Capítulo X
En el palacio imperial, un día después del equinoccio de primavera, un hombre de cabello castaño y ojos azules, llegó ante el monarca.
—Veo que vienes como prometiste — señaló el rey —, tu hijo, ¿ya se casó? — preguntó fríamente —, estoy ansioso de darle la noticia a Alejandro, para que mañana mismo acepte casarse en su cumpleaños — sonrió con altivez —, de hecho, tengo a la prometida adecuada aquí mismo, alojándose en el castillo, a la espera de la confirmación del compromiso.
El hechicero pasó saliva con dificultad y sin atreverse a levantar el rostro, habló — su majestad — su voz sonaba nerviosa —, hice lo que me pidió pero… — apretó los puños — mi hijo… no llegó a casa y no sé qué ocurrió con él.
—¡¿Qué dices?! — el rey de cabello dorado con destellos plateados, se incorporó de un salto — si no le digo a mi hijo que el tuyo ya está casado y se lo compruebo, ¡jamás aceptará una boda, antes de su próximo cumpleaños! — gritó con ira —, está por acabarse el tiempo y tú, ¿me dices que tu hijo se perdió?
—Mi rey… realmente no sé cómo disculparme pero…
En ese momento, la puerta principal se abrió; la guardia real se puso a la defensiva, pero al ver al rubio de ojos verdes, ataviado con ropa real y ostentando la corona del príncipe, se inclinaron de inmediato. Por su parte, el rey y su hechicero, se sorprendieron al ver al príncipe como humano, acompañado por su escolta, quienes también habían recuperado su forma real.
—Alejandro — la voz del rey se escuchó con debilidad.
—Vaya, padre, tanto tiempo sin vernos y ¿esa es la calurosa bienvenida que me das? — preguntó el ojiverde con sarcasmo.
—¿Cómo…?
—¿Cómo rompí el hechizo? — levantó el rostro con orgullo —, creo que hay un hechicero más poderoso que el tuyo — se burló —, alguien que rompió la maldición con mucha facilidad.
—¡Eso es imposible! — se quejó el hechicero con rapidez — ¡no hay nadie mejor que yo!
—En este mundo, no hay imposibles — Alejandro sonrió — y sabías que había alguien que podía ser mejor que tú, aunque por eso también lo controlabas con otra maldición — entrecerró los ojos —, si el no recordaba su pasado, tampoco recordaría de lo que era capaz, ¿no es así?
El hombre abrió los ojos con sorpresa y negó — no sé… no sé de qué hablas…
—¿No lo sabes…? bien, te presentaré al nuevo hechicero de mi corte — especificó, retando a su padre con la mirada.
Alejandro se movió y miró hacia atrás; su escolta de movió, permitiendo el paso a un hombre que se mantenía hasta el final, casi escondido entre los demás. Erick caminó con paso seguro, llegando hasta colocarse a un lado de Alejandro y le ofreció la mano con rapidez; el ojiverde sujeto la mano delicada y le dio un beso en los dedos, después se incorporó, sonriéndole amable, todo, ante la mirada del monarca y su hechicero.
—Erick es mi hechicero — decretó el rubio volteando a ver a su padre — y mi futuro esposo.
—¡No! — gruño el rey.
Antes de que el soberano pudiera decir algo más, su hechicero enfrentó a la pareja — ¡sobre mi cadáver! — gritó y movió su mano hacia enfrente.
De la palma, una sombra negra tomó forma, intentando atacar a la pareja; la escolta y la guardia reaccionaron, ya que su trabajo era defender a la familia real, pero antes de que pudieran atacar, Erick se puso enfrente y con un movimiento de su brazo, la sombra se disolvió.
—Ya no puedes dañarme, padre — señaló con seriedad.
El hombre miró sus manos y se dio cuenta que su poder estaba desapareciendo por completo, mientras los restos de su magia se apartaban de su cuerpo, yendo directamente a su hijo.
—Ahora la magia es mía — sonrió el ojiazul —, tu sabías que si yo no lo recordaba, no la reclamaría, pero es demasiado tarde — suspiró —, no quiero dañarte, solo ríndete.
El hombre se dejó caer, sin apartar la mirada de sus manos, que lentamente dejaban de brillar y sentía que su fuerza desaparecía — se perderá — dijo en un murmullo —, si no tienes herederos, la magia desaparecerá — levantó el rostro —, serán la perdición de nuestra familia y de este reino, ¡¿lo entienden?! — preguntó para la pareja.
Erick bajó el rostro, un tanto deprimido por lo que su padre decía.
—Alejandro — la voz del rey se escuchó —, no puedes casarte con él — señalo a Erick —, eres mi único hijo — dijo entre dientes —, si no tienes herederos, nuestro legado, nuestra familia, todo lo que hemos construido, se perderá, ¡solo por tu capricho! — repitió lo que le había dicho en antaño —, si tanto te gusta, quédatelo como amante, ¡pero debes casarte con una mujer! — sentenció con autoridad.
Alejandro lo miró con furia — Erick es lo más importante para mí y no pretendo tenerlo a la sombra de una mujer, solo porque ella me daría un heredero que ni siquiera me importaría, porque no sería parte de Erick — rechinó los dientes —, ¡prefiero ver este reino en llamas, a seguir tu orden!
—¡¿Eso es una amenaza?!
—No, es una sentencia…
El rey movió su capa y sujetó la empuñadura de su espada, por lo que su hijo lo imitó, pero antes de que pudieran desenvainar, Erick abrazó a Alejandro.
—Mi amor, no lo hagas.
—Conejo — el ojiverde busco la mirada azul y le habló con anhelo —, sabes que haría lo que fuera por ti, pero no me pidas que siga los deseos de mi padre, que solo nos separaran una vez más y quizá, esta vez para siempre.
Erick sonrió — solo, déjame intentar solucionarlo de otra manera, por favor.
Alejandro suspiró, pero había dicho que no le podía negar nada, así que le daría la oportunidad de solucionar las cosas — de acuerdo — dijo con voz seria, aunque si se salía de control la situación, tomaría cartas en el asunto.
El ojiazul asintió y dio media vuelta, mirando al rey con amabilidad — su majestad — su voz era suave —, entiendo cuál es su preocupación, pues es la misma que mi padre — sonrió condescendiente —, sé muy bien que el linaje de nuestras familias puede llegar a su fin, si el príncipe y yo nos unimos, ya que, como varones, no podemos tener hijos juntos — asintió —, pero si usted me lo permite, yo puedo ayudar a que el deseo de ambos pueda hacerse realidad.
El rey entrecerró los ojos y lo miró con curiosidad — ¿cómo? — preguntó interesado, soltando la empuñadura de su espada.
—Si la cuestión es que el príncipe y yo, tengamos hijos juntos, entonces, usaré un hechizo para maldecirme — se señaló.
—¡¿Qué estás diciendo, Erick?! — Alejandro lo sujetó del brazo — ¡yo no pienso permitir que hagas una tontería!
—No es una tontería — negó el pelinegro —, es la solución.
—¡Déjalo hablar! — pidió el rey, intrigado, pues no comprendía a dónde quería llegar.
—Hay una maldición — prosiguió el ojiazul —, en la que un varón, en vez de fecundar, puede ser fecundado…
—¡No te atrevas! — gritó su padre con ira — ¡sería una deshonra para nuestra familia!
El rey y el príncipe observaron al hombre con asombro, no se imaginaban una reacción así.
Erick respiró profundamente — pero como ve, es un poco vergonzoso para algunos aceptarla — sonrió nervioso —, aunque si es la única manera en que usted permita que su hijo y yo seamos pareja, yo aceptaré esa maldición — sonrió —, por lo menos para darle un heredero al trono.
El rey miró a Erick con seriedad y luego a su hijo, dándose cuenta que el rubio se encontraba estupefacto por esa declaración; finalmente pasó la mano por su barbilla y fingió que lo estaba meditando, aunque ya había tomado la decisión.
—¿Estás seguro de eso? — presionó — ¿eres capaz de sacrificarte de esa manera?
—Soy capaz de hacer cualquier cosa por su hijo — sentenció el pelinegro con seriedad —, pero sé que usted también es capaz de hacer lo que sea por su familia y su linaje, ¿no es así? — preguntó fríamente —, por algo, permitió que maldijeran a su hijo solo para doblegarlo, pero las cosas no funcionaron — se alzó de hombros —, solo le ofrezco una solución, porque seguramente, el príncipe sería capaz de destruir su propio reino, si intenta obligarlo a hacer lo que no desea.
El silencio reinó por un momento, hasta que finalmente el soberano empezó a reír — no imaginé que estuvieras dispuesto a hacer cualquier cosa por mi hijo — dijo con diversión —, ¡te felicito! — fijó la mirada en Alejandro —, creo que escogiste bien, después de todo.
El rubio lo miró fríamente — sufrí casi quince años, siendo una bestia, encerrado en uno de los palacetes de la frontera y ahora que me vuelves a ver, ¡¿es todo lo que me tienes que decir?! — reclamó.
—No, tengo algo mas — dio media vuelta y fue a su trono, tomando asiento con poco interés —, ¿cuándo es la boda?
Alejandro apretó los puños y gruñó por lo bajo; estuvo a punto de reclamar, pero conocía a su padre, a pesar de los años que estuvieron separados, sabía que tenían el mismo carácter, por lo que era mejor fingir que todo estaba bien, por el momento.
—En cinco días, el día de mi cumpleaños — respondió —, así que espero que tengas todo listo para mi matrimonio.
—¡Por supuesto! — sonrió el rey —, te gustara o no, debías casarte ese día, así que ya está todo listo — dijo con seguridad —, solo hay que echar a la princesa que iba a ser tu esposa — le restó importancia —, además de conseguirle un vestido adecuado a tu prometido, para la ceremonia.
—Yo no he dado mi consentimiento de que mi hijo se case — señaló el hechicero, poniéndose de pie —, ¡tengo el derecho de negarme! — se señaló.
—No lo tienes — respondieron el rey y el príncipe a la vez.
—Pero…
—¡Me mentiste! — dijo el soberano con molestia —, de haber sabido de esa maldición, esto se habría arreglado hace años y seguramente a estas fechas, ¡ya tendría cuatro o cinco nietos!
Erick se asustó — pero… dije que solo tendría uno — musitó.
Alejandro lo escuchó y sonrió divertido, inclinándose para hablarle en voz baja — no creo que mi padre se conforme con un solo nieto y ten por seguro que yo no me conformaré solo con un hijo — sentenció.
Erick tembló.
El padre de Erick caminó hacia el trono — pero, su majestad, no entiende que es una vergüenza que mi hijo se convierta en…
—Si te atreves a insultar a la futura madre de mis nietos… — el rey lo miró molesto — ¡date por muerto! — amenazó.
El padre de Erick calló de inmediato; era obvio que no podía ponerse en contra del rey, especialmente en ese momento, que ya no tenía nada de poder mágico.
Erick suspiró y caminó hacia su padre — sé que no es lo que esperabas — dio con suavidad —, pero es lo que yo deseo — se señaló —, por eso, ¿sería mucho pedir, que aceptes esta decisión que es para mi propia felicidad?
El hombre lo miró con tristeza — no puedo oponerme más, ¿o sí?
—No — negó su hijo —, sé que buscabas mi bienestar, pero es mi vida y por ello, quiero ser quien elija mi propio destino.
Su padre lo miró fríamente — es tu elección, pero no me pidas que la acepte.
Sin decir más, caminó a la salida del salón, dejando a todos los presentes sorprendidos y a su hijo con un gesto de infinita tristeza.
Alejandro se acercó a Erick y lo abrazó — lo entenderá, no te preocupes.
—Lo dudo — negó el ojiazul y restregó su rostro contra el pecho de su pareja, tratando de limpiar las lágrimas que empezaron a brotar de sus parpados.
—Lo hará — dijo el rubio con seguridad «para que tú no te sientas mal, lo hará, así tengamos que obligarlo…» sentenció en su mente, mirando hacia la salida, dónde la silueta del hombre se perdía.
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Nota: Falta dibujo aquí, porque no me alcanzo el tiempo para hacerlo, espero subirlo en los próximos días.
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