Capítulo X
Después de la coronación oficial de Alejandro y Erick, como reyes regentes, muchos súbditos fueron a presentar respeto. La fiesta por dicha celebración, no solo se limitaba al interior del castillo, ya que a los plebeyos se les realizó un gran festival en honor a los nuevos soberanos, con suficiente comida y bebida para que el festejo durara varios días.
El enorme palacio se encontraba decorado con las flores que al príncipe consorte le gustaban, la música sonaba y el lugar estaba lleno de los Magis más fieles a la corona y sus familiares. Debido a que, después de siglos de mantenerse aislados, e reino volvía a abrir sus puertas para relaciones exteriores, habría visitantes de otros reinos y precisamente por ello, la seguridad era mucho mayor.
Los nuevos reyes regentes ocupaban el trono principal y los anteriores soberanos, se encontraban en un balcón cercano, observando la situación con mucha atención; especialmente Diego de León, quien quería asegurarse de que las intenciones de los diplomáticos que acudían a la recepción eran buenas y por ello, le indicó a su hijo que desplegara una barrera para protegerse, en caso de un ataque, pese a saber que ningún otro país podía usar magia.
—Ya me quiero ir —musitó Erick, inclinándose hacia su esposo—. Tengo hambre y necesito estirar mis músculos.
El rubio sonrió débilmente— es normal —suspiró—, llevamos toda la mañana recibiendo a los invitados.
—¿Faltan muchos?
—No, de hecho, sólo faltan unos invitados más… —el rubio acarició el rostro de su esposo—. Dejé lo mejor para el final.
—¿Lo mejor? —el ojiazul no entendía.
Alejandro no respondió, solo le guiñó el ojo y le dio un ligero apretón de manos; momentos después, la música se detuvo y el encargado de los anuncios, levantó la voz.
—Ante ustedes, el anterior soberano del reino Blausmeer, su esposa e hijos.
Erick sintió que el aire se le escapaba de los pulmones; no supo cómo reaccionar al saber que tendría a su padre y hermanos enfrente, simplemente apretó la mano de su esposo con ansiedad.
—Tranquilo, Conejo —el rubio le sonrió conciliador.
—Pero… —la voz se perdió y la mano libre de Erick fue a su vientre de manera instintiva, queriendo proteger las vidas que llevaba dentro.
Desde lo ocurrido aquella noche dos años antes, en la que intentaron matarlo, supo que su padre había ordenado su muerte y tenía miedo que volviera a intentarlo.
Alejandro notó su inquietud, por lo que acercó la mano que aun sostenía y le besó el dorso, tratando de calmarlo.
Erick contuvo la respiración y cuando observó a su padre, madrastra y hermanos, ingresar por la puerta y acercarse, poco a poco comenzó a respirar lentamente, aunque ahora su desconcierto era por otra razón.
Toda su antigua familia llevaba ropa elegante, pero nada que simbolizara ser miembro de la familia real de su; además el gesto de todos, especialmente de la esposa de su padre, era de claro desagrado, obviando que no deseaban estar ahí.
Pero lo más llamativo era que Alonso portaba en sus manos un gran cojín rojo, aterciopelado y sobre el mismo, la corona que solo podía usar el soberano del reino Blausmeer.
Cuando los cuatro lelgaron al inicio de las escalinatas de las gradas del trono, se inclinaron con sumisión y el silencio reinó por un momento.
—He traído la corona del reino Blausmeer —anunció Alonso con frialdad—, para entregársela al legítimo heredero del reino.
Erick seguía sin comprender y solo atinó a buscar con la mirada a su esposo; Alejandro sonrió con suficiencia.
—Debo entender que, con este acto, admite que el reino de Blausmeer le pertenece a mi consorte y nadie más de su familia, intentará obtener lo que no les pertenece, ¿correcto?
Alonso le dedicó una mirada furiosa al rubio; ya habían aceptado todos los términos en privado, pero no había imaginado que el otro quisiera humillarlos de esa manera, delante de otros países, aún así, todavía tenía una carta más para jugar, esperando lograr recuperar no solo su posición, sino su dignidad.
—Erick es el único de mis hijos con ojos azules —señaló con voz ronca—, por eso le corresponde el trono —sonrió de lado y ese gesto no le gustó para nada a Alejandro—, pero ahora es consorte del rey del Bosque Celestial —señaló con obviedad—, mi hijo, podría renunciar al trono y permitir que uno de sus hermanos se convierta en rey.
Alejandro se puso de pie y con ello, los caballeros Magi Kurthell se movilizaron, apareciendo de inmediato, rodeando a los visitantes, esperando una simple seña para atacar a esa familia sin piedad, especialmente Julián, quien aun quería vengarse por el daño que le intentaron hacer a su pareja.
En un balcón, Agustín miró la escena y quiso ir hacia su hermano, pero Marcel se lo impidió, ya que era obvio que las cosas no resultarían sencillas y no debía ponerse en riesgo.
El rubio dio un paso y bajó un peldaño del trono, puso su mano hacia enfrente, la cual se cubrió de un halo azul— estás tentando a tu suerte, Salazar —dijo entre dientes.
—Solo estoy señalando lo obvio —Alonso se irguió—, Guillermo o Emmanuel, tienen más experiencia en cuanto a administrar tierras —insistió y sus hijos se irguieron con orgullo tras de él, con un gesto de suficiencia—, si alguno de ellos se convierte en el rey de Blausmeer, el Bosque Celestial tendrá a un fuerte aliado, país fronterizo con acceso al mar y emparentado por lazos sanguíneos —su mirada azul se posó sobre Erick—. ¿No crees que es lo más correcto, Erick?
Alejandro miró hacia el trono, dónde su esposo aun estaba sentado, pero el ojiazul no se había movido de su lugar, por lo que la mirada verde buscó el balcón donde estaban sus padres; su madre estaba sentado, con un gesto preocupado en su rostro, pero Diego estaba de pie, mirando la escena y con el simple gesto que tenía, Alejandro entendió que debía eliminar a los visitantes.
—¡Se acabó!
Sentenció el rubio, pero antes de lanzar un hechizo, la voz de Erick interrumpió el momento.
—Detente, Alex…
El rubio detuvo su ataque y volteó a ver a su esposo; Alonso sonrió, al imaginar que había logrado su meta y Erick estaba por cederle el reino Blausmeer por propia voluntad.
El pelinegro respiró profundamente— no estoy de acuerdo —dijo con calma—. No es correcto que te entregue lo que me corresponde por derecho, padre —levantó el rostro y por primera vez en su vida, le sostuvo la mirada a su progenitor.
Alonso se sorprendió de ver el gesto de su hijo, pues ese niño que nunca se había revelado ante sus órdenes, ahora lo miraba con frialdad y algo de indiferencia, manteniendo un aire digno y orgulloso.
—Según las tradiciones de Blausmeer, el trono le pertenece a aquel que lleva en su sangre el linaje real y en sus ojos, el color del mar —se irguió en su asiento—. Ha sido así por generaciones y no pienso ceder ante ti, ni ante tus otros hijos, favorecidos solo por ser los hijos de tu emperatriz consorte.
Con lentitud, Erick intentó ponerse de pie, pero debido a su condición se le dificultó, por lo cual, Alejandro volvió sus pasos y le ayudó a incorporarse.
—La corona es mía —anunció el ojiazul al estar de pie y dio un paso hacia el frente— y siendo el legítimo soberano de Blausmeer, añadiré todo el territorio al reino del Bosque Celestial, para que mi esposo y futuros hijos —acarició su vientre—, gobiernen esas tierras —respiró profundamente, antes de sonreír— y es mi última palabra —sentenció.
Alonso se quedó completamente estático, anonadado por la respuesta de Erick, a quien había educado en su momento para ser completamente dócil y obedecer todo lo que él dijera, por ello, nunca imaginó que, en ese momento, se negaría a acatar sus órdenes.
—Pero… ¡Yo soy tu padre! —puso una mano en su pecho—. ¡Tú rey! —gritó—. ¡Sé lo que es mejor para ti!
—¡¿Acaso te han lavado el cerebro?! —interrumpió Guillermo—. ¡¿Cómo te atreves a hablarle así a papá?!
—Tienes que ver a futuro Erick —Emmanuel intentó convencerlo de otra manera, temiendo causar la ira de los hombres que los rodeaban—, ¡somos tu familia! —señaló con rapidez—. Conocemos el reino mejor que tú, ¡¿acaso no lo entiendes?!
Mientras ellos replicaban, Erick sujetó la mano de su esposo— amor —dijo con voz dulce—, estas personas me esta alterando —ladeó el rostro—, no deseo verlos más, pero por favor, no los lastimen —especificó—, seguramente, las esposas de mis hermanos los están esperando —sabía que Guillermo y Emmanuel estaban casados, pero no había visto a sus esposas ese día, por lo que debía ser considerado—. Déjalos ir y que cada uno busque la manera de sobrevivir como plebeyos, en las tierras de Blausmeer —les dedicó una mirada indiferente—, seguramente, los súbditos de mi reino, los tratarán de la misma manera en la que ellos los trataron.
Alejandro acaricio una mejilla de Erick y sonrió— cómo desees —le dio un beso fugaz y luego se apartó—. ¡Llévenselos!
Todos sus guardias se movieron y guiaron a la mujer con mayor amabilidad que a los hombres, a quienes llevaban casi a rastras; no tenían intenciones de cooperar, especialmente a Alonso, quien intentaba soltarse para ir hacia su hijo.
—No, esperen, ¡Erick! ¡Escúchame! ¡Estás cometiendo un error! ¡Entiende!
Los gritos solo se dejaron de escuchar, cuando salieron del salón, pero seguramente Alonso, Guillermo y Emmanuel, seguirían gritando y forcejeando para que los liberaran.
Sin decir nada más, Erick volvió a su lugar y se sentó, manteniendo una pose altiva, mientras su esposo se dirigía a todas las personas que aun estaban en ese salón.
—Bien —Alejandro levantó la voz—, se acabaron las visitas —dijo con frialdad—, ahora mismo comenzará la recepción en el salón principal —dijo con rapidez—. Todos los que son bienvenidos, serán llevados a que disfruten de nuestra hospitalidad —sentenció con voz seria—, en un momento, mi esposo y yo los acompañaremos.
Con esas palabras, todos los presentes comenzaron a ir hacia las puertas, siendo guiados por algunos Magis, quienes evitaban que fueran a molestar a los soberanos.
Mientras la gente se retiraba, Alejandro fue hasta donde la corona del reino Blausmeer había quedado tirada, ya que, durante el forcejeo, el padre del ojiazul la soltó.
El rubio regreso y se puso frente a su esposo, colocando una rodilla en el piso— esto es tuyo —dijo con voz amable, acercándole la corona a las manos.
Erick la sujetó y la observó con detenimiento, antes de negar— no la voy a usar —ladeó el rostro—, ya tengo una —sonrió.
Esa misma mañana, había recibido la corona que le correspondía por ser el rey consorte y no pensaba cambiar esa joya por un aro que solo le traía malos recuerdos.
—Lamento haberte hecho pasar un mal momento —Alejandro negó—, no lo había planeado así, pero no pensé que tu padre intentaría…
—No te preocupes —Erick negó—, es obvio que iba a intentar lo que fuera, para no perder su posición —se alzó de hombros.
—Pero arruinó mi regalo para ti.
—¿Regalo? —Erick frunció el ceño.
—Sí, mi regalo de cumpleaños y aniversario, era entregarte el reino Blausmeer de manera pacífica.
El ojiazul hizo un mohín— no fue un buen regalo —negó—, tendrás que pensar en otro.
—Aún tengo algunas horas de este día, para darte algo…
—Sí y tienes que esforzarte más —sonrió—. Aunque yo también te tengo un regalo de aniversario —Erick mordió su labio y luego sonrió—, ¿lo quieres?
—¡Claro!
—De acuerdo…
Erick dejó la corona del reino Blausmeer a un lado y sujetó las manos de su esposo.
—Cierra los ojos.
—¿Me vas a dar un beso? —Alejandro sonrió divertido.
—Te daré otra cosa, que espero te guste más que un simple beso —especificó el ojiazul.
—¿Vamos a hacer algo impropio en este salón, ahora que estamos solos? —preguntó con picardía y se relamió los labios.
—¡No! —Erick negó—. Deja de adivinar y cierra los ojos.
—Está bien, está bien…
Finalmente, el rubio cerró los ojos, pero se mantenía expectante; no imaginaba qué era lo que el otro iba a darle.
Erick respiró profundamente y en voz baja, comenzó a recitar unas palabras. Alejandro escuchó el cantico y su gesto cambió a uno de confusión; era obvio que su esposo estaba recitado un hechizo, pero no lograba identificarlo y eso le parecía muy extraño, ya que se suponía que él conocía todos los hechizos de los Magis.
Poco a poco, las manos del rubio aumentaron de temperatura y Erick las llevó a su vientre, respirado con calma, tratando de que su esposo se diera cuenta de lo que él ya sabía.
Alejandro supo de inmediato que tocaba el vientre de su esposo, pero había algo más; casi podía ver, aun con los ojos cerrados, una pequeña figura ligeramente definida. Era el bebé y eso lo hizo sonreír al saber que podía percibir a su hijo, pero apenas estaba comprendiendo el hechizo, cuando notó una segunda forma y dos corazones latiendo a la par; eso lo sorprendió tanto, que abrió los ojos de inmediato.
—¿Qué…? —levantó el rostro y observó el gesto feliz de Erick—. ¿Son…? —titubeó—. ¿Dos?
El ojiazul asintió— sí, vamos a tener dos —confirmó.
—Espera… —El rubio frunció el ceño—. ¡¿Desde cuándo lo sabes?!
—Desde anoche —Erick titubeó—, ¿no estás feliz?
—¡Claro que estoy feliz! —sonrió y se movió hasta besar los labios de Erick—. Es solo que, no imaginé que tendríamos dos al mismo tiempo.
—Yo tampoco —el ojiazul se alzó de hombros—, pero eso responde el por qué estoy tan gordo, pese a los pocos meses que tengo.
—¿Sabes lo que eso significa? —Alejandro se puso de pie y ayudó a su esposo a levantarse.
—No —negó—, ¿qué?
—Que deberías volver a la cama a descansar…
Erick lo miró hacia arriba y pasó las manos por el cuello— de verdad, ¿quieres que vaya a la cama, sólo a descansar?
Alejandro pasó las manos por la cintura de su esposo— no en realidad —sonrió divertido—, tal vez, puedas descansar, después de darte un pequeño regalo —se inclinó hacia una oreja—, uno que sé bien te gustará.
Erick gimió por el aliento tibio y un estremecimiento lo cimbró, logrando que toda su piel se erizara.
—Eso sí me complacería —admitió con voz deseosa—, pero, todos nos esperan e la recepción.
—Sólo debo decir que, por tu estado, necesitas descansar un poco antes de la fiesta, todos lo entenderán —su voz sonaba completamente segura.
Erick ahogó una risita— si ya lo tienes planeado, no voy a negarme, especialmente porque quiero un buen regalo de cumpleaños —se relamió los labios con deseo, tentando a su esposo con esa acción.
Alejandro sonrió complacido, hizo un hechizo con su mano, con el cual, una pequeña ave blanca y semi traslúcida, apareció, revoloteando alrededor de ellos y después, se fue en dirección al salón, llevando el mensaje a sus padres, mientras la pareja desaparecía.
El enorme palacio se encontraba decorado con las flores que al príncipe consorte le gustaban, la música sonaba y el lugar estaba lleno de los Magis más fieles a la corona y sus familiares. Debido a que, después de siglos de mantenerse aislados, e reino volvía a abrir sus puertas para relaciones exteriores, habría visitantes de otros reinos y precisamente por ello, la seguridad era mucho mayor.
Los nuevos reyes regentes ocupaban el trono principal y los anteriores soberanos, se encontraban en un balcón cercano, observando la situación con mucha atención; especialmente Diego de León, quien quería asegurarse de que las intenciones de los diplomáticos que acudían a la recepción eran buenas y por ello, le indicó a su hijo que desplegara una barrera para protegerse, en caso de un ataque, pese a saber que ningún otro país podía usar magia.
—Ya me quiero ir —musitó Erick, inclinándose hacia su esposo—. Tengo hambre y necesito estirar mis músculos.
El rubio sonrió débilmente— es normal —suspiró—, llevamos toda la mañana recibiendo a los invitados.
—¿Faltan muchos?
—No, de hecho, sólo faltan unos invitados más… —el rubio acarició el rostro de su esposo—. Dejé lo mejor para el final.
—¿Lo mejor? —el ojiazul no entendía.
Alejandro no respondió, solo le guiñó el ojo y le dio un ligero apretón de manos; momentos después, la música se detuvo y el encargado de los anuncios, levantó la voz.
—Ante ustedes, el anterior soberano del reino Blausmeer, su esposa e hijos.
Erick sintió que el aire se le escapaba de los pulmones; no supo cómo reaccionar al saber que tendría a su padre y hermanos enfrente, simplemente apretó la mano de su esposo con ansiedad.
—Tranquilo, Conejo —el rubio le sonrió conciliador.
—Pero… —la voz se perdió y la mano libre de Erick fue a su vientre de manera instintiva, queriendo proteger las vidas que llevaba dentro.
Desde lo ocurrido aquella noche dos años antes, en la que intentaron matarlo, supo que su padre había ordenado su muerte y tenía miedo que volviera a intentarlo.
Alejandro notó su inquietud, por lo que acercó la mano que aun sostenía y le besó el dorso, tratando de calmarlo.
Erick contuvo la respiración y cuando observó a su padre, madrastra y hermanos, ingresar por la puerta y acercarse, poco a poco comenzó a respirar lentamente, aunque ahora su desconcierto era por otra razón.
Toda su antigua familia llevaba ropa elegante, pero nada que simbolizara ser miembro de la familia real de su; además el gesto de todos, especialmente de la esposa de su padre, era de claro desagrado, obviando que no deseaban estar ahí.
Pero lo más llamativo era que Alonso portaba en sus manos un gran cojín rojo, aterciopelado y sobre el mismo, la corona que solo podía usar el soberano del reino Blausmeer.
Cuando los cuatro lelgaron al inicio de las escalinatas de las gradas del trono, se inclinaron con sumisión y el silencio reinó por un momento.
—He traído la corona del reino Blausmeer —anunció Alonso con frialdad—, para entregársela al legítimo heredero del reino.
Erick seguía sin comprender y solo atinó a buscar con la mirada a su esposo; Alejandro sonrió con suficiencia.
—Debo entender que, con este acto, admite que el reino de Blausmeer le pertenece a mi consorte y nadie más de su familia, intentará obtener lo que no les pertenece, ¿correcto?
Alonso le dedicó una mirada furiosa al rubio; ya habían aceptado todos los términos en privado, pero no había imaginado que el otro quisiera humillarlos de esa manera, delante de otros países, aún así, todavía tenía una carta más para jugar, esperando lograr recuperar no solo su posición, sino su dignidad.
—Erick es el único de mis hijos con ojos azules —señaló con voz ronca—, por eso le corresponde el trono —sonrió de lado y ese gesto no le gustó para nada a Alejandro—, pero ahora es consorte del rey del Bosque Celestial —señaló con obviedad—, mi hijo, podría renunciar al trono y permitir que uno de sus hermanos se convierta en rey.
Alejandro se puso de pie y con ello, los caballeros Magi Kurthell se movilizaron, apareciendo de inmediato, rodeando a los visitantes, esperando una simple seña para atacar a esa familia sin piedad, especialmente Julián, quien aun quería vengarse por el daño que le intentaron hacer a su pareja.
En un balcón, Agustín miró la escena y quiso ir hacia su hermano, pero Marcel se lo impidió, ya que era obvio que las cosas no resultarían sencillas y no debía ponerse en riesgo.
El rubio dio un paso y bajó un peldaño del trono, puso su mano hacia enfrente, la cual se cubrió de un halo azul— estás tentando a tu suerte, Salazar —dijo entre dientes.
—Solo estoy señalando lo obvio —Alonso se irguió—, Guillermo o Emmanuel, tienen más experiencia en cuanto a administrar tierras —insistió y sus hijos se irguieron con orgullo tras de él, con un gesto de suficiencia—, si alguno de ellos se convierte en el rey de Blausmeer, el Bosque Celestial tendrá a un fuerte aliado, país fronterizo con acceso al mar y emparentado por lazos sanguíneos —su mirada azul se posó sobre Erick—. ¿No crees que es lo más correcto, Erick?
Alejandro miró hacia el trono, dónde su esposo aun estaba sentado, pero el ojiazul no se había movido de su lugar, por lo que la mirada verde buscó el balcón donde estaban sus padres; su madre estaba sentado, con un gesto preocupado en su rostro, pero Diego estaba de pie, mirando la escena y con el simple gesto que tenía, Alejandro entendió que debía eliminar a los visitantes.
—¡Se acabó!
Sentenció el rubio, pero antes de lanzar un hechizo, la voz de Erick interrumpió el momento.
—Detente, Alex…
El rubio detuvo su ataque y volteó a ver a su esposo; Alonso sonrió, al imaginar que había logrado su meta y Erick estaba por cederle el reino Blausmeer por propia voluntad.
El pelinegro respiró profundamente— no estoy de acuerdo —dijo con calma—. No es correcto que te entregue lo que me corresponde por derecho, padre —levantó el rostro y por primera vez en su vida, le sostuvo la mirada a su progenitor.
Alonso se sorprendió de ver el gesto de su hijo, pues ese niño que nunca se había revelado ante sus órdenes, ahora lo miraba con frialdad y algo de indiferencia, manteniendo un aire digno y orgulloso.
—Según las tradiciones de Blausmeer, el trono le pertenece a aquel que lleva en su sangre el linaje real y en sus ojos, el color del mar —se irguió en su asiento—. Ha sido así por generaciones y no pienso ceder ante ti, ni ante tus otros hijos, favorecidos solo por ser los hijos de tu emperatriz consorte.
Con lentitud, Erick intentó ponerse de pie, pero debido a su condición se le dificultó, por lo cual, Alejandro volvió sus pasos y le ayudó a incorporarse.
—La corona es mía —anunció el ojiazul al estar de pie y dio un paso hacia el frente— y siendo el legítimo soberano de Blausmeer, añadiré todo el territorio al reino del Bosque Celestial, para que mi esposo y futuros hijos —acarició su vientre—, gobiernen esas tierras —respiró profundamente, antes de sonreír— y es mi última palabra —sentenció.
Alonso se quedó completamente estático, anonadado por la respuesta de Erick, a quien había educado en su momento para ser completamente dócil y obedecer todo lo que él dijera, por ello, nunca imaginó que, en ese momento, se negaría a acatar sus órdenes.
—Pero… ¡Yo soy tu padre! —puso una mano en su pecho—. ¡Tú rey! —gritó—. ¡Sé lo que es mejor para ti!
—¡¿Acaso te han lavado el cerebro?! —interrumpió Guillermo—. ¡¿Cómo te atreves a hablarle así a papá?!
—Tienes que ver a futuro Erick —Emmanuel intentó convencerlo de otra manera, temiendo causar la ira de los hombres que los rodeaban—, ¡somos tu familia! —señaló con rapidez—. Conocemos el reino mejor que tú, ¡¿acaso no lo entiendes?!
Mientras ellos replicaban, Erick sujetó la mano de su esposo— amor —dijo con voz dulce—, estas personas me esta alterando —ladeó el rostro—, no deseo verlos más, pero por favor, no los lastimen —especificó—, seguramente, las esposas de mis hermanos los están esperando —sabía que Guillermo y Emmanuel estaban casados, pero no había visto a sus esposas ese día, por lo que debía ser considerado—. Déjalos ir y que cada uno busque la manera de sobrevivir como plebeyos, en las tierras de Blausmeer —les dedicó una mirada indiferente—, seguramente, los súbditos de mi reino, los tratarán de la misma manera en la que ellos los trataron.
Alejandro acaricio una mejilla de Erick y sonrió— cómo desees —le dio un beso fugaz y luego se apartó—. ¡Llévenselos!
Todos sus guardias se movieron y guiaron a la mujer con mayor amabilidad que a los hombres, a quienes llevaban casi a rastras; no tenían intenciones de cooperar, especialmente a Alonso, quien intentaba soltarse para ir hacia su hijo.
—No, esperen, ¡Erick! ¡Escúchame! ¡Estás cometiendo un error! ¡Entiende!
Los gritos solo se dejaron de escuchar, cuando salieron del salón, pero seguramente Alonso, Guillermo y Emmanuel, seguirían gritando y forcejeando para que los liberaran.
Sin decir nada más, Erick volvió a su lugar y se sentó, manteniendo una pose altiva, mientras su esposo se dirigía a todas las personas que aun estaban en ese salón.
—Bien —Alejandro levantó la voz—, se acabaron las visitas —dijo con frialdad—, ahora mismo comenzará la recepción en el salón principal —dijo con rapidez—. Todos los que son bienvenidos, serán llevados a que disfruten de nuestra hospitalidad —sentenció con voz seria—, en un momento, mi esposo y yo los acompañaremos.
Con esas palabras, todos los presentes comenzaron a ir hacia las puertas, siendo guiados por algunos Magis, quienes evitaban que fueran a molestar a los soberanos.
Mientras la gente se retiraba, Alejandro fue hasta donde la corona del reino Blausmeer había quedado tirada, ya que, durante el forcejeo, el padre del ojiazul la soltó.
El rubio regreso y se puso frente a su esposo, colocando una rodilla en el piso— esto es tuyo —dijo con voz amable, acercándole la corona a las manos.
Erick la sujetó y la observó con detenimiento, antes de negar— no la voy a usar —ladeó el rostro—, ya tengo una —sonrió.
Esa misma mañana, había recibido la corona que le correspondía por ser el rey consorte y no pensaba cambiar esa joya por un aro que solo le traía malos recuerdos.
—Lamento haberte hecho pasar un mal momento —Alejandro negó—, no lo había planeado así, pero no pensé que tu padre intentaría…
—No te preocupes —Erick negó—, es obvio que iba a intentar lo que fuera, para no perder su posición —se alzó de hombros.
—Pero arruinó mi regalo para ti.
—¿Regalo? —Erick frunció el ceño.
—Sí, mi regalo de cumpleaños y aniversario, era entregarte el reino Blausmeer de manera pacífica.
El ojiazul hizo un mohín— no fue un buen regalo —negó—, tendrás que pensar en otro.
—Aún tengo algunas horas de este día, para darte algo…
—Sí y tienes que esforzarte más —sonrió—. Aunque yo también te tengo un regalo de aniversario —Erick mordió su labio y luego sonrió—, ¿lo quieres?
—¡Claro!
—De acuerdo…
Erick dejó la corona del reino Blausmeer a un lado y sujetó las manos de su esposo.
—Cierra los ojos.
—¿Me vas a dar un beso? —Alejandro sonrió divertido.
—Te daré otra cosa, que espero te guste más que un simple beso —especificó el ojiazul.
—¿Vamos a hacer algo impropio en este salón, ahora que estamos solos? —preguntó con picardía y se relamió los labios.
—¡No! —Erick negó—. Deja de adivinar y cierra los ojos.
—Está bien, está bien…
Finalmente, el rubio cerró los ojos, pero se mantenía expectante; no imaginaba qué era lo que el otro iba a darle.
Erick respiró profundamente y en voz baja, comenzó a recitar unas palabras. Alejandro escuchó el cantico y su gesto cambió a uno de confusión; era obvio que su esposo estaba recitado un hechizo, pero no lograba identificarlo y eso le parecía muy extraño, ya que se suponía que él conocía todos los hechizos de los Magis.
Poco a poco, las manos del rubio aumentaron de temperatura y Erick las llevó a su vientre, respirado con calma, tratando de que su esposo se diera cuenta de lo que él ya sabía.
Alejandro supo de inmediato que tocaba el vientre de su esposo, pero había algo más; casi podía ver, aun con los ojos cerrados, una pequeña figura ligeramente definida. Era el bebé y eso lo hizo sonreír al saber que podía percibir a su hijo, pero apenas estaba comprendiendo el hechizo, cuando notó una segunda forma y dos corazones latiendo a la par; eso lo sorprendió tanto, que abrió los ojos de inmediato.
—¿Qué…? —levantó el rostro y observó el gesto feliz de Erick—. ¿Son…? —titubeó—. ¿Dos?
El ojiazul asintió— sí, vamos a tener dos —confirmó.
—Espera… —El rubio frunció el ceño—. ¡¿Desde cuándo lo sabes?!
—Desde anoche —Erick titubeó—, ¿no estás feliz?
—¡Claro que estoy feliz! —sonrió y se movió hasta besar los labios de Erick—. Es solo que, no imaginé que tendríamos dos al mismo tiempo.
—Yo tampoco —el ojiazul se alzó de hombros—, pero eso responde el por qué estoy tan gordo, pese a los pocos meses que tengo.
—¿Sabes lo que eso significa? —Alejandro se puso de pie y ayudó a su esposo a levantarse.
—No —negó—, ¿qué?
—Que deberías volver a la cama a descansar…
Erick lo miró hacia arriba y pasó las manos por el cuello— de verdad, ¿quieres que vaya a la cama, sólo a descansar?
Alejandro pasó las manos por la cintura de su esposo— no en realidad —sonrió divertido—, tal vez, puedas descansar, después de darte un pequeño regalo —se inclinó hacia una oreja—, uno que sé bien te gustará.
Erick gimió por el aliento tibio y un estremecimiento lo cimbró, logrando que toda su piel se erizara.
—Eso sí me complacería —admitió con voz deseosa—, pero, todos nos esperan e la recepción.
—Sólo debo decir que, por tu estado, necesitas descansar un poco antes de la fiesta, todos lo entenderán —su voz sonaba completamente segura.
Erick ahogó una risita— si ya lo tienes planeado, no voy a negarme, especialmente porque quiero un buen regalo de cumpleaños —se relamió los labios con deseo, tentando a su esposo con esa acción.
Alejandro sonrió complacido, hizo un hechizo con su mano, con el cual, una pequeña ave blanca y semi traslúcida, apareció, revoloteando alrededor de ellos y después, se fue en dirección al salón, llevando el mensaje a sus padres, mientras la pareja desaparecía.
Nota final.
Eso es todo. Espero que hayan disfrutado este pequeño cuento; tenía mucho con él a medias y por eso lo publiqué en Patreón para el cumpleaños de Erick, pero había olvidado subirlo aquí. Bueno, más vale tarde que nunca.
Nos leemos!!!!
Eso es todo. Espero que hayan disfrutado este pequeño cuento; tenía mucho con él a medias y por eso lo publiqué en Patreón para el cumpleaños de Erick, pero había olvidado subirlo aquí. Bueno, más vale tarde que nunca.
Nos leemos!!!!
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