Capítulo VII
Los siguientes días, Julián no pudo ver a Agustín, ya que tenía que presentarse a sus entrenamientos, pero el menor le respondía los mensajes y las llamadas, hasta las seis o siete de la tarde, que le decía que ya estaba en su casa y no podía responder. El fin de semana, Julián quería invitar a salir a Agustín, no pudo porque tuvo trabajo y le dijo que no podían hablar hasta el domingo; lo malo fue que regresó hasta casi media noche del domingo a su departamento, junto con Miguel y encendió el celular, ya que lo había apagado mientras estaba en el trabajo.
Apenas el aparato estuvo encendido, empezó a sonar; eran mensajes de Agustín.
El primero haba sido antes de las siete de la noche, donde le decía que su mamá lo había sacado de su casa y le dijo que iría a casa de su abuela. Casi una hora después, le envió un mensaje donde le decía que su tío lo corrió y no tenía donde quedarse; algo que alteró al castaño, ya que ese día estaba haciendo mucho frío. Recibió un mensaje a las nueve, donde le preguntaba si aún estaba en pie la oferta; finalmente, el último mensaje había sido a las diez, donde le dijo que entendía que no podía ayudarlo esa vez, así que iría a buscar dónde dormir.
Julián no esperó, agarró las llaves de su auto y salió de inmediato, mientras le marcaba a Agustín.
—¡Juls! ¡¿A dónde vas?! — preguntó Miguel desde el marco de la puerta.
—¡Por Agustín! — respondió, casi corriendo por el pasillo.
Los timbres se escuchaban, pero no había respuesta, lo intentó un par de veces más, hasta que la voz de Agustín se escuchó, medio adormilada.
—“¿Hola?...”
—¡¿Dónde estás?! — preguntó de inmediato el castaño, mientras esperaba el ascensor.
—“Ah… en… en la central de autobuses…” — una risita nerviosa se escuchó — “aquí no corren a las personas que se quedan durmiendo en los pasillos…”
El corazón de Julián se oprimió — voy por ti — dijo con seriedad.
—“No, está bien… pasare aquí la noche y mañana iré a buscar a un amigo, a ver si me puede ayudar y…”
—Iré por ti, no te muevas de ahí, ¡¿entendiste?!
—“Pero, no es…”
Julián colgó, no quería que el otro objetara más; estaba que echaba chispas del coraje, «debí estar para él…» pensó molesto, mientras bajaba en el elevador «si ese sujeto le hizo algo, ¡voy a matarlo!»
Su mente estaba hecha un lío, solo podía pensar en que Agustín había pasado por un mal momento y él no lo ayudó, aunque le había dicho que estaría para ayudarle; sus manos apretaban con fuerza el volante y sentía que iba demasiado lento, a pesar de que sobrepasaba los límites de velocidad. porque casi todas las calles estaban despejadas.
Al llegar a la central de autobuses, dejó su auto en el estacionamiento y entró al edificio, al momento en que le marcaba a Agustín.
—“¿Hola?”
—¿Dónde estás?
—“Te dije que estoy en la central…” — respondió el menor.
—Estoy aquí, dime dónde estás exactamente.
—“¿De verdad… viniste… por mí?” — la voz de Agustín se escuchó con debilidad.
Julián se exasperaba porque el niño no le respondía — sí, obvio, ¡¿dónde estás?!
—“Cerca de… cerca de los baños de la sección de restaurantes…”
—De acuerdo, no cuelgues, quiero que me guíes a donde estás.
—“¿Por dónde entraste?”
—Por la puerta del estacionamiento — respondió el castaño, caminando con paso rápido, moviéndose entre la gente, porque a pesar de que no era época de vacaciones, había muchas personas en el lugar.
—“Ah, bueno… caminaré hacia allá…”
—¡No! No te muevas — dijo el universitario —, podemos cruzarnos en el camino y estaríamos dando vuelta a lo estúpido, ¡quédate dónde estás!
—“De acuerdo… entonces… ah… estoy delante del restaurante de hamburguesas, aunque ya está cerrado…” — comentó el adolescente con diversión.
Julián sonrió débilmente, pero alcanzó a verlo de pie, frente al lugar — te veo…
Agustín miró hacia dónde estaría la entrada del estacionamiento y de inmediato, sus ojos encontraron a Julián — “yo también…”
Los dos colgaron y Julián llegó hasta él; sin contenerse, lo abrazó con fuerza — ¿estás bien? — preguntó con seriedad.
—Sí — el pelinegro asintió —, hoy no me pasó nada… solo que… mi padrastro me quiso pegar, me defendí y… mi madre se enojó porque el que salió con un par de golpes en la cara fue él — contó con tristeza.
Julián respiró más tranquilo — está bien, anda, te llevaré a un lugar más cómodo para que descanses — sonrió —, ¿traes tus pertenencias?
—Solo mi mochila, con las cosas de la escuela — Agustín señaló con su cabeza su pequeño cargamento.
—De acuerdo, vamos…
Julián sujetó de la mano a Agustín, sin darse cuenta que el adolescente bajó el rostro de inmediato; quería ocultar su rostro, ya que lo sentía arder por la situación.
La pareja fue directamente al auto y Julián llevó a Agustín al edificio dónde vivía; el adolescente se sorprendió, porque era un lugar muy lujoso para él. Subieron el elevador en silencio y llegaron a un piso intermedio; finalmente, Julián abrió la puerta del departamento y le invitó a pasar.
—Con permiso — dijo el pelinegro y entró.
Los ojos miel observaron el lugar; era elegante, sobrio, con muebles y decoración que se miraba cara. Un estremecimiento lo cimbró; se sentía inquieto y nervioso.
—Bien, voy a preparar tu habitación — señaló el mayor.
En ese momento, Miguel salió por el pasillo.
—Ah, ya llegaron — sonrió —, estaba por marcarte para saber qué había ocurrido — se cruzó de brazos —, hola, Agus…
—Hola — dijo el adolescente con vergüenza.
—Ya preparé la otra habitación — señaló hacia atrás y luego le dirigió una mirada a Julián —, hay cena en la estufa, yo ya comí, así que me voy a dormir, necesito descansar, hasta mañana — dio media vuelta y fue a la habitación que le correspondía.
Julián se había mantenido en silencio, no quería decir nada, pues prefería hablar de las cosas a solas con Miguel.
—Anda, hay que cenar.
El castaño le hizo una seña a su invitado y lo guió hasta la barra de la cocina. Agustín se sentó en un banquillo y esperó pacientemente; Julián calentó lo que su compañero había hecho de cenar y le sirvió en un plato, después le dio agua y se sentó a su lado.
Al empezar a comer Agustín suspiró.
—Gracias por recibirme esta noche, mañana iré a buscar a un conocido y…
—No es solo por esta noche — Julián habló con seriedad —, puedes quedarte aquí todo el tiempo que quieras.
El menor respiró profundamente — yo… no tengo dinero para pagarte por dejarme quedar en un lugar como este — sonrió débilmente — y no sé si a tu amigo le agrade la idea.
—Miguel está de acuerdo — contestó el mayor —, él me dijo que te trajera desde que supo que tenías problemas en tu casa — explicó con rapidez, al ver la cara sorprendida del otro — y no tienes que pagarme nada, este lugar, Miguel y yo lo pagamos con trabajo, así que podemos hacer lo que queramos.
—¿Trabajo? — indagó el pelinegro — No sabía que trabajabas.
Julián sonrió con cinismo — hay muchas cosas que no sabes de mí, pero las sabrás a su debido tiempo, ahora cena, que debes prepararte para dormir.
—Pues… no tengo nada para dormir, ni siquiera cepillo de dientes — se burló el menor — y si mañana quiero ir con esta ropa a la escuela, tendré que dormir desnudo para no ensuciarla más de lo que ya está.
Julián se ahogó con la bebida y empezó a toser; la simple idea de que Agustín estuviera desnudo, en la habitación contigua, no lo iba a dejar conciliar el sueño.
—Yo… te prestaré algo para que duermas — dijo el mayor, después de respirar profundamente —, mañana arreglaremos lo de tus cosas, no te preocupes.
—¿Cómo?
—Iremos a tu casa, por las pertenencias que tengas.
—Ya había pensado en eso — suspiró —, iba a ir temprano — especifico —, mi madre estará en su trabajo y su esposo seguramente estará profundamente dormido, a causa del alcohol de hoy — su voz sonaba llena de desprecio.
—Entonces, iremos juntos, ¿de acuerdo? Así traemos todo en el auto y no tienes que cargar nada.
—Gracias…
Después de eso, ambos comieron en silencio, pero Agustín levantaba la mirada de cuando en cuando; tenía muchas inquietudes y por alguna razón, no podía quitarse esa sensación extraña que tenía.
—¿Por qué me ayudas? — preguntó después de un momento.
Julián respiró hondamente, bebió de su vaso y pensó un poco; no quería mentirle, pero le preocupaba más asustarlo.
—¿Está mal si te ayudo?
—No — negó el pelinegro —, pero, ¿por qué lo haces? — indagó con más curiosidad — He aprendido que uno no hace nada si no tiene motivos.
—Entonces, ¿por qué aceptas que te ayude? — el castaño sonrió — si nadie hace algo sin motivo, tú debes tener uno para aceptar mi ayuda.
El color subió al rostro de Agustín y desvió la mirada — ah… no lo sé… a pesar de que apenas te conozco, confío en ti, por eso… creo que… eres bueno y no tengo por qué rechazar tu ayuda…
—¿Solo por eso?
El adolescente se mordió el labio — no — musitó —, pero, decir lo otro es… vergonzoso.
Julián levantó una ceja — ¿por qué?
Agustín apretó el cubierto en su mano y apretó los labios.
—¿Te gusto? — preguntó el universitario con algo de cinismo — ¿es eso? Por eso aceptaste salir conmigo, ¿no es así?
El labio inferior de Agustín tembló y se incorporó de inmediato — no debí venir, me voy…
Intentó alejarse, pero Julián lo sujetó de la mano.
—Tú me gustas, por eso te ayudo — confesó el mayor con seriedad —, desde hace meses que te veo jugando en esas máquinas de videojuegos y me llamaste la atención — su mirada castaña estaba fija en los ojos miel de Agustín —, no quería acercarme porque sabía que eras un niño — señaló —, por eso, no fue hasta que Miguel me hizo dar el primer paso, que me atreví a hablarte — sonrió divertido —, me gustas, estoy empezando a quererte y lo sé, porque me duele verte lastimado, porque me molesta que quieras mentirme y porque me frustra que debido a tú edad, no debo intentar nada, pero eso no quita que desee que estés bien, por eso te estoy ayudando.
El cuerpo de Agustín se cimbró por completo; pasó saliva y respiró agitado.
—Tú… también me gustas — confesó con debilidad —, eres el primer chico que me gusta tanto — sonrió nerviosamente —, pero cada vez que te veo y conozco de ti, me doy cuenta que hay algo que nos separa y no es solo mi edad.
—¿Qué es, entonces?
—Estamos en mundos diferentes — respondió de inmediato —, tu eres de una familia acomodada, eso es notorio — se alzó de hombros —, yo… bueno, yo no tengo nada y no quisiera que las personas digan que esto que siento es por interés, porque me dolería que tú lo llegaras a creer.
Julián sonrió, le gustaba esa sinceridad.
Sin pensar, el mayor jaló al adolescente, acercándolo a él y lo besó en los labios; un beso sorpresivo para Agustín que se quedó pasmado sin saber qué hacer o cómo actuar. Al darse cuenta que el menor no le correspondía, Julián lo alejó.
—Lo siento, fue un impulso.
Agustín no dijo nada, aún estaba sorprendido y luego bajó el rostro, respirando con agitación y pasando los dedos por sus labios.
—Vamos, te llevaré a tu habitación.
—Ese… ese fue mi… primer beso — confesó el adolescente.
Julián se sorprendió, pero entonces entendió por qué no pareció corresponderle.
—Lo siento, debí pedirte permiso.
—¡No! — Agustín levantó el rostro — fue… agradable — sonrió con emoción.
El mayor bajó el rostro, sonrió y negó; esa sonrisa le había robado el corazón.
—Vamos, es mejor que descanses de una vez…
Julián llevó a Agustín a la habitación que Miguel le había preparado, lo dejó solo un momento mientras iba por algo de su ropa, para que el niño no durmiera desnudo y le llevó algunos enseres de aseo, tanto para la higiene dental, como para su aseo personal, por si deseaba tomar un baño.
Finalmente, el universitario se despidió y fue a su habitación.
Al terminar su rutina nocturna, se recostó en la cama, con la imagen de Agustín en su mente.
—Realmente, es un niño encantador — musitó divertido.
No sabía si era amor, pero le gustaba esa sensación que tenía, solo por pensar en él.
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