Capítulo VII
Eran casi las ocho de la mañana, cuando Erick y Alex, estaban en una sala de espera del aeropuerto; los guardaespaldas, esperaban fuera como siempre y la única que se mantenía cerca, era Marisela, quien atendía la pareja.
—¡Gracias, Marisela! —dijo el ojiazul cuando la mujer dejó una charolita con un café en la mesita que tenía al lado.
—De nada, señor Erick —sonrió ella y después se alejó un poco.
Erick le echó azúcar a su café y bebió un sorbo, luego le acercó el vaso a su prometido— ¿quieres? —preguntó amable.
—No, Conejo —Alejandro pasó la mano por su boca, ocultando un bostezo, ya que la noche anterior sus amigos lo habían entretenido más de la cuenta en su plática después de la cena y aunque iba a dormir al mismo tiempo que Erick, se había desvelado con unos imprevistos, así que no había dormido tanto como deseaba, aunque estaba satisfecho de que su pareja si hubiera descansado.
Erick se dio cuenta que el otro no quería demostrar su cansancio, pero él se daba cuenta, así que le acarició la mejilla con la mano— si aún tenías sueño, pudiste quedarte a dormir en el hotel.
El rubio sujetó la mano y le dio besos en el dorso— no iba a dejarte solo, tus amigos se molestarían si lo hiciera.
—Al menos sé que ellos no te amenazarían con un arma como David e Iván podrían hacerlo —dijo con nervios.
—¿Aun no lo superas? —indagó el ojiverde con burla.
—No —negó—. Fue sorpresivo para mí.
Alejandro rió; no había imaginado que Erick se sorprendería tanto, no después de enterarse de lo de él, pero admitía que debió haberlo previsto.
—Lamento no haberte dicho con antelación —se disculpó de inmediato, dando otro beso a la mano que aún tenía cerca—, pero teníamos tantas cosas de qué hacernos cargo, que no lo tenía como prioridad.
Erick suspiró y sonrió débilmente— no, yo… debí imaginarlo, solo que… no sé, no lo pensé en realidad.
—Eres demasiado inocente, Conejo —Alejandro se acercó al rostro de su pareja—, eso te hace adorable —señaló antes de rozar los labios con los suyos.
—Alex…
Erick cerró los parpados y se dispuso a disfrutar de la caricia, especialmente porque la otra mano traviesa del rubio, se movió a su costado, en un claro indicio de que podría intentar algo más, pero un carraspeo los interrumpió; Marisela se acercó.
—¿Sí? —preguntó Alejandro con molestia.
—El avión está aterrizando, señor.
—Está bien —dio otro beso a Erick y se apartó—, vamos a recibir a tus amigos, Conejo.
El pelinegro asintió y se puso de pie. La pareja se sujetó de la mano y caminaron como el día anterior, hasta llegar al área de descenso de pasajeros. Minutos después las puertas se abrieron y los amigos de Erick ingresaron al lugar, junto con Lucía.
—¡Bro! —el primero que corrió hasta él fue Víctor, quien lo abrazó con fuerza y después se acercó a Alejandro, abrazándolo de igual manera, aunque el rubio no se acostumbraba a esas muestras efusivas de afecto.
—¡Hola, Víctor! —sonrió Erick.
—Esperen… Voy a ayudar a Luis.
Alejandro miró de soslayo a Julián y Miguel, que estaban cerca y ellos enviaron a algunos de sus compañeros a ayudar con las maletas de mano que los amigos de Erick llevaban. Luis caminaba lentamente, porque aun portaba la férula en la rodilla y Erick sabía que, aunque el médico le había recomendado usar una muleta o bastón, su amigo no quería hacerlo.
Los trabajadores de Alejandro se acercaron y tomaron las maletas pequeñas, ya que otros habían ido por las grandes a la zona de equipaje y finalmente, los invitados llegaron con los otros.
—¡Buenos días, ingeniero! —saludó Lucía con rapidez.
—Lucía, no tienes que ser tan formal —Erick se acercó y la saludó de beso.
—Es la costumbre —sonrió la chica con vergüenza.
—Espero se quite pronto —le guiñó el ojo—. ¡Bienvenidos! —dijo amable, abrazando a Daniel y finalmente a Luis.
Alejandro se acercó y los saludó de mano, incluso a Lucia, quien sonrió tranquila, ya que el rubio había sido muy amable con ella.
—¿Cómo les fue en el viaje? —preguntó el ojiverde.
—¡Genial, Bro! —Víctor sonrió—. Nunca había viajado en un avión tan lujoso.
—Y menos siendo los únicos pasajeros —Daniel sonrió nervioso.
Erick sabía que Alejandro había rentado un avión para el viaje de sus amigos, ya que no había podido enviar el suyo.
—La verdad, fue bastante cómodo —Luís asintió—. Creí que me cansaría por el yeso y la férula, pero pude dormir tranquilo casi todo el viaje.
—¿Aun te duele mucho? —pregunto Erick preocupado.
—No —negó—. De hecho, ya quiero que me quiten el yeso, pero aún me lo dejarán dos semanas más, por lo menos, pero es incómodo.
—Y ¿qué hay de la rodilla? —Alejandro la señaló con un ademán.
—La férula es más fácil, puedo quitármela para descansar la pierna, pero debo mantenerla inmovilizada la mayor parte del tiempo, por tres semanas más —lo miró acusador—, así que no creo poder volver a mis entrenamientos pronto.
—Lástima… —la voz de Alejandro sonó sarcástica—. Pero eso te enseñará a no hacer cosas indebidas.
Luis levantó una ceja— tal vez me gusta el peligro —dijo con burla.
—¿Te quieres morir? —el rubio ladeó el rostro, fijando su mirada verde en el otro.
—No empiecen, ¡por favor! —Erick los miró con molestia a ambos.
—¿Por qué? —Alejandro le sonrió.
—Sí, es divertido —secundó Luís.
Erick entonó los ojos y negó— siendo así, ¡solo los ignoraré! —dio media vuelta y se acercó a los otros visitantes —. Hoy en la noche habrá una despedida de soltero para Alejandro.
—¡¿Despedida?! —Víctor se emocionó—. ¡¿Habrá mujeres?! Dicen que las europeas son muy liberales —movió las cejas de manera insinuante.
—¡¿Liberales?! —Lucía puso un gesto de susto y miró de reojo a Daniel, antes de bajar el rostro, nerviosa.
—Tal vez… no debo ir —Daniel se sintió incómodo.
—No te preocupes, Lucía —Erick negó—. Solo es una cena —mintió.
—Sí, solo una cena —Alejandro se acercó y llegó hasta Erick, abrazándolo con cariño—. Tengo unos conocidos muy excéntricos y no puedo decirles que no a su petición de una cena, especialmente porque tienen negocios como los míos y ellos —señaló a Víctor, Daniel y Luis, que se unía a la plática—, saben a lo que me refiero.
Daniel, Luís y Víctor miraron a Erick con disimulo.
—¿Negocios? —Lucía estaba confundida.
—Son inofensivos —sonrió el ojiazul—, algo locos, pero nada más —aseguró—. Los conozco desde la adolescencia y tenía mucho sin verlos.
—Entonces, ¿también irás a la cena? —Luís levantó una cena.
—No —Erick negó—. Yo tendré una comida con todas las invitadas, el jueves, además, en esta cena habrá bebidas alcohólicas y no me gustan mucho.
—¡Gracias, Marisela! —dijo el ojiazul cuando la mujer dejó una charolita con un café en la mesita que tenía al lado.
—De nada, señor Erick —sonrió ella y después se alejó un poco.
Erick le echó azúcar a su café y bebió un sorbo, luego le acercó el vaso a su prometido— ¿quieres? —preguntó amable.
—No, Conejo —Alejandro pasó la mano por su boca, ocultando un bostezo, ya que la noche anterior sus amigos lo habían entretenido más de la cuenta en su plática después de la cena y aunque iba a dormir al mismo tiempo que Erick, se había desvelado con unos imprevistos, así que no había dormido tanto como deseaba, aunque estaba satisfecho de que su pareja si hubiera descansado.
Erick se dio cuenta que el otro no quería demostrar su cansancio, pero él se daba cuenta, así que le acarició la mejilla con la mano— si aún tenías sueño, pudiste quedarte a dormir en el hotel.
El rubio sujetó la mano y le dio besos en el dorso— no iba a dejarte solo, tus amigos se molestarían si lo hiciera.
—Al menos sé que ellos no te amenazarían con un arma como David e Iván podrían hacerlo —dijo con nervios.
—¿Aun no lo superas? —indagó el ojiverde con burla.
—No —negó—. Fue sorpresivo para mí.
Alejandro rió; no había imaginado que Erick se sorprendería tanto, no después de enterarse de lo de él, pero admitía que debió haberlo previsto.
—Lamento no haberte dicho con antelación —se disculpó de inmediato, dando otro beso a la mano que aún tenía cerca—, pero teníamos tantas cosas de qué hacernos cargo, que no lo tenía como prioridad.
Erick suspiró y sonrió débilmente— no, yo… debí imaginarlo, solo que… no sé, no lo pensé en realidad.
—Eres demasiado inocente, Conejo —Alejandro se acercó al rostro de su pareja—, eso te hace adorable —señaló antes de rozar los labios con los suyos.
—Alex…
Erick cerró los parpados y se dispuso a disfrutar de la caricia, especialmente porque la otra mano traviesa del rubio, se movió a su costado, en un claro indicio de que podría intentar algo más, pero un carraspeo los interrumpió; Marisela se acercó.
—¿Sí? —preguntó Alejandro con molestia.
—El avión está aterrizando, señor.
—Está bien —dio otro beso a Erick y se apartó—, vamos a recibir a tus amigos, Conejo.
El pelinegro asintió y se puso de pie. La pareja se sujetó de la mano y caminaron como el día anterior, hasta llegar al área de descenso de pasajeros. Minutos después las puertas se abrieron y los amigos de Erick ingresaron al lugar, junto con Lucía.
—¡Bro! —el primero que corrió hasta él fue Víctor, quien lo abrazó con fuerza y después se acercó a Alejandro, abrazándolo de igual manera, aunque el rubio no se acostumbraba a esas muestras efusivas de afecto.
—¡Hola, Víctor! —sonrió Erick.
—Esperen… Voy a ayudar a Luis.
Alejandro miró de soslayo a Julián y Miguel, que estaban cerca y ellos enviaron a algunos de sus compañeros a ayudar con las maletas de mano que los amigos de Erick llevaban. Luis caminaba lentamente, porque aun portaba la férula en la rodilla y Erick sabía que, aunque el médico le había recomendado usar una muleta o bastón, su amigo no quería hacerlo.
Los trabajadores de Alejandro se acercaron y tomaron las maletas pequeñas, ya que otros habían ido por las grandes a la zona de equipaje y finalmente, los invitados llegaron con los otros.
—¡Buenos días, ingeniero! —saludó Lucía con rapidez.
—Lucía, no tienes que ser tan formal —Erick se acercó y la saludó de beso.
—Es la costumbre —sonrió la chica con vergüenza.
—Espero se quite pronto —le guiñó el ojo—. ¡Bienvenidos! —dijo amable, abrazando a Daniel y finalmente a Luis.
Alejandro se acercó y los saludó de mano, incluso a Lucia, quien sonrió tranquila, ya que el rubio había sido muy amable con ella.
—¿Cómo les fue en el viaje? —preguntó el ojiverde.
—¡Genial, Bro! —Víctor sonrió—. Nunca había viajado en un avión tan lujoso.
—Y menos siendo los únicos pasajeros —Daniel sonrió nervioso.
Erick sabía que Alejandro había rentado un avión para el viaje de sus amigos, ya que no había podido enviar el suyo.
—La verdad, fue bastante cómodo —Luís asintió—. Creí que me cansaría por el yeso y la férula, pero pude dormir tranquilo casi todo el viaje.
—¿Aun te duele mucho? —pregunto Erick preocupado.
—No —negó—. De hecho, ya quiero que me quiten el yeso, pero aún me lo dejarán dos semanas más, por lo menos, pero es incómodo.
—Y ¿qué hay de la rodilla? —Alejandro la señaló con un ademán.
—La férula es más fácil, puedo quitármela para descansar la pierna, pero debo mantenerla inmovilizada la mayor parte del tiempo, por tres semanas más —lo miró acusador—, así que no creo poder volver a mis entrenamientos pronto.
—Lástima… —la voz de Alejandro sonó sarcástica—. Pero eso te enseñará a no hacer cosas indebidas.
Luis levantó una ceja— tal vez me gusta el peligro —dijo con burla.
—¿Te quieres morir? —el rubio ladeó el rostro, fijando su mirada verde en el otro.
—No empiecen, ¡por favor! —Erick los miró con molestia a ambos.
—¿Por qué? —Alejandro le sonrió.
—Sí, es divertido —secundó Luís.
Erick entonó los ojos y negó— siendo así, ¡solo los ignoraré! —dio media vuelta y se acercó a los otros visitantes —. Hoy en la noche habrá una despedida de soltero para Alejandro.
—¡¿Despedida?! —Víctor se emocionó—. ¡¿Habrá mujeres?! Dicen que las europeas son muy liberales —movió las cejas de manera insinuante.
—¡¿Liberales?! —Lucía puso un gesto de susto y miró de reojo a Daniel, antes de bajar el rostro, nerviosa.
—Tal vez… no debo ir —Daniel se sintió incómodo.
—No te preocupes, Lucía —Erick negó—. Solo es una cena —mintió.
—Sí, solo una cena —Alejandro se acercó y llegó hasta Erick, abrazándolo con cariño—. Tengo unos conocidos muy excéntricos y no puedo decirles que no a su petición de una cena, especialmente porque tienen negocios como los míos y ellos —señaló a Víctor, Daniel y Luis, que se unía a la plática—, saben a lo que me refiero.
Daniel, Luís y Víctor miraron a Erick con disimulo.
—¿Negocios? —Lucía estaba confundida.
—Son inofensivos —sonrió el ojiazul—, algo locos, pero nada más —aseguró—. Los conozco desde la adolescencia y tenía mucho sin verlos.
—Entonces, ¿también irás a la cena? —Luís levantó una cena.
—No —Erick negó—. Yo tendré una comida con todas las invitadas, el jueves, además, en esta cena habrá bebidas alcohólicas y no me gustan mucho.
A la hora de la comida, Alejandro y Erick volvieron a ir al aeropuerto, por los invitados sorpresas. Cuando Erick se dio cuenta que era la señora Josefina, se sorprendió; la mujer era acompañada también de su hijo, quien realmente parecía una chica. El ojiazul no imaginaba que Alejandro la llevaría, para que los acompañara ese día.
Así, mientras Erick, junto con la señora Josefina, su hijo, Lucía y Marisela cenaban en el restaurante del hotel, Alejandro y los demás, se reunieron en un salón, para la fiesta que Iván había preparado; la mayoría de los guardaespaldas se quedaron a la expectativa, por lo que tanto Julián, como Miguel, no iban a participar en esa reunión.
El lugar tenia luces tenues y además de los amigos de Alejandro, había otros invitados que se habían congregado en ese lugar para la boda del rubio; más a él no le interesaban la gran mayoría de los que había en ese momento, que solo querían quedar bien con él y se habían apresurado a ir a esa ciudad, al contrario, con los que más tenía relación, algunos no irían y otros, llegarían un día antes de la ceremonia, pero eso no importaba, ya que para eso tenían confianza.
—¡Wow! —Víctor se quedó con la boca abierta, al ver a una mujer que caminaba con poca ropa, entregando bebidas a los invitados.
Daniel observó a la chica de pies a cabeza y sintió que se sofocaba; aun así, prefirió ver a otro lado, porque sentía que le sería infiel a Lucía, con solo ver a esa mujer. Por su parte Luis hizo un sonido, casi como un silbido; también le había atraído la chica y no lo iba a negar.
—Antes de la diversión, les presentaré a mis amigos —señaló Alejandro y los guió por entre las mesas, apartándose casi de inmediato de aquellos que querían detenerlo.
En una mesa, cerca de la barra, Iván estaba con una mujer de piel bronceada y ojos verdes; su actitud felina y sus marcadas actitudes, denotaban que tenía ascendencia gitana, especialmente por la manera en la que bailaba frente al moreno. David por su parte, estaba bebiendo una copa, observando la escena; la chica no le era del todo indiferente, pero él buscaría diversión después, ya que quería primero conocer a los amigos de Erick.
—Parece que realmente hiciste la fiesta para ti —señaló Alejandro, cuando llegó cerca de sus amigos.
—¡Ey! —Iván sonrió—. Si tu no la vas a aprovechar, deja que los demás lo hagamos, amigo mío… — se puso de pie y la chica dejó de moverse, sentándose en uno de los descansabrazos del sillón donde el otro estuvo momentos antes.
—Especialmente porque el que va a pagar, soy yo, ¿no es así? —el ojiverde levantó una ceja.
—Divertirnos a tu costa, ¡es un privilegio! —David acomodó sus gafas y se incorporó también.
—No me sorprende —Alejandro negó—. Permítanme presentarles, a Daniel Rocha, Víctor Rodríguez y finalmente, Luís Jiménez —señaló a sus acompañantes y luego los miró—. Estos dos —dijo de manera despectiva—, son Iván Zambrano y David Labastida.
Los recién llegados, temblaron al ver a los otros dos, especialmente porque las palabras que Alejandro había dicho cuando llegaron ese día, volvieron a su mente, casi al mismo tiempo, «tienen negocios como los míos…».
—Erick nos ha hablado mucho de ustedes —David se acercó amable y les ofreció la mano—, soy David Labastida —se presentó formalmente, primero estrechando la mano de Daniel, luego la de Víctor y finalmente la de Luís, aunque con este último se quedó un poco más.
Detrás de sus gafas, David escudriñaba a Luís con la mirada y unos segundos después, una sonrisa se formó levemente en sus labios; para Alejandro e Iván, eso significaba que David, en esos momentos, ya había planeado algo, pues era obvio que, a pesar de que Luís estaba herido, era claramente su tipo.
—Yo soy Iván Zambrano, un placer —saludó el moreno con mayor soltura y dándoles palmadas en los hombros—. Pero no se queden ahí como estatuas, ¡siéntense! —señaló los asientos que estaban en esa mesa, vacíos—. Gipsy —se inclinó hacia la joven morena—, discúlpame un momento —dijo en un perfecto inglés—, te llamaré cuando termine de platicar con mis nuevos amigos.
La chica asintió y se puso de pie, yendo hacia otro lugar, donde empezaría a danzar para otros caballeros.
Mientras ella se iba, Víctor la siguió con la mirada y mantenía la boca abierta.
—Tranquilo… —Iván lo miró con diversión—. Volverá en un momento, si te interesa, te la dejo, de todas maneras, hay muchas de dónde escoger.
—¡¿Neta?! —Víctor se quedó atónito por esas palabras, ya que no imaginó que tuviera oportunidad con esa mujer.
—¡Por supuesto! —Iván chasqueó la lengua—. Es más, me iba a montar una orgía con cuatro chicas, después de la fiesta, pero si les gustan, les puedo dejar algunas ¡para que se diviertan!
—Yo paso —Daniel negó y se sentó rígido en un sillón.
—¡Vamos, Bro! —Víctor lo movió del hombro—. ¡Lucía ni se dará cuenta!
—Prefiero no arriesgarme —negó el aludido.
—Mejor no insistas, Víctor —Luis se sentó con lentitud en un sillón, que justo estaba al lado de David—, Daniel no es como tu…
David estuvo a punto de indagar sobre esa sentencia, pero decidió callar, bebiendo de su copa y relamiendo sus labios.
—¿Qué beben? —preguntó Alejandro, para cambiar de tema.
—Tequila, como siempre —Iván agarró una botella y se sirvió un caballito, bebiéndolo de un trago, después, vertió unas gotas de limón que tenía cerca en su boca, el cual ya tenía algo de sal; sacudió la cabeza y gritó—. ¡Es de la mejor calidad!
—¿No es muy fuerte? —Víctor se sorprendió por ver eso, él bebía cerveza y de cuando en cuando algunos tragos preparados, pero nunca había bebido así el tequila.
—¡No seas ‘marica’, Compa! —se burló Iván y luego miró a Alejandro—. Sin ofender —sonrió.
—¡Púdrete, imbécil! —señaló el rubio.
—Whisky en las rocas —dijo David, moviendo el vaso frente a su rostro, el cual tenía un líquido oscuro con algunos hielos.
—Eso es más para mí —Alejandro se recargó en el sillón y en ese momento, un par de mujeres se acercaron a él, coqueteándole sin disimulo—. Lo siento, señoritas, pero aunque soy el festejado, ustedes no me interesan —sonrió—. Atiendan a mis amigos, por favor —finalizó en un idioma que los recién llegados no entendieron, ya que Alejandro conocía algunos idiomas por su empleo, aunque no era un experto en todos.
Un par de jóvenes se acercaron, también traían poca ropa, pero por la charola en sus manos, era obvio que su actividad principal era la de servir bebidas.
—Una botella de Whisky y un vaso —dijo el rubio con poco interés.
—Cerveza oscura, no importa la marca —pidió Daniel con rapidez, hablando en inglés, ya que imaginaba que las chicas no entenderían español.
—Martini extra dry —Luís sonrió.
—Yo quiero probar el tequila —Víctor señaló la botella que Iván tenía cerca—, pero no sé si sobreviva —hizo una mueca nerviosa.
—Si no lo intentas, no vas a saber, chicas, traigan más caballitos y otra botella de tequila, para esta mesa, porque los vamos a ocupar —Iván sirvió más tequila en el caballito y se lo dio al otro—. ‘Orale, ¡bébele!
Las jóvenes asintieron y se retiraron por los pedidos de inmediato.
—¿Así? ¡¿Solo?! —Víctor se asustó.
—¡Así se bebe el tequila! —Iván rió.
—¿Y qué hay del limón y la sal?
—Eso es al gusto, pero mira… —agarró una rodaja de limón y se la acercó a Alejandro—. Sobres, Alex, muéstrale al Compa, cómo se hace.
—No —el ojiverde negó—. Voy a beber Whisky, ya sabes que no me gusta cruzarme con las bebidas.
—¡No mames! —Iván rió a carcajadas—. ¡No te va a pasar nada, mariquita!
Alejandro lo miró con molestia y David también rió.
—No insistas, Iván… —el de lentes bebió otro sorbo de Whisky—. Ya sabes que Alejandro evita ponerse ebrio, porque cuando lo hace, empieza a llorar por Erick.
Daniel y Luís miraron al rubio.
—¡¿Neta, Bro?! —Víctor fue el único que se atrevió a preguntar.
—No es cierto… —el ojiverde apretó la mandíbula.
—¡Claro que es cierto! —Iván presionó.
—¡Cómo chingan! —gruñó molesto y sujetó el limón—. ¡Solo será una!
David e Iván sonrieron cómplices, mientras que Luís, Víctor y Daniel lo observaban con asombro.
Alejandro pasó la lengua por la unión de su índice y pulgar, luego colocó un poco de sal, la cual se pegó en su piel, sujetó el caballito de tequila y lamió la sal, antes de beber el líquido de un trago, para finalmente chupar el limón y colocar de un golpe el pequeño vaso en la mesa.
—¡¿Contentos?! —preguntó con molestia, carraspeando, pues tenía mucho que no bebía tequila así.
Luís, Daniel y Víctor se quedaron con la boca abierta; ellos tenían otra imagen de Alejandro. Para ellos el rubio era de vinos y licores extra finos, jamás se lo hubieran imaginado bebiendo de esa manera, si no lo hubieran visto con sus propios ojos, no lo creerían.
—¡No has perdido el toque, Cabrón! —Iván sirvió otro vaso y se lo pasó a David—. Sobres, cuatro ojos, ¡te toca!
—¿Esto será una competencia? —indagó el castaño con curiosidad.
—¡Cómo en los viejos tiempos! —asintió el otro con diversión.
David dejó su whisky de lado, se quitó las gafas y sujetó otro limón, haciendo el mismo ritual que había hecho Alejandro. Cuando dejó el vaso vacío en la mesa, pasó la mano por su cabello, haciéndolo hacia atrás.
—¡Ah! —gruñó—. Espero no se me crucen —se burló.
Luís, que estaba a su lado, lo observó; esa imagen de David, le había dado un escalofrío extraño. Por alguna razón ese hombre tenía algo que lo inquietaba, especialmente su mirada gris, que sin las gafas, parecía más penetrante; no quería admitir que le atraía, pues no había otro hombre aparte de Erick que le hubiera gustado antes, pero desde que su mano tocó la piel de ese hombre, había sentido algo en la boca de su estómago.
—Si se cruzan, ¡no hay pedo! Estamos en un lugar seguro —Iván sirvió otro caballito y se lo acercó a Víctor—. Toma, Carnal, ya viste como se hace.
Víctor pasó saliva— la neta, nunca lo he bebido, así que no se si pueda de un solo golpe.
—Tu chúpale —Iván rió—. La primera vez puede ser difícil, pero le agarrarás el gusto.
Víctor miró a Luís y luego a Daniel.
—¿No me digas que necesitas permiso? —se burló Iván al ver esos gestos.
—No pero… es que ello son los que siempre me ayudan cuando estoy ebrio —se alzó de hombros.
—Y se pone muy impertinente —suspiró Luís.
—No es el único —se burló Alejandro, recordando cómo se había comportado Luís el día que habían ido al Table Dance.
—Mira, Carnal… Una, no es ninguna… —Iván lo miró cómplice.
—Y dos son una… —siguió Víctor, tomando un poco más de confianza.
—Y como una, no es ninguna, pues ¡será como si no hubieras bebido! —terminó Iván.
—Esto me da mala espina —señaló Daniel, al ver que Víctor empezaba a agarrar confianza con el amigo de Alejandro.
Mientras Víctor bebía el tequila, llegaron las jóvenes con lo que habían pedido con anterioridad, dejando las cosas en la mesa, pero antes de que Luís sujetara su copa, Iván lo alejó.
—No, Carnal, ¡te toca! —dijo con rapidez, entregándole el caballito de tequila.
—No creo que sea bueno que beba de esa manera —negó el castaño con nervios, especialmente al ver como Víctor se estremecía y hacía gestos, después de lo que hizo.
—Beber con amigos, ayuda a reforzar la amistad y agarrar confianza para platicar —sonrió David—. ¿No es así, Alex?
El rubio sujetó un vaso, le sirvió Whisky y lo bebió de golpe— ¡por supuesto! —dijo al final, dejando el vaso vacío y sujetando otro caballito—. Sírveme otra, Iván, voy a demostrarle a Luís, cómo se hace —dijo con una sonrisa retadora.
—¡Así se habla, Alex!
Iván sirvió más tequila y Alejandro lo bebió sin el ritual del limón y la sal.
—¿Ves? —el ojiverde miró a Luís con burla al alejar el pequeño recipiente, completamente vacío—. No es tan difícil, aunque claro, solo unos pocos, podemos hacer cosas cómo estas sin tener consecuencias…
La mirada de Luís se ensombreció.
—Luís… —Daniel le habló—. No te precipites —dijo con voz calmada, porque ya conocía al otro y sabía que cuando le picaban el orgullo, reaccionaba no de la mejor forma.
Luís no hizo caso, bebió el tequila de golpe, aunque al final empezó a toser, pues el alcohol había raspado su garganta.
—¡No estuvo mal! —Iván dio un par de palmadas—. ¡Te toca! —dijo para Daniel.
Daniel pasó salía y negó— no… yo no creo…
—¡Vamos! Ellos ya lo hicieron —Iván presionó—. ¿Nos dejarás beber solos?
Daniel respiró profundamente— solo una… —accedió por compromiso.
—Más que suficiente, para entrar en ambiente…
Así, mientras Erick, junto con la señora Josefina, su hijo, Lucía y Marisela cenaban en el restaurante del hotel, Alejandro y los demás, se reunieron en un salón, para la fiesta que Iván había preparado; la mayoría de los guardaespaldas se quedaron a la expectativa, por lo que tanto Julián, como Miguel, no iban a participar en esa reunión.
El lugar tenia luces tenues y además de los amigos de Alejandro, había otros invitados que se habían congregado en ese lugar para la boda del rubio; más a él no le interesaban la gran mayoría de los que había en ese momento, que solo querían quedar bien con él y se habían apresurado a ir a esa ciudad, al contrario, con los que más tenía relación, algunos no irían y otros, llegarían un día antes de la ceremonia, pero eso no importaba, ya que para eso tenían confianza.
—¡Wow! —Víctor se quedó con la boca abierta, al ver a una mujer que caminaba con poca ropa, entregando bebidas a los invitados.
Daniel observó a la chica de pies a cabeza y sintió que se sofocaba; aun así, prefirió ver a otro lado, porque sentía que le sería infiel a Lucía, con solo ver a esa mujer. Por su parte Luis hizo un sonido, casi como un silbido; también le había atraído la chica y no lo iba a negar.
—Antes de la diversión, les presentaré a mis amigos —señaló Alejandro y los guió por entre las mesas, apartándose casi de inmediato de aquellos que querían detenerlo.
En una mesa, cerca de la barra, Iván estaba con una mujer de piel bronceada y ojos verdes; su actitud felina y sus marcadas actitudes, denotaban que tenía ascendencia gitana, especialmente por la manera en la que bailaba frente al moreno. David por su parte, estaba bebiendo una copa, observando la escena; la chica no le era del todo indiferente, pero él buscaría diversión después, ya que quería primero conocer a los amigos de Erick.
—Parece que realmente hiciste la fiesta para ti —señaló Alejandro, cuando llegó cerca de sus amigos.
—¡Ey! —Iván sonrió—. Si tu no la vas a aprovechar, deja que los demás lo hagamos, amigo mío… — se puso de pie y la chica dejó de moverse, sentándose en uno de los descansabrazos del sillón donde el otro estuvo momentos antes.
—Especialmente porque el que va a pagar, soy yo, ¿no es así? —el ojiverde levantó una ceja.
—Divertirnos a tu costa, ¡es un privilegio! —David acomodó sus gafas y se incorporó también.
—No me sorprende —Alejandro negó—. Permítanme presentarles, a Daniel Rocha, Víctor Rodríguez y finalmente, Luís Jiménez —señaló a sus acompañantes y luego los miró—. Estos dos —dijo de manera despectiva—, son Iván Zambrano y David Labastida.
Los recién llegados, temblaron al ver a los otros dos, especialmente porque las palabras que Alejandro había dicho cuando llegaron ese día, volvieron a su mente, casi al mismo tiempo, «tienen negocios como los míos…».
—Erick nos ha hablado mucho de ustedes —David se acercó amable y les ofreció la mano—, soy David Labastida —se presentó formalmente, primero estrechando la mano de Daniel, luego la de Víctor y finalmente la de Luís, aunque con este último se quedó un poco más.
Detrás de sus gafas, David escudriñaba a Luís con la mirada y unos segundos después, una sonrisa se formó levemente en sus labios; para Alejandro e Iván, eso significaba que David, en esos momentos, ya había planeado algo, pues era obvio que, a pesar de que Luís estaba herido, era claramente su tipo.
—Yo soy Iván Zambrano, un placer —saludó el moreno con mayor soltura y dándoles palmadas en los hombros—. Pero no se queden ahí como estatuas, ¡siéntense! —señaló los asientos que estaban en esa mesa, vacíos—. Gipsy —se inclinó hacia la joven morena—, discúlpame un momento —dijo en un perfecto inglés—, te llamaré cuando termine de platicar con mis nuevos amigos.
La chica asintió y se puso de pie, yendo hacia otro lugar, donde empezaría a danzar para otros caballeros.
Mientras ella se iba, Víctor la siguió con la mirada y mantenía la boca abierta.
—Tranquilo… —Iván lo miró con diversión—. Volverá en un momento, si te interesa, te la dejo, de todas maneras, hay muchas de dónde escoger.
—¡¿Neta?! —Víctor se quedó atónito por esas palabras, ya que no imaginó que tuviera oportunidad con esa mujer.
—¡Por supuesto! —Iván chasqueó la lengua—. Es más, me iba a montar una orgía con cuatro chicas, después de la fiesta, pero si les gustan, les puedo dejar algunas ¡para que se diviertan!
—Yo paso —Daniel negó y se sentó rígido en un sillón.
—¡Vamos, Bro! —Víctor lo movió del hombro—. ¡Lucía ni se dará cuenta!
—Prefiero no arriesgarme —negó el aludido.
—Mejor no insistas, Víctor —Luis se sentó con lentitud en un sillón, que justo estaba al lado de David—, Daniel no es como tu…
David estuvo a punto de indagar sobre esa sentencia, pero decidió callar, bebiendo de su copa y relamiendo sus labios.
—¿Qué beben? —preguntó Alejandro, para cambiar de tema.
—Tequila, como siempre —Iván agarró una botella y se sirvió un caballito, bebiéndolo de un trago, después, vertió unas gotas de limón que tenía cerca en su boca, el cual ya tenía algo de sal; sacudió la cabeza y gritó—. ¡Es de la mejor calidad!
—¿No es muy fuerte? —Víctor se sorprendió por ver eso, él bebía cerveza y de cuando en cuando algunos tragos preparados, pero nunca había bebido así el tequila.
—¡No seas ‘marica’, Compa! —se burló Iván y luego miró a Alejandro—. Sin ofender —sonrió.
—¡Púdrete, imbécil! —señaló el rubio.
—Whisky en las rocas —dijo David, moviendo el vaso frente a su rostro, el cual tenía un líquido oscuro con algunos hielos.
—Eso es más para mí —Alejandro se recargó en el sillón y en ese momento, un par de mujeres se acercaron a él, coqueteándole sin disimulo—. Lo siento, señoritas, pero aunque soy el festejado, ustedes no me interesan —sonrió—. Atiendan a mis amigos, por favor —finalizó en un idioma que los recién llegados no entendieron, ya que Alejandro conocía algunos idiomas por su empleo, aunque no era un experto en todos.
Un par de jóvenes se acercaron, también traían poca ropa, pero por la charola en sus manos, era obvio que su actividad principal era la de servir bebidas.
—Una botella de Whisky y un vaso —dijo el rubio con poco interés.
—Cerveza oscura, no importa la marca —pidió Daniel con rapidez, hablando en inglés, ya que imaginaba que las chicas no entenderían español.
—Martini extra dry —Luís sonrió.
—Yo quiero probar el tequila —Víctor señaló la botella que Iván tenía cerca—, pero no sé si sobreviva —hizo una mueca nerviosa.
—Si no lo intentas, no vas a saber, chicas, traigan más caballitos y otra botella de tequila, para esta mesa, porque los vamos a ocupar —Iván sirvió más tequila en el caballito y se lo dio al otro—. ‘Orale, ¡bébele!
Las jóvenes asintieron y se retiraron por los pedidos de inmediato.
—¿Así? ¡¿Solo?! —Víctor se asustó.
—¡Así se bebe el tequila! —Iván rió.
—¿Y qué hay del limón y la sal?
—Eso es al gusto, pero mira… —agarró una rodaja de limón y se la acercó a Alejandro—. Sobres, Alex, muéstrale al Compa, cómo se hace.
—No —el ojiverde negó—. Voy a beber Whisky, ya sabes que no me gusta cruzarme con las bebidas.
—¡No mames! —Iván rió a carcajadas—. ¡No te va a pasar nada, mariquita!
Alejandro lo miró con molestia y David también rió.
—No insistas, Iván… —el de lentes bebió otro sorbo de Whisky—. Ya sabes que Alejandro evita ponerse ebrio, porque cuando lo hace, empieza a llorar por Erick.
Daniel y Luís miraron al rubio.
—¡¿Neta, Bro?! —Víctor fue el único que se atrevió a preguntar.
—No es cierto… —el ojiverde apretó la mandíbula.
—¡Claro que es cierto! —Iván presionó.
—¡Cómo chingan! —gruñó molesto y sujetó el limón—. ¡Solo será una!
David e Iván sonrieron cómplices, mientras que Luís, Víctor y Daniel lo observaban con asombro.
Alejandro pasó la lengua por la unión de su índice y pulgar, luego colocó un poco de sal, la cual se pegó en su piel, sujetó el caballito de tequila y lamió la sal, antes de beber el líquido de un trago, para finalmente chupar el limón y colocar de un golpe el pequeño vaso en la mesa.
—¡¿Contentos?! —preguntó con molestia, carraspeando, pues tenía mucho que no bebía tequila así.
Luís, Daniel y Víctor se quedaron con la boca abierta; ellos tenían otra imagen de Alejandro. Para ellos el rubio era de vinos y licores extra finos, jamás se lo hubieran imaginado bebiendo de esa manera, si no lo hubieran visto con sus propios ojos, no lo creerían.
—¡No has perdido el toque, Cabrón! —Iván sirvió otro vaso y se lo pasó a David—. Sobres, cuatro ojos, ¡te toca!
—¿Esto será una competencia? —indagó el castaño con curiosidad.
—¡Cómo en los viejos tiempos! —asintió el otro con diversión.
David dejó su whisky de lado, se quitó las gafas y sujetó otro limón, haciendo el mismo ritual que había hecho Alejandro. Cuando dejó el vaso vacío en la mesa, pasó la mano por su cabello, haciéndolo hacia atrás.
—¡Ah! —gruñó—. Espero no se me crucen —se burló.
Luís, que estaba a su lado, lo observó; esa imagen de David, le había dado un escalofrío extraño. Por alguna razón ese hombre tenía algo que lo inquietaba, especialmente su mirada gris, que sin las gafas, parecía más penetrante; no quería admitir que le atraía, pues no había otro hombre aparte de Erick que le hubiera gustado antes, pero desde que su mano tocó la piel de ese hombre, había sentido algo en la boca de su estómago.
—Si se cruzan, ¡no hay pedo! Estamos en un lugar seguro —Iván sirvió otro caballito y se lo acercó a Víctor—. Toma, Carnal, ya viste como se hace.
Víctor pasó saliva— la neta, nunca lo he bebido, así que no se si pueda de un solo golpe.
—Tu chúpale —Iván rió—. La primera vez puede ser difícil, pero le agarrarás el gusto.
Víctor miró a Luís y luego a Daniel.
—¿No me digas que necesitas permiso? —se burló Iván al ver esos gestos.
—No pero… es que ello son los que siempre me ayudan cuando estoy ebrio —se alzó de hombros.
—Y se pone muy impertinente —suspiró Luís.
—No es el único —se burló Alejandro, recordando cómo se había comportado Luís el día que habían ido al Table Dance.
—Mira, Carnal… Una, no es ninguna… —Iván lo miró cómplice.
—Y dos son una… —siguió Víctor, tomando un poco más de confianza.
—Y como una, no es ninguna, pues ¡será como si no hubieras bebido! —terminó Iván.
—Esto me da mala espina —señaló Daniel, al ver que Víctor empezaba a agarrar confianza con el amigo de Alejandro.
Mientras Víctor bebía el tequila, llegaron las jóvenes con lo que habían pedido con anterioridad, dejando las cosas en la mesa, pero antes de que Luís sujetara su copa, Iván lo alejó.
—No, Carnal, ¡te toca! —dijo con rapidez, entregándole el caballito de tequila.
—No creo que sea bueno que beba de esa manera —negó el castaño con nervios, especialmente al ver como Víctor se estremecía y hacía gestos, después de lo que hizo.
—Beber con amigos, ayuda a reforzar la amistad y agarrar confianza para platicar —sonrió David—. ¿No es así, Alex?
El rubio sujetó un vaso, le sirvió Whisky y lo bebió de golpe— ¡por supuesto! —dijo al final, dejando el vaso vacío y sujetando otro caballito—. Sírveme otra, Iván, voy a demostrarle a Luís, cómo se hace —dijo con una sonrisa retadora.
—¡Así se habla, Alex!
Iván sirvió más tequila y Alejandro lo bebió sin el ritual del limón y la sal.
—¿Ves? —el ojiverde miró a Luís con burla al alejar el pequeño recipiente, completamente vacío—. No es tan difícil, aunque claro, solo unos pocos, podemos hacer cosas cómo estas sin tener consecuencias…
La mirada de Luís se ensombreció.
—Luís… —Daniel le habló—. No te precipites —dijo con voz calmada, porque ya conocía al otro y sabía que cuando le picaban el orgullo, reaccionaba no de la mejor forma.
Luís no hizo caso, bebió el tequila de golpe, aunque al final empezó a toser, pues el alcohol había raspado su garganta.
—¡No estuvo mal! —Iván dio un par de palmadas—. ¡Te toca! —dijo para Daniel.
Daniel pasó salía y negó— no… yo no creo…
—¡Vamos! Ellos ya lo hicieron —Iván presionó—. ¿Nos dejarás beber solos?
Daniel respiró profundamente— solo una… —accedió por compromiso.
—Más que suficiente, para entrar en ambiente…
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