Capítulo XX
La puerta del lujoso departamento se abrió de golpe; varios hombres vestidos de negro ingresaron de inmediato y tras ellos Alejandro entró seguido de David, Iván, Dimitry y Fabián. Todos los hombres se movieron por el lugar con armas en mano, buscando al dueño del mismo; por su parte, Alejandro se quedó en la sala, observando todo el lugar con un gesto de desprecio, pues a pesar de percibir las feromonas del propietario, también había muchos olores mezclados, era obvio que por ese lugar habían pasado demasiados hombres.
El departamento tenía muebles lujosos, un enorme acuario, una vista panorámica en la sala y todo el decorado de la sala principal, la cocina y el comedor, parecía perfecto; cuadros, lámparas, pequeñas estatuillas, todo estaba acomodado como si fuera una pieza de catálogo de ventas.
—El decorador tiene buen gusto —Iván se burló, metiendo las manos en los bolsillos.
—Es como si nadie viviera aquí —el ruso frunció el ceño—, todo parece demasiado perfecto.
—¿Será igual en las demás habitaciones? —David ladeó el rostro—. Una cosa es lo que todos pueden ver, pero las personas suelen ocultar cosas en otros lugares —su voz era suspicaz.
—Pues si los guardias nos dijeron la verdad, no lo vamos a encontrar aquí —Fabián suspiró.
Los guardias del edificio no los habían querido dejar pasar en un principio, debido a que el dueño del departamento no estaba; según la información que tenían, había salido en la madrugada con una maleta y no dijo cuándo volvería. Aun así, tuvieron que acceder a que los visitantes pasaran, debido a la poca amabilidad de Alejandro, sus trabajadores y compañeros.
—No hay nadie, joven —uno de sus trabajadores regresó, guardando el arma.
—Las demás habitaciones tienen pocos muebles y solo la principal parece haber sido usada hace poco —señaló otro—, la cama no está hecha y parece que falta ropa en el guardarropa —dijo con frialdad.
—Los cajones del tocador están fuera de lugar y parece que hay varias cajas tipos joyeros, sin contenido —explicó un tercero, quien también había ido a la recamara principal.
—Sabía que lo vendría a buscar aquí —gruñó el rubio y sacó el celular, marcando al teléfono de Julián.
Después de un par de timbres, su amigo respondió.
—“No está aquí…” —dijo escuetamente.
Alejandro rechinó los dientes, pues había enviado a Miguel y Julián al departamento dónde Jair se encontraba con Omar.
—Vayan a casa de Fabián, nos vemos allá —ordenó y colgó.
—Iván, ¿novedades?
—No me han llamado, supongo que no hay buenas noticias, pero, déjame insistir…
El moreno se apartó y sacó su móvil, marcando uno de los números que le proporcionó su padre. Alejandro se giró hacia sus trabajadores y señaló a dos.
—Ustedes, quiero que se queden aquí, vigilando —especificó—. Si viene alguien, no lo detengan, déjenlo hacer lo que tenga que hacer, cuando se vaya, lo siguen, después, ya saben qué hacer.
—¿Y ahora qué? —preguntó Fabián al ver que el rubio y sus amigos, caminaban a la salida.
—Iremos a tu casa, para poner las cosas en claro —dijo el ojiverde con ira contenida.
—La verdad, no tenemos muchas opciones —Dimitry observó a Fabián de soslayo—, tenemos que replantearnos la situación.
—Sin una pista, nos arriesgamos a dar pasos en falso —David acomodó sus gafas—, tenemos que buscar opciones y no parece que haya muchas, por ahora.
Un nuevo sonido de celular se escuchó y Alejandro respondió de inmediato— ¿qué me tienes?
—“Algo de información…” —la voz de Marcel tenía un tinte de orgullo—. “Un ‘amigo’ que trabaja en el departamento de obras públicas, me hizo el favor de buscar en el registro de propiedades y me dio algunas direcciones que están a nombre de Páez, un par de departamentos, aparte de ese a dónde fueron, un par de casas a las afueras de la ciudad y una casa en el centro de la ciudad…”
—Envíame las direcciones.
—“Alex, aunque lo haga, no recomiendo que vayas tú, a buscarlo…” —señaló con seriedad.
—¡No me digas qué hacer! —gruñó el rubio.
—“Alex, lo digo por el bien de Erick…” —especificó el castaño—. “Necesitas a Jair vivo, para saber dónde buscar a Omar y Erick, si no lo encuentras en esas propiedades y si miras a Jair, seguro lo matarías…”
Alejandro apretó el puño; en el fondo estaba consciente de que Marcel tenía razón. Respiró profundamente, tratando de mantener la cabeza fría para actuar de la mejor manera.
—De acuerdo —pasó la mano por los mechones de cabello, haciéndolos hacia atrás—, envíale las direcciones a Miguel, él y Julián tienen el liderazgo de mis trabajadores, ellos sabrán a quienes mandar para buscar a ese bastardo.
—“De acuerdo, jefe…”
Alejandro colgó y presionó el botón del elevador.
—Malas noticias —Iván suspiró—. Los amigos de mi padre no encontraron a nadie en el departamento del mesero, pero los que ayudaron a Omar en el hospital, están muertos.
—¿Qué? —Alejandro lo miró confundido.
—La enfermera y el de limpieza, estaban en el mismo departamento, el de ella —especificó, subiendo al elevador con todos los demás—. Seguramente ahí se reunieron con Omar, pero todo parece indicar que se deshizo de cualquier testigo —sentenció el moreno.
—No quiere dejar cabos sueltos —Dimitry frunció el ceño—, está actuando con mucha cautela, no suena al Omar Acosta que investigamos —negó.
—Seguro fueron instrucciones de Páez —David sujetó sus gafas y las limpió con el pañuelo que siempre llevaba en su saco—, ese sujeto parece más calculador que Acosta —dijo indiferente.
—Sí, pero no puede actuar solo —Iván negó—, debe tener ayuda de alguien más.
—¿No me digas? —la voz del ojiverde era sarcástica, pues todo indicaba que Jair tenía ayuda de otras personas—. Debemos persuadir a sus socios, para saber cómo presionarlo.
—¿A qué te refieres? —Iván frunció el ceño—. ¿Sabes quién puede estarlo ayudando?
—No exactamente —el rubio negó—. Tengo la información de los antiguos ‘amiguitos’ de ese sujeto, pero varios pertenecen a familias importantes y según los datos, muchos de ellos tienen algo de tiempo sin comunicarse con él —señaló al recordar la información que Julián y Miguel le habían conseguido días antes—. Es por eso que, aunque me moleste, no puedo hacer un solo movimiento, sin hablarlo primero con mi padre.
—Será peligroso —David lo miró de soslayo—. Si te enfrentas a cualquier familia en este momento, sería casi una declaración de guerra.
—Por eso necesito exponerle la situación y decirle que no tengo mucho tiempo —señaló el rubio.
—Aun así —Fabián suspiró—, no creo que cualquier familia se pusiera en contra de la tuya —negó—, no, después de saber el veredicto de la concesión.
—Necesitamos buscar más información, de alguien que lo conozca bien —el ruso suspiró—, ¿alguna sugerencia?
El silencio reinó por un momento, solo el ruido del rechinido de dientes se escuchaba; Alejandro apretaba la mandíbula con fiereza.
—Tengo una…
Fabián levantó la voz y todos fijaron la mira en él.
—Jair Páez obtuvo mucha presencia en los últimos días, debido a su relación extramarital con Omar —explicó—, misma que Erick desenmascaró en la fiesta, diciendo que tenían meses saliendo…
—¿Y eso qué? —el pelirrojo frunció el ceño—. No creo que en este momento alguien se pronuncie diciendo que fue su amante, no con la situación actual.
—Eso es cierto, no creo que alguien lo admita abiertamente —asintió el castaño—, pero se me ocurre una manera de buscar sobre las relaciones con sus últimos amantes y los nexos que tuvo con personas cercanas a esos sujetos, aunque tomará un poco de tiempo obtener datos, detalles y por supuesto, poder corroborarlos.
—Nosotros podemos corroborar cualquier información —David señaló al ruso y a sí mismo—, pero en caso de ser necesario, Mike y Juls tendrán que ayudar también.
—Es mejor que nada —Alejandro soltó el aire con molestia, mientras descendía del elevador, seguido de los demás—. ¿A dónde hay que ir? —preguntó para Fabián.
—A mi casa —dijo con un tinte despreocupado.
—¿A tu casa? —Alejandro lo miró con escepticismo.
—Mi madre y hermana, son la mejor fuente de información —el castaño sonrió.
—¿De qué hablas? —David frunció el ceño.
—¡Ya! —Iván sonrió divertido—. Quieres enterarte de los chismes de la alta sociedad de la ciudad —dijo con burla.
—Necesitamos información verídica —Dimitry los miró con molestia—, ¡no chismes sin confirmar!
—Gracias a un chisme, Alex tuvo una pista de su destinado —señaló Fabián—. Los chismes no son tan confiables, porque como dije, debemos corroborarlos, pero nos guste o no, son buena fuente de información y ahora mismo, creo que es la única vía que podemos tomar, para que no afecte a la búsqueda directa de Erick.
Alejandro dudó un momento; realmente no quería dejarse llevar por simples habladurías, pero Fabián tenía razón. En medio de tantos rumores, podría estar la pista necesaria para encontrar a Erick y no debía descartar esa posibilidad, por muy inverosímil que sonara la idea.
—De acuerdo —dijo serio—, pero hay que movernos rápido.
—Ok —Fabián asintió—. Pero si quieres mayor rapidez y quizá, más eficacia, necesitaremos a Marcel y sus contactos, para esta investigación.
El departamento tenía muebles lujosos, un enorme acuario, una vista panorámica en la sala y todo el decorado de la sala principal, la cocina y el comedor, parecía perfecto; cuadros, lámparas, pequeñas estatuillas, todo estaba acomodado como si fuera una pieza de catálogo de ventas.
—El decorador tiene buen gusto —Iván se burló, metiendo las manos en los bolsillos.
—Es como si nadie viviera aquí —el ruso frunció el ceño—, todo parece demasiado perfecto.
—¿Será igual en las demás habitaciones? —David ladeó el rostro—. Una cosa es lo que todos pueden ver, pero las personas suelen ocultar cosas en otros lugares —su voz era suspicaz.
—Pues si los guardias nos dijeron la verdad, no lo vamos a encontrar aquí —Fabián suspiró.
Los guardias del edificio no los habían querido dejar pasar en un principio, debido a que el dueño del departamento no estaba; según la información que tenían, había salido en la madrugada con una maleta y no dijo cuándo volvería. Aun así, tuvieron que acceder a que los visitantes pasaran, debido a la poca amabilidad de Alejandro, sus trabajadores y compañeros.
—No hay nadie, joven —uno de sus trabajadores regresó, guardando el arma.
—Las demás habitaciones tienen pocos muebles y solo la principal parece haber sido usada hace poco —señaló otro—, la cama no está hecha y parece que falta ropa en el guardarropa —dijo con frialdad.
—Los cajones del tocador están fuera de lugar y parece que hay varias cajas tipos joyeros, sin contenido —explicó un tercero, quien también había ido a la recamara principal.
—Sabía que lo vendría a buscar aquí —gruñó el rubio y sacó el celular, marcando al teléfono de Julián.
Después de un par de timbres, su amigo respondió.
—“No está aquí…” —dijo escuetamente.
Alejandro rechinó los dientes, pues había enviado a Miguel y Julián al departamento dónde Jair se encontraba con Omar.
—Vayan a casa de Fabián, nos vemos allá —ordenó y colgó.
—Iván, ¿novedades?
—No me han llamado, supongo que no hay buenas noticias, pero, déjame insistir…
El moreno se apartó y sacó su móvil, marcando uno de los números que le proporcionó su padre. Alejandro se giró hacia sus trabajadores y señaló a dos.
—Ustedes, quiero que se queden aquí, vigilando —especificó—. Si viene alguien, no lo detengan, déjenlo hacer lo que tenga que hacer, cuando se vaya, lo siguen, después, ya saben qué hacer.
—¿Y ahora qué? —preguntó Fabián al ver que el rubio y sus amigos, caminaban a la salida.
—Iremos a tu casa, para poner las cosas en claro —dijo el ojiverde con ira contenida.
—La verdad, no tenemos muchas opciones —Dimitry observó a Fabián de soslayo—, tenemos que replantearnos la situación.
—Sin una pista, nos arriesgamos a dar pasos en falso —David acomodó sus gafas—, tenemos que buscar opciones y no parece que haya muchas, por ahora.
Un nuevo sonido de celular se escuchó y Alejandro respondió de inmediato— ¿qué me tienes?
—“Algo de información…” —la voz de Marcel tenía un tinte de orgullo—. “Un ‘amigo’ que trabaja en el departamento de obras públicas, me hizo el favor de buscar en el registro de propiedades y me dio algunas direcciones que están a nombre de Páez, un par de departamentos, aparte de ese a dónde fueron, un par de casas a las afueras de la ciudad y una casa en el centro de la ciudad…”
—Envíame las direcciones.
—“Alex, aunque lo haga, no recomiendo que vayas tú, a buscarlo…” —señaló con seriedad.
—¡No me digas qué hacer! —gruñó el rubio.
—“Alex, lo digo por el bien de Erick…” —especificó el castaño—. “Necesitas a Jair vivo, para saber dónde buscar a Omar y Erick, si no lo encuentras en esas propiedades y si miras a Jair, seguro lo matarías…”
Alejandro apretó el puño; en el fondo estaba consciente de que Marcel tenía razón. Respiró profundamente, tratando de mantener la cabeza fría para actuar de la mejor manera.
—De acuerdo —pasó la mano por los mechones de cabello, haciéndolos hacia atrás—, envíale las direcciones a Miguel, él y Julián tienen el liderazgo de mis trabajadores, ellos sabrán a quienes mandar para buscar a ese bastardo.
—“De acuerdo, jefe…”
Alejandro colgó y presionó el botón del elevador.
—Malas noticias —Iván suspiró—. Los amigos de mi padre no encontraron a nadie en el departamento del mesero, pero los que ayudaron a Omar en el hospital, están muertos.
—¿Qué? —Alejandro lo miró confundido.
—La enfermera y el de limpieza, estaban en el mismo departamento, el de ella —especificó, subiendo al elevador con todos los demás—. Seguramente ahí se reunieron con Omar, pero todo parece indicar que se deshizo de cualquier testigo —sentenció el moreno.
—No quiere dejar cabos sueltos —Dimitry frunció el ceño—, está actuando con mucha cautela, no suena al Omar Acosta que investigamos —negó.
—Seguro fueron instrucciones de Páez —David sujetó sus gafas y las limpió con el pañuelo que siempre llevaba en su saco—, ese sujeto parece más calculador que Acosta —dijo indiferente.
—Sí, pero no puede actuar solo —Iván negó—, debe tener ayuda de alguien más.
—¿No me digas? —la voz del ojiverde era sarcástica, pues todo indicaba que Jair tenía ayuda de otras personas—. Debemos persuadir a sus socios, para saber cómo presionarlo.
—¿A qué te refieres? —Iván frunció el ceño—. ¿Sabes quién puede estarlo ayudando?
—No exactamente —el rubio negó—. Tengo la información de los antiguos ‘amiguitos’ de ese sujeto, pero varios pertenecen a familias importantes y según los datos, muchos de ellos tienen algo de tiempo sin comunicarse con él —señaló al recordar la información que Julián y Miguel le habían conseguido días antes—. Es por eso que, aunque me moleste, no puedo hacer un solo movimiento, sin hablarlo primero con mi padre.
—Será peligroso —David lo miró de soslayo—. Si te enfrentas a cualquier familia en este momento, sería casi una declaración de guerra.
—Por eso necesito exponerle la situación y decirle que no tengo mucho tiempo —señaló el rubio.
—Aun así —Fabián suspiró—, no creo que cualquier familia se pusiera en contra de la tuya —negó—, no, después de saber el veredicto de la concesión.
—Necesitamos buscar más información, de alguien que lo conozca bien —el ruso suspiró—, ¿alguna sugerencia?
El silencio reinó por un momento, solo el ruido del rechinido de dientes se escuchaba; Alejandro apretaba la mandíbula con fiereza.
—Tengo una…
Fabián levantó la voz y todos fijaron la mira en él.
—Jair Páez obtuvo mucha presencia en los últimos días, debido a su relación extramarital con Omar —explicó—, misma que Erick desenmascaró en la fiesta, diciendo que tenían meses saliendo…
—¿Y eso qué? —el pelirrojo frunció el ceño—. No creo que en este momento alguien se pronuncie diciendo que fue su amante, no con la situación actual.
—Eso es cierto, no creo que alguien lo admita abiertamente —asintió el castaño—, pero se me ocurre una manera de buscar sobre las relaciones con sus últimos amantes y los nexos que tuvo con personas cercanas a esos sujetos, aunque tomará un poco de tiempo obtener datos, detalles y por supuesto, poder corroborarlos.
—Nosotros podemos corroborar cualquier información —David señaló al ruso y a sí mismo—, pero en caso de ser necesario, Mike y Juls tendrán que ayudar también.
—Es mejor que nada —Alejandro soltó el aire con molestia, mientras descendía del elevador, seguido de los demás—. ¿A dónde hay que ir? —preguntó para Fabián.
—A mi casa —dijo con un tinte despreocupado.
—¿A tu casa? —Alejandro lo miró con escepticismo.
—Mi madre y hermana, son la mejor fuente de información —el castaño sonrió.
—¿De qué hablas? —David frunció el ceño.
—¡Ya! —Iván sonrió divertido—. Quieres enterarte de los chismes de la alta sociedad de la ciudad —dijo con burla.
—Necesitamos información verídica —Dimitry los miró con molestia—, ¡no chismes sin confirmar!
—Gracias a un chisme, Alex tuvo una pista de su destinado —señaló Fabián—. Los chismes no son tan confiables, porque como dije, debemos corroborarlos, pero nos guste o no, son buena fuente de información y ahora mismo, creo que es la única vía que podemos tomar, para que no afecte a la búsqueda directa de Erick.
Alejandro dudó un momento; realmente no quería dejarse llevar por simples habladurías, pero Fabián tenía razón. En medio de tantos rumores, podría estar la pista necesaria para encontrar a Erick y no debía descartar esa posibilidad, por muy inverosímil que sonara la idea.
—De acuerdo —dijo serio—, pero hay que movernos rápido.
—Ok —Fabián asintió—. Pero si quieres mayor rapidez y quizá, más eficacia, necesitaremos a Marcel y sus contactos, para esta investigación.
—Eres delicioso Erick…
Omar seguía disfrutando el cuerpo del pelinegro; él no sentía cansancio y su cuerpo de Alfa, le permitía tener más resistencia en el sexo, pues no podía anudar y eso lo miraba como una ventaja en ese momento, ya que de hacerlo, hubiera acortado el tiempo de disfrute con ese hombre que lo había trastornado durante tanto tiempo.
Erick por su parte seguía llorando en silencio; le dolía todo el cuerpo, pues Omar había sido muy salvaje durante el sexo. El castaño había mordido, rasguñado y presionado la piel con fuerza, por lo que muchos moretones se miraban en el cuerpo blanco de Erick e incluso, la piel de sus piernas estaba manchada del rojo de su sangre, pues lo había forzado en cada ocasión que lo había penetrado; sí, lo había inducido al celo, pero debido a que no estaban presentes las feromonas de Alejandro, el cuerpo de Erick se reusaba a aceptar al otro y no lubricaba lo suficiente, algo que no le importó a Omar.
—Mi amor… aun necesito más —Omar mordió uno de los hombros de Erick y éste se quejó débilmente—. Pero esta vez, creo que usaré algo que siempre he deseado… —se relamió los labios—. Tu boca.
Sin importar las quejas de Erick y el poco equilibrio para poder moverse con facilidad, Omar lo sujetó de la melena negra y lo obligó a bajar de la cama, dejándolo hincado en la alfombra, colocándole cerca del rostro su sexo, aun erecto.
—Chupa, mi vida…
Erick quiso mover el rostro, quería evitar eso; las feromonas de Omar, pese a ser muy tenues, le causaban asco y repulsión, ni siquiera imaginaba que pudiera meter el sexo del otro en su boca, pero no pudo objetar, ni negarse por mucho tiempo.
Con brusquedad, Omar lo obligó a abrir la boca y metió su pene dentro, frotándose contra las mejillas, intentando llegar lo más profundo que podía. Erick intentó apartarse pero sus fuerzas eran mínimas, por lo que no pudo hacer nada, ni siquiera al sentir las arcadas y empezar a vomitar con ese desagradable trozo de carne en su boca.
Omar sintió un líquido abundante, espeso y tibio en su miembro; apartó a Erick con rapidez, dándose cuenta que el otro estaba vomitando y su cuerpo se movía involuntariamente debido a las arcadas de asco, que lo habían hecho reaccionar.
—¿Te sientes mal? —preguntó Omar, con preocupación—. ¿Te duele el estómago?
Erick tosió, le ardía la garganta pero lo miró de soslayo— asco —dijo con debilidad—. Me das asco —repitió con toda la seguridad que le quedaba.
Omar apretó la mandíbula y por unos segundos aguantó la respiración, hasta que soltó el aire y suavizó su semblante.
—No digas tonterías —negó y con la camiseta que estaba cerca, limpió la barbilla sucia de Erick—, es solo que nunca lo has hecho, no estás acostumbrado —su voz sonó condescendiente.
El pelinegro intentó apartar el rostro y carraspeo— te equivocas… —dijo con voz débil—. Se lo hice a Alex…
Ante el nombre del rubio, Omar le dio un fuerte golpe en el rostro a Erick, con el dorso de la mano, tumbándolo contra el piso.
—¡Te dije que no repitieras ese nombre! —gritó furioso.
Erick intentó incorporarse sobre sus antebrazos y tratar de levantar el rostro, pero no pudo conseguirlo del todo.
—Tú me das asco —trató de levantar la voz—. Alex es mi destinado…
Omar volvió a salirse de sus cabales y sujetó al ojiazul de la melena, lanzándolo contra la cama y subiéndose arriba de su cuerpo.
—¡Te dije que no dijeras ese nombre! —gritó —. ¡No lo digas! ¡No lo digas! —exigió, mientras lo golpeaba en el rostro con el puño logrando que más moretones aparecieran con rapidez.
Erick no podía defenderse pese a que le dolía; sentía como la sangre escurría por su boca y nariz, pero su cuerpo no reaccionaba.
—De alguna u otra manera, evitaré que digas ese nombre… —Omar se apartó un poco y buscó en una de las mesitas de cama, hasta que sacó un cuchillo, casi como una daga—. Así tenga que arrancarte la lengua para que no lo vuelvas a decir.
Erick intentó oponerse cuando la mano de Omar le obligó a abrir la boca y sujetó su lengua con fuerza, acercando la filosa arma, pero su cuerpo no respondía; incluso, cuando sintió el frio metal herir un costado de su lengua, sus manos no se movieron y solo pudo llorar en silencio.
«Alex… Alex… Alex…» pensaba, pues aunque Omar se encargara de que no pudiera pronunciar el nombre del rubio, no lograría sacarlo de su mente.
Pero para sorpresa del ojiazul, Omar alejó la daga de su boca, aunque le hizo un corte superficial en una mejilla, antes de lanzarla hasta el otro lado de la habitación.
—¡Lo siento! ¡Lo siento! —dijo el castaño, inclinándose a besar a Erick y succionar la lengua que había herido ligeramente—. No quiero hacerlo —negó—, ¡no debo hacerlo! —repitió—. Esto es solo una fase —su sonrisa tembló—, cuando te acostumbres, dirás mi nombre y si te corto la lengua, no podré escuchar tu hermosa voz de nuevo —acarició las mejillas lastimadas—. No quiero eso, Erick.
Omar se apartó con rapidez y caminó hacia una mesa.
—Me propuse ser paciente contigo, me propuse lograr que me correspondieras en todo sentido y eso va a tomar tiempo, lo sé —regresó los pasos—. Pero mientras, debemos tomar medidas —puso un gesto serio—. Tú no quieres poner de tu parte y es fácil que logres hacerme enojar, así que, tendré que amordazarte para que no vuelvas a decir el nombre de ese sujeto…
Con agilidad, colocó la mordaza en la boca de Erick, logrando que el otro no pudiera articular palabras.
—Tienes que aprender a obedecerme, mi amor —Omar sujetó las muñecas de Erick y lo volvió a esposar a la cama—. Así que vamos a empezar de nuevo… Te haré mío, pero esta vez, me tomaré mi tiempo para que puedas darte cuenta que soy la persona más adecuada para ti.
Erick cerró los ojos al ver que Omar volvía a ponerse entre sus piernas, era obvio que esa tortura no estaba ni cerca de terminar.
Omar seguía disfrutando el cuerpo del pelinegro; él no sentía cansancio y su cuerpo de Alfa, le permitía tener más resistencia en el sexo, pues no podía anudar y eso lo miraba como una ventaja en ese momento, ya que de hacerlo, hubiera acortado el tiempo de disfrute con ese hombre que lo había trastornado durante tanto tiempo.
Erick por su parte seguía llorando en silencio; le dolía todo el cuerpo, pues Omar había sido muy salvaje durante el sexo. El castaño había mordido, rasguñado y presionado la piel con fuerza, por lo que muchos moretones se miraban en el cuerpo blanco de Erick e incluso, la piel de sus piernas estaba manchada del rojo de su sangre, pues lo había forzado en cada ocasión que lo había penetrado; sí, lo había inducido al celo, pero debido a que no estaban presentes las feromonas de Alejandro, el cuerpo de Erick se reusaba a aceptar al otro y no lubricaba lo suficiente, algo que no le importó a Omar.
—Mi amor… aun necesito más —Omar mordió uno de los hombros de Erick y éste se quejó débilmente—. Pero esta vez, creo que usaré algo que siempre he deseado… —se relamió los labios—. Tu boca.
Sin importar las quejas de Erick y el poco equilibrio para poder moverse con facilidad, Omar lo sujetó de la melena negra y lo obligó a bajar de la cama, dejándolo hincado en la alfombra, colocándole cerca del rostro su sexo, aun erecto.
—Chupa, mi vida…
Erick quiso mover el rostro, quería evitar eso; las feromonas de Omar, pese a ser muy tenues, le causaban asco y repulsión, ni siquiera imaginaba que pudiera meter el sexo del otro en su boca, pero no pudo objetar, ni negarse por mucho tiempo.
Con brusquedad, Omar lo obligó a abrir la boca y metió su pene dentro, frotándose contra las mejillas, intentando llegar lo más profundo que podía. Erick intentó apartarse pero sus fuerzas eran mínimas, por lo que no pudo hacer nada, ni siquiera al sentir las arcadas y empezar a vomitar con ese desagradable trozo de carne en su boca.
Omar sintió un líquido abundante, espeso y tibio en su miembro; apartó a Erick con rapidez, dándose cuenta que el otro estaba vomitando y su cuerpo se movía involuntariamente debido a las arcadas de asco, que lo habían hecho reaccionar.
—¿Te sientes mal? —preguntó Omar, con preocupación—. ¿Te duele el estómago?
Erick tosió, le ardía la garganta pero lo miró de soslayo— asco —dijo con debilidad—. Me das asco —repitió con toda la seguridad que le quedaba.
Omar apretó la mandíbula y por unos segundos aguantó la respiración, hasta que soltó el aire y suavizó su semblante.
—No digas tonterías —negó y con la camiseta que estaba cerca, limpió la barbilla sucia de Erick—, es solo que nunca lo has hecho, no estás acostumbrado —su voz sonó condescendiente.
El pelinegro intentó apartar el rostro y carraspeo— te equivocas… —dijo con voz débil—. Se lo hice a Alex…
Ante el nombre del rubio, Omar le dio un fuerte golpe en el rostro a Erick, con el dorso de la mano, tumbándolo contra el piso.
—¡Te dije que no repitieras ese nombre! —gritó furioso.
Erick intentó incorporarse sobre sus antebrazos y tratar de levantar el rostro, pero no pudo conseguirlo del todo.
—Tú me das asco —trató de levantar la voz—. Alex es mi destinado…
Omar volvió a salirse de sus cabales y sujetó al ojiazul de la melena, lanzándolo contra la cama y subiéndose arriba de su cuerpo.
—¡Te dije que no dijeras ese nombre! —gritó —. ¡No lo digas! ¡No lo digas! —exigió, mientras lo golpeaba en el rostro con el puño logrando que más moretones aparecieran con rapidez.
Erick no podía defenderse pese a que le dolía; sentía como la sangre escurría por su boca y nariz, pero su cuerpo no reaccionaba.
—De alguna u otra manera, evitaré que digas ese nombre… —Omar se apartó un poco y buscó en una de las mesitas de cama, hasta que sacó un cuchillo, casi como una daga—. Así tenga que arrancarte la lengua para que no lo vuelvas a decir.
Erick intentó oponerse cuando la mano de Omar le obligó a abrir la boca y sujetó su lengua con fuerza, acercando la filosa arma, pero su cuerpo no respondía; incluso, cuando sintió el frio metal herir un costado de su lengua, sus manos no se movieron y solo pudo llorar en silencio.
«Alex… Alex… Alex…» pensaba, pues aunque Omar se encargara de que no pudiera pronunciar el nombre del rubio, no lograría sacarlo de su mente.
Pero para sorpresa del ojiazul, Omar alejó la daga de su boca, aunque le hizo un corte superficial en una mejilla, antes de lanzarla hasta el otro lado de la habitación.
—¡Lo siento! ¡Lo siento! —dijo el castaño, inclinándose a besar a Erick y succionar la lengua que había herido ligeramente—. No quiero hacerlo —negó—, ¡no debo hacerlo! —repitió—. Esto es solo una fase —su sonrisa tembló—, cuando te acostumbres, dirás mi nombre y si te corto la lengua, no podré escuchar tu hermosa voz de nuevo —acarició las mejillas lastimadas—. No quiero eso, Erick.
Omar se apartó con rapidez y caminó hacia una mesa.
—Me propuse ser paciente contigo, me propuse lograr que me correspondieras en todo sentido y eso va a tomar tiempo, lo sé —regresó los pasos—. Pero mientras, debemos tomar medidas —puso un gesto serio—. Tú no quieres poner de tu parte y es fácil que logres hacerme enojar, así que, tendré que amordazarte para que no vuelvas a decir el nombre de ese sujeto…
Con agilidad, colocó la mordaza en la boca de Erick, logrando que el otro no pudiera articular palabras.
—Tienes que aprender a obedecerme, mi amor —Omar sujetó las muñecas de Erick y lo volvió a esposar a la cama—. Así que vamos a empezar de nuevo… Te haré mío, pero esta vez, me tomaré mi tiempo para que puedas darte cuenta que soy la persona más adecuada para ti.
Erick cerró los ojos al ver que Omar volvía a ponerse entre sus piernas, era obvio que esa tortura no estaba ni cerca de terminar.
Julián, Miguel y Marcel, llegaron poco después que los demás a la casa de la familia Esquivel; habían enviado a los trabajadores de Alejandro a buscar a Jair en las propiedades que Marcel comentó por teléfono.
Marcel, Fabián e Iván, se pusieron de inmediato a platicar con Laura y Lilian, quienes trataban de dar todos los detalles que podían de los rumores, incluso nombres de personas de quienes lo habían escuchado, todo, con tal de ayudar a encontrar a Erick lo más rápido posible.
Dimitry, David, Miguel y Julián, se pusieron a buscar más información de los sujetos que habían sido amantes de Jair, enfocándose en las familias de mayor peso, no solo económico, sino político y social, pues imaginaban que era la única manera en que Jair tuviera los medios para lograr su cometido y también ayudar a Omar, cubriéndole las huellas.
Por su parte, Alejandro se encerró en el estudio y le marcó a su padre.
—“¿Qué ocurre?” —la voz de Diego era seria.
—Tengo un problema —dijo el rubio con rapidez.
Diego de León ya sabía lo que ocurría, pues le habían informado todo, pese a que su hijo no le había marcado directamente.
—“¿No puedes solucionarlo?” —preguntó con algo de ira, al imaginar que su hijo no estaba listo para enfrentar esa clase de situaciones.
—Puedo solucionarlo —Alejandro apretó el auricular—, pero es posible que termine metiéndome en problemas con familias importantes de acá y en el peor de los casos, rompiendo relaciones.
Un gruñido se escuchó del otro lado del auricular.
—“Ese chico, es al que buscaste y esperaste por años, se supone que es tu destinado, ¿no es así?”
—Sí, lo es —confirmó el universitario.
—“Si es así, haz lo que creas necesario para encontrarlo…” —sentenció su padre—. “Miente, amenaza, lastima, intimida, mata si es necesario, nada es suficiente para proteger a la persona que amas, recuérdalo…”
Alejandro soltó el aire con calma, sintiéndose más tranquilo— entonces, ¿tengo tu permiso de usar cualquier método?
—“Usa el método, la forma y los medios que necesites…” —la voz grave de Diego de León se escuchó del otro lado—. “Sólo debes asegurarte de recuperarlo sano y salvo…”
—Gracias…
—“Tu madre y yo, llegaremos al amanecer…” —anunció—. “No quiero que los imbéciles de esa ciudad crean que no te respaldo en lo que harás…”
—No sé si pueda ir por ustedes al aeropuerto.
—“Tú no te preocupes por tu madre y por mí, encárgate de lo tuyo…”
—Está bien…
—“Alex… No subestimes a nadie, posiblemente la respuesta sea más fácil, piensa con la cabeza fría y cuando tengas todas las piezas ubicadas correctamente, haz tu jugada…”
—Entendido…
—“Te veo mañana…”
Después de eso, ambos colgaron y Alejandro golpeó el escritorio con sus puños.
Su padre tenía razón, había subestimado a Omar Acosta y Jair Páez, eso ocasionó que todo se descontrolara, por eso no quería cometer más errores.
La puerta se abrió y Marcel entró con paso rápido, seguido de Iván, David, Fabián y Julián.
—Alex —Marcel llegó hasta el escritorio—, ya hice lo que me pediste —sentenció con seguridad—, todos y cada uno de los hombres en la lista que me diste, aceptaron una reunión contigo, a las ocho de la mañana —sonrió con suficiencia.
—¿Tan pronto?
—Te dije que soy muy sociable —puso la mano en su pecho con suficiencia—, unas cuantas llamadas en tu nombre y —chasqueó los dedos— todos aceptaron, pero no saben qué quieres hablar con ellos sobre Páez —sonrió divertido.
—Bien, es lo mejor, por ahora —asintió el rubio.
No imaginaba que Marcel fuera tan eficaz, era incluso mucho mejor que quién se suponía era su asistente personal en ese lugar, especialmente porque, aunque Marcel era Omega, no le tenía miedo, a diferencia de muchos otros.
—Alex —Iván se puso del otro lado—, me acaba de marcar un amigo de mi padre, que tiene ciertas conexiones con compra-venta de objetos valiosos…
El rostro de confusión de Alejandro le dijo al moreno que no tenía ni idea de por qué eso debería importarle.
Iván entornó los ojos— Páez fue a una de sus ‘tiendas’ y vendió varias joyas, pidiendo efectivo —señaló—, joyas de cientos de miles de pesos —habló despacio.
—¿Por qué vendería sus joyas? —el rubio frunció el ceño.
—Porque no está recibiendo apoyo de nadie —David le puso un documento enfrente—. Sus estados de cuenta están intactos —señaló una columna—, en los últimos días, no ha habido ni entradas, ni salidas de grandes cantidades de dinero, lo que significa que sabía que nadie querría enfrentarse contigo y está haciendo uso de sus cosas para financiar todo esto.
—¿Estás seguro?
—Amigo mío, revisé a fondo las cuentas de Páez, te lo aseguro —señaló el de lentes—, además, necesita efectivo para hacer negocios sin dejar rastro —especificó.
—Tus trabajadores se comunicaron conmigo —prosiguió Julián—, dicen que un par de las propiedades que fueron a ver, estaban completamente vacías y ya estaban puestas a la venta —sentenció—. Se comunicaron a los números que decían los anuncios, pero contestan agentes de bienes raíces y dicen que el dueño no quiere contacto con el comprador, así que solo se pueden hacer los tratos a través de ellos y una transacción bancaria.
—Tomó demasiadas precauciones —Alejandro estaba procesando la información.
—Además, mi madre dijo que los comentarios sobre Jair y sus amantes, fueron hace mucho tiempo —Fabián se cruzó de brazos—, no se ha acercado a nadie más que a Omar, en los últimos meses…
—Y Omar está quebrado —puntualizó David.
—Entonces, ¿qué quiere obtener? ¿Sólo vengarse de mí porque lo rechacé? —Alejandro no podía imaginar que algo tan simple y banal, fuera lo que estuviera motivando a Jair.
—No creo que sea solo eso —Marcel negó—. Al ver la lista que Mike y Juls te dieron, así como los tiempos que duró con esas personas —le pasó otras hojas impresas—, me di cuenta de algo —señaló—. Dejando de lado los amantes esporádicos y de una noche, la mayoría de los amantes de planta de Jair, empezaron siendo de nivel medio alto y poco a poco, se fue relacionando con otros de mayor ingreso financiero, presencia y poder en este estado —levantó la ceja—, fueron como peldaños hasta que llegó con quien se suponía era el más poderoso de este lugar…
—Omar Acosta —susurró el rubio.
—¡Exacto! —Marcel asintió—. Pero, ¿quién está más arriba que Omar en este momento?
Alejandro se sintió abrumado; todo apuntaba solo a una conclusión, todo eso era por su culpa.
Las palabras que escuchó de Jair cuando habló con él, en esas escasas ocasiones durante las fiestas, llegaron a su mente.
“¡¿Qué tengo que hacer para que me tomes en cuenta?!... Quería venir a esta fiesta… para acercarme a ti, ¡lo juro! Estoy dispuesto a hacer lo que sea para que me des una oportunidad, ¡por favor!... soy capaz de lo que sea, ¡por ti!... que te des cuenta que te sería útil, si me das la oportunidad de estar a tu lado…”
—Significa que espera obtener algo grande de mí —susurró el ojiverde.
Las palabras que su padre le acababa de decir, llegaron a su mente, “No subestimes a nadie, posiblemente la respuesta sea más fácil, piensa con la cabeza fría y cuando tengas todas las piezas ubicadas correctamente, haz tu jugada…”
—Siendo así, esto es algo que debo arreglar con él.
La puerta se abrió; Dimitry y Miguel entraron con rapidez.
—Alex, tenemos una pista de Páez —dijo el pelirrojo con rapidez.
—¡¿Están seguros?!
—Sí, pero está solo —Miguel lo miró fijamente a los ojos—. No tenemos pistas de Acosta, ni del Conejo.
—¡¿No está con ellos?!
—El informante dijo que estaba solo —repitió Miguel.
—Seguramente tomó esa precaución por seguridad —señaló el ruso—, hay que tener cuidado con ese sujeto, ya nos dimos cuenta que es sumamente calculador y no sabemos qué planea hacer…
Alejandro apretó los puños y luego miró a Miguel— ¿quién es el informante?
—Un amigo de mi suegro —dijo con orgullo—, tiene unos negocios de fachada, no muy importantes, entre ellos un motel de baja categoría en las orillas de la ciudad.
—¿El señor Hernández? —preguntó Marcel con curiosidad.
—Sí, él… —asintió su prometido.
La mirada de Alejandro se posó en Marcel y el castaño entendió la pregunta muda.
—Es un hombre de ciertos negocios de transporte urbano —explicó de inmediato—, no es muy reconocido porque no le gusta llamar la atención, además, toda su familia es Beta, así que, en la sociedad, no tienen mucha presencia —se alzó de hombros.
—¿Es confiable? —indagó el ojiverde.
—Sí, jamás haría algo contra mi padre —aseguró el de lentes, pues tenían cierta relación política por un pariente.
Alejandro guardó silencio y golpeó el escritorio con los nudillos; si ya sabía dónde estaba Jair, podía ir por él y obligarlo a hablar, pero Dimitry tenía razón, debía tener cuidado, pues la seguridad de Erick estaba en juego.
—De acuerdo —dijo con frialdad—. Vámonos…
—¿Estás seguro, Alex? —David entrecerró los ojos.
—¿No sabes lo que puede hacer y vas a ir por él en este momento? —Julián se sorprendió.
—Iremos, pero lo tomaremos con calma —sentenció el rubio—, llegando allá, sabré qué hacer…
Marcel, Fabián e Iván, se pusieron de inmediato a platicar con Laura y Lilian, quienes trataban de dar todos los detalles que podían de los rumores, incluso nombres de personas de quienes lo habían escuchado, todo, con tal de ayudar a encontrar a Erick lo más rápido posible.
Dimitry, David, Miguel y Julián, se pusieron a buscar más información de los sujetos que habían sido amantes de Jair, enfocándose en las familias de mayor peso, no solo económico, sino político y social, pues imaginaban que era la única manera en que Jair tuviera los medios para lograr su cometido y también ayudar a Omar, cubriéndole las huellas.
Por su parte, Alejandro se encerró en el estudio y le marcó a su padre.
—“¿Qué ocurre?” —la voz de Diego era seria.
—Tengo un problema —dijo el rubio con rapidez.
Diego de León ya sabía lo que ocurría, pues le habían informado todo, pese a que su hijo no le había marcado directamente.
—“¿No puedes solucionarlo?” —preguntó con algo de ira, al imaginar que su hijo no estaba listo para enfrentar esa clase de situaciones.
—Puedo solucionarlo —Alejandro apretó el auricular—, pero es posible que termine metiéndome en problemas con familias importantes de acá y en el peor de los casos, rompiendo relaciones.
Un gruñido se escuchó del otro lado del auricular.
—“Ese chico, es al que buscaste y esperaste por años, se supone que es tu destinado, ¿no es así?”
—Sí, lo es —confirmó el universitario.
—“Si es así, haz lo que creas necesario para encontrarlo…” —sentenció su padre—. “Miente, amenaza, lastima, intimida, mata si es necesario, nada es suficiente para proteger a la persona que amas, recuérdalo…”
Alejandro soltó el aire con calma, sintiéndose más tranquilo— entonces, ¿tengo tu permiso de usar cualquier método?
—“Usa el método, la forma y los medios que necesites…” —la voz grave de Diego de León se escuchó del otro lado—. “Sólo debes asegurarte de recuperarlo sano y salvo…”
—Gracias…
—“Tu madre y yo, llegaremos al amanecer…” —anunció—. “No quiero que los imbéciles de esa ciudad crean que no te respaldo en lo que harás…”
—No sé si pueda ir por ustedes al aeropuerto.
—“Tú no te preocupes por tu madre y por mí, encárgate de lo tuyo…”
—Está bien…
—“Alex… No subestimes a nadie, posiblemente la respuesta sea más fácil, piensa con la cabeza fría y cuando tengas todas las piezas ubicadas correctamente, haz tu jugada…”
—Entendido…
—“Te veo mañana…”
Después de eso, ambos colgaron y Alejandro golpeó el escritorio con sus puños.
Su padre tenía razón, había subestimado a Omar Acosta y Jair Páez, eso ocasionó que todo se descontrolara, por eso no quería cometer más errores.
La puerta se abrió y Marcel entró con paso rápido, seguido de Iván, David, Fabián y Julián.
—Alex —Marcel llegó hasta el escritorio—, ya hice lo que me pediste —sentenció con seguridad—, todos y cada uno de los hombres en la lista que me diste, aceptaron una reunión contigo, a las ocho de la mañana —sonrió con suficiencia.
—¿Tan pronto?
—Te dije que soy muy sociable —puso la mano en su pecho con suficiencia—, unas cuantas llamadas en tu nombre y —chasqueó los dedos— todos aceptaron, pero no saben qué quieres hablar con ellos sobre Páez —sonrió divertido.
—Bien, es lo mejor, por ahora —asintió el rubio.
No imaginaba que Marcel fuera tan eficaz, era incluso mucho mejor que quién se suponía era su asistente personal en ese lugar, especialmente porque, aunque Marcel era Omega, no le tenía miedo, a diferencia de muchos otros.
—Alex —Iván se puso del otro lado—, me acaba de marcar un amigo de mi padre, que tiene ciertas conexiones con compra-venta de objetos valiosos…
El rostro de confusión de Alejandro le dijo al moreno que no tenía ni idea de por qué eso debería importarle.
Iván entornó los ojos— Páez fue a una de sus ‘tiendas’ y vendió varias joyas, pidiendo efectivo —señaló—, joyas de cientos de miles de pesos —habló despacio.
—¿Por qué vendería sus joyas? —el rubio frunció el ceño.
—Porque no está recibiendo apoyo de nadie —David le puso un documento enfrente—. Sus estados de cuenta están intactos —señaló una columna—, en los últimos días, no ha habido ni entradas, ni salidas de grandes cantidades de dinero, lo que significa que sabía que nadie querría enfrentarse contigo y está haciendo uso de sus cosas para financiar todo esto.
—¿Estás seguro?
—Amigo mío, revisé a fondo las cuentas de Páez, te lo aseguro —señaló el de lentes—, además, necesita efectivo para hacer negocios sin dejar rastro —especificó.
—Tus trabajadores se comunicaron conmigo —prosiguió Julián—, dicen que un par de las propiedades que fueron a ver, estaban completamente vacías y ya estaban puestas a la venta —sentenció—. Se comunicaron a los números que decían los anuncios, pero contestan agentes de bienes raíces y dicen que el dueño no quiere contacto con el comprador, así que solo se pueden hacer los tratos a través de ellos y una transacción bancaria.
—Tomó demasiadas precauciones —Alejandro estaba procesando la información.
—Además, mi madre dijo que los comentarios sobre Jair y sus amantes, fueron hace mucho tiempo —Fabián se cruzó de brazos—, no se ha acercado a nadie más que a Omar, en los últimos meses…
—Y Omar está quebrado —puntualizó David.
—Entonces, ¿qué quiere obtener? ¿Sólo vengarse de mí porque lo rechacé? —Alejandro no podía imaginar que algo tan simple y banal, fuera lo que estuviera motivando a Jair.
—No creo que sea solo eso —Marcel negó—. Al ver la lista que Mike y Juls te dieron, así como los tiempos que duró con esas personas —le pasó otras hojas impresas—, me di cuenta de algo —señaló—. Dejando de lado los amantes esporádicos y de una noche, la mayoría de los amantes de planta de Jair, empezaron siendo de nivel medio alto y poco a poco, se fue relacionando con otros de mayor ingreso financiero, presencia y poder en este estado —levantó la ceja—, fueron como peldaños hasta que llegó con quien se suponía era el más poderoso de este lugar…
—Omar Acosta —susurró el rubio.
—¡Exacto! —Marcel asintió—. Pero, ¿quién está más arriba que Omar en este momento?
Alejandro se sintió abrumado; todo apuntaba solo a una conclusión, todo eso era por su culpa.
Las palabras que escuchó de Jair cuando habló con él, en esas escasas ocasiones durante las fiestas, llegaron a su mente.
“¡¿Qué tengo que hacer para que me tomes en cuenta?!... Quería venir a esta fiesta… para acercarme a ti, ¡lo juro! Estoy dispuesto a hacer lo que sea para que me des una oportunidad, ¡por favor!... soy capaz de lo que sea, ¡por ti!... que te des cuenta que te sería útil, si me das la oportunidad de estar a tu lado…”
—Significa que espera obtener algo grande de mí —susurró el ojiverde.
Las palabras que su padre le acababa de decir, llegaron a su mente, “No subestimes a nadie, posiblemente la respuesta sea más fácil, piensa con la cabeza fría y cuando tengas todas las piezas ubicadas correctamente, haz tu jugada…”
—Siendo así, esto es algo que debo arreglar con él.
La puerta se abrió; Dimitry y Miguel entraron con rapidez.
—Alex, tenemos una pista de Páez —dijo el pelirrojo con rapidez.
—¡¿Están seguros?!
—Sí, pero está solo —Miguel lo miró fijamente a los ojos—. No tenemos pistas de Acosta, ni del Conejo.
—¡¿No está con ellos?!
—El informante dijo que estaba solo —repitió Miguel.
—Seguramente tomó esa precaución por seguridad —señaló el ruso—, hay que tener cuidado con ese sujeto, ya nos dimos cuenta que es sumamente calculador y no sabemos qué planea hacer…
Alejandro apretó los puños y luego miró a Miguel— ¿quién es el informante?
—Un amigo de mi suegro —dijo con orgullo—, tiene unos negocios de fachada, no muy importantes, entre ellos un motel de baja categoría en las orillas de la ciudad.
—¿El señor Hernández? —preguntó Marcel con curiosidad.
—Sí, él… —asintió su prometido.
La mirada de Alejandro se posó en Marcel y el castaño entendió la pregunta muda.
—Es un hombre de ciertos negocios de transporte urbano —explicó de inmediato—, no es muy reconocido porque no le gusta llamar la atención, además, toda su familia es Beta, así que, en la sociedad, no tienen mucha presencia —se alzó de hombros.
—¿Es confiable? —indagó el ojiverde.
—Sí, jamás haría algo contra mi padre —aseguró el de lentes, pues tenían cierta relación política por un pariente.
Alejandro guardó silencio y golpeó el escritorio con los nudillos; si ya sabía dónde estaba Jair, podía ir por él y obligarlo a hablar, pero Dimitry tenía razón, debía tener cuidado, pues la seguridad de Erick estaba en juego.
—De acuerdo —dijo con frialdad—. Vámonos…
—¿Estás seguro, Alex? —David entrecerró los ojos.
—¿No sabes lo que puede hacer y vas a ir por él en este momento? —Julián se sorprendió.
—Iremos, pero lo tomaremos con calma —sentenció el rubio—, llegando allá, sabré qué hacer…
En un motel de las afueras de la ciudad, un celular timbró. El pelinegro vio la pantalla y sonrió con orgullo al ver el nombre en la misma; había esperado todo el día por ese momento.
A sabiendas que Alejandro de León le marcaría, había pensado mucho cómo lo haría sufrir; pensó en no contestarle las primeras diez veces que le marcara, luego descendió el número esperado a cinco, después a tres y finalmente se quedó con una segunda llamada, solo que las horas de espera le habían colmado la paciencia, por eso no pudo contenerse y respondió de inmediato, antes de que se cortara la primera llamada.
—¡Hola! —dijo con diversión—. Tardaste mucho en marcar.
—“Así que estabas consciente de que te marcaría…”
—¡Por supuesto! —el pelinegro habló confiado—. Dijiste que solo le das oportunidad a los que te interesan o te sirven y yo, en este momento, sé que puedo servirte de mucho, ¿me equivoco?
—“Sí lo entiendes, hace más fácil nuestra interacción…” —dijo la voz seria del otro lado—. “¡Dime dónde está!”
—No tan rápido, Alex —Jair se recostó en la cama—, ¿crees que después de la humillación que me hiciste, te diré lo que te interesa, así como así? —preguntó con burla—. Por supuesto que no, Cariño —rió—. Lo que quieres saber, te va a costar y mucho…
Un gruñido se escuchó del otro lado del móvil y a Jair se le erizó la piel; recordaba la mirada y la actitud de Alejandro cuando lo atacó con sus feromonas, seguramente si estuviera cerca, ya lo hubiera hecho sucumbir.
—“¿Cuál es tu precio?…”
Con esas palabras, Jair se quedó atónito; no había imaginado que Alejandro cedería tan rápido. Se sentó de inmediato y sacudió la cabeza.
—¡¿Estás seguro que aceptarás lo que pida?! —preguntó aun sorprendido.
—“Dime qué quieres y lo tendrás, solo quiero saber, ¿dónde tiene Acosta a Erick?”
—Está bien… te lo diré —Jair se puso de pie y caminó hacia la única ventana del cuarto—, pero no en este momento.
—“No intentes alargar esto, Jair, di tu precio y lo tendrás, te doy mi palabra…”
—Seguramente me darás lo que te pida, pues la vida de tu querido ‘Príncipe’ lo vale —rió y movió la cortina para ver afuera, ya estaba oscuro y aunque sabía que nadie lo encontraría en ese lugar, estaba nervioso—. Pero aun no tengo lo que quieres…
—“¡No mientas! Sé bien que tú lo ayudaste…”
—Es cierto, yo ayudé a Omar —Jair caminó hacia una mesita dónde había varias bolsas con comidas y bebidas—, le di la información y pagué a los contactos, para que lo ayudaran a salir del hospital e ir por Erick Salazar —confesó—, pero no sé a dónde lo llevó.
—“Eso no tiene sentido…”
—¡Claro que lo tiene, querido! —el pelinegro sacó un bote de agua y se sirvió en un vaso—. Es mi manera de asegurarme de que, aunque me llegaras a encontrar, no pudieras usar tus feromonas para sacarme la información, sin yo obtener mi premio —dijo con orgullo.
El silencio reinó por un momento.
—“De acuerdo, ¿cuándo quieres hacer la transacción?”
Jair bebió un sorbo de agua antes de contestar.
—Mañana —dijo escuetamente.
—“¿Dónde y a qué hora?” —la voz de Alejandro tenía un tinte de ira.
—Márcame mañana, después de las diez de la mañana y te diré a dónde ir a buscarme, para decirte lo que quiero y hacer negocios —respondió el pelinegro con orgullo.
—“¿Por qué no me lo dices ya?”
—Querido, imagino que si te digo un lugar, mandaras a tus sabuesos a prepararme una trampa con antelación —se burló —, solo estoy asegurándome de no salir herido, pero si no te gusta, entonces, no hay nada de qué hablar.
El silencio volvió, Jair bebió más agua; sentía la boca seca. No sabía si estaba presionando demasiado a Alejandro, quizá no debía hacerlo, pero no podía darse el lujo de arriesgarse a verlo sin tomar precauciones, a sabiendas que era un Alfa muy peligroso.
—“Está bien, a las diez de la mañana te marcaré…”
—Estaré esperando…
Después de eso, la llamada se cortó y Jair terminó todo el líquido del vaso, antes de sentarse de inmediato en la cama; sus piernas temblaban y su respiración se descompasó. Había tomado una actitud orgullosa para que Alejandro no se diera cuenta que realmente tenía miedo, pero supuso que las cosas estaban bien, estaba en un lugar seguro y tenía al rubio en la palma de su mano a su parecer.
Afuera del motel, varios automóviles negros se habían estacionado minutos antes y en uno de ellos, Alejandro estaba en el asiento trasero, con su celular en la mano.
—Que alguien se quede a vigilarlo —dijo para Julián y Miguel, quienes lo acompañaban en ese momento—. No haremos nada hasta mañana…
Miguel suspiró, por lo menos su amigo estaba controlando sus feromonas y había usado el supresor, de lo contrario, nadie lo hubiera podido acompañar.
—Iré a avisar a los demás y dar la orden —señaló el pelinegro, saliendo del vehículo.
—¿Y si el Conejo no está seguro esta noche? —Julián miró al rubio por encima de su hombro; estaba preocupado, más que nada porque si algo le pasaba a Erick Salazar, Agustín sufriría.
—Por el bien de Páez y Acosta, más vale que Erick esté seguro —rechinó los dientes y miró el edificio.
A sabiendas que Alejandro de León le marcaría, había pensado mucho cómo lo haría sufrir; pensó en no contestarle las primeras diez veces que le marcara, luego descendió el número esperado a cinco, después a tres y finalmente se quedó con una segunda llamada, solo que las horas de espera le habían colmado la paciencia, por eso no pudo contenerse y respondió de inmediato, antes de que se cortara la primera llamada.
—¡Hola! —dijo con diversión—. Tardaste mucho en marcar.
—“Así que estabas consciente de que te marcaría…”
—¡Por supuesto! —el pelinegro habló confiado—. Dijiste que solo le das oportunidad a los que te interesan o te sirven y yo, en este momento, sé que puedo servirte de mucho, ¿me equivoco?
—“Sí lo entiendes, hace más fácil nuestra interacción…” —dijo la voz seria del otro lado—. “¡Dime dónde está!”
—No tan rápido, Alex —Jair se recostó en la cama—, ¿crees que después de la humillación que me hiciste, te diré lo que te interesa, así como así? —preguntó con burla—. Por supuesto que no, Cariño —rió—. Lo que quieres saber, te va a costar y mucho…
Un gruñido se escuchó del otro lado del móvil y a Jair se le erizó la piel; recordaba la mirada y la actitud de Alejandro cuando lo atacó con sus feromonas, seguramente si estuviera cerca, ya lo hubiera hecho sucumbir.
—“¿Cuál es tu precio?…”
Con esas palabras, Jair se quedó atónito; no había imaginado que Alejandro cedería tan rápido. Se sentó de inmediato y sacudió la cabeza.
—¡¿Estás seguro que aceptarás lo que pida?! —preguntó aun sorprendido.
—“Dime qué quieres y lo tendrás, solo quiero saber, ¿dónde tiene Acosta a Erick?”
—Está bien… te lo diré —Jair se puso de pie y caminó hacia la única ventana del cuarto—, pero no en este momento.
—“No intentes alargar esto, Jair, di tu precio y lo tendrás, te doy mi palabra…”
—Seguramente me darás lo que te pida, pues la vida de tu querido ‘Príncipe’ lo vale —rió y movió la cortina para ver afuera, ya estaba oscuro y aunque sabía que nadie lo encontraría en ese lugar, estaba nervioso—. Pero aun no tengo lo que quieres…
—“¡No mientas! Sé bien que tú lo ayudaste…”
—Es cierto, yo ayudé a Omar —Jair caminó hacia una mesita dónde había varias bolsas con comidas y bebidas—, le di la información y pagué a los contactos, para que lo ayudaran a salir del hospital e ir por Erick Salazar —confesó—, pero no sé a dónde lo llevó.
—“Eso no tiene sentido…”
—¡Claro que lo tiene, querido! —el pelinegro sacó un bote de agua y se sirvió en un vaso—. Es mi manera de asegurarme de que, aunque me llegaras a encontrar, no pudieras usar tus feromonas para sacarme la información, sin yo obtener mi premio —dijo con orgullo.
El silencio reinó por un momento.
—“De acuerdo, ¿cuándo quieres hacer la transacción?”
Jair bebió un sorbo de agua antes de contestar.
—Mañana —dijo escuetamente.
—“¿Dónde y a qué hora?” —la voz de Alejandro tenía un tinte de ira.
—Márcame mañana, después de las diez de la mañana y te diré a dónde ir a buscarme, para decirte lo que quiero y hacer negocios —respondió el pelinegro con orgullo.
—“¿Por qué no me lo dices ya?”
—Querido, imagino que si te digo un lugar, mandaras a tus sabuesos a prepararme una trampa con antelación —se burló —, solo estoy asegurándome de no salir herido, pero si no te gusta, entonces, no hay nada de qué hablar.
El silencio volvió, Jair bebió más agua; sentía la boca seca. No sabía si estaba presionando demasiado a Alejandro, quizá no debía hacerlo, pero no podía darse el lujo de arriesgarse a verlo sin tomar precauciones, a sabiendas que era un Alfa muy peligroso.
—“Está bien, a las diez de la mañana te marcaré…”
—Estaré esperando…
Después de eso, la llamada se cortó y Jair terminó todo el líquido del vaso, antes de sentarse de inmediato en la cama; sus piernas temblaban y su respiración se descompasó. Había tomado una actitud orgullosa para que Alejandro no se diera cuenta que realmente tenía miedo, pero supuso que las cosas estaban bien, estaba en un lugar seguro y tenía al rubio en la palma de su mano a su parecer.
Afuera del motel, varios automóviles negros se habían estacionado minutos antes y en uno de ellos, Alejandro estaba en el asiento trasero, con su celular en la mano.
—Que alguien se quede a vigilarlo —dijo para Julián y Miguel, quienes lo acompañaban en ese momento—. No haremos nada hasta mañana…
Miguel suspiró, por lo menos su amigo estaba controlando sus feromonas y había usado el supresor, de lo contrario, nadie lo hubiera podido acompañar.
—Iré a avisar a los demás y dar la orden —señaló el pelinegro, saliendo del vehículo.
—¿Y si el Conejo no está seguro esta noche? —Julián miró al rubio por encima de su hombro; estaba preocupado, más que nada porque si algo le pasaba a Erick Salazar, Agustín sufriría.
—Por el bien de Páez y Acosta, más vale que Erick esté seguro —rechinó los dientes y miró el edificio.
Erick seguí amordazado, pero agradecía que Omar no estuviera sobre él en ese momento; varios minutos antes, el castaño se había puesto de pie y lo había vuelto a esposar, para que no intentara huir.
El ojiazul estaba tan cansado, que por momentos cerraba los ojos y se quedaba dormido, pero los sueños lo atormentaban y despertaba sobresaltado, volviendo a la realidad, que no sabía si era peor que las pesadillas. Aún estaba en celo, aun necesitaba apagar ese deseo que lo estaba carcomiendo, pero sin su Alfa, ese estado no pasaría pronto; la fiebre, la pesadez en su cuerpo y por sobre todo, el sufrimiento de que otro sujeto lo estuviera tomando, cuando él ansiaba las caricias de alguien más, le estaban ocasionando mucho dolor y no era solo físico.
—¡Volví, mi amor!
Omar ingresó a esa habitación con una charola en mano y una sonrisa radiante en su rostro.
—Lamentablemente no puedo encargar comida, pero traje suministros e hice algo simple, ya que no sé cocinar… —acercó la charola a la mesa de cama.
Erick no le había puesto atención, pero al percibir un ligero aroma a café, levantó el rostro con debilidad, en busca del origen de ese perfume, creyendo que Alejandro aparecería en el umbral, para sacarlo de ahí.
—Siempre tomas café, ¿no es así? —Omar se sentó en la orilla de la cama—. Antes de venir para acá, compré un frasco de la marca que tú bebes —anunció con suficiencia—, apuesto a que eso te relajará, ¿verdad?
Los orbes azules buscaron con anhelo la taza humeante de café; era obvio que Omar no sabía que ese olor era el de Alejandro, ya que la feromona predominante del rubio, cuando se enojaba, era el cedro.
—¡También te hice un emparedado! —el castaño le mostró el plato con unos panes, que apenas tenían aderezo y una rebanada de jamón.
El pelinegro no le hizo caso, su mirada seguía fija en la taza.
Los ojos castaños de Omar, buscaron a dónde miraba Erick y al ver que era la taza de café, la sujetó con la mano.
—Si prometes portarte bien, te soltaré las manos y te quitaré la mordaza, para que puedas beber y comer, ¿qué dices, mi amor?
Un par de lágrimas escaparon de los ojos azules, pero asintió lentamente; estaba dispuesto a lo que sea, con tal de degustar y disfrutar el sabor de ese líquido, pues aunque no fuera el original, era lo único que tenía a la mano, para sentir a su destinado cerca.
Omar liberó a Erick de las manos y le quitó la mordaza, luego le acercó la taza.
Las manos del ojiazul temblaron, sujetando el recipiente con torpeza y lo llevó cerca de su rostro, aspirando el aroma intenso de los granos de café, antes de dar un sorbo, pero aunque quiso disfrutarlo, no pudo; el sabor era extremadamente dulce, a diferencia no solo del café que normalmente tomaba, sino contrario al perfume de Alejandro, que tenía un rastro fuerte y ligeramente amargo, con solo un toque de dulzor, que lo hacía ser equilibrado y perfecto para él.
Ante el gesto de desagrado de Erick, Omar suspiró— no sé cómo preparas tu café normalmente —movió la mano, acariciando un mechón de cabello negro—, quisiera hablarle a Joseph para que me ayude con tu alimentación, porque él te conoce más, pero por ahora no puedo hablar con nadie, así que mientras estemos en este lugar, tendrás que conformarte, ¿sí?
El labio inferior de Erick tembló, pero bebió otro sorbo de café; no era lo que esperaba pero era lo más cercano que tendría a las feromonas tan anheladas por su cuerpo y no sabía si podría volver a percibir las originales, así que debía aferrarse a ese vago recurso, como en antaño.
—Debes cenar —Omar le acercó el plato—, no hemos comido en todo el día y al menos yo, tengo hambre después de todo el ejercicio que hemos hecho, pero primero me aseguraré de que cenes tú.
Erick miró con poco interés el emparedado y negó— no quiero —musitó, volviendo a tomar otro sorbo de café.
Esa respuesta molestó a Omar, quien cambió de inmediato su actitud.
—¡Me esforcé mucho para complacerte! —gritó y con su mano libre sujetó el cabello negro, sacudiendo el cuerpo de Erick con fuerza, haciendo que soltara la taza y el café se derramó sobre la cama.
—¡Suéltame! —gimoteó el ojiazul, llevando las manos hacia su melena, intentando evitar el doloroso trato, sin conseguirlo.
Omar soltó el plato, logrando que la raquítica comida se desparramara sobre el colchón también, antes de abofetear a Erick con fuerza.
—¡Vas comer lo que hice Erick! —gruñó y lo volvió a golpear, antes de sujetar un pan con la mano, llevándolo a la boca de su presa y metiéndolo con poca consideración—. ¡Come y agradece por mi atención! —exigió.
Erick lloraba mientras era obligado a comer, ya que Omar le cubrió la boca para que no escupiera el pan. Cuando finalmente pasó el bocado, la mano en su boca se apartó y el castaño lo obligó a acercar el rostro a dónde estaban los restos de comida sobre las mantas sucias.
—Te lo vas a comer todo y vas a agradecer que estoy cuidando de ti, ¡¿entendiste?!
Erick quiso apartarse, pero la fuerza de Omar era superior a la suya, así que no le quedó opción que obedecer, comiendo el pan y el jamón lo más rápido que pudo, para tratar de terminar con ese tormento.
Cuando el ojiazul terminó con la comida, Omar lo levantó del cabello y lo miró a los ojos —ahora, ¡agradece! —su voz era grave y su mirada estaba llena de rabia.
Erick no quería darle gusto, así que apretó los labios, pero Omar lo abofeteó un par de veces.
—¡Agradece! —exigió.
El pelinegro sollozó, pero tuvo que doblegarse— gra… gracias por la comida… —dijo con voz débil.
Ante esa frase, Omar cambió su gesto de inmediato— de nada —dijo con una sonrisa amable y lo abrazó—. Perdón, Erick —susurró contra el cuello del otro—. No me gusta lastimarte, pero sabes que tengo qué hacerlo, ¿verdad? —se apartó y lo sujetó de las mejillas rojas, para verlo a los ojos—. Tengo que hacerte entender que yo soy la persona a quien realmente amas, pero te haces el difícil y no me dejas más opción que hacerlo por las malas…
El castaño besó las mejillas rojas y se apartó; Erick se dejó caer en la cama y se hizo un ovillo.
—Voy por mi cena y vuelvo, para que me acompañes a cenar.
Omar caminó hacia la puerta, sin preocuparse de que Erick pudiera intentar huir, era obvio que estaba sumamente fatigado para si quiera moverse.
Por su parte, el ojiazul se removió sobre el colchón y se acercó al lugar dónde se había derramado el café; pasó los dedos por la mancha húmeda y luego acercó el rostro, percibiendo el olor a café.
—Alex… —musitó y las lágrimas escaparon de sus ojos, mientras besaba esa mancha oscura.
No sabía cuánto tiempo estaría en ese lugar, no sabía si saldría de ahí o si volvería ver a Alejandro; Omar le dijo que lo llevaría fuera del país y tenía miedo de que lo cumpliera, porque eso significaría que no volvería a ver a su destinado.
—Prefiero morir… —dijo con dolor, imaginando que jamás podría estar con Alex de nuevo.
Sus ojos azules se posaron en sus muñecas, observando las cicatrices que tenía; ya una vez había intentado suicidarse y casi lo lograba, así que podría volver a intentarlo, pero sabía que no podía en ese momento.
«No tengo fuerza ni para levantarme…» pensó y cerró los parpados, «debo esperar a que pase un poco este celo y encontrar la manera de obtener algo con qué lograr mi objetivo…»
Sabía que Omar tenía el cuchillo en la mesita de al lado, pero con lo mareado y debilitado que estaba, no podía moverse con fluidez y temía no tener las fuerzas para hacer los cortes profundos, así que el otro podía detenerlo, evitar el sangrado y después, seguramente lo torturaría más, sin darle otra oportunidad de lograr la única libertad a la que podía aspirar, así que no era el momento.
«El celo normal, dura tres días…» suspiró, «necesito acceder a las locuras de Omar, para que no me dé más medicamento, de lo contrario, no podré hacer nada…» se mordió el labio con debilidad y acercó la mano izquierda a su rostro, percibiendo el perfume de Alejandro, que emanaba de esa pequeña marca que tenía desde pequeño.
—Lo siento… no podremos estar juntos, pero espero que puedas ser feliz sin mí…
Colocó la mejilla contra la mancha de café, manteniendo la mano cerca de su rostro y lloró en silencio, imaginando que al volver Omar, estaría de nuevo en el infierno.
El ojiazul estaba tan cansado, que por momentos cerraba los ojos y se quedaba dormido, pero los sueños lo atormentaban y despertaba sobresaltado, volviendo a la realidad, que no sabía si era peor que las pesadillas. Aún estaba en celo, aun necesitaba apagar ese deseo que lo estaba carcomiendo, pero sin su Alfa, ese estado no pasaría pronto; la fiebre, la pesadez en su cuerpo y por sobre todo, el sufrimiento de que otro sujeto lo estuviera tomando, cuando él ansiaba las caricias de alguien más, le estaban ocasionando mucho dolor y no era solo físico.
—¡Volví, mi amor!
Omar ingresó a esa habitación con una charola en mano y una sonrisa radiante en su rostro.
—Lamentablemente no puedo encargar comida, pero traje suministros e hice algo simple, ya que no sé cocinar… —acercó la charola a la mesa de cama.
Erick no le había puesto atención, pero al percibir un ligero aroma a café, levantó el rostro con debilidad, en busca del origen de ese perfume, creyendo que Alejandro aparecería en el umbral, para sacarlo de ahí.
—Siempre tomas café, ¿no es así? —Omar se sentó en la orilla de la cama—. Antes de venir para acá, compré un frasco de la marca que tú bebes —anunció con suficiencia—, apuesto a que eso te relajará, ¿verdad?
Los orbes azules buscaron con anhelo la taza humeante de café; era obvio que Omar no sabía que ese olor era el de Alejandro, ya que la feromona predominante del rubio, cuando se enojaba, era el cedro.
—¡También te hice un emparedado! —el castaño le mostró el plato con unos panes, que apenas tenían aderezo y una rebanada de jamón.
El pelinegro no le hizo caso, su mirada seguía fija en la taza.
Los ojos castaños de Omar, buscaron a dónde miraba Erick y al ver que era la taza de café, la sujetó con la mano.
—Si prometes portarte bien, te soltaré las manos y te quitaré la mordaza, para que puedas beber y comer, ¿qué dices, mi amor?
Un par de lágrimas escaparon de los ojos azules, pero asintió lentamente; estaba dispuesto a lo que sea, con tal de degustar y disfrutar el sabor de ese líquido, pues aunque no fuera el original, era lo único que tenía a la mano, para sentir a su destinado cerca.
Omar liberó a Erick de las manos y le quitó la mordaza, luego le acercó la taza.
Las manos del ojiazul temblaron, sujetando el recipiente con torpeza y lo llevó cerca de su rostro, aspirando el aroma intenso de los granos de café, antes de dar un sorbo, pero aunque quiso disfrutarlo, no pudo; el sabor era extremadamente dulce, a diferencia no solo del café que normalmente tomaba, sino contrario al perfume de Alejandro, que tenía un rastro fuerte y ligeramente amargo, con solo un toque de dulzor, que lo hacía ser equilibrado y perfecto para él.
Ante el gesto de desagrado de Erick, Omar suspiró— no sé cómo preparas tu café normalmente —movió la mano, acariciando un mechón de cabello negro—, quisiera hablarle a Joseph para que me ayude con tu alimentación, porque él te conoce más, pero por ahora no puedo hablar con nadie, así que mientras estemos en este lugar, tendrás que conformarte, ¿sí?
El labio inferior de Erick tembló, pero bebió otro sorbo de café; no era lo que esperaba pero era lo más cercano que tendría a las feromonas tan anheladas por su cuerpo y no sabía si podría volver a percibir las originales, así que debía aferrarse a ese vago recurso, como en antaño.
—Debes cenar —Omar le acercó el plato—, no hemos comido en todo el día y al menos yo, tengo hambre después de todo el ejercicio que hemos hecho, pero primero me aseguraré de que cenes tú.
Erick miró con poco interés el emparedado y negó— no quiero —musitó, volviendo a tomar otro sorbo de café.
Esa respuesta molestó a Omar, quien cambió de inmediato su actitud.
—¡Me esforcé mucho para complacerte! —gritó y con su mano libre sujetó el cabello negro, sacudiendo el cuerpo de Erick con fuerza, haciendo que soltara la taza y el café se derramó sobre la cama.
—¡Suéltame! —gimoteó el ojiazul, llevando las manos hacia su melena, intentando evitar el doloroso trato, sin conseguirlo.
Omar soltó el plato, logrando que la raquítica comida se desparramara sobre el colchón también, antes de abofetear a Erick con fuerza.
—¡Vas comer lo que hice Erick! —gruñó y lo volvió a golpear, antes de sujetar un pan con la mano, llevándolo a la boca de su presa y metiéndolo con poca consideración—. ¡Come y agradece por mi atención! —exigió.
Erick lloraba mientras era obligado a comer, ya que Omar le cubrió la boca para que no escupiera el pan. Cuando finalmente pasó el bocado, la mano en su boca se apartó y el castaño lo obligó a acercar el rostro a dónde estaban los restos de comida sobre las mantas sucias.
—Te lo vas a comer todo y vas a agradecer que estoy cuidando de ti, ¡¿entendiste?!
Erick quiso apartarse, pero la fuerza de Omar era superior a la suya, así que no le quedó opción que obedecer, comiendo el pan y el jamón lo más rápido que pudo, para tratar de terminar con ese tormento.
Cuando el ojiazul terminó con la comida, Omar lo levantó del cabello y lo miró a los ojos —ahora, ¡agradece! —su voz era grave y su mirada estaba llena de rabia.
Erick no quería darle gusto, así que apretó los labios, pero Omar lo abofeteó un par de veces.
—¡Agradece! —exigió.
El pelinegro sollozó, pero tuvo que doblegarse— gra… gracias por la comida… —dijo con voz débil.
Ante esa frase, Omar cambió su gesto de inmediato— de nada —dijo con una sonrisa amable y lo abrazó—. Perdón, Erick —susurró contra el cuello del otro—. No me gusta lastimarte, pero sabes que tengo qué hacerlo, ¿verdad? —se apartó y lo sujetó de las mejillas rojas, para verlo a los ojos—. Tengo que hacerte entender que yo soy la persona a quien realmente amas, pero te haces el difícil y no me dejas más opción que hacerlo por las malas…
El castaño besó las mejillas rojas y se apartó; Erick se dejó caer en la cama y se hizo un ovillo.
—Voy por mi cena y vuelvo, para que me acompañes a cenar.
Omar caminó hacia la puerta, sin preocuparse de que Erick pudiera intentar huir, era obvio que estaba sumamente fatigado para si quiera moverse.
Por su parte, el ojiazul se removió sobre el colchón y se acercó al lugar dónde se había derramado el café; pasó los dedos por la mancha húmeda y luego acercó el rostro, percibiendo el olor a café.
—Alex… —musitó y las lágrimas escaparon de sus ojos, mientras besaba esa mancha oscura.
No sabía cuánto tiempo estaría en ese lugar, no sabía si saldría de ahí o si volvería ver a Alejandro; Omar le dijo que lo llevaría fuera del país y tenía miedo de que lo cumpliera, porque eso significaría que no volvería a ver a su destinado.
—Prefiero morir… —dijo con dolor, imaginando que jamás podría estar con Alex de nuevo.
Sus ojos azules se posaron en sus muñecas, observando las cicatrices que tenía; ya una vez había intentado suicidarse y casi lo lograba, así que podría volver a intentarlo, pero sabía que no podía en ese momento.
«No tengo fuerza ni para levantarme…» pensó y cerró los parpados, «debo esperar a que pase un poco este celo y encontrar la manera de obtener algo con qué lograr mi objetivo…»
Sabía que Omar tenía el cuchillo en la mesita de al lado, pero con lo mareado y debilitado que estaba, no podía moverse con fluidez y temía no tener las fuerzas para hacer los cortes profundos, así que el otro podía detenerlo, evitar el sangrado y después, seguramente lo torturaría más, sin darle otra oportunidad de lograr la única libertad a la que podía aspirar, así que no era el momento.
«El celo normal, dura tres días…» suspiró, «necesito acceder a las locuras de Omar, para que no me dé más medicamento, de lo contrario, no podré hacer nada…» se mordió el labio con debilidad y acercó la mano izquierda a su rostro, percibiendo el perfume de Alejandro, que emanaba de esa pequeña marca que tenía desde pequeño.
—Lo siento… no podremos estar juntos, pero espero que puedas ser feliz sin mí…
Colocó la mejilla contra la mancha de café, manteniendo la mano cerca de su rostro y lloró en silencio, imaginando que al volver Omar, estaría de nuevo en el infierno.
Apenas despuntaba el alba, cuando Alejandro ya se había aseado y estaba cambiándose en el vestidor; tenía menos de una hora, para llegar a la reunión con los anteriores amantes de Jair.
La noche anterior no había podido dormir bien; había dado vueltas en la cama y se levantó varias veces a caminar en la habitación e incluso, a pesar de que había estado nevando ligeramente, salió un par de veces al balcón, para que el aire frío lograra hacerlo pensar con claridad, pues sentía que estaba sumamente alterado y podía hacer una estupidez. Ni siquiera habló con el padre de Erick, porque no tenía humor para darle las noticias, pese a que el hombre había marcado insistente; agradecía que Julián se ofreciera a darle información, con la excusa de preguntar por Agustín, pues no había podido ir a verlo una vez más, antes de que acabara el horario de visita.
Alejandro terminó de arreglarse y se puso el reloj de pulsera, observando la hora, apenas eran las 7:27 am y se suponía que iba a salir de la casa Esquivel, veinte minutos antes de las ocho, así que aún tenía unos minutos libres. Soltó el aire con molestia y se encaminó a la estancia de su habitación, pero regresó los pasos hacia la mesita de cama, sacando el broche que Erick había usado la noche que lo vio por primera vez.
Llegó al sillón y recargó la cabeza en el respaldo, mientras acercaba el accesorio a su nariz, percibiendo el aroma de almendras dulces, con un toque de lirio, que tanto lo trastornaba.
Los recuerdos de las noches que había pasado al lado de la persona que amaba, llegaron a su mente. Durante quince años lo buscó, durante quince años lo deseó aun sin saber su nombre o recordar el rostro del niño al que había marcado por instinto y cuando por fin lo había alcanzado, parecía estar a punto de perderlo y eso le inquietaba.
Había visto las heridas en el cuerpo de su pareja, sabía de lo que era capaz Omar Acosta, pero lo que más temía era que Erick intentara quitarse la vida de nuevo; si la obsesión de Omar era estar con el ‘Príncipe Omega’, como muchos otros, lo mantendría vivo, pero sabiendo lo que había pasado en antaño y conociendo la determinación de Erick, no tenía ni idea si tendría tiempo de recuperarlo y era lo que realmente le preocupaba.
—Erick… —musitó con anhelo—. No desesperes, iré por ti lo más rápido que me sea posible, Conejo, te lo prometo…
Su celular timbró y respondió de inmediato, ya que era el tono de llamada para el número de su padre.
—¿Sí? —dijo con voz fría.
—“Ya estamos en el aeropuerto…” —anunció el mayor con frialdad.
—Bien, yo tengo una reunión a las ocho y en unos minutos, mis amigos y yo, saldremos de la casa Esquivel —señaló con rapidez—, después tengo que ver a un imbécil —gruñó—, no sé a qué hora podré verlos.
—“Dime la dirección de tu reunión…”
—¿Para qué? —preguntó el universitario, incorporándose de inmediato.
—“Samuel se encargará de llevar a tu madre a la casa Esquivel, pero yo te veré en esa reunión…”
—¿Estás seguro? —Alejandro parpadeó sorprendido.
—“Te lo dije…” —se escuchó un chasquido del otro lado de la línea—. “No quiero que los idiotas de esta ciudad, piensen que no te respaldo…”
—Por eso querías llegar temprano —Alejandro curvó los labios débilmente.
—“Así es, no iba a dejar a mi ‘cachorro’ solo, para enfrentarse con estos sujetos que seguramente esperan un momento propicio para atacarnos…”
‘Cachorro’, el sobrenombre hizo sonreír a Alejandro; era el apodo que su padre le decía cómo nombre clave cuando aún era menor, pero al entrar a la universidad, dejó de llamarlo de esa manera.
—Gracias…
—“No digas tonterías… Ahora, dame la dirección, iré para allá de inmediato y me comunicaré con Germán, para que sepa que mi esposo irá a su casa…”
La noche anterior no había podido dormir bien; había dado vueltas en la cama y se levantó varias veces a caminar en la habitación e incluso, a pesar de que había estado nevando ligeramente, salió un par de veces al balcón, para que el aire frío lograra hacerlo pensar con claridad, pues sentía que estaba sumamente alterado y podía hacer una estupidez. Ni siquiera habló con el padre de Erick, porque no tenía humor para darle las noticias, pese a que el hombre había marcado insistente; agradecía que Julián se ofreciera a darle información, con la excusa de preguntar por Agustín, pues no había podido ir a verlo una vez más, antes de que acabara el horario de visita.
Alejandro terminó de arreglarse y se puso el reloj de pulsera, observando la hora, apenas eran las 7:27 am y se suponía que iba a salir de la casa Esquivel, veinte minutos antes de las ocho, así que aún tenía unos minutos libres. Soltó el aire con molestia y se encaminó a la estancia de su habitación, pero regresó los pasos hacia la mesita de cama, sacando el broche que Erick había usado la noche que lo vio por primera vez.
Llegó al sillón y recargó la cabeza en el respaldo, mientras acercaba el accesorio a su nariz, percibiendo el aroma de almendras dulces, con un toque de lirio, que tanto lo trastornaba.
Los recuerdos de las noches que había pasado al lado de la persona que amaba, llegaron a su mente. Durante quince años lo buscó, durante quince años lo deseó aun sin saber su nombre o recordar el rostro del niño al que había marcado por instinto y cuando por fin lo había alcanzado, parecía estar a punto de perderlo y eso le inquietaba.
Había visto las heridas en el cuerpo de su pareja, sabía de lo que era capaz Omar Acosta, pero lo que más temía era que Erick intentara quitarse la vida de nuevo; si la obsesión de Omar era estar con el ‘Príncipe Omega’, como muchos otros, lo mantendría vivo, pero sabiendo lo que había pasado en antaño y conociendo la determinación de Erick, no tenía ni idea si tendría tiempo de recuperarlo y era lo que realmente le preocupaba.
—Erick… —musitó con anhelo—. No desesperes, iré por ti lo más rápido que me sea posible, Conejo, te lo prometo…
Su celular timbró y respondió de inmediato, ya que era el tono de llamada para el número de su padre.
—¿Sí? —dijo con voz fría.
—“Ya estamos en el aeropuerto…” —anunció el mayor con frialdad.
—Bien, yo tengo una reunión a las ocho y en unos minutos, mis amigos y yo, saldremos de la casa Esquivel —señaló con rapidez—, después tengo que ver a un imbécil —gruñó—, no sé a qué hora podré verlos.
—“Dime la dirección de tu reunión…”
—¿Para qué? —preguntó el universitario, incorporándose de inmediato.
—“Samuel se encargará de llevar a tu madre a la casa Esquivel, pero yo te veré en esa reunión…”
—¿Estás seguro? —Alejandro parpadeó sorprendido.
—“Te lo dije…” —se escuchó un chasquido del otro lado de la línea—. “No quiero que los idiotas de esta ciudad, piensen que no te respaldo…”
—Por eso querías llegar temprano —Alejandro curvó los labios débilmente.
—“Así es, no iba a dejar a mi ‘cachorro’ solo, para enfrentarse con estos sujetos que seguramente esperan un momento propicio para atacarnos…”
‘Cachorro’, el sobrenombre hizo sonreír a Alejandro; era el apodo que su padre le decía cómo nombre clave cuando aún era menor, pero al entrar a la universidad, dejó de llamarlo de esa manera.
—Gracias…
—“No digas tonterías… Ahora, dame la dirección, iré para allá de inmediato y me comunicaré con Germán, para que sepa que mi esposo irá a su casa…”
Poco antes de las ocho de la mañana, el salón de reunión estaba lleno de hombres, todos Alfa; algunos incluso eran padres e hijos, quienes imaginaban que, pese a la situación con Erick Salazar, Alejandro de León los había llamado por negocios y no se habían negado, pero al ver que había muchos otros empresarios en ese lugar, se sintieron inquietos.
Los murmullos eran audibles, pero inteligibles; algunos cuchicheaban y hacían teorías del por qué los habían llamado ahí. Los hombres mayores pensaban que el rubio quería estrechar relaciones, para poder encontrar con mayor rapidez a su prometido y podían sacar ventaja de una sociedad de ese tipo; por su parte, los más jóvenes se sentían inquietos porque, aunque no sabían que podía querer Alejandro de León, sabían que era un Alfa sumamente dominante y sus feromonas, altamente agresivas, podían afectarlos aun siendo ellos Alfa también.
El sonido del enorme reloj de péndulo del salón, anunció las ocho de la mañana en punto, con una melodía tranquila, pero esta fue interrumpida por el sonido de la puerta al abrirse de golpe. Todos los presentes vieron hacia el umbral y su gesto cambió de inmediato; algunos se pusieron pálidos, otros hasta retrocedieron un paso y algunos no pudieron evitar mostrar el terror en su rostro.
Diego de León y su hijo, entraron con paso seguro por la enorme puerta, seguidos por varios hombres vestidos de negro, quienes se movieron con rapidez, yendo hacia las orillas del salón, rodeándolo por completo y manteniéndose expectantes. La puerta se cerró cuando los dos rubios tomaron asiento, en los lugares reservados para ellos, pero el silencio que reinaba en el lugar, era abrumador.
La mirada verde de padre e hijo, se movía recorriendo a todos los presentes, pero ambos mantenían un gesto impasible.
—¿No piensan sentarse? —preguntó el de barba con burla.
Con esas palabras todos los presentes parecieron reaccionar y poco a poco empezaron a tomar su lugar; aunque parecían temblar, todos se mantenían rígidos y erguidos en sus sillas, sin poder mirar a los dos rubios en la cabecera de esas mesas de reunión, que en ese momento en que todos estaban sentados y debido a la situación incómoda, parecían infinitas.
—Hacía muchos años que no venía a esta ciudad —Diego hizo una mueca—, pero creo que puedo reconocer a algunos de los presentes —tamboreó los dedos en la mesa—, varios de ustedes me apoyaron en su momento —dijo con amabilidad— y ahora que mi familia se encargará de los asuntos económicos de esta ciudad, lo podría tomar en cuenta, claro…
Con esas palabras, algunos levantaron el rostro, sintiéndose más seguros.
—Por otro lado, hay otros con los que en su momento, tuve roces y se sintieron aliviados de que la familia Acosta se quedara con este territorio…
Varios hombres mayores se encogieron en su lugar y otros aflojaron sus corbatas, sintiendo que estaban a punto de ser ejecutados.
—Pero no estamos aquí para revivir viejas rencillas —Diego se recargó en su silla—. No, no quiero eso —negó con una sonrisa, ligeramente disimulada por su barba—. Estamos aquí, porque mi hijo solicitó una reunión con todos ustedes —con un ademán señaló a Alejandro— y yo, vine a respaldar sus acciones, porque eso es lo que hacen los padres, ¿no es así?
Diego repasó con la mirada a los pocos hombres mayores que estaban en ese lugar, pues sabía bien que todos tenían hijos; algunos estaban ahí mismo, otros no se encontraban presentes.
—Es por eso que, le cederé la palabra a Alejandro —prosiguió el hombre con seriedad—. Él tiene un negocio importante que tratar con ustedes y es mejor que esto avance rápido, ¿no lo creen?
Nadie objetó; no hubo ni un solo sonido de parte de los presentes, por eso, cuando la silla de Alejandro se movió, para que él pudiera levantarse, las patas hicieron un chirrido contra el piso, que heló la sangre de todos.
—Uno de mis trabajadores les entregará un folder a cada uno —dijo con voz fría el universitario y un hombre vestido de negro se movió con rapidez, acercándose a la mesa—, no lo abran hasta que yo se los diga.
Todos los presentes, a excepción de Alejandro y Diego, recibieron un sobre amarillo, tamaño carta, pero lo dejaron en la mesa, sin atreverse a tocarlo; cuando el guardaespaldas volvió a su lugar, Alejandro habló.
—Cómo todos saben, ayer hubo una situación crítica en casa del General Salazar —todos lo miraron con asombro—, mi prometido, Erick Salazar, fue extraído de su residencia por Omar Acosta —señaló sin dudar—. Imagino que ninguno de ustedes sabe dónde está Omar, de lo contrario, me lo dirían de inmediato, ¿no es así?
Todos asintieron.
—Con todo respeto, joven de León… —un hombre mayor lo interrumpió—. Mi familia no tiene muchos tratos con Acosta, ya que apoyábamos a su familia desde antes, así que no tenemos nada que ver con esto…
—Nosotros tampoco… Ni nosotros… Mi familia no sabe nada de Acosta desde antes de las reuniones de comercio, a las que ni siquiera participamos…
Las excusas empezaron de inmediato y Alejandro entrecerró los ojos, escuchando como todos trataban de deslindarse de una relación con Omar.
El universitario golpeó la mesa con su puño, rompiendo una parte de la madera y todos guardaron silencio.
—Todo lo que están diciendo ¡ya lo sé! —dijo con frialdad—. ¡No están aquí por eso!
La confusión se adueñó de los gestos de todos.
—Están aquí, porque todos ustedes, tienen algo que decir de alguien más…
Los ojos de todos se miraron unos a otros, sin comprender lo que el rubio quería decir.
—Quiero que me digan, todo lo que saben del hombre de la foto, que está en ese sobre —Alejandro habló entre dientes—. Y si alguno intenta mentir, diciendo que no tienen o tuvieron nada que ver con ese sujeto, les aseguro que lo pagarán caro… ¡Ábranlo!
Todos movieron las manos de inmediato, acatando la orden con rapidez, sin darse cuenta que las feromonas de Alejandro, poco a poco estaban haciéndose presentes. Cuando todos observaron la foto en el sobre, la palidez volvió a sus rostros, las manos les temblaban a unos y a otros, el sudor empezó a recorrerles el cuerpo.
—Jair Páez —dijo el rubio con un tinte de desprecio en su voz—. Todos y cada uno de ustedes tuvo o tiene algo que ver con ese sujeto —los señaló—. No sé si haya sido tan bueno para que tantos cayeran en sus garras —frunció el ceño—, pero ese sujeto, ¡ayudó a Omar Acosta en el secuestro de mi prometido! —con esa aclaración, muchos parecieron entrar en shock—. Por eso, ahora, ustedes me van a ayudar a encontrarlo, sea diciéndome la ubicación dónde pueda encontrar a Erick o dándome toda la información que pueda usar en contra de Páez, ¡para que me devuelva a mi destinado!
Con esas palabras, todos levantaron la mirada, no solo por el tono de voz del rubio, sino porque el olor de cedro les dio de golpe en la nariz; fue en ese momento en que se dieron cuenta que los guardaespaldas portaban unas mascarillas especiales, mientras Diego de León los miraba con superioridad.
—Más vale que me den la información por las buenas —Alejandro apretó los puños y sus feromonas se intensificaron, moviéndose hacia los presentes, que empezaron a tener problemas para respirar—, de lo contrario, puedo hacerles algo mucho peor de lo que le hice a Omar Acosta, en esa fiesta dónde perdió el olfato.
Los presentes lo miraron con terror, al darse cuenta que sus pupilas estaban alargadas y sus colmillos eran prominentes; Alejandro de León no se iba a detener hasta quedar satisfecho con la información que le dieran.
Los murmullos eran audibles, pero inteligibles; algunos cuchicheaban y hacían teorías del por qué los habían llamado ahí. Los hombres mayores pensaban que el rubio quería estrechar relaciones, para poder encontrar con mayor rapidez a su prometido y podían sacar ventaja de una sociedad de ese tipo; por su parte, los más jóvenes se sentían inquietos porque, aunque no sabían que podía querer Alejandro de León, sabían que era un Alfa sumamente dominante y sus feromonas, altamente agresivas, podían afectarlos aun siendo ellos Alfa también.
El sonido del enorme reloj de péndulo del salón, anunció las ocho de la mañana en punto, con una melodía tranquila, pero esta fue interrumpida por el sonido de la puerta al abrirse de golpe. Todos los presentes vieron hacia el umbral y su gesto cambió de inmediato; algunos se pusieron pálidos, otros hasta retrocedieron un paso y algunos no pudieron evitar mostrar el terror en su rostro.
Diego de León y su hijo, entraron con paso seguro por la enorme puerta, seguidos por varios hombres vestidos de negro, quienes se movieron con rapidez, yendo hacia las orillas del salón, rodeándolo por completo y manteniéndose expectantes. La puerta se cerró cuando los dos rubios tomaron asiento, en los lugares reservados para ellos, pero el silencio que reinaba en el lugar, era abrumador.
La mirada verde de padre e hijo, se movía recorriendo a todos los presentes, pero ambos mantenían un gesto impasible.
—¿No piensan sentarse? —preguntó el de barba con burla.
Con esas palabras todos los presentes parecieron reaccionar y poco a poco empezaron a tomar su lugar; aunque parecían temblar, todos se mantenían rígidos y erguidos en sus sillas, sin poder mirar a los dos rubios en la cabecera de esas mesas de reunión, que en ese momento en que todos estaban sentados y debido a la situación incómoda, parecían infinitas.
—Hacía muchos años que no venía a esta ciudad —Diego hizo una mueca—, pero creo que puedo reconocer a algunos de los presentes —tamboreó los dedos en la mesa—, varios de ustedes me apoyaron en su momento —dijo con amabilidad— y ahora que mi familia se encargará de los asuntos económicos de esta ciudad, lo podría tomar en cuenta, claro…
Con esas palabras, algunos levantaron el rostro, sintiéndose más seguros.
—Por otro lado, hay otros con los que en su momento, tuve roces y se sintieron aliviados de que la familia Acosta se quedara con este territorio…
Varios hombres mayores se encogieron en su lugar y otros aflojaron sus corbatas, sintiendo que estaban a punto de ser ejecutados.
—Pero no estamos aquí para revivir viejas rencillas —Diego se recargó en su silla—. No, no quiero eso —negó con una sonrisa, ligeramente disimulada por su barba—. Estamos aquí, porque mi hijo solicitó una reunión con todos ustedes —con un ademán señaló a Alejandro— y yo, vine a respaldar sus acciones, porque eso es lo que hacen los padres, ¿no es así?
Diego repasó con la mirada a los pocos hombres mayores que estaban en ese lugar, pues sabía bien que todos tenían hijos; algunos estaban ahí mismo, otros no se encontraban presentes.
—Es por eso que, le cederé la palabra a Alejandro —prosiguió el hombre con seriedad—. Él tiene un negocio importante que tratar con ustedes y es mejor que esto avance rápido, ¿no lo creen?
Nadie objetó; no hubo ni un solo sonido de parte de los presentes, por eso, cuando la silla de Alejandro se movió, para que él pudiera levantarse, las patas hicieron un chirrido contra el piso, que heló la sangre de todos.
—Uno de mis trabajadores les entregará un folder a cada uno —dijo con voz fría el universitario y un hombre vestido de negro se movió con rapidez, acercándose a la mesa—, no lo abran hasta que yo se los diga.
Todos los presentes, a excepción de Alejandro y Diego, recibieron un sobre amarillo, tamaño carta, pero lo dejaron en la mesa, sin atreverse a tocarlo; cuando el guardaespaldas volvió a su lugar, Alejandro habló.
—Cómo todos saben, ayer hubo una situación crítica en casa del General Salazar —todos lo miraron con asombro—, mi prometido, Erick Salazar, fue extraído de su residencia por Omar Acosta —señaló sin dudar—. Imagino que ninguno de ustedes sabe dónde está Omar, de lo contrario, me lo dirían de inmediato, ¿no es así?
Todos asintieron.
—Con todo respeto, joven de León… —un hombre mayor lo interrumpió—. Mi familia no tiene muchos tratos con Acosta, ya que apoyábamos a su familia desde antes, así que no tenemos nada que ver con esto…
—Nosotros tampoco… Ni nosotros… Mi familia no sabe nada de Acosta desde antes de las reuniones de comercio, a las que ni siquiera participamos…
Las excusas empezaron de inmediato y Alejandro entrecerró los ojos, escuchando como todos trataban de deslindarse de una relación con Omar.
El universitario golpeó la mesa con su puño, rompiendo una parte de la madera y todos guardaron silencio.
—Todo lo que están diciendo ¡ya lo sé! —dijo con frialdad—. ¡No están aquí por eso!
La confusión se adueñó de los gestos de todos.
—Están aquí, porque todos ustedes, tienen algo que decir de alguien más…
Los ojos de todos se miraron unos a otros, sin comprender lo que el rubio quería decir.
—Quiero que me digan, todo lo que saben del hombre de la foto, que está en ese sobre —Alejandro habló entre dientes—. Y si alguno intenta mentir, diciendo que no tienen o tuvieron nada que ver con ese sujeto, les aseguro que lo pagarán caro… ¡Ábranlo!
Todos movieron las manos de inmediato, acatando la orden con rapidez, sin darse cuenta que las feromonas de Alejandro, poco a poco estaban haciéndose presentes. Cuando todos observaron la foto en el sobre, la palidez volvió a sus rostros, las manos les temblaban a unos y a otros, el sudor empezó a recorrerles el cuerpo.
—Jair Páez —dijo el rubio con un tinte de desprecio en su voz—. Todos y cada uno de ustedes tuvo o tiene algo que ver con ese sujeto —los señaló—. No sé si haya sido tan bueno para que tantos cayeran en sus garras —frunció el ceño—, pero ese sujeto, ¡ayudó a Omar Acosta en el secuestro de mi prometido! —con esa aclaración, muchos parecieron entrar en shock—. Por eso, ahora, ustedes me van a ayudar a encontrarlo, sea diciéndome la ubicación dónde pueda encontrar a Erick o dándome toda la información que pueda usar en contra de Páez, ¡para que me devuelva a mi destinado!
Con esas palabras, todos levantaron la mirada, no solo por el tono de voz del rubio, sino porque el olor de cedro les dio de golpe en la nariz; fue en ese momento en que se dieron cuenta que los guardaespaldas portaban unas mascarillas especiales, mientras Diego de León los miraba con superioridad.
—Más vale que me den la información por las buenas —Alejandro apretó los puños y sus feromonas se intensificaron, moviéndose hacia los presentes, que empezaron a tener problemas para respirar—, de lo contrario, puedo hacerles algo mucho peor de lo que le hice a Omar Acosta, en esa fiesta dónde perdió el olfato.
Los presentes lo miraron con terror, al darse cuenta que sus pupilas estaban alargadas y sus colmillos eran prominentes; Alejandro de León no se iba a detener hasta quedar satisfecho con la información que le dieran.
Algunos minutos antes de las diez de la mañana, Alejandro y su padre, salieron del salón dónde se habían reunido con los ex amantes de Jair; el universitario estaba furioso, pues no obtuvo información relevante o que no supiera ya, por la ayuda de sus amigos.
En el pasillo, Dimitry, David, Iván, Julián y Miguel, los esperaban, acompañados de otros guardaespaldas para su seguridad; habían llegado al mismo tiempo, pero no entraron a la reunión, a sabiendas de lo que Alejandro pensaba hacer.
—Debo ir con tu madre —Diego acomodó su gabardina—, recuerda lo que te dije…
Apenas dijo esas palabras, caminó por el pasillo seguido de un selecto grupo de hombres, despidiéndose con un ademán efímero de los amigos de su hijo, quienes se acercaban al universitario con paso rápido.
—¿Alguna novedad? —preguntó Dimitry
—Fue una total pérdida de tiempo —respondió su amigo con frialdad—. Tendré que hacer las cosas en persona.
—Supongo que ser directo es lo mejor —David revisó su reloj—, ya casi son las diez.
—Sí, tengo que hablarle a ese sujeto —Alejandro respiró profundamente.
—Según el último informe de tus trabajadores que lo siguen, ya está en el centro de la ciudad —Dimitry se cruzó de brazos—, pero no ha ido a ningún lugar en concreto.
—No sé si lo hace premeditado o solo improvisa —Alejandro negó—. Tengo que encontrar la manera de adelantarme a sus movimientos.
—¿Qué hacemos con tus invitados? —Julián señaló hacia la puerta del salón de reunión.
—Mis trabajadores se están encargando —dijo con poco interés—, les están dando un medicamento que el padre de Fabián me proporcionó y abrieron las ventanas para dispersar mis feromonas —chasqueó la lengua—. No fue tan grave lo que les hice, no fue necesario ser tan agresivo.
—¿Crees que intenten tomar represalias? —Iván lo miró con suspicacia—. Porque algunos de ellos sí son importantes…
—Lo dudo, pero si lo hacen, saben a qué atenerse —la voz del ojiverde era una clara amenaza.
—Aun así, debemos vigilar las actividades de todos esos sujetos —Miguel suspiró—. Es mejor no dejar cabos sueltos esta vez.
Alejandro asintió y enfiló sus pasos al elevador. Al llegar a la planta baja, sintió la vibración de su celular, era la alarma que anunciaba las diez de la mañana; lo sacó del bolsillo y marcó el número que tenía guardado.
—“Buenos días, Cariño…” —la voz de Jair se escuchó del otro lado con rapidez, era obvio que esperaba ansioso esa llamada.
—¿Dónde? —preguntó el rubio con frialdad.
—“Qué maleducado eres, ni siquiera saludas…”
—No estoy para bromas —Alejandro estaba tratando de contener su coraje—. ¿Dónde quieres que te vea?
Una risita burlona se escuchó del otro lado del auricular— “te esperaré en la cafetería Carey, que está en la zona centro de la ciudad, en la plaza de armas” —señaló—. “Ven solo, Alex, de lo contrario, tendremos problemas para dialogar y no quieres perder más tiempo en encontrar a tu príncipe, ¿verdad?”
Los músculos de Alejandro se tensaron— voy para allá —anunció y colgó de inmediato.
—¿Y bien? —Dimitry lo miró con seriedad—. ¿A dónde debemos ir?
—Quiere verme a solas en una cafetería del centro —anunció el rubio con molestia, encendiendo el localizador de su celular—. Así que ustedes no pueden acompañarme, me llevaré a otros que él no pueda reconocer, así me dejarán cerca del lugar y se podrán comunicar con quienes lo están siguiendo, para actuar a mi señal.
—Está bien —David sacó su celular a la par que sus compañeros, todos abrieron el programa para saber dónde estaría el rubio, en caso de algún imprevisto—. Dima y yo seguiremos investigando.
—Aún no hemos escarbado lo suficiente —secundó el pelirrojo—. Si insistimos, seguramente daremos con algo relevante.
—Yo iré a ver a Guti —Julián miró a su amigo con seriedad—. Yuri, una de sus asistentes me habló hace un rato, despertó y preguntó por su hermano, así que debo ir a explicarle.
—También mantén entretenido al General, por ahora no me conviene que interfiera.
—Hecho…
Julián dio media vuelta y fue a un vehículo, acompañado de un par de guardaespaldas.
—Marcel me pidió acompañarlo a ver a los padres de Omar, a ver si tenían información de su hijo —Miguel respiró profundamente—. No sé si realmente le digan algo que nos sirva, pero si lo hacen, te mantendré informado.
—Tu novio es bueno para obtener información de las personas —Alejandro levantó una ceja—. Ayúdale sin objetar y pon a su disposición todo lo que necesite, estoy seguro que sabrá sacar provecho de cualquier situación.
—¿Ahora voy a trabajar para él? —el pelinegro levantó la ceja.
—¿Te molestaría? —el ojiverde le dedicó una mirada fría.
—La verdad, nunca tuve la fantasía de coger con mi jefe, pero si es Marcel, podría replanteármelo —se burló.
Alejandro entornó los ojos— ¡ya lárgate!
Miguel se despidió con un ademán y fue a otro vehículo.
—Yo iré con los amigos de mi padre —Iván metió las manos en los bolsillos de su saco—. Se propusieron encontrar al tipo del servicio o alguna pista de dónde pueda estar escondido Omar, así que, iré a ver si hay novedades, es mejor hacerlo de frente, no sabemos si hay algún topo por ahí.
—De acuerdo, mantenme informado.
Así, los amigos se despidieron y Alejandro fue a un vehículo.
—Llévenme cerca de la plaza de armas de la ciudad, iré a una cafetería llamada Carey, luego comuníquense con los hombres que siguen a Páez —ordenó—. Ya saben qué hacer.
Ambos asintieron y uno inició el trayecto, mientras el copiloto encendía el programa de localización para encontrar al rubio en caso de alguna eventualidad y le enviaba mensajes a sus compañeros, poniéndose de acuerdo en cómo seguir, vigilar, para proteger a su jefe y sus intereses.
En el pasillo, Dimitry, David, Iván, Julián y Miguel, los esperaban, acompañados de otros guardaespaldas para su seguridad; habían llegado al mismo tiempo, pero no entraron a la reunión, a sabiendas de lo que Alejandro pensaba hacer.
—Debo ir con tu madre —Diego acomodó su gabardina—, recuerda lo que te dije…
Apenas dijo esas palabras, caminó por el pasillo seguido de un selecto grupo de hombres, despidiéndose con un ademán efímero de los amigos de su hijo, quienes se acercaban al universitario con paso rápido.
—¿Alguna novedad? —preguntó Dimitry
—Fue una total pérdida de tiempo —respondió su amigo con frialdad—. Tendré que hacer las cosas en persona.
—Supongo que ser directo es lo mejor —David revisó su reloj—, ya casi son las diez.
—Sí, tengo que hablarle a ese sujeto —Alejandro respiró profundamente.
—Según el último informe de tus trabajadores que lo siguen, ya está en el centro de la ciudad —Dimitry se cruzó de brazos—, pero no ha ido a ningún lugar en concreto.
—No sé si lo hace premeditado o solo improvisa —Alejandro negó—. Tengo que encontrar la manera de adelantarme a sus movimientos.
—¿Qué hacemos con tus invitados? —Julián señaló hacia la puerta del salón de reunión.
—Mis trabajadores se están encargando —dijo con poco interés—, les están dando un medicamento que el padre de Fabián me proporcionó y abrieron las ventanas para dispersar mis feromonas —chasqueó la lengua—. No fue tan grave lo que les hice, no fue necesario ser tan agresivo.
—¿Crees que intenten tomar represalias? —Iván lo miró con suspicacia—. Porque algunos de ellos sí son importantes…
—Lo dudo, pero si lo hacen, saben a qué atenerse —la voz del ojiverde era una clara amenaza.
—Aun así, debemos vigilar las actividades de todos esos sujetos —Miguel suspiró—. Es mejor no dejar cabos sueltos esta vez.
Alejandro asintió y enfiló sus pasos al elevador. Al llegar a la planta baja, sintió la vibración de su celular, era la alarma que anunciaba las diez de la mañana; lo sacó del bolsillo y marcó el número que tenía guardado.
—“Buenos días, Cariño…” —la voz de Jair se escuchó del otro lado con rapidez, era obvio que esperaba ansioso esa llamada.
—¿Dónde? —preguntó el rubio con frialdad.
—“Qué maleducado eres, ni siquiera saludas…”
—No estoy para bromas —Alejandro estaba tratando de contener su coraje—. ¿Dónde quieres que te vea?
Una risita burlona se escuchó del otro lado del auricular— “te esperaré en la cafetería Carey, que está en la zona centro de la ciudad, en la plaza de armas” —señaló—. “Ven solo, Alex, de lo contrario, tendremos problemas para dialogar y no quieres perder más tiempo en encontrar a tu príncipe, ¿verdad?”
Los músculos de Alejandro se tensaron— voy para allá —anunció y colgó de inmediato.
—¿Y bien? —Dimitry lo miró con seriedad—. ¿A dónde debemos ir?
—Quiere verme a solas en una cafetería del centro —anunció el rubio con molestia, encendiendo el localizador de su celular—. Así que ustedes no pueden acompañarme, me llevaré a otros que él no pueda reconocer, así me dejarán cerca del lugar y se podrán comunicar con quienes lo están siguiendo, para actuar a mi señal.
—Está bien —David sacó su celular a la par que sus compañeros, todos abrieron el programa para saber dónde estaría el rubio, en caso de algún imprevisto—. Dima y yo seguiremos investigando.
—Aún no hemos escarbado lo suficiente —secundó el pelirrojo—. Si insistimos, seguramente daremos con algo relevante.
—Yo iré a ver a Guti —Julián miró a su amigo con seriedad—. Yuri, una de sus asistentes me habló hace un rato, despertó y preguntó por su hermano, así que debo ir a explicarle.
—También mantén entretenido al General, por ahora no me conviene que interfiera.
—Hecho…
Julián dio media vuelta y fue a un vehículo, acompañado de un par de guardaespaldas.
—Marcel me pidió acompañarlo a ver a los padres de Omar, a ver si tenían información de su hijo —Miguel respiró profundamente—. No sé si realmente le digan algo que nos sirva, pero si lo hacen, te mantendré informado.
—Tu novio es bueno para obtener información de las personas —Alejandro levantó una ceja—. Ayúdale sin objetar y pon a su disposición todo lo que necesite, estoy seguro que sabrá sacar provecho de cualquier situación.
—¿Ahora voy a trabajar para él? —el pelinegro levantó la ceja.
—¿Te molestaría? —el ojiverde le dedicó una mirada fría.
—La verdad, nunca tuve la fantasía de coger con mi jefe, pero si es Marcel, podría replanteármelo —se burló.
Alejandro entornó los ojos— ¡ya lárgate!
Miguel se despidió con un ademán y fue a otro vehículo.
—Yo iré con los amigos de mi padre —Iván metió las manos en los bolsillos de su saco—. Se propusieron encontrar al tipo del servicio o alguna pista de dónde pueda estar escondido Omar, así que, iré a ver si hay novedades, es mejor hacerlo de frente, no sabemos si hay algún topo por ahí.
—De acuerdo, mantenme informado.
Así, los amigos se despidieron y Alejandro fue a un vehículo.
—Llévenme cerca de la plaza de armas de la ciudad, iré a una cafetería llamada Carey, luego comuníquense con los hombres que siguen a Páez —ordenó—. Ya saben qué hacer.
Ambos asintieron y uno inició el trayecto, mientras el copiloto encendía el programa de localización para encontrar al rubio en caso de alguna eventualidad y le enviaba mensajes a sus compañeros, poniéndose de acuerdo en cómo seguir, vigilar, para proteger a su jefe y sus intereses.
Alejandro descendió de su vehículo a un par de cuadras de la plaza de armas, acomodó su gabardina y escondió bajo la misma un arma, en caso de necesitarla; si la cita era en un lugar abierto, no podía confiar cien por ciento en sus feromonas.
Caminó con paso seguro, siguiendo el mapa de su celular, ya que no conocía la ciudad y tenía que valerse de las aplicaciones para ubicarse; así, se acercó lo suficiente para ver a Jair en el exterior de la cafetería. Hacía frío, estaba nublado y seguramente ese día podría nevar, pero el pelinegro estaba en una silla exterior, bebiendo algo.
Alejandro no se sorprendió, era obvio que Jair no quería verlo en un lugar cerrado, para no preocuparse demasiado por sus feromonas dominantes, pero aun así, debía mantenerse alerta; según quienes lo habían seguido, no había interactuado con nadie, aunque no podía estar seguro que no tuviera otros cómplices, como los del hospital o el servicio de recepciones.
Alejandro se enfiló hacia la cafetería y se dio cuenta cuando Jair lo miró, pues el otro estaba sentado justo en el lugar exacto, para observar todo el panorama sin problema, así que le sonrió con desdén y se mantuvo en su lugar, esperando a su compañero.
—¡Bienvenido! —dijo el pelinegro, cuando Alejandro llegó hasta la mesa.
—¿Dónde está y cuánto quieres? —preguntó el ojiverde con rapidez, mirando al otro hacia abajo.
—¡Que genio! —Jair rió—. Tranquilo, Cariño, siéntate, pide un café y hablemos las cosas con calma.
—No vine aquí a tener una reunión tranquila —el rubio hizo un gesto de desagrado—. Vine por lo que me ofreciste ayer y nada más.
—Lo sé —Jair bebió otro sorbo de la taza.
El olor a chocolate llegó a la nariz de Alejandro, era obvio que el otro necesitaba mantenerse caliente con una bebida de ese tipo.
—Pero para que tanto tú, como yo, obtengamos lo que queremos —dejó la taza sobre el mantelito que tenía en la mesa—, debemos hablar —pestañeó insistente—, anda, siéntate.
El rubio se armó de paciencia y tomó asiento; una mesera salió de la cafetería y se acercó al recién llegado.
—¿Gusta algo de beber? —preguntó con amabilidad.
—Nada —respondió con frialdad, logrando que la jovencita se estremeciera.
—Tráeme la rebanada de pastel tortuga que pagué antes —Jair la miró con altivez.
—Claro —la chica asintió—, en un momento.
Cuando la mesera se alejó, Alejandro volvió a hablar.
—Al grano, dime lo que quiero saber y tendrás lo que quieras.
Jair suspiró— Alex, no puedo decirte ahora mismo dónde están Omar y su esposo.
—Dijiste que…
—Se lo que te dije —interrumpió el pelinegro— y pienso cumplir en su momento —sonrió—. Cómo te comenté por teléfono, ayudé a Omar, pero él no me dijo a dónde llevaría a su esposo, aun así, nos pusimos de acuerdo —explicó—. Él piensa que le ayudaré a salir del país, cuando obtenga lo que quiero…
—¡¿Qué?! —los ojos verdes se abrieron con sorpresa y sus feromonas se alteraron.
Jair sacó de inmediato un pañuelo impregnado con un potente perfume y se lo puso en el rostro, cubriendo su nariz y boca.
—¿Puedes dejarme terminar? —la voz de Jair apenas se escuchó a través de las telas.
Alejandro respiró profundamente y trató de controlarse; Jair se dio cuenta que el otro dispersaba sus feromonas, así que apartó un poco el pañuelo.
—Cómo dije, él piensa que lo ayudaré a salir del país —carraspeó antes de beber más chocolate, para pasar el mal sabor de boca—, para ello, tengo que saber a dónde enviarle lo necesario para hacer lo que planea.
—Significa que te puedes comunicar con él, aun sin saber dónde está, ¿no es así? —el rubio sujetó el arma bajo su gabardina, quizá podría amenazar a Jair y tener más fácil la información.
—No —el pelinegro negó—, él me marcará cuando sepa, por medio de las noticias, que obtuve lo que quería —detalló—, será entonces cuando me dirá dónde está —sonrió burlonamente—, por lo que si quieres saber dónde encontrar al ‘Príncipe Omega’, tendrás que ser paciente y darme primero lo que quiero.
La mano de Alejandro, soltó su arma— te aseguraste de no dejarme opción, ¿no es así? —entrecerró los ojos, realmente el otro era sumamente calculador.
—No es la primera vez que hago ciertas cosas, para asegurarme de alcanzar mis metas —confesó el otro con un dejo de orgullo.
El sonido de la puerta de la cafetería se escuchó; la mesera llegó con la rebanada de pastel y la dejó en la mesa, retirándose de inmediato.
Alejandro apretó los puños por debajo de la mesa; tenía que seguirle el juego a Jair, hasta recuperar a Erick.
—¿Cómo me aseguras que Erick estará bien cuando me digas su ubicación?
—No puedo asegurar que esté bien, solo que estará vivo —Jair tomó un poco de pastel con el cubierto y lo llevó a su boca, pasando el bocado antes de continuar—. Omar es complicado, pero tiene una extraña obsesión con vivir feliz al lado de su esposo —se burló—, por lo que no permitirá que le pase nada grave, aunque no puedo asegurar que no lo lastime un poquito.
Alejandro sintió que la ira estaba adueñándose de él; agradecía haber usado otro supresor antes de bajar del vehículo, de lo contrario, no se podría controlar y terminaría atacando a Jair sin miramientos.
—Dime cuánto quieres —sentenció el rubio con seriedad.
La risa de Jair lo confundió.
—¡Ay, Alex! No se trata de cuánto quiero, sino de qué quiero…
Alejandro levantó una ceja; eso indicaba que Jair quería algo más importante que el dinero.
—De acuerdo, ¿qué quieres?
El pelinegro comió un poco más de pastel y luego se limpió los labios con una servilleta.
—Quiero un estatus social, por encima de cualquier otro.
—Te daré una empresa grande y te convertirás en socio de mi familia —ofreció el ojiverde—, eso te pondrá por encima de cualquier otra familia de esta ciudad.
—No, no, no —Jair negó—, no me entiendes, querido —colocó los codos en la mesa, entrelazó los dedos de las manos y descansó la barbilla en ellos—. Soy un Omega no dominante, de una familia sin renombre, así que los Omega de la alta sociedad me ven como si fuera inferior y es algo que me molesta, así que quiero que ellos se arrepientan de haberme subestimado.
—No le des tantas vueltas y dime qué quieres —siseó Alejandro.
—De acuerdo —Jair se irguió en su lugar—, quiero ser tu esposo y obtener tu apellido, para que todo el mundo me respete y por supuesto, me tema—sonrió.
—¡Estás loco! —la mirada verde destelló con ira—. Erick es mi prometido, es con quien quiero casarme, ¡porque es a quien amo!
—Yo no te estoy pidiendo que me ames —Jair negó—, solo quiero ser el legítimo esposo del futuro dueño del país —ladeó el rostro—. Incluso, puedo acceder a que Erick Salazar sea tu amante de planta, pero yo llevaré tu apellido y así, todo el mundo deberá darme el lugar que merezco, por ser parte de tu familia.
La respiración de Alejandro se descompasó.
—Además, debemos hacer un contrato prenupcial —Jair bebió más de su chocolate—. Ni siquiera necesitamos vivir juntos, así puedes tener todo el tiempo para Erick, pero no podrás divorciarte de mí y me darás la mitad de tu fortuna, convirtiéndome en socio igualitario de tus negocios y empresas, permitiéndome elegir mi propia seguridad desde que firmemos el acta matrimonial —ladeó el rostro—. Necesito asegurar mi futuro y lógicamente evitar que tomes medidas en mi contra, ¿no lo crees?
—¿De verdad crees que con eso estarás seguro? —Alejandro levantó una ceja.
—No tengo una garantía del cien por ciento, pero sí sé algo, Alejandro —Jair le sostuvo la mirada—. Hay algo que te diferencia de los demás y eso es que tu palabra vale, para bien o para mal —parpadeó insistente, pues sabía que tanto tratos como amenazas, Alejandro las cumplía sin importar lo que ocurriera—. Además, te aseguro que tengo muchos contactos como los que ayudaron a Omar, contactos Beta, que son más difíciles de rastrear que un Alfa y están dispuestos a hacer lo que sea por dinero —señaló—, así que, te advierto que si algo malo me pasa, también le puede pasar algo malo a tu amado Erick.
Alejandro sabía que mientras no tuviera pleno control de esa ciudad, no podía tener seguridad de tener todo a su favor y después de lo ocurrido con Omar Acosta y los amiguitos de Jair, sabía que cualquier cosa podría pasar y no podía, ni quería arriesgar a Erick. Bajó el rostro, manteniendo la mirada fija en la mesa; su gesto era serio y Jair sabía que estaba sopesando la situación, así que necesitaba presionarlo más.
—No deberías tardar mucho en decidirte —comió un poco más de pastel—, entre más tiempo pase, menos puedo asegurar el bienestar de tu ‘Príncipe’ —sonrió con desdén.
Alejandro cerró los parpados y apretó la mandíbula; no debía perder más tiempo así que necesitaba actuar.
—De acuerdo.
Jair sonrió emocionado ante esa frase.
—Pero debemos hacerlo de inmediato —sentenció el rubio—. Le diré a mi abogado que se comunique contigo, para que redacte el contrato prenupcial con esas condiciones y se pongan de acuerdo para firmar hoy mismo, ordenaré que preparen una ceremonia y mañana mismo nos casaremos, ¿de acuerdo?
—¡Perfecto! —Jair dio palmaditas—. Pero hay una cosa más…
—¿Qué? —preguntó con frialdad el otro.
—Quiero una ceremonia grande, a la cual, asistan reporteros que cubran el evento tanto para la televisión, como para las revistas y periódicos, no solo locales, sino nacionales…
«Esa es la señal que Omar necesita para marcarte, debe saber que te casas conmigo…» Alejandro comprendía esa petición y sabía que debía cumplirla.
—También debes invitar a funcionarios públicos de este estado, personas de la alta sociedad, empresarios de renombre, los padres de Omar y especialmente, a la familia Salazar…
Alejandro levantó el rostro— ¿por qué?
—Porque quiero que todos sepan que yo seré tu esposo y no Erick Salazar —su sonrisa se amplió—, quiero que se den cuenta que soy mucho mejor que él —dijo con orgullo— y por lógica, el título de ‘Príncipe Omega’, debe ser mío.
Caminó con paso seguro, siguiendo el mapa de su celular, ya que no conocía la ciudad y tenía que valerse de las aplicaciones para ubicarse; así, se acercó lo suficiente para ver a Jair en el exterior de la cafetería. Hacía frío, estaba nublado y seguramente ese día podría nevar, pero el pelinegro estaba en una silla exterior, bebiendo algo.
Alejandro no se sorprendió, era obvio que Jair no quería verlo en un lugar cerrado, para no preocuparse demasiado por sus feromonas dominantes, pero aun así, debía mantenerse alerta; según quienes lo habían seguido, no había interactuado con nadie, aunque no podía estar seguro que no tuviera otros cómplices, como los del hospital o el servicio de recepciones.
Alejandro se enfiló hacia la cafetería y se dio cuenta cuando Jair lo miró, pues el otro estaba sentado justo en el lugar exacto, para observar todo el panorama sin problema, así que le sonrió con desdén y se mantuvo en su lugar, esperando a su compañero.
—¡Bienvenido! —dijo el pelinegro, cuando Alejandro llegó hasta la mesa.
—¿Dónde está y cuánto quieres? —preguntó el ojiverde con rapidez, mirando al otro hacia abajo.
—¡Que genio! —Jair rió—. Tranquilo, Cariño, siéntate, pide un café y hablemos las cosas con calma.
—No vine aquí a tener una reunión tranquila —el rubio hizo un gesto de desagrado—. Vine por lo que me ofreciste ayer y nada más.
—Lo sé —Jair bebió otro sorbo de la taza.
El olor a chocolate llegó a la nariz de Alejandro, era obvio que el otro necesitaba mantenerse caliente con una bebida de ese tipo.
—Pero para que tanto tú, como yo, obtengamos lo que queremos —dejó la taza sobre el mantelito que tenía en la mesa—, debemos hablar —pestañeó insistente—, anda, siéntate.
El rubio se armó de paciencia y tomó asiento; una mesera salió de la cafetería y se acercó al recién llegado.
—¿Gusta algo de beber? —preguntó con amabilidad.
—Nada —respondió con frialdad, logrando que la jovencita se estremeciera.
—Tráeme la rebanada de pastel tortuga que pagué antes —Jair la miró con altivez.
—Claro —la chica asintió—, en un momento.
Cuando la mesera se alejó, Alejandro volvió a hablar.
—Al grano, dime lo que quiero saber y tendrás lo que quieras.
Jair suspiró— Alex, no puedo decirte ahora mismo dónde están Omar y su esposo.
—Dijiste que…
—Se lo que te dije —interrumpió el pelinegro— y pienso cumplir en su momento —sonrió—. Cómo te comenté por teléfono, ayudé a Omar, pero él no me dijo a dónde llevaría a su esposo, aun así, nos pusimos de acuerdo —explicó—. Él piensa que le ayudaré a salir del país, cuando obtenga lo que quiero…
—¡¿Qué?! —los ojos verdes se abrieron con sorpresa y sus feromonas se alteraron.
Jair sacó de inmediato un pañuelo impregnado con un potente perfume y se lo puso en el rostro, cubriendo su nariz y boca.
—¿Puedes dejarme terminar? —la voz de Jair apenas se escuchó a través de las telas.
Alejandro respiró profundamente y trató de controlarse; Jair se dio cuenta que el otro dispersaba sus feromonas, así que apartó un poco el pañuelo.
—Cómo dije, él piensa que lo ayudaré a salir del país —carraspeó antes de beber más chocolate, para pasar el mal sabor de boca—, para ello, tengo que saber a dónde enviarle lo necesario para hacer lo que planea.
—Significa que te puedes comunicar con él, aun sin saber dónde está, ¿no es así? —el rubio sujetó el arma bajo su gabardina, quizá podría amenazar a Jair y tener más fácil la información.
—No —el pelinegro negó—, él me marcará cuando sepa, por medio de las noticias, que obtuve lo que quería —detalló—, será entonces cuando me dirá dónde está —sonrió burlonamente—, por lo que si quieres saber dónde encontrar al ‘Príncipe Omega’, tendrás que ser paciente y darme primero lo que quiero.
La mano de Alejandro, soltó su arma— te aseguraste de no dejarme opción, ¿no es así? —entrecerró los ojos, realmente el otro era sumamente calculador.
—No es la primera vez que hago ciertas cosas, para asegurarme de alcanzar mis metas —confesó el otro con un dejo de orgullo.
El sonido de la puerta de la cafetería se escuchó; la mesera llegó con la rebanada de pastel y la dejó en la mesa, retirándose de inmediato.
Alejandro apretó los puños por debajo de la mesa; tenía que seguirle el juego a Jair, hasta recuperar a Erick.
—¿Cómo me aseguras que Erick estará bien cuando me digas su ubicación?
—No puedo asegurar que esté bien, solo que estará vivo —Jair tomó un poco de pastel con el cubierto y lo llevó a su boca, pasando el bocado antes de continuar—. Omar es complicado, pero tiene una extraña obsesión con vivir feliz al lado de su esposo —se burló—, por lo que no permitirá que le pase nada grave, aunque no puedo asegurar que no lo lastime un poquito.
Alejandro sintió que la ira estaba adueñándose de él; agradecía haber usado otro supresor antes de bajar del vehículo, de lo contrario, no se podría controlar y terminaría atacando a Jair sin miramientos.
—Dime cuánto quieres —sentenció el rubio con seriedad.
La risa de Jair lo confundió.
—¡Ay, Alex! No se trata de cuánto quiero, sino de qué quiero…
Alejandro levantó una ceja; eso indicaba que Jair quería algo más importante que el dinero.
—De acuerdo, ¿qué quieres?
El pelinegro comió un poco más de pastel y luego se limpió los labios con una servilleta.
—Quiero un estatus social, por encima de cualquier otro.
—Te daré una empresa grande y te convertirás en socio de mi familia —ofreció el ojiverde—, eso te pondrá por encima de cualquier otra familia de esta ciudad.
—No, no, no —Jair negó—, no me entiendes, querido —colocó los codos en la mesa, entrelazó los dedos de las manos y descansó la barbilla en ellos—. Soy un Omega no dominante, de una familia sin renombre, así que los Omega de la alta sociedad me ven como si fuera inferior y es algo que me molesta, así que quiero que ellos se arrepientan de haberme subestimado.
—No le des tantas vueltas y dime qué quieres —siseó Alejandro.
—De acuerdo —Jair se irguió en su lugar—, quiero ser tu esposo y obtener tu apellido, para que todo el mundo me respete y por supuesto, me tema—sonrió.
—¡Estás loco! —la mirada verde destelló con ira—. Erick es mi prometido, es con quien quiero casarme, ¡porque es a quien amo!
—Yo no te estoy pidiendo que me ames —Jair negó—, solo quiero ser el legítimo esposo del futuro dueño del país —ladeó el rostro—. Incluso, puedo acceder a que Erick Salazar sea tu amante de planta, pero yo llevaré tu apellido y así, todo el mundo deberá darme el lugar que merezco, por ser parte de tu familia.
La respiración de Alejandro se descompasó.
—Además, debemos hacer un contrato prenupcial —Jair bebió más de su chocolate—. Ni siquiera necesitamos vivir juntos, así puedes tener todo el tiempo para Erick, pero no podrás divorciarte de mí y me darás la mitad de tu fortuna, convirtiéndome en socio igualitario de tus negocios y empresas, permitiéndome elegir mi propia seguridad desde que firmemos el acta matrimonial —ladeó el rostro—. Necesito asegurar mi futuro y lógicamente evitar que tomes medidas en mi contra, ¿no lo crees?
—¿De verdad crees que con eso estarás seguro? —Alejandro levantó una ceja.
—No tengo una garantía del cien por ciento, pero sí sé algo, Alejandro —Jair le sostuvo la mirada—. Hay algo que te diferencia de los demás y eso es que tu palabra vale, para bien o para mal —parpadeó insistente, pues sabía que tanto tratos como amenazas, Alejandro las cumplía sin importar lo que ocurriera—. Además, te aseguro que tengo muchos contactos como los que ayudaron a Omar, contactos Beta, que son más difíciles de rastrear que un Alfa y están dispuestos a hacer lo que sea por dinero —señaló—, así que, te advierto que si algo malo me pasa, también le puede pasar algo malo a tu amado Erick.
Alejandro sabía que mientras no tuviera pleno control de esa ciudad, no podía tener seguridad de tener todo a su favor y después de lo ocurrido con Omar Acosta y los amiguitos de Jair, sabía que cualquier cosa podría pasar y no podía, ni quería arriesgar a Erick. Bajó el rostro, manteniendo la mirada fija en la mesa; su gesto era serio y Jair sabía que estaba sopesando la situación, así que necesitaba presionarlo más.
—No deberías tardar mucho en decidirte —comió un poco más de pastel—, entre más tiempo pase, menos puedo asegurar el bienestar de tu ‘Príncipe’ —sonrió con desdén.
Alejandro cerró los parpados y apretó la mandíbula; no debía perder más tiempo así que necesitaba actuar.
—De acuerdo.
Jair sonrió emocionado ante esa frase.
—Pero debemos hacerlo de inmediato —sentenció el rubio—. Le diré a mi abogado que se comunique contigo, para que redacte el contrato prenupcial con esas condiciones y se pongan de acuerdo para firmar hoy mismo, ordenaré que preparen una ceremonia y mañana mismo nos casaremos, ¿de acuerdo?
—¡Perfecto! —Jair dio palmaditas—. Pero hay una cosa más…
—¿Qué? —preguntó con frialdad el otro.
—Quiero una ceremonia grande, a la cual, asistan reporteros que cubran el evento tanto para la televisión, como para las revistas y periódicos, no solo locales, sino nacionales…
«Esa es la señal que Omar necesita para marcarte, debe saber que te casas conmigo…» Alejandro comprendía esa petición y sabía que debía cumplirla.
—También debes invitar a funcionarios públicos de este estado, personas de la alta sociedad, empresarios de renombre, los padres de Omar y especialmente, a la familia Salazar…
Alejandro levantó el rostro— ¿por qué?
—Porque quiero que todos sepan que yo seré tu esposo y no Erick Salazar —su sonrisa se amplió—, quiero que se den cuenta que soy mucho mejor que él —dijo con orgullo— y por lógica, el título de ‘Príncipe Omega’, debe ser mío.
Glosario:
-Plaza de Armas: es un nombre coloquial para distintas plazas o áreas al aire libre, donde generalmente hay muchos árboles y un quiosco central; desde la Conquista se les consideraba el centro político, social, económico y religioso de una ciudad. Se realizaban allí todas las fiestas públicas; también las procesiones religiosas. En la actualidad, son lugares con alto contenido histórico y cultural, de atracción turística, por lo que muchos centros recreativos y comercios de renombre se congregan alrededor de dichas plazas.
~ • ~ • ~
Otro capítulo y cómo saben, en Patreón ya casi terminé esta historia, solo falta un corto epílogo, por lo que puedo decir, que ya estamos en los ultimos momentos!
-Plaza de Armas: es un nombre coloquial para distintas plazas o áreas al aire libre, donde generalmente hay muchos árboles y un quiosco central; desde la Conquista se les consideraba el centro político, social, económico y religioso de una ciudad. Se realizaban allí todas las fiestas públicas; también las procesiones religiosas. En la actualidad, son lugares con alto contenido histórico y cultural, de atracción turística, por lo que muchos centros recreativos y comercios de renombre se congregan alrededor de dichas plazas.
~ • ~ • ~
Otro capítulo y cómo saben, en Patreón ya casi terminé esta historia, solo falta un corto epílogo, por lo que puedo decir, que ya estamos en los ultimos momentos!
Comment Form is loading comments...