Capítulo XXV
Cómo Erick deseaba, con solo la petición de Alejandro al director del hospital, lo dejaron internado para “observación”, hasta el veinticuatro de diciembre en la mañana, cuando Ale se impuso ante la voluntad de su hijo, para sacar a Erick y llevarlo al hotel que su esposo estaba en últimos trámites de comprar.
Ale había planeado una recepción para tener una Noche Buena agradable, en compañía de familias y amigos, ya que en la navidad, era el cumpleaños de Erick y su boda con Alejandro, por lo que seguramente no los vería después de ese día, hasta el siguiente año, cuando volvieran a su hogar, después de su Luna de Miel. Marcel tuvo dificultades para programarse entre los preparativos de la boda y la cena, así que Liam, Luis y su familia, le ayudaban
El hotel cerró desde la madrugada del 24 de diciembre, para cualquier persona que no estuviera dentro de ese selecto circulo que acudiría a dicha reunión y durante la mañana, recibió a personas distinguidas, especialmente la familia de los amigos del rubio.
La familia Chávez, estaba encantada con Agustín y los padres de Julián se tomaron un largo tiempo en la comida, para hablar con la Abuela del pelinegro, explicándole la vedad sobre su nulo parentesco con la familia De León. La anciana se molestó un poco por esa mentira, pero al saber que Agustín ya estaba enterado, lo dejó pasar; si su nieto y Julián no tenían secretos entre ellos, lo demás no importaba.
Al contrario, Emiliano Jiménez estaba algo inquieto. En su momento se había imaginado algo por el apellido de David, pero debido a todo lo ocurrido durante los últimos días, no había tenido tiempo de platicar con el jovencito que era pareja de su hijo, así que lo tomó desprevenido el enterarse de quienes eran los padres de su futuro yerno, aunque la más asustada era Regina, su esposa, ya que ella era Beta y tenía miedo que la rechazaran por ello, pero al contrario, los padres de David y su hermana, platicaron amenamente con ellos, mientras que el de lentes demostraba su interés por Luis con poco recato.
Los que de inmediato hicieron migas y se trataron como si se conocieran de toda la vida, fueron las madres de Miguel y Marcel; ambos estaban emocionados de la próxima boda y junto con Marcel, hablaban sobre los preparativos para que todo fuera perfecto, pese al poco tiempo que tendrían para hacerlo.
Con la llegada de los familiares de Dimitry e Iván, todos los invitados a esa reunión estaban presentes y durante el día, el salón y comedor del hotel, estuvo lleno de presentaciones, algarabía y mucha felicidad.
Estaba cayendo la noche, cuando Erick estaba en la enorme suite que compartiría con Alejandro, arreglándose para la cena de esa noche; se encontraba tranquilo, ya que Alejandro le cumplió la petición de contratar a sus antiguos trabajadores, así que Yesenia, Ana y Eloísa, lo estaban atendiendo como siempre lo habían hecho y Joseph, ahora bajo las órdenes directas de Samuel, se encargaba de todo lo que tuviera que ver con Erick y personas allegadas, ya que lo habían hecho su asistente personal.
Erick ya se había puesto el vestido de corte recto y cuello halter que había decidido usar esa noche, por petición de su prometido; sus asistentes le ayudaban con los accesorios del cabello y su delicado maquillaje, cuando el sonido de la puerta se escuchó.
—Abre, Yesi, por favor —pidió el ojiazul, ya que por indicaciones de Alejandro, se mantenía con seguro la puerta y solo abrirían si escuchaban tres toques seguidos.
Cuando la chica abrió, Joseph entró de inmediato con un teléfono en mano— señor Erick… su padre está en la línea —dijo con voz seria.
—¿Mi padre? —Erick frunció el ceño y sujetó de inmediato el auricular—. ¿Sí?
—“Erick…”
La voz seria del otro lado, logró que el ojiazul se irguiera en su lugar.
—¿Qué ocurre, padre? —como siempre que hablaba con el militar, su voz tomaba un tinte serio.
—“Tu madre no se siente bien…” —comentó el hombre con frialdad—. “No sabemos si podremos llegar a la cena, así que, discúlpanos con los padres de Alejandro…”
El pelinegro respiró profundamente— ¿por qué no les hablas y te disculpas tú mismo, padre? —indagó en voz baja.
—“No hagas preguntas innecesarias y solo ¡haz lo que te estoy ordenando!”
Después de eso, el militar colgó. Erick apretó ligeramente el teléfono inalámbrico antes de devolvérselo a Joseph.
—¿Alex está en la otra habitación? —preguntó mirando al canoso.
—Así es, señor —asintió el hombre con rapidez—. Está terminando su preparación para la cena.
—¿Puedes decirle que venga, por favor?
—En un momento…
—Gracias.
Joseph se retiró y Erick siguió con su arreglo, pero aunque sus asistentes no lo notaron, se encontraba un poco molesto. No le agradaba que sus padres cancelaran en último momento y menos, a una reunión que había preparado su suegro, «es demasiado descortés, hasta para ellos…» pensó con desagrado.
—¿Qué ocurre?
La voz del rubio se escuchó y el ojiazul se puso de pie para ir a recibirlo, con un beso en los labios.
—¿Por qué estas molesto? —preguntó el recién llegado, sujetando a su pareja por la cintura.
—¿Cómo sabes que estoy molesto? —indagó el pelinegro, levantando el rostro, para ver al otro a los ojos.
Alejandro levantó una ceja y sonrió divertido— tus feromonas no pueden mentirme, Conejo… ¿qué pasa?
Las manos de Erick se movieron hasta colocarse tras la nuca de su pareja y suspiró— acaba de marcarme mi padre…
—¿Qué quería el ‘General’?
—Quiere que lo disculpe contigo y tu familia —contestó—, porque no sabe si llegará a la cena.
El semblante del rubio cambió de inmediato— ¿cuál fue su excusa?
—Que mi madre no se siente bien —negó Erick—. Pero seguramente fue porque se enteró que Nana Reina estará en la cena —hizo un mohín.
—Así que tus padres no quieren venir… —Alejandro miró hacia el techo—. ¿Qué hacemos? —indagó con seriedad—. ¿Los perdonamos o los obligamos a venir?
—Si fuera por mí, diría que no importa —negó Erick sin soltar a su pareja—, pero esa invitación la hizo mamá Ale, personalmente —acusó con seriedad—. Mis padres no deben hacerle ese desplante.
Alejandro le besó la frente a su pareja— entonces, me encargaré de que lleguen a la cena.
—Gracias, mi amor…
—¿Te falta mucho para terminar tu arreglo? —el rubio se inclinó hasta el cuello y olfateó el aroma de su pareja.
—Un poco —el ojiazul expuso su piel, mientras aspiraba el olor de café y cedro del otro, llenando sus pulmones de ese perfume que lo tenía completamente hechizado—, pero la reunión empieza hasta dentro de una hora, aún tengo tiempo.
—¿Ya elegiste todos tus accesorios?
—Sí —asintió el pelinegro—, encontré unos adecuados.
—¡Qué lástima! —Alejandro se apartó—. Yo quería que te pusieras algo que traigo para ti.
—¿Qué cosa?
Alejandro se apartó y sacó del bolsillo interno de su traje, una caja ligeramente grande, colocándola frente a su pareja. Erick frunció el ceño y abrió la caja con lentitud, observando la delicada tela que contenía.
—¿Guantes? —preguntó confundido al extraer el par de guantes de seda que estaban en la caja.
—Sí, guantes.
Erick estaba confundido, pero no iba a negarse a usarlos.
—De acuerdo, si eso quieres, los usaré.
—¡Perfecto! —El rubio se inclinó y le dio un beso fugaz en los labios—. Ahora, iré a ver la situación de tus padres —le guiñó un ojo—. Te veo en la recepción.
—Cuídate… —musitó Erick y se quedó de pie, incluso cuando la puerta de la habitación se cerró.
Acarició la tela de los guantes y suspiró. Por alguna extraña razón, sentía vacío cuando Alejandro se apartaba de él y no entendía el motivo; sabía que el rubio lo amaba y era recíproco, pero todo su cuerpo se negaba a dejar que se apartara. Había pensado en esos últimos días, que se había vuelto más caprichoso, pidiéndole a Alejandro que no se fuera por mucho tiempo y cuando tenía que hacerlo, las horas para verlo se le hacían eternas.
«Quizá, mamá Ale tiene razón…» pensó, pues le había comentado esa situación a su suegro, «debido a lo ocurrido, aún tengo miedo de apartarme mucho de Alex, pero en unos meses, todo volverá a la normalidad y no seré tan voluble cuando él se aparte por sus ocupaciones…»
—¿Señor Erick? —la voz de una de sus asistentes lo sacó de su ensimismamiento.
—Ah… ¿sí? ¿Qué pasa?
—¿Quiere descansar antes de seguir con su arreglo? —preguntó otra.
—¡Oh, no! Terminemos… —sonrió y regresó a la silla que había ocupado antes.
Al estar en su lugar, Erick movió la mano, acercándola a su rostro, para percibir el perfume de Alejandro, desprendiéndose de su dedo anular; era una acción cotidiana para él, pues era el lugar que desprendía las feromonas del otro, aparte de su cuello, pero al menos su dedo era un lugar más accesible no solo para su nariz, sino para sus labios.
Ale había planeado una recepción para tener una Noche Buena agradable, en compañía de familias y amigos, ya que en la navidad, era el cumpleaños de Erick y su boda con Alejandro, por lo que seguramente no los vería después de ese día, hasta el siguiente año, cuando volvieran a su hogar, después de su Luna de Miel. Marcel tuvo dificultades para programarse entre los preparativos de la boda y la cena, así que Liam, Luis y su familia, le ayudaban
El hotel cerró desde la madrugada del 24 de diciembre, para cualquier persona que no estuviera dentro de ese selecto circulo que acudiría a dicha reunión y durante la mañana, recibió a personas distinguidas, especialmente la familia de los amigos del rubio.
La familia Chávez, estaba encantada con Agustín y los padres de Julián se tomaron un largo tiempo en la comida, para hablar con la Abuela del pelinegro, explicándole la vedad sobre su nulo parentesco con la familia De León. La anciana se molestó un poco por esa mentira, pero al saber que Agustín ya estaba enterado, lo dejó pasar; si su nieto y Julián no tenían secretos entre ellos, lo demás no importaba.
Al contrario, Emiliano Jiménez estaba algo inquieto. En su momento se había imaginado algo por el apellido de David, pero debido a todo lo ocurrido durante los últimos días, no había tenido tiempo de platicar con el jovencito que era pareja de su hijo, así que lo tomó desprevenido el enterarse de quienes eran los padres de su futuro yerno, aunque la más asustada era Regina, su esposa, ya que ella era Beta y tenía miedo que la rechazaran por ello, pero al contrario, los padres de David y su hermana, platicaron amenamente con ellos, mientras que el de lentes demostraba su interés por Luis con poco recato.
Los que de inmediato hicieron migas y se trataron como si se conocieran de toda la vida, fueron las madres de Miguel y Marcel; ambos estaban emocionados de la próxima boda y junto con Marcel, hablaban sobre los preparativos para que todo fuera perfecto, pese al poco tiempo que tendrían para hacerlo.
Con la llegada de los familiares de Dimitry e Iván, todos los invitados a esa reunión estaban presentes y durante el día, el salón y comedor del hotel, estuvo lleno de presentaciones, algarabía y mucha felicidad.
Estaba cayendo la noche, cuando Erick estaba en la enorme suite que compartiría con Alejandro, arreglándose para la cena de esa noche; se encontraba tranquilo, ya que Alejandro le cumplió la petición de contratar a sus antiguos trabajadores, así que Yesenia, Ana y Eloísa, lo estaban atendiendo como siempre lo habían hecho y Joseph, ahora bajo las órdenes directas de Samuel, se encargaba de todo lo que tuviera que ver con Erick y personas allegadas, ya que lo habían hecho su asistente personal.
Erick ya se había puesto el vestido de corte recto y cuello halter que había decidido usar esa noche, por petición de su prometido; sus asistentes le ayudaban con los accesorios del cabello y su delicado maquillaje, cuando el sonido de la puerta se escuchó.
—Abre, Yesi, por favor —pidió el ojiazul, ya que por indicaciones de Alejandro, se mantenía con seguro la puerta y solo abrirían si escuchaban tres toques seguidos.
Cuando la chica abrió, Joseph entró de inmediato con un teléfono en mano— señor Erick… su padre está en la línea —dijo con voz seria.
—¿Mi padre? —Erick frunció el ceño y sujetó de inmediato el auricular—. ¿Sí?
—“Erick…”
La voz seria del otro lado, logró que el ojiazul se irguiera en su lugar.
—¿Qué ocurre, padre? —como siempre que hablaba con el militar, su voz tomaba un tinte serio.
—“Tu madre no se siente bien…” —comentó el hombre con frialdad—. “No sabemos si podremos llegar a la cena, así que, discúlpanos con los padres de Alejandro…”
El pelinegro respiró profundamente— ¿por qué no les hablas y te disculpas tú mismo, padre? —indagó en voz baja.
—“No hagas preguntas innecesarias y solo ¡haz lo que te estoy ordenando!”
Después de eso, el militar colgó. Erick apretó ligeramente el teléfono inalámbrico antes de devolvérselo a Joseph.
—¿Alex está en la otra habitación? —preguntó mirando al canoso.
—Así es, señor —asintió el hombre con rapidez—. Está terminando su preparación para la cena.
—¿Puedes decirle que venga, por favor?
—En un momento…
—Gracias.
Joseph se retiró y Erick siguió con su arreglo, pero aunque sus asistentes no lo notaron, se encontraba un poco molesto. No le agradaba que sus padres cancelaran en último momento y menos, a una reunión que había preparado su suegro, «es demasiado descortés, hasta para ellos…» pensó con desagrado.
—¿Qué ocurre?
La voz del rubio se escuchó y el ojiazul se puso de pie para ir a recibirlo, con un beso en los labios.
—¿Por qué estas molesto? —preguntó el recién llegado, sujetando a su pareja por la cintura.
—¿Cómo sabes que estoy molesto? —indagó el pelinegro, levantando el rostro, para ver al otro a los ojos.
Alejandro levantó una ceja y sonrió divertido— tus feromonas no pueden mentirme, Conejo… ¿qué pasa?
Las manos de Erick se movieron hasta colocarse tras la nuca de su pareja y suspiró— acaba de marcarme mi padre…
—¿Qué quería el ‘General’?
—Quiere que lo disculpe contigo y tu familia —contestó—, porque no sabe si llegará a la cena.
El semblante del rubio cambió de inmediato— ¿cuál fue su excusa?
—Que mi madre no se siente bien —negó Erick—. Pero seguramente fue porque se enteró que Nana Reina estará en la cena —hizo un mohín.
—Así que tus padres no quieren venir… —Alejandro miró hacia el techo—. ¿Qué hacemos? —indagó con seriedad—. ¿Los perdonamos o los obligamos a venir?
—Si fuera por mí, diría que no importa —negó Erick sin soltar a su pareja—, pero esa invitación la hizo mamá Ale, personalmente —acusó con seriedad—. Mis padres no deben hacerle ese desplante.
Alejandro le besó la frente a su pareja— entonces, me encargaré de que lleguen a la cena.
—Gracias, mi amor…
—¿Te falta mucho para terminar tu arreglo? —el rubio se inclinó hasta el cuello y olfateó el aroma de su pareja.
—Un poco —el ojiazul expuso su piel, mientras aspiraba el olor de café y cedro del otro, llenando sus pulmones de ese perfume que lo tenía completamente hechizado—, pero la reunión empieza hasta dentro de una hora, aún tengo tiempo.
—¿Ya elegiste todos tus accesorios?
—Sí —asintió el pelinegro—, encontré unos adecuados.
—¡Qué lástima! —Alejandro se apartó—. Yo quería que te pusieras algo que traigo para ti.
—¿Qué cosa?
Alejandro se apartó y sacó del bolsillo interno de su traje, una caja ligeramente grande, colocándola frente a su pareja. Erick frunció el ceño y abrió la caja con lentitud, observando la delicada tela que contenía.
—¿Guantes? —preguntó confundido al extraer el par de guantes de seda que estaban en la caja.
—Sí, guantes.
Erick estaba confundido, pero no iba a negarse a usarlos.
—De acuerdo, si eso quieres, los usaré.
—¡Perfecto! —El rubio se inclinó y le dio un beso fugaz en los labios—. Ahora, iré a ver la situación de tus padres —le guiñó un ojo—. Te veo en la recepción.
—Cuídate… —musitó Erick y se quedó de pie, incluso cuando la puerta de la habitación se cerró.
Acarició la tela de los guantes y suspiró. Por alguna extraña razón, sentía vacío cuando Alejandro se apartaba de él y no entendía el motivo; sabía que el rubio lo amaba y era recíproco, pero todo su cuerpo se negaba a dejar que se apartara. Había pensado en esos últimos días, que se había vuelto más caprichoso, pidiéndole a Alejandro que no se fuera por mucho tiempo y cuando tenía que hacerlo, las horas para verlo se le hacían eternas.
«Quizá, mamá Ale tiene razón…» pensó, pues le había comentado esa situación a su suegro, «debido a lo ocurrido, aún tengo miedo de apartarme mucho de Alex, pero en unos meses, todo volverá a la normalidad y no seré tan voluble cuando él se aparte por sus ocupaciones…»
—¿Señor Erick? —la voz de una de sus asistentes lo sacó de su ensimismamiento.
—Ah… ¿sí? ¿Qué pasa?
—¿Quiere descansar antes de seguir con su arreglo? —preguntó otra.
—¡Oh, no! Terminemos… —sonrió y regresó a la silla que había ocupado antes.
Al estar en su lugar, Erick movió la mano, acercándola a su rostro, para percibir el perfume de Alejandro, desprendiéndose de su dedo anular; era una acción cotidiana para él, pues era el lugar que desprendía las feromonas del otro, aparte de su cuello, pero al menos su dedo era un lugar más accesible no solo para su nariz, sino para sus labios.
Después de las ocho de la noche, el salón de reunión empezó a llenarse de gente. Ale y Diego se encargaban de recibir a las personas y platicar con la mayoría de ellos, aunque los Alfa se separaban de los Omega y Beta, reuniéndose directamente con el rubio para hablar antes de la cena y ponerlo al tanto sobre los negocios que se estaban llevando a cabo esos días; esa situación no le molestaba a Ale, estaba acostumbrado a ello y no se entrometía en los negocios de su esposo, así que, él atendía a los demás con diligencia y amabilidad.
Las mesas estaban dispuestas para que en la mesa central estuvieran Alejandro y Erick, en compañía de sus padres, pero el General Salazar y su esposo, aun no estaban en la recepción, algo que llamó la atención de muchos.
—Es muy extraño que los padres de Erick no hayan llegado —mencionó Marcel en un murmullo.
Daniel y Víctor, junto con sus familias, también habían sido invitados a esa cena, así que estaban bebiendo cerca de sus amigos.
—Es una fiesta muy selecta… —Daniel frunció el ceño.
—¡Sí! —Víctor asintió—. Tuvimos mucha suerte que nos invitaran, solo por tener amistad con ustedes —señaló a Marcel, Agus y Luis.
—¿Crees que se la perderán? —Luis buscó la mirada de Agustín.
—No lo sé —el pelinegro negó—. El General ha estado muy extraño estos últimos días, con la llegada de la familia De León —se alzó de hombros—. Podría decir que hasta parece temeroso.
—¿De quién hablan? —Julián se acercó a Agustín y lo abrazó desde atrás, besando la cabellera oscura y saludando a los demás con un efímero ademán.
—¡Hola! —sonrió el menor—. Creí que estarías ocupado…
—No, ni Mike, ni yo, tenemos trabajo hoy —negó.
—Y dónde está mi prometido —Marcel puso la mano en su frente y buscó por todos lados.
—Su madre le encargó a sus hermanito un momento —se alzó de hombros, ya que Miguel tenía un hermano, mucho más pequeño que el universitario—. Viene después de eso, y ¿de quién hablan? —insistió.
—Del padre de Erick —respondió Agustín con rapidez—. Es tarde y no ha llegado.
Julián sonrió tenuemente— no te preocupes, seguro que no tarda en llegar.
—No me preocupa, mejor para mí —Agustín se alzó de hombros—, de lo contrario, le pueden hacer un mal gesto a mi abuela.
—No creo que se atrevan…
—¡Aquí estás! —David llegó y abrazó a Luis con fuerza, logrando que se estremeciera—. Parece que te estás escondiendo de mí…
—Ah, ¡no! —Luis negó—. Pero creo que debes comportarte, las personas pueden vernos —señaló tratando de empujarlo con suavidad, pues sentía las miradas curiosas de muchos a su alrededor.
—Ya todos saben que me casaré contigo —el de lentes le restó importancia—, malo fuera que no te pusiera atención — se inclinó y rozó la nariz del otro con la propia—, ¿no lo crees?
—¡Llegué! —Miguel llegó al lado de Marcel y le besó los labios con delicadeza—. Lo siento, mi hermanito se puso necio.
—¡Pero si Rafita es muy dulce! —Marcel levantó una ceja.
—Solo contigo —su pareja entornó los ojos.
—Erick tampoco ha bajado —interrumpió Daniel, mirando con curiosidad alrededor.
—Supongo que lo hará hasta que Alejandro regrese —Julián le restó importancia.
—¿No está aquí? —Marcel se sorprendió.
—No —Mike negó—. Alex, Dima, Iván y Fabián, fueron a encargarse de algo en persona.
—¿Y por qué no fueron ustedes?
—Porque nosotros sí tenemos pareja en la recepción —se burló David, sin soltar a Luis.
—Sí, aunque yo debería estar ayudando en la cocina —Luis lo miró con seriedad.
—Kochanie! —el de lentos suspiró—. Tus padres ya dijeron que no debes trabajar y mis padres estuvieron de acuerdo, ¿recuerdas? —lo sujetó de las manos y le besó el dorso a cada una—. De ahora en adelante, yo me haré responsable de ti y mi familia respaldará a la tuya en todo momento…
—Siento como si me estuvieras comprando… —Luis bajó el rostro, sintiendo que sus mejillas ardían.
—¡Hermano, aprovecha! —Víctor suspiró—. Ya quisiera yo, ¡tener quién me mantenga!
—No creo que valgas la pena —mencionó Daniel antes de beber un sorbo de su copa.
—¡Ey! —Víctor frunció el ceño—. Aunque no sea Alfa, puedo ser un buen partido ——acomodó su saco.
—Lo dudo —Marcel se alzó de hombros—. Pero “siempre hay un roto, para un descosido”.
Sus amigos sonrieron divertidos, pero antes de que siguieran con la charla, Dimitry, Iván y Fabián llegaron con ellos.
—Eso fue rápido… —Julián los miró de soslayo.
—No hubo mucho problema —negó el ruso—. Por eso regresamos casi de inmediato.
—Alex no permite que nadie le quede mal a su familia —Iván sujetó una copa y bebió un sorbo.
—¿Hubo algún contratiempo? —Miguel los observó con curiosidad.
—No —Fabián negó—, los padres de Erick no tardan en llegar.
—¿De verdad fueron por ellos? —Agustín no pudo ocultar su molestia.
—Esta es una reunión importante —Iván sonrió— y aunque mañana es la boda, Alex no quería que sus suegros faltaran esta noche.
—Debo ir con mi familia —Dimitry se giró—, mi hermanita me mandó un mensaje, para decirme que mi hermano anda de mal humor, porque no lo quise llevar a este encargo.
—Misha aún no está listo… —David negó.
—¡Te reto a decírselo de frente! —sonrió el pelirrojo, a sabiendas que eso lograría hacer enfurecer a su hermano—. Te tumbará un par de dientes, antes de que termines de decir esa frase.
—Entrega mi mensaje —sonrió el de lentes con burla.
El ruso se apartó ante la mirada de sus compañeros.
—¿Todos ustedes son siempre tan agresivos? —Fabián los miró con curiosidad.
—No les hagas caso —Iván le dio palmaditas en el hombro—. Son cosas de Alfas Dominantes…
El murmullo de las conversaciones se perdía debido a la música que inundaba el lugar, pero momentos después, esta se detuvo y todos guardaron silencio. La puerta principal del salón se abrió, permitiendo que Alex y Erick ingresaran al recinto. Diego de inmediato fue hasta su esposo, lo sujetó de la mano y ambos fueron a recibir a la pareja, antes de guiarlos a todas las mesas para saludar a los invitados.
Después de un largo rato de saludos y charla casual, Alejandro acompañó a Erick hasta llegar con su grupo de amigos, apartándose con disimulo para cruzar palabras con Julián, Miguel y David.
—¡Te miras muy bien, Erick! —Agustín lo sujetó de la mano y las movió con emoción de arriba abajo.
—Gracias…
—El Príncipe Omega, ha regresado —secundó Marcel, abrazándolo emocionado.
—Honestamente, ya no quiero ese título —Erick negó, al apartarse de su amigo—. Me ha causado muchos problemas.
—Ese título te lo puso alguien más —Luis ladeó el rostro—, no será fácil que te lo quites de encima…
—Buscaré la manera —el pelinegro sonrió.
—Parece que tu prometido está enojado… —comentó Daniel con disimulo, después de saludarlo.
—No, no lo está —el ojiazul miró de soslayo a Alejandro que mantenía las manos en los bolsillos y hablaba con sus amigos en susurros.
—¿Seguro que no está enojado? —insistió Víctor, pasando la mano por su cuello—. Tiene ese semblante aterrador y puede ocurrir lo de aquella fiesta, ¿recuerdas?
Erick ahogó una risita divertida— no lo está —aseguró—, sus feromonas están normales, así que no se preocupen —se alzó de hombros—. Alex está muy tranquilo, dijo que no quiere arruinar la fiesta de su mamá.
—¡Pobre de él que arruine esto! —Marcel se cruzó de brazos—.Hice un gran esfuerzo para ayudar al señor De León en esta reunión y no se lo perdonaría.
—Bueno, los trabajadores de mi familia también están aquí —Luis suspiró —, no sería bueno para nuestro negocio, que de nuevo pasara algo malo.
—No atraigamos la maña suerte —Agustín le dedicó una mirada a su amigo—. Aunque con tu prometido nada se sabe —puso un gesto preocupado para su hermano.
—¡Dejen de ser tan negativos! —Erick entornó los ojos—. Además, me aseguré que usara un supresor —comentó en voz baja.
Con esas palabras, sus amigos soltaron el aire, sintiéndose más tranquilos de saber eso.
—Conejo —la voz del rubio lo sorprendió, ya estaba a su lado—, debemos ir a nuestra mesa, están por servir la cena.
—¡Claro! —les dedicó una mirada a sus amigos—. Nos vemos luego…
Todos asintieron y caminaron hacia sus respectivos lugares. Debido a que al día siguiente sería la boda de ambos, la reunión de esa noche, debía acabar relativamente temprano y se había dispuesto poco tiempo para cenar.
Alejandro guio a Erick a la mesa, dónde sus padres ya estaban sentados, pero había un par de sillas solas. El ojiazul se mordió el labio por la parte interior y apretó el agarre en la mano del rubio.
—¿Pasa algo? —musitó Alejandro.
—Mis padres no llegaron —respondió con frialdad el pelinegro.
—Llegarán —sentenció el otro—. No te preocupes.
Ambos tomaron asiento y los meseros comenzaron a servir la cena.
—¿Ocurre algo, Cariño? —Ale sujetó la mano de Erick por encima de la mesa.
—Yo… Ah… —Erick buscó la mirada aceitunada de su suegro, no podía mentirle, así que tal vez debía hacer lo que su padre le había ordenado y disculparlos—. Mamá Ale, mis padres…
—Ya llegaron —interrumpió Alejandro, que estaba poniendo atención a la interacción de su madre y pareja.
Diego y Alejandro se pusieron de pie, ante la llegada de los padres de Erick, pues caminaban directamente a la mesa; Ale sonrió amable y Erick observó con asombro a sus padres, dándose cuenta de que algo no era normal.
Alonso parecía un robot, manteniendo la mirada al frente, sin detenerse a saludar a nadie en el camino y Noé estaba más blanco que una hoja de papel; los demás invitados los observaban curiosos, especialmente las personas que los conocían, ya que para ellos era más que obvio que no tenían la misma actitud altanera de siempre.
—¡Bienvenidos! —Ale se puso de pie, para saludar a los recién llegados a su mesa y Erick lo secundó.
—Buenas noches —Alonso mantenía el rostro levantado, pero su mirada estaba en la mesa—. Lamentamos mucho la tardanza —comentó con voz seria—, mi esposo se encontraba un poco indispuesto.
—¿Ya se siente mejor, Noé? —preguntó Ale, sujetando la mano de su consuegro, preocupado genuinamente.
—Sí… Estoy mejor, gracias —dijo con voz titubeante.
—Si no se sentía bien, nos hubiera avisado y lo hubiéramos disculpado —comentó el castaño con una dulce sonrisa.
Alonso por fin levantó la mirada y observó cómo los ojos verdes de Diego y Alejandro estaban puestos sobre ellos, con una frialdad que casi le congelaba el cuerpo.
—No podíamos faltar —el militar forzó una sonrisa—, es una noche especial para reunir a la familia, antes de la boda, ¿no es así, querido? —preguntó a su esposo.
—Cierto… —Noé intentó sonreír, pero no pudo.
Con esa frase, Alejandro sonrió de manera triunfal— tiene razón, General —le ofreció la mano para saludarlo—. Realmente nos alegra que nos acompañen esta noche.
Alonso aceptó el saludo, pero sintió que el apretón fue demasiado fuerte; era casi un recordatorio de que debía ser más amable y no cometer una imprudencia, no solo delante de los padres del rubio, sino de su propio hijo.
—Tomen asiento —señaló Diego y todos volvieron a su lugar.
Erick observaba con disimulo a sus padres y podía notar su nerviosismo, especialmente porque percibía sus feromonas, pese a que parecían haber usado una loción para esconderlas, así que sabía que no era normal su actitud.
—Amor —musitó inclinándose hasta Alex—, ¿qué les hiciste? —preguntó cuándo el otro se inclinó para escucharlo mejor.
—No les hice nada, solo les pedí de la manera más atenta que pude, que asistieran —le guiñó un ojo a su pareja.
Con esa simple frase, Erick entendió que Alejandro había usado sus feromonas para que sus padres acudieran a la reunión.
De inmediato, le sirvieron la cena a los recién llegados y cuando todos en esa reunión empezaron a degustar su cena y departir amenamente, un tintineo se escuchó.
Todos observaron cómo Diego de León se ponía de pie.
—Una vez más, agradezco su presencia en esta reunión —dijo con solemnidad—. Mi esposo —le dedicó una mirada cariñosa a Ale— y yo, nos sentimos satisfechos de poder tener esta cena en compañía de antiguos y nuevos amigos, especialmente por el acontecimiento que ocurrirá mañana —sonrió—, que cómo saben, será el matrimonio de mi hijo —hizo un ademán hacia Alejandro—, pero hay algo que mi hijo no ha hecho y es momento que haga —sentenció con seriedad—. Alex…
El universitario se puso de pie y carraspeó— honestamente, no quería hacerlo hoy, sino hasta mañana, solo que mis padres no me dejaron opción porque dijeron que esto de debió haber sido mucho antes —confesó—, pero todos los que me conocen, saben que no sigo los protocolos, ni ordenanzas normales —se alzó de hombros y sus amigos rieron—. Aun así, di mi palabra que esta noche me comportaría y yo siempre cumplo mi palabra —aseguró, dedicándole una mirada cruel a su suegro, quien tembló por esa frase.
Alejandro le ofreció la mano a Erick, quien no entendía lo que el otro se proponía, pero aceptó el gesto, poniéndose de pie. Sin decir una palabra, el rubio buscó en el interior de su saco, obteniendo una pequeña cajita aterciopelada y se inclinó, colocando una rodilla en el piso.
—Erick Salazar… —su voz era sumamente seria—. ¿Aceptas casarte conmigo? —abrió le pequeño recipiente y en el interior, destelló la piedra de un anillo.
La sorpresa se vio reflejada en el gesto del ojiazul y todos los presentes también se asombraron.
—Alex… yo…
—Antes de que digas algo… —interrumpió el ojiverde—. Recuerda que ya está todo preparado para nuestra boda mañana, así que no sería bueno si te niegas —se burló.
Erick rió y tardó un momento en recomponerse— ¡claro que acepto! —dijo con una gran sonrisa en sus labios.
Alejandro le correspondió la sonrisa y colocó el anillo en el dedo que portaba la delicada cicatriz que había hecho años atrás; esa había sido la razón por la que quería que Erick usara esos guantes sin dedos, para poder colocar la argolla en el lugar adecuado, sin dificultad. Después de eso, se puso de pie y besó a Erick en los labios, antes de observar a sus padres.
—¿Felices? —preguntó con sarcasmo.
Su padre asintió y su madre sonrió con emoción.
Las mesas estaban dispuestas para que en la mesa central estuvieran Alejandro y Erick, en compañía de sus padres, pero el General Salazar y su esposo, aun no estaban en la recepción, algo que llamó la atención de muchos.
—Es muy extraño que los padres de Erick no hayan llegado —mencionó Marcel en un murmullo.
Daniel y Víctor, junto con sus familias, también habían sido invitados a esa cena, así que estaban bebiendo cerca de sus amigos.
—Es una fiesta muy selecta… —Daniel frunció el ceño.
—¡Sí! —Víctor asintió—. Tuvimos mucha suerte que nos invitaran, solo por tener amistad con ustedes —señaló a Marcel, Agus y Luis.
—¿Crees que se la perderán? —Luis buscó la mirada de Agustín.
—No lo sé —el pelinegro negó—. El General ha estado muy extraño estos últimos días, con la llegada de la familia De León —se alzó de hombros—. Podría decir que hasta parece temeroso.
—¿De quién hablan? —Julián se acercó a Agustín y lo abrazó desde atrás, besando la cabellera oscura y saludando a los demás con un efímero ademán.
—¡Hola! —sonrió el menor—. Creí que estarías ocupado…
—No, ni Mike, ni yo, tenemos trabajo hoy —negó.
—Y dónde está mi prometido —Marcel puso la mano en su frente y buscó por todos lados.
—Su madre le encargó a sus hermanito un momento —se alzó de hombros, ya que Miguel tenía un hermano, mucho más pequeño que el universitario—. Viene después de eso, y ¿de quién hablan? —insistió.
—Del padre de Erick —respondió Agustín con rapidez—. Es tarde y no ha llegado.
Julián sonrió tenuemente— no te preocupes, seguro que no tarda en llegar.
—No me preocupa, mejor para mí —Agustín se alzó de hombros—, de lo contrario, le pueden hacer un mal gesto a mi abuela.
—No creo que se atrevan…
—¡Aquí estás! —David llegó y abrazó a Luis con fuerza, logrando que se estremeciera—. Parece que te estás escondiendo de mí…
—Ah, ¡no! —Luis negó—. Pero creo que debes comportarte, las personas pueden vernos —señaló tratando de empujarlo con suavidad, pues sentía las miradas curiosas de muchos a su alrededor.
—Ya todos saben que me casaré contigo —el de lentes le restó importancia—, malo fuera que no te pusiera atención — se inclinó y rozó la nariz del otro con la propia—, ¿no lo crees?
—¡Llegué! —Miguel llegó al lado de Marcel y le besó los labios con delicadeza—. Lo siento, mi hermanito se puso necio.
—¡Pero si Rafita es muy dulce! —Marcel levantó una ceja.
—Solo contigo —su pareja entornó los ojos.
—Erick tampoco ha bajado —interrumpió Daniel, mirando con curiosidad alrededor.
—Supongo que lo hará hasta que Alejandro regrese —Julián le restó importancia.
—¿No está aquí? —Marcel se sorprendió.
—No —Mike negó—. Alex, Dima, Iván y Fabián, fueron a encargarse de algo en persona.
—¿Y por qué no fueron ustedes?
—Porque nosotros sí tenemos pareja en la recepción —se burló David, sin soltar a Luis.
—Sí, aunque yo debería estar ayudando en la cocina —Luis lo miró con seriedad.
—Kochanie! —el de lentos suspiró—. Tus padres ya dijeron que no debes trabajar y mis padres estuvieron de acuerdo, ¿recuerdas? —lo sujetó de las manos y le besó el dorso a cada una—. De ahora en adelante, yo me haré responsable de ti y mi familia respaldará a la tuya en todo momento…
—Siento como si me estuvieras comprando… —Luis bajó el rostro, sintiendo que sus mejillas ardían.
—¡Hermano, aprovecha! —Víctor suspiró—. Ya quisiera yo, ¡tener quién me mantenga!
—No creo que valgas la pena —mencionó Daniel antes de beber un sorbo de su copa.
—¡Ey! —Víctor frunció el ceño—. Aunque no sea Alfa, puedo ser un buen partido ——acomodó su saco.
—Lo dudo —Marcel se alzó de hombros—. Pero “siempre hay un roto, para un descosido”.
Sus amigos sonrieron divertidos, pero antes de que siguieran con la charla, Dimitry, Iván y Fabián llegaron con ellos.
—Eso fue rápido… —Julián los miró de soslayo.
—No hubo mucho problema —negó el ruso—. Por eso regresamos casi de inmediato.
—Alex no permite que nadie le quede mal a su familia —Iván sujetó una copa y bebió un sorbo.
—¿Hubo algún contratiempo? —Miguel los observó con curiosidad.
—No —Fabián negó—, los padres de Erick no tardan en llegar.
—¿De verdad fueron por ellos? —Agustín no pudo ocultar su molestia.
—Esta es una reunión importante —Iván sonrió— y aunque mañana es la boda, Alex no quería que sus suegros faltaran esta noche.
—Debo ir con mi familia —Dimitry se giró—, mi hermanita me mandó un mensaje, para decirme que mi hermano anda de mal humor, porque no lo quise llevar a este encargo.
—Misha aún no está listo… —David negó.
—¡Te reto a decírselo de frente! —sonrió el pelirrojo, a sabiendas que eso lograría hacer enfurecer a su hermano—. Te tumbará un par de dientes, antes de que termines de decir esa frase.
—Entrega mi mensaje —sonrió el de lentes con burla.
El ruso se apartó ante la mirada de sus compañeros.
—¿Todos ustedes son siempre tan agresivos? —Fabián los miró con curiosidad.
—No les hagas caso —Iván le dio palmaditas en el hombro—. Son cosas de Alfas Dominantes…
El murmullo de las conversaciones se perdía debido a la música que inundaba el lugar, pero momentos después, esta se detuvo y todos guardaron silencio. La puerta principal del salón se abrió, permitiendo que Alex y Erick ingresaran al recinto. Diego de inmediato fue hasta su esposo, lo sujetó de la mano y ambos fueron a recibir a la pareja, antes de guiarlos a todas las mesas para saludar a los invitados.
Después de un largo rato de saludos y charla casual, Alejandro acompañó a Erick hasta llegar con su grupo de amigos, apartándose con disimulo para cruzar palabras con Julián, Miguel y David.
—¡Te miras muy bien, Erick! —Agustín lo sujetó de la mano y las movió con emoción de arriba abajo.
—Gracias…
—El Príncipe Omega, ha regresado —secundó Marcel, abrazándolo emocionado.
—Honestamente, ya no quiero ese título —Erick negó, al apartarse de su amigo—. Me ha causado muchos problemas.
—Ese título te lo puso alguien más —Luis ladeó el rostro—, no será fácil que te lo quites de encima…
—Buscaré la manera —el pelinegro sonrió.
—Parece que tu prometido está enojado… —comentó Daniel con disimulo, después de saludarlo.
—No, no lo está —el ojiazul miró de soslayo a Alejandro que mantenía las manos en los bolsillos y hablaba con sus amigos en susurros.
—¿Seguro que no está enojado? —insistió Víctor, pasando la mano por su cuello—. Tiene ese semblante aterrador y puede ocurrir lo de aquella fiesta, ¿recuerdas?
Erick ahogó una risita divertida— no lo está —aseguró—, sus feromonas están normales, así que no se preocupen —se alzó de hombros—. Alex está muy tranquilo, dijo que no quiere arruinar la fiesta de su mamá.
—¡Pobre de él que arruine esto! —Marcel se cruzó de brazos—.Hice un gran esfuerzo para ayudar al señor De León en esta reunión y no se lo perdonaría.
—Bueno, los trabajadores de mi familia también están aquí —Luis suspiró —, no sería bueno para nuestro negocio, que de nuevo pasara algo malo.
—No atraigamos la maña suerte —Agustín le dedicó una mirada a su amigo—. Aunque con tu prometido nada se sabe —puso un gesto preocupado para su hermano.
—¡Dejen de ser tan negativos! —Erick entornó los ojos—. Además, me aseguré que usara un supresor —comentó en voz baja.
Con esas palabras, sus amigos soltaron el aire, sintiéndose más tranquilos de saber eso.
—Conejo —la voz del rubio lo sorprendió, ya estaba a su lado—, debemos ir a nuestra mesa, están por servir la cena.
—¡Claro! —les dedicó una mirada a sus amigos—. Nos vemos luego…
Todos asintieron y caminaron hacia sus respectivos lugares. Debido a que al día siguiente sería la boda de ambos, la reunión de esa noche, debía acabar relativamente temprano y se había dispuesto poco tiempo para cenar.
Alejandro guio a Erick a la mesa, dónde sus padres ya estaban sentados, pero había un par de sillas solas. El ojiazul se mordió el labio por la parte interior y apretó el agarre en la mano del rubio.
—¿Pasa algo? —musitó Alejandro.
—Mis padres no llegaron —respondió con frialdad el pelinegro.
—Llegarán —sentenció el otro—. No te preocupes.
Ambos tomaron asiento y los meseros comenzaron a servir la cena.
—¿Ocurre algo, Cariño? —Ale sujetó la mano de Erick por encima de la mesa.
—Yo… Ah… —Erick buscó la mirada aceitunada de su suegro, no podía mentirle, así que tal vez debía hacer lo que su padre le había ordenado y disculparlos—. Mamá Ale, mis padres…
—Ya llegaron —interrumpió Alejandro, que estaba poniendo atención a la interacción de su madre y pareja.
Diego y Alejandro se pusieron de pie, ante la llegada de los padres de Erick, pues caminaban directamente a la mesa; Ale sonrió amable y Erick observó con asombro a sus padres, dándose cuenta de que algo no era normal.
Alonso parecía un robot, manteniendo la mirada al frente, sin detenerse a saludar a nadie en el camino y Noé estaba más blanco que una hoja de papel; los demás invitados los observaban curiosos, especialmente las personas que los conocían, ya que para ellos era más que obvio que no tenían la misma actitud altanera de siempre.
—¡Bienvenidos! —Ale se puso de pie, para saludar a los recién llegados a su mesa y Erick lo secundó.
—Buenas noches —Alonso mantenía el rostro levantado, pero su mirada estaba en la mesa—. Lamentamos mucho la tardanza —comentó con voz seria—, mi esposo se encontraba un poco indispuesto.
—¿Ya se siente mejor, Noé? —preguntó Ale, sujetando la mano de su consuegro, preocupado genuinamente.
—Sí… Estoy mejor, gracias —dijo con voz titubeante.
—Si no se sentía bien, nos hubiera avisado y lo hubiéramos disculpado —comentó el castaño con una dulce sonrisa.
Alonso por fin levantó la mirada y observó cómo los ojos verdes de Diego y Alejandro estaban puestos sobre ellos, con una frialdad que casi le congelaba el cuerpo.
—No podíamos faltar —el militar forzó una sonrisa—, es una noche especial para reunir a la familia, antes de la boda, ¿no es así, querido? —preguntó a su esposo.
—Cierto… —Noé intentó sonreír, pero no pudo.
Con esa frase, Alejandro sonrió de manera triunfal— tiene razón, General —le ofreció la mano para saludarlo—. Realmente nos alegra que nos acompañen esta noche.
Alonso aceptó el saludo, pero sintió que el apretón fue demasiado fuerte; era casi un recordatorio de que debía ser más amable y no cometer una imprudencia, no solo delante de los padres del rubio, sino de su propio hijo.
—Tomen asiento —señaló Diego y todos volvieron a su lugar.
Erick observaba con disimulo a sus padres y podía notar su nerviosismo, especialmente porque percibía sus feromonas, pese a que parecían haber usado una loción para esconderlas, así que sabía que no era normal su actitud.
—Amor —musitó inclinándose hasta Alex—, ¿qué les hiciste? —preguntó cuándo el otro se inclinó para escucharlo mejor.
—No les hice nada, solo les pedí de la manera más atenta que pude, que asistieran —le guiñó un ojo a su pareja.
Con esa simple frase, Erick entendió que Alejandro había usado sus feromonas para que sus padres acudieran a la reunión.
De inmediato, le sirvieron la cena a los recién llegados y cuando todos en esa reunión empezaron a degustar su cena y departir amenamente, un tintineo se escuchó.
Todos observaron cómo Diego de León se ponía de pie.
—Una vez más, agradezco su presencia en esta reunión —dijo con solemnidad—. Mi esposo —le dedicó una mirada cariñosa a Ale— y yo, nos sentimos satisfechos de poder tener esta cena en compañía de antiguos y nuevos amigos, especialmente por el acontecimiento que ocurrirá mañana —sonrió—, que cómo saben, será el matrimonio de mi hijo —hizo un ademán hacia Alejandro—, pero hay algo que mi hijo no ha hecho y es momento que haga —sentenció con seriedad—. Alex…
El universitario se puso de pie y carraspeó— honestamente, no quería hacerlo hoy, sino hasta mañana, solo que mis padres no me dejaron opción porque dijeron que esto de debió haber sido mucho antes —confesó—, pero todos los que me conocen, saben que no sigo los protocolos, ni ordenanzas normales —se alzó de hombros y sus amigos rieron—. Aun así, di mi palabra que esta noche me comportaría y yo siempre cumplo mi palabra —aseguró, dedicándole una mirada cruel a su suegro, quien tembló por esa frase.
Alejandro le ofreció la mano a Erick, quien no entendía lo que el otro se proponía, pero aceptó el gesto, poniéndose de pie. Sin decir una palabra, el rubio buscó en el interior de su saco, obteniendo una pequeña cajita aterciopelada y se inclinó, colocando una rodilla en el piso.
—Erick Salazar… —su voz era sumamente seria—. ¿Aceptas casarte conmigo? —abrió le pequeño recipiente y en el interior, destelló la piedra de un anillo.
La sorpresa se vio reflejada en el gesto del ojiazul y todos los presentes también se asombraron.
—Alex… yo…
—Antes de que digas algo… —interrumpió el ojiverde—. Recuerda que ya está todo preparado para nuestra boda mañana, así que no sería bueno si te niegas —se burló.
Erick rió y tardó un momento en recomponerse— ¡claro que acepto! —dijo con una gran sonrisa en sus labios.
Alejandro le correspondió la sonrisa y colocó el anillo en el dedo que portaba la delicada cicatriz que había hecho años atrás; esa había sido la razón por la que quería que Erick usara esos guantes sin dedos, para poder colocar la argolla en el lugar adecuado, sin dificultad. Después de eso, se puso de pie y besó a Erick en los labios, antes de observar a sus padres.
—¿Felices? —preguntó con sarcasmo.
Su padre asintió y su madre sonrió con emoción.
La recepción estuvo llena de personas y al igual que cuando Alejandro fingió casarse con Jair, había muchos medios de comunicación.
Al terminar la ceremonia y antes de iniciar la fiesta, los invitados se acercaron a felicitar a la pareja. Erick estaba radiante, sujetando el brazo de su pareja, sonriendo con ilusión, cómo no lo había hecho en su anterior matrimonio; aquellos que lo conocían, jamás lo habían visto tan feliz en toda su vida y tanto Alfas como Omegas, podían percibir ese dulce perfume de lirio inundar el lugar.
Los padres de Erick ya no estaban tan nerviosos como la noche anterior, porque ahora, todos estaban conscientes de su parentesco con la familia De León; Noé mantenía el rostro en alto y Alonso se sentía en la cúspide de la sociedad, porque a ellos también los felicitaban por ese matrimonio, que los consolidaba como la familia más poderosa de esa ciudad.
Casi al final de todos los invitados, Jacobo y Ulises se acercaron a la pareja; pese a que ya se estaban divorciando, acordaron ir juntos a darle los buenos deseos a Erick, pero antes de llegar a los recién casados, Alonso se acercó a ellos.
—¡¿Qué hacen aquí?! —preguntó con desdén.
Ulises se encogió y por instinto, buscó la protección de Jacobo, quien a diferencia de antes, encaró al militar con frialdad.
—Vinimos a felicitar a los recién casados —sentenció con seriedad—, igual que los demás.
—¿Después de lo que hizo Omar? ¡No tienen vergüenza! —Noé los miró con desprecio.
—Será mejor que se retiren antes de ocasionarle un momento desagradable a mi hijo —sentenció entre dientes.
—No nos iremos —Jacobo negó—. Ya no tengo nada que perder y ya no tienes poder sobre mí —respondió—, así que, hazte un lado y ¡deja que Ulises vea a Erick!
Ante la respuesta del otro, el militar sintió que su ira crecía y sus feromonas de Albahaca se presentaron, alertando a todos— lárguense, ¡antes de que ordene que los saquen!
Jacobo estuvo a punto de responder, pero guardó silencio, al percibir otras feromonas, mismas que hicieron temblar a Alonso. Diego de León se acercó a ellos, desplegando sus feromonas de menta, opacando el perfume de su consuegro.
—Alonso —dijo con voz fría—, esta fiesta la está organizando mi esposo —especificó, ya que había sido Ale el encargado de esa recepción, aunque la tradición dictaba que debía ser costeada por la familia de la novia o el Omega—, tú no tienes ningún derecho de correr a nadie —sonrió, mostrando un colmillo.
Ante esas palabras dichas en voz alta, los presentes pusieron atención en esa escena.
Alonso carraspeó, sentía su garganta arder— comprendo —dijo con nervios—. Pero después de lo ocurrido con Omar, no creo que sus padres deban estar frente a mi hijo.
—¿Por qué no? —preguntó Erick, que llegaba, acompañado de Alejandro—. Yo quiero ver y platicar con mamá Ulises y papá Jacobo —dijo con seriedad.
—General —Alejandro sonrió—, si mi esposo quiere ver a Jacobo y Ulises Acosta, no puede negarle ese derecho.
—Me preocupo por mi hijo —Alonso optó por la pose de padre protector— y no quiero que ellos se acerquen a Erick o ¡pueden lastimarlo!
—¿En serio te preocupas por tu hijo? —Diego se burló—. Sería la primera vez que lo haces…
—¡¿De qué hablas?! —el militar lo miró confundido—. Siempre he buscado el bienestar de Erick y he hecho todo lo que está a mi alcance para que esté bien.
—¿En serio? —la voz de Diego era sarcástica—. ¿Así como hace quince años buscaste su bienestar, al saber que había sido marcado por un niño Alfa y preferiste ocultarlo?
Los ojos azules de Alonso se abrieron con sorpresa, mientras que los presentes se quedaron en silencio.
—No sé… No sé de qué hablas.
—¡Sí lo sabes! —Jacobo levantó la voz—. Esa mordida en el dedo de Erick, era por una marca legítima y tú hiciste todo lo que estuvo a tu alcance por ocultarlo, incluso mintiéndonos a mi familia y a mí, ¡diciendo que había sido por causa de la mascota que tuvo en antaño! —acusó.
—¡¿Qué?! —Erick buscó la mirada de su padre—. ¿Lo…? ¿Lo sabías?
—¡Claro que no! —negó el militar con rapidez y sus feromonas se alteraron, denotando que estaba nervioso.
—Sí, lo sabías, Salazar —Diego chasqueó los dedos y Samuel se acercó a él, entregándole una carpeta con varias hojas—. Aquí está toda la investigación, los pagos a trabajadores no solo tuyos, sino de Acosta, así como de sobornos a médicos, para ocultar que sabías lo que había ocurrido con tu hijo y también que estabas enterado del final de Fenrir, su mascota —le lanzó el folder el pecho del otro y luego las hojas cayeron al piso—. Lo hiciste, porque no te convenía, ya que si yo hubiera ganado en esa ocasión la concesión, obviamente habrías reclamado para que nuestros hijos se comprometieran, pero como yo no acudí a las reuniones y ganó Jacobo Acosta, era necesario casar a tu hijo con el suyo, ¿no es así? —su voz sonaba totalmente segura.
Alonso tembló— no… eso…
—¡Sabías que existía una marca valida! —Jacobo lo señaló—. Sabías que Omar no podría acercarse a Erick y ¡por eso no permitiste que se vieran en su primer celo!
—No… no es… —el militar intentó negar.
—Fingiste que querías ayudar a mi familia —prosiguió Jacobo—, cuando tuvimos problemas, me prestaste dinero y ayudaste a mantenernos a flote —sentenció—, pero no lo hacías porque te importáramos, ¡solo querías seguir con nuestro acuerdo! —el olor a tabaco se intensificó—. Y en la primera oportunidad que tuviste, hiciste que firmara ese maldito documento y asegurarte de quedarte con todo lo nuestro, ¡al saber que ese matrimonio seguramente fracasaría!
Todo el mundo se sorprendió por esas declaraciones.
—¿Padre? —la voz de Erick apenas se escuchó.
Todo eso que había escuchado lo había sorprendido. No imaginaba que todo lo que había pasado, lo que había sufrido, había podido evitarse, pero su padre había sido el culpable de su situación.
—Tu… —los labios de Erick se movieron con lentitud—. ¿Cómo pudiste hacerme eso? —preguntó sin salir de su estado de asombro.
—Erick, no es cierto, yo no…
—¡Lo sabías! —gritó el pelinegro—.Siempre supiste que esa marca era de un Alfa —sus ojos se pusieron acuosos, pero no derramó una sola lágrima— y todo ese tiempo me llamaste mentiroso y ¡hasta insinuaste que estaba loco por decir que un niño me había mordido! —reclamó—. Lo que pasé con Omar se pudo evitar… ¡tú pudiste evitarlo! —su gesto mostraba ira y decepción—. Pero no lo hiciste… ¿por qué? ¡¿Sólo por qué no te convenía?!
—Erick, ¡no sabes lo que dices! —su padre lo miró molesto—. Eres un Omega recesivo, solo buscaba tu bienestar y estaba dispuesto a hacer lo que fuera por darte lo mejor —sentenció.
La respiración de Erick se agitó y soltó a Alejandro, dando un paso hacia enfrente.
—Yo… No soy… Recesivo —dijo entre dientes y sus feromonas se desplegaron con fuerza.
Erick estaba furioso y enfocó todo ese coraje en su padre, haciendo que sus feromonas, lo golpearan de lleno, logrando que se desestabilizara, se mareara y arrodillara.
—No soy recesivo —repitió el ojiazul con mayor seguridad y apretó los puños, logrando que sus feromonas aumentaran de intensidad—. ¡No necesito que me des eso que tú crees que es protección! —aseguró—. ¡No necesito tu cuidado! ¡Y mucho menos soy tu esclavo!
Alonso sentía que se ahogaba y poco a poco, su fuerza lo abandonaba.
—Erick —Alejandro se acercó a su esposo y lo abrazó—, contrólate mi amor, estas afectando a todos… —dijo cerca del oído del otro, mientras usaba sus feromonas para tratar de controlar a su pareja, ya que los invitados, estaban siendo repelidos por las feromonas del ojiazul.
Erick cerró los parpados y trató de controlar su respiración; tardó un momento, pero al final logró controlarse lo suficiente, para disipar sus feromonas. Fue entonces que Alonso tomó una bocanada de aire y por fin levantó el rostro, viendo a su hijo con sorpresa.
—No quiero volverte a ver —sentenció Erick y se giró.
—Erick… —Alonso no pudo hablar.
—¡Erick, no le des la espalda a tus padres! —gritó Noé.
—¿Mis padres? —preguntó el pelinegro con un tinte de sarcasmo, mirando al otro por encima del hombro con indiferencia—. Tú ni siquiera eres mi madre.
Ante esa frase, Noé dio un paso hacia atrás; Erick jamás le había hablado de esa manera.
—Y en este momento, con todos los presentes de testigos—prosiguió el ojiazul—, demostrando que soy un Omega Dominante —especificó—, declaro que romperé relaciones con Alonso Salazar, así que oficialmente, ¡ya no somos parientes!
Con ese anuncio, dio media vuelta, sujetó la parte frontal de la falda de su vestido y apresuró el paso hacia la salida del salón.
Alejandro también estaba furioso por todo lo que había escuchado, además de saber que por culpa de Alonso Salazar, su esposo había sufrido tanto, pero aunque quería desquitarse en ese momento, su prioridad era Erick, así que tenía que acompáñalo.
—Debo ir con él —anunció Alejandro para sus padres y siguió a su esposo.
Ale buscó la mirada de Diego y el de barba entendió esa súplica muda.
—No era la forma en la que nuestros hijos debían enterarse —Diego negó—, pero ahora que Erick ha roto su relación con ustedes, creo que no tienen nada que hacer aquí —sonrió—. Los acompañarán a la salida y mañana, a primera hora, nuestro abogado irá a hablar con ustedes.
Samuel y otros guardaespaldas se acercaron a Alonso, ayudándole a levantarse y luego lo guiaron, en compañía de Noé, a la salida.
El lugar se mantenía en silencio, por lo que Diego levantó la voz.
—Lamentamos que hayan presenciado esta escena —habló con rapidez—, pero debido a las acciones del General Salazar, teníamos que discutir la situación de inmediato —se burló—. Por favor, disfruten la comida, les aseguro que en unos minutos, mi hijo y su esposo, volverán.
Todos los presentes volvieron a sus mesas, poco a poco, los murmullos y cuchicheos empezaron, era obvio que la familia Salazar estaría en boca de todos. Ale invitó a Ulises y Jacobo a su mesa, pero después se acercó a su esposo.
—¿Estás seguro que volverán?
—Sí —Diego asintió—. Alex sabe que debe estar aquí hasta la noche y confío en que pueda convencer a Erick.
—Pobrecito… —Ale miró hacia la puerta—. Ese fue un golpe fuerte para él… Espero esté bien.
—Nuestro yerno es fuerte —el de barba sujetó la mano de su pareja—, lo superará.
Al terminar la ceremonia y antes de iniciar la fiesta, los invitados se acercaron a felicitar a la pareja. Erick estaba radiante, sujetando el brazo de su pareja, sonriendo con ilusión, cómo no lo había hecho en su anterior matrimonio; aquellos que lo conocían, jamás lo habían visto tan feliz en toda su vida y tanto Alfas como Omegas, podían percibir ese dulce perfume de lirio inundar el lugar.
Los padres de Erick ya no estaban tan nerviosos como la noche anterior, porque ahora, todos estaban conscientes de su parentesco con la familia De León; Noé mantenía el rostro en alto y Alonso se sentía en la cúspide de la sociedad, porque a ellos también los felicitaban por ese matrimonio, que los consolidaba como la familia más poderosa de esa ciudad.
Casi al final de todos los invitados, Jacobo y Ulises se acercaron a la pareja; pese a que ya se estaban divorciando, acordaron ir juntos a darle los buenos deseos a Erick, pero antes de llegar a los recién casados, Alonso se acercó a ellos.
—¡¿Qué hacen aquí?! —preguntó con desdén.
Ulises se encogió y por instinto, buscó la protección de Jacobo, quien a diferencia de antes, encaró al militar con frialdad.
—Vinimos a felicitar a los recién casados —sentenció con seriedad—, igual que los demás.
—¿Después de lo que hizo Omar? ¡No tienen vergüenza! —Noé los miró con desprecio.
—Será mejor que se retiren antes de ocasionarle un momento desagradable a mi hijo —sentenció entre dientes.
—No nos iremos —Jacobo negó—. Ya no tengo nada que perder y ya no tienes poder sobre mí —respondió—, así que, hazte un lado y ¡deja que Ulises vea a Erick!
Ante la respuesta del otro, el militar sintió que su ira crecía y sus feromonas de Albahaca se presentaron, alertando a todos— lárguense, ¡antes de que ordene que los saquen!
Jacobo estuvo a punto de responder, pero guardó silencio, al percibir otras feromonas, mismas que hicieron temblar a Alonso. Diego de León se acercó a ellos, desplegando sus feromonas de menta, opacando el perfume de su consuegro.
—Alonso —dijo con voz fría—, esta fiesta la está organizando mi esposo —especificó, ya que había sido Ale el encargado de esa recepción, aunque la tradición dictaba que debía ser costeada por la familia de la novia o el Omega—, tú no tienes ningún derecho de correr a nadie —sonrió, mostrando un colmillo.
Ante esas palabras dichas en voz alta, los presentes pusieron atención en esa escena.
Alonso carraspeó, sentía su garganta arder— comprendo —dijo con nervios—. Pero después de lo ocurrido con Omar, no creo que sus padres deban estar frente a mi hijo.
—¿Por qué no? —preguntó Erick, que llegaba, acompañado de Alejandro—. Yo quiero ver y platicar con mamá Ulises y papá Jacobo —dijo con seriedad.
—General —Alejandro sonrió—, si mi esposo quiere ver a Jacobo y Ulises Acosta, no puede negarle ese derecho.
—Me preocupo por mi hijo —Alonso optó por la pose de padre protector— y no quiero que ellos se acerquen a Erick o ¡pueden lastimarlo!
—¿En serio te preocupas por tu hijo? —Diego se burló—. Sería la primera vez que lo haces…
—¡¿De qué hablas?! —el militar lo miró confundido—. Siempre he buscado el bienestar de Erick y he hecho todo lo que está a mi alcance para que esté bien.
—¿En serio? —la voz de Diego era sarcástica—. ¿Así como hace quince años buscaste su bienestar, al saber que había sido marcado por un niño Alfa y preferiste ocultarlo?
Los ojos azules de Alonso se abrieron con sorpresa, mientras que los presentes se quedaron en silencio.
—No sé… No sé de qué hablas.
—¡Sí lo sabes! —Jacobo levantó la voz—. Esa mordida en el dedo de Erick, era por una marca legítima y tú hiciste todo lo que estuvo a tu alcance por ocultarlo, incluso mintiéndonos a mi familia y a mí, ¡diciendo que había sido por causa de la mascota que tuvo en antaño! —acusó.
—¡¿Qué?! —Erick buscó la mirada de su padre—. ¿Lo…? ¿Lo sabías?
—¡Claro que no! —negó el militar con rapidez y sus feromonas se alteraron, denotando que estaba nervioso.
—Sí, lo sabías, Salazar —Diego chasqueó los dedos y Samuel se acercó a él, entregándole una carpeta con varias hojas—. Aquí está toda la investigación, los pagos a trabajadores no solo tuyos, sino de Acosta, así como de sobornos a médicos, para ocultar que sabías lo que había ocurrido con tu hijo y también que estabas enterado del final de Fenrir, su mascota —le lanzó el folder el pecho del otro y luego las hojas cayeron al piso—. Lo hiciste, porque no te convenía, ya que si yo hubiera ganado en esa ocasión la concesión, obviamente habrías reclamado para que nuestros hijos se comprometieran, pero como yo no acudí a las reuniones y ganó Jacobo Acosta, era necesario casar a tu hijo con el suyo, ¿no es así? —su voz sonaba totalmente segura.
Alonso tembló— no… eso…
—¡Sabías que existía una marca valida! —Jacobo lo señaló—. Sabías que Omar no podría acercarse a Erick y ¡por eso no permitiste que se vieran en su primer celo!
—No… no es… —el militar intentó negar.
—Fingiste que querías ayudar a mi familia —prosiguió Jacobo—, cuando tuvimos problemas, me prestaste dinero y ayudaste a mantenernos a flote —sentenció—, pero no lo hacías porque te importáramos, ¡solo querías seguir con nuestro acuerdo! —el olor a tabaco se intensificó—. Y en la primera oportunidad que tuviste, hiciste que firmara ese maldito documento y asegurarte de quedarte con todo lo nuestro, ¡al saber que ese matrimonio seguramente fracasaría!
Todo el mundo se sorprendió por esas declaraciones.
—¿Padre? —la voz de Erick apenas se escuchó.
Todo eso que había escuchado lo había sorprendido. No imaginaba que todo lo que había pasado, lo que había sufrido, había podido evitarse, pero su padre había sido el culpable de su situación.
—Tu… —los labios de Erick se movieron con lentitud—. ¿Cómo pudiste hacerme eso? —preguntó sin salir de su estado de asombro.
—Erick, no es cierto, yo no…
—¡Lo sabías! —gritó el pelinegro—.Siempre supiste que esa marca era de un Alfa —sus ojos se pusieron acuosos, pero no derramó una sola lágrima— y todo ese tiempo me llamaste mentiroso y ¡hasta insinuaste que estaba loco por decir que un niño me había mordido! —reclamó—. Lo que pasé con Omar se pudo evitar… ¡tú pudiste evitarlo! —su gesto mostraba ira y decepción—. Pero no lo hiciste… ¿por qué? ¡¿Sólo por qué no te convenía?!
—Erick, ¡no sabes lo que dices! —su padre lo miró molesto—. Eres un Omega recesivo, solo buscaba tu bienestar y estaba dispuesto a hacer lo que fuera por darte lo mejor —sentenció.
La respiración de Erick se agitó y soltó a Alejandro, dando un paso hacia enfrente.
—Yo… No soy… Recesivo —dijo entre dientes y sus feromonas se desplegaron con fuerza.
Erick estaba furioso y enfocó todo ese coraje en su padre, haciendo que sus feromonas, lo golpearan de lleno, logrando que se desestabilizara, se mareara y arrodillara.
—No soy recesivo —repitió el ojiazul con mayor seguridad y apretó los puños, logrando que sus feromonas aumentaran de intensidad—. ¡No necesito que me des eso que tú crees que es protección! —aseguró—. ¡No necesito tu cuidado! ¡Y mucho menos soy tu esclavo!
Alonso sentía que se ahogaba y poco a poco, su fuerza lo abandonaba.
—Erick —Alejandro se acercó a su esposo y lo abrazó—, contrólate mi amor, estas afectando a todos… —dijo cerca del oído del otro, mientras usaba sus feromonas para tratar de controlar a su pareja, ya que los invitados, estaban siendo repelidos por las feromonas del ojiazul.
Erick cerró los parpados y trató de controlar su respiración; tardó un momento, pero al final logró controlarse lo suficiente, para disipar sus feromonas. Fue entonces que Alonso tomó una bocanada de aire y por fin levantó el rostro, viendo a su hijo con sorpresa.
—No quiero volverte a ver —sentenció Erick y se giró.
—Erick… —Alonso no pudo hablar.
—¡Erick, no le des la espalda a tus padres! —gritó Noé.
—¿Mis padres? —preguntó el pelinegro con un tinte de sarcasmo, mirando al otro por encima del hombro con indiferencia—. Tú ni siquiera eres mi madre.
Ante esa frase, Noé dio un paso hacia atrás; Erick jamás le había hablado de esa manera.
—Y en este momento, con todos los presentes de testigos—prosiguió el ojiazul—, demostrando que soy un Omega Dominante —especificó—, declaro que romperé relaciones con Alonso Salazar, así que oficialmente, ¡ya no somos parientes!
Con ese anuncio, dio media vuelta, sujetó la parte frontal de la falda de su vestido y apresuró el paso hacia la salida del salón.
Alejandro también estaba furioso por todo lo que había escuchado, además de saber que por culpa de Alonso Salazar, su esposo había sufrido tanto, pero aunque quería desquitarse en ese momento, su prioridad era Erick, así que tenía que acompáñalo.
—Debo ir con él —anunció Alejandro para sus padres y siguió a su esposo.
Ale buscó la mirada de Diego y el de barba entendió esa súplica muda.
—No era la forma en la que nuestros hijos debían enterarse —Diego negó—, pero ahora que Erick ha roto su relación con ustedes, creo que no tienen nada que hacer aquí —sonrió—. Los acompañarán a la salida y mañana, a primera hora, nuestro abogado irá a hablar con ustedes.
Samuel y otros guardaespaldas se acercaron a Alonso, ayudándole a levantarse y luego lo guiaron, en compañía de Noé, a la salida.
El lugar se mantenía en silencio, por lo que Diego levantó la voz.
—Lamentamos que hayan presenciado esta escena —habló con rapidez—, pero debido a las acciones del General Salazar, teníamos que discutir la situación de inmediato —se burló—. Por favor, disfruten la comida, les aseguro que en unos minutos, mi hijo y su esposo, volverán.
Todos los presentes volvieron a sus mesas, poco a poco, los murmullos y cuchicheos empezaron, era obvio que la familia Salazar estaría en boca de todos. Ale invitó a Ulises y Jacobo a su mesa, pero después se acercó a su esposo.
—¿Estás seguro que volverán?
—Sí —Diego asintió—. Alex sabe que debe estar aquí hasta la noche y confío en que pueda convencer a Erick.
—Pobrecito… —Ale miró hacia la puerta—. Ese fue un golpe fuerte para él… Espero esté bien.
—Nuestro yerno es fuerte —el de barba sujetó la mano de su pareja—, lo superará.
Aunque Erick había querido ir a su habitación, Alejandro lo alcanzó en el pasillo y lo guio hacia un salón más pequeño. Al estar ahí, lo abrazó y usó sus feromonas para calmarlo, manteniéndose en silencio, esperando a que el otro quisiera hablar.
Pasaron varios minutos, hasta que Erick suspiró y se apartó de su pareja.
—¿Lo sabias? —preguntó buscando la mirada verde.
—No —Alejandro negó—. Mi padre no me dijo cuáles eran los negocios que tenía con Jacobo Acosta y supongo que no lo hizo porque de haberme enterado antes, ¡hubiera matado a tu padre con mis propias manos! —dijo con total convicción, sintiendo la furia inundarlo por saber que el militar estaba consciente de todo desde mucho antes y había sido la causa principal de que él y su esposo, no hubieran estado juntos desde antes.
Erick bajó el rostro, manteniendo un gesto afligido.
—No llores, Conejo.
—No estoy llorando —aseguró y levantó el rostro de nuevo, para que Alejandro constatara sus palabras.
—Está bien, te creo —el rubio le acarició las mejillas—. Pero es obvio que estás triste por lo ocurrido.
—No es tristeza —Erick negó—, ¡es decepción! —dijo con total seguridad.
—¿Decepción?
El ojiazul asintió y se apartó de su pareja, yendo a sentarse a un sillón que estaba cerca.
—Toda mi vida, lo obedecí —acomodó la falda de su vestido y dejó las manos sobre su regazo—, hice lo que él dictaminaba, sin preguntar, sin objetar y aunque sabía que no me quería en realidad, esperaba al menos su aceptación, porque, después de todo era mi padre —sonrió con amargura—. Pero no pensé que sería capaz de hacerme pasar por todo eso, solo por su propia conveniencia —negó—. Siento que he perdido toda mi vida, buscando la aprobación de un hombre que no tiene ni un ápice de valor moral y eso significa que todo lo que hice por congraciarme con él, no tuvo sentido.
Alejandro se sentó al lado de Erick y lo sujetó de la mano.
—No vale la pena que pienses en eso…
—No quiero volver a verlo —sentenció y buscó la mirada verde—. No quiero volver a tener nada que ver con él, ni con su esposo.
Alejandro asintió— si eso es lo que quieres, por mi está bien, haré todo lo que esté a mi alcance por cumplir tu deseo.
Erick sonrió y se inclinó, dejando la cabeza contra el hombro de su esposo. Alejandro lo abrazó, pero guardó silencio. Así se quedaron varios minutos, sin decir una palabra.
—Ocasioné una escena en nuestra boda —Erick habló con vergüenza—. Lo siento…
—Eso no importa —el rubio besó la sien de su pareja—. Me siento orgulloso de ti, ahora no solo esta ciudad, sino el país, sabe que mi esposo, el Príncipe Omega, es uno dominante y con mucho carácter —se burló.
—¡¿Todo el país?! —Erick se apartó de inmediato.
—Sí —Alejandro sonrió—. Estaban transmitiendo la recepción en vivo.
—¡Qué horror! —el ojiazul puso las manos en su rostro.
—No te preocupes —Alejandro apartó las manos que le obstruían la vista del rostro de su esposo—. Todo está bien, estabas en tu derecho.
—Bueno, ya no me puedo echar para atrás, ¿verdad?
—No… Además, debemos volver a la recepción.
—¡¿Qué?! —Erick se sorprendió—. ¿No podemos irnos a la habitación desde este momento?
—Te aseguro que es lo que yo quisiera —sonrió el otro—, pero mi madre se esmeró en esta fiesta, para que durara toda la tarde, así que…
—No podemos fallarle a mamá Ale, lo sé —Erick forzó una sonrisa.
—Pero si no te sientes del todo bien, podemos esperar un poco más para regresar —ofreció el rubio.
Erick apretó los labios y luego negó.
—No, estoy bien —se puso de pie—. Las personas que me importan, siguen en ese salón, así que, puedo volver ya.
—¿Seguro?
—Sí… vamos —le ofreció la mano a su pareja.
Alejandro se puso de pie, pero antes de moverse, sujetó a Erick por la cintura y lo besó; una caricia suave que poco a poco se volvió más intensa, hasta que el ojiazul se apartó, porque sabía que si no lo hacía, sucumbiría ante el otro.
—¿Por qué fue eso? —Erick lo miró con anhelo y su respiración era desacompasada.
—Quiero demostrar que estoy contigo y te apoyaré en todo lo que desees —aseguró—. Lamento no haber estado antes a tu lado, pero no volveré a dejar que nada malo te pase, te lo aseguro.
Erick sonrió y movió las manos, acariciando las mejillas de su pareja— no tienes que decirlo, ya lo sé… —le dio un delicado beso en los labios—. Eres quien siempre cumple su palabra —dijo con emoción— y me hiciste una promesa, ¿no es así?
Alejandro acarició la nariz de Erick con la propia— siempre juntos…
—Pase lo que pase… —terminó el ojiazul.
Después de otro beso, la pareja caminó hacia la salida de ese pequeño salón, para ir a la recepción de su boda.
Erick se sentía dichoso de poder estar al lado de la persona que amaba y Alejandro por fin había encontrado a ese niño que había conocido años atrás, al que quizá le había hecho una marca en la piel, pero el otro había dejado una marca mucho más profunda en su corazón.
Pasaron varios minutos, hasta que Erick suspiró y se apartó de su pareja.
—¿Lo sabias? —preguntó buscando la mirada verde.
—No —Alejandro negó—. Mi padre no me dijo cuáles eran los negocios que tenía con Jacobo Acosta y supongo que no lo hizo porque de haberme enterado antes, ¡hubiera matado a tu padre con mis propias manos! —dijo con total convicción, sintiendo la furia inundarlo por saber que el militar estaba consciente de todo desde mucho antes y había sido la causa principal de que él y su esposo, no hubieran estado juntos desde antes.
Erick bajó el rostro, manteniendo un gesto afligido.
—No llores, Conejo.
—No estoy llorando —aseguró y levantó el rostro de nuevo, para que Alejandro constatara sus palabras.
—Está bien, te creo —el rubio le acarició las mejillas—. Pero es obvio que estás triste por lo ocurrido.
—No es tristeza —Erick negó—, ¡es decepción! —dijo con total seguridad.
—¿Decepción?
El ojiazul asintió y se apartó de su pareja, yendo a sentarse a un sillón que estaba cerca.
—Toda mi vida, lo obedecí —acomodó la falda de su vestido y dejó las manos sobre su regazo—, hice lo que él dictaminaba, sin preguntar, sin objetar y aunque sabía que no me quería en realidad, esperaba al menos su aceptación, porque, después de todo era mi padre —sonrió con amargura—. Pero no pensé que sería capaz de hacerme pasar por todo eso, solo por su propia conveniencia —negó—. Siento que he perdido toda mi vida, buscando la aprobación de un hombre que no tiene ni un ápice de valor moral y eso significa que todo lo que hice por congraciarme con él, no tuvo sentido.
Alejandro se sentó al lado de Erick y lo sujetó de la mano.
—No vale la pena que pienses en eso…
—No quiero volver a verlo —sentenció y buscó la mirada verde—. No quiero volver a tener nada que ver con él, ni con su esposo.
Alejandro asintió— si eso es lo que quieres, por mi está bien, haré todo lo que esté a mi alcance por cumplir tu deseo.
Erick sonrió y se inclinó, dejando la cabeza contra el hombro de su esposo. Alejandro lo abrazó, pero guardó silencio. Así se quedaron varios minutos, sin decir una palabra.
—Ocasioné una escena en nuestra boda —Erick habló con vergüenza—. Lo siento…
—Eso no importa —el rubio besó la sien de su pareja—. Me siento orgulloso de ti, ahora no solo esta ciudad, sino el país, sabe que mi esposo, el Príncipe Omega, es uno dominante y con mucho carácter —se burló.
—¡¿Todo el país?! —Erick se apartó de inmediato.
—Sí —Alejandro sonrió—. Estaban transmitiendo la recepción en vivo.
—¡Qué horror! —el ojiazul puso las manos en su rostro.
—No te preocupes —Alejandro apartó las manos que le obstruían la vista del rostro de su esposo—. Todo está bien, estabas en tu derecho.
—Bueno, ya no me puedo echar para atrás, ¿verdad?
—No… Además, debemos volver a la recepción.
—¡¿Qué?! —Erick se sorprendió—. ¿No podemos irnos a la habitación desde este momento?
—Te aseguro que es lo que yo quisiera —sonrió el otro—, pero mi madre se esmeró en esta fiesta, para que durara toda la tarde, así que…
—No podemos fallarle a mamá Ale, lo sé —Erick forzó una sonrisa.
—Pero si no te sientes del todo bien, podemos esperar un poco más para regresar —ofreció el rubio.
Erick apretó los labios y luego negó.
—No, estoy bien —se puso de pie—. Las personas que me importan, siguen en ese salón, así que, puedo volver ya.
—¿Seguro?
—Sí… vamos —le ofreció la mano a su pareja.
Alejandro se puso de pie, pero antes de moverse, sujetó a Erick por la cintura y lo besó; una caricia suave que poco a poco se volvió más intensa, hasta que el ojiazul se apartó, porque sabía que si no lo hacía, sucumbiría ante el otro.
—¿Por qué fue eso? —Erick lo miró con anhelo y su respiración era desacompasada.
—Quiero demostrar que estoy contigo y te apoyaré en todo lo que desees —aseguró—. Lamento no haber estado antes a tu lado, pero no volveré a dejar que nada malo te pase, te lo aseguro.
Erick sonrió y movió las manos, acariciando las mejillas de su pareja— no tienes que decirlo, ya lo sé… —le dio un delicado beso en los labios—. Eres quien siempre cumple su palabra —dijo con emoción— y me hiciste una promesa, ¿no es así?
Alejandro acarició la nariz de Erick con la propia— siempre juntos…
—Pase lo que pase… —terminó el ojiazul.
Después de otro beso, la pareja caminó hacia la salida de ese pequeño salón, para ir a la recepción de su boda.
Erick se sentía dichoso de poder estar al lado de la persona que amaba y Alejandro por fin había encontrado a ese niño que había conocido años atrás, al que quizá le había hecho una marca en la piel, pero el otro había dejado una marca mucho más profunda en su corazón.
Glosario:
Kochanie: literalmente, en polaco significa bebé, pero es una forma de decir “querido” o “cariño”, es una palabra cariñosa.
~ • ~ • ~
Ahora si, este es el ultimo capítulo, falta el epílogo, espérenlo para el final del mes n..ñ
Kochanie: literalmente, en polaco significa bebé, pero es una forma de decir “querido” o “cariño”, es una palabra cariñosa.
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Ahora si, este es el ultimo capítulo, falta el epílogo, espérenlo para el final del mes n..ñ
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