Capítulo III
El lunes, Rodrigo llegó media hora antes de su entrada oficial; estaba muy nervioso, pero al estar en su escritorio se repuso con rapidez. Justo en la pequeña canastilla que él conocía bien, estaban los pendientes que había para ese día, los cuales, seguramente la persona que ahora era el nuevo mensajero, quien entraba una hora antes que él, dejó ahí; eran los memos, misivas y demás cosas que había que archivar, después de comunicárselas a Mateo, pero tenía que organizarlas para poder hacerlo.
Cuando el mayor llegó, se sorprendió de ver al jovencito en su lugar, bastante serio y entregado; tenía un aire más maduro y la mente del ojiverde empezó a divagar con esa visión, consiguiendo que se sonrojara y el aire se le escapara de los pulmones. Pasó saliva y negó, tratando de tomar una actitud seria, caminando hasta su destino.
Rodrigo alcanzó a mirar de soslayo a su jefe y se puso de pie para recibirlo, dándole los buenos días con una amplia sonrisa; el castaño casi se derrite al verlo vestido con el traje que más le había gustado, de todos los que le había comprado. Sin poder evitarlo, Mateo rió tontamente, devolvió el saludo y casi corre para meterse a su oficina y evitar mostrar su rostro, pues sentí que ardía y además, estaba sofocado.
Los días pasaban, Mateo no llegaba tarde a las reuniones, además de que Rodrigo le dejaba tiempo suficiente para comer, descansar y espacio para poder recibir a algunas personas que llegaban de improviso. Julio, el padre del castaño, desconfiaba un poco del niño, pero admitía que a pesar de su poca experiencia, estaba manejando la situación bastante bien; aunque también le daba crédito a su propia secretaria, quien seguramente le había instruido con mucha eficiencia. Por su parte, Claudia seguía insinuándose a Rodrigo, cada que tenía la oportunidad de verlo, pero el menor se mantenía cohibido, dándole largas para salir, poniendo excusas de cuestiones personales, y especialmente de sus clases.
Mateo estaba consciente que Claudia tenía interés en su nuevo asistente, pero, no podía hacer nada al respecto y lo peor fue enterarse que no era la única; Rodrigo empezó a ganarse admiradoras, pues tenía un mejor puesto, mejor sueldo y varias facilidades que no cualquiera en la disquera, pues el mismo lunes que empezó oficialmente, Mateo lo llevó con Ernesto Álvarez, quien pariente del encargado de la oficina de transito, para que le hicieran la prueba de manejo. Rodrigo pasó el examen con facilidad y por ende le dieron su licencia, con eso, el ojiverde le dio un automóvil de la empresa y aunque el universitario no quería, el mayor no lo dejó objetar.
Así, Rodrigo tenía los días ocupados, en la mañana en su trabajo, mientras que en la noche y fin de semana la escuela, donde no tenía relación más que con un solo compañero, a quien poco a poco le ganaba confianza, aunque el otro era tan retraído, que las pláticas que tenían eran escasas y solo se limitaban a la escuela.
* * *
-¿Qué tenemos para hoy? – indagó el castaño firmando los documentos, mientras Rodrigo estaba a su lado, pasándole hoja por hoja, para que no se confundiera.
-A las cuatro, tiene una reunión con la señorita Reina Maldonado, para establecer el contrato con la cantante a quien representa…
-¿Reina? – el ojiverde hizo gesto de confusión – no me suena – negó – ¿no puede ir alguien más?
-La señorita Maldonado, pidió hablarlo directamente con usted – el pelinegro forzó una sonrisa, realmente detestaba que todas las chicas que pedían una cita, exigieran que fuera precisamente su jefe quien las recibiera, aunque él bien sabía que podían arreglar algunas cosas con otras personas.
-Bien… ¿algo más?
-No, este viernes todo está tranquilo – comentó el menor, entregando la última hoja que faltaba de firmar.
-¡Genial! – el mayor estampó su rúbrica – entonces, si no hay nada que hacer, ¿quieres ir a desayunar conmigo?
-Señor… – Rodrigo recibió el documento – acabamos de entrar, apenas son las nueve con quince…
-Hora perfecta para el desayuno, ¿no lo crees?
-¿No desayunó antes de venir a la oficina?
-No – negó – desayunar a las ocho no es lo mío – aseguró – entre nueve y diez es perfecto – sonrió emocionado.
Ante la sonrisa de Mateo, Rodrigo también sonrió; no podía negarse, especialmente porque el castaño le agradaba, aunque aún se negaba a aceptar abiertamente que más que agradar, era que le gustaba realmente.
-De acuerdo – el pelinegro asintió – sí es la única manera en que usted va a desayunar, lo acompaño con…
Un sonido fuerte se escuchó, interrumpiendo las palabras del menor; la puerta de la oficina fue abierta de golpe, e incluso, pareció desprenderse de una bisagra.
La pareja observó al umbral. Rodrigo se extrañó de ver al hombre pelirrojo, alto, haciendo sus hombros anchos hacia atrás, como si se quitara un poco de estrés con esa acción, pero sin quitar su semblante molesto, manteniendo su grisáceo mirar hacia el frente; Mateo por su parte, sintió que el alma escapaba de su cuerpo.
-Te dije que te buscaría, en tu casa u oficina, e incluso tiraría la puerta, si no respondías mis llamadas – espetó el sujeto, señalando al ojiverde con su índice – y no estaba jugando ‘daragói’, ahora no puedes huir.
Al pelinegro le llamó la atención el extraño acento que el otro tenía, pero trató de concentrarse en la situación, desvió la mirada para ver a Mateo y se sorprendió de ver que estaba tan pálido como una hoja; frunció el ceño con molestia y extendió la mano hacia el teléfono del escritorio.
-Llamaré a seguridad – anunció.
-¡No! – Mateo movió la mano y colgó antes de que Rodrigo hiciera lo que dijo – solo… solo… – carraspeó – pide a alguien de intendencia que venga a arreglar la puerta – sonrió con nervios y se puso de pie – Misha… – su voz tembló – ¿cuánto tiempo…?
-Desde el año pasado – soltó el otro a modo de reclamo – y todo porque te niegas a hablar conmigo – se señaló con molestia, caminando hacia el castaño.
-Bueno, yo… – el ojiverde se movió nervioso – realmente tenía muchas cosas que hacer, el trabajo, la oficina, la familia, pero te iba a buscar después… – mintió.
-¡Ven acá! – el pelirrojo jaló a su amigo por la muñeca y lo acercó a su pecho, dándole un fuerte abrazo.
Rodrigo se sobresaltó y sin pensar, los músculos de su mandíbula se tensaron, mientras apretaba los puños; estaba celoso.
-Misha… – el castaño le dio palmaditas en la espalda – no puedo… respirar…
-¡Tan debilucho como siempre! – sonrió el ojigris, poniendo un semblante mucho más amable y lo alejó, sujetándolo por los hombros – te he dicho que el yoga no te sirve, debes hacer verdadero deporte de acción – dijo con total convicción – pero volviendo al tema, ¿por qué no querías hablar conmigo? – reclamó una vez más – ni siquiera me dejaste verte antes de irme de viaje, ¡en año nuevo!
-Bueno, tu sabes… yo… – el ojiverde evitaba su mirada, no sabía qué responder – la verdad… es que…
-‘Daragói’ – la mano del pelirrojo sujetó la barbilla de Mateo, parecía un gesto rudo pero realmente lo hacía con delicadeza, obligándolo a levantar el rostro y mirarlo a los ojos – ¿estás enojado conmigo?
-No, ¡sabes que no!, pero bueno, lo que pasó, yo… tenía vergüenza… y…
Esas palabras consiguieron que la sangre de Rodrigo hirviera, imaginándose que ese hombre tenía algo que ver con su jefe.
-Señor… – interrumpió el momento de la pareja – ¿desea que le prepare algo de beber a su ‘amigo’? – arrastro la palabra.
-¿Quién es ese niño? – preguntó el recién llegado, observando a Rodrigo de pies a cabeza.
-Es mi nuevo asistente – explicó con rapidez el ojiverde – Rodrigo Fernández – presentó – él… – señaló al pelirrojo – es mi mejor amigo, Mikhail Aramburo.
-Un placer – dijo el ojigris para el menor, moviendo el rostro a modo de saludo.
-Igual – respondió Rodrigo entre dientes, solo por cortesía, porque realmente no sentía nada de placer al conocerlo y mucho menos, de esa manera.
-¿Quieres algo? – Mateo volvió la mirada a su amigo.
-¡Claro que quiero algo! – sentenció con rapidez el pelirrojo – salir a desayunar contigo – lo sujetó de la muñeca – tenemos que hablar seriamente y siempre que estoy en la ciudad, desayunamos juntos – caminó hacia la puerta – vamos, que se hace tarde.
-Pero, Misha… – el castaño trató de detenerlo – ¿te das cuenta que casi tumbas mi puerta? – preguntó con sarcasmo – tengo que hacerme cargo…
-Tu asistente va a llamar a intendencia, ¿qué no? – insistió el pelirrojo.
-Pero… – Mateo no quería ir con él, no porque le desagradara su compañía, sino que, no quería tocar ese tema, por el cual le estaba huyendo.
-Entonces, sí estás enojado conmigo – el otro entrecerró los ojos, liberando el agarre en la muñeca de su amigo – pero ¡no importa! – sonrió ampliamente – creo que sé cómo contentarte – dio pasos largos hacia fuera de la oficina y volvió con un ramo de lirios amarillos, el cual había dejado en el escritorio de Rodrigo, antes de entrar.
Mateo se cruzó de brazos y levantó una ceja.
-Misha, ¿por qué me traes flores? – preguntó molesto.
-Bueno… – el otro pasó la mano por su cabellera rojiza, con algo de vergüenza – después de lo que me dijiste en navidad, yo… pensé que… esto te podría gustar – explicó con nervios – son tus favoritas, ¿qué no? – acercó el ramo a su amigo – lirios amarillo limón, aunque le pedí a la de la florería que fueran más verdes que amarillos, ¿no le atinó? – preguntó confundido – realmente no sé de flores…
-El hecho de que te haya dicho ‘eso’ en navidad – el ojiverde le arrebató el ramo sintiéndose ofendido – ¡no significa que quiera que me traigas flores! ¡No soy una chica! – hizo el ademán de querer golpearlo con el ramo y su amigo se encogió de hombros, cubriéndose con las manos, esperando el golpe, pero este al final no sucedió – idiota… – suspiró el castaño bajando el ramo y negó, no podía culpar a su amigo de no saber cómo tratarlo, si él mismo se había aislado – son lindas y sí, le ‘atinó’ – sonrió débilmente – gracias… – dijo al final con algo de cansancio.
-‘Daragói’ – el pelirrojo se inclinó, buscando la mirada verde – no quiero que estés triste, anda, ¡vamos a desayunar! y a platicar – le sonrió.
Mateo hizo un mohín – está bien – asintió – deja voy por mis llaves.
-No es necesario, yo te llevo…
-Pero si me llevas, vas a tener que traerme de nuevo…
-¿Qué importa? – se alzó de hombros – no tengo nada que hacer hoy, por eso vine a ‘robarte’…
El castaño suspiró – ¿por qué nunca puedo negarme a tus locuras? – preguntó con una sonrisa tranquila – está bien, vamos… Rodrigo – llamó al pelinegro, que estaba aún observando todo desde un lado del escritorio, con un claro gesto de molestia – toma… – estiró la mano para darle el ramo de flores y al menor no le quedó más remedio que ir por él – ponlas en agua, volveré en un rato, si sucede cualquier cosa, márcame al celular, ¿de acuerdo?
-Sí – asintió el menor – pero no olvide su cita de las cuatro – recordó para el otro, pues era su trabajo.
-¿No tienes nada que hacer hasta las cuatro?
El pelirrojo sonrió ampliamente y con eso, el universitario quiso abofetearse a sí mismo.
-No – Mateo negó con inocencia – es viernes, así que, no hay mucho que hacer.
-Bien, tengo más tiempo del que creí, vamos…
-De acuerdo, nos vemos en la tarde, Rodrigo – Mateo le sonrió y salió de la oficina con el pelirrojo.
El menor se quedó ahí, su respiración empezó a descompasarse y sin pensar, apretó el agarre en las flores; estaba enojado, molesto, furioso y realmente, estaba celoso. Caminó hacia la cocina a buscar en qué poner las flores.
-‘Misha’ – dijo con desagrado – ¿por qué le dice así? – se preguntó con desespero mientras sacaba un recipiente que parecía realmente un florero – ¿por cariño? ¿Le gusta? ¿Son novios? – cada pregunta lo inquietaba más – no, si fueran novios no habrían pasado tanto tiempo sin verse y, además, él me dijo que nadie sabía que era gay, más que su papá – se respondió para calmarse, mientras llenaba el frasco de cristal con agua – pero, entonces, ¿por qué ese sujeto sabe qué flores le gustan?, además de otros detalles – pasó la mano por su cabello y negó – ¿qué me pasa? – se preguntó frustrado – en serio, no soy nada de Mateo, pero, quería golpear a ese tipo por abrazarlo y mirarlo así… y, ¡¿qué demonios significa ‘daragói’?! – gruñó acomodando las flores en el recipiente, mirándolas con desagrado.
Tardó un poco en controlarse, pero al final, tenía que admitir que nada podía hacer, así que suspiró; caminó hasta el escritorio de Mateo, dejando el florero en el mismo. Llamó a intendencia para que fueran a arreglar la puerta y decidió volver al trabajo; antes de salir de la oficina, observó el ramo de flores, una vez más.
-Al menos, ya sé qué flores le gustan – susurró – pero, de haber sabido que me iba a enterar así, preferiría no haberlo hecho.
* * *
Mateo y Mikhail estaban en el restaurante de uno de los hoteles más lujosos de la ciudad, mismo que había sido diseñado por el pelirrojo y construido por su empresa familiar; ya habían pedido el desayuno y esperaban en la mesa, departiendo como siempre.
-Entonces, ¿fuiste a Rusia en fin de año?
-Sí – respondió el pelirrojo después de beber un poco de agua de limón – fui para pasar noche vieja, año nuevo y la navidad que celebran allá, en enero, Dimitry aprovecho para ir también, aunque solo pasó la navidad allá y se regresó a sus obligaciones ya que sigue ocupado en algo importante – contó sin mucho interés – por cierto, mi abuela te manda saludos y unos dulces – dijo con burla – pero, no estamos aquí para hablar de mi familia – levantó una ceja – sino de ‘eso’ de lo que no quisiste hablar en navidad – reclamó.
-Misha… – Mateo pasó la mano por su cabello – es un poco complicado lo que quieres saber…
-¿Complicado por qué? Solo quiero saber ¿quién fue el imbécil que te hizo llorar?, así podré ir a golpearlo – golpeó su puño derecho contra la palma izquierda.
El ojiverde se asustó – Misha, no quiero que lo golpees, ¡podrías matarlo!
-¡Claro que no! – negó – solo lo mandaré al hospital un par de días, una o dos extremidades rotas se curan con facilidad.
Un escalofrío cimbró al castaño; sabía que Mikhail hablaba en serio, no por nada practicaba kick boxing y de más estaba decir que era muy bueno, pero no quería que le hiciera nada a Rodrigo y menos por algo que ya había solucionado, o al menos eso quería creer.
-Además, no tiene importancia quién es… – Mateo quería cambiar el objetivo de su amigo, aunque con eso llegaran a un punto que no quería – yo creí que querías saber de… lo otro…
-¿Lo otro? – preguntó el ojigris, claramente confundido.
-Sí, bueno, sobre mi… tu sabes…
-Eres gay, eso engloba todo y explica mucho, ¿qué más necesito saber?
-Ah… – esa aseveración casi deja sin palabras a Mateo – no te… ¿no te incomoda?
-¿Por qué me incomodaría? – su amigo levantó una ceja.
-Bueno, tu familia es… y tú también… un poco… tú sabes…
La carcajada el otro no se hizo esperar, fue tan estridente que hasta la joven que les llevaba el desayuno se sobresaltó. Mikhail tardó un poco en reponerse y agradeció a la mesera cuando se retiró, después de dejar sus alimentos.
-¿Me estás diciendo que no habías querido hablar conmigo, porque pensabas que tengo prejuicios sobre los gais? – preguntó directo al punto.
-Pues… sí, más o menos – el ojiverde suspiró – eres mi mejor amigo y no quería perderte, aunque para eso tuviera que alejarme… sé que es tonto, pero no quería sentirme rechazado, supongo…
-‘Daragói’ – la mano Mikhail se puso sobre la de Mateo, y consiguió que el otro lo viera a los ojos – tu solito pusiste la barrera, yo jamás dejaría de ser tu amigo por tu preferencia sexual – aseguró – nos conocemos desde la escuela secundaria y creí que teníamos confianza…
-Sí, Misha, pero no sabía que diría tu familia, además, esto lo supe en la universidad y te recuerdo que estuvimos distanciados, porque tú estabas en otra carrera…
-¿Mi familia? – negó – nadie de mi familia diría nada, quizá mi hermana porque eres su amor platónico desde que te conoce…
-¡Misha! – Mateo desvió la mirada, no le agradaba que su amigo siempre se burlara de eso, pero él no podía corresponder el cariño que Anya le tenía.
-Pero de ahí en más, te aseguro que no te tratarían mal, ni siquiera mis abuelos que son tan ‘conservadores’ como tú piensas – rió – mi abuela seguiría enviándote dulces, créeme, no tienen prejuicios…
-No te creo… – el castaño entrecerró los ojos.
-‘Daragói’ – el pelirrojo suspiró cansado – en serio, no pasaría nada y aunque lo hiciera, ellos están en Rusia, a cientos de miles de kilómetros, no es como que los vieras todos los días – soltó con toda la obviedad del mundo – pero estoy completamente seguro que nadie te diría nada – dijo con toda sinceridad.
-Aun así… – Mateo suspiró – lamento habértelo dicho de esa manera – confesó – realmente nadie lo sabía y no quería decirlo, porque… bueno, tu sabes mi situación con las mujeres…
-¿Cuál? – preguntó el otro empezando su desayuno.
-Pues, que casi se me tiran encima para empezar una relación.
-Ah, sí… – asintió su amigo – es la misma que tengo yo, todas quieren echarte el lazo, porque eres, o mejor dicho, somos solteros codiciados, pero, ¿qué tiene que ver? Si dices que eres gay, te las quitarías de encima, ¿o no?
-Sí, y entonces, empezaría a ser ‘acosado’ por chicos y me pondría una barrera que no me permitiría ver si alguno realmente vale la pena – dijo con cansancio.
-Sí, esa es una gran posibilidad y se convertiría en un problema…
-Por eso no se lo había dicho a nadie, más que a mi papá – contó – hasta ese día, se lo dije a alguien más y fue a la persona que me gustaba – sonrió tristemente.
-Y te rompió el corazón – gruñó Mikhail.
-No creo que esa haya sido su intención – negó, observando su comida, dudando en empezar a desayunar – él, simplemente me dijo la verdad – sin querer, su mente recordó todo lo sucedido y sus músculos se tensaron – él es heterosexual, así que realmente, por mucho que lo intente, no tengo oportunidad – intentó sonreír pero solo pudo suspirar.
-‘Daragói’ – el ojigris sujetó la mano de su amigo con firmeza, tratando de darle seguridad – no estés triste – sonrió condescendiente, pues no sabía realmente como se sentía el otro, pero le dolía verlo así – no vale la pena, seguramente, encontrarás a alguien que sí sepa apreciarte…
-El problema es que, me enamoré de él – el castaño forzó una risa, pero su semblante era triste y apagado, completamente diferente a lo que él era.
-Mateo… – Mikhail lo llamó con seriedad – el amor es así, a veces, te enamoras de la persona que menos debes, yo lo sé bien – se alzó de hombros – cuando me enamoré de Yolanda y ella me rechazó porque estaba enamorada de mi hermano, sentí que no iba a sobreponerme, y ¡mírame! – se señaló – ella fue rechazada por Dima y a mí, ya no me duele…
-Si ya no te duele, ¿por qué no tienes novia?
-Porque no he encontrado a la chica adecuada – respondió con rapidez – cuando la encuentre, entonces pondré todo de mí para que me quiera, como yo la voy a querer y, eso te va a pasar a ti – levantó una ceja y con su tenedor, señaló a su amigo – solo necesitas encontrar a la persona correcta, y llegará cuando menos te lo esperes…
“…cuando menos te lo esperes…” esas palabras consiguieron que Mateo sonriera débilmente; él sabía eso mejor que nadie, por eso, en todos esos años que tenía desde que había aceptado ser gay, no se había precipitado y en navidad, estaba seguro que había encontrado a la persona correcta en Rodrigo, pero se equivocó.
-Y, ¿qué tal si no llega? – preguntó en un murmullo – ya casi cumplo treinta y realmente es muy difícil para mí, imaginar que…
-No voy a dejar que te deprimas – el pelirrojo negó – si no quieres decirme quién es el imbécil que te dejó en tan mal estado, para darle un escarmiento, al menos vas a dejar que te ayude a sentirte mejor – sentenció – vas a acompañarme a algunas fiestas y conocerás chicos, espero que lindos, pero no sé tus gustos, así que mejor te lo dejo a ti…
Mateo sonrió y negó – es que, no sé si pueda…
-¿Por qué no?
-Misha… – el ojiverde empezó a jugar con el tenedor sobre su comida – él, aunque sé muy bien que no se lo propuso, me conquistó y… por el momento, no quiero buscar a nadie más – confesó – me sería muy difícil porque lo tendría demasiado presente – “especialmente ahora que es mi asistente” pensó – así que, estaría buscándolo en cada persona que conociera…
-¿Qué diablos te hizo? – preguntó con verdadero desconcierto.
-¡No me hizo nada! – las mejillas del castaño se tiñeron de rojo.
-‘Daragói’ – la sonrisa divertida en el rostro de Mikhail no se hizo esperar – no me refería a lo que tú te imaginas – se burló – me refiero a que, es la primera vez que te veo de esa manera, ¿realmente fue tan especial?
Mateo se mordió el labio y asintió – sí – respondió débilmente – fue tan especial que… – guardó silencio un instante – Misha… – levantó la mirada y miró los ojos grises de su amigo con algo de ansiedad – a pesar de que sé que no tengo oportunidad, a pesar de que sé que lo que hizo no fue para mí, ni por mí… yo… en el fondo, sigo teniendo una mínima esperanza, de que pueda obtener la oportunidad de alcanzar un poco de su cariño… – rió débilmente y suspiró – soy patético, ¿cierto?
El pelirrojo había quitado la sonrisa, estaba serio y respiró profundamente, negando con lentitud.
-Estás enamorado – sentenció sin dejar lugar a dudas – aunque no creo que esa persona merezca tu cariño…
-Tal vez no, pero, eso no importa – negó – yo quisiera ser la persona que pudiera merecer su cariño.
Mikhail apretó los cubiertos en su mano, no le gustaba ver a Mateo en esa situación, especialmente porque lo apreciaba mucho; lo conocía y sabía que era un hombre que valía más que cualquier otro y estaba seguro que podía ser feliz con alguien más, incluso, creía conocer a alguien.
-Escucha… – dijo con frialdad – si ese tipo no se da cuenta lo importante y valioso que eres como persona, es su problema – sentenció – no tienes que desmerecerte solo porque un infeliz no sabe apreciarte.
El ojiverde levantó la mirada con sorpresa. Sonrió; sabía que Mikhail solo quería hacerlo sentir bien y, lamentablemente, él estaba tan deprimido que no sabía apreciar sus intentos. Posiblemente tenía razón; Rodrigo jamás le haría caso, pero no por eso, él debía tener voto de castidad, quizá era momento de buscar alguien que realmente lo quisiera y le hiciera olvidar a ese niño.
-Gracias… – dijo con más calma – realmente siempre logras ponerme de buen humor.
-Es que, no quiero que te hundas en la depresión y tú solito lo estás haciendo, ya te lo dije – soltó el pelirrojo con molestia – así que mañana sábado, nos vamos de fiesta y seguramente, para el domingo, habrás olvidado a ese sujeto – chasqueó los dedos.
Mateo no pudo contener su risa – sí, lo olvidaré hasta el lunes por la mañana, cuando él me prepare café en la oficina – dijo con diversión y siguió riendo, hasta que se dio cuenta que había dicho algo que no debía.
-¿En tu oficina? – preguntó su amigo – ¿aún trabaja ahí? – su voz era casi un siseo – creí que a estas alturas ya no estaría en la disquera…
-Ah… bueno… la verdad… la verdad es tan relativa – rió nerviosamente.
-Mateo…
El tono de voz que usó su amigo, consiguió que el castaño temblara en su asiento.
-¿Qué me estás ocultando? – el pelirrojo levantó una ceja.
Mateo se encogió en su lugar y apretó los parpados; en ese momento deseaba que se lo tragara la tierra, pues ahora no podría ocultarle más a Mikhail quién era la persona que le había roto el corazón.
-Mateo… – presionó el ojigris, tamboreando los dedos en la mesa.
-Yo… es que… – el ojiverde apretó los parpados – lo hice mi… asistente… – terminó en un murmullo.
-¡¿Es ese escuincle?!
El grito de Mikhail consiguió que varios comensales los observaran con curiosidad.
-Misha… – Mateo miró a todos lados – baja la voz… – pidió en un murmullo.
-¡Al diablo con eso! – gruñó el otro poniéndose de pie y golpeando la mesa con sus puños – ¡¿cómo pudiste hacer semejante estupidez?!
El castaño sonrió nerviosamente, apenas iba a responder, cuando un hombre de cabello negro, pulcramente vestido y peinado, se acercó a ellos.
-Disculpen… – llamó con seriedad, manteniendo una pose seria – están molestando a los demás comensales, si no bajan la voz, tendré que pedir que se marchen.
El pelirrojo miró al sujeto y dijo unas palabras en ruso, que obviamente el hombre no entendió, pero eran claramente improperios.
-Este hotel es del empresario Alejandro de León, ¿cierto? – preguntó con frialdad.
-Sí – dijo el hombre con algo de precaución.
-Soy Mikhail Aramburo, diseñe y construí este hotel, donde usted trabaja – dijo con altivez señalándolo con desdén – así que, agradecería que no intente correrme, porque me obligará a tomar medidas – siseó.
El pelinegro pasó saliva, claramente reconoció el apellido – señor… señor Aramburo – su sonrisa tembló – yo entiendo que está en un momento difícil – dijo tratando de tomar otra actitud – pero, si necesita platicar con su amigo, le podemos proporcionar una sala privada.
Mikhail miró a Mateo con frialdad y forzó una sonrisa, misma que hizo temblar al castaño – claro que acepto la sala privada – sentenció – tengo un asunto muy importante que tratar con mi amigo…
* * *
Eran las casi las cuatro y Rodrigo ya había intentado marcar unas quince veces al celular de Mateo, pero su jefe no le respondía; desde las tres y media, su cita había llegado y lo esperaba con impaciencia en la sala de juntas. El universitario se armó de toda la paciencia del mundo, porque cuando la mujer llegó, a pesar de lo atractiva y bien arreglada que se miraba, denotó que era déspota y de muy mal carácter, tratándolo como si un simple criado se tratara; además, cuando ella se enteró de que era el nuevo asistente de Mateo, lo culpó de que el castaño no estuviera ahí.
Estaba volviendo a marcar, cuando el elevador se abrió y Mateo salió de ahí, con Mikhail tras él.
-Te dije que se me iba a hacer tarde… – reclamó el castaño entre risas.
-‘Daragói’, aun no son las cuatro… – dijo restándole importancia.
-Le diré a mi padre que tú tuviste la culpa – señaló el ojiverde con diversión.
-Dile lo que quieras – rió el pelirrojo – él me quiere casi como su segundo hijo y no me reclamará nada, mientras te cuide, yo lo sé…
Rodrigo empezó a enfurecerse al escuchar esas palabras, pero se puso de pie para recibir a su jefe.
-Buenas tardes – saludó – señor, su cita de las cuatro ya lo está esperando.
-¡¿Qué?! – Mateo se sorprendió – ¿por qué no me avisaste por teléfono cuando llegó? – preguntó con desespero y empezó a alisar su saco.
-De hecho, le estuve marcando… – dijo el pelinegro con seriedad – pero nunca me contestó.
-Claro que no, mi celular no… – el mayor buscó el celular en los bolsillos de su saco y pantalón – no… ¿dónde está? – preguntó con susto, al pensar que lo había perdido.
-Aquí… – Mikhail lo sacó del bolsillo de su saco – ten…
-Si lo tenías, ¿por qué no me dijiste de las llamadas? – indagó el ojiverde revisando la pantalla y observando todas las llamadas perdidas de la oficina.
-Porque no quería que nos interrumpieran en nuestra reunión especial – sonrió de lado y su mirada se posó en Rodrigo, quien apretó los puños, pues parecía un claro reto hacia él.
-Misha, no vuelvas a hacerlo – pidió el castaño y fijó la vista en su asistente – ¿está en la sala de juntas?
-Sí – asintió el menor.
-De acuerdo, nos vemos, Misha – Mateo se despidió de su amigo y después casi corre a la puerta del salón donde estaba su cita.
Rodrigo se sentó en su lugar y siguió trabajando, pero un sobresalto lo cimbró, cuando Mikhail golpeó el escritorio con sus puños.
-¿Necesita algo? – preguntó el pelinegro, con desconfianza.
-No me agradas – dijo el otro, posando su grisáceo mirar en el menor – pero si Mateo te dio esta oportunidad, lo acepto, solo te voy a dejar algo en claro, ‘malchik’ – Rodrigo no entendió esa palabra y menos porque el otro la dijo entre dientes – si veo que vuelve a llorar, una vez más por ti, aunque sea por un recuerdo, te aseguro que no voy a mandarte al hospital solo por unos días, sino que vas a quedar sin volver a caminar por el resto de tu vida – amenazó.
El menor se sorprendió por esas palabras, que no dejaban lugar a dudas que cumpliría esa amenaza.
-¿De qué me está hablando? – preguntó confundido.
Mikhail sonrió de lado – advertido estás – dijo levantando una ceja – porque no quiero ver tristeza en sus ojos, por tú culpa de nuevo – señaló al menor con su índice – ¿entendido? – se irguió y dio un par de golpes con los nudillos, en la superficie de la mesa – ‘paka’ – su voz sonó fría y dio media vuelta, yendo hacia el elevador.
Rodrigo observó al pelirrojo retirarse, pero una frase rondaba en su mente, “…que vuelve a llorar, una vez más por ti…”
-¿Por mí? – preguntó en un murmullo – ¿Por qué lloraría por mí? – su mirada se posó en la puerta, donde sabía que estaba su jefe.
No comprendía la razón de esas palabras, él jamás había hecho llorar a Mateo, incluso, jamás le había hecho daño, al contrario, lo apreciaba demasiado, pero si el otro decía eso, significaba que el ojiverde había sufrido y él era el culpable.
-Pero… ¿cuándo?
Ahora, el menor estaba confundido y no podía preguntarle, al menos no en esa ocasión.
* * *
*malchik (мальчик) es ‘niño’ en ruso (aunque también se traduce como chico)
*paka es (Пoка) ‘hasta luego’ en ruso, pero de manera informal.
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