Capítulo IV
A las diez y media, Julián se estacionó a una calle de la papelería; a pesar que el campus universitario estaba abierto, para albergar a los alumnos que acudían a actividades sabatinas, él no quería entrar, por lo que prefirió esperar en otro lado.
Sacó su celular y le envió un mensaje a Agustín, después de inclinar el asiento para poder descansar unos minutos más; a pesar de que en la noche, Alejandro le dio oportunidad de no trabajar tanto como otros y de que él, junto con Miguel, se retirara temprano, no durmió bien por pensar en Agustín.
Aunque quería descansar, esperaba que el adolescente llegara temprano, ya que él detestaba la impuntualidad, además, quería conocerlo más, porque el día anterior hablaron poco, pues el niño se excusó diciendo que no podía responderle, ya que no quería que su madre se enterara que tenía un celular y además tenía mucha tarea.
“Ya estoy aquí…” fue la respuesta a su mensaje y se sorprendió.
Reacomodó el asiento, salió de su auto y caminó llegando a la esquina, desde donde alcanzó a ver a Agustín, parado frente a la papelería, con el celular en la mano, mirando hacia la máquina de videojuegos, que era ocupada por unos universitarios.
Julián se acercó y Agustín no lo notó, hasta que lo tuvo tras él.
—¿Entretenido? — preguntó con media sonrisa.
—Ah, hola… ¡buenos días! — sonrió el pelinegro con emoción.
—Buenos días.
—No, solo — el menor se alzó de hombros —, pensaba jugar mientras esperaba, no sabía cuánto tardarías, ya que dijiste que estabas en camino.
—Si quieres jugar, juega — señaló la máquina —, puedo esperar un rato.
—No, está bien, puedo jugar otro día.
Julián dudó, era obvio que los videojuegos eran una parte importante de ese niño, pero tampoco quería presionarlo.
—De acuerdo, ¿estás listo?
—Sí.
—Vamos.
El universitario guió a su pequeño compañero hasta donde estaba su auto; cuando Agustín observo el vehículo pareció ponerse nervioso, debido a que se miraba nuevo y lujoso, pero Julián le sonrió y abrió la puerta del copiloto, para dejarlo entrar. El pelinegro respiró profundamente y se acomodó en su lugar.
El castaño fue al asiento del conductor y se puso el cinturón.
—Bien, dime, ¿hasta qué hora tienes libre?
—Oh, ah… a las seis a más tardar, debo volver a casa.
—De acuerdo — sonrió y encendió el motor —, me aseguraré de llevarte sano y salvo a esa hora.
—¡No! — Agustín negó — no puedes llevarme, yo… debo llegar como me fui, por favor…
Julián entrecerró los ojos, quería indagar los motivos de Agustín, pero prefirió tomarlo con calma y esperar, al menos hasta que le tuviera un poco más de confianza.
—Está bien — accedió —, por ahora, ¿ya desayunaste? — ante la negación del adolescente, el universitario sonrió —, siendo así, vamos a desayunar.
Julián llevó a Agustín al centro de la ciudad; no podía llevarlo a un restaurante y tratarlo como a los chicos a quienes intentaba seducir, por lo que lo llevó a comer hamburguesas. El menor parecía sumamente emocionado por ello, tanto que le contó cosas de él, sus gustos, aficiones y sobre sus abuelos maternos, de los cuales, su abuelo había muerto y él, era muy apegado a su abuela; lo único que le extrañó, fue que no habló de sus padres, ni tampoco de amigos o conocidos, pues según no tenía muchas amistades.
Después del desayuno, Julián llevó al jovencito a una central de videojuegos, donde pasaron un largo rato, a pesar de que el mayor se sentía algo fuera de lugar.
Era demasiado ruido para el castaño. Él prefería un lugar tranquilo, paz y calma, por eso había pensado en llevarlo a un museo, pero supuso que eso sería algo aburrido para Agustín y se decantó por ese lugar; en el momento en que observó el gesto de completa felicidad en el pelinegro y escuchó su risa emocionada, sabía que había hecho lo correcto y no le importaba ceder en ello, algo extraño, porque normalmente detestaba hacerlo.
Al terminar, fueron a comer y finalmente lo llevó al cine, donde le complació comprándole palomitas dulces y refresco. Julián no comía palomitas dulces, porque se empalagaba con demasiada facilidad, pero se sintió satisfecho al verlo feliz.
Poco después de las cinco, Julián llevó a Agustín hasta el centro, donde pasaba la ruta que lo llevaría a su casa; estacionó el automóvil y lo acompaño a esperar el transporte.
—Muchas gracias — dijo el Agustín, acomodando nerviosamente su bufanda.
—¿Por qué?
—Fue… ¡un día increíble! — suspiró — es como mi regalo de cumpleaños adelantado.
—¿Cumpleaños?
Agustín se encogió de hombros y bajó el rostro, pero Julián notó que sus mejillas se teñían de rojo.
—El lunes es mi cumpleaños — dijo en un murmullo.
Julián se sorprendió — ¿por qué no me lo dijiste? Pudimos ir a comprar pastel.
—Ah… no es tan importante, además, la salida de hoy y el teléfono de ayer, son como mis regalos — sonrió.
El universitario resopló — no importa, el lunes iremos a comprar pastel, después de la escuela — dijo con voz autoritaria.
Agustín se estremeció, pero un hormigueo en su estómago le hizo suspirar — está bien — asintió de inmediato, con el corazón acelerado.
El ruido de los que estaban alrededor, hizo que el niño volteara a ver hacia la calle; el transporte que esperaba había llegado.
—Debo irme — anunció con rapidez.
—De acuerdo, cuídate — Julián de acarició el cabello, ya que ese día no llevaba gorro —, márcame o mándame mensaje cuando llegues a tu casa, para saber que estás bien, ¿de acuerdo?
—Sí — Agustín asintió con emoción y corrió a subirse al vehículo.
Julián esperó hasta que el transporte partió y luego caminó a donde había estacionado su auto, sumido en sus pensamientos.
“catorce, casi quince… el lunes es mi cumpleaños…”
—Realmente es un niño — musitó y una sonrisa se adueñó de sus labios, por alguna extraña razón, le causaba ternura e ilusión saber eso, aunque de inmediato puso un gesto serio —, mejor no me meto en problemas — sentenció —, me agrada, pero no debo pasar de ahí…
Pagó el estacionamiento y subió a su automóvil, pero al estar dentro, observó el lugar del copiloto y evoco la imagen de Agustín ahí, sonriéndole.
—¡Demonios! — masajeó sus sienes — estoy en problemas — habló con una sonrisa cansada —, de verdad, ese niño me gusta demasiado.
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