Capítulo II
El jueves, a pesar del frío, el día estuvo relativamente tranquilo para los universitarios; ese día, Julián y Miguel, tampoco tenían nada que hacer en la tarde, así que a las tres de la tarde, salían de su salón. Ambos fueron a dejar las cosas en el automóvil, que ese día, era el auto de Miguel el que llevaban, pero él no se subió al vehículo.
—¿Qué? — preguntó Julián, mirándolo por encima del auto, antes de tomar el lugar del copiloto.
—¿Crees que lo olvidé? — el pelinegro sonrió — vamos a la papelería — hizo una seña con la mano.
—Mike, no creo que sea buena idea…
—¿Tienes miedo de que te desilusiones por que no está? — Miguel levantó una ceja — ¡anda!, si no está, nos olvidamos de él y te buscas a otro, pero si está, entonces, ¡aprovecha! — movió las cejas de manera insinuante.
Julián levantó una ceja y sonrió — de acuerdo, pero solo iré a buscarlo hoy, si no está, no me vuelves a presionar.
—Palabra de honor — dijo el otro, haciendo una seña con su mano —, no te presionaré con el niño, pero el finde, después de los asuntos con Alex, nos vamos de juerga a que te busques a alguien con quien coger de manera regular, ¿de acuerdo?
—¿Por qué quieres que “coja”? — preguntó Julián con interés.
—Porque así no me dará pena coger en mi habitación con una morra, mientras tú solo te entretienes con ‘manuela’ — se burló el pelinegro.
—¡Idiota! — Julián entornó los ojos.
—Además, ya pasaron más de seis meses desde tu ex — prosiguió su amigo —, el luto es de menos de un mes, en un noviazgo que ni siquiera era formal.
—No he tenido más de seis meses sin sexo — se defendió el otro —, he tenido encuentros sexuales con algunos chicos y lo sabes.
—Sí, pero ya es hora de que empieces una relación y no solo sea sexo de ocasión.
—No voy a iniciar una relación con un niño, esto es… solo un capricho, pero ni siquiera tendré nada que ver con él — alegó Julián con frialdad.
—Yo solo digo que, cuando eres la primera vez de alguien, puede resultar en algo interesante — sonrió el pelinegro con picardía —, así no tienes problemas como con el individuo aquel, que le gusta andar de “culo pronto”.
—No toquemos ese tema de nuevo — el castaño suspiró —, no espero nada, solo… ¡ni siquiera yo lo sé! ¡Tú me metiste en esto!
—Pero bien que estás emocionado.
—¡Ya, cállate!
Julián cerró la puerta del copiloto y ambos se encaminaron a la salida una vez más, yendo a la papelería. Apenas estuvieron en la acera del campus, vieron al otro lado de la calle al niño; como siempre estaba jugando en la máquina de videojuegos, pero ese día estaba solo.
El castaño se quedó estático; en el fondo, no se había imaginado que estaría ahí, incluso, pensó que se había asustado tanto que no lo volvería a ver.
—Y ahí está — Miguel se cruzó de brazos —, ¿vas solo o necesitas apoyo moral?
Julián lo miró de soslayo — tú me metiste en esto, ahora me acompañas.
—Cómo quieras, pero a mí no me gustan los hombres — especificó el pelinegro, aunque era obvio que el otro lo sabía muy bien.
Los dos universitarios, caminaron hasta el niño, quien parecía sumamente entretenido en su juego.
—¡Hola! — saludó Miguel con amabilidad.
El menor se sobresaltó, pero cuando sus ojos se encontraron con los de Julián, su rostro se puso rojo y bajó de inmediato la mirada, algo que no pasó desapercibido para los amigos.
—Hola — dijo con voz débil.
El silencio reinó un momento, hasta que Miguel le hizo una seña con el rostro a Julián, presionándole y diciéndole con la mirada “todo tuyo…”; el aludido rechinó los dientes, pero no podía echarse para atrás.
—Hoy vienes solo — era para romper el hielo.
—Sí — asintió Agustín, mientras seguía jugando.
—Eso es raro — prosiguió el castaño —, jamás te había visto solo.
Agustín se encogió de hombros, pero no dijo nada y el silencio volvió.
Miguel entornó los ojos, era momento de que le diera el empujón que necesitaba — ¿Agustín, cierto? — preguntó, solo para que el niño se diera cuenta que recordaban su nombre.
—Sí.
—¿Pensaste lo que te dije ayer? — presionó un poco el mayor.
El adolescente le dedico una mirada fría y sus músculos se tensaron; no respondió, simplemente pareció enfocar algo de ira en su juego, moviendo la palanca y presionando los botones con algo de coraje, ganando el combate de inmediato
—Sí — respondió al final, acomodando sus guantes — y no soy una prostituta para que me quieran “rentar” como compañía — soltó con algo de ira y jaló su bufanda —, por eso no estoy interesado, pero gracias por la “oferta”.
Los mayores se sorprendieron, luego Miguel rió.
—¿Lo dices porque dije que yo pagaba? — preguntó con burla —, no me refería a pagarte a ti, me refería a que ponía el dinero para que mi amigo te llevara a dónde quisieras, no es que lo necesite — corrigió —, pero él mismo no se atrevería a invitarte y no quería que pusiera excusas.
—Mike… — Julián intentó reconvenirlo.
El gesto de Agustín cambió de inmediato — yo… pensé que…
Miguel suspiró, cruzó de brazos y miró a Julián — ya te ayudé demasiado, ¿no crees qué es hora que pongas de tu parte?
Julián respiró profundamente, pero sabía que su amigo tenía razón — ¿te gustaría ir a comer algo? — preguntó para el menor, con toda formalidad — si no hoy, ¿otro día?
Agustín sintió que el aire se le escapaba y luego sonrió nerviosamente — solo… ¿solo tú y yo? — preguntó con debilidad.
—Por supuesto — asintió el otro.
Miguel se mantuvo en silencio, no quería hacer mal tercio.
Agustín se movió de un lado a otro, parecía dudar, pero al final sonrió — sí, claro… ¿cuándo?
—El fin de semana, ¿quizá?
El niño asintió — está bien.
Julián sonrió — dame tu número y te marco — señaló, sacando su celular.
Un sobresalto cimbró al adolescente — yo no… no tengo celular — comentó con vergüenza, bajó el rostro y su mano fue al gorro que portaba, bajándolo un poco también, tratando de ocultar su semblante con eso y la bufada.
—Ah…
—¿Por qué no se ponen de acuerdo mañana, aquí mismo? — interrumpió Miguel — así, ambos hacen espacio para el finde y se pueden encontrar sin problema.
—Está bien… — asintió Agustín y luego sujetó su mochila — debo irme — anunció —, hasta mañana — se despidió y salió corriendo.
Julián se quedó pasmado, aún con su celular en mano, observando cómo se alejaba.
—Eso fue descortés — dijo Miguel, sacándolo de su estupor.
—¿Qué cosa? — preguntó su amigo con sorpresa.
—Se nota que es un niño que no tiene mucho dinero — el pelinegro se cruzó de brazos —, se avergonzó al tener que decir que no tiene teléfono, tendrás que disculparte.
Julián respiró profundamente — no lo pensé… fue instintivo, siempre lo hago cuando voy a tener un encuentro con alguien…
—Lo sé, pero esta vez, no es uno de los chicos fáciles que te encuentras — Miguel le hizo una seña —, vamos, en el camino piensa como te disculparás.
—¿Qué? — preguntó Julián, mirándolo por encima del auto, antes de tomar el lugar del copiloto.
—¿Crees que lo olvidé? — el pelinegro sonrió — vamos a la papelería — hizo una seña con la mano.
—Mike, no creo que sea buena idea…
—¿Tienes miedo de que te desilusiones por que no está? — Miguel levantó una ceja — ¡anda!, si no está, nos olvidamos de él y te buscas a otro, pero si está, entonces, ¡aprovecha! — movió las cejas de manera insinuante.
Julián levantó una ceja y sonrió — de acuerdo, pero solo iré a buscarlo hoy, si no está, no me vuelves a presionar.
—Palabra de honor — dijo el otro, haciendo una seña con su mano —, no te presionaré con el niño, pero el finde, después de los asuntos con Alex, nos vamos de juerga a que te busques a alguien con quien coger de manera regular, ¿de acuerdo?
—¿Por qué quieres que “coja”? — preguntó Julián con interés.
—Porque así no me dará pena coger en mi habitación con una morra, mientras tú solo te entretienes con ‘manuela’ — se burló el pelinegro.
—¡Idiota! — Julián entornó los ojos.
—Además, ya pasaron más de seis meses desde tu ex — prosiguió su amigo —, el luto es de menos de un mes, en un noviazgo que ni siquiera era formal.
—No he tenido más de seis meses sin sexo — se defendió el otro —, he tenido encuentros sexuales con algunos chicos y lo sabes.
—Sí, pero ya es hora de que empieces una relación y no solo sea sexo de ocasión.
—No voy a iniciar una relación con un niño, esto es… solo un capricho, pero ni siquiera tendré nada que ver con él — alegó Julián con frialdad.
—Yo solo digo que, cuando eres la primera vez de alguien, puede resultar en algo interesante — sonrió el pelinegro con picardía —, así no tienes problemas como con el individuo aquel, que le gusta andar de “culo pronto”.
—No toquemos ese tema de nuevo — el castaño suspiró —, no espero nada, solo… ¡ni siquiera yo lo sé! ¡Tú me metiste en esto!
—Pero bien que estás emocionado.
—¡Ya, cállate!
Julián cerró la puerta del copiloto y ambos se encaminaron a la salida una vez más, yendo a la papelería. Apenas estuvieron en la acera del campus, vieron al otro lado de la calle al niño; como siempre estaba jugando en la máquina de videojuegos, pero ese día estaba solo.
El castaño se quedó estático; en el fondo, no se había imaginado que estaría ahí, incluso, pensó que se había asustado tanto que no lo volvería a ver.
—Y ahí está — Miguel se cruzó de brazos —, ¿vas solo o necesitas apoyo moral?
Julián lo miró de soslayo — tú me metiste en esto, ahora me acompañas.
—Cómo quieras, pero a mí no me gustan los hombres — especificó el pelinegro, aunque era obvio que el otro lo sabía muy bien.
Los dos universitarios, caminaron hasta el niño, quien parecía sumamente entretenido en su juego.
—¡Hola! — saludó Miguel con amabilidad.
El menor se sobresaltó, pero cuando sus ojos se encontraron con los de Julián, su rostro se puso rojo y bajó de inmediato la mirada, algo que no pasó desapercibido para los amigos.
—Hola — dijo con voz débil.
El silencio reinó un momento, hasta que Miguel le hizo una seña con el rostro a Julián, presionándole y diciéndole con la mirada “todo tuyo…”; el aludido rechinó los dientes, pero no podía echarse para atrás.
—Hoy vienes solo — era para romper el hielo.
—Sí — asintió Agustín, mientras seguía jugando.
—Eso es raro — prosiguió el castaño —, jamás te había visto solo.
Agustín se encogió de hombros, pero no dijo nada y el silencio volvió.
Miguel entornó los ojos, era momento de que le diera el empujón que necesitaba — ¿Agustín, cierto? — preguntó, solo para que el niño se diera cuenta que recordaban su nombre.
—Sí.
—¿Pensaste lo que te dije ayer? — presionó un poco el mayor.
El adolescente le dedico una mirada fría y sus músculos se tensaron; no respondió, simplemente pareció enfocar algo de ira en su juego, moviendo la palanca y presionando los botones con algo de coraje, ganando el combate de inmediato
—Sí — respondió al final, acomodando sus guantes — y no soy una prostituta para que me quieran “rentar” como compañía — soltó con algo de ira y jaló su bufanda —, por eso no estoy interesado, pero gracias por la “oferta”.
Los mayores se sorprendieron, luego Miguel rió.
—¿Lo dices porque dije que yo pagaba? — preguntó con burla —, no me refería a pagarte a ti, me refería a que ponía el dinero para que mi amigo te llevara a dónde quisieras, no es que lo necesite — corrigió —, pero él mismo no se atrevería a invitarte y no quería que pusiera excusas.
—Mike… — Julián intentó reconvenirlo.
El gesto de Agustín cambió de inmediato — yo… pensé que…
Miguel suspiró, cruzó de brazos y miró a Julián — ya te ayudé demasiado, ¿no crees qué es hora que pongas de tu parte?
Julián respiró profundamente, pero sabía que su amigo tenía razón — ¿te gustaría ir a comer algo? — preguntó para el menor, con toda formalidad — si no hoy, ¿otro día?
Agustín sintió que el aire se le escapaba y luego sonrió nerviosamente — solo… ¿solo tú y yo? — preguntó con debilidad.
—Por supuesto — asintió el otro.
Miguel se mantuvo en silencio, no quería hacer mal tercio.
Agustín se movió de un lado a otro, parecía dudar, pero al final sonrió — sí, claro… ¿cuándo?
—El fin de semana, ¿quizá?
El niño asintió — está bien.
Julián sonrió — dame tu número y te marco — señaló, sacando su celular.
Un sobresalto cimbró al adolescente — yo no… no tengo celular — comentó con vergüenza, bajó el rostro y su mano fue al gorro que portaba, bajándolo un poco también, tratando de ocultar su semblante con eso y la bufada.
—Ah…
—¿Por qué no se ponen de acuerdo mañana, aquí mismo? — interrumpió Miguel — así, ambos hacen espacio para el finde y se pueden encontrar sin problema.
—Está bien… — asintió Agustín y luego sujetó su mochila — debo irme — anunció —, hasta mañana — se despidió y salió corriendo.
Julián se quedó pasmado, aún con su celular en mano, observando cómo se alejaba.
—Eso fue descortés — dijo Miguel, sacándolo de su estupor.
—¿Qué cosa? — preguntó su amigo con sorpresa.
—Se nota que es un niño que no tiene mucho dinero — el pelinegro se cruzó de brazos —, se avergonzó al tener que decir que no tiene teléfono, tendrás que disculparte.
Julián respiró profundamente — no lo pensé… fue instintivo, siempre lo hago cuando voy a tener un encuentro con alguien…
—Lo sé, pero esta vez, no es uno de los chicos fáciles que te encuentras — Miguel le hizo una seña —, vamos, en el camino piensa como te disculparás.
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