Capítulo VII
Erick iba sobre el lomo del león, que corría por el bosque, aunque el ojiazul intentaba que se detuviera.
—¡Detente! ¡Alex! ¡Detente! —decía el joven, sujetándose de la melena—. ¡Debemos volver por Agus!
El felino no hizo caso y siguió corriendo, pues escuchaba los caballos cerca y tenía que llevarlos hacia el lugar dónde quería enfrentarse a esos caballeros; en esa zona, había demasiados árboles para poder moverse con facilidad y proteger a Erick, por eso debía apresurarse.
Momentos después, llegaron a un claro y el león cruzó casi toda la extensión, quedando en un extremo; se detuvo y movió la cabeza, bajando a Erick de su espalda, dejándolo sentado en la nieve y poniéndose frente a él, esperando a los que lo seguían.
Erick intentó ponerse de pie— debo volver con Agus.
El felino lo miró con seriedad y se colocó frente a él, colocando una garra contra la pierna, mirándolo a los ojos.
La mirada azul chocó con la verde y por un instante, Erick sintió que todo a su alrededor se desvanecía.
—No voy a dejar que vuelvas, ¡no es seguro!
La voz hizo que el pelinegro se estremeciera y lentamente, el león tomó forma de el chico que miraba en sus sueños.
—Tú… ¿Eres…?
—Sólo es una proyección mental —señaló el rubio—, no puedo tomar forma todavía, pero para protegerte, necesito que me escuches.
—¿Proyección? No… No entiendo… —Erick negó lentamente.
—Mi nombre es Alejandro —respondió el rubio—, es difícil explicar ahora mismo, pero soy el príncipe del Bosque Celestial y estoy en una extraña prueba mágica que me convirtió en un Rui-shi —señaló con rapidez—, desde entonces, he estado a tu lado todo este tiempo, porque estoy enamorado de ti y necesito que me beses, ahora.
—¡¿Besarte?!
—No quería pedírtelo así, porque quería que me amaras primero… —acotó el rubio.
—¡¿Amarte?! ¡Ni siquiera te conozco! —Erick se sobresaltó.
—Hoy cumples dieciocho años, ya eres mayor y para mi gente es lo único que cuenta, pero para mí es importante saber eso, así que responde, ¿me amas?
Ante esa pregunta tan directa, las mejillas del pelinegro se tiñeron de rojo, debido a la vergüenza— yo… Si tú eres Alex… —pasó la mano por su cabello—. Yo… Yo… —titubeó—. Te quiero… Porque eres mi mascota…
—¡Al diablo con eso! —Alejandro gruñó—. ¡En sueños me correspondías! Eso significa que al menos te agrado un poco, ¿o no?
—¿Sueños?
Erick parpadeó lentamente y sintió sus mejillas arder, recordando los sueños que tenía desde mucho tiempo atrás, dónde no solo se besaba con Alex, sino que hacía otras cosas, pero siempre que despertaba, se sentía completamente culpable por soñar esas cosas con su mascota y creía que era una persona perversa, por tener esos pensamientos impuros.
—Pues… —pasó saliva—. Yo… Es que… Sí me agradas… Pero no es propio… Porque eres un… ¡animal!
—¡Acabo de decirte que soy humano! —objetó el ojiverde—. Pero no importa, ahora, me conformaré con solo agradarte, porque necesito que me beses, ya que están por llegar esos sujetos y para protegerte correctamente, debo volver a la normalidad, ¿puedes confiar en mí? —preguntó mirando los ojos azules—. ¿Puedes creer en mí?
Ante el gesto serio y la mirada penetrante, Erick no pudo evitar sentir que su corazón se aceleraba.
—Sí —asintió—. Confiaré en ti.
Alejandro sonrió y se apartó; poco a poco, Erick abrió los ojos, volviendo a la realidad. Aún estaba en el claro, sentado en la nieve y el felino estaba frente a él, mirándolo con frialdad.
—Ah… Yo… De verdad… ¿Debo besarte? —preguntó Erick con nervios.
El animal asintió y el ojiazul tembló; era extraño, pero realmente quería creer en lo que había pasado momentos antes. Con lentitud, se movió, quedando sentado frente al león y pasó la mano por el hocico, acercando el rostro con vergüenza, cerrando los ojos, mientras sus labios se acercaban a la boca del otro.
Erick estaba besando al león, cuando los sujetos a caballo llegaron al claro del bosque, a toda velocidad; sin titubear, tres de ellos usaron las ballestas que llevaban y dispararon sus flechas. Antes de que los proyectiles llegaran a su destino, una ráfaga de viento y nieve, envolvió al joven y a su mascota, evitando que las flechas llegaran hasta ellos y asustando a los caballos que relincharon; los tres jinetes de las ballestas cayeron y los otros dos, tuvieron dificultades para controlar a sus monturas y que no salieran huyendo como los otros.
—¡¿Qué es eso?! —preguntó uno de los hombres que seguía en su montura, pero el caballo estaba muy nervioso, deseando huir, aunque debido a los jaloneos en las riendas por su jinete, le era imposible.
Poco a poco, la nieve y el viento se disiparon.
Ante los caballeros, apareció el joven que buscaban, pero ya no estaba el león que se lo había llevado, al contrario, frente al ojiazul, estaba un chico de cabello rubio, portando un traje blanco y mirándolos con desprecio.
—¡¿Quién eres?! —preguntó el líder, que se encontraba en su caballo también, sintiéndose nervioso por lo que acababa de presenciar y por la manera sobrenatural de cómo brillaban los ojos verdes del extraño.
—Eso no importa —sonrió el rubio—, solo quiero que se vayan o tendrán que atenerse a las consecuencias y no creo que quieran hacerme enojar.
Todos se miraron entre sí y los tres que estaban a pie, levantaron sus ballestas, pero el líder les ordenó no disparar y descendió del caballo; no quería tardar más en ese trabajo, así que iba a tratar de razonar con el otro.
—Escucha, muchacho —sonrió nerviosamente—, él es hijo del rey Alonso —explicó— y debemos llevarlo con su padre, sano y salvo, por eso hemos venido por él.
—¿Sano y salvo? —Alejandro sonrió—. No me parece que su actitud sea la adecuada para ese trabajo, ya que se presentan apuntándole con sus armas.
El líder se dio cuenta de que no iba a poder llegar a nada con el rubio, por lo que volvió a comportarse de manera hostil— ¡entrégalo! —ordenó con voz grave, tratando de amedrentar al joven—. De lo contrario, ordenaré que te disparen también.
—Mala elección de palabras…
En un abrir y cerrar de ojos, Alejandro desapareció de su lugar y volvió a aparecer frente al sujeto que le había amenazado; antes de que ese hombre reaccionara, la mano del rubio se introdujo en el pecho y la sacó, llevando consigo el corazón aun palpitante del hombre.
—Eres demasiado débil —sonrió con diversión—, pero, aunque te arranque el corazón, puedo retrasar tu muerte, para que sufras por unos minutos, que, a ti, te parecerán eternos…
El cuerpo del soldado cayó sobre la nieve, empezando a desangrarse, pero ese hombre aun podía sentir como la vida se escapaba de su cuerpo lentamente, pues el chico de ojos verdes, había puesto un hechizo en el corazón, para torturarlo por un largo rato, antes de dejar que muriera.
—¿Alguien más quiere amenazarme? —preguntó el ojiverde con sorna, mirando a los otros sujetos—. Porque es mejor que acabemos con esto de una vez…
Soltó el corazón con poco interés y movió la mano, haciendo que la nieve que lo rodeaba, se levantara en el aire, formando varias estacas de hielo, apuntando directamente a los otros hombres.
Todos los caballeros temblaron, dieron media vuelta y se alejaron sin mirar atrás.
—Eso fue muy fácil, pero desgraciadamente, no los puedo dejar ir…
Con un chasquido, las estacas se movieron rápidamente, yendo hacia los hombres que huían, clavándose en sus espaldas y matándolos de inmediato; con eso se aseguraba de que no volverían a ser una amenaza.
El rubio se giró y observó a Erick, que se mantenía en silencio, con sus ojos mirándolo fijamente, pero el gesto que tenía era de completa incredulidad.
—Ya no ocasionarán problemas —sonrió el rubio.
—Tú… ¿Cómo…? —titubeó, pero no podía formular frases coherentes—. Eso… ellos…
—Soy un hechicero —sentenció el rubio—, utilizo los elementos predominantes en las estaciones del año, para usar magia y hacer lo que quiero, por eso cree estacas de hielo para deshacerme de los estorbos —explicó con toda calma—. Ahora que me has ayudado a volver a la normalidad, solo tengo algo que preguntarte, por mera formalidad, ya sabes…
Erick aun no salía de su estupor; su mente no podía procesar lo que había visto o escuchado, pero alcanzó a hablar, para formular una pregunta.
—¿Qué? ¿Qué cosa?
El rubio lo sujetó de la mano y le sonrió— ¿te casarías conmigo? —preguntó con rapidez.
—¡¿Qué?! —los ojos azules se abrieron con sorpresa.
—¿No hice bien la pregunta? —Alejandro frunció el ceño—. Bien, déjame volver a intentarlo… ¿Quieres ser mi esposo? ¿Te gustaría ser la madre de mis hijos?
Erick parpadeó con lentitud; las preguntas le parecieron algo extrañas, por lo que, para su cerebro, solo hubo una razón para esa situación y por eso empezó a reír.
—¿De qué te ríes? —preguntó Alejandro con seriedad.
—Estoy soñando… —Erick se soltó del agarre del otro y dio un paso hacia atrás—. Eso es todo, ¡estoy soñando cómo siempre! —repitió con ansiedad y se puso en cuclillas, pasando las manos por su cabello, estrujando sus mechones.
—Erick, tranquilo… —Alejandro se acuclilló frente al otro.
—Mi mascota no puede ser un humano y mucho menos se casaría conmigo… —prosiguió el ojiazul, aun sin salir de su estupor—. Es un sueño… En cualquier momento voy a despertar —comenzó a hiperventilar.
—Erick…
La mano del rubio intentó tocar al otro, para tratar de calmarlo, pero antes de hacerlo, Erick no soportó más y se desvaneció; Alejandro se apresuró a sujetar el cuerpo y suspiró.
—Supongo que esta platica la tendremos más tarde…
—¡Detente! ¡Alex! ¡Detente! —decía el joven, sujetándose de la melena—. ¡Debemos volver por Agus!
El felino no hizo caso y siguió corriendo, pues escuchaba los caballos cerca y tenía que llevarlos hacia el lugar dónde quería enfrentarse a esos caballeros; en esa zona, había demasiados árboles para poder moverse con facilidad y proteger a Erick, por eso debía apresurarse.
Momentos después, llegaron a un claro y el león cruzó casi toda la extensión, quedando en un extremo; se detuvo y movió la cabeza, bajando a Erick de su espalda, dejándolo sentado en la nieve y poniéndose frente a él, esperando a los que lo seguían.
Erick intentó ponerse de pie— debo volver con Agus.
El felino lo miró con seriedad y se colocó frente a él, colocando una garra contra la pierna, mirándolo a los ojos.
La mirada azul chocó con la verde y por un instante, Erick sintió que todo a su alrededor se desvanecía.
—No voy a dejar que vuelvas, ¡no es seguro!
La voz hizo que el pelinegro se estremeciera y lentamente, el león tomó forma de el chico que miraba en sus sueños.
—Tú… ¿Eres…?
—Sólo es una proyección mental —señaló el rubio—, no puedo tomar forma todavía, pero para protegerte, necesito que me escuches.
—¿Proyección? No… No entiendo… —Erick negó lentamente.
—Mi nombre es Alejandro —respondió el rubio—, es difícil explicar ahora mismo, pero soy el príncipe del Bosque Celestial y estoy en una extraña prueba mágica que me convirtió en un Rui-shi —señaló con rapidez—, desde entonces, he estado a tu lado todo este tiempo, porque estoy enamorado de ti y necesito que me beses, ahora.
—¡¿Besarte?!
—No quería pedírtelo así, porque quería que me amaras primero… —acotó el rubio.
—¡¿Amarte?! ¡Ni siquiera te conozco! —Erick se sobresaltó.
—Hoy cumples dieciocho años, ya eres mayor y para mi gente es lo único que cuenta, pero para mí es importante saber eso, así que responde, ¿me amas?
Ante esa pregunta tan directa, las mejillas del pelinegro se tiñeron de rojo, debido a la vergüenza— yo… Si tú eres Alex… —pasó la mano por su cabello—. Yo… Yo… —titubeó—. Te quiero… Porque eres mi mascota…
—¡Al diablo con eso! —Alejandro gruñó—. ¡En sueños me correspondías! Eso significa que al menos te agrado un poco, ¿o no?
—¿Sueños?
Erick parpadeó lentamente y sintió sus mejillas arder, recordando los sueños que tenía desde mucho tiempo atrás, dónde no solo se besaba con Alex, sino que hacía otras cosas, pero siempre que despertaba, se sentía completamente culpable por soñar esas cosas con su mascota y creía que era una persona perversa, por tener esos pensamientos impuros.
—Pues… —pasó saliva—. Yo… Es que… Sí me agradas… Pero no es propio… Porque eres un… ¡animal!
—¡Acabo de decirte que soy humano! —objetó el ojiverde—. Pero no importa, ahora, me conformaré con solo agradarte, porque necesito que me beses, ya que están por llegar esos sujetos y para protegerte correctamente, debo volver a la normalidad, ¿puedes confiar en mí? —preguntó mirando los ojos azules—. ¿Puedes creer en mí?
Ante el gesto serio y la mirada penetrante, Erick no pudo evitar sentir que su corazón se aceleraba.
—Sí —asintió—. Confiaré en ti.
Alejandro sonrió y se apartó; poco a poco, Erick abrió los ojos, volviendo a la realidad. Aún estaba en el claro, sentado en la nieve y el felino estaba frente a él, mirándolo con frialdad.
—Ah… Yo… De verdad… ¿Debo besarte? —preguntó Erick con nervios.
El animal asintió y el ojiazul tembló; era extraño, pero realmente quería creer en lo que había pasado momentos antes. Con lentitud, se movió, quedando sentado frente al león y pasó la mano por el hocico, acercando el rostro con vergüenza, cerrando los ojos, mientras sus labios se acercaban a la boca del otro.
Erick estaba besando al león, cuando los sujetos a caballo llegaron al claro del bosque, a toda velocidad; sin titubear, tres de ellos usaron las ballestas que llevaban y dispararon sus flechas. Antes de que los proyectiles llegaran a su destino, una ráfaga de viento y nieve, envolvió al joven y a su mascota, evitando que las flechas llegaran hasta ellos y asustando a los caballos que relincharon; los tres jinetes de las ballestas cayeron y los otros dos, tuvieron dificultades para controlar a sus monturas y que no salieran huyendo como los otros.
—¡¿Qué es eso?! —preguntó uno de los hombres que seguía en su montura, pero el caballo estaba muy nervioso, deseando huir, aunque debido a los jaloneos en las riendas por su jinete, le era imposible.
Poco a poco, la nieve y el viento se disiparon.
Ante los caballeros, apareció el joven que buscaban, pero ya no estaba el león que se lo había llevado, al contrario, frente al ojiazul, estaba un chico de cabello rubio, portando un traje blanco y mirándolos con desprecio.
—¡¿Quién eres?! —preguntó el líder, que se encontraba en su caballo también, sintiéndose nervioso por lo que acababa de presenciar y por la manera sobrenatural de cómo brillaban los ojos verdes del extraño.
—Eso no importa —sonrió el rubio—, solo quiero que se vayan o tendrán que atenerse a las consecuencias y no creo que quieran hacerme enojar.
Todos se miraron entre sí y los tres que estaban a pie, levantaron sus ballestas, pero el líder les ordenó no disparar y descendió del caballo; no quería tardar más en ese trabajo, así que iba a tratar de razonar con el otro.
—Escucha, muchacho —sonrió nerviosamente—, él es hijo del rey Alonso —explicó— y debemos llevarlo con su padre, sano y salvo, por eso hemos venido por él.
—¿Sano y salvo? —Alejandro sonrió—. No me parece que su actitud sea la adecuada para ese trabajo, ya que se presentan apuntándole con sus armas.
El líder se dio cuenta de que no iba a poder llegar a nada con el rubio, por lo que volvió a comportarse de manera hostil— ¡entrégalo! —ordenó con voz grave, tratando de amedrentar al joven—. De lo contrario, ordenaré que te disparen también.
—Mala elección de palabras…
En un abrir y cerrar de ojos, Alejandro desapareció de su lugar y volvió a aparecer frente al sujeto que le había amenazado; antes de que ese hombre reaccionara, la mano del rubio se introdujo en el pecho y la sacó, llevando consigo el corazón aun palpitante del hombre.
—Eres demasiado débil —sonrió con diversión—, pero, aunque te arranque el corazón, puedo retrasar tu muerte, para que sufras por unos minutos, que, a ti, te parecerán eternos…
El cuerpo del soldado cayó sobre la nieve, empezando a desangrarse, pero ese hombre aun podía sentir como la vida se escapaba de su cuerpo lentamente, pues el chico de ojos verdes, había puesto un hechizo en el corazón, para torturarlo por un largo rato, antes de dejar que muriera.
—¿Alguien más quiere amenazarme? —preguntó el ojiverde con sorna, mirando a los otros sujetos—. Porque es mejor que acabemos con esto de una vez…
Soltó el corazón con poco interés y movió la mano, haciendo que la nieve que lo rodeaba, se levantara en el aire, formando varias estacas de hielo, apuntando directamente a los otros hombres.
Todos los caballeros temblaron, dieron media vuelta y se alejaron sin mirar atrás.
—Eso fue muy fácil, pero desgraciadamente, no los puedo dejar ir…
Con un chasquido, las estacas se movieron rápidamente, yendo hacia los hombres que huían, clavándose en sus espaldas y matándolos de inmediato; con eso se aseguraba de que no volverían a ser una amenaza.
El rubio se giró y observó a Erick, que se mantenía en silencio, con sus ojos mirándolo fijamente, pero el gesto que tenía era de completa incredulidad.
—Ya no ocasionarán problemas —sonrió el rubio.
—Tú… ¿Cómo…? —titubeó, pero no podía formular frases coherentes—. Eso… ellos…
—Soy un hechicero —sentenció el rubio—, utilizo los elementos predominantes en las estaciones del año, para usar magia y hacer lo que quiero, por eso cree estacas de hielo para deshacerme de los estorbos —explicó con toda calma—. Ahora que me has ayudado a volver a la normalidad, solo tengo algo que preguntarte, por mera formalidad, ya sabes…
Erick aun no salía de su estupor; su mente no podía procesar lo que había visto o escuchado, pero alcanzó a hablar, para formular una pregunta.
—¿Qué? ¿Qué cosa?
El rubio lo sujetó de la mano y le sonrió— ¿te casarías conmigo? —preguntó con rapidez.
—¡¿Qué?! —los ojos azules se abrieron con sorpresa.
—¿No hice bien la pregunta? —Alejandro frunció el ceño—. Bien, déjame volver a intentarlo… ¿Quieres ser mi esposo? ¿Te gustaría ser la madre de mis hijos?
Erick parpadeó con lentitud; las preguntas le parecieron algo extrañas, por lo que, para su cerebro, solo hubo una razón para esa situación y por eso empezó a reír.
—¿De qué te ríes? —preguntó Alejandro con seriedad.
—Estoy soñando… —Erick se soltó del agarre del otro y dio un paso hacia atrás—. Eso es todo, ¡estoy soñando cómo siempre! —repitió con ansiedad y se puso en cuclillas, pasando las manos por su cabello, estrujando sus mechones.
—Erick, tranquilo… —Alejandro se acuclilló frente al otro.
—Mi mascota no puede ser un humano y mucho menos se casaría conmigo… —prosiguió el ojiazul, aun sin salir de su estupor—. Es un sueño… En cualquier momento voy a despertar —comenzó a hiperventilar.
—Erick…
La mano del rubio intentó tocar al otro, para tratar de calmarlo, pero antes de hacerlo, Erick no soportó más y se desvaneció; Alejandro se apresuró a sujetar el cuerpo y suspiró.
—Supongo que esta platica la tendremos más tarde…
Erick abrió los ojos y se incorporó de un salto, quedando sentado en la cama.
—¿Dónde…? —musitó y sus ojos azules recorrieron el lugar, dándose cuenta de que era su habitación, por lo que soltó el aire y se recostó de nuevo, «sólo fue un sueño» pensó con algo de tristeza.
El sonido de la puerta se escuchó.
—¡Adelante! —comentó el ojiazul con rapidez.
—Joven Erick —Reina entró con rapidez—, debe levantarse, la visita acaba de llegar.
—¿Visita? —Erick frunció el ceño, pues no sabía que tendrían visitas.
—Sí —la canosa asintió—. Joseph está encargándose por el momento, así que… —ella desapareció tras la puerta del guardarropa y volvió con un traje, dejándolo en un diván—. Por favor, cámbiese, debo ir a despertar a Guti.
Con rapidez, la mujer salió de la habitación, yendo a despertar a su nieto y el ojiazul bajó de la cama; caminó hasta el diván y se cambió con rapidez.
«Si mi padre llegó, es mejor que no me tarde…» pensó y terminó de ponerse la ropa, pero antes de ir al cuarto de aseo, observó toda la habitación— ¿dónde estará Alex?
Negó y fue corriendo al baño; lavó su cara, se peinó y lavó sus dientes, saliendo del baño, cuando Agustín apenas iba para allá, aun adormilado.
—¿Erick? —llamó el menor, aun con voz pastosa.
—Adelántese —señaló la canosa—, Guti tiene un despertar más lento.
—Sí…
Erick corrió hacia las escaleras y bajó con paso rápido, pero a media escalera escuchó las voces, reconociendo solo a Joseph y Pascal.
—Realmente, agradecemos su intervención —dijo Joseph con seriedad—, de no haber sido por ustedes, ni Reina, ni yo, hubiéramos podido sobrevivir anoche.
—Eso fue porque Pascal nos avisó con tiempo —la voz grave le dio escalofríos a Erick, por lo que se detuvo a unos escalones de llegar a la planta baja—, además, tenía que asegurarme de que a mi hijo no le ocurriera nada, especialmente por la situación en la que estaba.
«¿Hijo?» Erick sabía que esa no era la voz de su padre, por lo que no entendía qué estaba pasando.
—Espero que no tengas más secretos, Pascal…
—No, Joseph, solo era este, te lo aseguro.
Hubo un momento de silencio y finalmente, una voz que Erick había escuchado en sueños, lo sacó de su ensimismamiento.
—¿Cuánto tiempo más te vas a quedar ahí? —preguntó el joven rubio, mirando al otro que se mantenía en los últimos escalones, sin moverse.
Los ojos azules se abrieron con sorpresa y lo señaló— ¡¿tú?! —el grito se escuchó con algo de fuerza.
Ahí, en el recibidor, estaba ese chico rubio de ojos verdes, que había visto durante meses en sus sueños.
—¿De que te extrañas? —el rubio sonrió—. Tenía que venir a hacer oficial nuestro compromiso.
—¡¿Compromiso?! ¡¿De qué hablas?!
Un hombre de cabello rubio y barba, salió del salón y se acercó al joven rubio— así que, ¿es él? —levantó una ceja; sus ojos verdes observaban a Erick con algo de curiosidad.
—Sí —asintió el joven rubio—, es mi futuro esposo.
El hombre suspiró— si ya lo decidiste, ni tu madre, ni yo, nos opondremos —se puso delante—, un placer conocerte, Erick —dijo con seriedad—, soy el soberano del Bosque Celestial, Diego de León y también soy padre de Alejandro —hizo un ademán, señalando a su hijo con lentitud—, por lo que he venido a concretar su compromiso, para que puedas ir a nuestro reino.
Erick parpadeó con rapidez, su mente aun estaba hecha un lío.
—Esto… —titubeó—. Significa que… ¿lo de anoche?
—La situación de anoche ya se solucionó —el de barba le restó importancia—, ahora mismo, mi escolta se está encargando de las personas que intentaron tomar esta hacienda y yo he decidido tomar bajo mi protección, a todos los que aquí vivían.
Erick no entendía lo que ocurría, por lo que instintivamente se sujetó al barandal, ya que sintió que sus piernas le temblaban.
—Hablaré con él —anunció el joven rubio—, es mejor que le explique.
—De acuerdo —su padre asintió—. Pero no tardes, debemos volver al palacio.
Diego dio media vuelta y volvió al salón; por su parte, Alejandro subió unos escalones, sujetó la mano de Erick y lo ayudó a bajar.
—Acompáñame, Erick.
—¿A dónde? —el ojiazul se miraba asustado.
—Afuera —sonrió el otro—, en un momento más, bajará tu hermano y Juls querrá hablar con él también —señaló hacia el salón, donde Erick alcanzó a ver a un chico de cabello castaño.
—¿Juls? —parpadeó varias veces—. ¿El Juls que…? —hizo un ademán, tratando de señalar el tamaño de la mascota de su hermano.
—Sí, ese…
Alejandro no dijo más, solo guio a Erick a la puerta, que seguía asombrado, viendo al castaño tras el hombre rubio que se había presentado como Diego, quien hablaba amenamente con Joseph y Pascal.
—¿Dónde…? —musitó y sus ojos azules recorrieron el lugar, dándose cuenta de que era su habitación, por lo que soltó el aire y se recostó de nuevo, «sólo fue un sueño» pensó con algo de tristeza.
El sonido de la puerta se escuchó.
—¡Adelante! —comentó el ojiazul con rapidez.
—Joven Erick —Reina entró con rapidez—, debe levantarse, la visita acaba de llegar.
—¿Visita? —Erick frunció el ceño, pues no sabía que tendrían visitas.
—Sí —la canosa asintió—. Joseph está encargándose por el momento, así que… —ella desapareció tras la puerta del guardarropa y volvió con un traje, dejándolo en un diván—. Por favor, cámbiese, debo ir a despertar a Guti.
Con rapidez, la mujer salió de la habitación, yendo a despertar a su nieto y el ojiazul bajó de la cama; caminó hasta el diván y se cambió con rapidez.
«Si mi padre llegó, es mejor que no me tarde…» pensó y terminó de ponerse la ropa, pero antes de ir al cuarto de aseo, observó toda la habitación— ¿dónde estará Alex?
Negó y fue corriendo al baño; lavó su cara, se peinó y lavó sus dientes, saliendo del baño, cuando Agustín apenas iba para allá, aun adormilado.
—¿Erick? —llamó el menor, aun con voz pastosa.
—Adelántese —señaló la canosa—, Guti tiene un despertar más lento.
—Sí…
Erick corrió hacia las escaleras y bajó con paso rápido, pero a media escalera escuchó las voces, reconociendo solo a Joseph y Pascal.
—Realmente, agradecemos su intervención —dijo Joseph con seriedad—, de no haber sido por ustedes, ni Reina, ni yo, hubiéramos podido sobrevivir anoche.
—Eso fue porque Pascal nos avisó con tiempo —la voz grave le dio escalofríos a Erick, por lo que se detuvo a unos escalones de llegar a la planta baja—, además, tenía que asegurarme de que a mi hijo no le ocurriera nada, especialmente por la situación en la que estaba.
«¿Hijo?» Erick sabía que esa no era la voz de su padre, por lo que no entendía qué estaba pasando.
—Espero que no tengas más secretos, Pascal…
—No, Joseph, solo era este, te lo aseguro.
Hubo un momento de silencio y finalmente, una voz que Erick había escuchado en sueños, lo sacó de su ensimismamiento.
—¿Cuánto tiempo más te vas a quedar ahí? —preguntó el joven rubio, mirando al otro que se mantenía en los últimos escalones, sin moverse.
Los ojos azules se abrieron con sorpresa y lo señaló— ¡¿tú?! —el grito se escuchó con algo de fuerza.
Ahí, en el recibidor, estaba ese chico rubio de ojos verdes, que había visto durante meses en sus sueños.
—¿De que te extrañas? —el rubio sonrió—. Tenía que venir a hacer oficial nuestro compromiso.
—¡¿Compromiso?! ¡¿De qué hablas?!
Un hombre de cabello rubio y barba, salió del salón y se acercó al joven rubio— así que, ¿es él? —levantó una ceja; sus ojos verdes observaban a Erick con algo de curiosidad.
—Sí —asintió el joven rubio—, es mi futuro esposo.
El hombre suspiró— si ya lo decidiste, ni tu madre, ni yo, nos opondremos —se puso delante—, un placer conocerte, Erick —dijo con seriedad—, soy el soberano del Bosque Celestial, Diego de León y también soy padre de Alejandro —hizo un ademán, señalando a su hijo con lentitud—, por lo que he venido a concretar su compromiso, para que puedas ir a nuestro reino.
Erick parpadeó con rapidez, su mente aun estaba hecha un lío.
—Esto… —titubeó—. Significa que… ¿lo de anoche?
—La situación de anoche ya se solucionó —el de barba le restó importancia—, ahora mismo, mi escolta se está encargando de las personas que intentaron tomar esta hacienda y yo he decidido tomar bajo mi protección, a todos los que aquí vivían.
Erick no entendía lo que ocurría, por lo que instintivamente se sujetó al barandal, ya que sintió que sus piernas le temblaban.
—Hablaré con él —anunció el joven rubio—, es mejor que le explique.
—De acuerdo —su padre asintió—. Pero no tardes, debemos volver al palacio.
Diego dio media vuelta y volvió al salón; por su parte, Alejandro subió unos escalones, sujetó la mano de Erick y lo ayudó a bajar.
—Acompáñame, Erick.
—¿A dónde? —el ojiazul se miraba asustado.
—Afuera —sonrió el otro—, en un momento más, bajará tu hermano y Juls querrá hablar con él también —señaló hacia el salón, donde Erick alcanzó a ver a un chico de cabello castaño.
—¿Juls? —parpadeó varias veces—. ¿El Juls que…? —hizo un ademán, tratando de señalar el tamaño de la mascota de su hermano.
—Sí, ese…
Alejandro no dijo más, solo guio a Erick a la puerta, que seguía asombrado, viendo al castaño tras el hombre rubio que se había presentado como Diego, quien hablaba amenamente con Joseph y Pascal.
Los dos jóvenes salieron de la casa y el rubio ayudó a que su compañero se sentara en una banca que estaba fuera.
—Sé que es un poco difícil de creer —inició el ojiverde—, pero todo lo que ocurrió anoche y…
—Tu… ¿Eres Alex? —la voz de Erick apenas se escuchó, pues seguía conmocionado y no podía sobreponerse—. De verdad eres… Mi…
—Sí —asintió el aludido—, soy ese ‘gato’ que rescataste hace un año —sonrió.
—¿Cómo…?
—Te lo dije anoche… —suspiró—. Está bien, te lo repetiré —sonrió—. No soy un humano exactamente —comentó con poco interés—, soy un hechicero y al cumplir diecisiete años, debía hacer un hechizo grande, para demostrar mi fuerza, pero aunque lo hice, la segunda parte de mi prueba era sobrevivir sin mucha magia, hasta cumplir la mayoría de edad —se alzó de hombros—, no me molestó porque sabía que lo lograría, aunque eso significara convertirme en un animal, para sellar casi todo mi poder —explicó con calma—, el problema era que debía encontrar una pareja para poder volver a la normalidad —soltó el aire con frustración— y aunque había muchos prospectos en mi reino, ninguno me gustaba —chasqueó la lengua.
—¿Pareja? —Erick sentía que entre más escuchaba, más se perdía.
—Bueno, no exactamente una pareja —negó—, podía ser una persona a la cual yo amara, cosa que en mi reino no había —hizo una mueca frustrada— o encontrar un heredero de sangre real, de cualquier otro reino, que me ayudara a romper el hechizo, aunque no me amara, pero debía tener la mayoría de edad también.
“…necesito que me beses, ahora…Hoy cumples dieciocho años, ya eres mayor y para mi gente es lo único que cuenta…”
Esas habían sido las palabras que Erick recordaba de la noche anterior.
—Pero… ¿Por qué yo? —indagó el ojiazul, aun con su cabeza dando vueltas.
—Pues, al buscar a un príncipe, salí a recorrer algunos reinos —Alejandro se alzó de hombros —y no encontré a nadie que me gustara —soltó el aire con molestia—, cuando me rendí, de regreso a mi hogar, pasé por esta hacienda, ya que aquí estaba uno de los ex caballeros de mi padre, Pascal.
—¡¿Pascal?! —Erick se asustó.
—Sí, él también es un hechicero, aunque desde hace muchos años se recluyó fuera del Bosque Celestial y tiene prohibido usar la magia —explicó con rapidez—, pero mientras lo visitaba, te vi y me gustaste —confesó sin vergüenza—, fue cuando Pascal me dijo que eras hijo del rey y bueno, era mi oportunidad de conseguir una pareja, así que decidí que me quedaría contigo, en mi forma de felino.
—Pero… Si eres el gatito que encontré… Tú… ¡estabas herido!
—Sí —Alejandro rió—, fue una herida que yo mismo me hice, no era grave en realidad y me recuperé después de que me curaron, pero fingí seguir lastimado, para que me cuidaras por más tiempo.
—Pero estabas muy asustado y… —pasó la mano por la muñeca dónde aun quedaban las cicatrices de los cuatro rasguños que recibió.
—¡Ah! Eso… —el ojiverde pasó la mano por su cuello—. Me disculpo por eso —señaló—, aunque la herida no había sido grave, perdí sangre esperándote y al principio, no te reconocí, por eso te ataqué.
Erick entrecerró los ojos, él realmente se había preocupado en aquella ocasión.
—Aún así, me di cuenta que tu no parecías sentir nada por mí, porque me mirabas sólo como tu mascota.
—¡Eras mi gato! —objetó el pelinegro—. ¡¿Qué esperabas?!
—Si, eso fue algo que me molestó —el rubio chasqueó la lengua—, así que tenía que encontrar la manera de gustarte y fue por eso que usé la única magia que podía usar con libertad, la onírica.
—¿Onírica? —Ercik frunció el ceño.
—Técnicamente, sólo debía esperar a que cumplieras dieciocho años para que me ayudaras a volver a la normalidad —Alejandro sujetó la mano de Erick—, pero realmente quería que te enamoraras de mi —aseguró—, por eso, intenté conquistarte todo este tiempo por medio de tus sueños, mientras dormía a tu lado.
—Sueños… —Erick se estremeció—. Los sueños… —levantó el rostro—. Todos esos, dónde tú y yo… —pasó saliva con nervios—. Tú… ¿Sabes de qué trataban?
—¡Por supuesto! —Alejandro sonrió cínicamente—. Yo fui quien te hizo tenerlos, así que se exactamente de lo que trataban —aseguró— y debo admitir que también los disfruté.
—¡¿Tú qué?! —el color rojo cubrió el rostro del ojiazul.
—La verdad, nunca pensé que tener sexo espiritualmente sería tan agradable —prosiguió el ojiverde—, pero he de decir que fue bastante placentero hacerlo contigo y…
No pudo hablar más, la mano de Erick se estampó en su mejilla con fuerza.
—¡Eres un descarado!
Alejandro suspiró— no tenía de otra, era la única manera de hacer que te enamoraras de mí, además —sonrió divertido—, sé que los disfrutaste también.
Los ojos de Erick se abrieron desmesuradamente y se sofocó; era cierto que había disfrutado de esos sueños, pero le era vergonzoso decirlo.
—¡¿Acaso no te das cuenta de que era menor de edad?! —señaló con desespero—. ¡No es correcto!
—Sí, pero ya no es así —el rubio entornó los ojos—, en unos meses más, yo cumpliré diecinueve y tú ya tienes dieciocho, así que es aceptable que ambos podamos casarnos.
—¡¿Casarnos?! —Erick tembló—. Pero… No se puede… Tu… yo… Si eres un príncipe… Necesitas tener hijos, ¿no es así?
—Sí y los tendré contigo.
—¡¿Conmigo?! —el ojiazul se asustó—. ¡Eso es imposible!
—Soy un hechicero —repitió el rubio con cansancio—, puedo hacer que te embaraces sin problema.
—¡¿Puedes qué?! —Erick seguía asustado.
—Claro, por eso puedo casarme con quien quiera —se alzó de hombros—, pero realmente quisiera que me amaras, ya que de lo contrario sería más complicado, así que, quiero saber…—volvió a sujetar la mano del otro con suavidad y la acercó a su rostro—. ¿Puedes amarme, Erick?
Erick observó los ojos verdes; la mirada era anhelante, con un tinte de ansiedad. No quería mentir, pero tampoco podía decir algo que no estaba seguro si era verdad.
—Yo… Te conocí como un felino, ¡un león!
—Técnicamente lo soy —interrumpió el rubio.
—¡Me refiero a que te miré como mi mascota! —objetó el ojiazul—. Pero, aunque te quiero… No sé si estoy enamorado de ti…
—¿Me estás rechazando? —el gesto de Alejandro se puso sombrío.
—No es eso… —Erick respiró profundo—. Es solo que te conocí y te traté como mi mascota —prosiguió—, admito que los sueños me pusieron nervioso —sus mejillas se tiñeron de rojo una vez más—, pero sí, fueron… Agradables… —musitó.
—¿Entonces?
—Sólo quisiera que nos diéramos un tiempo, cómo un año, más o menos —titubeó—, para poder tener otro tipo de relación, antes de pasar a algo tan formal como… Bueno… Matrimonio.
Alejandro suspiró— ¿quieres un año de noviazgo, antes de casarnos?
—¿Seria mucho pedir eso? —los ojos azules buscaron al otro, en realidad, sentía mariposas en el estómago por sólo verlo, pero necesitaba conocerlo y tratarlo como a su igual y no como a una mascota, para poder sincerarse en sus emociones.
El rubio frunció el ceño y pareció dudar—puedo esperar un año más —aceptó—, pero no puedes quedarte aquí, ya que es peligroso.
—Entonces, solo debo ir a un lugar seguro…
—Te llevaré a mi reino, tu hermano y tus trabajadores también deben ir, porque no estarán seguros aquí, pero, durante este año, no podrás tener contacto con tu padre.
Erick se quedó en silencio un momento y luego asintió— está bien, pero, si en un año no me enamoro de ti…
—Te enamorarás de mi —el rubio sonrió con suficiencia—, de eso no tengo duda.
—Sé que es un poco difícil de creer —inició el ojiverde—, pero todo lo que ocurrió anoche y…
—Tu… ¿Eres Alex? —la voz de Erick apenas se escuchó, pues seguía conmocionado y no podía sobreponerse—. De verdad eres… Mi…
—Sí —asintió el aludido—, soy ese ‘gato’ que rescataste hace un año —sonrió.
—¿Cómo…?
—Te lo dije anoche… —suspiró—. Está bien, te lo repetiré —sonrió—. No soy un humano exactamente —comentó con poco interés—, soy un hechicero y al cumplir diecisiete años, debía hacer un hechizo grande, para demostrar mi fuerza, pero aunque lo hice, la segunda parte de mi prueba era sobrevivir sin mucha magia, hasta cumplir la mayoría de edad —se alzó de hombros—, no me molestó porque sabía que lo lograría, aunque eso significara convertirme en un animal, para sellar casi todo mi poder —explicó con calma—, el problema era que debía encontrar una pareja para poder volver a la normalidad —soltó el aire con frustración— y aunque había muchos prospectos en mi reino, ninguno me gustaba —chasqueó la lengua.
—¿Pareja? —Erick sentía que entre más escuchaba, más se perdía.
—Bueno, no exactamente una pareja —negó—, podía ser una persona a la cual yo amara, cosa que en mi reino no había —hizo una mueca frustrada— o encontrar un heredero de sangre real, de cualquier otro reino, que me ayudara a romper el hechizo, aunque no me amara, pero debía tener la mayoría de edad también.
“…necesito que me beses, ahora…Hoy cumples dieciocho años, ya eres mayor y para mi gente es lo único que cuenta…”
Esas habían sido las palabras que Erick recordaba de la noche anterior.
—Pero… ¿Por qué yo? —indagó el ojiazul, aun con su cabeza dando vueltas.
—Pues, al buscar a un príncipe, salí a recorrer algunos reinos —Alejandro se alzó de hombros —y no encontré a nadie que me gustara —soltó el aire con molestia—, cuando me rendí, de regreso a mi hogar, pasé por esta hacienda, ya que aquí estaba uno de los ex caballeros de mi padre, Pascal.
—¡¿Pascal?! —Erick se asustó.
—Sí, él también es un hechicero, aunque desde hace muchos años se recluyó fuera del Bosque Celestial y tiene prohibido usar la magia —explicó con rapidez—, pero mientras lo visitaba, te vi y me gustaste —confesó sin vergüenza—, fue cuando Pascal me dijo que eras hijo del rey y bueno, era mi oportunidad de conseguir una pareja, así que decidí que me quedaría contigo, en mi forma de felino.
—Pero… Si eres el gatito que encontré… Tú… ¡estabas herido!
—Sí —Alejandro rió—, fue una herida que yo mismo me hice, no era grave en realidad y me recuperé después de que me curaron, pero fingí seguir lastimado, para que me cuidaras por más tiempo.
—Pero estabas muy asustado y… —pasó la mano por la muñeca dónde aun quedaban las cicatrices de los cuatro rasguños que recibió.
—¡Ah! Eso… —el ojiverde pasó la mano por su cuello—. Me disculpo por eso —señaló—, aunque la herida no había sido grave, perdí sangre esperándote y al principio, no te reconocí, por eso te ataqué.
Erick entrecerró los ojos, él realmente se había preocupado en aquella ocasión.
—Aún así, me di cuenta que tu no parecías sentir nada por mí, porque me mirabas sólo como tu mascota.
—¡Eras mi gato! —objetó el pelinegro—. ¡¿Qué esperabas?!
—Si, eso fue algo que me molestó —el rubio chasqueó la lengua—, así que tenía que encontrar la manera de gustarte y fue por eso que usé la única magia que podía usar con libertad, la onírica.
—¿Onírica? —Ercik frunció el ceño.
—Técnicamente, sólo debía esperar a que cumplieras dieciocho años para que me ayudaras a volver a la normalidad —Alejandro sujetó la mano de Erick—, pero realmente quería que te enamoraras de mi —aseguró—, por eso, intenté conquistarte todo este tiempo por medio de tus sueños, mientras dormía a tu lado.
—Sueños… —Erick se estremeció—. Los sueños… —levantó el rostro—. Todos esos, dónde tú y yo… —pasó saliva con nervios—. Tú… ¿Sabes de qué trataban?
—¡Por supuesto! —Alejandro sonrió cínicamente—. Yo fui quien te hizo tenerlos, así que se exactamente de lo que trataban —aseguró— y debo admitir que también los disfruté.
—¡¿Tú qué?! —el color rojo cubrió el rostro del ojiazul.
—La verdad, nunca pensé que tener sexo espiritualmente sería tan agradable —prosiguió el ojiverde—, pero he de decir que fue bastante placentero hacerlo contigo y…
No pudo hablar más, la mano de Erick se estampó en su mejilla con fuerza.
—¡Eres un descarado!
Alejandro suspiró— no tenía de otra, era la única manera de hacer que te enamoraras de mí, además —sonrió divertido—, sé que los disfrutaste también.
Los ojos de Erick se abrieron desmesuradamente y se sofocó; era cierto que había disfrutado de esos sueños, pero le era vergonzoso decirlo.
—¡¿Acaso no te das cuenta de que era menor de edad?! —señaló con desespero—. ¡No es correcto!
—Sí, pero ya no es así —el rubio entornó los ojos—, en unos meses más, yo cumpliré diecinueve y tú ya tienes dieciocho, así que es aceptable que ambos podamos casarnos.
—¡¿Casarnos?! —Erick tembló—. Pero… No se puede… Tu… yo… Si eres un príncipe… Necesitas tener hijos, ¿no es así?
—Sí y los tendré contigo.
—¡¿Conmigo?! —el ojiazul se asustó—. ¡Eso es imposible!
—Soy un hechicero —repitió el rubio con cansancio—, puedo hacer que te embaraces sin problema.
—¡¿Puedes qué?! —Erick seguía asustado.
—Claro, por eso puedo casarme con quien quiera —se alzó de hombros—, pero realmente quisiera que me amaras, ya que de lo contrario sería más complicado, así que, quiero saber…—volvió a sujetar la mano del otro con suavidad y la acercó a su rostro—. ¿Puedes amarme, Erick?
Erick observó los ojos verdes; la mirada era anhelante, con un tinte de ansiedad. No quería mentir, pero tampoco podía decir algo que no estaba seguro si era verdad.
—Yo… Te conocí como un felino, ¡un león!
—Técnicamente lo soy —interrumpió el rubio.
—¡Me refiero a que te miré como mi mascota! —objetó el ojiazul—. Pero, aunque te quiero… No sé si estoy enamorado de ti…
—¿Me estás rechazando? —el gesto de Alejandro se puso sombrío.
—No es eso… —Erick respiró profundo—. Es solo que te conocí y te traté como mi mascota —prosiguió—, admito que los sueños me pusieron nervioso —sus mejillas se tiñeron de rojo una vez más—, pero sí, fueron… Agradables… —musitó.
—¿Entonces?
—Sólo quisiera que nos diéramos un tiempo, cómo un año, más o menos —titubeó—, para poder tener otro tipo de relación, antes de pasar a algo tan formal como… Bueno… Matrimonio.
Alejandro suspiró— ¿quieres un año de noviazgo, antes de casarnos?
—¿Seria mucho pedir eso? —los ojos azules buscaron al otro, en realidad, sentía mariposas en el estómago por sólo verlo, pero necesitaba conocerlo y tratarlo como a su igual y no como a una mascota, para poder sincerarse en sus emociones.
El rubio frunció el ceño y pareció dudar—puedo esperar un año más —aceptó—, pero no puedes quedarte aquí, ya que es peligroso.
—Entonces, solo debo ir a un lugar seguro…
—Te llevaré a mi reino, tu hermano y tus trabajadores también deben ir, porque no estarán seguros aquí, pero, durante este año, no podrás tener contacto con tu padre.
Erick se quedó en silencio un momento y luego asintió— está bien, pero, si en un año no me enamoro de ti…
—Te enamorarás de mi —el rubio sonrió con suficiencia—, de eso no tengo duda.
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