Capítulo IX
Agustín se adecuó rápidamente a su nueva vida, no volvió a su casa y solo algunos días fue a ver a su abuela para que supiera que estaba bien; sabía por ella que su madre ni siquiera preguntaba por él, cuando llegaba a ir a verla, así que suponía que le había quitado un peso de encima. Su tía al contrario, cada que iba trataba de obtener información de donde se encontraba, especialmente porque lo vio con mejor ropa y se dio cuenta que llevaba algo de dinero y hasta un celular; el pelinegro evadió las preguntas, diciendo que el celular era de su amigo y el dinero era de una beca que consiguió, además de que se estaba quedando en un albergue de estudiantes, por apoyo de un profesor, más la mujer no le creyó.
Por su parte, Julián y Miguel seguían en sus asuntos vespertinos.
El castaño, desde que dejaban a Agustín en su escuela, se ponía extremadamente inquieto por no saber de él, pese a que la mayoría de las veces podían verse antes de que el castaño fuera a entrenar; se encontraban frente a la papelería y ahí se despedían para verse en la noche. Aun así, el menor le mandaba mensajes cada que hacía cualquier movimiento, así que casi era como si lo tuviera vigilado.
Un par de días antes del catorce de febrero, Agustín estaba ansioso, quería comprarle algo a Julián y a Miguel; a Miguel porque era un buen compañero que siempre se preocupaba por él y a Julián, porque le gustaba, aunque no habían vuelto a besarse desde la segunda noche que se quedó en su departamento.
Así, un día antes del catorce, el adolescente fue al centro, en busca de regalos, pero no le dijo a Julián, ya que deseaba que fuera sorpresa. Por su lado, el castaño decidió pedir permiso para faltar al entrenamiento.
Agustín se adecuó rápidamente a su nueva vida, no volvió a su casa y solo algunos días fue a ver a su abuela para que supiera que estaba bien; sabía por ella que su madre ni siquiera preguntaba por él, cuando llegaba a ir a verla, así que suponía que le había quitado un peso de encima. Su tía al contrario, cada que iba trataba de obtener información de donde se encontraba, especialmente porque lo vio con mejor ropa y se dio cuenta que llevaba algo de dinero y hasta un celular; el pelinegro evadió las preguntas, diciendo que el celular era de su amigo y el dinero era de una beca que consiguió, además de que se estaba quedando en un albergue de estudiantes, por apoyo de un profesor, más la mujer no le creyó.
Por su parte, Julián y Miguel seguían en sus asuntos vespertinos.
El castaño, desde que dejaban a Agustín en su escuela, se ponía extremadamente inquieto por no saber de él, pese a que la mayoría de las veces podían verse antes de que el castaño fuera a entrenar; se encontraban frente a la papelería y ahí se despedían para verse en la noche. Aun así, el menor le mandaba mensajes cada que hacía cualquier movimiento, así que casi era como si lo tuviera vigilado.
Un par de días antes del catorce de febrero, Agustín estaba ansioso, quería comprarle algo a Julián y a Miguel; a Miguel porque era un buen compañero que siempre se preocupaba por él y a Julián, porque le gustaba, aunque no habían vuelto a besarse desde la segunda noche que se quedó en su departamento.
Así, un día antes del catorce, el adolescente fue al centro, en busca de regalos, pero no le dijo a Julián, ya que deseaba que fuera sorpresa. Por su lado, el castaño decidió pedir permiso para faltar al entrenamiento.
Mientras el grupo de hombres jóvenes, seguían las indicaciones del entrenador, Julián fue a dónde estaba Alejandro, practicando algo de tae kwon do.
El castaño observaba detenidamente los movimientos del rubio; era notorio que era bueno, aunque eso no lo sorprendía, ya que él mismo les había dicho que tenía años practicando artes marciales de distintos tipos.
El ojiverde pidió un momento y se acercó a Julián.
—¿Qué pasó? — preguntó sujetando un bote de agua, para dar un trago.
—Necesito un día libre — contestó el otro —, mañana — especificó.
Alejandro respiró profundamente — ¿creí que no tenías novia?
—No tengo novia, quiero tener novio — confesó sin vergüenza y el rubio se quedó a unos milímetros de volver a dar el trago a su botella —, lamentablemente no creo que se pueda, pero quiero darle un buen día, al menos.
Los ojos verdes lo miraron con curiosidad — ¿no crees que se pueda? ¿Por qué?
Julián no quería hablar de eso, pero cuando Alejandro los buscó, les especificó que quería su confianza, sinceridad y lealtad, más que nada, así que era mejor ser directo — porque es un niño, apenas tiene quince y obviamente es ilegal, pero me gusta.
Con esa respuesta, Alejandro bajó el rostro, parecía dudar.
—Sé que no debo meterme en problemas — prosiguió el castaño —, pero no los tendré, te lo aseguro, me mantendré alejado lo suficiente de él, además, el día de mañana puedo reponerlo después — aseguró —, solo…
—No es necesario — interrumpió el ojiverde —, ve y disfrútalo, cómprale algo bonito, dale un grandioso día y hazlo feliz, yo pago.
Julián frunció el ceño, había obtenido el permiso demasiado rápido — ¿por qué? — preguntó incrédulo.
Alejandro sonrió con cansancio — porque es lo que yo quisiera poder hacer con mi Conejo, pero no me es posible — dijo con algo de tristeza y frustración.
—¿Conejo? — el castaño no comprendía a qué o quién se refería.
El otro sonrió — depende de cómo te vaya con tu ‘niño’, te contaré quién es mi Conejo — dijo con un dejo de añoranza —, ahora, olvídate del entrenamiento, tanto de hoy, como de mañana y si tanto te gusta, esfuérzate porque ese niño sea tu novio.
—Es menor de edad — repitió el mayor —, podría tener problemas si eso se llega a saber y su familia es algo conflictiva.
La risa de Alejandro se escuchó con fuerza — no te preocupes por esos problemas — le restó importancia —, cualquier cosa, yo me encargo — dijo con suficiencia —, ahora, debo volver a lo mío.
Julián respiró profundamente — de acuerdo — dijo con algo de duda y dio media vuelta.
—Julián…
Ante su nombre, el castaño se detuvo y se giró para ver a su jefe.
—Mucha suerte — sonrió el rubio y volvió a lo suyo.
Julián se quedó con muchas dudas, pero si Alejandro seguía comportándose como lo hacía desde que lo conoció, seguramente le diría las cosas en los próximos días, cuando llegara el momento adecuado. En ese momento, debía ir a preparar lo que haría al día siguiente.
Volvió con Miguel, diciéndole que se iría temprano, a buscar algo para Agustín y cuando acabara la práctica, volvería por él, ya que ese día era su auto el que llevaban. El pelinegro le deseo mucha suerte y se despidieron.
Casi a las ocho, de regreso al departamento, Miguel le comentó que el médico que los atendía por parte de Alex, iba a enviar un justificante a su facultad, para que pudiera faltar el día siguiente y así tuviera todo el día para pasarlo con Agustín.
—No sé si se pueda — Julián suspiró —, no le dije nada, así que él tiene que ir a la escuela también.
—No creo que pase nada porque falte un día, ¿o sí?
—Espero que tengas razón.
—¿Qué le compraste? — preguntó el pelinegro con curiosidad.
—Nada importante — dijo el otro con poco interés.
—¡Oh, vamos, Juls! — sonrió su amigo —, ¿te tardaste casi tres horas y no compraste nada?
Julián suspiró, sostuvo el volante con una mano mientras pasaba la otra por su barbilla y habló entre dientes — flores…
—¿Flores? — Miguel hizo un gesto de desagrado — no creo que Agus sea un chico de flores.
—¡Lo sé! — gritó el castaño y apretó el volante en sus manos — pero no supe, ¿de acuerdo?, ¡no supe que comprarle! — sentenció con desespero — estuve recorriendo las tiendas, pensé en un peluche, en chocolates, en flores, en globos, pero al final, me di cuenta que no sé nada de él, solo que le gustan los videojuegos y aunque pensé en comprarle algo de ese tipo, ¿dónde lo iba a jugar? — preguntó con frustración — no tenemos consola en la casa y no sé de qué tipo le gustaría o no, por eso, al terminar, solo compré un ramo de flores y al volver al auto me di cuenta de lo estúpido que era y lo lancé a la cajuela — confesó con ira mal contenida.
Miguel lo había escuchado en silencio, pero al terminar empezó a reír — es la primera vez que te veo así — dijo entre risas, sin poder contenerse —, ese niño saca otro lado tuyo que no te conocía.
—¡Cállate!
—Está bien, tranquilo — el pelinegro negó —, es cierto que no conoces a Agus, pero eso no tiene nada de malo — se alzó de hombros —, mañana, pregúntale a dónde quiere ir y cuando vayan a comer, trata de pasar por una tienda departamental, de seguro en la sección de electrónica o juegos, puedes encontrar algo que le guste.
Julián pensó por un momento — pero, ¿no crees que eso lo molestaría? Es decir, que él tenga que elegir su regalo, no me ha funcionado muy bien antes — señaló molesto, ya que no solo a su ex novio, sino a otras parejas antes, al no saber que comprar, les preguntó o los llevó a elegir y se sintieron ofendidos porque él no fue quien escogió su regalo.
—Agustín es diferente — señaló Miguel con obviedad —, de seguro, él no se enojará, especialmente si le explicas que no sabías que darle y no querías comprar algo que no fuera a gustarle.
El castaño suspiró resignado — espero que tengas razón.
—Tranquilo, todo estará bien y… deberías darle las flores también, quiero ver qué cara pone — se burló.
—A veces eres un imbécil, Mike.
—Sí, me lo has dicho mucho, pero dime, ¿qué flores le compraste?
—Pues, las que había, rosas rojas.
—¿Rosas rojas? — Miguel hizo un gesto de completo desprecio — ¿le regalas a un niño rosas rojas?
—No sabía que flores comprar — se excusó el castaño — y era de las que más había.
—¿Y el imbécil soy yo? — preguntó el otro con molestia.
—¿Por qué dices eso?
—¿Cómo se te ocurre regalarle a un niño rosas rojas? ¿Sabes que eso es pasión y arrebato? Se nota que Agus es completamente inocente, especialmente después de que me contaste que se asustó con el beso que le diste.
—Sí, ¿y?
El pelinegro soltó el aire, entornó los ojos y negó, pero antes de decir algo, vio a un vendedor de flores en una esquina; debido a la fecha, a pesar de que ya era tarde, estaban vendiendo flores en casi todos lados.
—¡Párate ahí! —ordenó, jalando la manga de Julián.
—¿Para qué?
—Tú párate, idiota.
Julián se estacionó un poco más adelante y Miguel salió corriendo del auto, yendo con los vendedores; Julián lo observaba por los espejos laterales y el retrovisor, sin entender lo que su amigo intentaba hacer, hasta que observó como el pelinegro sacaba su cartera, entregaba algo de dinero y el vendedor le juntó todas las flores blancas que tenía, haciéndole un enorme ramo que apenas si abarcaba con ambos brazos.
Julián bajó de inmediato, al verlo batallar para llegar al auto.
—Abre la cajuela — dijo su amigo.
El castaño presionó un botón y la cajuela se abrió; Miguel acomodó las flores y sacó el ramo de rosas rojas; regresó corriendo con el vendedor, le entregó el ramo rojo y después volvió al auto.
—¡Listo! — sonrió ampliamente y se metió al auto.
—Pero qué…
—Flores blancas, amigo mío — interrumpió el pelinegro —, significan inocencia, amor puro y lógicamente, el niño aun no es tu novio, así que no le puedes llegar con rosas rojas, es casi como si le dijeras “quiero cogerte”.
—¡Eso no significan las rosas rojas! — se defendió Julián.
—No, pero las flores rojas es amor pasional, terrenal, sexual, no creo que quieras decirle eso, al menos no antes de que le pidas una relación formal, ¿verdad? — se burló — Podría salir huyendo y tú no tendrías otra oportunidad.
Julián pasó la mano por su nuca y suspiró — puede que tengas razón.
—Anda, vamos, debemos llegar, ya es tarde y esta vez, no llevamos cena.
—No te preocupes — el castaño encendió el auto de nuevo —, le dije a Agus que pidiera algo para cenar.
—¿Qué cosa?
—No lo sé, le dije que lo que se le antojara.
—Bueno, supongo que aprenderás que comida le gusta — el pelinegro rió —, solo espero que sea algo sustancioso, después del entrenamiento, necesito algo de proteínas.
Al llegar al edificio donde vivían, Miguel le quitó las llaves a Julián y él mismo sacó el ramo de flores de la cajuela, luego se acercó a su amigo — abre los brazos y sujétalo con fuerza.
—¿No me vas a ayudar?
—Yo no soy quien corteja a Agus — rió el pelinegro —, por lo que no sería muy agradable que me viera llegando con flores para él, ¿o sí?
—Eso sí…
—Por cierto, me debes lo que pagué por ellas.
El castaño entrecerró los ojos, pero no discutió.
Miguel cerró el auto y fue guiando a Julián por el camino hasta el ascensor, después subieron hasta el piso donde vivían y lo guió por el pasillo hasta la puerta de su departamento; Julián se encontraba ansioso, pero sabía que no podía posponer eso por mucho tiempo.
Miguel abrió la puerta del departamento con su llave y le permitió el paso a su amigo, antes de cerrar.
—¡Agus! — gritó Miguel, llamando al niño.
El menor respondió desde su habitación — ¡voy!
Momentos después salió por el pasillo; llevaba un pantalón holgado y mientras caminaba, iba poniéndose un suéter, ya que estaba haciendo frío y parecía que se acababa de bañar, porque su cabello estaba ligeramente húmedo.
—Buenas noches — saludó, pero se quedó sin moverse al ver a Julián con las flores.
Miguel se hizo a un lado y le hizo un gesto con el rostro as su amigo; el castaño se sentía un tanto incómodo, pero caminó hasta el niño.
—No sabía que comprarte para mañana — dio con seriedad —, de hecho, había comprado otro ramo de flores, pero Miguel me convenció de que no eran las correctas, así que te traje estas — extendió las manos —, espero que te agraden y que no sea algo muy tonto o cursi.
Agustín miró las flores y luego miró a Julián; no dijo nada, incluso, aguantó la respiración un momento. Los músculos del universitario se tensaron, a la espera de lo que el menor tenía que decir y mentalmente estaba maldiciendo a Miguel, porque le había obligado a regalarle tantas flores, que seguramente, a Agustín no le agradaban.
—Son… muchas — dijo el menor y las recibió con cuidado, sintiendo que sus mejillas ardían y una sonrisa nerviosa y emocionada bailaba en sus labios — ¡gracias! — dijo al fin con emoción, abrazando el enorme ramo y mirando a los ojos al mayor.
—De… nada…
—Ven, Agus — Miguel se había adelantado yendo a la cocina y volvía con unos frascos con agua —, no son floreros, pero servirán para que pongas las flores — le guiño un ojo.
—Gracias.
El adolescente acomodó las flores, que apenas cupieron en los tres enormes recipientes que Miguel le entregó y las dejaron en la mesa, dónde había un par de cajas de pizza. Los tres se sentaron a comer y Julián habló con seriedad.
—Agus, mañana no iras a la escuela — dijo fríamente.
—¿Por qué? — preguntó el menor, después de pasar el bocado.
—Porque iremos a otro lado.
—¿A dónde?
—A… — Julián dudó — aun no lo sé con exactitud.
—Y tú, ¿no tienes clases en la universidad?
—No — mintió.
Agustín frunció el ceño y posó su mirada en Miguel, quien había estado mirando a uno y a otro, siguiendo la conversación.
—Me está mintiendo, ¿verdad?
—Sí — asintió el pelinegro.
—¡Mike!
—¡¿Qué?! — su amigo levantó una ceja —,si yo sí voy a la escuela y tú no, obvio iba a saber que estas mintiendo, ya que vamos a las mismas clases.
El niño puso un gesto serio — ¿qué fue lo que me dijiste hace unas semanas? — preguntó molesto, pero no dejó que el mayor indagara a qué se refería — me dijiste “miénteme una sola vez y sabré que me equivoqué en la percepción que tuve de ti…”, ahora puedo decir lo mismo, así que ¡no me mientas! — pidió con voz fría.
Julián se sorprendió y no fue el único, ya que Miguel también se quedó con la boca abierta.
El castaño respiró profundamente — de acuerdo — dijo con seriedad —, pedí permiso y me darán un justificante en mi trabajo, para poder faltar mañana a la escuela, así podemos salir juntos, por eso no quiero que vayas tú a la secundaria.
Agustín volteó a ver a Miguel, esperando que el otro le confirmara lo que acababa de escuchar.
—Eso sí es verdad — asintió.
Agustín entrecerró los ojos por un momento, pero después, suavizó el semblante — de acuerdo — dijo sin más y siguió comiendo.
Los amigos se miraron entre sí; era obvio que Agustín tenía carácter, aunque no lo conocían mucho.
—¿Tú no tienes problemas en faltar? — preguntó Julián con curiosidad.
—No — negó el adolescente —, es el día de la amistad, normalmente no hay clases, es solo para socializar — sonrió divertido —, así que los dos años anteriores fui a la escuela, pero me retiraba temprano, ya que no socializo mucho.
Después de eso, los tres cenaron en silencio; al terminar, Miguel dijo que se iría a su habitación a trabajar en sus tareas, aunque él y Julián, le ayudaron a Agustín a llevar las flores a su recámara.
Finalmente, los universitarios se retiraron a sus habitaciones y Julián fue a bañarse para relajarse, antes de dormir.
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