Capítulo VI
Agustín se sentía incómodo, mientras el medico lo revisaba; Julián estaba en el área del escritorio y el niño era acompañado por una enfermera, ya que siendo menor de edad, no podía estar a solas con el médico. El hombre lo revisó con detenimiento y preguntó la causa de tantos golpes, a lo que el jovencito le respondió que se había peleado en la escuela, algo que para el doctor era claramente una mentira.
El médico terminó de revisarlo y le pidió a la enfermera que ayudara al menor a cambiarse de vuelta, mientras él iba a hablar con Julián.
—Bien, Agustín no tiene nada grave — sonrió el hombre con amabilidad —, pero me gustaría hablar con sus padres y no con su… ¿primo? — levantó una ceja, era obvio que no le creía nada al universitario, sobre su relación.
Julián respiró profundamente — está bien, no soy su primo — confesó —, pero él me dijo que lo golpeó su padrastro y su mamá lo amenaza para que no lo acuse con nadie, por lo que supongo que no querrá venir con ellos.
El médico entrelazó las manos sobre el escritorio.
—Es un caso de violencia infantil — dijo seriamente —, Agustín trae muchos hematomas y cicatrices en todo el cuerpo, no solo los que muestra en su rostro que son a causa de golpes con las manos — anunció con calma —, algunos golpes que muestra en su espalda, seguramente fueron causados por algún objeto metálico, como la hebilla de un cinto y otros recientes, así como cicatrices pasadas, son golpes y laceraciones causadas por correas y algunos otros objetos — explicó —, es necesario avisar a las autoridades.
Julián sintió que la sangre hervía dentro de él; hasta ese día, no se imaginaba que Agustín sufriera de algún abuso en su hogar, pero nada podía hacer.
—Al venir para acá — estrujó sus dedos con ansiedad —, me pidió que no dijera lo de su padrastro — Julián se notaba furioso —, dijo que si lo metía en problemas, su mamá se enojaría con él, incluso, si él intenta defenderse, su madre le obliga a no contestar los golpes, así que… no creo que quiera que lo denunciemos.
El medicó respiró profundamente y se recargó en la silla, mirándolo con seriedad — no eres un pariente, no eres responsable legalmente, en este punto, debo llamar a la policía…
Julián levantó el rostro y lo miró con seriedad — no creo que esa sea una buena idea.
El médico levantó una ceja, sabía quién había pedido esa cita de urgencia, así que no podía simplemente contravenir algunas ordenes, pero era su trabajo indagar más, por la salud de su paciente — ¿desde hace cuánto lo conoces?
—¿Qué?
—¿Desde hace cuánto lo conoces? — repitió la pregunta.
Julián respiró profundamente — algunos meses — se alzó de hombros —, pero hasta hace unos días… desde la semana pasada — especificó —, empezamos a ser amigos, a platicar — ladeó el rostro —, sé que hoy cumple años, quince — sonrió —, pero no somos tan cercanos.
El médico sonrió — eso es todo lo que quería saber…
—¿Por qué?
El médico respiró con más calma —, si hay algún indicio de que ustedes tienen una relación más… íntima — especificó —, sería mucho más grave.
El castaño sonrió con debilidad — no… no tenemos nada de eso.
El hombre asintió — siendo así, solo por esta vez, puedo dejar pasar esto, haciéndote responsable y confiando que ayudarás a evitar que esto ocurra una vez más — sentenció —, pero tendrás que estar al pendiente y si esto vuelve a ocurrir, debes ir de inmediato a las autoridades — el hombre puso un gesto serio —, realmente temo por la seguridad de mi paciente y las cicatrices me dicen que puede ocurrir una desgracia.
—Lo entiendo — Julián asintió —, no se preocupe, estaré al pendiente y haré lo que tenga que hacer.
El medico asintió y en ese momento, Agustín salió acompañado de la enfermera, iba con la cabeza gacha y estrujaba nervioso la correa de su mochila.
—¿Cómo te sientes? — preguntó el médico.
—B… bien — titubeó el menor y forzó una sonrisa.
—De acuerdo, le estaba dando unas indicaciones a tu primo — señaló al castaño y luego sujetó su pluma y sacó de una gaveta su recetario —, no tienes nada grave — dijo condescendiente —, los golpes y moretones, se quitarán con un ungüento y para el dolor te daré unas pastillas, ¿de acuerdo?
—Sí…
—Trata de no pelearte más, no es bueno — prosiguió el médico con seriedad —, además, en una pelea, cualquier cosa puede pasar y podrías resultar herido gravemente — regañó —, es mejor evitarlo, a cualquier costo, ¿entendido?
Agustín sintió que un escalofrío lo recorría; el doctor parecía no hablar realmente de peleas, pero no quiso delatarse preguntando, tal vez eran figuraciones suyas.
—Aquí está — el médico le entregó el pequeño papel a Julián —, en la farmacia del hospital puede comprar los medicamentos — sonrió —, mi asistente enviará a quien corresponde la factura, para el cobro de la consulta, así que no te preocupes por eso.
—Muchas gracias…
—Cuídate, Agus — sonrió el hombre y lo despeinó después de despedirse de mano de Julián.
La pareja salió, bajaron por el elevador y fueron a la farmacia a comprar los medicamentos y un bote de agua. Agustín se asustó al ver la cuenta, solo de lo que se compró ahí, seguramente la consulta fue mucho más cara, pues era un hospital privado.
Después, fueron al estacionamiento; Julián le abrió la puerta a Agustín y después fue a su lugar.
—Ten — le entregó la bolsita con los medicamentos y el agua —, toma las pastillas y lo demás, guárdalo, después te pones los ungüentos.
—No debiste comprarlo — el niño negó.
—¿Por qué no? Era necesario.
—Eran muy caros, incluso la botella de agua — dijo con vergüenza —, yo no puedo pagarte esto — respiró con dificultad.
—¡Ey!, tranquilo — el universitario sonrió y le acarició el cabello —, no te lo estoy cobrando, ¿entendido?
Agustín entrujó la bolsa entre sus manos y miró al mayor con inquietud.
—No pongas esa carita — el castaño ladeó el rostro —, vamos a que comas algo.
—Debo ir a casa, ya es tarde.
—Te llevaré a tu casa.
El sobresalto cimbró a Agustín.
—Te llevaré, sin objeción, ¿entendido?
El menor bajó el rostro, se sentía inquieto; tenía que buscar la manera de evitar que Julián fuera a su casa.
Durante la comida, Agustín se sinceró con Julián sobre la situación en su casa; habló sobre su madre, su padrastro y el cómo ese hombre lo golpeaba siempre que llegaba ebrio. No tenía a dónde ir, porque no podía quedarse con su abuela, a pesar de que ella se lo ofrecía siempre.
—Entiendo — el universitario bebió un poco del café que había pedido —, pero no puedo dejarte ahí con tanta facilidad, después de lo que me dijo el médico — dejó la taza sobre el pequeño plato que hacía juego —, de ser necesario, creo que debo meterme en el asunto.
—¡Pero apenas me conoces! — comentó el adolescente con sorpresa.
—¿Y eso qué? — el castaño levantó una ceja —, no necesito conocerte mucho para llamar a la policía y denunciarlos.
—¡No! — Agustín negó —, mi mamá se enojaría mucho conmigo.
—Eres su hijo…
—Pero él es su esposo — suspiró —, no importa, de ahora en adelante, evitaré cruzarme en su camino — sonrió cansado —, seguramente no volverá a pasar — se alzó de hombros —, tenía desde el fin de año que no ocurría.
—¿En menos de un mes, te ha golpeado dos veces, Agustín?
Agustín hizo un mohín — la de fin de año no fue tan mala, lo esquivé la mayor parte del tiempo — se burló, pero al ver la mirada escéptica del otro, bajó el rostro, apenado.
Julián suspiró cansado — ¿no tienes más familia?
El niño se mordió el labio — un tío… pero tampoco me quiere, así que técnicamente, no, no tengo más familia.
Ambos guardaron silencio, Agustín siguió comiendo, mientras Julián pensaba las opciones. Su celular timbró y respondió de inmediato, ya que sabía que era Miguel.
—Vuelvo — dijo para el niño —, no te muevas de aquí.
Agustín asintió y siguió comiendo, mientras Julián se alejaba un poco.
—Ey, ¿ya acabó la práctica?
—“…Sí, Alex me mandó un mensaje diciéndome que irías al hospital, ¿qué ocurrió?...”
—Agustín tiene problemas en su casa y tuve que llevarlo al doctor…
La manera tan escueta de hablar de Julián, le dio a entender a su amigo que era un tema delicado como para tratarlo por teléfono —“…¿está bien? ¿Te quedaste sin reservas? Alex me dijo que le pediste que interviniera...”
—Está bien, no es grave, pero si es algo delicado — pasó la mano por su frente — y no te preocupes, tengo dinero, el ‘jefe’ pagará la consulta y yo unos medicamentos sencillos.
—“…¿No necesitas que te haga una transferencia?...”
—No, está bien — Julián suspiró —, tengo más que suficiente de dinero, es lo único bueno de que no he gastado mucho desde que me quedé sin novio.
—“…¿Qué harás ahora?...”
—No lo sé — respondió con seriedad —, realmente no me siento tranquilo dejándolo en su casa, no después de lo que me acabo de enterar hoy.
—“…¿No tiene parientes? ¿Algún familiar con quien pueda estar?...”
—Tal parece que no.
El silencio reinó un momento, hasta que Miguel rió — “llévalo al depa…” — dijo con toda calma.
—¡¿Qué?!
—“Hay una habitación sola, él estudia a unas cuadras del campus, puede ir y venir con nosotros…” — explicó con rapidez — “…no nos estorbará un niño de quince años…”
—No creo que sea buena idea.
—“¿Tienes miedo de no poder controlarte?”
—Aparte — respondió el castaño con toda sinceridad —, me preocupa lo que pueden decir sus familiares…
—“Si eso te preocupa, ¿por qué no le pides ayuda a Alejandro?” — el tono de Miguel, tenía un tinte de malicia.
—Lo pensé — admitió fríamente su amigo —, créeme que lo pensé, pero me gustaría que fuera la última opción y no la primera.
—“Cómo quieras, pero creo que es mejor que le busques donde quedarse a que le permitas volver a dónde al parecer, no estás seguro de que estará bien…”
—Bien… lo tendré en cuenta…
—“Cuídate y nos vemos en la noche…”
—Sí…
—“Ah, y mañana tienes que ir al entrenamiento, ¿de acuerdo?”
—Bien.
Julián colgó y volvió con Agustín, quien estaba terminando su comida.
—¿Listo? — preguntó el castaño.
—Sí.
—Vamos, te llevaré a casa de tu abuela.
—¿De mi abuela?
—Sí, me dijiste que a veces te quedas con ella, ¿no?
Agustín bajó el rostro — sí, pero ya no puedo.
—¿Por qué? — Julián se puso en alerta.
—Porque mi tío y su familia están viviendo ahí — respondió con debilidad —, no les agrado y no quiero que mi abuela se mortifique porque me digan algo desagradable.
El castaño respiró profundamente «no me lo estás poniendo sencillo, Agustín…» pensó con molestia y pasó la mano por su barbilla — bien, entonces te llevaré a tu casa.
—No puedes llevarme ahí, si mi padrastro se da cuenta…
—Te dejaré a unas calles de ahí — interrumpió el mayor —, anda, vamos.
Agustín respiró profundamente, pero terminó accediendo; Julián pagó el consumo de ambos y fueron al automóvil.
Durante la comida, Agustín se sinceró con Julián sobre la situación en su casa; habló sobre su madre, su padrastro y el cómo ese hombre lo golpeaba siempre que llegaba ebrio. No tenía a dónde ir, porque no podía quedarse con su abuela, a pesar de que ella se lo ofrecía siempre.
—Entiendo — el universitario bebió un poco del café que había pedido —, pero no puedo dejarte ahí con tanta facilidad, después de lo que me dijo el médico — dejó la taza sobre el pequeño plato que hacía juego —, de ser necesario, creo que debo meterme en el asunto.
—¡Pero apenas me conoces! — comentó el adolescente con sorpresa.
—¿Y eso qué? — el castaño levantó una ceja —, no necesito conocerte mucho para llamar a la policía y denunciarlos.
—¡No! — Agustín negó —, mi mamá se enojaría mucho conmigo.
—Eres su hijo…
—Pero él es su esposo — suspiró —, no importa, de ahora en adelante, evitaré cruzarme en su camino — sonrió cansado —, seguramente no volverá a pasar — se alzó de hombros —, tenía desde el fin de año que no ocurría.
—¿En menos de un mes, te ha golpeado dos veces, Agustín?
Agustín hizo un mohín — la de fin de año no fue tan mala, lo esquivé la mayor parte del tiempo — se burló, pero al ver la mirada escéptica del otro, bajó el rostro, apenado.
Julián suspiró cansado — ¿no tienes más familia?
El niño se mordió el labio — un tío… pero tampoco me quiere, así que técnicamente, no, no tengo más familia.
Ambos guardaron silencio, Agustín siguió comiendo, mientras Julián pensaba las opciones. Su celular timbró y respondió de inmediato, ya que sabía que era Miguel.
—Vuelvo — dijo para el niño —, no te muevas de aquí.
Agustín asintió y siguió comiendo, mientras Julián se alejaba un poco.
—Ey, ¿ya acabó la práctica?
—“…Sí, Alex me mandó un mensaje diciéndome que irías al hospital, ¿qué ocurrió?...”
—Agustín tiene problemas en su casa y tuve que llevarlo al doctor…
La manera tan escueta de hablar de Julián, le dio a entender a su amigo que era un tema delicado como para tratarlo por teléfono —“…¿está bien? ¿Te quedaste sin reservas? Alex me dijo que le pediste que interviniera...”
—Está bien, no es grave, pero si es algo delicado — pasó la mano por su frente — y no te preocupes, tengo dinero, el ‘jefe’ pagará la consulta y yo unos medicamentos sencillos.
—“…¿No necesitas que te haga una transferencia?...”
—No, está bien — Julián suspiró —, tengo más que suficiente de dinero, es lo único bueno de que no he gastado mucho desde que me quedé sin novio.
—“…¿Qué harás ahora?...”
—No lo sé — respondió con seriedad —, realmente no me siento tranquilo dejándolo en su casa, no después de lo que me acabo de enterar hoy.
—“…¿No tiene parientes? ¿Algún familiar con quien pueda estar?...”
—Tal parece que no.
El silencio reinó un momento, hasta que Miguel rió — “llévalo al depa…” — dijo con toda calma.
—¡¿Qué?!
—“Hay una habitación sola, él estudia a unas cuadras del campus, puede ir y venir con nosotros…” — explicó con rapidez — “…no nos estorbará un niño de quince años…”
—No creo que sea buena idea.
—“¿Tienes miedo de no poder controlarte?”
—Aparte — respondió el castaño con toda sinceridad —, me preocupa lo que pueden decir sus familiares…
—“Si eso te preocupa, ¿por qué no le pides ayuda a Alejandro?” — el tono de Miguel, tenía un tinte de malicia.
—Lo pensé — admitió fríamente su amigo —, créeme que lo pensé, pero me gustaría que fuera la última opción y no la primera.
—“Cómo quieras, pero creo que es mejor que le busques donde quedarse a que le permitas volver a dónde al parecer, no estás seguro de que estará bien…”
—Bien… lo tendré en cuenta…
—“Cuídate y nos vemos en la noche…”
—Sí…
—“Ah, y mañana tienes que ir al entrenamiento, ¿de acuerdo?”
—Bien.
Julián colgó y volvió con Agustín, quien estaba terminando su comida.
—¿Listo? — preguntó el castaño.
—Sí.
—Vamos, te llevaré a casa de tu abuela.
—¿De mi abuela?
—Sí, me dijiste que a veces te quedas con ella, ¿no?
Agustín bajó el rostro — sí, pero ya no puedo.
—¿Por qué? — Julián se puso en alerta.
—Porque mi tío y su familia están viviendo ahí — respondió con debilidad —, no les agrado y no quiero que mi abuela se mortifique porque me digan algo desagradable.
El castaño respiró profundamente «no me lo estás poniendo sencillo, Agustín…» pensó con molestia y pasó la mano por su barbilla — bien, entonces te llevaré a tu casa.
—No puedes llevarme ahí, si mi padrastro se da cuenta…
—Te dejaré a unas calles de ahí — interrumpió el mayor —, anda, vamos.
Agustín respiró profundamente, pero terminó accediendo; Julián pagó el consumo de ambos y fueron al automóvil.
En el camino, Agustín le fue dando indicaciones a Julián y el mayor consiguió su meta; supo por fin donde vivía, ya que pasaron frente a su casa, aunque lo dejó a dos calles, justo donde normalmente bajaba del transporte.
—Hasta mañana — sonrió el pelinegro.
—Agus… — Julián lo sujetó del brazo antes de que bajar del auto.
El menor lo miró con curiosidad, a la espera de lo que le tuviera que decir.
—Si en algún momento, no tienes a dónde ir, en donde vivo hay una habitación que puedes usar — ofreció —, vivo con un compañero, pero no creo que a él le moleste.
Agustín se mordió el labio — agradezco la oferta pero… bueno, no tengo dinero para pagarles por el hospedaje y no quisiera ser un parásito ahí también, como lo soy en mi casa.
—No lo serías, de verdad.
—Lo pensaré…
Julián respiró profundamente — está bien, solo recuerda que el celular no es solo para llamarme a mí, sino también para llamadas de emergencia — dijo con seriedad —, cualquier cosa, marca a la policía, a la cruz roja o a mí, yo vendré si me necesitas, ¿entendido?
El pelinegro sonrió — gracias, lo tendré en cuenta.
Agustín salió del auto y antes de alejarse, se despidió con un ademán de mano. Julián lo correspondió y espero a que la silueta desapareciera, para irse de ahí; estaba preocupado, pero nada podía hacer.
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