Capítulo IX
A las once de la mañana, la puerta de una habitación secundaria se abrió; Marisela, junto con Julián y Miguel, entraron en estado de alerta máxima, encontrando a Alejandro y Erick en la cama de ahí, aun dormidos. Marisela respiró profundamente, mientras sus compañeros guardaban las armas.
Se habían puesto sumamente nerviosos porque la pareja no había salido de la habitación a las nueve de la mañana como siempre y cómo pensaron que necesitaban descansar por pasar una noche entretenida, Marisela envió por los padres de Alejandro que llegaron esa mañana, disculpando a la pareja, diciendo que habían tenido unos imprevistos; pero cuando la castaña fue a despertarlos porque era demasiado tarde y no los encontró en la habitación, pensó lo peor, a sabiendas que Alejandro la noche anterior estaba ebrio; así que empezaron a buscarlos.
Julián y Miguel salieron a ordenar a los demás guardaespaldas que dejaran la búsqueda, mientras Marisela se acercó a la cama.
—¿Señor? —llamó con voz baja, para no sobresaltarlos y movió lentamente un hombro del rubio.
Alejandro se removió y apretó los parpados, para abrirlos lentamente, enfocando con dificultad a su secretaria; traía un intenso dolor de cabeza. Aun así, antes de hablar, constató que Erick siguiera dormido.
—¿Qué? —respondió en voz baja.
Marisela forzó una sonrisa, quería gritarle a Alejandro, pero no quería despertar a Erick, así que se contuvo— señor… —repitió, conteniendo la ira—. Ya son las once de la mañana —dijo con lentitud—. Faltó al desayuno con sus padres y el señor Erick está retrasado para ver al diseñador —rechinó los dientes.
Alejandro movió la mano y la pasó por su cabeza, moviendo su cabello— tengo resaca —anunció.
—Mandaré pedir algo para su malestar —señaló la de lentes, sacando su celular para enviar un mensaje—. Puedo preguntar… ¿por qué no están en la habitación principal? —levantó una ceja—. Nos preocupamos al no verlos ahí —dijo con seriedad.
—Ensuciamos mucho la cama —respondió el ojiverde—. Ordena que compren un colchón nuevo para esa habitación y que cambien todo lo necesario —sentenció fríamente—. Despertaré a Erick, dile al diseñador que Erick irá después de la una y antes de la comida a lo que falta, ordena desayuno ligero para nosotros en una de las terrazas e invita a mis padres a tomar café —dijo con voz rápida—. ¡Y consígueme una maldita aspirina! —terminó entre dientes.
—Después de todo lo que bebió anoche, no debe tomar medicamentos —Marisela ladeó el rostro—, debe tomar agua y electrolitos, eso le traerán —le sonrió con sarcasmo.
—Te odio… —dijo el rubio con voz baja, ya que nada de eso le quitaría el malestar que traía.
—Lo sé —Marisela acomodó los lentes en el puente de su nariz—. Iré a ordenar lo que me pidió, pero apresúrese, ya sabe que su padre, no gusta esperar.
La mujer salió de la habitación y Alejandro suspiró, luego se giró y abrazó de nuevo a Erick— no me quiero levantar… —dijo en un murmullo, pero sabía que debía hacerlo, ya que eran los últimos días para los preparativos de su boda y no debía ser tan irresponsable.
Finalmente, el ojiverde se movió y besó los labios de su pareja con suavidad.
—Despierta, Conejo… —dijo en un susurro.
Erick se removió con lentitud y poco a poco abrió los parpados, después de bostezar.
—¡Buenos días! —Alejandro forzó una sonrisa, lo que menos quería era que Erick lo percibiera cansado o débil.
El ojiazul enfocó la vista y cuando vio el rostro del otro, sonrió dulcemente, antes de pasar el brazo por el cuello y besarlo en los labios— ¡buenos días, mi amor! —dijo con ilusión, ya que, aunque estaba cansado, no podía ocultar su felicidad.
Alejandro se sintió dichoso por esas palabras; ya se había acostumbrado a que Erick se las dijera todos los días, pero en esa ocasión, le parecieron aún más hermosas, igual que ese gesto de completa satisfacción y la mirada soñadora. El rubio lo abrazó y aspiró el aroma de la piel que tenía cerca.
—Debemos levantarnos, Conejo —dijo con lentitud y repartió besos en el cuello—. Es tarde y no fuimos por mis padres al aeropuerto, así que debemos almorzar con ellos.
Con esas palabras, Erick se sobresaltó— ¡¿qué hora es?!
—Las once…
—¡Debía ir con el diseñador! —dijo con terror.
Alejandro apretó los parpados, ya que la voz de Erick le incomodó un poco— no te preocupes —dijo con calma—, ya mandé a avisar que irás más tarde —señaló—, ahora mismo hay que asearnos para ir a ver a mis padres, ¿de acuerdo?
Erick suspiró— está bien, pero… ¿no estás cansado? —levantó una ceja con curiosidad.
—No —mintió el rubio—, solo tengo un ligero dolor de cabeza, pero se me pasará —aseguró y besó los labios de su pareja una vez más—. Ahora, vamos a levantarnos, antes de que Marisela venga por nosotros…
—Está bien…
Se habían puesto sumamente nerviosos porque la pareja no había salido de la habitación a las nueve de la mañana como siempre y cómo pensaron que necesitaban descansar por pasar una noche entretenida, Marisela envió por los padres de Alejandro que llegaron esa mañana, disculpando a la pareja, diciendo que habían tenido unos imprevistos; pero cuando la castaña fue a despertarlos porque era demasiado tarde y no los encontró en la habitación, pensó lo peor, a sabiendas que Alejandro la noche anterior estaba ebrio; así que empezaron a buscarlos.
Julián y Miguel salieron a ordenar a los demás guardaespaldas que dejaran la búsqueda, mientras Marisela se acercó a la cama.
—¿Señor? —llamó con voz baja, para no sobresaltarlos y movió lentamente un hombro del rubio.
Alejandro se removió y apretó los parpados, para abrirlos lentamente, enfocando con dificultad a su secretaria; traía un intenso dolor de cabeza. Aun así, antes de hablar, constató que Erick siguiera dormido.
—¿Qué? —respondió en voz baja.
Marisela forzó una sonrisa, quería gritarle a Alejandro, pero no quería despertar a Erick, así que se contuvo— señor… —repitió, conteniendo la ira—. Ya son las once de la mañana —dijo con lentitud—. Faltó al desayuno con sus padres y el señor Erick está retrasado para ver al diseñador —rechinó los dientes.
Alejandro movió la mano y la pasó por su cabeza, moviendo su cabello— tengo resaca —anunció.
—Mandaré pedir algo para su malestar —señaló la de lentes, sacando su celular para enviar un mensaje—. Puedo preguntar… ¿por qué no están en la habitación principal? —levantó una ceja—. Nos preocupamos al no verlos ahí —dijo con seriedad.
—Ensuciamos mucho la cama —respondió el ojiverde—. Ordena que compren un colchón nuevo para esa habitación y que cambien todo lo necesario —sentenció fríamente—. Despertaré a Erick, dile al diseñador que Erick irá después de la una y antes de la comida a lo que falta, ordena desayuno ligero para nosotros en una de las terrazas e invita a mis padres a tomar café —dijo con voz rápida—. ¡Y consígueme una maldita aspirina! —terminó entre dientes.
—Después de todo lo que bebió anoche, no debe tomar medicamentos —Marisela ladeó el rostro—, debe tomar agua y electrolitos, eso le traerán —le sonrió con sarcasmo.
—Te odio… —dijo el rubio con voz baja, ya que nada de eso le quitaría el malestar que traía.
—Lo sé —Marisela acomodó los lentes en el puente de su nariz—. Iré a ordenar lo que me pidió, pero apresúrese, ya sabe que su padre, no gusta esperar.
La mujer salió de la habitación y Alejandro suspiró, luego se giró y abrazó de nuevo a Erick— no me quiero levantar… —dijo en un murmullo, pero sabía que debía hacerlo, ya que eran los últimos días para los preparativos de su boda y no debía ser tan irresponsable.
Finalmente, el ojiverde se movió y besó los labios de su pareja con suavidad.
—Despierta, Conejo… —dijo en un susurro.
Erick se removió con lentitud y poco a poco abrió los parpados, después de bostezar.
—¡Buenos días! —Alejandro forzó una sonrisa, lo que menos quería era que Erick lo percibiera cansado o débil.
El ojiazul enfocó la vista y cuando vio el rostro del otro, sonrió dulcemente, antes de pasar el brazo por el cuello y besarlo en los labios— ¡buenos días, mi amor! —dijo con ilusión, ya que, aunque estaba cansado, no podía ocultar su felicidad.
Alejandro se sintió dichoso por esas palabras; ya se había acostumbrado a que Erick se las dijera todos los días, pero en esa ocasión, le parecieron aún más hermosas, igual que ese gesto de completa satisfacción y la mirada soñadora. El rubio lo abrazó y aspiró el aroma de la piel que tenía cerca.
—Debemos levantarnos, Conejo —dijo con lentitud y repartió besos en el cuello—. Es tarde y no fuimos por mis padres al aeropuerto, así que debemos almorzar con ellos.
Con esas palabras, Erick se sobresaltó— ¡¿qué hora es?!
—Las once…
—¡Debía ir con el diseñador! —dijo con terror.
Alejandro apretó los parpados, ya que la voz de Erick le incomodó un poco— no te preocupes —dijo con calma—, ya mandé a avisar que irás más tarde —señaló—, ahora mismo hay que asearnos para ir a ver a mis padres, ¿de acuerdo?
Erick suspiró— está bien, pero… ¿no estás cansado? —levantó una ceja con curiosidad.
—No —mintió el rubio—, solo tengo un ligero dolor de cabeza, pero se me pasará —aseguró y besó los labios de su pareja una vez más—. Ahora, vamos a levantarnos, antes de que Marisela venga por nosotros…
—Está bien…
Al almorzar con los padres de Alejandro, Erick pudo darse cuenta del dolor de Alex, ya que su madre no lo recordaba. Estaba consciente de la enfermedad que aquejaba a su suegra, pero cuando era adolescente, sabía que su madre era muy importante para el rubio y no podía imaginar el cómo se sentía ahora con esa situación, pero si no podía ayudarle, al menos trataría de consolarlo cuando fuera necesario.
Erick acudió con el diseñador y se midió el traje de la ceremonia, así como otros que ya estaban por ser terminados también. Marisela lo acompañaba como siempre, dándole las novedades sobre los preparativos y la resolución de algunos imprevistos, aunado a ello, lo mantenía al tanto de la hora para la comida con las damas, que tendría ese día.
Durante la comida, la señora Josefina, su hijo, Lucía y hasta Héctor, el diseñador, lo acompañaron; Erick conoció a diferentes mujeres, algunas que la misma Marisela le dijo que no eran tan importantes y otras que eran parientes o parejas de personas que tenían relaciones comerciales con Alejandro, pero le aclaró que las más importantes, no estaban ahí, así que no debía prestarles tanta atención, situación que iba contra la amabilidad de Erick.
Aun así, tuvo un pequeño roce con una mujer, la cual parecía ser pariente política de la realeza de ese país, quién, al conocerlo, lo vio de pies a cabeza, sin poder disimular su desprecio, especialmente cuando lo dejó con la mano estirada para saludarla, además de decir algo en un idioma que Erick desconocía.
Marisela, quien se mantenía al lado de Erick en todo momento, miro a la rubia con altivez y luego sonrió de lado; una sonrisa que hizo temblar a la mujer e intentó remediar la situación, pero era demasiado tarde, pues la castaña de inmediato guió a Erick a otro lugar.
—¿Ocurre algo, Marisela? —preguntó el ojiazul, quien era guiado por ella a otra mesa, para presentarle a otras personas.
—Nada, señor —sonrió con fingida inocencia.
—¿Esa mujer tuvo algo que ver con Alex antes? —indagó Erick con nervios, pues la de lentes no la había mencionado cuando le habló de las conquistas del rubio.
—No —aseguró—. Aunque su familia lo deseaba, al señor De León no le gusta meterse con familias que tienen nexos con la realeza en Europa, como ve, causan muchos problemas.
—Creo que no le agradé —el pelinegro suspiró—. No quisiera que Alex tuviera problemas comerciales, por su matrimonio conmigo, aunque en muchos países de Europa las relaciones homosexuales son aceptadas, sé que hay algunos otros dónde no.
—Usted no debe preocuparse por ello —Marisela negó—. Deje los asuntos de trabajo al señor De León y a mí —se señaló con suficiencia—. Usted, solo debe disfrutar y especialmente divertirse en esta comida —le sonrió—. Vamos, aún hay muchas personas deseando conocerlo.
Mientras Marisela guiaba a Erick al otro lado del salón, un par de guardaespaldas fueron a la mesa de la mujer que le había hecho el desplante a Erick y con disimulo, la retiraron del lugar; ese era su trabajo y la explicación se la daría la castaña a Alejandro, quien decidiría qué acción tomar, aunque seguramente, sería una no muy buena para esa mujer y su familia directa.
Erick acudió con el diseñador y se midió el traje de la ceremonia, así como otros que ya estaban por ser terminados también. Marisela lo acompañaba como siempre, dándole las novedades sobre los preparativos y la resolución de algunos imprevistos, aunado a ello, lo mantenía al tanto de la hora para la comida con las damas, que tendría ese día.
Durante la comida, la señora Josefina, su hijo, Lucía y hasta Héctor, el diseñador, lo acompañaron; Erick conoció a diferentes mujeres, algunas que la misma Marisela le dijo que no eran tan importantes y otras que eran parientes o parejas de personas que tenían relaciones comerciales con Alejandro, pero le aclaró que las más importantes, no estaban ahí, así que no debía prestarles tanta atención, situación que iba contra la amabilidad de Erick.
Aun así, tuvo un pequeño roce con una mujer, la cual parecía ser pariente política de la realeza de ese país, quién, al conocerlo, lo vio de pies a cabeza, sin poder disimular su desprecio, especialmente cuando lo dejó con la mano estirada para saludarla, además de decir algo en un idioma que Erick desconocía.
Marisela, quien se mantenía al lado de Erick en todo momento, miro a la rubia con altivez y luego sonrió de lado; una sonrisa que hizo temblar a la mujer e intentó remediar la situación, pero era demasiado tarde, pues la castaña de inmediato guió a Erick a otro lugar.
—¿Ocurre algo, Marisela? —preguntó el ojiazul, quien era guiado por ella a otra mesa, para presentarle a otras personas.
—Nada, señor —sonrió con fingida inocencia.
—¿Esa mujer tuvo algo que ver con Alex antes? —indagó Erick con nervios, pues la de lentes no la había mencionado cuando le habló de las conquistas del rubio.
—No —aseguró—. Aunque su familia lo deseaba, al señor De León no le gusta meterse con familias que tienen nexos con la realeza en Europa, como ve, causan muchos problemas.
—Creo que no le agradé —el pelinegro suspiró—. No quisiera que Alex tuviera problemas comerciales, por su matrimonio conmigo, aunque en muchos países de Europa las relaciones homosexuales son aceptadas, sé que hay algunos otros dónde no.
—Usted no debe preocuparse por ello —Marisela negó—. Deje los asuntos de trabajo al señor De León y a mí —se señaló con suficiencia—. Usted, solo debe disfrutar y especialmente divertirse en esta comida —le sonrió—. Vamos, aún hay muchas personas deseando conocerlo.
Mientras Marisela guiaba a Erick al otro lado del salón, un par de guardaespaldas fueron a la mesa de la mujer que le había hecho el desplante a Erick y con disimulo, la retiraron del lugar; ese era su trabajo y la explicación se la daría la castaña a Alejandro, quien decidiría qué acción tomar, aunque seguramente, sería una no muy buena para esa mujer y su familia directa.
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