Capítulo X
Todo el domingo, Dimitry se esforzó por acercarse a Mateo, aunque de una manera sutil, para que el castaño no se sintiera presionado. A Mateo ciertamente le gustaban las atenciones y años antes hubiera dado su vida por ellas, pero ahora, su mente solo se empeñaba en imaginar cómo se comportaría Rodrigo en lugar del pelirrojo; se sentía tremendamente culpable, pues Dimitry era todo un caballero y él lo estaba engañando, además de engañarse a sí mismo, pues no podría pensar en alguien más, porque Rodrigo estaba muy presente, pero esperaba que, con un poco de tiempo, las cosas cambiaran.
* * *
El lunes por la mañana, Rodrigo estaba en la oficina, esperando la llegada de su jefe; la noche anterior había pensado mucho la situación y quizá, debía darle una explicación a Mateo sobre su comportamiento, así que, decidió hablar con él a primera hora.
El castaño llegó cuando el pelinegro estaba tecleando en la computadora; el niño no se dio cuenta de su llegada y el ojiverde titubeó. Todo lo que había ocurrido desde el jueves llegó de golpe a su mente, llenándolo de muchos sentimientos encontrados, desde tristeza, decepción, hasta la ira y los celos, al saberlo con alguien más. Apretó los puños y decidió caminar a su oficina, ignorándolo, pero el universitario se dio cuenta de su llegada, en cuanto se acercó más.
-¡Buenos días! – dijo Rodrigo con una amplia sonrisa y poniéndose de pie para recibir al mayor.
Mateo no respondió y a diferencia de los últimos días, lo miró con frialdad; tensó los músculos, quiso responderle de manera impropia, pero decidió callar, apretando la mandíbula y rechinando los dientes. Dio pasos largos y fue directamente a su despacho, cerrando con un golpe la puerta, haciendo que el menor se encogiera de hombros.
Rodrigo suspiró con tristeza – seguro sigue molesto conmigo – murmuró con pesadez – jamás lo había visto así.
Los ojos castaños observaron la puerta con algo de duda, no quería ir a interrumpir, pero debía hacer su trabajo como siempre y tratar de hablar con su jefe; así que, se armó de valor, sujetó la papelería que el ojiverde debía firmar y caminó a la puerta, tocando varias veces, hasta que recibió un ‘pase’, con una voz que tenía un tinte molesto.
Rodrigo pasó saliva, no sabía cómo tratar a Mateo si estaba enojado; cuando estaba serio, se cohibía con él, ahora en ese estado, solo se le ocurría salir corriendo – con… con permiso – dijo ingresando con rapidez a la oficina y yendo al lado del mayor, que estaba en su escritorio, encendiendo la computadora – trajeron unos mensajes – dijo con una débil sonrisa.
Mateo lo miró de soslayo y soltó el aire por la nariz, denotando su irritación y girando el rostro; el menor pasó saliva y se puso más nervioso.
-Aquí están los documentos que necesitan ser firmados y le recuerdo que en la tarde hay una junta…
-Sí, como sea, retírate – ordenó el mayor – no tengo ánimos de ver a nadie…
El corazón de Rodrigo se oprimió, su jefe jamás lo había tratado de esa manera tan fría, al contrario, siempre que debía firmar algo, él tenía que pasarle hoja por hoja, porque el ojiverde aseguraba que se podía equivocar.
-Está bien… – dijo en un murmullo y dejó lo que llevaba a un lado del mayor.
Mateo seguía en su afán de no verlo, por lo tanto, no se dio cuenta que el jovencito dio unos pasos para alejarse pero luego volvió.
-Sé que hice algo malo y quiero que me disculpe por ello – dijo con seriedad, normalmente no era tan directo con el mayor, pero no le gustaba que el otro se portara así con él, le dolía tanto que sin dudar, se armó de valor para poder hablar como había pensado.
-¿Qué? – el ojiverde levantó la mirada.
-Sé que le molestó lo que dije el jueves – explicó el menor – pero no quise hacerlo sentir mal y quiero que me perdone – pidió con ansiedad.
Mateo se sorprendió, no solo por las palabras, sino por el semblante de total desasosiego que tenía el universitario; ciertamente, estaba molesto por lo de su departamento, pero lo que más lo irritaba, era saber que ese niño tenía novio y no se sentía con el suficiente derecho de reclamárselo, así que solo suspiró cansado – no es contigo mi enojo – negó – es conmigo...
Rodrigo levantó una ceja por esa respuesta, era confuso, quizá se estaba dando demasiada importancia a sí mismo y lo que el ojiverde tenía era con respecto a algo más, así que, debía tratar de apoyarlo – yo… ¿puedo ayudarle en algo? – preguntó con sumisión.
El castaño tamboreó los dedos en el escritorio y se mordió el labio por dentro, realmente no sabía cómo sacar el tema que le molestaba, así que, solo podía intentar saber un poco más de lo que pensaba el universitario – Rodrigo – dijo con seriedad – si tu estuvieras interesado en alguien, pero sabes que esa persona es inalcanzable, ¿te darías por vencido?
El pelinegro se sobresaltó por esa pregunta, no sabía a dónde quería llegar su jefe con eso y tampoco se podía imaginar a qué se refería con exactitud, podía ser que Mateo estuviera interesado en alguien más y eso no era algo con lo que pudiera lidiar, porque significaría que ya no había nada entre ellos, “pero, nunca ha habido nada…” pensó con miedo.
-Yo… – Rodrigo titubeó, no sabía qué responder – no lo sé…
Mateo hizo un mohín y negó – olvídalo, es una tontería.
-Pero, si de verdad me interesa – interrumpió el menor con un dejo de ansiedad en su voz – creo que me esforzaría por tener una oportunidad – respondió con sinceridad – claro, si es que esa persona está dispuesta a dármela, tampoco puedo obligarle, ¿verdad?…
“…tampoco puedo obligarle…” esas palabras hicieron eco en la mente de Mateo.
Rodrigo estaba ahí, trabajando a su lado porque él buscaba la manera de acercarse, pero jamás le preguntó si le daría una oportunidad; no lo hizo porque sabía que se negaría, después de que le confesara que no le gustaban los hombres, estaba seguro que lo rechazaría sin dudar, pero ahora entendía que no era esa la razón, sino que el niño no estaba interesado en él específicamente.
Mateo colocó los codos en su escritorio, inclinó la cabeza y pasó las manos por su cabello; se notaba frustrado, abrumado y por sobre todo, deprimido. Rodrigo movió la mano, acercándola al cabello castaño, no le gustaba ver al mayor así, quería reconfortarlo, pero al final, se detuvo y alejó la mano con rapidez, no sabía si sería correcto.
Mateo tardó unos segundos en sobreponerse lo suficiente para reaccionar – tienes… tienes razón – admitió.
El pelinegro se sobresaltó por esas palabras – ¿en qué? – indagó.
-No puedes obligar a alguien a que sienta cariño por ti…
Rodrigo pasó saliva, no sabía a qué se estaba refiriendo el otro, pero por alguna razón, temía que fuese a lo que había ocurrido entre ellos y quizá, con lo que dijo, había cometido un error irreparable, algo que le daba pánico, porque significaba que terminarían alejándose – ¿señor?
-Ya no importa – Mateo interrumpió – ya entendí… puedes retirarte.
-Está bien… – asintió – con permiso…
Rodrigo caminó a la salida, pero una voz en su interior lo detuvo; esas palabras que Mateo había dicho, parecían ser para él. Debía admitir que el mayor había intentado acercarse y él lo había aceptado, pero no habían esclarecido nada, entonces, podría pensar que lo que le dijo en diciembre, aún los separaba y era momento confesarle la verdad, antes de perderlo; no podía dejar que el castaño pusiera todo de su parte y él no hacer nada a cambio, además, desde que lo vio con Mikhail y el jueves con Dimitry, había admitido que tenía celos y miedo de que se alejara y fuese completamente inalcanzable.
“Me interesa…” se dijo mentalmente “…me interesa tanto que quiero la oportunidad de estar con él…” pensó con seriedad; acababa de decir que si una persona le interesaba se esforzaría y no lo había hecho antes, era el momento de decidirse.
Sin pensar más, volvió los pasos y golpeó el escritorio con sus manos, sobresaltando a Mateo, quien se había perdido en sus pensamientos de nuevo.
-¡Me gusta! – dijo el pelinegro buscando la mirada verde – desde el beso que me dio en navidad, me gusta y no puedo sacarlo de mi mente – prosiguió con rapidez y Mateo lo observaba con asombro, sin atinar a cómo reaccionar – incluso he soñado con usted de manera indecente y he usado el pañuelo que me dio la última vez para desfogar mis sentimientos, porque aún tiene su perfume – Rodrigo no pensaba mucho lo que estaba diciendo, pues sus palabras solo decían lo que sentía – aunque solo fue una vez – dijo sintiendo sus mejillas arder y apretó los parpados, tratando de tener el suficiente valor de seguir – y el primer día que vino su amigo, el señor Aramburo, me dio celos de verlo con él y de que le trajera las flores que le gustan, esas que no me dijo cuáles eran en navidad, para que yo no le comprara unas – reprochó – además de que el hermano del señor Mikhail, también le regaló esas flores y usted le sonrió de una manera que jamás ha hecho conmigo – reclamó con celos – no sé por qué me preguntó lo de hace un momento y no quiero pensar que es por otra persona, pero yo quiero la oportunidad de acercarme a usted y si no me lo permite, entonces, lo intentare de todas maneras, aunque tenga que obligarlo, porque lo quiero y ¡no pienso rendirme!
El silencio reinó, tanto Mateo como el mismo Rodrigo, empezaron a procesar todas las palabras que el menor había dicho y el rostro de ambos empezó a tomar un intenso color rojo.
-Yo… perdón – dijo el universitario a media voz – ol… olvide lo que dije… yo…
El castaño carraspeó – dijiste que no se debe obligar a las personas a querer…
-Pero cuando uno ama no puede evitar ser posesivo – respondió el pelinegro sin dudar – y aunque usted no me lo permita, intentaré todo para alcanzarlo, aunque me cueste más, ¡porque lo amo!
Los ojos de Mateo se abrieron con sorpresa y la mirada de ambos chocó; el rostro de Rodrigo parecía un tomate por el color rojo que lo cubría y no pudo aguantar más, por lo que bajó el rostro apenado.
-Es decir… – titubeó el pelinegro – yo… ah…
Mateo sentía su corazón acelerado, estaba emocionado por lo que había escuchado, pero su mente le trajo la imagen de esa foto que Mikhail le había mostrado y el coraje empezó a empañar ese sentimiento.
-¿Es lo mismo que le dices a tu novio? – preguntó el castaño con molestia.
-¿Novio? – Rodrigo levantó el rostro confundido – ¿qué novio?
-El chico al que el viernes abrazaste frente a tu escuela y que se está quedando en tu casa – los ojos verdes estaban fijos en su asistente, observando su semblante.
-¿Gaby? ¿Cómo sabe de él?
-Ah, entonces ¡no lo niegas! – Mateo se puso de pie y golpeo el escritorio – pensé que realmente eras heterosexual y que no te interesaban los hombres, pero tienes novio y ahora según tú, ¿me amas? – soltó con sarcasmo – eres mucho peor de lo que podía imaginar, ¡mentiroso!
-Yo no tengo novio – el menor negó con miedo – Gaby es solo un amigo que se quedó sin casa, así que le ofrecí asilo, se lo juro…
-¡No jures en vano! – el castaño estaba furioso – ¿crees que voy a creerte? – caminó y rodeó el escritorio, quedando a un lado – ¿Por qué no fuiste sincero y me dijiste la verdad? – señaló al universitario con desdén – que soy yo el que no te gusta, porque seguramente a ese jovencito lo abrazas con cariño y amor…
-Pero ¡es usted el único a quien quiero! – aseguró el otro – de verdad, no pasa día en que no piense en usted y sí, me consideraba heterosexual, pero desde navidad, usted es la única persona y además hombre, en quien pienso todo el tiempo, de verdad, hasta Gaby lo sabe y él me ha insistido desde hace mucho para que le diga a usted lo que siento… por eso lo invité a salir el miércoles pasado, porque quería decírselo, pero no me atreví… por miedo – se excusó.
La voz ansiosa y mirada suplicante de Rodrigo hicieron que Mateo dudara, pero aún se sentía engañado – es que, no puedo creerte…
-Dijo que somos amigos, ¿cierto?
-¿Qué tiene que ver eso? – el ojiverde habló entre dientes, ya se estaba cansando de la frase ‘somos amigos’.
-Confíe en mí, solo un momento – suplicó – cómo amigos, se lo pido – sentenció con seguridad – deme la oportunidad de demostrarle que me enamoré de usted, por favor, solo una oportunidad, se lo ruego…
Mateo se cruzó de brazos se recargó en el escritorio, mordió su labio y posó la mirada en el piso; una oportunidad, ¿realmente le estaba pidiendo una en ese momento? Él había dado los primeros pasos para acercarse, pero no le había hablado claro, además, Rodrigo lo había invitado a salir aunque siempre especificó que era solo como amigos, pero si ahora estaba dispuesto a sincerarse, podía darle el beneficio de la duda, eso sin contar que le emocionaba saber qué podía hacer.
-De acuerdo – asintió – y, ¿qué piensas hacer para demostrarlo?
Rodrigo no lo dudó, se movió con rapidez, sujeto a Mateo por la corbata y lo jaló hacia él, besándolo en los labios; un verdadero beso y no como el que se dieron en diciembre. Mateo se sorprendió, separando sus labios para replicar, con ello, Rodrigo pasó la lengua a su boca; el castaño gimió y sintió que perdía el aliento, mientras movía sus manos a los hombros del pelinegro, en un primer instinto de alejarlo, pero terminó aferrándose a ellos con desespero, realmente había necesitado esa caricia desde hacía mucho.
Momentos después, Rodrigo se alejó con lentitud; la respiración de ambos era agitada, sus corazones latían acelerados y sus miradas tenían el deseo implícito en ellas. Mateo se relamió los labios, realmente le había fascinado ese beso, pero no creía que fuese suficiente.
-¿Estás seguro de esto? – preguntó el ojiverde a media voz.
-Sí – asintió el pelinegro con rapidez – completamente…
Con un movimiento rápido, Mateo quitó las cosas que estaban cerca de ellos en el escritorio y lo empujó para que se recostara en el mismo, acomodándose entre las piernas del universitario; por un instante fugaz, Rodrigo quiso detenerlo, pero rápidamente se dejó hacer, especialmente al sentir una vez más los labios de su jefe. El castaño besó a su asistente como había querido besarlo desde diciembre, con ansiedad, con desespero, disfrutando de los labios del niño que lo había enamorado sin siquiera proponérselo; sus manos abrieron el saco que el otro portaba y acarició por encima de la camisa de color verde aqua, mientras acomodaba su propio cuerpo sobre el del jovencito.
Rodrigo se sintió vulnerable pero por alguna razón, la emoción se acrecentó y sus manos acariciaron el cabello castaño con suma delicadeza; las lenguas de ambos se enredaban en una danza húmeda y los gemidos se intensificaron. Mateo se alejó de la boca, bajando por el cuello, llevando una mano a la corbata del pelinegro, aflojándola con desespero y Rodrigo se movió, exponiéndose más para el mayor, recibiendo con anhelo lo besos y caricias, gimiendo débilmente al sentir la succión en la piel y los dientes acariciando de manera algo ruda.
-Rodry… – musitó el ojiverde contra el cuello de su asistente y este se estremeció, consiguiendo que su piel se erizara.
El ansia de tocar más se adueñó de Mateo y sin dudar, jaló la camisa, desfajándola y metiendo las manos para alcanzar la piel del torso del menor; Rodrigo cubrió su boca con una mano y sintió que su rostro ardía, al sentir los dedos traviesos de su jefe, acariciando sin pudor su torso, moviéndose como serpiente hasta sus pezones y pellizcarlos con delicadeza.
El castaño se alejó y observó divertido el rostro del universitario; se miraba adorable tratando de ocultar su rostro y callar sus gemidos. Alejó las manos del torso y las movió en busca de algo más interesante; desabrochó el cinturón y estaba por abrir el pantalón cuando el teléfono sonó. Era una llamada directa para Mateo; el ojiverde gruñó y la ignoró, pero un poco de lucidez llegó a la mente de Rodrigo.
-Señor… – musitó – el… teléfono…
-¡Olvídalo! – el castaño ya había abierto el pantalón y se centró en los botones de la camisa, pues quería quitarla completamente.
El pelinegro tembló, la mirada de Mateo era la de un depredador que estaba por comérselo de un solo bocado y los nervios lo invadieron – y… ¿si es… su papá?
Rodrigo solo sabía que dos personas conocían esa extensión directa, el padre de Mateo y Alberto Pacheco, así que, posiblemente era uno de ellos y no quería que pensaran que el castaño no había llegado o lo mandarían buscar.
Mateo gruñó, se incorporó un poco, pero no se alejó de su asistente, estiró la mano y tomó el auricular, pues seguía sonando – ¡¿sí?! – dijo con tono molesto.
-“…Dóbraye útra, mílyi”– la voz del otro lado consiguió que el castaño se asustara – “¿estás ocupado?”
-¡Dima! – su voz sonó contrariada – ah… sí… no… – se alejó de Rodrigo y pasó la mano por su cabello – un poco… – mencionó – ¿por qué?
-“Quería invitarte a desayunar…”
-Ah… yo…
Rodrigo se incorporó y sus ojos castaños observaron con seriedad a Mateo, era obvio el nerviosismo del mayor, además, no pudo ocultar sus celos, sabiendo que ‘Dima’, era ese que le había dicho que él podía cuidar de Mateo y le había llevado flores.
-“¿No puedes?...”
-En este momento no – negó el ojiverde – pero, podemos comer si quieres – sonrió – yo, necesito hablar contigo – dijo con seriedad, pues debía decirle que no podía aceptar su cortejo, no después de saber que Rodrigo se interesaba en él.
-“De acuerdo, mílyi, ¿paso por ti?”
-No, yo te veo en el restaurante de siempre a las dos, ¿te parece?
-“Está bien, te espero allá…”
-Adiós…
Mateo suspiró y colgó el teléfono, estaba avergonzado, pues el momento con Rodrigo se había roto y no sabía cómo comportarse ante Dimitry, quien era obvio, quería acercarse de esa misma manera a él y ahora, debía rechazarlo, aunque el día anterior le había dicho que le daría la oportunidad de hacerlo.
El universitario ya se había acomodado la ropa y mantenía su mirada en el piso, algo avergonzado, pero sus celos estaban a flote, porque sabía que Mateo saldría con Dimitry ese día – ¿pasa algo? – preguntó, tratando de no sonar ansioso ante el silencio del otro.
-No – negó – solo es algo que debo arreglar hoy…
-Ya veo – Rodrigo pasó la mano por su cabello, tenía el deseo de indagar más, pero no se atrevía.
-Rodrigo… – la voz del castaño hizo que el menor levantara el rostro y fue sorprendido con otro beso, aunque un poco más suave que el último que se habían dado – quiero ir a desayunar – prosiguió en un murmullo – acompáñame…
-Ah… ah… ¿a desayunar? – el pelinegro pasó saliva – si… claro… desayuno… nunca desayuna – dijo con nervios – ah, si… ¿qué…? – sus mejillas ardieron – ¿Dónde…? ah…
Mateo sonrió divertido, le gustaba ese comportamiento nervioso de Rodrigo, se miraba extremadamente encantador cuando parecía tan confundido – y si no te molesta – acarició la mejilla del menor – quiero que cenes conmigo hoy…
Los ojos castaños se abrieron con sorpresa y sintió que se sofocaba – ah… si… pero… tengo clases y…
-Faltarás, porque tenemos un asunto que atender – el ojiverde se alejó – y no quiero tardar más en ello…
-¿Asunto? – el menor frunció el ceño – no recuerdo nada pendiente – musitó.
-Me refiero a lo que no terminamos hace un momento – acotó el castaño, consiguiendo que su asistente se sorprendiera – ahora vamos – lo sujetó del brazo – quiero desayunar y que me cuentes sobre ‘Gaby’…
Mateo no dejó que Rodrigo objetara y lo llevó a la salida de la oficina; ahora que ya habían roto la barrera que ambos se habían puesto, no quería dejar pasar más tiempo y necesitaba poner las cosas en claro.
* * *
Dimitry estaba en su oficina, acababa de terminar la llamada con Mateo y sentía que algo no estaba bien; conocía muy bien al castaño y lo había notado un poco extraño.
-¿Qué sucede, mílyi? – se preguntó en un murmullo y giró su sillón, dándole la espalda a su escritorio, para ver hacia el exterior por el gran ventanal de su oficina – nunca antes habías rechazado desayunar conmigo…
El intercomunicador se escuchó y la voz de Dulce, su secretaria, se escuchó – “señor Aramburo, Gabriel Vélez está en la línea…”
El pelirrojo se movió con rapidez y presionó el botón – tomaré la llamada – anunció al momento que levantaba el auricular del teléfono – buenos días – saludó cordial.
-“Buenos días…” – se escuchó del otro lado – “…yo, soy el chico que conoció ayer, en…”
-Sé quién eres – sonrió el mayor, le causaba gracia que el niño quisiera explicar eso – supongo que si me marcaste, es porque ya te decidiste…
-“Sí, claro… me gustaría aceptar su oferta de empleo… si es que aún está en pie…”
-Por supuesto – aceptó el ojiazul – ¿cuándo puedes venir a presentarte?
-“Si quiere, mañana… solo, deme la dirección…”
-Está bien… – Dimitry dudó un momento, realmente, no tenía nada que hacer – ¿dónde estás ahora?
-“En casa de mi amigo…” – respondió el menor con rapidez.
-¿Tienes algo que hacer hoy? ¿Por qué no vienes ya?
-“Es que, necesito conseguir unos lentes nuevos…”
-Escucha, hoy no tengo nada que hacer hasta las dos, puedo darte un avance de tu empleo hoy mismo…
-“Ah…” – el menor parecía dudar – “es qué…”
-¿Sucede algo?
-“No, pero, si voy ahora, no podré ir por nuevas gafas…”
Dimitry rió, le parecía un niño muy inocente – no te preocupes, iremos por unas gafas antes, prepárate, iré por ti…
-“Está bien…”
El ojiazul colgó, tomó el saco de su sillón y se dirigió a la salida – Dulce… – dijo con seriedad al salir de su oficina – voy a salir, volveré en una o dos horas a más tardar, cualquier cosa márcame a mi celular…
-Sí, señor…
La mujer sonrió ilusionada, su mirada denotaba la admiración y el interés que tenía por su jefe, pero éste ni siquiera la tomaba en cuenta; al contrario, desde tiempo atrás decidió no tomarle mucha atención, pues su interés era notorio y él no podía corresponderle, igual que a ninguna otra chica.
Dimitry tomó el elevador y al llegar a la planta baja, recibió una llamada, era su hermano.
-¿Qué ocurre?
-“Tengo lo que me pediste…” – anunció el menor – “…te lo enviaré por correo…”
-Lo reviso cuando vuelva – sentenció dirigiendo los pasos hacia la salida.
-“¿No estás en tu oficina?”
-No, tengo un asunto que atender…
-“¿Con Mateo?”
-No, el no quiso salir a desayunar hoy – respondió con cansancio, no podía evitar sentirse inquieto por ello – iré a ver a ese niño, Gabriel…
-“¿Por qué?” – la voz de Mikhail sonó contrariada.
-Aceptó el empleo que le ofrecí, así que, quiero platicar con él – estaba llegando a su estacionamiento exclusivo, para tomar el auto que usaba ese día.
-“Dima… es muy sospechoso que te intereses tanto en ese niño, ¿acaso te gusta?”
-¿A mí? – rió – claro que no – negó abriendo la puerta del vehículo – es lindo, de acuerdo, pero no tiene esa fuerza y vivacidad de Mateo…
-“Pero es lindo, con cabello castaño y ojos bonitos… ¿crees que no lo vi en las fotos del investigador? Es obvio que se parece a Mateo, no soy ciego, Dima...” – dijo su hermano con sarcasmo.
-Te lo dije, yo quiero a Mateo, esto es solo para saber de su asistente, Rodrigo…
-“Está bien, Dima, te daré el beneficio de la duda, pero no intentes jugar con Mateo, te lo advierto…”
-Jamás me atrevería…
-“Y tampoco con el niño, a pesar de todo, no creo que se lo merezca y menos después de lo que averiguó el investigador…”
-Soy un caballero – sentenció el mayor – no me atrevería a lastimar a ninguno de ellos, mucho menos a tocarlos si no me lo permiten, lo sabes…
-“Lo sé…” – se escuchó la risa de Mikhail del otro lado de la línea – “…a veces creo que tienes hielo en las venas, pero el amor puede hacer que pierdas la cabeza, sigues siendo un hombre, hermano…”
-Pero no soy un animal – rió el ojiazul – tranquilízate… ahora, tengo que salir, hablamos luego…
-“Cuídate…”
Dimitry colgó la llamada y encendió el auto, emprendiendo el camino, pero las palabras de su hermano se habían grabado en su mente, “…¿acaso te gusta?...”
-No – negó con una sonrisa en sus labios – es solo que lo veo como un chico desvalido, nada más…
* * *
Mateo había llevado a Rodrigo a un restaurante y estaban platicando mientras desayunaban; el mayor quería saber la verdad sobre Gabriel.
-Entonces, ¿solo es un amigo? – preguntó por tercera vez en la comida, bebiendo un poco de jugo.
-Sí – asintió el menor – realmente es un buen chico – prosiguió con calma – es muy inteligente y me ayuda con los trabajos – rió – yo no sabía que era gay, porque no habla mucho de sí mismo, pero por eso su padre lo golpeó y lo echó de su casa, así que le ofrecí la mía, porque me dio pena – suspiró – pero de verdad, no tengo nada que ver con él, solo somos amigos y compañeros de la escuela, te lo aseguro…
El ojiverde sonrió satisfecho por esa confesión, ahora comprendía el por qué su amigo Mikhail había pensado que Rodrigo tenía algo que ver con ese chico; una cosa era segura, se daba cuenta que el pelinegro era una persona amable y eso le gustaba.
-Hoy, quiero que me acompañes a cenar – dijo el castaño con seriedad – en mi departamento.
Rodrigo se ahogó con el jugo que estaba tomando y empezó a toser, limpiando su boca con la servilleta y sintiendo su rostro arder.
Mateo sonrió, divirtiéndose por la actitud de su compañero – ¿qué ocurre?
-Ah… es que… bueno, como dije, tendré que faltar a clases…
-Rodrigo – la voz del ojiverde era seria – no solo vas a faltar a clases, también vas a faltar a dormir a tu casa…
Los ojos castaños se abrieron con sorpresa y Mateo sonrió al ver esa cara de susto.
-¿Qué ocurre? – indagó juguetón – ¿tienes miedo?
-No… es decir… es que…
-Si no quieres, solo dilo…
-No es eso – Rodrigo negó – es solo que…
-Desde diciembre he sufrido por tu culpa – reprochó el castaño – y necesito que me compenses todo este tiempo…
El pelinegro se sobresaltó y luego, una risita nerviosa escapó de sus labios – puedo decir lo mismo – confesó – desde ese beso en navidad… bueno, más bien caricia, no he pensado en otra cosa…
-¿Caricia? – Mateo levantó una ceja.
-Pues sí – asintió – para besos, los de hoy…
Mateo sonrió – sí, es cierto, esos fueron mejores… – relamió sus labios – entonces, ya está decidido, en la comida yo tengo un compromiso – suspiró, pensando en Dimitry y lo que le iba a decir – mientras, tu irás a tu casa por ropa para mañana, ¿de acuerdo?
-Está… está bien – Rodrigo sentía una extraña sensación de emoción, ansiedad y excitación, algo que jamás había sentido en su vida.
* * *
Gabriel estaba en la sala de la modesta casa de Rodrigo, esperando.
-¿A qué hora volverás, cariño? – preguntó la madre del pelinegro.
-Ah, no lo sé – negó – realmente no sé qué tanto me tardaré con el señor Aramburo.
-Bueno, yo a la una debo ir a mi empleo – sonrió – y Flor deberá llegar más o menos a esa hora, pero saldrá para la tienda a las cinco – explicó – y no va a haber nadie que te pueda abrir…
-Siendo así puedo volver antes, o me llevo mis útiles escolares de una vez, no se preocupe…
-No digas eso, corazón, tampoco quiero que te apresures solo por eso – ella negó – mira… – le acercó una argollita con varias llaves – te daré estas para que puedas ir y venir sin problemas, eran de mi esposo y nadie las ocupa, con esto no tendrás que depender de nosotros, ¿te parece?
Gabriel se sorprendió y sonrió feliz por esa confianza que la mujer le demostraba – gracias, señora…
-De nada, mi niño…
El timbre se escuchó y Gabriel se puso de pie – seguro que es el señor Aramburo…
Carmen se acercó al menor y le dio un beso en la mejilla, como si fuera su propio hijo – anda, cuídate…
-Con permiso… – el castaño abrió la puerta y le sonrió al hombre que estaba en el umbral – buenos días – saludó.
-Buenos días, ¿estás listo?
-Sí – asintió.
-Vamos entonces.
La pareja caminó al auto y el pelirrojo abrió la puerta del copiloto, para que el menor subiera, después fue a su lugar y encendió el auto.
-Iremos a una óptica – anunció el ojiazul – el dueño tiene una concesión para mi empresa y ahí van todos mis trabajadores a comprar las gafas…
-Está bien, muchas gracias – sonrió.
-No agradezcas – dijo el pelirrojo – ya te considero mi empleado y mereces las facilidades que les doy a ellos…
-Es usted muy amable…
Dimitry lo miró de soslayo, apreciando la sonrisa, “realmente es lindo…” pensó, pero rápidamente lo comparó con Mateo; el ojiverde tenía una sonrisa más llamativa que la de ese niño, pues el aire melancólico de Gabriel, empañaba sus gestos, como si sufriera constantemente, muy diferente a la chispa y vivacidad de Mateo.
Varios minutos después, llegaron a una plaza comercial, dónde el mayor llevó al castaño a una óptica reconocida, le hicieron la graduación y el pelirrojo eligió el armazón, pues el niño no podía elegir, ya que no se miraba bien en el espejo; para finalizar, le proporcionaron unas gafas con una graduación provisional.
-¿Qué tal? – indagó el ojiazul, cuando Gabriel se probó los lentes.
-Bien, no puedo decir que perfecto – sonrió – pero bie…
Se quedó a mitad de palabra, pues había girado el rostro para ver a Dimitry y por primera vez desde que se habían conocido de daba cuenta de lo atractivo que era; en un instante sus mejillas se tiñeron de rojo y desvió la mirada, sintiendo que su corazón se aceleraba. Era la primera vez que un hombre tenía ese efecto inmediato en él.
-Bien, vamos a desayunar, después te llevaré a la oficina y Dulce te ayudará a ponerte al corriente.
Dimitry puso la mano en el hombro de Gabriel y el niño se cimbró completamente; el castaño asintió, pero ahora, ya no se encontraba tan seguro de cómo reaccionar ante ese hombre.
Una vez más, Dimitry llevó a Gabriel a desayunar, pero en esa ocasión, el menor estuvo casi todo el tiempo en silencio, se notaba nervioso y dubitativo, algo que no pasó desapercibido para el ojiazul, pues aunque quiso tocar el tema de Rodrigo, le fue imposible en esa situación.
-¿Te sucede algo? – indagó de camino a la oficina.
-¿Por qué? – musitó el universitario con inquietud.
-Ayer hablamos mucho durante el desayuno y hoy, apenas me dirigiste la palabra.
-No es nada – sonrió nervioso – de verdad.
-¿Estás seguro?
Gabriel suspiró – usted ha sido muy amable y no quiero mentirle – dijo con sinceridad – yo… soy… ah – cerró los parpados y tomó aire – yo soy gay – dijo con seriedad – y con todo respeto, yo… realmente pienso que usted es muy atractivo…
-Spasíva – rió el mayor – pero si como dices, es con respeto, no tienes de qué preocuparte…
El menor respiró aliviado, se había quitado un peso de encima, aunque no le había dicho toda la verdad, pues no solo lo miraba atractivo, sino que ese hombre le había gustado inmediatamente, y le había provocado una sensación extraña, como jamás otra persona lo había hecho con anterioridad. Mientras el jovencito estaba perdido en sus pensamientos, Dimitry pensó que era la oportunidad que esperaba.
-Entonces, si eres gay, el chico con el que vives ¿es tu pareja?
-¿Rodrigo? – el castaño se sorprendió por esa pregunta y luego sonrió – no, por supuesto que no – negó – él y yo solo somos amigos…
Dimitry lo miró de soslayo, escudriñándolo con sus ojos azules, pero el semblante del menor le dijo que no mentía.
-Debe ser un buen amigo si te invitó a vivir a su casa…
-Lo es y un gran apoyo también – admitió el otro – por él fue que decidí tomar el empleo con usted…
-¿De verdad?
El pelirrojo no pudo evitar mostrar un dejo de molestia, si Rodrigo era tan buena persona, y además, no había engañado a Mateo, sería difícil hacer que este se alejara de él, especialmente si no había una decepción de por medio.
-Creo que es una de las personas más amables que he conocido… – “incluyéndolo a usted”, terminó el de lentes en su mente, con nervios.
-Parece que te interesa – el pelirrojo intentó tomar una actitud de broma, pero quería ver que tanto había entre esos dos chicos, a pesar de que Gabriel negara alguna relación amorosa.
-No, por supuesto que no – aseguró el castaño – a Rodrigo lo aprecio y lo respeto mucho, pero como amigo, además él tiene a alguien especial que ocupa su mente – dijo con algo de complicidad – y lo más importante – desvió la mirada – él no es mi tipo – admitió con vergüenza.
Los músculos de Dimitry se tensaron – entonces, ¿Rodrigo tiene novia? – preguntó curioso.
-No – negó – Rodrigo no tiene pareja oficial, aún…
La duda se hizo presente en el pelirrojo, si el pelinegro, tenía un interés en alguien, esperaba que no fuera Mateo, pues de otra manera, las cosas se complicarían para él y lo que quería alcanzar con el ojiverde.
* * *
A la una, Dimitry llevó a Gabriel a la casa de Rodrigo, pues ese día solo le mostró las instalaciones de la constructora, al día siguiente, el menor se presentaría para que Dulce, su secretaria, empezara a ponerlo al corriente de su nuevo empleo.
Gabriel estaba en la habitación, recostado sobre el colchón y las mantas que usaba durante las noches, cuándo Rodrigo llegó.
-¡Hola! – sonrió el pelinegro al verlo – ¿cómo te fue? – preguntó con ansiedad, a sabiendas que su amigo había aceptado el nuevo empleo.
-¡Bien! – sonrió y se sentó – mira, ¡tengo gafas nuevas! – señaló su rostro.
-¡Qué bien! Al menos podrás trabajar sin problemas.
-Y son las provisionales – dijo emocionado.
-¿Provisionales? – el pelinegro se sentó en la orilla de la cama – pero si son como las que usabas antes…
-Sí, pero, el señor Aramburo me pidió otras…
-¿Aramburo? – el apellido llamó la atención de Rodrigo, pensando en el amigo de Mateo, pero rápidamente desechó la idea, a pesar de no ser un apellido común, no significaba que fuera el único de la ciudad.
-Sí – asintió el castaño – mañana debo ir a su empresa temprano y… quería pedirte un favor…
-¿Qué sucede?
-Bueno, es un lugar muy serio y no tengo ropa… me… ¿me prestarías algo de la tuya? Una camisa al menos…
-¡Claro! – Rodrigo sonrió – aunque, te quedará un poco grande, ¿no importa?
-No – negó el castaño – solo será mañana, ya veré como le hago después…
-Puedes usar lo que ocupes, camisas, pantalones, trajes, no hay problema y el sábado, si quieres, vamos a que te compres un traje a tu medida, quizá no tan caro, porque yo no tengo tanto dinero – sonrió el pelinegro – pero algo es algo, mientras te dan tu paga…
-¡Gracias!
Gabriel se sentía muy agradecido por esa ayuda y debía buscar una manera de retribuir el apoyo que estaba recibiendo de Rodrigo.
-Ahora, yo también necesito un favor – anunció el pelinegro.
La voz seria de Rodrigo, consiguió que el de lentes se sobresaltara – ¿qué ocurre?
-Bueno, hoy no podré ir a la escuela…
-¿Tienes trabajo?
-No exactamente – el pelinegro sonrió nervioso – es, algo personal – con esas palabras su amigo entendió que no debía preguntar – y además, tampoco voy a venir a dormir…
Gabriel abrió sus ojos con sorpresa y asintió lentamente – ¿es por tu jefe? – preguntó con debilidad.
Rodrigo se mordió el labio, se movió nervioso de lado a lado y asintió – sí – dijo con diversión – es por él…
El castaño sonrió cómplice – entonces, ¿quieres que le avise a tu mamá?
-Sí por favor, además – se puso de pie y sacó su billetera – no podré traerte hasta acá, así que es mejor que tomes un taxi – sentenció sacando dinero.
-Puedo tomar el transporte público…
-No, es muy noche y peligroso, mejor usa un taxi, ¿de acuerdo?
Gabriel levantó una ceja – deja de preocuparte tanto, puedo cuidarme…
-Gaby, si pudieras cuidarte, no tendrías problemas con tu hermano, ¿cierto?
-No me lo recuerdes…
-Anda – Rodrigo le sonrió – si pudiera te dejaba el auto, pero no tienes licencia…
-Y tampoco sé manejar – acotó el de lentes.
-Ahora, debo preparar mi ropa y si mamá pregunta dile que… ah… que acompañaré a mi jefe a una reunión especial y me quedaré en su casa, ¿de acuerdo? – rió nervioso, pues realmente no estaba mintiendo, del todo.
-Lo que digas – dijo el menor haciendo un ademán con su mano, a modo de saludo militar.
* * *
Dimitry estaba en el restaurante, cuando Mateo llegó y se puso de pie para recibirlo.
-Buenas tardes, mílyi – sonrió y se movió para ofrecerle la silla de al lado.
-Hola, Dima – el castaño sonrió con nervios, no sabía cómo rechazar esa atención, pero al menos, por ese momento, tendría que aceptarla.
Después de tomar asiento, pidieron a la carta y el mesero se retiró para ir por la orden, dejándolos solos.
-¿Qué sucede, Mateo?
La pregunta tan directa, consiguió que el castaño se sobresaltara – ¿por qué preguntas?
-Te conozco desde hace años, mílyi, y cuando hablamos en la mañana supe que pasaba algo – movió la mano, colocándola sobre la del ojiverde – ¿qué ocurre?
Mateo paso saliva y respiró profundamente, pero no se atrevió a alejar su mano del toque del otro – Dima… sobre lo que lo hablamos ayer, yo… tengo que rechazar tus atenciones conmigo – sentenció seriamente, buscando la mirada azul – no puedo aceptar que intentes acercarte a mí de esa forma – dijo refiriéndose a darle la oportunidad que el otro pidió el día anterior.
Dimitry se había erguido en su lugar y mantuvo un gesto sereno, a pesar de que por dentro estaba sintiendo que se lo llevaba el demonio.
-¿Alguna razón en especial, mílyi? – indagó con la voz más tranquila que podía.
-Sí – asintió el ojiverde – hoy… hoy aclaré las cosas con Rodrigo y él me dijo que me quería.
Dimitry sonrió con tristeza y sujetó la mano del castaño entre las suyas – ¿de verdad? – preguntó a media voz – ¿entonces el niño por fin se decidió?
-Sí – asintió el ojiverde.
-¿Eso te hace feliz, mílyi?
Mateo dudó, no por sus sentimientos, sino porque no sabía cómo iba a reaccionar el pelirrojo – Dima… yo…
El pelirrojo se dio cuenta que no quería responderle y conociéndolo, era por no hacerlo sentir mal, así que debía darle confianza y seguridad, como toda la vida había tratado de hacerlo, desde que lo conocía – no te preocupes por mí – sonrió condescendiente – quiero saber tus sentimientos, es lo único que me importa…
El ojiverde sonrió débilmente – sí, eso me hace feliz – respondió con sinceridad.
-Entonces, ¡no se hable más! – Dimitry levantó la mano de Mateo, acercándola a sus labios y depositando un beso como antes, de manera cariñosa, pero ocultando todo lo que sentía por él – lo que más deseo es tu felicidad – confesó – y si eso es lo que realmente quieres, respetaré tu decisión – dejó la mano del ojiverde en la mesa y alejó las suyas, respetando su espacio – antes que nada, soy tu amigo y sabes que te apoyaré siempre…
El castaño sonrió tranquilo al escuchar las palabras de su amigo – gracias, Dima…
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*Dóbraye útra (До́брое у́тро) significa, Buenos días y es el primer saludo del día.
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