Capítulo XI
El catorce de febrero inicio en la cama, porque Julián quiso volver a tener sexo con Agustín, a quien ya consideraba su novio, aunque no lo habían aclarado de manera verbal; el niño no se negó, al contrario, estuvo más participativo, deseando experimentar todo con el mayor.
Por primera vez, desde que había empezado su vida sexual, Julián sentía una entrega completa en su pareja; no era un experto, pero podía notar la diferencia porque el pelinegro le correspondía completamente en cada caricia, cada beso, cada palabra, incluso, cuando le dijo te quiero por primera vez, se quedó sorprendido un momento, pero entendió que el niño no estaba pensando coherentemente.
Después de disfrutarse mutuamente toda la mañana, salieron de casa casi a medio día y tuvieron una tarde amena yendo a diferentes lugares; Julián hizo de todo para complacer al pelinegro, incluso, comprar consolas de videojuegos para el departamento, aprovechando que mientras comían, recibió un mensaje de Alejandro, diciéndole que se enteró por Miguel de su “logro nocturno”, así que para festejar, le había hecho un depósito para que le comprara algo a su nuevo novio. Al castaño le molestó que su amigo anduviera contando eso, pero seguramente Alejandro le había preguntado, por lo que no le ocultó lo ocurrido; esa fue la principal razón para usar el dinero, como una manera de desquitarse.
Esa noche, Miguel los felicitó y Agustín se cohibió, pero aun así, el menor le dio una tarjeta por el día de la amistad agradeciéndole el apoyo también; Julián sintió un poco de celos, pero sabía que Miguel no se atrevería a nada con Agustín, así que lo dejó pasar. Al día siguiente, ambos acudieron a clases y volvieron a su rutina, pero una semana después, el sábado, los universitarios tuvieron que salir a acompañar a Alejandro.
Habían acudido a una casa, dónde un grupo de vendedores de narcomenudeo se reunían; habían intentado engañar a un trabajador de Alejandro, buscando comprarle armas para vincularlo en algunas cosas que le acarrearían problemas, por lo que el ojiverde decidió finiquitar su “relación comercial” de manera inmediata.
Después de eliminar a todos los que había en el lugar y mientras algunos se encargaban de limpiar y otros de buscar cosas interesantes, Alejandro les llamó a Julián y a Miguel, para platicar.
Los tres parecían buenos amigos que buscaban un momento de relajación, yendo a la cocina, a beber.
—Y dime, ¿cómo vas con tu novio? — preguntó el ojiverde, sentándose sin cuidado en una silla.
El castaño abrió una lata de cerveza y se sentó a su lado — bien — dijo después de beber un trago.
—Pasan todas las noches juntos — añadió Miguel con una sonrisa divertida —, pero me dijo Agus, que no le has pedido que sea tu novio — señaló antes de beber de su cerveza.
Alejandro casi se ahoga con el refresco de limón que estaba empezando a beber — ¡¿aún no se lo pides?!
Julián desvió la mirada — se me hace innecesario, creo que está de más, es decir… es de suponer que somos pareja después de lo que ha ocurrido…
—Te da vergüenza pedírselo, ¿no? — rió Miguel.
—¿No te da vergüenza cogértelo, pero si te da vergüenza pedirle que sea tu novio? — Alejandro levantó una ceja.
—No he encontrado el momento.
—Simple, mientras te lo coges, así no se podrá negar — rió el rubio.
Miguel empezó a carcajearse también.
—No es eso — el castaño negó —, si formalizo, podría ser contraproducente con su familia — dijo con voz seria —, se nota que la mayoría, a excepción de su abuela, son unos interesados y no quisiera que nos dieran problemas.
—Te dije que no te preocupes por los problemas — Alejandro negó —, cualquier cosa puedo encargarme.
—No quiero depender de ti para todo — Julián lo miró de soslayo.
—¡Qué extraño! Porque los contraté para depender de ustedes en casi todo — se burló el rubio —, deja de hacerte del rogar — suspiró —, si lo quieres y te gusta, olvídate de todo lo demás y no dejes pasar el tiempo o te puedes arrepentir — desvió a mirada —, como yo — terminó en un murmullo y luego sacudió la cabeza —, como sea, quiero conocerlo.
Con esa frase, Julián y Miguel se sorprendieron.
—¿A Agus? — preguntó el castaño, aun incrédulo.
—Sí — el ojiverde asintió —, quiero ver cómo es el niño que te trae así — rió.
—Pues… casi no nos vemos, más que en la mañana y en la noche — explicó.
—Si es solo para conocerlo, puede ser el lunes, después de la escuela y antes de nuestro entrenamiento — añadió Miguel con poco interés —, ¿o no?
—Si es solo para eso sí, ya que si quieres hablar con él, tendrá que ser otro día.
—Oh, no — Alejandro negó —, el lunes está bien, solo quiero verlo, no ir a comer con él para saber de su vida — hizo un gesto de desagrado —, lo que sea que quiera saber de él, tú me lo dirás, ¿o no?
—Pues, sí…
—Siendo así, el lunes, antes de las tres, voy a su facultad y me lo presentas — el ojiverde sonrió —, además, Iván y David también quieren conocerlo.
—De acuerdo.
Después de eliminar a todos los que había en el lugar y mientras algunos se encargaban de limpiar y otros de buscar cosas interesantes, Alejandro les llamó a Julián y a Miguel, para platicar.
Los tres parecían buenos amigos que buscaban un momento de relajación, yendo a la cocina, a beber.
—Y dime, ¿cómo vas con tu novio? — preguntó el ojiverde, sentándose sin cuidado en una silla.
El castaño abrió una lata de cerveza y se sentó a su lado — bien — dijo después de beber un trago.
—Pasan todas las noches juntos — añadió Miguel con una sonrisa divertida —, pero me dijo Agus, que no le has pedido que sea tu novio — señaló antes de beber de su cerveza.
Alejandro casi se ahoga con el refresco de limón que estaba empezando a beber — ¡¿aún no se lo pides?!
Julián desvió la mirada — se me hace innecesario, creo que está de más, es decir… es de suponer que somos pareja después de lo que ha ocurrido…
—Te da vergüenza pedírselo, ¿no? — rió Miguel.
—¿No te da vergüenza cogértelo, pero si te da vergüenza pedirle que sea tu novio? — Alejandro levantó una ceja.
—No he encontrado el momento.
—Simple, mientras te lo coges, así no se podrá negar — rió el rubio.
Miguel empezó a carcajearse también.
—No es eso — el castaño negó —, si formalizo, podría ser contraproducente con su familia — dijo con voz seria —, se nota que la mayoría, a excepción de su abuela, son unos interesados y no quisiera que nos dieran problemas.
—Te dije que no te preocupes por los problemas — Alejandro negó —, cualquier cosa puedo encargarme.
—No quiero depender de ti para todo — Julián lo miró de soslayo.
—¡Qué extraño! Porque los contraté para depender de ustedes en casi todo — se burló el rubio —, deja de hacerte del rogar — suspiró —, si lo quieres y te gusta, olvídate de todo lo demás y no dejes pasar el tiempo o te puedes arrepentir — desvió a mirada —, como yo — terminó en un murmullo y luego sacudió la cabeza —, como sea, quiero conocerlo.
Con esa frase, Julián y Miguel se sorprendieron.
—¿A Agus? — preguntó el castaño, aun incrédulo.
—Sí — el ojiverde asintió —, quiero ver cómo es el niño que te trae así — rió.
—Pues… casi no nos vemos, más que en la mañana y en la noche — explicó.
—Si es solo para conocerlo, puede ser el lunes, después de la escuela y antes de nuestro entrenamiento — añadió Miguel con poco interés —, ¿o no?
—Si es solo para eso sí, ya que si quieres hablar con él, tendrá que ser otro día.
—Oh, no — Alejandro negó —, el lunes está bien, solo quiero verlo, no ir a comer con él para saber de su vida — hizo un gesto de desagrado —, lo que sea que quiera saber de él, tú me lo dirás, ¿o no?
—Pues, sí…
—Siendo así, el lunes, antes de las tres, voy a su facultad y me lo presentas — el ojiverde sonrió —, además, Iván y David también quieren conocerlo.
—De acuerdo.
El lunes, antes de las tres, Alejandro llegó a la facultad de sistemas, acompañado de sus dos mejores amigos; algunos universitarios los seguían de manera disimulada, pero tras ellos, a cierta distancia, eran seguidos por algunos hombres que claramente no eran alumnos, ni personal de la universidad y además, escondían armas de fuego bajo sus trajes negros, mismas que la escuela les había dado un permiso especial para portarlas, ya que siendo el rubio y sus dos mejores amigos, hijos de importantes empresarios, necesitaban protección especial.
Julián y Miguel salieron de su aula y saludaron a Alejandro, David e Iván, como si fuesen simples amigos con quienes iban a salir a divertirse después de la escuela; muchos alumnos los miraban con curiosidad, ya que los tres recién llegados, especialmente el rubio, eran casi una celebridad desde el semestre anterior, que habían ingresado a la universidad.
El pequeño grupo caminó por los pasillos y jardines; se detuvieron en el estacionamiento, donde Julián y Miguel dejaron sus mochilas en el auto del castaño y siguieron su camino, hablando amenamente de tonterías. Justo habían cruzado el acceso y estaban en la explanada de ingreso, cuando un chico de cabello castaño claro, se interpuso en el camino del pequeño grupo, alertando a quienes los seguían a la distancia, más no actuaron, al ver que se acercaba a Julián y no a Alejandro.
—Hola, Juls — sonrió con diversión el joven.
Julián no respondió, lo miró con desprecio e intentó rodearlo pero el otro lo sujetó del brazo.
—¿Aun estás enojado conmigo? — preguntó con fingida preocupación.
El aludido apretó los puños y se soltó con un movimiento brusco, pero no dijo nada.
—Abel, no es un buen momento — señaló Miguel, que notó de inmediato la molestia de su mejor amigo.
El joven miró a los otros tres que acompañaban a su ex novio y a Miguel — no sabía que ahora se codeaban con celebridades — sonrió coqueto.
Alejandro lo miró con desprecio al reconocer, por el nombre, de quién se trataba; no lo conocía en persona, pero sabía de él, porque Julián y Miguel le habían contado sobre ese chico que era ex novio del castaño y no era el único que lo sabía. David acomodó sus gafas y lo miró de arriba abajo, pero no dijo nada, mientras que Iván no se preocupó en disimular su gesto de molestia; se hacían una idea de quien era, por platicas con Alex.
—Soy Abel Favela — se presentó, mirando los ojos verdes con algo de interés —, un placer — extendió la mano de manera amable.
Alejandro miró la mano y sonrió de lado — no puedo decir lo mismo — dijo con poca delicadeza y metió las manos en los bolsillos de su pantalón, en un claro signo de que no pensaba tocarlo siquiera.
Abel se sobresaltó y su sonrisa tembló — supongo que comentaste algo malo de mí — dijo mirando de soslayo a Julián.
—Yo no tengo por qué hablar de ti — respondió de inmediato —, ni siquiera me interesas.
—Entonces, ¿por qué te comportas así? — preguntó con insistencia — pareces nervioso, enojado… supongo que aun no me perdonas por lo que ocurrió la última vez — ladeó el rostro —, te dije que fue un mal entendido.
Aún estaban cerca de la puerta y los alumnos que entraban y salían tenían que rodearlos, pero era notorio que la plática se podía alargar, por lo que Iván intentó decir algo — deberíamos…
Alejandro levantó la mano y negó, de inmediato Iván guardó silencio; parecía que el rubio quería ver hacia donde iba esa situación, posiblemente por diversión.
—No tengo tiempo, ni ganas de discutir eso — negó Julián e intentó dar media vuelta.
Abel lo sujetó de la mano y entrelazo los dedos con los suyos — me extrañas tanto como yo — dijo con voz dulce —, sé que me equivoqué y me arrepiento, pero si ahora te busco es porque realmente quiero intentarlo de nuevo.
Julián frunció el ceño, bajó el rostro y pasó la mano libre por su frente — por favor… — dijo con cansancio — ¿tan estúpido me crees, como para caer con eso? — levantó el rostro y lo miró con desdén —, ahora te conozco, admito que pase buenos momentos en la cama contigo, pero no vales la pena.
El otro respiró profundamente y levantó el rostro de manera desafiante, sonriendo sin vergüenza y sin soltar la mano de su ex — y el niño con el que te ves todos los días, que ahora mismo te está esperando frente a la papelería, ¿si lo vale?
Julián y sus compañeros se sorprendieron; era obvio que el chico que tenían enfrente, lo había estado observando por días, como para saber eso.
—Es un niño — Abel lo miró con interés —, de la secundaria, es notorio por el uniforme — prosiguió —, ¿realmente te interesa? — se burló.
—Abel… — Miguel intentó evitar que dijera más.
—Te gustan las relaciones serias — prosiguió el otro, levantado más la voz —, con personas maduras, tú mismo lo dijiste, no te gusta jugar a los noviecitos de manita sudada, vas a lo que vas y ya, ¿o no?
—Lo que yo tenga que ver con él, no te incumbe — gruñó Julián y alejó la mano del otro con un movimiento rápido, intentando alejarse, pero una vez más, Abel lo sujetó, obligándolo a girar y darle la espalda a la calle.
—Él no es para ti — prosiguió —, seguramente es un niño interesado, que al darse cuenta que tienes la solvencia para consentir sus caprichos, te dejó hacer lo que querías y desearas.
—Él no es como tú — negó Julián.
—Entonces no lo niegas — presionó —, ¿ya lo hiciste con él? ¡Tuviste sexo con un niño! — gritó llamando la atención de muchos alumnos que estaban cerca — te meterás en problemas — sonrió de manera burlona —, ¿eso quieres?
—Eso es asunto mío.
Abel apretó los puños, era notorio que Julián no caería ni a sus insinuaciones, ni a sus amenazas — ¿por qué te interesa tanto? Tú a él, ¡ni siquiera le importas!
—Estás equivocado — Julián habló con toda seguridad —, pero no pienso discutir eso contigo, te lo dije hace meses y te lo repito, no me vuelvas a buscar.
El rostro del otro se puso rojo del coraje; respiró profundamente y sonrió — de acuerdo, pero antes te voy a demostrar que tengo razón.
Sin dar tiempo a que Julián reaccionara, Abel lo besó y lo obligó a moverse, para quedar de lado hacia la calle, donde en la orilla, en la acera de la universidad, Agustín estaba observando la escena, ya que al verlo momentos antes, había cruzado la calle para alcanzar al mayor. Julián tenía los ojos abiertos, por lo que alcanzó a ver al pelinegro por el rabillo de su ojo e intentó alejar a Abel de él, pero el otro lo tenía sujeto fuertemente del cuello y del cabello.
Agustín corrió hacia ellos y consiguió que Abel soltara a Julián, ya que lo agarró sin consideración del cabello.
—¡Suéltame! — chilló el universitario, al sentir los jalones en su melena e intentó sujetar al menor de las manos, sin conseguirlo; debido a los movimientos, el adolescente lo obligaba a tener la espalda arqueada hacia atrás, dificultándole el movimiento.
El pelinegro hizo caso omiso a los lloriqueos del mayor, al contrario, le metió el pie por detrás, haciendo que cayera de espaldas, luego se subió al abdomen del otro y empezó a golpearlo con los puños en el rostro, mientras el universitario intentaba cubrirse y pedía ayuda. Todos estaban atónitos ante la escena; los guardias de la caseta de vigilancia llegaron hasta ellos de inmediato.
—¡No se metan! — gritó Alejandro y los hombres se quedaron de piedra, pues sabían perfectamente quién era y tenían órdenes de la directiva, de obedecer cualquier indicación de ese chico.
Finalmente, Julián fue el que se movió, sujetando a Agustín por debajo de los brazos, para alejarlo de su víctima.
—¡Déjame! — gritó el menor y se removió desesperado, lanzando algunas patadas que alcanzaron a Abel, quien aún seguía en el piso.
Julián llevó un par de metros de distancia a Agustín, mientras que Miguel fue el que se compadeció del ex novio de su amigo y lo ayudó un poco; Abel estaba llorando, con algo de sangre en su boca, tenía el labio partido y no podía ponerse de pie con facilidad, así que Miguel solo lo sentó.
—Eso fue interesante — dijo Alejandro con voz divertida.
—Ya, tranquilo — pidió Julián, intentando controlar a Agustín — ¡cálmate!
—¡¿Qué me calme?! — gritó el menor de manera iracunda — ¡Permitiste que te besara! — señaló al otro que aún no se levantaba del piso.
—¡¿Crees que quería que me besara?! — preguntó el castaño — ¡me sorprendió! — se excusó con rapidez.
—¡Pues no parecías muy inconforme con esa sorpresa! — reprochó el pelinegro con los puños apretados — ¡¿Quién rayos es?!
Julián pasó la mano por su cabello y suspiró — aquí no es el lugar, hablemos en otro lado — dijo con voz calmada.
—¡¿Quién es?! — repitió Agustín entre dientes.
—¡Soy su novio! — gritó Abel desde el piso.
—Tú no aprendes, ¿verdad? — dijo Miguel con nervios, al notar como el adolescente se enfurecía más.
Los ojos de Agustín se abrieron con sorpresa, giró el rostro, miró a Julián con coraje y lo sujetó del frente de su chaqueta — ¡¿es cierto?!
—¡No! Es mi ex novio — dijo con rapidez el mayor —, terminamos hace más de ocho meses.
—Pero él me sigue amando — dijo el otro, quien se estaba poniendo de pie, ayudándose de la mano de Miguel —, tú eres solo un pasatiempo — sonrió con saña.
Miguel pasó saliva y se alejó un par de pasos con rapidez, pues aunque Julián intentó detener a Agustín, el menor se soltó y de nuevo fue a golpear al otro.
Una vez más, Abel terminó en el piso con un gran golpe. El adolescente lo tumbó lanzándose contra él y de nuevo se puso sobre su cuerpo, golpeándolo incluso con mayor fuerza; el niño estaba fuera de sí y aunque Julián intentó detenerlo, le fue imposible.
—¡Miguel, ayúdame!
—¡¿Estás loco, wey?! — preguntó el otro — él se lo buscó, yo no me meto.
En medio de los golpes que Agustín le estaba propinando Abel, se escuchó la voz del universitario — ¡no es cierto! ¡Perdón! ¡Basta! ¡Lo siento! ¡Perdón! ¡Por favor! ¡Detente!
Agustín se detuvo y lo sujetó del cuello de la camisa, levantándolo un poco y acercándose a su rostro — ¡¿quién chingados eres?! — preguntó entre dientes.
El rostro de Abel se encontraba sumamente lastimado e incluso, uno de sus parpados ya se estaba inflamando, evitando que su vista fuera la misma de siempre, pero alcanzó a ver los ojos miel de Agustín y el terror lo invadió; ese niño era capaz de matarlo ahí mismo.
—Soy… el ex… de Julián… — sollozó — solo eso… — dijo con voz nerviosa — no tenemos nada que ver…
—¡¿Y por qué lo besaste?! — indagó Agustín, con ira y celos mezclados.
—Quería… quería hacerte enojar… — confesó — sabía que… lo esperarías… y nos mirarías…
Agustín sonrió con cinismo y levantó una ceja — ¡te felicito! — dijo con sarcasmo —, buen trabajo — después de eso, le dio un último puñetazo y lo dejó en el piso.
Abel estaba casi en el punto de la inconciencia, en ese momento, Alejandro miró a los guardias — ahora sí, es mejor que lo lleven a enfermería y — sonrió — aquí no pasó nada, ¿de acuerdo?
Los hombres se miraron entre sí, fueron por el universitario y lo levantaron; el rubio levanto una mano y chasqueo los dedos, con eso, uno de los hombres de negro que estaba cerca desde que empezó el pleito, siguió a los guardias, para asegurarse de que se siguieran las indicaciones de su jefe.
Agustín caminó intentando ir hacia la acera, dónde estaba su mochila aun, en el piso, pero Julián lo detuvo.
—¿A dónde vas?
—¡¿Qué te importa?! — dijo con rapidez, pero el mayor se dio cuenta que su voz se quebró.
El castaño lo sujetó de las manos y las observo con cuidado; Agustín hizo un gesto de dolor, tenía laceraciones en los nudillos por los golpes que propinó y en las palmas debido a sus propias uñas, además, mover sus manos le ocasionaba sentir punzadas, algo que debido a que momentos antes estaba iracundo, no le había importado.
—Estás lastimado, debo llevarte al médico — señaló el mayor.
—Eso pasa, cuando no sabes cómo golpear — la voz de Alejandro se escuchó, él, junto con Miguel, David e Iván, se acercaron a la pareja — ¿él es tu novio?
—Sí — respondió Julián.
—¡No! — gruñó el adolescente, sorprendiendo al castaño.
—¡¿Cómo qué no?!
—¡No me lo has pedido! — reprochó el pelinegro, haciendo un puchero.
—Pero, después de todo lo que ha pasado — Julián frunció el ceño —, no creí que fuera necesario.
—¡No es oficial si no me lo pides! — reclamó el menor.
—Te lo dije — Miguel se cruzó de brazos.
Julián pasó la mano por su cabello con frustración y Alejandro empezó a reír.
—¡Me agrada! — dijo el rubio con diversión —, creo que tiene potencial — miró a Julián con complicidad —, ¿tú que dices?
—Es muy pequeño — comentó el castaño seriamente.
—Lo sé, pero si empieza a entrenar desde ahora, será uno de los mejores cuando sea mayor.
Julián sabía que el otro tenía razón, pero no sabía si era lo correcto — tengo que hablar con él — comentó cansado.
—Está bien, por ahora, llévalo al Santa Mónica, deben revisarle las manos — miró a Miguel —, vamos, te irás conmigo para que Julián pueda moverse en su auto.
—De acuerdo — asintió el otro.
—Nos vemos luego, “no novio” de Julián — rió divertido el ojiverde, se despidió con un ademán y sus amigos lo siguieron.
Agustín frunció el ceño, no sabía quién era ese sujeto, pero le parecía sumamente extraño.
—Vamos, debo llevarte al médico — señalo el castaño, sujetándolo con cuidado.
—Debo ir por mi mochila — musitó el pelinegro.
Julián negó, corrió por las pertenencias del niño y regresó a su lado — vamos.
Fueron por el automóvil de Julián y de ahí al médico, pero ambos iban en completo silencio.
El lunes, antes de las tres, Alejandro llegó a la facultad de sistemas, acompañado de sus dos mejores amigos; algunos universitarios los seguían de manera disimulada, pero tras ellos, a cierta distancia, eran seguidos por algunos hombres que claramente no eran alumnos, ni personal de la universidad y además, escondían armas de fuego bajo sus trajes negros, mismas que la escuela les había dado un permiso especial para portarlas, ya que siendo el rubio y sus dos mejores amigos, hijos de importantes empresarios, necesitaban protección especial.
Julián y Miguel salieron de su aula y saludaron a Alejandro, David e Iván, como si fuesen simples amigos con quienes iban a salir a divertirse después de la escuela; muchos alumnos los miraban con curiosidad, ya que los tres recién llegados, especialmente el rubio, eran casi una celebridad desde el semestre anterior, que habían ingresado a la universidad.
El pequeño grupo caminó por los pasillos y jardines; se detuvieron en el estacionamiento, donde Julián y Miguel dejaron sus mochilas en el auto del castaño y siguieron su camino, hablando amenamente de tonterías. Justo habían cruzado el acceso y estaban en la explanada de ingreso, cuando un chico de cabello castaño claro, se interpuso en el camino del pequeño grupo, alertando a quienes los seguían a la distancia, más no actuaron, al ver que se acercaba a Julián y no a Alejandro.
—Hola, Juls — sonrió con diversión el joven.
Julián no respondió, lo miró con desprecio e intentó rodearlo pero el otro lo sujetó del brazo.
—¿Aun estás enojado conmigo? — preguntó con fingida preocupación.
El aludido apretó los puños y se soltó con un movimiento brusco, pero no dijo nada.
—Abel, no es un buen momento — señaló Miguel, que notó de inmediato la molestia de su mejor amigo.
El joven miró a los otros tres que acompañaban a su ex novio y a Miguel — no sabía que ahora se codeaban con celebridades — sonrió coqueto.
Alejandro lo miró con desprecio al reconocer, por el nombre, de quién se trataba; no lo conocía en persona, pero sabía de él, porque Julián y Miguel le habían contado sobre ese chico que era ex novio del castaño y no era el único que lo sabía. David acomodó sus gafas y lo miró de arriba abajo, pero no dijo nada, mientras que Iván no se preocupó en disimular su gesto de molestia; se hacían una idea de quien era, por platicas con Alex.
—Soy Abel Favela — se presentó, mirando los ojos verdes con algo de interés —, un placer — extendió la mano de manera amable.
Alejandro miró la mano y sonrió de lado — no puedo decir lo mismo — dijo con poca delicadeza y metió las manos en los bolsillos de su pantalón, en un claro signo de que no pensaba tocarlo siquiera.
Abel se sobresaltó y su sonrisa tembló — supongo que comentaste algo malo de mí — dijo mirando de soslayo a Julián.
—Yo no tengo por qué hablar de ti — respondió de inmediato —, ni siquiera me interesas.
—Entonces, ¿por qué te comportas así? — preguntó con insistencia — pareces nervioso, enojado… supongo que aun no me perdonas por lo que ocurrió la última vez — ladeó el rostro —, te dije que fue un mal entendido.
Aún estaban cerca de la puerta y los alumnos que entraban y salían tenían que rodearlos, pero era notorio que la plática se podía alargar, por lo que Iván intentó decir algo — deberíamos…
Alejandro levantó la mano y negó, de inmediato Iván guardó silencio; parecía que el rubio quería ver hacia donde iba esa situación, posiblemente por diversión.
—No tengo tiempo, ni ganas de discutir eso — negó Julián e intentó dar media vuelta.
Abel lo sujetó de la mano y entrelazo los dedos con los suyos — me extrañas tanto como yo — dijo con voz dulce —, sé que me equivoqué y me arrepiento, pero si ahora te busco es porque realmente quiero intentarlo de nuevo.
Julián frunció el ceño, bajó el rostro y pasó la mano libre por su frente — por favor… — dijo con cansancio — ¿tan estúpido me crees, como para caer con eso? — levantó el rostro y lo miró con desdén —, ahora te conozco, admito que pase buenos momentos en la cama contigo, pero no vales la pena.
El otro respiró profundamente y levantó el rostro de manera desafiante, sonriendo sin vergüenza y sin soltar la mano de su ex — y el niño con el que te ves todos los días, que ahora mismo te está esperando frente a la papelería, ¿si lo vale?
Julián y sus compañeros se sorprendieron; era obvio que el chico que tenían enfrente, lo había estado observando por días, como para saber eso.
—Es un niño — Abel lo miró con interés —, de la secundaria, es notorio por el uniforme — prosiguió —, ¿realmente te interesa? — se burló.
—Abel… — Miguel intentó evitar que dijera más.
—Te gustan las relaciones serias — prosiguió el otro, levantado más la voz —, con personas maduras, tú mismo lo dijiste, no te gusta jugar a los noviecitos de manita sudada, vas a lo que vas y ya, ¿o no?
—Lo que yo tenga que ver con él, no te incumbe — gruñó Julián y alejó la mano del otro con un movimiento rápido, intentando alejarse, pero una vez más, Abel lo sujetó, obligándolo a girar y darle la espalda a la calle.
—Él no es para ti — prosiguió —, seguramente es un niño interesado, que al darse cuenta que tienes la solvencia para consentir sus caprichos, te dejó hacer lo que querías y desearas.
—Él no es como tú — negó Julián.
—Entonces no lo niegas — presionó —, ¿ya lo hiciste con él? ¡Tuviste sexo con un niño! — gritó llamando la atención de muchos alumnos que estaban cerca — te meterás en problemas — sonrió de manera burlona —, ¿eso quieres?
—Eso es asunto mío.
Abel apretó los puños, era notorio que Julián no caería ni a sus insinuaciones, ni a sus amenazas — ¿por qué te interesa tanto? Tú a él, ¡ni siquiera le importas!
—Estás equivocado — Julián habló con toda seguridad —, pero no pienso discutir eso contigo, te lo dije hace meses y te lo repito, no me vuelvas a buscar.
El rostro del otro se puso rojo del coraje; respiró profundamente y sonrió — de acuerdo, pero antes te voy a demostrar que tengo razón.
Sin dar tiempo a que Julián reaccionara, Abel lo besó y lo obligó a moverse, para quedar de lado hacia la calle, donde en la orilla, en la acera de la universidad, Agustín estaba observando la escena, ya que al verlo momentos antes, había cruzado la calle para alcanzar al mayor. Julián tenía los ojos abiertos, por lo que alcanzó a ver al pelinegro por el rabillo de su ojo e intentó alejar a Abel de él, pero el otro lo tenía sujeto fuertemente del cuello y del cabello.
Agustín corrió hacia ellos y consiguió que Abel soltara a Julián, ya que lo agarró sin consideración del cabello.
—¡Suéltame! — chilló el universitario, al sentir los jalones en su melena e intentó sujetar al menor de las manos, sin conseguirlo; debido a los movimientos, el adolescente lo obligaba a tener la espalda arqueada hacia atrás, dificultándole el movimiento.
El pelinegro hizo caso omiso a los lloriqueos del mayor, al contrario, le metió el pie por detrás, haciendo que cayera de espaldas, luego se subió al abdomen del otro y empezó a golpearlo con los puños en el rostro, mientras el universitario intentaba cubrirse y pedía ayuda. Todos estaban atónitos ante la escena; los guardias de la caseta de vigilancia llegaron hasta ellos de inmediato.
—¡No se metan! — gritó Alejandro y los hombres se quedaron de piedra, pues sabían perfectamente quién era y tenían órdenes de la directiva, de obedecer cualquier indicación de ese chico.
Finalmente, Julián fue el que se movió, sujetando a Agustín por debajo de los brazos, para alejarlo de su víctima.
—¡Déjame! — gritó el menor y se removió desesperado, lanzando algunas patadas que alcanzaron a Abel, quien aún seguía en el piso.
Julián llevó un par de metros de distancia a Agustín, mientras que Miguel fue el que se compadeció del ex novio de su amigo y lo ayudó un poco; Abel estaba llorando, con algo de sangre en su boca, tenía el labio partido y no podía ponerse de pie con facilidad, así que Miguel solo lo sentó.
—Eso fue interesante — dijo Alejandro con voz divertida.
—Ya, tranquilo — pidió Julián, intentando controlar a Agustín — ¡cálmate!
—¡¿Qué me calme?! — gritó el menor de manera iracunda — ¡Permitiste que te besara! — señaló al otro que aún no se levantaba del piso.
—¡¿Crees que quería que me besara?! — preguntó el castaño — ¡me sorprendió! — se excusó con rapidez.
—¡Pues no parecías muy inconforme con esa sorpresa! — reprochó el pelinegro con los puños apretados — ¡¿Quién rayos es?!
Julián pasó la mano por su cabello y suspiró — aquí no es el lugar, hablemos en otro lado — dijo con voz calmada.
—¡¿Quién es?! — repitió Agustín entre dientes.
—¡Soy su novio! — gritó Abel desde el piso.
—Tú no aprendes, ¿verdad? — dijo Miguel con nervios, al notar como el adolescente se enfurecía más.
Los ojos de Agustín se abrieron con sorpresa, giró el rostro, miró a Julián con coraje y lo sujetó del frente de su chaqueta — ¡¿es cierto?!
—¡No! Es mi ex novio — dijo con rapidez el mayor —, terminamos hace más de ocho meses.
—Pero él me sigue amando — dijo el otro, quien se estaba poniendo de pie, ayudándose de la mano de Miguel —, tú eres solo un pasatiempo — sonrió con saña.
Miguel pasó saliva y se alejó un par de pasos con rapidez, pues aunque Julián intentó detener a Agustín, el menor se soltó y de nuevo fue a golpear al otro.
Una vez más, Abel terminó en el piso con un gran golpe. El adolescente lo tumbó lanzándose contra él y de nuevo se puso sobre su cuerpo, golpeándolo incluso con mayor fuerza; el niño estaba fuera de sí y aunque Julián intentó detenerlo, le fue imposible.
—¡Miguel, ayúdame!
—¡¿Estás loco, wey?! — preguntó el otro — él se lo buscó, yo no me meto.
En medio de los golpes que Agustín le estaba propinando Abel, se escuchó la voz del universitario — ¡no es cierto! ¡Perdón! ¡Basta! ¡Lo siento! ¡Perdón! ¡Por favor! ¡Detente!
Agustín se detuvo y lo sujetó del cuello de la camisa, levantándolo un poco y acercándose a su rostro — ¡¿quién chingados eres?! — preguntó entre dientes.
El rostro de Abel se encontraba sumamente lastimado e incluso, uno de sus parpados ya se estaba inflamando, evitando que su vista fuera la misma de siempre, pero alcanzó a ver los ojos miel de Agustín y el terror lo invadió; ese niño era capaz de matarlo ahí mismo.
—Soy… el ex… de Julián… — sollozó — solo eso… — dijo con voz nerviosa — no tenemos nada que ver…
—¡¿Y por qué lo besaste?! — indagó Agustín, con ira y celos mezclados.
—Quería… quería hacerte enojar… — confesó — sabía que… lo esperarías… y nos mirarías…
Agustín sonrió con cinismo y levantó una ceja — ¡te felicito! — dijo con sarcasmo —, buen trabajo — después de eso, le dio un último puñetazo y lo dejó en el piso.
Abel estaba casi en el punto de la inconciencia, en ese momento, Alejandro miró a los guardias — ahora sí, es mejor que lo lleven a enfermería y — sonrió — aquí no pasó nada, ¿de acuerdo?
Los hombres se miraron entre sí, fueron por el universitario y lo levantaron; el rubio levanto una mano y chasqueo los dedos, con eso, uno de los hombres de negro que estaba cerca desde que empezó el pleito, siguió a los guardias, para asegurarse de que se siguieran las indicaciones de su jefe.
Agustín caminó intentando ir hacia la acera, dónde estaba su mochila aun, en el piso, pero Julián lo detuvo.
—¿A dónde vas?
—¡¿Qué te importa?! — dijo con rapidez, pero el mayor se dio cuenta que su voz se quebró.
El castaño lo sujetó de las manos y las observo con cuidado; Agustín hizo un gesto de dolor, tenía laceraciones en los nudillos por los golpes que propinó y en las palmas debido a sus propias uñas, además, mover sus manos le ocasionaba sentir punzadas, algo que debido a que momentos antes estaba iracundo, no le había importado.
—Estás lastimado, debo llevarte al médico — señaló el mayor.
—Eso pasa, cuando no sabes cómo golpear — la voz de Alejandro se escuchó, él, junto con Miguel, David e Iván, se acercaron a la pareja — ¿él es tu novio?
—Sí — respondió Julián.
—¡No! — gruñó el adolescente, sorprendiendo al castaño.
—¡¿Cómo qué no?!
—¡No me lo has pedido! — reprochó el pelinegro, haciendo un puchero.
—Pero, después de todo lo que ha pasado — Julián frunció el ceño —, no creí que fuera necesario.
—¡No es oficial si no me lo pides! — reclamó el menor.
—Te lo dije — Miguel se cruzó de brazos.
Julián pasó la mano por su cabello con frustración y Alejandro empezó a reír.
—¡Me agrada! — dijo el rubio con diversión —, creo que tiene potencial — miró a Julián con complicidad —, ¿tú que dices?
—Es muy pequeño — comentó el castaño seriamente.
—Lo sé, pero si empieza a entrenar desde ahora, será uno de los mejores cuando sea mayor.
Julián sabía que el otro tenía razón, pero no sabía si era lo correcto — tengo que hablar con él — comentó cansado.
—Está bien, por ahora, llévalo al Santa Mónica, deben revisarle las manos — miró a Miguel —, vamos, te irás conmigo para que Julián pueda moverse en su auto.
—De acuerdo — asintió el otro.
—Nos vemos luego, “no novio” de Julián — rió divertido el ojiverde, se despidió con un ademán y sus amigos lo siguieron.
Agustín frunció el ceño, no sabía quién era ese sujeto, pero le parecía sumamente extraño.
—Vamos, debo llevarte al médico — señalo el castaño, sujetándolo con cuidado.
—Debo ir por mi mochila — musitó el pelinegro.
Julián negó, corrió por las pertenencias del niño y regresó a su lado — vamos.
Fueron por el automóvil de Julián y de ahí al médico, pero ambos iban en completo silencio.
El doctor que los atendió, fue el mismo que la primera vez, más ese día si le creyó al menor que se había peleado, ya que era más que obvio, por lo que no dijo nada. Al revisarlo, descartaron una lesión grave, así que solo le recetó reposo porque sus manos estaban inflamadas, pastillas para el dolor y ungüentos para las laceraciones; le vendaron las manos y lo enviaron a casa.
De camino hacia su hogar, Agustín iba con la mirada en sus manos y de cuando en cuando suspiraba, pero no decía nada; Julián no sabía qué decir, por lo que no le dirigió la palabra tampoco. Llegaron al edificio y el castaño cargó tanto con su mochila, como la de Agustín y la de Miguel, que su amigo había dejado en el auto también. Subieron el elevador y finalmente ingresaron al departamento.
Agustín caminó como autómata hacia su habitación, pero Julián lo alcanzó y lo guió a la suya; el niño no puso objeción y se dejó llevar. El mayor lo recostó en la cama y le quitó los zapatos, ya que Agustín no podía mover mucho sus manos y seguramente le incomodaban los vendajes.
—¿Quieres comer algo? — preguntó el castaño.
—No — negó el adolescente, manteniendo la mirada en los vendajes que traía.
Julián suspiró, se sentó en la orilla de la cama y sujetó con delicadeza las manos — ¿te duelen?
—No mucho…
—Entonces… ¿por qué estás así?
Agustín respiró profundamente — lamento lo que hice — comentó con voz débil —, sé que no debí lastimar a tu “amigo” — dijo la palabra sin poder contener el coraje.
—No es mi amigo — negó el castaño — es…
—Tu ex novio — interrumpió el adolescente.
—Sí — el universitario soltó el aire con cansancio —, es mi ex novio.
Agustín se mordió el interior del labio.
—Sé que debí decírtelo — prosiguió Julián —, antes de ti, tuve otras relaciones, la última fue con Abel, pero hace más de ocho meses terminamos y…
—¿Aun te gusta? — preguntó el pelinegro, mirándolo con algo de temor.
Julián se sorprendió al ver la mirada triste de Agustín; se notaba que quería llorar.
El castaño sonrió — no, ya no me gusta en lo más mínimo.
—¿De verdad?
—De verdad — confirmó el universitario —, Abel ya no me gusta — acarició la mejilla de Agustín —, no me interesa para nada, especialmente porque estoy enamorado de alguien más.
Los ojos miel se abrieron con terror — ¿de…? ¿De quién? — preguntó casi en un murmullo
—¿De quién? — Julián levantó una ceja — ¿en serio me lo preguntas? — su voz era sarcástica, pero recordó lo que le había dicho antes el niño.
“¡No es oficial si no me lo pides!”
—Estoy enamorado de mi “no novio” — se burló.
Agustín se sorprendió, pareció pensar por un momento, recordando lo ocurrido anteriormente y quiso reír, más las lágrimas escaparon de sus ojos y sollozó.
—¿Por qué lloras? — preguntó Julián, limpiando las lágrimas con sus dedos.
—¡Estaba celoso! — confesó el pelinegro de inmediato y empezó a llorar con más sentimiento —, ¡él te besó! — acusó infantilmente —, tu no lo alejaste — reprochó — y yo… yo…
Julián lo abrazó y lo besó en los labios, lentamente, intentando calmarlo.
—Lamento haber hecho que te sintieras inseguro — dijo el castaño, contra los labios del adolescente —, pero de verdad, si hubiera sido por mí, no hubiese pasado, te lo aseguro — limpió la humedad de las mejillas con sus pulgares —, no deseo besar a nadie más que a ti — sonrió — y no deseo que nadie me bese, más que tú.
Agustín restregó su mejilla contra la del mayor — lo siento — se disculpó —, te avergoncé.
—No, tu no hiciste nada — negó el castaño y volvió a besar de forma dulce —, fue mi culpa, porque no aclaré la situación antes — dijo con voz divertida —, pero no volverá a pasar — aseguró —, por eso, quiero saber, ahora mismo, Agustín, ¿quieres ser mi novio? — preguntó con seriedad.
El pelinegro se sobresaltó — ¿de…? ¿De verdad? — indagó con nervios.
—¡Claro! No quiero presentarte como mi “no novio”.
Agustín pasó una de sus manos por su rostro — sí… si quiero ser tu novio.
—Siendo así, no hay nada más que decir…
—Sí lo hay — el pelinegro frunció el ceño —, ahora que somos novios, si vuelvo a ver que otro te besa, te aseguro que le ira peor que a tu ex — amenazó.
Julián rió — siendo así, puedo decir lo mismo — levantó una ceja.
—Pero yo no tuve novios antes y no me interesa nadie más, no tienes de que preocuparte.
—Aun así, vale más prevenir…
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