Extra: Agustín
Agustín había vuelto a su casa al amanecer del veintiséis de diciembre; su hermano, la familia De León y la familia Chávez, querían que se quedara en el hotel dónde se celebró la boda de Erick y Alejandro, pero su abuela había regresado a su hogar después de la cena, porque estaba cansada y no quería que se preocupara si no llegaba a dormir.
Sabía que ese día, al caer la noche, su hermano saldría del país a su luna de miel, por lo que había quedado en ir a comer con él para despedirse, por lo tanto, le pidió a Yuri, que lo despertara a medio día, pero a las diez de la mañana, la jovencita llegó corriendo a la habitación del pelinegro.
—¡Joven! —dijo con voz nerviosa y lo movió del hombro—. Por favor, ¡despierte!
—¿Qué…? —preguntó aún adormilado.
—Unos hombres están abajo y ¡quieren subir por usted! —anunció la jovencita con desespero.
—¿De qué hablas, Yu…?
Agustín no alcanzó a terminar su frase, pues la puerta de abrió de golpe y varios sujetos ingresaron con rapidez, yendo hacia la cama.
—¡¿Qué creen que hacen?! —preguntó Yuri—. ¡No pueden entrar aquí!
—¡Silencio! —gritó uno.
El hombre la sujetó del brazo, apartándola de la cama con un empujón, haciendo que tropezara con una silla, cayera al piso y gritara por el fuerte golpe que se dio.
—¡Yuri! —Agustín apenas estaba reaccionando—. ¡¿Qué creen…?!
Uno de esos hombres sujetó el brazo del jovencito y lo levantó sin consideración— ¡vámonos! —señaló y otro se colocó al otro lado de Agustín, apresándolo con fuerza de su brazo libre también.
—¡Suéltenme!
Agustín intentó liberarse, ya que los sujetos lo guiaban sin consideración hacia la salida de la habitación y entre jaloneos, le dolía un costado, donde aún tenía su costilla fisurada; sabía que con fuerza no podía defenderse, por eso liberó sus feromonas para atacar a esos hombres, pero no surtieron efecto.
«¡Son Betas!» pensó con miedo, ya que no podía oponerse a esos sujetos.
—¡Guti! —Reina iba saliendo de su habitación en su silla de ruedas, debido al escándalo que había escuchado momentos antes—. ¡¿Qué hacen?! —gritó con miedo—. ¡Suelten a mi nieto!
Karla estaba detrás de Reina, empujando la silla de ruedas, pero al ver la situación, corrió, intentando ayudar a Agustín; otro hombre se interpuso y le dio una bofetada, logrando que la chica cayera con fuerza al piso y no se levantara.
—¡Karla! —Agustín se asustó más al ver lo ocurrido—. ¡Suéltenme! —se removió con mayor fuerza, pero para sus captores, era como si una mariposa atrapada de sus alas, intentara soltarse.
—¡Guti! —gritó Reina desde su lugar, intentando ponerse de pie para seguir a su nieto, pero al no tener fuerza en sus piernas, terminó en el piso también—. ¡Guti!
—¡Abuela! —Agustín comenzó a llorar.
—Hay que irnos —otro sujeto se adelantó, bajando los escalones—, se nos hace tarde.
—Silencio, niño —el hombre que lo llevaba sujeto por la derecha lo miró con frialdad—. Si sigues dando problemas, seremos más rudos y no te va a gustar.
—¡Son unos imbéciles! —espetó el menor—. ¡Se van a arrepentir! —pataleó.
—¡Ya basta! —gritó el sujeto de la izquierda y con un golpe, lo dejó sin conocimiento.
—¡¿Qué hiciste?! —otro hombre lo miró molesto—. El General dijo que lo quería sin un rasguño.
—Sí, pero si hace más escándalo, nos meterá en problemas —se excusó.
—Ya no importa —el hombre de la derecha sujetó al jovencito en brazos y bajó los escalones con rapidez.
Los cuatro hombres se encontraron con otros dos en la planta baja y salieron de la casa rápidamente.
—¡Karla! —Reina intentó llegar a su enfermera que parecía desmayada.
—¡Señora Reina! —Yuri por fin salió de la habitación, aunque caminaba con dificultad—. ¡¿Qué hacemos?! —preguntó en medio de sollozos.
—Hay que despertar a Karla y llamar a Erick o a Julián —señaló la anciana en medio del llanto—. ¡No sé qué le puedan hacer a mi Guti!
Sabía que ese día, al caer la noche, su hermano saldría del país a su luna de miel, por lo que había quedado en ir a comer con él para despedirse, por lo tanto, le pidió a Yuri, que lo despertara a medio día, pero a las diez de la mañana, la jovencita llegó corriendo a la habitación del pelinegro.
—¡Joven! —dijo con voz nerviosa y lo movió del hombro—. Por favor, ¡despierte!
—¿Qué…? —preguntó aún adormilado.
—Unos hombres están abajo y ¡quieren subir por usted! —anunció la jovencita con desespero.
—¿De qué hablas, Yu…?
Agustín no alcanzó a terminar su frase, pues la puerta de abrió de golpe y varios sujetos ingresaron con rapidez, yendo hacia la cama.
—¡¿Qué creen que hacen?! —preguntó Yuri—. ¡No pueden entrar aquí!
—¡Silencio! —gritó uno.
El hombre la sujetó del brazo, apartándola de la cama con un empujón, haciendo que tropezara con una silla, cayera al piso y gritara por el fuerte golpe que se dio.
—¡Yuri! —Agustín apenas estaba reaccionando—. ¡¿Qué creen…?!
Uno de esos hombres sujetó el brazo del jovencito y lo levantó sin consideración— ¡vámonos! —señaló y otro se colocó al otro lado de Agustín, apresándolo con fuerza de su brazo libre también.
—¡Suéltenme!
Agustín intentó liberarse, ya que los sujetos lo guiaban sin consideración hacia la salida de la habitación y entre jaloneos, le dolía un costado, donde aún tenía su costilla fisurada; sabía que con fuerza no podía defenderse, por eso liberó sus feromonas para atacar a esos hombres, pero no surtieron efecto.
«¡Son Betas!» pensó con miedo, ya que no podía oponerse a esos sujetos.
—¡Guti! —Reina iba saliendo de su habitación en su silla de ruedas, debido al escándalo que había escuchado momentos antes—. ¡¿Qué hacen?! —gritó con miedo—. ¡Suelten a mi nieto!
Karla estaba detrás de Reina, empujando la silla de ruedas, pero al ver la situación, corrió, intentando ayudar a Agustín; otro hombre se interpuso y le dio una bofetada, logrando que la chica cayera con fuerza al piso y no se levantara.
—¡Karla! —Agustín se asustó más al ver lo ocurrido—. ¡Suéltenme! —se removió con mayor fuerza, pero para sus captores, era como si una mariposa atrapada de sus alas, intentara soltarse.
—¡Guti! —gritó Reina desde su lugar, intentando ponerse de pie para seguir a su nieto, pero al no tener fuerza en sus piernas, terminó en el piso también—. ¡Guti!
—¡Abuela! —Agustín comenzó a llorar.
—Hay que irnos —otro sujeto se adelantó, bajando los escalones—, se nos hace tarde.
—Silencio, niño —el hombre que lo llevaba sujeto por la derecha lo miró con frialdad—. Si sigues dando problemas, seremos más rudos y no te va a gustar.
—¡Son unos imbéciles! —espetó el menor—. ¡Se van a arrepentir! —pataleó.
—¡Ya basta! —gritó el sujeto de la izquierda y con un golpe, lo dejó sin conocimiento.
—¡¿Qué hiciste?! —otro hombre lo miró molesto—. El General dijo que lo quería sin un rasguño.
—Sí, pero si hace más escándalo, nos meterá en problemas —se excusó.
—Ya no importa —el hombre de la derecha sujetó al jovencito en brazos y bajó los escalones con rapidez.
Los cuatro hombres se encontraron con otros dos en la planta baja y salieron de la casa rápidamente.
—¡Karla! —Reina intentó llegar a su enfermera que parecía desmayada.
—¡Señora Reina! —Yuri por fin salió de la habitación, aunque caminaba con dificultad—. ¡¿Qué hacemos?! —preguntó en medio de sollozos.
—Hay que despertar a Karla y llamar a Erick o a Julián —señaló la anciana en medio del llanto—. ¡No sé qué le puedan hacer a mi Guti!
Agustín se removió en el lecho dónde estaba y se quejó; le dolía el cuello, los brazos y sentía resentido un costado, pues se había lastimado aún más su costilla.
—Por fin despertó, joven —la voz de la mujer se escuchó con poco interés.
—¿Estela? —Agustín masajeó su cuello.
—¿Desea comer algo? —preguntó con rapidez y se puso de pie—. Iré por su comida.
—Espera, Estela —Agustín intentó incorporarse—, ¿dónde estoy? ¿Qué se supone que…? —no pudo terminar, ya que se sorprendió al darse cuenta que tenía un pie con una especie de grillete—. ¡¿Pero qué demonios?!
—Joven, no puede salir de esta habitación —mencionó la mujer—, mucho menos alejarse de la cama —sentenció con cansancio.
—¡¿Por qué?! —gritó el pelinegro.
—Órdenes de su padre —anunció Estela.
—El General —Agustín rechinó los dientes—. ¡No puede tenerme aquí! —objetó—. En cuanto mi pareja se entere, ¡el General se meterá en problemas si no me deja ir!
—Joven, yo solo trabajo para su familia y sigo órdenes de su padre, por eso estoy cuidándolo —la mujer se alzó de hombros—. Ahora, iré por su comida —después de anunciar eso, fue a la puerta, saliendo con rapidez.
Agustín respiró agitado y pasó las manos por su cabello— ¿qué se propone ese sujeto? —negó con frustración y luego recordó lo ocurrido—. Mi abuela… —sus ojos se humedecieron al recordar a la mujer en el piso, así como la forma en la que Yuri y Karla fueron tratadas—. Espero estén bien —ahogó un sollozo.
Se sentía impotente y tenía miedo de que algo les hubiera pasado, especialmente a su abuelita.
El teléfono al lado de la cama timbró y lo sobresaltó; rápidamente se limpió las lágrimas y estiró el brazo hasta alcanzar el auricular, respondiendo con nervios.
—¿Sí?
—“Estela me dijo que despertaste, así que es momento de hablar…”
—¡Usted! —el pelinegro habló entre dientes al reconocer la voz de su padre—. ¡¿Qué se propone?!
—“Después de lo ocurrido anoche, es obvio que ya no puedo contar con tu hermano…” —señaló con un claro tinte de molestia—. “Pero tu y yo aun tenemos un trato pendiente, ¿recuerdas?”
Agustín apretó el auricular en la mano.
—“He conseguido concretar un matrimonio apropiado para ti, que ayudará a mis negocios, con el hijo del Coronel Arnulfo Corona, el Capitán Santiago Corona…” —prosiguió su padre—. “La familia Corona llegará en unas horas, conocerás a tu prometido y se casarán de inmediato…”
Agustín sonrió y soltó una risa burlona— ¡claro! —dijo sarcástico—. Presénteme a cualquier Alfa, con gusto lo haré arrepentirse de querer casarse conmigo —añadió con orgullo, a sabiendas que podía defenderse con sus feromonas.
—“¿Crees que no lo sé?” —el tono de Alonso era burlón—. “Santiago es Beta, al igual que toda su familia, así que no te preocupes, no habrá ningún problema con su matrimonio…”
Esas palabras dejaron sorprendido a Agustín, por lo que se quedó atónito unos segundos, aunque intentó recomponerse— no puedo casarme con nadie —señaló tratando de sonar seguro—, Julián ya me marcó, es mi pareja y…
—“Así que te marcó el sobrino de Diego…” —interrumpió el militar, aunque no parecía sorprendido—. “Está bien, a los Beta no les importa esa situación y al no ser afectados por las feromonas, tu podrás cumplir con tus deberes maritales sin problemas…” —anunció con frialdad—. “No te preocupes, mañana mismo te convertirás en el esposo de Santiago Corona y te irás del estado…”
—No voy a casarme —respondió el universitario—. ¡¿Entiende?! —gritó—. No pienso casarme con ninguno de sus amigos y en cuanto lo vea a usted, ¡haré que se arrepienta de querer obligarme a hacer lo que quiere!
—“No me preocupo por eso, yo no asistiré a tu boda, pero los hombres que fueron por ti, son los que te entregarán a tu futuro esposo, así que, espero te comportes, de lo contrario, ellos se encargarán de ti, después de todo, aun me debes un favor Guti y es momento de cobrármelo…”
—¡¿Favor?! —el menor se estremeció.
—“Así es, ¿acaso no recuerdas que me hice cargo de la enfermedad de tu abuela y además, los he mantenido a ti y a ella desde entonces?...”
—Pero eso…
—“Yo cumplí…” —prosiguió el militar con frialdad—. “Es hora de que tú pagues por todo lo que he gastado en ti y tu abuela.
Agustín titubeó, pero su orgullo lo hacía mantenerse firme— aun así, no puede obligarme —dijo con seriedad.
—“¿Crees que no?...” —una risa se escuchó al otro lado del teléfono—. “Tu abuela aún está viviendo en mi propiedad…”
Agustín se estremeció, recordando que Reina se había quedado en la casa dónde habían vivido los últimos años.
—“Así que, si tu no me obedeces o si quiera intentas resistirte a cumplir mis indicaciones, ¿sabes quien lo pagará, o no?...”
—¡Si se atreve a ponerle un dedo encima, yo…!
—“¡Oh, vamos, Guti! Yo no le pondría un dedo encima a tu abuela, pero no puedo asegurarte que mis trabajadores no lo hagan…”
El pelinegro se asustó.
—“Así que, por el bien de tu abuela, te vas a comportar, aceptarás a tu prometido y te casarás, ¿entendido?...”
Agustín no dijo ni una sola palabra.
—“Tomaré tu silencio cómo un sí…” —Alonso sonaba satisfecho—. “Ahora, obedece a Estela, recuerda que todos en esa casa de seguridad son Betas, por lo que no sirve resististe, no podrás hacer nada…”
Con esas palabras, Alonso colgó.
Agustín comenzó a hiperventilar y de inmediato, lanzó el teléfono lo más lejos que pudo.
—¡Ese maldito imbécil! —gruñó y golpeó el colchón con sus puños.
Estaba furioso y nervioso, ahora temía por la integridad de su abuela y estaba completamente atado de manos; si ese hombre tenía razón, no iba a poder hacer nada, porque todos aquellos que lo rodeaban en ese momento, eran Betas y no eran susceptibles a sus feromonas.
—¿Qué voy a hacer?
Por primera vez se sentía completamente desprotegido.
Era obvio que la familia con la que Alonso quería emparentarlo, debía ser poderosa; no por nada el militar quería casarlo, pues seguramente obtendría un gran beneficio y Julián realmente no era pariente de Alejandro de León, así que no iba a poder ayudarlo.
—Tiene que ser una broma… —se abrazó a sí mismo, sobando su costado y su labio inferior tembló—. Julián —dijo con voz trémula y pasó la mano por su nuca, dónde tenía la marca de su pareja—, tengo miedo… —admitió y las lágrimas comenzaron a resbalar por sus mejillas.
—Por fin despertó, joven —la voz de la mujer se escuchó con poco interés.
—¿Estela? —Agustín masajeó su cuello.
—¿Desea comer algo? —preguntó con rapidez y se puso de pie—. Iré por su comida.
—Espera, Estela —Agustín intentó incorporarse—, ¿dónde estoy? ¿Qué se supone que…? —no pudo terminar, ya que se sorprendió al darse cuenta que tenía un pie con una especie de grillete—. ¡¿Pero qué demonios?!
—Joven, no puede salir de esta habitación —mencionó la mujer—, mucho menos alejarse de la cama —sentenció con cansancio.
—¡¿Por qué?! —gritó el pelinegro.
—Órdenes de su padre —anunció Estela.
—El General —Agustín rechinó los dientes—. ¡No puede tenerme aquí! —objetó—. En cuanto mi pareja se entere, ¡el General se meterá en problemas si no me deja ir!
—Joven, yo solo trabajo para su familia y sigo órdenes de su padre, por eso estoy cuidándolo —la mujer se alzó de hombros—. Ahora, iré por su comida —después de anunciar eso, fue a la puerta, saliendo con rapidez.
Agustín respiró agitado y pasó las manos por su cabello— ¿qué se propone ese sujeto? —negó con frustración y luego recordó lo ocurrido—. Mi abuela… —sus ojos se humedecieron al recordar a la mujer en el piso, así como la forma en la que Yuri y Karla fueron tratadas—. Espero estén bien —ahogó un sollozo.
Se sentía impotente y tenía miedo de que algo les hubiera pasado, especialmente a su abuelita.
El teléfono al lado de la cama timbró y lo sobresaltó; rápidamente se limpió las lágrimas y estiró el brazo hasta alcanzar el auricular, respondiendo con nervios.
—¿Sí?
—“Estela me dijo que despertaste, así que es momento de hablar…”
—¡Usted! —el pelinegro habló entre dientes al reconocer la voz de su padre—. ¡¿Qué se propone?!
—“Después de lo ocurrido anoche, es obvio que ya no puedo contar con tu hermano…” —señaló con un claro tinte de molestia—. “Pero tu y yo aun tenemos un trato pendiente, ¿recuerdas?”
Agustín apretó el auricular en la mano.
—“He conseguido concretar un matrimonio apropiado para ti, que ayudará a mis negocios, con el hijo del Coronel Arnulfo Corona, el Capitán Santiago Corona…” —prosiguió su padre—. “La familia Corona llegará en unas horas, conocerás a tu prometido y se casarán de inmediato…”
Agustín sonrió y soltó una risa burlona— ¡claro! —dijo sarcástico—. Presénteme a cualquier Alfa, con gusto lo haré arrepentirse de querer casarse conmigo —añadió con orgullo, a sabiendas que podía defenderse con sus feromonas.
—“¿Crees que no lo sé?” —el tono de Alonso era burlón—. “Santiago es Beta, al igual que toda su familia, así que no te preocupes, no habrá ningún problema con su matrimonio…”
Esas palabras dejaron sorprendido a Agustín, por lo que se quedó atónito unos segundos, aunque intentó recomponerse— no puedo casarme con nadie —señaló tratando de sonar seguro—, Julián ya me marcó, es mi pareja y…
—“Así que te marcó el sobrino de Diego…” —interrumpió el militar, aunque no parecía sorprendido—. “Está bien, a los Beta no les importa esa situación y al no ser afectados por las feromonas, tu podrás cumplir con tus deberes maritales sin problemas…” —anunció con frialdad—. “No te preocupes, mañana mismo te convertirás en el esposo de Santiago Corona y te irás del estado…”
—No voy a casarme —respondió el universitario—. ¡¿Entiende?! —gritó—. No pienso casarme con ninguno de sus amigos y en cuanto lo vea a usted, ¡haré que se arrepienta de querer obligarme a hacer lo que quiere!
—“No me preocupo por eso, yo no asistiré a tu boda, pero los hombres que fueron por ti, son los que te entregarán a tu futuro esposo, así que, espero te comportes, de lo contrario, ellos se encargarán de ti, después de todo, aun me debes un favor Guti y es momento de cobrármelo…”
—¡¿Favor?! —el menor se estremeció.
—“Así es, ¿acaso no recuerdas que me hice cargo de la enfermedad de tu abuela y además, los he mantenido a ti y a ella desde entonces?...”
—Pero eso…
—“Yo cumplí…” —prosiguió el militar con frialdad—. “Es hora de que tú pagues por todo lo que he gastado en ti y tu abuela.
Agustín titubeó, pero su orgullo lo hacía mantenerse firme— aun así, no puede obligarme —dijo con seriedad.
—“¿Crees que no?...” —una risa se escuchó al otro lado del teléfono—. “Tu abuela aún está viviendo en mi propiedad…”
Agustín se estremeció, recordando que Reina se había quedado en la casa dónde habían vivido los últimos años.
—“Así que, si tu no me obedeces o si quiera intentas resistirte a cumplir mis indicaciones, ¿sabes quien lo pagará, o no?...”
—¡Si se atreve a ponerle un dedo encima, yo…!
—“¡Oh, vamos, Guti! Yo no le pondría un dedo encima a tu abuela, pero no puedo asegurarte que mis trabajadores no lo hagan…”
El pelinegro se asustó.
—“Así que, por el bien de tu abuela, te vas a comportar, aceptarás a tu prometido y te casarás, ¿entendido?...”
Agustín no dijo ni una sola palabra.
—“Tomaré tu silencio cómo un sí…” —Alonso sonaba satisfecho—. “Ahora, obedece a Estela, recuerda que todos en esa casa de seguridad son Betas, por lo que no sirve resististe, no podrás hacer nada…”
Con esas palabras, Alonso colgó.
Agustín comenzó a hiperventilar y de inmediato, lanzó el teléfono lo más lejos que pudo.
—¡Ese maldito imbécil! —gruñó y golpeó el colchón con sus puños.
Estaba furioso y nervioso, ahora temía por la integridad de su abuela y estaba completamente atado de manos; si ese hombre tenía razón, no iba a poder hacer nada, porque todos aquellos que lo rodeaban en ese momento, eran Betas y no eran susceptibles a sus feromonas.
—¿Qué voy a hacer?
Por primera vez se sentía completamente desprotegido.
Era obvio que la familia con la que Alonso quería emparentarlo, debía ser poderosa; no por nada el militar quería casarlo, pues seguramente obtendría un gran beneficio y Julián realmente no era pariente de Alejandro de León, así que no iba a poder ayudarlo.
—Tiene que ser una broma… —se abrazó a sí mismo, sobando su costado y su labio inferior tembló—. Julián —dijo con voz trémula y pasó la mano por su nuca, dónde tenía la marca de su pareja—, tengo miedo… —admitió y las lágrimas comenzaron a resbalar por sus mejillas.
Habían pasado un par de horas desde la llamada de Alonso; por insistencia de Estela, tuvo que acceder a bañarse y cambiarse, pues en poco tiempo llegaría su futuro esposo a verlo.
Sabía que no estaba en la mansión Salazar, ya que Estela se lo confirmó; era obvio que Alonso no quería que Agustín lo atacara con sus feromonas, así que no iba a acercarse en lo más mínimo, pero también significaba que, aunque tuviera suerte y pudiera escapar de ese lugar, no sabría a dónde ir.
La mente de Agustín estaba hecha un lío.
Según lo que Estela le dijo, había al menos una docena de hombres en esa propiedad, todos Beta, quienes, por ordenes de su padre, debían vigilarlo y entregarlo a su futuro esposo; pero, aunque pudiera intentar algo para huir o arruinar ese compromiso, esos hombres no solo podían castigarlo a él, sino que seguramente lastimarían a su abuelita para hacerlo sufrir más.
Alonso Salazar sabía qué Reina era lo que más le importaba a Agustín, así que, para garantizar el bienestar de ella, él debía limitarse a seguir las órdenes del General.
—Tengo que encontrar la forma de escapar… —mordió su uña y observó el grillete que aun lo mantenía atado a la cama—. La llave la tiene Estela, pero cuando me fui a bañar, dos de esos sujetos estuvieron aquí para que no intentara huir en cuanto me soltó —respiró profundamente—. Tal vez, cuando me hagan bajar, pueda buscar el momento para irme… —«pero, si me voy, Estela le avisará al General y él le haría algo a mi abuela…» titubeó, realmente estaba entre la espada y la pared.
Aun estaba pensando en opciones, cuando percibió un perfume conocido.
—¡¿Julián?!
Se puso de pie de inmediato y en ese momento escuchó el ruido de la puerta. Al abrirse, Julián entró con rapidez, yendo hasta Agustín.
—¡Guti!
—¡Juls! —el pelinegro se sorprendió de ver al otro, pero cuando lo tuvo al alcance, se lanzó contra él, abrazándolo con toda la fuerza que tenía y comenzó a llorar.
—¡¿Estás bien?! —Julián correspondió el abrazo—. ¡¿Te hicieron daño?!
—No… Sólo… —ahogó un sollozo y levantó el rostro—. ¿Cómo…? ¿Cómo me encontraste?
El castaño lo sujetó del rostro y le besó los labios con delicadeza— Alejandro me ayudó —confesó—. ¿Estás seguro que estás bien? Tu abuela dijo que te golpearon.
—Sólo… Sólo fue un golpe en la nuca —intentó sonreír.
Julián lo miró a los ojos y se dio cuenta que Agustín le estaba restando importancia a lo que le hicieron, pero él se iba a encargar de hacer pagar a esos sujetos que se lo llevaron ese día.
—Vámonos, tu abuela y hermano, están muy preocupados por ti.
—Pero… El General puede hacerle algo a mi abuela.
—Tu abuela está en el hotel, con los padres de Alex —señaló el mayor—, no te preocupes, todo estará bien.
Con esas palabras, Agustín sintió que le quitaban un peso de encima— ¡¿de verdad?! —preguntó con ansiedad—. ¡¿Ella está bien?! —apretó las mangas que cubrían los brazos de Julián.
—Por supuesto, Guti —el mayor le sonrió y liberó sus feromonas para calmarlo—, la abuela Reina está bien —repitió, solo para que el otro no tuviera dudas—, ella, Karla y Yuri, se quedarán en el hotel y nada malo les pasará ahí.
Agustín intentó sonreír, pero un cúmulo de sentimientos se agolpó en su pecho, por lo que solo colocó la frente en el pecho de Julián y sollozó. El mayor lo abrazó con cuidado y besó la melena negra, tratando de confortarlo.
Julián sabía que Agustín era un Omega dominante, fuerte, independiente y no le gustaba mostrar debilidad, pero en ese momento, lo miraba sumamente afectado por la situación y parecía estar por desmoronarse, por eso, sus feromonas estaban muy inestables, así que tenía que ayudarlo.
—Todo estará bien, Guti, te lo aseguro…
Agustín aspiró profundamente las feromonas de Julián y se sintió completamente reconfortado, por lo que solo asintió.
—Vamos… Te llevaré con tu abuela y hermano.
Julián se apartó un poco, se inclinó y le quitó la argolla que tenía en el pie, ya que llevaba la llave, después sujetó la mano del pelinegro y lo guio a la salida de esa habitación.
Cuando Agustín estuvo fuera, observó que en lo que parecía la estancia, había varios hombres en el suelo, siendo sometidos por otros que claramente eran Alfas, pues había un cumulo de varios olores en ese lugar; las feromonas de todos inundaban el lugar, por lo que Agustín se cubrió la nariz y se limitó a seguir a Julián, quien lo llevó hasta un vehículo en el exterior, donde dos hombres los esperaban para escoltarlos y después de ingresar en la parte trasera del vehículo, se alejaron de la propiedad.
Sabía que no estaba en la mansión Salazar, ya que Estela se lo confirmó; era obvio que Alonso no quería que Agustín lo atacara con sus feromonas, así que no iba a acercarse en lo más mínimo, pero también significaba que, aunque tuviera suerte y pudiera escapar de ese lugar, no sabría a dónde ir.
La mente de Agustín estaba hecha un lío.
Según lo que Estela le dijo, había al menos una docena de hombres en esa propiedad, todos Beta, quienes, por ordenes de su padre, debían vigilarlo y entregarlo a su futuro esposo; pero, aunque pudiera intentar algo para huir o arruinar ese compromiso, esos hombres no solo podían castigarlo a él, sino que seguramente lastimarían a su abuelita para hacerlo sufrir más.
Alonso Salazar sabía qué Reina era lo que más le importaba a Agustín, así que, para garantizar el bienestar de ella, él debía limitarse a seguir las órdenes del General.
—Tengo que encontrar la forma de escapar… —mordió su uña y observó el grillete que aun lo mantenía atado a la cama—. La llave la tiene Estela, pero cuando me fui a bañar, dos de esos sujetos estuvieron aquí para que no intentara huir en cuanto me soltó —respiró profundamente—. Tal vez, cuando me hagan bajar, pueda buscar el momento para irme… —«pero, si me voy, Estela le avisará al General y él le haría algo a mi abuela…» titubeó, realmente estaba entre la espada y la pared.
Aun estaba pensando en opciones, cuando percibió un perfume conocido.
—¡¿Julián?!
Se puso de pie de inmediato y en ese momento escuchó el ruido de la puerta. Al abrirse, Julián entró con rapidez, yendo hasta Agustín.
—¡Guti!
—¡Juls! —el pelinegro se sorprendió de ver al otro, pero cuando lo tuvo al alcance, se lanzó contra él, abrazándolo con toda la fuerza que tenía y comenzó a llorar.
—¡¿Estás bien?! —Julián correspondió el abrazo—. ¡¿Te hicieron daño?!
—No… Sólo… —ahogó un sollozo y levantó el rostro—. ¿Cómo…? ¿Cómo me encontraste?
El castaño lo sujetó del rostro y le besó los labios con delicadeza— Alejandro me ayudó —confesó—. ¿Estás seguro que estás bien? Tu abuela dijo que te golpearon.
—Sólo… Sólo fue un golpe en la nuca —intentó sonreír.
Julián lo miró a los ojos y se dio cuenta que Agustín le estaba restando importancia a lo que le hicieron, pero él se iba a encargar de hacer pagar a esos sujetos que se lo llevaron ese día.
—Vámonos, tu abuela y hermano, están muy preocupados por ti.
—Pero… El General puede hacerle algo a mi abuela.
—Tu abuela está en el hotel, con los padres de Alex —señaló el mayor—, no te preocupes, todo estará bien.
Con esas palabras, Agustín sintió que le quitaban un peso de encima— ¡¿de verdad?! —preguntó con ansiedad—. ¡¿Ella está bien?! —apretó las mangas que cubrían los brazos de Julián.
—Por supuesto, Guti —el mayor le sonrió y liberó sus feromonas para calmarlo—, la abuela Reina está bien —repitió, solo para que el otro no tuviera dudas—, ella, Karla y Yuri, se quedarán en el hotel y nada malo les pasará ahí.
Agustín intentó sonreír, pero un cúmulo de sentimientos se agolpó en su pecho, por lo que solo colocó la frente en el pecho de Julián y sollozó. El mayor lo abrazó con cuidado y besó la melena negra, tratando de confortarlo.
Julián sabía que Agustín era un Omega dominante, fuerte, independiente y no le gustaba mostrar debilidad, pero en ese momento, lo miraba sumamente afectado por la situación y parecía estar por desmoronarse, por eso, sus feromonas estaban muy inestables, así que tenía que ayudarlo.
—Todo estará bien, Guti, te lo aseguro…
Agustín aspiró profundamente las feromonas de Julián y se sintió completamente reconfortado, por lo que solo asintió.
—Vamos… Te llevaré con tu abuela y hermano.
Julián se apartó un poco, se inclinó y le quitó la argolla que tenía en el pie, ya que llevaba la llave, después sujetó la mano del pelinegro y lo guio a la salida de esa habitación.
Cuando Agustín estuvo fuera, observó que en lo que parecía la estancia, había varios hombres en el suelo, siendo sometidos por otros que claramente eran Alfas, pues había un cumulo de varios olores en ese lugar; las feromonas de todos inundaban el lugar, por lo que Agustín se cubrió la nariz y se limitó a seguir a Julián, quien lo llevó hasta un vehículo en el exterior, donde dos hombres los esperaban para escoltarlos y después de ingresar en la parte trasera del vehículo, se alejaron de la propiedad.
Durante el trayecto, Agustín le contó a su pareja todo lo que su padre le había dicho y sus amenazas; el pelinegro estaba muy inquieto por ellas, pero Julián estaba furioso de saber la manera en que el hombre estaba presionando al jovencito para que hiciera lo que deseaba.
«Ese sujeto me las va a pagar…» pensó con ira, mientras trataba de mantenerse sereno y no alarmar a Agustín.
Finalmente, ambos llegaron al hotel; apenas Agustín descendió del vehículo, Erick corrió hasta él, abrazándolo.
—¿Estás bien, Agus? —preguntó con ansiedad al apartarse, sujetándolo del rostro, revisando su rostro—. ¿Te hicieron daño?
—No, no me hicieron nada —negó—, estoy bien.
Erick lo volvió a abrazar— estaba muy preocupado por ti —señaló con rapidez—, no imaginé que mi padre te haría algo…
—No quiero hablar de ese sujeto… —negó el menor—. ¿Dónde está mi abuela? —indagó rápidamente, buscándola con la mirada.
—Está en una habitación, descansando —respondió Marcel, quien se acercó también a recibir a su amigo—. Agus, realmente nos tenías preocupados —el de lentes abrazó a su amigo también.
—Lo siento, todo lo ocurrido fue muy repentino —forzó una sonrisa.
—Vamos, Nana Reina debe estar ansiosa de verte —Erick lo sujetó de la mano.
—Sí, yo también quiero verla.
—Guti —Julián lo llamó—, yo, debo ir a terminar con este asunto.
—¿Terminar? —Agustín lo miró confundido.
—Voy a hablar con tu padre.
—No vale la pena, Juls —negó—, es mejor olvidarnos de él.
—Si se atrevió a esto, puede intentar otra cosa —sentenció el castaño— y no pienso darle oportunidad.
—Pero…
Agustín se mordió el labio; tenía miedo que Julián se metiera en problemas por su culpa. Julián se dio cuenta de la duda en los ojos miel y sonrió, sujetó las manos y depositó un beso en el dorso de cada una de ellas.
—Todo va a estar bien, no te preocupes.
—De acuerdo… Sólo… —giró el rostro a buscar a su hermano—. El General no guarda armas en su casa, ¿o sí?
Erick negó.
—Bien —volvió a buscar el rostro de su pareja—, no tardes.
—Volveré antes de la cena.
Julián se despidió de un beso y volvió a subir al automóvil, dejando a Agustín con su hermano y Marcel.
—Vamos, Agus —Erick lo sujetó de la mano—, Nana Reina está esperándote…
—¿Yuri y Karla están con ella?
—No —Marcel Negó—, Karla sigue en el hospital y Yuri se quedó acompañándola.
Agustín se sobresaltó por esa información— ¿está grave?
—No, pero la dejaron en observación en el hospital, porque se golpeó la cabeza —sonrió su amigo.
—Entonces, ¿mi abuela está sola?
—Mamá Ale, está con ella —respondió Erick.
—Comprendo…
Cuando tomaron el ascensor, Agustín se dio cuenta de que cinco hombres vestidos de negro, los acompañaban.
—¿Y tu esposo? —preguntó para Erick, ya que no imaginaba que su hermano estuviera solo en ese momento.
—Él y papá Diego, dijeron que iban a hablar con nuestro padre también —Erick se alzó de hombros—, están muy enojados.
—Pero… —el menor lo miró con nervios—. Se les puede hacer tarde para irse a su viaje.
—Eso ya se reprogramó —Marcel le restó importancia.
—Alex dijo que nos iríamos pasado mañana —Erick le sonrió—, quiere que tú y Nana Reina estén seguros.
—Lo siento —Agustín apretó la mano de su hermano—, arruiné tu inicio de luna de miel…
—Agus no tienes por qué disculparte… —Erick se giró y lo miró de frente—. Si yo no hubiera estado aquí y te hubiera pasado algo —el terror se mostró en sus ojos—, no hubiera disfrutado mi viaje y seguramente le hubiera pedido a Alex que nos devolviéramos de inmediato —sonrió levemente—. Eres mi hermanito y aunque sé que eres muy fuerte, no puedo evitar preocuparme por ti, ¿de acuerdo?
Agustín se sorprendió por esas palabras, pero luego sonrió más animado.
—Gracias…
El elevador se detuvo y bajaron en el piso dónde estaba la habitación que ocupaba Reina. Cuando ingresaron a la misma, Agustín corrió hasta la cama, dónde su abuela estaba recostada, abrazándola con efusividad, sin preocuparse por la gente que estaba a su alrededor.
—¡¿Estás bien abuela?!
—¡Guti! —la anciana comenzó a llorar—. ¡Mi niño! ¡¿Tú estás bien?! ¡¿Te hicieron algo?!
—Estoy bien —el menor sonrió—. No me hicieron nada, te lo aseguro, tranquila.
—Pero… ¿Qué quería ese hombre? ¡¿Por qué te llevó?! —insistió la canosa, sin soltar las manos de su nieto.
—Quería que me casara con alguien, pero ya no importa.
—¡Gracias a Dios! —Reina trató de sonreír—. Estaba muy preocupada.
—Tranquila —Agustín besó la frente de su abuela—. Yo estaba más preocupado por ti, cuando vi que te caíste de la silla, pensé lo peor.
—No fue nada, Guti…
—No le reste importancia, señora Reina —interrumpió Ale—, el doctor dijo que se llevó un golpe fuerte en las rodillas y debe descansar.
—¿Fue muy grave? —Agustín buscó el rostro del castaño, esperando que le dijera la verdad.
—Debido a la edad de tu abuela y la debilidad de sus piernas, el golpe la afectó más de lo que debería, pero si reposa, se toma sus medicamentos y se pone los ungüentos, estará bien en unos días —sonrió el castaño para tranquilizarlo.
—Muchas gracias —sonrió el pelinegro.
Ale se acercó y lo sujetó de las manos— tu también debes ir con el médico a que te revisen —dijo seriamente—, tu abuela dijo que te golpearon y además, aun no te recuperas de tu herida en la costilla, ¿acaso te revisaron ya?
—Ah… No, pero…
—El médico llegará en un momento —anunció Marcel—, antes de que Agus llegara, le marqué para que viniera.
—Perfecto —Ale sonrió.
La puerta se abrió de golpe y un Omega castaño, ingresó corriendo, yendo hacia Agustín.
—¡Bebé! —dijo con desespero—. ¡¿Estás bien?! ¡¿Te duele algo?!
Agustín recibió el abrazo y permitió que el otro lo observara con detenimiento.
—Estoy bien, mamá Brendan —forzó una sonrisa.
—Cuando me enteré de lo sucedido… —ejerció presión en las manos del pelinegro—. ¡¿Pero que clase de imbécil animal es tu padre?! —señaló furioso.
—Aun no hay respuesta a esa pregunta —Agustín suspiró.
—Y ¿dónde está Juls? Dijo que iría por ti, ¡¿por qué no está cuidándote?!
—Fue a ver al General.
—Espero le diga sus verdades —señaló con frialdad.
Un hombre castaño ingresó a la habitación con paso rápido— cariño, ¿por qué no me esperaste? —preguntó con agitación.
—Lo siento, pero no podía esperar a ver a mi nuevo hijo, ¡después de enterarme de lo ocurrido! —se excusó el otro.
—¿Estás bien, Agustín? —preguntó el hombre con preocupación—. Juls nos contó lo que pasó.
—Sí, señor —el pelinegro sonrió nervioso.
—Pero debe ver al medico —interrumpió Ale con rapidez.
—¡Yo te llevo! —Brendan sujetó la mano del menor—. No quiero que tengas secuelas por lo ocurrido.
—El doctor vendrá en un momento —anunció Marcel.
—Bien, me quedaré aquí para cuidarte —Brendan guio a Agustín a un sillón, al lado de la cama—, de ahora en adelante, no me voy a separar de ti, hasta que te cases con Juls y menos si te quedarás en esta ciudad.
—Realmente, quiero que Agus y Nana Reina se vayan a vivir a la ciudad dónde me instalaré —sonrió Erick, yendo a otro sillón.
—¡Esa es una buena idea! —Ale asintió—. ¿No lo cree, señora Reina? —preguntó para la anciana, que aun estaba en la cama.
—Pero, sería mucha molestia para ustedes… —comentó la canosa con nervios.
—¡Claro que no! —Ale negó—. La casa es grande, así que no hay ningún problema en que ustedes vivan ahí.
—Mejor me los llevo conmigo —Brendan abrazó a Agus—, ¡yo cuidaré muy bien a mi nuevo bebé! Y por supuesto, a la señora Reina también.
—Creo que… Hay que pensar bien a dónde iremos a vivir —Agustín no sabía que responder.
Era obvio para él que no podía quedarse en esa ciudad, especialmente porque su padre podía volver a intentar casarlo con otro hombre y necesitaba protección, aunque no quisiera admitirlo.
«Ese sujeto me las va a pagar…» pensó con ira, mientras trataba de mantenerse sereno y no alarmar a Agustín.
Finalmente, ambos llegaron al hotel; apenas Agustín descendió del vehículo, Erick corrió hasta él, abrazándolo.
—¿Estás bien, Agus? —preguntó con ansiedad al apartarse, sujetándolo del rostro, revisando su rostro—. ¿Te hicieron daño?
—No, no me hicieron nada —negó—, estoy bien.
Erick lo volvió a abrazar— estaba muy preocupado por ti —señaló con rapidez—, no imaginé que mi padre te haría algo…
—No quiero hablar de ese sujeto… —negó el menor—. ¿Dónde está mi abuela? —indagó rápidamente, buscándola con la mirada.
—Está en una habitación, descansando —respondió Marcel, quien se acercó también a recibir a su amigo—. Agus, realmente nos tenías preocupados —el de lentes abrazó a su amigo también.
—Lo siento, todo lo ocurrido fue muy repentino —forzó una sonrisa.
—Vamos, Nana Reina debe estar ansiosa de verte —Erick lo sujetó de la mano.
—Sí, yo también quiero verla.
—Guti —Julián lo llamó—, yo, debo ir a terminar con este asunto.
—¿Terminar? —Agustín lo miró confundido.
—Voy a hablar con tu padre.
—No vale la pena, Juls —negó—, es mejor olvidarnos de él.
—Si se atrevió a esto, puede intentar otra cosa —sentenció el castaño— y no pienso darle oportunidad.
—Pero…
Agustín se mordió el labio; tenía miedo que Julián se metiera en problemas por su culpa. Julián se dio cuenta de la duda en los ojos miel y sonrió, sujetó las manos y depositó un beso en el dorso de cada una de ellas.
—Todo va a estar bien, no te preocupes.
—De acuerdo… Sólo… —giró el rostro a buscar a su hermano—. El General no guarda armas en su casa, ¿o sí?
Erick negó.
—Bien —volvió a buscar el rostro de su pareja—, no tardes.
—Volveré antes de la cena.
Julián se despidió de un beso y volvió a subir al automóvil, dejando a Agustín con su hermano y Marcel.
—Vamos, Agus —Erick lo sujetó de la mano—, Nana Reina está esperándote…
—¿Yuri y Karla están con ella?
—No —Marcel Negó—, Karla sigue en el hospital y Yuri se quedó acompañándola.
Agustín se sobresaltó por esa información— ¿está grave?
—No, pero la dejaron en observación en el hospital, porque se golpeó la cabeza —sonrió su amigo.
—Entonces, ¿mi abuela está sola?
—Mamá Ale, está con ella —respondió Erick.
—Comprendo…
Cuando tomaron el ascensor, Agustín se dio cuenta de que cinco hombres vestidos de negro, los acompañaban.
—¿Y tu esposo? —preguntó para Erick, ya que no imaginaba que su hermano estuviera solo en ese momento.
—Él y papá Diego, dijeron que iban a hablar con nuestro padre también —Erick se alzó de hombros—, están muy enojados.
—Pero… —el menor lo miró con nervios—. Se les puede hacer tarde para irse a su viaje.
—Eso ya se reprogramó —Marcel le restó importancia.
—Alex dijo que nos iríamos pasado mañana —Erick le sonrió—, quiere que tú y Nana Reina estén seguros.
—Lo siento —Agustín apretó la mano de su hermano—, arruiné tu inicio de luna de miel…
—Agus no tienes por qué disculparte… —Erick se giró y lo miró de frente—. Si yo no hubiera estado aquí y te hubiera pasado algo —el terror se mostró en sus ojos—, no hubiera disfrutado mi viaje y seguramente le hubiera pedido a Alex que nos devolviéramos de inmediato —sonrió levemente—. Eres mi hermanito y aunque sé que eres muy fuerte, no puedo evitar preocuparme por ti, ¿de acuerdo?
Agustín se sorprendió por esas palabras, pero luego sonrió más animado.
—Gracias…
El elevador se detuvo y bajaron en el piso dónde estaba la habitación que ocupaba Reina. Cuando ingresaron a la misma, Agustín corrió hasta la cama, dónde su abuela estaba recostada, abrazándola con efusividad, sin preocuparse por la gente que estaba a su alrededor.
—¡¿Estás bien abuela?!
—¡Guti! —la anciana comenzó a llorar—. ¡Mi niño! ¡¿Tú estás bien?! ¡¿Te hicieron algo?!
—Estoy bien —el menor sonrió—. No me hicieron nada, te lo aseguro, tranquila.
—Pero… ¿Qué quería ese hombre? ¡¿Por qué te llevó?! —insistió la canosa, sin soltar las manos de su nieto.
—Quería que me casara con alguien, pero ya no importa.
—¡Gracias a Dios! —Reina trató de sonreír—. Estaba muy preocupada.
—Tranquila —Agustín besó la frente de su abuela—. Yo estaba más preocupado por ti, cuando vi que te caíste de la silla, pensé lo peor.
—No fue nada, Guti…
—No le reste importancia, señora Reina —interrumpió Ale—, el doctor dijo que se llevó un golpe fuerte en las rodillas y debe descansar.
—¿Fue muy grave? —Agustín buscó el rostro del castaño, esperando que le dijera la verdad.
—Debido a la edad de tu abuela y la debilidad de sus piernas, el golpe la afectó más de lo que debería, pero si reposa, se toma sus medicamentos y se pone los ungüentos, estará bien en unos días —sonrió el castaño para tranquilizarlo.
—Muchas gracias —sonrió el pelinegro.
Ale se acercó y lo sujetó de las manos— tu también debes ir con el médico a que te revisen —dijo seriamente—, tu abuela dijo que te golpearon y además, aun no te recuperas de tu herida en la costilla, ¿acaso te revisaron ya?
—Ah… No, pero…
—El médico llegará en un momento —anunció Marcel—, antes de que Agus llegara, le marqué para que viniera.
—Perfecto —Ale sonrió.
La puerta se abrió de golpe y un Omega castaño, ingresó corriendo, yendo hacia Agustín.
—¡Bebé! —dijo con desespero—. ¡¿Estás bien?! ¡¿Te duele algo?!
Agustín recibió el abrazo y permitió que el otro lo observara con detenimiento.
—Estoy bien, mamá Brendan —forzó una sonrisa.
—Cuando me enteré de lo sucedido… —ejerció presión en las manos del pelinegro—. ¡¿Pero que clase de imbécil animal es tu padre?! —señaló furioso.
—Aun no hay respuesta a esa pregunta —Agustín suspiró.
—Y ¿dónde está Juls? Dijo que iría por ti, ¡¿por qué no está cuidándote?!
—Fue a ver al General.
—Espero le diga sus verdades —señaló con frialdad.
Un hombre castaño ingresó a la habitación con paso rápido— cariño, ¿por qué no me esperaste? —preguntó con agitación.
—Lo siento, pero no podía esperar a ver a mi nuevo hijo, ¡después de enterarme de lo ocurrido! —se excusó el otro.
—¿Estás bien, Agustín? —preguntó el hombre con preocupación—. Juls nos contó lo que pasó.
—Sí, señor —el pelinegro sonrió nervioso.
—Pero debe ver al medico —interrumpió Ale con rapidez.
—¡Yo te llevo! —Brendan sujetó la mano del menor—. No quiero que tengas secuelas por lo ocurrido.
—El doctor vendrá en un momento —anunció Marcel.
—Bien, me quedaré aquí para cuidarte —Brendan guio a Agustín a un sillón, al lado de la cama—, de ahora en adelante, no me voy a separar de ti, hasta que te cases con Juls y menos si te quedarás en esta ciudad.
—Realmente, quiero que Agus y Nana Reina se vayan a vivir a la ciudad dónde me instalaré —sonrió Erick, yendo a otro sillón.
—¡Esa es una buena idea! —Ale asintió—. ¿No lo cree, señora Reina? —preguntó para la anciana, que aun estaba en la cama.
—Pero, sería mucha molestia para ustedes… —comentó la canosa con nervios.
—¡Claro que no! —Ale negó—. La casa es grande, así que no hay ningún problema en que ustedes vivan ahí.
—Mejor me los llevo conmigo —Brendan abrazó a Agus—, ¡yo cuidaré muy bien a mi nuevo bebé! Y por supuesto, a la señora Reina también.
—Creo que… Hay que pensar bien a dónde iremos a vivir —Agustín no sabía que responder.
Era obvio para él que no podía quedarse en esa ciudad, especialmente porque su padre podía volver a intentar casarlo con otro hombre y necesitaba protección, aunque no quisiera admitirlo.
Julián llegó a la entrada de la propiedad Salazar y se encontró con varios vehículos estacionados, al descender del auto, Miguel lo alcanzó.
—¿Qué está pasando? —indagó el castaño con seriedad.
—El General no quiere recibir a Alex, ni a su padre —dijo con diversión su amigo—. Obviamente vamos a entrar, pero te estábamos esperando.
Miguel guio a Julián hasta uno de los automóviles y la ventanilla trasera se abrió, por la cual se vio a Alejandro sentado, con gesto serio.
—¿Agustín ya está a salvo? —indagó el rubio con rapidez.
—Sí, lo dejé en el hotel, con su abuela y su hermano —respondió el castaño.
—Bien… —ladeó el rostro—. Podemos entrar —dijo con voz calmada.
—Que entren.
La voz fría de Diego de León se escuchó y con ello, todos sus trabajadores se movilizaron.
Minutos después, la puerta de la reja principal se abrió y todos los vehículos ingresaron, uno tras otro. Alejandro, su padre y amigos, fueron los últimos en ingresar; al llegar a la escalinata en la entrada de la mansión, todos sus trabajadores ya tenían el lugar bajo su control.
Diego y Alejandro bajaron de su vehículo y subieron los escalones, seguidos por Julián y Miguel.
Cuando ingresaron a la casa, todos los trabajadores varones, estaban siendo sometidos, mientras las mujeres eran guiadas a un salón y encerradas ahí.
—¿Dónde está? —preguntó Diego con molestia.
—Ya envié por los señores de la casa —anunció Samuel con rapidez—, no tardan en bajar.
—¡¿Quién demonios se creen que son?!
El grito se escuchó de la segunda planta y tanto Diego, como Alejandro, supieron quién era.
—¡Me está lastimando! —se escuchó la voz de otro.
Sin consideración, los trabajadores de la familia De León, llevaron a la pareja hasta el final de las escaleras. Cuando Alonso vio a Diego y Alejandro, sintió que el alma se le escapaba, pero no era de ellos de quienes debía tener miedo.
Los trabajadores los soltaron, pero se mantuvieron en alerta, por si la pareja intentaba huir.
Antes de que Diego o su hijo dijeran una sola palabra, Julián caminó con rapidez, liberó sus feromonas atacando a Alonso y después le propinó un puñetazo en la quijada que lo hizo dar pasos hacia atrás. El militar no cayó, debido a que los guardaespaldas lo detuvieron, pero lo empujaron hacia enfrente para que recibiera un segundo puñetazo del universitario, logrando sacarle sangre, ya que le rompió la nariz.
Alonso cayó de rodillas, quejándose, mientras intentaba cubrir su nariz.
Julián lo sujetó de la camisa y lo levantó, mirándolo con ira asesina— ¡¿cómo te atreviste a intentar forzar a Guti para casarse con otro?!
Alonso sentía que su garganta ardía, debido a la presencia de las feromonas del universitario, así que se le dificultaba hablar.
—Juls, deja que el General hable —Alejandro sonreía divertido ante la escena—, vinimos a arreglar esta situación de forma civilizada, así que, contrólate un poco.
Julián rechinó los dientes— tienes suerte de que Guti esté bien, de lo contrario, ya te habría matado —amenazó y lo soltó de un empujón.
—De acuerdo… —Diego habló con seriedad—. General —dijo el título con sarcasmo—, lo que hiciste con su hijo menor, fue un acto de cobardía —sentenció con desdén—. Es obvio que estás desesperado por tener apoyo, después de que Erick decretó que ya no los considera su familia —sonrió—, pero, aunque Agustín sea tu hijo, no lo puedes obligar a casarse con otro, si ya está enlazado con Julián.
—Yo no… Yo no acepto esa unión —dijo con dificultad.
—¿Crees que nos importa si la aceptas o no? —el de barba entrecerró los ojos—. Agustín ya tomó su decisión y como nuevo miembro de la familia De León, nosotros lo vamos a apoyar.
—¡¿De qué hablas?! —Alonso lo miró confundido.
—Agustín es hermano de Erick, quien desde ayer se convirtió en un miembro legítimo de la familia De León —Alejandro metió las manos en sus bolsillos— y además, Agustín es el futuro esposo de mi primo Julián —hizo un ademán con su rostro, señalando a su amigo—, ¿de verdad creyó que mi familia no se iba a inmiscuir en este asunto, al saber que se lo llevaron a la fuerza de su hogar?
—¡Agustín es mi hijo! —objetó el hombre, aun en el piso—. Yo, cómo su padre, ¡debo buscar un buen matrimonio para él!
—¿Justo cómo lo hiciste con Erick la primera vez? —Diego lo miró con desprecio—. Es obvio que no buscas un matrimonio conveniente para tus hijos, sino un negocio propicio para tus intereses.
—¡¿Cómo puedes decir eso?!
—Lo digo, ¡porque así es! —Diego liberó sus feromonas de golpe, atacando a Alonso.
El militar sintió que no podía respirar bien y trató de ingresar aire a sus pulmones por la boca, pero las feromonas de menta lograron irritar su garganta y hacerlo toser.
—Pero debo controlarme —Diego respiró profundo y se calmó—. Le di mi palabra, a mi esposo y a mi yerno, que arreglaríamos esto de manera pacífica —su sonrisa fue disimulada por su barba y bigote—, por lo cual, nada malo te puede pasar, ni a tu esposo tampoco —señaló a Noe con su mano.
—¿Qué…? ¿Qué quieren entonces? —preguntó el hombre, aún hincado en el piso.
—Ya que Erick cortó lazos con ustedes, sería fácil matarlos —Alejandro se burló, consiguiendo que los otros temblaran—, pero sería sumamente extraño que tuvieran un accidente después de lo ocurrido —chasqueó la lengua—, así que, lo mejor será que desaparezcan por propia voluntad.
—¿Cómo? —Alonso aun no comprendía qué querían los rubios.
—Mañana mismo, tú y tu esposo, tomarán un vuelo para irse con su hijo mayor, al extranjero —Diego lo miró con indiferencia—, y más vale que no vuelvan al país —sentenció con seriedad—. Les estamos dando la oportunidad de salir vivos, por consideración a Erick, pero si intentan volver… —sonrió con crueldad, mostrando un colmillo—. Ten por seguro que tendrán un accidente mortal —dijo con total seguridad—, ya lo he hecho antes y no tendré problemas en volver a prepararlo.
Alonso se quedó frío con esa declaración; jamás imaginó que Diego de León confesara algo de ese estilo sin un ápice de remordimiento.
—Nuestros trabajadores les ayudarán a preparar su viaje —declaró Alejandro, haciendo una seña y un grupo de hombres se acercó a la pareja—, esperamos que no intenten alguna estupidez y arruinen su oportunidad de salir vivos de aquí.
—Estaremos esperando la noticia de su partida —Diego dio media vuelta—, no nos decepcionen.
El de barba caminó a la salida de la casa, seguido por varios de sus trabajadores, pero Alejandro se quedó frente a su suegro.
—Por cierto, Erick quiere que yo administre todo lo que le corresponde —levantó una ceja— y me encargaré de que él reciba todo lo que merece, así que, no espere ver ni un solo centavo de las empresas y propiedades.
Alonso se asustó— ¡no puedes hacer eso! No todo es de Erick, ¡yo he trabajado mucho para conseguir mi fortuna!
—Claro que puedo —el rubio habló con seguridad—, legalmente, aquello que era de la familia Acosta, ahora le pertenece a mi esposo y además, es momento de que Erick reciba cierta herencia que le dejó su madre, ¿no lo cree?
El color se fue del rostro del militar— ¿cómo sabes que…?
—Tengo muy buenos informantes —el ojiverde le restó importancia—. Por eso sé que más del setenta por ciento de las propiedades y dinero del capital de su familia, es realmente herencia de la madre de Erick, ¿me equivoco? —su voz tenía un tinte burlón—. Y ahora que él demostró que es un Omega Dominante, lo puede reclamar y usted no puede hacer nada para evitarlo —sonrió—, pero no se preocupe, los abogados de mi familia se encargarán de todo el papeleo.
El militar se quedó estático; aunque tenía dinero propio, era cierto que la mayoría del capital y propiedades que lograron convertirlo en una persona influyente, era gracias a la herencia de Erick, la cual él administraba.
—Bien, me retiro… —el rubio dio media vuelta—. Juls —puso la mano en el hombro de su amigo—, si vas a desquitarte, trata de no dañar la mano derecha del General —sentenció con frialdad—, necesitará firmar unos documentos y no quiero que haya contratiempos, sólo por tenerla fracturada.
Julián sonrió y se tronó los dedos— no te preocupes, no obstaculizaré tus planes, después de todo, me estás dando la oportunidad de vengar a Guti.
El terror se mostró en los ojos azules del militar, quien al ver cómo Julián se acercaba de manera amenazante, tuvo el impulso de huir, pero debido a las feromonas del otro, no pudo moverse de ese lugar.
—¿Qué está pasando? —indagó el castaño con seriedad.
—El General no quiere recibir a Alex, ni a su padre —dijo con diversión su amigo—. Obviamente vamos a entrar, pero te estábamos esperando.
Miguel guio a Julián hasta uno de los automóviles y la ventanilla trasera se abrió, por la cual se vio a Alejandro sentado, con gesto serio.
—¿Agustín ya está a salvo? —indagó el rubio con rapidez.
—Sí, lo dejé en el hotel, con su abuela y su hermano —respondió el castaño.
—Bien… —ladeó el rostro—. Podemos entrar —dijo con voz calmada.
—Que entren.
La voz fría de Diego de León se escuchó y con ello, todos sus trabajadores se movilizaron.
Minutos después, la puerta de la reja principal se abrió y todos los vehículos ingresaron, uno tras otro. Alejandro, su padre y amigos, fueron los últimos en ingresar; al llegar a la escalinata en la entrada de la mansión, todos sus trabajadores ya tenían el lugar bajo su control.
Diego y Alejandro bajaron de su vehículo y subieron los escalones, seguidos por Julián y Miguel.
Cuando ingresaron a la casa, todos los trabajadores varones, estaban siendo sometidos, mientras las mujeres eran guiadas a un salón y encerradas ahí.
—¿Dónde está? —preguntó Diego con molestia.
—Ya envié por los señores de la casa —anunció Samuel con rapidez—, no tardan en bajar.
—¡¿Quién demonios se creen que son?!
El grito se escuchó de la segunda planta y tanto Diego, como Alejandro, supieron quién era.
—¡Me está lastimando! —se escuchó la voz de otro.
Sin consideración, los trabajadores de la familia De León, llevaron a la pareja hasta el final de las escaleras. Cuando Alonso vio a Diego y Alejandro, sintió que el alma se le escapaba, pero no era de ellos de quienes debía tener miedo.
Los trabajadores los soltaron, pero se mantuvieron en alerta, por si la pareja intentaba huir.
Antes de que Diego o su hijo dijeran una sola palabra, Julián caminó con rapidez, liberó sus feromonas atacando a Alonso y después le propinó un puñetazo en la quijada que lo hizo dar pasos hacia atrás. El militar no cayó, debido a que los guardaespaldas lo detuvieron, pero lo empujaron hacia enfrente para que recibiera un segundo puñetazo del universitario, logrando sacarle sangre, ya que le rompió la nariz.
Alonso cayó de rodillas, quejándose, mientras intentaba cubrir su nariz.
Julián lo sujetó de la camisa y lo levantó, mirándolo con ira asesina— ¡¿cómo te atreviste a intentar forzar a Guti para casarse con otro?!
Alonso sentía que su garganta ardía, debido a la presencia de las feromonas del universitario, así que se le dificultaba hablar.
—Juls, deja que el General hable —Alejandro sonreía divertido ante la escena—, vinimos a arreglar esta situación de forma civilizada, así que, contrólate un poco.
Julián rechinó los dientes— tienes suerte de que Guti esté bien, de lo contrario, ya te habría matado —amenazó y lo soltó de un empujón.
—De acuerdo… —Diego habló con seriedad—. General —dijo el título con sarcasmo—, lo que hiciste con su hijo menor, fue un acto de cobardía —sentenció con desdén—. Es obvio que estás desesperado por tener apoyo, después de que Erick decretó que ya no los considera su familia —sonrió—, pero, aunque Agustín sea tu hijo, no lo puedes obligar a casarse con otro, si ya está enlazado con Julián.
—Yo no… Yo no acepto esa unión —dijo con dificultad.
—¿Crees que nos importa si la aceptas o no? —el de barba entrecerró los ojos—. Agustín ya tomó su decisión y como nuevo miembro de la familia De León, nosotros lo vamos a apoyar.
—¡¿De qué hablas?! —Alonso lo miró confundido.
—Agustín es hermano de Erick, quien desde ayer se convirtió en un miembro legítimo de la familia De León —Alejandro metió las manos en sus bolsillos— y además, Agustín es el futuro esposo de mi primo Julián —hizo un ademán con su rostro, señalando a su amigo—, ¿de verdad creyó que mi familia no se iba a inmiscuir en este asunto, al saber que se lo llevaron a la fuerza de su hogar?
—¡Agustín es mi hijo! —objetó el hombre, aun en el piso—. Yo, cómo su padre, ¡debo buscar un buen matrimonio para él!
—¿Justo cómo lo hiciste con Erick la primera vez? —Diego lo miró con desprecio—. Es obvio que no buscas un matrimonio conveniente para tus hijos, sino un negocio propicio para tus intereses.
—¡¿Cómo puedes decir eso?!
—Lo digo, ¡porque así es! —Diego liberó sus feromonas de golpe, atacando a Alonso.
El militar sintió que no podía respirar bien y trató de ingresar aire a sus pulmones por la boca, pero las feromonas de menta lograron irritar su garganta y hacerlo toser.
—Pero debo controlarme —Diego respiró profundo y se calmó—. Le di mi palabra, a mi esposo y a mi yerno, que arreglaríamos esto de manera pacífica —su sonrisa fue disimulada por su barba y bigote—, por lo cual, nada malo te puede pasar, ni a tu esposo tampoco —señaló a Noe con su mano.
—¿Qué…? ¿Qué quieren entonces? —preguntó el hombre, aún hincado en el piso.
—Ya que Erick cortó lazos con ustedes, sería fácil matarlos —Alejandro se burló, consiguiendo que los otros temblaran—, pero sería sumamente extraño que tuvieran un accidente después de lo ocurrido —chasqueó la lengua—, así que, lo mejor será que desaparezcan por propia voluntad.
—¿Cómo? —Alonso aun no comprendía qué querían los rubios.
—Mañana mismo, tú y tu esposo, tomarán un vuelo para irse con su hijo mayor, al extranjero —Diego lo miró con indiferencia—, y más vale que no vuelvan al país —sentenció con seriedad—. Les estamos dando la oportunidad de salir vivos, por consideración a Erick, pero si intentan volver… —sonrió con crueldad, mostrando un colmillo—. Ten por seguro que tendrán un accidente mortal —dijo con total seguridad—, ya lo he hecho antes y no tendré problemas en volver a prepararlo.
Alonso se quedó frío con esa declaración; jamás imaginó que Diego de León confesara algo de ese estilo sin un ápice de remordimiento.
—Nuestros trabajadores les ayudarán a preparar su viaje —declaró Alejandro, haciendo una seña y un grupo de hombres se acercó a la pareja—, esperamos que no intenten alguna estupidez y arruinen su oportunidad de salir vivos de aquí.
—Estaremos esperando la noticia de su partida —Diego dio media vuelta—, no nos decepcionen.
El de barba caminó a la salida de la casa, seguido por varios de sus trabajadores, pero Alejandro se quedó frente a su suegro.
—Por cierto, Erick quiere que yo administre todo lo que le corresponde —levantó una ceja— y me encargaré de que él reciba todo lo que merece, así que, no espere ver ni un solo centavo de las empresas y propiedades.
Alonso se asustó— ¡no puedes hacer eso! No todo es de Erick, ¡yo he trabajado mucho para conseguir mi fortuna!
—Claro que puedo —el rubio habló con seguridad—, legalmente, aquello que era de la familia Acosta, ahora le pertenece a mi esposo y además, es momento de que Erick reciba cierta herencia que le dejó su madre, ¿no lo cree?
El color se fue del rostro del militar— ¿cómo sabes que…?
—Tengo muy buenos informantes —el ojiverde le restó importancia—. Por eso sé que más del setenta por ciento de las propiedades y dinero del capital de su familia, es realmente herencia de la madre de Erick, ¿me equivoco? —su voz tenía un tinte burlón—. Y ahora que él demostró que es un Omega Dominante, lo puede reclamar y usted no puede hacer nada para evitarlo —sonrió—, pero no se preocupe, los abogados de mi familia se encargarán de todo el papeleo.
El militar se quedó estático; aunque tenía dinero propio, era cierto que la mayoría del capital y propiedades que lograron convertirlo en una persona influyente, era gracias a la herencia de Erick, la cual él administraba.
—Bien, me retiro… —el rubio dio media vuelta—. Juls —puso la mano en el hombro de su amigo—, si vas a desquitarte, trata de no dañar la mano derecha del General —sentenció con frialdad—, necesitará firmar unos documentos y no quiero que haya contratiempos, sólo por tenerla fracturada.
Julián sonrió y se tronó los dedos— no te preocupes, no obstaculizaré tus planes, después de todo, me estás dando la oportunidad de vengar a Guti.
El terror se mostró en los ojos azules del militar, quien al ver cómo Julián se acercaba de manera amenazante, tuvo el impulso de huir, pero debido a las feromonas del otro, no pudo moverse de ese lugar.
Agustín estaba durmiendo en una habitación contigua a la de su abuela. El médico lo había revisado y le había dado algunas pastillas para el dolor y desinflamación, ya que no solo el golpe en su nuca le había dejado un hematoma, sino que la argolla en su pierna, le había lacerado un poco la piel y su costado se notaba inflamado porque su costilla seguía lastimada.
Erick lo acompañó hasta que Alejandro volvió, ya que su esposo quería hablar con él de algo importante; Brendan se quedó a su lado, arrullándolo y acariciándole el cabello como si fuera un niño, hasta que se durmió y después lo dejó solo, para que pudiera descansar. Todos sabían que lo que le ocurrió a Agustín había sido muy traumático, pero el jovencito no parecía querer hablar de ello y fingía que todo estaba bien.
Oscurecía cuando Julián regresó y fue directamente a la habitación de Agustín.
Al ingresar, percibió las feromonas del pelinegro, pero se notaban alteradas, por lo que comenzó a liberar sus feromonas de chocolate con lentitud, inundando la habitación con ellas y permitiendo que el menor se relajara. Cuando el castaño llegó a la cama, se recostó al lado del otro y lo abrazó, acariciando la espalda con suavidad.
Agustín tardó un poco en reaccionar, pero al abrir los ojos y observar a Julián, sonrió con debilidad.
—Volviste… —musitó y hundió el rostro en el pecho del mayor.
—Lamento la tardanza —Julián besó la melena negra—, la ‘platica’ con tu padre se alargó —dijo con algo de alegría malsana.
El pelinegro apretó un poco el agarre en la tela que cubría al otro— no quiero saber más de ese sujeto —anunció con molestia.
—Sé que fue un momento difícil para ti…
Agustín apretó los labios y aguantó un momento la respiración; Julián percibió el olor a canela más intenso y supo que el menor se encontraba incómodo con el asunto.
—Guti, tal vez no quieras hablar de ello —señaló con calma—, pero si te hizo sentir mal, es bueno que lo saques o te afectará más adelante.
—Yo… —titubeó.
Todas sus emociones y sentimientos comenzaron a agolparse en su pecho y sus lágrimas se desbordaron.
—Yo… Tuve… Miedo —confesó en un débil murmullo, algo avergonzado y frustrado—. Jamás… Jamás me había sentido así antes y… —se mordió el labio, no sabía cómo explicar sus emociones.
Julián lo abrazó con mayor firmeza; no imprimió mucha fuerza, ya que sabía que el menor seguía lastimado de un costado y no quería empeorarlo por su ímpetu y efusividad.
—Tranquilo Guti, es normal que te sientas así —besó la melena negra con infinito amor—, no te preocupes, ya todo está bien.
—No… No entiendes —negó—. No pude defenderme —acusó y apresó la ropa de Julián en sus manos—, todos eran Betas y yo… Yo no pude hacer nada —ahogó un sollozo—. Me sentí como un niño otra vez —sentenció frustrado— y no supe qué hacer, solo lloré —confesó—. Tenía miedo de que algo le pasara a mi abuela —su voz sonaba aterrada— y cuando ese hombre me dijo que debía casarme con un Beta yo… —restregó el rostro contra el pecho del mayor—. Tuve miedo de que ni siquiera tú pudieras ayudarme y me sentía tan perdido que…
Julián no lo dejó terminar, se movió y lo besó en los labios; un beso suave, delicado, tratando de calmarlo y aunque tardó un poco, lo logró. Cuando notó la respiración más calmada y las feromonas menos intensas, se apartó.
—Lamento que hayas pasado por ese momento tan desagradable —el castaño besó la frente del menor—, pero ahora estás a salvo —señaló con seguridad—, nada malo te va a pasar.
Agustín sonrió débilmente— gracias —dijo en un murmullo—. Aunque realmente desearía no volver a sentirme así, jamás…
El mayor sonrió— si eso quieres, puedo ayudarte.
—¿Cómo?
—Aunque eres un Omega Dominante, sabes bien que las feromonas no afectan a los Betas —obvió—, pero hay otras maneras de defenderse de ellos, incluyendo defensa personal y armas —se burló.
—¿Defensa personal? ¿Armas? —Agustín frunció el ceño—. Mi fuerza no es rival para los Betas.
—Hay algunas artes marciales que no se centran en la fuerza, eso puede ayudarte —sonrió con suficiencia— y en cuanto a las armas, yo podría enseñarte a disparar.
—¿Sabes usar armas?
—¿Te sorprende?
—Sí, bueno… —Agustín se limpió las mejillas—. Creí que solo los militares, policías y gente mala, sabían usar armas, ¿por qué saber de eso?
Julián rió por lo bajo— tal vez, porque soy parte de la ‘gente mala’.
—No bromees, Julián —Agustín levantó el rostro, con una mirada acusadora.
Julián sonrió; realmente no quería mentirle a Agustín, pero debía de decirle las cosas poco a poco, así que, por esa vez, tendría que decir una verdad a medias.
—La verdad, cuando me gradúe de la universidad, tendré un trabajo y estoy entrenando para ello.
—¿Un trabajo? —el pelinegro estaba intrigado.
El mayor asintió— te has dado cuenta que Alex tiene a muchos guardaespaldas, ¿verdad?
—Sí —asintió el menor.
—Bueno, Alejandro me va a dar empleo y yo seré uno de ellos muy pronto.
—¿Guardaespaldas? —Agustín frunció el ceño—. Pero, estás estudiando una carrera, ¿o no? ¿Por qué no te da un empleo de tu profesión?
«Porque de ingeniero en sistemas, no me divertiría tanto…» pensó el mayor, pero no podía decirle eso— porque paga más como guardaespaldas y tiene mejores prestaciones —le restó importancia—, además, no es que no vaya a realizar cosas de mi carrera, solo que no estaré todo el tiempo en una oficina.
Agustín no comprendía del todo lo que su pareja le decía, pero en su mente, juzgó que Julián no era un chico de estar sentado todo el día, quizá por eso le agradaba más otro tipo de empleo, que demandara más esfuerzo.
—Comprendo —musito—. Entonces, ¿puedes enseñarme a disparar y defenderme? —preguntó emocionado.
—Puedo —asintió el mayor—, pero no le digas a tu abuela, porque posiblemente no esté de acuerdo.
—Trato hecho.
Erick lo acompañó hasta que Alejandro volvió, ya que su esposo quería hablar con él de algo importante; Brendan se quedó a su lado, arrullándolo y acariciándole el cabello como si fuera un niño, hasta que se durmió y después lo dejó solo, para que pudiera descansar. Todos sabían que lo que le ocurrió a Agustín había sido muy traumático, pero el jovencito no parecía querer hablar de ello y fingía que todo estaba bien.
Oscurecía cuando Julián regresó y fue directamente a la habitación de Agustín.
Al ingresar, percibió las feromonas del pelinegro, pero se notaban alteradas, por lo que comenzó a liberar sus feromonas de chocolate con lentitud, inundando la habitación con ellas y permitiendo que el menor se relajara. Cuando el castaño llegó a la cama, se recostó al lado del otro y lo abrazó, acariciando la espalda con suavidad.
Agustín tardó un poco en reaccionar, pero al abrir los ojos y observar a Julián, sonrió con debilidad.
—Volviste… —musitó y hundió el rostro en el pecho del mayor.
—Lamento la tardanza —Julián besó la melena negra—, la ‘platica’ con tu padre se alargó —dijo con algo de alegría malsana.
El pelinegro apretó un poco el agarre en la tela que cubría al otro— no quiero saber más de ese sujeto —anunció con molestia.
—Sé que fue un momento difícil para ti…
Agustín apretó los labios y aguantó un momento la respiración; Julián percibió el olor a canela más intenso y supo que el menor se encontraba incómodo con el asunto.
—Guti, tal vez no quieras hablar de ello —señaló con calma—, pero si te hizo sentir mal, es bueno que lo saques o te afectará más adelante.
—Yo… —titubeó.
Todas sus emociones y sentimientos comenzaron a agolparse en su pecho y sus lágrimas se desbordaron.
—Yo… Tuve… Miedo —confesó en un débil murmullo, algo avergonzado y frustrado—. Jamás… Jamás me había sentido así antes y… —se mordió el labio, no sabía cómo explicar sus emociones.
Julián lo abrazó con mayor firmeza; no imprimió mucha fuerza, ya que sabía que el menor seguía lastimado de un costado y no quería empeorarlo por su ímpetu y efusividad.
—Tranquilo Guti, es normal que te sientas así —besó la melena negra con infinito amor—, no te preocupes, ya todo está bien.
—No… No entiendes —negó—. No pude defenderme —acusó y apresó la ropa de Julián en sus manos—, todos eran Betas y yo… Yo no pude hacer nada —ahogó un sollozo—. Me sentí como un niño otra vez —sentenció frustrado— y no supe qué hacer, solo lloré —confesó—. Tenía miedo de que algo le pasara a mi abuela —su voz sonaba aterrada— y cuando ese hombre me dijo que debía casarme con un Beta yo… —restregó el rostro contra el pecho del mayor—. Tuve miedo de que ni siquiera tú pudieras ayudarme y me sentía tan perdido que…
Julián no lo dejó terminar, se movió y lo besó en los labios; un beso suave, delicado, tratando de calmarlo y aunque tardó un poco, lo logró. Cuando notó la respiración más calmada y las feromonas menos intensas, se apartó.
—Lamento que hayas pasado por ese momento tan desagradable —el castaño besó la frente del menor—, pero ahora estás a salvo —señaló con seguridad—, nada malo te va a pasar.
Agustín sonrió débilmente— gracias —dijo en un murmullo—. Aunque realmente desearía no volver a sentirme así, jamás…
El mayor sonrió— si eso quieres, puedo ayudarte.
—¿Cómo?
—Aunque eres un Omega Dominante, sabes bien que las feromonas no afectan a los Betas —obvió—, pero hay otras maneras de defenderse de ellos, incluyendo defensa personal y armas —se burló.
—¿Defensa personal? ¿Armas? —Agustín frunció el ceño—. Mi fuerza no es rival para los Betas.
—Hay algunas artes marciales que no se centran en la fuerza, eso puede ayudarte —sonrió con suficiencia— y en cuanto a las armas, yo podría enseñarte a disparar.
—¿Sabes usar armas?
—¿Te sorprende?
—Sí, bueno… —Agustín se limpió las mejillas—. Creí que solo los militares, policías y gente mala, sabían usar armas, ¿por qué saber de eso?
Julián rió por lo bajo— tal vez, porque soy parte de la ‘gente mala’.
—No bromees, Julián —Agustín levantó el rostro, con una mirada acusadora.
Julián sonrió; realmente no quería mentirle a Agustín, pero debía de decirle las cosas poco a poco, así que, por esa vez, tendría que decir una verdad a medias.
—La verdad, cuando me gradúe de la universidad, tendré un trabajo y estoy entrenando para ello.
—¿Un trabajo? —el pelinegro estaba intrigado.
El mayor asintió— te has dado cuenta que Alex tiene a muchos guardaespaldas, ¿verdad?
—Sí —asintió el menor.
—Bueno, Alejandro me va a dar empleo y yo seré uno de ellos muy pronto.
—¿Guardaespaldas? —Agustín frunció el ceño—. Pero, estás estudiando una carrera, ¿o no? ¿Por qué no te da un empleo de tu profesión?
«Porque de ingeniero en sistemas, no me divertiría tanto…» pensó el mayor, pero no podía decirle eso— porque paga más como guardaespaldas y tiene mejores prestaciones —le restó importancia—, además, no es que no vaya a realizar cosas de mi carrera, solo que no estaré todo el tiempo en una oficina.
Agustín no comprendía del todo lo que su pareja le decía, pero en su mente, juzgó que Julián no era un chico de estar sentado todo el día, quizá por eso le agradaba más otro tipo de empleo, que demandara más esfuerzo.
—Comprendo —musito—. Entonces, ¿puedes enseñarme a disparar y defenderme? —preguntó emocionado.
—Puedo —asintió el mayor—, pero no le digas a tu abuela, porque posiblemente no esté de acuerdo.
—Trato hecho.
La galería de tiro estaba casi vacía, no era horario de práctica para los habituales usuarios, por lo que un joven de cabello negro estaba aprovechando para mejorar su habilidad. Tenía ya casi dos años que había tomado un arma por primera vez y después de todo el tiempo que tenía practicando a escondidas, ya sentía el arma como una extensión de su brazo.
Cuando terminó, se quitó los protectores de sus oídos y fue cuando escuchó una voz.
—¿De nuevo viniste aquí, sin avisarme?
El pelinegro sonrió y se giró, mirando a su pareja con picardía.
—En realidad, vine a buscarte, pero me desvié un poco.
Julián se acercó a su esposo y le besó los labios— ¿dónde dejaste a Ezra? —preguntó con seriedad.
—Mamá Brendan se lo llevó a la ciudad, dijo que lo cuidaría, para que tú y yo pudiéramos tener una tarde de novios —respondió, dejando el arma de lado.
—Y en vez de esperarme en casa, ¿viniste aquí?
—Tenía muchos días sin venir a practicar —Agustín pasó las manos por el cuello de su esposo—, siento que me estoy oxidando.
Julián sonrió divertido, antes de besar los labios de su esposo. Desde que sus padres habían ido de visita una semana antes, Agustín no podía escaparse a practicar tiro o artes marciales.
—Aun así, debes tener cuidado, si tu hermano se entera, le dirá a Alex que me mate, por dejar que practiques cosas peligrosas y tu abuela le hará segunda, eso sin contar a mi madre —suspiró.
—No se van a enterar —Agustín negó—, ya soborné a todos los que me vieron venir para acá, no te preocupes.
—De acuerdo… —Julián colocó la frente contra la de su pareja—. ¿Nos vamos o prefieres seguir practicando?
—Me gusta practicar tiro y defensa personal —confesó el pelinegro—, pero me gusta más estar contigo, así que… Vamos a disfrutar nuestra tarde de novios —sonrió.
Julián disfrutó el gesto de Agustín, le parecía sumamente encantador y hermoso cuando sonreía de esa manera.
—¿Quieres ir a la ciudad?
—No —Agustín negó y de inmediato, liberó sus feromonas de vainilla—. Quiero ir a la alcoba —musitó.
Julián se relamió los labios, era obvio que Agustín lo estaba seduciendo deliberadamente y no iba a desaprovechar la oportunidad.
Cuando terminó, se quitó los protectores de sus oídos y fue cuando escuchó una voz.
—¿De nuevo viniste aquí, sin avisarme?
El pelinegro sonrió y se giró, mirando a su pareja con picardía.
—En realidad, vine a buscarte, pero me desvié un poco.
Julián se acercó a su esposo y le besó los labios— ¿dónde dejaste a Ezra? —preguntó con seriedad.
—Mamá Brendan se lo llevó a la ciudad, dijo que lo cuidaría, para que tú y yo pudiéramos tener una tarde de novios —respondió, dejando el arma de lado.
—Y en vez de esperarme en casa, ¿viniste aquí?
—Tenía muchos días sin venir a practicar —Agustín pasó las manos por el cuello de su esposo—, siento que me estoy oxidando.
Julián sonrió divertido, antes de besar los labios de su esposo. Desde que sus padres habían ido de visita una semana antes, Agustín no podía escaparse a practicar tiro o artes marciales.
—Aun así, debes tener cuidado, si tu hermano se entera, le dirá a Alex que me mate, por dejar que practiques cosas peligrosas y tu abuela le hará segunda, eso sin contar a mi madre —suspiró.
—No se van a enterar —Agustín negó—, ya soborné a todos los que me vieron venir para acá, no te preocupes.
—De acuerdo… —Julián colocó la frente contra la de su pareja—. ¿Nos vamos o prefieres seguir practicando?
—Me gusta practicar tiro y defensa personal —confesó el pelinegro—, pero me gusta más estar contigo, así que… Vamos a disfrutar nuestra tarde de novios —sonrió.
Julián disfrutó el gesto de Agustín, le parecía sumamente encantador y hermoso cuando sonreía de esa manera.
—¿Quieres ir a la ciudad?
—No —Agustín negó y de inmediato, liberó sus feromonas de vainilla—. Quiero ir a la alcoba —musitó.
Julián se relamió los labios, era obvio que Agustín lo estaba seduciendo deliberadamente y no iba a desaprovechar la oportunidad.
Explicación
Este extra de la historia, salió para el cumpleaños de Agustín, el 21 de enero de 2024, pero lo publiqué hasta febrero aquí, ya que en enero lo puse en Patreón.
Es raro, no había pensado en escribir esto, pero hace días recordé algunos detalles de Limerencia y quise explicar por qué Agus y su abuelita se fueron a vivir con Erick.
Tal vez esto salga sobrando, pero realmente quise escribirlo XD
Espero que disfruten este capítulo especial.
Este extra de la historia, salió para el cumpleaños de Agustín, el 21 de enero de 2024, pero lo publiqué hasta febrero aquí, ya que en enero lo puse en Patreón.
Es raro, no había pensado en escribir esto, pero hace días recordé algunos detalles de Limerencia y quise explicar por qué Agus y su abuelita se fueron a vivir con Erick.
Tal vez esto salga sobrando, pero realmente quise escribirlo XD
Espero que disfruten este capítulo especial.
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