Capítulo V
Cuando el último mes del año inició, la primera nevada cayó con fuerza, el frío arreció y el rey no pudo ir a la Hacienda, así que todos los que ahí estaban, sabían que verían al rey hasta que iniciara la primavera y la nieve se derritiera, pero no era algo que les molestara a los dos jóvenes.
Así, una semana antes de navidad, Erick, Agustín y los tres ancianos que más los cuidaban, estaban disfrutando de la cena en la mesa de la cocina, acompañados solo por Alex y Juls, el felino ya había crecido mucho más que un león, pero se miraba joven, pues su melena no estaba tan larga, mientras que el canino se miraba más grande que un lobo normal.
—Bien, en unos días será Navidad y su cumpleaños, joven Erick —la anciana sonrió, mientras levantaba los platos de todos en la mesa.
—Es cierto, ¡por fin serás mayor! —Agustín se emocionó, pues Erick ya sería considerado mayor para tomar posesión como señor del Ducado.
—Será momento de actuar maduramente y en poco tiempo, deberá buscar una futura pareja para desposar —señaló Joseph con algo de orgullo.
Nadie lo notó, pero los ojos verdes del felino, se posaron directamente en el ojiazul.
Erick, se tensó en su lugar y sintió un nudo en su garganta.
«¡¿Pareja?!», apretó los labios por un momento y miró de soslayo al felino, que se mantenía a su lado, «¿cómo voy a buscar pareja si no puedo dejar de soñar cosas raras con Alex?»
—Creo que… Aún falta un poco para eso —forzó una sonrisa.
—Aún está muy joven —Reina puso una mirada llena de reproche en Joseph—, no lo presiones, que tiene una larga vida por delante.
—Lo sé, pero a esa edad, los jóvenes caballeros, deben buscar una futura pareja para casarse y consolidar la familia —insistió el canoso.
—El joven Erick aún debe distraerse un poco, puede casarse en dos o tres años más —sonrió Pascal con diversión—, lo que sí es seguro, es que el potro que le conseguimos hace cuatro años, ya está listo para que lo monte por primera vez —anunció con emoción.
—Ah… Sí —el ojiazul agradeció que el hombre cambiara de tema con rapidez—, supongo que lo intentaré después de mi cumpleaños.
—Sé que es una tradición —Reina miró a Pascal con seriedad—, pero más vale que cuides que no le pase nada al joven Erick.
—¡Tranquila mujer! —el aludido le restó importancia—. Es un potro noble y lo hemos criado muy bien, no tienes nada de qué preocuparte, ¿no es así, joven Erick?
—Eso es cierto, es muy tranquilo y obediente —aseguró Erick.
Aunque no había montado al animal, porque aun era muy joven, había hecho ‘trabajo pie a tierra’ con él, para que se acostumbrara a su liderazgo, al igual que Agustín, con el potro que le correspondería a él, cuando cumpliera dieciocho.
—No está de mas que prioricen la seguridad —Joseph también intervino, ya que Erick era muy importante para ellos.
—Lo malo es que yo seguiré con el trabajo ‘pie de tierra’ todavía —Agustín hizo un puchero y Juls levantó la cabeza, observándolo fijamente.
—Es lo normal, niño Agustín —Pascal le sonrió condescendiente—, un caballo no se puede montar hasta los cuatro años, ya se lo he dicho.
—Supongo que puedo esperar tres años más —el menor se alzó de hombros, porque él estaba por cumplir quince años.
Reina sonrió— hora de ir a dormir, no deben desvelarse…
Ambos jóvenes se incorporaron y se despidieron de los ancianos, quienes se quedarían a tomar una copa, antes de ir a dormir también.
—Vamos a la cama, Alex…
—Tú también, Juls, ven conmigo…
El felino se puso de pie con elegancia, caminando con paso firme para alcanzar al ojiazul y Erick le acarició la melena que tenía destellos dorados. Por su parte, el perro se apresuró a alcanzar a Agustín, meneando la cola con emoción y parándose en dos patas, como si quisiera darle un abrazo.
—Tranquilo, amigo —dijo el menor, recibiendo un lametazo en la mejilla—, se nota que te gusta mucho cuando vamos a dormir —se burló.
Los dos niños, seguidos de sus mascotas, caminaron hacia el dormitorio, subiendo las escaleras.
—Esos dos animales son enormes —Pascal sonrió de lado—, me sorprende que aun los dejen dormir con ellos —señaló para sus compañeros.
—Yo, desde hace meses quería sacarlos —anunció Joseph—, pero Reina no me dejó.
—¡No sean malos! —dijo la mujer, dejando unos vasos llenos de rompope—. Alex es un buen gatito y Juls es un perrito muy fiel —dijo divertida, porque sabía que esos animales no eran exactamente un ‘gatito’ y un ‘perrito’—, además, ambos cuidan mucho de los niños —sonrió calmada, pues ella aun miraba a los hermanos como niños—, cuando ellos se enferman, no se separan ni un momento de sus camas, hasta que se recuperan.
—Me sorprende la conexión que tienen —Pascal sujetó su vaso y dio el sorbo, al ser una bebida alcohólica, le servía para entrar en calor durante las noches frías cómo esa.
—Eso es cierto —Joseph asintió y dio un sorbo a su bebida—, es como si los animales pudieran comunicarse con ellos de alguna manera.
—Sí, a veces creo que se comunican con ellos mentalmente —comentó Reina, mientras retiraba la tetera del fuego.
—Aun así, hay que tener cuidado, porque en poco tiempo, pueden entrar en celo y…
—¡¿Crees que les hagan daño?! —Joseph no permitió que Pascal terminara.
—No lo sé, pero ese tipo de animales se pone muy inquieto en ese periodo —respondió el otro con duda.
—¡Pamplinas! —Reina se sentó al lado de los dos, con una taza de café en mano—. Esos dos animales son tan fieles, que nunca les harían daño a mis niños.
—No podemos asegurarlo… —Joseph titubeó.
—Solo puedo decir que, en ese tipo de animales, los instintos pueden ser muy poderosos —Pascal suspiró, dando otro sorbo a su vaso.
Así, una semana antes de navidad, Erick, Agustín y los tres ancianos que más los cuidaban, estaban disfrutando de la cena en la mesa de la cocina, acompañados solo por Alex y Juls, el felino ya había crecido mucho más que un león, pero se miraba joven, pues su melena no estaba tan larga, mientras que el canino se miraba más grande que un lobo normal.
—Bien, en unos días será Navidad y su cumpleaños, joven Erick —la anciana sonrió, mientras levantaba los platos de todos en la mesa.
—Es cierto, ¡por fin serás mayor! —Agustín se emocionó, pues Erick ya sería considerado mayor para tomar posesión como señor del Ducado.
—Será momento de actuar maduramente y en poco tiempo, deberá buscar una futura pareja para desposar —señaló Joseph con algo de orgullo.
Nadie lo notó, pero los ojos verdes del felino, se posaron directamente en el ojiazul.
Erick, se tensó en su lugar y sintió un nudo en su garganta.
«¡¿Pareja?!», apretó los labios por un momento y miró de soslayo al felino, que se mantenía a su lado, «¿cómo voy a buscar pareja si no puedo dejar de soñar cosas raras con Alex?»
—Creo que… Aún falta un poco para eso —forzó una sonrisa.
—Aún está muy joven —Reina puso una mirada llena de reproche en Joseph—, no lo presiones, que tiene una larga vida por delante.
—Lo sé, pero a esa edad, los jóvenes caballeros, deben buscar una futura pareja para casarse y consolidar la familia —insistió el canoso.
—El joven Erick aún debe distraerse un poco, puede casarse en dos o tres años más —sonrió Pascal con diversión—, lo que sí es seguro, es que el potro que le conseguimos hace cuatro años, ya está listo para que lo monte por primera vez —anunció con emoción.
—Ah… Sí —el ojiazul agradeció que el hombre cambiara de tema con rapidez—, supongo que lo intentaré después de mi cumpleaños.
—Sé que es una tradición —Reina miró a Pascal con seriedad—, pero más vale que cuides que no le pase nada al joven Erick.
—¡Tranquila mujer! —el aludido le restó importancia—. Es un potro noble y lo hemos criado muy bien, no tienes nada de qué preocuparte, ¿no es así, joven Erick?
—Eso es cierto, es muy tranquilo y obediente —aseguró Erick.
Aunque no había montado al animal, porque aun era muy joven, había hecho ‘trabajo pie a tierra’ con él, para que se acostumbrara a su liderazgo, al igual que Agustín, con el potro que le correspondería a él, cuando cumpliera dieciocho.
—No está de mas que prioricen la seguridad —Joseph también intervino, ya que Erick era muy importante para ellos.
—Lo malo es que yo seguiré con el trabajo ‘pie de tierra’ todavía —Agustín hizo un puchero y Juls levantó la cabeza, observándolo fijamente.
—Es lo normal, niño Agustín —Pascal le sonrió condescendiente—, un caballo no se puede montar hasta los cuatro años, ya se lo he dicho.
—Supongo que puedo esperar tres años más —el menor se alzó de hombros, porque él estaba por cumplir quince años.
Reina sonrió— hora de ir a dormir, no deben desvelarse…
Ambos jóvenes se incorporaron y se despidieron de los ancianos, quienes se quedarían a tomar una copa, antes de ir a dormir también.
—Vamos a la cama, Alex…
—Tú también, Juls, ven conmigo…
El felino se puso de pie con elegancia, caminando con paso firme para alcanzar al ojiazul y Erick le acarició la melena que tenía destellos dorados. Por su parte, el perro se apresuró a alcanzar a Agustín, meneando la cola con emoción y parándose en dos patas, como si quisiera darle un abrazo.
—Tranquilo, amigo —dijo el menor, recibiendo un lametazo en la mejilla—, se nota que te gusta mucho cuando vamos a dormir —se burló.
Los dos niños, seguidos de sus mascotas, caminaron hacia el dormitorio, subiendo las escaleras.
—Esos dos animales son enormes —Pascal sonrió de lado—, me sorprende que aun los dejen dormir con ellos —señaló para sus compañeros.
—Yo, desde hace meses quería sacarlos —anunció Joseph—, pero Reina no me dejó.
—¡No sean malos! —dijo la mujer, dejando unos vasos llenos de rompope—. Alex es un buen gatito y Juls es un perrito muy fiel —dijo divertida, porque sabía que esos animales no eran exactamente un ‘gatito’ y un ‘perrito’—, además, ambos cuidan mucho de los niños —sonrió calmada, pues ella aun miraba a los hermanos como niños—, cuando ellos se enferman, no se separan ni un momento de sus camas, hasta que se recuperan.
—Me sorprende la conexión que tienen —Pascal sujetó su vaso y dio el sorbo, al ser una bebida alcohólica, le servía para entrar en calor durante las noches frías cómo esa.
—Eso es cierto —Joseph asintió y dio un sorbo a su bebida—, es como si los animales pudieran comunicarse con ellos de alguna manera.
—Sí, a veces creo que se comunican con ellos mentalmente —comentó Reina, mientras retiraba la tetera del fuego.
—Aun así, hay que tener cuidado, porque en poco tiempo, pueden entrar en celo y…
—¡¿Crees que les hagan daño?! —Joseph no permitió que Pascal terminara.
—No lo sé, pero ese tipo de animales se pone muy inquieto en ese periodo —respondió el otro con duda.
—¡Pamplinas! —Reina se sentó al lado de los dos, con una taza de café en mano—. Esos dos animales son tan fieles, que nunca les harían daño a mis niños.
—No podemos asegurarlo… —Joseph titubeó.
—Solo puedo decir que, en ese tipo de animales, los instintos pueden ser muy poderosos —Pascal suspiró, dando otro sorbo a su vaso.
Después de lavar sus dientes, Erick y Agustín se despidieron, dirigiendo los pasos a sus respectivas alcobas, que se encontraban conectadas por medio de una sala común. Juls corrió hacia el cuarto de Agustín, mientras que Alex caminó con paso tranquilo hasta la habitación de Erick.
El ojiazul fue hasta la cama y movió las mantas— sube, Alex…
El felino obedeció y se subió al colchón, justo en el lugar dónde le correspondía desde un año antes y se recostó sobre sus patas, esperando a su dueño
Erick sonrió y se acomodó al lado del otro, cubriéndose con las cobijas, apagando el mechero que estaba al lado de la cama y pasando la mano por el cuerpo de su mascota.
—Descansa, Alex, mañana será un largo día —suspiró y cerró los ojos, para conciliar el sueño.
El enorme felino lamió el rostro del jovencito con cuidado, antes de cerrar los parpados, entrando en un sopor tranquilo, pero se mantenía alerta; desde días antes, estaba muy al pendiente de lo que ocurría en el exterior.
Aunque el león parecía dormir, sus orejas se movían hacia el lugar donde captaba algún ruido, poniendo atención. Varios minutos después, escuchó claramente cuando Pascal salió, yendo hacia su propia casa, cerca de las caballerizas, después, Nana Reina y el anciano Joseph se fueron a sus respectivas habitaciones, en la planta baja.
Una hora después, el león abrió los parpados y sus pupilas verdes brillaron; se movió con lentitud, como si no quisiera incomodar el pelinegro que dormía apaciblemente y bajó de la cama. Antes de apartarse más, sujetó las gruesas mantas entre sus fauces y cubrió al pelinegro con ellas.
El enorme animal caminó hacia la puerta del balcón, que debido a las fechas se mantenía cerrada con llave, pero después de un ligero gruñido, la puerta se abrió de inmediato, permitiendo que el felino saliera con facilidad.
El león se fue hasta una orilla del balcón y su mirada verde se posó en el jardín interior, observando fríamente como los guardias intentaban ponerse bajo resguardo, ya que la nevada comenzaba a arreciar. Un sonido hizo que el felino mirara hacia un lado; de la otra puerta del balcón, el lobo salía con paso seguro y se acercó hasta el otro, bajando la cabeza a modo de respeto.
Alex se incorporó y fue hasta la orilla del balcón, que daba al techo de una gran extensión de la hacienda; de un salto se subió a las tejas y pese a que era pesado, sus pisadas no hacían un solo ruido; el lobo lo siguió, siendo muy sigiloso también. Al alejarse un poco, el león gruñó y un par de alas aparecieron tras su espalda, por lo que de inmediato levantó el vuelo y se enfiló hacia el bosque; por su parte el lobo saltó del tejado, pero antes de llegar al piso, se convirtió en una nube negra, que se movió con rapidez, siguiendo al otro.
Minutos después, ambos llegaron a un claro en lo profundo del bosque y ahí, el lobo de pelaje negro y un gato ligeramente anaranjado, los esperaban.
Alex descendió y levantó algo de nieve al batir las alas; por su parte, la sombra oscura que lo había seguido, llegó hasta colocarse tras él, pero en vez de mostrar su forma de lobo, se convirtió en un humano de cabello castaño y ojos más oscuros de los que normalmente tenía cuando era un lobo.
El otro lobo se convirtió en un joven de cabello negro y ojos castaños, mientras que el gato se convirtió en un jovencito que parecía una chica, debido a su apariencia; su cabello castaño caía en bucles por su espalda y su mirada aceitunada se acentuó, debido a unos lentes que se puso, aunque aun portaba sus orejas de gato.
—Buenas noches, príncipe Alejandro —saludó el castaño con formalidad.
El león se sentó y mantuvo su forma animal, por lo que se comunicó mentalmente con el joven gato, permitiendo que los otros también escucharan sus pensamientos.
—¿Ahora qué ocurre, Marcel? —preguntó con seriedad.
Ante la pregunta tan informal, el joven suspiró— tus padres quieren que vuelvas, ya retrasaste mucho tiempo el final de tu prueba.
—Aún no estoy listo.
—Alejandro, ya estuviste aquí un año —señaló el chico de pelo negro, que se mantenía tras el otro.
—Lo sé, pero aun necesito más tiempo, Miguel.
Miguel soltó el aire y fijó la mirada en su otro amigo— y tú, Julián, ¿también necesitas más tiempo para asegurarte de que está en un lugar seguro?
—Tengo que asegurarme de que nuestro príncipe esté a salvo —objetó el aludido.
—Claro, no tiene nada que ver que quieras seguir durmiendo en la cama de ese niño, ¿verdad? —presionó Miguel.
—¡¿Qué insinúas?!
—Mike, no es momento que discutas con Juls —pidió Marcel con seriedad y luego fijó su mirada aceitunada en el león—. Alex —dijo en un tono frío—, tus padres quieren que vuelvas y dejes de jugar a ser una mascota, manipulando la mente de ese niño, para que haga lo que tu quieres, sin que se dé cuenta.
—No lo manipulo —el león irguió la cabeza—, él es muy receptivo y entiende muy bien mis pensamientos, igual que su hermano Agustín, entiende a Julián.
Miguel entornó los ojos y soltó el aire por la nariz, casi en un bufido, pero no dijo nada, aunque sabía que, para Alejandro, su mente era un libro abierto, por lo que se limitó a pensar en otra cosa.
—Alex —Marcel respiró profundamente—, eres el príncipe de nuestro reino y sé que es más difícil para ti el elegir a la pareja adecuada, porque no confías en nadie, pero no puedes alargar más el término de esta prueba —dijo condescendiente—, tienes que elegir una pareja, para que vuelvas a la normalidad y el tiempo pasa —especificó—. El próximo año, todos los hechiceros, candidatos a ser tu pareja, sean mujeres u hombres —especificó—, también estarán activamente buscando un prospecto más accesible, porque ya todos están por pasar a los dieciocho y su instinto no les permitirá esperar más.
—Yo ya encontré a mi pareja —pensó el león con un dejo de frialdad—, pero aún no cumple los dieciocho, por eso, aunque sea un príncipe, no sirve de nada.
Miguel pasó la mano por su frente—, tus padres no confían en que él pueda aceptarte y piensan que no va a servir de nada, todo este tiempo que has invertido en él —trató de hablar con lentitud, para que el otro entendiera—, por eso, estarían más tranquilos que eligieras a un hechicero, aunque no sea un príncipe.
El león se irguió y gruñó hacia Miguel.
—¡Yo soy el que decidirá eso! —el pensamiento heló la sangre de sus compañeros—. No importa si la pareja que elija no es un hechicero, mientras me ame, será suficiente para mí.
Marcel buscó la mirada verde y levantó una ceja— ¿y te ama? —preguntó con voz baja—. Solo te ha visto como un animal, su mascota —especifico—, ¿cómo sabes que él realmente te ama?
Ante esa pregunta, Alejandro soltó un rugido.
—No tengo por qué dudar —señaló con orgullo el joven león—. Noche a noche, entro en sus sueños y sé que he logrado enamorarlo.
Miguel y Marcel suspiraron, pero no podían hacer nada más.
—De acuerdo —dijo Marcel—, pero la paciencia de tu padre se está terminando.
—Dile que, en unos días, mi príncipe cumplirá la mayoría de edad y es todo lo que estoy esperando.
Marcel asintió— cómo ordene, majestad —dijo con solemnidad y después de una reverencia, volvió a su forma de gato, volviéndose una especie de ser etéreo, que parecía correr por el viento, alejándose con rapidez.
Miguel también se inclinó y regresó a su forma de lobo, convirtiéndose en una nube negra y siguiendo a Marcel.
Cuando desaparecieron, Julián habló.
—¿Estás seguro que el truco de los sueños funcionará? —preguntó con algo de recelo.
—Sí, lo estoy —respondió el león con seguridad, aunque la realidad era que no tenía muchas opciones, pues su magia estaba muy limitada en esa forma.
—Está bien, solo quiero que seas consciente de que tú —lo señaló con un ademán de su rostro—, siendo de linaje real, si te enamoras de un ser sin magia, aun y que sea un príncipe, si no consigues ser el primero al que bese, después de cumplir la mayoría de edad, no volverás a la normalidad.
—Seré el primero y al único, al que quiera besar —sentenció y extendió sus alas, levantando el vuelo para volver a la hacienda.
—Mas vale que así sea, Alex… —susurró el castaño—. De lo contrario, tu padre nos matará a todos los que te seguimos el juego, desde aquella vez que decidiste acercarte a ese niño…
Julián se convirtió en lobo y se volvió neblina, para volver a la hacienda también.
El ojiazul fue hasta la cama y movió las mantas— sube, Alex…
El felino obedeció y se subió al colchón, justo en el lugar dónde le correspondía desde un año antes y se recostó sobre sus patas, esperando a su dueño
Erick sonrió y se acomodó al lado del otro, cubriéndose con las cobijas, apagando el mechero que estaba al lado de la cama y pasando la mano por el cuerpo de su mascota.
—Descansa, Alex, mañana será un largo día —suspiró y cerró los ojos, para conciliar el sueño.
El enorme felino lamió el rostro del jovencito con cuidado, antes de cerrar los parpados, entrando en un sopor tranquilo, pero se mantenía alerta; desde días antes, estaba muy al pendiente de lo que ocurría en el exterior.
Aunque el león parecía dormir, sus orejas se movían hacia el lugar donde captaba algún ruido, poniendo atención. Varios minutos después, escuchó claramente cuando Pascal salió, yendo hacia su propia casa, cerca de las caballerizas, después, Nana Reina y el anciano Joseph se fueron a sus respectivas habitaciones, en la planta baja.
Una hora después, el león abrió los parpados y sus pupilas verdes brillaron; se movió con lentitud, como si no quisiera incomodar el pelinegro que dormía apaciblemente y bajó de la cama. Antes de apartarse más, sujetó las gruesas mantas entre sus fauces y cubrió al pelinegro con ellas.
El enorme animal caminó hacia la puerta del balcón, que debido a las fechas se mantenía cerrada con llave, pero después de un ligero gruñido, la puerta se abrió de inmediato, permitiendo que el felino saliera con facilidad.
El león se fue hasta una orilla del balcón y su mirada verde se posó en el jardín interior, observando fríamente como los guardias intentaban ponerse bajo resguardo, ya que la nevada comenzaba a arreciar. Un sonido hizo que el felino mirara hacia un lado; de la otra puerta del balcón, el lobo salía con paso seguro y se acercó hasta el otro, bajando la cabeza a modo de respeto.
Alex se incorporó y fue hasta la orilla del balcón, que daba al techo de una gran extensión de la hacienda; de un salto se subió a las tejas y pese a que era pesado, sus pisadas no hacían un solo ruido; el lobo lo siguió, siendo muy sigiloso también. Al alejarse un poco, el león gruñó y un par de alas aparecieron tras su espalda, por lo que de inmediato levantó el vuelo y se enfiló hacia el bosque; por su parte el lobo saltó del tejado, pero antes de llegar al piso, se convirtió en una nube negra, que se movió con rapidez, siguiendo al otro.
Minutos después, ambos llegaron a un claro en lo profundo del bosque y ahí, el lobo de pelaje negro y un gato ligeramente anaranjado, los esperaban.
Alex descendió y levantó algo de nieve al batir las alas; por su parte, la sombra oscura que lo había seguido, llegó hasta colocarse tras él, pero en vez de mostrar su forma de lobo, se convirtió en un humano de cabello castaño y ojos más oscuros de los que normalmente tenía cuando era un lobo.
El otro lobo se convirtió en un joven de cabello negro y ojos castaños, mientras que el gato se convirtió en un jovencito que parecía una chica, debido a su apariencia; su cabello castaño caía en bucles por su espalda y su mirada aceitunada se acentuó, debido a unos lentes que se puso, aunque aun portaba sus orejas de gato.
—Buenas noches, príncipe Alejandro —saludó el castaño con formalidad.
El león se sentó y mantuvo su forma animal, por lo que se comunicó mentalmente con el joven gato, permitiendo que los otros también escucharan sus pensamientos.
—¿Ahora qué ocurre, Marcel? —preguntó con seriedad.
Ante la pregunta tan informal, el joven suspiró— tus padres quieren que vuelvas, ya retrasaste mucho tiempo el final de tu prueba.
—Aún no estoy listo.
—Alejandro, ya estuviste aquí un año —señaló el chico de pelo negro, que se mantenía tras el otro.
—Lo sé, pero aun necesito más tiempo, Miguel.
Miguel soltó el aire y fijó la mirada en su otro amigo— y tú, Julián, ¿también necesitas más tiempo para asegurarte de que está en un lugar seguro?
—Tengo que asegurarme de que nuestro príncipe esté a salvo —objetó el aludido.
—Claro, no tiene nada que ver que quieras seguir durmiendo en la cama de ese niño, ¿verdad? —presionó Miguel.
—¡¿Qué insinúas?!
—Mike, no es momento que discutas con Juls —pidió Marcel con seriedad y luego fijó su mirada aceitunada en el león—. Alex —dijo en un tono frío—, tus padres quieren que vuelvas y dejes de jugar a ser una mascota, manipulando la mente de ese niño, para que haga lo que tu quieres, sin que se dé cuenta.
—No lo manipulo —el león irguió la cabeza—, él es muy receptivo y entiende muy bien mis pensamientos, igual que su hermano Agustín, entiende a Julián.
Miguel entornó los ojos y soltó el aire por la nariz, casi en un bufido, pero no dijo nada, aunque sabía que, para Alejandro, su mente era un libro abierto, por lo que se limitó a pensar en otra cosa.
—Alex —Marcel respiró profundamente—, eres el príncipe de nuestro reino y sé que es más difícil para ti el elegir a la pareja adecuada, porque no confías en nadie, pero no puedes alargar más el término de esta prueba —dijo condescendiente—, tienes que elegir una pareja, para que vuelvas a la normalidad y el tiempo pasa —especificó—. El próximo año, todos los hechiceros, candidatos a ser tu pareja, sean mujeres u hombres —especificó—, también estarán activamente buscando un prospecto más accesible, porque ya todos están por pasar a los dieciocho y su instinto no les permitirá esperar más.
—Yo ya encontré a mi pareja —pensó el león con un dejo de frialdad—, pero aún no cumple los dieciocho, por eso, aunque sea un príncipe, no sirve de nada.
Miguel pasó la mano por su frente—, tus padres no confían en que él pueda aceptarte y piensan que no va a servir de nada, todo este tiempo que has invertido en él —trató de hablar con lentitud, para que el otro entendiera—, por eso, estarían más tranquilos que eligieras a un hechicero, aunque no sea un príncipe.
El león se irguió y gruñó hacia Miguel.
—¡Yo soy el que decidirá eso! —el pensamiento heló la sangre de sus compañeros—. No importa si la pareja que elija no es un hechicero, mientras me ame, será suficiente para mí.
Marcel buscó la mirada verde y levantó una ceja— ¿y te ama? —preguntó con voz baja—. Solo te ha visto como un animal, su mascota —especifico—, ¿cómo sabes que él realmente te ama?
Ante esa pregunta, Alejandro soltó un rugido.
—No tengo por qué dudar —señaló con orgullo el joven león—. Noche a noche, entro en sus sueños y sé que he logrado enamorarlo.
Miguel y Marcel suspiraron, pero no podían hacer nada más.
—De acuerdo —dijo Marcel—, pero la paciencia de tu padre se está terminando.
—Dile que, en unos días, mi príncipe cumplirá la mayoría de edad y es todo lo que estoy esperando.
Marcel asintió— cómo ordene, majestad —dijo con solemnidad y después de una reverencia, volvió a su forma de gato, volviéndose una especie de ser etéreo, que parecía correr por el viento, alejándose con rapidez.
Miguel también se inclinó y regresó a su forma de lobo, convirtiéndose en una nube negra y siguiendo a Marcel.
Cuando desaparecieron, Julián habló.
—¿Estás seguro que el truco de los sueños funcionará? —preguntó con algo de recelo.
—Sí, lo estoy —respondió el león con seguridad, aunque la realidad era que no tenía muchas opciones, pues su magia estaba muy limitada en esa forma.
—Está bien, solo quiero que seas consciente de que tú —lo señaló con un ademán de su rostro—, siendo de linaje real, si te enamoras de un ser sin magia, aun y que sea un príncipe, si no consigues ser el primero al que bese, después de cumplir la mayoría de edad, no volverás a la normalidad.
—Seré el primero y al único, al que quiera besar —sentenció y extendió sus alas, levantando el vuelo para volver a la hacienda.
—Mas vale que así sea, Alex… —susurró el castaño—. De lo contrario, tu padre nos matará a todos los que te seguimos el juego, desde aquella vez que decidiste acercarte a ese niño…
Julián se convirtió en lobo y se volvió neblina, para volver a la hacienda también.
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