Capítulo XXI
En un hotel del centro, después de las once de la noche, Alejandro estaba sentado en una mesa del restaurante que ya se encontraba cerrado para los huéspedes; bebía una copa de Bourbon y respiraba profundamente para mantener la calma. Parecía que se encontraba solo en ese momento, pero un hombre estaba en una mesa apartada, esperando a que lo llamara.
Un joven del servicio del hotel, llegó hasta el rubio, seguido de Jair, quien tomó asiento frente al otro.
El único mesero que atendía, se acercó con rapidez.
—Buenas noches —saludó cordial—. ¿Le ofrezco algo de comer o beber?
—Un daiquiri de fresa —pidió con rapidez.
—En un momento.
El mesero se movió con rapidez y fue a preparar la bebida.
—Entonces… —Jair se recargó en la silla y cruzó los brazos—. ¿Preparaste el acuerdo?
La mirada de Alejandro se posó directamente en el rostro de Jair, antes de girar el rostro y buscar al hombre de la otra mesa, para hacerle una seña con la mano. El sujeto se puso de pie, tomó el maletín que tenía al lado y caminó a la mesa.
—Buenas noches —saludó ofreciendo la mano—. Soy Samuel Espinoza, abogado particular de la familia De León, hablamos por teléfono hoy.
Jair aceptó el saludo— un placer, Jair Páez —dijo con orgullo.
El recién llegado, puso el portafolio en la mesa y sacó unos documentos que estaban en un gran folder, con muchos sellos.
—El joven De León, solicitó un contrato prenupcial —extendió el legajo hacia Jair—. Comprenderá que esa clase de arreglos llevan tiempo, pero hicimos una excepción por él, ya que dijo que era una situación de extrema urgencia para ambos, pero me gustaría que revisara la redacción del documento, según sus exigencias, pues el joven De León ya lo leyó y está conforme.
—De acuerdo, permítame leer…
—Aquí tiene su bebida —anunció el mesero, dejando en la mesa el daiquiri.
Jair ni siquiera agradeció, simplemente sujetó la copa y le dio un sorbo, mientras sus ojos leían lo redactado. No sabía de leyes, pero era consciente que muchos trámites necesitaban ciertas cosas para ser legales, ya que había tenido que revisar muchos documentos cuando sus amantes le cedían propiedades u objetos de gran valor; así que mientras leía los términos y condiciones, observaba los sellos y firmas en las bases de las hojas, que daban legalidad de que ya muchos habían corroborado ese documento.
Se tomó su tiempo y mientras leía, bebía de su copa; después de varios minutos, terminó la lectura, satisfecho de que todas las cosas que le dijo al abogado durante la llamada que tuvieron a medio día, estuvieran en el contrato. Al final, estaba la firma de un juez, la firma del abogado y como extra, las firmas de los padres de Alejandro, dando su consentimiento para que hiciera ese trato.
—Falta tu firma —dijo Jair, mirando por encima de las hojas al rubio.
Alejandro dio otro trago a su bebida y extendió la mano; de inmediato, Samuel le entregó un bolígrafo. Alejandro sujetó las hojas y firmó sobre la línea que tenía su nombre, todo ante la mirada emocionada de Jair.
Con un golpe seco, Alejandro puso la pluma sobre la carpeta y la movió hasta Jair.
—Tu turno.
Jair dio otro traguito a su bebida y la dejó de lado, sujetando el bolígrafo y acercándolo a la línea, pero antes de firmar, se detuvo.
—¿Sabes…? —apartó la pluma—. Veo que cumpliste con todo lo que te pedí, al menos lo legal, pero ¿qué hay de la ceremonia y lo que te solicité? Los reporteros y las personas invitadas —ladeó el rostro—. ¿Lo harás?
—Por supuesto —sentenció el rubio—. El contrato no tiene validez si no nos casamos, así que tengo que cumplirlo.
—Supongo que te interesa mucho Erick Salazar, cómo para hacer todo lo que te pido, ¿verdad?
—Sólo firma y mañana a las seis de la tarde nos casaremos, para que puedas decirme dónde está Erick.
Jair soltó una risita— lo siento Alex, pero, no imaginé que aceptarías mis términos en la mañana que nos vimos, así que solo te dije lo más importante, pero hay otras cosas que necesito.
—No te daré más —siseó el ojiverde.
—No creo que quieras negarte, ya que yo soy la única forma de encontrar lo que tu más quieres y podrías perderlo si no nos casamos, ¿te arriesgarías? —preguntó con burla.
Alejandro apretó el puño— ¿qué quieres?
—Quiero que me consigas la mejor habitación, en el mejor hotel de la ciudad, para esperar el momento de la boda y me traten con todas las consideraciones que tu prometido y futuro esposo, merece…
—Hecho.
—Espera, ¡aún hay más! —Jair sonrió ante la impaciencia del otro—. Quiero todo lo que está en esta lista, para la fiesta.
Jair sacó una hoja de su saco y se la acercó a Alejandro. Los ojos verdes repasaron las líneas con desprecio; eran solo caprichos de un niño engreído, pues decían cosas como el tipo de flores que quería en la decoración, el sabor del pastel, el color que debía predominar tanto en los arreglos como en la mantelería, las bebidas, las comidas, un tratamiento de belleza y muchos otros detalles tan insignificantes, que no le supondría mucho dinero en conseguirlo.
—Puedo complacerte.
—Quiero que la familia Jiménez sean los organizadores —prosiguió Jair.
—¿Jiménez? —preguntó el rubio con curiosidad.
—Sí, sé que Luis Jiménez es amigo de Erick Salazar, así que quiero que él y su familia me atiendan y sirvan con respeto —se burló.
«Esto no le va a gustar a David…» pensó el rubio sin mostrar un cambio en sus gestos, pero debía aceptar la petición— puedo contratar sus servicios sin problema.
—Además, quiero usar un vestido de bodas, específicamente del diseñador Gibrán Ibarra y que mis testigos a la hora de la ceremonia, sean los padres de Erick Salazar.
—¿Por qué ellos? —Alejandro entrecerró los ojos.
—Porque quiero que todos se den cuenta que ellos están de acuerdo con nuestra unión, obviamente —dijo con sarcasmo.
«Convencer al padre de Erick para hacer esto, será más complicado que solo decirle que asista a la boda…» —haré lo necesario para convencerlos.
—¡Bien! ¡Ah, sí! También quiero que un Omega dominante sea mi asistente personal, al menos mañana —puso la mano en su pecho—. Me interesa Agustín Salazar.
Alejandro respiró profundamente— puedo cumplir eso, pero no te aseguro lo de Agustín Salazar.
—¿Por qué no? —Jair levantó una ceja.
—Se encuentra hospitalizado.
—¿En serio? —el pelinegro no creía en esa excusa.
—Omar lo golpeó al secuestrar a Erick —Alejandro estaba hablando con voz grave, pues se estaba conteniendo para no salirse de control—, deberé preguntarle a su médico si puede hacer esfuerzos —explicó—, de lo contrario, no serviría de nada que lo convenciera, si no puede ni moverse.
—Oh, entonces al menos asegúrate de que venga a la boda.
—Eso sí puedo hacerlo.
—Pero necesito un sirviente personal, de preferencia Omega dominante, así que, espero me lo puedas conseguir.
—Está bien, me aseguraré de que tengas un asistente que cumpla con tus requisitos —«Espero que Marcel pueda ayudarme con esto…» Alejandro respiró lentamente.
—¿Ya conseguiste a los medios de comunicación? —preguntó Jair antes de dar otro sorbo a su copa.
—Estoy en ello, pero hasta mañana podré confirmarte los medios, canales y reporteros, que cubrirán la noticia
—Bien, cuando nos casemos, el beso que me des, debe ser largo, para que haya muchas fotos del mismo y después de la ceremonia, quiero que me presentes ante todo el mundo, como tu esposo legítimo y el verdadero ‘Príncipe Omega’.
Los músculos de Alejandro se tensaron, pero no podía negarse a nada en ese momento— pediré que se haga una rueda de prensa y haré que todo el mundo entienda que eres el nuevo ‘Príncipe Omega’.
—Lógicamente, no quero a ninguno de tus trabajadores, amigos o allegados, rondando cerca de mí, no estaré tranquilo si veo a alguno de ellos cerca y podría cancelar la boda en el último momento, pero no creo que quieras eso ¿o sí?
—Mis amigos y trabajadores, deben estar cerca de mí, así que al menos en la recepción tienes que aceptarlos —sentenció el rubio con seriedad.
—Está bien si están en la recepción, pero no dónde esté yo solo —negó—, no me da confianza y menos a sabiendas que los que te rodean son solo Alfas, algunos dominantes y podrían hacerme algo.
«No puedo decir que tu miedo sea infundado, pero ninguno te atacaría mientras eso pusiera en peligro a Erick…» Alejandro sabía que ninguno de sus amigos actuaría sin que él se los pidiera.
—Está bien, ordenaré que nadie se te acerque y supongo que ya solicitaste tu propia seguridad, porque de lo contrario, ¿cómo esperas estar seguro cuando todo el mundo sepa que eres mi prometido y futuro esposo? —el ojiverde levantó una ceja, mirándolo escéptico.
—No te preocupes por eso —Jair sonrió con suficiencia—, lo tengo controlado —aseguró—. Y mi última petición —puso el codo sobre la mesa y recargó el rostro en el brazo—, quiero que por un año completo, me trates como a tu amado esposo.
—¿Qué?
—Sí, quiero que durante un año, me lleves de viaje a recorrer todo el mundo, asistamos a fiestas como pareja, me trates con delicadeza y cuidado, además de venerarme en todo momento y comprar todo lo que se me antoje.
—En la mañana dijiste que no necesitábamos vivir juntos —el rubio habló entre dientes.
—Y lo sostengo —asintió el pelinegro—, pero quiero un año de luna de miel —se alzó de hombros—. No me importa que lleves a Erick Salazar y pases las noches en la cama con él, pero delante de todo el mundo, me debes tratar como a tu verdadero esposo, te lo dije —sonrió burlón—, aunque claro, nadie de tus allegados, ni amigos, debe saber que será una farsa, tienes que prometerlo.
Alejandro guardó silencio. No quería aceptar esa petición, debía encontrar una manera para negarse.
Jair se dio cuenta de que el otro titubeaba, así que sonrió con cinismo— no firmaré, a menos que me des tu palabra de que cumplirás todas las peticiones que te acabo de hacer.
El rubio soltó el aire con fiereza, sujetó el vaso que aún tenía bourbon y lo terminó de inmediato.
—Bien, te doy mi palabra que al estar casados, te daré un año de luna de miel y te cumpliré cada capricho que se te ocurra.
—¿Lo escuchó? —Jair buscó el rostro del abogado.
—Sí, lo escuché —asintió el hombre, que no se había movido de su lugar.
—Tengo un testigo, Alex, así que, no podrás echarte para atrás…
—No me echaré para atrás, pero a cambio, quiero algo de ti —señaló el rubio.
—¿Qué cosa? —Jair se puso a la defensiva.
—Quiero tu teléfono, para poder recibir la información de Omar, cuando él se comunique contigo.
Jair aguantó la respiración un momento, no se imaginaba que Alejandro le pediría eso, pero agradecía haber tomado precauciones.
—Te lo daré —asintió—, pero no ahorita —negó.
—¿Por qué no?
—Por dos razones —Jair ladeó el rostro—. La primera, no traigo ahora mismo mi celular, ya que lo oculté, en caso de que quisieras quitármelo a la fuerza —metió la mano en su saco y obtuvo un celular de baja categoría—, compré este como respaldo al venir para acá, para llamar a los vehículos para moverme, pero lo importante es el número del otro…
«Es demasiado precavido…»
—Y la segunda es, que si te entregara el teléfono o el chip, seguramente te querrías deshacer de mí y ya —suspiró—. Pero te advierto que si haces eso, Omar no se comunicará, ya que dijo que lo haría al enterarse de nuestro matrimonio —señaló al rubio y a sí mismo, con un ademán.
Alejandro respiró profundamente— entonces, ¿cuándo me lo darás?
—Mañana, antes de la ceremonia, te entregaré el celular, para que puedas recibir la llamada de Omar.
«Está asegurándose de no dejarme opción, más que la boda…» pensó el ojiverde con molestia.
—De acuerdo, mañana, antes de la ceremonia, entregarás el celular.
—Cómo ordenes, cariño.
Sin decir más, Jair sujetó el bolígrafo y firmó, se puso de pie y sonrió— me mandas mensaje al amanecer, para decirme en que hotel me reservarás la habitación para prepararme, por ahora, debo ir al lugar donde me hospedaré esta noche y confiaré en que no intentarás hacer una locura, ya que de lo contrario, tu querido Erick podría pagar las consecuencias —acomodó su saco y le extendió la mano al abogado—. Un gusto señor Espinoza y espero verlo en la boda.
—Ahí estaré, joven Páez, se lo aseguro —sonrió el hombre, aceptando la mano del otro.
Jair caminó hacia la puerta, sintiéndose dueño del mundo, a sabiendas que Alejandro de León estaba en sus manos.
—Retírate, ya no te necesito —dijo el rubio con frialdad para Samuel.
—Con permiso, joven.
El hombre hizo una reverencia y sujetó los documentos, metiéndolos en el portafolio, antes de retirarse.
Alejandro puso una mano en su oreja y habló fríamente— síganlo, pero no hagan nada, solo vigílenlo.
El ojiverde sujetó la hoja de papel que Jair le había dado, se puso de pie y caminó hacia el otro lado del restaurante, llegando a una puerta que daba a un salón privado, en el lugar, sus amigos estaban sentados en una mesa, bebiendo unos tragos.
—¿Y bien? —el ruso levantó una ceja—. ¿Por qué tardaron tanto?
—Porque al último momento se le ocurrió pedir otras estupideces —dejó el papel a la mesa, antes de sentarse y servirse una copa de bourbon.
Iván sujetó el papel y sonrió divertido— ¿piensas complacer estos caprichos?
—Por ahora no nos queda opción, hay que seguir con todo esto, para rescatar a Erick.
—Eso es cierto, rescatar a Erick Salazar es lo primordial —Julián asintió.
—¿Significa que lo de la boda sigue en pie, cómo lo habías dicho esta tarde? —David se cruzó de brazos.
—Sí, pero hay algunas cosas más que tendremos que hacer —bebió de su vaso y suspiró—. Mike, necesito hablar con Marcel, es importante y urgente.
—De acuerdo —dijo el pelinegro—, le marcaré.
—Y David —la mirada verde se posó directamente en los ojos grises—, hay algo que quizá no te va a gustar…
Un joven del servicio del hotel, llegó hasta el rubio, seguido de Jair, quien tomó asiento frente al otro.
El único mesero que atendía, se acercó con rapidez.
—Buenas noches —saludó cordial—. ¿Le ofrezco algo de comer o beber?
—Un daiquiri de fresa —pidió con rapidez.
—En un momento.
El mesero se movió con rapidez y fue a preparar la bebida.
—Entonces… —Jair se recargó en la silla y cruzó los brazos—. ¿Preparaste el acuerdo?
La mirada de Alejandro se posó directamente en el rostro de Jair, antes de girar el rostro y buscar al hombre de la otra mesa, para hacerle una seña con la mano. El sujeto se puso de pie, tomó el maletín que tenía al lado y caminó a la mesa.
—Buenas noches —saludó ofreciendo la mano—. Soy Samuel Espinoza, abogado particular de la familia De León, hablamos por teléfono hoy.
Jair aceptó el saludo— un placer, Jair Páez —dijo con orgullo.
El recién llegado, puso el portafolio en la mesa y sacó unos documentos que estaban en un gran folder, con muchos sellos.
—El joven De León, solicitó un contrato prenupcial —extendió el legajo hacia Jair—. Comprenderá que esa clase de arreglos llevan tiempo, pero hicimos una excepción por él, ya que dijo que era una situación de extrema urgencia para ambos, pero me gustaría que revisara la redacción del documento, según sus exigencias, pues el joven De León ya lo leyó y está conforme.
—De acuerdo, permítame leer…
—Aquí tiene su bebida —anunció el mesero, dejando en la mesa el daiquiri.
Jair ni siquiera agradeció, simplemente sujetó la copa y le dio un sorbo, mientras sus ojos leían lo redactado. No sabía de leyes, pero era consciente que muchos trámites necesitaban ciertas cosas para ser legales, ya que había tenido que revisar muchos documentos cuando sus amantes le cedían propiedades u objetos de gran valor; así que mientras leía los términos y condiciones, observaba los sellos y firmas en las bases de las hojas, que daban legalidad de que ya muchos habían corroborado ese documento.
Se tomó su tiempo y mientras leía, bebía de su copa; después de varios minutos, terminó la lectura, satisfecho de que todas las cosas que le dijo al abogado durante la llamada que tuvieron a medio día, estuvieran en el contrato. Al final, estaba la firma de un juez, la firma del abogado y como extra, las firmas de los padres de Alejandro, dando su consentimiento para que hiciera ese trato.
—Falta tu firma —dijo Jair, mirando por encima de las hojas al rubio.
Alejandro dio otro trago a su bebida y extendió la mano; de inmediato, Samuel le entregó un bolígrafo. Alejandro sujetó las hojas y firmó sobre la línea que tenía su nombre, todo ante la mirada emocionada de Jair.
Con un golpe seco, Alejandro puso la pluma sobre la carpeta y la movió hasta Jair.
—Tu turno.
Jair dio otro traguito a su bebida y la dejó de lado, sujetando el bolígrafo y acercándolo a la línea, pero antes de firmar, se detuvo.
—¿Sabes…? —apartó la pluma—. Veo que cumpliste con todo lo que te pedí, al menos lo legal, pero ¿qué hay de la ceremonia y lo que te solicité? Los reporteros y las personas invitadas —ladeó el rostro—. ¿Lo harás?
—Por supuesto —sentenció el rubio—. El contrato no tiene validez si no nos casamos, así que tengo que cumplirlo.
—Supongo que te interesa mucho Erick Salazar, cómo para hacer todo lo que te pido, ¿verdad?
—Sólo firma y mañana a las seis de la tarde nos casaremos, para que puedas decirme dónde está Erick.
Jair soltó una risita— lo siento Alex, pero, no imaginé que aceptarías mis términos en la mañana que nos vimos, así que solo te dije lo más importante, pero hay otras cosas que necesito.
—No te daré más —siseó el ojiverde.
—No creo que quieras negarte, ya que yo soy la única forma de encontrar lo que tu más quieres y podrías perderlo si no nos casamos, ¿te arriesgarías? —preguntó con burla.
Alejandro apretó el puño— ¿qué quieres?
—Quiero que me consigas la mejor habitación, en el mejor hotel de la ciudad, para esperar el momento de la boda y me traten con todas las consideraciones que tu prometido y futuro esposo, merece…
—Hecho.
—Espera, ¡aún hay más! —Jair sonrió ante la impaciencia del otro—. Quiero todo lo que está en esta lista, para la fiesta.
Jair sacó una hoja de su saco y se la acercó a Alejandro. Los ojos verdes repasaron las líneas con desprecio; eran solo caprichos de un niño engreído, pues decían cosas como el tipo de flores que quería en la decoración, el sabor del pastel, el color que debía predominar tanto en los arreglos como en la mantelería, las bebidas, las comidas, un tratamiento de belleza y muchos otros detalles tan insignificantes, que no le supondría mucho dinero en conseguirlo.
—Puedo complacerte.
—Quiero que la familia Jiménez sean los organizadores —prosiguió Jair.
—¿Jiménez? —preguntó el rubio con curiosidad.
—Sí, sé que Luis Jiménez es amigo de Erick Salazar, así que quiero que él y su familia me atiendan y sirvan con respeto —se burló.
«Esto no le va a gustar a David…» pensó el rubio sin mostrar un cambio en sus gestos, pero debía aceptar la petición— puedo contratar sus servicios sin problema.
—Además, quiero usar un vestido de bodas, específicamente del diseñador Gibrán Ibarra y que mis testigos a la hora de la ceremonia, sean los padres de Erick Salazar.
—¿Por qué ellos? —Alejandro entrecerró los ojos.
—Porque quiero que todos se den cuenta que ellos están de acuerdo con nuestra unión, obviamente —dijo con sarcasmo.
«Convencer al padre de Erick para hacer esto, será más complicado que solo decirle que asista a la boda…» —haré lo necesario para convencerlos.
—¡Bien! ¡Ah, sí! También quiero que un Omega dominante sea mi asistente personal, al menos mañana —puso la mano en su pecho—. Me interesa Agustín Salazar.
Alejandro respiró profundamente— puedo cumplir eso, pero no te aseguro lo de Agustín Salazar.
—¿Por qué no? —Jair levantó una ceja.
—Se encuentra hospitalizado.
—¿En serio? —el pelinegro no creía en esa excusa.
—Omar lo golpeó al secuestrar a Erick —Alejandro estaba hablando con voz grave, pues se estaba conteniendo para no salirse de control—, deberé preguntarle a su médico si puede hacer esfuerzos —explicó—, de lo contrario, no serviría de nada que lo convenciera, si no puede ni moverse.
—Oh, entonces al menos asegúrate de que venga a la boda.
—Eso sí puedo hacerlo.
—Pero necesito un sirviente personal, de preferencia Omega dominante, así que, espero me lo puedas conseguir.
—Está bien, me aseguraré de que tengas un asistente que cumpla con tus requisitos —«Espero que Marcel pueda ayudarme con esto…» Alejandro respiró lentamente.
—¿Ya conseguiste a los medios de comunicación? —preguntó Jair antes de dar otro sorbo a su copa.
—Estoy en ello, pero hasta mañana podré confirmarte los medios, canales y reporteros, que cubrirán la noticia
—Bien, cuando nos casemos, el beso que me des, debe ser largo, para que haya muchas fotos del mismo y después de la ceremonia, quiero que me presentes ante todo el mundo, como tu esposo legítimo y el verdadero ‘Príncipe Omega’.
Los músculos de Alejandro se tensaron, pero no podía negarse a nada en ese momento— pediré que se haga una rueda de prensa y haré que todo el mundo entienda que eres el nuevo ‘Príncipe Omega’.
—Lógicamente, no quero a ninguno de tus trabajadores, amigos o allegados, rondando cerca de mí, no estaré tranquilo si veo a alguno de ellos cerca y podría cancelar la boda en el último momento, pero no creo que quieras eso ¿o sí?
—Mis amigos y trabajadores, deben estar cerca de mí, así que al menos en la recepción tienes que aceptarlos —sentenció el rubio con seriedad.
—Está bien si están en la recepción, pero no dónde esté yo solo —negó—, no me da confianza y menos a sabiendas que los que te rodean son solo Alfas, algunos dominantes y podrían hacerme algo.
«No puedo decir que tu miedo sea infundado, pero ninguno te atacaría mientras eso pusiera en peligro a Erick…» Alejandro sabía que ninguno de sus amigos actuaría sin que él se los pidiera.
—Está bien, ordenaré que nadie se te acerque y supongo que ya solicitaste tu propia seguridad, porque de lo contrario, ¿cómo esperas estar seguro cuando todo el mundo sepa que eres mi prometido y futuro esposo? —el ojiverde levantó una ceja, mirándolo escéptico.
—No te preocupes por eso —Jair sonrió con suficiencia—, lo tengo controlado —aseguró—. Y mi última petición —puso el codo sobre la mesa y recargó el rostro en el brazo—, quiero que por un año completo, me trates como a tu amado esposo.
—¿Qué?
—Sí, quiero que durante un año, me lleves de viaje a recorrer todo el mundo, asistamos a fiestas como pareja, me trates con delicadeza y cuidado, además de venerarme en todo momento y comprar todo lo que se me antoje.
—En la mañana dijiste que no necesitábamos vivir juntos —el rubio habló entre dientes.
—Y lo sostengo —asintió el pelinegro—, pero quiero un año de luna de miel —se alzó de hombros—. No me importa que lleves a Erick Salazar y pases las noches en la cama con él, pero delante de todo el mundo, me debes tratar como a tu verdadero esposo, te lo dije —sonrió burlón—, aunque claro, nadie de tus allegados, ni amigos, debe saber que será una farsa, tienes que prometerlo.
Alejandro guardó silencio. No quería aceptar esa petición, debía encontrar una manera para negarse.
Jair se dio cuenta de que el otro titubeaba, así que sonrió con cinismo— no firmaré, a menos que me des tu palabra de que cumplirás todas las peticiones que te acabo de hacer.
El rubio soltó el aire con fiereza, sujetó el vaso que aún tenía bourbon y lo terminó de inmediato.
—Bien, te doy mi palabra que al estar casados, te daré un año de luna de miel y te cumpliré cada capricho que se te ocurra.
—¿Lo escuchó? —Jair buscó el rostro del abogado.
—Sí, lo escuché —asintió el hombre, que no se había movido de su lugar.
—Tengo un testigo, Alex, así que, no podrás echarte para atrás…
—No me echaré para atrás, pero a cambio, quiero algo de ti —señaló el rubio.
—¿Qué cosa? —Jair se puso a la defensiva.
—Quiero tu teléfono, para poder recibir la información de Omar, cuando él se comunique contigo.
Jair aguantó la respiración un momento, no se imaginaba que Alejandro le pediría eso, pero agradecía haber tomado precauciones.
—Te lo daré —asintió—, pero no ahorita —negó.
—¿Por qué no?
—Por dos razones —Jair ladeó el rostro—. La primera, no traigo ahora mismo mi celular, ya que lo oculté, en caso de que quisieras quitármelo a la fuerza —metió la mano en su saco y obtuvo un celular de baja categoría—, compré este como respaldo al venir para acá, para llamar a los vehículos para moverme, pero lo importante es el número del otro…
«Es demasiado precavido…»
—Y la segunda es, que si te entregara el teléfono o el chip, seguramente te querrías deshacer de mí y ya —suspiró—. Pero te advierto que si haces eso, Omar no se comunicará, ya que dijo que lo haría al enterarse de nuestro matrimonio —señaló al rubio y a sí mismo, con un ademán.
Alejandro respiró profundamente— entonces, ¿cuándo me lo darás?
—Mañana, antes de la ceremonia, te entregaré el celular, para que puedas recibir la llamada de Omar.
«Está asegurándose de no dejarme opción, más que la boda…» pensó el ojiverde con molestia.
—De acuerdo, mañana, antes de la ceremonia, entregarás el celular.
—Cómo ordenes, cariño.
Sin decir más, Jair sujetó el bolígrafo y firmó, se puso de pie y sonrió— me mandas mensaje al amanecer, para decirme en que hotel me reservarás la habitación para prepararme, por ahora, debo ir al lugar donde me hospedaré esta noche y confiaré en que no intentarás hacer una locura, ya que de lo contrario, tu querido Erick podría pagar las consecuencias —acomodó su saco y le extendió la mano al abogado—. Un gusto señor Espinoza y espero verlo en la boda.
—Ahí estaré, joven Páez, se lo aseguro —sonrió el hombre, aceptando la mano del otro.
Jair caminó hacia la puerta, sintiéndose dueño del mundo, a sabiendas que Alejandro de León estaba en sus manos.
—Retírate, ya no te necesito —dijo el rubio con frialdad para Samuel.
—Con permiso, joven.
El hombre hizo una reverencia y sujetó los documentos, metiéndolos en el portafolio, antes de retirarse.
Alejandro puso una mano en su oreja y habló fríamente— síganlo, pero no hagan nada, solo vigílenlo.
El ojiverde sujetó la hoja de papel que Jair le había dado, se puso de pie y caminó hacia el otro lado del restaurante, llegando a una puerta que daba a un salón privado, en el lugar, sus amigos estaban sentados en una mesa, bebiendo unos tragos.
—¿Y bien? —el ruso levantó una ceja—. ¿Por qué tardaron tanto?
—Porque al último momento se le ocurrió pedir otras estupideces —dejó el papel a la mesa, antes de sentarse y servirse una copa de bourbon.
Iván sujetó el papel y sonrió divertido— ¿piensas complacer estos caprichos?
—Por ahora no nos queda opción, hay que seguir con todo esto, para rescatar a Erick.
—Eso es cierto, rescatar a Erick Salazar es lo primordial —Julián asintió.
—¿Significa que lo de la boda sigue en pie, cómo lo habías dicho esta tarde? —David se cruzó de brazos.
—Sí, pero hay algunas cosas más que tendremos que hacer —bebió de su vaso y suspiró—. Mike, necesito hablar con Marcel, es importante y urgente.
—De acuerdo —dijo el pelinegro—, le marcaré.
—Y David —la mirada verde se posó directamente en los ojos grises—, hay algo que quizá no te va a gustar…
A las ocho de la mañana, Marcel esperaba en la recepción del hotel más lujoso de la ciudad; vestía un traje sastre color arena y encima de su vestimenta, para protegerse del frío, un saco largo de un femenino tono palo de rosa, ya que había empezado a nevar; cómo siempre usaba una coleta alta, dejando unos bucles de su cabello cayendo por sus hombros, sus clásicos lentes de marco delgado y una tableta digital en la mano.
Pese a que mantenía un semblante serio, internamente estaba furioso por ese trabajo, pero le dio su palabra, no solo a Alejandro, sino a Agustín, de hacer las cosas fáciles, para poder encontrar a Erick lo más rápido que se pudiera y no quería, ni podía fallar. Pese a que muchas cosas que Jair exigió para la boda, le parecían absurdas, Alejandro aceptó complacerlo la noche anterior, durante la firma del contrato prenupcial, porque Jair amenazó con retrasar el evento si no obtenía lo que deseaba y era algo que no se podían permitir si querían rescatar a Erick.
Minutos después, observó por los grandes ventanales que un auto blanco, tipo limusina, escoltado por automóviles negros, se detuvo frente al hotel; un par de hombres con trajes azul oscuro, con porte de guardaespaldas, se apresuraron a bajar de los otros vehículos e ir al blanco, para ayudar a Jair y escoltarlo.
Marcel los escudriñó con la mirada y mantuvo un gesto serio; esos hombres no eran trabajadores de Alejandro, era obvio que Jair había tomado sus propias precauciones.
Mientras Jair se acercaba al acceso, un chico del servicio fue por las dos únicas maletas que el pelinegro llevaba y los escoltó hasta el recibidor.
—Bienvenido, joven Páez —Marcel saludó con amabilidad, haciendo una ligera reverencia.
Jair lo miró con altivez— ¡Marcel Sánchez! —dijo el nombre con desdén—. Jamás imaginé que un Omega de tu categoría, me trataría con tantas consideraciones.
El castaño sonrió— es mi trabajo, joven —dijo con voz calmada—. El joven De León, me contrató para mantenerlo informado sobre el evento y facilitarle todo lo que desee, para estar feliz.
Jair rió— en pocas palabras, te contrató como mi ‘chacha’, ¿cierto? —se cruzó de brazos—. ¿Qué pasó? ¿No pudo conseguir al hermano de Erick Salazar?
Marcel suspiró— lamentablemente, el joven Agustín Salazar, está aún en el hospital y aunque recibió la petición del joven De León, de ser su asistente, como usted lo solicitó, debido a su condición física, con las costillas fisuradas, era imposible que cumpliera con el trabajo en este momento —explicó con toda calma—. Pero no se preocupe, nos aseguraremos de que acuda a la recepción, con su familia, como usted lo pidió.
Jair hizo una mueca de fastidio; quería humillar más a la familia Salazar, pero no imaginaba que Omar hubiese lastimado tanto al hermano de Erick, así que solo podía conformarse con esa situación.
«No importa, Sánchez también es un Omega dominante y muy reconocido, tenerlo de mi sirviente, me ayudará a demostrarle a todos los demás, que yo soy superior…»
—¡Ya qué! Si no queda alternativa, me tendré que conformar contigo —se alzó de hombros.
Marcel respiró profundamente, le costaba ser amable con Jair, pero tenía que hacerlo.
—Gracias —dijo con debilidad—. Disculpe, pero ellos —señaló a los hombres que seguían a Jair—, ¿quiénes son?
—¡Oh! Ellos —Jair hizo un ademán—, son mis guardaespaldas.
Marcel los escudriñó con la mirada y luego levantó una ceja— ¿Betas? —preguntó incrédulo—. No son tan fuertes como un Alfa.
—Cierto —Jair asintió—, pero si fueran Alfas, serían inútiles con Alejandro de León cerca, así que no me pienso arriesgar —sonrió con orgullo—. Al menos sé que ellos —los señaló con el pulgar—, aunque no sean fuertes físicamente, podrán reaccionar eficazmente de otras maneras, si alguien intenta usar sus feromonas.
—Comprendo… — el castaño asintió—. Bueno, el joven De León solicitó la suite presidencial para la noche de bodas, pero en ella hay un par de habitaciones extras, las cuales puede usar usted, para prepararse antes de la ceremonia.
Jair se sintió dichoso, estaba siendo tratado como siempre deseó.
—Que lleven mis maletas y también… —se giró hacia uno de los hombres que lo seguían—. Que algunos hombres de confianza vayan a revisar la recamara y confirmen que el lugar es seguro, para mí.
Uno de los sujetos asintió y habló por un intercomunicador, llamando a alguien. En segundos, tres hombres Beta entraron al hotel y siguieron al botones a la recamara, para hacer su trabajo.
«Sí que es precavido…» Marcel miró de reojo a los sujetos y luego volvió a ver a Jair.
—Quiero ver el salón y saber quiénes cubrirán la noticia, ¿tienes esa información? —su voz era un claro reto para Marcel.
—Claro, acompáñeme, por favor…
El de lentes le hizo un gesto y le indicó el camino; Jair y los hombres que lo cuidaban lo siguieron, pero se mantenían alerta.
—Este es el salón principal… —Marcel abrió la puerta mientras hablaba e ingresó leyendo algo de información en su tableta. —Los arreglos de flores están siendo preparados.
El castaño hizo un ademán y Jair pudo observar cómo había muchas personas trabajando con flores azules, pues él eligió ese color; decoraban las sillas, las mesas y algunos decoraban los pasillos, mientras otros se encargaban de la iluminación.
—¿Qué flores son? —indagó el pelinegro.
—Dalias, hortensias y orquídeas en menor cantidad —Marcel leyó la información, mientras se acomodaba las gafas—. Debido a la época, es la más difícil de encontrar, con más tiempo, hubiese sido más fácil conseguirlas.
—¿No hay rosas azules? —Jair se cruzó de brazos—. Pedí flores azules, ¡¿dónde están mis rosas azules?!
—Ah… Disculpe joven —el de lentes forzó una sonrisa—, según su especificación, quería flores azules naturales y las rosas azules, no son naturales.
—¡No me interesa! —Jair se giró y posó su mirada castaña en los ojos aceituna del otro—. Quiero rosas azules, así que más vale que me las consigas o aplazaré la boda —dijo entre dientes— y no creo que eso le agrade a Alex, ¿verdad?
El castaño guardó silencio un momento y luego asintió— está bien, permítame…
Dio media vuelta y fue hacia unas personas que estaban preparando las flores, para dar la indicación. Jair sonrió con orgullo al ver cómo Marcel daba las nuevas órdenes y las personas trabajando parecían molestas por el cambio de última hora.
«¡Es tan divertido verlos así!» Pensó, mientras pasaba la mano por su barbilla «que satisfactorio ver como todos pierden la cabeza por complacerme, tal vez deba ser más estricto con mis peticiones, a ver hasta dónde les ordenó Alex que llegaran, para cumplir mis caprichos».
Marcel regresó momentos después— ya les di las nuevas indicaciones, las rosas serán incorporadas a los arreglos y a su ramo de bodas, todo estará listo para antes de las seis de la tarde, hora del evento.
La sonrisa de Jair fue de completa satisfacción— bien, así está mucho mejor… ¿Qué hay de los reporteros?
El de lentes volvió a posar la mirada en la tableta— las noticias televisivas, serán transmitidas a nivel nacional por varios canales, pero la exclusiva completa del evento es del canal 3 de televisión abierta y el canal 19, de televisión de paga, de la televisora Succes, quienes también transmitirán por sus redes sociales —detalló.
—¿Succes? —los ojos de Jair se abrieron con sorpresa—. ¡¿La cadena televisiva del hombre que es dueño de la red de telecomunicaciones más grande del país?!
—Así es —Marcel bajó la tableta—, la cadena televisiva de Upeycom —sentenció—. Pese a que Succes tiene otros canales, son exclusivos para cierto tipo de contenido, como lo son deportes, infantil, documentales y repetición de programas, novelas y películas de antaño, así que solo cubrirán el evento por los dos canales mencionados y los periodistas más reconocidos de ambos canales, serán los que vendrán en esta ocasión —revisó la hora—. De hecho, deben venir en camino, llegaran a medio día y el joven De León me pidió que le comentara, que si tiene algún tema que desee evitar, me lo diga, para mandarle un comunicado a los reporteros, ya que seguramente no podrá verlos antes de la boda.
Jair seguía conmocionado, por lo que no se pudo contener mucho— ¡¿cómo logró Alex que el canal de Santino Dupeyrón se encargara de esto?!
El castaño acomodó sus gafas— el señor Diego de León, es amigo del ingeniero Dupeyrón —dijo con calma—. Así mismo, Jean-Claude, el hijo del señor Santino Dupeyrón, parece que es amigo y compañero de universidad del joven De León, pero ahora mismo anda de viaje en Italia —explicó y prosiguió con su informe—. Con respecto a los periódicos y revistas…
Pero el pelinegro ya no escuchó al otro; su respiración se descompasó y una sonrisa nerviosa se dibujó en sus labios.
«¡Realmente entré a las grandes ligas!» pensó emocionado.
Durante mucho tiempo, él solo había aspirado a ser el esposo de Omar, para estar en la cima de ese estado, pero ahora, cómo esposo de Alejandro, iba a poder tener mucho más dinero, estatus, presencia y por sobretodo, renombre, no solo en el país, sino en el mundo.
—¿… Páez? ¡Joven Páez! —la voz de Marcel lo sacó de sus pensamientos.
—¡Eh! ¿Qué?
—¿Qué si está de acuerdo con la programación para las entrevistas y fotos, de la prensa? —repitió el de lentes, pues era notorio que el otro no lo había escuchado.
—¿Cuándo? —Jair parpadeó varias veces, saliendo de su estupor.
—Después de la ceremonia y antes de la fiesta —dijo con un tinte cansado—. Ya se reservó un salón aparte para todos ellos, porque hay muchos invitados que no se sienten del todo cómodos con muchos reporteros —volvió a repetir lo que había dicho antes—, así que solo dejaremos entrar a unos pocos al evento en sí.
—¡Claro! —asintió—. ¡Es perfecto! —dijo sin poder ocultar su felicidad.
—Bien —Marcel regresó la vista a su tableta digital—. Sobre la comida y el pastel, ya tenemos lo que solicitó…
—¿Fresas con crema? —indagó el pelinegro, mientras seguía recorriendo el lugar, viendo los detalles que aún estaban colocando, especialmente el camino hacia el altar.
Marcel acompañó a Jair, pero a un paso atrás— así es, el pastel será de cinco pisos, de fresas con crema —entornó los ojos—. El banquete será de cinco tiempos, iniciando a las ocho —prosiguió—. Estamos dando una hora para la ceremonia, de seis a siete, otra hora para las entrevistas, de siete a ocho y el resto de la noche para la recepción, ¿está de acuerdo?
—¡Por supuesto! —dijo con un tinte de orgullo—. Parece que toda la preparación de la boda va viento en popa, pese a hacerse en un solo día.
—El joven De León no ha escatimado en gastos —Marcel bajó la tableta.
—Eso me gusta… —se quitó los guantes que llevaba—. ¿Qué hay del vestido?
—Como pidió, el diseñador Gibrán Ibarra, nos recibirá hoy a las doce y nos presentará sus modelos de boda, para que usted elija.
—Más vale que ese sujeto me de los mejores —el pelinegro hizo un mohín.
Se había empeñado en usar un traje de Gibrán, porque sabía que había declarado que Erick iba a ser su modelo exclusivo y eso también lo quería como un trofeo.
—No se preocupe —el de lentes negó—. Me comuniqué personalmente con él y le dejé claro que necesitábamos los modelos más caros y exclusivos que tuviera, aunque cómo dije antes, todo sería mejor con más tiempo.
—Puedo decirle a Alex que retrasemos la boda —Jair miró a Marcel por encima del hombro—. Por mí no hay problema, pero dudo que él quiera —dijo con burla.
Marcel apretó la tableta entre sus manos— disculpe… no volveré a mencionarlo.
—Mucho mejor…
En ese momento, el hombre que había ido a la habitación volvió.
—La habitación está limpia, joven Páez.
—¡De acuerdo! Marcy, con lo que he visto, creo que puedo confiar en ti para lo demás —Jair levantó una ceja—. Iré a darme un baño, desayunaré y ve por mí antes de las doce, para ir con el diseñador —ordenó.
—Cómo diga, joven.
Jair dio media vuelta y sus guaruras lo siguieron.
Marcel se quedó de pie, aguantando la respiración y cuando el otro desapareció tras la puerta del salón, junto con sus compañeros, el delicado rostro de Marcel se contorsionó en una mueca llena de ira y sus feromonas se liberaron de golpe.
—¡Maldito hijo de…!
No terminó la frase, pues al explotar, estrelló la tableta contra el piso, llamando la atención de los presentes; fue el ruido y no las feromonas lo que los asuntó, ya que todos eran Betas.
—Perdón… Lo siento… —Marcel se disculpó con los presentes, mientras sus mejillas tomaban un intenso tono carmín, debido a la vergüenza—. Por favor, que alguien limpie este desastre, yo… Debo ir por otra tableta… — «qué bueno que todos los archivos están en la Nube…» pensó, apresurando el paso para salir por la parte del servicio.
En esa zona, se encontró con Luis, coordinando a varias personas, ya que cómo solicitó Jair, su familia se estaba encargando del servicio de mesas; nadie sabía el motivo y razón de esa solicitud, así que le pusieron a Luis unos guardaespaldas encubiertos, pues David no quería arriesgarse a que Jair descargara la furia contra su pareja, solo por ser amigo de Erick también.
—¿Marcel? —Luis lo vio e incluso, percibió sus feromonas alteradas—. ¿Qué ocurrió?
El castaño se quitó las gafas y pasó la mano por su frente— ¡realmente me está costando soportar a ese sujeto! —dijo con furia contenida—. ¡Es un maldito insufrible!
Luis se movió y sirvió agua en un vaso, llevándoselo a Marcel.
—Toma, bebe un poco de agua, lo necesitas.
—Gracias… —el de lentes bebió el agua con rapidez—. En serio ¡quiero que esto termine! —dijo devolviendo el vaso.
—Soporta un poco más —Luis le puso la mano en el hombro—, recuerda que todo esto lo hacemos para recuperar a Erick —ladeó el rostro— y nuestro sacrificio es mínimo comparado con el de Alejandro, que es el que se va a casar con el imbécil de Páez.
Marcel asintió— tienes razón —pasó saliva, respiró profundamente y se irguió, acomodando su saco, tratando de retomar la compostura—. Debo soportarlo si queremos que Erick regrese sano y salvo.
Pese a que mantenía un semblante serio, internamente estaba furioso por ese trabajo, pero le dio su palabra, no solo a Alejandro, sino a Agustín, de hacer las cosas fáciles, para poder encontrar a Erick lo más rápido que se pudiera y no quería, ni podía fallar. Pese a que muchas cosas que Jair exigió para la boda, le parecían absurdas, Alejandro aceptó complacerlo la noche anterior, durante la firma del contrato prenupcial, porque Jair amenazó con retrasar el evento si no obtenía lo que deseaba y era algo que no se podían permitir si querían rescatar a Erick.
Minutos después, observó por los grandes ventanales que un auto blanco, tipo limusina, escoltado por automóviles negros, se detuvo frente al hotel; un par de hombres con trajes azul oscuro, con porte de guardaespaldas, se apresuraron a bajar de los otros vehículos e ir al blanco, para ayudar a Jair y escoltarlo.
Marcel los escudriñó con la mirada y mantuvo un gesto serio; esos hombres no eran trabajadores de Alejandro, era obvio que Jair había tomado sus propias precauciones.
Mientras Jair se acercaba al acceso, un chico del servicio fue por las dos únicas maletas que el pelinegro llevaba y los escoltó hasta el recibidor.
—Bienvenido, joven Páez —Marcel saludó con amabilidad, haciendo una ligera reverencia.
Jair lo miró con altivez— ¡Marcel Sánchez! —dijo el nombre con desdén—. Jamás imaginé que un Omega de tu categoría, me trataría con tantas consideraciones.
El castaño sonrió— es mi trabajo, joven —dijo con voz calmada—. El joven De León, me contrató para mantenerlo informado sobre el evento y facilitarle todo lo que desee, para estar feliz.
Jair rió— en pocas palabras, te contrató como mi ‘chacha’, ¿cierto? —se cruzó de brazos—. ¿Qué pasó? ¿No pudo conseguir al hermano de Erick Salazar?
Marcel suspiró— lamentablemente, el joven Agustín Salazar, está aún en el hospital y aunque recibió la petición del joven De León, de ser su asistente, como usted lo solicitó, debido a su condición física, con las costillas fisuradas, era imposible que cumpliera con el trabajo en este momento —explicó con toda calma—. Pero no se preocupe, nos aseguraremos de que acuda a la recepción, con su familia, como usted lo pidió.
Jair hizo una mueca de fastidio; quería humillar más a la familia Salazar, pero no imaginaba que Omar hubiese lastimado tanto al hermano de Erick, así que solo podía conformarse con esa situación.
«No importa, Sánchez también es un Omega dominante y muy reconocido, tenerlo de mi sirviente, me ayudará a demostrarle a todos los demás, que yo soy superior…»
—¡Ya qué! Si no queda alternativa, me tendré que conformar contigo —se alzó de hombros.
Marcel respiró profundamente, le costaba ser amable con Jair, pero tenía que hacerlo.
—Gracias —dijo con debilidad—. Disculpe, pero ellos —señaló a los hombres que seguían a Jair—, ¿quiénes son?
—¡Oh! Ellos —Jair hizo un ademán—, son mis guardaespaldas.
Marcel los escudriñó con la mirada y luego levantó una ceja— ¿Betas? —preguntó incrédulo—. No son tan fuertes como un Alfa.
—Cierto —Jair asintió—, pero si fueran Alfas, serían inútiles con Alejandro de León cerca, así que no me pienso arriesgar —sonrió con orgullo—. Al menos sé que ellos —los señaló con el pulgar—, aunque no sean fuertes físicamente, podrán reaccionar eficazmente de otras maneras, si alguien intenta usar sus feromonas.
—Comprendo… — el castaño asintió—. Bueno, el joven De León solicitó la suite presidencial para la noche de bodas, pero en ella hay un par de habitaciones extras, las cuales puede usar usted, para prepararse antes de la ceremonia.
Jair se sintió dichoso, estaba siendo tratado como siempre deseó.
—Que lleven mis maletas y también… —se giró hacia uno de los hombres que lo seguían—. Que algunos hombres de confianza vayan a revisar la recamara y confirmen que el lugar es seguro, para mí.
Uno de los sujetos asintió y habló por un intercomunicador, llamando a alguien. En segundos, tres hombres Beta entraron al hotel y siguieron al botones a la recamara, para hacer su trabajo.
«Sí que es precavido…» Marcel miró de reojo a los sujetos y luego volvió a ver a Jair.
—Quiero ver el salón y saber quiénes cubrirán la noticia, ¿tienes esa información? —su voz era un claro reto para Marcel.
—Claro, acompáñeme, por favor…
El de lentes le hizo un gesto y le indicó el camino; Jair y los hombres que lo cuidaban lo siguieron, pero se mantenían alerta.
—Este es el salón principal… —Marcel abrió la puerta mientras hablaba e ingresó leyendo algo de información en su tableta. —Los arreglos de flores están siendo preparados.
El castaño hizo un ademán y Jair pudo observar cómo había muchas personas trabajando con flores azules, pues él eligió ese color; decoraban las sillas, las mesas y algunos decoraban los pasillos, mientras otros se encargaban de la iluminación.
—¿Qué flores son? —indagó el pelinegro.
—Dalias, hortensias y orquídeas en menor cantidad —Marcel leyó la información, mientras se acomodaba las gafas—. Debido a la época, es la más difícil de encontrar, con más tiempo, hubiese sido más fácil conseguirlas.
—¿No hay rosas azules? —Jair se cruzó de brazos—. Pedí flores azules, ¡¿dónde están mis rosas azules?!
—Ah… Disculpe joven —el de lentes forzó una sonrisa—, según su especificación, quería flores azules naturales y las rosas azules, no son naturales.
—¡No me interesa! —Jair se giró y posó su mirada castaña en los ojos aceituna del otro—. Quiero rosas azules, así que más vale que me las consigas o aplazaré la boda —dijo entre dientes— y no creo que eso le agrade a Alex, ¿verdad?
El castaño guardó silencio un momento y luego asintió— está bien, permítame…
Dio media vuelta y fue hacia unas personas que estaban preparando las flores, para dar la indicación. Jair sonrió con orgullo al ver cómo Marcel daba las nuevas órdenes y las personas trabajando parecían molestas por el cambio de última hora.
«¡Es tan divertido verlos así!» Pensó, mientras pasaba la mano por su barbilla «que satisfactorio ver como todos pierden la cabeza por complacerme, tal vez deba ser más estricto con mis peticiones, a ver hasta dónde les ordenó Alex que llegaran, para cumplir mis caprichos».
Marcel regresó momentos después— ya les di las nuevas indicaciones, las rosas serán incorporadas a los arreglos y a su ramo de bodas, todo estará listo para antes de las seis de la tarde, hora del evento.
La sonrisa de Jair fue de completa satisfacción— bien, así está mucho mejor… ¿Qué hay de los reporteros?
El de lentes volvió a posar la mirada en la tableta— las noticias televisivas, serán transmitidas a nivel nacional por varios canales, pero la exclusiva completa del evento es del canal 3 de televisión abierta y el canal 19, de televisión de paga, de la televisora Succes, quienes también transmitirán por sus redes sociales —detalló.
—¿Succes? —los ojos de Jair se abrieron con sorpresa—. ¡¿La cadena televisiva del hombre que es dueño de la red de telecomunicaciones más grande del país?!
—Así es —Marcel bajó la tableta—, la cadena televisiva de Upeycom —sentenció—. Pese a que Succes tiene otros canales, son exclusivos para cierto tipo de contenido, como lo son deportes, infantil, documentales y repetición de programas, novelas y películas de antaño, así que solo cubrirán el evento por los dos canales mencionados y los periodistas más reconocidos de ambos canales, serán los que vendrán en esta ocasión —revisó la hora—. De hecho, deben venir en camino, llegaran a medio día y el joven De León me pidió que le comentara, que si tiene algún tema que desee evitar, me lo diga, para mandarle un comunicado a los reporteros, ya que seguramente no podrá verlos antes de la boda.
Jair seguía conmocionado, por lo que no se pudo contener mucho— ¡¿cómo logró Alex que el canal de Santino Dupeyrón se encargara de esto?!
El castaño acomodó sus gafas— el señor Diego de León, es amigo del ingeniero Dupeyrón —dijo con calma—. Así mismo, Jean-Claude, el hijo del señor Santino Dupeyrón, parece que es amigo y compañero de universidad del joven De León, pero ahora mismo anda de viaje en Italia —explicó y prosiguió con su informe—. Con respecto a los periódicos y revistas…
Pero el pelinegro ya no escuchó al otro; su respiración se descompasó y una sonrisa nerviosa se dibujó en sus labios.
«¡Realmente entré a las grandes ligas!» pensó emocionado.
Durante mucho tiempo, él solo había aspirado a ser el esposo de Omar, para estar en la cima de ese estado, pero ahora, cómo esposo de Alejandro, iba a poder tener mucho más dinero, estatus, presencia y por sobretodo, renombre, no solo en el país, sino en el mundo.
—¿… Páez? ¡Joven Páez! —la voz de Marcel lo sacó de sus pensamientos.
—¡Eh! ¿Qué?
—¿Qué si está de acuerdo con la programación para las entrevistas y fotos, de la prensa? —repitió el de lentes, pues era notorio que el otro no lo había escuchado.
—¿Cuándo? —Jair parpadeó varias veces, saliendo de su estupor.
—Después de la ceremonia y antes de la fiesta —dijo con un tinte cansado—. Ya se reservó un salón aparte para todos ellos, porque hay muchos invitados que no se sienten del todo cómodos con muchos reporteros —volvió a repetir lo que había dicho antes—, así que solo dejaremos entrar a unos pocos al evento en sí.
—¡Claro! —asintió—. ¡Es perfecto! —dijo sin poder ocultar su felicidad.
—Bien —Marcel regresó la vista a su tableta digital—. Sobre la comida y el pastel, ya tenemos lo que solicitó…
—¿Fresas con crema? —indagó el pelinegro, mientras seguía recorriendo el lugar, viendo los detalles que aún estaban colocando, especialmente el camino hacia el altar.
Marcel acompañó a Jair, pero a un paso atrás— así es, el pastel será de cinco pisos, de fresas con crema —entornó los ojos—. El banquete será de cinco tiempos, iniciando a las ocho —prosiguió—. Estamos dando una hora para la ceremonia, de seis a siete, otra hora para las entrevistas, de siete a ocho y el resto de la noche para la recepción, ¿está de acuerdo?
—¡Por supuesto! —dijo con un tinte de orgullo—. Parece que toda la preparación de la boda va viento en popa, pese a hacerse en un solo día.
—El joven De León no ha escatimado en gastos —Marcel bajó la tableta.
—Eso me gusta… —se quitó los guantes que llevaba—. ¿Qué hay del vestido?
—Como pidió, el diseñador Gibrán Ibarra, nos recibirá hoy a las doce y nos presentará sus modelos de boda, para que usted elija.
—Más vale que ese sujeto me de los mejores —el pelinegro hizo un mohín.
Se había empeñado en usar un traje de Gibrán, porque sabía que había declarado que Erick iba a ser su modelo exclusivo y eso también lo quería como un trofeo.
—No se preocupe —el de lentes negó—. Me comuniqué personalmente con él y le dejé claro que necesitábamos los modelos más caros y exclusivos que tuviera, aunque cómo dije antes, todo sería mejor con más tiempo.
—Puedo decirle a Alex que retrasemos la boda —Jair miró a Marcel por encima del hombro—. Por mí no hay problema, pero dudo que él quiera —dijo con burla.
Marcel apretó la tableta entre sus manos— disculpe… no volveré a mencionarlo.
—Mucho mejor…
En ese momento, el hombre que había ido a la habitación volvió.
—La habitación está limpia, joven Páez.
—¡De acuerdo! Marcy, con lo que he visto, creo que puedo confiar en ti para lo demás —Jair levantó una ceja—. Iré a darme un baño, desayunaré y ve por mí antes de las doce, para ir con el diseñador —ordenó.
—Cómo diga, joven.
Jair dio media vuelta y sus guaruras lo siguieron.
Marcel se quedó de pie, aguantando la respiración y cuando el otro desapareció tras la puerta del salón, junto con sus compañeros, el delicado rostro de Marcel se contorsionó en una mueca llena de ira y sus feromonas se liberaron de golpe.
—¡Maldito hijo de…!
No terminó la frase, pues al explotar, estrelló la tableta contra el piso, llamando la atención de los presentes; fue el ruido y no las feromonas lo que los asuntó, ya que todos eran Betas.
—Perdón… Lo siento… —Marcel se disculpó con los presentes, mientras sus mejillas tomaban un intenso tono carmín, debido a la vergüenza—. Por favor, que alguien limpie este desastre, yo… Debo ir por otra tableta… — «qué bueno que todos los archivos están en la Nube…» pensó, apresurando el paso para salir por la parte del servicio.
En esa zona, se encontró con Luis, coordinando a varias personas, ya que cómo solicitó Jair, su familia se estaba encargando del servicio de mesas; nadie sabía el motivo y razón de esa solicitud, así que le pusieron a Luis unos guardaespaldas encubiertos, pues David no quería arriesgarse a que Jair descargara la furia contra su pareja, solo por ser amigo de Erick también.
—¿Marcel? —Luis lo vio e incluso, percibió sus feromonas alteradas—. ¿Qué ocurrió?
El castaño se quitó las gafas y pasó la mano por su frente— ¡realmente me está costando soportar a ese sujeto! —dijo con furia contenida—. ¡Es un maldito insufrible!
Luis se movió y sirvió agua en un vaso, llevándoselo a Marcel.
—Toma, bebe un poco de agua, lo necesitas.
—Gracias… —el de lentes bebió el agua con rapidez—. En serio ¡quiero que esto termine! —dijo devolviendo el vaso.
—Soporta un poco más —Luis le puso la mano en el hombro—, recuerda que todo esto lo hacemos para recuperar a Erick —ladeó el rostro— y nuestro sacrificio es mínimo comparado con el de Alejandro, que es el que se va a casar con el imbécil de Páez.
Marcel asintió— tienes razón —pasó saliva, respiró profundamente y se irguió, acomodando su saco, tratando de retomar la compostura—. Debo soportarlo si queremos que Erick regrese sano y salvo.
Jair tomó un baño de tina, pidió desayuno al cuarto y algunas chicas fueron a darle un tratamiento de belleza, incluyendo un masaje de cuerpo completo. Era tratado con cuidado, con todas las consideraciones y nadie podía decir que no a ninguna de sus peticiones, por absurdas que fueran; eso lo hacía sentir poderoso y más aún, a sabiendas que ese día sería el esposo de Alejandro de León, usaría su apellido y el rubio lograría que le denominaran el nuevo príncipe Omega; eso era el epítome de su esfuerzo.
Sentía que finalmente tenía lo que merecía y no había nada que pudiera arrebatárselo, excepto quizá, Erick Salazar, por lo que tenía que evitar cumplir el trato con Alejandro de alguna manera, sin que lo sospechara.
«El problema es Sánchez…» pensó mientras estaba sobre la cama de masaje, «es obvio que Alejandro aprovecha que está conmigo para que me vigile, por lo que tendré que despistarlo antes de la boda…»
Poco antes de las doce, Marcel llegó a la habitación, tocó un par de veces y luego alguien de la seguridad de Jair le abrió; al entrar sintió nauseas. Su delicado olfato se vio afectado por el intenso olor a fresas que había en la habitación; un olor de velas aromáticas e incienso, que era tan artificial que molestaba.
«Aunque no es Dominante, intenta llenar este lugar con ese olor parecido al de sus feromonas…» pensó con desagrado, «es obvio que no se da cuenta que un Dominante puede diferenciar muy bien el olor natural y artificial…»
Carraspeó y usó sus feromonas de azahar, para ayudarse a soportar ese nefasto perfume.
—¡Al fin llegas! —Jair llegó a la estancia, con un traje azul cielo—. ¿Por qué tardaste?
—Disculpe, joven Páez —Marcel hizo una ligera reverencia—. Estaba confirmando la presencia de algunos invitados, entre ellos el Gobernador Quiroz.
—¿Vendrá? —el pelinegro levantó una ceja.
—Sí, acudirá a la recepción con su familia.
—Bien… —«Ese sujeto y su maldito esposo no volverán a verme con desprecio…»
Desde lo que había ocurrido en la recepción, dónde Erick lo descubrió como amante de Omar ante la alta sociedad, quería vengarse de todos aquellos que se habían burlado de él.
—Voy a necesitar más accesorios —levantó el rostro—. Anillos, aretes, algunos relojes, en fin, ya sabes, cosas para combinar con mis vestuarios… Por ahora, ando escaso de ellos.
«Claro, vendiste tus joyas para llevar a cabo tus planes…» pensó el de lentes, pero se mordió la lengua para no soltar ese comentario y trató de mantener un gesto impasible.
—Así que, espero puedas conseguirlos después de mi boda, porque supongo que no habrá tiempo hoy.
—Por supuesto —Marcel asintió—. Puede darme una lista para buscarlos o puede recorrer las tiendas para que los busque en persona…
—¿Yo? ¡¿Ir a las tiendas?! —el pelinegro lo miró con desdén—. Para eso tendré criados cómo tú, para no tener que ver la cara de cualquier vendedor.
El castaño quería abofetearlo, pero decidió llevar las manos tras su espalda y encajarse las uñas en la palmas, tratando de controlarse y forzar una sonrisa— bueno, supuse que querría salir con el joven De León, a las joyerías más exclusivas de las ciudades, a dónde irán de luna de miel.
Esas palabras llamaron la atención de Jair.
No lo había pensado, porque se suponía que el matrimonio era solo por aparentar y ni siquiera tendría trato con Alejandro, pero había establecido en sus peticiones, que lo llevara a conocer varios países y le diera el trato de legítimo esposo, al menos por un año, pero con las palabras de Marcel, se quedó en silencio.
«¿Luna de miel? ¿De verdad no sabe que esto es solo por apariencia?» sonrió divertido, «Así que Alejandro cumplió su parte y no le dijo a nadie que, después de la boda, él y yo, no tendremos nada que ver, más que como simple fachada…»
Se mordió el labio.
—¡Tienes razón! —levantó el rostro con orgullo—. Pese a lo que aparentas, eres inteligente…
A Marcel casi le da un tic por esa ofensa.
—Tienes buenas ideas… Le diré a Alex que me lleve de compras durante nuestro viaje —acomodó la gabardina que portaba—. Estoy listo para ir por mi vestido.
—Cómo diga…
Ambos salieron, seguidos por los hombres que cuidaban a Jair y recorrieron el camino.
Jair fue en su limosina y Marcel lo siguió en otro vehículo; un hombre mayor manejaba, pero el copiloto era Miguel.
—¿Y bien? —el pelinegro miró a su pareja por encima del hombro.
—¡Quiero ahorcarlo! —Marcel rechinó los dientes, mientras sacaba su celular—. Es difícil contenerse con ese sujeto —negó, buscando en su agenda—, espero no morir ¡por un derrame biliar!
Miguel sonrió, estiró la mano y sujetó la mano libre del otro, liberando sus feromonas de naranja, con un tinte de clavo, para envolver al castaño. Marcel aspiró el perfume de Miguel y se sintió reconfortado.
—Sé que puedes soportar —dijo el pelinegro con voz suave—. Eres muy fuerte, lo sé.
—Gracias… —los ojos aceituna buscaron a su novio—. Si tan solo tú pudieras acompañarme todo el tiempo.
—Sabes que no me es posible, ese sujeto no quiere a nadie de los trabajadores y allegados de Alex, cerca de él.
—Qué bueno que no sabe que yo trabajo para él —entornó los ojos—. En fin… Debo hablarle a Gibrán y avisarle que vamos para allá, para que se prepare y tome un calmante, antes de verlo.
El castaño acercó el teléfono a su oreja y de inmediato entabló conversación.
—¿Gibrán? Sí, soy yo… Exacto… No, espera, no puedes fingir que tienes otro compromiso… ¡No! Ese sujeto sabe que Alejandro de León tiene el poder para obligar a cualquiera ¡a hacer lo que le plazca!…Sí, yo también lo detesto, pero me prometiste hacerlo, ¡por Erick!… ¡Gracias! ¡Gracias! Te juro que te recompensaremos, ¡lo prometo!…
Colgó la llamada y suspiró; levantó sus gafas y masajeó el puente de su nariz
—¿Tan difícil es la situación? —Miguel levantó una ceja.
—¡No tienes idea! —negó—. Anoche que fui a verlo, dijo que prefería suicidarse antes de vestir a ese hombre —apretó los parpados—. Tuve que explicarle la delicada situación, para que aceptara, pero literalmente dijo, ‘si no fuera por eso, juro que preferiría que me sacaran del negocio de modas, quemaran mi boutique y me lanzaran al mar con una piedra atada al cuello y las vísceras de fuera, para que me tragaran los tiburones antes de tocar el fondo’.
Miguel rió— creo que eso es exagerado.
—No —Marcel negó cansado—. De tener oportunidad, yo también elegiría esa opción.
El pelinegro negó, realmente Marcel estaba muy alterado y tenía qué hacer algo para ayudarlo a sobrellevar la situación, fue por eso que sacó del bolsillo de su saco un pañuelo y lo puso en la mano de su pareja.
—No puedo estar cerca, pero al menos puedes usar esto —le guiñó un ojo.
Marcel acercó el pañuelo a su rostro y percibió las feromonas de Miguel; suspiró y una tenue sonrisa se dibujó en los labios— gracias…
—De nada, mi amor…
—Estamos llegando —anunció el chofer.
Marcel miró hacia arriba, sabía que pronto debía volver a la actitud forzada con Jair; debía ser amable y cordial, pero sobretodo, evitar saltarle encima y sacarle los ojos.
Cuando el auto se detuvo, el chofer descendió y le abrió la puerta al castaño, que fue directamente a la limusina, a esperar a que Jair bajara.
Los hombres que cuidaban de Jair, fueron a la puerta del vehículo y lo ayudaron a descender, Marcel le hizo un ligero ademán, para guiarlo a la boutique y Jair levantó el rostro, caminando con orgullo hacia el interior de la misma.
Dentro, Gribrán estaba de pie en la recepción y tras él, su séquito de asistentes quienes se encontraban muy nerviosas; realmente no sabían que ocurría, pero conocían a su jefe y el humor que tenía no era para estar ese día ahí.
—Buenos días, señor Ibarra —Marcel saludó con cortesía.
—Buenos días —respondió con seriedad y sin su clásica sonrisa.
Las chicas tras él sintieron que su piel se erizaba por la manera en la que habló; si habían pensado que estaba de mal humor, ahora sabían que estaba más que furioso.
—El joven Páez vino a buscar el vestido para su boda… —Marcel le permitió el paso a Jair.
El pelinegro entró y se quitó los guantes.
—Gibrán Ibarra —Jair sonrió burlón—. Tus diseños son tan exclusivos que no hay muchos en esta ciudad que puedan usarlos, además, eres conocido desde hace años por vestir a Erick Salazar, ¿no es así? —se quitó el saco que usaba y se lo entregó a Marcel junto con los guantes, quien tuvo que cuidarlos a pesar de desear tirarlos en el piso.
—Sí, así es —Gribran asintió—, parece que mi reputación me precede, igual que a muchos otros —levantó una ceja y sonrió con desdén.
Jair entrecerró los ojos, era claro que era un intento de insulto para él, pero usaría un traje de ese sujeto y nadie podría evitarlo, ni siquiera el mismo diseñador.
—Bien, debes estar muy agradecido que el nuevo ‘Príncipe Omega’, venga a buscar un traje contigo…
—¡¿Qué?! —Gibrán se sorprendió y sus feromonas se liberaron.
Todas las chicas tras él se quedaron heladas por esa frase y se miraron entre ellas, sin poder quitar su gesto de asombro.
—¡Oh, es cierto! No lo sabías —Jair caminó y se sentó en un sillón—. Tienes el honor de ser el primero en enterarte que hoy, después de casarme con Alejandro de León, los medios, no solo locales, sino nacionales —enfatizó, sacando su celular—, me nombrarán Príncipe Omega —se alzó de hombros, fingiendo que no era algo que le importara mucho.
Gibrán puso un gesto contrariado y el color se le fue del rostro; sus labios se movieron para dejar salir un sinnúmero de improperios, pero Marcel lo interrumpió de inmediato.
—Disculpe, señor Ibarra, pero ¿podría por favor mostrarnos los vestidos? —se puso delante del diseñador, viéndolo con seriedad y opacando las feromonas del otro con las propias—. Honestamente no tenemos tiempo y aún falta elegir los accesorios… —“por favor” dijo moviendo solo los labios, sin dejar salir un solo sonido.
Gibrán apretó los puños y respiró profundo para poder controlarse, antes de forzar una sonrisa.
—Siendo así, será un honor vestir al nuevo ‘príncipe’ —se giró hacia sus asistentes—. Por favor, traigan las fotos de los diseños de vestidos de novia que tenemos en la bóveda de seguridad, para mostrárselos al joven Páez y que alguien más vaya a sacarlos, para probárselos.
—¡Sí! —dijeron varias de ellas de inmediato, pero solo querían salir de allí, porque el gesto de su jefe las aterraba.
Una más se acercó al pelinegro y habló con amabilidad— ¿puedo ofrecerle algo de beber?
—Vino blanco y espumoso —ordenó con poco interés, mientras seguía viendo su celular.
Jair sonrió emocionado, mientras sus ojos repasaban las noticias y las redes sociales, dónde todo el mundo parecía impactado, haciendo énfasis de las noticias sociales del momento; la cancelación del compromiso de Alejandro de León con Erick Salazar, debido a la fuga del pelinegro con su aun marido, Omar Acosta y el compromiso apresurado del rubio con Jair Páez.
«Cuando vean que me caso hoy mismo, ¡todos se volverán locos!» pensó con emoción.
Mientras le entregaban la copa a Jair, otra joven se acercó a Marcel, llevándole un perchero, para que dejara las cosas de Jair, pues el castaño seguía con las prendas en brazos. El de lentes acomodó la chaqueta y los guantes, antes de sentarse en el sofá de dos plazas, observando con detenimiento la tableta.
—Debido al evento tan apresurado, no tenemos mucho tiempo para los retoques —Gibrán se sentó al lado de Marcel y cruzó las piernas—, sería bueno que eligieras uno que te quedara perfecto a la primera…
—Quiero una cola larga, encaje, escote y mucho brillo —Jair sujetó la copa y dio un trago al vino—. Quiero ser el que más brille esta noche.
—Pedrería —Gibrán suspiró—. Eso lo complica, porque si hay que hacer retoques, nos tomará más tiempo y…
—Más vale que se apresuren —interrumpió Jair, moviendo en círculos la copa con vino, mientras tecleaba algo en una de sus redes sociales—, Alex se molestará mucho si no me complacen, ¿no es así, Marcy? —miró con burla al de lentes.
Marcel suspiró— señor Ibarra, si necesita ayuda extra, el joven De León está dispuesto a pagar a todos los asistentes que sean necesarios
—Lo sé —Gibrán hizo una mueca de molestia—. Trabajaremos rápido para que todo esté antes del evento.
—Aquí están las fotos…
Una chica le acercó una carpeta de pasta dura a su jefe; Gibrán ni siquiera la tocó, le hizo un ademán y la joven fue directamente a Jair.
El pelinegro dejó de lado su celular y la copa de vino, pero se aseguró que Marcel pudiera ver con claridad que estaba conectado a la red móvil; sujetó la carpeta y observó los diseños.
—Este me gusta —señaló uno—, pero podría necesitar probármelos todos —comentó con poco interés—, ¿tú qué dices, Marcy?
—Si tiene que probarlos todos para poder decidirse, es mejor hacerlo de inmediato —respondió el castaño, forzando una sonrisa—. Y si quiere más de uno, el joven De León con gusto lo pagará.
—De acuerdo, iniciemos las pruebas —Gibrán se puso de pie y le hizo un ademán a Jair, para que pasara al probador.
—Me acompañará uno de mis trabajadores —el pelinegro hizo una seña con el dedo y uno de los hombres dio un paso al frente.
—¿Perdón? —el diseñador levantó una ceja.
—Es por seguridad —Jair se alzó de hombros y caminó con paso seguro, seguido del otro hombre.
Gibrán quiso replicar, pero la mirada seria de Marcel lo obligó a callar, así que siguió a su cliente junto con sus trabajadoras, para poder mostrarle los diseños y ayudarle a probárselos.
Jair se desvistió y probó el primer vestido que le había gustado; tenía mucha pedrería en la parte superior y destellos en la falda, pero le quedaba algo largo, suelto de la cadera, pero ajustado de la cintura y el pecho.
—Se tendrían que hacer unos retoques —Gibrán se inclinó—. El dobladillo de abajo es porque mi modelo anterior era más alto…
Jair entrecerró los ojos; su estatura promedio no era algo qué resaltar, pero sabía cómo solucionar esos detalles.
—Usaré tacones altos, así que es mejor que quede largo —dijo con molestia.
—De acuerdo —el diseñador sonrió tenuemente—. Si quiere usar este, solo habría que sujetar unos centímetros en la cadera, soltando otro par en el torso y cintura, para que no quede tan justo, las medidas de mi anterior modelo son ligeramente diferentes.
Jair apretó los puños, esa insistencia en el “anterior modelo”, significaba que se trataba de Erick y detestaba esa comparación.
—Quizá debamos intentar con otro —el pelinegro soltó el aire molesto.
—Creo que cualquiera tendrá el mismo resultado —Gibrán se giró, ocultando la sonrisa.
—¡¿Qué?! —Jair puso un gesto furico.
—Todos los cuerpos de los modelos y los usuarios finales, son diferentes, siempre hay que hacer retoques —explicó el diseñador, aguantando la risa y luego volvió a ver a su cliente—, pero lo importante es que le guste. Pasemos al segundo.
Las chicas ayudaron a Jair a desvestirse y le colocaron otro vestido; Jair se quedó atónito al verlo. El vestido era hermoso, se miraba sumamente costoso, algo que ninguno de sus amantes hubiese podido pagar en realidad, pero muchos de los cristales tenían un tono azulado al brillar.
«Azul… azul como sus ojos…» ese pensamiento lo hizo respirar desacompasado y las palabras de Alejandro llegaron a su mente.
“…¿Superar al príncipe Omega? Si esa es tu meta, creo que ya perdiste…el traje no te hace mejor que nadie más…”
—Este estilo corte sirena, tiene una cola larga, asimétrica y llena de pedrería —el diseñador acomodó una parte de la cola—, los hombros son caídos con mangas largas ilusión, tipo farol, con pedrería y…
—No me gusta —dijo con frialdad, contradiciendo su propio pensar.
—¡¿Por qué?! —Gibrán se sorprendió—. Es el vestido más…
—¡No quiero este! —gritó el pelinegro—. ¡Quítenmelo!
—De acuerdo, está bien —Gibrán movió las manos, como si quisiera calmar a un animal.
Las chicas se movieron con rapidez, ayudando a quitar el vestido.
—Intentemos con otro —el diseñador estuvo a punto de sujetar uno con manga de mariposa—, que tal…
—Quiero uno sin mangas —sentenció Jair con seriedad—, quiero mostrar mis brazos desnudos —levantó el rostro con orgullo.
Gibrán aguantó un momento la respiración; sabía la razón de esa petición, pues Erick no se ponía ropa sin mangas y aunque al principio no lo entendía, después supo el por qué y en ese momento, Jair se estaba aprovechando de la situación.
—De acuerdo… Tenemos este, aunque no es completamente blanco —Gibrán eligió otro de inmediato—. Corte de corazón, tiene una abertura en la pierna, aparte de la cola del mismo vestido, la cola más larga es desmontable y la espalda es descubierta —movió el vestido para que lo viera por detrás—. La tela es satín, con encaje bordado encima y pedrería.
—Ese me gusta.
Las chicas se movieron de inmediato, colocándole a Jair el vestido.
El pelinegro estaba encantado, observando el vestido, los detalles bordados y el escote que dejaba al descubierto su espalda; le gustaba, pese a que Gibrán estaba sujetando con algunos alfileres en las partes que debía ajustar.
—Necesitaré varios accesorios —Jair se movía, logrando que el trabajo de Gibrán fuera más complicado.
—Con el corte del vestido, es necesario una garantilla para lucir el cuello y el pecho, además de algunas pulseras, aretes, la tiara y el velo.
—Llevaré una corona —sentenció el pelinegro con seguridad.
—¿Por qué no me sorprende? —Gibrán habló entre dientes, porque traía algunos alfileres entre los labios.
—¿Qué? —Jair levantó una ceja.
El diseñador se quitó los alfileres— que combinará perfectamente… —dijo con rapidez—. ¿Quiere que traiga alguna?
—Solo el velo —ladeó el rostro—. Los demás accesorios los veré aparte.
—De acuerdo…
Ante una seña de Gibrán, una chica trajo un velo largo, ligero, liso y solo bordado en las puntas.
—Tu cabello es lo suficientemente largo para un buen peinado.
—Sí, un verdadero Omega debe usar el cabello largo, ¿o no? —señaló con suspicacia.
Gibrán frunció los labios; sabía que era una crítica por que Erick no usaba el cabello largo y aunque Jair no lo tenía tan largo como él o Marcel, si tenía una longitud lo suficientemente adecuada para hacer un peinado elegante.
—Sí… Es cierto —asintió el diseñador.
—Entonces, cumplo perfectamente con los requisitos —se alzó de hombros—. ¿Pueden llamar a Marcy? Necesito que vea el vestido, para que me ayude con los accesorios.
Una chica fue a buscar a Marcel, el cual ingresó momentos después a los probadores, observando con asombro el aspecto de Jair.
—¿Me…? —carraspeó—. ¿Me necesitaba, joven?
—¿Qué te parece mi vestido? —preguntó el pelinegro con coquetería.
—Es muy… Hermoso —«demasiado para el portador» pensó Marcel, acomodándose las gafas—. Pero creo que le hacen falta accesorios.
—¡Exacto! —Jair asintió—. ¡Necesitamos ir a comprar joyas para combinar con este vestido!
—Entendido —el de lentes revisó la agenda—. ¿Puedo pedir una foto para llevar y poder usar de guía? —preguntó para Gibrán.
—Claro, adelante… Lo que sea para complacer a mi cliente.
Marcel tomó una foto— perfecto, iremos a la joyería saliendo de aquí.
—Espero una gargantilla con diamantes ¡que me haga destacar!
—Intentemos conseguirla —el castaño forzó una sonrisa.
—¿Acaso Alex no puede pagarla?
—Por supuesto que el joven De León puede pagarla —Marcel asintió—, pero muchas joyas son bajo pedido, así que al menos por el día de hoy, deberemos buscar y comprar la más acorde con sus necesidades, aunque no sean perfectas…
—De acuerdo, pero espero que Alex me lo compense.
Después de eso, el silencio reinó. Jair se sentía en la cima por esa situación, mientras que Gibrán, estaba molesto, pero continuó con su trabajo.
Minutos más tarde, Jair se quitó el vestido y se puso la ropa que llevaba.
—¿Cuánto tardarán en arreglarlo? —preguntó Jair con indiferencia.
—Un par de horas —Gibrán sujetó el vestido—. Trabajaremos lo más rápido posible para entregárselo antes de las cinco y que pueda estar listo a tiempo, para la ceremonia.
—Me parece bien y espero lo cumplan… —Jair caminó a la salida y el hombre que lo había seguido, se apartó del marco de acceso de los probadores.
—¿Puedo ponerle polvo pica-pica? —preguntó Gibran en un murmullo.
—No —Marcel lo miró de soslayo—. Contente, recuerda que necesitamos tenerlo feliz, hasta encontrar a Erick.
Gibrán rechinó los dientes— de acuerdo, pero sacaré este diseño de mi catálogo, eso lo juro.
El de lentes asintió y salió de los vestidores.
Jair sujetó su celular y siguió revisando las redes sociales, sonriendo enormemente al ver las novedades de los noticieros, en los que el rumor de su boda con Alejandro, esa misma noche, ya estaba en todos los titulares; se sentía orgulloso de ser la noticia del momento, pero aún tenía que sacar ventaja de todo lo que tenía a su alcance.
Marcel acompañó a Jair a recorrer varias joyerías prestigiosas y le consiguió accesorios que combinaran con su traje de bodas. Una tiara tipo corona, fue el accesorio más costoso que pidió, pues estaba hecha de oro, llena de pequeños cristales y un delicado diamante; él quería algo lleno de grandes y costosos diamantes, pero debido a que ese tipo de accesorios debían ser solicitados con mucho tiempo de antelación, tuvo que conformarse. Así mismo, las pulseras, la gargantilla y por obviedad, el anillo que debía fungir como anillo de compromiso, tenían pequeñas piedras de diamante como principal atractivo.
Finalmente buscó los zapatos, decidiendo usar unos de tacón y una ligera plataforma, para poder alcanzar un poco más de altura; contento con sus compras decidió volver al hotel, para iniciar con su arreglo personal, pues eran casi las cuatro de la tarde.
En el camino de regreso, Jair llamó por teléfono a uno de sus guardaespaldas.
—Al llegar al hotel, necesito que me des el nuevo chip…
—“Cómo ordene, joven…”
Después de eso apagó su celular y le quitó el chip que portaba.
—Marcel me vio todo el día usándolo, así que debe estar seguro que sigo con mi número de teléfono —observó el pequeño chip y estuvo a punto de botarlo por la ventana, pero sabía que el automóvil de Marcel lo seguía y no quería que sospechara—, tengo que asegurarme de que desaparezca para que Omar no pueda contactarme…
Lo guardó en el bolsillo de su saco y esperó.
Al llegar al hotel, con disimulo, un guardaespaldas le dio un nuevo chip y Jair le entrego el anterior, hablando en un susurro.
—Deshazte de él, cuando Marcel no se dé cuenta.
—Cómo diga.
Marcel llegó momentos después y ambos ingresaron al hotel.
—En su habitación, ya lo están esperando para el peinado y el maquillaje —indicó el de lentes, mirando su tableta digital—. El joven De León está en una reunión con su padre y dijo que no podrá verlo hasta la boda, pero espera que cumpla con el trato.
—Por supuesto —Jair asintió—, entregaré el celular antes de la ceremonia, dile que no se preocupe, pero espero no cancele la boda después de eso.
—El joven De León tiene palabra —señaló Marcel con frialdad—, dudo que cancele todo si dijo que se haría.
—Me parece perfecto.
Mientras caminaban, Jair observó a Ulises, siendo guiado por un hombre, hacia uno de los salones privados del hotel.
«Es momento de cobrarme lo de la otra noche…»
Dio pasos rápidos y se acercó al castaño.
—Buenas tardes —saludó con desdén.
Ulises tenía una cara demacrada y aun así, levantó el rostro con orgullo; sabía la situación de su hijo y sabía que Jair se casaría con Alejandro, pero no por eso lo trataría como su igual, porque no era así.
—Llegó temprano para la recepción —se burló el pelinegro.
—Vine a dialogar con alguien importante —sentenció Ulises con frialdad.
—¿Acaso hay alguien más importante que yo en este hotel? Lo dudo.
Los labios de Ulises se curvaron en una ligera sonrisa— sí, lo hay —dijo son dudar.
Jair apretó los puños— ¿sabe? Pedí que los invitaran para tratar de ayudar a su familia e hijo, pero veo que no se lo merecen.
—Mi familia no te necesita —Ulises mantuvo un gesto serio—. Sobre mi hijo, si realmente ha hecho algo malo, tendrá que responder por ello y rogaré por su alma —su labio inferior tembló—. Pero algo sí tengo claro —junto las manos frente a su cuerpo, entrelazando los dedos—, aunque tu fueras la única persona en el mundo a quien pedirle ayuda, preferiría mil veces hundirme en la miseria y que me señalaran como una mala madre, a tener que humillarme frente a ti.
Los ojos de Jair se abrieron con sorpresa, estuvo a punto de decir algo, pero un hombre vestido de negro se acercó.
—Señor Acosta, el señor De León lo espera en la sala.
—Gracias…
Ulises dio media vuelta y caminó con paso seguro, la cabeza en alto y manteniendo un gesto orgulloso, pues aunque sabía que su situación no era buena, jamás se humillaría ante alguien como Jair.
—¡¿Va a ver al padre de Alex?! —preguntó Jair con rapidez a Marcel.
—Lo dudo —el castaño negó—. Cómo le dije, el joven y su padre, están en una reunión —recalcó—, pero si el señor Ulises Acosta hablará con alguien de la familia De León, seguramente será la madre del joven.
«Alejandro Altamira de León…» Jair entrecerró los ojos, «debí pedir una reunión con él para poner las cosas en claro y que me diera mi lugar, pero no pensé que esto pasaría…»
—¿Ocurre algo? —el de lentes lo miró con curiosidad.
—No —Jair negó—, debo ir a mi habitación para el maquillaje y lo demás…
—Claro, según un mensaje del señor Ibarra, en unos minutos más enviarán el vestido…
El sonido de un celular se escuchó y Marcel movió la mano a un bolsillo del saco, extrayendo el aparato con rapidez y contestando sin preámbulo.
—¿Diga? Sí, sí señor… Entendido… —el cabello de Marcel se movió al compás de su movimiento al asentir—. Estaré al pendiente… Yo me encargo, no se preocupe…
Después de eso colgó.
—Lo siento, joven Páez, no puedo acompañarlo hasta su habitación— señaló contrariado—.
El joven De León me encargó que esperara los anillos de boda, están por traerlos y debido a que no hay nadie más de confianza aquí, quiere que yo me haga responsable —explicó—. En cuanto los tenga, subiré de inmediato.
Jair sonrió emocionado— está bien, si es por eso, puedes quedarte aquí, pero mantén tu celular encendido, por si te marco.
—Cómo ordene.
Marcel se quedó en el recibidor, mientras Jair iba hacia el elevador; sus guardaespaldas lo seguían de cerca y al llegar a la habitación, se quedaron fuera, pues otros dos ya habían revisado la habitación y uno más estaba vigilando a las personas que iban a maquillar y peinar a su jefe.
—Tomaré una ducha rápida —sentenció sin prestar atención a las mujeres que lo esperaban.
Jair fue al baño y se quedó un momento en el espejo, observando su reflejo.
—Hoy, todos mis sueños se harán realidad —susurró emocionado, al estar a poco tiempo de lograr su cometido.
Sentía que finalmente tenía lo que merecía y no había nada que pudiera arrebatárselo, excepto quizá, Erick Salazar, por lo que tenía que evitar cumplir el trato con Alejandro de alguna manera, sin que lo sospechara.
«El problema es Sánchez…» pensó mientras estaba sobre la cama de masaje, «es obvio que Alejandro aprovecha que está conmigo para que me vigile, por lo que tendré que despistarlo antes de la boda…»
Poco antes de las doce, Marcel llegó a la habitación, tocó un par de veces y luego alguien de la seguridad de Jair le abrió; al entrar sintió nauseas. Su delicado olfato se vio afectado por el intenso olor a fresas que había en la habitación; un olor de velas aromáticas e incienso, que era tan artificial que molestaba.
«Aunque no es Dominante, intenta llenar este lugar con ese olor parecido al de sus feromonas…» pensó con desagrado, «es obvio que no se da cuenta que un Dominante puede diferenciar muy bien el olor natural y artificial…»
Carraspeó y usó sus feromonas de azahar, para ayudarse a soportar ese nefasto perfume.
—¡Al fin llegas! —Jair llegó a la estancia, con un traje azul cielo—. ¿Por qué tardaste?
—Disculpe, joven Páez —Marcel hizo una ligera reverencia—. Estaba confirmando la presencia de algunos invitados, entre ellos el Gobernador Quiroz.
—¿Vendrá? —el pelinegro levantó una ceja.
—Sí, acudirá a la recepción con su familia.
—Bien… —«Ese sujeto y su maldito esposo no volverán a verme con desprecio…»
Desde lo que había ocurrido en la recepción, dónde Erick lo descubrió como amante de Omar ante la alta sociedad, quería vengarse de todos aquellos que se habían burlado de él.
—Voy a necesitar más accesorios —levantó el rostro—. Anillos, aretes, algunos relojes, en fin, ya sabes, cosas para combinar con mis vestuarios… Por ahora, ando escaso de ellos.
«Claro, vendiste tus joyas para llevar a cabo tus planes…» pensó el de lentes, pero se mordió la lengua para no soltar ese comentario y trató de mantener un gesto impasible.
—Así que, espero puedas conseguirlos después de mi boda, porque supongo que no habrá tiempo hoy.
—Por supuesto —Marcel asintió—. Puede darme una lista para buscarlos o puede recorrer las tiendas para que los busque en persona…
—¿Yo? ¡¿Ir a las tiendas?! —el pelinegro lo miró con desdén—. Para eso tendré criados cómo tú, para no tener que ver la cara de cualquier vendedor.
El castaño quería abofetearlo, pero decidió llevar las manos tras su espalda y encajarse las uñas en la palmas, tratando de controlarse y forzar una sonrisa— bueno, supuse que querría salir con el joven De León, a las joyerías más exclusivas de las ciudades, a dónde irán de luna de miel.
Esas palabras llamaron la atención de Jair.
No lo había pensado, porque se suponía que el matrimonio era solo por aparentar y ni siquiera tendría trato con Alejandro, pero había establecido en sus peticiones, que lo llevara a conocer varios países y le diera el trato de legítimo esposo, al menos por un año, pero con las palabras de Marcel, se quedó en silencio.
«¿Luna de miel? ¿De verdad no sabe que esto es solo por apariencia?» sonrió divertido, «Así que Alejandro cumplió su parte y no le dijo a nadie que, después de la boda, él y yo, no tendremos nada que ver, más que como simple fachada…»
Se mordió el labio.
—¡Tienes razón! —levantó el rostro con orgullo—. Pese a lo que aparentas, eres inteligente…
A Marcel casi le da un tic por esa ofensa.
—Tienes buenas ideas… Le diré a Alex que me lleve de compras durante nuestro viaje —acomodó la gabardina que portaba—. Estoy listo para ir por mi vestido.
—Cómo diga…
Ambos salieron, seguidos por los hombres que cuidaban a Jair y recorrieron el camino.
Jair fue en su limosina y Marcel lo siguió en otro vehículo; un hombre mayor manejaba, pero el copiloto era Miguel.
—¿Y bien? —el pelinegro miró a su pareja por encima del hombro.
—¡Quiero ahorcarlo! —Marcel rechinó los dientes, mientras sacaba su celular—. Es difícil contenerse con ese sujeto —negó, buscando en su agenda—, espero no morir ¡por un derrame biliar!
Miguel sonrió, estiró la mano y sujetó la mano libre del otro, liberando sus feromonas de naranja, con un tinte de clavo, para envolver al castaño. Marcel aspiró el perfume de Miguel y se sintió reconfortado.
—Sé que puedes soportar —dijo el pelinegro con voz suave—. Eres muy fuerte, lo sé.
—Gracias… —los ojos aceituna buscaron a su novio—. Si tan solo tú pudieras acompañarme todo el tiempo.
—Sabes que no me es posible, ese sujeto no quiere a nadie de los trabajadores y allegados de Alex, cerca de él.
—Qué bueno que no sabe que yo trabajo para él —entornó los ojos—. En fin… Debo hablarle a Gibrán y avisarle que vamos para allá, para que se prepare y tome un calmante, antes de verlo.
El castaño acercó el teléfono a su oreja y de inmediato entabló conversación.
—¿Gibrán? Sí, soy yo… Exacto… No, espera, no puedes fingir que tienes otro compromiso… ¡No! Ese sujeto sabe que Alejandro de León tiene el poder para obligar a cualquiera ¡a hacer lo que le plazca!…Sí, yo también lo detesto, pero me prometiste hacerlo, ¡por Erick!… ¡Gracias! ¡Gracias! Te juro que te recompensaremos, ¡lo prometo!…
Colgó la llamada y suspiró; levantó sus gafas y masajeó el puente de su nariz
—¿Tan difícil es la situación? —Miguel levantó una ceja.
—¡No tienes idea! —negó—. Anoche que fui a verlo, dijo que prefería suicidarse antes de vestir a ese hombre —apretó los parpados—. Tuve que explicarle la delicada situación, para que aceptara, pero literalmente dijo, ‘si no fuera por eso, juro que preferiría que me sacaran del negocio de modas, quemaran mi boutique y me lanzaran al mar con una piedra atada al cuello y las vísceras de fuera, para que me tragaran los tiburones antes de tocar el fondo’.
Miguel rió— creo que eso es exagerado.
—No —Marcel negó cansado—. De tener oportunidad, yo también elegiría esa opción.
El pelinegro negó, realmente Marcel estaba muy alterado y tenía qué hacer algo para ayudarlo a sobrellevar la situación, fue por eso que sacó del bolsillo de su saco un pañuelo y lo puso en la mano de su pareja.
—No puedo estar cerca, pero al menos puedes usar esto —le guiñó un ojo.
Marcel acercó el pañuelo a su rostro y percibió las feromonas de Miguel; suspiró y una tenue sonrisa se dibujó en los labios— gracias…
—De nada, mi amor…
—Estamos llegando —anunció el chofer.
Marcel miró hacia arriba, sabía que pronto debía volver a la actitud forzada con Jair; debía ser amable y cordial, pero sobretodo, evitar saltarle encima y sacarle los ojos.
Cuando el auto se detuvo, el chofer descendió y le abrió la puerta al castaño, que fue directamente a la limusina, a esperar a que Jair bajara.
Los hombres que cuidaban de Jair, fueron a la puerta del vehículo y lo ayudaron a descender, Marcel le hizo un ligero ademán, para guiarlo a la boutique y Jair levantó el rostro, caminando con orgullo hacia el interior de la misma.
Dentro, Gribrán estaba de pie en la recepción y tras él, su séquito de asistentes quienes se encontraban muy nerviosas; realmente no sabían que ocurría, pero conocían a su jefe y el humor que tenía no era para estar ese día ahí.
—Buenos días, señor Ibarra —Marcel saludó con cortesía.
—Buenos días —respondió con seriedad y sin su clásica sonrisa.
Las chicas tras él sintieron que su piel se erizaba por la manera en la que habló; si habían pensado que estaba de mal humor, ahora sabían que estaba más que furioso.
—El joven Páez vino a buscar el vestido para su boda… —Marcel le permitió el paso a Jair.
El pelinegro entró y se quitó los guantes.
—Gibrán Ibarra —Jair sonrió burlón—. Tus diseños son tan exclusivos que no hay muchos en esta ciudad que puedan usarlos, además, eres conocido desde hace años por vestir a Erick Salazar, ¿no es así? —se quitó el saco que usaba y se lo entregó a Marcel junto con los guantes, quien tuvo que cuidarlos a pesar de desear tirarlos en el piso.
—Sí, así es —Gribran asintió—, parece que mi reputación me precede, igual que a muchos otros —levantó una ceja y sonrió con desdén.
Jair entrecerró los ojos, era claro que era un intento de insulto para él, pero usaría un traje de ese sujeto y nadie podría evitarlo, ni siquiera el mismo diseñador.
—Bien, debes estar muy agradecido que el nuevo ‘Príncipe Omega’, venga a buscar un traje contigo…
—¡¿Qué?! —Gibrán se sorprendió y sus feromonas se liberaron.
Todas las chicas tras él se quedaron heladas por esa frase y se miraron entre ellas, sin poder quitar su gesto de asombro.
—¡Oh, es cierto! No lo sabías —Jair caminó y se sentó en un sillón—. Tienes el honor de ser el primero en enterarte que hoy, después de casarme con Alejandro de León, los medios, no solo locales, sino nacionales —enfatizó, sacando su celular—, me nombrarán Príncipe Omega —se alzó de hombros, fingiendo que no era algo que le importara mucho.
Gibrán puso un gesto contrariado y el color se le fue del rostro; sus labios se movieron para dejar salir un sinnúmero de improperios, pero Marcel lo interrumpió de inmediato.
—Disculpe, señor Ibarra, pero ¿podría por favor mostrarnos los vestidos? —se puso delante del diseñador, viéndolo con seriedad y opacando las feromonas del otro con las propias—. Honestamente no tenemos tiempo y aún falta elegir los accesorios… —“por favor” dijo moviendo solo los labios, sin dejar salir un solo sonido.
Gibrán apretó los puños y respiró profundo para poder controlarse, antes de forzar una sonrisa.
—Siendo así, será un honor vestir al nuevo ‘príncipe’ —se giró hacia sus asistentes—. Por favor, traigan las fotos de los diseños de vestidos de novia que tenemos en la bóveda de seguridad, para mostrárselos al joven Páez y que alguien más vaya a sacarlos, para probárselos.
—¡Sí! —dijeron varias de ellas de inmediato, pero solo querían salir de allí, porque el gesto de su jefe las aterraba.
Una más se acercó al pelinegro y habló con amabilidad— ¿puedo ofrecerle algo de beber?
—Vino blanco y espumoso —ordenó con poco interés, mientras seguía viendo su celular.
Jair sonrió emocionado, mientras sus ojos repasaban las noticias y las redes sociales, dónde todo el mundo parecía impactado, haciendo énfasis de las noticias sociales del momento; la cancelación del compromiso de Alejandro de León con Erick Salazar, debido a la fuga del pelinegro con su aun marido, Omar Acosta y el compromiso apresurado del rubio con Jair Páez.
«Cuando vean que me caso hoy mismo, ¡todos se volverán locos!» pensó con emoción.
Mientras le entregaban la copa a Jair, otra joven se acercó a Marcel, llevándole un perchero, para que dejara las cosas de Jair, pues el castaño seguía con las prendas en brazos. El de lentes acomodó la chaqueta y los guantes, antes de sentarse en el sofá de dos plazas, observando con detenimiento la tableta.
—Debido al evento tan apresurado, no tenemos mucho tiempo para los retoques —Gibrán se sentó al lado de Marcel y cruzó las piernas—, sería bueno que eligieras uno que te quedara perfecto a la primera…
—Quiero una cola larga, encaje, escote y mucho brillo —Jair sujetó la copa y dio un trago al vino—. Quiero ser el que más brille esta noche.
—Pedrería —Gibrán suspiró—. Eso lo complica, porque si hay que hacer retoques, nos tomará más tiempo y…
—Más vale que se apresuren —interrumpió Jair, moviendo en círculos la copa con vino, mientras tecleaba algo en una de sus redes sociales—, Alex se molestará mucho si no me complacen, ¿no es así, Marcy? —miró con burla al de lentes.
Marcel suspiró— señor Ibarra, si necesita ayuda extra, el joven De León está dispuesto a pagar a todos los asistentes que sean necesarios
—Lo sé —Gibrán hizo una mueca de molestia—. Trabajaremos rápido para que todo esté antes del evento.
—Aquí están las fotos…
Una chica le acercó una carpeta de pasta dura a su jefe; Gibrán ni siquiera la tocó, le hizo un ademán y la joven fue directamente a Jair.
El pelinegro dejó de lado su celular y la copa de vino, pero se aseguró que Marcel pudiera ver con claridad que estaba conectado a la red móvil; sujetó la carpeta y observó los diseños.
—Este me gusta —señaló uno—, pero podría necesitar probármelos todos —comentó con poco interés—, ¿tú qué dices, Marcy?
—Si tiene que probarlos todos para poder decidirse, es mejor hacerlo de inmediato —respondió el castaño, forzando una sonrisa—. Y si quiere más de uno, el joven De León con gusto lo pagará.
—De acuerdo, iniciemos las pruebas —Gibrán se puso de pie y le hizo un ademán a Jair, para que pasara al probador.
—Me acompañará uno de mis trabajadores —el pelinegro hizo una seña con el dedo y uno de los hombres dio un paso al frente.
—¿Perdón? —el diseñador levantó una ceja.
—Es por seguridad —Jair se alzó de hombros y caminó con paso seguro, seguido del otro hombre.
Gibrán quiso replicar, pero la mirada seria de Marcel lo obligó a callar, así que siguió a su cliente junto con sus trabajadoras, para poder mostrarle los diseños y ayudarle a probárselos.
Jair se desvistió y probó el primer vestido que le había gustado; tenía mucha pedrería en la parte superior y destellos en la falda, pero le quedaba algo largo, suelto de la cadera, pero ajustado de la cintura y el pecho.
—Se tendrían que hacer unos retoques —Gibrán se inclinó—. El dobladillo de abajo es porque mi modelo anterior era más alto…
Jair entrecerró los ojos; su estatura promedio no era algo qué resaltar, pero sabía cómo solucionar esos detalles.
—Usaré tacones altos, así que es mejor que quede largo —dijo con molestia.
—De acuerdo —el diseñador sonrió tenuemente—. Si quiere usar este, solo habría que sujetar unos centímetros en la cadera, soltando otro par en el torso y cintura, para que no quede tan justo, las medidas de mi anterior modelo son ligeramente diferentes.
Jair apretó los puños, esa insistencia en el “anterior modelo”, significaba que se trataba de Erick y detestaba esa comparación.
—Quizá debamos intentar con otro —el pelinegro soltó el aire molesto.
—Creo que cualquiera tendrá el mismo resultado —Gibrán se giró, ocultando la sonrisa.
—¡¿Qué?! —Jair puso un gesto furico.
—Todos los cuerpos de los modelos y los usuarios finales, son diferentes, siempre hay que hacer retoques —explicó el diseñador, aguantando la risa y luego volvió a ver a su cliente—, pero lo importante es que le guste. Pasemos al segundo.
Las chicas ayudaron a Jair a desvestirse y le colocaron otro vestido; Jair se quedó atónito al verlo. El vestido era hermoso, se miraba sumamente costoso, algo que ninguno de sus amantes hubiese podido pagar en realidad, pero muchos de los cristales tenían un tono azulado al brillar.
«Azul… azul como sus ojos…» ese pensamiento lo hizo respirar desacompasado y las palabras de Alejandro llegaron a su mente.
“…¿Superar al príncipe Omega? Si esa es tu meta, creo que ya perdiste…el traje no te hace mejor que nadie más…”
—Este estilo corte sirena, tiene una cola larga, asimétrica y llena de pedrería —el diseñador acomodó una parte de la cola—, los hombros son caídos con mangas largas ilusión, tipo farol, con pedrería y…
—No me gusta —dijo con frialdad, contradiciendo su propio pensar.
—¡¿Por qué?! —Gibrán se sorprendió—. Es el vestido más…
—¡No quiero este! —gritó el pelinegro—. ¡Quítenmelo!
—De acuerdo, está bien —Gibrán movió las manos, como si quisiera calmar a un animal.
Las chicas se movieron con rapidez, ayudando a quitar el vestido.
—Intentemos con otro —el diseñador estuvo a punto de sujetar uno con manga de mariposa—, que tal…
—Quiero uno sin mangas —sentenció Jair con seriedad—, quiero mostrar mis brazos desnudos —levantó el rostro con orgullo.
Gibrán aguantó un momento la respiración; sabía la razón de esa petición, pues Erick no se ponía ropa sin mangas y aunque al principio no lo entendía, después supo el por qué y en ese momento, Jair se estaba aprovechando de la situación.
—De acuerdo… Tenemos este, aunque no es completamente blanco —Gibrán eligió otro de inmediato—. Corte de corazón, tiene una abertura en la pierna, aparte de la cola del mismo vestido, la cola más larga es desmontable y la espalda es descubierta —movió el vestido para que lo viera por detrás—. La tela es satín, con encaje bordado encima y pedrería.
—Ese me gusta.
Las chicas se movieron de inmediato, colocándole a Jair el vestido.
El pelinegro estaba encantado, observando el vestido, los detalles bordados y el escote que dejaba al descubierto su espalda; le gustaba, pese a que Gibrán estaba sujetando con algunos alfileres en las partes que debía ajustar.
—Necesitaré varios accesorios —Jair se movía, logrando que el trabajo de Gibrán fuera más complicado.
—Con el corte del vestido, es necesario una garantilla para lucir el cuello y el pecho, además de algunas pulseras, aretes, la tiara y el velo.
—Llevaré una corona —sentenció el pelinegro con seguridad.
—¿Por qué no me sorprende? —Gibrán habló entre dientes, porque traía algunos alfileres entre los labios.
—¿Qué? —Jair levantó una ceja.
El diseñador se quitó los alfileres— que combinará perfectamente… —dijo con rapidez—. ¿Quiere que traiga alguna?
—Solo el velo —ladeó el rostro—. Los demás accesorios los veré aparte.
—De acuerdo…
Ante una seña de Gibrán, una chica trajo un velo largo, ligero, liso y solo bordado en las puntas.
—Tu cabello es lo suficientemente largo para un buen peinado.
—Sí, un verdadero Omega debe usar el cabello largo, ¿o no? —señaló con suspicacia.
Gibrán frunció los labios; sabía que era una crítica por que Erick no usaba el cabello largo y aunque Jair no lo tenía tan largo como él o Marcel, si tenía una longitud lo suficientemente adecuada para hacer un peinado elegante.
—Sí… Es cierto —asintió el diseñador.
—Entonces, cumplo perfectamente con los requisitos —se alzó de hombros—. ¿Pueden llamar a Marcy? Necesito que vea el vestido, para que me ayude con los accesorios.
Una chica fue a buscar a Marcel, el cual ingresó momentos después a los probadores, observando con asombro el aspecto de Jair.
—¿Me…? —carraspeó—. ¿Me necesitaba, joven?
—¿Qué te parece mi vestido? —preguntó el pelinegro con coquetería.
—Es muy… Hermoso —«demasiado para el portador» pensó Marcel, acomodándose las gafas—. Pero creo que le hacen falta accesorios.
—¡Exacto! —Jair asintió—. ¡Necesitamos ir a comprar joyas para combinar con este vestido!
—Entendido —el de lentes revisó la agenda—. ¿Puedo pedir una foto para llevar y poder usar de guía? —preguntó para Gibrán.
—Claro, adelante… Lo que sea para complacer a mi cliente.
Marcel tomó una foto— perfecto, iremos a la joyería saliendo de aquí.
—Espero una gargantilla con diamantes ¡que me haga destacar!
—Intentemos conseguirla —el castaño forzó una sonrisa.
—¿Acaso Alex no puede pagarla?
—Por supuesto que el joven De León puede pagarla —Marcel asintió—, pero muchas joyas son bajo pedido, así que al menos por el día de hoy, deberemos buscar y comprar la más acorde con sus necesidades, aunque no sean perfectas…
—De acuerdo, pero espero que Alex me lo compense.
Después de eso, el silencio reinó. Jair se sentía en la cima por esa situación, mientras que Gibrán, estaba molesto, pero continuó con su trabajo.
Minutos más tarde, Jair se quitó el vestido y se puso la ropa que llevaba.
—¿Cuánto tardarán en arreglarlo? —preguntó Jair con indiferencia.
—Un par de horas —Gibrán sujetó el vestido—. Trabajaremos lo más rápido posible para entregárselo antes de las cinco y que pueda estar listo a tiempo, para la ceremonia.
—Me parece bien y espero lo cumplan… —Jair caminó a la salida y el hombre que lo había seguido, se apartó del marco de acceso de los probadores.
—¿Puedo ponerle polvo pica-pica? —preguntó Gibran en un murmullo.
—No —Marcel lo miró de soslayo—. Contente, recuerda que necesitamos tenerlo feliz, hasta encontrar a Erick.
Gibrán rechinó los dientes— de acuerdo, pero sacaré este diseño de mi catálogo, eso lo juro.
El de lentes asintió y salió de los vestidores.
Jair sujetó su celular y siguió revisando las redes sociales, sonriendo enormemente al ver las novedades de los noticieros, en los que el rumor de su boda con Alejandro, esa misma noche, ya estaba en todos los titulares; se sentía orgulloso de ser la noticia del momento, pero aún tenía que sacar ventaja de todo lo que tenía a su alcance.
Marcel acompañó a Jair a recorrer varias joyerías prestigiosas y le consiguió accesorios que combinaran con su traje de bodas. Una tiara tipo corona, fue el accesorio más costoso que pidió, pues estaba hecha de oro, llena de pequeños cristales y un delicado diamante; él quería algo lleno de grandes y costosos diamantes, pero debido a que ese tipo de accesorios debían ser solicitados con mucho tiempo de antelación, tuvo que conformarse. Así mismo, las pulseras, la gargantilla y por obviedad, el anillo que debía fungir como anillo de compromiso, tenían pequeñas piedras de diamante como principal atractivo.
Finalmente buscó los zapatos, decidiendo usar unos de tacón y una ligera plataforma, para poder alcanzar un poco más de altura; contento con sus compras decidió volver al hotel, para iniciar con su arreglo personal, pues eran casi las cuatro de la tarde.
En el camino de regreso, Jair llamó por teléfono a uno de sus guardaespaldas.
—Al llegar al hotel, necesito que me des el nuevo chip…
—“Cómo ordene, joven…”
Después de eso apagó su celular y le quitó el chip que portaba.
—Marcel me vio todo el día usándolo, así que debe estar seguro que sigo con mi número de teléfono —observó el pequeño chip y estuvo a punto de botarlo por la ventana, pero sabía que el automóvil de Marcel lo seguía y no quería que sospechara—, tengo que asegurarme de que desaparezca para que Omar no pueda contactarme…
Lo guardó en el bolsillo de su saco y esperó.
Al llegar al hotel, con disimulo, un guardaespaldas le dio un nuevo chip y Jair le entrego el anterior, hablando en un susurro.
—Deshazte de él, cuando Marcel no se dé cuenta.
—Cómo diga.
Marcel llegó momentos después y ambos ingresaron al hotel.
—En su habitación, ya lo están esperando para el peinado y el maquillaje —indicó el de lentes, mirando su tableta digital—. El joven De León está en una reunión con su padre y dijo que no podrá verlo hasta la boda, pero espera que cumpla con el trato.
—Por supuesto —Jair asintió—, entregaré el celular antes de la ceremonia, dile que no se preocupe, pero espero no cancele la boda después de eso.
—El joven De León tiene palabra —señaló Marcel con frialdad—, dudo que cancele todo si dijo que se haría.
—Me parece perfecto.
Mientras caminaban, Jair observó a Ulises, siendo guiado por un hombre, hacia uno de los salones privados del hotel.
«Es momento de cobrarme lo de la otra noche…»
Dio pasos rápidos y se acercó al castaño.
—Buenas tardes —saludó con desdén.
Ulises tenía una cara demacrada y aun así, levantó el rostro con orgullo; sabía la situación de su hijo y sabía que Jair se casaría con Alejandro, pero no por eso lo trataría como su igual, porque no era así.
—Llegó temprano para la recepción —se burló el pelinegro.
—Vine a dialogar con alguien importante —sentenció Ulises con frialdad.
—¿Acaso hay alguien más importante que yo en este hotel? Lo dudo.
Los labios de Ulises se curvaron en una ligera sonrisa— sí, lo hay —dijo son dudar.
Jair apretó los puños— ¿sabe? Pedí que los invitaran para tratar de ayudar a su familia e hijo, pero veo que no se lo merecen.
—Mi familia no te necesita —Ulises mantuvo un gesto serio—. Sobre mi hijo, si realmente ha hecho algo malo, tendrá que responder por ello y rogaré por su alma —su labio inferior tembló—. Pero algo sí tengo claro —junto las manos frente a su cuerpo, entrelazando los dedos—, aunque tu fueras la única persona en el mundo a quien pedirle ayuda, preferiría mil veces hundirme en la miseria y que me señalaran como una mala madre, a tener que humillarme frente a ti.
Los ojos de Jair se abrieron con sorpresa, estuvo a punto de decir algo, pero un hombre vestido de negro se acercó.
—Señor Acosta, el señor De León lo espera en la sala.
—Gracias…
Ulises dio media vuelta y caminó con paso seguro, la cabeza en alto y manteniendo un gesto orgulloso, pues aunque sabía que su situación no era buena, jamás se humillaría ante alguien como Jair.
—¡¿Va a ver al padre de Alex?! —preguntó Jair con rapidez a Marcel.
—Lo dudo —el castaño negó—. Cómo le dije, el joven y su padre, están en una reunión —recalcó—, pero si el señor Ulises Acosta hablará con alguien de la familia De León, seguramente será la madre del joven.
«Alejandro Altamira de León…» Jair entrecerró los ojos, «debí pedir una reunión con él para poner las cosas en claro y que me diera mi lugar, pero no pensé que esto pasaría…»
—¿Ocurre algo? —el de lentes lo miró con curiosidad.
—No —Jair negó—, debo ir a mi habitación para el maquillaje y lo demás…
—Claro, según un mensaje del señor Ibarra, en unos minutos más enviarán el vestido…
El sonido de un celular se escuchó y Marcel movió la mano a un bolsillo del saco, extrayendo el aparato con rapidez y contestando sin preámbulo.
—¿Diga? Sí, sí señor… Entendido… —el cabello de Marcel se movió al compás de su movimiento al asentir—. Estaré al pendiente… Yo me encargo, no se preocupe…
Después de eso colgó.
—Lo siento, joven Páez, no puedo acompañarlo hasta su habitación— señaló contrariado—.
El joven De León me encargó que esperara los anillos de boda, están por traerlos y debido a que no hay nadie más de confianza aquí, quiere que yo me haga responsable —explicó—. En cuanto los tenga, subiré de inmediato.
Jair sonrió emocionado— está bien, si es por eso, puedes quedarte aquí, pero mantén tu celular encendido, por si te marco.
—Cómo ordene.
Marcel se quedó en el recibidor, mientras Jair iba hacia el elevador; sus guardaespaldas lo seguían de cerca y al llegar a la habitación, se quedaron fuera, pues otros dos ya habían revisado la habitación y uno más estaba vigilando a las personas que iban a maquillar y peinar a su jefe.
—Tomaré una ducha rápida —sentenció sin prestar atención a las mujeres que lo esperaban.
Jair fue al baño y se quedó un momento en el espejo, observando su reflejo.
—Hoy, todos mis sueños se harán realidad —susurró emocionado, al estar a poco tiempo de lograr su cometido.
El enorme salón estaba lleno; el juez estaba en su lugar, los testigos y familiares de Alejandro estaban en la primera fila de los asientos y todos los invitados ocupaban las demás sillas. Había una reportera hablando sobre los invitados y las cámaras de los canales que tenían la exclusiva, recorrían todo para no perder detalle.
Pese a su porte, galanura y traje que le quedaba perfecto, Alejandro mantenía un gesto serio, casi sombrío; no había ni un ápice de emoción ante esa situación. Sus padres esperaban en silencio, mientras los murmullos se escuchaban tras ellos; Dimitry, Iván, David y Fabián, junto a su familia, estaban en una de las dos filas de asientos; Miguel con la familia de Marcel, así como Julián, acompañando a Agustín y su familia, estaban en la otra fila y tras ellos, los padres de Omar.
Alonso y Noé, tenían un gesto serio y no hablaban con nadie, especialmente porque eran la comidilla de todos los presentes. Días antes, Alonso se sentía orgulloso de anunciar que iba a ser pariente político de la familia De León y ahora todos creían que Erick se había escapado con Omar y plantado a Alejandro, quien en venganza, se casaba con el amante de Omar.
Marcel estaba afuera del salón, esperando a Jair, quien se presentó poco antes de que el reloj diera las seis, seguido de su escolta.
—¿Está listo? —preguntó el castaño.
—¡Por supuesto! —Jair sonrió divertido.
Marcel estiró la mano— necesito su celular…
—¡Ah, sí! Aquí tienes…
Jair le entregó el celular sin dudar y Marcel lo guardó en el bolsillo de su saco.
—Iré a pedir que inicien la marcha nupcial, en cuanto el reloj anuncie las seis.
—Gracias Marcy, por cierto, me agrada cómo trabajas, quizá te contrate como asistente a largo plazo.
El de lentes sonrió de lado— creo que eso lo deberíamos hablar, después de su boda.
Con esas palabras, el de lentes entró al salón, les dio la indicación a los músicos y fue de inmediato al lado de Miguel, para acompañarlo, junto a su familia.
A las seis en punto, la marcha nupcial inició, las puertas del salón se abrieron y por el umbral, Jair apareció, ataviado con su vestido de bodas. Todos los presentes se quedaron en silencio, observándolo caminar, levantando el rostro con altivez; la mirada castaña repasaba a todos los invitados y sonreía con burla.
Jair estaba consciente de que las miradas de todos los presentes no eran de aceptación, al contrario; todos lo miraban con algo de molestia y hasta desagrado, pero el pelinegro sabía que después de eso, no iban a poder decir nada malo de él.
«No les queda de otra, solo tratarme con sumo respeto y consideración…» pensó con emoción.
Al llegar al altar, Alejandro le ofreció la mano y Jair aceptó con una enorme sonrisa; el rubio por su parte, no cambió de gesto, incluso se mantuvo impasible durante la misma.
El juez leyó unas palabras sobre la familia, sobre las leyes y normas que regían el matrimonio y especialmente la unión especial de Alfas y Omegas. Jair estaba deseoso de que llegaran al momento de la pregunta que esperaba con ansiedad, esa pregunta que al dar la respuesta, lo convertiría en el legítimo esposo de Alejandro de León.
—Por favor, si harán intercambio de alianzas, tráiganlas —pidió el hombre.
Marcel caminó hasta los novios y acercó las argollas de matrimonio.
—Sujeten sus manos, por favor…
Jair dejó de lado el ramo y sujetó la mano de Alejandro.
—Alejandro de León —dijo el juez con seriedad—. ¿Acepta por esposo a Jair Páez, jurándole fidelidad, sustento y apoyo, de acuerdo a los protocolos y leyes de nuestra sociedad?
—Sí —respondió escuetamente el rubio y sujetó el anillo, colocándolo en el dedo anular del otro.
La sonrisa de Jair tembló, al ver el elegante anillo dorado que portaba.
—Jair Páez —prosiguió el hombre—. ¿Acepta por esposo a Alejandro de León, jurándole fidelidad, apoyo y sinceridad, de acuerdo a los protocolos y leyes de nuestra sociedad?
—¡Acepto! —dijo de inmediato y sujetó el anillo, colocándolo en el dedo del rubio.
—Siendo así, necesito que firmen el documento…
El juez deslizó sobre la mesa el acta y una pluma, primero hacia Alejandro, quien plantó su rúbrica sin titubear y devolvió el bolígrafo; el juez sonrió y sujetó el objeto, acercándoselo al pelinegro.
Jair tembló antes de sujetar la pluma y sintió un sinnúmero de emociones inundar su cuerpo.
Al firmar, lograría más de lo que siquiera había imaginado en antaño. Al firmar, tendría un apellido de renombre, prestigio y sobretodo, poder; al firmar, se convertiría en el Omega más trascendental de ese país y una sola palabra salida de su boca, se tendría que hacer realidad. Al firmar, sería la sentencia indudable de que un nuevo ‘Príncipe Omega’ tomaría lugar no solo en ese estado, sino en el país, porque su deslumbrante esposo, Alejandro de León, lo haría público en la conferencia de prensa, donde los medios más importantes darían la noticia a todo el mundo.
—¿Joven Páez? —la voz del juez lo sacó de sus pensamientos—. ¿No desea firmar? —preguntó seriamente, pues Jair seguía con el bolígrafo en mano, pero no se movía.
Alejandro observó a su pareja con frialdad y todos los presentes se asombraron por esa pregunta. Una risa nerviosa se escuchó y luego una carcajada escapó de la boca de Jair.
—Disculpe, es la emoción, pero ¡por supuesto que quiero firmar!
Después de eso, firmó y regresó tanto el documento, como el bolígrafo.
—De acuerdo, entonces, para poder dar por sentado el acta, necesito la firma de los testigos y los familiares directos…
Por parte de Alejandro, los padres de Fabián fueron los testigos y lógicamente su padre y madre firmaron como su familia directa; de parte de Jair, cómo el exigió, los padres de Erick, tuvieron que firmar el acta como testigos, pero el lado de su familia quedó en blanco.
—Bien, por el poder que la ley me confiere, los declaro unidos oficialmente en matrimonio —declaró el licenciado, sujetando el documento—, pueden besarse.
Jair se giró de lado y esperó ansioso el beso de su ahora esposo.
Alejandro se giró, lo sujetó de los antebrazos y le dio un beso en los labios, pero no se apartó hasta que por el rabillo del ojo, vio muchos destellos debido a las fotos; otra petición que debía cumplirle a Páez.
Los presentes se pusieron de pie y aplaudieron, mientras Jair sentía que estaba en la gloria.
«¡Por fin! Obtuve lo que merecía. Por fin nadie me menospreciará. Por fin, seré más importante en esta ciudad e incluso en el país, de lo que alguna vez fue Erick Salazar y por sobretodo, estaré encima que cualquier cretino que antes me miraba como si no fuera nadie.»
Los destellos de las fotos seguían; algunas personas se movían de lugar, intentando ir a felicitar a los recién casados, por lo que Jair no puso mucha atención a todos los movimientos que había en el salón.
Después de unos minutos, Alejandro se inclinó y le habló cerca del oído— debemos ir al salón de prensa —dijo con seriedad—. Marcel ya debe haberle avisado a los medios que iremos a dar nuestras declaraciones y mi gente se encargará por el momento, de los invitados en la recepción.
—¡De acuerdo!
Jair sujetó el antebrazo de Alejandro y caminó por el pasillo, erguido con orgullo, como si fuera un pavo real con las plumas extendidas, para que todos lo vieran y envidiaran. Ambos salieron por un pasillo y cruzaron un corredor; Jair se estremeció un poco, porque el lugar se miraba solitario, pero al acercarse a la puerta del otro salón, notó a un par de los hombres que había contratado y soltó el aire más tranquilo.
Alejandro se acercó a la puerta y abrió; Jair ingresó, pero las luces lo deslumbraron por un momento, así que tuvo que cerrar los parpados y al abrirlos, se sorprendió.
No había nadie.
—¿Dónde está la prensa? —preguntó confundido.
—No hay prensa —respondió el rubio sonriendo con burla—. Ni siquiera hay matrimonio.
—¡¿Qué?! ¡¿De qué hablas?! —Jair tembló, pero su cuerpo empezó a temblar, al sentir el olor de las feromonas de Alejandro.
—El juez era falso —las pupilas de los ojos verdes se alargaron—. En este momento, todos los invitados están siendo informados por mi padre, del motivo de esta farsa…
—¡¿Qué?! —Jair soltó su ramo—. ¡¿Acaso no te importa Erick Salazar?!
—Por supuesto —Alejandro sintió y envolvió a Jair con sus feromonas, logrando que se hincara, teniendo problemas para respirar—. De hecho, antes de esa falsa ceremonia, los noticieros dijeron que nos estábamos casando en una ceremonia tan privada que no habría transmisión, por lo que antes de que llegaras al salón, Omar se comunicó para decirte a dónde le enviaras lo acordado y yo envié a mi gente a confirmarlo.
—¡Eso es imposible! —el pelinegro sentía terror al ver el esto del otro—. Yo… yo… me deshice del chip… él no…
La risa cruel de Alejandro se escuchó, erizando la piel de Jair.
—¿Acaso no sabes que esos guardaespaldas que contrataste, pertenecen a una agencia de un miembro importante de la junta de comercio? —levantó una ceja—. Él fue un hombre más precavido y cuando supo que tú solicitaste esa protección, se comunicó de inmediato conmigo, para poner a sus hombres a mi disposición.
—Pero… ¿cómo…?
—Aun así, mis amigos me ayudaron a clonar tu chip, pero me aseguré de que se activara justo cuando tú ya no pudieras darte cuenta —el rubio se alzó de hombros—, así que el sujeto al que le diste el chip, avisó por mensaje para terminar la clonación del mismo y le entregó el anterior a Marcel, después de confirmar el cambio.
—Pero… ¡¿Firmaste un acuerdo prenupcial?!
—Lo hice, pero ese acuerdo debería ser válido, solo si nos casamos y aun así —Alejandro se cruzó de brazos—, el abogado que conociste, también era falso, ya que es solo otro guardaespaldas de mi familia, por lo que ese documento no tiene validez.
El labio inferior de Jair tembló— pero… pero… —sus piernas no lo sostuvieron y cayó hincado en el piso—. Tú… me diste tú… palabra… ¡Siempre cumples tu palabra!
—Y cumplí todas tus exigencias, ¿o no? —levantó una ceja—. Te di una boda, preparé una recepción con todos tus caprichos, invité a la familia de Erick y a la familia de Omar Acosta, hubo medios de comunicación, un vestido costoso y te trataron con todas las consideraciones sin reparar gastos —sonrió divertido—. Siempre cumplo, que de eso no te quede duda, pero esta farsa se acabó —se quitó la argolla de matrimonio y lanzó a los pies del otro—. Es más, estas argollas ni siquiera son de oro —rió.
—Eres… Eres… —Jair empezó a llorar—. ¡Te arrepentirás! ¡Juro que te arrepentirás!
—Lo dudo —Alejandro borró la sonrisa de su rostro—. No podrás hacer nada después de este día, Jair.
El sonido de la puerta se escuchó y Marcel entró con paso rápido.
—Alex, tus hombres confirmaron la dirección, pero no se pueden acercar —sentenció—. Parece que las feromonas de Erick están presentes en un nivel tan alto, que no les permiten acercarse a la propiedad, no creo que nadie pueda entrar más que tú.
—Lo imaginé, pero tenía que encargarme primero de decirle la verdad a mi ‘falso’ esposo… —desabrochó las mancuernillas y dispersó sus feromonas—. ¿Ves, Jair? Ya sé dónde está Erick y voy a ir por él, así que todos tus planes y precauciones, no sirvieron de nada.
El pelinegro respiró agitado, las feromonas de Alejandro ya no lo estaban sometiendo, así que el coraje le hizo incorporarse— ¡eres un maldito! No vas a poder librarte tan fácil de mí, Alejandro, encontraré la manera de destruirte ¡a ti y a tu querido príncipe! Además…
El aliento se le fue; puso la mano en su nariz, tratando de no percibir las nuevas feromonas penetrantes que lo estaban envolviendo.
—No me gusta lastimar Omegas, Jair —Alejandro sonrió burlón—, por lo que le dejaré a otras personas que se encarguen de tu castigo por ahora, mientras encuentro una manera más adecuada de hacerte pagar lo que le haya ocurrido a Erick por tu culpa —se giró y encaminó a la puerta—. Estás a cargo, Marcel, pero sabes que hay alguien más que se quiere vengar…
Jair miró con terror a Marcel, que sonreía con un placer malsano.
—¿Qué pasa? —preguntó el de lentes—. ¿No sabías que las feromonas de Omegas dominantes también afectan a otros Omega?
El de lentes provocó que sus feromonas aumentaran de intensidad, haciendo que Jair retrocediera un paso.
—¡Oh! Descuida, no te atacaré con toda mi fuerza —dio un par de pasos y le dio un puñetazo en el rostro, logrando que el otro trastabillara y cayera.
—¡¿Cómo te atreves?! —Jair sollozó, le dolía la quijada, pues aunque no era un golpe tan fuerte como el de un Alfa o Beta, las feromonas de azahar lo habían debilitado considerablemente.
—Tenía ganas de hacer eso desde la mañana… —confesó el de lentes—. Pero no te preocupes, no te lastimaré mucho, ya que no soy el único invitado a esta fiesta.
La puerta se abrió y Agustín ingresó al salón, desplegando sus feromonas de canela, para envolver a Jair que aún estaba en el piso.
—¡¿Tú?! —la voz de Jair tembló.
—Hay muy pocos Omegas dominantes en esta ciudad —Agustín dio unos pasos—. Me halaga mucho que me quisieras tener de tu ‘esclavo’, no solo por eso, sino por ser hermano de Erick, que es a quien realmente quieres lastimar—se acercó hasta el sujeto en el piso—. Pero no soy tan buen actor como Marcel, así que por eso, él tomó mi lugar, de lo contrario, yo ¡te hubiera partido la cara mucho antes!
Con un movimiento rápido, le dio una patada a Jair en un costado y el otro se hizo un ovillo.
—Creo que esto será más divertido de lo que imaginamos —Marcel puso la mano en su mejilla—. Pero no te sobre esfuerces, Agus, recuerda que sigues con la fisura en tu costilla.
—Pago el precio por destruir a este sujeto —siseó el menor liberando una gran cantidad de feromonas de canela sobre el cuerpo de Jair.
—Por favor… —la victima tosió—. Deténganse…
Jair lloraba, sentía que sus fosas nasales y garganta, ardían; el aire que lograba respirar era tan caliente que se estaba asfixiando.
—Oh, no, Jair —Marcel se inclinó—. Esto es solo el principio, créeme.
—¿Sabes? —Agustin sonrió divertido—. Muchos Omegas allá afuera, al enterarse de lo que hiciste junto con Omar, querían venir a desquitarse, porque Erick es muy querido por todos…
—Además, creo que algunos invitados, también sufrieron porque fuiste amante de sus esposos —Marcel rió divertido.
—Pero antes de venir, prometimos que nos encargaríamos de ti —Agustín ladeó el rostro—, así que, es momento de que pagues un poco, todo lo que has hecho.
Una nueva patada en el rostro, logró que la corona que Jair traía, se desprendiera del peinado junto con el velo y la sangre brotó de su boca; Agustín quería golpearlo con todas sus fuerzas, pero estaba limitado en movimientos debido a su situación, aunque sabía que cuando Marcel se pusiera serio, lo golpearía por ambos.
—¡Duele! —gritó Jair—. ¡No me golpeen!
—Cariño, no puedo creer que con tan poco ya estés así —Marcel se acercó y con el tacón de su zapatilla, pisó fuertemente la mano de Jair haciendo que gritara y se quejara del dolor.
—Así que por eso un Omega usa zapatillas —Agustín levantó una ceja—, creo que podría considerar usarlas.
—Son útiles en estos casos…
La risa de los otros dos, congeló la sangre de la víctima.
—¡Por favor! —la voz de Jair sonó con un tono de súplica—. ¡No me lastimen más!
—¡Oh! Seremos muy amables, querido —Marcel estiró los brazos y tronó sus dedos—. Te aseguro que cuando la gente de Alejandro, se encargue de ti, suplicarás porque nosotros volvamos a castigarte.
Pese a su porte, galanura y traje que le quedaba perfecto, Alejandro mantenía un gesto serio, casi sombrío; no había ni un ápice de emoción ante esa situación. Sus padres esperaban en silencio, mientras los murmullos se escuchaban tras ellos; Dimitry, Iván, David y Fabián, junto a su familia, estaban en una de las dos filas de asientos; Miguel con la familia de Marcel, así como Julián, acompañando a Agustín y su familia, estaban en la otra fila y tras ellos, los padres de Omar.
Alonso y Noé, tenían un gesto serio y no hablaban con nadie, especialmente porque eran la comidilla de todos los presentes. Días antes, Alonso se sentía orgulloso de anunciar que iba a ser pariente político de la familia De León y ahora todos creían que Erick se había escapado con Omar y plantado a Alejandro, quien en venganza, se casaba con el amante de Omar.
Marcel estaba afuera del salón, esperando a Jair, quien se presentó poco antes de que el reloj diera las seis, seguido de su escolta.
—¿Está listo? —preguntó el castaño.
—¡Por supuesto! —Jair sonrió divertido.
Marcel estiró la mano— necesito su celular…
—¡Ah, sí! Aquí tienes…
Jair le entregó el celular sin dudar y Marcel lo guardó en el bolsillo de su saco.
—Iré a pedir que inicien la marcha nupcial, en cuanto el reloj anuncie las seis.
—Gracias Marcy, por cierto, me agrada cómo trabajas, quizá te contrate como asistente a largo plazo.
El de lentes sonrió de lado— creo que eso lo deberíamos hablar, después de su boda.
Con esas palabras, el de lentes entró al salón, les dio la indicación a los músicos y fue de inmediato al lado de Miguel, para acompañarlo, junto a su familia.
A las seis en punto, la marcha nupcial inició, las puertas del salón se abrieron y por el umbral, Jair apareció, ataviado con su vestido de bodas. Todos los presentes se quedaron en silencio, observándolo caminar, levantando el rostro con altivez; la mirada castaña repasaba a todos los invitados y sonreía con burla.
Jair estaba consciente de que las miradas de todos los presentes no eran de aceptación, al contrario; todos lo miraban con algo de molestia y hasta desagrado, pero el pelinegro sabía que después de eso, no iban a poder decir nada malo de él.
«No les queda de otra, solo tratarme con sumo respeto y consideración…» pensó con emoción.
Al llegar al altar, Alejandro le ofreció la mano y Jair aceptó con una enorme sonrisa; el rubio por su parte, no cambió de gesto, incluso se mantuvo impasible durante la misma.
El juez leyó unas palabras sobre la familia, sobre las leyes y normas que regían el matrimonio y especialmente la unión especial de Alfas y Omegas. Jair estaba deseoso de que llegaran al momento de la pregunta que esperaba con ansiedad, esa pregunta que al dar la respuesta, lo convertiría en el legítimo esposo de Alejandro de León.
—Por favor, si harán intercambio de alianzas, tráiganlas —pidió el hombre.
Marcel caminó hasta los novios y acercó las argollas de matrimonio.
—Sujeten sus manos, por favor…
Jair dejó de lado el ramo y sujetó la mano de Alejandro.
—Alejandro de León —dijo el juez con seriedad—. ¿Acepta por esposo a Jair Páez, jurándole fidelidad, sustento y apoyo, de acuerdo a los protocolos y leyes de nuestra sociedad?
—Sí —respondió escuetamente el rubio y sujetó el anillo, colocándolo en el dedo anular del otro.
La sonrisa de Jair tembló, al ver el elegante anillo dorado que portaba.
—Jair Páez —prosiguió el hombre—. ¿Acepta por esposo a Alejandro de León, jurándole fidelidad, apoyo y sinceridad, de acuerdo a los protocolos y leyes de nuestra sociedad?
—¡Acepto! —dijo de inmediato y sujetó el anillo, colocándolo en el dedo del rubio.
—Siendo así, necesito que firmen el documento…
El juez deslizó sobre la mesa el acta y una pluma, primero hacia Alejandro, quien plantó su rúbrica sin titubear y devolvió el bolígrafo; el juez sonrió y sujetó el objeto, acercándoselo al pelinegro.
Jair tembló antes de sujetar la pluma y sintió un sinnúmero de emociones inundar su cuerpo.
Al firmar, lograría más de lo que siquiera había imaginado en antaño. Al firmar, tendría un apellido de renombre, prestigio y sobretodo, poder; al firmar, se convertiría en el Omega más trascendental de ese país y una sola palabra salida de su boca, se tendría que hacer realidad. Al firmar, sería la sentencia indudable de que un nuevo ‘Príncipe Omega’ tomaría lugar no solo en ese estado, sino en el país, porque su deslumbrante esposo, Alejandro de León, lo haría público en la conferencia de prensa, donde los medios más importantes darían la noticia a todo el mundo.
—¿Joven Páez? —la voz del juez lo sacó de sus pensamientos—. ¿No desea firmar? —preguntó seriamente, pues Jair seguía con el bolígrafo en mano, pero no se movía.
Alejandro observó a su pareja con frialdad y todos los presentes se asombraron por esa pregunta. Una risa nerviosa se escuchó y luego una carcajada escapó de la boca de Jair.
—Disculpe, es la emoción, pero ¡por supuesto que quiero firmar!
Después de eso, firmó y regresó tanto el documento, como el bolígrafo.
—De acuerdo, entonces, para poder dar por sentado el acta, necesito la firma de los testigos y los familiares directos…
Por parte de Alejandro, los padres de Fabián fueron los testigos y lógicamente su padre y madre firmaron como su familia directa; de parte de Jair, cómo el exigió, los padres de Erick, tuvieron que firmar el acta como testigos, pero el lado de su familia quedó en blanco.
—Bien, por el poder que la ley me confiere, los declaro unidos oficialmente en matrimonio —declaró el licenciado, sujetando el documento—, pueden besarse.
Jair se giró de lado y esperó ansioso el beso de su ahora esposo.
Alejandro se giró, lo sujetó de los antebrazos y le dio un beso en los labios, pero no se apartó hasta que por el rabillo del ojo, vio muchos destellos debido a las fotos; otra petición que debía cumplirle a Páez.
Los presentes se pusieron de pie y aplaudieron, mientras Jair sentía que estaba en la gloria.
«¡Por fin! Obtuve lo que merecía. Por fin nadie me menospreciará. Por fin, seré más importante en esta ciudad e incluso en el país, de lo que alguna vez fue Erick Salazar y por sobretodo, estaré encima que cualquier cretino que antes me miraba como si no fuera nadie.»
Los destellos de las fotos seguían; algunas personas se movían de lugar, intentando ir a felicitar a los recién casados, por lo que Jair no puso mucha atención a todos los movimientos que había en el salón.
Después de unos minutos, Alejandro se inclinó y le habló cerca del oído— debemos ir al salón de prensa —dijo con seriedad—. Marcel ya debe haberle avisado a los medios que iremos a dar nuestras declaraciones y mi gente se encargará por el momento, de los invitados en la recepción.
—¡De acuerdo!
Jair sujetó el antebrazo de Alejandro y caminó por el pasillo, erguido con orgullo, como si fuera un pavo real con las plumas extendidas, para que todos lo vieran y envidiaran. Ambos salieron por un pasillo y cruzaron un corredor; Jair se estremeció un poco, porque el lugar se miraba solitario, pero al acercarse a la puerta del otro salón, notó a un par de los hombres que había contratado y soltó el aire más tranquilo.
Alejandro se acercó a la puerta y abrió; Jair ingresó, pero las luces lo deslumbraron por un momento, así que tuvo que cerrar los parpados y al abrirlos, se sorprendió.
No había nadie.
—¿Dónde está la prensa? —preguntó confundido.
—No hay prensa —respondió el rubio sonriendo con burla—. Ni siquiera hay matrimonio.
—¡¿Qué?! ¡¿De qué hablas?! —Jair tembló, pero su cuerpo empezó a temblar, al sentir el olor de las feromonas de Alejandro.
—El juez era falso —las pupilas de los ojos verdes se alargaron—. En este momento, todos los invitados están siendo informados por mi padre, del motivo de esta farsa…
—¡¿Qué?! —Jair soltó su ramo—. ¡¿Acaso no te importa Erick Salazar?!
—Por supuesto —Alejandro sintió y envolvió a Jair con sus feromonas, logrando que se hincara, teniendo problemas para respirar—. De hecho, antes de esa falsa ceremonia, los noticieros dijeron que nos estábamos casando en una ceremonia tan privada que no habría transmisión, por lo que antes de que llegaras al salón, Omar se comunicó para decirte a dónde le enviaras lo acordado y yo envié a mi gente a confirmarlo.
—¡Eso es imposible! —el pelinegro sentía terror al ver el esto del otro—. Yo… yo… me deshice del chip… él no…
La risa cruel de Alejandro se escuchó, erizando la piel de Jair.
—¿Acaso no sabes que esos guardaespaldas que contrataste, pertenecen a una agencia de un miembro importante de la junta de comercio? —levantó una ceja—. Él fue un hombre más precavido y cuando supo que tú solicitaste esa protección, se comunicó de inmediato conmigo, para poner a sus hombres a mi disposición.
—Pero… ¿cómo…?
—Aun así, mis amigos me ayudaron a clonar tu chip, pero me aseguré de que se activara justo cuando tú ya no pudieras darte cuenta —el rubio se alzó de hombros—, así que el sujeto al que le diste el chip, avisó por mensaje para terminar la clonación del mismo y le entregó el anterior a Marcel, después de confirmar el cambio.
—Pero… ¡¿Firmaste un acuerdo prenupcial?!
—Lo hice, pero ese acuerdo debería ser válido, solo si nos casamos y aun así —Alejandro se cruzó de brazos—, el abogado que conociste, también era falso, ya que es solo otro guardaespaldas de mi familia, por lo que ese documento no tiene validez.
El labio inferior de Jair tembló— pero… pero… —sus piernas no lo sostuvieron y cayó hincado en el piso—. Tú… me diste tú… palabra… ¡Siempre cumples tu palabra!
—Y cumplí todas tus exigencias, ¿o no? —levantó una ceja—. Te di una boda, preparé una recepción con todos tus caprichos, invité a la familia de Erick y a la familia de Omar Acosta, hubo medios de comunicación, un vestido costoso y te trataron con todas las consideraciones sin reparar gastos —sonrió divertido—. Siempre cumplo, que de eso no te quede duda, pero esta farsa se acabó —se quitó la argolla de matrimonio y lanzó a los pies del otro—. Es más, estas argollas ni siquiera son de oro —rió.
—Eres… Eres… —Jair empezó a llorar—. ¡Te arrepentirás! ¡Juro que te arrepentirás!
—Lo dudo —Alejandro borró la sonrisa de su rostro—. No podrás hacer nada después de este día, Jair.
El sonido de la puerta se escuchó y Marcel entró con paso rápido.
—Alex, tus hombres confirmaron la dirección, pero no se pueden acercar —sentenció—. Parece que las feromonas de Erick están presentes en un nivel tan alto, que no les permiten acercarse a la propiedad, no creo que nadie pueda entrar más que tú.
—Lo imaginé, pero tenía que encargarme primero de decirle la verdad a mi ‘falso’ esposo… —desabrochó las mancuernillas y dispersó sus feromonas—. ¿Ves, Jair? Ya sé dónde está Erick y voy a ir por él, así que todos tus planes y precauciones, no sirvieron de nada.
El pelinegro respiró agitado, las feromonas de Alejandro ya no lo estaban sometiendo, así que el coraje le hizo incorporarse— ¡eres un maldito! No vas a poder librarte tan fácil de mí, Alejandro, encontraré la manera de destruirte ¡a ti y a tu querido príncipe! Además…
El aliento se le fue; puso la mano en su nariz, tratando de no percibir las nuevas feromonas penetrantes que lo estaban envolviendo.
—No me gusta lastimar Omegas, Jair —Alejandro sonrió burlón—, por lo que le dejaré a otras personas que se encarguen de tu castigo por ahora, mientras encuentro una manera más adecuada de hacerte pagar lo que le haya ocurrido a Erick por tu culpa —se giró y encaminó a la puerta—. Estás a cargo, Marcel, pero sabes que hay alguien más que se quiere vengar…
Jair miró con terror a Marcel, que sonreía con un placer malsano.
—¿Qué pasa? —preguntó el de lentes—. ¿No sabías que las feromonas de Omegas dominantes también afectan a otros Omega?
El de lentes provocó que sus feromonas aumentaran de intensidad, haciendo que Jair retrocediera un paso.
—¡Oh! Descuida, no te atacaré con toda mi fuerza —dio un par de pasos y le dio un puñetazo en el rostro, logrando que el otro trastabillara y cayera.
—¡¿Cómo te atreves?! —Jair sollozó, le dolía la quijada, pues aunque no era un golpe tan fuerte como el de un Alfa o Beta, las feromonas de azahar lo habían debilitado considerablemente.
—Tenía ganas de hacer eso desde la mañana… —confesó el de lentes—. Pero no te preocupes, no te lastimaré mucho, ya que no soy el único invitado a esta fiesta.
La puerta se abrió y Agustín ingresó al salón, desplegando sus feromonas de canela, para envolver a Jair que aún estaba en el piso.
—¡¿Tú?! —la voz de Jair tembló.
—Hay muy pocos Omegas dominantes en esta ciudad —Agustín dio unos pasos—. Me halaga mucho que me quisieras tener de tu ‘esclavo’, no solo por eso, sino por ser hermano de Erick, que es a quien realmente quieres lastimar—se acercó hasta el sujeto en el piso—. Pero no soy tan buen actor como Marcel, así que por eso, él tomó mi lugar, de lo contrario, yo ¡te hubiera partido la cara mucho antes!
Con un movimiento rápido, le dio una patada a Jair en un costado y el otro se hizo un ovillo.
—Creo que esto será más divertido de lo que imaginamos —Marcel puso la mano en su mejilla—. Pero no te sobre esfuerces, Agus, recuerda que sigues con la fisura en tu costilla.
—Pago el precio por destruir a este sujeto —siseó el menor liberando una gran cantidad de feromonas de canela sobre el cuerpo de Jair.
—Por favor… —la victima tosió—. Deténganse…
Jair lloraba, sentía que sus fosas nasales y garganta, ardían; el aire que lograba respirar era tan caliente que se estaba asfixiando.
—Oh, no, Jair —Marcel se inclinó—. Esto es solo el principio, créeme.
—¿Sabes? —Agustin sonrió divertido—. Muchos Omegas allá afuera, al enterarse de lo que hiciste junto con Omar, querían venir a desquitarse, porque Erick es muy querido por todos…
—Además, creo que algunos invitados, también sufrieron porque fuiste amante de sus esposos —Marcel rió divertido.
—Pero antes de venir, prometimos que nos encargaríamos de ti —Agustín ladeó el rostro—, así que, es momento de que pagues un poco, todo lo que has hecho.
Una nueva patada en el rostro, logró que la corona que Jair traía, se desprendiera del peinado junto con el velo y la sangre brotó de su boca; Agustín quería golpearlo con todas sus fuerzas, pero estaba limitado en movimientos debido a su situación, aunque sabía que cuando Marcel se pusiera serio, lo golpearía por ambos.
—¡Duele! —gritó Jair—. ¡No me golpeen!
—Cariño, no puedo creer que con tan poco ya estés así —Marcel se acercó y con el tacón de su zapatilla, pisó fuertemente la mano de Jair haciendo que gritara y se quejara del dolor.
—Así que por eso un Omega usa zapatillas —Agustín levantó una ceja—, creo que podría considerar usarlas.
—Son útiles en estos casos…
La risa de los otros dos, congeló la sangre de la víctima.
—¡Por favor! —la voz de Jair sonó con un tono de súplica—. ¡No me lastimen más!
—¡Oh! Seremos muy amables, querido —Marcel estiró los brazos y tronó sus dedos—. Te aseguro que cuando la gente de Alejandro, se encargue de ti, suplicarás porque nosotros volvamos a castigarte.
Bueno, espero que hayan disfrutado este capítulo; es un capítulo especial, porque lo hice diferente a los demás. La primer aparte la escribí hasta el final, pues primero quería explicar la boda y luego decir las peticiones de Jair, pero quería dejar en suspenso si era real o no y que todo encajara de alguna forma (realmente quería que me odiaran un poquito imaginando que Alex y Jair si se casaban n..ñ). Espero haberlo conseguido
Nos leemos el próximo capítulo.
Nos leemos el próximo capítulo.
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