Capítulo XIX
Erick se removió en el lecho, sintiendo como era sujetado por la cintura con firmeza; movió el rostro y alcanzó a ver por encima de su hombro a Alejandro, quien aún dormía. El ojiazul se arrebujó contra el pecho del otro, sintiendo la tibieza en su espalda y entrelazando los dedos con aquellos que descansaban sobre su vientre; movió el rostro y talló la mejilla contra el brazo del rubio que le servía de almohada, disfrutando de su fragancia.
Una vez más, habían pasado la noche juntos y eso lo tenía extremadamente feliz, pero había algo de lo que quería hablar con el rubio y el día anterior no había podido, ya que cuando llegó a la fiesta y aunque Alejandro lo acaparó toda la noche, en un intento de disfrutar la velada a su lado, lamentablemente, muchas personas se acercaban a saludarlo constantemente y felicitarlo, no solo por haber ganado la concesión de negocios de ese estado, sino por su reciente compromiso; esa fue la razón por la que, cuando Alonso dijo que era hora de despedirse, Alejandro le solicitó que le permitiera pasar la noche con Erick y el militar no pudo objetar, especialmente al sentir las feromonas del rubio.
En realidad, al ojiazul no le importó si su padre se molestó o no; él también deseaba pasar la noche al lado de su pareja y lo siguió sin objetar. Al principio pensó que podrían platicar antes de dormir, pero apenas subieron al automóvil, Alejandro lo besó y empezó a acariciarlo con desespero; así, al llegar al hotel dónde se quedarían esa noche, Erick ya no razonaba, pues las feromonas del rubio lo tenían completamente embriagado y solo quería pertenecerle.
El pelinegro se sentía inquieto, pues le había dado su palabra a Ulises de hacer algo para ayudarle, pero al estar a solas con Alejandro, simplemente no tenía cabeza para otra cosa que no fuera su prometido. Soltó un suspiro cansado.
—¿Pasa algo?
La voz de Alejandro sorprendió a Erick, quien lo miró por encima del hombro— creí que dormías…
El rubio mantenía los parpados cerrados, pero sonrió, antes de hundir el rostro en el cabello negro.
—Estoy despierto desde hace varios minutos —musitó—, pero no quería despertarte, por eso no me moví.
Erick sonrió tenuemente y se movió con lentitud, hasta quedar de frente al rubio, pasó las manos por el cuello del otro y lo besó en los labios— buenos días —musitó con amor, al separarse.
—Buenos días —Alejandro fijó sus ojos verdes en el otro y se sintió dichoso de poder estar a su lado—. ¿Descansaste bien?
—Sí —Erick asintió—. ¿Y tú?
—Perfectamente —sentenció Alejandro, besando la frente de Erick—. Pero aun así, no me has respondido —levantó una ceja—, ¿por qué ese suspiro? ¿Pasa algo?
Erick bajó la mirada y mordió su labio; no sabía cómo empezar, pero no quería ocultarle la situación a Alex y menos porque tenía un compromiso que cumplir con una persona a la que apreciaba.
—Sí —asintió—. Me gustaría hablar contigo y pedirte un favor… si se puede, claro.
Alejandro movió la mano y sujetó a Erick del mentón, levantando— sabes que cualquier cosa que me pidas, haré lo imposible por complacerte —señaló con seguridad.
Erick sintió que sus mejillas ardían y sonrió nervioso— sí, pero… es que no es algo para mí, exactamente.
El rubio suspiró— ¿tu padre te dijo que me lo pidieras? —preguntó con un ligero tinte de molestia, ya que imaginaba que Alonso Salazar, quería obtener cosas por medio de su hijo.
—No, mi padre ni siquiera sabe sobre esto —Erick negó—. Es algo para otra persona.
Alejandro frunció el ceño, no entendía lo que Erick quería decirle, así que se armó de paciencia y lo abrazó.
—Vamos, dime qué ocurre y con gusto te ayudo…
El ojiazul suspiró y restregó el rostro entre los pectorales de su pareja antes de atreverse a hablar.
—Ayer, antes de salir a la fiesta, fueron a buscarme mamá Ulises y papá Jacobo —dijo con voz suave.
La molestia se hizo presente en el rubio, imaginando que esos dos sujetos querían que fuera a ver a su hijo, pero se contuvo para no asustar a Erick.
—¿Y qué pasó? —preguntó tratando de sonar indiferente.
—Me dijeron que Omar perdió el olfato…
—¿En serio? —la voz de Alejandro era sarcástica—. Y ¿te pidieron que fueras a verlo?
—No —Erick negó con media sonrisa y Alejandro respiró aliviado—. Ellos saben que aunque me lo pidieran, no querría verlo, pero me pidieron que les ayudara, hablando con mi padre.
—¿Con tu padre? —el rubio frunció el ceño—. ¿Para qué?
Erick respiró hondamente y levantó el rostro, mirando directamente a los ojos de su pareja— parece que no tienen dinero —dijo con suavidad—, yo no sabía que ahora ya no tienen nada…
«Por fin estalló la bomba de los Acosta…» pensó el ojiverde con poco interés.
—Pero necesitan dinero para llevar a Omar a Francia —continuó Erick con timidez—. Mamá Ulises dice que allá hay un médico que puede ayudarlo y tiene la esperanza de que se recupere.
Alejandro entrecerró los ojos; se movió, llevando a Erick con él y dejándolo contra la cama, apresándolo de las manos, cerca del rostro y mirándolo a los ojos.
—¿Quieres que lo ayude? —preguntó seriamente.
—Si es posible —asintió el ojiazul—. Mi padre no les ayudará y ellos están muy angustiados…
—¿Lo haces por tu esposo —arrastró la palabra con molestia— o solo por sus padres?
Erick hizo un mohín— créeme, si Omar me hubiera buscado para pedirme un favor, ni siquiera lo hubiera recibido —señaló con total convicción—. Pero mamá Ulises fue muy bueno conmigo, durante los años que estuve casado y aun antes —dijo con seguridad—; me cuidó, me ayudó y me trataba mucho mejor que incluso, mi propia madre —su voz sonó triste—. Por eso, ayer que me suplicó por ayuda y hasta se hincó frente a mí… —guardó silencio un instante, recordando lo ocurrido, antes de mirar los ojos verdes con suplica—. Por favor Alex… Si puedes ayudarlos, papá Jacobo prometió que pagaría el dinero de alguna manera y yo podría intentar saldar la deuda contigo, pidiéndole a mi padre algo de la empresa cunícula —terminó con voz baja.
Alejandro no quería ayudar a Omar Acosta en lo más mínimo, pero ver a Erick así, pidiéndole que ayudara a otro e incluso, diciendo que pagaría con la empresa que ni siquiera quería, porque era dónde mataban a sus conejos, le dijo que realmente quería ayudar a los padres de su ex esposo. Sabía poco de la situación con respecto a Jacobo y Ulises Acosta, pero lo que sabía, era que siempre trataron bien a Erick y ahora, el mismo ojiazul se lo confirmaba, por algo los apreciaba tanto, como para interceder por ellos.
Quería negarse, quería decir que no y que Omar Acosta se jodiera, pero le había dicho a Erick que haría lo que fuera por verlo feliz y quería cumplirlo.
—¿Te haría feliz si ayudo a esa familia? —indagó con seriedad, liberando las manos de Erick de su agarre.
—Creo… creo que sí —asintió el otro.
—¿Crees?
Erick suspiró— honestamente, no quisiera tener ningún vínculo con Omar de nuevo, pero sus padres no tiene la culpa de lo ocurrido, ¿cierto? —acarició la mejilla de Alejandro y buscó su mirada—. Solo quiero que mamá Ulises y papá Jacobo no estén tan preocupados y creo que saber que ellos están bien, me haría sentir bien —aseguró con una sonrisa sincera.
Alejandro hizo una mueca molesta, pero entendía lo que quería Erick.
—De acuerdo —asintió—, le ayudaré a Jacobo Acosta, para que envíe a su hijo a Francia, con la condición de que ese sujeto se mantenga alejado de ti.
Erick sonrió ampliamente y abrazó a Alejandro con fuerza— ¡muchas gracias! —dijo antes de besarlo en la boca.
—Pero tú tienes que prometerme algo…
—Lo que quieras.
—Deja de decirles mamá y papá a esas dos personas —añadió con frialdad—, ya no son tus parientes políticos y pronto tendrás que decirle así a mis padres.
El pelinegro parpadeó sorprendido— pero… ni siquiera conozco a tus padres… ¿Qué tal si no quieren que les llame de esa manera?
—Te aseguro que estarán encantados de que los llames así, especialmente mi madre —aseguró con convicción.
—Bueno —Erick sonrió—, te creeré, pero, deberías hablarme de ellos, cómo son, al menos, cómo se llaman —dijo con nervios.
—Trato hecho —asintió el rubio y le dio un beso en los labios—. Desayunemos y te cuento de mis padres, antes de llevarte a tu casa —dijo con molestia—. Tu padre pidió que llegaras temprano porque la fiesta de hoy es ahí.
—Es cierto… —Erick hizo un mohín—. Hoy, la fiesta es en casa de mis padres…
—¿Crees que me pueda quedar a dormir en tu habitación? —Alejandro sonrió divertido.
—Lo dudo… Pero, podría dejarte la puerta del balcón abierta —Erick se mordió el labio con picardía.
—¿Qué hay de la seguridad?
—No hay mucha en casa —negó—, nadie se atreve a meterse con mi padre…
Una vez más, habían pasado la noche juntos y eso lo tenía extremadamente feliz, pero había algo de lo que quería hablar con el rubio y el día anterior no había podido, ya que cuando llegó a la fiesta y aunque Alejandro lo acaparó toda la noche, en un intento de disfrutar la velada a su lado, lamentablemente, muchas personas se acercaban a saludarlo constantemente y felicitarlo, no solo por haber ganado la concesión de negocios de ese estado, sino por su reciente compromiso; esa fue la razón por la que, cuando Alonso dijo que era hora de despedirse, Alejandro le solicitó que le permitiera pasar la noche con Erick y el militar no pudo objetar, especialmente al sentir las feromonas del rubio.
En realidad, al ojiazul no le importó si su padre se molestó o no; él también deseaba pasar la noche al lado de su pareja y lo siguió sin objetar. Al principio pensó que podrían platicar antes de dormir, pero apenas subieron al automóvil, Alejandro lo besó y empezó a acariciarlo con desespero; así, al llegar al hotel dónde se quedarían esa noche, Erick ya no razonaba, pues las feromonas del rubio lo tenían completamente embriagado y solo quería pertenecerle.
El pelinegro se sentía inquieto, pues le había dado su palabra a Ulises de hacer algo para ayudarle, pero al estar a solas con Alejandro, simplemente no tenía cabeza para otra cosa que no fuera su prometido. Soltó un suspiro cansado.
—¿Pasa algo?
La voz de Alejandro sorprendió a Erick, quien lo miró por encima del hombro— creí que dormías…
El rubio mantenía los parpados cerrados, pero sonrió, antes de hundir el rostro en el cabello negro.
—Estoy despierto desde hace varios minutos —musitó—, pero no quería despertarte, por eso no me moví.
Erick sonrió tenuemente y se movió con lentitud, hasta quedar de frente al rubio, pasó las manos por el cuello del otro y lo besó en los labios— buenos días —musitó con amor, al separarse.
—Buenos días —Alejandro fijó sus ojos verdes en el otro y se sintió dichoso de poder estar a su lado—. ¿Descansaste bien?
—Sí —Erick asintió—. ¿Y tú?
—Perfectamente —sentenció Alejandro, besando la frente de Erick—. Pero aun así, no me has respondido —levantó una ceja—, ¿por qué ese suspiro? ¿Pasa algo?
Erick bajó la mirada y mordió su labio; no sabía cómo empezar, pero no quería ocultarle la situación a Alex y menos porque tenía un compromiso que cumplir con una persona a la que apreciaba.
—Sí —asintió—. Me gustaría hablar contigo y pedirte un favor… si se puede, claro.
Alejandro movió la mano y sujetó a Erick del mentón, levantando— sabes que cualquier cosa que me pidas, haré lo imposible por complacerte —señaló con seguridad.
Erick sintió que sus mejillas ardían y sonrió nervioso— sí, pero… es que no es algo para mí, exactamente.
El rubio suspiró— ¿tu padre te dijo que me lo pidieras? —preguntó con un ligero tinte de molestia, ya que imaginaba que Alonso Salazar, quería obtener cosas por medio de su hijo.
—No, mi padre ni siquiera sabe sobre esto —Erick negó—. Es algo para otra persona.
Alejandro frunció el ceño, no entendía lo que Erick quería decirle, así que se armó de paciencia y lo abrazó.
—Vamos, dime qué ocurre y con gusto te ayudo…
El ojiazul suspiró y restregó el rostro entre los pectorales de su pareja antes de atreverse a hablar.
—Ayer, antes de salir a la fiesta, fueron a buscarme mamá Ulises y papá Jacobo —dijo con voz suave.
La molestia se hizo presente en el rubio, imaginando que esos dos sujetos querían que fuera a ver a su hijo, pero se contuvo para no asustar a Erick.
—¿Y qué pasó? —preguntó tratando de sonar indiferente.
—Me dijeron que Omar perdió el olfato…
—¿En serio? —la voz de Alejandro era sarcástica—. Y ¿te pidieron que fueras a verlo?
—No —Erick negó con media sonrisa y Alejandro respiró aliviado—. Ellos saben que aunque me lo pidieran, no querría verlo, pero me pidieron que les ayudara, hablando con mi padre.
—¿Con tu padre? —el rubio frunció el ceño—. ¿Para qué?
Erick respiró hondamente y levantó el rostro, mirando directamente a los ojos de su pareja— parece que no tienen dinero —dijo con suavidad—, yo no sabía que ahora ya no tienen nada…
«Por fin estalló la bomba de los Acosta…» pensó el ojiverde con poco interés.
—Pero necesitan dinero para llevar a Omar a Francia —continuó Erick con timidez—. Mamá Ulises dice que allá hay un médico que puede ayudarlo y tiene la esperanza de que se recupere.
Alejandro entrecerró los ojos; se movió, llevando a Erick con él y dejándolo contra la cama, apresándolo de las manos, cerca del rostro y mirándolo a los ojos.
—¿Quieres que lo ayude? —preguntó seriamente.
—Si es posible —asintió el ojiazul—. Mi padre no les ayudará y ellos están muy angustiados…
—¿Lo haces por tu esposo —arrastró la palabra con molestia— o solo por sus padres?
Erick hizo un mohín— créeme, si Omar me hubiera buscado para pedirme un favor, ni siquiera lo hubiera recibido —señaló con total convicción—. Pero mamá Ulises fue muy bueno conmigo, durante los años que estuve casado y aun antes —dijo con seguridad—; me cuidó, me ayudó y me trataba mucho mejor que incluso, mi propia madre —su voz sonó triste—. Por eso, ayer que me suplicó por ayuda y hasta se hincó frente a mí… —guardó silencio un instante, recordando lo ocurrido, antes de mirar los ojos verdes con suplica—. Por favor Alex… Si puedes ayudarlos, papá Jacobo prometió que pagaría el dinero de alguna manera y yo podría intentar saldar la deuda contigo, pidiéndole a mi padre algo de la empresa cunícula —terminó con voz baja.
Alejandro no quería ayudar a Omar Acosta en lo más mínimo, pero ver a Erick así, pidiéndole que ayudara a otro e incluso, diciendo que pagaría con la empresa que ni siquiera quería, porque era dónde mataban a sus conejos, le dijo que realmente quería ayudar a los padres de su ex esposo. Sabía poco de la situación con respecto a Jacobo y Ulises Acosta, pero lo que sabía, era que siempre trataron bien a Erick y ahora, el mismo ojiazul se lo confirmaba, por algo los apreciaba tanto, como para interceder por ellos.
Quería negarse, quería decir que no y que Omar Acosta se jodiera, pero le había dicho a Erick que haría lo que fuera por verlo feliz y quería cumplirlo.
—¿Te haría feliz si ayudo a esa familia? —indagó con seriedad, liberando las manos de Erick de su agarre.
—Creo… creo que sí —asintió el otro.
—¿Crees?
Erick suspiró— honestamente, no quisiera tener ningún vínculo con Omar de nuevo, pero sus padres no tiene la culpa de lo ocurrido, ¿cierto? —acarició la mejilla de Alejandro y buscó su mirada—. Solo quiero que mamá Ulises y papá Jacobo no estén tan preocupados y creo que saber que ellos están bien, me haría sentir bien —aseguró con una sonrisa sincera.
Alejandro hizo una mueca molesta, pero entendía lo que quería Erick.
—De acuerdo —asintió—, le ayudaré a Jacobo Acosta, para que envíe a su hijo a Francia, con la condición de que ese sujeto se mantenga alejado de ti.
Erick sonrió ampliamente y abrazó a Alejandro con fuerza— ¡muchas gracias! —dijo antes de besarlo en la boca.
—Pero tú tienes que prometerme algo…
—Lo que quieras.
—Deja de decirles mamá y papá a esas dos personas —añadió con frialdad—, ya no son tus parientes políticos y pronto tendrás que decirle así a mis padres.
El pelinegro parpadeó sorprendido— pero… ni siquiera conozco a tus padres… ¿Qué tal si no quieren que les llame de esa manera?
—Te aseguro que estarán encantados de que los llames así, especialmente mi madre —aseguró con convicción.
—Bueno —Erick sonrió—, te creeré, pero, deberías hablarme de ellos, cómo son, al menos, cómo se llaman —dijo con nervios.
—Trato hecho —asintió el rubio y le dio un beso en los labios—. Desayunemos y te cuento de mis padres, antes de llevarte a tu casa —dijo con molestia—. Tu padre pidió que llegaras temprano porque la fiesta de hoy es ahí.
—Es cierto… —Erick hizo un mohín—. Hoy, la fiesta es en casa de mis padres…
—¿Crees que me pueda quedar a dormir en tu habitación? —Alejandro sonrió divertido.
—Lo dudo… Pero, podría dejarte la puerta del balcón abierta —Erick se mordió el labio con picardía.
—¿Qué hay de la seguridad?
—No hay mucha en casa —negó—, nadie se atreve a meterse con mi padre…
Eran casi las nueve de la mañana, cuando Jacobo estaba saliendo del vestidor de su casa, con paso rápido. Ulises seguía dormido, pues con todas las emociones del día anterior, aunque quería quedarse en el hospital con Omar, su esposo insistió en que fuera a descansar a su casa, debido a que los médicos le dijeron que Omar estaba estable y estaría siendo medicado para tenerlo tranquilo, por lo que Ulises también tomó una pastilla para dormir.
—Amor —musitó el castaño al inclinarse para despedirse de su esposo—. Tengo que irme.
Ulises se despertó y talló los ojos antes de dar un bostezo— ¿vas a la oficina? —preguntó con voz cansada.
—No —negó de inmediato—, voy a un desayuno con alguien, que parece que nos ayudará —dijo con nervios.
—¿Quién? —preguntó el otro con curiosidad.
Jacobo titubeó— un contacto de Erick —forzó una sonrisa—, aunque su padre no quiera, él aún tiene conocidos y amigos, que nos pueden ayudar.
—Sabía que mi Bebé Erick, no nos fallaría —sonrió Ulises con debilidad.
—Bueno, me iré, vuelvo más tarde…
—Yo… Voy a ir al hospital —Ulises movió las mantas que lo cubrían—. Debo ver a Omar y saber cómo se encuentra.
—Deberías descansar un poco más, no hemos tenido noticias del médico, así que debe estar bien.
—Aun así —Ulises se sentó—. Prefiero ir a verlo, para que no se sienta solo.
—De acuerdo, entonces te veo más tarde allá, pero desayuna antes de irte, ¿sí?
—Está bien…
Jacobo se despidió de su esposo con un beso en los labios y salió con paso rápido de la habitación. Aún tenían personas trabajando en su casa y ya había dicho que ese día prescindiría de ellas, pero no había podido decirles las cosas, así que necesitaba solucionar la situación de su hijo, antes de hablar con sus trabajadores y tratar de finiquitarlos como correspondía.
Salió en su automóvil y recorrió las calles con ansiedad; debía llegar al centro de la ciudad, al restaurante dónde Alejandro de León lo había citado esa misma mañana y aunque tenía mucha incertidumbre, el hecho de que el mismo rubio le dijera que Erick le pidió que le ayudara, lo tenía casi al borde de una crisis, pues no imaginó que su aun yerno, le pediría un favor a ese sujeto que dejó en tan mal estado a su hijo y mucho menos que éste accedería a ayudarle.
Casi quince minutos después, llegó al lugar. Apenas estuvo ahí, se dio cuenta que había varios hombres vestidos de negro y cuando lo vieron, un par de ellos lo siguió al interior del edificio.
Jacobo entró y ni siquiera se anunció en recepción; la chica lo vio y caminó hasta él.
—Buenos días, sígame, por favor, lo están esperando.
El castaño pasó saliva y siguió a la jovencita hasta un pequeño salón privado, donde Alejandro estaba sentado ya en la mesa, bebiendo un café, con una tableta digital en la mano.
—Buenos… Buenos días —dijo Jacobo con voz trémula, al estar ahí.
Alejandro levantó la mirada, pero no respondió el saludo, solo presionó el botón de la tableta digital y la hizo a un lado; un hombre que estaba tras él la recogió en silencio y caminó a la salida, apenas pasó al lado de Jacobo, los hombres que seguían al invitado, se apartaron y salieron también. La única que quedó fue la chica del restaurante.
—Tome asiento, por favor —pidió ella guiando a Jacobo hasta su lugar.
Cuando Jacobo se sentó, la chica le entregó la carta y se acercó a Alejandro.
—Mi asistente te dirá lo que quiero desayunar —dijo el rubio sin recibir la carpeta.
—Cómo diga, señor…
—Ah… —Jacobo le devolvió la carta a la jovencita—. Solo quiero un café, por favor…
—En un momento se lo traigo…
La joven salió del pequeño salón y en cuanto la puerta se cerró, Alejandro dio un sorbo a su bebida y habló.
—Supongo no tengo que repetir el por qué lo cité aquí.
Jacobo pasó saliva, sentía un nudo en su garganta, pese a que no percibía las feromonas del rubio, las suyas se dispersaron sin que las pudiera controlar del todo, pues estaba nervioso.
—Me dijo que… —carraspeó—. Me dijo que Erick le pidió el favor de ayudar a mi familia —terminó casi en un murmullo.
Alejandro entrecerró los ojos y levantó el rostro con altivez— entiendo que Erick haya pertenecido a su familia por tres años —dijo con voz fría—, pero ahora es mi prometido y me gustaría que dejara de tratarlo con tanta familiaridad, al menos en mi presencia.
Jacobo sintió un escalofrío ante la voz del otro; la amenaza estaba implícita en sus palabras.
—Lo siento —se disculpó de inmediato—. Es una costumbre —se excusó—, mi esposo y yo, apreciamos mucho a Erick y…
—Y aun así, nunca hicieron nada para evitar que fuera lastimado por su hijo, ¿cierto?
El castaño aguantó la respiración. Sabía lo que el rubio quería decir, pues a pesar de saber lo que ocurría en el matrimonio de su hijo, nunca hizo nada por evitar que Omar lastimara a Erick, solo se lo pedía, pero no tenía manera de asegurarse de que su hijo cumpliera.
—Admito mi culpa —dijo bajando el rostro—. Estaba tan preocupado por mantener ese matrimonio, para que mi familia no saliera afectada, que expuse a Erick a los altibajos de mi hijo —aceptó—, pero le aseguro que mi esposo, Ulises, no sabe ni la mitad de las cosas que Omar le ha hecho a Erick, así que él es completamente inocente.
Alejandro dio otro sorbo al café— su hijo siempre ha sido inestable —señaló—, debió haber sido medicado desde hace mucho tiempo.
—¡¿Cómo sabe que…?!
—Tengo mis métodos —señaló el rubio—. Su hijo tiene un problema de inestabilidad por sus feromonas y al ser un Alfa, debió haber tomado terapia y medicamentos, para sobrellevar esos cambios de humor, ¿no es así?
Jacobo asintió— sí, pero nunca lo aceptó… —confesó—. Él no quería admitir que… no estaba bien y cuando se casó con Er… El joven Salazar —corrigió—, bueno, pensé que se calmaría, pero fue peor.
El silencio reinó unos momentos, pero antes de que Alejandro volviera a hablar, la joven que los atendía regresó, acompañada de un mesero y seguidos por un par de hombres vestidos de negro. El mesero sirvió la comida de Alejandro y el jugo, mientras la chica le sirvió la taza de café a Jacobo; al terminar, se retiraron de inmediato, no sin antes decirle que si necesitaban algo, solo tenían que presionar un botón, de un pequeño control que les dejaron cerca.
Al volver a estar a solas, Alejandro percibió los olores de la comida; todo estaba en perfecto orden, así que empezó con su desayuno.
—Entonces, ¿cuál es la situación y por qué fueron a buscar a Erick? —preguntó el ojiverde con seriedad, aunque su prometido ya se lo había dicho, quería ver qué le decía el hombre que tenía enfrente.
Jacobo se puso nervioso.
—Omar tuvo un daño severo en el órgano vemeronasal —dijo con rapidez—, los médicos dicen que perdió el sentido del olfato y gusto, pero lo más grave es que, es posible que con el paso del tiempo, no pueda desplegar sus feromonas —inhaló profundamente—. Nos dieron una esperanza… Un médico en Francia, Alfa, estudia su propio caso de pérdida de olfato y quizá, pueda ayudar a Omar, pero… debido a nuestra situación económica, no podemos llevarlo.
Alejandro escudriñó la actitud del hombre que tenía enfrente; era completamente sincero y coincidía con lo que le había dicho Erick y el archivo del hospital que estaba leyendo, antes de que Jacobo llegara. Ahora entendía por qué Erick quería a los padres de Omar; ellos eran buenas personas, pero tenían un hijo que no valía la pena.
—Sabe que, si fuera por mí, su hijo estaría muerto, ¿cierto?
Esas palabras estremecieron a Jacobo y miró al rubio con susto; sus feromonas se liberaron rápidamente y Alejandro sonrió al darse cuenta del miedo que el otro tenía.
—Pero me contuve, precisamente por Erick —sonrió de lado—. Él no podía estar envuelto en un escándalo tan grande como la muerte de su esposo —se burló—, así que, cuando ocurrió lo de la fiesta de hace un par de noches, decidí hacerme responsable y pagar por los gastos que se generarían por mi actuar —explicó—, aunque creo que su hijo no lo merecía.
—Gracias… —la voz del castaño apenas fue un murmullo.
Jacobo se sentía sumamente humillado, pero entendía que de no ser por Alejandro de León, no tendría para pagar el hospital dónde su hijo estaba.
—Hoy, cuando Erick me dijo que lo fueron a buscar ayer…
Jacobo sujetó la taza con ambas manos, pero no bebió el café, solo observó el líquido oscuro; no sabía qué decir.
—Admito que me molestó —prosiguió el ojiverde, antes de dar un bocado a su desayuno—. Pero, Erick les tiene cariño, a usted y su esposo —dijo con desagrado—, así que, después de contarme la situación, le di mi palabra de que los ayudaría.
Jacobo levantó el rostro y miró al rubio con confusión— ¿por qué? —preguntó incrédulo.
—Porque amo a Erick —respondió Alejandro con rapidez—. Tal vez no lo crea, pero Erick es mi destinado —señaló con seriedad— y por hacerlo feliz, yo haría lo que fuera.
—¿Su… destinado?
Los ojos castaños de Jacobo se abrieron con sorpresa.
—Sí —Alejandro asintió con orgullo—, por lo cual, no hay nada, ni nadie, que se pueda interponer entre nosotros —sonrió divertido— y menos ahora que ya lo he marcado.
—Comprendo…
Jacobo no sabía cómo tomar esa situación, pero de alguna manera se sintió tranquilo de saber que Erick estaría con alguien que lo protegería y ahora su hijo no tendría oportunidad de hacer algo para acercarse a él, ni lastimarlo, pero debía encontrar la manera de que Omar dejara de pensar en Erick.
—Sé que Erick quiere que los ayude y lo haré —repitió Alejandro—, pero antes de hacerlo, quiero que usted me dé su palabra, de que alejará a su hijo de Erick, porque de lo contrario, no podré asegurar su bienestar, señor Acosta.
Jacobo se había calmado un poco, algo que Alejandro notó al darse cuenta que las feromonas del otro ya no estaban tan alteradas; bebió un poco de café y suspiró.
—Yo le doy mi palabra, que no permitiré que Omar se vuelva a acercar a Erick —dijo con seriedad—. Si usted nos ayuda a ir a Francia, haré que mi hijo no solo busque ayuda con su problema de olfato, sino que busque terapia —sentenció—, así mismo, buscaré un trabajo allá y le pagaré todo el dinero que nos preste
—¿Puedo confiar en su palabra? —preguntó el rubio con seriedad, mirándolo a los ojos.
—Sí —Jacobo asintió.
Alejandro se dio cuenta de la convicción del otro y supo que podía confiar en ese hombre; mientras pudiera controlar a su hijo, no tendría más problemas y podría dejar ese asunto de lado.
—De acuerdo…
Alejandro sacó un celular del bolsillo de su saco, presionó un botón y solo dijo un escueto — entra —antes de volver a colgar.
El hombre que había estado con él y que era su secretario en ese lugar, ingresó a la sala privada con rapidez.
—Santiago, quiero que tomes los datos del señor Acosta y te pongas de acuerdo con él —señaló—. Va a irse con su familia a Francia, a buscar a un médico y yo voy a cubrir esos gastos, así como los gastos de finiquito para sus empleados personales.
—Cómo ordene, joven…
Alejandro bebió el jugo, lanzó la servilleta al lado del plato que apenas probó y se puso de pie— me retiro —anunció acomodando su saco y agarrando la gabardina que estaba en una percha— y dile al dueño del restaurante, que es el peor desayuno que he probado, debe cambiar de chef.
Dio unos pasos y se puso al lado de Jacobo— buena suerte señor Acosta y espero que su familia no vuelva acercarse a Erick, especialmente su hijo, de lo contrario, no me haré responsable de lo que pueda ocurrir.
Jacobo no dijo nada; la amenaza lo había puesto sumamente nervioso y cuando el otro salió del lugar, apenas si pudo decir un escueto— gracias —, un débil murmullo, pero no era para Alejandro, sino para Erick, pues si tenía la oportunidad de ayudar a su hijo, era por él.
—Amor —musitó el castaño al inclinarse para despedirse de su esposo—. Tengo que irme.
Ulises se despertó y talló los ojos antes de dar un bostezo— ¿vas a la oficina? —preguntó con voz cansada.
—No —negó de inmediato—, voy a un desayuno con alguien, que parece que nos ayudará —dijo con nervios.
—¿Quién? —preguntó el otro con curiosidad.
Jacobo titubeó— un contacto de Erick —forzó una sonrisa—, aunque su padre no quiera, él aún tiene conocidos y amigos, que nos pueden ayudar.
—Sabía que mi Bebé Erick, no nos fallaría —sonrió Ulises con debilidad.
—Bueno, me iré, vuelvo más tarde…
—Yo… Voy a ir al hospital —Ulises movió las mantas que lo cubrían—. Debo ver a Omar y saber cómo se encuentra.
—Deberías descansar un poco más, no hemos tenido noticias del médico, así que debe estar bien.
—Aun así —Ulises se sentó—. Prefiero ir a verlo, para que no se sienta solo.
—De acuerdo, entonces te veo más tarde allá, pero desayuna antes de irte, ¿sí?
—Está bien…
Jacobo se despidió de su esposo con un beso en los labios y salió con paso rápido de la habitación. Aún tenían personas trabajando en su casa y ya había dicho que ese día prescindiría de ellas, pero no había podido decirles las cosas, así que necesitaba solucionar la situación de su hijo, antes de hablar con sus trabajadores y tratar de finiquitarlos como correspondía.
Salió en su automóvil y recorrió las calles con ansiedad; debía llegar al centro de la ciudad, al restaurante dónde Alejandro de León lo había citado esa misma mañana y aunque tenía mucha incertidumbre, el hecho de que el mismo rubio le dijera que Erick le pidió que le ayudara, lo tenía casi al borde de una crisis, pues no imaginó que su aun yerno, le pediría un favor a ese sujeto que dejó en tan mal estado a su hijo y mucho menos que éste accedería a ayudarle.
Casi quince minutos después, llegó al lugar. Apenas estuvo ahí, se dio cuenta que había varios hombres vestidos de negro y cuando lo vieron, un par de ellos lo siguió al interior del edificio.
Jacobo entró y ni siquiera se anunció en recepción; la chica lo vio y caminó hasta él.
—Buenos días, sígame, por favor, lo están esperando.
El castaño pasó saliva y siguió a la jovencita hasta un pequeño salón privado, donde Alejandro estaba sentado ya en la mesa, bebiendo un café, con una tableta digital en la mano.
—Buenos… Buenos días —dijo Jacobo con voz trémula, al estar ahí.
Alejandro levantó la mirada, pero no respondió el saludo, solo presionó el botón de la tableta digital y la hizo a un lado; un hombre que estaba tras él la recogió en silencio y caminó a la salida, apenas pasó al lado de Jacobo, los hombres que seguían al invitado, se apartaron y salieron también. La única que quedó fue la chica del restaurante.
—Tome asiento, por favor —pidió ella guiando a Jacobo hasta su lugar.
Cuando Jacobo se sentó, la chica le entregó la carta y se acercó a Alejandro.
—Mi asistente te dirá lo que quiero desayunar —dijo el rubio sin recibir la carpeta.
—Cómo diga, señor…
—Ah… —Jacobo le devolvió la carta a la jovencita—. Solo quiero un café, por favor…
—En un momento se lo traigo…
La joven salió del pequeño salón y en cuanto la puerta se cerró, Alejandro dio un sorbo a su bebida y habló.
—Supongo no tengo que repetir el por qué lo cité aquí.
Jacobo pasó saliva, sentía un nudo en su garganta, pese a que no percibía las feromonas del rubio, las suyas se dispersaron sin que las pudiera controlar del todo, pues estaba nervioso.
—Me dijo que… —carraspeó—. Me dijo que Erick le pidió el favor de ayudar a mi familia —terminó casi en un murmullo.
Alejandro entrecerró los ojos y levantó el rostro con altivez— entiendo que Erick haya pertenecido a su familia por tres años —dijo con voz fría—, pero ahora es mi prometido y me gustaría que dejara de tratarlo con tanta familiaridad, al menos en mi presencia.
Jacobo sintió un escalofrío ante la voz del otro; la amenaza estaba implícita en sus palabras.
—Lo siento —se disculpó de inmediato—. Es una costumbre —se excusó—, mi esposo y yo, apreciamos mucho a Erick y…
—Y aun así, nunca hicieron nada para evitar que fuera lastimado por su hijo, ¿cierto?
El castaño aguantó la respiración. Sabía lo que el rubio quería decir, pues a pesar de saber lo que ocurría en el matrimonio de su hijo, nunca hizo nada por evitar que Omar lastimara a Erick, solo se lo pedía, pero no tenía manera de asegurarse de que su hijo cumpliera.
—Admito mi culpa —dijo bajando el rostro—. Estaba tan preocupado por mantener ese matrimonio, para que mi familia no saliera afectada, que expuse a Erick a los altibajos de mi hijo —aceptó—, pero le aseguro que mi esposo, Ulises, no sabe ni la mitad de las cosas que Omar le ha hecho a Erick, así que él es completamente inocente.
Alejandro dio otro sorbo al café— su hijo siempre ha sido inestable —señaló—, debió haber sido medicado desde hace mucho tiempo.
—¡¿Cómo sabe que…?!
—Tengo mis métodos —señaló el rubio—. Su hijo tiene un problema de inestabilidad por sus feromonas y al ser un Alfa, debió haber tomado terapia y medicamentos, para sobrellevar esos cambios de humor, ¿no es así?
Jacobo asintió— sí, pero nunca lo aceptó… —confesó—. Él no quería admitir que… no estaba bien y cuando se casó con Er… El joven Salazar —corrigió—, bueno, pensé que se calmaría, pero fue peor.
El silencio reinó unos momentos, pero antes de que Alejandro volviera a hablar, la joven que los atendía regresó, acompañada de un mesero y seguidos por un par de hombres vestidos de negro. El mesero sirvió la comida de Alejandro y el jugo, mientras la chica le sirvió la taza de café a Jacobo; al terminar, se retiraron de inmediato, no sin antes decirle que si necesitaban algo, solo tenían que presionar un botón, de un pequeño control que les dejaron cerca.
Al volver a estar a solas, Alejandro percibió los olores de la comida; todo estaba en perfecto orden, así que empezó con su desayuno.
—Entonces, ¿cuál es la situación y por qué fueron a buscar a Erick? —preguntó el ojiverde con seriedad, aunque su prometido ya se lo había dicho, quería ver qué le decía el hombre que tenía enfrente.
Jacobo se puso nervioso.
—Omar tuvo un daño severo en el órgano vemeronasal —dijo con rapidez—, los médicos dicen que perdió el sentido del olfato y gusto, pero lo más grave es que, es posible que con el paso del tiempo, no pueda desplegar sus feromonas —inhaló profundamente—. Nos dieron una esperanza… Un médico en Francia, Alfa, estudia su propio caso de pérdida de olfato y quizá, pueda ayudar a Omar, pero… debido a nuestra situación económica, no podemos llevarlo.
Alejandro escudriñó la actitud del hombre que tenía enfrente; era completamente sincero y coincidía con lo que le había dicho Erick y el archivo del hospital que estaba leyendo, antes de que Jacobo llegara. Ahora entendía por qué Erick quería a los padres de Omar; ellos eran buenas personas, pero tenían un hijo que no valía la pena.
—Sabe que, si fuera por mí, su hijo estaría muerto, ¿cierto?
Esas palabras estremecieron a Jacobo y miró al rubio con susto; sus feromonas se liberaron rápidamente y Alejandro sonrió al darse cuenta del miedo que el otro tenía.
—Pero me contuve, precisamente por Erick —sonrió de lado—. Él no podía estar envuelto en un escándalo tan grande como la muerte de su esposo —se burló—, así que, cuando ocurrió lo de la fiesta de hace un par de noches, decidí hacerme responsable y pagar por los gastos que se generarían por mi actuar —explicó—, aunque creo que su hijo no lo merecía.
—Gracias… —la voz del castaño apenas fue un murmullo.
Jacobo se sentía sumamente humillado, pero entendía que de no ser por Alejandro de León, no tendría para pagar el hospital dónde su hijo estaba.
—Hoy, cuando Erick me dijo que lo fueron a buscar ayer…
Jacobo sujetó la taza con ambas manos, pero no bebió el café, solo observó el líquido oscuro; no sabía qué decir.
—Admito que me molestó —prosiguió el ojiverde, antes de dar un bocado a su desayuno—. Pero, Erick les tiene cariño, a usted y su esposo —dijo con desagrado—, así que, después de contarme la situación, le di mi palabra de que los ayudaría.
Jacobo levantó el rostro y miró al rubio con confusión— ¿por qué? —preguntó incrédulo.
—Porque amo a Erick —respondió Alejandro con rapidez—. Tal vez no lo crea, pero Erick es mi destinado —señaló con seriedad— y por hacerlo feliz, yo haría lo que fuera.
—¿Su… destinado?
Los ojos castaños de Jacobo se abrieron con sorpresa.
—Sí —Alejandro asintió con orgullo—, por lo cual, no hay nada, ni nadie, que se pueda interponer entre nosotros —sonrió divertido— y menos ahora que ya lo he marcado.
—Comprendo…
Jacobo no sabía cómo tomar esa situación, pero de alguna manera se sintió tranquilo de saber que Erick estaría con alguien que lo protegería y ahora su hijo no tendría oportunidad de hacer algo para acercarse a él, ni lastimarlo, pero debía encontrar la manera de que Omar dejara de pensar en Erick.
—Sé que Erick quiere que los ayude y lo haré —repitió Alejandro—, pero antes de hacerlo, quiero que usted me dé su palabra, de que alejará a su hijo de Erick, porque de lo contrario, no podré asegurar su bienestar, señor Acosta.
Jacobo se había calmado un poco, algo que Alejandro notó al darse cuenta que las feromonas del otro ya no estaban tan alteradas; bebió un poco de café y suspiró.
—Yo le doy mi palabra, que no permitiré que Omar se vuelva a acercar a Erick —dijo con seriedad—. Si usted nos ayuda a ir a Francia, haré que mi hijo no solo busque ayuda con su problema de olfato, sino que busque terapia —sentenció—, así mismo, buscaré un trabajo allá y le pagaré todo el dinero que nos preste
—¿Puedo confiar en su palabra? —preguntó el rubio con seriedad, mirándolo a los ojos.
—Sí —Jacobo asintió.
Alejandro se dio cuenta de la convicción del otro y supo que podía confiar en ese hombre; mientras pudiera controlar a su hijo, no tendría más problemas y podría dejar ese asunto de lado.
—De acuerdo…
Alejandro sacó un celular del bolsillo de su saco, presionó un botón y solo dijo un escueto — entra —antes de volver a colgar.
El hombre que había estado con él y que era su secretario en ese lugar, ingresó a la sala privada con rapidez.
—Santiago, quiero que tomes los datos del señor Acosta y te pongas de acuerdo con él —señaló—. Va a irse con su familia a Francia, a buscar a un médico y yo voy a cubrir esos gastos, así como los gastos de finiquito para sus empleados personales.
—Cómo ordene, joven…
Alejandro bebió el jugo, lanzó la servilleta al lado del plato que apenas probó y se puso de pie— me retiro —anunció acomodando su saco y agarrando la gabardina que estaba en una percha— y dile al dueño del restaurante, que es el peor desayuno que he probado, debe cambiar de chef.
Dio unos pasos y se puso al lado de Jacobo— buena suerte señor Acosta y espero que su familia no vuelva acercarse a Erick, especialmente su hijo, de lo contrario, no me haré responsable de lo que pueda ocurrir.
Jacobo no dijo nada; la amenaza lo había puesto sumamente nervioso y cuando el otro salió del lugar, apenas si pudo decir un escueto— gracias —, un débil murmullo, pero no era para Alejandro, sino para Erick, pues si tenía la oportunidad de ayudar a su hijo, era por él.
Ulises había tardado en salir de su casa; debido a la pastilla que había tomado para dormir la noche anterior, se sentía aletargado, pero pudo desayunar, antes de ir al hospital. Aunque el chofer que normalmente lo llevaba a todos lados se ofreció a hacerlo, Ulises dijo que ese día tomaría un taxi, pues no sabía cuándo su esposo prescindiría de los servicios de todos sus trabajadores y no tenía cara para pedirles que siguieran haciendo sus actividades.
Así, el castaño llegó al hospital cuando algunas plumas de nieve iniciaban su descenso; seguramente sería un día sumamente frío. Ulises subió al elevador del hospital y fue hasta el piso dónde estaba su hijo; caminó por los silenciosos pasillos, ya que era un lugar exclusivo y entró a la habitación, con la chaqueta en el brazo y una bolsa con algunos panecillos para Omar.
—Omar —dijo con voz suave mientras cruzaba la estancia—. Buenos días, lamento…
Se quedó de piedra al ver la cama; estaba vacía, aunque todos los aparatos estaban ahí, pero apagados y había un suero a medio usar.
—¿Omar? —preguntó y fue a la puerta del baño, abriéndola de inmediato—. ¿Omar?
No hubo respuesta, por lo que Ulises salió de inmediato, preocupado de que su hijo se hubiese puesto mal y lo hubieran llevado a otro lado.
—¡Señorita! —dijo al llegar a la recepción—. Mi hijo, Omar Acosta, ¡no está en su habitación! —su voz sonó desesperada—. ¿Se puso mal? ¡¿Lo llevaron a otro lado?!
—¿Omar Acosta? —preguntó la chica y revisó en su listado—. No tengo nada sobre Omar Acosta, solo que fue revisado en el cambio de guardia y estaba bien —levantó el rostro—. ¿No estaba en el baño?
—No —Ulises negó—. ¿Dónde más puede estar?
—Es imposible que haya salido del hospital —la chica llamó de inmediato a seguridad—. Un paciente no está en su habitación, es Omar Acosta, hay que encontrarlo, llamen al doctor Mejía, es el médico de guardia.
Después de eso, colgó y fue a la habitación junto con Ulises. La enfermera revisó los monitores y se dio cuenta que habían sido apagados y desconectados de la manera correcta, por eso no habían dado la alarma; quien lo hiciera, sabía cómo usar esos aparatos.
—¿Qué hacemos? —preguntó Ulises nervioso.
—Debemos esperar a que llegue seguridad…
En ese momento, un par de sujetos entraron— ¿qué ocurre? —preguntó uno.
—Un paciente no está, necesitamos encontrarlo, hay que cerrar el hospital, ¡el médico dejó una nota que es inestable!
Con esas palabras, uno de los guardias usó su radio y dio la voz de alerta; una alarma a los guardias en todos los pisos del hospital y la puerta de acceso principal fue cerrada, evitando que cualquier persona saliera. Hasta que se revisara que el paciente no estaba en el edificio, esa alarma no se cancelaría.
—Revisaremos las cámaras de seguridad —dijo un guardia—, hay que buscarlo en las escaleras de servicio y en los demás pisos.
Mientras todos los trabajadores realizaban el protocolo para esas situaciones, Ulises le marcó a su esposo.
—¿Amor?
—“Mi vida, tengo buenas noticias…” —dijo el hombre con emoción—. “Erick consiguió que alguien nos ayudara…”
—Jacobo, ¡escúchame! —dijo Ulises con nervios—. Estoy en el hospital…
Ante la voz nerviosa de su esposo, Jacobo se puso alerta— “¿qué ocurre? ¿Le pasó algo a Omar? ¿Está bien?”
—No está… —la voz trémula del castaño apenas se escuchó.
—“¡¿Cómo que no está?!”
—No saben dónde está y tengo miedo que se haya escapado del hospital… Amor, ¡no sé qué hacer!
—“¡Voy para allá!”
La llamada se cortó y Ulises apretó el celular en su mano; se sentía sumamente alterado.
—¿Dónde estás, Omar? —se preguntó en un murmullo, sintiendo que sus ojos se humedecían, imaginando que algo malo le pudiese pasar a su hijo.
Así, el castaño llegó al hospital cuando algunas plumas de nieve iniciaban su descenso; seguramente sería un día sumamente frío. Ulises subió al elevador del hospital y fue hasta el piso dónde estaba su hijo; caminó por los silenciosos pasillos, ya que era un lugar exclusivo y entró a la habitación, con la chaqueta en el brazo y una bolsa con algunos panecillos para Omar.
—Omar —dijo con voz suave mientras cruzaba la estancia—. Buenos días, lamento…
Se quedó de piedra al ver la cama; estaba vacía, aunque todos los aparatos estaban ahí, pero apagados y había un suero a medio usar.
—¿Omar? —preguntó y fue a la puerta del baño, abriéndola de inmediato—. ¿Omar?
No hubo respuesta, por lo que Ulises salió de inmediato, preocupado de que su hijo se hubiese puesto mal y lo hubieran llevado a otro lado.
—¡Señorita! —dijo al llegar a la recepción—. Mi hijo, Omar Acosta, ¡no está en su habitación! —su voz sonó desesperada—. ¿Se puso mal? ¡¿Lo llevaron a otro lado?!
—¿Omar Acosta? —preguntó la chica y revisó en su listado—. No tengo nada sobre Omar Acosta, solo que fue revisado en el cambio de guardia y estaba bien —levantó el rostro—. ¿No estaba en el baño?
—No —Ulises negó—. ¿Dónde más puede estar?
—Es imposible que haya salido del hospital —la chica llamó de inmediato a seguridad—. Un paciente no está en su habitación, es Omar Acosta, hay que encontrarlo, llamen al doctor Mejía, es el médico de guardia.
Después de eso, colgó y fue a la habitación junto con Ulises. La enfermera revisó los monitores y se dio cuenta que habían sido apagados y desconectados de la manera correcta, por eso no habían dado la alarma; quien lo hiciera, sabía cómo usar esos aparatos.
—¿Qué hacemos? —preguntó Ulises nervioso.
—Debemos esperar a que llegue seguridad…
En ese momento, un par de sujetos entraron— ¿qué ocurre? —preguntó uno.
—Un paciente no está, necesitamos encontrarlo, hay que cerrar el hospital, ¡el médico dejó una nota que es inestable!
Con esas palabras, uno de los guardias usó su radio y dio la voz de alerta; una alarma a los guardias en todos los pisos del hospital y la puerta de acceso principal fue cerrada, evitando que cualquier persona saliera. Hasta que se revisara que el paciente no estaba en el edificio, esa alarma no se cancelaría.
—Revisaremos las cámaras de seguridad —dijo un guardia—, hay que buscarlo en las escaleras de servicio y en los demás pisos.
Mientras todos los trabajadores realizaban el protocolo para esas situaciones, Ulises le marcó a su esposo.
—¿Amor?
—“Mi vida, tengo buenas noticias…” —dijo el hombre con emoción—. “Erick consiguió que alguien nos ayudara…”
—Jacobo, ¡escúchame! —dijo Ulises con nervios—. Estoy en el hospital…
Ante la voz nerviosa de su esposo, Jacobo se puso alerta— “¿qué ocurre? ¿Le pasó algo a Omar? ¿Está bien?”
—No está… —la voz trémula del castaño apenas se escuchó.
—“¡¿Cómo que no está?!”
—No saben dónde está y tengo miedo que se haya escapado del hospital… Amor, ¡no sé qué hacer!
—“¡Voy para allá!”
La llamada se cortó y Ulises apretó el celular en su mano; se sentía sumamente alterado.
—¿Dónde estás, Omar? —se preguntó en un murmullo, sintiendo que sus ojos se humedecían, imaginando que algo malo le pudiese pasar a su hijo.
La casa Salazar estaba llena de gente; había muchos trabajadores arreglando y acomodando las cosas para la fiesta de esa noche. Alonso Salazar quería que fuera perfecta, por ello no escatimó en gastos; los arreglos de flores inundaban los salones de la enorme mansión, el banquete estaba siendo preparado por los mejores cocineros y había contratado a la familia Jiménez para que se encargara del servicio.
Debido a que debía guardar las apariencias, mandó por Agustín después del desayuno, para que estuviera en su hogar y se cambiara allí, pues no podía llegar a su casa como un simple invitado más, si se suponía que era parte de la familia, algo con lo cual, Noé no estaba muy a gusto, pero sabía que debía tolerarlo ese día.
Esa fue la razón por la que Agustín tenía oportunidad de hablar con Erick, antes de que ambos iniciaran su arreglo personal y fue a la habitación del ojiazul, quedándose a solas con él, para charlar más a gusto.
—Así que… ¿pasaste la noche con tu prometido?
Agustín estaba sentado en la cama de Erick, observando a su hermano quien estaba sacando unos trajes del vestidor y poniéndolos en los respaldos de unas sillas, ya que iba a elegir lo que usaría esa noche.
—Sí —sonrió nervioso—. Mi padre no parece poder oponerse a lo que Alex quiere.
—Por un lado, eso es bueno —Agustín se cruzó de brazos—, pero por otro… —buscó la mirada azul con seriedad—. Dime, ¿él te trata bien?
Erick volteó a ver a su hermano— ¡por supuesto!
—¿De verdad?
—Agus, ¿crees que te mentiría?
—No lo sé, Erick —habló con sarcasmo—. ¿Me mentirías después de que me decías que estabas bien con el imbécil de Omar y no era cierto?
El ojiazul suspiró, dejo un vestido sobre una silla y caminó hasta su hermano, sentándose a su lado.
—Sé que antes intenté mentirte —admitió—, porque no quería que te preocuparas —dijo con total seguridad—, pero no esta vez —sonrió con ilusión—. Alex me cuida, me quiere, me trata bien, me complace y siempre busca la manera de hacerme feliz, aun y cuando no está de acuerdo.
—¿No estar de acuerdo? ¿En qué? —preguntó el menor, confundido.
Erick suspiró— si quieres que te lo diga, tienes que prometer que no te enojarás…
—Cuando me dices eso, significa que hay motivos, más que suficientes para enojarme —obvió Agustín.
El ojiazul sonrió de lado y tomó aire, dándose ánimos para contarle a su hermano lo ocurrido.
—Ayer… Los padres de Omar vinieron a buscarme.
—¿Para qué?
—Parece que —Erick se recostó en la cama y sujetó una almohada, colocándola bajo su cabeza—, no tienen dinero.
—¡¿No tienen dinero?! —Agustín abrió los ojos con sorpresa y se recostó de lado, sosteniéndose con su codo—. ¿Cómo es posible?
Erick miró de soslayo a su hermano— no lo sé —negó y fijó la mirada en el techo—, pero mamá Ulises estaba muy afligido y me suplicó que los ayudara, para llevar a Omar a Francia, a un tratamiento especial, porque… —suspiró—. Con lo ocurrido con Alex, parece que perdió el olfato.
La noticia dejó impactado a Agustín quien no supo cómo reaccionar; guardó silencio un momento y luego sacudió la cabeza— y ¡¿los ayudaste?!
—Bueno, le pedí a Alex que los ayudara… si podía.
—Pero ¡Erick! —el menor se incorporó de un salto y se sentó en flor de loto sobre el colchón—. Después de todo lo que Omar te hizo, ¿cómo es posible que lo ayudes? ¡No lo merece!
—Lo sé, pero…
—Además, si perdió el olfato es su problema, ¡no el tuyo!
—Lo sé, pero…
—¡¿Y a quién le importa lo que le pase?! —Agustín levantó la voz—. Total, es un castigo mínimo por todo lo que ha hecho, ¡por mí, se hubiera muerto!
—Agus… —Erick le habló con voz suave.
—Por favor, Erick, sabes bien que ¡lo detesto! —apretó los puños.
—Sí, lo sé y créeme, yo tampoco quiero tener nada que ver con él de nuevo —aseguro el ojiazul.
—Entonces, ¡¿por qué lo ayudaste?! —preguntó Agustín desesperado, no comprendía el por qué Erick había intercedido ante Alejandro de León, por Omar.
—No lo ayudo a él —Erick negó—. Lo hice por mamá Ulises y papá Jacobo —dijo con total convicción—. Tú sabes que ellos me trataron bien, especialmente mamá Ulises.
Esas palabras hicieron que Agustín suspirara.
Erick tenía razón, los padres de Omar siempre lo trataron bien y se preocupaban por él, especialmente Ulises, quien era el que parecía quererlo más de esa familia; incluso le sorprendió que, cuando Erick estuvo en el hospital por su intento de suicidio, fue ese hombre quien se quedó a cuidarlo día y noche, ya que Noé solo fue a visitarlo para que la gente no hablara mal por su actitud.
También sabía que era Ulises quien procuraba hacerle un festejo a Erick por su cumpleaños, aunque solo fuera familiar, porque a Omar no le gustaba que Erick tuviera contacto con otros y aunado a ello, incluso a él, quien solo era un hijo ilegítimo de Alonso Salazar, Ulises lo trataba con amabilidad y lo tomaba en consideración para algunas cosas, tanto así que, cada que cumplía años o en eventos como navidad, recibía un regalo de ese hombre.
—De acuerdo —dijo con voz seria—, si lo hiciste por el señor Ulises, está bien, hasta yo lo aprecio un poquito —admitió—, pero hay que ser honestos —se cruzó de brazos—, Omar no merece esa consideración.
Erick se sentó y despeinó el cabello negro de Agustín— lo sé y créeme que lo entiendo a la perfección —suspiró—, pero mamá Ulises no merece sufrir tanto, es por eso que lo hice.
—Si es tan bueno, ¿por qué le habrá tocado un hijo tan desgraciado? —preguntó Agustín con curiosidad.
—Cosas de la vida, supongo.
Un golpeteo en la puerta se escuchó.
—Pase… —dijo Erick con rapidez.
—Disculpe, joven Salazar —un chico con traje del servicio entró, con una charola en mano—, el joven Jiménez me pidió que le trajera esto…
—¿Luis? —Erick parpadeó confundido—. No sabía que trabajaría hoy —miró a Agustín de soslayo.
—Ni yo tampoco —negó el otro—, creí que vendría con su novio, al iniciar la fiesta.
—¿Quiere que lo devuelva? —preguntó el mesero, que parecía nervioso.
—¿Qué es? —preguntó Erick con curiosidad.
—Jugo de frutos rojos —respondió con rapidez—. Sin alcohol, por supuesto.
—¡Oh! ¡Yo quiero! —Agus se puso de pie.
—Bueno, tomaré un vaso, antes de seguir con la ropa, no vaya a mancharla y el color rojo es difícil de quitar…
El chico dejó la charola en una mesita y sirvió un par de vasos, entregándoselo a los otros— con permiso —dijo después de eso y salió de la habitación.
Erick bebió el líquido y luego hizo un gesto de desagrado, observando el vaso— ¿no te parece que sabe raro?
—Sie —Agustín arrugó la nariz—, sabe más a jugo de tomate pasado —sacó la lengua y dejó de lado el vaso.
—Hay que decirle a Luis que si piensan servir eso para los Omega, mejor no lo hagan —Erick rió y dejó de lado su bebida también.
Erick caminó a los trajes y sujetó uno en manos— ¿qué te parece este? —preguntó con ilusión—. Alex me lo envió esta mañana y…
Un mareo lo hizo sujetarse del respaldo de la silla; toda la habitación empezó a dar vueltas.
—¿Erick? —Agustín se puso de pie, pero también sintió el mareo y sus piernas no lo sostuvieron, así que se sentó de nuevo en el colchón.
Erick intentó caminar, pero no pudo dar el paso, así que soltó el traje e intentó sujetarse con ambas manos de la silla, pero esta terminó en el piso junto con él.
—¡¿Erick?! —Agustín se asustó, pero no podía ir con su hermano.
Después del ruido seco, la puerta se abrió y un hombre castaño entró con paso lento, parándose a un lado de Erick, quien tenía los ojos entrecerrados, haciendo un esfuerzo para no perder el conocimiento.
—¡Vaya! —dijo con burla—. Tenía mis dudas de que ese medicamento fuera tan fuerte, pero me alegra que fuera tan efectivo.
Agustín lo miró y su respiración se agitó; Omar estaba ahí, con un traje del servicio.
—Lárgate… —dijo con voz cansada el menor.
—Claro que me iré —sonrió con burla—, pero me llevaré a Erick conmigo.
Agustín se puso de pie—. No te atrevas… —intentó desplegar sus feromonas y aunque lo logró, estas no surtieron efecto.
—¿Sabes…? —Omar caminó hasta Agustín—. No imaginé que tendría la oportunidad de tenerte enfrente de mí y en ese estado, pero aunque no me debo tardar, no puedo desaprovechar, ¿cierto?
Con un movimiento rápido, Omar sujetó del cabello a Agustín, dándole un golpe con su puño en la cara y luego le dio un rodillazo el estómago, antes de dejarlo tumbado en el piso y darle una patada a un costado y otra en el rostro, terminando por dejarlo inconsciente.
—Agus… —musitó Erick con dificultad.
—Quisiera hacerte más, ¡maldito bastardo! —Omar habló con desprecio y luego escupió al cabello del menor—. Pero tengo que irme antes de que alguien más se entere de esto.
Omar se giró y fue hasta Erick, quien seguía en el piso, sobre el vestido que había soltado momentos antes; el castaño se agacho y lo sujetó, junto con la prenda, levantándolo sin mucha dificultad.
—Por fin, mi hermoso príncipe, vas a ser mío…
Con paso rápido, Omar fue hacia el balcón y salió por ahí, yendo a la escalera que daba a los jardines. Erick intentaba no perder la conciencia, pero le estaba costando mucho, aun así, se dio cuenta que al llegar a la planta baja, frente a la escalera, estaba una camioneta tipo van y pudo identificar al chico que le había llevado la bebida.
Omar se introdujo a la parte trasera junto con Erick y el otro chico se subió al asiento del conductor, yendo hacia la salida.
—No volveremos a separarnos, mi amor…
La sonrisa cínica de Omar, fue lo último que Erick vio, antes de perder el conocimiento por completo.
Debido a que debía guardar las apariencias, mandó por Agustín después del desayuno, para que estuviera en su hogar y se cambiara allí, pues no podía llegar a su casa como un simple invitado más, si se suponía que era parte de la familia, algo con lo cual, Noé no estaba muy a gusto, pero sabía que debía tolerarlo ese día.
Esa fue la razón por la que Agustín tenía oportunidad de hablar con Erick, antes de que ambos iniciaran su arreglo personal y fue a la habitación del ojiazul, quedándose a solas con él, para charlar más a gusto.
—Así que… ¿pasaste la noche con tu prometido?
Agustín estaba sentado en la cama de Erick, observando a su hermano quien estaba sacando unos trajes del vestidor y poniéndolos en los respaldos de unas sillas, ya que iba a elegir lo que usaría esa noche.
—Sí —sonrió nervioso—. Mi padre no parece poder oponerse a lo que Alex quiere.
—Por un lado, eso es bueno —Agustín se cruzó de brazos—, pero por otro… —buscó la mirada azul con seriedad—. Dime, ¿él te trata bien?
Erick volteó a ver a su hermano— ¡por supuesto!
—¿De verdad?
—Agus, ¿crees que te mentiría?
—No lo sé, Erick —habló con sarcasmo—. ¿Me mentirías después de que me decías que estabas bien con el imbécil de Omar y no era cierto?
El ojiazul suspiró, dejo un vestido sobre una silla y caminó hasta su hermano, sentándose a su lado.
—Sé que antes intenté mentirte —admitió—, porque no quería que te preocuparas —dijo con total seguridad—, pero no esta vez —sonrió con ilusión—. Alex me cuida, me quiere, me trata bien, me complace y siempre busca la manera de hacerme feliz, aun y cuando no está de acuerdo.
—¿No estar de acuerdo? ¿En qué? —preguntó el menor, confundido.
Erick suspiró— si quieres que te lo diga, tienes que prometer que no te enojarás…
—Cuando me dices eso, significa que hay motivos, más que suficientes para enojarme —obvió Agustín.
El ojiazul sonrió de lado y tomó aire, dándose ánimos para contarle a su hermano lo ocurrido.
—Ayer… Los padres de Omar vinieron a buscarme.
—¿Para qué?
—Parece que —Erick se recostó en la cama y sujetó una almohada, colocándola bajo su cabeza—, no tienen dinero.
—¡¿No tienen dinero?! —Agustín abrió los ojos con sorpresa y se recostó de lado, sosteniéndose con su codo—. ¿Cómo es posible?
Erick miró de soslayo a su hermano— no lo sé —negó y fijó la mirada en el techo—, pero mamá Ulises estaba muy afligido y me suplicó que los ayudara, para llevar a Omar a Francia, a un tratamiento especial, porque… —suspiró—. Con lo ocurrido con Alex, parece que perdió el olfato.
La noticia dejó impactado a Agustín quien no supo cómo reaccionar; guardó silencio un momento y luego sacudió la cabeza— y ¡¿los ayudaste?!
—Bueno, le pedí a Alex que los ayudara… si podía.
—Pero ¡Erick! —el menor se incorporó de un salto y se sentó en flor de loto sobre el colchón—. Después de todo lo que Omar te hizo, ¿cómo es posible que lo ayudes? ¡No lo merece!
—Lo sé, pero…
—Además, si perdió el olfato es su problema, ¡no el tuyo!
—Lo sé, pero…
—¡¿Y a quién le importa lo que le pase?! —Agustín levantó la voz—. Total, es un castigo mínimo por todo lo que ha hecho, ¡por mí, se hubiera muerto!
—Agus… —Erick le habló con voz suave.
—Por favor, Erick, sabes bien que ¡lo detesto! —apretó los puños.
—Sí, lo sé y créeme, yo tampoco quiero tener nada que ver con él de nuevo —aseguro el ojiazul.
—Entonces, ¡¿por qué lo ayudaste?! —preguntó Agustín desesperado, no comprendía el por qué Erick había intercedido ante Alejandro de León, por Omar.
—No lo ayudo a él —Erick negó—. Lo hice por mamá Ulises y papá Jacobo —dijo con total convicción—. Tú sabes que ellos me trataron bien, especialmente mamá Ulises.
Esas palabras hicieron que Agustín suspirara.
Erick tenía razón, los padres de Omar siempre lo trataron bien y se preocupaban por él, especialmente Ulises, quien era el que parecía quererlo más de esa familia; incluso le sorprendió que, cuando Erick estuvo en el hospital por su intento de suicidio, fue ese hombre quien se quedó a cuidarlo día y noche, ya que Noé solo fue a visitarlo para que la gente no hablara mal por su actitud.
También sabía que era Ulises quien procuraba hacerle un festejo a Erick por su cumpleaños, aunque solo fuera familiar, porque a Omar no le gustaba que Erick tuviera contacto con otros y aunado a ello, incluso a él, quien solo era un hijo ilegítimo de Alonso Salazar, Ulises lo trataba con amabilidad y lo tomaba en consideración para algunas cosas, tanto así que, cada que cumplía años o en eventos como navidad, recibía un regalo de ese hombre.
—De acuerdo —dijo con voz seria—, si lo hiciste por el señor Ulises, está bien, hasta yo lo aprecio un poquito —admitió—, pero hay que ser honestos —se cruzó de brazos—, Omar no merece esa consideración.
Erick se sentó y despeinó el cabello negro de Agustín— lo sé y créeme que lo entiendo a la perfección —suspiró—, pero mamá Ulises no merece sufrir tanto, es por eso que lo hice.
—Si es tan bueno, ¿por qué le habrá tocado un hijo tan desgraciado? —preguntó Agustín con curiosidad.
—Cosas de la vida, supongo.
Un golpeteo en la puerta se escuchó.
—Pase… —dijo Erick con rapidez.
—Disculpe, joven Salazar —un chico con traje del servicio entró, con una charola en mano—, el joven Jiménez me pidió que le trajera esto…
—¿Luis? —Erick parpadeó confundido—. No sabía que trabajaría hoy —miró a Agustín de soslayo.
—Ni yo tampoco —negó el otro—, creí que vendría con su novio, al iniciar la fiesta.
—¿Quiere que lo devuelva? —preguntó el mesero, que parecía nervioso.
—¿Qué es? —preguntó Erick con curiosidad.
—Jugo de frutos rojos —respondió con rapidez—. Sin alcohol, por supuesto.
—¡Oh! ¡Yo quiero! —Agus se puso de pie.
—Bueno, tomaré un vaso, antes de seguir con la ropa, no vaya a mancharla y el color rojo es difícil de quitar…
El chico dejó la charola en una mesita y sirvió un par de vasos, entregándoselo a los otros— con permiso —dijo después de eso y salió de la habitación.
Erick bebió el líquido y luego hizo un gesto de desagrado, observando el vaso— ¿no te parece que sabe raro?
—Sie —Agustín arrugó la nariz—, sabe más a jugo de tomate pasado —sacó la lengua y dejó de lado el vaso.
—Hay que decirle a Luis que si piensan servir eso para los Omega, mejor no lo hagan —Erick rió y dejó de lado su bebida también.
Erick caminó a los trajes y sujetó uno en manos— ¿qué te parece este? —preguntó con ilusión—. Alex me lo envió esta mañana y…
Un mareo lo hizo sujetarse del respaldo de la silla; toda la habitación empezó a dar vueltas.
—¿Erick? —Agustín se puso de pie, pero también sintió el mareo y sus piernas no lo sostuvieron, así que se sentó de nuevo en el colchón.
Erick intentó caminar, pero no pudo dar el paso, así que soltó el traje e intentó sujetarse con ambas manos de la silla, pero esta terminó en el piso junto con él.
—¡¿Erick?! —Agustín se asustó, pero no podía ir con su hermano.
Después del ruido seco, la puerta se abrió y un hombre castaño entró con paso lento, parándose a un lado de Erick, quien tenía los ojos entrecerrados, haciendo un esfuerzo para no perder el conocimiento.
—¡Vaya! —dijo con burla—. Tenía mis dudas de que ese medicamento fuera tan fuerte, pero me alegra que fuera tan efectivo.
Agustín lo miró y su respiración se agitó; Omar estaba ahí, con un traje del servicio.
—Lárgate… —dijo con voz cansada el menor.
—Claro que me iré —sonrió con burla—, pero me llevaré a Erick conmigo.
Agustín se puso de pie—. No te atrevas… —intentó desplegar sus feromonas y aunque lo logró, estas no surtieron efecto.
—¿Sabes…? —Omar caminó hasta Agustín—. No imaginé que tendría la oportunidad de tenerte enfrente de mí y en ese estado, pero aunque no me debo tardar, no puedo desaprovechar, ¿cierto?
Con un movimiento rápido, Omar sujetó del cabello a Agustín, dándole un golpe con su puño en la cara y luego le dio un rodillazo el estómago, antes de dejarlo tumbado en el piso y darle una patada a un costado y otra en el rostro, terminando por dejarlo inconsciente.
—Agus… —musitó Erick con dificultad.
—Quisiera hacerte más, ¡maldito bastardo! —Omar habló con desprecio y luego escupió al cabello del menor—. Pero tengo que irme antes de que alguien más se entere de esto.
Omar se giró y fue hasta Erick, quien seguía en el piso, sobre el vestido que había soltado momentos antes; el castaño se agacho y lo sujetó, junto con la prenda, levantándolo sin mucha dificultad.
—Por fin, mi hermoso príncipe, vas a ser mío…
Con paso rápido, Omar fue hacia el balcón y salió por ahí, yendo a la escalera que daba a los jardines. Erick intentaba no perder la conciencia, pero le estaba costando mucho, aun así, se dio cuenta que al llegar a la planta baja, frente a la escalera, estaba una camioneta tipo van y pudo identificar al chico que le había llevado la bebida.
Omar se introdujo a la parte trasera junto con Erick y el otro chico se subió al asiento del conductor, yendo hacia la salida.
—No volveremos a separarnos, mi amor…
La sonrisa cínica de Omar, fue lo último que Erick vio, antes de perder el conocimiento por completo.
—Ya es hora de que los jóvenes se vistan —dijo Estela, subiendo las escaleras, seguida por varias chicas que ayudarían a los hermanos—. El señor Salazar quiere que ellos reciban a los invitados.
—Pero el joven Agustín se encuentra aun platicando con su hermano —señaló una jovencita.
—Lo sé, pero tendremos que interrumpirlos —dijo la canosa con seriedad.
Estela y las demás, llegaron a la habitación y la mujer mayor tocó la puerta— jóvenes, ¿podemos entrar? —preguntó con voz amable pero no recibió respuesta—. Disculpen, pero es tarde y deben terminar de prepararse —insistió.
Al ver que no le permitían el paso, no pudo contenerse y abrió— lo siento pero… ¡Joven Salazar! —gritó, al ver al pelinegro tirado a un lado de la cama y corrió hasta él, hincándose a su lado.
—¡Joven! ¡Joven Agustín! —insistió, pero al ver que la sangre brotaba de la comisura de su labio se alarmó—. ¡Llamen a un médico! —gritó—. ¡¿Dónde está el joven Erick?! —preguntó contrariada.
Las chicas se dispersaron y empezaron a buscarlo por la habitación.
—No está… No está en el baño… Acá tampoco… —se escuchaban las voces angustiadas.
Una chica volvió con un siervo de la casa— ¿qué ocurre? —preguntó.
—¡No reacciona! —gritó Estela—. ¡Hay que llamar a un médico!
—¡Llama al señor Salazar! —ordenó el hombre a la chica y corrió hasta Agustín, levantándolo del suelo con cuidado y colocándolo en la cama—. ¡Traigan alcohol!
—Joven Agustín —dijo Estela, dando palmaditas en las mejillas del menor—, ¡despierte, por favor!
Una chica llegó con un botecito de alcohol y se lo entregó a la canosa, quien de inmediato lo abrió y acercó a la nariz para que percibiera el olor. Agustín se quejó pero no podía reaccionar del todo.
—¡¿Qué pasó?! —la voz grave de Alonso se escuchó y se acercó a la cama, seguido por otros trabajadores suyos—. ¡¿Qué ocurrió?! —gritó con desespero.
—No sabemos, señor —Estela negó—, el joven Agustín estaba en el piso y ¡no encontramos al joven Erick!
—¡Cómo que no lo encuentran! —la respiración del ojiazul se descompasó.
—Er… ick… —la voz de Agustín era débil.
—Está reaccionando —Estela sujetó la mano de Agustín.
—Be… bi… da —musitó cansado y ladeó el rostro, buscando a Alonso, quien por primera vez se acercó preocupado a su hijo—. O… mar… vino… por… él…
El militar se asustó y miró la jarrilla en la mesa, caminó hasta ella y percibió el olor; era muy tenue para él, pero alcanzaba a oler algo extraño.
—No puede ser… —dijo con nervios—. ¡Busquen en toda la casa! —ordenó—. ¡Que nadie se vaya hasta saber cómo pudo pasar esto! —volvió hasta Agustín y lo sujetó en brazos—. Necesita un médico de inmediato —caminó a la salida con su hijo en brazos—, no sabemos que tenía ese jugo y por qué está sangrando.
Iba bajando las escaleras cuando Noé lo vio.
—¡¿Qué ocurre?! —preguntó contrariado al ver que su esposo llevaba a Agustín en brazos.
—Erick desapareció, no sé qué tiene Agustín, ¡pero parece que todo es culpa de Omar Acosta! —dijo sin detenerse.
—¡¿Qué?! —Noé puso la mano en su boca.
—Cancela la recepción —dijo el hombre—. ¡Que nadie entre, ni salga, hasta que llegue la policía a investigar!
Noé se quedó de pie a media escalera, parecía una estatua, mientras su esposo se llevaba a Agustín en su automóvil.
—Señor Noé, ¿qué hacemos? —preguntó Estela con nervios.
Noé respiró nervioso y luego se irguió— ya escuchaste a mi esposo —dijo tratando de mantener una postura seria, aunque todo su cuerpo temblaba—. Nadie sale, ni entra, ¡llama a la policía! —ordenó—. ¡Qué vengan de inmediato! —señaló—. Y yo trataré de ver como cancelamos la recepción, sin decir lo que ocurrió.
—Pero el joven Agustín se encuentra aun platicando con su hermano —señaló una jovencita.
—Lo sé, pero tendremos que interrumpirlos —dijo la canosa con seriedad.
Estela y las demás, llegaron a la habitación y la mujer mayor tocó la puerta— jóvenes, ¿podemos entrar? —preguntó con voz amable pero no recibió respuesta—. Disculpen, pero es tarde y deben terminar de prepararse —insistió.
Al ver que no le permitían el paso, no pudo contenerse y abrió— lo siento pero… ¡Joven Salazar! —gritó, al ver al pelinegro tirado a un lado de la cama y corrió hasta él, hincándose a su lado.
—¡Joven! ¡Joven Agustín! —insistió, pero al ver que la sangre brotaba de la comisura de su labio se alarmó—. ¡Llamen a un médico! —gritó—. ¡¿Dónde está el joven Erick?! —preguntó contrariada.
Las chicas se dispersaron y empezaron a buscarlo por la habitación.
—No está… No está en el baño… Acá tampoco… —se escuchaban las voces angustiadas.
Una chica volvió con un siervo de la casa— ¿qué ocurre? —preguntó.
—¡No reacciona! —gritó Estela—. ¡Hay que llamar a un médico!
—¡Llama al señor Salazar! —ordenó el hombre a la chica y corrió hasta Agustín, levantándolo del suelo con cuidado y colocándolo en la cama—. ¡Traigan alcohol!
—Joven Agustín —dijo Estela, dando palmaditas en las mejillas del menor—, ¡despierte, por favor!
Una chica llegó con un botecito de alcohol y se lo entregó a la canosa, quien de inmediato lo abrió y acercó a la nariz para que percibiera el olor. Agustín se quejó pero no podía reaccionar del todo.
—¡¿Qué pasó?! —la voz grave de Alonso se escuchó y se acercó a la cama, seguido por otros trabajadores suyos—. ¡¿Qué ocurrió?! —gritó con desespero.
—No sabemos, señor —Estela negó—, el joven Agustín estaba en el piso y ¡no encontramos al joven Erick!
—¡Cómo que no lo encuentran! —la respiración del ojiazul se descompasó.
—Er… ick… —la voz de Agustín era débil.
—Está reaccionando —Estela sujetó la mano de Agustín.
—Be… bi… da —musitó cansado y ladeó el rostro, buscando a Alonso, quien por primera vez se acercó preocupado a su hijo—. O… mar… vino… por… él…
El militar se asustó y miró la jarrilla en la mesa, caminó hasta ella y percibió el olor; era muy tenue para él, pero alcanzaba a oler algo extraño.
—No puede ser… —dijo con nervios—. ¡Busquen en toda la casa! —ordenó—. ¡Que nadie se vaya hasta saber cómo pudo pasar esto! —volvió hasta Agustín y lo sujetó en brazos—. Necesita un médico de inmediato —caminó a la salida con su hijo en brazos—, no sabemos que tenía ese jugo y por qué está sangrando.
Iba bajando las escaleras cuando Noé lo vio.
—¡¿Qué ocurre?! —preguntó contrariado al ver que su esposo llevaba a Agustín en brazos.
—Erick desapareció, no sé qué tiene Agustín, ¡pero parece que todo es culpa de Omar Acosta! —dijo sin detenerse.
—¡¿Qué?! —Noé puso la mano en su boca.
—Cancela la recepción —dijo el hombre—. ¡Que nadie entre, ni salga, hasta que llegue la policía a investigar!
Noé se quedó de pie a media escalera, parecía una estatua, mientras su esposo se llevaba a Agustín en su automóvil.
—Señor Noé, ¿qué hacemos? —preguntó Estela con nervios.
Noé respiró nervioso y luego se irguió— ya escuchaste a mi esposo —dijo tratando de mantener una postura seria, aunque todo su cuerpo temblaba—. Nadie sale, ni entra, ¡llama a la policía! —ordenó—. ¡Qué vengan de inmediato! —señaló—. Y yo trataré de ver como cancelamos la recepción, sin decir lo que ocurrió.
Alejandro estaba en la habitación que ocupaba en la casa Esquivel, colocando una mancuernilla en su muñeca, cuando uno de sus celulares timbró. Cómo lo tenía a un lado, se dio cuenta que la pantalla decía Alonso Salazar; hizo una mueca de fastidio, pero aun así sabía que tenía que responder, así que sujetó el aparato para hablar con su suegro.
—¿Sí, General? ¿En qué puedo ayudarle? —preguntó con poco interés.
—“Alejandro…” —la voz alterada en el auricular puso en alerta al rubio—. “Erick desapareció…”
—¡¿Qué?! ¡¿Cómo que desapareció?! —caminó con paso rápido a la salida del vestidor.
—“No sé qué ocurrió, pero es seguro que alguien se llevó a Erick…”
—¡¿Alguien?! —preguntó el ojiverde entre dientes y sus feromonas se alteraron.
—“Presuntamente, Omar Acosta…” —respondió Alonso con voz seria—. “La policía ya está en mi casa, tratando de saber cómo pasó, pero yo estoy en el hospital…”
—¿En el hospital?
—“Agustín fue ingresado de emergencia, le dieron algo de beber y no sé si sea algo peligroso, además… parece que lo golpearon…”
Alejandro apretó el puño— voy para su casa, pero necesito saber en qué hospital está Agustín, para decirle a Julián.
—“En el hospital San Ángel… Yo también debo volver a casa a ponerme al tanto, pero no quiero dejar solo a mi hijo…”
—No se preocupe por él, Julián sabrá qué hacer…
Alejandro salió de la habitación y mientras iba hacia la habitación de Julián, se inyectó el supresor, pues sabía que se podía salir de control y no quería que por sus feromonas, sus amigos no pudieran estar cerca.
El rubio entró a la habitación sin tocar.
—¡Muévete! ¡Tenemos que irnos! ¡Llama a todos y yo llamaré a mi gente! —ordenó.
—¿Qué pasa? —preguntó el castaño sin comprender, pero al notar las feromonas alteradas de Alejandro, supuso que era algo grave.
—Erick desapareció de su casa —señaló con rapidez— y su hermano está en el hospital.
—¡¿Guti?! —los ojos castaños de Julián se abrieron con susto—. ¡¿Qué ocurrió?!
—Omar Acosta —siseó el rubio, saliendo con paso rápido de ahí.
—¿Sí, General? ¿En qué puedo ayudarle? —preguntó con poco interés.
—“Alejandro…” —la voz alterada en el auricular puso en alerta al rubio—. “Erick desapareció…”
—¡¿Qué?! ¡¿Cómo que desapareció?! —caminó con paso rápido a la salida del vestidor.
—“No sé qué ocurrió, pero es seguro que alguien se llevó a Erick…”
—¡¿Alguien?! —preguntó el ojiverde entre dientes y sus feromonas se alteraron.
—“Presuntamente, Omar Acosta…” —respondió Alonso con voz seria—. “La policía ya está en mi casa, tratando de saber cómo pasó, pero yo estoy en el hospital…”
—¿En el hospital?
—“Agustín fue ingresado de emergencia, le dieron algo de beber y no sé si sea algo peligroso, además… parece que lo golpearon…”
Alejandro apretó el puño— voy para su casa, pero necesito saber en qué hospital está Agustín, para decirle a Julián.
—“En el hospital San Ángel… Yo también debo volver a casa a ponerme al tanto, pero no quiero dejar solo a mi hijo…”
—No se preocupe por él, Julián sabrá qué hacer…
Alejandro salió de la habitación y mientras iba hacia la habitación de Julián, se inyectó el supresor, pues sabía que se podía salir de control y no quería que por sus feromonas, sus amigos no pudieran estar cerca.
El rubio entró a la habitación sin tocar.
—¡Muévete! ¡Tenemos que irnos! ¡Llama a todos y yo llamaré a mi gente! —ordenó.
—¿Qué pasa? —preguntó el castaño sin comprender, pero al notar las feromonas alteradas de Alejandro, supuso que era algo grave.
—Erick desapareció de su casa —señaló con rapidez— y su hermano está en el hospital.
—¡¿Guti?! —los ojos castaños de Julián se abrieron con susto—. ¡¿Qué ocurrió?!
—Omar Acosta —siseó el rubio, saliendo con paso rápido de ahí.
Los parpados de Erick temblaron al empezar a despertar; parpadeó con lentitud, pero su vista aún estaba borrosa. Le picaba la nariz, pues había un olor a rosas, un tanto intenso en el lugar, así que intentó tallarse con la mano, pero se dio cuenta que no podía moverlas mucho.
—¿Qué…? —buscó con la mirada, notando que sus muñecas tenían unas esposas y estas estaban atadas a la cabecera de una cama.
Movió un poco la cabeza, para observar alrededor; lo primero que notó fue que portaba el vestido que iba a usar esa noche en la fiesta. Después pudo darse cuenta, a través de las cortinas transparentes que rodeaban la cama, de pequeñas luces alrededor que parecían velas; la cama tenía sabanas azul cielo y en un buró cercano, estaba un incensario, del cual salía ese olor a rosas tan artificial.
—¿Dónde estoy? —dijo con nervios.
—Despertaste…
Una voz conocida lo hizo temblar y más, al ver la silueta en un sillón cercano, ponerse de pie y caminar hasta la cama.
—Estaba ansioso de que despertaras, mi amor… —el castaño apartó una cortina y sonrió, mirando el rostro de Erick.
—Omar —Erick pasó saliva—. Creí que… estabas grave, en el hospital…
—Estaba en el hospital, sí, pero no estaba grave —el castaño se inclinó y acarició el cabello de Erick con suavidad—, al contrario, me siento mejor que nunca…
El ojiazul estaba nervioso, pero trató de respirar y calmarse— ¿Por qué estás haciendo esto? —preguntó con seriedad.
—Porque deseaba hablar contigo, sin que nadie nos molestara, por eso te traje a un lugar seguro.
—¿Dónde estamos, Omar?
—Oh, estamos en un lugar especial... —Omar ladeó el rostro—. Hace años que no venía, porque era mi secreto antes de casarnos.
El castaño movió la mano y abrió la cortina, permitiendo que Erick pudiera ver perfectamente alrededor. Los ojos azules se abrieron con susto y sintió que su corazón se paralizaba; las paredes estaban tapizadas de fotos e imágenes suyas. Había recortes de periódicos y revistas, carteles de tamaño natural, desde que era un niño y hasta la última foto dónde salió a solas en una página social, cuando fue su despedida de soltero.
—Este era mi santuario, para ti —añadió el castaño con orgullo—. Antes de casarnos, venía día a día, para poder estar cerca de ti —movió la mano hasta la pared que tenía cerca y sus dedos parecieron acariciar la mejilla de una imagen de Erick—, pero el día antes de nuestra boda, prometí que nunca volvería, porque ya no lo iba a necesitar, porque te tendría en persona y podría tocarte… —apretó el puño y rechinó los dientes—. Pero no pude hacerlo… ¡¿sabes lo frustrante que fue, Erick?! ¡Por fin eras mío y no podía poseerte! —gritó y Erick apretó los parpados por inercia—. Pero eso ya no importa —suavizó el tono de su voz—, ahora puedo tocarte —la mano que había rozado la imagen en la pared, se movió hasta la mejilla del ojiazul—. ¡Por fin! Ya no hay nada que me lo impida.
El pelinegro pasó saliva, sabía de lo que era capaz el otro, pero necesitaba tratar de razonar con él— Omar —habló despacio—, si no regreso a mi casa, te meterás en muchos problemas.
—Esta es tu casa ahora, mi amor… provisional, claro, porque en unos días, nos iremos del país, para poder estar juntos, sin que nadie intente separarnos, pero podríamos considerar esto ¡una luna de miel! Esa que no pudimos tener, ¿recuerdas?
—Tú y yo, ya no estamos casados… —negó Erick.
—Por supuesto que lo estamos —dijo el castaño con diversión—, yo no he firmado el divorcio.
Erick tembló pero trató de pensar— Omar… Yo ya tengo pareja, incluso fui marcado y…
No pudo terminar de hablar, la mano del castaño se movió y le dio una bofetada.
—¡¿Crees que no me di cuenta cuando te cambie de ropa?! —preguntó furioso—. Todo tu cuerpo está lleno de marcas de otro hombre —volvió a golpear la mejilla del pelinegro, pero en esa ocasión con el dorso de la mano—. ¿Cómo permitiste que otro hombre te tocara, Erick?
El labio inferior de Erick tembló y sus ojos se pusieron húmedos; sus mejillas ardían debido a las bofetadas recibidas.
—Está bien, no importa… —Omar sonrió y acarició una de las mejillas rojas—. Lo solucionaremos, mi amor, te lo aseguro…
El castaño se acercó a una de las mesitas de cama y abrió una gaveta, sacando un pequeño botecito; Erick estaba asustado y más, al ver que Omar abría el botecito y se acercaba a él.
—Espero que tengas sed, mi amor…
—¿Qué…? ¿Qué es eso? —preguntó con miedo.
—Cuando un Omega es marcado, no entra en celo a menos que esté con quien lo marcó —dijo con frialdad—, así que, tendremos que provocarte el celo con este medicamento, para que te entregues a mí, obviamente.
—No… Omar, detente, ¡no lo hagas! —suplicó el pelinegro.
Omar no hizo caso, simplemente acercó la botella a la boca de Erick, pero el ojiazul hizo el rostro a un lado y apretó lo labios.
—No me hagas obligarte a tomarlo, Erick, porque no voy a ser muy amable.
Omar sujetó del mentón de su compañero y acercó la botella, pero Erick mantenía los labios cerrados con fuerza.
—¡Maldita sea, Erick! ¿Por qué tienes que hacer las cosas tan difíciles?
Una nueva bofetada logro que el ojiazul abriera la boca para quejarse. Omar vertió el líquido en su boca y luego, a la fuerza, beso a su presa, tapándole la nariz para que abriera los labios y depositó el líquido con rapidez; Erick quiso escupirlo, pero Omar le cubrió la boca con la mano y al final, terminó tragando el líquido completamente. Cuando el castaño apartó la mano, Erick tosió y respiró agitado.
—Buen chico —dijo con burla—. No te preocupes, eso no va a tardar en hacer efecto —ladeó el rostro y su mano acaricio el mentón de Erick, bajando por el cuello—, es muy rápido para los Omega… Así que, mientras esperamos pacientemente —se sentó en la orilla de la cama—, dime, ¿dónde te gustaría vivir?
—¿Qué…? —buscó con la mirada, notando que sus muñecas tenían unas esposas y estas estaban atadas a la cabecera de una cama.
Movió un poco la cabeza, para observar alrededor; lo primero que notó fue que portaba el vestido que iba a usar esa noche en la fiesta. Después pudo darse cuenta, a través de las cortinas transparentes que rodeaban la cama, de pequeñas luces alrededor que parecían velas; la cama tenía sabanas azul cielo y en un buró cercano, estaba un incensario, del cual salía ese olor a rosas tan artificial.
—¿Dónde estoy? —dijo con nervios.
—Despertaste…
Una voz conocida lo hizo temblar y más, al ver la silueta en un sillón cercano, ponerse de pie y caminar hasta la cama.
—Estaba ansioso de que despertaras, mi amor… —el castaño apartó una cortina y sonrió, mirando el rostro de Erick.
—Omar —Erick pasó saliva—. Creí que… estabas grave, en el hospital…
—Estaba en el hospital, sí, pero no estaba grave —el castaño se inclinó y acarició el cabello de Erick con suavidad—, al contrario, me siento mejor que nunca…
El ojiazul estaba nervioso, pero trató de respirar y calmarse— ¿Por qué estás haciendo esto? —preguntó con seriedad.
—Porque deseaba hablar contigo, sin que nadie nos molestara, por eso te traje a un lugar seguro.
—¿Dónde estamos, Omar?
—Oh, estamos en un lugar especial... —Omar ladeó el rostro—. Hace años que no venía, porque era mi secreto antes de casarnos.
El castaño movió la mano y abrió la cortina, permitiendo que Erick pudiera ver perfectamente alrededor. Los ojos azules se abrieron con susto y sintió que su corazón se paralizaba; las paredes estaban tapizadas de fotos e imágenes suyas. Había recortes de periódicos y revistas, carteles de tamaño natural, desde que era un niño y hasta la última foto dónde salió a solas en una página social, cuando fue su despedida de soltero.
—Este era mi santuario, para ti —añadió el castaño con orgullo—. Antes de casarnos, venía día a día, para poder estar cerca de ti —movió la mano hasta la pared que tenía cerca y sus dedos parecieron acariciar la mejilla de una imagen de Erick—, pero el día antes de nuestra boda, prometí que nunca volvería, porque ya no lo iba a necesitar, porque te tendría en persona y podría tocarte… —apretó el puño y rechinó los dientes—. Pero no pude hacerlo… ¡¿sabes lo frustrante que fue, Erick?! ¡Por fin eras mío y no podía poseerte! —gritó y Erick apretó los parpados por inercia—. Pero eso ya no importa —suavizó el tono de su voz—, ahora puedo tocarte —la mano que había rozado la imagen en la pared, se movió hasta la mejilla del ojiazul—. ¡Por fin! Ya no hay nada que me lo impida.
El pelinegro pasó saliva, sabía de lo que era capaz el otro, pero necesitaba tratar de razonar con él— Omar —habló despacio—, si no regreso a mi casa, te meterás en muchos problemas.
—Esta es tu casa ahora, mi amor… provisional, claro, porque en unos días, nos iremos del país, para poder estar juntos, sin que nadie intente separarnos, pero podríamos considerar esto ¡una luna de miel! Esa que no pudimos tener, ¿recuerdas?
—Tú y yo, ya no estamos casados… —negó Erick.
—Por supuesto que lo estamos —dijo el castaño con diversión—, yo no he firmado el divorcio.
Erick tembló pero trató de pensar— Omar… Yo ya tengo pareja, incluso fui marcado y…
No pudo terminar de hablar, la mano del castaño se movió y le dio una bofetada.
—¡¿Crees que no me di cuenta cuando te cambie de ropa?! —preguntó furioso—. Todo tu cuerpo está lleno de marcas de otro hombre —volvió a golpear la mejilla del pelinegro, pero en esa ocasión con el dorso de la mano—. ¿Cómo permitiste que otro hombre te tocara, Erick?
El labio inferior de Erick tembló y sus ojos se pusieron húmedos; sus mejillas ardían debido a las bofetadas recibidas.
—Está bien, no importa… —Omar sonrió y acarició una de las mejillas rojas—. Lo solucionaremos, mi amor, te lo aseguro…
El castaño se acercó a una de las mesitas de cama y abrió una gaveta, sacando un pequeño botecito; Erick estaba asustado y más, al ver que Omar abría el botecito y se acercaba a él.
—Espero que tengas sed, mi amor…
—¿Qué…? ¿Qué es eso? —preguntó con miedo.
—Cuando un Omega es marcado, no entra en celo a menos que esté con quien lo marcó —dijo con frialdad—, así que, tendremos que provocarte el celo con este medicamento, para que te entregues a mí, obviamente.
—No… Omar, detente, ¡no lo hagas! —suplicó el pelinegro.
Omar no hizo caso, simplemente acercó la botella a la boca de Erick, pero el ojiazul hizo el rostro a un lado y apretó lo labios.
—No me hagas obligarte a tomarlo, Erick, porque no voy a ser muy amable.
Omar sujetó del mentón de su compañero y acercó la botella, pero Erick mantenía los labios cerrados con fuerza.
—¡Maldita sea, Erick! ¿Por qué tienes que hacer las cosas tan difíciles?
Una nueva bofetada logro que el ojiazul abriera la boca para quejarse. Omar vertió el líquido en su boca y luego, a la fuerza, beso a su presa, tapándole la nariz para que abriera los labios y depositó el líquido con rapidez; Erick quiso escupirlo, pero Omar le cubrió la boca con la mano y al final, terminó tragando el líquido completamente. Cuando el castaño apartó la mano, Erick tosió y respiró agitado.
—Buen chico —dijo con burla—. No te preocupes, eso no va a tardar en hacer efecto —ladeó el rostro y su mano acaricio el mentón de Erick, bajando por el cuello—, es muy rápido para los Omega… Así que, mientras esperamos pacientemente —se sentó en la orilla de la cama—, dime, ¿dónde te gustaría vivir?
Alejandro iba en su vehículo, en compañía de Dimitry y David, quien iba manejando; tras ellos, en otro automóvil Iván y Fabián los seguían de cerca, además de otros tres autos con varios hombres que trabajaban para el rubio.
—¿Tomaste el supresor? —indagó el pelirrojo con seriedad, volteando a ver a su compañero.
—Da —respondió el rubio con el puño cerca de su boca.
David miró de soslayo a Dimitri y este asintió; aunque sabía lo básico del ruso, el de lentes siempre prefería que el otro le confirmara.
—¿Qué sabes de la situación? —preguntó David sin dejar de mirar el camino.
—Sólo sé que Erick desapareció —sentenció Alejandro entre dientes.
—Me sorprende que la casa del General no tenga seguridad —el pelirrojo pasó la mano por su cabello—, siendo la clase de persona que es, no debería ser tan descuidado.
Alejandro cerró los parpados y repitió lo que su pareja le había dicho esa mañana— Erick dijo que nadie se atrevía a meterse con él.
—Entonces fue exceso de confianza —David chasqueó la lengua.
—¡Es un imbécil! —siseó el ojiverde.
David y Dima se miraron entre si y prefirieron guardar silencio, de lo contrario, Alejandro se enfurecería más.
Cuando el vehículo se acercó al acceso, se dieron cuenta que había varias patrullas obstruyendo el paso, haciendo un perímetro para mantener a la gente alejada, pues también había varios reporteros; a pesar de que había varias personas, David alcanzó a ver a Luís, discutiendo con un oficial y detuvo el auto.
—¡¿A dónde vas?! —preguntó Alejandro al ver que se bajaba de inmediato.
—Lo siento, ¡pero ese es mi Omega! —señaló y fue directamente hacia el otro.
Dimitry y Alejandro se bajaron también, siguiendo a su amigo y por ende, varios de sus trabajadores los siguieron, para brindarles protección. Los hombres vestidos de negro, alejaron a los reporteros, pues al ver a Alejandro acercarse, se aglomeraron intentando llegar hasta él.
—¡Tengo que ver a mi padre! —Luís estaba alterado, hablando con un policía—. ¡No pueden acusarlo de nada!
—Lo siento, pero tenemos ordenes, nadie entra, ni sale, por el momento.
—¡Luis! —David llegó hasta su pareja.
—David —el castaño se sorprendió—. ¿Qué haces aquí?
—¡¿Qué haces tú aquí?! —indagó el de lentes con rapidez—. Por ahora es un lugar peligroso.
—Están acusando a mis padres de la desaparición de Erick —miró los ojos grises con ansiedad—. Dicen que uno de nuestros empleados ayudó en el secuestro y… —pasó saliva con dificultad, estaba a punto de romperse, pero quería mantenerse fuerte—. Creen que mis padres también tienen que ver.
—¿Uno de sus trabajadores? —Alejandro se acercó hasta Luís—. ¡¿Estás seguro?!
—No sé bien —negó—, solo sé, lo que mi padre me dijo a grandes rasgos —señaló—. Me pidió traer todos los documentos de los empleados, pero no me dejan pasar.
—Ven, entrarás conmigo —David lo sujetó de la mano y miró a su amigo—. Alex, es hora de usar tus influencias.
Alejandro y Dimitry volvieron al vehículo en el que iban, mientras que David acompañó a Luís al suyo, pues en el asiento trasero llevaba varias carpetas con información de los trabajadores de su familia; varios guardaespaldas de Alejandro se quedaron ayudando en el perímetro, para evitar que los reporteros se acercaran e intentaran ingresar, pues a esa hora, la noticia de que el ‘Príncipe Omega’ había sido secuestrado y su hermano estaba en el hospital, ya estaba en todos los noticieros.
El vehículo de Alejandro se acercó a la entrada y dio su nombre, con ello, lo dejaron ingresar a la propiedad, junto con todos sus acompañantes. Apenas llegaron a la escalinata de acceso, el rubio bajó dando pasos largos y entrando a la mansión Salazar, en busca de su suegro, pero se encontró a varios policías que mantenían en un salón a personas que portaban uniforme de mozo, en otro salón a un hombre y una mujer, siendo interrogados y a Alonso Salazar, llamando por teléfono.
—¡¿Qué pasó?! —la voz fría de Alejandro llamó la atención de todos.
—¡Alejandro! —el militar tembló—. Manténgame informado, debo colgar —dijo para su interlocutor y bajó de inmediato el celular, yendo hasta el rubio—. Estaba hablando con un amigo, le pedí que enviara información a los puestos de control militar, en caso de que quieran sacar a mi hijo de la ciudad.
—¡Estoy esperando una respuesta, General! —gruñó el rubio—. ¡¿Qué fue lo que sucedió?!
Pese a que había tomado el inhibidor y tenía pleno control de sus feromonas, estaba tan furioso que su aura estaba llena de un olor a cedro y lograba que los Alfa que estaban ahí, se dieran cuenta de su ira.
—No lo sabemos con exactitud —dijo otro sujeto, que se acercó—. Soy el inspector en Jefe, Joel Escamilla —se presentó de inmediato—. Me estoy encargando de este caso y por el momento, los peritos e investigadores, han concluido que Omar Acosta tuvo ayuda de alguien del servicio, entró a la casa, les dio un sedante a los hijos del General Salazar y se llevó a Erick Salazar.
—¿Eso es todo lo que tienen hasta ahora? —el ojiverde lo miró con desdén—. No parece que hagan un buen trabajo.
—¿Pero qué…?
—Dice que fue Omar Acosta, pero lo último que supe era que estaba en el hospital… —Alejandro interrumpió al inspector—. Si realmente fue así, deberían haber ido a buscarlo y hablar con su familia, porque obviamente, tuvo ayuda de alguien para salir de allá primero.
—Claro, enviamos a un equipo —aseguró el hombre—, pero…
—Dima, necesito hablar con el gobernador —Alejandro observó a su amigo—, que me pase a la línea directa con el secretario de seguridad pública.
—Kak skazhesh' —asintió el ruso y sacó su celular, buscando el número de contacto del hombre.
El inspector se sobresaltó por esas palabras.
—¡Iván! —Alejandro gritó y el moreno llegó casi corriendo.
—¡¿Qué pasó?!
—Necesito los contactos de mayor confianza de tu familia, en esta ciudad, ¡para ya!
—Ok, tranquilo, déjame hablarle a mi padre —Iván sacó su celular y se apartó.
Alejandro devolvió sus pasos y fue hasta David, quien acompañaba a Luis y sus padres; la madre de Luis estaba llorando en silencio y su padre buscaba entre todas las carpetas.
—¿Qué es lo que buscan? —preguntó el rubio al llegar a su lado.
—Cuando no nos dejaron salir —respondió Emiliano—, hicieron que mis trabajadores se reunieran en un salón —explicó con nervios—, pero faltaba uno…
—¿Quién? —preguntó Luís, para poder ayudarle a buscar el archivo.
—Francisco Ozuna —dijo de inmediato.
—¿Paco? —Luis frunció el ceño—. Pero Paco no trabajaba hoy.
—¡Lo sé! —dijo con desespero—. Él me llamó y me pidió de favor, que le permitiera trabajar hoy, porque ocupaba el dinero —Emiliano estaba sumamente nervioso, así que sus feromonas de sándalo eran claramente perceptibles—. Realmente, no quiero creer que él hiciera algo así —negó.
Luís también estaba alterado, así que sus delicadas feromonas de Maple, fueron perceptibles no solo para David, sino incluso para sus amigos.
El de lentes sujetó el brazo de su pareja y lo apartó de forma disimulada, de dónde estaban sus padres— ¿qué ocurre? —preguntó en voz baja.
—Si uno de nuestros trabajadores está inmiscuido en esto —el labio inferior de Luis tembló—, estamos perdidos…
—¿De qué hablas? —David frunció el ceño.
—Mi familia se encarga de organizar los eventos para las familias más importantes de la ciudad —apretó los puños—, si ellos no se sienten seguros con nuestro servicio o si piensan que puede ocurrir esto de nuevo… —levantó el rostro fijando la mirada en los ojos grises—. Jamás nos recuperaremos.
David comprendió lo que el otro quería decirle y lo abrazó— tranquilo, todo va a salir bien, ¿de acuerdo?
—¡Aquí está! —Emiliano sacó una carpeta y se la extendió al inspector—. Esos son todos los datos de Francisco.
Antes de que el hombre lo sujetara, Alejandro le arrebató el folder y lo abrió.
—¿Pero qué se cree? ¡Está interfiriendo con una investigación!
—Dima… —dijo el rubio con voz seria, observando las hojas con detenimiento.
El pelirrojo le extendió el teléfono al inspector, era el secretario de seguridad pública del Estado; Alejandro acababa de decirle que él se encargaría y el hombre no pudo oponerse, así que le dio indicaciones al inspector de que solo apoyara al rubio e hiciera lo que le dijeran.
Alejandro regresó con sus amigos Dimitry, Iván y Fabián, ya que David se encontraba tratando de calmar a la familia de Luis.
—Este sujeto me es familiar —dijo el ojiverde con duda.
—La familia de Luís se encargó de varias fiestas a las que asistimos —Fabián observó la foto—, seguramente lo viste en ellas, atendiendo.
—Es posible… —el rubio señaló el género—. Es Beta, las feromonas de Erick y Agustín no le iban a provocar nada —apretó el puño—, debemos enviar a alguien a su casa, a ver qué encontramos.
—Ya tengo los contactos —anunció Iván—, mi padre dijo que le diera cinco minutos para hablarles y pedirles que nos ayudaran en todo lo que necesitáramos.
—Vamos a necesitar mucha ayuda si queremos acabar con esto rápido —Dimitry miró a Alejandro con seriedad.
—Lo primero es ir al hospital dónde estaba Omar Acosta, necesitamos saber qué fue lo que ocurrió y cómo salió de ahí.
—¿Tomaste el supresor? —indagó el pelirrojo con seriedad, volteando a ver a su compañero.
—Da —respondió el rubio con el puño cerca de su boca.
David miró de soslayo a Dimitri y este asintió; aunque sabía lo básico del ruso, el de lentes siempre prefería que el otro le confirmara.
—¿Qué sabes de la situación? —preguntó David sin dejar de mirar el camino.
—Sólo sé que Erick desapareció —sentenció Alejandro entre dientes.
—Me sorprende que la casa del General no tenga seguridad —el pelirrojo pasó la mano por su cabello—, siendo la clase de persona que es, no debería ser tan descuidado.
Alejandro cerró los parpados y repitió lo que su pareja le había dicho esa mañana— Erick dijo que nadie se atrevía a meterse con él.
—Entonces fue exceso de confianza —David chasqueó la lengua.
—¡Es un imbécil! —siseó el ojiverde.
David y Dima se miraron entre si y prefirieron guardar silencio, de lo contrario, Alejandro se enfurecería más.
Cuando el vehículo se acercó al acceso, se dieron cuenta que había varias patrullas obstruyendo el paso, haciendo un perímetro para mantener a la gente alejada, pues también había varios reporteros; a pesar de que había varias personas, David alcanzó a ver a Luís, discutiendo con un oficial y detuvo el auto.
—¡¿A dónde vas?! —preguntó Alejandro al ver que se bajaba de inmediato.
—Lo siento, ¡pero ese es mi Omega! —señaló y fue directamente hacia el otro.
Dimitry y Alejandro se bajaron también, siguiendo a su amigo y por ende, varios de sus trabajadores los siguieron, para brindarles protección. Los hombres vestidos de negro, alejaron a los reporteros, pues al ver a Alejandro acercarse, se aglomeraron intentando llegar hasta él.
—¡Tengo que ver a mi padre! —Luís estaba alterado, hablando con un policía—. ¡No pueden acusarlo de nada!
—Lo siento, pero tenemos ordenes, nadie entra, ni sale, por el momento.
—¡Luis! —David llegó hasta su pareja.
—David —el castaño se sorprendió—. ¿Qué haces aquí?
—¡¿Qué haces tú aquí?! —indagó el de lentes con rapidez—. Por ahora es un lugar peligroso.
—Están acusando a mis padres de la desaparición de Erick —miró los ojos grises con ansiedad—. Dicen que uno de nuestros empleados ayudó en el secuestro y… —pasó saliva con dificultad, estaba a punto de romperse, pero quería mantenerse fuerte—. Creen que mis padres también tienen que ver.
—¿Uno de sus trabajadores? —Alejandro se acercó hasta Luís—. ¡¿Estás seguro?!
—No sé bien —negó—, solo sé, lo que mi padre me dijo a grandes rasgos —señaló—. Me pidió traer todos los documentos de los empleados, pero no me dejan pasar.
—Ven, entrarás conmigo —David lo sujetó de la mano y miró a su amigo—. Alex, es hora de usar tus influencias.
Alejandro y Dimitry volvieron al vehículo en el que iban, mientras que David acompañó a Luís al suyo, pues en el asiento trasero llevaba varias carpetas con información de los trabajadores de su familia; varios guardaespaldas de Alejandro se quedaron ayudando en el perímetro, para evitar que los reporteros se acercaran e intentaran ingresar, pues a esa hora, la noticia de que el ‘Príncipe Omega’ había sido secuestrado y su hermano estaba en el hospital, ya estaba en todos los noticieros.
El vehículo de Alejandro se acercó a la entrada y dio su nombre, con ello, lo dejaron ingresar a la propiedad, junto con todos sus acompañantes. Apenas llegaron a la escalinata de acceso, el rubio bajó dando pasos largos y entrando a la mansión Salazar, en busca de su suegro, pero se encontró a varios policías que mantenían en un salón a personas que portaban uniforme de mozo, en otro salón a un hombre y una mujer, siendo interrogados y a Alonso Salazar, llamando por teléfono.
—¡¿Qué pasó?! —la voz fría de Alejandro llamó la atención de todos.
—¡Alejandro! —el militar tembló—. Manténgame informado, debo colgar —dijo para su interlocutor y bajó de inmediato el celular, yendo hasta el rubio—. Estaba hablando con un amigo, le pedí que enviara información a los puestos de control militar, en caso de que quieran sacar a mi hijo de la ciudad.
—¡Estoy esperando una respuesta, General! —gruñó el rubio—. ¡¿Qué fue lo que sucedió?!
Pese a que había tomado el inhibidor y tenía pleno control de sus feromonas, estaba tan furioso que su aura estaba llena de un olor a cedro y lograba que los Alfa que estaban ahí, se dieran cuenta de su ira.
—No lo sabemos con exactitud —dijo otro sujeto, que se acercó—. Soy el inspector en Jefe, Joel Escamilla —se presentó de inmediato—. Me estoy encargando de este caso y por el momento, los peritos e investigadores, han concluido que Omar Acosta tuvo ayuda de alguien del servicio, entró a la casa, les dio un sedante a los hijos del General Salazar y se llevó a Erick Salazar.
—¿Eso es todo lo que tienen hasta ahora? —el ojiverde lo miró con desdén—. No parece que hagan un buen trabajo.
—¿Pero qué…?
—Dice que fue Omar Acosta, pero lo último que supe era que estaba en el hospital… —Alejandro interrumpió al inspector—. Si realmente fue así, deberían haber ido a buscarlo y hablar con su familia, porque obviamente, tuvo ayuda de alguien para salir de allá primero.
—Claro, enviamos a un equipo —aseguró el hombre—, pero…
—Dima, necesito hablar con el gobernador —Alejandro observó a su amigo—, que me pase a la línea directa con el secretario de seguridad pública.
—Kak skazhesh' —asintió el ruso y sacó su celular, buscando el número de contacto del hombre.
El inspector se sobresaltó por esas palabras.
—¡Iván! —Alejandro gritó y el moreno llegó casi corriendo.
—¡¿Qué pasó?!
—Necesito los contactos de mayor confianza de tu familia, en esta ciudad, ¡para ya!
—Ok, tranquilo, déjame hablarle a mi padre —Iván sacó su celular y se apartó.
Alejandro devolvió sus pasos y fue hasta David, quien acompañaba a Luis y sus padres; la madre de Luis estaba llorando en silencio y su padre buscaba entre todas las carpetas.
—¿Qué es lo que buscan? —preguntó el rubio al llegar a su lado.
—Cuando no nos dejaron salir —respondió Emiliano—, hicieron que mis trabajadores se reunieran en un salón —explicó con nervios—, pero faltaba uno…
—¿Quién? —preguntó Luís, para poder ayudarle a buscar el archivo.
—Francisco Ozuna —dijo de inmediato.
—¿Paco? —Luis frunció el ceño—. Pero Paco no trabajaba hoy.
—¡Lo sé! —dijo con desespero—. Él me llamó y me pidió de favor, que le permitiera trabajar hoy, porque ocupaba el dinero —Emiliano estaba sumamente nervioso, así que sus feromonas de sándalo eran claramente perceptibles—. Realmente, no quiero creer que él hiciera algo así —negó.
Luís también estaba alterado, así que sus delicadas feromonas de Maple, fueron perceptibles no solo para David, sino incluso para sus amigos.
El de lentes sujetó el brazo de su pareja y lo apartó de forma disimulada, de dónde estaban sus padres— ¿qué ocurre? —preguntó en voz baja.
—Si uno de nuestros trabajadores está inmiscuido en esto —el labio inferior de Luis tembló—, estamos perdidos…
—¿De qué hablas? —David frunció el ceño.
—Mi familia se encarga de organizar los eventos para las familias más importantes de la ciudad —apretó los puños—, si ellos no se sienten seguros con nuestro servicio o si piensan que puede ocurrir esto de nuevo… —levantó el rostro fijando la mirada en los ojos grises—. Jamás nos recuperaremos.
David comprendió lo que el otro quería decirle y lo abrazó— tranquilo, todo va a salir bien, ¿de acuerdo?
—¡Aquí está! —Emiliano sacó una carpeta y se la extendió al inspector—. Esos son todos los datos de Francisco.
Antes de que el hombre lo sujetara, Alejandro le arrebató el folder y lo abrió.
—¿Pero qué se cree? ¡Está interfiriendo con una investigación!
—Dima… —dijo el rubio con voz seria, observando las hojas con detenimiento.
El pelirrojo le extendió el teléfono al inspector, era el secretario de seguridad pública del Estado; Alejandro acababa de decirle que él se encargaría y el hombre no pudo oponerse, así que le dio indicaciones al inspector de que solo apoyara al rubio e hiciera lo que le dijeran.
Alejandro regresó con sus amigos Dimitry, Iván y Fabián, ya que David se encontraba tratando de calmar a la familia de Luis.
—Este sujeto me es familiar —dijo el ojiverde con duda.
—La familia de Luís se encargó de varias fiestas a las que asistimos —Fabián observó la foto—, seguramente lo viste en ellas, atendiendo.
—Es posible… —el rubio señaló el género—. Es Beta, las feromonas de Erick y Agustín no le iban a provocar nada —apretó el puño—, debemos enviar a alguien a su casa, a ver qué encontramos.
—Ya tengo los contactos —anunció Iván—, mi padre dijo que le diera cinco minutos para hablarles y pedirles que nos ayudaran en todo lo que necesitáramos.
—Vamos a necesitar mucha ayuda si queremos acabar con esto rápido —Dimitry miró a Alejandro con seriedad.
—Lo primero es ir al hospital dónde estaba Omar Acosta, necesitamos saber qué fue lo que ocurrió y cómo salió de ahí.
Erick sentía su cuerpo caliente; su respiración era agitada, pero se movía con pesadez sobre las sábanas. El afrodisiaco ya había hecho efecto y sus feromonas se liberaban inundando la habitación, en una forma de llamar a Alejandro para que calmara su deseo, pero sin conseguirlo.
Omar regresó a la habitación, no podía percibir el olor de Erick, así que entró con toda confianza, llevando un par de copas en la mano; al escuchar la respiración desacompasada del otro y ver sus mejillas encendidas por el calor, sonrió.
—Parece que ya estás listo, mi amor…
Erick tenía la mente nublada, ni siquiera podía entender las palabras de su captor, ya que la mayoría de sus sentidos estaban afectados por la droga que le había provocado el celo. A diferencia de un celo normal o un celo provocado por feromonas Alfa, dónde el Omega tiene todos sus sentidos más receptivos para unirse a su pareja, esa droga le producía efectos contrarios.
Omar se sentó en la cama y dejó las copas en un buró; su mano se movió y acarició la mejilla de Erick, quien al principio buscó el contacto, pero al percibir otro olor, que no era el que ansiaba, se apartó lo más rápido que pudo.
—¿Sabes, Erick…? —Omar movió las manos y soltó las muñecas del ojiazul—. Realmente quiero que nuestra primera vez sea agradable para ambos…
Al sentir sus manos libres, Erick intentó incorporarse, pero todo en la habitación daba vueltas y no podía mantener el equilibrio, así que volvió a tumbarse contra la cama.
—Brindemos por nosotros…
Omar acercó una copa al pelinegro, pero Erick manoteó y logró que el otro tirara el contenido encima de la ropa que le había colocado.
—¡Deja de resistirte! —el dorso de la mano libre de Omar se estampó contra una mejilla de Erick, quien se quejó ante el golpe—. Estoy tratando de ser paciente contigo, Erick, ¡pero no me dejas alternativas!
Agarró la copa que aún quedaba llena y vertió el vino en su boca, luego se subió sobre el cuerpo de Erick, lo apresó de las muñecas y lo besó, depositando el líquido en la boca de su presa. Erick intentó resistirse, pero no tenía fuerza; tragó gran parte del líquido, aunque algo resbaló por la comisura de sus labios, casi a la par que un par de lágrimas escapaban de sus ojos.
La acción y el sabor le parecían desagradables, pues a pesar de su estado, él si podía percibir las feromonas de Omar y le causaban nauseas.
—Por fin puedo besarte —la voz de Omar era ansiosa y bajó por el mentón de Erick, repartiendo besos y lamidas obscenas.
El ojiazul quería huir de ahí, apartarse de esa lengua húmeda que parecía una babosa recorriendo su piel y dejando un rastro desagradable por la misma, pero se sentía tan débil que solo podía llorar.
Omar se apartó un momento y de un tirón, rompió el vestido que Erick portaba, dejando su torso desnudo; sus manos temblaron al acercarse a la piel y cuando al final la alcanzó, sonrió emocionado.
—Tan suave… Tan tibio… Tan… Mío… —dijo con deseo y se inclinó hasta uno de los pezones succionando con avidez.
—No… No… —Erick negó, quería apartar al otro e intentó mover las manos, pero Omar las volvió a inmovilizar con rapidez.
—Vamos, cariño —relamió sus labios y pasó al otro pezón—, ¡seré bueno! —señaló con orgullo—. Te haré tocar el cielo y sabrás lo que es estar en la gloria.
—No… —Erick hizo un gesto de desagrado—. No quiero —musitó y un nudo se formó en su garganta, mientras Omar lo terminaba de desnudar, poco a poco.
Cuando el vestido quedó de lado, Omar se deleitó con la vista; sus ojos castaños repasaron cada centímetro de la piel de Erick y aunque tenía algunas marcas rojizas, no le importó.
—Yo te cubriré de mis marcas, mi amor —sonrió emocionado.
Las manos de Omar se movieron a las piernas de Erick, separándolas con lentitud, observando su parte íntima como un lobo hambriento; había un poco de líquido escapando, debido al celo provocado y por ello, llevó sus dedos a la delicada entrada, palpando esa tibia humedad.
—Me deseas, tanto como yo a ti…
—No —Erick intentó negar.
—Claro que sí —Omar se abrió el pantalón y liberó su erección—, no puedes mentirme Erick…
—No… No…
—Dilo Erick, di lo que deseas y te complaceré —insistió el castaño, ansioso de escuchar su nombre de los labios de su ex esposo.
Erick apretó los labios, pero no pudo más— Alex —musitó.
Los ojos castaños de Omar, se abrieron con sorpresa— ¿qué? —preguntó con voz fría.
—Solo… quiero a… Alex —repitió Erick, tratando de mantenerse firme, pese a que se encontraba llorando.
Omar apretó la quijada y sin pensar, llevó ambas manos al cuello de Erick, apretando con fuerza.
—Tienes que decir mi nombre, ¡di mi nombre Erick! —exigió, sin controlar su ira—. ¡Tienes que decir mi nombre!
El ojiazul no podía respirar, abrió su boca para tratar de llevar algo de aire a sus pulmones pero no pudo; sentía que poco a poco estaba perdiendo el conocimiento y sus ojos casi se ponen en blanco, cuando Omar apartó las manos, dejando que respirara de nuevo. Erick tosió un poco y pudo respirar una vez más.
—Está bien, Erick, no te preocupes —Omar suavizó su tono de voz—. Poco a poco te acostumbrarás a decir mi nombre —sonrió y acarició la piel del cuello que estaba roja por el trato que le había dado momentos antes—, aprenderás que solo puedes llamarme a mí, sólo a mi… Y sé cómo hacerlo.
Las manos de Omar sujetaron la cintura de Erick, colocó la punta de su miembro en la entrada y sin previa preparación, ingresó al interior de su pareja.
Erick hizo el rostro para atrás; le dolía y ni siquiera pudo gritar, pues aún le dolía el cuello y garganta, por lo que Omar le había hecho con antelación.
—¡Delicioso! —Omar se inclinó hasta estar cerca del rostro de Erick—. He estado con muchos Omega, pero jamás me he sentido así —pasó la lengua por los labios sonrojados—. Es tan cálido y estrecho —bajó al cuello y mordió con saña—, eres el mejor Erick… lo sabía, por eso eres mi esposo —dijo con orgullo—. Ahora, es momento de que lo aceptes también…
Erick sentía asco y repulsión. El olor de Omar le revolvía el estómago, pero no podía defenderse; estaba a merced del otro, aunque estaba seguro que no importara lo que le hiciera, jamás lo llamaría a él, pues en su mente y corazón, solo había un nombre grabado y ese era ‘Alejandro’.
Omar regresó a la habitación, no podía percibir el olor de Erick, así que entró con toda confianza, llevando un par de copas en la mano; al escuchar la respiración desacompasada del otro y ver sus mejillas encendidas por el calor, sonrió.
—Parece que ya estás listo, mi amor…
Erick tenía la mente nublada, ni siquiera podía entender las palabras de su captor, ya que la mayoría de sus sentidos estaban afectados por la droga que le había provocado el celo. A diferencia de un celo normal o un celo provocado por feromonas Alfa, dónde el Omega tiene todos sus sentidos más receptivos para unirse a su pareja, esa droga le producía efectos contrarios.
Omar se sentó en la cama y dejó las copas en un buró; su mano se movió y acarició la mejilla de Erick, quien al principio buscó el contacto, pero al percibir otro olor, que no era el que ansiaba, se apartó lo más rápido que pudo.
—¿Sabes, Erick…? —Omar movió las manos y soltó las muñecas del ojiazul—. Realmente quiero que nuestra primera vez sea agradable para ambos…
Al sentir sus manos libres, Erick intentó incorporarse, pero todo en la habitación daba vueltas y no podía mantener el equilibrio, así que volvió a tumbarse contra la cama.
—Brindemos por nosotros…
Omar acercó una copa al pelinegro, pero Erick manoteó y logró que el otro tirara el contenido encima de la ropa que le había colocado.
—¡Deja de resistirte! —el dorso de la mano libre de Omar se estampó contra una mejilla de Erick, quien se quejó ante el golpe—. Estoy tratando de ser paciente contigo, Erick, ¡pero no me dejas alternativas!
Agarró la copa que aún quedaba llena y vertió el vino en su boca, luego se subió sobre el cuerpo de Erick, lo apresó de las muñecas y lo besó, depositando el líquido en la boca de su presa. Erick intentó resistirse, pero no tenía fuerza; tragó gran parte del líquido, aunque algo resbaló por la comisura de sus labios, casi a la par que un par de lágrimas escapaban de sus ojos.
La acción y el sabor le parecían desagradables, pues a pesar de su estado, él si podía percibir las feromonas de Omar y le causaban nauseas.
—Por fin puedo besarte —la voz de Omar era ansiosa y bajó por el mentón de Erick, repartiendo besos y lamidas obscenas.
El ojiazul quería huir de ahí, apartarse de esa lengua húmeda que parecía una babosa recorriendo su piel y dejando un rastro desagradable por la misma, pero se sentía tan débil que solo podía llorar.
Omar se apartó un momento y de un tirón, rompió el vestido que Erick portaba, dejando su torso desnudo; sus manos temblaron al acercarse a la piel y cuando al final la alcanzó, sonrió emocionado.
—Tan suave… Tan tibio… Tan… Mío… —dijo con deseo y se inclinó hasta uno de los pezones succionando con avidez.
—No… No… —Erick negó, quería apartar al otro e intentó mover las manos, pero Omar las volvió a inmovilizar con rapidez.
—Vamos, cariño —relamió sus labios y pasó al otro pezón—, ¡seré bueno! —señaló con orgullo—. Te haré tocar el cielo y sabrás lo que es estar en la gloria.
—No… —Erick hizo un gesto de desagrado—. No quiero —musitó y un nudo se formó en su garganta, mientras Omar lo terminaba de desnudar, poco a poco.
Cuando el vestido quedó de lado, Omar se deleitó con la vista; sus ojos castaños repasaron cada centímetro de la piel de Erick y aunque tenía algunas marcas rojizas, no le importó.
—Yo te cubriré de mis marcas, mi amor —sonrió emocionado.
Las manos de Omar se movieron a las piernas de Erick, separándolas con lentitud, observando su parte íntima como un lobo hambriento; había un poco de líquido escapando, debido al celo provocado y por ello, llevó sus dedos a la delicada entrada, palpando esa tibia humedad.
—Me deseas, tanto como yo a ti…
—No —Erick intentó negar.
—Claro que sí —Omar se abrió el pantalón y liberó su erección—, no puedes mentirme Erick…
—No… No…
—Dilo Erick, di lo que deseas y te complaceré —insistió el castaño, ansioso de escuchar su nombre de los labios de su ex esposo.
Erick apretó los labios, pero no pudo más— Alex —musitó.
Los ojos castaños de Omar, se abrieron con sorpresa— ¿qué? —preguntó con voz fría.
—Solo… quiero a… Alex —repitió Erick, tratando de mantenerse firme, pese a que se encontraba llorando.
Omar apretó la quijada y sin pensar, llevó ambas manos al cuello de Erick, apretando con fuerza.
—Tienes que decir mi nombre, ¡di mi nombre Erick! —exigió, sin controlar su ira—. ¡Tienes que decir mi nombre!
El ojiazul no podía respirar, abrió su boca para tratar de llevar algo de aire a sus pulmones pero no pudo; sentía que poco a poco estaba perdiendo el conocimiento y sus ojos casi se ponen en blanco, cuando Omar apartó las manos, dejando que respirara de nuevo. Erick tosió un poco y pudo respirar una vez más.
—Está bien, Erick, no te preocupes —Omar suavizó su tono de voz—. Poco a poco te acostumbrarás a decir mi nombre —sonrió y acarició la piel del cuello que estaba roja por el trato que le había dado momentos antes—, aprenderás que solo puedes llamarme a mí, sólo a mi… Y sé cómo hacerlo.
Las manos de Omar sujetaron la cintura de Erick, colocó la punta de su miembro en la entrada y sin previa preparación, ingresó al interior de su pareja.
Erick hizo el rostro para atrás; le dolía y ni siquiera pudo gritar, pues aún le dolía el cuello y garganta, por lo que Omar le había hecho con antelación.
—¡Delicioso! —Omar se inclinó hasta estar cerca del rostro de Erick—. He estado con muchos Omega, pero jamás me he sentido así —pasó la lengua por los labios sonrojados—. Es tan cálido y estrecho —bajó al cuello y mordió con saña—, eres el mejor Erick… lo sabía, por eso eres mi esposo —dijo con orgullo—. Ahora, es momento de que lo aceptes también…
Erick sentía asco y repulsión. El olor de Omar le revolvía el estómago, pero no podía defenderse; estaba a merced del otro, aunque estaba seguro que no importara lo que le hiciera, jamás lo llamaría a él, pues en su mente y corazón, solo había un nombre grabado y ese era ‘Alejandro’.
Alejandro llegó al hospital, dónde se suponía que estaba Omar Acosta; Dimitry, Fabian, Iván y David lo acompañaban, pues ya habían evitado que la familia Jiménez se viera inmiscuida en el asunto y aunque sus trabajadores iban a ser investigados, era obvio que no tenían nada que ver con lo ocurrido y David le prometió a Luís que él se encargaría de cualquier cosa, para que su familia no se viera afectada.
Cuando llegaron al acceso, se encontraron a Julián y Miguel, pues era el mismo hospital dónde estaba Agustín.
—¿Qué pasó? —preguntó el rubio de inmediato.
—Guti no ha despertado —anunció el castaño con ira contenida.
—El médico dice que el sedante que bebió fue fuerte, pero aunque esos efectos ya debieron haber pasado, ellos lo sedaron medicamente —prosiguió Miguel con el informe—, debido a que también lo golpearon, al punto de que una de sus costillas resultó con una pequeña fisura, necesitan hacerle más estudios para ver que solo sea eso y no tenga otro daño interno.
—Si resultó con una fisura en la costilla, el que lo golpeó era muy fuerte —Iván pasó la mano por su cabello.
—¿Por qué no estás con él? —preguntó el ruso para Julián.
—Su abuela lo acompaña y yo le prometí que iba a buscar al infeliz que le había hecho eso, para hacerlo pagar —dijo con frialdad.
—¿Saben algo de Omar Acosta? —indagó Fabián con rapidez.
—No nos dieron información —negó Miguel—, pero alguien la está consiguiendo por nosotros…
En ese momento la puerta del acceso se abrió; Marcel apareció con una coleta alta y un traje sastre de pantalón; tenía un porte y parecido con su madre, que cualquiera diría que era Liam en persona.
Llevaba el celular cerca de su oreja— lo entiendo señor Ulises, en un momento subiré a verlo, no se preocupe… Ya estoy en el hospital —llegó al lado de Miguel y colgó antes de darle un beso efímero en los labios—. Los padres de Omar están desesperados —dijo con rapidez, buscando la mirada de Alejandro —no encuentran a Omar desde la mañana y no hay nadie en la ciudad que quiera ayudarles —suspiró y acomodó sus gafas—, dijo que había sido una bendición que yo le marcara —miró a Miguel con nervios, pues si lo había hecho, fue porque su prometido le pidió ayuda para resolver la situación de Erick.
—¿Saben lo de Erick? —Alejandro entrecerró los ojos.
—No —negó—. No se los quise decir por teléfono, además, todo el piso dónde estaba Omar, fue cerrado desde la mañana —señaló.
—¿Cómo accederemos entonces? —David miró a Marcel con curiosidad.
—Tengo mis contactos, esperen un momento —Marcel sonrió y caminó a la recepción principal, chocando los tacones contra el piso.
Alejandro sabía que él apenas estaba llegando a esa ciudad y no podía confiar en muchas personas, pero esperaba poder confiar en el novio de Miguel, al menos ahí en el hospital, porque en el exterior, sus pocos trabajadores y los contactos de la familia de Iván, ya habían ido a buscar a Francisco Ozuna.
Marcel aún estaba en la recepción, cuando un elevador especial, que era solo para personal autorizado, se abrió y un joven Alfa salió casi corriendo, yendo hacia el castaño.
—¡Marcel! —dijo con ensoñación.
—¡Gera! —el de lentes sonrió amable—. Apenas le estaba diciendo a la chica que te avisara de mi visita —señaló a la recepcionista.
—Alguien de seguridad te vio, me avisó y ¡me apresuré a bajar! —el chico le sujetó la mano y le besó el dorso—. Hacía mucho que no venías a verme.
Miguel observaba la escena y apretó los puños, antes de intentar dar el paso; Julián lo detuvo del hombro con fuerza.
—Es mejor que no hagas nada, ahorita él está tratando de ayudarnos —señaló su amigo, a sabiendas que el otro estaba celoso.
—Oh, Gera… —Marcel ladeó el rostro—. Ya sabes que siempre estoy ocupado y especialmente ahora, que… bueno, no sé si sepas, pero estoy comprometido.
—¡¿Comprome… qué?!
El de lentes sonrió. Era obvio para muchos que Miguel Domínguez, quien se suponía era un primo de Alejandro de León, estaba interesado en él, pero debido a que su compromiso no había sido anunciado abiertamente, nadie sabía que eran pareja de manera formal y aunado a que todos sabían de su actitud con los Alfa y sus relaciones, las cuales nunca duraban más de un par de semanas, todos esperaban que esa novedad de Marcel, acabara pronto.
—Sí —Marcel asintió—, de hecho —hizo a un lado su cabello y mostró su cuello—, mi pareja ya me marcó.
Gerardo apartó la mano de inmediato; él también era Alfa y lógicamente sabía lo que era meterse con la familia De León en ese momento.
—Oh… Yo no… No lo sabía —pasó saliva con nervios.
—Pero seguimos siendo amigos, ¿no es así? —el de lentes pestañeó insistente.
—Claro… —la sonrisa del joven tembló.
—Bien, siendo así… —el castaño sujetó el brazo de Gerardo y lo llevó hacia el acceso, dónde aún estaban Alejandro y sus amigos.
Gerardo sintió que empequeñecía al ver a todos esos Alfa juntos y especialmente al ver la mirada asesina de Miguel.
—Alex —Marcel llegó hasta el rubio—, él es Gerardo Laguna, médico especializado, con una maestría en otorrinolaringología, es el hijo del director general y dueño de este hospital, el Doctor Rodrigo Laguna —anunció con diversión—. Seguramente lo viste en alguna fiesta, pero como la mayoría de las familias te presentaban a sus hijos Omega, no tuviste oportunidad de entablar conversación con él, ya que Gera, es Alfa —obvió divertido y luego se giró a ver al joven médico—. Gerardo, él es —hizo un ademán con la mano hacia el rubio—, Alejandro De León, hijo del magnate hotelero, Diego de León, quien ganó la concesión de inversión en este estado —especificó— y necesita un favor…
Gerardo intentó pasar saliva pero tenía la boca seca. Alejandro extendió la mano, ofreciéndosela para un saludo cordial.
—Un placer —dijo el ojiverde.
El médico tembló, pero acercó la mano y la estrechó, sintiendo que estaba haciendo un pacto con el demonio— igualmente —su voz apenas salió, así que carraspeó—. Dígame, joven De León, ¿qué es lo que necesita?
—Necesito acceso al piso que en este momento tienen cerrado, por la desaparición de Omar Acosta.
—¿Cómo sabe que…?
—Soy amigo de la familia Acosta —intervino Marcel—, el señor Ulises está desesperado y dice que no han hecho anuncios, porque la seguridad de este hospital, estaría en entredicho —comentó con fingida inocencia—. Pero el hecho de que un paciente inestable, como Omar Acosta, haya desaparecido, ¿no crees que es algo sumamente grave?
—Sí, lo sé —Gerardo asintió—, pero por eso nuestra seguridad está encargándose, Marcel, además, mi padre seguramente se molestaría si dejo pasar a otras personas a ese lugar…
Alejandro apretó los puños, pero Marcel se puso frente al rubio, miró fijamente a los ojos de Gerardo y liberó ligeramente sus feromonas de azahar.
—Gera, en serio, será mucho peor después —dijo con seriedad, tratando de persuadirlo.
—¿Por qué?
—Erick Salazar desapareció…
—Sí, lo vi en las noticias —asintió el médico.
—Bueno, hay testigos que dicen que fue Omar —habló en voz baja— y si este hospital no ayuda con las investigaciones, ¿no crees que será contraproducente para ustedes?
Los ojos de Gerardo se abrieron con susto. Si Omar Acosta escapó de ese hospital y su seguridad no solo no pudo evitarlo, sino que debido a sus acciones, entorpecieron la búsqueda de Erick Salazar, quien se suponía era prometido de Alejandro de León, estarían completamente acabados.
—De acuerdo —asintió—, le avisaré a mi padre…
Se apartó un momento y sacó su celular, marcando el número del director del hospital.
Marcel se giró, dispersando sus feromonas y miró a Alejandro— a veces, es mejor usar la diplomacia, que la fuerza —dijo con seriedad.
Los ojos verdes lo miraron con seriedad y luego sonrió— eres bueno —dijo con amabilidad—, más de lo que imaginaba.
—Les dije que tenía mis contactos —Marcel sonrió con orgullo y le dedicó una mirada a Miguel— y tú, no te enojes, esto es solo por ayudar a Erick, ¿de acuerdo?
El pelinegro respiró profundamente— de acuerdo —dijo fríamente—, pero solo por ahora —especificó, ya que no le gustó en lo absoluto, la manera en la que el médico había recibido a su prometido.
Minutos después, Gerardo se acercó nuevamente— mi padre dijo que pusiera a su disposición todo lo que ocupara, el vendrá en una hora aproximadamente —anunció.
—Gracias —Alejandro asintió y volteó a ver a sus compañeros—. Juls, Mike, vayan a la habitación de seguridad y revisen las cintas de video, Omar Acosta debió tener ayuda para salir —señaló con seriedad—. Dima, David, Iván, Fabián, Marcel y yo, iremos al piso dónde se suponía que estaba, ya que debemos hablar con sus padres.
—De acuerdo —dijeron todos.
—Yo los llevo al área de control de seguridad —dijo Gerardo e hizo una seña, llamando a una de las chicas de la recepción, quien se acercó con paso rápido—. Sara, lleva a los jóvenes al piso cerrado, por favor, solo a ellos y nadie más.
—Cómo diga, doctor Laguna.
—Síganme, por favor —Gerardo hizo un ademán para señalar el camino hacia el área de seguridad.
Julián lo siguió de inmediato, pero Miguel sujetó a Marcel de la cintura y lo besó con fuerza, algo que el castaño no rechazó, al contrario, acarició los mechones negros con sus dedos y cuando se apartaron se relamió los labios.
—Cuídate… —dijo el de lentes.
—Claro, pero tú debes cuidarte más —Miguel le acarició la mejilla y luego buscó la mirada de Alejandro—. Alex…
—No le va a pasar nada —dijo el rubio—, nosotros nos encargaremos de cuidarlo, te doy mi palabra.
Julián y Miguel siguieron al médico, mientras los demás subían al elevador exclusivo; la recepcionista usó su tarjeta de identificación y con ello pudo acceder al piso que querían. Al llegar al lugar, había varias enfermeras, un médico, gente del servicio y algunos miembros de seguridad del hospital. En una silla, estaba Ulises, llorando y a su lado, Jacobo trataba de consolarlo.
—¡Usted! —la voz de Alejandro se escuchó con frialdad.
Todos voltearon a ver hacia el pasillo de acceso, la mayoría de los presentes eran Betas, pero la familia de Omar y los recién llegados, no, esa fue la razón por la que percibieron las feromonas de cedro alteradas.
Jacobo pasó saliva y apenas logró apartarse de Ulises, cuando Alejandro llegó hasta él, lo sujetó de la camisa y lo golpeó contra una pared, logrando que el hombre se quejara.
—¡Se lo advertí! —siseó el rubio, mientras sus pupilas se alargaban y sus colmillos crecían—. Le dije que mantuviera a su hijo lejos de Erick o ¡no me haría responsable! —sentenció—. Ahora no espere mi ayuda, porque en cuanto lo tenga enfrente ¡voy a matarlo!
—¡Alex! —Dimitry y David fueron a tratar de apartarlo de Jacobo.
—¿Qué…? —Ulises estaba temblando en su lugar—. ¿Qué está pasando? —preguntó temeroso.
—No se preocupe, señor Acosta —Marcel se acercó a Ulises y le sujetó las manos—, todo va a estar bien —mintió, pues no sabía de lo que hablaba el rubio.
—Alejandro, ¡suéltalo! —las pupilas de Dimitry se alargaron y ejerció toda su fuerza para apartar a su amigo del hombre.
—¡No nos obligues a usar los medicamentos! —siseó David, quien también tenía sus pupilas alargadas.
Aunque ambos desplegaron sus feromonas y sabían que Alejandro había usado el supresor, les estaba costando mucho trabajo contenerlo. Iván y Fabián fueron hacia Jacobo y lo ayudaron a alejarse de Alejandro.
—¡¿Qué es lo que te sucede?! —preguntó el de lentes a su amigo.
—¡Llegué a un acuerdo con este sujeto! —el rubio señaló a Jacobo—. Le iba a ayudar a llevar a su hijo a Francia, a un tratamiento, a cambio de que no se acercara a Erick y ahora, ¡ese imbécil se lo llevó! —acusó—.Voy a matarlo cuando lo encuentre —dijo con frialdad—, ¡voy a destrozar cada parte de su maldito cuerpo y le haré pagar por cualquier mínima herida que le haya hecho a Erick! ¡¿Entendió?!
Todos voltearon a ver a Jacobo.
—¿Amor? —Ulises lo miró con susto—. ¿De qué habla este chico?
Jacobo pasó saliva y miró a su esposo— Erick dijo que nos ayudaría —su labio inferior tembló—, por eso me puso en contacto con Alejandro de León y él prometió ayudarnos con el tratamiento de Omar —explicó, pues con la desaparición de su hijo, no había tenido tiempo de explicarle a Ulises, lo que había ocurrido esa mañana—. Pero —levantó la mirada buscando los ojos verdes del rubio—, no sé a qué se refiere con que se lo llevó, ¡no sé de qué habla! —negó.
—Erick desapareció —Marcel fue el que habló—, parece que Omar se lo llevó y no sabemos a dónde, por eso vinimos a buscar información.
—No es cierto —Ulises negó—. Omar es capaz de muchas cosas, pero no creo que raptara a Erick…
—Lamentablemente, es así —Fabián también se acercó al Omega, pues lo conocía por su familia—. Señor Acosta, su hijo no solo se llevó a Erick, sino que lastimó a su hermano y ahora mismo, Agustín está en este hospital, siendo atendido por las heridas que recibió.
Ulises se cubrió la boca, ahogando un grito; aunque sabía que su hijo era capaz de muchas cosas, no sabía hasta qué punto llegaría por lograr sus metas obsesivas.
—¿Están seguros que fue Omar? —Jacobo aun quería pensar que Omar tenía algo de decencia.
—Sí —respondió Fabián—. Parece que Agustín lo señaló antes de perder la conciencia, por lo cual no tenemos dudas.
—¡Más vale que me digan dónde está! —gritó el rubio, tratando de ir nuevamente hacia Jacobo.
—¡Cálmate, Alex! —Dimitry aún estaba en alerta y lo interceptó, al igual que David.
—¿No te das cuenta que es obvio que no saben dónde está? —el de lentes lo miró seriamente—. Están tan perdidos como nosotros.
—Chicos, disculpen que me meta —Iván levantó la voz—, pero mientras discutían, estos caballeros me explicaron algunas cosas —señaló a los de seguridad y los trabajadores del hospital—. Parece que los aparatos que monitoreaban a Omar, fueron desactivados de la manera correcta, por lo cual, no dieron la alarma, así que, quien lo ayudó, era de este mismo hospital o alguien que sabe de eso —ladeó el rostro—, además, debió salir por el área de servicio, así que, necesitamos buscar por otro lado, porque al menos los presentes, no parecen tener nada que ver.
—¿Están seguros? —preguntó David con seriedad.
—No hay otra manera —respondió un hombre de seguridad—. No hay indicios de que la seguridad fuera vulnerada, pero no hemos encontrado a alguna pista, por eso cerramos este piso, mientras seguíamos investigando.
—¿Omar Acosta tuvo visitas hoy? —Dimitry habló con rapidez.
—No —una enfermera negó—. Estuvo en la cama hasta el cambio de turno a las siete de la mañana y fue verificado por el doctor Mejía —señaló al médico presente—, pero el horario de visitas inicia a las diez y nadie más vino a verlo.
—¿No lo tenían sedado? —insistió David.
—Estuvo muy tranquilo toda la noche —añadió otra enfermera—, aquí están las notas —extendió el informe.
—Esa fue la razón por lo que el suministro de sedantes fue disminuido a un mínimo —explicó el médico—, es el protocolo normal.
—¿Y le pusieron el sedante en la mañana? —David buscó al médico y este le dedicó una mirada a la enfermera.
—La enfermera del turno nocturno, se lo puso antes de retirarse —respondió la joven.
—¿Está segura? —Iván presionó.
—Pues está aquí, en el expediente —insistió la chica—. Si ella no se lo puso… Entonces… No tenía sedante, porque yo no le puse, ya que no debemos poner doble dosis.
—Hay que buscar a los del turno nocturno —señaló un miembro de seguridad.
—¿Dónde está el archivo de visitas? —preguntó Fabián.
—Es un archivo digital —una enfermera señaló la computadora de la estación, que servía como recepción.
—¿Podemos revisarlo? —Iván caminó hasta ahí.
—Sí, pero hoy no hubo visitas —dijo la enfermera con obviedad—, está en blanco.
Iván sonrió— no las visitas de hoy, sino las de ayer…
El moreno se sentó y la chica le ayudó a abrir los archivos, revisando los accesos del día anterior.
—¿Erick Salazar?
La voz de Iván llamó la atención de todos y Alejandro corrió hasta la computadora.
—Erick no vino a verlo, eso es seguro —afirmó.
—Aquí dice que Erick Salazar, vino a verlo ayer, minutos después de las seis, cuando el horario de visitas ya había acabado —señaló la pantalla—, pero al ser su esposo, le permitieron verlo un momento.
—Es imposible —Alejandro negó—, a esa hora ya estábamos en la fiesta.
—Alguien más se hizo pasar por Erick —obvió Fabián.
El sonido de un celular se escuchó y Alejandro respondió de inmediato.
—¿Qué pasó? —dijo fríamente al saber que era Julián.
—“Alex, en las grabaciones de ayer, se muestra que un chico de cabello negro vino a ver a Omar, de espaldas parece Erick, pero obviamente no es…”
La respiración de Alejandro se agitó— continua —dijo con seriedad.
—“Miguel encontró otra grabación de las secciones de servicio, tal parece que es una zona con poca seguridad y ni siquiera la habían tomado en cuenta…” —prosiguió el otro—. “Es de hoy y aunque intentó ocultarse de las cámara, en algunos instantes, aparece Omar Acosta, así que trazamos su camino y primero escapó de la habitación con ayuda de alguien del servicio…” —explicó—. “Ese sujeto le entregó ropa, se cambió en la lavandería y salió por la puerta de atrás, con el acceso de esa persona, ya que se fueron juntos…”
—Ya sabemos cómo salió… ahora solo confirma quien se hizo pasar por Erick…
—“Trae lentes grandes y oscuros, pero puedo apostar que es Jair Páez…”
Alejandro rechinó los dientes; desde que le había dicho de alguien de cabello negro que por detrás parecía Erick y además, que había tenido la osadía de usar el nombre de su prometido, se lo había imaginado.
De un movimiento, golpeó la pared con su puño y todos a su alrededor se sorprendieron.
—Busquen todo lo que puedan —gruñó—, nosotros nos encargamos de ese sujeto…
Alejandro colgó y caminó hacia Jacobo, que abrazaba a Ulises.
—Su hijo, ya está muerto —sentenció—, más vale que se haga a la idea, porque le juro que no volverá a verlo con vida.
Ulises puso un gesto de terror y Jacobo sintió un nudo en la garganta.
—Vámonos —dijo el rubio con frialdad—, debemos buscar a Jair Páez, es la persona que me dirá dónde está Erick.
Cuando llegaron al acceso, se encontraron a Julián y Miguel, pues era el mismo hospital dónde estaba Agustín.
—¿Qué pasó? —preguntó el rubio de inmediato.
—Guti no ha despertado —anunció el castaño con ira contenida.
—El médico dice que el sedante que bebió fue fuerte, pero aunque esos efectos ya debieron haber pasado, ellos lo sedaron medicamente —prosiguió Miguel con el informe—, debido a que también lo golpearon, al punto de que una de sus costillas resultó con una pequeña fisura, necesitan hacerle más estudios para ver que solo sea eso y no tenga otro daño interno.
—Si resultó con una fisura en la costilla, el que lo golpeó era muy fuerte —Iván pasó la mano por su cabello.
—¿Por qué no estás con él? —preguntó el ruso para Julián.
—Su abuela lo acompaña y yo le prometí que iba a buscar al infeliz que le había hecho eso, para hacerlo pagar —dijo con frialdad.
—¿Saben algo de Omar Acosta? —indagó Fabián con rapidez.
—No nos dieron información —negó Miguel—, pero alguien la está consiguiendo por nosotros…
En ese momento la puerta del acceso se abrió; Marcel apareció con una coleta alta y un traje sastre de pantalón; tenía un porte y parecido con su madre, que cualquiera diría que era Liam en persona.
Llevaba el celular cerca de su oreja— lo entiendo señor Ulises, en un momento subiré a verlo, no se preocupe… Ya estoy en el hospital —llegó al lado de Miguel y colgó antes de darle un beso efímero en los labios—. Los padres de Omar están desesperados —dijo con rapidez, buscando la mirada de Alejandro —no encuentran a Omar desde la mañana y no hay nadie en la ciudad que quiera ayudarles —suspiró y acomodó sus gafas—, dijo que había sido una bendición que yo le marcara —miró a Miguel con nervios, pues si lo había hecho, fue porque su prometido le pidió ayuda para resolver la situación de Erick.
—¿Saben lo de Erick? —Alejandro entrecerró los ojos.
—No —negó—. No se los quise decir por teléfono, además, todo el piso dónde estaba Omar, fue cerrado desde la mañana —señaló.
—¿Cómo accederemos entonces? —David miró a Marcel con curiosidad.
—Tengo mis contactos, esperen un momento —Marcel sonrió y caminó a la recepción principal, chocando los tacones contra el piso.
Alejandro sabía que él apenas estaba llegando a esa ciudad y no podía confiar en muchas personas, pero esperaba poder confiar en el novio de Miguel, al menos ahí en el hospital, porque en el exterior, sus pocos trabajadores y los contactos de la familia de Iván, ya habían ido a buscar a Francisco Ozuna.
Marcel aún estaba en la recepción, cuando un elevador especial, que era solo para personal autorizado, se abrió y un joven Alfa salió casi corriendo, yendo hacia el castaño.
—¡Marcel! —dijo con ensoñación.
—¡Gera! —el de lentes sonrió amable—. Apenas le estaba diciendo a la chica que te avisara de mi visita —señaló a la recepcionista.
—Alguien de seguridad te vio, me avisó y ¡me apresuré a bajar! —el chico le sujetó la mano y le besó el dorso—. Hacía mucho que no venías a verme.
Miguel observaba la escena y apretó los puños, antes de intentar dar el paso; Julián lo detuvo del hombro con fuerza.
—Es mejor que no hagas nada, ahorita él está tratando de ayudarnos —señaló su amigo, a sabiendas que el otro estaba celoso.
—Oh, Gera… —Marcel ladeó el rostro—. Ya sabes que siempre estoy ocupado y especialmente ahora, que… bueno, no sé si sepas, pero estoy comprometido.
—¡¿Comprome… qué?!
El de lentes sonrió. Era obvio para muchos que Miguel Domínguez, quien se suponía era un primo de Alejandro de León, estaba interesado en él, pero debido a que su compromiso no había sido anunciado abiertamente, nadie sabía que eran pareja de manera formal y aunado a que todos sabían de su actitud con los Alfa y sus relaciones, las cuales nunca duraban más de un par de semanas, todos esperaban que esa novedad de Marcel, acabara pronto.
—Sí —Marcel asintió—, de hecho —hizo a un lado su cabello y mostró su cuello—, mi pareja ya me marcó.
Gerardo apartó la mano de inmediato; él también era Alfa y lógicamente sabía lo que era meterse con la familia De León en ese momento.
—Oh… Yo no… No lo sabía —pasó saliva con nervios.
—Pero seguimos siendo amigos, ¿no es así? —el de lentes pestañeó insistente.
—Claro… —la sonrisa del joven tembló.
—Bien, siendo así… —el castaño sujetó el brazo de Gerardo y lo llevó hacia el acceso, dónde aún estaban Alejandro y sus amigos.
Gerardo sintió que empequeñecía al ver a todos esos Alfa juntos y especialmente al ver la mirada asesina de Miguel.
—Alex —Marcel llegó hasta el rubio—, él es Gerardo Laguna, médico especializado, con una maestría en otorrinolaringología, es el hijo del director general y dueño de este hospital, el Doctor Rodrigo Laguna —anunció con diversión—. Seguramente lo viste en alguna fiesta, pero como la mayoría de las familias te presentaban a sus hijos Omega, no tuviste oportunidad de entablar conversación con él, ya que Gera, es Alfa —obvió divertido y luego se giró a ver al joven médico—. Gerardo, él es —hizo un ademán con la mano hacia el rubio—, Alejandro De León, hijo del magnate hotelero, Diego de León, quien ganó la concesión de inversión en este estado —especificó— y necesita un favor…
Gerardo intentó pasar saliva pero tenía la boca seca. Alejandro extendió la mano, ofreciéndosela para un saludo cordial.
—Un placer —dijo el ojiverde.
El médico tembló, pero acercó la mano y la estrechó, sintiendo que estaba haciendo un pacto con el demonio— igualmente —su voz apenas salió, así que carraspeó—. Dígame, joven De León, ¿qué es lo que necesita?
—Necesito acceso al piso que en este momento tienen cerrado, por la desaparición de Omar Acosta.
—¿Cómo sabe que…?
—Soy amigo de la familia Acosta —intervino Marcel—, el señor Ulises está desesperado y dice que no han hecho anuncios, porque la seguridad de este hospital, estaría en entredicho —comentó con fingida inocencia—. Pero el hecho de que un paciente inestable, como Omar Acosta, haya desaparecido, ¿no crees que es algo sumamente grave?
—Sí, lo sé —Gerardo asintió—, pero por eso nuestra seguridad está encargándose, Marcel, además, mi padre seguramente se molestaría si dejo pasar a otras personas a ese lugar…
Alejandro apretó los puños, pero Marcel se puso frente al rubio, miró fijamente a los ojos de Gerardo y liberó ligeramente sus feromonas de azahar.
—Gera, en serio, será mucho peor después —dijo con seriedad, tratando de persuadirlo.
—¿Por qué?
—Erick Salazar desapareció…
—Sí, lo vi en las noticias —asintió el médico.
—Bueno, hay testigos que dicen que fue Omar —habló en voz baja— y si este hospital no ayuda con las investigaciones, ¿no crees que será contraproducente para ustedes?
Los ojos de Gerardo se abrieron con susto. Si Omar Acosta escapó de ese hospital y su seguridad no solo no pudo evitarlo, sino que debido a sus acciones, entorpecieron la búsqueda de Erick Salazar, quien se suponía era prometido de Alejandro de León, estarían completamente acabados.
—De acuerdo —asintió—, le avisaré a mi padre…
Se apartó un momento y sacó su celular, marcando el número del director del hospital.
Marcel se giró, dispersando sus feromonas y miró a Alejandro— a veces, es mejor usar la diplomacia, que la fuerza —dijo con seriedad.
Los ojos verdes lo miraron con seriedad y luego sonrió— eres bueno —dijo con amabilidad—, más de lo que imaginaba.
—Les dije que tenía mis contactos —Marcel sonrió con orgullo y le dedicó una mirada a Miguel— y tú, no te enojes, esto es solo por ayudar a Erick, ¿de acuerdo?
El pelinegro respiró profundamente— de acuerdo —dijo fríamente—, pero solo por ahora —especificó, ya que no le gustó en lo absoluto, la manera en la que el médico había recibido a su prometido.
Minutos después, Gerardo se acercó nuevamente— mi padre dijo que pusiera a su disposición todo lo que ocupara, el vendrá en una hora aproximadamente —anunció.
—Gracias —Alejandro asintió y volteó a ver a sus compañeros—. Juls, Mike, vayan a la habitación de seguridad y revisen las cintas de video, Omar Acosta debió tener ayuda para salir —señaló con seriedad—. Dima, David, Iván, Fabián, Marcel y yo, iremos al piso dónde se suponía que estaba, ya que debemos hablar con sus padres.
—De acuerdo —dijeron todos.
—Yo los llevo al área de control de seguridad —dijo Gerardo e hizo una seña, llamando a una de las chicas de la recepción, quien se acercó con paso rápido—. Sara, lleva a los jóvenes al piso cerrado, por favor, solo a ellos y nadie más.
—Cómo diga, doctor Laguna.
—Síganme, por favor —Gerardo hizo un ademán para señalar el camino hacia el área de seguridad.
Julián lo siguió de inmediato, pero Miguel sujetó a Marcel de la cintura y lo besó con fuerza, algo que el castaño no rechazó, al contrario, acarició los mechones negros con sus dedos y cuando se apartaron se relamió los labios.
—Cuídate… —dijo el de lentes.
—Claro, pero tú debes cuidarte más —Miguel le acarició la mejilla y luego buscó la mirada de Alejandro—. Alex…
—No le va a pasar nada —dijo el rubio—, nosotros nos encargaremos de cuidarlo, te doy mi palabra.
Julián y Miguel siguieron al médico, mientras los demás subían al elevador exclusivo; la recepcionista usó su tarjeta de identificación y con ello pudo acceder al piso que querían. Al llegar al lugar, había varias enfermeras, un médico, gente del servicio y algunos miembros de seguridad del hospital. En una silla, estaba Ulises, llorando y a su lado, Jacobo trataba de consolarlo.
—¡Usted! —la voz de Alejandro se escuchó con frialdad.
Todos voltearon a ver hacia el pasillo de acceso, la mayoría de los presentes eran Betas, pero la familia de Omar y los recién llegados, no, esa fue la razón por la que percibieron las feromonas de cedro alteradas.
Jacobo pasó saliva y apenas logró apartarse de Ulises, cuando Alejandro llegó hasta él, lo sujetó de la camisa y lo golpeó contra una pared, logrando que el hombre se quejara.
—¡Se lo advertí! —siseó el rubio, mientras sus pupilas se alargaban y sus colmillos crecían—. Le dije que mantuviera a su hijo lejos de Erick o ¡no me haría responsable! —sentenció—. Ahora no espere mi ayuda, porque en cuanto lo tenga enfrente ¡voy a matarlo!
—¡Alex! —Dimitry y David fueron a tratar de apartarlo de Jacobo.
—¿Qué…? —Ulises estaba temblando en su lugar—. ¿Qué está pasando? —preguntó temeroso.
—No se preocupe, señor Acosta —Marcel se acercó a Ulises y le sujetó las manos—, todo va a estar bien —mintió, pues no sabía de lo que hablaba el rubio.
—Alejandro, ¡suéltalo! —las pupilas de Dimitry se alargaron y ejerció toda su fuerza para apartar a su amigo del hombre.
—¡No nos obligues a usar los medicamentos! —siseó David, quien también tenía sus pupilas alargadas.
Aunque ambos desplegaron sus feromonas y sabían que Alejandro había usado el supresor, les estaba costando mucho trabajo contenerlo. Iván y Fabián fueron hacia Jacobo y lo ayudaron a alejarse de Alejandro.
—¡¿Qué es lo que te sucede?! —preguntó el de lentes a su amigo.
—¡Llegué a un acuerdo con este sujeto! —el rubio señaló a Jacobo—. Le iba a ayudar a llevar a su hijo a Francia, a un tratamiento, a cambio de que no se acercara a Erick y ahora, ¡ese imbécil se lo llevó! —acusó—.Voy a matarlo cuando lo encuentre —dijo con frialdad—, ¡voy a destrozar cada parte de su maldito cuerpo y le haré pagar por cualquier mínima herida que le haya hecho a Erick! ¡¿Entendió?!
Todos voltearon a ver a Jacobo.
—¿Amor? —Ulises lo miró con susto—. ¿De qué habla este chico?
Jacobo pasó saliva y miró a su esposo— Erick dijo que nos ayudaría —su labio inferior tembló—, por eso me puso en contacto con Alejandro de León y él prometió ayudarnos con el tratamiento de Omar —explicó, pues con la desaparición de su hijo, no había tenido tiempo de explicarle a Ulises, lo que había ocurrido esa mañana—. Pero —levantó la mirada buscando los ojos verdes del rubio—, no sé a qué se refiere con que se lo llevó, ¡no sé de qué habla! —negó.
—Erick desapareció —Marcel fue el que habló—, parece que Omar se lo llevó y no sabemos a dónde, por eso vinimos a buscar información.
—No es cierto —Ulises negó—. Omar es capaz de muchas cosas, pero no creo que raptara a Erick…
—Lamentablemente, es así —Fabián también se acercó al Omega, pues lo conocía por su familia—. Señor Acosta, su hijo no solo se llevó a Erick, sino que lastimó a su hermano y ahora mismo, Agustín está en este hospital, siendo atendido por las heridas que recibió.
Ulises se cubrió la boca, ahogando un grito; aunque sabía que su hijo era capaz de muchas cosas, no sabía hasta qué punto llegaría por lograr sus metas obsesivas.
—¿Están seguros que fue Omar? —Jacobo aun quería pensar que Omar tenía algo de decencia.
—Sí —respondió Fabián—. Parece que Agustín lo señaló antes de perder la conciencia, por lo cual no tenemos dudas.
—¡Más vale que me digan dónde está! —gritó el rubio, tratando de ir nuevamente hacia Jacobo.
—¡Cálmate, Alex! —Dimitry aún estaba en alerta y lo interceptó, al igual que David.
—¿No te das cuenta que es obvio que no saben dónde está? —el de lentes lo miró seriamente—. Están tan perdidos como nosotros.
—Chicos, disculpen que me meta —Iván levantó la voz—, pero mientras discutían, estos caballeros me explicaron algunas cosas —señaló a los de seguridad y los trabajadores del hospital—. Parece que los aparatos que monitoreaban a Omar, fueron desactivados de la manera correcta, por lo cual, no dieron la alarma, así que, quien lo ayudó, era de este mismo hospital o alguien que sabe de eso —ladeó el rostro—, además, debió salir por el área de servicio, así que, necesitamos buscar por otro lado, porque al menos los presentes, no parecen tener nada que ver.
—¿Están seguros? —preguntó David con seriedad.
—No hay otra manera —respondió un hombre de seguridad—. No hay indicios de que la seguridad fuera vulnerada, pero no hemos encontrado a alguna pista, por eso cerramos este piso, mientras seguíamos investigando.
—¿Omar Acosta tuvo visitas hoy? —Dimitry habló con rapidez.
—No —una enfermera negó—. Estuvo en la cama hasta el cambio de turno a las siete de la mañana y fue verificado por el doctor Mejía —señaló al médico presente—, pero el horario de visitas inicia a las diez y nadie más vino a verlo.
—¿No lo tenían sedado? —insistió David.
—Estuvo muy tranquilo toda la noche —añadió otra enfermera—, aquí están las notas —extendió el informe.
—Esa fue la razón por lo que el suministro de sedantes fue disminuido a un mínimo —explicó el médico—, es el protocolo normal.
—¿Y le pusieron el sedante en la mañana? —David buscó al médico y este le dedicó una mirada a la enfermera.
—La enfermera del turno nocturno, se lo puso antes de retirarse —respondió la joven.
—¿Está segura? —Iván presionó.
—Pues está aquí, en el expediente —insistió la chica—. Si ella no se lo puso… Entonces… No tenía sedante, porque yo no le puse, ya que no debemos poner doble dosis.
—Hay que buscar a los del turno nocturno —señaló un miembro de seguridad.
—¿Dónde está el archivo de visitas? —preguntó Fabián.
—Es un archivo digital —una enfermera señaló la computadora de la estación, que servía como recepción.
—¿Podemos revisarlo? —Iván caminó hasta ahí.
—Sí, pero hoy no hubo visitas —dijo la enfermera con obviedad—, está en blanco.
Iván sonrió— no las visitas de hoy, sino las de ayer…
El moreno se sentó y la chica le ayudó a abrir los archivos, revisando los accesos del día anterior.
—¿Erick Salazar?
La voz de Iván llamó la atención de todos y Alejandro corrió hasta la computadora.
—Erick no vino a verlo, eso es seguro —afirmó.
—Aquí dice que Erick Salazar, vino a verlo ayer, minutos después de las seis, cuando el horario de visitas ya había acabado —señaló la pantalla—, pero al ser su esposo, le permitieron verlo un momento.
—Es imposible —Alejandro negó—, a esa hora ya estábamos en la fiesta.
—Alguien más se hizo pasar por Erick —obvió Fabián.
El sonido de un celular se escuchó y Alejandro respondió de inmediato.
—¿Qué pasó? —dijo fríamente al saber que era Julián.
—“Alex, en las grabaciones de ayer, se muestra que un chico de cabello negro vino a ver a Omar, de espaldas parece Erick, pero obviamente no es…”
La respiración de Alejandro se agitó— continua —dijo con seriedad.
—“Miguel encontró otra grabación de las secciones de servicio, tal parece que es una zona con poca seguridad y ni siquiera la habían tomado en cuenta…” —prosiguió el otro—. “Es de hoy y aunque intentó ocultarse de las cámara, en algunos instantes, aparece Omar Acosta, así que trazamos su camino y primero escapó de la habitación con ayuda de alguien del servicio…” —explicó—. “Ese sujeto le entregó ropa, se cambió en la lavandería y salió por la puerta de atrás, con el acceso de esa persona, ya que se fueron juntos…”
—Ya sabemos cómo salió… ahora solo confirma quien se hizo pasar por Erick…
—“Trae lentes grandes y oscuros, pero puedo apostar que es Jair Páez…”
Alejandro rechinó los dientes; desde que le había dicho de alguien de cabello negro que por detrás parecía Erick y además, que había tenido la osadía de usar el nombre de su prometido, se lo había imaginado.
De un movimiento, golpeó la pared con su puño y todos a su alrededor se sorprendieron.
—Busquen todo lo que puedan —gruñó—, nosotros nos encargamos de ese sujeto…
Alejandro colgó y caminó hacia Jacobo, que abrazaba a Ulises.
—Su hijo, ya está muerto —sentenció—, más vale que se haga a la idea, porque le juro que no volverá a verlo con vida.
Ulises puso un gesto de terror y Jacobo sintió un nudo en la garganta.
—Vámonos —dijo el rubio con frialdad—, debemos buscar a Jair Páez, es la persona que me dirá dónde está Erick.
Glosario:
-Da: en ruso да, significa “sí”.
-Kak skazhesh': en ruso как скажешь, significa “como digas”
~ • ~ • ~
Bueno, espero que este capítulo les haya dado muchas emociones, tanto como a mi me emocionó escribirlo.
-Da: en ruso да, significa “sí”.
-Kak skazhesh': en ruso как скажешь, significa “como digas”
~ • ~ • ~
Bueno, espero que este capítulo les haya dado muchas emociones, tanto como a mi me emocionó escribirlo.
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