Capítulo II
Erick estaba por cumplir diecisiete años, faltaba un año más para que llegara el momento de tomar el poder como Duque de Becker, pero eso no le motivaba; sabía que solo era un mero formalismo, pues las tierras le pertenecían al rey desde mucho tiempo atrás.
El ojiazul fue a las conejeras a revisar a Kire, el conejo negro de ojos azules que era el macho alfa y a las conejas que estaban por tener gazapos en esa época. Pese a que los conejos eran un símbolo del ducado y mantenían uno en el escudo, desde que tenía uso de razón, su padre solo se interesaba por la crianza para el consumo en el palacio, así que las visitas hacia la Hacienda, no eran para verlo a él, mucho menos a Agustín, sino para ir a revisar el producto.
—Parece que habrá más gazapos para mi cumpleaños —sonrió—, ya has tenido muchos hijos, Kire —acarició las largas orejas del conejo—, deberías jubilarte…
El conejo se limitó a comer sin prestarle atención, así que Erick siguió revisando a las demás conejas, pero un ruido, muy parecido a un gemido, en dónde guardaban los alimentos para los conejos, le llamó la atención.
—¿Qué es eso? —se preguntó en voz baja y caminó con sigilo.
Estaba a unos pasos de llegar, cuando Agustín llegó a las conejeras.
—¿Qué haces, Erick? —indagó curioso, al verlo caminar con mucho cuidado hacia la zona de granos y alfalfa.
—Ssh… —Erick lo silenció con rapidez y siguió caminando casi de puntillas.
Agustín no entendió lo que el otro hacía, pero lo siguió en silencio y cuando se acercó, también logró escuchar lo que parecía un débil gemido que lo sobresaltó.
Erick movió algunas cajas de madera y un par de pacas de alfalfa, antes de dar con lo que hacía el ruido.
—¿Qué es esto? —su voz sonó sorprendida.
Agustín se acercó mientras el otro se acuclillaba para revisar lo que encontró— parece una bola de pelo… —anunció arrugando la nariz.
—Creo que es un gato…
Erick estiró la mano y movió un poco el animal, logrando despertarlo y que lo rasguñara con un movimiento rápido, ya que se puso de inmediato a la defensiva; arqueó el cuerpo, su pelaje se erizó, sus orejas se hicieron hacia atrás, su cola se irguió y mostró sus colmillos, mientras bufaba.
El ojiazul se quejó y apartó la mano, observando como había cuatro surcos en su muñeca.
—¡¿Estás bien, Erick?! —Agustín se movió a revisar la herida de su hermano.
—Sí, solo fue un rasguño —aseguró, aunque algunas gotas de sangre empezaban a brotar de la piel herida.
Agustín frunció el ceño— seguro vino a comerse los conejos —sentenció y se puso de pie—. Hay que deshacernos de él —buscó con la mirada alrededor, tratando de encontrar un arma que pudiera usar.
—¡No, Agus! —Erick lo detuvo—. Mira, está herido —señaló al felino que tenía una mancha roja en un costado, empapando su largo pelaje blanco.
—Entonces, ¿qué hacemos? —preguntó el menor, confundido.
—Debemos ayudarlo.
—Erick, es posible que tenga alguna enfermedad, no podemos…
No pudo decir más, el ojiazul ya se estaba acercando lentamente al gato, hablándole suavemente— tranquilo… tranquilo… —decía, mientras movía las manos lentamente.
El gato seguía bufando, pero sus ojos verdes se fijaron en los ojos azules y poco a poco pareció caer ante un hechizo, así que su actitud hostil, disminuyó considerablemente.
Después de un momento, Erick pudo sujetarlo y lo acomodó entre sus brazos, sin importar si se manchaba con la sangre del animal. Cuando estuvo ahí, el gato se relajó y cerró los ojos con lentitud, mientras dejaba que su cuerpo descansara en la tibieza de esos brazos que lo sujetaban con cuidado, pero pronto, se quedó inconsciente.
—Parece que la herida es grave —mencionó Erick con preocupación—, no sé si pueda sobrevivir…
—Llevémoslo con Pascal —Agustín señaló a la salida—, cuida de los caballos, así que seguramente sabe cosas de otros animales.
—Tienes razón —el ojiazul asintió—, solo espero que pueda hacer algo.
El ojiazul fue a las conejeras a revisar a Kire, el conejo negro de ojos azules que era el macho alfa y a las conejas que estaban por tener gazapos en esa época. Pese a que los conejos eran un símbolo del ducado y mantenían uno en el escudo, desde que tenía uso de razón, su padre solo se interesaba por la crianza para el consumo en el palacio, así que las visitas hacia la Hacienda, no eran para verlo a él, mucho menos a Agustín, sino para ir a revisar el producto.
—Parece que habrá más gazapos para mi cumpleaños —sonrió—, ya has tenido muchos hijos, Kire —acarició las largas orejas del conejo—, deberías jubilarte…
El conejo se limitó a comer sin prestarle atención, así que Erick siguió revisando a las demás conejas, pero un ruido, muy parecido a un gemido, en dónde guardaban los alimentos para los conejos, le llamó la atención.
—¿Qué es eso? —se preguntó en voz baja y caminó con sigilo.
Estaba a unos pasos de llegar, cuando Agustín llegó a las conejeras.
—¿Qué haces, Erick? —indagó curioso, al verlo caminar con mucho cuidado hacia la zona de granos y alfalfa.
—Ssh… —Erick lo silenció con rapidez y siguió caminando casi de puntillas.
Agustín no entendió lo que el otro hacía, pero lo siguió en silencio y cuando se acercó, también logró escuchar lo que parecía un débil gemido que lo sobresaltó.
Erick movió algunas cajas de madera y un par de pacas de alfalfa, antes de dar con lo que hacía el ruido.
—¿Qué es esto? —su voz sonó sorprendida.
Agustín se acercó mientras el otro se acuclillaba para revisar lo que encontró— parece una bola de pelo… —anunció arrugando la nariz.
—Creo que es un gato…
Erick estiró la mano y movió un poco el animal, logrando despertarlo y que lo rasguñara con un movimiento rápido, ya que se puso de inmediato a la defensiva; arqueó el cuerpo, su pelaje se erizó, sus orejas se hicieron hacia atrás, su cola se irguió y mostró sus colmillos, mientras bufaba.
El ojiazul se quejó y apartó la mano, observando como había cuatro surcos en su muñeca.
—¡¿Estás bien, Erick?! —Agustín se movió a revisar la herida de su hermano.
—Sí, solo fue un rasguño —aseguró, aunque algunas gotas de sangre empezaban a brotar de la piel herida.
Agustín frunció el ceño— seguro vino a comerse los conejos —sentenció y se puso de pie—. Hay que deshacernos de él —buscó con la mirada alrededor, tratando de encontrar un arma que pudiera usar.
—¡No, Agus! —Erick lo detuvo—. Mira, está herido —señaló al felino que tenía una mancha roja en un costado, empapando su largo pelaje blanco.
—Entonces, ¿qué hacemos? —preguntó el menor, confundido.
—Debemos ayudarlo.
—Erick, es posible que tenga alguna enfermedad, no podemos…
No pudo decir más, el ojiazul ya se estaba acercando lentamente al gato, hablándole suavemente— tranquilo… tranquilo… —decía, mientras movía las manos lentamente.
El gato seguía bufando, pero sus ojos verdes se fijaron en los ojos azules y poco a poco pareció caer ante un hechizo, así que su actitud hostil, disminuyó considerablemente.
Después de un momento, Erick pudo sujetarlo y lo acomodó entre sus brazos, sin importar si se manchaba con la sangre del animal. Cuando estuvo ahí, el gato se relajó y cerró los ojos con lentitud, mientras dejaba que su cuerpo descansara en la tibieza de esos brazos que lo sujetaban con cuidado, pero pronto, se quedó inconsciente.
—Parece que la herida es grave —mencionó Erick con preocupación—, no sé si pueda sobrevivir…
—Llevémoslo con Pascal —Agustín señaló a la salida—, cuida de los caballos, así que seguramente sabe cosas de otros animales.
—Tienes razón —el ojiazul asintió—, solo espero que pueda hacer algo.
Pascal, era el anciano caballero que cuidaba de los caballos y era de los pocos siervos qué quedaba en la Hacienda, desde que la familia Becker existía, a parte de él, solo quedaban Reina y Joseph, pues los demás fueron muriendo o el rey los despedía en cuanto podía poner a alguien más a vigilar a Erick.
Cuando el canoso vio llegar a los jovenes, con el gato en brazos, puso un gesto preocupado; de inmediato llevó al animal al interior de la pequeña choza donde vivía, al lado de las caballerizas, para atender la herida.
—Esto debe bastar —anunció el anciano, después de poner una tira de tela, sobre la herida que tenía el animal en la pata trasera, misma que había limpiado con agua tibia—, ahora, solo hay que dejarlo descansar, seguramente está exhausto porque perdió más sangre de la que debería —hizo un mohín cansado.
—¿Se pondrá bien? —indagó Erick con miedo.
—Claro que sí, mi señor —sonrió el hombre—, aunque parece que es grave por la enorme mancha de sangre, la herida no es tan grande, ni mucho menos profunda —le restó importancia—, así que no tiene de qué preocuparse, además, se nota que este cachorro es fuerte.
—¡¿Cachorro?! —Agustín se sobresaltó—. Este gato es enorme, ¡cómo puede ser un cachorro!
—Pues si fuera un gato normal, con este tamaño, sí, sería un adulto —el hombre se alzó de hombros y fue a limpiar sus manos—, pero les aseguro que este es un cachorro de Rui-shi.
—¡¿Un qué?! —preguntaron los hermanos al mismo tiempo.
—Un Rui-shi, conocido comúnmente cómo león de las nieves —sonrió el anciano y fue por su pipa, para sentarse cerca de la chimenea—. Es un felino considerado sagrado, en el Bosque Celestial.
—¿Qué es el Bosque Celestial? —Agustín fue a una silla, cerca de la chimenea también, aún tenía 13 años, por lo que le causaba más curiosidad lo que el hombre les contaba.
—El Bosque Celestial, está más allá de la Tierra de Nadie —comentó Pascal, encendiendo su pipa con calma.
—Pero, desde hace mucho tiempo, Joseph dijo que no había nada en ese bosque —objetó Erick con rapidez, cuidando del felino que estaba dormitando sobre la mesa.
Pascal soltó una risa burlona— todos dicen eso —aseguró, soltando unos arillos de humo—, pero más allá de la Tierra de Nadie, está el Bosque Celestial —su voz sonaba segura—, un reino de hechiceros, dónde las bestias mágicas protegen a los señores, con sus poderes mágicos.
—¿Significa que ese gato tiene magia? —Agustín señaló al felino.
—Aún es un cachorro, pero debería tenerla…
—¿De verdad? ¿Qué clase de magia? —preguntó Erick con duda.
—Sería difícil decir, mi señor —suspiró el hombre—, pero, de todas maneras, tiene que crecer y madurar, para poder usarla con eficiencia.
Los jóvenes se miraron entre sí; la mirada miel se mostró ansiosa y Erick entendió lo que su hermano pensaba, así que sonrió. Si era cierto lo que Pascal decía, ellos podían cuidarlo hasta que creciera y demostrar que la magia era real.
—Pero, antes que nada, ese cachorro debe ser cuidado correctamente.
—Y, ¿cómo es eso? —Agustín parecía confundido.
—Bien, lo primero es bañarlo —Pascal señaló al felino con la pipa—, aparte de su pelaje manchado de sangre, tiene manchas de tierra y lodo, así que debe haber andado mucho y por eso necesita comer bien, para que recupere fuerza.
—¿Podemos bañarlo, aunque está herido? —el ojiazul se notaba preocupado.
—Claro que sí —el canoso asintió—, con agua tibia y mucho cuidado, luego se le pone más ungüento en la herida y se cubre con una venda limpia, para que no se infecte, además, hay que cuidar que no se quite las vendas, ni se lama la herida, es mucho trabajo.
—¡Puedo hacerlo! —aseguró Erick con suficiencia.
—¡Y yo ayudaré!
—Bueno, si creen poder hacerlo, les enseñaré cómo cuidarlo.
Cuando el canoso vio llegar a los jovenes, con el gato en brazos, puso un gesto preocupado; de inmediato llevó al animal al interior de la pequeña choza donde vivía, al lado de las caballerizas, para atender la herida.
—Esto debe bastar —anunció el anciano, después de poner una tira de tela, sobre la herida que tenía el animal en la pata trasera, misma que había limpiado con agua tibia—, ahora, solo hay que dejarlo descansar, seguramente está exhausto porque perdió más sangre de la que debería —hizo un mohín cansado.
—¿Se pondrá bien? —indagó Erick con miedo.
—Claro que sí, mi señor —sonrió el hombre—, aunque parece que es grave por la enorme mancha de sangre, la herida no es tan grande, ni mucho menos profunda —le restó importancia—, así que no tiene de qué preocuparse, además, se nota que este cachorro es fuerte.
—¡¿Cachorro?! —Agustín se sobresaltó—. Este gato es enorme, ¡cómo puede ser un cachorro!
—Pues si fuera un gato normal, con este tamaño, sí, sería un adulto —el hombre se alzó de hombros y fue a limpiar sus manos—, pero les aseguro que este es un cachorro de Rui-shi.
—¡¿Un qué?! —preguntaron los hermanos al mismo tiempo.
—Un Rui-shi, conocido comúnmente cómo león de las nieves —sonrió el anciano y fue por su pipa, para sentarse cerca de la chimenea—. Es un felino considerado sagrado, en el Bosque Celestial.
—¿Qué es el Bosque Celestial? —Agustín fue a una silla, cerca de la chimenea también, aún tenía 13 años, por lo que le causaba más curiosidad lo que el hombre les contaba.
—El Bosque Celestial, está más allá de la Tierra de Nadie —comentó Pascal, encendiendo su pipa con calma.
—Pero, desde hace mucho tiempo, Joseph dijo que no había nada en ese bosque —objetó Erick con rapidez, cuidando del felino que estaba dormitando sobre la mesa.
Pascal soltó una risa burlona— todos dicen eso —aseguró, soltando unos arillos de humo—, pero más allá de la Tierra de Nadie, está el Bosque Celestial —su voz sonaba segura—, un reino de hechiceros, dónde las bestias mágicas protegen a los señores, con sus poderes mágicos.
—¿Significa que ese gato tiene magia? —Agustín señaló al felino.
—Aún es un cachorro, pero debería tenerla…
—¿De verdad? ¿Qué clase de magia? —preguntó Erick con duda.
—Sería difícil decir, mi señor —suspiró el hombre—, pero, de todas maneras, tiene que crecer y madurar, para poder usarla con eficiencia.
Los jóvenes se miraron entre sí; la mirada miel se mostró ansiosa y Erick entendió lo que su hermano pensaba, así que sonrió. Si era cierto lo que Pascal decía, ellos podían cuidarlo hasta que creciera y demostrar que la magia era real.
—Pero, antes que nada, ese cachorro debe ser cuidado correctamente.
—Y, ¿cómo es eso? —Agustín parecía confundido.
—Bien, lo primero es bañarlo —Pascal señaló al felino con la pipa—, aparte de su pelaje manchado de sangre, tiene manchas de tierra y lodo, así que debe haber andado mucho y por eso necesita comer bien, para que recupere fuerza.
—¿Podemos bañarlo, aunque está herido? —el ojiazul se notaba preocupado.
—Claro que sí —el canoso asintió—, con agua tibia y mucho cuidado, luego se le pone más ungüento en la herida y se cubre con una venda limpia, para que no se infecte, además, hay que cuidar que no se quite las vendas, ni se lama la herida, es mucho trabajo.
—¡Puedo hacerlo! —aseguró Erick con suficiencia.
—¡Y yo ayudaré!
—Bueno, si creen poder hacerlo, les enseñaré cómo cuidarlo.
Erick y Agustín llevaron al gato a la casa principal de la Hacienda; debían realizar los cuidados que Pascal les dijo para su herida, así que, lo bañaron con agua tibia. Pese a lo que imaginaron, el felino se mantuvo tranquilo y ambos supusieron que era porque estaba muy cansado, pero no permitía que Agustín lo tocara mucho, al contrario, parecía preferir las caricias de Erick, quien se encargó de atenderlo más que su hermano.
Después de todo, fueron a la cocina, buscando algo de carne para alimentarlo.
El animal comió con rapidez y luego se restregó contra la pierna de Erick, aunque después, se subió a las piernas del ojiazul y se hizo un ovillo, dormitando con rapidez.
—Hay que ponerle un nombre.
—Lo sé, Agus, pero antes, debemos decirle a Nana Reina y Joseph, que lo cuidaremos.
—¿Y si no nos dejan? —preguntó el menor.
—Nana Reina dirá que sí —Erick sonrió—, el que quizá nos ponga un poco más de objeción, es Joseph.
—Tú te encargas de él —indicó Agustín—, a ti si te hace caso, pero a mi no.
—Bien, yo hablaré con él.
Así, ambos fueron al despacho de la casa, dónde Joseph estaba revisando los libros de cuentas de la Hacienda.
Cuando los hermanos entraron, el anciano se sorprendió de ver al enorme gato que Erick llevaba en brazos y parecía muy cómodo ahí. Cuando los jovencitos le explicaron que querían cuidarlo, ya que estaba herido y además, pensaban que era un animal mágico, el hombre no pudo evitar mostrar un gesto de frustración.
—Joven Erick, ese animal no es un felino mágico —sentenció Joseph con cansancio.
—Pascal dijo que es un Rui-shi —defendió el ojiazul.
—Y que debe crecer, para poder usar su magia —secundó su hermano, dando por hecho lo que el otro anciano les había dicho.
—Ya hablaré con Pascal, para que no les cuente esas historias tontas —dijo el hombre de manera condescendiente, antes de ponerse de pie, para ir a la salida—, síganme, por favor.
Ambos siguieron al hombre, quien los llevó a la biblioteca.
—Siéntense, por favor —pidió el hombre, antes de seguir su camino, apoyado en el bastón que usaba, hasta llegar a uno de los estantes, buscando un libro antiguo.
Los jovencitos obedecieron y Erick dejó al gato en la mesa de lectura, pero el felino se movió de inmediato, yendo a las piernas del ojiazul, a hacerse un ovillo nuevamente
—Creo que le agradas mucho —sonrió Agustín.
—Sí, creo que sí —asintió el otro— y es muy calientito, ideal para este clima frío —sonrió, acariciando las orejas, que tenían un pincel de pelo en la punta.
—No digas eso o alguien podría querer hacerlo cobija —sentenció en voz baja su hermano, ya que se habían esmerado en evitar que los guardias descubrieran al gato hasta ese momento.
—¡Aquí está! —Joseph regresó con un libro en mano—. El león de las nieves, es un felino autóctono de las montañas nevadas, en los picos del país Iris, cruzando el mar de Occidente —dejó el libro abierto—, no es un animal mágico, solo es un animal perdido, que seguramente alguien trajo como bestia exótica —añadió con seguridad.
Los hermanos observaron la imagen con curiosidad y miraron a Joseph con incredulidad.
—Eso no se parece a nuestro gato —negó Erick.
—Sí, esto es algo distinto —Agustín asintió—, ni siquiera se muestra con tanto pelo —apuntó la imagen con él índice.
Joseph entornó los ojos y sujetó el libro, leyendo los primeros párrafos.
—El león de las nieves, es considerado uno de los felinos más grandes del mundo, normalmente de pelaje corto y abundante, pero algunos especímenes tienen el pelo largo —casi deletreó la frase—, logrando que se vean más grandes de lo normal, especialmente aquellos que viven en lo más alto de las montañas —especificó—. Tiene mechones en las puntas de las orejas y algunos mechones en las zarpas, que les ayudan a caminar en la nieve —hizo énfasis en esa parte—, ¿quieren que siga?
Agustín hizo un mohín y Erick abrazó al gato con algo de ansiedad.
—No es un gato mágico, ni nada por el estilo —negó el anciano—, ya se los dije, la magia no existe.
—Pero Pascal dijo ¡que venía del Bosque Celestial! —indicó el ojiazul con insistencia.
—¡Es cierto! —asintió Agustín—. También dijo que está más allá de la Tierra de Nadie.
Joseph masajeó sus parpados— el Bosque Celestial es una leyenda —comentó cansado—. Un cuento para niños, sobre un reino lleno de hechiceros que ayudan a las personas buenas, pero nada más, se los aseguro —cerró el libro con rapidez—, no es real.
Ambos jovencitos se miraron entre sí y el gesto triste que pusieron, logró que Joseph se sitiera mal por arruinarles sus sueños infantiles.
—Pueden quedarse con el gato —suspiró con cansancio y los hermanos levantaron el rostro al mismo tiempo—, pero deben tener en cuenta que no es un animal mágico, ¿de acuerdo?
Ambos asintieron.
—También, deben evitar que ataque las conejeras, especialmente durante la noche, que es cuando esta raza caza —indicó con calma—, de lo contrario, los guardias del rey lo tomarán como peligroso para los conejos y seguramente se desharán de él.
—¡Lo cuidaremos! —la voz de Agustín sonaba segura.
—Y dormirá en mi habitación, así me aseguraré de que no salga en la noche —añadió Erick.
—Está bien, confiaré en ustedes —sonrió el anciano—. Yo hablaré con los guardias y el rey, cuando venga de visita, pero ustedes deben encargarse de que este minino no se meta en problemas, ¿de acuerdo?
—Sí, ¡lo prometemos!
Después de todo, fueron a la cocina, buscando algo de carne para alimentarlo.
El animal comió con rapidez y luego se restregó contra la pierna de Erick, aunque después, se subió a las piernas del ojiazul y se hizo un ovillo, dormitando con rapidez.
—Hay que ponerle un nombre.
—Lo sé, Agus, pero antes, debemos decirle a Nana Reina y Joseph, que lo cuidaremos.
—¿Y si no nos dejan? —preguntó el menor.
—Nana Reina dirá que sí —Erick sonrió—, el que quizá nos ponga un poco más de objeción, es Joseph.
—Tú te encargas de él —indicó Agustín—, a ti si te hace caso, pero a mi no.
—Bien, yo hablaré con él.
Así, ambos fueron al despacho de la casa, dónde Joseph estaba revisando los libros de cuentas de la Hacienda.
Cuando los hermanos entraron, el anciano se sorprendió de ver al enorme gato que Erick llevaba en brazos y parecía muy cómodo ahí. Cuando los jovencitos le explicaron que querían cuidarlo, ya que estaba herido y además, pensaban que era un animal mágico, el hombre no pudo evitar mostrar un gesto de frustración.
—Joven Erick, ese animal no es un felino mágico —sentenció Joseph con cansancio.
—Pascal dijo que es un Rui-shi —defendió el ojiazul.
—Y que debe crecer, para poder usar su magia —secundó su hermano, dando por hecho lo que el otro anciano les había dicho.
—Ya hablaré con Pascal, para que no les cuente esas historias tontas —dijo el hombre de manera condescendiente, antes de ponerse de pie, para ir a la salida—, síganme, por favor.
Ambos siguieron al hombre, quien los llevó a la biblioteca.
—Siéntense, por favor —pidió el hombre, antes de seguir su camino, apoyado en el bastón que usaba, hasta llegar a uno de los estantes, buscando un libro antiguo.
Los jovencitos obedecieron y Erick dejó al gato en la mesa de lectura, pero el felino se movió de inmediato, yendo a las piernas del ojiazul, a hacerse un ovillo nuevamente
—Creo que le agradas mucho —sonrió Agustín.
—Sí, creo que sí —asintió el otro— y es muy calientito, ideal para este clima frío —sonrió, acariciando las orejas, que tenían un pincel de pelo en la punta.
—No digas eso o alguien podría querer hacerlo cobija —sentenció en voz baja su hermano, ya que se habían esmerado en evitar que los guardias descubrieran al gato hasta ese momento.
—¡Aquí está! —Joseph regresó con un libro en mano—. El león de las nieves, es un felino autóctono de las montañas nevadas, en los picos del país Iris, cruzando el mar de Occidente —dejó el libro abierto—, no es un animal mágico, solo es un animal perdido, que seguramente alguien trajo como bestia exótica —añadió con seguridad.
Los hermanos observaron la imagen con curiosidad y miraron a Joseph con incredulidad.
—Eso no se parece a nuestro gato —negó Erick.
—Sí, esto es algo distinto —Agustín asintió—, ni siquiera se muestra con tanto pelo —apuntó la imagen con él índice.
Joseph entornó los ojos y sujetó el libro, leyendo los primeros párrafos.
—El león de las nieves, es considerado uno de los felinos más grandes del mundo, normalmente de pelaje corto y abundante, pero algunos especímenes tienen el pelo largo —casi deletreó la frase—, logrando que se vean más grandes de lo normal, especialmente aquellos que viven en lo más alto de las montañas —especificó—. Tiene mechones en las puntas de las orejas y algunos mechones en las zarpas, que les ayudan a caminar en la nieve —hizo énfasis en esa parte—, ¿quieren que siga?
Agustín hizo un mohín y Erick abrazó al gato con algo de ansiedad.
—No es un gato mágico, ni nada por el estilo —negó el anciano—, ya se los dije, la magia no existe.
—Pero Pascal dijo ¡que venía del Bosque Celestial! —indicó el ojiazul con insistencia.
—¡Es cierto! —asintió Agustín—. También dijo que está más allá de la Tierra de Nadie.
Joseph masajeó sus parpados— el Bosque Celestial es una leyenda —comentó cansado—. Un cuento para niños, sobre un reino lleno de hechiceros que ayudan a las personas buenas, pero nada más, se los aseguro —cerró el libro con rapidez—, no es real.
Ambos jovencitos se miraron entre sí y el gesto triste que pusieron, logró que Joseph se sitiera mal por arruinarles sus sueños infantiles.
—Pueden quedarse con el gato —suspiró con cansancio y los hermanos levantaron el rostro al mismo tiempo—, pero deben tener en cuenta que no es un animal mágico, ¿de acuerdo?
Ambos asintieron.
—También, deben evitar que ataque las conejeras, especialmente durante la noche, que es cuando esta raza caza —indicó con calma—, de lo contrario, los guardias del rey lo tomarán como peligroso para los conejos y seguramente se desharán de él.
—¡Lo cuidaremos! —la voz de Agustín sonaba segura.
—Y dormirá en mi habitación, así me aseguraré de que no salga en la noche —añadió Erick.
—Está bien, confiaré en ustedes —sonrió el anciano—. Yo hablaré con los guardias y el rey, cuando venga de visita, pero ustedes deben encargarse de que este minino no se meta en problemas, ¿de acuerdo?
—Sí, ¡lo prometemos!
Glosario:
Rui-shi: León auspicioso (瑞獅, pinyin: ruìshī): refiriéndose al dios tibetano león de las nieves o de la buena fortuna.
Rui-shi: León auspicioso (瑞獅, pinyin: ruìshī): refiriéndose al dios tibetano león de las nieves o de la buena fortuna.
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