Capítulo XXIII
El olor a café con un toque de cedro se percibía con claridad; Erick aspiró el perfume aun en medio del sueño y poco a poco empezó a salir de la inconciencia. Sus parpados temblaron débilmente, pero después, sus ojos azules observaron el techo blanco, del recinto dónde estaba; movió el rostro y encontró a un lado un suero, conectado a su mano izquierda, pero al lado derecho estaba Alejandro, sentado en la orilla de la cama, recargado en la cabecera y sujetándole la mano con firmeza.
—¿Alex…? —musitó débilmente.
El rubio abrió los ojos de inmediato, pues aunque estaba cansado, no estaba dormido; se había mantenido en alerta para poder velar el sueño de Erick.
—Hola… —sonrió tenuemente—. ¿Cómo te sientes?
—Cansado, con frío… —un escalofrío cimbro al pelinegro—. Y necesito ir al baño… —dijo con vergüenza.
—Vamos, te llevaré al sanitario…
Alejandro se incorporó y ayudó a Erick a sentarse, quitó el suero de su soporte y se lo entregó a su pareja, antes de sujetarlo en brazos, para llevarlo al baño. Al llegar, lo dejó sobre una alfombra mullida, pues el otro estaba descalzo y lo ayudo a colocar el suero en un soporte de pared.
—Te dejaré solo, ¿puedes?
—Sí, gracias…
El ojiverde le dedicó una sonrisa y cerró la puerta, quedándose fuera del baño; pasó la mano por su cuello y masajeó su nuca. Estaba cansado, pero no quería que Erick se diera cuenta de eso. Dio unos pasos y sacó su celular, marcando un número, pero tardó un poco en que le respondieran.
—“Dóbraye útra…”
—Priviet, Dima —respondió el ojiverde.
—“¿Qué pasó?”
—Erick acaba de despertar —anunció con rapidez—, veré qué dice el médico y si ya está estable, lo podré dejar con alguien más.
—“Está bien, nosotros estamos desayunando en la casa Esquivel…”
—¿Qué hay de lo otro?
—“En la mañana, se llevaron las muestras de sangre y fluido de Páez y Acosta al médico, para los exámenes, después tus trabajadores se encargaron de Páez y Juls golpeó a Acosta, pero ahora, lo deben estar atendiendo para que vea a su madre, después de mediodía, cómo ordenaste…”
—¿Qué tan grave lo dejó Juls?
—“Solo unas costillas rotas, no te preocupes, no le tocó su ‘linda’ cara…” —el tono de burla en la voz del pelirrojo era muy marcado y luego rió débilmente—. “Estará bien para su visita, aunque realmente creo que tú lo dejaste peor…”
Alejandro hizo un mohín— ¿alguna otra novedad?
—“David y Juls tienen información de los dueños de la propiedad, no es tan importante, pero puede servir de algo…”
—Entonces hablamos cuando los vea…
—“¡Ah! Lo olvidaba, tu madre quería que le marcaras en cuanto despertara tu pareja…”
«¿Mi madre?”» el rubio frunció el ceño, pero debido a que no había hablado con sus padres desde el día anterior, no sabía qué podían necesitar.
—De acuerdo, yo…
El sonido de la puerta lo hizo voltear y vio a Erick asomándose.
—No traigo zapatos y el piso está frío —anunció el ojiazul con algo de nervios.
—Hablamos más tarde, Dima…
De inmediato, Alejandro colgó la llamada y fue hasta Erick, sujetándolo en brazos una vez más.
—Me debiste llamar apenas terminaste —señaló mientras lo llevaba nuevamente a la cama.
—Te escuché hablar y supuse que estabas ocupado…
—No importa, Conejo —el otro negó—, sigues débil y no quiero que te expongas a nada, hasta que el médico diga que estás fuera de peligro, ¿de acuerdo?
—Está bien —Erick asintió.
Alejandro lo acomodó en la cama, lo cubrió con las mantas y acomodó el suero en su lugar, después llamó a las enfermeras por el botón cercano a la cama y se sentó al lado de Erick, mientras esperaba.
—Parece que ya no tienes síntomas de tu celo —comentó el rubio, mientras tocaba las mejillas de su pareja, con el dorso de su mano.
—Para un Omega marcado, el celo se controla gracias a su Alfa —suspiró.
—No pareces muy feliz con eso —el rubio lo sujetó del mentón y buscó la mirada—. ¿Pasa algo?
Erick se mordió el labio inferior y respiró profundamente— Alex… yo…
Antes de que pudiera decir algo, la puerta se abrió y un par de doctores, acompañados de varias enfermeras, ingresaron a la habitación.
—Buenos días, joven Salazar —dijo uno al acercarse—. Soy el Doctor de Medicina interna Rolando Soto y mi compañero es el Doctor Endocrinólogo, Hugo Robledo, enviado especial de la empresa de la familia Esquivel —señaló al hombre de lentes que lo acompañaba, con un ademán—. Nosotros nos encargaremos de su caso en este turno
—Buenos días, ¿cómo se siente? —indagó el de lentes con voz amable, ya que cuando Germán le dijo que fuera a encargarse del caso, le ordenó que tomara todas las consideraciones para el paciente.
—Ah… Buenos días —Erick forzó una sonrisa—. Me siento un poco mejor, gracias…
Alejandro sabía que la plática que tenía con su pareja debía posponerse, así que decidió que los médicos se enfocaran en Erick y después, hablarían con más calma sobre todo lo ocurrido.
—Te dejaré con los médicos, mientras yo salgo a hacer otra llamada, ¿de acuerdo?
—Está… está bien —Erick asintió.
El rubio se apartó de la cama y a pesar de que la habitación era grande y contaba con una estancia extra, decidió salir completamente a marcarle a su madre.
—Sus signos están bien —señaló Rolando.
—Parece que sus feromonas se estabilizaron por completo, durante estas casi cuatro horas que ha estado aquí — señaló el de lentes, quien revisaba las notas de las enfermeras y médicos que habían atendido al ojiazul durante su ingreso y parte de las últimas horas del anterior turno.
—¿Tiene alguna molestia que necesitemos saber? —el pelinegro lo miró con seriedad.
Erick bajó el rostro y pasó saliva— ah… me… me duele el cuerpo —comentó con suavidad—, especialmente en los lugares dónde me golpearon —pasó la mano por su cuello, que cuando se vio en el espejo del baño, se dio cuenta que aún tenía la piel oscura por lo que Omar le había hecho— y… estoy un poco… incomodo en mi… parte íntima —terminó en un murmullo.
Los médicos mantuvieron una pose profesional, mientras las enfermeras revisaban el suero y las vendas en el cuerpo del paciente.
—No se preocupe, joven Salazar —Rolando sonrió—, las molestias en el cuerpo, se quitarán en unos días —aseguró.
—Con respecto a lo otro —Hugo acomodó sus gafas—, un compañero, especialista de Omegas, lo revisará después, para descartar cualquier problema, además, estamos en espera de los resultados de los análisis que se le hicieron al ingresar.
—¿Análisis? —Erick parpadeó.
—Por supuesto —sentenció el castaño—. El joven De León pidió que se le hicieran todos los análisis necesarios, para descartar cualquier enfermedad o infección, debido a lo ocurrido —comentó mientras hacía anotaciones en unas hojas.
Erick sintió un nudo en la garganta y sus manos apresaron con toda la fuerza que podía, las mantas que estaban cubriéndolo.
«Es cierto… Omar no llevaba una vida muy respetable y con lo que me hizo… podría haberme…» el solo pensar que debido a lo que Omar le había hecho, podría estar enfermo, logró que empezara a hiperventilar y a temblar nerviosamente.
—¿Joven Salazar? ¿Se siente mal?
Rolando intentó acercarse, pero el olor a flores en vez de ser agradable, era como si estuvieran en proceso de descomposición y de inmediato lo repelió.
—Joven… —dijo Hugo con dificultad y de inmediato se cubrió la nariz, pues ambos eran Alfas y esas feromonas eran demasiado fuertes para ellos.
Ese era el olor de las feromonas de Erick, cuando se sentía temeroso o amenazado; como si el agua de un florero no se hubiera cambiado y eso produjera que las flores contenidas en el mismo comenzaran un proceso de putrefacción.
Las enfermeras no las percibieron, pero se asustaron cuando los médicos cayeron hincados y empezaron a toser.
—¡Hay que sacarlos de aquí! —dijo una con susto y se acercó al de lentes, tratando de ayudarlo a incorporarse.
A pesar de estar fuera, Alejandro percibió con claridad las feromonas alteradas de Erick; y aunque no era su olor dulce normal, a él no le desagradaban, ni lo afectaban, solamente lo alertaban de que algo malo le ocurría a su pareja, por lo que terminó la llamada con su madre y entró de inmediato a la habitación. El rubio corrió hasta la cama, abrazando a Erick y envolviéndolo con sus feromonas de inmediato.
—Tranquilo, Erick —susurró contra el oído—. Todo está bien, no pasa nada…
El ojiazul se aferró a la ropa de su pareja y empezó a llorar desconsolado, pero de inmediato, sus feromonas empezaron a disminuir de intensidad, permitiendo que los médicos recuperaran el aliento.
—Calma, mi amor —las manos de Alejandro acariciaban la espalda con cuidado—. No debes alterarte —indicó y se movió hasta besar los labios del otro, con suavidad.
Rolando carraspeó— esas feromonas… —pasó saliva con dificultad—. No son de un Omega recesivo —aseguró, aun cubriendo su nariz con la mano.
—Erick no es recesivo —Alejandro miró a los médicos—, pero por el momento, nadie debe saberlo, ¿entendido?
—Tenemos que avisar —Rolando tosió seco, sentía su garganta arder—. ¡Nuestros colegas deben estar prevenidos!
—Puede decirle a cualquier médico que atienda a Erick, pero todos deben respetar la confidencialidad con el paciente, así que nadie —los ojos verdes se fijaron en las enfermeras—, absolutamente nadie —especificó—, aparte de los médicos y especialistas encargados de este caso, debe enterarse de esto, ¡¿entendido?!
Hubo un momento de silencio y finalmente el de lentes habló— de acuerdo —asintió—, ese detalle no será revelado a nadie fuera del círculo médico encargado del caso, se lo aseguramos.
Alejandro mantuvo la mirada en ellos, pero aunque el enviado de la familia Esquivel le diera su palabra, tendría que hablar con el director de ese hospital, para que silenciara a sus subordinados, pues no le convenía que nadie, especialmente el padre de Erick, se enterara que el Príncipe Omega, era uno dominante.
El rubio suavizó su semblante y acunó en brazos a su pareja— Erick, ¿qué sucede?
El llanto no dejaba que el ojiazul hablara, pero al menos sus feromonas estaban bajo control, gracias a su pareja.
—Se asustó por los análisis para descartar enfermedades o infecciones —sentenció Hugo con rapidez.
Alejandro soltó el aire con fuerza, él quería explicarle eso a Erick, pero quería encontrar el momento adecuado; debió imaginar que los médicos se lo comentarían.
—Si ya terminaron de revisarlo, pueden retirarse, necesito hablar con mi prometido a solas.
Rolando iba a intervenir, pero el otro lo sujetó del hombro y le hizo una seña, para que guardara silencio. Era obvio que el paciente no se encontraba bien y era mejor dejarlo con su Alfa, para que le explicara adecuadamente la situación y que no se alterara como ocurrió momentos antes.
—De acuerdo —Rolando habló con molestia.
—Nos retiramos —Hugo dejó la tablilla de notas en su lugar—, las enfermeras le suministrarán unos medicamentos y vitaminas, intravenosamente —detalló—. Nosotros iremos a verificar si los resultados de los estudios ya están, para poder darles toda la información.
—Con permiso.
Los médicos salieron y las enfermeras se encargaron de los medicamentos; cuando se quedaron a solas, Alejandro recostó a Erick en la cama, que seguía llorando en silencio y después, le sujetó la mano.
—Tienes miedo, ¿cierto?
El labio inferior del ojiazul tembló y aunque quiso responder, un nudo en su garganta no lo permitió, así que solo asintió.
—No tienes de qué preocuparte —Alejandro movió la mano y limpió las lágrimas con los dedos—. Sé que tienes razones para temer, pero Omar y Jair, no eran estúpidos y pese a sus distintas relaciones, no creo que estuvieran enfermos, de lo contrario, hubiera habido antecedentes y no los hay, tranquilo, vas a estar bien.
Erick buscó la mirada del otro y tomó algo de aire— no me preocupo por mí —negó—, me preocupo por ti… —su voz se quebró y trató de cubrirse la boca con una mano.
—¿Por mí? —el rubio frunció el ceño—. ¿Por qué te preocupas por mí?
El pelinegro apretó los labios y luego de un momento se atrevió a hablar— porque si yo enfermé por culpa de Omar… tu podrías… porque anoche… nosotros…
Alejandro negó y se inclinó a besar los labios de su pareja, apartando la mano que aún estaba en medio, con delicadeza.
—Erick, eres mi Destinado —musitó— y aunque estuvieras enfermo, cosa que sé que no lo estás —sentenció con toda seguridad—, compartiría eso contigo también, porque no voy a dejarte solo, ¿entendiste?
—Pero… y ¿si…?
Alejandro no dejó que Erick hablara más, solo lo volvió a besar, lentamente, disfrutando los labios del otro, tratando de no lastimarlo, porque en algunas partes estaban heridos debido al trato recibido por Omar los días anteriores y de él mismo la noche anterior, cuando dejó que su instinto lo dominara.
—Confía en mi —dijo con una sonrisa tranquila—, ambos estaremos bien, te lo aseguro.
Una tenue sonrisa se dibujó en los labios de Erick y luego pasó las manos por el cuello del otro.
—Prométeme que me dirás si algo sale mal en los análisis… que no me ocultarás nada…
—Te lo prometo —el rubio acarició el cuerpo delgado de su pareja y sonrió—, no te mentiría en eso, Conejo, ¡jamás!
—Gracias…
Alejandro volvió a recostar a Erick y le limpió las lágrimas que humedecían su rostro.
—Ahora, debes calmarte, para que en un rato más, puedas recibir visita, ¿de acuerdo?
Erick asintió; en el fondo seguía temeroso, pero confiaba en que si algo salía mal, Alejandro lo resolvería, después de todo, había ido a buscarlo y lo rescató del infierno en el que estaba, por lo que no dudaba de que pudiera hacer cualquier cosa.
—Lo intentaré —asintió.
—Bueno, entonces te ayudaré a relajarte —el rubio lo abrazó y acarició la espalda, liberando un poco de sus feromonas, solo para calmar a su pareja y confortarlo—. ¿Deseas desayunar?
—En realidad, no tengo mucha hambre.
—Pero debes comer, tienes que recuperar tus fuerzas.
—¿Podría tomar un café nada más? —sonrió avergonzado.
El rubio levantó una ceja— eso no es un desayuno saludable, Conejo.
Erick hizo un mohín y arrugó la nariz— de acuerdo, supongo que comeré lo que los médicos me digan.
—¡Así me gusta! —el rubio besó la frente de su pareja—. Pediré algo de comer y mientras esperamos… ¿te gustaría contarme qué fue lo que pasó?
—¿Lo que pasó? —Erick parpadeó confundido.
—Sí —Alejandro asintió—. ¿Cómo fue que Omar llegó contigo? ¿Qué pasó cuando te llevó a ese lugar? Necesito saber todo lo que te hizo.
El ojiazul pasó saliva— ¿todo? —preguntó con nervios.
—Sí, todo —sentenció el rubio—. Esto es por si necesitamos que los médicos te hagan más exámenes.
—Está… Está bien…
Alejandro pidió desayuno para ambos y fueron sus trabajadores quienes se encargaron de llevarles alimentos, cuidando que el de Erick fuera balanceado y extremadamente saludable, según las indicaciones del médico; así, desayunaron juntos, platicando de lo ocurrido, tanto el día del secuestro, como de los demás días.
Aunque Erick estaba avergonzado, le tuvo que decir todo a Alejandro, porque se lo pidió, pero al terminar, el ojiazul también necesitaba una explicación, sobre las noticias del matrimonio; el rubio le explicó casi paso a paso, lo que había hecho para poder encontrarlo, omitiendo los detalles de los castigos para Jair y Omar, que se llevaban a cabo desde la noche anterior.
—Todo fue falso —sonrió el ojiverde—. El juez solo era uno de mis guardaespaldas disfrazado —se alzó de hombros—, la noticia difundida ya se desmintió, pero era necesario que Omar lo creyera y Jair también, hasta saber dónde te habían escondido.
Erick ya estaba con el postre, que era una gelatina de naranja— me dolió —dijo con la vista en el recipiente—, cuando Omar me lo dijo, yo…
La mano de Alejandro le acarició una mejilla.
—Lo imagino y me disculpo por ese dolor que te causé —habló con seriedad—. Sabía que era muy probable que ese imbécil te lo dijera, pero era un riesgo que tenía que tomar, para poder encontrarte.
Erick movió el rostro y ahondó la caricia— no tienes idea de lo feliz que me hizo verte anoche —sonrió—, había perdido la esperanza y cuando llegaste, ¡sentí que todo se solucionaría!
—Me alegra ser lo suficientemente confiable —el rubio le guiñó un ojo—. Ahora, termina tu postre para que descanses, más tarde tendrás visita.
—¿Quién vendrá?
—Tu hermano Agustín, Marcel y tus amigos, quieren verte —ladeó el rostro—, aunque supongo que tus padres también vendrán.
Erick negó— lo dudo —dijo con debilidad y terminó su gelatina—, seguramente tienen compromisos más importantes, que venir a verme.
—No pienses en nada malo, Conejo… —Alejandro negó y sujetó el recipiente de la gelatina, dejándolo de lado.
El sonido de la puerta se escuchó y pronto, el médico Hugo Robledo, ingresó a la habitación, acompañado de otro joven de bata, que se miraba más menudo y tenía el cabello largo, claramente era un Omega.
—Esperamos no interrumpir —Hugo sonrió y acomodó nerviosamente sus gafas.
—No —Alejandro negó—. Supongo que ya tienen los resultados, ¿cierto?
—Así es —el médico asintió— mi compañero Joel Samaniego es especialista en Omegas —hizo un ademán— y es quien se encargará de su situación, joven Salazar.
—Un placer —saludo el hombre con dulzura.
—Igual —la voz de Erick era débil, trataba de no demostrar que estaba muriendo de miedo.
Joel puso la tablilla con hojas frente a él—. Por el momento, todos los exámenes dieron el mismo resultado, no tiene ninguna enfermedad —sonrió para el paciente.
Pero esa sonrisa no calmó al pelinegro, al contrario.
—¿Por el momento? —Erick pasó saliva con dificultad.
—Sí —asintió el otro—. Normalmente este tipo de pruebas se deben realizar después de los incidentes y también uno o dos meses más tarde, ya que algunas enfermedades tardan en incubar.
—¿Significa que… puedo?
Joel apretó sus labios un segundo— realmente, no podemos…
—Quisiéramos decirle con total certeza que está saludable, joven Salazar —interrumpió Hugo—, pero, debe ser paciente y esperar, además… —guardó silencio y desvió la mirada.
—¡¿Además?! —el tono de voz de Erick sonó alarmado.
—Hay algo que me gustaría platicar con su pareja —Joel hizo un ademán hacia el rubio—, de preferencia, a solas.
Alejandro no había soltado la mano de Erick y cuando su mirada verde se cruzó con los ojos del médico, supo que había algo mal, pero el ligero apretón de manos que le dio su prometido, lo hizo recordar su promesa. Su rostro se encontró con el gesto preocupado de Erick y suspiró.
—Dígalo frente a mi prometido —sentenció—, lo que sea, lo solucionaremos entre los dos.
El médico se sorprendió y buscó la mirada de su compañero; el otro tomó aire y se acomodó las gafas con lentitud, como si intentara hacer tiempo.
—Si ellos así lo desean, tenemos que hacerlo de esta manera —sentenció.
—De acuerdo —Joel titubeó, mientras pensaba en las palabras adecuadas para explicar la situación—. En los análisis sanguíneos, encontramos un desequilibrio hormonal —dijo con calma.
—Eso… ¿qué significa? —Erick frunció el ceño.
—Bueno —Hugo lo miró fijamente—, mis colegas y yo, creemos que este desequilibrio es debido a los medicamentos que le dieron para inducir su celo, por lo que necesitamos más pruebas para confirmar nuestras sospechas.
Alejandro sintió como si lo hubieran golpeado en el estómago— ¿es grave? —preguntó de inmediato.
—No —Joel negó con rapidez—, pero queremos descartar cualquier secuela del incidente.
—Y… —Erick pasó saliva, a la par que ejercía presión en la mano de su pareja—. ¿Qué creen que pueda ser?
—Bueno, no puedo decirlo con exactitud —Hugo se alzó de hombros—, pero lo que queremos corroborar es que su cuerpo vuelva a niveles hormonales normales, de lo contrario, significaría que los medicamentos dañaron su cuerpo y podría ser problemático en un futuro.
—¿Qué clase de problemas? —Alejandro se estaba exasperando, pues los médicos parecían no querer decir nada en realidad.
—De fertilidad —respondió Joel con rapidez.
Erick parpadeó con rapidez; su cerebro intentaba procesar lo que el otro quería decir.
—Significa que no… no podré… ¿tener hijos?
—Ese sería el peor escenario —Joel suspiró— y la posibilidad de que eso suceda es mínima, se lo aseguro.
—Solo queremos descartar lo peor —insistió Hugo.
—Cuando descartarían las secuelas —indagó el rubio con frialdad.
—Para problemas hormonales, podríamos tardar semanas o meses en encontrar una respuesta a su caso —explicó el de lentes, que era el especialista en ese tema.
—Pero aunque, en el hipotético caso de que lleguemos a ese peor escenario, el hecho de que no pueda concebir de forma natural, no significa que no pueda realizarse una inseminación ‘in vitro’ —Joel sonrió—. El problema hormonal solo afectaría sus ciclos de celos y por ello no podría haber concepción natural, pero eso no lo dejaría estéril, créame.
Esas palabras lograron que Erick se sintiera un poco mejor; había pensado que jamás iba a poder concebir un hijo de Alejandro, pero no era que no pudiera, simplemente podría ser difícil.
El rubio también se sintió aliviado. Sabía que aunque Erick no pudiera tener hijos, no iba a dar marcha atrás en su decisión de casarse con él, pero seguramente su padre insistiría en un heredero y no quería que su pareja sufriera por tener que criar un niño que no fuera suyo.
—De acuerdo —el ojiverde asintió—, ¿qué hay que hacer?
—Enviaremos a las enfermeras, para que tomen otras muestras de sangre —Hugo acomodó sus gafas una vez más, realmente estaba nervioso de tratar con el rubio.
—Después de esos segundos análisis, podré hacerle una revisión física, si me lo permiten —Joel hizo un ademán señalando a la pareja.
Ambos comprendieron que sería una revisión íntima y por eso necesitaba el permiso de ambos.
—¿Por qué necesita esperar esas pruebas? —Erick estaba ansioso.
—Con los resultados, será más fácil identificar problemas que no sean derivados directamente del… —Joel titubeó— Ataque que sufrió.
—No se preocupe, joven Salazar, empezaremos a hacer todo lo que esté a nuestro alcance, según el protocolo —secundó Hugo—, pero debemos ser pacientes y estar pendiente en los próximos días —sonrió tenuemente—, puede ser un proceso largo, pero le aseguro, que todo saldrá bien.
—De… de acuerdo…
Erick quería confiar en esa sonrisa, pero por alguna razón, no podía y no era porque el médico le diera desconfianza, al contrario, se notaba muy seguro, pero en el fondo, él mismo no se sentía igual que antes, así que solo le quedaba esperar por una respuesta.
—Bien, nos retiramos —Hugo hizo un ademán para guiar a Joel hacia la salida—, en un momento vendrán las enfermeras…
—Con permiso —Joel se despidió con un ademán y acompañó al otro con rapidez.
Después de que los médicos se retiraron, el silencio reinó por un momento, hasta que un ligero sollozo se escuchó. Alejandro reaccionó y volteó a ver a Erick, dándose cuenta que su rostro estaba húmedo, debido a las gruesas lágrimas que escapaban de sus ojos azules.
—¿Qué ocurre?
—Yo… —la voz se le cortó—. Yo… lo siento, Alex —dijo con un hilillo de voz.
Alejandro intentó abrazarlo pero Erick lo rechazó y se limpió el rostro con desespero; el rubio se dio cuenta del agrio olor de las feromonas de su pareja y supo que estaba sufriendo.
—Erick…
—No puedes estar conmigo —su labio inferior tembló—. No soy un buen Omega para ti… Debes romper nuestro…
Alejandro no dejó que terminara la frase y lo besó. Un beso que al principio el pelinegro intentó rechazar, pero poco a poco fue sucumbiendo ante la caricia, correspondiéndola con ansia; se sentía completamente perdido y asustado, pero ese beso le daba la paz y calma que necesitaba, como un salvavidas al cual aferrarse para no hundirse después de que todo se hundiera en su vida.
—No lo digas —la voz del rubio era grave, cuando habló—. No vuelvas a decir eso —pidió.
Erick notó que parecía furioso, pero cuando abrió los ojos se dio cuenta que un par de lágrimas también habían escapado de los ojos verdes.
—¿Alex? —titubeó.
—¡Te añoré durante quince años, Erick! —siguió el otro—. He sufrido un infierno en vida al no tenerte a mi lado y ahora que podemos estar juntos, no voy a permitir que intentes apartarte de mí, ¡por una estupidez! —rechinó los dientes debido a que apretó los músculos de su quijada—. Quiero estar contigo… Deseo y necesito estar contigo, Erick —repitió—, estamos Destinados, ¿no significa nada para ti?
—Pero… —Erick sollozó—. Un Omega que no puede concebir…
—No es que no puedas —Alejandro negó—, puedes ¡y podrás! —su voz sonó totalmente convencida—. Solo que será más difícil, pero eso no importa —sentenció—, lo único que tienes que saber y entender es que, pase lo que pase, siempre vamos a estar juntos, ¿escuchaste?
—Siempre… juntos…
—Pase lo que pase —repitió el rubio con total devoción.
Erick sonrió y se movió hasta besarlo; quería quedarse así, olvidar todo lo que había ocurrido un par de días antes, borrar todo el mundo a su alrededor y quedarse solo con Alejandro, para que nada, ni nadie, intentara apartarlos de nuevo. Tenía miedo, realmente estaba aterrado, pero quería confiar en el otro y en esa promesa que le acababa de hacer.
Alejandro correspondió el beso con lentitud, sus manos acariciaron la espalda de Erick y bajaron lentamente; las feromonas de ambos estaban algo alteradas y era normal, pues estaban tratando de sobrellevar todo lo ocurrido y la única manera de hacerlo, era con la unión de sus cuerpos, para calmar todas las inquietudes uno del otro.
Pero antes de que el rubio pudiera avanzar más, un sonido insistente en la puerta se escuchó y tuvo que apartarse de su pareja.
Ambos respiraban con agitación; Erick tenía las mejillas sonrojadas y miraba al otro con un dejo de deseo, pero sabía que debían parar en ese momento.
El ojiverde acomodó el cuello de su camisa y levantó la voz— ¡adelante!
Un par de chicas entraron, llevando un carrito con insumos médicos.
—Con permiso —dijo una.
—Hemos venido a tomar unas muestras de sangre —explicó la segunda.
—Adelante.
Alejandro se apartó de Erick y fue a la estancia, buscando en la gabardina que estaba ahí, otro supresor que llevaba; ya había pasado los efectos del que había usado la noche anterior y como aun andaba inquieto, no había otra manera de controlar sus emociones. Debía ser consciente que Erick no estaba bien y no era el momento de dejar que sus deseos lo dominaran, por lo que ocupaba con rapidez, una manera de mantenerse sereno.
Desde su lugar, Erick se dio cuenta como su pareja se ponía una inyección en su cuello y suspiró. Él se encontraba inquieto, pero debía tratar de calmarse sin provocar a Alejandro, debido a que se encontraban en el hospital.
En poco tiempo, las enfermeras salieron con un par de tubos llenos de sangre y dejaron a la pareja a solas.
—Debo salir un momento —Alejandro se acercó a Erick—, tengo que volver a marcarle a mi madre.
—No quiero que te vayas —negó el ojiazul.
—No tardaré, te lo prometo.
—Está bien —Erick asintió.
Alejandro le dio un ligero beso y salió de la habitación. Apenas se apartó unos pasos de la puerta, unos sujetos vestidos de negro que estaban tras unas columnas, se pusieron frente a la madera, para controlar el acceso de cualquier persona ajena; era una medida de seguridad que Alejandro había dispuesto, pues si él no daba permiso, nadie podía entrar a esa habitación si él no estaba presente.
Sacó su celular y estuvo a punto de marcarle a su madre, cuando vio en la estación de enfermeras al médico de lentes, enviado por la familia de Fabián.
—¡Doctor Robledo! —el rubio se acercó de inmediato al otro.
—Joven De León, ¿en qué le puedo servir? —preguntó con amabilidad.
—Quiero saber si hay algo más en la situación de Erick, que no hayan dicho en la habitación.
El otro sonrió y metió las manos en los bolsillos de su bata— se dio cuenta, ¿cierto?
—Tanto usted cómo su colega, parecían pensar qué palabras usar para decir la situación, dudo que hayan sido sinceros del todo.
—Cuando un paciente Omega sufre un ataque como el que sufrió su prometido, debemos ser cuidadosos con las noticias que le damos —suspiró—, por eso es que queríamos hablar con usted, a solas.
—¿Qué le ocurre a Erick? —preguntó directamente.
—Seré sincero —suspiró—, no lo sabemos con exactitud.
—¡¿Qué?!
Esa respuesta desconcertó al rubio y sus feromonas se hicieron presentes, por lo que el doctor dio un paso hacia atrás.
—Tranquilo por favor, le explicaré, acompáñeme…
El médico lo llevó hasta la zona donde estaba una pequeña oficina y cerró la puerta, cuando ambos estuvieron dentro.
—La situación de su prometido, es muy confusa para todos, especialmente para mí —explicó—. Los análisis muestran una presencia elevada de ciertas hormonas, que, no es posible que estén, al menos no en un caso como el de su pareja.
—¿Por qué? —preguntó el rubio con frialdad.
—Porque son hormonas que ayudan al ciclo de celo, al embarazo y regulan las funciones del cuerpo cuando un Omega ya inició su ciclo de concepción y desarrollo de un feto.
—¿Cómo…?
Hugo suspiró— es lo mismo que nosotros nos preguntamos —dijo con duda—, por eso solicité la ayuda del doctor Samaniego, porque al ser especialista en Omegas, me podría ayudar a identificar qué ocurría, pero no puede revisarlo, sin las pruebas.
—No entiendo —Alejandro negó.
Hugo se recargó en su silla— a su prometido lo atacaron apenas hace dos días —señaló, abriendo el archivo digital y mostrándole unas notas que tenía cerca— es imposible que su atacante lo haya fecundado y más que nada, porque al hacer los análisis en las muestras del sujeto que lastimó al joven Salazar, así como de algunas muestras que su gente nos consiguió, bueno, el conteo de espermas era nulo…
—No anudó…
—Mis colegas me pasaron el expediente de Omar Acosta y dice claramente que perdió el olfato —Hugo frunció el ceño—. Sin el olfato no puede percibir feromonas y sin ellas, su cuerpo no puede reaccionar de manera normal para que exista el nudo de un Alfa, así que es imposible que haya logrado tal hazaña como fecundar a un Omega…
Alejandro revisó las notas médicas, entendía algunas cosas y más con la explicación del médico; él mismo estaba consciente que sin un nudo, jamás podría preñar a ninguno de los Omega con los que había intimado para calmar sus ansias, durante el tiempo que estuvo lejos de Erick.
—Pero… Érick y yo iniciamos nuestra relación antes…
—Sí, pero aun así, eso fue el martes, ¿no es así? Es muy corto el periodo de tiempo —el de lentes negó—, sigue siendo imposible, aunque sea un Alfa dominante, no creo que…
—¿Y si fue antes?
—¿Antes? —Hugo se irguió en su asiento—. ¡¿Cómo que antes?!
—Si… Hipotéticamente —Alejandro levantó una ceja—, hubiéramos tenido relaciones el viernes anterior, porque él entró en celo y yo hubiese anudado, ¿cree que…?
Los ojos castaños del médico se abrieron con sorpresa y se cubrió la boca con la mano— bueno… —carraspeó y acomodó sus gafas—. Si fuera un caso, hipotético, ¡claro! —dijo con nervios—. Nos daría un poco más de margen, pero, aun así es… —su sonrisa tembló—. ¡Complicado! Aunque usted sea Alfa Dominante…
—Erick también es Dominante, recuérdelo.
El médico asintió— sí, es cierto, pero aunque ambos sean dominantes, las posibilidades son escasas —anunció—. Las hormonas no pueden presentarse sin la existencia de algunos factores importantes ya que son situaciones que requieren un proceso largo, a menos que haya otros sucesos, como el celo anticipado antes del desarrollo reproductivo completo, o cómo sucedía en antaño con los Destinados, o en el peor de los casos, como una sobredosis de medicamentos para provocar un celo, como sucedió con nuestro paciente —enumeró.
—Y si, hipotéticamente, ¿Erick fuera mi Destinado? —prosiguió el rubio.
Hugo levantó el rostro y fijó la mirada en el otro a través de sus gafas— ¡¿de qué habla?! —preguntó contrariado.
—De que si Erick y yo fuésemos Destinados, ¿podría ser más factible que esas hormonas estuvieran presentes?
Hugo movió la mano y sujetó una botella de agua que tenía cerca, bebiendo un poco antes de volver a hablar.
—Todo esto es… Hipotético, ¿verdad? —preguntó nervioso, aunque era obvio para él que no era así.
—Sí y además, si le agrega que… Hipotéticamente, lo marqué hace quince años, ¿cree que…?
—Un momento…
Hugo puso la mano frente a él, estaba tratando de calmarse, pero Alejandro pudo percibir un olor como a plátano podrido, era obvio que estaba alterado. Volvió a tomar agua y respiró profundamente, controlando sus feromonas antes de hablar.
—Hablemos de otro caso… de alguien más —carraspeó—. Alguien que no tiene que ver nada con Erick Salazar… ¡se lo aseguro!
Alejandro sonrió, sabía lo que eso significaba— de acuerdo.
—Sí, este paciente, fuera un Omega dominante… —titubeó—. Marcado desde niño, por un Alfa dominante —sus labios se curvaron levemente—, añadiendo el caso extraño de Destinados, que en la actualidad son casi nulos —entrelazó sus dedos—, con una presencia de celo y un nudo durante la intimidad, las posibilidades de que ciertas hormonas estén presentes, a solo una semana de dicha situación, son más factibles, ¡por supuesto! —asintió lentamente—. Es algo que sucede, porque el cuerpo de ese Omega, desde que fue marcado, se predispuso para ser fecundado por su Alfa, en cuanto tuvieran su primer encuentro íntimo, después del desarrollo…
—¿Eso es posible? —Alejandro aún tenía sus dudas.
—Sí, aunque esto ya ha quedado obsoleto —Hugo suspiró—. El proceso de marcado de Alfas dominantes, es considerado arcaico en la actualidad y algo que debería ser completamente prohibido, pues los Omegas eran los que más sufrían —explicó—. Cuando el Alfa dominante, marcaba a un Omega, incluso recesivo, el cuerpo del Omega se predisponía a ser fecundado solo por ese Alfa…
Hugo se puso de pie y fue a un estante con libros, buscando entre los entrepaños, sacó uno y buscó en el índice de inmediato.
—No hay muchos registro de que un Alfa fecundara la misma noche del marcado a su Omega, pues el proceso para ello, toma cierto tiempo —regresó y puso el libro frente al otro—. La marca, la unión del ADN de ambos y el proceso de cicatrización, es una situación que necesita al menos un mes para que el cuerpo tenga el proceso necesario para adaptarse a las feromonas del Alfa y se adecue a la próxima fecundación, que en más del noventa y cinco por ciento de los casos de antaño, sucedía al mes del primer encuentro de la marca… Porque el Omega estaba predispuesto a ello.
Alejandro observó los diagramas, los dibujos del marcado y las diferentes notas sobre los cambios hormonales del Omega para ser fecundado con rapidez.
—Se suponía que al Omega de nuestro caso Hipotético —recalcó el médico—, lo acababan de marcar, hace unos días, en una fiesta —levantó una ceja—, no hace años…
—Fue una marca inconsciente —Alejandro soltó el aire—. Ni el Alfa, ni el Omega, fueron conscientes de que eso ocurrió, hasta mucho después.
Hugo se sentó y negó— es un caso raro, pero no imposible…
Esas palabras hicieron que Alejandro sonriera lentamente— ¿significa que Erick está…?
Hugo titubeó— las posibilidades son muy altas —respiró hondo—, pero para verificarlo, habría que hacer pruebas de eso, las cuales se recomiendan al menos un par de semanas después, ya que, generalmente, no hay síntomas visibles de ese estado las primeras tres semanas —detalló—. Si nos dimos cuenta de esto, es por los análisis que se hicieron y dimos por hecho que era un efecto secundario del celo inducido medicamente —sonrió nervioso—. Es por esa razón que mi colega, el doctor Samaniego, no quería revisarlo hasta confirmar las sospechas, ya que una revisión íntima a un Omega, es invasiva.
El rubio sintió que le quitaban un enorme peso de encima.
—Pero no quiero que se emocione tan pronto —Hugo negó.
—¿Por qué? —Alejandro se puso a la defensiva.
—Bueno, estas hormonas se presentan cuando inicia la fecundación, pero… volvemos al punto de las secuelas de lo ocurrido con el paciente —masajeó sus sienes—. Aunque las hormonas aparezcan en los exámenes, hay una posibilidad de que debido a lo ocurrido, el cuerpo del paciente rechazara al producto y…
—¡¿Qué quiere decir?! —Alejandro se puso de pie y golpeó el escritorio.
Hugo tembló al percibir el olor que se liberó del cuerpo del rubio.
—Joven De León —el de lentes pasó saliva—, yo no soy el experto en ese campo, pero sé que la situación es difícil, tratándose de un embarazo Omega —explicó nervioso—, son delicados y necesitan muchos cuidados —pasó saliva con dificultad—. El joven Salazar fue lastimado físicamente y eso pudo interrumpir el proceso, pero debido al corto periodo de tiempo, las hormonas aun no salen del sistema y se reflejan en los análisis.
Las manos de Alejandro se cerraron, apretando los puños con fuerza. La idea de que por culpa de Omar, Erick hubiese perdido a su futuro hijo, al que ya daba por hecho, le hizo enfurecer.
—Confirme ese estado de inmediato —dijo entre dientes.
—Estamos esperando los resultados de los análisis —Hugo habló lo más rápido que pudo, pese a que sentía un nudo en su garganta—. Solo nos queda esperar unas horas o decirle al doctor Samaniego que haga la revisión de inmediato, pero si lo hacemos, tendríamos que explicarle a su pareja y eso lo alteraría.
Alejandro respiró profundamente y calmó sus feromonas, al notar el gesto de terror en la cara del médico; ese hombre no tenía la culpa de la situación en la que estaba Erick, al contrario, estaba tratando de ayudarle, así que por eso se controló.
—De acuerdo, haga las pruebas necesarias antes de la revisión y cualquier cosa que averigüe, quiero que me lo diga de inmediato…
El rubio sacó una cajita dorada de su saco y dejó sobre el escritorio, una tarjeta con su número personal.
—Y recuerde, esto es solo “Hipotético” —sus labios se curvaron en una sonrisa cínica.
Hugo asintió débilmente— sí… claro… lo tendré en mente.
Alejandro salió de la pequeña oficina y caminó con paso rápido de vuelta a la habitación. Estaba un poco más tranquilo por esa plática, aunque también tenía sentimientos encontrados; por una parte, se sentía completamente dichoso, al imaginar que Erick estaba embarazado, pero también tenía miedo de que el médico confirmara que Omar había interferido e interrumpido dicha situación.
«¡Lo haré pagar el doble por lo que hizo!»
Antes de entrar a la habitación, le mandó un mensaje a su madre, diciéndole que Erick estaba bien para que lo visitara y se disculpaba por no haberle marcado de nuevo, pero había tenido una larga platica con el médico y eso lo entretuvo.
Finalmente ingresó a la habitación y sus trabajadores volvieron a apartarse, para pasar desapercibidos por cualquiera que no supiera el por qué estaban en ese piso.
Alejandro sonrió al ver que Erick seguía en la cama y parecía dormido. Se acercó con paso rápido hasta la orilla y se entretuvo observando con anhelo el gesto apacible de su pareja; el pensar en que podía estar en feliz estado, logró que sintiera su corazón acelerarse, pero debía guardar la calma hasta que el médico lo confirmara, de lo contrario, si le decía eso a Erick y resultaba que había sido interrumpido, lo podría hacer sentir mal.
—Erick… —llamó con voz suave.
El pelinegro se removió y entreabrió los parpados— tardaste… —dijo antes de bostezar.
—Lo siento… la llamada con mi madre se alargó —mintió rápidamente—. Si tienes sueño, es mejor que descanses…
El ojiazul se giró, acomodando la mano con el suero de una forma que no le molestara; se acurrucó en la cama y con su mano derecha, sujetó la mano de Alejandro.
—Prométeme que estarás aquí, cuando despierte.
El rubio suspiró; había pensado en ir a encargarse de Jair y Omar, pero con esa petición, tendría que posponerlo, pues no quería defraudar a Erick.
—De acuerdo, lo prometo.
Erick sonrió con ilusión y cerró los parpados. Estaba sumamente cansado y el simple hecho de percibir las feromonas de Alejandro, lo relajó tan rápido, que de inmediato se quedó dormido.
Alejandro acarició las manos del pelinegro y entrelazó los dedos con el otro.
—Conejo… —musitó y se inclinó a besarle el cabello—. Espero que esa sospecha del doctor, sea cierta… sería más fácil, para ambos, sobrellevar todo esto…
—¿Alex…? —musitó débilmente.
El rubio abrió los ojos de inmediato, pues aunque estaba cansado, no estaba dormido; se había mantenido en alerta para poder velar el sueño de Erick.
—Hola… —sonrió tenuemente—. ¿Cómo te sientes?
—Cansado, con frío… —un escalofrío cimbro al pelinegro—. Y necesito ir al baño… —dijo con vergüenza.
—Vamos, te llevaré al sanitario…
Alejandro se incorporó y ayudó a Erick a sentarse, quitó el suero de su soporte y se lo entregó a su pareja, antes de sujetarlo en brazos, para llevarlo al baño. Al llegar, lo dejó sobre una alfombra mullida, pues el otro estaba descalzo y lo ayudo a colocar el suero en un soporte de pared.
—Te dejaré solo, ¿puedes?
—Sí, gracias…
El ojiverde le dedicó una sonrisa y cerró la puerta, quedándose fuera del baño; pasó la mano por su cuello y masajeó su nuca. Estaba cansado, pero no quería que Erick se diera cuenta de eso. Dio unos pasos y sacó su celular, marcando un número, pero tardó un poco en que le respondieran.
—“Dóbraye útra…”
—Priviet, Dima —respondió el ojiverde.
—“¿Qué pasó?”
—Erick acaba de despertar —anunció con rapidez—, veré qué dice el médico y si ya está estable, lo podré dejar con alguien más.
—“Está bien, nosotros estamos desayunando en la casa Esquivel…”
—¿Qué hay de lo otro?
—“En la mañana, se llevaron las muestras de sangre y fluido de Páez y Acosta al médico, para los exámenes, después tus trabajadores se encargaron de Páez y Juls golpeó a Acosta, pero ahora, lo deben estar atendiendo para que vea a su madre, después de mediodía, cómo ordenaste…”
—¿Qué tan grave lo dejó Juls?
—“Solo unas costillas rotas, no te preocupes, no le tocó su ‘linda’ cara…” —el tono de burla en la voz del pelirrojo era muy marcado y luego rió débilmente—. “Estará bien para su visita, aunque realmente creo que tú lo dejaste peor…”
Alejandro hizo un mohín— ¿alguna otra novedad?
—“David y Juls tienen información de los dueños de la propiedad, no es tan importante, pero puede servir de algo…”
—Entonces hablamos cuando los vea…
—“¡Ah! Lo olvidaba, tu madre quería que le marcaras en cuanto despertara tu pareja…”
«¿Mi madre?”» el rubio frunció el ceño, pero debido a que no había hablado con sus padres desde el día anterior, no sabía qué podían necesitar.
—De acuerdo, yo…
El sonido de la puerta lo hizo voltear y vio a Erick asomándose.
—No traigo zapatos y el piso está frío —anunció el ojiazul con algo de nervios.
—Hablamos más tarde, Dima…
De inmediato, Alejandro colgó la llamada y fue hasta Erick, sujetándolo en brazos una vez más.
—Me debiste llamar apenas terminaste —señaló mientras lo llevaba nuevamente a la cama.
—Te escuché hablar y supuse que estabas ocupado…
—No importa, Conejo —el otro negó—, sigues débil y no quiero que te expongas a nada, hasta que el médico diga que estás fuera de peligro, ¿de acuerdo?
—Está bien —Erick asintió.
Alejandro lo acomodó en la cama, lo cubrió con las mantas y acomodó el suero en su lugar, después llamó a las enfermeras por el botón cercano a la cama y se sentó al lado de Erick, mientras esperaba.
—Parece que ya no tienes síntomas de tu celo —comentó el rubio, mientras tocaba las mejillas de su pareja, con el dorso de su mano.
—Para un Omega marcado, el celo se controla gracias a su Alfa —suspiró.
—No pareces muy feliz con eso —el rubio lo sujetó del mentón y buscó la mirada—. ¿Pasa algo?
Erick se mordió el labio inferior y respiró profundamente— Alex… yo…
Antes de que pudiera decir algo, la puerta se abrió y un par de doctores, acompañados de varias enfermeras, ingresaron a la habitación.
—Buenos días, joven Salazar —dijo uno al acercarse—. Soy el Doctor de Medicina interna Rolando Soto y mi compañero es el Doctor Endocrinólogo, Hugo Robledo, enviado especial de la empresa de la familia Esquivel —señaló al hombre de lentes que lo acompañaba, con un ademán—. Nosotros nos encargaremos de su caso en este turno
—Buenos días, ¿cómo se siente? —indagó el de lentes con voz amable, ya que cuando Germán le dijo que fuera a encargarse del caso, le ordenó que tomara todas las consideraciones para el paciente.
—Ah… Buenos días —Erick forzó una sonrisa—. Me siento un poco mejor, gracias…
Alejandro sabía que la plática que tenía con su pareja debía posponerse, así que decidió que los médicos se enfocaran en Erick y después, hablarían con más calma sobre todo lo ocurrido.
—Te dejaré con los médicos, mientras yo salgo a hacer otra llamada, ¿de acuerdo?
—Está… está bien —Erick asintió.
El rubio se apartó de la cama y a pesar de que la habitación era grande y contaba con una estancia extra, decidió salir completamente a marcarle a su madre.
—Sus signos están bien —señaló Rolando.
—Parece que sus feromonas se estabilizaron por completo, durante estas casi cuatro horas que ha estado aquí — señaló el de lentes, quien revisaba las notas de las enfermeras y médicos que habían atendido al ojiazul durante su ingreso y parte de las últimas horas del anterior turno.
—¿Tiene alguna molestia que necesitemos saber? —el pelinegro lo miró con seriedad.
Erick bajó el rostro y pasó saliva— ah… me… me duele el cuerpo —comentó con suavidad—, especialmente en los lugares dónde me golpearon —pasó la mano por su cuello, que cuando se vio en el espejo del baño, se dio cuenta que aún tenía la piel oscura por lo que Omar le había hecho— y… estoy un poco… incomodo en mi… parte íntima —terminó en un murmullo.
Los médicos mantuvieron una pose profesional, mientras las enfermeras revisaban el suero y las vendas en el cuerpo del paciente.
—No se preocupe, joven Salazar —Rolando sonrió—, las molestias en el cuerpo, se quitarán en unos días —aseguró.
—Con respecto a lo otro —Hugo acomodó sus gafas—, un compañero, especialista de Omegas, lo revisará después, para descartar cualquier problema, además, estamos en espera de los resultados de los análisis que se le hicieron al ingresar.
—¿Análisis? —Erick parpadeó.
—Por supuesto —sentenció el castaño—. El joven De León pidió que se le hicieran todos los análisis necesarios, para descartar cualquier enfermedad o infección, debido a lo ocurrido —comentó mientras hacía anotaciones en unas hojas.
Erick sintió un nudo en la garganta y sus manos apresaron con toda la fuerza que podía, las mantas que estaban cubriéndolo.
«Es cierto… Omar no llevaba una vida muy respetable y con lo que me hizo… podría haberme…» el solo pensar que debido a lo que Omar le había hecho, podría estar enfermo, logró que empezara a hiperventilar y a temblar nerviosamente.
—¿Joven Salazar? ¿Se siente mal?
Rolando intentó acercarse, pero el olor a flores en vez de ser agradable, era como si estuvieran en proceso de descomposición y de inmediato lo repelió.
—Joven… —dijo Hugo con dificultad y de inmediato se cubrió la nariz, pues ambos eran Alfas y esas feromonas eran demasiado fuertes para ellos.
Ese era el olor de las feromonas de Erick, cuando se sentía temeroso o amenazado; como si el agua de un florero no se hubiera cambiado y eso produjera que las flores contenidas en el mismo comenzaran un proceso de putrefacción.
Las enfermeras no las percibieron, pero se asustaron cuando los médicos cayeron hincados y empezaron a toser.
—¡Hay que sacarlos de aquí! —dijo una con susto y se acercó al de lentes, tratando de ayudarlo a incorporarse.
A pesar de estar fuera, Alejandro percibió con claridad las feromonas alteradas de Erick; y aunque no era su olor dulce normal, a él no le desagradaban, ni lo afectaban, solamente lo alertaban de que algo malo le ocurría a su pareja, por lo que terminó la llamada con su madre y entró de inmediato a la habitación. El rubio corrió hasta la cama, abrazando a Erick y envolviéndolo con sus feromonas de inmediato.
—Tranquilo, Erick —susurró contra el oído—. Todo está bien, no pasa nada…
El ojiazul se aferró a la ropa de su pareja y empezó a llorar desconsolado, pero de inmediato, sus feromonas empezaron a disminuir de intensidad, permitiendo que los médicos recuperaran el aliento.
—Calma, mi amor —las manos de Alejandro acariciaban la espalda con cuidado—. No debes alterarte —indicó y se movió hasta besar los labios del otro, con suavidad.
Rolando carraspeó— esas feromonas… —pasó saliva con dificultad—. No son de un Omega recesivo —aseguró, aun cubriendo su nariz con la mano.
—Erick no es recesivo —Alejandro miró a los médicos—, pero por el momento, nadie debe saberlo, ¿entendido?
—Tenemos que avisar —Rolando tosió seco, sentía su garganta arder—. ¡Nuestros colegas deben estar prevenidos!
—Puede decirle a cualquier médico que atienda a Erick, pero todos deben respetar la confidencialidad con el paciente, así que nadie —los ojos verdes se fijaron en las enfermeras—, absolutamente nadie —especificó—, aparte de los médicos y especialistas encargados de este caso, debe enterarse de esto, ¡¿entendido?!
Hubo un momento de silencio y finalmente el de lentes habló— de acuerdo —asintió—, ese detalle no será revelado a nadie fuera del círculo médico encargado del caso, se lo aseguramos.
Alejandro mantuvo la mirada en ellos, pero aunque el enviado de la familia Esquivel le diera su palabra, tendría que hablar con el director de ese hospital, para que silenciara a sus subordinados, pues no le convenía que nadie, especialmente el padre de Erick, se enterara que el Príncipe Omega, era uno dominante.
El rubio suavizó su semblante y acunó en brazos a su pareja— Erick, ¿qué sucede?
El llanto no dejaba que el ojiazul hablara, pero al menos sus feromonas estaban bajo control, gracias a su pareja.
—Se asustó por los análisis para descartar enfermedades o infecciones —sentenció Hugo con rapidez.
Alejandro soltó el aire con fuerza, él quería explicarle eso a Erick, pero quería encontrar el momento adecuado; debió imaginar que los médicos se lo comentarían.
—Si ya terminaron de revisarlo, pueden retirarse, necesito hablar con mi prometido a solas.
Rolando iba a intervenir, pero el otro lo sujetó del hombro y le hizo una seña, para que guardara silencio. Era obvio que el paciente no se encontraba bien y era mejor dejarlo con su Alfa, para que le explicara adecuadamente la situación y que no se alterara como ocurrió momentos antes.
—De acuerdo —Rolando habló con molestia.
—Nos retiramos —Hugo dejó la tablilla de notas en su lugar—, las enfermeras le suministrarán unos medicamentos y vitaminas, intravenosamente —detalló—. Nosotros iremos a verificar si los resultados de los estudios ya están, para poder darles toda la información.
—Con permiso.
Los médicos salieron y las enfermeras se encargaron de los medicamentos; cuando se quedaron a solas, Alejandro recostó a Erick en la cama, que seguía llorando en silencio y después, le sujetó la mano.
—Tienes miedo, ¿cierto?
El labio inferior del ojiazul tembló y aunque quiso responder, un nudo en su garganta no lo permitió, así que solo asintió.
—No tienes de qué preocuparte —Alejandro movió la mano y limpió las lágrimas con los dedos—. Sé que tienes razones para temer, pero Omar y Jair, no eran estúpidos y pese a sus distintas relaciones, no creo que estuvieran enfermos, de lo contrario, hubiera habido antecedentes y no los hay, tranquilo, vas a estar bien.
Erick buscó la mirada del otro y tomó algo de aire— no me preocupo por mí —negó—, me preocupo por ti… —su voz se quebró y trató de cubrirse la boca con una mano.
—¿Por mí? —el rubio frunció el ceño—. ¿Por qué te preocupas por mí?
El pelinegro apretó los labios y luego de un momento se atrevió a hablar— porque si yo enfermé por culpa de Omar… tu podrías… porque anoche… nosotros…
Alejandro negó y se inclinó a besar los labios de su pareja, apartando la mano que aún estaba en medio, con delicadeza.
—Erick, eres mi Destinado —musitó— y aunque estuvieras enfermo, cosa que sé que no lo estás —sentenció con toda seguridad—, compartiría eso contigo también, porque no voy a dejarte solo, ¿entendiste?
—Pero… y ¿si…?
Alejandro no dejó que Erick hablara más, solo lo volvió a besar, lentamente, disfrutando los labios del otro, tratando de no lastimarlo, porque en algunas partes estaban heridos debido al trato recibido por Omar los días anteriores y de él mismo la noche anterior, cuando dejó que su instinto lo dominara.
—Confía en mi —dijo con una sonrisa tranquila—, ambos estaremos bien, te lo aseguro.
Una tenue sonrisa se dibujó en los labios de Erick y luego pasó las manos por el cuello del otro.
—Prométeme que me dirás si algo sale mal en los análisis… que no me ocultarás nada…
—Te lo prometo —el rubio acarició el cuerpo delgado de su pareja y sonrió—, no te mentiría en eso, Conejo, ¡jamás!
—Gracias…
Alejandro volvió a recostar a Erick y le limpió las lágrimas que humedecían su rostro.
—Ahora, debes calmarte, para que en un rato más, puedas recibir visita, ¿de acuerdo?
Erick asintió; en el fondo seguía temeroso, pero confiaba en que si algo salía mal, Alejandro lo resolvería, después de todo, había ido a buscarlo y lo rescató del infierno en el que estaba, por lo que no dudaba de que pudiera hacer cualquier cosa.
—Lo intentaré —asintió.
—Bueno, entonces te ayudaré a relajarte —el rubio lo abrazó y acarició la espalda, liberando un poco de sus feromonas, solo para calmar a su pareja y confortarlo—. ¿Deseas desayunar?
—En realidad, no tengo mucha hambre.
—Pero debes comer, tienes que recuperar tus fuerzas.
—¿Podría tomar un café nada más? —sonrió avergonzado.
El rubio levantó una ceja— eso no es un desayuno saludable, Conejo.
Erick hizo un mohín y arrugó la nariz— de acuerdo, supongo que comeré lo que los médicos me digan.
—¡Así me gusta! —el rubio besó la frente de su pareja—. Pediré algo de comer y mientras esperamos… ¿te gustaría contarme qué fue lo que pasó?
—¿Lo que pasó? —Erick parpadeó confundido.
—Sí —Alejandro asintió—. ¿Cómo fue que Omar llegó contigo? ¿Qué pasó cuando te llevó a ese lugar? Necesito saber todo lo que te hizo.
El ojiazul pasó saliva— ¿todo? —preguntó con nervios.
—Sí, todo —sentenció el rubio—. Esto es por si necesitamos que los médicos te hagan más exámenes.
—Está… Está bien…
Alejandro pidió desayuno para ambos y fueron sus trabajadores quienes se encargaron de llevarles alimentos, cuidando que el de Erick fuera balanceado y extremadamente saludable, según las indicaciones del médico; así, desayunaron juntos, platicando de lo ocurrido, tanto el día del secuestro, como de los demás días.
Aunque Erick estaba avergonzado, le tuvo que decir todo a Alejandro, porque se lo pidió, pero al terminar, el ojiazul también necesitaba una explicación, sobre las noticias del matrimonio; el rubio le explicó casi paso a paso, lo que había hecho para poder encontrarlo, omitiendo los detalles de los castigos para Jair y Omar, que se llevaban a cabo desde la noche anterior.
—Todo fue falso —sonrió el ojiverde—. El juez solo era uno de mis guardaespaldas disfrazado —se alzó de hombros—, la noticia difundida ya se desmintió, pero era necesario que Omar lo creyera y Jair también, hasta saber dónde te habían escondido.
Erick ya estaba con el postre, que era una gelatina de naranja— me dolió —dijo con la vista en el recipiente—, cuando Omar me lo dijo, yo…
La mano de Alejandro le acarició una mejilla.
—Lo imagino y me disculpo por ese dolor que te causé —habló con seriedad—. Sabía que era muy probable que ese imbécil te lo dijera, pero era un riesgo que tenía que tomar, para poder encontrarte.
Erick movió el rostro y ahondó la caricia— no tienes idea de lo feliz que me hizo verte anoche —sonrió—, había perdido la esperanza y cuando llegaste, ¡sentí que todo se solucionaría!
—Me alegra ser lo suficientemente confiable —el rubio le guiñó un ojo—. Ahora, termina tu postre para que descanses, más tarde tendrás visita.
—¿Quién vendrá?
—Tu hermano Agustín, Marcel y tus amigos, quieren verte —ladeó el rostro—, aunque supongo que tus padres también vendrán.
Erick negó— lo dudo —dijo con debilidad y terminó su gelatina—, seguramente tienen compromisos más importantes, que venir a verme.
—No pienses en nada malo, Conejo… —Alejandro negó y sujetó el recipiente de la gelatina, dejándolo de lado.
El sonido de la puerta se escuchó y pronto, el médico Hugo Robledo, ingresó a la habitación, acompañado de otro joven de bata, que se miraba más menudo y tenía el cabello largo, claramente era un Omega.
—Esperamos no interrumpir —Hugo sonrió y acomodó nerviosamente sus gafas.
—No —Alejandro negó—. Supongo que ya tienen los resultados, ¿cierto?
—Así es —el médico asintió— mi compañero Joel Samaniego es especialista en Omegas —hizo un ademán— y es quien se encargará de su situación, joven Salazar.
—Un placer —saludo el hombre con dulzura.
—Igual —la voz de Erick era débil, trataba de no demostrar que estaba muriendo de miedo.
Joel puso la tablilla con hojas frente a él—. Por el momento, todos los exámenes dieron el mismo resultado, no tiene ninguna enfermedad —sonrió para el paciente.
Pero esa sonrisa no calmó al pelinegro, al contrario.
—¿Por el momento? —Erick pasó saliva con dificultad.
—Sí —asintió el otro—. Normalmente este tipo de pruebas se deben realizar después de los incidentes y también uno o dos meses más tarde, ya que algunas enfermedades tardan en incubar.
—¿Significa que… puedo?
Joel apretó sus labios un segundo— realmente, no podemos…
—Quisiéramos decirle con total certeza que está saludable, joven Salazar —interrumpió Hugo—, pero, debe ser paciente y esperar, además… —guardó silencio y desvió la mirada.
—¡¿Además?! —el tono de voz de Erick sonó alarmado.
—Hay algo que me gustaría platicar con su pareja —Joel hizo un ademán hacia el rubio—, de preferencia, a solas.
Alejandro no había soltado la mano de Erick y cuando su mirada verde se cruzó con los ojos del médico, supo que había algo mal, pero el ligero apretón de manos que le dio su prometido, lo hizo recordar su promesa. Su rostro se encontró con el gesto preocupado de Erick y suspiró.
—Dígalo frente a mi prometido —sentenció—, lo que sea, lo solucionaremos entre los dos.
El médico se sorprendió y buscó la mirada de su compañero; el otro tomó aire y se acomodó las gafas con lentitud, como si intentara hacer tiempo.
—Si ellos así lo desean, tenemos que hacerlo de esta manera —sentenció.
—De acuerdo —Joel titubeó, mientras pensaba en las palabras adecuadas para explicar la situación—. En los análisis sanguíneos, encontramos un desequilibrio hormonal —dijo con calma.
—Eso… ¿qué significa? —Erick frunció el ceño.
—Bueno —Hugo lo miró fijamente—, mis colegas y yo, creemos que este desequilibrio es debido a los medicamentos que le dieron para inducir su celo, por lo que necesitamos más pruebas para confirmar nuestras sospechas.
Alejandro sintió como si lo hubieran golpeado en el estómago— ¿es grave? —preguntó de inmediato.
—No —Joel negó con rapidez—, pero queremos descartar cualquier secuela del incidente.
—Y… —Erick pasó saliva, a la par que ejercía presión en la mano de su pareja—. ¿Qué creen que pueda ser?
—Bueno, no puedo decirlo con exactitud —Hugo se alzó de hombros—, pero lo que queremos corroborar es que su cuerpo vuelva a niveles hormonales normales, de lo contrario, significaría que los medicamentos dañaron su cuerpo y podría ser problemático en un futuro.
—¿Qué clase de problemas? —Alejandro se estaba exasperando, pues los médicos parecían no querer decir nada en realidad.
—De fertilidad —respondió Joel con rapidez.
Erick parpadeó con rapidez; su cerebro intentaba procesar lo que el otro quería decir.
—Significa que no… no podré… ¿tener hijos?
—Ese sería el peor escenario —Joel suspiró— y la posibilidad de que eso suceda es mínima, se lo aseguro.
—Solo queremos descartar lo peor —insistió Hugo.
—Cuando descartarían las secuelas —indagó el rubio con frialdad.
—Para problemas hormonales, podríamos tardar semanas o meses en encontrar una respuesta a su caso —explicó el de lentes, que era el especialista en ese tema.
—Pero aunque, en el hipotético caso de que lleguemos a ese peor escenario, el hecho de que no pueda concebir de forma natural, no significa que no pueda realizarse una inseminación ‘in vitro’ —Joel sonrió—. El problema hormonal solo afectaría sus ciclos de celos y por ello no podría haber concepción natural, pero eso no lo dejaría estéril, créame.
Esas palabras lograron que Erick se sintiera un poco mejor; había pensado que jamás iba a poder concebir un hijo de Alejandro, pero no era que no pudiera, simplemente podría ser difícil.
El rubio también se sintió aliviado. Sabía que aunque Erick no pudiera tener hijos, no iba a dar marcha atrás en su decisión de casarse con él, pero seguramente su padre insistiría en un heredero y no quería que su pareja sufriera por tener que criar un niño que no fuera suyo.
—De acuerdo —el ojiverde asintió—, ¿qué hay que hacer?
—Enviaremos a las enfermeras, para que tomen otras muestras de sangre —Hugo acomodó sus gafas una vez más, realmente estaba nervioso de tratar con el rubio.
—Después de esos segundos análisis, podré hacerle una revisión física, si me lo permiten —Joel hizo un ademán señalando a la pareja.
Ambos comprendieron que sería una revisión íntima y por eso necesitaba el permiso de ambos.
—¿Por qué necesita esperar esas pruebas? —Erick estaba ansioso.
—Con los resultados, será más fácil identificar problemas que no sean derivados directamente del… —Joel titubeó— Ataque que sufrió.
—No se preocupe, joven Salazar, empezaremos a hacer todo lo que esté a nuestro alcance, según el protocolo —secundó Hugo—, pero debemos ser pacientes y estar pendiente en los próximos días —sonrió tenuemente—, puede ser un proceso largo, pero le aseguro, que todo saldrá bien.
—De… de acuerdo…
Erick quería confiar en esa sonrisa, pero por alguna razón, no podía y no era porque el médico le diera desconfianza, al contrario, se notaba muy seguro, pero en el fondo, él mismo no se sentía igual que antes, así que solo le quedaba esperar por una respuesta.
—Bien, nos retiramos —Hugo hizo un ademán para guiar a Joel hacia la salida—, en un momento vendrán las enfermeras…
—Con permiso —Joel se despidió con un ademán y acompañó al otro con rapidez.
Después de que los médicos se retiraron, el silencio reinó por un momento, hasta que un ligero sollozo se escuchó. Alejandro reaccionó y volteó a ver a Erick, dándose cuenta que su rostro estaba húmedo, debido a las gruesas lágrimas que escapaban de sus ojos azules.
—¿Qué ocurre?
—Yo… —la voz se le cortó—. Yo… lo siento, Alex —dijo con un hilillo de voz.
Alejandro intentó abrazarlo pero Erick lo rechazó y se limpió el rostro con desespero; el rubio se dio cuenta del agrio olor de las feromonas de su pareja y supo que estaba sufriendo.
—Erick…
—No puedes estar conmigo —su labio inferior tembló—. No soy un buen Omega para ti… Debes romper nuestro…
Alejandro no dejó que terminara la frase y lo besó. Un beso que al principio el pelinegro intentó rechazar, pero poco a poco fue sucumbiendo ante la caricia, correspondiéndola con ansia; se sentía completamente perdido y asustado, pero ese beso le daba la paz y calma que necesitaba, como un salvavidas al cual aferrarse para no hundirse después de que todo se hundiera en su vida.
—No lo digas —la voz del rubio era grave, cuando habló—. No vuelvas a decir eso —pidió.
Erick notó que parecía furioso, pero cuando abrió los ojos se dio cuenta que un par de lágrimas también habían escapado de los ojos verdes.
—¿Alex? —titubeó.
—¡Te añoré durante quince años, Erick! —siguió el otro—. He sufrido un infierno en vida al no tenerte a mi lado y ahora que podemos estar juntos, no voy a permitir que intentes apartarte de mí, ¡por una estupidez! —rechinó los dientes debido a que apretó los músculos de su quijada—. Quiero estar contigo… Deseo y necesito estar contigo, Erick —repitió—, estamos Destinados, ¿no significa nada para ti?
—Pero… —Erick sollozó—. Un Omega que no puede concebir…
—No es que no puedas —Alejandro negó—, puedes ¡y podrás! —su voz sonó totalmente convencida—. Solo que será más difícil, pero eso no importa —sentenció—, lo único que tienes que saber y entender es que, pase lo que pase, siempre vamos a estar juntos, ¿escuchaste?
—Siempre… juntos…
—Pase lo que pase —repitió el rubio con total devoción.
Erick sonrió y se movió hasta besarlo; quería quedarse así, olvidar todo lo que había ocurrido un par de días antes, borrar todo el mundo a su alrededor y quedarse solo con Alejandro, para que nada, ni nadie, intentara apartarlos de nuevo. Tenía miedo, realmente estaba aterrado, pero quería confiar en el otro y en esa promesa que le acababa de hacer.
Alejandro correspondió el beso con lentitud, sus manos acariciaron la espalda de Erick y bajaron lentamente; las feromonas de ambos estaban algo alteradas y era normal, pues estaban tratando de sobrellevar todo lo ocurrido y la única manera de hacerlo, era con la unión de sus cuerpos, para calmar todas las inquietudes uno del otro.
Pero antes de que el rubio pudiera avanzar más, un sonido insistente en la puerta se escuchó y tuvo que apartarse de su pareja.
Ambos respiraban con agitación; Erick tenía las mejillas sonrojadas y miraba al otro con un dejo de deseo, pero sabía que debían parar en ese momento.
El ojiverde acomodó el cuello de su camisa y levantó la voz— ¡adelante!
Un par de chicas entraron, llevando un carrito con insumos médicos.
—Con permiso —dijo una.
—Hemos venido a tomar unas muestras de sangre —explicó la segunda.
—Adelante.
Alejandro se apartó de Erick y fue a la estancia, buscando en la gabardina que estaba ahí, otro supresor que llevaba; ya había pasado los efectos del que había usado la noche anterior y como aun andaba inquieto, no había otra manera de controlar sus emociones. Debía ser consciente que Erick no estaba bien y no era el momento de dejar que sus deseos lo dominaran, por lo que ocupaba con rapidez, una manera de mantenerse sereno.
Desde su lugar, Erick se dio cuenta como su pareja se ponía una inyección en su cuello y suspiró. Él se encontraba inquieto, pero debía tratar de calmarse sin provocar a Alejandro, debido a que se encontraban en el hospital.
En poco tiempo, las enfermeras salieron con un par de tubos llenos de sangre y dejaron a la pareja a solas.
—Debo salir un momento —Alejandro se acercó a Erick—, tengo que volver a marcarle a mi madre.
—No quiero que te vayas —negó el ojiazul.
—No tardaré, te lo prometo.
—Está bien —Erick asintió.
Alejandro le dio un ligero beso y salió de la habitación. Apenas se apartó unos pasos de la puerta, unos sujetos vestidos de negro que estaban tras unas columnas, se pusieron frente a la madera, para controlar el acceso de cualquier persona ajena; era una medida de seguridad que Alejandro había dispuesto, pues si él no daba permiso, nadie podía entrar a esa habitación si él no estaba presente.
Sacó su celular y estuvo a punto de marcarle a su madre, cuando vio en la estación de enfermeras al médico de lentes, enviado por la familia de Fabián.
—¡Doctor Robledo! —el rubio se acercó de inmediato al otro.
—Joven De León, ¿en qué le puedo servir? —preguntó con amabilidad.
—Quiero saber si hay algo más en la situación de Erick, que no hayan dicho en la habitación.
El otro sonrió y metió las manos en los bolsillos de su bata— se dio cuenta, ¿cierto?
—Tanto usted cómo su colega, parecían pensar qué palabras usar para decir la situación, dudo que hayan sido sinceros del todo.
—Cuando un paciente Omega sufre un ataque como el que sufrió su prometido, debemos ser cuidadosos con las noticias que le damos —suspiró—, por eso es que queríamos hablar con usted, a solas.
—¿Qué le ocurre a Erick? —preguntó directamente.
—Seré sincero —suspiró—, no lo sabemos con exactitud.
—¡¿Qué?!
Esa respuesta desconcertó al rubio y sus feromonas se hicieron presentes, por lo que el doctor dio un paso hacia atrás.
—Tranquilo por favor, le explicaré, acompáñeme…
El médico lo llevó hasta la zona donde estaba una pequeña oficina y cerró la puerta, cuando ambos estuvieron dentro.
—La situación de su prometido, es muy confusa para todos, especialmente para mí —explicó—. Los análisis muestran una presencia elevada de ciertas hormonas, que, no es posible que estén, al menos no en un caso como el de su pareja.
—¿Por qué? —preguntó el rubio con frialdad.
—Porque son hormonas que ayudan al ciclo de celo, al embarazo y regulan las funciones del cuerpo cuando un Omega ya inició su ciclo de concepción y desarrollo de un feto.
—¿Cómo…?
Hugo suspiró— es lo mismo que nosotros nos preguntamos —dijo con duda—, por eso solicité la ayuda del doctor Samaniego, porque al ser especialista en Omegas, me podría ayudar a identificar qué ocurría, pero no puede revisarlo, sin las pruebas.
—No entiendo —Alejandro negó.
Hugo se recargó en su silla— a su prometido lo atacaron apenas hace dos días —señaló, abriendo el archivo digital y mostrándole unas notas que tenía cerca— es imposible que su atacante lo haya fecundado y más que nada, porque al hacer los análisis en las muestras del sujeto que lastimó al joven Salazar, así como de algunas muestras que su gente nos consiguió, bueno, el conteo de espermas era nulo…
—No anudó…
—Mis colegas me pasaron el expediente de Omar Acosta y dice claramente que perdió el olfato —Hugo frunció el ceño—. Sin el olfato no puede percibir feromonas y sin ellas, su cuerpo no puede reaccionar de manera normal para que exista el nudo de un Alfa, así que es imposible que haya logrado tal hazaña como fecundar a un Omega…
Alejandro revisó las notas médicas, entendía algunas cosas y más con la explicación del médico; él mismo estaba consciente que sin un nudo, jamás podría preñar a ninguno de los Omega con los que había intimado para calmar sus ansias, durante el tiempo que estuvo lejos de Erick.
—Pero… Érick y yo iniciamos nuestra relación antes…
—Sí, pero aun así, eso fue el martes, ¿no es así? Es muy corto el periodo de tiempo —el de lentes negó—, sigue siendo imposible, aunque sea un Alfa dominante, no creo que…
—¿Y si fue antes?
—¿Antes? —Hugo se irguió en su asiento—. ¡¿Cómo que antes?!
—Si… Hipotéticamente —Alejandro levantó una ceja—, hubiéramos tenido relaciones el viernes anterior, porque él entró en celo y yo hubiese anudado, ¿cree que…?
Los ojos castaños del médico se abrieron con sorpresa y se cubrió la boca con la mano— bueno… —carraspeó y acomodó sus gafas—. Si fuera un caso, hipotético, ¡claro! —dijo con nervios—. Nos daría un poco más de margen, pero, aun así es… —su sonrisa tembló—. ¡Complicado! Aunque usted sea Alfa Dominante…
—Erick también es Dominante, recuérdelo.
El médico asintió— sí, es cierto, pero aunque ambos sean dominantes, las posibilidades son escasas —anunció—. Las hormonas no pueden presentarse sin la existencia de algunos factores importantes ya que son situaciones que requieren un proceso largo, a menos que haya otros sucesos, como el celo anticipado antes del desarrollo reproductivo completo, o cómo sucedía en antaño con los Destinados, o en el peor de los casos, como una sobredosis de medicamentos para provocar un celo, como sucedió con nuestro paciente —enumeró.
—Y si, hipotéticamente, ¿Erick fuera mi Destinado? —prosiguió el rubio.
Hugo levantó el rostro y fijó la mirada en el otro a través de sus gafas— ¡¿de qué habla?! —preguntó contrariado.
—De que si Erick y yo fuésemos Destinados, ¿podría ser más factible que esas hormonas estuvieran presentes?
Hugo movió la mano y sujetó una botella de agua que tenía cerca, bebiendo un poco antes de volver a hablar.
—Todo esto es… Hipotético, ¿verdad? —preguntó nervioso, aunque era obvio para él que no era así.
—Sí y además, si le agrega que… Hipotéticamente, lo marqué hace quince años, ¿cree que…?
—Un momento…
Hugo puso la mano frente a él, estaba tratando de calmarse, pero Alejandro pudo percibir un olor como a plátano podrido, era obvio que estaba alterado. Volvió a tomar agua y respiró profundamente, controlando sus feromonas antes de hablar.
—Hablemos de otro caso… de alguien más —carraspeó—. Alguien que no tiene que ver nada con Erick Salazar… ¡se lo aseguro!
Alejandro sonrió, sabía lo que eso significaba— de acuerdo.
—Sí, este paciente, fuera un Omega dominante… —titubeó—. Marcado desde niño, por un Alfa dominante —sus labios se curvaron levemente—, añadiendo el caso extraño de Destinados, que en la actualidad son casi nulos —entrelazó sus dedos—, con una presencia de celo y un nudo durante la intimidad, las posibilidades de que ciertas hormonas estén presentes, a solo una semana de dicha situación, son más factibles, ¡por supuesto! —asintió lentamente—. Es algo que sucede, porque el cuerpo de ese Omega, desde que fue marcado, se predispuso para ser fecundado por su Alfa, en cuanto tuvieran su primer encuentro íntimo, después del desarrollo…
—¿Eso es posible? —Alejandro aún tenía sus dudas.
—Sí, aunque esto ya ha quedado obsoleto —Hugo suspiró—. El proceso de marcado de Alfas dominantes, es considerado arcaico en la actualidad y algo que debería ser completamente prohibido, pues los Omegas eran los que más sufrían —explicó—. Cuando el Alfa dominante, marcaba a un Omega, incluso recesivo, el cuerpo del Omega se predisponía a ser fecundado solo por ese Alfa…
Hugo se puso de pie y fue a un estante con libros, buscando entre los entrepaños, sacó uno y buscó en el índice de inmediato.
—No hay muchos registro de que un Alfa fecundara la misma noche del marcado a su Omega, pues el proceso para ello, toma cierto tiempo —regresó y puso el libro frente al otro—. La marca, la unión del ADN de ambos y el proceso de cicatrización, es una situación que necesita al menos un mes para que el cuerpo tenga el proceso necesario para adaptarse a las feromonas del Alfa y se adecue a la próxima fecundación, que en más del noventa y cinco por ciento de los casos de antaño, sucedía al mes del primer encuentro de la marca… Porque el Omega estaba predispuesto a ello.
Alejandro observó los diagramas, los dibujos del marcado y las diferentes notas sobre los cambios hormonales del Omega para ser fecundado con rapidez.
—Se suponía que al Omega de nuestro caso Hipotético —recalcó el médico—, lo acababan de marcar, hace unos días, en una fiesta —levantó una ceja—, no hace años…
—Fue una marca inconsciente —Alejandro soltó el aire—. Ni el Alfa, ni el Omega, fueron conscientes de que eso ocurrió, hasta mucho después.
Hugo se sentó y negó— es un caso raro, pero no imposible…
Esas palabras hicieron que Alejandro sonriera lentamente— ¿significa que Erick está…?
Hugo titubeó— las posibilidades son muy altas —respiró hondo—, pero para verificarlo, habría que hacer pruebas de eso, las cuales se recomiendan al menos un par de semanas después, ya que, generalmente, no hay síntomas visibles de ese estado las primeras tres semanas —detalló—. Si nos dimos cuenta de esto, es por los análisis que se hicieron y dimos por hecho que era un efecto secundario del celo inducido medicamente —sonrió nervioso—. Es por esa razón que mi colega, el doctor Samaniego, no quería revisarlo hasta confirmar las sospechas, ya que una revisión íntima a un Omega, es invasiva.
El rubio sintió que le quitaban un enorme peso de encima.
—Pero no quiero que se emocione tan pronto —Hugo negó.
—¿Por qué? —Alejandro se puso a la defensiva.
—Bueno, estas hormonas se presentan cuando inicia la fecundación, pero… volvemos al punto de las secuelas de lo ocurrido con el paciente —masajeó sus sienes—. Aunque las hormonas aparezcan en los exámenes, hay una posibilidad de que debido a lo ocurrido, el cuerpo del paciente rechazara al producto y…
—¡¿Qué quiere decir?! —Alejandro se puso de pie y golpeó el escritorio.
Hugo tembló al percibir el olor que se liberó del cuerpo del rubio.
—Joven De León —el de lentes pasó saliva—, yo no soy el experto en ese campo, pero sé que la situación es difícil, tratándose de un embarazo Omega —explicó nervioso—, son delicados y necesitan muchos cuidados —pasó saliva con dificultad—. El joven Salazar fue lastimado físicamente y eso pudo interrumpir el proceso, pero debido al corto periodo de tiempo, las hormonas aun no salen del sistema y se reflejan en los análisis.
Las manos de Alejandro se cerraron, apretando los puños con fuerza. La idea de que por culpa de Omar, Erick hubiese perdido a su futuro hijo, al que ya daba por hecho, le hizo enfurecer.
—Confirme ese estado de inmediato —dijo entre dientes.
—Estamos esperando los resultados de los análisis —Hugo habló lo más rápido que pudo, pese a que sentía un nudo en su garganta—. Solo nos queda esperar unas horas o decirle al doctor Samaniego que haga la revisión de inmediato, pero si lo hacemos, tendríamos que explicarle a su pareja y eso lo alteraría.
Alejandro respiró profundamente y calmó sus feromonas, al notar el gesto de terror en la cara del médico; ese hombre no tenía la culpa de la situación en la que estaba Erick, al contrario, estaba tratando de ayudarle, así que por eso se controló.
—De acuerdo, haga las pruebas necesarias antes de la revisión y cualquier cosa que averigüe, quiero que me lo diga de inmediato…
El rubio sacó una cajita dorada de su saco y dejó sobre el escritorio, una tarjeta con su número personal.
—Y recuerde, esto es solo “Hipotético” —sus labios se curvaron en una sonrisa cínica.
Hugo asintió débilmente— sí… claro… lo tendré en mente.
Alejandro salió de la pequeña oficina y caminó con paso rápido de vuelta a la habitación. Estaba un poco más tranquilo por esa plática, aunque también tenía sentimientos encontrados; por una parte, se sentía completamente dichoso, al imaginar que Erick estaba embarazado, pero también tenía miedo de que el médico confirmara que Omar había interferido e interrumpido dicha situación.
«¡Lo haré pagar el doble por lo que hizo!»
Antes de entrar a la habitación, le mandó un mensaje a su madre, diciéndole que Erick estaba bien para que lo visitara y se disculpaba por no haberle marcado de nuevo, pero había tenido una larga platica con el médico y eso lo entretuvo.
Finalmente ingresó a la habitación y sus trabajadores volvieron a apartarse, para pasar desapercibidos por cualquiera que no supiera el por qué estaban en ese piso.
Alejandro sonrió al ver que Erick seguía en la cama y parecía dormido. Se acercó con paso rápido hasta la orilla y se entretuvo observando con anhelo el gesto apacible de su pareja; el pensar en que podía estar en feliz estado, logró que sintiera su corazón acelerarse, pero debía guardar la calma hasta que el médico lo confirmara, de lo contrario, si le decía eso a Erick y resultaba que había sido interrumpido, lo podría hacer sentir mal.
—Erick… —llamó con voz suave.
El pelinegro se removió y entreabrió los parpados— tardaste… —dijo antes de bostezar.
—Lo siento… la llamada con mi madre se alargó —mintió rápidamente—. Si tienes sueño, es mejor que descanses…
El ojiazul se giró, acomodando la mano con el suero de una forma que no le molestara; se acurrucó en la cama y con su mano derecha, sujetó la mano de Alejandro.
—Prométeme que estarás aquí, cuando despierte.
El rubio suspiró; había pensado en ir a encargarse de Jair y Omar, pero con esa petición, tendría que posponerlo, pues no quería defraudar a Erick.
—De acuerdo, lo prometo.
Erick sonrió con ilusión y cerró los parpados. Estaba sumamente cansado y el simple hecho de percibir las feromonas de Alejandro, lo relajó tan rápido, que de inmediato se quedó dormido.
Alejandro acarició las manos del pelinegro y entrelazó los dedos con el otro.
—Conejo… —musitó y se inclinó a besarle el cabello—. Espero que esa sospecha del doctor, sea cierta… sería más fácil, para ambos, sobrellevar todo esto…
Un vehículo gris, escoltado por otros autos negros, recorría una avenida importante de la ciudad, dirigiéndose al imponente edificio que pertenecía a la Secretaría de Seguridad Pública del Estado.
—¿Se encuentra bien, señor Acosta? —Marcel acompañaba a Ulises, pero estaba preocupado, debido a que el hombre se miraba un tanto demacrado y sus ojos hinchados, seguramente había llorado toda la noche.
—Solo… sólo estoy cansado, querido —el castaño intentó sonreír, pero la comisura de sus labios apenas tembló ligeramente.
Marcel suspiró, era obvio que el otro mentía, pero estaba seguro que intentaba mantenerse fuerte, para no llorar frente a él.
—Su esposo, el señor Jacobo, ¿no vendrá a despedirse de Omar? —indagó el de lentes con curiosidad.
Los músculos de Ulises se tensaron y apretó la tela de su saco con fuerza, su mirada se mantuvo fija en el asiento delantero y trató de no parpadear, para que no se le escaparan las lágrimas.
Habían sido días de incertidumbre, miedo, decepciones y mucho dolor.
Cuando habló con Alejandro Altamira, el día anterior, él le sugirió que indagara más sobre su propio hijo, pues era obvio que no lo conocía tan bien como Ulises imaginaba y por eso no estaba consciente de la situación que ocurría a su alrededor; esa fue la razón por la que al volver a la habitación dónde se había hospedado, para la ceremonia de boda entre Alejandro y Jair, tuvo una discusión con su esposo.
Jacobo no quería decirle nada, pero ante su insistencia, le contó todo lo que pudo y aun así, después de la dichosa boda, cuando volvieron a la habitación, Jacobo le contó mucho más de todo lo que Erick había sufrido, durante el matrimonio con Omar.
Ulises no imaginaba todo el dolor que Erick había cargado durante casi tres años; se sentía decepcionado, traicionado y por sobre todo, un completo estúpido, pues él realmente había creído que Omar amaba a Erick, aun y cuando el ojiazul había intentado suicidarse, pues Omar le había jurado que no volvería a lastimarlo de nuevo y él, le había creído.
El castaño estaba destrozado, pese a que trataba de mantenerse fuerte; le había solicitado el divorcio a su esposo la noche anterior y estuvo a punto de huir de ese hotel esa misma mañana, cuando se enteró de que Erick estaba en el hospital por culpa de su hijo. Tenía tanto encima que sentía que le faltarían fuerzas para ver a Omar, pues ya no sabía quién era su hijo en realidad, pero ante la noticia de que Omar iba a desaparecer después de ese día, se armó de todo el valor y el amor que aún le quedaba por su hijo para poder verlo, pues el día anterior había suplicado por esa oportunidad.
Ulises pasó la mano por su nariz y tomó un poco de aire— no lo sé —respondió y su labio inferior tembló—. Está ocupado con unos trámites y no sé si vendrá o no.
Marcel frunció el ceño; él estaba al tanto de los negocios de la familia Acosta, porque ahora trabajaba para Alejandro y sabía perfectamente que el padre de Erick estaba tomando posesión de todo lo que antes era de los Acosta, pero no sabía que ese día en específico, Jacobo tuviera que terminar unos trámites. Aun así, por orden de Alejandro, había dispuesto que si Jacobo Acosta quería despedirse de su hijo, lo llevaran antes de las tres de la tarde a verlo.
—Estamos llegando —la voz de Miguel, hizo que Marcel saliera de su ensimismamiento.
Debido a que Miguel no quería dejar solo a su prometido, decidió que lo acompañaría todo el día en su trabajo, como guardaespaldas también.
El vehículo se estacionó frente al edificio, el cual, también estaba siendo vigilado por trabajadores de la familia de Alejandro. Miguel descendió y abrió la puerta, ayudando primero a Marcel a descender y luego, ofreciéndole la mano a la madre de Omar.
Ulises no puso atención a su alrededor, por eso no se dio cuenta como un par de hombres vestidos de negro, que iban siguiéndolos en otro auto, se apresuraron a alcanzarlos y evitaron que agentes de la policía, lo escoltaran a la puerta del edificio.
Todos sabían que los agentes querían quedar bien, no solo ante la prensa, sino ante la familia De León, quienes solicitaron su apoyo para que la familia Acosta viera a su hijo en esas instalaciones, pero, tenían órdenes de no dejar a Ulises Acosta a solas, ya que no sabían si quería ayudar a su hijo a escapar o contactarlo con alguna otra persona.
Marcel sujetó del brazo a Ulises y lo acompaño en todo momento, temía que fuera a desmayarse porque lo miraba muy mal; Miguel y otro trabajador, los acompañaron, seguidos por otros dos a unos pasos. Ulises caminó lo más rápido que pudo, manteniendo la mirada en el piso; tenía un cúmulo de emociones y por momentos, sentía que le faltaba el aire, pero quería terminar con eso de inmediato.
Al entrar al edificio, un hombre con traje, se acercó a los recién llegados; Ulises ni siquiera le puso atención, se mantenía en silencio y con la mirada perdida.
—Buenos días —saludó cortés—, soy el Licenciado Pablo Venegas, Secretario de Seguridad Publica.
—Un placer —Marcel extendió la mano—, soy Marcel Sánchez.
—El placer es mío —sonrió el hombre con amabilidad.
Miguel lo miró molesto, pues esa sonrisa que le dedicó a su prometido, era claramente un coqueteo.
—El señor Ulises Acosta, viene a ver a su hijo —el de lentes hizo un ligero ademán con el rostro.
—Claro, lo esperábamos, acompáñeme por favor.
Con un ligero movimiento, el hombre, indicó el camino.
—Omar Acosta se encuentra en custodia preventiva —explicó rápidamente—. Debido a que se catalogó como alguien inestable, debemos mantenerlo aislado y esposado para limitar sus movimientos —comentó seriamente—, por favor, no se asuste si lo encuentra algo irritado.
—¿Se encuentra bien para recibir visitas? —Marcel estaba preocupado por Ulises y no quería que se llevara un impacto fuerte en caso de que Omar no estuviera “presentable”, pues Miguel le dijo que Julián lo había golpeado un poco.
—Sí, aunque se ha negado a hablar.
Marcel, Ulises y el licenciado, seguidos por Miguel y otros trabajadores de Alejandro, caminaron por un extenso pasillo, que los llevó hasta la zona de los detenidos; al fondo, en la parte más remota, estaba una puerta, que daba a una celda aislada, tipo oficina, donde se encontraba Omar.
—Adelante —dijo Pablo al abrir la puerta.
Ulises titubeó y sin pensar, apresó con algo de fuerza el brazo de Marcel, por lo que el de lentes se dio cuenta que estaba inquieto.
—¿Quiere que lo acompañe? —preguntó con amabilidad.
Ulises quiso decir que no era necesario, pero estaba tan cansado, que sentía que desfallecería si intentaba dar el paso, sin que el otro lo ayudara.
—Solo… solo para entrar.
Marcel le dedicó una mirada seria a Miguel y sin demorar, entró a la celda, acompañando al otro. Miguel y sus compañeros se quedaron en la puerta, pero se mantenían alerta, por si escuchaban algo raro, podrían actuar de inmediato.
Marcel entró y se dio cuenta que la habitación era grande, había una pared con un cristal, seguramente era dónde interrogaban a los detenidos y ahí, en una silla, esposado frente a la mesa, estaba Omar, cabizbajo y con algunas pequeñas banditas que le cubrían ligeras heridas en el rostro; en una muñeca y una rodilla, parecía traer unas férulas que se miraban por encima de la ropa que portaba, pero no se miraba nada mal de otro lugar .
El corazón de Ulises se estrujó al ver a su hijo en ese estado y las lágrimas volvieron a escapar de sus ojos.
—¿Omar? —dijo con voz quebrada, se soltó de Marcel y se acercó un poco—. ¿Omar? —insistió.
El castaño levantó el rostro y observó a su madre, pero se movió un poco, como si buscara a otra persona
—¡¿Dónde está Erick?! —preguntó de inmediato.
—¿Erick? —Ulises parpadeó confundido y limpió sus lágrimas.
—¡Sí! —Omar miró con furia a su madre—. Es mi esposo y ¡debería venir a verme!
—Omar… después de lo que le hiciste, ¿piensas que Erick vendrá a verte?
—¿De lo que le hice? —Omar levantó una ceja—. Yo no le he hecho nada, madre.
Ulises se sobresaltó al escuchar a su hijo; lo decía con tanta seguridad que parecía creerlo de verdad.
—Omar… Secuestraste a Erick, ¡lo lastimaste!
—¡Erick huyó conmigo! —la respiración de Omar se aceleró—. Erick y yo íbamos a irnos del país, pero ese sujeto, De León, nos detuvo, se llevó a Erick y ¡me golpeó! —acusó—. Además ¡él fue el que lastimó a Erick delante de mí!
—Omar… —Ulises negó—. ¿De qué hablas?
—Ese sujeto quiere alejarme de mi esposo, ¡porque me odia!
Pese a que estaba herido y se le dificultaba caminar, Omar intentó ponerse de pie e ir a la puerta, pero las esposas no le permitieron alejarse de la mesa; estaba tan furioso y ofuscado por la ira, que no le prestaba atención a sus heridas.
—¡¿Dónde está papá?! —buscó la mirada de su madre—. ¡Tiene que sacarme de aquí! ¡Necesito ir a buscar a Erick, antes de que los hombres de ese sujeto regresen!
—Omar — Ulises puso la mano en su pecho—, ¿acaso no lo entiendes? ¡Jacobo no puede ayudarte esta vez!
—¡Claro que sí! —Omar frunció el ceño—. Sé que están molestos por mi aventura con Jair, pero él ya se casó con Alejandro de León —sonrió—. Además, Jair y yo hicimos un trato, solo debes decirle a mi padre ¡que hable con él! —confesó.
Marcel puso atención en esas palabras, mientras Ulises negaba, contrariado.
—¿De qué hablas, Omar? —preguntó con voz débil su madre.
—Erick huiría conmigo, así Jair se casaría con el imbécil De León y luego, me daría las facilidades para irme del país, con Erick —señaló—. ¡Sé que se casaron! —gritó desesperado—. ¡Lo vi en las noticias!
El gesto y la sonrisa de Omar, hicieron temblar a su madre; le causaba escalofríos verlo de esa manera y escuchar las locuras e incoherencias que decía.
—Ahora puedo irme con Erick sin problema y…
El sonido de una bofetada se escuchó y Marcel se sobresaltó en su lugar, al lado de la puerta.
El golpe no fue fuerte, pero la acción fue lo que sorprendió a Omar, quien se quedó en silencio, un tanto sorprendido; su madre, que jamás lo había castigado, mucho menos levantado una mano, en ese momento lo había abofeteado.
Lentamente volvió el rostro hacia enfrente y miró con incredulidad a su progenitor.
—¿Por qué…?
—¡Reacciona de una vez, Omar! —gritó su madre con desespero—. ¡La boda de Jair y Alejandro fue falsa! —dijo de forma tajante—. Erick es la pareja de Alejandro de León y tú lo lastimaste, ¡¿qué crees que va a pasar contigo ahora?!
—No es cierto… —el rostro de Omar se contorsionó—. ¡No es cierto! ¡Erick es mío! —gritó y comenzó a forcejear con las esposas de sus manos, pese a que con el movimiento se quejaba porque casi todo el cuerpo le dolía.
—Omar, ¡detente!
Ulises no podía creer lo que estaba haciendo su hijo y trató de acercarse, pero el otro lo empujó con el codo y el brazo, haciendo que chocara con otra silla, logrando que cayera hacia atrás; sus piernas se lastimaron con las patas de la silla y además, su cadera se llevó un fuerte golpe, por lo que gritó. Marcel se apresuró a ayudar a Ulises, quien seguía en el suelo, observando con susto a Omar; su hijo seguía gritando que Erick le pertenecía y forcejeaba con las esposas.
—¡¿Están bien?! —la voz de Miguel se escuchó.
El pelinegro había escuchado los gritos y entró con el arma en la mano.
—Yo, sí —el de lentes asintió—, pero creo que el señor Acosta necesita ir al médico.
—¿Puede levantarse? —indagó el pelinegro.
Ulises asintió, pero sus piernas no le respondieron, por lo que Miguel hizo una seña y sus compañeros entraron, yendo directamente con Omar, para someterlo sobre la mesa, mientras él sujetaba en brazos a Ulises.
—Debemos irnos —dijo Marcel para la madre de Omar—. Está consciente de que es la última vez que lo verá, ¿cierto?
Ulises le dedico una mirada triste a Omar, quien gritaba improperios y trataba de sobreponerse a la fuerza de los hombres que lo tenían contra la mesa, sin ningún resultado; «ese no es mi hijo…» pensó y luego hundió el rostro en el pecho de Miguel.
Marcel asintió y abrió la puerta, para que su prometido pudiera sacar a Ulises en brazos; un par de agentes los siguieron, pero ellos no se detuvieron. Fueron directamente a la salida y al vehículo. El pelinegro dejó a Ulises en uno de los asientos traseros y fue a conducir; Marcel se sentó al lado de Ulises y de inmediato, el vehículo partió hacia el hospital, para que revisaran a Ulises.
Al ver llorar a Ulises, Marcel lo sujetó de la mano, pensando que le dolía el golpe.
—Lamento mucho lo que ocurrió… ¿le duele mucho?
—No es por el golpe —Ulises mordió su labio inferior—, es por lo que entendí hoy…
—¿Lo que entendió? —el de lentes frunció el ceño.
—Ese ya no era mi hijo —negó—. Desde hace mucho perdí a Omar y no me había dado cuenta… Pero por fin, ya no tengo una venda en mis ojos… —las lágrimas caían a raudales, empapando sus mejillas, realmente le dolía el darse cuenta de que Omar estaba mal y no físicamente.
Marcel suspiró, no sabía qué decirle al otro, solo podía sujetarlo de la mano y acompañarlo en silencio.
En el camino, el sonido del celular se escuchó, pero Miguel no pudo responder, así que cuando dejó de sonar, el celular de Marcel timbró.
—¿Sí? —escuchó a su interlocutor y suspiró—. Señor Espinoza, hubo un pequeño incidente con Omar Acosta, por lo que llevaremos al señor Ulises al médico —detalló—. Comprendo, entonces le marcaré al licenciado Venegas, para que mantenga en custodia a Omar otra hora más… Sí, no se preocupe.
Después de eso colgó.
—¿Otra hora? —Miguel miró a su prometido por el espejo retrovisor.
—Sí —el de lentes asintió.
—Esas no eran órdenes de Alejandro.
—No —Marcel negó—, son de su padre…
Miguel apretó el volante; debía haberlo imaginado, ya que Samuel Espinoza, era la mano derecha de Diego de León.
—¿Se encuentra bien, señor Acosta? —Marcel acompañaba a Ulises, pero estaba preocupado, debido a que el hombre se miraba un tanto demacrado y sus ojos hinchados, seguramente había llorado toda la noche.
—Solo… sólo estoy cansado, querido —el castaño intentó sonreír, pero la comisura de sus labios apenas tembló ligeramente.
Marcel suspiró, era obvio que el otro mentía, pero estaba seguro que intentaba mantenerse fuerte, para no llorar frente a él.
—Su esposo, el señor Jacobo, ¿no vendrá a despedirse de Omar? —indagó el de lentes con curiosidad.
Los músculos de Ulises se tensaron y apretó la tela de su saco con fuerza, su mirada se mantuvo fija en el asiento delantero y trató de no parpadear, para que no se le escaparan las lágrimas.
Habían sido días de incertidumbre, miedo, decepciones y mucho dolor.
Cuando habló con Alejandro Altamira, el día anterior, él le sugirió que indagara más sobre su propio hijo, pues era obvio que no lo conocía tan bien como Ulises imaginaba y por eso no estaba consciente de la situación que ocurría a su alrededor; esa fue la razón por la que al volver a la habitación dónde se había hospedado, para la ceremonia de boda entre Alejandro y Jair, tuvo una discusión con su esposo.
Jacobo no quería decirle nada, pero ante su insistencia, le contó todo lo que pudo y aun así, después de la dichosa boda, cuando volvieron a la habitación, Jacobo le contó mucho más de todo lo que Erick había sufrido, durante el matrimonio con Omar.
Ulises no imaginaba todo el dolor que Erick había cargado durante casi tres años; se sentía decepcionado, traicionado y por sobre todo, un completo estúpido, pues él realmente había creído que Omar amaba a Erick, aun y cuando el ojiazul había intentado suicidarse, pues Omar le había jurado que no volvería a lastimarlo de nuevo y él, le había creído.
El castaño estaba destrozado, pese a que trataba de mantenerse fuerte; le había solicitado el divorcio a su esposo la noche anterior y estuvo a punto de huir de ese hotel esa misma mañana, cuando se enteró de que Erick estaba en el hospital por culpa de su hijo. Tenía tanto encima que sentía que le faltarían fuerzas para ver a Omar, pues ya no sabía quién era su hijo en realidad, pero ante la noticia de que Omar iba a desaparecer después de ese día, se armó de todo el valor y el amor que aún le quedaba por su hijo para poder verlo, pues el día anterior había suplicado por esa oportunidad.
Ulises pasó la mano por su nariz y tomó un poco de aire— no lo sé —respondió y su labio inferior tembló—. Está ocupado con unos trámites y no sé si vendrá o no.
Marcel frunció el ceño; él estaba al tanto de los negocios de la familia Acosta, porque ahora trabajaba para Alejandro y sabía perfectamente que el padre de Erick estaba tomando posesión de todo lo que antes era de los Acosta, pero no sabía que ese día en específico, Jacobo tuviera que terminar unos trámites. Aun así, por orden de Alejandro, había dispuesto que si Jacobo Acosta quería despedirse de su hijo, lo llevaran antes de las tres de la tarde a verlo.
—Estamos llegando —la voz de Miguel, hizo que Marcel saliera de su ensimismamiento.
Debido a que Miguel no quería dejar solo a su prometido, decidió que lo acompañaría todo el día en su trabajo, como guardaespaldas también.
El vehículo se estacionó frente al edificio, el cual, también estaba siendo vigilado por trabajadores de la familia de Alejandro. Miguel descendió y abrió la puerta, ayudando primero a Marcel a descender y luego, ofreciéndole la mano a la madre de Omar.
Ulises no puso atención a su alrededor, por eso no se dio cuenta como un par de hombres vestidos de negro, que iban siguiéndolos en otro auto, se apresuraron a alcanzarlos y evitaron que agentes de la policía, lo escoltaran a la puerta del edificio.
Todos sabían que los agentes querían quedar bien, no solo ante la prensa, sino ante la familia De León, quienes solicitaron su apoyo para que la familia Acosta viera a su hijo en esas instalaciones, pero, tenían órdenes de no dejar a Ulises Acosta a solas, ya que no sabían si quería ayudar a su hijo a escapar o contactarlo con alguna otra persona.
Marcel sujetó del brazo a Ulises y lo acompaño en todo momento, temía que fuera a desmayarse porque lo miraba muy mal; Miguel y otro trabajador, los acompañaron, seguidos por otros dos a unos pasos. Ulises caminó lo más rápido que pudo, manteniendo la mirada en el piso; tenía un cúmulo de emociones y por momentos, sentía que le faltaba el aire, pero quería terminar con eso de inmediato.
Al entrar al edificio, un hombre con traje, se acercó a los recién llegados; Ulises ni siquiera le puso atención, se mantenía en silencio y con la mirada perdida.
—Buenos días —saludó cortés—, soy el Licenciado Pablo Venegas, Secretario de Seguridad Publica.
—Un placer —Marcel extendió la mano—, soy Marcel Sánchez.
—El placer es mío —sonrió el hombre con amabilidad.
Miguel lo miró molesto, pues esa sonrisa que le dedicó a su prometido, era claramente un coqueteo.
—El señor Ulises Acosta, viene a ver a su hijo —el de lentes hizo un ligero ademán con el rostro.
—Claro, lo esperábamos, acompáñeme por favor.
Con un ligero movimiento, el hombre, indicó el camino.
—Omar Acosta se encuentra en custodia preventiva —explicó rápidamente—. Debido a que se catalogó como alguien inestable, debemos mantenerlo aislado y esposado para limitar sus movimientos —comentó seriamente—, por favor, no se asuste si lo encuentra algo irritado.
—¿Se encuentra bien para recibir visitas? —Marcel estaba preocupado por Ulises y no quería que se llevara un impacto fuerte en caso de que Omar no estuviera “presentable”, pues Miguel le dijo que Julián lo había golpeado un poco.
—Sí, aunque se ha negado a hablar.
Marcel, Ulises y el licenciado, seguidos por Miguel y otros trabajadores de Alejandro, caminaron por un extenso pasillo, que los llevó hasta la zona de los detenidos; al fondo, en la parte más remota, estaba una puerta, que daba a una celda aislada, tipo oficina, donde se encontraba Omar.
—Adelante —dijo Pablo al abrir la puerta.
Ulises titubeó y sin pensar, apresó con algo de fuerza el brazo de Marcel, por lo que el de lentes se dio cuenta que estaba inquieto.
—¿Quiere que lo acompañe? —preguntó con amabilidad.
Ulises quiso decir que no era necesario, pero estaba tan cansado, que sentía que desfallecería si intentaba dar el paso, sin que el otro lo ayudara.
—Solo… solo para entrar.
Marcel le dedicó una mirada seria a Miguel y sin demorar, entró a la celda, acompañando al otro. Miguel y sus compañeros se quedaron en la puerta, pero se mantenían alerta, por si escuchaban algo raro, podrían actuar de inmediato.
Marcel entró y se dio cuenta que la habitación era grande, había una pared con un cristal, seguramente era dónde interrogaban a los detenidos y ahí, en una silla, esposado frente a la mesa, estaba Omar, cabizbajo y con algunas pequeñas banditas que le cubrían ligeras heridas en el rostro; en una muñeca y una rodilla, parecía traer unas férulas que se miraban por encima de la ropa que portaba, pero no se miraba nada mal de otro lugar .
El corazón de Ulises se estrujó al ver a su hijo en ese estado y las lágrimas volvieron a escapar de sus ojos.
—¿Omar? —dijo con voz quebrada, se soltó de Marcel y se acercó un poco—. ¿Omar? —insistió.
El castaño levantó el rostro y observó a su madre, pero se movió un poco, como si buscara a otra persona
—¡¿Dónde está Erick?! —preguntó de inmediato.
—¿Erick? —Ulises parpadeó confundido y limpió sus lágrimas.
—¡Sí! —Omar miró con furia a su madre—. Es mi esposo y ¡debería venir a verme!
—Omar… después de lo que le hiciste, ¿piensas que Erick vendrá a verte?
—¿De lo que le hice? —Omar levantó una ceja—. Yo no le he hecho nada, madre.
Ulises se sobresaltó al escuchar a su hijo; lo decía con tanta seguridad que parecía creerlo de verdad.
—Omar… Secuestraste a Erick, ¡lo lastimaste!
—¡Erick huyó conmigo! —la respiración de Omar se aceleró—. Erick y yo íbamos a irnos del país, pero ese sujeto, De León, nos detuvo, se llevó a Erick y ¡me golpeó! —acusó—. Además ¡él fue el que lastimó a Erick delante de mí!
—Omar… —Ulises negó—. ¿De qué hablas?
—Ese sujeto quiere alejarme de mi esposo, ¡porque me odia!
Pese a que estaba herido y se le dificultaba caminar, Omar intentó ponerse de pie e ir a la puerta, pero las esposas no le permitieron alejarse de la mesa; estaba tan furioso y ofuscado por la ira, que no le prestaba atención a sus heridas.
—¡¿Dónde está papá?! —buscó la mirada de su madre—. ¡Tiene que sacarme de aquí! ¡Necesito ir a buscar a Erick, antes de que los hombres de ese sujeto regresen!
—Omar — Ulises puso la mano en su pecho—, ¿acaso no lo entiendes? ¡Jacobo no puede ayudarte esta vez!
—¡Claro que sí! —Omar frunció el ceño—. Sé que están molestos por mi aventura con Jair, pero él ya se casó con Alejandro de León —sonrió—. Además, Jair y yo hicimos un trato, solo debes decirle a mi padre ¡que hable con él! —confesó.
Marcel puso atención en esas palabras, mientras Ulises negaba, contrariado.
—¿De qué hablas, Omar? —preguntó con voz débil su madre.
—Erick huiría conmigo, así Jair se casaría con el imbécil De León y luego, me daría las facilidades para irme del país, con Erick —señaló—. ¡Sé que se casaron! —gritó desesperado—. ¡Lo vi en las noticias!
El gesto y la sonrisa de Omar, hicieron temblar a su madre; le causaba escalofríos verlo de esa manera y escuchar las locuras e incoherencias que decía.
—Ahora puedo irme con Erick sin problema y…
El sonido de una bofetada se escuchó y Marcel se sobresaltó en su lugar, al lado de la puerta.
El golpe no fue fuerte, pero la acción fue lo que sorprendió a Omar, quien se quedó en silencio, un tanto sorprendido; su madre, que jamás lo había castigado, mucho menos levantado una mano, en ese momento lo había abofeteado.
Lentamente volvió el rostro hacia enfrente y miró con incredulidad a su progenitor.
—¿Por qué…?
—¡Reacciona de una vez, Omar! —gritó su madre con desespero—. ¡La boda de Jair y Alejandro fue falsa! —dijo de forma tajante—. Erick es la pareja de Alejandro de León y tú lo lastimaste, ¡¿qué crees que va a pasar contigo ahora?!
—No es cierto… —el rostro de Omar se contorsionó—. ¡No es cierto! ¡Erick es mío! —gritó y comenzó a forcejear con las esposas de sus manos, pese a que con el movimiento se quejaba porque casi todo el cuerpo le dolía.
—Omar, ¡detente!
Ulises no podía creer lo que estaba haciendo su hijo y trató de acercarse, pero el otro lo empujó con el codo y el brazo, haciendo que chocara con otra silla, logrando que cayera hacia atrás; sus piernas se lastimaron con las patas de la silla y además, su cadera se llevó un fuerte golpe, por lo que gritó. Marcel se apresuró a ayudar a Ulises, quien seguía en el suelo, observando con susto a Omar; su hijo seguía gritando que Erick le pertenecía y forcejeaba con las esposas.
—¡¿Están bien?! —la voz de Miguel se escuchó.
El pelinegro había escuchado los gritos y entró con el arma en la mano.
—Yo, sí —el de lentes asintió—, pero creo que el señor Acosta necesita ir al médico.
—¿Puede levantarse? —indagó el pelinegro.
Ulises asintió, pero sus piernas no le respondieron, por lo que Miguel hizo una seña y sus compañeros entraron, yendo directamente con Omar, para someterlo sobre la mesa, mientras él sujetaba en brazos a Ulises.
—Debemos irnos —dijo Marcel para la madre de Omar—. Está consciente de que es la última vez que lo verá, ¿cierto?
Ulises le dedico una mirada triste a Omar, quien gritaba improperios y trataba de sobreponerse a la fuerza de los hombres que lo tenían contra la mesa, sin ningún resultado; «ese no es mi hijo…» pensó y luego hundió el rostro en el pecho de Miguel.
Marcel asintió y abrió la puerta, para que su prometido pudiera sacar a Ulises en brazos; un par de agentes los siguieron, pero ellos no se detuvieron. Fueron directamente a la salida y al vehículo. El pelinegro dejó a Ulises en uno de los asientos traseros y fue a conducir; Marcel se sentó al lado de Ulises y de inmediato, el vehículo partió hacia el hospital, para que revisaran a Ulises.
Al ver llorar a Ulises, Marcel lo sujetó de la mano, pensando que le dolía el golpe.
—Lamento mucho lo que ocurrió… ¿le duele mucho?
—No es por el golpe —Ulises mordió su labio inferior—, es por lo que entendí hoy…
—¿Lo que entendió? —el de lentes frunció el ceño.
—Ese ya no era mi hijo —negó—. Desde hace mucho perdí a Omar y no me había dado cuenta… Pero por fin, ya no tengo una venda en mis ojos… —las lágrimas caían a raudales, empapando sus mejillas, realmente le dolía el darse cuenta de que Omar estaba mal y no físicamente.
Marcel suspiró, no sabía qué decirle al otro, solo podía sujetarlo de la mano y acompañarlo en silencio.
En el camino, el sonido del celular se escuchó, pero Miguel no pudo responder, así que cuando dejó de sonar, el celular de Marcel timbró.
—¿Sí? —escuchó a su interlocutor y suspiró—. Señor Espinoza, hubo un pequeño incidente con Omar Acosta, por lo que llevaremos al señor Ulises al médico —detalló—. Comprendo, entonces le marcaré al licenciado Venegas, para que mantenga en custodia a Omar otra hora más… Sí, no se preocupe.
Después de eso colgó.
—¿Otra hora? —Miguel miró a su prometido por el espejo retrovisor.
—Sí —el de lentes asintió.
—Esas no eran órdenes de Alejandro.
—No —Marcel negó—, son de su padre…
Miguel apretó el volante; debía haberlo imaginado, ya que Samuel Espinoza, era la mano derecha de Diego de León.
El sonido de la puerta se escuchó y Alejandro miró hacia el umbral; sus padres ingresaron, seguidos por algunos guardaespaldas, que llevaban ramos de lirios y otros regalos. El rubio soltó con cuidado, la mano de su pareja y se puso de pie, para recibirlos.
—Buenas tardes —susurró el castaño y sonrió—. Creí que estaría despierto.
—Está cansado, pero en un momento deben traer la comida y debo despertarlo.
Las manos del castaño se movieron y sujetaron las mejillas de su hijo— tú también te ves cansado…
—¿No has dormido bien, verdad? —secundó Diego con frialdad.
Alejandro forzó una sonrisa— dormí, pero no lo suficiente —aseguró y luego giró el rostro, para ver a los hombres que acompañaban a los recién llegados—. Pueden dejar las cosas en las mesas —señaló los muebles que había alrededor de la habitación y una que fungía casi como un pequeño desayunador.
Ale miró a su esposo y luego buscó el rostro de su hijo— tal vez debemos venir más tarde.
—No, está bien… —Alejandro caminó hasta la cama y se inclinó, besando los labios de Erick—. Conejo, despierta…
Los parpados temblaron antes de abrirse poco a poco y las pupilas azules se adecuaron a la luz con lentitud— hola… —saludó en un susurro.
—Tienes visita, Erick…
Alejandro se irguió y movió, para que el pelinegro pudiera observar a los recién llegados, mientras él presionaba un botón, para levantar la mitad de la cama.
—¡Buenas tardes! —el castaño caminó con seguridad hasta sentarse en la silla al lado de la cama, que momentos antes, su hijo había ocupado—. ¿Cómo te encuentras, Erick? —preguntó amable.
Erick parpadeó y su gesto mostró confusión, realmente no sabía quiénes eran esas personas, pero era seguro que el que se sentó, era Omega, no solo por sus feromonas de cereza que se percibían con claridad, sino por su delicadeza, lindura y especialmente por el cabello largo, además de sus ojos aceituna, que mostraban mucha dulzura.
—Erick, te presento a mi familia —señaló Alejandro con amabilidad—, Alejandro Altamira De León es mi madre y Diego de León, mi padre.
—¡Oh! —el pelinegro pasó saliva y se irguió en su lugar—. Disculpe… yo no…
—No te preocupes, cariño —Ale negó y lo sujetó de la mano con suavidad—. Sabemos que no es el lugar más adecuado para esta presentación, pero no es bueno esperar más…
—Así que tú eres el Destinado de Alex…
Diego se acercó y Erick sintió que empequeñecía al ver al hombre de barba, con unos ojos verdes, parecidos a los de su pareja, pero esa mirada, en vez de calmarlo, lo inquietaba. Alejandro se dio cuenta de inmediato de la actitud de Erick, así que desplegó sus feromonas para relajarlo, con lo cual, su padre sonrió divertido al darse cuenta de la reacción de ambos; para él era lógico que su hijo se preocupara de esa manera por el otro y si no lo hiciera, entonces no era el correcto.
—No te haré nada, muchacho.
A pesar de su barba, Erick notó la sonrisa del hombre y se relajó un poco.
—Vinimos a saludarte, porque estábamos ansiosos de conocerte —el castaño amplió su sonrisa y sus feromonas se percibieron con mayor claridad, algo que logró relajar a Erick también, pues las sentía muy dulces y cálidas—. Nuestro hijo ¡nos ha hablado mucho de ti!
—¿En serio? —Erick buscó con la mirada a su pareja.
—Toda la vida nos ha hablado de ti —Diego entornó los ojos—, pero hasta ahora que te tengo enfrente, puedo creer que eres real.
—Diego… —el castaño lo reprendió con la mirada y luego se giró a ver al ojiazul—. Te traje unos chocolates, espero que te gusten…
El castaño estuvo a punto de levantarse e ir por los chocolates, cuando Samuel se acercó, entregándole la cajita.
—Gracias —Ale los recibió y se los acercó a Erick—. Tienen un ligero toque de café —sonrió divertido.
—Ah… gracias…
Erick movió la mano para abrir la cajita, pero Alejandro lo detuvo— aun no has comido.
—Hijo, no seas tan estricto…
Su madre le dedicó una mirada y Alejandro suspiró, sabía que no podía negarse a esa petición muda.
—Está bien, solo uno.
—¿Cómo te encuentras? ¿Te sientes fuerte para salir del hospital? —preguntó Diego con seriedad.
Erick levantó el rostro de inmediato y su rostro mostró confusión.
—Faltan algunos exámenes —interrumpió Alejandro—, Erick no puede salir del hospital aun.
Diego miró de soslayo a su hijo— me imagino —sentenció—, pero sabes que no hay mucho tiempo.
—Quedan cinco días —el universitario miró a su padre de manera retadora—. Aún hay tiempo.
Erick movía el rostro, viendo a su pareja y padre, parecían discutir y podía percibir las feromonas de ambos un tanto alteradas.
—No deben presionar a Erick —Ale se puso de pie—, si tienen negocios que atender, ¡salgan! —dijo con seriedad, señalando la salida—. Recuerden que los negocios no se deben mezclar con lo personal y menos ¡en una situación como esta!
Ambos rubios soltaron el aire con resignación.
—Cómo digas, mi amor —Diego se inclinó y besó fugazmente los labios de su esposo, antes de dar media vuelta y caminar a la salida, dándole algunas ordenes, en susurros, a sus trabajadores.
Alejandro por su parte, se inclinó hasta Erick y le besó la frente— saldré a hablar con mi padre —anunció—, si necesitas cualquier cosa, dilo y mis trabajadores te lo traerán —sonrió—, si te sientes mal, solo llama a las enfermeras, ¿de acuerdo?
—Sí, está bien…
Después de un beso delicado en los labios de su pareja, el rubio se alejó siguiendo a su padre; Erick se dio cuenta de que, aunque fueron seguidos por algunos de sus trabajadores, otros hombres vestidos de negro se quedaron en la estancia, dos a cada lado de la puerta y otros dos cerca de las ventanas.
—Lamento que me hayas visto así —Ale se volvió a sentar—, pero a veces, ellos dos no consideran el lugar, ni el momento —sonrió.
Erick no supo que decir, solo sonrió débilmente y llevó un chocolate a su boca.
—Bueno, ahora que estamos solos… —el castaño se acercó más a la cama—. Cuéntame de ti, ¡tengo mucha curiosidad!
—Ah… Bueno… —Erick titubeó—. Pues, soy Omega —rio nervioso.
—Eso es notorio… —Ale suspiró—. Quiero disculparme por lo que mi hijo hizo hace quince años.
—¿Lo sabe? —el pelinegro lo miró con curiosidad.
—Bueno, sabíamos que Alex había marcado a un niño Omega —se alzó de hombros—, aunque su padre no lo creía, pero yo sé, que aunque mi hijo sufrió, seguramente tu sufriste mucho más, debido a tu condición.
Erick bajó la mirada— no fue culpa de Alex —negó— y realmente, ni yo estaba consciente de lo que había sucedido, hasta mucho después.
—¿Dónde te mordió? —la mirada aceitunada repasaba las manos con curiosidad.
—Aquí…
Erick movió la mano que tenía el suero y le mostró el dedo anular.
Ale sujetó la mano y la acercó el rostro, percibiendo las feromonas de su hijo— no hay duda —sentenció—, es la marca de mi Alex…
—Usted es… ¿dominante? —indagó el ojiazul con curiosidad, ya que creía que solo los dominantes podían percibir las feromonas de Alejandro en él, porque sus padres no podían.
—No —el castaño negó divertido—, pero como la madre de Alex, conozco muy bien sus feromonas —señaló divertido—, después de todo, tengo más de veintidós años criándolo y aunque no me agrade admitirlo, muchas veces fui afectado por sus feromonas inestables —se alzó de hombros—, lo único bueno fue que su padre siempre me ayudó a sobrellevar esa situación.
Erick sonrió débilmente— comprendo… —dijo en voz baja, pues ya había visto que tanto podía afectar Alex a los demás Alfas y Omegas—. Yo también estoy por cumplir veintidós años…
—Lo sé, el veinticinco de diciembre, ¿no es así? —Ale lo sujetó de la mano—. Por eso mi esposo e hijo están ansiosos de que llegue ese día.
—¿Por qué? —preguntó el pelinegro con curiosidad.
—Porque Alex dijo que en tu cumpleaños, ¡van a casarse! —sentenció el otro.
Los ojos de Erick se abrieron enormemente, antes de parpadear varias veces— ¿casarnos?
Ale observó esa reacción y frunció el ceño— ¿no te lo había dicho?
—No… —el ojiazul negó con lentitud—. Se supone que Alex prometió que mi divorcio sería para ese día… Nada más.
El castaño sonrió cansado y le dio palmaditas en la mano— Alejandro y su padre hacen muchas cosas por impulso —dijo divertido—, pero según sé, debido a que tu matrimonio anterior nunca se consumó, tu divorcio se solucionó de inmediato, ¿no es así?
Los músculos de Erick se tensaron.
—¿Qué ocurre? —la mirada aceitunada se fijó en el rostro del otro.
—Yo… —la garganta del pelinegro se sentía seca—. Es que… Lo que pasó…—sus ojos se humedecieron al recordar lo que Omar le había hecho—. Yo…
El delicado dedo índice de Ale se posó en los labios de Erick— no —negó—. Lo que pasó cuando te raptó tu ex pareja, no cuenta —sonrió amable—. Alejandro te marcó antes y ese hombre, de haber podido percibir sus feromonas en ti, jamás te habría tocado —sentenció—, por lo tanto, cualquier cosa que haya ocurrido, no significa nada para Alex, mucho menos para alguien más —ladeó el rostro y movió la mano limpiando las lágrimas que humedecían las mejillas del ojiazul—, así que tampoco para ti debería importar…
—Pero… —la voz de Erick se quebró—. Me duele…
El castaño se puso de pie y se sentó en la orilla de la cama, abrazando a Erick y pasando las manos por los hombros.
—Lo sé, cariño, lo sé… —dijo mientras liberaba sus feromonas con lentitud, tratando de calmar a Erick, que empezó a llorar desconsolado—. Pero esa mala experiencia, debe quedar en el pasado… —suspiró—. Sé que te tomará algo de tiempo superarlo, pero debes comprender que para Alex, no importa y jamás te culparía o te abandonaría por lo ocurrido —le acarició el cabello con delicadeza—. Por eso, Diego y yo, lo apoyamos para que apresure su boda contigo y te lleve a casa —explicó—, ya que él te quiere proteger y es la única manera en la que puede hacerlo.
Erick se abrazó a ese hombre que acababa de conocer y que a pesar de todo, le trataba con mayor cuidado y cariño que Noé; él jamás había podido sentir la calidez de su madre, pero lo podía experimentar por otros Omega y eso lo tranquilizaba también. Se sentía confortado, mucho más que cuando Ulises lo abrazaba y lo trataba como a un hijo también; se sentía identificado con las feromonas de la madre de Alejandro, quizá porque esa calidez le recordaba a su pareja también.
—No llores, cariño —prosiguió el castaño—. Deberías estar feliz de saber que pronto te casarás con mi hijo —movió la mano y levantó la cara de Erick para mirarlo a los ojos—, porque yo sé, que pese a que se mantiene serio por todo lo que ocurre, Alex está más que emocionado —le guiñó un ojo.
—Pero… —Erick pasó la mano por su nariz, limpiando la humedad—. No sé qué dirá mi padre…
El castaño rió levemente— tu deja que mi esposo e hijo, se encarguen del protocolo social —ladeó el rostro—, te aseguro que todo saldrá bien si ellos se hacen cargo.
Erick no conocía mucho a su futuro suegro, pero lo poco que conocía a Alejandro, sabía que si él se encargaba, todo estaría bien, por lo que se sintió un poco mejor.
—Gracias… —dijo sonriendo débilmente.
—¡Mucho mejor! —Ale pasó la mano por el brazo de su futuro yerno—. Ahora, sigamos conociéndonos —dijo divertido—. Tú me cuentas de ti y yo, te contaré de nuestra familia, ¿de acuerdo?
—Está bien…
—Buenas tardes —susurró el castaño y sonrió—. Creí que estaría despierto.
—Está cansado, pero en un momento deben traer la comida y debo despertarlo.
Las manos del castaño se movieron y sujetaron las mejillas de su hijo— tú también te ves cansado…
—¿No has dormido bien, verdad? —secundó Diego con frialdad.
Alejandro forzó una sonrisa— dormí, pero no lo suficiente —aseguró y luego giró el rostro, para ver a los hombres que acompañaban a los recién llegados—. Pueden dejar las cosas en las mesas —señaló los muebles que había alrededor de la habitación y una que fungía casi como un pequeño desayunador.
Ale miró a su esposo y luego buscó el rostro de su hijo— tal vez debemos venir más tarde.
—No, está bien… —Alejandro caminó hasta la cama y se inclinó, besando los labios de Erick—. Conejo, despierta…
Los parpados temblaron antes de abrirse poco a poco y las pupilas azules se adecuaron a la luz con lentitud— hola… —saludó en un susurro.
—Tienes visita, Erick…
Alejandro se irguió y movió, para que el pelinegro pudiera observar a los recién llegados, mientras él presionaba un botón, para levantar la mitad de la cama.
—¡Buenas tardes! —el castaño caminó con seguridad hasta sentarse en la silla al lado de la cama, que momentos antes, su hijo había ocupado—. ¿Cómo te encuentras, Erick? —preguntó amable.
Erick parpadeó y su gesto mostró confusión, realmente no sabía quiénes eran esas personas, pero era seguro que el que se sentó, era Omega, no solo por sus feromonas de cereza que se percibían con claridad, sino por su delicadeza, lindura y especialmente por el cabello largo, además de sus ojos aceituna, que mostraban mucha dulzura.
—Erick, te presento a mi familia —señaló Alejandro con amabilidad—, Alejandro Altamira De León es mi madre y Diego de León, mi padre.
—¡Oh! —el pelinegro pasó saliva y se irguió en su lugar—. Disculpe… yo no…
—No te preocupes, cariño —Ale negó y lo sujetó de la mano con suavidad—. Sabemos que no es el lugar más adecuado para esta presentación, pero no es bueno esperar más…
—Así que tú eres el Destinado de Alex…
Diego se acercó y Erick sintió que empequeñecía al ver al hombre de barba, con unos ojos verdes, parecidos a los de su pareja, pero esa mirada, en vez de calmarlo, lo inquietaba. Alejandro se dio cuenta de inmediato de la actitud de Erick, así que desplegó sus feromonas para relajarlo, con lo cual, su padre sonrió divertido al darse cuenta de la reacción de ambos; para él era lógico que su hijo se preocupara de esa manera por el otro y si no lo hiciera, entonces no era el correcto.
—No te haré nada, muchacho.
A pesar de su barba, Erick notó la sonrisa del hombre y se relajó un poco.
—Vinimos a saludarte, porque estábamos ansiosos de conocerte —el castaño amplió su sonrisa y sus feromonas se percibieron con mayor claridad, algo que logró relajar a Erick también, pues las sentía muy dulces y cálidas—. Nuestro hijo ¡nos ha hablado mucho de ti!
—¿En serio? —Erick buscó con la mirada a su pareja.
—Toda la vida nos ha hablado de ti —Diego entornó los ojos—, pero hasta ahora que te tengo enfrente, puedo creer que eres real.
—Diego… —el castaño lo reprendió con la mirada y luego se giró a ver al ojiazul—. Te traje unos chocolates, espero que te gusten…
El castaño estuvo a punto de levantarse e ir por los chocolates, cuando Samuel se acercó, entregándole la cajita.
—Gracias —Ale los recibió y se los acercó a Erick—. Tienen un ligero toque de café —sonrió divertido.
—Ah… gracias…
Erick movió la mano para abrir la cajita, pero Alejandro lo detuvo— aun no has comido.
—Hijo, no seas tan estricto…
Su madre le dedicó una mirada y Alejandro suspiró, sabía que no podía negarse a esa petición muda.
—Está bien, solo uno.
—¿Cómo te encuentras? ¿Te sientes fuerte para salir del hospital? —preguntó Diego con seriedad.
Erick levantó el rostro de inmediato y su rostro mostró confusión.
—Faltan algunos exámenes —interrumpió Alejandro—, Erick no puede salir del hospital aun.
Diego miró de soslayo a su hijo— me imagino —sentenció—, pero sabes que no hay mucho tiempo.
—Quedan cinco días —el universitario miró a su padre de manera retadora—. Aún hay tiempo.
Erick movía el rostro, viendo a su pareja y padre, parecían discutir y podía percibir las feromonas de ambos un tanto alteradas.
—No deben presionar a Erick —Ale se puso de pie—, si tienen negocios que atender, ¡salgan! —dijo con seriedad, señalando la salida—. Recuerden que los negocios no se deben mezclar con lo personal y menos ¡en una situación como esta!
Ambos rubios soltaron el aire con resignación.
—Cómo digas, mi amor —Diego se inclinó y besó fugazmente los labios de su esposo, antes de dar media vuelta y caminar a la salida, dándole algunas ordenes, en susurros, a sus trabajadores.
Alejandro por su parte, se inclinó hasta Erick y le besó la frente— saldré a hablar con mi padre —anunció—, si necesitas cualquier cosa, dilo y mis trabajadores te lo traerán —sonrió—, si te sientes mal, solo llama a las enfermeras, ¿de acuerdo?
—Sí, está bien…
Después de un beso delicado en los labios de su pareja, el rubio se alejó siguiendo a su padre; Erick se dio cuenta de que, aunque fueron seguidos por algunos de sus trabajadores, otros hombres vestidos de negro se quedaron en la estancia, dos a cada lado de la puerta y otros dos cerca de las ventanas.
—Lamento que me hayas visto así —Ale se volvió a sentar—, pero a veces, ellos dos no consideran el lugar, ni el momento —sonrió.
Erick no supo que decir, solo sonrió débilmente y llevó un chocolate a su boca.
—Bueno, ahora que estamos solos… —el castaño se acercó más a la cama—. Cuéntame de ti, ¡tengo mucha curiosidad!
—Ah… Bueno… —Erick titubeó—. Pues, soy Omega —rio nervioso.
—Eso es notorio… —Ale suspiró—. Quiero disculparme por lo que mi hijo hizo hace quince años.
—¿Lo sabe? —el pelinegro lo miró con curiosidad.
—Bueno, sabíamos que Alex había marcado a un niño Omega —se alzó de hombros—, aunque su padre no lo creía, pero yo sé, que aunque mi hijo sufrió, seguramente tu sufriste mucho más, debido a tu condición.
Erick bajó la mirada— no fue culpa de Alex —negó— y realmente, ni yo estaba consciente de lo que había sucedido, hasta mucho después.
—¿Dónde te mordió? —la mirada aceitunada repasaba las manos con curiosidad.
—Aquí…
Erick movió la mano que tenía el suero y le mostró el dedo anular.
Ale sujetó la mano y la acercó el rostro, percibiendo las feromonas de su hijo— no hay duda —sentenció—, es la marca de mi Alex…
—Usted es… ¿dominante? —indagó el ojiazul con curiosidad, ya que creía que solo los dominantes podían percibir las feromonas de Alejandro en él, porque sus padres no podían.
—No —el castaño negó divertido—, pero como la madre de Alex, conozco muy bien sus feromonas —señaló divertido—, después de todo, tengo más de veintidós años criándolo y aunque no me agrade admitirlo, muchas veces fui afectado por sus feromonas inestables —se alzó de hombros—, lo único bueno fue que su padre siempre me ayudó a sobrellevar esa situación.
Erick sonrió débilmente— comprendo… —dijo en voz baja, pues ya había visto que tanto podía afectar Alex a los demás Alfas y Omegas—. Yo también estoy por cumplir veintidós años…
—Lo sé, el veinticinco de diciembre, ¿no es así? —Ale lo sujetó de la mano—. Por eso mi esposo e hijo están ansiosos de que llegue ese día.
—¿Por qué? —preguntó el pelinegro con curiosidad.
—Porque Alex dijo que en tu cumpleaños, ¡van a casarse! —sentenció el otro.
Los ojos de Erick se abrieron enormemente, antes de parpadear varias veces— ¿casarnos?
Ale observó esa reacción y frunció el ceño— ¿no te lo había dicho?
—No… —el ojiazul negó con lentitud—. Se supone que Alex prometió que mi divorcio sería para ese día… Nada más.
El castaño sonrió cansado y le dio palmaditas en la mano— Alejandro y su padre hacen muchas cosas por impulso —dijo divertido—, pero según sé, debido a que tu matrimonio anterior nunca se consumó, tu divorcio se solucionó de inmediato, ¿no es así?
Los músculos de Erick se tensaron.
—¿Qué ocurre? —la mirada aceitunada se fijó en el rostro del otro.
—Yo… —la garganta del pelinegro se sentía seca—. Es que… Lo que pasó…—sus ojos se humedecieron al recordar lo que Omar le había hecho—. Yo…
El delicado dedo índice de Ale se posó en los labios de Erick— no —negó—. Lo que pasó cuando te raptó tu ex pareja, no cuenta —sonrió amable—. Alejandro te marcó antes y ese hombre, de haber podido percibir sus feromonas en ti, jamás te habría tocado —sentenció—, por lo tanto, cualquier cosa que haya ocurrido, no significa nada para Alex, mucho menos para alguien más —ladeó el rostro y movió la mano limpiando las lágrimas que humedecían las mejillas del ojiazul—, así que tampoco para ti debería importar…
—Pero… —la voz de Erick se quebró—. Me duele…
El castaño se puso de pie y se sentó en la orilla de la cama, abrazando a Erick y pasando las manos por los hombros.
—Lo sé, cariño, lo sé… —dijo mientras liberaba sus feromonas con lentitud, tratando de calmar a Erick, que empezó a llorar desconsolado—. Pero esa mala experiencia, debe quedar en el pasado… —suspiró—. Sé que te tomará algo de tiempo superarlo, pero debes comprender que para Alex, no importa y jamás te culparía o te abandonaría por lo ocurrido —le acarició el cabello con delicadeza—. Por eso, Diego y yo, lo apoyamos para que apresure su boda contigo y te lleve a casa —explicó—, ya que él te quiere proteger y es la única manera en la que puede hacerlo.
Erick se abrazó a ese hombre que acababa de conocer y que a pesar de todo, le trataba con mayor cuidado y cariño que Noé; él jamás había podido sentir la calidez de su madre, pero lo podía experimentar por otros Omega y eso lo tranquilizaba también. Se sentía confortado, mucho más que cuando Ulises lo abrazaba y lo trataba como a un hijo también; se sentía identificado con las feromonas de la madre de Alejandro, quizá porque esa calidez le recordaba a su pareja también.
—No llores, cariño —prosiguió el castaño—. Deberías estar feliz de saber que pronto te casarás con mi hijo —movió la mano y levantó la cara de Erick para mirarlo a los ojos—, porque yo sé, que pese a que se mantiene serio por todo lo que ocurre, Alex está más que emocionado —le guiñó un ojo.
—Pero… —Erick pasó la mano por su nariz, limpiando la humedad—. No sé qué dirá mi padre…
El castaño rió levemente— tu deja que mi esposo e hijo, se encarguen del protocolo social —ladeó el rostro—, te aseguro que todo saldrá bien si ellos se hacen cargo.
Erick no conocía mucho a su futuro suegro, pero lo poco que conocía a Alejandro, sabía que si él se encargaba, todo estaría bien, por lo que se sintió un poco mejor.
—Gracias… —dijo sonriendo débilmente.
—¡Mucho mejor! —Ale pasó la mano por el brazo de su futuro yerno—. Ahora, sigamos conociéndonos —dijo divertido—. Tú me cuentas de ti y yo, te contaré de nuestra familia, ¿de acuerdo?
—Está bien…
Alejandro estaba en el pasillo, hablando con su padre, mientras varios de sus trabajadores se mantenían a una distancia prudente para cuidarlos y vigilar alrededor.
—Debiste preguntarme primero —gruñó el universitario.
—No tenía tiempo de discutirlo contigo —sentenció el de barba, viendo por un ventanal—. Además, a ti también te conviene —lo miró de soslayo.
Alejandro apretó los puños; su padre tenía razón, pero hubiera querido saberlo antes de que él ordenara que Omar Acosta estuviera una hora más de lo previsto en custodia de la policía.
—De acuerdo —dijo entre dientes—. De todas maneras, pospondré mi entrevista con Omar Acosta, hasta mañana.
—No tienes que posponerlo hasta mañana —Diego negó—, solo retrasarla.
—No, ya había pensado posponerla de todas maneras, solo iba a ordenar que le den un trato especial…
—¿Y por qué la pospondrías? —el de barba frunció el ceño.
—Hace rato me habló el padre de Erick —señalo el universitario—, según él, vendrá a verlo antes de que acabe la hora de visita, así que prefiero estar presente para cuando venga, ya que seguramente traerá a su esposo y no creo que ese sujeto aprecie a mi pareja de verdad.
—Alonso Salazar —Diego pasó la mano por su barba—, debemos tener cuidado con él —miró de soslayo a su hijo—, si lo dejamos al frente de esta ciudad, podríamos arrepentirnos después.
—Lo sé —Alejandro asintió—. El piensa que al casarme con Erick, él tendrá el control total de este estado y por el momento, me conviene que lo siga creyendo…
—Sabiendo cómo es, seguro intentará usar cualquier método para conseguir su cometido —el de barba entrecerró los ojos.
—No importa —Alejandro sonrió confiado—, aún tengo mi As bajo la manga.
Diego sonrió. Sabía bien a lo que su hijo se refería, pues le había dicho que Erick era Dominante y que sus padres no lo sabían; con esa información, cuando se casara e hiciera pública dicha situación, podría prescindir de la familia Salazar por completo.
—Señor, joven… —Samuel se acercó a ambos—. Julián llegó, acompañando al hermano del joven Salazar y otras personas —dijo con seriedad.
Alejandro giró el rostro para constatar lo que supuso; su amigo llegó con Agustín y reconoció a las mujeres, como la abuela del pelinegro y sus asistentes, todo por lo que el otro le había comentado y las fotos que le había mostrado de su investigación, ya que el día anterior no habían ido a la ceremonia.
—Es la abuela del hermano de Erick —dijo para su padre.
—Bueno, vayamos a saludar —sentenció Diego, pues el día anterior, solo se presentó ante Agustín de una forma rápida.
Ambos rubios caminaron hacia los visitantes, que estaban en la recepción. Julián se puso sumamente serio al ver al padre de Alejandro y Agustín lo reconoció, porque lo había visto el día anterior en la recepción falsa, por lo que supo el motivo de la reacción de su pareja, ya que realmente no eran familia y él trabajaba para ellos.
—Buenas tardes —saludó Alejandro.
—Hola —saludó Agustín—, mi abuela y mis compañeras, vienen a ver a mi hermano, conmigo —dijo con rapidez.
—Un placer, soy Alejandro de León —el rubio se acercó a la silla de ruedas, donde la canosa estaba y le extendió la mano, para saludarla—, prometido de Erick.
—Sí, te vi en las noticias —sonrió la mujer—. Yo soy Reina López, abuela de Guti.
—Un placer, señora —el ojiverde sonrió—, Julián me ha contado mucho de usted.
—Espero que cosas buenas —rió.
—Sí, solo cosas buenas —asintió el universitario—. Le presento a mi padre.
—Un placer —el de barba se acercó—, soy Diego de León —extendió la mano—. Ayer conocí a su nieto, pero no tuvimos tiempo de charlar.
Reina observaba a ambos rubios, especialmente al mayor, tratando de encontrar un parecido con Julián, pero al no dar con el mismo, supuso que tal vez el parentesco era por la madre del universitario.
—Sí, Guti me dijo que fue una noche muy ajetreada…
Agustín desvió la mirada; le había tenido que ocultar muchas cosas a su abuela, especialmente que había golpeado, junto con Marcel, al sujeto que ayudó a Omar a lastimar a su hermano.
—Ellas son Karla Mujica, mi enfermera particular —señaló a la joven que estaba tras su silla— y Yuri Olvera, la asistente de mi Guti.
Las chicas hicieron una ligera reverencia y Diego las escudriñó con la mirada antes de mirar de soslayo a su hijo; Alejandro asintió y con ese pequeño gesto, su padre entendió que eran chicas de confianza.
—Un placer —sonrió el hombre.
—¿Cómo está Erick? —preguntó Agustín con rapidez, mirando fijamente a Alejandro.
—Está mucho mejor —Alejandro metió las manos en los bolsillos de su pantalón—, está despierto, así que pueden pasar a verlo.
—Queríamos traer algunos obsequios —Reina suspiró—, pero no sabíamos sí permitirían que los dejáramos en la recamara o si Erick volverá a su casa hoy mismo.
—No se preocupe, puede traer lo que desee —sonrió Alejandro—. Erick se quedará aquí, por lo menos un día más.
—¿Por qué? —Agustín lo miró con un dejo de angustia.
—Los médicos dicen que está bien, pero quieren descartar cualquier secuela, por mínima que sea, así que necesitan hacerle más estudios —explicó el rubio.
Agustín lo observó con seriedad; quería creer que el otro no le mentiría, pero debido a su preocupación, sus feromonas de canela se hicieron presentes de inmediato.
—Guti —Julián lo sujetó del brazo—, es mejor que entres a ver a tu hermano —dijo con voz suave—, así puedes constatar que está bien.
El pelinegro suspiró y asintió— de acuerdo —dijo con rapidez—, vamos a ver a Erick…
Caminó y se puso detrás de la silla de ruedas de su abuela y él mismo la empujó, seguido por Karla y Yuri.
—Adelántate, debo cruzar palabras con Alex —señaló Julián con rapidez.
Agustín asintió y de inmediato, se dirigió con sus acompañantes a la puerta de la habitación, donde estaban los hombres vestidos de negro, cuidando el acceso. Cuando se perdieron tras la puerta, Julián se puso serio.
—Miguel me dijo de los cambios de planes —habló en voz baja.
—Sí —su amigo asintió—, mi padre dio la orden.
—¿Puedo preguntar, por qué, señor? —los ojos castaños buscaron el rostro de Diego.
—Jacobo Acosta y yo, llegamos a un acuerdo —el de barba se alzó de hombros—, pero debido a nuestra platica y algunos preparativos para llevar a cabo nuestros negocios, él no podía ir a despedirse de su hijo antes de las tres.
—Entiendo… —Julián rechinó los dientes.
Él aun quería desquitarse de Omar por lo que le había hecho a Agustín, pues aunque lo había golpeado, no se sentía satisfecho.
—No te preocupes —Alejandro le palmeó el hombro—, esta noche, puedes ir a desquitarte, ya que yo lo veré hasta mañana.
Esas palabras hicieron sonreír tenuemente a su amigo— ¿de verdad?
—Sí, hoy no podré apartarme de Erick.
—Debiste preguntarme primero —gruñó el universitario.
—No tenía tiempo de discutirlo contigo —sentenció el de barba, viendo por un ventanal—. Además, a ti también te conviene —lo miró de soslayo.
Alejandro apretó los puños; su padre tenía razón, pero hubiera querido saberlo antes de que él ordenara que Omar Acosta estuviera una hora más de lo previsto en custodia de la policía.
—De acuerdo —dijo entre dientes—. De todas maneras, pospondré mi entrevista con Omar Acosta, hasta mañana.
—No tienes que posponerlo hasta mañana —Diego negó—, solo retrasarla.
—No, ya había pensado posponerla de todas maneras, solo iba a ordenar que le den un trato especial…
—¿Y por qué la pospondrías? —el de barba frunció el ceño.
—Hace rato me habló el padre de Erick —señalo el universitario—, según él, vendrá a verlo antes de que acabe la hora de visita, así que prefiero estar presente para cuando venga, ya que seguramente traerá a su esposo y no creo que ese sujeto aprecie a mi pareja de verdad.
—Alonso Salazar —Diego pasó la mano por su barba—, debemos tener cuidado con él —miró de soslayo a su hijo—, si lo dejamos al frente de esta ciudad, podríamos arrepentirnos después.
—Lo sé —Alejandro asintió—. El piensa que al casarme con Erick, él tendrá el control total de este estado y por el momento, me conviene que lo siga creyendo…
—Sabiendo cómo es, seguro intentará usar cualquier método para conseguir su cometido —el de barba entrecerró los ojos.
—No importa —Alejandro sonrió confiado—, aún tengo mi As bajo la manga.
Diego sonrió. Sabía bien a lo que su hijo se refería, pues le había dicho que Erick era Dominante y que sus padres no lo sabían; con esa información, cuando se casara e hiciera pública dicha situación, podría prescindir de la familia Salazar por completo.
—Señor, joven… —Samuel se acercó a ambos—. Julián llegó, acompañando al hermano del joven Salazar y otras personas —dijo con seriedad.
Alejandro giró el rostro para constatar lo que supuso; su amigo llegó con Agustín y reconoció a las mujeres, como la abuela del pelinegro y sus asistentes, todo por lo que el otro le había comentado y las fotos que le había mostrado de su investigación, ya que el día anterior no habían ido a la ceremonia.
—Es la abuela del hermano de Erick —dijo para su padre.
—Bueno, vayamos a saludar —sentenció Diego, pues el día anterior, solo se presentó ante Agustín de una forma rápida.
Ambos rubios caminaron hacia los visitantes, que estaban en la recepción. Julián se puso sumamente serio al ver al padre de Alejandro y Agustín lo reconoció, porque lo había visto el día anterior en la recepción falsa, por lo que supo el motivo de la reacción de su pareja, ya que realmente no eran familia y él trabajaba para ellos.
—Buenas tardes —saludó Alejandro.
—Hola —saludó Agustín—, mi abuela y mis compañeras, vienen a ver a mi hermano, conmigo —dijo con rapidez.
—Un placer, soy Alejandro de León —el rubio se acercó a la silla de ruedas, donde la canosa estaba y le extendió la mano, para saludarla—, prometido de Erick.
—Sí, te vi en las noticias —sonrió la mujer—. Yo soy Reina López, abuela de Guti.
—Un placer, señora —el ojiverde sonrió—, Julián me ha contado mucho de usted.
—Espero que cosas buenas —rió.
—Sí, solo cosas buenas —asintió el universitario—. Le presento a mi padre.
—Un placer —el de barba se acercó—, soy Diego de León —extendió la mano—. Ayer conocí a su nieto, pero no tuvimos tiempo de charlar.
Reina observaba a ambos rubios, especialmente al mayor, tratando de encontrar un parecido con Julián, pero al no dar con el mismo, supuso que tal vez el parentesco era por la madre del universitario.
—Sí, Guti me dijo que fue una noche muy ajetreada…
Agustín desvió la mirada; le había tenido que ocultar muchas cosas a su abuela, especialmente que había golpeado, junto con Marcel, al sujeto que ayudó a Omar a lastimar a su hermano.
—Ellas son Karla Mujica, mi enfermera particular —señaló a la joven que estaba tras su silla— y Yuri Olvera, la asistente de mi Guti.
Las chicas hicieron una ligera reverencia y Diego las escudriñó con la mirada antes de mirar de soslayo a su hijo; Alejandro asintió y con ese pequeño gesto, su padre entendió que eran chicas de confianza.
—Un placer —sonrió el hombre.
—¿Cómo está Erick? —preguntó Agustín con rapidez, mirando fijamente a Alejandro.
—Está mucho mejor —Alejandro metió las manos en los bolsillos de su pantalón—, está despierto, así que pueden pasar a verlo.
—Queríamos traer algunos obsequios —Reina suspiró—, pero no sabíamos sí permitirían que los dejáramos en la recamara o si Erick volverá a su casa hoy mismo.
—No se preocupe, puede traer lo que desee —sonrió Alejandro—. Erick se quedará aquí, por lo menos un día más.
—¿Por qué? —Agustín lo miró con un dejo de angustia.
—Los médicos dicen que está bien, pero quieren descartar cualquier secuela, por mínima que sea, así que necesitan hacerle más estudios —explicó el rubio.
Agustín lo observó con seriedad; quería creer que el otro no le mentiría, pero debido a su preocupación, sus feromonas de canela se hicieron presentes de inmediato.
—Guti —Julián lo sujetó del brazo—, es mejor que entres a ver a tu hermano —dijo con voz suave—, así puedes constatar que está bien.
El pelinegro suspiró y asintió— de acuerdo —dijo con rapidez—, vamos a ver a Erick…
Caminó y se puso detrás de la silla de ruedas de su abuela y él mismo la empujó, seguido por Karla y Yuri.
—Adelántate, debo cruzar palabras con Alex —señaló Julián con rapidez.
Agustín asintió y de inmediato, se dirigió con sus acompañantes a la puerta de la habitación, donde estaban los hombres vestidos de negro, cuidando el acceso. Cuando se perdieron tras la puerta, Julián se puso serio.
—Miguel me dijo de los cambios de planes —habló en voz baja.
—Sí —su amigo asintió—, mi padre dio la orden.
—¿Puedo preguntar, por qué, señor? —los ojos castaños buscaron el rostro de Diego.
—Jacobo Acosta y yo, llegamos a un acuerdo —el de barba se alzó de hombros—, pero debido a nuestra platica y algunos preparativos para llevar a cabo nuestros negocios, él no podía ir a despedirse de su hijo antes de las tres.
—Entiendo… —Julián rechinó los dientes.
Él aun quería desquitarse de Omar por lo que le había hecho a Agustín, pues aunque lo había golpeado, no se sentía satisfecho.
—No te preocupes —Alejandro le palmeó el hombro—, esta noche, puedes ir a desquitarte, ya que yo lo veré hasta mañana.
Esas palabras hicieron sonreír tenuemente a su amigo— ¿de verdad?
—Sí, hoy no podré apartarme de Erick.
Durante la tarde, las visitas a Erick fueron aumentando, ya que Agustín y su abuela se quedaron varias horas; Reina platicó durante un largo rato con Ale y Agustín con Erick, así que al llegar la comida para el ojiazul, también les llevaron a ellos, para que acompañaran al paciente.
Poco después de la comida, Marcel se presentó, acompañado de su madre; había tardado porque después de llevar al médico a Ulises, lo dejó en una habitación del hotel, más no le dijo nada a Erick para no preocuparlo. Liam de inmediato entabló plática con la madre de Alejandro y la abuela de Agustín, a quien conocía desde antes y permitió que su hijo platicara a sus anchas con sus amigos.
También llegaron Luis, Daniel e Iván, pero el ajetreo en la habitación se volvió un poco más fuerte cuando los amigos de Alejandro se presentaron, a la par que la familia Esquivel, que también estaban preocupados por Erick; la madre de Alejandro se divertía con todo el alboroto, pues le parecía que esa habitación tenía mucha vida, a diferencia de su hogar, dónde su hijo no recibía tantas amistades a la vez.
Poco después de las cinco de la tarde, todos se retiraron, a excepción de los padres de Alejandro y el rubio, quienes se quedaron un poco más, platicando con Erick sobre su próxima boda; Marcel le había dado novedades a Erick sobre ese evento y le había llamado a Gibrán para que este le explicara por teléfono, lo que tenía pensado para su traje de bodas, pues hasta el día siguiente lo podría visitar.
—Ya oscureció —Diego fijó la mirada en el ventanal, ya eran casi las siete de la noche.
—Y parece que nevará —su esposo lo secundó, sin entender que las palabras dichas con anterioridad, eran para su hijo.
—Sí, es tarde —Alejandro se puso serio, entendía que el tiempo de visita estaba por acabar y el padre de Erick no se había presentado—, se acerca la hora de descansar.
—Pero, ¡Erick no puede quedarse solo! —el castaño se asustó.
—Yo me quedaré esta noche con él, madre, no te preocupes.
—Mi amor… —Ale se puso de pie—. Tú también necesitas descansar —le acarició la mejilla—, si quieres, me quedo yo esta noche, además, soy un Omega cómo él y es mejor que yo me quede a cuidarlo.
Erick se sorprendió por esas palabras— ¡oh, no! No se preocupe, ya he pasado otras noches a solas…
—Una persona en tu estado, no puede pasar la noche a solas —sentenció el castaño con seriedad, pues no permitiría que el otro se quedara sin un acompañante.
—Está bien, madre, yo me quedaré con Erick —el rubio besó las manos de su madre—, además, estoy esperando noticias de sus médicos y que programen sus revisiones de mañana.
—Pero…
—Ale, no te preocupes —Diego se puso de pie y abrazó a su esposo—. Es mejor que Alex se quede con su prometido, en estas circunstancias, es la mejor persona para que lo proteja…
El castaño se mordió el labio; sabía que su esposo tenía razón, pues estaba plenamente consciente del riesgo que aun corrían en esa ciudad, ya que su familia no tenía control completo y si ocurría cualquier eventualidad, solo su hijo sabría cómo reaccionar.
—Bien —dijo con un dejo de preocupación en su mirada aceitunada—. Pero mañana vendré temprano a relevarte, para que puedas ir a descansar.
El universitario sonrió— de acuerdo, te esperaremos para desayunar —le guiñó un ojo.
—Será mejor irnos —Diego sujetó el abrigo de su esposo y se lo colocó con cuidado.
El castaño se acercó a Erick y se inclinó a besarle la mejilla— mañana vendré temprano, cariño, descansa.
—Sí, gracias, señor…
—¡¿Señor?! —el castaño puso la mano en su pecho y habló con tinte ofendido—. ¿No merezco ser llamado “mamá”? —preguntó poniendo un gesto triste.
Erick se sobresaltó— ¡por supuesto! —asintió—. Es solo que… No sabía si… Le molestaría.
—En lo absoluto, querido, ¡tú puedes llamarme ‘Mamá Ale’!
El ojiazul sintió que sus mejillas ardían— gracias… Mamá Ale —dijo en un murmullo, sintiéndose avergonzado.
—¡Qué lindo! —Ale sonrió emocionado, nunca creyó tener la oportunidad de que la pareja de su hijo le dijera de esa forma, ya que el universitario decía que jamás tendría una verdadera relación—. Aunque creo que tardarás un tiempo en decirlo sin cohibirte, pero seré paciente.
—Vamos, amor —Diego suspiró—. Debemos dejar descansar a nuestro yerno.
—Gracias… ah… —Erick sintió un nudo en la garganta, no podía decirle papá al padre de su pareja.
—No tienes que presionarte —el de barba negó—, aun no soy tu papá político, así que puedes tomarlo con calma y decirme señor, mientras te acostumbras.
El ojiazul soltó el aire más tranquilo— gracias, señor.
—Los acompaño a la salida, vuelvo en un momento.
Alejandro besó la sien de su pareja y acompañó a sus padres hasta el pasillo. La mirada verde de Diego se posó en su hijo con frialdad, antes de irse y el universitario sabía el motivo de la misma. Cuando sus padres se perdieron tras la puerta del elevador, Alejandro se acercó a sus trabajadores.
—La hora de visita terminó —sentenció—. Sin importar quien venga, no dejen pasar a nadie de la recepción, ¿entendido?
—Cómo diga, joven.
El rubio estaba furioso, no sabía si realmente los padres de Erick se iban a presentar o no, pero él no tenía ganas de soportarlos en ese momento y tampoco quería que molestaran a su prometido.
Regresó con paso rápido a la habitación y se sentó en la orilla de la cama, abrazando al ojiazul.
—¿Cómo te sientes, Conejo? —preguntó, sonriendo para animar al otro.
—No lo sé —negó—. Tus padres son muy amables conmigo, pese a que apenas me conocen y después de todo lo que me dijeron mis amigos y mi hermano, sobre los preparativos para nuestra boda apresurada —dijo con una dulce sonrisa en sus labios—. Me siento… ¡Emocionado!
—Me alegra… —el ojiverde le besó la oscura cabellera—. Espero que no te moleste que sea tan pronto.
—No —Erick negó—. Ya me dijo tu mamá, que a veces eres muy impulsivo, así que entiendo tu desespero por casarnos pronto —se burló.
Alejandro lo abrazó con delicadeza— no es solo por eso, mi amor —negó—, es porque quiero tener todo el derecho de hacer lo necesario para protegerte.
Erick aspiró el perfume natural del otro y sonrió, sintiéndose relajado.
Debía admitir que al principio, le había asustado la idea de casarse tan pronto, especialmente por lo que había ocurrido, pero al platicar con la madre de Alejandro, entendió que, aunque aún le dolía recordar lo ocurrido, por lo reciente de la situación, era algo que no cambiaba lo que él sentía por su pareja y viceversa, por lo que era lo único que debía importar para ser feliz.
—Gracias, Alex…
Poco después de la comida, Marcel se presentó, acompañado de su madre; había tardado porque después de llevar al médico a Ulises, lo dejó en una habitación del hotel, más no le dijo nada a Erick para no preocuparlo. Liam de inmediato entabló plática con la madre de Alejandro y la abuela de Agustín, a quien conocía desde antes y permitió que su hijo platicara a sus anchas con sus amigos.
También llegaron Luis, Daniel e Iván, pero el ajetreo en la habitación se volvió un poco más fuerte cuando los amigos de Alejandro se presentaron, a la par que la familia Esquivel, que también estaban preocupados por Erick; la madre de Alejandro se divertía con todo el alboroto, pues le parecía que esa habitación tenía mucha vida, a diferencia de su hogar, dónde su hijo no recibía tantas amistades a la vez.
Poco después de las cinco de la tarde, todos se retiraron, a excepción de los padres de Alejandro y el rubio, quienes se quedaron un poco más, platicando con Erick sobre su próxima boda; Marcel le había dado novedades a Erick sobre ese evento y le había llamado a Gibrán para que este le explicara por teléfono, lo que tenía pensado para su traje de bodas, pues hasta el día siguiente lo podría visitar.
—Ya oscureció —Diego fijó la mirada en el ventanal, ya eran casi las siete de la noche.
—Y parece que nevará —su esposo lo secundó, sin entender que las palabras dichas con anterioridad, eran para su hijo.
—Sí, es tarde —Alejandro se puso serio, entendía que el tiempo de visita estaba por acabar y el padre de Erick no se había presentado—, se acerca la hora de descansar.
—Pero, ¡Erick no puede quedarse solo! —el castaño se asustó.
—Yo me quedaré esta noche con él, madre, no te preocupes.
—Mi amor… —Ale se puso de pie—. Tú también necesitas descansar —le acarició la mejilla—, si quieres, me quedo yo esta noche, además, soy un Omega cómo él y es mejor que yo me quede a cuidarlo.
Erick se sorprendió por esas palabras— ¡oh, no! No se preocupe, ya he pasado otras noches a solas…
—Una persona en tu estado, no puede pasar la noche a solas —sentenció el castaño con seriedad, pues no permitiría que el otro se quedara sin un acompañante.
—Está bien, madre, yo me quedaré con Erick —el rubio besó las manos de su madre—, además, estoy esperando noticias de sus médicos y que programen sus revisiones de mañana.
—Pero…
—Ale, no te preocupes —Diego se puso de pie y abrazó a su esposo—. Es mejor que Alex se quede con su prometido, en estas circunstancias, es la mejor persona para que lo proteja…
El castaño se mordió el labio; sabía que su esposo tenía razón, pues estaba plenamente consciente del riesgo que aun corrían en esa ciudad, ya que su familia no tenía control completo y si ocurría cualquier eventualidad, solo su hijo sabría cómo reaccionar.
—Bien —dijo con un dejo de preocupación en su mirada aceitunada—. Pero mañana vendré temprano a relevarte, para que puedas ir a descansar.
El universitario sonrió— de acuerdo, te esperaremos para desayunar —le guiñó un ojo.
—Será mejor irnos —Diego sujetó el abrigo de su esposo y se lo colocó con cuidado.
El castaño se acercó a Erick y se inclinó a besarle la mejilla— mañana vendré temprano, cariño, descansa.
—Sí, gracias, señor…
—¡¿Señor?! —el castaño puso la mano en su pecho y habló con tinte ofendido—. ¿No merezco ser llamado “mamá”? —preguntó poniendo un gesto triste.
Erick se sobresaltó— ¡por supuesto! —asintió—. Es solo que… No sabía si… Le molestaría.
—En lo absoluto, querido, ¡tú puedes llamarme ‘Mamá Ale’!
El ojiazul sintió que sus mejillas ardían— gracias… Mamá Ale —dijo en un murmullo, sintiéndose avergonzado.
—¡Qué lindo! —Ale sonrió emocionado, nunca creyó tener la oportunidad de que la pareja de su hijo le dijera de esa forma, ya que el universitario decía que jamás tendría una verdadera relación—. Aunque creo que tardarás un tiempo en decirlo sin cohibirte, pero seré paciente.
—Vamos, amor —Diego suspiró—. Debemos dejar descansar a nuestro yerno.
—Gracias… ah… —Erick sintió un nudo en la garganta, no podía decirle papá al padre de su pareja.
—No tienes que presionarte —el de barba negó—, aun no soy tu papá político, así que puedes tomarlo con calma y decirme señor, mientras te acostumbras.
El ojiazul soltó el aire más tranquilo— gracias, señor.
—Los acompaño a la salida, vuelvo en un momento.
Alejandro besó la sien de su pareja y acompañó a sus padres hasta el pasillo. La mirada verde de Diego se posó en su hijo con frialdad, antes de irse y el universitario sabía el motivo de la misma. Cuando sus padres se perdieron tras la puerta del elevador, Alejandro se acercó a sus trabajadores.
—La hora de visita terminó —sentenció—. Sin importar quien venga, no dejen pasar a nadie de la recepción, ¿entendido?
—Cómo diga, joven.
El rubio estaba furioso, no sabía si realmente los padres de Erick se iban a presentar o no, pero él no tenía ganas de soportarlos en ese momento y tampoco quería que molestaran a su prometido.
Regresó con paso rápido a la habitación y se sentó en la orilla de la cama, abrazando al ojiazul.
—¿Cómo te sientes, Conejo? —preguntó, sonriendo para animar al otro.
—No lo sé —negó—. Tus padres son muy amables conmigo, pese a que apenas me conocen y después de todo lo que me dijeron mis amigos y mi hermano, sobre los preparativos para nuestra boda apresurada —dijo con una dulce sonrisa en sus labios—. Me siento… ¡Emocionado!
—Me alegra… —el ojiverde le besó la oscura cabellera—. Espero que no te moleste que sea tan pronto.
—No —Erick negó—. Ya me dijo tu mamá, que a veces eres muy impulsivo, así que entiendo tu desespero por casarnos pronto —se burló.
Alejandro lo abrazó con delicadeza— no es solo por eso, mi amor —negó—, es porque quiero tener todo el derecho de hacer lo necesario para protegerte.
Erick aspiró el perfume natural del otro y sonrió, sintiéndose relajado.
Debía admitir que al principio, le había asustado la idea de casarse tan pronto, especialmente por lo que había ocurrido, pero al platicar con la madre de Alejandro, entendió que, aunque aún le dolía recordar lo ocurrido, por lo reciente de la situación, era algo que no cambiaba lo que él sentía por su pareja y viceversa, por lo que era lo único que debía importar para ser feliz.
—Gracias, Alex…
Un par de camionetas de transporte de personal, se acercaron a una bodega a las afueras de la ciudad, misma que era custodiada en el perímetro, por varios hombres vestidos de negro y varios más recorrían el interior que, a pesar de parecer solitario, tenía algo importante para su jefe.
Durante todo el día, en un pequeño cuarto dentro de la misma bodega, los gritos de un chico se escucharon, pidiendo clemencia.
Desde la noche anterior, Jair había sido víctima de abuso no solo físico, sino sexual, por parte de incontables hombres, de los cuales, algunos reconoció como los que habían fingido ser sus guardaespaldas; pero después del mediodía, se había vuelto peor, ya que todos los que entraban a copular con él, lo hacían sin protección y se encontraba sucio de sangre y semen.
Aun así, por más que Jair quería que se detuvieran, su cuerpo exigía más, pues quienes lo custodiaban, mantenían su celo con un potente afrodisiaco y debido a que ninguno de los sujetos que lo violó, había sido Alfa, no se sentía satisfecho y estaba desesperado.
Entre cada violación, algunos hombres vestidos de negro, entraban a cerciorarse de que siguiera despierto, le suministraban más medicamento, apretaban las ataduras de las manos y lo cambiaban de posición, a veces dejándolo sujeto a una cadena del techo, de pie o de rodillas, otras, dejándolo en cuatro o acostado, atado a una argolla fija del piso; también dejaban cerca algunos artilugios para que los hombres que lo violaran, los usaran con él, como algunos anillos y objetos que apresaban su pequeño pene que ya estaba de un color azul, porque no le habían permitido llegar al orgasmo en todo el día.
Pero Jair podía percibir sus feromonas; esos hombres eran Alfas y cada que se acercaban a dónde estaba, suplicaba porque alguno calmara ese calor que lo estaba consumiendo, más no conseguía más que golpes en su rostro y cuerpo, además de algunas palabras de desprecio. Era obvio que habían usado supresores, para no ser afectados por el celo de ese Omega.
—¿Sigue vivo?
La voz le parecía lejana a Jair, quien ya estaba por perder el conocimiento; debido al cansancio y la posición en la que estaba, recostado de lado en el suelo, sería fácil conciliar el sueño, si nadie más lo molestaba, pero era obvio que no sería de esa manera.
—Sí —dijo otro con seriedad.
—Voy a verlo…
Jair escuchó los pasos acercarse y el olor a uvas impregnó su olfato; un olor tan dulce, como si estuviera en un viñedo, dónde las uvas habían madurado a la perfección.
El hombre se acuclilló frente a Jair y lo sujetó del mentón, antes de darle golpecillos en las mejillas. Los parpados del pelinegro se abrieron, pero su mirada borrosa apenas pudo distinguir el rostro frente a él.
—Tú… —susurró Jair al ver al hombre y reconocerlo como el supuesto abogado de Alejandro.
—El joven de León no podrá venir a despedirlo esta noche —sentenció el hombre de cabello negro con frialdad—, así que tendrá que esperar a mañana —curvó los labios en una tenue sonrisa—. Pero no se preocupe, joven Páez —dijo el apellido con desdén—, el joven De León ordenó que le proporcionáramos suficiente entretenimiento para que disfrute sus últimas horas —se burló— y acabo de traer a más personas, para cumplir esa orden y mantenerlo ocupado…
Las lágrimas escaparon de los parpados de Jair y su labio inferior tembló.
—Nos aseguraremos que no duerma —prosiguió el otro— y que esté consciente no solo para esperar al joven De León, sino para que escuche a su compañero, gritar también.
Samuel soltó el mentón de Jair y se puso de pie, caminando hacia la salida.
—Espera… —la voz de Jair se escuchó necesitada—. Eres… eres Alfa…
—Sí, lo soy —el hombre lo vio por encima del hombro.
—Ayúdame… —sollozó—. Necesito… necesito… que anudes… en mi… —su cuerpo se onduló, tratando de excitar al otro—. Calma mi celo… ¡por favor!
Samuel sonrió burlón— lo siento, pero no eres mi tipo…
Jair se sintió impotente y aunque quería buscar la manera de persuadirlo, su mente estaba tan nublada que no podía pensar con claridad y solo pudo ponerse a llorar.
Samuel salió de esa habitación y se dirigió a quienes custodiaban la entrada— no sé qué tanto se alargue esto, pero deben mantenerlo con vida, así que denle agua cada hora, para que no se deshidrate y no le den más afrodisiacos por el resto de la noche.
—De acuerdo —dijeron a la vez los otros.
—Iré a ver al otro.
—Creo que está ocupado —señaló uno de los hombres.
—¿Con Julián?
—Sí…
Samuel negó— no importa, tengo órdenes que dar…
El pelinegro caminó hasta la otra habitación, que estaba casi al otro lado de la bodega; en la puerta, igual que la anterior, había un par de hombres vestidos de negro.
—Voy a entrar —sentenció el recién llegado.
—Julián está dentro —dijo uno de los guardias.
—Lo sé, pero no importa.
Uno de los hombres abrió la puerta, Samuel ingresó al cuarto y la puerta se cerró tras él. El pelinegro observó la escena en silencio, escudriñando todo con la mirada.
Omar estaba atado, en el piso, era obvio que varias de sus costillas estaban rotas, ya que podía ver los enormes hematomas en el torso desnudo; sus brazos y rostro, mostraban varias quemaduras, que, a juzgar por la plancha que tenía al lado y la gravedad de las mismas, era notable que Julián se había tomado su tiempo para lastimarlo. Además, Omar se retorcía de dolor, debido a que Julián estaba sentado cerca de sus piernas, dónde le estaba haciendo unos cortes, levantando la piel y después vertiendo sobre las heridas sal, alcohol y otras sustancias irritantes, antes de volver a colocar la piel en su lugar.
—Ahora veo por qué no se escuchaban los gritos —dijo el mayor, al notar que la boca del torturado estaba cosida y además, tenía una capa de lo que parecía cera o pegamento.
Julián levantó el rostro y observó al recién llegado— Alejandro me dijo que no quería que Jair se enterara de que este sujeto estaba aquí, así que tuve que tomar medidas.
—Nuevas órdenes —Samuel pasó las manos por detrás de su espalda—. El joven De León, quiere que ambos se escuchen gritar.
Julián sonrió divertido— eso me parece mejor… ¿Oíste? —fijó la mirada en los ojos de Omar—. Podrás gritar todo lo que quieras, mientras me divierto
Con destreza, Julián movió el cuchillo con el que estaba haciendo los cortes en las extremidades y lo pasó por la boca, cortando fácilmente las puntadas que había hecho anteriormente y haciendo un corte sobre la unión de pegamento, que alcanzó a herir aún más los labios de Omar.
El grito desgarrador se escuchó, apenas se abrió la boca.
—¡Basta! ¡Detente! ¡Ya no más! ¡Por favor!
Omar continuó con quejidos lastimeros y suplicas que se detuviera.
—Ahora sí, parece que sigues vivo—se burló Julián.
Samuel movió el brazo y observó su reloj— te queda solo una hora más de diversión.
—¿Tan poco? —Julián levantó el rostro—. ¡Alejandro me dijo que podía divertirme toda la noche!
—Nuevas órdenes —repitió el pelinegro—. El joven de León quiere que le den el mismo trato que al Omega —se alzó de hombros.
Julián chasqueó la lengua— supongo que quiere que pase por lo mismo que le hizo al Conejo.
—Exactamente —Samuel asintió—. Ya están aquí los sujetos que llevarán a cabo esa labor, a menos que tú quieras hacerlo.
Julián hizo un gesto de desagrado— por supuesto que no, ¡no estoy enfermo!
—Me lo imaginé —el pelinegro sonrió burlón—. Siendo así, recuerda no lastimarlo demasiado, ya que el joven De León, será el que termine mañana con él.
—Claro, lo tendré en mente, pero aún me queda una hora.
—Una hora —Samuel asintió y movió la mano para poner el cronómetro en su reloj—. Más vale que la aproveches.
—Que de eso no te quede duda…
Durante todo el día, en un pequeño cuarto dentro de la misma bodega, los gritos de un chico se escucharon, pidiendo clemencia.
Desde la noche anterior, Jair había sido víctima de abuso no solo físico, sino sexual, por parte de incontables hombres, de los cuales, algunos reconoció como los que habían fingido ser sus guardaespaldas; pero después del mediodía, se había vuelto peor, ya que todos los que entraban a copular con él, lo hacían sin protección y se encontraba sucio de sangre y semen.
Aun así, por más que Jair quería que se detuvieran, su cuerpo exigía más, pues quienes lo custodiaban, mantenían su celo con un potente afrodisiaco y debido a que ninguno de los sujetos que lo violó, había sido Alfa, no se sentía satisfecho y estaba desesperado.
Entre cada violación, algunos hombres vestidos de negro, entraban a cerciorarse de que siguiera despierto, le suministraban más medicamento, apretaban las ataduras de las manos y lo cambiaban de posición, a veces dejándolo sujeto a una cadena del techo, de pie o de rodillas, otras, dejándolo en cuatro o acostado, atado a una argolla fija del piso; también dejaban cerca algunos artilugios para que los hombres que lo violaran, los usaran con él, como algunos anillos y objetos que apresaban su pequeño pene que ya estaba de un color azul, porque no le habían permitido llegar al orgasmo en todo el día.
Pero Jair podía percibir sus feromonas; esos hombres eran Alfas y cada que se acercaban a dónde estaba, suplicaba porque alguno calmara ese calor que lo estaba consumiendo, más no conseguía más que golpes en su rostro y cuerpo, además de algunas palabras de desprecio. Era obvio que habían usado supresores, para no ser afectados por el celo de ese Omega.
—¿Sigue vivo?
La voz le parecía lejana a Jair, quien ya estaba por perder el conocimiento; debido al cansancio y la posición en la que estaba, recostado de lado en el suelo, sería fácil conciliar el sueño, si nadie más lo molestaba, pero era obvio que no sería de esa manera.
—Sí —dijo otro con seriedad.
—Voy a verlo…
Jair escuchó los pasos acercarse y el olor a uvas impregnó su olfato; un olor tan dulce, como si estuviera en un viñedo, dónde las uvas habían madurado a la perfección.
El hombre se acuclilló frente a Jair y lo sujetó del mentón, antes de darle golpecillos en las mejillas. Los parpados del pelinegro se abrieron, pero su mirada borrosa apenas pudo distinguir el rostro frente a él.
—Tú… —susurró Jair al ver al hombre y reconocerlo como el supuesto abogado de Alejandro.
—El joven de León no podrá venir a despedirlo esta noche —sentenció el hombre de cabello negro con frialdad—, así que tendrá que esperar a mañana —curvó los labios en una tenue sonrisa—. Pero no se preocupe, joven Páez —dijo el apellido con desdén—, el joven De León ordenó que le proporcionáramos suficiente entretenimiento para que disfrute sus últimas horas —se burló— y acabo de traer a más personas, para cumplir esa orden y mantenerlo ocupado…
Las lágrimas escaparon de los parpados de Jair y su labio inferior tembló.
—Nos aseguraremos que no duerma —prosiguió el otro— y que esté consciente no solo para esperar al joven De León, sino para que escuche a su compañero, gritar también.
Samuel soltó el mentón de Jair y se puso de pie, caminando hacia la salida.
—Espera… —la voz de Jair se escuchó necesitada—. Eres… eres Alfa…
—Sí, lo soy —el hombre lo vio por encima del hombro.
—Ayúdame… —sollozó—. Necesito… necesito… que anudes… en mi… —su cuerpo se onduló, tratando de excitar al otro—. Calma mi celo… ¡por favor!
Samuel sonrió burlón— lo siento, pero no eres mi tipo…
Jair se sintió impotente y aunque quería buscar la manera de persuadirlo, su mente estaba tan nublada que no podía pensar con claridad y solo pudo ponerse a llorar.
Samuel salió de esa habitación y se dirigió a quienes custodiaban la entrada— no sé qué tanto se alargue esto, pero deben mantenerlo con vida, así que denle agua cada hora, para que no se deshidrate y no le den más afrodisiacos por el resto de la noche.
—De acuerdo —dijeron a la vez los otros.
—Iré a ver al otro.
—Creo que está ocupado —señaló uno de los hombres.
—¿Con Julián?
—Sí…
Samuel negó— no importa, tengo órdenes que dar…
El pelinegro caminó hasta la otra habitación, que estaba casi al otro lado de la bodega; en la puerta, igual que la anterior, había un par de hombres vestidos de negro.
—Voy a entrar —sentenció el recién llegado.
—Julián está dentro —dijo uno de los guardias.
—Lo sé, pero no importa.
Uno de los hombres abrió la puerta, Samuel ingresó al cuarto y la puerta se cerró tras él. El pelinegro observó la escena en silencio, escudriñando todo con la mirada.
Omar estaba atado, en el piso, era obvio que varias de sus costillas estaban rotas, ya que podía ver los enormes hematomas en el torso desnudo; sus brazos y rostro, mostraban varias quemaduras, que, a juzgar por la plancha que tenía al lado y la gravedad de las mismas, era notable que Julián se había tomado su tiempo para lastimarlo. Además, Omar se retorcía de dolor, debido a que Julián estaba sentado cerca de sus piernas, dónde le estaba haciendo unos cortes, levantando la piel y después vertiendo sobre las heridas sal, alcohol y otras sustancias irritantes, antes de volver a colocar la piel en su lugar.
—Ahora veo por qué no se escuchaban los gritos —dijo el mayor, al notar que la boca del torturado estaba cosida y además, tenía una capa de lo que parecía cera o pegamento.
Julián levantó el rostro y observó al recién llegado— Alejandro me dijo que no quería que Jair se enterara de que este sujeto estaba aquí, así que tuve que tomar medidas.
—Nuevas órdenes —Samuel pasó las manos por detrás de su espalda—. El joven De León, quiere que ambos se escuchen gritar.
Julián sonrió divertido— eso me parece mejor… ¿Oíste? —fijó la mirada en los ojos de Omar—. Podrás gritar todo lo que quieras, mientras me divierto
Con destreza, Julián movió el cuchillo con el que estaba haciendo los cortes en las extremidades y lo pasó por la boca, cortando fácilmente las puntadas que había hecho anteriormente y haciendo un corte sobre la unión de pegamento, que alcanzó a herir aún más los labios de Omar.
El grito desgarrador se escuchó, apenas se abrió la boca.
—¡Basta! ¡Detente! ¡Ya no más! ¡Por favor!
Omar continuó con quejidos lastimeros y suplicas que se detuviera.
—Ahora sí, parece que sigues vivo—se burló Julián.
Samuel movió el brazo y observó su reloj— te queda solo una hora más de diversión.
—¿Tan poco? —Julián levantó el rostro—. ¡Alejandro me dijo que podía divertirme toda la noche!
—Nuevas órdenes —repitió el pelinegro—. El joven de León quiere que le den el mismo trato que al Omega —se alzó de hombros.
Julián chasqueó la lengua— supongo que quiere que pase por lo mismo que le hizo al Conejo.
—Exactamente —Samuel asintió—. Ya están aquí los sujetos que llevarán a cabo esa labor, a menos que tú quieras hacerlo.
Julián hizo un gesto de desagrado— por supuesto que no, ¡no estoy enfermo!
—Me lo imaginé —el pelinegro sonrió burlón—. Siendo así, recuerda no lastimarlo demasiado, ya que el joven De León, será el que termine mañana con él.
—Claro, lo tendré en mente, pero aún me queda una hora.
—Una hora —Samuel asintió y movió la mano para poner el cronómetro en su reloj—. Más vale que la aproveches.
—Que de eso no te quede duda…
Glosario:
-Dóbraye útra: en ruso Доброе утро, significa “buenos días”.
-Priviet: en ruso Привет, significa “hola”
~ • ~ • ~
Por fin, ya hemos entrado a la fase de tortura, espero no decepcionarlos u..u'
-Dóbraye útra: en ruso Доброе утро, significa “buenos días”.
-Priviet: en ruso Привет, significa “hola”
~ • ~ • ~
Por fin, ya hemos entrado a la fase de tortura, espero no decepcionarlos u..u'
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