Capítulo III
Un par de días después, Marisela se despedía del diseñador en el elevador, al bajar en su piso; encontró a Miguel en el pasillo, frente a la puerta de la habitación que le correspondía.
—¡Hola! —la castaña sonrió y se acercó a su prometido, quien la recibió con un beso en los labios—. ¿Qué haces aquí? —preguntó contrariada.
—Alex quiere verte —hizo una seña con la cabeza, indicando que estaba en su habitación.
La mujer frunció el ceño, pero no dijo nada más, caminó a la puerta y abrió con rapidez, yendo hacia dónde su jefe y amigo, seguramente la esperaba. Miguel entró tras ella y cerró la puerta, siguiéndola por la estancia, para ir a la sala de esa habitación, que más bien era un apartamento pequeño.
—¡Buenas noches! —saludó Marisela, al ver a Alejandro sentado, observando una tableta digital.
—Es tarde —dijo el rubio con seriedad, apagando la tableta y dejándola en la mesita—. ¿Qué tanto tiempo necesita ese diseñador para hacer los trajes de boda?
La castaña sonrió y negó— no seas celoso —se burló—. Sabes bien que ese hombre está casado.
—Y su esposo está en este mismo hotel, esperando por él —secundó Miguel, quien se sentó en un sofá con rapidez.
—Sí, lo sé —Alejandro entornó los ojos—. Pero… ¿Qué tan difícil es diseñar un par de trajes de novios?
Su voz no dejaba dudas de que estaba celoso de que otro hombre pasara tanto tiempo con Erick, especialmente porque no era un trabajador suyo, no lo conocía y no sabía sus intenciones.
Marisela suspiró— mucho —respondió cansada—. El señor Erick no se decide —acercó el folder a Alejandro.
—¿Qué es esto? —preguntó el ojiverde al recibirlo.
—Una copia de todos los diseños de trajes que le gustaron —Marisela pasó los dedos por sus sienes—. Está indeciso entre esos 12…
—¡Doce! —Miguel se sorprendió.
—Sí y esos son solo para él —ladeó el rostro—, la elección del tuyo —señaló al rubio—, solo está entre tres diseños distintos…
Alejandro estaba observando los bocetos con poco interés.
La castaña se quitó los lentes y masajeó el puente de su nariz— el pobre diseñador tendrá que trabajar a marchas forzadas si no se decide pronto, queda solo una semana y un par de días, así que será una tarea titánica, aunque… —se alzó de hombros—. El señor Erick dijo que lo pensaría esta noche y mañana tendría la respuesta.
—¿Por qué le gustaron estos? —los ojos verdes repasaban los dibujos con interés.
—Porque le gustó el estilo, ya que todos están basados en trajes tradicionales de otras culturas y lo que más le llamó la atención fueron estas extensiones —señaló parte de los diseños que simulaban la cola de un vestido de novia—, porque le da apariencia de vestido, pero no son vestidos literalmente —se alzó de hombros—. Realmente no imaginaba que el Conejo tuviera esos gustos, pero creo que se verá muy bien con cualquiera.
Al escuchar esas palabras, Alejandro sonrió, imaginando a su futuro esposo con esas vestimentas y el saberlo completamente feliz por tenerlas, así que no lo dudó— si todos le gustan —levantó el rostro con orgullo—, que el diseñador los haga todos, incluyendo los tres para mi…
—¡¿Qué?! —Marisela se asustó.
—¡¿Te quieres casar el otro año?! —preguntó Miguel con asombro, a sabiendas que hacer tanta ropa tomaría mucho tiempo.
El ojiverde rió— no, pero si para mi Conejo es difícil decidir porque estos le gustan, que el diseñador haga todos los trajes… que se centre en el que usaremos en la ceremonia, pero que haga los otros también—especificó—. Después de la boda viajaremos y sería agradable ver a Erick con toda esta ropa y tener fotos de él, con ellas puestas —«aunque lo mejor será quitárselos…» pensó divertido.
Marisela soltó el aire— el diseñador no podrá solo, con todo ese trabajo.
—Págale más, contrata todos los costureros y ayudantes que necesite, por el dinero no hay problema —Alejandro le restó importancia—. Solo debe cumplirle el capricho a Erick, ¿de acuerdo?
La de lentes suspiró resignada, aunque sabía que iba a ser difícil, su trabajo era obedecer las indicaciones de su jefe y en especial, los caprichos de su amigo— está bien… Hablaré con él.
—¿Qué hay de lo otro? —el rubio entrecerró los ojos.
—El señor Erick no tuvo objeción —negó—, al saber que era un deseo tuyo, accedió de inmediato a la ropa interior que querías.
—Bien —se puso de pie—. Encárgate de conseguir toda la ropa interior para cada uno de estos trajes…
—Eso es más fácil, solo es comprarla, no diseñarla y hacerla desde cero —una sonrisa cansada se dibujó en sus labios.
—Gracias… —Alejandro se acercó a su amiga, le sujetó las manos y le besó el dorso de ambas, antes de caminar a la salida, deteniéndose a apresar el hombro de Miguel como despedida—. ¡Nos vemos mañana! —dijo divertido, sujetando su saco para ponérselo y salir de la habitación.
—Hasta mañana —dijo la pareja y después la puerta se cerró.
—Debo hablar con el señor Luján —comentó la mujer con cansancio—. Espero lo tome con calma.
—Bueno, ganará mucho dinero, difícilmente se negará —Miguel se puso de pie y la abrazó.
—No creo que el problema sea el dinero, sino ¡el cansancio y esfuerzo, de hacer quince trajes en tan poco tiempo!
El pelinegro sonrió y sus manos acariciaron la espalda de su prometida— tranquila, Alex solo quiere complacer al Conejo —dijo condescendiente.
—Lo sé —sonrió confiada—. Por cierto, ¿qué pasó con Julián?
—En cuanto acabó el trabajo, se fue rápido a su habitación —Miguel ladeó el rostro—. Quería marcar a México, para saber cómo está su “niño”.
—¿Le iba a marcar a él, en persona?
La risa de Miguel se escuchó con fuerza— ¡Por supuesto! —asintió—. Cómo si no lo conocieras —se apartó de su prometida y se aflojó la corbata—. Quiere hablar con él, aunque no le vaya a decir lo que debe, hasta que se recupere por completo.
—¡¿Cómo puede ser tan testarudo y no decirle ya que quiere que sea su pareja?! —la de lentes se cruzó de brazos.
—No lo sé, pero no te preocupes —caminó hacia la zona de la recamara—, se rendirá en poco tiempo, eso es seguro.
Marisela siguió a su prometido y empezó a desvestirse también.
—Eso espero, Agustín no merece esperar a un cabeza dura como Julián —levantó una ceja—. Yo que él, ya le hubiera dado ‘luz verde’ a Luciano, a ver si el idiota de tu amigo se ponía las ‘pilas’.
—No digas eso frente a Juls, ni en broma —el pelinegro habló con seriedad—. ¿Sabes que quiere deshacerse de él, antes de que Agustín vuelva?
—¡¿En serio?! —Marisela se sorprendió.
—Sí, pero es un secreto, aun no le pide a Alex, que lo envíe a otro lugar…
—Pobre Luciano —la castaña suspiró—. Ya fue difícil para él, saber que Julián aceptó que quería a Agustín y ahora alejarse de su amor platónico…
—Lo sé, pero no se puede obligar a nadie a quererte —Miguel se estaba quitando la ropa con rapidez— y sabes que, aunque Luciano sea un buen empleado, Alex tiene prioridad hacia nosotros.
—Estoy consciente de ello —la de lentes asintió—, pero eso no quita que me dé lástima.
Miguel se acercó hacia su prometida por detrás y la sujetó de la cintura, acariciando la piel desnuda, pues ya no traía la parte superior de su ropa.
—¿Quieres ponerme celoso? —susurró contra la oreja de ella.
Un suspiro escapó de los labios de ella y su piel se erizo— jamás… —musitó y pasó las manos por encima de las de su pareja, guiándolas a sus senos—. Sabes que en mi corazón no hay lugar para nadie más, que para ti…
Miguel besó el cuello de Marisela y pasó la lengua por la nuca, dejando una estela húmeda.
—Vamos a la cama —ordenó, pues sentía que no podía aguantar más sin tenerla entre sus brazos.
—De acuerdo, pero no me canses mucho, debo hablar a primera hora con el diseñador…
—No te cansaré mucho… solo, lo normal.
—¡Hola! —la castaña sonrió y se acercó a su prometido, quien la recibió con un beso en los labios—. ¿Qué haces aquí? —preguntó contrariada.
—Alex quiere verte —hizo una seña con la cabeza, indicando que estaba en su habitación.
La mujer frunció el ceño, pero no dijo nada más, caminó a la puerta y abrió con rapidez, yendo hacia dónde su jefe y amigo, seguramente la esperaba. Miguel entró tras ella y cerró la puerta, siguiéndola por la estancia, para ir a la sala de esa habitación, que más bien era un apartamento pequeño.
—¡Buenas noches! —saludó Marisela, al ver a Alejandro sentado, observando una tableta digital.
—Es tarde —dijo el rubio con seriedad, apagando la tableta y dejándola en la mesita—. ¿Qué tanto tiempo necesita ese diseñador para hacer los trajes de boda?
La castaña sonrió y negó— no seas celoso —se burló—. Sabes bien que ese hombre está casado.
—Y su esposo está en este mismo hotel, esperando por él —secundó Miguel, quien se sentó en un sofá con rapidez.
—Sí, lo sé —Alejandro entornó los ojos—. Pero… ¿Qué tan difícil es diseñar un par de trajes de novios?
Su voz no dejaba dudas de que estaba celoso de que otro hombre pasara tanto tiempo con Erick, especialmente porque no era un trabajador suyo, no lo conocía y no sabía sus intenciones.
Marisela suspiró— mucho —respondió cansada—. El señor Erick no se decide —acercó el folder a Alejandro.
—¿Qué es esto? —preguntó el ojiverde al recibirlo.
—Una copia de todos los diseños de trajes que le gustaron —Marisela pasó los dedos por sus sienes—. Está indeciso entre esos 12…
—¡Doce! —Miguel se sorprendió.
—Sí y esos son solo para él —ladeó el rostro—, la elección del tuyo —señaló al rubio—, solo está entre tres diseños distintos…
Alejandro estaba observando los bocetos con poco interés.
La castaña se quitó los lentes y masajeó el puente de su nariz— el pobre diseñador tendrá que trabajar a marchas forzadas si no se decide pronto, queda solo una semana y un par de días, así que será una tarea titánica, aunque… —se alzó de hombros—. El señor Erick dijo que lo pensaría esta noche y mañana tendría la respuesta.
—¿Por qué le gustaron estos? —los ojos verdes repasaban los dibujos con interés.
—Porque le gustó el estilo, ya que todos están basados en trajes tradicionales de otras culturas y lo que más le llamó la atención fueron estas extensiones —señaló parte de los diseños que simulaban la cola de un vestido de novia—, porque le da apariencia de vestido, pero no son vestidos literalmente —se alzó de hombros—. Realmente no imaginaba que el Conejo tuviera esos gustos, pero creo que se verá muy bien con cualquiera.
Al escuchar esas palabras, Alejandro sonrió, imaginando a su futuro esposo con esas vestimentas y el saberlo completamente feliz por tenerlas, así que no lo dudó— si todos le gustan —levantó el rostro con orgullo—, que el diseñador los haga todos, incluyendo los tres para mi…
—¡¿Qué?! —Marisela se asustó.
—¡¿Te quieres casar el otro año?! —preguntó Miguel con asombro, a sabiendas que hacer tanta ropa tomaría mucho tiempo.
El ojiverde rió— no, pero si para mi Conejo es difícil decidir porque estos le gustan, que el diseñador haga todos los trajes… que se centre en el que usaremos en la ceremonia, pero que haga los otros también—especificó—. Después de la boda viajaremos y sería agradable ver a Erick con toda esta ropa y tener fotos de él, con ellas puestas —«aunque lo mejor será quitárselos…» pensó divertido.
Marisela soltó el aire— el diseñador no podrá solo, con todo ese trabajo.
—Págale más, contrata todos los costureros y ayudantes que necesite, por el dinero no hay problema —Alejandro le restó importancia—. Solo debe cumplirle el capricho a Erick, ¿de acuerdo?
La de lentes suspiró resignada, aunque sabía que iba a ser difícil, su trabajo era obedecer las indicaciones de su jefe y en especial, los caprichos de su amigo— está bien… Hablaré con él.
—¿Qué hay de lo otro? —el rubio entrecerró los ojos.
—El señor Erick no tuvo objeción —negó—, al saber que era un deseo tuyo, accedió de inmediato a la ropa interior que querías.
—Bien —se puso de pie—. Encárgate de conseguir toda la ropa interior para cada uno de estos trajes…
—Eso es más fácil, solo es comprarla, no diseñarla y hacerla desde cero —una sonrisa cansada se dibujó en sus labios.
—Gracias… —Alejandro se acercó a su amiga, le sujetó las manos y le besó el dorso de ambas, antes de caminar a la salida, deteniéndose a apresar el hombro de Miguel como despedida—. ¡Nos vemos mañana! —dijo divertido, sujetando su saco para ponérselo y salir de la habitación.
—Hasta mañana —dijo la pareja y después la puerta se cerró.
—Debo hablar con el señor Luján —comentó la mujer con cansancio—. Espero lo tome con calma.
—Bueno, ganará mucho dinero, difícilmente se negará —Miguel se puso de pie y la abrazó.
—No creo que el problema sea el dinero, sino ¡el cansancio y esfuerzo, de hacer quince trajes en tan poco tiempo!
El pelinegro sonrió y sus manos acariciaron la espalda de su prometida— tranquila, Alex solo quiere complacer al Conejo —dijo condescendiente.
—Lo sé —sonrió confiada—. Por cierto, ¿qué pasó con Julián?
—En cuanto acabó el trabajo, se fue rápido a su habitación —Miguel ladeó el rostro—. Quería marcar a México, para saber cómo está su “niño”.
—¿Le iba a marcar a él, en persona?
La risa de Miguel se escuchó con fuerza— ¡Por supuesto! —asintió—. Cómo si no lo conocieras —se apartó de su prometida y se aflojó la corbata—. Quiere hablar con él, aunque no le vaya a decir lo que debe, hasta que se recupere por completo.
—¡¿Cómo puede ser tan testarudo y no decirle ya que quiere que sea su pareja?! —la de lentes se cruzó de brazos.
—No lo sé, pero no te preocupes —caminó hacia la zona de la recamara—, se rendirá en poco tiempo, eso es seguro.
Marisela siguió a su prometido y empezó a desvestirse también.
—Eso espero, Agustín no merece esperar a un cabeza dura como Julián —levantó una ceja—. Yo que él, ya le hubiera dado ‘luz verde’ a Luciano, a ver si el idiota de tu amigo se ponía las ‘pilas’.
—No digas eso frente a Juls, ni en broma —el pelinegro habló con seriedad—. ¿Sabes que quiere deshacerse de él, antes de que Agustín vuelva?
—¡¿En serio?! —Marisela se sorprendió.
—Sí, pero es un secreto, aun no le pide a Alex, que lo envíe a otro lugar…
—Pobre Luciano —la castaña suspiró—. Ya fue difícil para él, saber que Julián aceptó que quería a Agustín y ahora alejarse de su amor platónico…
—Lo sé, pero no se puede obligar a nadie a quererte —Miguel se estaba quitando la ropa con rapidez— y sabes que, aunque Luciano sea un buen empleado, Alex tiene prioridad hacia nosotros.
—Estoy consciente de ello —la de lentes asintió—, pero eso no quita que me dé lástima.
Miguel se acercó hacia su prometida por detrás y la sujetó de la cintura, acariciando la piel desnuda, pues ya no traía la parte superior de su ropa.
—¿Quieres ponerme celoso? —susurró contra la oreja de ella.
Un suspiro escapó de los labios de ella y su piel se erizo— jamás… —musitó y pasó las manos por encima de las de su pareja, guiándolas a sus senos—. Sabes que en mi corazón no hay lugar para nadie más, que para ti…
Miguel besó el cuello de Marisela y pasó la lengua por la nuca, dejando una estela húmeda.
—Vamos a la cama —ordenó, pues sentía que no podía aguantar más sin tenerla entre sus brazos.
—De acuerdo, pero no me canses mucho, debo hablar a primera hora con el diseñador…
—No te cansaré mucho… solo, lo normal.
Al día siguiente, Erick tenía la elección de su traje para la boda, pero no supo de las órdenes de Alejandro, pues sería una sorpresa. Después de dejar al diseñador con su trabajo, el ojiazul y Marisela, junto con un grupo de guardaespaldas, salieron a buscar la ropa interior a los centros comerciales más prestigiosos de la ciudad.
Ellos entraron juntos, pero al acercarse a la sección de ropa interior, quienes los seguían, prefirieron alejarse un poco y darles espacio para elegir prendas con algo de privacidad.
—¿Qué tal este? —preguntó la castaña con diversión, al estar frente a un conjunto blanco, que consistía en ropa interior reveladora, un liguero con medias de encaje y diseños delicados en la parte superior—. Nos podemos olvidar del sostén, claro…
Los labios de Erick temblaron, formando una sonrisa nerviosa, mientras sus mejillas se teñían de rojo— ah… no sé… es… bonito… supongo…
La de lentes levantó una ceja y dejó de lado el conjunto que había elegido— si no quiere usar esto, solo tiene que decirlo —añadió con amabilidad, observando más ropa—. El señor De León lo entenderá.
—No es que no quiera —el pelinegro se encogió de hombros—. Es decir, nunca lo he hecho, pero es para Alex, por eso es especial y ¡emocionante! —dijo con ilusión—. Pero realmente no sé nada de lencería —hizo un mohín, apenado—. Siendo sincero, ni siquiera le ponía mucha atención a la lencería de mi esposa o la de mis amantes —confesó con algo de vergüenza.
Marisela comprendió la situación.
Realmente Erick no tenía interés en la lencería femenina, al menos no el verla en mujeres, pero sí le importaba usarla, aunque fuera solo para Alejandro. Eso tenía sentido para ella, pues era obvio que si le interesaba, era por el amor que le tenía al otro y eso lo sabía también, porque estaba segura que para Alejandro, tampoco era importante la lencería, ya que lo sabía de primera mano, pero lo escuchó sumamente emocionado al hablar de eso con respecto a Erick; así que para eso estaba ella, para ayudarles, a ambos, en esa cuestión.
—No se preocupe, señor Erick —la de lentes sonrió—. Yo estoy aquí para ayudarle —le guiñó el ojo—. Soy una experta en lencería —puso la mano en su pecho, con un dejo de orgullo—, así que, le aseguro, que no volveremos al hotel, hasta que hayamos comprado todos los conjuntos que ocupará, al menos para la boda y la luna de miel.
Erick ahogó una risita y se mordió el labio— confiaré ciegamente en ti… aunque no entiendo por qué necesito tanta.
—Eso es… secreto —musitó la de lentes y sonrió, mientras seleccionaba otro conjunto—. Mire, creo que este queda bien con el traje para la boda, ¿qué dice?
Los ojos azules se abrieron enormemente y pasó saliva con dificultad— es muy… revelador, ¿no crees?
—Bueno, su traje de bodas lo cubrirá todo —lo miró con picardía—, el interior debería ser un premio para su futuro esposo, ¿no lo cree?
El pelinegro se sobresaltó y de inmediato, su rostro se puso rojo, pero la sonrisa empezó a formarse en sus labios; sabía perfectamente que Alejandro conocía cada rincón de su cuerpo, no había ningún secreto para el rubio y seguramente lo conocía mucho mejor de lo que creía, pero le era agradable imaginarlo emocionado por verlo con ese tipo de ropa.
—Creo que… tienes razón —mordió su labio—. ¡A Alex le gustaría mucho!
Después de eso, ambos empezaron a recorrer la zona, en busca de conjuntos, comprando algunos, antes de ir a la siguiente tienda a buscar más.
Pasaron todo el día de compras, yendo de una tienda a otra, de un centro comercial a otro, aprovechando no solo para comprar ropa, sino curiosidades de todo tipo que a Erick le gustaban; compraron tantas cosas que los guardaespaldas tuvieron que dar varias vueltas llevando los paquetes al hotel para poder tener espacio para lo demás.
Al regresar al hotel, Erick estaba cansado, pero decidió acompañar a sus hijos a jugar, mientras esperaba a Alejandro, quien todavía no volvía de sus compromisos, pero debido al cansancio, se quedó dormido.
Cuando el rubio llegó, lo encontró dormido en el sofá de una estancia y los canes dormitaban con él, pues solo movieron la cola y levantaron ligeramente la cabeza, para recibirlo.
—Silencio… —musitó el ojiverde y los animalitos lo obedecieron.
Alejandro se inclinó y movió los mechones de cabello negro, que caían sobre el rostro; se inclinó y besó los labios con suavidad.
—Alex… —susurró Erick en medio del beso y sus ojos se abrieron con pesadez.
—Buenas noches, Conejo —susurró—. ¿Cansado? —acarició la mejilla con delicadeza.
—Un poco —bostezó.
—¿Cenaste?
—No —negó—. Te estaba esperando…
—Es tarde, Conejo, no me gusta que te malpases —rozó con su nariz, la mejilla de su pareja—. Debiste cenar sin mí.
Erick volvió a negar y movió su mano, acariciando el rostro de su prometido— sabes que no me gusta cenar solo… prefiero esperarte.
Alejandro sonrió— está bien, vamos a que cenes y luego a que descanses.
El pelinegro hizo un mohín— no quiero descansar… quiero disfrutar de la noche contigo…
El ojiverde lo miró, satisfecho por esa petición— sabes que yo también quiero disfrutar la noche contigo, pero sé, por Marisela, que mañana tienen otras cosas que ver de los preparativos de la boda, así que, no podré desvelarte —besó los labios con delicadeza— y yo también tengo trabajo mañana, ya que quiero arreglar todos mis asuntos, antes de la luna de miel, para que no nos molesten.
Erick hizo un puchero y lo miró con reproche— ¿ni siquiera podemos desvelarnos un poquito? —preguntó juguetón, mordiendo su labio inferior de forma seductora—. He esperado por eso todo el día.
La lengua de Alejandro salió de su boca y lamió los labios de Erick con deseo— solo porque lo pides así, te complaceré, pero… Después de la cena —sentenció con total seriedad.
El ojiazul se relamió los labios, disfrutando el sabor de su pareja— cómo ordenes, amo —accedió con anhelo.
Ellos entraron juntos, pero al acercarse a la sección de ropa interior, quienes los seguían, prefirieron alejarse un poco y darles espacio para elegir prendas con algo de privacidad.
—¿Qué tal este? —preguntó la castaña con diversión, al estar frente a un conjunto blanco, que consistía en ropa interior reveladora, un liguero con medias de encaje y diseños delicados en la parte superior—. Nos podemos olvidar del sostén, claro…
Los labios de Erick temblaron, formando una sonrisa nerviosa, mientras sus mejillas se teñían de rojo— ah… no sé… es… bonito… supongo…
La de lentes levantó una ceja y dejó de lado el conjunto que había elegido— si no quiere usar esto, solo tiene que decirlo —añadió con amabilidad, observando más ropa—. El señor De León lo entenderá.
—No es que no quiera —el pelinegro se encogió de hombros—. Es decir, nunca lo he hecho, pero es para Alex, por eso es especial y ¡emocionante! —dijo con ilusión—. Pero realmente no sé nada de lencería —hizo un mohín, apenado—. Siendo sincero, ni siquiera le ponía mucha atención a la lencería de mi esposa o la de mis amantes —confesó con algo de vergüenza.
Marisela comprendió la situación.
Realmente Erick no tenía interés en la lencería femenina, al menos no el verla en mujeres, pero sí le importaba usarla, aunque fuera solo para Alejandro. Eso tenía sentido para ella, pues era obvio que si le interesaba, era por el amor que le tenía al otro y eso lo sabía también, porque estaba segura que para Alejandro, tampoco era importante la lencería, ya que lo sabía de primera mano, pero lo escuchó sumamente emocionado al hablar de eso con respecto a Erick; así que para eso estaba ella, para ayudarles, a ambos, en esa cuestión.
—No se preocupe, señor Erick —la de lentes sonrió—. Yo estoy aquí para ayudarle —le guiñó el ojo—. Soy una experta en lencería —puso la mano en su pecho, con un dejo de orgullo—, así que, le aseguro, que no volveremos al hotel, hasta que hayamos comprado todos los conjuntos que ocupará, al menos para la boda y la luna de miel.
Erick ahogó una risita y se mordió el labio— confiaré ciegamente en ti… aunque no entiendo por qué necesito tanta.
—Eso es… secreto —musitó la de lentes y sonrió, mientras seleccionaba otro conjunto—. Mire, creo que este queda bien con el traje para la boda, ¿qué dice?
Los ojos azules se abrieron enormemente y pasó saliva con dificultad— es muy… revelador, ¿no crees?
—Bueno, su traje de bodas lo cubrirá todo —lo miró con picardía—, el interior debería ser un premio para su futuro esposo, ¿no lo cree?
El pelinegro se sobresaltó y de inmediato, su rostro se puso rojo, pero la sonrisa empezó a formarse en sus labios; sabía perfectamente que Alejandro conocía cada rincón de su cuerpo, no había ningún secreto para el rubio y seguramente lo conocía mucho mejor de lo que creía, pero le era agradable imaginarlo emocionado por verlo con ese tipo de ropa.
—Creo que… tienes razón —mordió su labio—. ¡A Alex le gustaría mucho!
Después de eso, ambos empezaron a recorrer la zona, en busca de conjuntos, comprando algunos, antes de ir a la siguiente tienda a buscar más.
Pasaron todo el día de compras, yendo de una tienda a otra, de un centro comercial a otro, aprovechando no solo para comprar ropa, sino curiosidades de todo tipo que a Erick le gustaban; compraron tantas cosas que los guardaespaldas tuvieron que dar varias vueltas llevando los paquetes al hotel para poder tener espacio para lo demás.
Al regresar al hotel, Erick estaba cansado, pero decidió acompañar a sus hijos a jugar, mientras esperaba a Alejandro, quien todavía no volvía de sus compromisos, pero debido al cansancio, se quedó dormido.
Cuando el rubio llegó, lo encontró dormido en el sofá de una estancia y los canes dormitaban con él, pues solo movieron la cola y levantaron ligeramente la cabeza, para recibirlo.
—Silencio… —musitó el ojiverde y los animalitos lo obedecieron.
Alejandro se inclinó y movió los mechones de cabello negro, que caían sobre el rostro; se inclinó y besó los labios con suavidad.
—Alex… —susurró Erick en medio del beso y sus ojos se abrieron con pesadez.
—Buenas noches, Conejo —susurró—. ¿Cansado? —acarició la mejilla con delicadeza.
—Un poco —bostezó.
—¿Cenaste?
—No —negó—. Te estaba esperando…
—Es tarde, Conejo, no me gusta que te malpases —rozó con su nariz, la mejilla de su pareja—. Debiste cenar sin mí.
Erick volvió a negar y movió su mano, acariciando el rostro de su prometido— sabes que no me gusta cenar solo… prefiero esperarte.
Alejandro sonrió— está bien, vamos a que cenes y luego a que descanses.
El pelinegro hizo un mohín— no quiero descansar… quiero disfrutar de la noche contigo…
El ojiverde lo miró, satisfecho por esa petición— sabes que yo también quiero disfrutar la noche contigo, pero sé, por Marisela, que mañana tienen otras cosas que ver de los preparativos de la boda, así que, no podré desvelarte —besó los labios con delicadeza— y yo también tengo trabajo mañana, ya que quiero arreglar todos mis asuntos, antes de la luna de miel, para que no nos molesten.
Erick hizo un puchero y lo miró con reproche— ¿ni siquiera podemos desvelarnos un poquito? —preguntó juguetón, mordiendo su labio inferior de forma seductora—. He esperado por eso todo el día.
La lengua de Alejandro salió de su boca y lamió los labios de Erick con deseo— solo porque lo pides así, te complaceré, pero… Después de la cena —sentenció con total seriedad.
El ojiazul se relamió los labios, disfrutando el sabor de su pareja— cómo ordenes, amo —accedió con anhelo.
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