Capítulo XII
Después de formalizar, Julián le contó a Agustín quién era Alejandro y la oferta de aprender ciertas habilidades. El niño no entendía mucho, pero accedió a ir a practicar defensa personal, solo por acompañar a su novio, aunque había otras condiciones que debía cumplir.
Para hacer las cosas de manera correcta, Julián conoció a la abuelita de Agustín y ahí supo que le decía Guti, un apelativo cariñoso que él también empezó a utilizar, ya que el pelinegro se avergonzaba cuando su novio le decía de esa manera y le parecía tremendamente adorable el verlo de esa manera. Pero no todo fue fácil; la demás familia intentó dar problemas después de enterarse que Agustín tenía una relación con Julián, pero los trabajadores de Alejandro les dieron un pequeño susto y no volvieron a molestar.
Un año más tarde, Agustín entró a la preparatoria y tres años después a la universidad; su relación con Julián era sumamente seria y sólida, además, ambos seguían trabajando con Alejandro, aunque por eso mismo, se miraban menos. Julián estaba tiempo completo acompañando al rubio y solo se escapaba de cuando en cuando para ver a su novio.
Agustín pasó por un momento difícil cuando terminó la universidad, ya que su abuela no pudo acompañarlo a la graduación, porque días antes había fallecido; el pelinegro estuvo de duelo durante días y Alejandro le dio a él y a su pareja, vacaciones para que estuvieran juntos. Después de eso, Agustín no quiso saber más de su familia, ya que apenas estaban enterrando a su abuela, cuando ellos se estaban peleando por las propiedades de ella.
Esa situación hizo que Agustín se volviera un tanto más retraído y distante, por lo que prefirió tomar un año sabático de su trabajo; no se encontraba en condiciones para hacer nada; en ese entonces, Marisela ya estaba trabajando para Alejandro y por ello, ella y Miguel, se encargaron de la seguridad total del rubio, mientras Julián se encargaba de cuidar de su pareja.
Cuando Agustín regresó a estar al servicio de Alejandro, ya tenía veinticinco años y había vuelto a ser igual que antes; eficaz, serio y formal en su trabajo, pero seguía siendo el mismo chico amable, dulce y divertido que había conquistado a Julián cuando era pequeño.
Esa fue la razón por la que, años después, cuando Alejandro encontró a Erick, de inmediato puso a Agustín a cuidarlo; sabía que el pelinegro cuidaría a su más grande tesoro sin importar las circunstancias y no se equivocó. Julián no había querido que fuese Agustín quien se encargara de ese trabajo, ya que sabía que Alejandro tenía enemigos poderosos, por lo que en un principio, dejarle el trabajo solo a Agustín, se le hacía demasiada responsabilidad y la tarde del secuestro de Erick, sus temores se hicieron realidad.
Alejandro, Julián y Miguel, corrían por las calles en busca de Erick y Agustín, mojándose debido a la lluvia que azotaba la ciudad; Marisela les había dado las indicaciones y el lugar de donde estaba la señal del rastreador, diciéndoles que parecía una trampa. El rubio y el castaño estaban desesperados por la situación, temiendo que algo malo les ocurriera a las personas que más amaban.
Al llegar a la callejuela, un cuerpo estaba tendido en el asfalto y a ambos, el corazón se les aceleró. Al acercarse, Julián se dio cuenta que era Agustín; tenía un disparo en el pecho y de la comisura de sus labios, una estela de sangre escurría. Miguel y Alejandro empezaron a buscar indicios sobre Erick, pero Julián se inclinó cerca de su prometido.
—Agustín — dijo a media voz, sintiendo un nudo en su garganta.
Su mano se acercó temblorosa a constatar el pulso y en ese momento, el pelinegro reaccionó, moviendo la mano y sujetando la de su pareja con la poca fuerza que tenía.
— Ernes… to… — su voz era un murmullo y la sangre escurrió con mayor fuerza de sus labios, mientras su mirada se posaba en su pareja — ‘topo’… — dijo con desespero.
Alejandro y Miguel lo escucharon también; mientras el rubio daba indicaciones por teléfono a Marisela, Miguel marcó a una ambulancia y Julián intentó cubrir la herida en el pecho, para detener la hemorragia.
—Vas a estar bien — dijo el castaño con nervios.
—No… ya no… — a Agustín se le dificultaba respirar — mátalo… — dijo con voz apagada — salva… al Conejo — suplicó.
—¡Lo haré! ¡Te lo juro! — el mayor asintió — pero no te esfuerces más, mi niño — pidió con miedo, al ver como Agustín estaba sufriendo.
Agustín negó e intentó sonreír — Julián… — un sollozo lo interrumpió y las lágrimas escaparon de sus ojos — te amo…
Después de esas palabras, el pelinegro exhaló su último aliento.
—¿Guti? ¡¿Guti?!
Julián sintió que el tiempo se detenía y el dolor se empezó a hacer presente en su pecho, al darse cuenta que acababa de perder a la persona que amaba. Las lágrimas brotaron de sus ojos y abrazó con fuerza el cuerpo inerte, mientras gritaba desesperado por la situación.
Alejandro, Julián y Miguel, corrían por las calles en busca de Erick y Agustín, mojándose debido a la lluvia que azotaba la ciudad; Marisela les había dado las indicaciones y el lugar de donde estaba la señal del rastreador, diciéndoles que parecía una trampa. El rubio y el castaño estaban desesperados por la situación, temiendo que algo malo les ocurriera a las personas que más amaban.
Al llegar a la callejuela, un cuerpo estaba tendido en el asfalto y a ambos, el corazón se les aceleró. Al acercarse, Julián se dio cuenta que era Agustín; tenía un disparo en el pecho y de la comisura de sus labios, una estela de sangre escurría. Miguel y Alejandro empezaron a buscar indicios sobre Erick, pero Julián se inclinó cerca de su prometido.
—Agustín — dijo a media voz, sintiendo un nudo en su garganta.
Su mano se acercó temblorosa a constatar el pulso y en ese momento, el pelinegro reaccionó, moviendo la mano y sujetando la de su pareja con la poca fuerza que tenía.
— Ernes… to… — su voz era un murmullo y la sangre escurrió con mayor fuerza de sus labios, mientras su mirada se posaba en su pareja — ‘topo’… — dijo con desespero.
Alejandro y Miguel lo escucharon también; mientras el rubio daba indicaciones por teléfono a Marisela, Miguel marcó a una ambulancia y Julián intentó cubrir la herida en el pecho, para detener la hemorragia.
—Vas a estar bien — dijo el castaño con nervios.
—No… ya no… — a Agustín se le dificultaba respirar — mátalo… — dijo con voz apagada — salva… al Conejo — suplicó.
—¡Lo haré! ¡Te lo juro! — el mayor asintió — pero no te esfuerces más, mi niño — pidió con miedo, al ver como Agustín estaba sufriendo.
Agustín negó e intentó sonreír — Julián… — un sollozo lo interrumpió y las lágrimas escaparon de sus ojos — te amo…
Después de esas palabras, el pelinegro exhaló su último aliento.
—¿Guti? ¡¿Guti?!
Julián sintió que el tiempo se detenía y el dolor se empezó a hacer presente en su pecho, al darse cuenta que acababa de perder a la persona que amaba. Las lágrimas brotaron de sus ojos y abrazó con fuerza el cuerpo inerte, mientras gritaba desesperado por la situación.
Los parpados de Julián se abrieron de golpe y sintió humedad en su rostro; en medio de ese sueño había empezado a llorar, pero no se preocupó por ello, ya que su primer instinto fue voltear a su lado, en busca de su más grande tesoro. Al ver el cabello negro sobre su hombro y sentir la tibieza de Agustín contra su cuerpo, respiró aliviado y limpió rápidamente sus lágrimas.
Estaba tranquilizándose, cuando la alarma de su celular empezó a sonar; movió la mano, sujetó el aparato y lo silenció, después, lo volvió a dejar sobre el buró, al lado del libro “Las flores del mal”, que releía cada cierto tiempo, pues era el primer libro que su pareja le regaló.
No quería despertar a Agustín, ya que era su cumpleaños y deseaba prepararle un desayuno especial, para iniciar el día. Con mucho cuidado, el castaño se movió y se alejó del cuerpo de su prometido sin importunar su sueño; le besó la frente y fue a la cocina de su casa, a preparar algo especial.
En su mente, algunas cosas de ese sueño que había tenido, aún estaban frescas.
Si se ponía a pensar, al principio había sido un sueño hermoso.
Siempre pensó que si hubiese conocido a Agustín cuando era más joven, seguramente las cosas en la vida de ambos, habrían sido mejor; pero, aunque muchas veces se encontró deseando que eso fuera cierto, con lo que había soñado, se dio cuenta que las cosas podrían haber sido diferentes en otro sentido.
—Si ese hubiese sido mi pasado, quizá, esto no sería mi futuro… — sonrió tristemente.
Negó; se sentía estúpido pensando de esa manera.
El sonido de la leche hirviendo lo saco de sus pensamientos y apagó la estufa; sirvió en una taza la leche y le agregó chocolate, después puso en un plato las crepas que había hecho y las preparó con crema batida, chocolate líquido y algunas frutas, justo como a Agustín le gustaban. Puso el plato en una charola, acomodó la taza y sacó del refrigerador, la rosa que había escondido ahí, para esa mañana, esperando que se mantuviera fresca y radiante; sabía que Agustín no era mucho de preparar comida, así que el refrigerador era un lugar al que nunca se acercaba.
Colocó la rosa en un pequeño florero de cristal y sonrió al ver su pequeño regalo.
Regresó a la habitación y dejó la charola en el buró, sentándose en la orilla de la cama, inclinándose hasta besar los labios de Agustín.
El pelinegro sintió el beso y en medio del sueño, lo correspondió; lentamente despertó y pasó las manos por el cuello de su prometido, ahondando la caricia. Cuando se separaron, Agustín sonrió.
—Buenos días — dijo antes de bostezar.
—Buenos días, Guti — Julián le sujetó la mano y besó el dorso con infinito amor — y ¡feliz cumpleaños!
El cumpleañero rió divertido — ya me habías felicitado en la madrugada.
—Lo sé, pero quería volver a hacerlo, además, te preparé un desayuno especial…
Julián se movió y convirtió la charola en una mesita, acomodándola frente a su pareja.
—¡Crepas y chocolate! — dijo el pelinegro con emoción y se sentó en la cama, luego su mirada se posó en la rosa, estiró la mano y acarició los pétalos con delicadeza — es linda — dijo con vergüenza, sintiendo sus mejillas arder.
Julián acaricio las mejillas Agustín — ¿te gustan las rosas? — preguntó con curiosidad, pues jamás le había regalado flores en realidad.
Agustín bajó el rostro — sé que no deberían gustarme — sonrió —, pero son bonitas.
—Entonces, debo comprarte hoy, todas las rosas que no te he comprado en los últimos años.
—No es necesario, esta es suficiente, en serio — rió y empezó a cortar las crepas para desayunar.
Julián se quedó viendo a Agustín y el pelinegro también fijo su mirada miel en su prometido.
—¿Pasa algo? — preguntó curioso.
—Anoche, soñé contigo — dijo con un dejo de nostalgia.
—¡Vaya! Cualquiera diría que te tengo demasiado controlado, ya que no te dejo en paz ni en tus sueños — se burló.
El castaño rió por lo bajo — la verdad… soñé que te conocía cuando eras un niño de verdad — confesó con un dejo de melancolía.
Agustín se quedó en silencio y luego, dejó los cubiertos de lado, sujetó la mano de Julián y buscó su mirada — ¿fue un mal sueño?
—No… no… aunque el final fue muy abrupto pero… en general… no fue un mal sueño…
—Tu sueño… ¿fue mejor que la vida que tienes ahora? — preguntó con calma — es decir, ¿desearías que eso sea real en vez de lo que tienes ahora conmigo?
Ante esa pregunta, el corazón de Julián se oprimió, recordando cómo acabó — no — dijo seguro.
El pelinegro sonrió — dicen que algunos sueños, son cosas que deseamos que hubieran pasado — suspiró —, pero si tu vida y memorias actuales, son mejores que las que tu subconsciente crea, entonces, no deberías entristecerte tanto.
—No estoy triste…
—No me mientas, te conozco, aunque no lo creas — Agustín entrecerró los ojos — y así como a ti no te gusta que te mienta, a mí tampoco me gusta que tú lo hagas.
Julián respiró profundamente — al final de mi sueño… yo… te perdía — la mirada castaña reflejo todo el dolor que la simple idea le causaba.
Agustín se sorprendió de ver ese semblante en Julián; se miraba completamente abatido, como jamás lo haba visto, por lo que movió las manos, sujetó la charola y la puso a un lado, después, se movió y abrazó a su prometido, besándolo en los labios.
—Aquí estoy — dijo condescendiente —, no pienses en esas cosas, no mientras yo estoy aquí, a tu lado…
Julián lo abrazó con fuerza y aspiró su aroma, sintiéndose reconfortado — lo siento… es tu cumpleaños, debería ser un día feliz para ti y yo lo estoy arruinando con mis tonterías.
—No son tonterías — Agustín se alejó y lo besó en los labios —, además, estoy tomando mi responsabilidad.
—¿Tu responsabilidad?
—Por supuesto — asintió el pelinegro —, es obvio que la película que vimos anoche te afectó y fue mi culpa porque yo la elegí.
Julián sonrió; quizá su prometido tenía razón, ya que en la película, el protagonista perdía a su pareja una y otra vez, sin poder evitarlo, a pesar de que lo intentaba volviendo al pasado en repetidas ocasiones.
—Tienes razón — rió —, aunque el sueño me pareció real, porque mezclé algunas cosas que sí han pasado, por eso quizá me afectó tanto.
Agustín ladeó el rostro — ya me está dando curiosidad, ¿me dirás con exactitud lo que soñaste?
—No, no creo — negó con una sonrisa divertida.
—¿Ni como regalo de cumpleaños? — presionó el pelinegro.
Julián entrecerró los ojos — no lo sé, ¿no prefieres mejor todos los regalos que te compré?
—Quiero mis regalos, pero quiero que me cuentes tu sueño también.
Julián lo abrazó, lo besó en los labios y sonrió — te lo contaré, pero no hoy…
—¿Por qué?
—Porque no sé si te puedas entristecer también y no quiero que llores en tu cumpleaños…
—Ya me hiciste llorar anoche — reclamó Agustín.
—Eso no cuenta, Guti, además, eso fue por placer — dijo con cinismo.
El pelinegro hizo un mohín, parecía más un puchero — está bien, pero te recordaré luego que me debes contar eso.
—Por supuesto, te contaré otro día, ahora, desayuna — le guiñó un ojo —, que hay que salir, porque iremos a festejar tu cumpleaños en otro lado…
Agustín beso a Julián y regresó a su lugar, volviendo a su desayuno.
«Aunque no te haya conocido antes, sé que eres la persona perfecta para mi…» pensó el castaño, observando a su pareja con amor, «y tenerte a mi lado, es mucho mejor que desear memorias que quizá no hubiesen sido tan perfectas como lo es este preciso instante…»
Despedida:
Espero que disfruten esta historia, realmente iba a ser un OS, pero no pude dejarlo más corto, por eso tuve que hacer varios capítulos; esto era solo para festejar el cumpleaños de Agustín, que es el 21 de enero, pero se me fue de las manos (cómo siempre XD)
Realmente, esta historia mezcla cosas que son reales para Julián (en lo que se refiere a su pasado) y lo que hubiese ocurrido si hubiese conocido a Agustín en otra época de su vida. ¿Qué cosas son reales y que no? Bueno, supongo que ese es el misterio, quizá algún día les cuente qué cosas de esta historia son verdad XD ajajajaja
Cuídense y, ¡¡¡nos leemos!!!
Espero que disfruten esta historia, realmente iba a ser un OS, pero no pude dejarlo más corto, por eso tuve que hacer varios capítulos; esto era solo para festejar el cumpleaños de Agustín, que es el 21 de enero, pero se me fue de las manos (cómo siempre XD)
Realmente, esta historia mezcla cosas que son reales para Julián (en lo que se refiere a su pasado) y lo que hubiese ocurrido si hubiese conocido a Agustín en otra época de su vida. ¿Qué cosas son reales y que no? Bueno, supongo que ese es el misterio, quizá algún día les cuente qué cosas de esta historia son verdad XD ajajajaja
Cuídense y, ¡¡¡nos leemos!!!
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