Epílogo
Después del quince de enero, Alejandro y Erick volvieron de su Luna de Miel y fueron directamente a la casa de la familia De León.
La pareja había hablado de tener su propia casa, pero primero debían buscar un lugar donde mandarla a hacer y eso les tomaría algo de tiempo, además, el rubio debía volver a la universidad para terminar su carrera y Erick quería iniciar estudios formales en arte, aunque al no saber qué deseaba con exactitud, su esposo le dijo que tomara un tiempo para pensarlo, además, había otras cosas que se necesitaban solucionar con mayor rapidez.
Debido a que Erick rechazó a su familia y demostró que era un Omega dominante, todas las propiedades e inversiones en negocios que le correspondían, pasaron a él y no a su padre, como el militar deseaba; pero Erick no sabía nada de economía y realmente no le importaba más que cancelar el negocio de cunicultura, así que decidió entregarle todo a Alejandro, para que fuera su esposo quien lo administrara. Con esa decisión, Alonso Salazar perdió todo el poder que tenía en el estado dónde vivía, por lo que decidió irse del país, especialmente porque Agustín y su abuela, decidieron mudarse a otra ciudad, por invitación de Erick, además, debía estar cerca de su prometido, quien al haberlo marcado, tenía más validez como protector de Agustín, que su propio padre.
Ni Diego, ni su hijo, estaban realmente interesados en ese estado, así que delegaron responsabilidades, pero pusieron a Germán como portavoz directo de su familia, algo que incrementó la importancia de la familia Esquivel y aumentó considerablemente su capital.
Marcel y Miguel se casaron a finales de enero, pero ambos debían volver a la universidad, por lo que pospusieron la Luna de Miel para el verano, aunque decidieron estar juntos de inmediato, en la ciudad dónde vivirían sus amigos.
Marcel, Luis y Agustín, tuvieron que tramitar el cambio de universidad, para poder cambiar de residencia y al igual que Alejandro y sus amigos, entraron a la universidad, apenas inició febrero. El único que no iba a clases regulares era Erick, ya que jamás acudió a la universidad y debía presentar un examen para determinar su nivel académico y poder asistir a clases regulares el siguiente ciclo escolar.
Esa fue la razón por la que pasaba todo el tiempo en casa con su suegra y la abuelita de Agustín. Aunque disfrutaba sobremanera esa situación, porque con Ale y Reina platicaba amenamente a diferencia de sus familiares, después del catorce de febrero las cosas comenzaron a cambiar.
La pareja había hablado de tener su propia casa, pero primero debían buscar un lugar donde mandarla a hacer y eso les tomaría algo de tiempo, además, el rubio debía volver a la universidad para terminar su carrera y Erick quería iniciar estudios formales en arte, aunque al no saber qué deseaba con exactitud, su esposo le dijo que tomara un tiempo para pensarlo, además, había otras cosas que se necesitaban solucionar con mayor rapidez.
Debido a que Erick rechazó a su familia y demostró que era un Omega dominante, todas las propiedades e inversiones en negocios que le correspondían, pasaron a él y no a su padre, como el militar deseaba; pero Erick no sabía nada de economía y realmente no le importaba más que cancelar el negocio de cunicultura, así que decidió entregarle todo a Alejandro, para que fuera su esposo quien lo administrara. Con esa decisión, Alonso Salazar perdió todo el poder que tenía en el estado dónde vivía, por lo que decidió irse del país, especialmente porque Agustín y su abuela, decidieron mudarse a otra ciudad, por invitación de Erick, además, debía estar cerca de su prometido, quien al haberlo marcado, tenía más validez como protector de Agustín, que su propio padre.
Ni Diego, ni su hijo, estaban realmente interesados en ese estado, así que delegaron responsabilidades, pero pusieron a Germán como portavoz directo de su familia, algo que incrementó la importancia de la familia Esquivel y aumentó considerablemente su capital.
Marcel y Miguel se casaron a finales de enero, pero ambos debían volver a la universidad, por lo que pospusieron la Luna de Miel para el verano, aunque decidieron estar juntos de inmediato, en la ciudad dónde vivirían sus amigos.
Marcel, Luis y Agustín, tuvieron que tramitar el cambio de universidad, para poder cambiar de residencia y al igual que Alejandro y sus amigos, entraron a la universidad, apenas inició febrero. El único que no iba a clases regulares era Erick, ya que jamás acudió a la universidad y debía presentar un examen para determinar su nivel académico y poder asistir a clases regulares el siguiente ciclo escolar.
Esa fue la razón por la que pasaba todo el tiempo en casa con su suegra y la abuelita de Agustín. Aunque disfrutaba sobremanera esa situación, porque con Ale y Reina platicaba amenamente a diferencia de sus familiares, después del catorce de febrero las cosas comenzaron a cambiar.
—¿Esta mañana tampoco nos acompañará Erick a desayunar? —preguntó la canosa con curiosidad.
Normalmente el ojiazul siempre compartía la mesa con ellas durante los desayunos y almuerzos, debido a que las comidas a veces salía con su esposo, pero desde unos días antes, su lugar siempre estaba solo.
—No —Ale limpió sus labios con la servilleta—. Alex me comentó que desde el catorce de febrero ha estado algo fatigado —sonrió con picardía—, supongo que esa noche se cansaron demasiado.
Reina bebió de su café y frunció el ceño— ya han pasado unos días de eso —musitó—. No me parece normal que Erick no quiera salir de la habitación, para desayunar.
—Pues al menos desayuna en la cama… —el castaño suspiró—. Pero es cierto, su rutina ha cambiado mucho —comentó con algo de curiosidad—. Ya no quiere salir al jardín, disminuyó sus horas en el estudio y solo sale de la habitación a esperar a Alex, cuando llega de la universidad.
—¿Le has comentado a tu hijo?
—No —Ale negó—. Cómo son destinados, supongo que él debe saber si Erick está mal y llevarlo al médico, pero no parece preocupado.
—Bueno… —Reina suspiró—. Si él no dice nada, seguro estará bien.
—¡Señor! —Yesenia llegó corriendo, seguida de Yuri—. ¡No encontramos al señor Erick! —anunció con preocupación.
—¡¿Qué?! —Ale se puso de pie de un salto.
—¡Eso es imposible! —Reina negó con terror.
—No está en su habitación, ni en el cuarto de baño —prosiguió Yuri—, el guardarropa está completamente desordenado y ¡ni siquiera está la ropa de cama!
—¡Gonzalo! —gritó Ale con fuerza, necesitaba que el mayordomo principal iniciara la búsqueda.
—Pero ¡¿están seguras, niñas?! —la anciana temblaba de miedo.
—Ana y Eloisa lo están buscando en otras habitaciones, porque tampoco estaba en su estudio —respondió Yesenia.
—Y Joseph fue a las conejeras —secundó Yuri con lágrimas en los ojos.
—¿Sucede algo, señor? —Gonzalo llegó con paso rápido.
—¡Erick no está! —Ale sentía que el mundo se abría a sus pies—. ¡Tienen que encontrarlo!
El mayordomo abrió los ojos con sorpresa y por un momento pareció perder el aliento, pero de inmediato dio media vuelta, llamando a los demás sirvientes y guardaespaldas, ordenándoles buscar a Erick.
—¡Debo llamar a Alex y a Diego!
Ale sujetó un teléfono que estaba cerca y al primero que le marcó fue a su hijo, quien respondió de inmediato.
—“¿Qué ocurre, madre?” —preguntó con seriedad.
—Alex… ¡No encontramos a Erick! —dijo con nervios.
—“¡¿Cómo que no lo encuentran?!”
—Sus asistentes dicen que no está en su habitación…
—“¿Buscaron en el guardarropa?”
—Dijeron que está todo desordenado y no hay ropa de cama —explicó su madre—, necesito hablarle a tu padre para que mande a buscarlo y…
Se escuchó un suspiro del otro lado del auricular— “no es necesario, voy para allá, pero busquen bien en el guardarropa” —sentenció, antes de colgar
—¿En el guardarropa?
Ale no comprendía, pero apresuró el paso subiendo las escaleras, con Yesenia y Gonzalo tras él, mientras Yuri y Karla acompañaban a Reina al elevador, para ir a la habitación del ojiazul.
Cuando el castaño abrió la puerta de la habitación se cubrió la nariz; las feromonas de su hijo parecían estar concentradas en ese lugar, pero fue peor cuando fue hacia el guardarropa; ese lugar, lleno de estantes y armarios para guardar las prendas, así como algunos canastos dónde poner la ropa sucia, estaba impregnado de las feromonas de café y cedro, con tanta intensidad, que lo repelió y tuvo que dar un paso atrás.
—¡Señor! —Gonzalo lo sujetó para que mantuviera el equilibrio, pero también sintió el olor de las feromonas de Alejandro.
—Esto es… —Ale apenas pudo hablar—. ¿Un nido?
Normalmente el ojiazul siempre compartía la mesa con ellas durante los desayunos y almuerzos, debido a que las comidas a veces salía con su esposo, pero desde unos días antes, su lugar siempre estaba solo.
—No —Ale limpió sus labios con la servilleta—. Alex me comentó que desde el catorce de febrero ha estado algo fatigado —sonrió con picardía—, supongo que esa noche se cansaron demasiado.
Reina bebió de su café y frunció el ceño— ya han pasado unos días de eso —musitó—. No me parece normal que Erick no quiera salir de la habitación, para desayunar.
—Pues al menos desayuna en la cama… —el castaño suspiró—. Pero es cierto, su rutina ha cambiado mucho —comentó con algo de curiosidad—. Ya no quiere salir al jardín, disminuyó sus horas en el estudio y solo sale de la habitación a esperar a Alex, cuando llega de la universidad.
—¿Le has comentado a tu hijo?
—No —Ale negó—. Cómo son destinados, supongo que él debe saber si Erick está mal y llevarlo al médico, pero no parece preocupado.
—Bueno… —Reina suspiró—. Si él no dice nada, seguro estará bien.
—¡Señor! —Yesenia llegó corriendo, seguida de Yuri—. ¡No encontramos al señor Erick! —anunció con preocupación.
—¡¿Qué?! —Ale se puso de pie de un salto.
—¡Eso es imposible! —Reina negó con terror.
—No está en su habitación, ni en el cuarto de baño —prosiguió Yuri—, el guardarropa está completamente desordenado y ¡ni siquiera está la ropa de cama!
—¡Gonzalo! —gritó Ale con fuerza, necesitaba que el mayordomo principal iniciara la búsqueda.
—Pero ¡¿están seguras, niñas?! —la anciana temblaba de miedo.
—Ana y Eloisa lo están buscando en otras habitaciones, porque tampoco estaba en su estudio —respondió Yesenia.
—Y Joseph fue a las conejeras —secundó Yuri con lágrimas en los ojos.
—¿Sucede algo, señor? —Gonzalo llegó con paso rápido.
—¡Erick no está! —Ale sentía que el mundo se abría a sus pies—. ¡Tienen que encontrarlo!
El mayordomo abrió los ojos con sorpresa y por un momento pareció perder el aliento, pero de inmediato dio media vuelta, llamando a los demás sirvientes y guardaespaldas, ordenándoles buscar a Erick.
—¡Debo llamar a Alex y a Diego!
Ale sujetó un teléfono que estaba cerca y al primero que le marcó fue a su hijo, quien respondió de inmediato.
—“¿Qué ocurre, madre?” —preguntó con seriedad.
—Alex… ¡No encontramos a Erick! —dijo con nervios.
—“¡¿Cómo que no lo encuentran?!”
—Sus asistentes dicen que no está en su habitación…
—“¿Buscaron en el guardarropa?”
—Dijeron que está todo desordenado y no hay ropa de cama —explicó su madre—, necesito hablarle a tu padre para que mande a buscarlo y…
Se escuchó un suspiro del otro lado del auricular— “no es necesario, voy para allá, pero busquen bien en el guardarropa” —sentenció, antes de colgar
—¿En el guardarropa?
Ale no comprendía, pero apresuró el paso subiendo las escaleras, con Yesenia y Gonzalo tras él, mientras Yuri y Karla acompañaban a Reina al elevador, para ir a la habitación del ojiazul.
Cuando el castaño abrió la puerta de la habitación se cubrió la nariz; las feromonas de su hijo parecían estar concentradas en ese lugar, pero fue peor cuando fue hacia el guardarropa; ese lugar, lleno de estantes y armarios para guardar las prendas, así como algunos canastos dónde poner la ropa sucia, estaba impregnado de las feromonas de café y cedro, con tanta intensidad, que lo repelió y tuvo que dar un paso atrás.
—¡Señor! —Gonzalo lo sujetó para que mantuviera el equilibrio, pero también sintió el olor de las feromonas de Alejandro.
—Esto es… —Ale apenas pudo hablar—. ¿Un nido?
Ale, Gonzalo y todos sus trabajadores Alfa, no podían estar mucho tiempo en esa habitación, así que Joseph, en compañía de Yuri, Yesenia, Ana y Eloísa, se encargaron de la situación. Ingresaron al guardarropa con cuidado, mientras Reina estaba expectante en la puerta; la canosa deseaba poder caminar para ir a ayudar, pero era imposible y Karla se mantenía a su cuidado, por lo que tampoco podía hacer mucho.
Extrañamente, los focos del guardarropa no funcionaban, pues parecía que alguien los había roto, así que llevaron lámparas de mano y por indicación de Ale, con una luz sumamente tenue; entraron con cuidado, para no tropezarse debido a todo el desorden en el suelo. Accesorios, ropa y objetos personales estaban en el piso, pero la mayor cantidad de prendas de vestir, mezcla entre ropa limpia y sucia, creaba una especie de montículo en lo más profundo del guardarropa.
Joseph se acercó hasta esa zona y pese a que no podía percibir feromonas normalmente, en esa ocasión, sentía comezón en la nariz y el fuerte olor a cedro le hizo estornudar un par de veces. Con mucho cuidado, movió algunas prendas, tratando de encontrar sentido a esa especie de entramado que tenía, pero le fue muy difícil llegar a lo que parecía el núcleo. Lo primero que notó, fueron las almohadas de la cama, que parecían formar un círculo y en el centro, sobre varios edredones, estaba Erick en posición fetal, durmiendo profundamente.
—¿Señor Erick? —llamó el canoso con voz suave—. Señor Erick —insistió, pero no recibió respuesta.
Joseph se tenía que asegurar que estaba bien, así que acercó la mano hasta el rostro del ojiazul y pudo sentir la respiración.
—Díganle al señor que está bien, parece que solo duerme…
—Sí —Yesenia salió con paso rápido para ir a entregar el mensaje.
—¿De verdad, esto es un Nido? —indagó Yuri con curiosidad, observando todo lo que estaba en esa zona, incluyendo algunos objetos colgados alrededor, como corbatas, bufandas y alguna ropa interior.
Todos sabían de esa extraña practica de los Omegas, dónde fabricaban un nido para sentirse seguros, rodeados de las feromonas de sus parejas, específicamente cuando estaban embarazados, porque era la manera de cuidar a su futuro hijo, pero debido a que, igual que el marcado que era una práctica que sólo se limitaba a los Alfa dominantes, la construcción del Nido, ya era un tema casi obsoleto para los Omegas fecundados.
—Jamás vi uno en persona —Joseph negó—, pero tal parece que sí, lo es… —comentó mientras trataba de volver a acomodar las telas que había movido—. Y es mejor irnos, antes de que llegue el Alfa o estaremos en serios problemas.
—Pero el señor Erick no ha desayunado —Yuri miró al canoso con nervios.
—Su reloj biológico lo predispuso a dormir la mayor parte del tiempo —explicó el hombre—, solo comerá cuando esté su pareja presente, porque es la única manera en que se sentirá completamente seguro.
Extrañamente, los focos del guardarropa no funcionaban, pues parecía que alguien los había roto, así que llevaron lámparas de mano y por indicación de Ale, con una luz sumamente tenue; entraron con cuidado, para no tropezarse debido a todo el desorden en el suelo. Accesorios, ropa y objetos personales estaban en el piso, pero la mayor cantidad de prendas de vestir, mezcla entre ropa limpia y sucia, creaba una especie de montículo en lo más profundo del guardarropa.
Joseph se acercó hasta esa zona y pese a que no podía percibir feromonas normalmente, en esa ocasión, sentía comezón en la nariz y el fuerte olor a cedro le hizo estornudar un par de veces. Con mucho cuidado, movió algunas prendas, tratando de encontrar sentido a esa especie de entramado que tenía, pero le fue muy difícil llegar a lo que parecía el núcleo. Lo primero que notó, fueron las almohadas de la cama, que parecían formar un círculo y en el centro, sobre varios edredones, estaba Erick en posición fetal, durmiendo profundamente.
—¿Señor Erick? —llamó el canoso con voz suave—. Señor Erick —insistió, pero no recibió respuesta.
Joseph se tenía que asegurar que estaba bien, así que acercó la mano hasta el rostro del ojiazul y pudo sentir la respiración.
—Díganle al señor que está bien, parece que solo duerme…
—Sí —Yesenia salió con paso rápido para ir a entregar el mensaje.
—¿De verdad, esto es un Nido? —indagó Yuri con curiosidad, observando todo lo que estaba en esa zona, incluyendo algunos objetos colgados alrededor, como corbatas, bufandas y alguna ropa interior.
Todos sabían de esa extraña practica de los Omegas, dónde fabricaban un nido para sentirse seguros, rodeados de las feromonas de sus parejas, específicamente cuando estaban embarazados, porque era la manera de cuidar a su futuro hijo, pero debido a que, igual que el marcado que era una práctica que sólo se limitaba a los Alfa dominantes, la construcción del Nido, ya era un tema casi obsoleto para los Omegas fecundados.
—Jamás vi uno en persona —Joseph negó—, pero tal parece que sí, lo es… —comentó mientras trataba de volver a acomodar las telas que había movido—. Y es mejor irnos, antes de que llegue el Alfa o estaremos en serios problemas.
—Pero el señor Erick no ha desayunado —Yuri miró al canoso con nervios.
—Su reloj biológico lo predispuso a dormir la mayor parte del tiempo —explicó el hombre—, solo comerá cuando esté su pareja presente, porque es la única manera en que se sentirá completamente seguro.
Alejandro llegó a su casa y corrió hasta su habitación, encontrando a su madre en la puerta, mirándolo con seriedad.
—¡Sabías lo que Erick hacía y no nos advertiste! —dijo Ale con frustración.
—No lo dije, porque no estaba seguro —se disculpó el ojiverde con rapidez—. Me di cuenta desde hace una semana, que Erick estaba acumulando objetos míos y no permitía que se llevaran la ropa sucia, pero aunque en la mañana vi cómo Erick agarraba mi ropa de dormir y la llevaba al fondo del guardarropa, no tenía la certeza —explicó.
—Debiste decirnos, Alex —su madre señaló a la puerta—. ¡Debemos tomar precauciones!
—Creí que Erick solo estaba molesto, porque me pidió que no fuera a la universidad hoy y no le hice caso —anunció el rubio—. Le expliqué que iba a pedir permiso para faltar unos días y lo hice —sacó una hoja membretada, entregándosela a su madre—. Ahora, ¿puedo ir a ver a mi esposo?
Ale sujetó la nota, leyendo la información con rapidez, luego levantó el rostro— voy a hablarle a tu padre y más vale que hagas que Erick vea a un médico, ¡es necesario!
—Lo sé, lo sé, ya marqué al hospital y el doctor vendrá de inmediato.
Después de eso, Alejandro entró a la habitación, percibiendo las feromonas de almendras y lirio, guiándolo hasta el guardarropa y finalmente, hasta ese extraño montículo hecho con su ropa.
Aunque no había luz, los ojos del rubio se adecuaron con rapidez, pudiendo observar todo con nitidez; sonrió, mientras rodeaba la zona, buscando con atención, hasta que encontró la entrada. Se acuclilló y movió las telas, logrando descubrir a su pareja, dormido y abrazado del pijama que ese día se había quitado.
La mano del rubio se movió y acarició los mechones de cabello, antes de moverse con sigilo y acomodarse dentro del nido, abrazando a Erick por la espalda, percibiendo su perfume y como el otro se arrebujaba contra él.
—Alex… —musitó el pelinegro en medio de sueños.
—Conejo… Asustaste a mi madre.
—Lo siento… —un bostezo lo interrumpió—. ¿Ya son las tres? —preguntó con curiosidad, ya que a esa hora volvía el otro de la universidad.
—No —Alejandro lo abrazó y besó la nuca—, son las once de la mañana… ¿Tienes hambre?
—Creo que sí —dudó—. La verdad, me siento extraño —confesó—. No sé… no sé qué me pasa…
—No te preocupes, el médico vendrá pronto —la mano del rubio acarició el vientre de su pareja, por encima de la pijama que portaba, notando que apenas si estaba ligeramente curvado—. Descansa, cuando llegue, nos dirá que tienes…
El silencio volvió a reinar y el ojiazul se quedó profundamente dormido entre los brazos de su esposo.
—¡Sabías lo que Erick hacía y no nos advertiste! —dijo Ale con frustración.
—No lo dije, porque no estaba seguro —se disculpó el ojiverde con rapidez—. Me di cuenta desde hace una semana, que Erick estaba acumulando objetos míos y no permitía que se llevaran la ropa sucia, pero aunque en la mañana vi cómo Erick agarraba mi ropa de dormir y la llevaba al fondo del guardarropa, no tenía la certeza —explicó.
—Debiste decirnos, Alex —su madre señaló a la puerta—. ¡Debemos tomar precauciones!
—Creí que Erick solo estaba molesto, porque me pidió que no fuera a la universidad hoy y no le hice caso —anunció el rubio—. Le expliqué que iba a pedir permiso para faltar unos días y lo hice —sacó una hoja membretada, entregándosela a su madre—. Ahora, ¿puedo ir a ver a mi esposo?
Ale sujetó la nota, leyendo la información con rapidez, luego levantó el rostro— voy a hablarle a tu padre y más vale que hagas que Erick vea a un médico, ¡es necesario!
—Lo sé, lo sé, ya marqué al hospital y el doctor vendrá de inmediato.
Después de eso, Alejandro entró a la habitación, percibiendo las feromonas de almendras y lirio, guiándolo hasta el guardarropa y finalmente, hasta ese extraño montículo hecho con su ropa.
Aunque no había luz, los ojos del rubio se adecuaron con rapidez, pudiendo observar todo con nitidez; sonrió, mientras rodeaba la zona, buscando con atención, hasta que encontró la entrada. Se acuclilló y movió las telas, logrando descubrir a su pareja, dormido y abrazado del pijama que ese día se había quitado.
La mano del rubio se movió y acarició los mechones de cabello, antes de moverse con sigilo y acomodarse dentro del nido, abrazando a Erick por la espalda, percibiendo su perfume y como el otro se arrebujaba contra él.
—Alex… —musitó el pelinegro en medio de sueños.
—Conejo… Asustaste a mi madre.
—Lo siento… —un bostezo lo interrumpió—. ¿Ya son las tres? —preguntó con curiosidad, ya que a esa hora volvía el otro de la universidad.
—No —Alejandro lo abrazó y besó la nuca—, son las once de la mañana… ¿Tienes hambre?
—Creo que sí —dudó—. La verdad, me siento extraño —confesó—. No sé… no sé qué me pasa…
—No te preocupes, el médico vendrá pronto —la mano del rubio acarició el vientre de su pareja, por encima de la pijama que portaba, notando que apenas si estaba ligeramente curvado—. Descansa, cuando llegue, nos dirá que tienes…
El silencio volvió a reinar y el ojiazul se quedó profundamente dormido entre los brazos de su esposo.
El médico especialista que fue a la consulta de Erick, era Omega y tampoco podía ingresar a esa zona, así que Alejandro tenía que encargarse de esa situación, aunque era imposible dispersar las feromonas, no solo del guardarropa, sino de la habitación completa.
Pese a que Erick no quería salir de ese extraño capullo que había hecho, con el apoyo y cuidado de Alejandro, aceptó recibir al médico en otra habitación, aunque su actitud caprichosa era completamente ajena a su forma de actuar normal, el rubio le tuvo mucha paciencia.
Diego había regresado a su hogar después de la llamada de su esposo y Agustín fue informado por su abuela, así que regresó de inmediato a la casa, en compañía no solo de su prometido, sino de sus amigos, pues al saber que Ercik había hecho un nido, era seguro que estuviera fecundado.
Después de casi una hora de preguntas y revisión cuidadosa, el médico sonrió.
—Por todo lo que me ha comentado, solo hay una razón para su comportamiento —sonrió divertido—. ¡Felicidades! —anunció con emoción—. ¡Está esperando un bebé!
Alejandro sonrió satisfecho, pero Erick se quedó estupefacto.
—Pero para poder hacer un archivo detallado, necesita ir al hospital, para los estudios y…
—¿Cuánto? —la voz de Erick apenas se escuchó.
—¿Disculpe? —preguntó el médico.
—¿Cuánto… tiempo… tengo de…?
—No puedo decirle con exactitud, hasta que le realice unos análisis para poder responderle —comentó con rapidez—, pero pueden ser 9 o 10 semanas, máximo.
La respiración de Erick se aceleró, sus manos apretaron la tela de la sábana que lo cubría y su labio inferior tembló; el médico se cubrió la nariz, ya que las feromonas de lirio se habían desplegado con fuerza, pero no era una sensación agradable, al contrario.
—¿Conejo? —Alejandro lo sujetó de la mano—. ¿Qué ocurre? —preguntó confundido.
—No quiero… —musitó el pelinegro.
—¿Qué? —el rubio frunció el ceño.
—¡No quiero tenerlo! —gritó y las lágrimas cayeron con fuerza.
—Pero… —el médico no pudo hablar y retrocedió un par de pasos.
—¿Por qué dices eso, Erick? —Alejandro también estaba confundido.
—En ese tiempo… En ese tiempo… —el ojiazul se mordió el labio—. Si es… de… él… —no quiso decir el nombre que había querido borrar de su memoria—. Alex —buscó la mirada verde en una súplica—. Si es de él… ¡No lo quiero! —empezó a hiperventilar—. ¡No lo quiero! ¡No lo quiero! —gritó con desespero—. ¡Sáquenlo! ¡No lo quiero!
—Necesita un calmante —anunció el médico, buscando en su maletín.
—Conejo, mírame… ¡Erick!
La voz fría de Alejandro logró hacer que su esposo le pusiera algo de atención, pero se mantenía llorando.
—Amor —Alejandro suavizó su semblante y le acarició la mejilla a su esposo—. El bebé es mío, te lo aseguro —dijo con total convicción.
—¿Cómo…? ¿Cómo sabes? —sollozó el ojiazul—. Lo que él me hizo… ¿Y si tuvo… consecuencias? —tembló—. Si es de él, no puedo… ¡No quiero tenerlo!
El médico se mantenía expectante, escuchando, pero preparó el medicamento rápidamente.
—Debemos sedarlo —señaló acercándose a la cama.
—No —Erick negó—. No lo hagas Alex… ¡¿Por favor?!
El rubio respiró profundamente— deje la jeringa y salga —ordenó.
—¡Pero…!
—¡Salga! —gritó y desplegó sus feromonas de cedro.
El médico no dudó y salió corriendo de la habitación, dejando a la pareja a solas.
Alejandro abrazó a Erick y pasó las manos por su espalda, moviéndolas con suavidad, para reconfortarlo.
—Conejo… No llores —pidió con voz más suave, mientras el otro sollozaba contra su hombro—. No debes exaltarte.
—¡No entiendes! —las manos de Erick se aferraban a la camisa de su esposo—. Si es de Omar… —tembló de solo imaginar esa situación—. No puedo Alex —se apartó y buscó la mirada—. Sé que es un crimen… pero yo… no lo soportaría…
—Lo sé —las manos del ojiverde se movieron, acariciando el rostro de su pareja—. Pero dime, ¿crees que si fuera de él, yo estaría tan tranquilo o querría que lo tuvieras?
Esa frase confundió a Erick y pasó la mano por su nariz. Un destello de lucidez llegó a su mente; Alejandro estaba muy tranquilo y él no era así, pero tampoco podía estar seguro que el bebé era suyo.
—Pero… ¿si te equivocas?
—No —negó—. No me equivoco, yo estoy completamente seguro que es mío —sentenció fijando sus orbes verdes en los azules de su esposo—. Pero si quieres seguridad, hacemos una prueba de ADN —sonrió confiado—. El médico dijo que tienes diez semanas, es seguro hacerla y muy confiable —explicó—. Si yo me equivoco, te doy mi palabra que cumpliré tu deseo y ese niño no nacerá, porque lo que menos quiero es que tengas algo o alguien, que te recuerde constantemente, las horribles cosas que pasaste —su voz estaba llena de convicción—. Pero si es mío…
—Si es tuyo… —interrumpió el pelinegro y una sonrisa temerosa se dibujó en sus labios—. Si es tuyo… —repitió—. Seré el más feliz sobre la faz de la Tierra —dijo con mayor confianza.
Pese a que Erick no quería salir de ese extraño capullo que había hecho, con el apoyo y cuidado de Alejandro, aceptó recibir al médico en otra habitación, aunque su actitud caprichosa era completamente ajena a su forma de actuar normal, el rubio le tuvo mucha paciencia.
Diego había regresado a su hogar después de la llamada de su esposo y Agustín fue informado por su abuela, así que regresó de inmediato a la casa, en compañía no solo de su prometido, sino de sus amigos, pues al saber que Ercik había hecho un nido, era seguro que estuviera fecundado.
Después de casi una hora de preguntas y revisión cuidadosa, el médico sonrió.
—Por todo lo que me ha comentado, solo hay una razón para su comportamiento —sonrió divertido—. ¡Felicidades! —anunció con emoción—. ¡Está esperando un bebé!
Alejandro sonrió satisfecho, pero Erick se quedó estupefacto.
—Pero para poder hacer un archivo detallado, necesita ir al hospital, para los estudios y…
—¿Cuánto? —la voz de Erick apenas se escuchó.
—¿Disculpe? —preguntó el médico.
—¿Cuánto… tiempo… tengo de…?
—No puedo decirle con exactitud, hasta que le realice unos análisis para poder responderle —comentó con rapidez—, pero pueden ser 9 o 10 semanas, máximo.
La respiración de Erick se aceleró, sus manos apretaron la tela de la sábana que lo cubría y su labio inferior tembló; el médico se cubrió la nariz, ya que las feromonas de lirio se habían desplegado con fuerza, pero no era una sensación agradable, al contrario.
—¿Conejo? —Alejandro lo sujetó de la mano—. ¿Qué ocurre? —preguntó confundido.
—No quiero… —musitó el pelinegro.
—¿Qué? —el rubio frunció el ceño.
—¡No quiero tenerlo! —gritó y las lágrimas cayeron con fuerza.
—Pero… —el médico no pudo hablar y retrocedió un par de pasos.
—¿Por qué dices eso, Erick? —Alejandro también estaba confundido.
—En ese tiempo… En ese tiempo… —el ojiazul se mordió el labio—. Si es… de… él… —no quiso decir el nombre que había querido borrar de su memoria—. Alex —buscó la mirada verde en una súplica—. Si es de él… ¡No lo quiero! —empezó a hiperventilar—. ¡No lo quiero! ¡No lo quiero! —gritó con desespero—. ¡Sáquenlo! ¡No lo quiero!
—Necesita un calmante —anunció el médico, buscando en su maletín.
—Conejo, mírame… ¡Erick!
La voz fría de Alejandro logró hacer que su esposo le pusiera algo de atención, pero se mantenía llorando.
—Amor —Alejandro suavizó su semblante y le acarició la mejilla a su esposo—. El bebé es mío, te lo aseguro —dijo con total convicción.
—¿Cómo…? ¿Cómo sabes? —sollozó el ojiazul—. Lo que él me hizo… ¿Y si tuvo… consecuencias? —tembló—. Si es de él, no puedo… ¡No quiero tenerlo!
El médico se mantenía expectante, escuchando, pero preparó el medicamento rápidamente.
—Debemos sedarlo —señaló acercándose a la cama.
—No —Erick negó—. No lo hagas Alex… ¡¿Por favor?!
El rubio respiró profundamente— deje la jeringa y salga —ordenó.
—¡Pero…!
—¡Salga! —gritó y desplegó sus feromonas de cedro.
El médico no dudó y salió corriendo de la habitación, dejando a la pareja a solas.
Alejandro abrazó a Erick y pasó las manos por su espalda, moviéndolas con suavidad, para reconfortarlo.
—Conejo… No llores —pidió con voz más suave, mientras el otro sollozaba contra su hombro—. No debes exaltarte.
—¡No entiendes! —las manos de Erick se aferraban a la camisa de su esposo—. Si es de Omar… —tembló de solo imaginar esa situación—. No puedo Alex —se apartó y buscó la mirada—. Sé que es un crimen… pero yo… no lo soportaría…
—Lo sé —las manos del ojiverde se movieron, acariciando el rostro de su pareja—. Pero dime, ¿crees que si fuera de él, yo estaría tan tranquilo o querría que lo tuvieras?
Esa frase confundió a Erick y pasó la mano por su nariz. Un destello de lucidez llegó a su mente; Alejandro estaba muy tranquilo y él no era así, pero tampoco podía estar seguro que el bebé era suyo.
—Pero… ¿si te equivocas?
—No —negó—. No me equivoco, yo estoy completamente seguro que es mío —sentenció fijando sus orbes verdes en los azules de su esposo—. Pero si quieres seguridad, hacemos una prueba de ADN —sonrió confiado—. El médico dijo que tienes diez semanas, es seguro hacerla y muy confiable —explicó—. Si yo me equivoco, te doy mi palabra que cumpliré tu deseo y ese niño no nacerá, porque lo que menos quiero es que tengas algo o alguien, que te recuerde constantemente, las horribles cosas que pasaste —su voz estaba llena de convicción—. Pero si es mío…
—Si es tuyo… —interrumpió el pelinegro y una sonrisa temerosa se dibujó en sus labios—. Si es tuyo… —repitió—. Seré el más feliz sobre la faz de la Tierra —dijo con mayor confianza.
Erick estaba sentado en el consultorio, acompañado de Alejandro; esperaban el resultado de la prueba de ADN.
Ambos sabían que la sala de espera estaba llena de sus familiares, amigos y trabajadores, pues la noche anterior, Alejandro les comunicó la decisión a sus padres y aunque Ale quería oponerse, porque decía que el bebé era un ser inocente, sabía perfectamente que no podía hacer nada contra la decisión de su yerno, en caso de que fuera de alguien más.
Erick estrujaba las manos sobre su regazo y mantenía la mirada hacia abajo. Por momentos, imaginar que tendría un hijo de Alejandro, le hacía sonreír ilusionado, pero cuando esa idea se empañaba por la incertidumbre de que fuera de Omar, su rostro mostraba una profunda angustia que lo hacía temblar.
—¿Sigues nervioso? —Alejandro se puso de cuclillas frente a su esposo.
Erick asintió.
—Todo estará bien —su esposo le sonrió—. Debes estar tranquilo.
—Es que… ¡No puedo con esta duda! —Erick apretó las manos de su esposo—. Tengo tanto miedo de que…
Se mordió el labio para no terminar la frase; aunque había tomado la decisión, en caso de que el bebé que llevaba en su vientre no fuera de Alejandro, sabía que lo que haría, podría ser considerado un pecado y temía que el karma lo alcanzara tarde o temprano.
—Conejo, no tienes de qué preocuparte —el rubio sonrió—. El bebé es mío
—¿Cómo estás tan seguro? —presionó el ojiazul—. Todo lo que pasó… Lo que… Él me hizo y…
—No importa —interrumpió Alex—. Hay muchas razones por las que estoy completamente seguro que es mío.
—¿En serio? —Erick ladeó el rostro, mirando al otro de manera incrédula—. Alex, con solo desearlo no es posible que…
—No es eso —Alejandro negó—. Te voy a contar algo que sé desde hace mucho, aunque te lo oculté, porque no sabía si era necesario decírtelo, hasta ahora.
—¡¿Qué cosa?!
—Cuando ocurrió lo de diciembre, ¿recuerdas que los médicos dijeron que podría haber algunas repercusiones?
—Sí —Erick asintió—. Por eso temo que…
—No se referían a eso —interrumpió el ojiverde—. El médico me explicó que en tus análisis, salió una hormona que solo aparece en los Omegas y mujeres embarazadas…
Erick abrió los ojos con sorpresa.
—Pero era poco tiempo después del ataque —prosiguió Alejandro—, así que le comenté que te había marcado años atrás, así como que habíamos iniciado relaciones antes de lo que todos creían y él me dijo que tu cuerpo se había predispuesto a ser fecundado por mí, en la primera oportunidad —explicó—. Aunado a ello, Omar no anudó cuando intimó contigo —su voz sonó fría, aun le molestaba recordar a ese sujeto y lo que había hecho, pero en ese momento, era necesario decirlo—, por lo cual, es imposible que sea de él, pues sin un nudo…
—Un Alfa no puede fecundar —musitó Erick.
—¡Exacto! —Alejandro asintió—. Pero lo que me confirmó que es mío, fue el Nido que hiciste.
—¿El Nido? —Erick frunció el ceño, recordando que aun la noche anterior, ambos durmieron en esa extraña cama que había creado con la ropa de su pareja, porque fue el único lugar dónde pudo conciliar el sueño, debido a lo nervioso que estaba—. ¿Qué tiene el Nido?
El rubio movió la mano y acarició el rostro de su pareja.
—El Nido que el Omega crea para protegerse y a su bebé, debe tener el olor del padre —sentenció—. De lo contrario, no podrá estar tranquilo, ni seguro, pues aun y que el bebé sea Beta —la mano izquierda del rubio se posó en el vientre de su pareja—, las hormonas del Omega son afectadas, por la presencia del ADN, esencia y un leve rastro de las feromonas del padre —explicó—. Así que… Si este bebé, no fuera mío, ese Nido que hiciste, no hubiera podido ser con mis objetos o ropa.
Ante esas palabras, poco a poco, el rostro de Erick se iluminó y sus labios se curvaron ligeramente.
—¿Estás…? ¿Estás seguro? —preguntó con voz temblorosa.
—Por completo —sentenció el otro, mirándolo fijamente a los ojos.
Pese a las dudas que aún estaban presentes, las palabras de su esposo le hicieron sentir mucho mejor y la simple idea de que tuviera razón, lo hizo ilusionarse.
La puerta se abrió y el médico ingresó con unos documentos en mano, por lo que Alejandro regresó a su lugar y sujetó la mano de Erick para brindarle su apoyo.
—Lamento la tardanza, señores De León —dijo con una sonrisa amable—. Pero la impresión de los resultados tardó un poco… En fin, aquí está…
Caminó a su sillón y acercó las hojas a la pareja.
—Señor Erick, me complace confirmarle que el producto que lleva en su vientre, es de su esposo, el señor Alejandro De León —sentenció con total seguridad.
El ojiazul sujetó las hojas y su sonrisa tembló— ¿está…? ¿Está seguro? —preguntó aún con algo de miedo, no quería que le mintieran en esa situación.
—Las pruebas se realizaron tres veces, cómo su esposo solicitó, precisamente para que no hubiera dudas —el médico hizo un ligero ademán hacia el rubio.
Erick levantó el rostro y fijó la mirada en Alejandro.
—Necesitaba alejar todas las dudas de ti —confesó el otro.
Erick guardó un momento de silencio, mientras observaba los documentos que tenía en mano. Muchas de las cosas que venían eran datos que no entendía, pero en la nota final, aseguraba que el ADN concordaba con el de Alejandro de León, así que estaba comprobado que el bebé que llevaba en su vientre era de su esposo.
Aunque tardó un momento, poco a poco, no solo su cerebro, sino su corazón, comprendieron lo ocurrido y aceptó la verdad, así que las lágrimas cayeron silenciosas, a la par que sus labios formaban una sonrisa más amplia. No había duda; el amor que lo unía a Alejandro, había dado fruto y se había aferrado a la vida, pese a todo lo que le había ocurrido y era momento que él lo protegiera también.
—¿Qué sucede, Conejo? —Alejandro movió la mano y recogió las lágrimas que resbalaban por las mejillas sonrojadas.
El pelinegro negó, se limpió los ojos y luego buscó al médico con la mirada— ¿Podemos...? ¿Podemos verlo? —preguntó sin poder ocultar su emoción.
Desde que llegaron a ese chequeo, el médico le ofreció hacerle un ultrasonido, pero Erick se negó; no quería ver a ese ser que estaba formándose en su vientre, porque de resultar no ser de su amor por Alejandro, le habría costado más mantenerse firme en la decisión que había tomado.
El médico asintió.
—Acompáñenme, por favor.
El hombre se puso de pie e hizo un ademán hacia una puerta que daba a un cuarto contiguo.
Alejandro acompañó a su esposo y estuvo en todo momento a su lado, aun y cuando llegó una enfermera para ayudar con el cambio de ropa a una bata más cómoda. Erick se recostó en la camilla y el médico encendió el aparato de ultrasonido, mientras descubría el vientre del ojiazul, que apenas si se notaba ligeramente inflamado, colocando el gel adecuado.
—Como dije ayer, tiene diez semanas de gestación —comentó con seriedad—. No lo veremos muy definido, porque apenas están presentándose los cambios externos, así mismo, no podemos saber su sexo, pero podemos constatar que está bien.
—Comprendo —Erick apretó la mano de Alejandro.
—¿Te sientes mal? —indagó el rubio, observando con atención los movimientos cuidadosos del médico, mientras colocaba el cabezal del aparato, sobre la piel.
—Estoy… emocionado —confesó y su sonrisa sincera hizo feliz al rubio.
Alejandro besó la frente de su pareja— tranquilo, tú y el bebé estarán bien —sentenció con total seguridad.
—¡Vaya!
La voz sorprendida del médico puso en alerta a ambos.
—¡¿Qué ocurre?! —Erick pasó saliva con dificultad.
El miedo de que ocurriera algo malo, cómo castigo por pensar en deshacerse del bebé, lo invadió.
—¿Está bien el bebé? —Alejandro fijó la mirada en la pantalla, pero no comprendía qué era lo que el médico había encontrado.
—Sí, lo que pasa es que… No es uno, sino dos —sonrió—. Aquí están —señaló la pantalla, dónde se notaban dos bultos que parecían latir a la par.
—¿Dos?
Erick posó la mirada en la pantalla, luego en su vientre y volvió a la pantalla. No podía creer que dentro de él hubiese dos bebés, menos porque creía que en los embarazos múltiples, el vientre crecía mucho más que en un embarazo normal y en él aún no había muchos cambios.
—¡¿Está seguro que son dos?! —el rubio también estaba sorprendido.
Alejandro se había mentalizado para ser padre, aunque no había sido esa su intención, porque le parecía muy pronto después de su reencuentro y matrimonio con Erick, pero la noticia de tener dos hijos a la vez, lo desequilibró tanto, que no pudo mantener su pose estoica.
—Sí, no hay duda, son dos bebés…
El medico presionó un botón y las imágenes que había capturado mientras hacía la revisión, comenzaron a imprimirse con rapidez. Cuando tuvo las impresiones se las entregó a la pareja y con el bolígrafo que portaba, les señaló las bolitas de color claro en las imágenes.
—Esos dos, son sus hijos… —sonrió divertido ante la cara de los dos padres—. En un par de meses, podríamos hacer un ultrasonido en 3D, para que se hagan una idea concreta de cómo serán, pero por ahora, debemos dejar que se desarrollen un poco más.
Alejandro y Erick observaron la imagen en silencio, hasta que el rubio volvió en sí.
—Creo que… Debemos avisar a la familia.
—Y preparar una habitación más grande —el pelinegro parpadeó con rapidez—. Cuidar dos bebés a la vez, será muy difícil —sonrió nervioso.
Alejandro pasó la mano por su cabello y carraspeó— por eso nos preocuparemos después… —«creo que necesitaremos más niñeras de las que pensé…»
Ambos sabían que la sala de espera estaba llena de sus familiares, amigos y trabajadores, pues la noche anterior, Alejandro les comunicó la decisión a sus padres y aunque Ale quería oponerse, porque decía que el bebé era un ser inocente, sabía perfectamente que no podía hacer nada contra la decisión de su yerno, en caso de que fuera de alguien más.
Erick estrujaba las manos sobre su regazo y mantenía la mirada hacia abajo. Por momentos, imaginar que tendría un hijo de Alejandro, le hacía sonreír ilusionado, pero cuando esa idea se empañaba por la incertidumbre de que fuera de Omar, su rostro mostraba una profunda angustia que lo hacía temblar.
—¿Sigues nervioso? —Alejandro se puso de cuclillas frente a su esposo.
Erick asintió.
—Todo estará bien —su esposo le sonrió—. Debes estar tranquilo.
—Es que… ¡No puedo con esta duda! —Erick apretó las manos de su esposo—. Tengo tanto miedo de que…
Se mordió el labio para no terminar la frase; aunque había tomado la decisión, en caso de que el bebé que llevaba en su vientre no fuera de Alejandro, sabía que lo que haría, podría ser considerado un pecado y temía que el karma lo alcanzara tarde o temprano.
—Conejo, no tienes de qué preocuparte —el rubio sonrió—. El bebé es mío
—¿Cómo estás tan seguro? —presionó el ojiazul—. Todo lo que pasó… Lo que… Él me hizo y…
—No importa —interrumpió Alex—. Hay muchas razones por las que estoy completamente seguro que es mío.
—¿En serio? —Erick ladeó el rostro, mirando al otro de manera incrédula—. Alex, con solo desearlo no es posible que…
—No es eso —Alejandro negó—. Te voy a contar algo que sé desde hace mucho, aunque te lo oculté, porque no sabía si era necesario decírtelo, hasta ahora.
—¡¿Qué cosa?!
—Cuando ocurrió lo de diciembre, ¿recuerdas que los médicos dijeron que podría haber algunas repercusiones?
—Sí —Erick asintió—. Por eso temo que…
—No se referían a eso —interrumpió el ojiverde—. El médico me explicó que en tus análisis, salió una hormona que solo aparece en los Omegas y mujeres embarazadas…
Erick abrió los ojos con sorpresa.
—Pero era poco tiempo después del ataque —prosiguió Alejandro—, así que le comenté que te había marcado años atrás, así como que habíamos iniciado relaciones antes de lo que todos creían y él me dijo que tu cuerpo se había predispuesto a ser fecundado por mí, en la primera oportunidad —explicó—. Aunado a ello, Omar no anudó cuando intimó contigo —su voz sonó fría, aun le molestaba recordar a ese sujeto y lo que había hecho, pero en ese momento, era necesario decirlo—, por lo cual, es imposible que sea de él, pues sin un nudo…
—Un Alfa no puede fecundar —musitó Erick.
—¡Exacto! —Alejandro asintió—. Pero lo que me confirmó que es mío, fue el Nido que hiciste.
—¿El Nido? —Erick frunció el ceño, recordando que aun la noche anterior, ambos durmieron en esa extraña cama que había creado con la ropa de su pareja, porque fue el único lugar dónde pudo conciliar el sueño, debido a lo nervioso que estaba—. ¿Qué tiene el Nido?
El rubio movió la mano y acarició el rostro de su pareja.
—El Nido que el Omega crea para protegerse y a su bebé, debe tener el olor del padre —sentenció—. De lo contrario, no podrá estar tranquilo, ni seguro, pues aun y que el bebé sea Beta —la mano izquierda del rubio se posó en el vientre de su pareja—, las hormonas del Omega son afectadas, por la presencia del ADN, esencia y un leve rastro de las feromonas del padre —explicó—. Así que… Si este bebé, no fuera mío, ese Nido que hiciste, no hubiera podido ser con mis objetos o ropa.
Ante esas palabras, poco a poco, el rostro de Erick se iluminó y sus labios se curvaron ligeramente.
—¿Estás…? ¿Estás seguro? —preguntó con voz temblorosa.
—Por completo —sentenció el otro, mirándolo fijamente a los ojos.
Pese a las dudas que aún estaban presentes, las palabras de su esposo le hicieron sentir mucho mejor y la simple idea de que tuviera razón, lo hizo ilusionarse.
La puerta se abrió y el médico ingresó con unos documentos en mano, por lo que Alejandro regresó a su lugar y sujetó la mano de Erick para brindarle su apoyo.
—Lamento la tardanza, señores De León —dijo con una sonrisa amable—. Pero la impresión de los resultados tardó un poco… En fin, aquí está…
Caminó a su sillón y acercó las hojas a la pareja.
—Señor Erick, me complace confirmarle que el producto que lleva en su vientre, es de su esposo, el señor Alejandro De León —sentenció con total seguridad.
El ojiazul sujetó las hojas y su sonrisa tembló— ¿está…? ¿Está seguro? —preguntó aún con algo de miedo, no quería que le mintieran en esa situación.
—Las pruebas se realizaron tres veces, cómo su esposo solicitó, precisamente para que no hubiera dudas —el médico hizo un ligero ademán hacia el rubio.
Erick levantó el rostro y fijó la mirada en Alejandro.
—Necesitaba alejar todas las dudas de ti —confesó el otro.
Erick guardó un momento de silencio, mientras observaba los documentos que tenía en mano. Muchas de las cosas que venían eran datos que no entendía, pero en la nota final, aseguraba que el ADN concordaba con el de Alejandro de León, así que estaba comprobado que el bebé que llevaba en su vientre era de su esposo.
Aunque tardó un momento, poco a poco, no solo su cerebro, sino su corazón, comprendieron lo ocurrido y aceptó la verdad, así que las lágrimas cayeron silenciosas, a la par que sus labios formaban una sonrisa más amplia. No había duda; el amor que lo unía a Alejandro, había dado fruto y se había aferrado a la vida, pese a todo lo que le había ocurrido y era momento que él lo protegiera también.
—¿Qué sucede, Conejo? —Alejandro movió la mano y recogió las lágrimas que resbalaban por las mejillas sonrojadas.
El pelinegro negó, se limpió los ojos y luego buscó al médico con la mirada— ¿Podemos...? ¿Podemos verlo? —preguntó sin poder ocultar su emoción.
Desde que llegaron a ese chequeo, el médico le ofreció hacerle un ultrasonido, pero Erick se negó; no quería ver a ese ser que estaba formándose en su vientre, porque de resultar no ser de su amor por Alejandro, le habría costado más mantenerse firme en la decisión que había tomado.
El médico asintió.
—Acompáñenme, por favor.
El hombre se puso de pie e hizo un ademán hacia una puerta que daba a un cuarto contiguo.
Alejandro acompañó a su esposo y estuvo en todo momento a su lado, aun y cuando llegó una enfermera para ayudar con el cambio de ropa a una bata más cómoda. Erick se recostó en la camilla y el médico encendió el aparato de ultrasonido, mientras descubría el vientre del ojiazul, que apenas si se notaba ligeramente inflamado, colocando el gel adecuado.
—Como dije ayer, tiene diez semanas de gestación —comentó con seriedad—. No lo veremos muy definido, porque apenas están presentándose los cambios externos, así mismo, no podemos saber su sexo, pero podemos constatar que está bien.
—Comprendo —Erick apretó la mano de Alejandro.
—¿Te sientes mal? —indagó el rubio, observando con atención los movimientos cuidadosos del médico, mientras colocaba el cabezal del aparato, sobre la piel.
—Estoy… emocionado —confesó y su sonrisa sincera hizo feliz al rubio.
Alejandro besó la frente de su pareja— tranquilo, tú y el bebé estarán bien —sentenció con total seguridad.
—¡Vaya!
La voz sorprendida del médico puso en alerta a ambos.
—¡¿Qué ocurre?! —Erick pasó saliva con dificultad.
El miedo de que ocurriera algo malo, cómo castigo por pensar en deshacerse del bebé, lo invadió.
—¿Está bien el bebé? —Alejandro fijó la mirada en la pantalla, pero no comprendía qué era lo que el médico había encontrado.
—Sí, lo que pasa es que… No es uno, sino dos —sonrió—. Aquí están —señaló la pantalla, dónde se notaban dos bultos que parecían latir a la par.
—¿Dos?
Erick posó la mirada en la pantalla, luego en su vientre y volvió a la pantalla. No podía creer que dentro de él hubiese dos bebés, menos porque creía que en los embarazos múltiples, el vientre crecía mucho más que en un embarazo normal y en él aún no había muchos cambios.
—¡¿Está seguro que son dos?! —el rubio también estaba sorprendido.
Alejandro se había mentalizado para ser padre, aunque no había sido esa su intención, porque le parecía muy pronto después de su reencuentro y matrimonio con Erick, pero la noticia de tener dos hijos a la vez, lo desequilibró tanto, que no pudo mantener su pose estoica.
—Sí, no hay duda, son dos bebés…
El medico presionó un botón y las imágenes que había capturado mientras hacía la revisión, comenzaron a imprimirse con rapidez. Cuando tuvo las impresiones se las entregó a la pareja y con el bolígrafo que portaba, les señaló las bolitas de color claro en las imágenes.
—Esos dos, son sus hijos… —sonrió divertido ante la cara de los dos padres—. En un par de meses, podríamos hacer un ultrasonido en 3D, para que se hagan una idea concreta de cómo serán, pero por ahora, debemos dejar que se desarrollen un poco más.
Alejandro y Erick observaron la imagen en silencio, hasta que el rubio volvió en sí.
—Creo que… Debemos avisar a la familia.
—Y preparar una habitación más grande —el pelinegro parpadeó con rapidez—. Cuidar dos bebés a la vez, será muy difícil —sonrió nervioso.
Alejandro pasó la mano por su cabello y carraspeó— por eso nos preocuparemos después… —«creo que necesitaremos más niñeras de las que pensé…»
Ante la noticia de los dos bebes, todos sus conocidos los felicitaron, pero Diego y Ale fueron los más emocionados de tener dos nietos tan pronto, tanto que lo primero que hicieron, fue ordenar que prepararan la una habitación para los cachorros que llegarían en pocos meses, pese a que su hijo les dijo que ordenaría que apresuraran la construcción de su casa, algo que su madre se opuso, pues deseaba disfrutar de su yerno y nietos todo el tiempo del mundo.
Después de la cena, tuvieron que dejar la discusión por la paz, ya que Erick necesitaba descansar.
La pareja se preparó para dormir, pero igual que la noche anterior, no fueron a la cama, sino a ese Nido que Erick había hecho durante los días anteriores y que desde ese día, le anexaba más cosas, con el apoyo de su pareja, incluyendo una pequeña lamparita de luz tenue, que se mantenía encendida todo el tiempo, para poder ver, en caso de que tuviera que levantarse para ir al baño.
Ambos se abrazaron mientras se recostaban sobre los acogedores edredones y el rubio besaba la cabellera negra, mientras acariciaba el vientre.
—¿Cómo te sientes? —preguntó el ojiverde.
—Feliz y nervioso —confesó el otro con una risita débil—. Tal vez nuestros planes cambien, pero… —movió la mano y acarició la mano de su pareja, que estaba sobre su estómago—. Saber que los bebés son hijos tuyos, es más que suficiente para ser el hombre más dichoso sobre este mundo —aseguro.
—Me alegra —Alejandro besó la nuca de Erick.
El silencio reinó y Erick, poco a poco comenzó a sentir el cansancio y pesadez del sueño.
—Erick… —la voz del rubio se escuchó con debilidad.
—¿Sí?
—Aunque no lo creas, yo también estaba preocupado y tenía… Miedo —confesó—. Pero aunque el resultado de esos análisis no hubiera sido lo que esperaba, yo iba a aceptar tu decisión…
Erick se sorprendió. Esas palabras le decían que aun y cuando el bebé no fuera de Alejandro, si él lo hubiera querido tener, el otro lo aceptaría.
El ojiazul se removió y giró, quedando de frente a su pareja.
—¿Por qué? —indagó—. ¿Por qué estabas dispuesto a…?
—Porque te hice una promesa —Alejandro sonrió y pese a la escasa luz que había en ese lugar, Erick lo observó— y sin importar el resultado, iba a cumplirla —sentenció.
Los ojos azules se llenaron de lágrimas y cayeron con rapidez.
—Gracias, Alex —dijo mientras restregaba el rostro contra el pecho de su esposo—. Gracias por amarme tanto…
Alejandro lo acunó en brazos y sonrió.
—Conejo… Estuve añorándote por quince años, así que, ahora que te tengo a mi lado, no pienso perderte de nuevo —dijo con total de convicción—. Te lo prometí y lo repito… Estaremos siempre juntos…
—Pase lo que pase… —terminó el ojiazul y se sintió completamente dichoso.
Sí, había tenido una vida difícil, había sufrido a manos no solo de su ex pareja, sino de su propia familia, pero finalmente, había encontrado la felicidad y el amor, con un hombre que estaba dispuesto a hacer lo que fuera por él y era suficiente para saber que ese niño rubio que en el pasado lo había marcado inconscientemente, era el hombre indicado para él.
Después de la cena, tuvieron que dejar la discusión por la paz, ya que Erick necesitaba descansar.
La pareja se preparó para dormir, pero igual que la noche anterior, no fueron a la cama, sino a ese Nido que Erick había hecho durante los días anteriores y que desde ese día, le anexaba más cosas, con el apoyo de su pareja, incluyendo una pequeña lamparita de luz tenue, que se mantenía encendida todo el tiempo, para poder ver, en caso de que tuviera que levantarse para ir al baño.
Ambos se abrazaron mientras se recostaban sobre los acogedores edredones y el rubio besaba la cabellera negra, mientras acariciaba el vientre.
—¿Cómo te sientes? —preguntó el ojiverde.
—Feliz y nervioso —confesó el otro con una risita débil—. Tal vez nuestros planes cambien, pero… —movió la mano y acarició la mano de su pareja, que estaba sobre su estómago—. Saber que los bebés son hijos tuyos, es más que suficiente para ser el hombre más dichoso sobre este mundo —aseguro.
—Me alegra —Alejandro besó la nuca de Erick.
El silencio reinó y Erick, poco a poco comenzó a sentir el cansancio y pesadez del sueño.
—Erick… —la voz del rubio se escuchó con debilidad.
—¿Sí?
—Aunque no lo creas, yo también estaba preocupado y tenía… Miedo —confesó—. Pero aunque el resultado de esos análisis no hubiera sido lo que esperaba, yo iba a aceptar tu decisión…
Erick se sorprendió. Esas palabras le decían que aun y cuando el bebé no fuera de Alejandro, si él lo hubiera querido tener, el otro lo aceptaría.
El ojiazul se removió y giró, quedando de frente a su pareja.
—¿Por qué? —indagó—. ¿Por qué estabas dispuesto a…?
—Porque te hice una promesa —Alejandro sonrió y pese a la escasa luz que había en ese lugar, Erick lo observó— y sin importar el resultado, iba a cumplirla —sentenció.
Los ojos azules se llenaron de lágrimas y cayeron con rapidez.
—Gracias, Alex —dijo mientras restregaba el rostro contra el pecho de su esposo—. Gracias por amarme tanto…
Alejandro lo acunó en brazos y sonrió.
—Conejo… Estuve añorándote por quince años, así que, ahora que te tengo a mi lado, no pienso perderte de nuevo —dijo con total de convicción—. Te lo prometí y lo repito… Estaremos siempre juntos…
—Pase lo que pase… —terminó el ojiazul y se sintió completamente dichoso.
Sí, había tenido una vida difícil, había sufrido a manos no solo de su ex pareja, sino de su propia familia, pero finalmente, había encontrado la felicidad y el amor, con un hombre que estaba dispuesto a hacer lo que fuera por él y era suficiente para saber que ese niño rubio que en el pasado lo había marcado inconscientemente, era el hombre indicado para él.
Despedida
Ahora sí, el Omegaverso que salió por un capricho mío, llegó a su fin.
Si todo sale bien, pronto habrá Oh, my, Cow, para hablar sobre esta historia. Por el momento, espero que la hayan disfrutado y esperen pacientes a la próxima historia, que, espero y los Dioses me ayuden, parea que salga más pronto de lo que había planeado.
Cuidense y nos leemos!!!!
Ahora sí, el Omegaverso que salió por un capricho mío, llegó a su fin.
Si todo sale bien, pronto habrá Oh, my, Cow, para hablar sobre esta historia. Por el momento, espero que la hayan disfrutado y esperen pacientes a la próxima historia, que, espero y los Dioses me ayuden, parea que salga más pronto de lo que había planeado.
Cuidense y nos leemos!!!!
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