Capítulo IX
Eran las siete con diez de la mañana, cuando Gabriel salió de su empleo; se sentía feliz, porque le acababan de pagar y aunque debía destinar más de la mitad de su paga a la escuela, podía usar el resto de ese dinero para aportar algo a la casa de Rodrigo, así ya no se sentiría una carga. Empezó a caminar hacia la parada del transporte, sin darse cuenta que alguien lo seguía.
Al dar vuelta en una calle, una persona le salió al paso; un jovencito de cabello oscuro y ojos castaños, estaba al frente y tras él, otros tres más. El de lentes se sobresaltó y sin poder evitarlo, su rostro mostró el miedo que le provocaba ver al chico que parecía el líder, a pesar de sabía, era tres años menor que él.
-Hoy es día de paga, ¿cierto? – preguntó el chico.
-Néstor – el castaño paso saliva – yo…
-Sabes que necesito dinero – sonrió de lado – ¿acaso no quieres ayudar a tu hermanito?
-Yo lo necesito más – dijo con algo de seguridad, aferrándose a su mochila – sabes que no tengo dónde quedarme y…
-¡¿Me lo reclamas?! – el enojo se mostró en el rostro del niño – tu debiste darme el dinero que te pedí, te dije que si no lo hacías, mis padres se enterarían de tu pequeño secreto – se burló – y me obligaste a decirlo.
-No tenía dinero – negó el mayor – te di todo lo que podía la última vez…
-¡No era suficiente! – interrumpió su hermano, consiguiendo que el de lentes diera un paso hacia atrás – pero espero que ahora sí lo sea – sonrió.
-No puedo dártelo – Gabriel trató de ponerse firme – es mío y ¡lo necesito!
-De acuerdo… – el pelinegro suspiró – si no me quieres dar el dinero para pagarle a mis amigos – señaló a los tres tipos que estaban atrás de su hermano, notablemente más grandes que él – entonces, que se cobren de otra manera…
-¿Qué quieres decir? – el castaño frunció el ceño sin entender a lo que se refería su hermano.
-Eres un ‘marica’, ¿cierto? – se burló el menor – seguramente podrás complacerlos de otra manera más personal, no les molesta que les paguen en ‘cuerpomático’, o ¿sí? – preguntó para sus acompañantes.
-Si vale la pena, no nos molesta – respondió uno y los otros se rieron.
-¿Lo ves, Gaby? – Nestor habló con sorna – aún puedes ayudar a tu hermanito.
-No… – negó el castaño con algo de miedo, al ver ese brillo de diversión malsana en los ojos de su propio hermano.
Gabriel intentó alejarse, pero uno de los otros tipos, lo sujetó de la muñeca y lo jaló, consiguiendo que su mochila cayera al piso y él, casi cae también.
-¡No! – gritó el de lentes antes de que otro lo agarrara por la espalda y le cubriera la boca, mientras un el tercero lo sostenía por las piernas, levantándolo para llevarlo hasta el callejón más cercano. Debido a la hora, no había mucha gente y aquella que pasaba por ahí, seguramente llevaba demasiada prisa como para poner atención.
Gabriel intentaba soltarse, pero nunca había sido un chico muy fuerte y además, los otros lo superaban en número. Sus gafas terminaron cayendo en medio del forcejeo y nadie se preocupó de recogerlas.
-¡Por favor, no! – gritó cuando lo lanzaron al piso en lo más profundo del callejón – llévate el dinero – suplicó tratando de incorporarse, quería huir, pues tenía miedo, sabía la clase de tipos con los que su hermanito se relacionaba, eran de los peores que rondaban su colonia y algunos, ya habían estado en reformatorios – déjenme en paz…
-Nos llevaremos tu dinero, hermano – sonrió el menor, quien ya tenía la mochila del mayor en mano – pero tengo que pagar mis deudas… lo sabes ¿no?
El castaño pasó saliva con dificultad, los sujetos ya lo habían rodeado y no tenía manera de escapar, aun así lo intentó, pero uno de ellos le dio un golpe en el abdomen y lo hizo caer. Gabriel tosió pues le habían sacado el aire y de reojo, pudo notar los zapatos de esas personas cerca, ya habían disminuido la distancia; se abrazó con fuerza, estaba entrando en pánico, porque sabía que no iba a poder hacer nada, así que cerró los parpados y las lágrimas cayeron por sus mejillas al sentir como uno de ellos tiraba de su cabello sin consideración.
De pronto, escuchó el grito de uno de ellos y se atrevió a abrir los parpados, observando con dificultad lo que ocurría. Un hombre pelirrojo estaba frente a ellos; uno de los atacantes estaba en el piso, con la mano en su rostro y se notaba la sangre escurriendo de su nariz.
El que había sometido al castaño lo soltó, para ir junto con su compañero a tratar de golpear al extraño que los había interrumpido; fueron unos intentos fallidos, al contrario, el pelirrojo los alejó con rapidez, consiguiendo que cayeran de espaldas gracias a un par de patadas contundentes en el abdomen de ambos.
Néstor se sorprendió de lo que miraba y dio un par de pasos hacia atrás, soltando la mochila de su hermano con miedo.
-Parece que no eres tan ‘rudo’ sin el apoyo de tus amiguitos – dijo el pelirrojo con un acento marcado, tronando sus dedos de forma amenazante.
Uno de los sujetos que acababa de caer, se puso de pie, sacando una navaja y Gabriel se asustó.
-¡Cuidado! – gritó, consiguiendo que el mayor pusiera atención.
Sin dudar, Dimitry se movió, sujetando la mano de su atacante, haciendo un giro, quedando a su lado y moviéndole el brazo de manera que le crujió, arrancándole un grito de desgarrador, además de clavarle la navaja en una de las piernas de su agresor, consiguiendo que cayera al piso, retorciéndose por el dolor, tanto por el brazo, como por la herida en su pierna.
Todos se quedaron de piedra, cuando el de barba sacudió su ropa y los miró con altivez – largo – siseó.
Los otros dos, ayudaron al herido a levantarse y salir de ahí, mientras que el hermano de Gabriel titubeó un momento, pero terminó siguiendo a sus compañeros, sin llevarse las pertenencias del castaño. El ojiazul se giró, acercándose al universitario, que seguía en el piso.
-¿Estás bien? – indagó con preocupación observándolo con ternura, desde que había visto la foto en el archivo que recibió, ese niño le había causado cierta simpatía, especialmente porque tenía rasgos muy similares a Mateo cuando era un adolescente, aunque su cabello castaño era más claro.
-Sí, gracias… – asintió Gabriel, limpiando sus mejillas.
-Es difícil creer que un chico como tú, tenga tratos con personas de ese tipo…
-No los tengo directamente – negó.
-Deberías avisar a las autoridades, porque posiblemente te buscarán de nuevo…
-No puedo… – dijo débilmente – es que… uno de ellos es… mi hermano… – terminó con vergüenza.
El mayor suspiró, ya se imaginaba eso, pues escuchó algo de la conversación, pero trató de no hacer conclusiones; negó, no sería bueno decirle algo más o podría darse cuenta que lo seguía, así que sonrió conciliador – comprendo… – dijo con tranquilidad – anda, es mejor que te pongas de pie.
Con lentitud, Gabriel se incorporó, ayudado por el otro – gracias… lamento que se viera inmiscuido en esto.
-Está bien, no iba a dejar que te pasara nada, realmente no me gustan las injusticias – terminó con algo de diversión en su voz.
La mirada azul recorrió el rostro del jovencito, realmente le parecía lindo, aunque ahora notaba una diferencia con Mateo, pues el niño que tenía enfrente parecía más frágil y era muy posible fuese de esa manera, pues se miraba demasiado delgado y débil.
-Al menos me quedé con mi paga – sonrió el castaño, recogiendo su pequeña mochila.
-¿Quieres que te lleve a algún lado? – ofreció el ojiazul – mi auto está estacionado cerca.
-No… gracias – negó – solo busco mis gafas e iré a la parada del camión – talló sus ojos y empezó a andar a la salida del callejón.
El pelirrojo lo siguió, observando el caminar vacilante, parecía que realmente no enfocaba bien; llegaron a la otra calle, donde el universitario encontró las gafas hechas trizas, parecía que alguien las había pisado.
-No… – el castaño se acuclilló y recogió los restos con cansancio – esto es malo… – dijo en un murmullo, pues comprarse un par de gafas nuevas en ese momento, era un gasto que no podía permitirse.
Después de un momento, Gabriel se puso de pie, no podía quedarse todo el día sufriendo por algo que no tenía más remedio, así que era hora de despedirse de la persona que lo ayudó – gracias de nuevo – sonrió.
-¿Seguro que no quieres que te lleve? – presionó el mayor.
-No, ya perdió mucho tiempo, además, voy algo lejos y podría desviarlo mucho de su camino…
-Pero si vas solo, esos jóvenes podrían volver a atacarte…
Gabriel pasó saliva y miró a todos lados – ah… no… creo que se asustaron mucho con usted – su voz se escuchaba nerviosa – por lo menos no me buscarán en unos días… espero – terminó con debilidad, imaginando que tendría que buscar otro empleo, ya que si seguía yendo al mismo, estaría cerca de su hermano.
-Insisto… – Dimitry sonrió para darle más confianza – de verdad, para mí no es ninguna molestia…
Gabriel dudó. El otro parecía agradable, pero tampoco podía confiar de buenas a primeras y subirse al automóvil de un desconocido; aunque también debía pensar que su hermano y sus amigos, seguramente buscarían la manera de desquitarse y él sería su blanco. Si aceptaba, por lo menos ese día, podía evitarlos, ya que no sabía si sería igual después.
El ojiazul lo observaba con curiosidad, esperando y analizando sus reacciones.
-Está bien – se alzó de hombros – pero solo al centro, de ahí puedo tomar el otro transporte…
El mayor asintió y guio al niño a su automóvil, que, como le había comentado, no estaba muy lejos. Cuando Gabriel observó el lujoso vehículo, sus ojos se abrieron con asombro, incluso, como acto reflejo, quiso acomodar sus lentes para asegurarse que miraba bien, pero al no encontrarlos, recordó que por el momento, no contaba con ellos.
Dimitry abrió la puerta del copiloto y le permitió entrar, mientras él iba a su lugar, tomando asiento y colocándose el cinturón de seguridad.
-Soy Dimitry Aramburo – se presentó al momento que encendía el auto.
-Ah… yo soy Gabriel Vélez – sonrió el menor – un placer…
“Lo sé…” pensó el pelirrojo – y dime Gabriel, si como dices, vives tan lejos, ¿qué haces por estos lugares?
-Acabo de salir de mi empleo…
-Trabajas muy lejos de dónde vives, ¿no lo crees?
-No, es que… hasta antier vivía aquí cerca – respondió sin mucho interés – pero, ahora estoy quedándome en otro lado – explicó con rapidez – pero está algo retirado…
-Supongo que en tu casa no puedes evitar ver a tu hermano – comentó el mayor – espero que todo resulte bien con él.
-No, es que.. – Gabriel apretó los parpados – es que ahora mismo no estoy con mi familia – respondió, imaginando que el otro podría tener sus dudas por lo que había ocurrido y era mejor aclararle un poco la situación, aunque sin mucho detalle – estoy quedándome en casa de un amigo de la universidad…
-¿Amigo? – Dimitry lo miró de soslayo, al decir amigo sonó muy sincero, como si realmente no tuvieran nada que ver.
-Sí – asintió el otro – su mamá fue muy amable en permitir que me quedara en su casa por un tiempo…
-Y ¿es por algún problema con tu hermano? ¿Tus padres lo saben?
-Realmente… tuve dificultades con toda mi familia – dijo con rapidez y desvió la mirada.
El pelirrojo entendió que no debía indagar más, al menos no por ese lado – entonces, ¿dónde trabajas?
-En la tienda de conveniencia que está más atrás – respondió rápidamente, pues no le miraba nada de malo en decirle eso al otro.
-Si sigues trabajando ahí, seguramente tendrás más encuentros con las personas de hace un momento.
-Lo sé – suspiró – pero necesito el dinero…
-Podrías buscar otro empleo, o al menos uno cercano a dónde vives ahora ¿no lo crees?
-Es que… – bajó el rostro con cansancio – me tengo que esperar a tener la mayoría de edad para buscar otra clase de empleo y aunque no falta mucho, no sé si pueda quedarme mucho en donde estoy…
-¿Eres menor de edad? – Dimitry fingió asombro, porque eso también ya lo sabía.
-Sí, tengo diecisiete, así que me es difícil conseguir un empleo más estable…
-Y ¿por qué dices que no sabes si te quedarás mucho dónde estás ahora?
-Bueno, porque no quiero importunar a la familia de mi amigo…
“Demasiado amable, por eso el idiota de su hermano se aprovecha de él…” pensó el mayor, fijando su mirada en la calle.
-Y ¿usted? – la pregunta del castaño, consiguió sacar de sus pensamientos a Dimitry – ¿vive por aquí?
-No – negó – yo estaba de paso – mintió, pero observó de reojo el semblante de su compañero.
-Ah, ya veo – Gabriel sonrió y no se atrevió a indagar más, confiando en que el otro le decía la verdad.
Dimitry se sintió extraño, el niño era demasiado despistado o muy crédulo, al aceptar con suma facilidad esa respuesta tan simple, así que, podía intentar ser un poco más directo en su interrogatorio.
-¿Ya desayunaste? – si hasta ese momento, el menor era tan franco, sin malicia y con fácil palabra para responder sus preguntas, en una plática de sobremesa le sería más sencillo obtener información del ‘amigo’.
-No – negó el castaño.
-¿Te gustaría acompañarme a comer algo?
Gabriel se sorprendió y pasó saliva, debía rechazar esa invitación, pero eso sería muy descortés, pues el otro había sido muy amable y además, le había ayudado.
-Es que… yo… no tengo mucho dinero…
-Yo invito – Dimitry sonrió divertido – será para pasar el ‘mal trago’ de lo ocurrido, ¿no crees?
El castaño apenas se dio cuenta del gesto, pues su deficiencia visual era muy acentuada.
-Pues… si usted quiere… supongo que… está bien… – dijo aun con dudas.
* * *
Dimitry llevó a Gabriel a uno de los restaurantes más lujosos de la ciudad, y el menor intentó reusarse a ingresar, pues sabía que su vestimenta no era la apropiada, pero el ojiazul no lo permitió.
Al estar en la mesa, Gabriel se sentó derecho y rígido, tratando de comportarse, mientras sus ojos recorrían el lugar, aunque no podía captar muchos detalles; de igual manera, no alcanzaba a leer lo que decía la carta que tenía enfrente.
-¿Puedo tomar su orden? – preguntó el mesero momentos después.
-Desayuno americano, con café – sentenció el mayor.
-Y ¿usted, joven? – indagó el empleado.
-Yo… es que… – el castaño soltó una ligera risita – no puedo leer las letras – dijo avergonzado.
Dimitry rió, no se imaginaba que el niño tuviese tanta falta de visión – traiga otro desayuno americano, pero con chocolate y un jugo de naranja…
El hombre asintió – con permiso – dijo antes de alejarse, llevándose las cartas.
-Gabriel… – la voz de Dimitry consiguió llamar la atención del menor – he estado pensando que vas a seguir teniendo problemas con tu hermano y sus amigos…
-Posiblemente – dijo con algo de cansancio.
-Es lo más obvio, si sigues trabajando en donde mismo, ellos volverán a buscarte… – prosiguió el pelirrojo, pasando la mano por su barba.
El menor bajó el rostro, sabía que tenía razón – lo sé – admitió – pero nada puedo hacer, trataré de buscar otro empleo hoy, pero dudo conseguirlo tan rápido.
-Dijiste que estás estudiando – prosiguió el ojiazul, mientras recibía el café que otro mesero le llevaba, a la par que dejaba la taza de chocolate al lado del menor – ¿qué estudias?
-Estudio contabilidad en la universidad nocturna – respondió rápidamente – gracias – dijo para el mesero con una sonrisa amable y el hombre le correspondió con otra.
Dimitry lo observaba con suma atención. Era un joven muy amable, igual que Mateo, pero la diferencia era la docilidad; mientras Mateo era algo más independiente y trataba de no mostrarse débil, aunque llegaran momentos en que lo fuera, el jovencito que tenía en ese momento frente a él, se miraba tan frágil, que parecía que por el motivo más insignificante, podría romperse en mil pedazos. Aunado a ello, era casi transparente, no parecía darse cuenta que era fácil de leer, pues no ocultaba sus pensamientos y respondía sin muchas presiones; le parecía un niño que dice las cosas sin detenerse a pensar en las consecuencias, aunque ciertamente, aún era menor de edad y posiblemente, le faltaba mucho por aprender, pero tenía una actitud de claro servicio y agradecimiento que le gustaba.
-¿Te interesa la economía? – indagó el mayor, mientras le ponía un poco de azúcar a su café.
-¡Mucho! – sonrió ilusionado – por eso quería estudiar una carrera que tuviera que ver con ello, administración era mi primer opción pero… bueno, no pude pagar una universidad normal – se alzó de hombros.
-Yo estudié administración de empresas – comentó el ojiazul con indiferencia, antes de darle un sorbo a su café – realmente no era mi primer opción – sonrió de lado – pero necesitaba algo así para tomar mi lugar en la empresa familiar.
-¿Tiene una empresa? – preguntó el menor con sorpresa.
-No es solo mía, es de mi familia – explicó – pero yo soy el director general en la constructora desde que mi padre decidió estar como simple consultor, para no tener que ir a la oficina, hace unos años – rió divertido.
Gabriel se sorprendió; se imaginaba que ese cargo en cualquier empresa, debía ser de un hombre mayor, pues era lo más normal, pero la persona que tenía enfrente no le parecía ser alguien con una edad avanzada, a pesar de no verlo claramente.
-Pero, usted parece muy joven – dijo con seriedad.
El pelirrojo levantó una ceja y sonrió de lado – spasíba!
-¿Qué? – el menor no entendió la palabra.
-Gracias – repitió el ojiazul – ‘spasíba’ en ruso es gracias…
-¿Usted es ruso?
-Mi madre es rusa, mi padre es mexicano, pero mis hermanos y yo, aunque nacimos en este país, pasamos largas temporadas en Rusia con mis abuelos, aprendiendo el idioma.
-Ahora entiendo el porqué de su acento – sonrió el castaño.
-¿Se nota mucho?
-Bueno, tiene las ‘r’ muy marcadas – dijo con inocencia – pero es lindo…
Dimitry sonrió, el niño le acababa de hacer un cumplido y no parecía haberse dado cuenta – volviendo al tema – dijo después de que les sirvieron el desayuno y el mesero se retiró – ¿cuántos años crees que tengo?
-Ah… no lo sé – negó – ¿veintiséis? ¿Veintisiete?
La risa del mayor no se hizo esperar, le causaba gracia que pensara eso, pues según se dejaba la barba para verse mayor de lo que era y aun así, ese niño le decía que se miraba más joven. Los ojos aceituna miraron a todos lados, sintiéndose incómodo por la reacción de su compañero, ya que llamó la atención de los comensales que estaban alrededor y no comprendía la razón.
-Izvinítye – se disculpó el pelirrojo cuando se calmó – disculpa, realmente me causó gracia – dijo con semblante apacible – pero estás equivocado, la verdad es que tengo treinta y dos años.
-¿De verdad? – Gabriel entrecerró los ojos, tratando de enfocarlo – es que, sinceramente, no lo distingo muy bien.
Dimitry volvió a reír, ahora entendía por qué le parecía más joven al niño.
-Eres muy agradable – anunció el mayor, pues jamás había entablado una conversación tan amistosa con alguien en tan poco tiempo, tanto, que se había olvidado del verdadero motivo para acercarse, y este era saber del asistente de Mateo, pero aunque debía investigar, no encontraba la manera de sacar el tema sin sonar agresivo.
-Gracias, creo – respondió el jovencito.
Ambos empezaron a comer y el silencio reinó; los ojos azules repasaban al menor, dándose cuenta que, a pesar de lo amable y atractivo que era, un semblante melancólico se mantenía presente. Tenía curiosidad de preguntarle sobre su familia, pero si era cierto que tuvo problemas con ellos y por eso salió de su casa, iba a ser algo incómodo, quizá, debía decirle a Mikhail que investigara esa parte también, para conocerlo más, después de todo, no le parecía un mal chico y no era su culpa estar entre Mateo y Rodrigo, al contrario, él debía agradecer eso. Quizá por esa razón, no podía dejar de preocuparse y pensar en que podía tener problemas de nuevo con esos sujetos que lo habían atacado.
-¿Qué días trabajas?
Gabriel levantó el rostro, pasó el bocado de comida y bebió algo de jugo, antes de limpiarse la boca con la servilleta y poder hablar – ¿en la tienda? De martes a viernes, en la mañana – explicó – los sábados trabajo en la noche, para amanecer domingo.
-Y ¿vas a la escuela en las noches?
-Sí, de lunes a viernes… también por eso me será difícil conseguir otro empleo, el horario es bueno para mí, porque se adecua a mis estudios – explicó con tristeza, sabiendo que estaba entre la espada y la pared.
No podía dejar de trabajar porque ocupaba el dinero, pero si seguía trabajando, tarde o temprano, los amigos de su hermano le podían hacer daño.
-Te preocupa tu hermano, ¿cierto?
El castaño asintió, no podía negar lo obvio y menos al hombre que le acababa de ayudar a que las amistades de Néstor no lo lastimaran.
-¿Sabes…? Yo podría ofrecerte trabajo – sonrió el mayor.
Gabriel levantó el rostro, confundido – ¿de qué?
-De… – titubeó, no sabía de qué pero rápidamente llegó a su mente lo que había hecho Mateo – de mi asistente – terminó con rapidez, llevando la taza a sus labios para dar un sorbo a su café, tratando de que el otro no notara que estaba improvisando.
-¿No tiene asistente o secretaria? – preguntó incrédulo el universitario, pues si el otro le dijo que era el director de una empresa, era imposible que fuera de esa manera.
-Tengo una secretaria, pero me gustaría alguien que estuviera a mi lado, ayudándome en cosas más personales…
El rostro del castaño palideció, su cuerpo empezó a temblar – yo… yo no soy esa clase de chicos – dijo con una voz más seria, pensando lo peor.
Dimitry negó – no, no me entiendes – dijo con media sonrisa – no es para lo que tú te imaginas, me refiero a alguien que me acompañe a mis reuniones, que se encargue de mi agenda y bueno, de algunas cosas que mi secretaria no puede, especialmente acompañarme fuera de la oficina siempre que es necesario, pues ella debe quedarse ahí – continuó – siendo el director de la constructora, mi trabajo me obliga a reunirme con personas de suma importancia para cerrar algunos tratos y muchas veces es fuera del edificio.
-Ah… – Gabriel soltó un suspiro de alivio – pues agradezco su ofrecimiento y realmente me gustaría aceptar, pero siendo sincero con usted, no tengo experiencia y no quisiera ser una carga.
-¿Ayudaría si te dijera que eso te puede servir de experiencia, aunado a que yo quiero un poco de compañía?
-¿Compañía?
-Sí – asintió el mayor – eres un joven muy amable y de fácil palabra – sonrió – me sentiría muy honrado de que trabajaras para mí.
Gabriel no se encontraba muy convencido, era demasiado bueno para ser verdad.
-Yo… ah… ¿podría permitirme pensarlo? – preguntó con nervios – es que, no lo sé…
-Está bien… – el ojiazul movió su mano, de la parte interior de su saco, obtuvo un una cajita metálica, que tenía algunos grabados en la misma; la abrió y sacó una tarjeta, acercándola al menor – toma, puedes marcarme cuando te decidas…
-Gracias… – Gabriel recibió la tarjeta, pero no estaba seguro de lo que iba a hacer; a pesar de que el otro era amable, no podía simplemente aceptar esa propuesta sin conocerlo, pues no sabía sus intenciones.
Siguieron comiendo; Dimitry ya no quiso insistir en ese momento, prefería que las cosas fluyeran a un ritmo más adecuado.
* * *
El ojiazul llevó a Gabriel hasta la casa de Rodrigo, bajó, le abrió la puerta y el niño salió del auto.
-Gracias por traerme, aunque no era necesario – dijo sosteniendo su pequeña mochila al hombro.
-No te preocupes – negó el mayor – para mí fue un placer – sonrió cordial – espero que pienses lo que te dije y me llames, en caso de que quieras el trabajo…
-Lo pensaré… gracias de nuevo – se despidió y caminó a la pequeña vivienda.
Dimitry subió a su auto y emprendió el camino, aunque sabía que Rodrigo no se encontraba, ya que el automóvil que Mateo le había dado no estaba cerca, no quería arriesgarse a encontrárselo.
Después de arreglar sus asuntos y a medio camino del departamento de Mateo, Dimitry llamó a su hermano.
-Misha… – dijo seriamente.
-“¿Hablaste con él?...” – preguntó con ansiedad el otro – “…¿qué te dijo?...”
El ojiazul sonrió – todo está bien, dijo que era amigo de Rodrigo y no parecía mentirme…
-“Pero, ¿le preguntaste?...”
-No – dijo tajante – prefiero que no se sienta presionado, es un chico demasiado amable y creo que puedo sacarle toda la información que necesitamos de esa relación, sin que se sienta acosado…
-“¿Por qué tienes que ser tan ‘blando’?...” – su hermano gruñó – “…ahora, ¿cómo piensas preguntarle? Porque no creo que él te busque para platicar, o ¿sí?...”
-Lo hará…
-“¿Cómo estás tan seguro?...”
-Le ofrecí empleo.
-“¿Empleo? ¿De qué?...”
-De mi asistente – respondió el mayor con seriedad.
-“¡¿Estás loco?! Tener al novio de ese escuincle, ahí, contigo, ¿para qué?”
-Porque de esa manera, si el asistente de Mateo intenta algo, podré ponerle un alto rápidamente y desenmascararlo, ante Mateo y ante su novio…
-“No lo sé, Dima…”
-Confía en mí, todo va a estar bajo control – aseguró – bueno, aparte de avisarte cómo me fue, quiero pedirte un favor, antes de ir a ver a Mateo.
-“¿Qué cosa?”
-Dile al investigador, que quiero saber todo de la familia de Gabriel, especialmente, de su hermano – dijo con molestia.
-“¿Por qué?...” – la voz de Mikhail se notaba consternada, no comprendía las acciones del otro.
-Curiosidad…
-“De acuerdo…” – un suspiro se escuchó en el auricular – “…en un momento me pongo en contacto con él para que empiece de inmediato…”
-Gracias, nos vemos más tarde.
Dimitry colgó la llamada y buscó en un compartimiento del auto una cajetilla de cigarros, sacó uno y con el encendedor del vehículo lo prendió; necesitaba un cigarro, pues por alguna razón que no comprendía, se sentía inquieto y eso era lo único que podía calmarlo en ese momento. Mientas manejaba, no podía sacar de su mente a Gabriel y compararlo con Mateo; los gestos, la actitud, las sonrisas, ese niño le recordaba al ojiverde cuando era un adolescente, cuando empezó a verlo de otra manera, pero aunque hubiera similitudes, él quería al original, así que debía dejar de pensar en ello.
* * *
Dimitry llegó al edificio dónde vivía Mateo, eran pasadas las diez de la mañana, así que supuso que el castaño estaría dormido aún; con una llave secundaria que tenía, abrió la puerta y se introdujo en la vivienda. Ni un solo sonido se escuchaba y eso le decía que no se había equivocado, así que, dirigió sus pasos a la alcoba principal, con un pequeño paquete de varias bebidas.
Cuando ingresó, observó la cama completamente revuelta; el ojiverde siempre había tenido una forma de dormir demasiado activa. Mateo estaba boca abajo, extendido sobre el colchón, abarcando gran parte del mismo y babeando la funda de su almohada, mientras abrazaba el oso panda gigante que estaba en esa cama, desde la noche anterior. El pelirrojo suspiró y se acercó, sentándose a la orilla del colchón y dejando su paquete sobre el buró.
-‘Mílyi’ – musitó, mientras su mano acariciaba los mechones castaños con cariño – despierta…
Mateo se removió en el colchón y se quejó antes de abrir los parpados; sus ojos se acostumbraron con dificultad y momentos después enfocó a Dimitry a su lado.
-Dima… – su voz sonaba cansada – me duele la cabeza… – dijo con molestia y limpió su rostro con las manos.
-Me imagino – sonrió el mayor – bebiste mucho anoche…
-¿En serio? – el ojiverde se giró y quedó boca arriba – no recuerdo mucho, solo que… me caí…
La risa del pelirrojo se escuchó y Mateo se quejó; el sonido le molestaba.
-Lo siento – dijo el ojiazul bajando el volumen de su voz – sí, te caíste, pero parecías muy divertido.
-Pues no es tan divertido en este momento… – apretó los parpados, no quería moverse, sentía el cuerpo pesado y cansado.
Dimitry acarició la mejilla de Mateo y pensó en platicar con él, pero decidió atenderlo antes, pues debía ser considerado.
-¿Quieres desayunar algo? – indagó cordial.
-No, gracias, solo… tengo sed – anunció pasando la mano por su cuello.
-Para eso, te traje algo – estiró la mano, tomando la bolsa, sacando un bote de plástico y abriéndolo – bébelo – sonrió.
Mateo se sentó en la cama y sujetó el objeto, bebiendo el líquido con lentitud – me duele la cabeza – anunció con cansancio.
Dimitry le sonrió conciliador – se pasará pronto – anunció, pero puso un gesto algo serio, era el momento de hablar – ‘Mílyi’ – su mano se movió a la mejilla del menor – ¿seguro que el haberte caído es todo lo que recuerdas?
El castaño lo miró de reojo y suspiró, se avergonzaba pero era mejor decir las cosas y no fingir demencia – lamento lo que te dije en el bar, realmente no quiero perder tu amistad y…
-¿Por qué no lo dijiste antes, Mateo? – indagó el pelirrojo, sin poder ocultar algo de desespero.
El castaño apretó los parpados, hizo un mohín, pues no quería hablar mucho de ello, pero quizá debía aclarar la situación – ya sabes por qué – reprochó – te lo dije, no quería que me rechazaras y tanto tú, como Misha, se alejaran de mi después…
-Y te lo dije anoche, ¿cómo estás tan seguro que yo te rechazaría? O en su defecto, ¿por qué iba a burlarme de ti?
Mateo fijó sus ojos verdes en Dimitry, recordaba vagamente esas mismas palabras de la noche anterior, pero no podía recordar detalles.
-‘Mílyi’, si estoy aquí, es porque quiero platicar contigo de eso – explicó el de barba, poniendo una sonrisa condescendiente.
-¿Qué quieres que hablemos? – musitó el ojiverde.
El pelirrojo suspiró – ‘mílyi’, sé que te gusta la sinceridad, así que voy a ser sincero esta vez – la frase confundió al otro, pues siempre consideró que Dimitry y sus hermanos eran sumamente sinceros con él – sabes que he hablado con Misha y no tiene caso ocultártelo – su voz sonó seria – él, hace semanas me dijo algo que me sorprendió, algo que le dijiste en navidad…
Mateo bajó el rostro, avergonzado y algo molesto, justo como se había sentido en la noche, traicionado por su mejor amigo.
-No, no pienses mal… – el ojiazul puso la mano en el mentón de Mateo y le obligó a levantar el rostro – si lo hizo, es porque él sabe mis verdaderos sentimientos hacia ti…
Los ojos verdes se abrieron enormemente ante esas palabras – ¿qué…? ¿Qué quieres decir? – preguntó con debilidad, sintiendo que le faltaba el aire.
-Mateo, desde que eras un adolescente, he sentido algo especial por ti – confesó – por eso te cuidaba, adorándote de lejos, temiendo que si te decía algo, solo terminaría alejándote de mí – sonrió, pues parecía ser lo mismo que había ocurrido con el castaño – no me acerqué a ti, porque pensaba que eras heterosexual y además, el único que sabía mis sentimientos era Misha y él me decía que te gustaban las chicas… – dijo a modo de burla.
-¡¿A mí?! – el castaño se asustó, desde hacía mucho tiempo que no se relacionaba con una mujer, aunque ciertamente tuvo un par de novias antes de aceptar que era gay y Mikhail las había conocido también.
-Por eso, cuando me dijo que eras gay, realmente sentí que podía tener la oportunidad…
El ojiverde se estremeció, imaginando lo que iba a escuchar.
-Mateo… – Dimitry se movió, acercando su rostro al ojiverde – me gustas… – confesó sin dudar – te quiero… – insistió – y Misha lo sabía, por eso me contó todo, pero al volver de mi viaje, aunque quería venir a hablar contigo, él me recomendó que esperara para decírtelo, solo que anoche cuando me confesaste que te gustaba antes, decidí que era mejor que supieras mis sentimientos de inmediato…
-Dima… – el menor pasó la mano por su cabeza, haciendo un gesto de molestia, aun le dolía pero debían aclarar eso y rápido – me gustabas sí, pero… bueno, las cosas no se dieron – negó – y ahora yo…
-Te gusta tu asistente, lo sé – interrumpió el mayor.
Por un momento Mateo titubeó pero terminó aceptándolo, pensando que Mikhail también se lo había explicado – sí…
-Y ¿él? – preguntó con seriedad – ¿siente lo mismo por ti?
El ojiverde suspiró – la verdad… la situación con él es algo, confusa…
-¿Por qué?
-No lo sé – negó – él hace cosas por mí, se preocupa por mí, me trata con cariño…
-¿Te ha dicho que te quiere? – preguntó directo el mayor.
-No… – suspiró el castaño – siempre específica que somos amigos – acotó con tristeza – o como hace unos días, que solo lo hace porque es su trabajo – contó – además, anoche Misha me mostró una foto dónde sale con otro chico, abrazándolo… uno lindo y más joven – respiró profundamente – así que, es obvio que él no siente nada por mí, porque ya tiene pareja…
-¿Estás seguro?
Dimitry aún no estaba convencido de ello, pues con la plática que sostuvo con Gabriel, quien se suponía era el novio de Rodrigo, no había encontrado indicios de que estuviesen en una relación; pero tampoco podía decirle nada a Mateo, pues si lo hacía, podría enojarse por andar indagando en la vida de su asistente y además, si lo hacía tener ilusiones y se equivocaba, Mateo saldría más dañado.
-Sí… – una sonrisa triste adornó los labios del ojiverde, se sentía patético – cómo ves, soy yo el que parece ‘perrito’ tras él, en busca de su cariño – dijo con algo de desconsuelo.
El ojiazul suspiró, no le gustaba ver ese semblante tan triste; estiró la mano y levantó el rostro de Mateo por el mentón, mirándolo fijamente a los ojos – no deberías sentirte así…
-¿Sentirme así? ¿Cómo? Estoy bien – mintió.
-No puedes ocultar que te duele, ‘mílyi’ – aseguró el pelirrojo, consiguiendo que el castaño hiciera un mohín infantil, sabía que no lo podía engañar – pero dejemos de hablar de él – pidió – sé que debido a eso, me has olvidado y también sé que es mi culpa por no haberte dicho nada antes y por eso perdí tu cariño – contó con algo de desespero – pero esta vez, no quiero arrepentirme – dijo con voz seria – Mateo, tal vez esto suene poco delicado de mi parte, especialmente en este momento, pero necesito preguntar – su voz sonó ansiosa – ¿podría tener alguna oportunidad contigo?
El ojiverde ahogó un gemido en su garganta, sintiendo que el alma se escapaba de su cuerpo y su boca se abrió para poder respirar, pues había perdido el aliento; se mordió el labio, giró el rostro, no sabía que decir.
-‘Mílyi’ – Dimitry se inclinó, buscando la mirada del otro, temiendo la respuesta.
-Dima… – el castaño respiró profundamente, no podía dejar las cosas a la deriva – siempre te he querido – confesó con sinceridad – te lo dije, fuiste mi primer amor, aunque me hice a la idea de que solo serías como un hermano, igual que Misha…
-No quiero que me veas como un hermano – negó el pelirrojo – quiero obtener tu cariño…
-Pero Dima… tu…
-¿Yo? – indagó – ya te dije lo que siento por ti, ¿cuál es tu temor?
-No es temor, es que, hace años me convencí de que nada iba a ocurrir contigo…
-¿Por qué? – el mayor lo miró con seriedad – ¿Porque pensabas que iba a rechazarte o a burlarme de ti?
-Sí, por eso… – levantó una ceja – aparte de lo que le dije a Misha, sobre mi temor debido a su ascendencia rusa – especificó – además, tú eres Dimitry Aramburo, tienes a todas las mujeres de la ciudad tras de ti, incluso, sin mover un solo dedo, le ‘bajaste’ la novia a tu propio hermano – dijo con algo de sarcasmo – te conocí innumerables amantes y ninguno varón, obvio pensé que eras completamente heterosexual – especificó.
-Eso es porque nunca he visto a otro varón de la misma manera en que te veo a ti – aclaró el ojiazul.
Esas palabras sorprendieron a Mateo, quien jamás se imaginó que Dimitry le diría algo así.
-Por favor – la voz del pelirrojo parecía una súplica – si no ocurre nada entre ese niño y tú, permíteme intentarlo…
-Dima, es que… – Mateo se puso nervioso, sentía algo especial por Rodrigo y sabía que, aunque no podía funcionar algo con él, iba a tardar mucho en enterrar ese sentimiento – tardé años en olvidarme de ti en sentido amoroso – explicó con voz baja – y no sé si…
-Mateo… – el de barba sujetó una mano del castaño – de verdad, solo te pido que me des la oportunidad de conquistarte, de acercarme a ti y tratar de que eso que alguna vez sentiste por mí, resurja…
-Dima… yo…
-Mateo… – Dimitry movió una mano y acarició la piel de la mejilla, después llevó la mano al cabello tras la nuca y se acercó peligrosamente.
El castaño se sorprendió por ese movimiento y su primer impulso fue alejarlo, pero también quería algo a qué aferrarse después de la decepción que había sentido por la situación con Rodrigo, así que, si podía tener cariño sincero de alguien, lo iba a permitir, justo como le prometió a Mikhail días antes. Un beso suave, delicado, un simple roce los unió; Dimitry trató de no presionar para que el otro cediera por su propia voluntad, pero no pudo contenerse por mucho tiempo. Cuando Mateo sintió que el beso estaba por profundizarse, por alguna razón, su mente le trajo la imagen de Rodrigo; empujó a su amigo y desvió el rostro, respirando con agitación, completamente asustado, pues no sabía qué había ocurrido en realidad.
-Perdón – el pelirrojo bajó el rostro apenado, pensando que su osadía había asustado al menor – no quise…
-No… es que… – el ojiverde pasó la mano por su cabello, se sentía nervioso – necesito pensarlo Dima… por favor, dame tiempo…
Dimitry se dio cuenta que Mateo no estaba seguro de sus sentimientos por él y tampoco quería presionarlo más, así que, aunque no era algo común en él, tuvo que ceder para que no lo rechazara de inmediato, pues realmente ansiaba alcanzar ese cariño que esperaba desde hacía años, sin saber que lo tuvo al alcance de su mano sin darse cuenta.
-Lo haré – sonrió el ojiazul – te daré el tiempo que necesites, pero mientras, permíteme intentar acercarme, intentar conquistarte – solicitó con algo de ansiedad – dame la oportunidad de demostrarte mi amor…
Mateo dudó, no sabía qué quería en realidad, si eso se lo hubiese dicho Rodrigo, estaría saltando de felicidad, pero sabía de antemano que no podía aspirar a mucho con su asistente, y menos después de lo que había visto en esas fotos, así que terminó accediendo a lo que Dima le pedía – está bien, te daré la oportunidad, pero no me trates así…
-¿Así? ¿Cómo? – preguntó el ojiazul confundido.
-Como chica – reprochó el castaño – a pesar de todo, sigo siendo un hombre, ¿entendiste?
Dimitry rió – sí, entiendo…
-Además, esto no significa que seamos pareja, así que, por favor, no vuelvas a besarme sin mi consentimiento.
-De acuerdo, no volverá a ocurrir – prometió con una débil sonrisa.
-Gracias – sonrió el ojiverde, sintiéndose un poco aliviado, aunque su mente seguía hecha un lío.
* * *
Rodrigo llegó a su casa en la tarde, después de sus clases de inglés y se encontró a Gabriel en la habitación, observando un pequeño papel.
-Hola, Gaby…
-Hola… – sonrió el otro – ¿cómo te fue?
-Muy bien… y ¿a ti?
-No tan bien – suspiró – no creo que pueda volver a mi trabajo…
-¿Por qué? – el pelinegro se sorprendió por esa confesión.
-Es que, tuve un problema con mi hermano y si sigo yendo, posiblemente me lo vuelva a encontrar.
-¿Qué problema?
-No importa – negó el castaño, no quería hablar de eso – ahora, tengo una duda y necesito un consejo – buscó el rostro de su amigo, pero entrecerró los ojos, para enfocarlo, esperaba que el otro pudiera ayudarle.
-¿Qué cosa? – Rodrigo se sentó en la cama.
-Un hombre que no conozco, me ofreció empleo – con esas palabras, Rodrigo se sobresaltó – dice que es en una constructora y me quiere como su asistente – explicó.
-No lo conoces y de buenas a primeras te ofreció un empleo, de su asistente, ¿no crees que es sospechoso?
-Sí, lo es – admitió – pero, él me ayudó con mi pequeño problema – dijo el menor con algo de seguridad – además, aunque no lo vi bien, no parece una mala persona, fue muy amable y bastante comprensivo…
-¿No lo viste bien? ¿Y tus lentes?
-Se rompieron – suspiró – pero por ahora olvidemos eso, lo que quiero saber es… ¿tú qué opinas?
-Pues… – Rodrigo pasó la mano por su cabello, vacilante – si te ofreció un empleo, puede ser para bien, tal vez deberías intentarlo, pero si te das cuenta que es algo que no te gusta, debes alejarte de inmediato – sonrió – eso haría yo… además, si todo sale bien, podría ser para mejorar – trató de darle ánimos a su amigo, a sabiendas que los necesitaba.
Gabriel sonrió, le gustaba sentirse apoyado y eso le daba más confianza y seguridad.
-Gracias, entonces, mañana le marcaré…
-Pero necesitas lentes para empezar a trabajar – Rodrigo le sonrió – deberías darle prioridad a ello…
-Me acaban de pagar, mañana compraré unos que no cuesten mucho pero me sirvan, mientras puedo pagar los graduados específicamente para mí, lo malo es que, no podré aportar nada a tu casa como había pensado en un principio – bajó el rostro avergonzado – lo lamento…
-No te preocupes, al menos por el momento, estamos bien económicamente, y no es necesario que aportes nada, de verdad – se alzó de hombros – primero, enfócate en ti…
El castaño sonrió – gracias, Rodrigo.
-¿Para qué están los amigos?
- - - - -
*Spasíba, en ruso (Спасибо!) es ‘gracias’.
*Izvinítye, en ruso (извините), es ‘disculpa’ o ‘lo siento’.
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