienso —su hermano asintió—, por eso solicité a los comerciantes, que consiguieran razas de conejos de otros países y…
—No teníamos esos problemas cuando estaba Erick ahí y aún era un niño —mencionó su padre.
Emmanuel apretó los puños inconscientemente.
—Si, pero Erick ya no está —dijo entre dientes—, además, el conejo alfa, falleció pocos días después de que yo tomara posesión de ese lugar, porque ya estaba viejo y ningún otro, tiene las mismas características.
Blanca, al ver que su segundo hijo estaba molesto, trato de calmar la tensión.
—Alonso —dijo con voz suave para su esposo—, confía en Emmanuel, él sabrá manejar la situación.
El rey le dedicó una mirada indiferente a su esposa, pero no dijo más; sabía bien que ella defendería siempre a sus hijos, pero a él solo le interesaba que alguno de ellos tuviera un heredero con ojos azules, demostrando que era digno de ser el rey.
—Espero que la nueva mercancía mejore el rendimiento —dijo con voz fría—, de lo contrario, tendremos que hacer algo al respecto…
El silencio reinó una vez más entre los comensales que compartían en la cena, solo el sonido de los cubiertos se escuchaba con debilidad, por lo que, el golpe seco de las puertas, los estremeció a todos.
—¡Majestad! —uno de sus caballeros, dio unos pasos, ingresando al comedor, sus manos apretaban su vientre, tratando de evitar que la sangre brotara de una herida que tenía—. Nos… Atacan —su voz terminó en un susurro y se desplomó sobre la alfombra.
El soberano se puso de pie y le dedicó una mirada al capitán de su guardia, quien de inmediato, ordenó que se movilizaran todos los caballeros que estaban ahí para protección de la familia real.
Los guardias, se movieron con rapidez a la puerta, uno revisó a su compañero caído y suspiró aliviado— ¡sigue vivo! —dijo con rapidez para el líder.
—De acuerdo, ustedes, pongan a la familia real a salvo y…
Antes de que diera otra orden, una ráfaga de viento helado ingresó y pareció no solo congelarlos, sino que los hizo caer y perder el conocimiento también; el viento rodeó todo el comedor y los ventanales, cerrados por la temporada fría, se cubrieron de una capa de hielo, al igual que las demás puertas que había.
—¡¿Qué demonios está pasando?! —gritó Alonso, con miedo y ansiedad en su voz.
—¡¿Dónde están los demás guardias?! —Guillermo volteó a todos lados, dándose cuenta que la familia estaba sola.
—Los niños —su esposa tenía un gesto de terror.
—¡Hay que salir de aquí! —Emmanuel se puso de pie y sujetó la mano de su esposa, ya que quería ponerla a salvo, para que el bebé que estaba gestándose, no se perdiera.
—Nadie se irá…
La voz grave se escuchó y heló la sangre de los presentes.
Varias esferas neblinosas ingresaron por la puerta, colocándose alrededor del comedor, justo como antes habían estado los guardias y empezaron a tomar forma humana, con ropas oscuras; sus miradas ambarinas se mantenían fijas en las personas de la mesa, pero no dijeron nada.
—¡¿Quiénes son ustedes?! —gritó Alonso, al ver a esos desconocidos.
—Pero qué maleducados…
La voz fría retumbó en la mente de todos y el ruido de un golpe seco, hizo gritar a las mujeres y dejar atónitos a los varones.
Algo había destrozado el techo y cayó, junto con enormes piedras y algunos muebles de los otros pisos, enfrente de la mesa, dejando una estela de polvo y nieve, que les ocasionó dificultad para ver y respirar.
—¡Qué castillo tan mediocre! —el joven rubio que estaba frente a ellos, sacudió la manga de su saco blanco—. Ya sabía que no tenían barreras mágicas, pero incluso, la construcción es de baja calidad, no necesité imprimir mucha fuerza para destruir gran parte del techo y eso que me contuve —se burló.
Alonso tosió un poco, antes de poder hablar— ¿Quién…? ¡¿Quién diablos eres tú?! —preguntó con arrogancia.
—Que manera tan vulgar de hablar ante la persona que viene de visita diplomática —sonrió el ojiverde—, pero está bien, lo dejaré pasar porque, creo que llegué de manera hostil —se alzó de hombros—. Aunque tuve que hacerlo, ya que, desde hace un año, hemos enviado mensajes y no hemos tenido respuesta.
—¿Mensajes? —Alonso frunció el ceño.
—¿Acaso no se ha enterado? —preguntó el recién llegado con burla—. Desde hace un año, el reino del Bosque Celestial, le ha enviado mensajes para llegar a un acuerdo de cómo entregarían este territorio, a su legítimo dueño.
—¿Reino del Bosque Celestial? —el rey aún estaba atónito.
—¡Esas son estupideces! —Guillermo interrumpió—. ¡El Bosque Celestial es solo un mito!
—¡Ah! —el ojiverde miró hacia el hombre que estaba a la derecha del rey—. Debo entender que tu evitaste que el rey de este castillo, se enterara de ello, ¿me equivoco?
—Yo soy el príncipe Guillermo, ¡primogénito y primer heredero a la corona! —puso la mano en su pecho—. Y mi padre, el rey regente, me dio total libertad para tratar los asuntos políticos y solo informarle cuando fuera algo importante.
—Y la solicitud de dimitir y entregar el reino, ¿no es importante? —el rubio levantó una ceja, mirando al otro con indiferencia.
—¿Quién haría caso de unas cartas que provienen de un reino inexistente? —se defendió Guillermo con arrogancia.
—Y si es inexistente, ¿de dónde más podría venir un hechicero cómo yo? —comentó el rubio con sarcasmo—. No hay otro lugar en este mundo donde haya magia, a excepción del reino del Bosque Celestial —dijo con orgullo.
Alonso miró de reojo a su hijo y luego levantó el rostro— Guillermo tiene razón, el Bosque Celestial es solo un cuento para niños —sentenció—, pero no puedo negar que usted es alguien extraño y tal vez sus acciones solo sean un mero truco para fingir ser un hechicero —levantó una ceja—, he visto polvos, pociones y materiales, que causan reacciones químicas casi mágicas, pero eso no significa que los que las usen, sean hechiceros.
El rubio le dedicó una mirada fría y rechinó los dientes, antes de respirar profundo.
—Sabía que eran imbéciles, pero debo tenerles paciencia, porque mi pareja me pidió que fuera amable con ustedes —pasó la mano por su cabello— y aunque mi padre me dijo que viniera a destruirlos, decidí venir a hablar con calma, solo con mi guardia personal —hizo un ademán señalando a los hombres vestidos de negro que se mantenían en silencio—, pero sus trabajadores, igual que sus jefes, no tenían cerebro, así que tuvimos que atacar y dejar fuera de combate a todos —explicó calmadamente.
Alonso se estremeció, si lo que ese chico decía era cierto, no había nadie en el palacio, que pudiera acudir a ayudarlos.
—Es por eso, que me presentaré correctamente —prosiguió el otro y los miró con desdén—, soy Alejandro de León, principe heredero al reino del Bosque Celestial, Primer Archimago, líder de los caballeros Magi Kurthell y he venido a reclamar el reino Blausmeer para su legítimo heredero.
—¿Legítimo Heredero? —Alonso puso un gesto confuso.
—El legítimo heredero, ¡soy yo! —Guillermo puso la mano en su pecho.
—¡Silencio!
Alejandro hizo un ademán y los labios de Guillermo parecieron pegarse con pegamento, pues, aunque intentaba mover su quijada, estos no se despegaban y no permitían que ni una sola palabra saliera. Cayó hincado, intentando meter los dedos en su boca, sin conseguirlo; su esposa y madre se hincaron con él, asustadas por ver que no podía hablar y tratando de ayudarle de alguna manera.
—Su hijo es muy insolente —el ojiverde miró con molestia al rey.
Ante esa acción y muestra de algo sobrenatural, Alonso sintió que un escalofrío le recorría la piel «Acaso… ¿Realmente es magia?» Pensó con incredulidad.
Un carraspeo sacó a Alonso de su estupor.
—Disculpe mi intromisión —la voz de Emmanuel fue más tranquila, pues al ver lo que le había ocurrido a su hermano, no quería pasar por algo así, ni alterar más a su esposa que, parecía estar aterrada, aferrada fuertemente a su mano—, yo soy Emmanuel, el segundo príncipe de Blausmeer —se presentó haciendo una ligera reverencia— y me gustaría saber, ¿a qué legítimo heredero se refiere? —preguntó fríamente—. Los únicos herederos a la corona, somos Guillermo y yo.
—¡Por favor! —Alejandro entornó los ojos—. ¿Me vas a decir que, un forastero sabe más de las costumbres de este reino, que los miembros de la familia real?
Emmanuel pasó saliva, pero trató de mantenerse sereno, aunque sentía un temblor recorrer todo su cuerpo— conozco las costumbres de Blausmeer, por eso me intriga saber, ¿a qué se refiere con legítimo heredero? Mi padre no tiene más hijos —dijo con seguridad, pues sabía que todos los hijos ilegítimos de su padre estaban muertos.
—Lo dicho, ¡son estúpidos! —Alejandro masajeó sus sienes—. Pero está bien, se los diré —ladeó su rostro—, según sus tradiciones, solo los herederos con ojos azules, pueden aspirar al trono de Blausmeer —sonrió con sorna— y ninguno de ustedes los tiene, ¿me equivoco?
Emmanuel asintió— sí, es cierto —admitió—, pero mi padre no tiene más hijos y en ese caso, solo el primer heredero que tenga un descendiente con ojos azules, puede ser coronado rey —sonrió de lado, por eso Guillermo aún seguía siendo príncipe, ya que, aunque tenía dos hijos, ninguno tenía los ojos azules, cómo dictaba su tradición.
—Te equivocas —la voz de Alejandro pareció tener eco—. El rey de Blausmeer, tiene dos hijos más y uno de ellos, tiene los ojos azules cómo el océano, ¿no es así? —levantó una ceja y su mirada se posó el Alonso.
—¡¿Dos más?! —Blanca giró el rostro para ver a su marido—. ¡¿Cómo que dos más?! —de inmediato se puso de pie, olvidándose del problema de Guillermo—. ¡Creí que te deshiciste de todos los bastardos que tenías! —gritó con furia.
La respiración del rey se aceleró y por un momento, sintió que todo giraba a su alrededor, mientras su mente trabajaba con rapidez, tratando de pensar en algún otro hijo ilegítimo, que hubiera olvidado.
—No… —musitó, colocando las manos en la mesa, con el rostro hacia abajo, sin quitar el gesto contrariado de su rostro—. Todos están muertos —dijo con voz nerviosa, ya que había ordenado la ejecución de todos, años atrás—. Los últimos… Lo últimos de los que me deshice, fueron Erick y Agustín —dijo con rapidez—, pero ellos… Murieron hace dos años… —levantó el rostro—. Yo ordené que los ejecutaran —confesó—. No hay más —negó—. ¡No tuve más!
—¡Bien! —Alejandro aplaudió—. Me alegra que admitieras tu crimen, eso hará más fácil tu juicio —lo señaló con el índice—, pero permíteme sacarte de tu error —sonrió con burla—, Erick y Agustín, están vivos.
Alonso abrió los ojos con susto, mirando al rubio que estaba frente a él, como si se tratara un emisario de la mismísima muerte y tembló.
—No puede ser… —Emmanuel sintió que el mundo se abría bajo sus pies—. ¡Es imposible! —una risita nerviosa escapó de su boca—. Yo… ¡Yo heredé el ducado Becker! —puso la mano en su pecho—. ¡Erick murió! —gritó con fuerza.
Quería aferrarse a ese hecho, ya que, si Erick seguía vivo, al ser el único hijo del rey con ojos azules, realmente era el legítimo heredero del reino.
—No —el ojiverde negó—. Erick está vivo —dijo con voz seria— y es mi consorte —sentenció con orgullo—, además, en unos meses más, tendrá a nuestro heredero, por lo que yo seré coronado rey regente en unos días y —suspiró—, no quiero dejar que otros se encarguen de reclamar este territorio para mi amado esposo —se cruzó de brazos—, especialmente porque quiero entregárselo yo mismo, cómo regalo de cumpleaños y aniversario de boda.
Alonso y su familia se quedaron de piedra al escuchar esas palabras; parecían estatuas, tanto que, incluso Guillermo dejó de luchar contra lo que le ocurría y su aterrada mirada, estaba fija en Alejandro.
—Bien, si no hay más que discutir, ¿entregarán el reino por las buenas o —Alejandro movió las manos, las ráfagas de viento helado ingresaron por la única puerta abierta, llevando consigo grandes cantidades de nieve, que de inmediato se levantaron y formaron témpanos de hielo con forma de lanzas, apuntando hacia la familia real— tengo que tomarlo por las malas?
La sonrisa sádica en el rostro del rubio, les dijo a los otros que no podían negarse.
—Erick, ¿seguro que puedes salir?
Agustín acompañaba a su hermano, mientras el otro caminaba con paso lento, recorriendo el jardín cercano a sus aposentos; quería sujetarlo de la mano, por si tropezaba, ayudarle de inmediato, pero él tampoco podía correr riesgos.
—Estoy bien, Agus —sonrió el ojiazul y acarició su vientre ligeramente abultado, que se notaba a través de la ropa que usaba—, además, tu también debes cuidarte —dijo con seriedad.
—Lo sé —el menor frunció el ceño, aunque aún era menor de edad, ya se había casado con Julián y él también estaba en el mismo estado que su hermano—, pero yo no estoy tan…
—¿Gordo? —Erick levantó una ceja y luego suspiró—. Sí, lo sé —arrugó la nariz—. Mamá Ale dijo que, en su familia, hubo antecedentes de embarazos múltiples, así que, tiene la sospecha de que, dentro de mí, no hay solo un cachorro.
—¡¿En serio?! —Agustín se asustó.
—¡Shh! —silenció el otro—. Baja la voz —pidió nerviosamente—, aun no se lo he dicho a Alex, primero lo confirmaré con mamá Ale, esta noche, si es cierto, será un bonito regalo de aniversario para mi esposo.
—Y eso, ¿cómo se confirma? —curioseó el menor.
—Pues… Mamá Ale dijo que, entre los consortes, hay un hechizo que se puede hacer para confirmar sospechas, pero apenas lo voy a intentar hoy —observó su mano con cansancio.
Después de casarse con Alejandro, le enseñaron a usar la energía espiritual, para poder realizar conjuros y hechizos, pero como no era un Magi legítimo, le tomaba más tiempo, igual que a Agustín.
Ale le había dicho que no se preocupara, ya que seguramente terminaría dominando la magia, justo como él, quien tampoco era un Magi de nacimiento; había sido príncipe en otro reino, hasta que Diego lo tomó como su esposo, pero a diferencia de Alex y Erick, ellos no tuvieron un heredero tan pronto, por lo que Ale tuvo varios años para aprender un poco de magia y además, pasó por un ritual para tener la misma longevidad que su esposo.
—¡Por fin los encuentro!
La voz que escucharon, los hizo voltear hacia atrás, encontrándose a un gato etéreo, que de inmediato, tomó forma humana.
Marcel puso las manos en su cadera— saben que ninguno debería estar afuera, ¿cierto? —preguntó con seriedad.
—Tú tampoco deberías estar afuera —Erick miró el vientre del castaño con nervios— y no creo que, en tu estado, debas convertirte en animal…
—¡Estás a punto de estallar! —Agustín se estremeció.
—No exageres —entornó los ojos—, me faltan algunos meses para eso —le restó importancia—, además, yo soy un Magi —puso la mano en su pecho—, sé cuidarme bien —dijo con orgullo—, pero ustedes ¡no! —señaló—. Su majestad Ale, Nana Reina y Joseph, ¡movilizaron a todo el palacio para buscarlos!
—Pero solo estamos caminando por el jardín —Erick no comprendía por qué tanto alboroto.
—Si, pero seguramente bajaron las escalinatas del balcón, ¿cierto? —Marcel acomodó sus gafas—. Desde hace un par de semanas, las nevadas iniciaron y los escalones son resbaladizos, no deberían tomar tanto riesgo.
—Alex puso un hechizo para evitar eso —Erick se alzó de hombros—, sabe que me gusta salir a pintar por aquí y…
—Déjame anotar eso —Marcel apareció una tablilla con papel y una pluma—, ‘el príncipe Alejandro dio permiso para que el príncipe consorte Erick, se pusiera en riesgo’ —dijo mientras escribía—. Listo, ahora solo se lo tengo que comunicar a su majestad —con un movimiento, el papel tomó forma de ave y voló hacia el castillo.
—¡No tenías que hacer eso! —Erick se asustó.
—Tenía que desquitarme —el de lentes desapareció los objetos y se cruzó de brazos con dificultad—, tu esposo —dijo con molestia—, se llevó a mi esposo —especificó— desde el solsticio y lo peor, ¡aun no vuelve! —reclamó.
—También se llevó a Juls —Agustín soltó un suspiro.
Erick hizo un mohín— sé que el solsticio es un día especial —bajó el rostro con tristeza—, pero Alex no puede salir sin los caballeros Magi —dijo con suavidad, pues las parejas de los otros dos, eran parte de ese grupo—, pero ¡prometió que volvería antes de mañana! —aseguró, ya que al día siguiente era su cumpleaños y aniversario de bodas.
—Más le vale —Marcel entrecerró los ojos—. Los preparativos para mañana ya están listos, e incluso, ya están casi todos los invitados hospedados en el palacete secundario —añadió con frialdad—, no sería bueno tener que cancelar todo, solo porque al futuro rey se le olvidó cumplir su palabra.
—Me están zumbando los oídos…
La voz se escuchó y un remolino apareció tras Erick, sobresaltando al pelinegro. Alejandro tomó forma y abrazó a su esposo, por la espalda, depositando un beso en la mejilla.
—¡Bienvenido! —Erick se giró y recibió otro beso en los labios.
—Lamento la demora, Conejo —señaló el ojiverde—, los negocios se prolongaron más de lo esperado —se excusó con rapidez.
—¿Y mi esposo? —Marcel se cruzó de brazos.
—Julián y Miguel llegarán en cualquier momento —anunció—, tranquilos, nada malo les ocurrió —dijo con total seguridad.
Con esas palabras, Agustín respiró más tranquilo; no había preguntado, pues espera el momento adecuado, pero agradeció que Marcel fuera más directo.
—¿Por qué tardaste tanto? —Erick pasó la mano por el cuello de su esposo.
—Porque quería dejar todo listo para mañana —sonrió con orgullo—. Quiero que, el regalo que preparé para tu cumpleaños y nuestro aniversario, ¡sea perfecto!
—Sabes que no tenías que conseguirme nada —Erick le sonrió ilusionado.
—Lo sé, pero quería darte algo que mereces…
Agustín acompañaba a su hermano, mientras el otro caminaba con paso lento, recorriendo el jardín cercano a sus aposentos; quería sujetarlo de la mano, por si tropezaba, ayudarle de inmediato, pero él tampoco podía correr riesgos.
—Estoy bien, Agus —sonrió el ojiazul y acarició su vientre ligeramente abultado, que se notaba a través de la ropa que usaba—, además, tu también debes cuidarte —dijo con seriedad.
—Lo sé —el menor frunció el ceño, aunque aún era menor de edad, ya se había casado con Julián y él también estaba en el mismo estado que su hermano—, pero yo no estoy tan…
—¿Gordo? —Erick levantó una ceja y luego suspiró—. Sí, lo sé —arrugó la nariz—. Mamá Ale dijo que, en su familia, hubo antecedentes de embarazos múltiples, así que, tiene la sospecha de que, dentro de mí, no hay solo un cachorro.
—¡¿En serio?! —Agustín se asustó.
—¡Shh! —silenció el otro—. Baja la voz —pidió nerviosamente—, aun no se lo he dicho a Alex, primero lo confirmaré con mamá Ale, esta noche, si es cierto, será un bonito regalo de aniversario para mi esposo.
—Y eso, ¿cómo se confirma? —curioseó el menor.
—Pues… Mamá Ale dijo que, entre los consortes, hay un hechizo que se puede hacer para confirmar sospechas, pero apenas lo voy a intentar hoy —observó su mano con cansancio.
Después de casarse con Alejandro, le enseñaron a usar la energía espiritual, para poder realizar conjuros y hechizos, pero como no era un Magi legítimo, le tomaba más tiempo, igual que a Agustín.
Ale le había dicho que no se preocupara, ya que seguramente terminaría dominando la magia, justo como él, quien tampoco era un Magi de nacimiento; había sido príncipe en otro reino, hasta que Diego lo tomó como su esposo, pero a diferencia de Alex y Erick, ellos no tuvieron un heredero tan pronto, por lo que Ale tuvo varios años para aprender un poco de magia y además, pasó por un ritual para tener la misma longevidad que su esposo.
—¡Por fin los encuentro!
La voz que escucharon, los hizo voltear hacia atrás, encontrándose a un gato etéreo, que de inmediato, tomó forma humana.
Marcel puso las manos en su cadera— saben que ninguno debería estar afuera, ¿cierto? —preguntó con seriedad.
—Tú tampoco deberías estar afuera —Erick miró el vientre del castaño con nervios— y no creo que, en tu estado, debas convertirte en animal…
—¡Estás a punto de estallar! —Agustín se estremeció.
—No exageres —entornó los ojos—, me faltan algunos meses para eso —le restó importancia—, además, yo soy un Magi —puso la mano en su pecho—, sé cuidarme bien —dijo con orgullo—, pero ustedes ¡no! —señaló—. Su majestad Ale, Nana Reina y Joseph, ¡movilizaron a todo el palacio para buscarlos!
—Pero solo estamos caminando por el jardín —Erick no comprendía por qué tanto alboroto.
—Si, pero seguramente bajaron las escalinatas del balcón, ¿cierto? —Marcel acomodó sus gafas—. Desde hace un par de semanas, las nevadas iniciaron y los escalones son resbaladizos, no deberían tomar tanto riesgo.
—Alex puso un hechizo para evitar eso —Erick se alzó de hombros—, sabe que me gusta salir a pintar por aquí y…
—Déjame anotar eso —Marcel apareció una tablilla con papel y una pluma—, ‘el príncipe Alejandro dio permiso para que el príncipe consorte Erick, se pusiera en riesgo’ —dijo mientras escribía—. Listo, ahora solo se lo tengo que comunicar a su majestad —con un movimiento, el papel tomó forma de ave y voló hacia el castillo.
—¡No tenías que hacer eso! —Erick se asustó.
—Tenía que desquitarme —el de lentes desapareció los objetos y se cruzó de brazos con dificultad—, tu esposo —dijo con molestia—, se llevó a mi esposo —especificó— desde el solsticio y lo peor, ¡aun no vuelve! —reclamó.
—También se llevó a Juls —Agustín soltó un suspiro.
Erick hizo un mohín— sé que el solsticio es un día especial —bajó el rostro con tristeza—, pero Alex no puede salir sin los caballeros Magi —dijo con suavidad, pues las parejas de los otros dos, eran parte de ese grupo—, pero ¡prometió que volvería antes de mañana! —aseguró, ya que al día siguiente era su cumpleaños y aniversario de bodas.
—Más le vale —Marcel entrecerró los ojos—. Los preparativos para mañana ya están listos, e incluso, ya están casi todos los invitados hospedados en el palacete secundario —añadió con frialdad—, no sería bueno tener que cancelar todo, solo porque al futuro rey se le olvidó cumplir su palabra.
—Me están zumbando los oídos…
La voz se escuchó y un remolino apareció tras Erick, sobresaltando al pelinegro. Alejandro tomó forma y abrazó a su esposo, por la espalda, depositando un beso en la mejilla.
—¡Bienvenido! —Erick se giró y recibió otro beso en los labios.
—Lamento la demora, Conejo —señaló el ojiverde—, los negocios se prolongaron más de lo esperado —se excusó con rapidez.
—¿Y mi esposo? —Marcel se cruzó de brazos.
—Julián y Miguel llegarán en cualquier momento —anunció—, tranquilos, nada malo les ocurrió —dijo con total seguridad.
Con esas palabras, Agustín respiró más tranquilo; no había preguntado, pues espera el momento adecuado, pero agradeció que Marcel fuera más directo.
—¿Por qué tardaste tanto? —Erick pasó la mano por el cuello de su esposo.
—Porque quería dejar todo listo para mañana —sonrió con orgullo—. Quiero que, el regalo que preparé para tu cumpleaños y nuestro aniversario, ¡sea perfecto!
—Sabes que no tenías que conseguirme nada —Erick le sonrió ilusionado.
—Lo sé, pero quería darte algo que mereces…
Glosario:
Magi: Es la palabra ara referirse a Magos o Hechiceros, aquellos que pueden utilizar magia.
Kurthell: Esta es una palabra combinada. Kurt, en turco, significa Lobo, haciendo alusión a lo que se transforman los Magis que protegen a la familia real. Y Hell, bueno, es infierno, por lo que literalmente sería “Lobos del infierno”
Magi: Es la palabra ara referirse a Magos o Hechiceros, aquellos que pueden utilizar magia.
Kurthell: Esta es una palabra combinada. Kurt, en turco, significa Lobo, haciendo alusión a lo que se transforman los Magis que protegen a la familia real. Y Hell, bueno, es infierno, por lo que literalmente sería “Lobos del infierno”
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