Capítulo XVIII
A las ocho de la mañana, la alarma del celular se escuchó y Alejandro despertó; Erick dormía entre sus brazos y no quería apartarse, pero sabía que tenía que ir a la reunión de ese día.
Estiró la mano y sujetó su celular.
—“Buenos días, joven”
—¿Prepararon mi ropa?
—“Sí, está lista para el momento que la necesite.”
—¿Hay alguna noticia de mis amigos?
—“El joven Aramburo habló con su padre y dijo que le marcara antes de su reunión…”
Alejandro pasó los dedos por sus parpados, debía prepararse para un sermón.
—“…los demás, se encargaron de ayudar a los afectados, pagar los daños de la casa Montalvo y preparar información para la reunión de hoy…”
—De acuerdo, debo asearme, traigan mi ropa y prepárense para salir, pero que alguien se quede a cuidar de Erick.
—“Cómo ordene…”
El rubio colgó la llamada, besó la cabellera negra y se levantó con cuidado, para no importunar el sueño del otro; fue al baño, se aseó y al salir, su traje ya estaba en el vestidor. Se cambió con rapidez; salió del vestidor con la gabardina en mano y acomodando su reloj de pulsera. En silencio, fue hasta la cama y rozó los labios de Erick en un beso sutil; pese a que quería una caricia más profunda, no quería despertar a su pareja, así que se controló.
—Descansa Conejo, nos vemos más tarde…
Antes de apartarse de la cama, recogió uno de los pequeños broches que adornaban el cabello de Erick la noche anterior, los mismos que hacían juego con la gargantilla que ni siquiera le importó recoger cuando salió de la mansión; lo acomodó en la solapa de su traje y sonrió divertido. El objeto estaba impregnado con las feromonas de su pareja y le daba una sensación cálida, así que no necesitaba más.
Salió momentos después de la enorme habitación y un par de hombres vestidos de negro estaban esperándolo; ambos traían unas mascarillas pues no sabían cómo andaría el rubio de humor y sus feromonas podían afectarlos.
—¿Quién cuidará de Erick? —preguntó con frialdad.
—Ya vienen nuestros relevos.
En ese momento, la puerta del elevador se abrió, permitiendo el paso a otros dos sujetos, trabajadores de Alejandro; cuando saludaron, el rubio les dedicó una mirada fía.
—Nadie entra. Si Erick quiere salir, ustedes lo llevan a donde él necesite y lo vuelven a traer, no sin antes avisarme —explicó—. Si alguien lo viene a buscar y yo aún no estoy de regreso, me hablan por teléfono antes de que alguien lo vea, ¿entendido?
Los dos hombres asintieron y se acomodaron uno a cada lado de la puerta.
—Vámonos.
El rubio caminó hasta el elevador, seguido por los otros dos hombres que lo cuidaban y de inmediato marcó al teléfono de su padre. Escuchó como el timbre sonaba un par de veces y la voz del hombre se escuchó algo soñolienta.
—“Hablaste temprano…”
—Me dijeron que querías hablar conmigo, antes de mi reunión —señaló mientras bajaba del elevador, para ir al estacionamiento.
—“Dimitry dijo que ayer te metiste en problemas…”
—Solo defendí a mi destinado —aseguró, subiendo a su asiento.
—“Supuse que me dirías eso…” —se burló el hombre al otro lado de la línea, pues el ruso le había dado todo lujo de detalles—. “Escucha, Alejandro, sin importar lo que pase durante la reunión, te quiero tranquilo…”
—¿Sin importar lo que pase? ¿De qué hablas?
—“No sé cómo vayan a tomar lo ocurrido, los estúpidos inversionistas…” —dijo el otro con cansancio—. “Pero tú no te preocupes, ni te rebajes, si no te dan la concesión, retírate y no les insistas…”
—¿Retirarme? ¿Sin obtener este territorio? —el universitario se sorprendió
—“El territorio no tiene relevancia en realidad…” —Diego suspiró—. “Ya encontraste lo que fuiste a buscar y es lo más importante, solo asegúrate de mantenerlo a salvo y volver a casa con él…”
Alejandro miró hacia el exterior por la ventana— y… ¿si los de esta ciudad nos ocasionan problemas después? —preguntó con frialdad.
—“Los destruimos y ya… No te angusties por un estado que no tiene nada que ofrecernos…” —la risa del hombre se escuchó—. “Nosotros no los necesitamos, pero ellos a nosotros sí, aun así, en caso de que no lo entiendan, no insistas, recuerda lo que te he dicho siempre…”
Alejandro sonrió divertido— un león no necesita rugir para demostrar supremacía…
—“…porque todos los felinos, cazan, emboscan y matan con sigilo…”
Aunque intentó contenerse, Alejandro rió; recordaba esas palabras desde que era niño.
—¿Cómo está mamá? —indagó con curiosidad.
—“Emocionado…” —la voz de su padre se volvió más amable—. “Quiere conocer a tu pareja y también aprender a tejer, para hacerle ropa a nuestros nietos, cuando decidan tener hijos…”
La palabra ‘hijos’ le causó una emoción extraña al rubio; ya lo había pensado, pero tal vez era momento de tomarlo como una realidad.
—Padre… ¿Puedes decirme cuál es la probabilidad de fecundación en un Omega?
—“Cómo si no lo supieras, Alejandro…”
—Sólo… Sólo repítemelo —insistió.
—“Si tanto Alfa como Omega, están en periodo de celo y el Alfa anuda, es del cien por ciento…”
—¿Y si es un celo provocado por feromonas dominantes?
—“¿Con nudo?” —había duda en la pregunta de Diego.
—Sí…
—“Más del 85 por ciento…”
—95 por ciento en destinados —rectificó el rubio con una gran sonrisa.
—“Aun así, hay un cinco por ciento de improbabilidad, Alex…”
—¿Quieres decirle eso a mi madre y desilusionarla?
—“¡¿Qué quieres decir?!”
—Que tal vez, mi madre, debe apresurarse a aprender a tejer…
—“¡Alejandro!”
—Debo colgar, ya llegué a mi destino.
—“No, ¡espera!”
Alejandro no dejó que su padre dijera más, simplemente colgó y de inmediato, marcó otro número, mientras su vehículo entraba al estacionamiento subterráneo.
—Dóbraye útra, Dima!
—“Poshel ty, Alex!” —Dimitry gruñó.
—Que cariñoso, amigo mío… —el rubio habló con sarcasmo.
—“¡¿Dónde estás?!”
—Estoy llegando al edificio de la reunión.
—“Al menos aun eres responsable…” —Dimitry habló con ira contenida—. “Nosotros ya estamos aquí y también están los inversionistas de ayer…” —anunció rápidamente.
—¿De verdad? —indagó el ojiverde, mientras descendía del automóvil—. ¿Cómo se ven?
—“Oni vyglyadyat ne ochen' uverenno” —dijo con voz baja, en caso de que alguien más supiera su idioma en ese lugar.
Alejandro caminó hacia la puerta del elevador más cercano, seguido por sus acompañantes.
—¿David y los demás están contigo?
—“Todos estamos aquí, Fabián y su padre, también…” —anunció fríamente—. “Igual que el secretario Castillo y el Gobernador…”
Alejandro respiró profundamente; eso respondía su curiosidad del por qué ese día había más seguridad, dentro y fuera del edificio.
—¿Qué hay del padre de Erick?
—“No ha llegado tampoco…” —respondió su amigo con rapidez.
El rubio soltó el aire con molestia— de acuerdo, los veo en un momento, voy a subir al elevador —colgó el teléfono y miró a sus acompañantes—. El Gobernador está aquí —dijo con poco interés—, seguramente, después de lo ocurrido anoche, dará el veredicto de la participación de mi familia, en persona —hizo una mueca de desagrado—. Mantengan sus posiciones y que alguno de los nuestros investigue la seguridad del funcionario, ¿de acuerdo?
—Entendido —dijeron a la par.
Alejandro descendió del ascensor y sus guardaespaldas lo siguieron; caminó por el pasillo del día anterior, observando a las personas vestidas de negro que estaban en ese lugar y finalmente llegó a la recepción, donde la joven del día anterior lo esperaba.
—Buenos días, joven De León, lo están esperando… —hizo un ademán con la mano.
El rubio caminó hacia la puerta y abrió, ingresando con paso seguro, mientras todos lo miraban en silencio.
—Buenos días —dijo con frialdad y fue directamente hacia dónde sus amigos estaban sentados.
Todos los presentes se mantenían en silencio, pero las miradas se posaban en el recién llegado.
—¿Alguna novedad? —preguntó Alejandro, dejando la gabardina en el respaldo de su sillón.
—Ningún miembro de la familia Acosta ha llegado —David habló con indiferencia, mientras tecleaba algo en su laptop.
—Y ya quedan pocos minutos para que inicie la reunión de manera oficial… —Julián le dedicó una mirada de soslayo a su amigo.
Alejandro revisó su reloj una vez más, faltaban menos de diez minutos para las nueve.
«Ni Acosta, ni Salazar han llegado… No me interesa lo que haga Acosta, pero sí lo que haga el padre de Erick, por ahora…»
Alejandro se sentó en su lugar y Dimitry se movió en su silla, pasándole un folder a Alejandro, sin decir una palabra.
El rubio lo abrió y revisó las letras en la primera hoja; había párrafos en ruso y otros en polaco. Pese a que no era experto en ninguno de los idiomas, tenía el suficiente conocimiento para entenderlo; agradecía que sus amigos siempre insistieran en practicar el idioma, tanto hablado, cómo escrito.
«Es una lástima que Claude no esté aquí, entiendo más el italiano…» hizo una mueca sarcástica y siguió leyendo la información, adivinando las palabras que no entendía, con respecto al contexto.
Todo era con respecto al incidente de la noche anterior, lo que había ocurrido con los afectados y en qué hospital los habían dejado; así mismo, se aseguraron de enviar un regalo de disculpa a todas las familias.
«Bueno, ya está hecho…»
Las siguientes hojas, eran todos los nombres de los Alfa y Omega que estuvieron en el hospital y remarcados aquellos que tenían relación directa con los presentes; incluso, algunos inversionistas también habían sido afectados, pero estaban ahí, para la reunión.
Alejandro terminó de revisar las hojas y la última, era de Omar Acosta, hasta las ocho de la mañana de ese día, se encontraba aun inconsciente; el rubio sonrió con sarcasmo y cerró el folder.
La puerta se abrió y Alonso Salazar ingresó a la sala de reunión con rostro serio y paso rápido.
—Buenos días —dijo fríamente y fue directamente a su lugar.
Se sentó en la silla dispuesta para él y puso un maletín en la mesa, sacando unos documentos y después, dejándolo en el piso.
El repiqueteo de las campanas de un reloj, anunció las nueve de la mañana y todos los presentes en ese lugar miraron hacia la puerta, esperando a que se abriera y entrara Jacobo, pero la espera fue en vano.
Alonso se puso de pie y carraspeó, antes de hablar— nuevamente, buenos días —dijo con solemnidad—. Estoy aquí, no solo como miembro del comité de inversionistas, sino para anunciarles que la compañía de importación y exportación Acosta, no buscará la concesión de desarrollo para este estado…
Todos los presentes se sorprendieron; Alejandro levantó una ceja y sus amigos pasaron la mirada del General, al rubio, esperando su reacción.
—¿Ocurre algo, General Salazar? —preguntó el licenciado Castillo—. ¿Omar Acosta está…?
—Omar Acosta se encuentra fuera de peligro —dijo con seguridad—. Su padre, el licenciado Jacobo Acosta, quien dio su palabra de presentar hoy su propuesta, no puede acompañarnos, ya que no solo está en el hospital, al pendiente de su hijo, sino que lamentablemente, admitió que no tiene un proyecto para presentar —explicó con rapidez—. Aunado a ello, debido a la disolución del matrimonio de su hijo con el mío, el dueño de todas las acciones de su compañía, es Erick, por lo tanto, yo, como su asesor legal, al no estar enterado de la situación de la compañía Acosta, porque jamás participé en sus reuniones de negocios, ratifico la decisión de dimitir en la búsqueda de la concesión.
Los murmullos iniciaron y Alonso volvió a sentarse, pero desde su lugar le dedicó una mirada cómplice a Alejandro.
«Ese era tu plan… Tenías que asegurarte de quedarte con todo lo de Acosta y parece que yo te lo facilité anoche…»
—Siendo así… —Castillo observó al gobernador y luego pasó la mirada por todos los presentes—. ¿Alguien tiene algo más que añadir?
—Yo —Alejandro se puso de pie, ante el asombro de todos—. Primero que nada, lamento mucho lo que ocurre con la familia Acosta y debo añadir, que el incidente de anoche, no tiene nada que ver con nuestra situación de negocios —especificó—. De igual manera me disculpo con todos los presentes que fueron afectador por mi arrebato —ladeó el rostro—, pero la mayoría, si no es que todos los presentes, son Alfas —sonrió de lado—, por lo tanto, comprenden lo complicado que es controlarse a uno mismo, cuando las feromonas de un Omega nos afecta y nos obliga a actuar por instinto, es algo que no se puede evitar…
Todos en la reunión parecieron entender lo que el rubio quería decir y sabían que tenía razón, especialmente porque era joven y a esa edad, muchos Alfa sin una pareja estable, tenían problemas de control; además, varios de ellos percibieron las feromonas de Erick y sintieron rechazo, pero se dieron cuenta que el rubio no, así que no podían culparlo por su reacción.
—Estoy dispuesto a aceptar las represalias y entendería perfectamente si no se sienten tranquilos de hacer negocios conmigo…
Ante la declaración de Alejandro, Alonso sintió que perdía el aliento; si el rubio también se retiraba de las negociaciones, perdería mucho dinero, pues contaba con el apoyo económico de la familia De León para solucionar cualquier problema que hubiese dejado Omar en la empresa.
Los ojos verdes se posaron en el militar, dándose cuenta de su inquietud.
—Pero quiero aclarar, que aunque yo estoy aquí, frente a ustedes —prosiguió con voz firme—, el que tiene el control de todas las empresas de la familia, es mi padre, así que si desean hablar con él para mayores garantías o negarse rotundamente a la propuesta que hice ayer, no objetaré su decisión.
Después de eso, Alejandro volvió a tomar asiento y todos los inversionistas se miraron con nervios. Los amigos del rubio le dedicaron una mirada seria; no imaginaban que Alejandro tuviera la intención de retirarse sin luchar, pero imaginaron que, al encontrar a Erick, lo demás ya no le importaba en lo absoluto.
El Gobernador le habló en susurros al secretario Castillo y este asintió, se puso de pie y luego levantó la voz.
—Joven De León —dijo con seriedad—, todos los presentes entendemos que sus acciones anoche, fueron en respuesta a cierta situación fuera de control racional —sentenció—. El día de ayer, usted nos presentó la propuesta de negocios de su familia y creo que hablo, no solo por mí, sino por todos los presentes, al decir que satisfizo todas nuestras necesidades y demandas —señaló—, de no ser porque usted mismo dio la oportunidad a la familia Acosta de presentar su propuesta hoy, no hubiésemos necesitado otra reunión —sonrió débilmente—. Así que, si nadie se opone —le dedicó una mirada rápida a todos los presentes—, con gusto, aceptaremos la propuesta de su familia y le otorgaremos la concesión de negocios de este estado.
El silencio reinó un momento, mientras Alejandro se recargó en la silla y puso la mano cerca de su boca, repasando a cada uno de los presentes con la mirada; nadie se atrevió a mirarlo a los ojos, pero el rubio no entendía si le tenían miedo por lo ocurrido la noche anterior o porque sabían que, estando bajo la jurisdicción de su familia, no debían oponérsele.
—Si no hay ninguna objeción, entonces, ¡felicidades, joven De León! El gobierno del licenciado Quiroz y todo este estado, estaremos honrados de realizar negocios con su familia.
El rubio sonrió de lado, mientras los presentes parecían algo emocionados, aunque se notaban ligeramente nerviosos.
«Muchos de ellos están temerosos y lo entiendo, pero el usar lociones para disimular sus feromonas, no sirve de nada conmigo…» pensó el universitario, ya que, pese a que existían esas lociones, él podía percibir claramente las feromonas de los demás.
La reunión terminó, con todos los presentes felicitando al rubio y retirándose, señalando que agendarían una reunión privada lo más rápido posible; era lógico, aquellos que se movieran primero, tendrían más ganancia y presencia. Al final, solo quedaron en la sala Alejandro y sus amigos, acompañados de German y su hijo Fabián en un extremo de la mesa, mientras que en el otro, Alonso departía en susurros con Julio Montalvo.
—Bien, lo hiciste de nuevo, Alex —David se cruzó de brazos.
—No lo hice solo —negó el rubio.
—Eso es cierto —Dimitry empezó a guardar unos documentos—. Me debes mis honorarios de asesoría.
—El pago del siguiente semestre en la facultad, lo sé —sonrió.
—Tal vez te debemos cobrar más esta vez —Iván se cruzó de brazos—, ha sido más trabajo que en otras ocasiones.
—Lo dice el que no hizo nada —Julián lo miró de soslayo.
—Yo ya tengo mi premio, así que olvídate de pagarme —Miguel también guardaba sus cosas.
—Bueno, muchachos, ya tienen todo el tiempo libre —sonrió German—. En la tarde hay otra fiesta, pero ¿qué harán mientras tanto?
—Yo tengo un compromiso —el de lentes sonrió de lado, ya que iría a ver a Luís.
—Yo también —Miguel habló con orgullo.
—Creo que yo iré a ver a Guti —Julián se alzó de hombros—, supongo que ya está mejor.
—Parece que todos tienen compromiso —Germán sonrió—, ¿qué tal tú, Fabi?
—Llevaré a Iván y Dimitry a recorrer la ciudad —respondió el castaño para su padre—. Creo que ellos necesitan distraerse.
—De acuerdo, pero cuidado a dónde van… —el hombre le dedicó una mirada seria a su hijo.
Germán sabía que, aunque la situación de la familia De León ya había quedado solucionada al ahora estar al frente de los negocios, aun tardarían días en hacer relaciones comerciales, no solo de toda la ciudad, sino de todo el estado y cualquiera que no estuviera satisfecho con esa decisión, trataría de tomar represalias, contra ellos y contra sus aliados, por eso debían estar alertas.
Su hijo asintió, pues ya habían platicado de eso durante la noche; finalmente, el hombre se despidió de los universitarios y fue a la salida. En el trayecto a la puerta, German se despidió de manera efímera de Alonso y Julio, quienes al ver que este se retiraba, fueron hacia el grupo de jóvenes.
—Alejandro —la voz de Alonso se escuchó con seguridad—, bueno días…
Los amigos del rubio, lo observaron con disimulo; sabían perfectamente que a Alejandro le disgustaba sobremanera que alguien lo tuteara con tanta familiaridad, especialmente si era alguien a quien no conocía mucho, pero el ojiverde no respondió, solo sonrió de lado de forma sarcástica.
—Buenos días, General —Alejandro estiró la mano, ofreciéndole un saludo amistoso.
—Muchacho —prosiguió el hombre con más confianza, al recibir la mano—. Julio quiere hablar un momento contigo.
Realmente a Alejandro le molestaba la actitud de Alonso; era obvio que el General quería demostrar ante los demás, que tenía presencia ante la familia De León, debido a la relación que él tenía con Erick; «tengo que controlarme…» pensó, «mientras él siga pensando que tiene a Erick bajo control, debo mantener las apariencias, hasta que llegue el momento de bajarlo de su nube…»
—Buenos días, señor Montalvo, ¿en qué le puedo servir? —preguntó ofreciéndole la mano para otro saludo.
El hombre respiró profundamente, aceptó la mano y forzó una sonrisa— joven De León, primero que nada, agradezco que haya pagado por los daños y la situación ocurrida en mi casa…
—Era lo menos que podía hacer —le restó importancia—, después de todo, fue mi culpa por salirme de control —se burló, pues realmente lo hizo bastante consciente.
—Sí, comprendo —Julio asintió—, también, me disculpo en nombre de mi hijo por el intento de acercarse a Eri… al joven Salazar —corrigió de inmediato, al ver la mirada seria del otro—. Y también le traigo algo que le pertenece…
El castaño movió la mano hacia el bolsillo interior de su saco y extrajo una caja aterciopelada, extendiéndosela al rubio.
—La dejó olvidada…
Alejandro sujetó el objeto y lo abrió, encontrando la gargantilla que le había quitado a Erick, para marcarlo delante de todos.
—Gracias —sonrió más amable—. Mi prometido —enfatizó la palabra— estará feliz de recuperar esta joya… —sentenció y la guardó de inmediato.
Ese objeto, así como todos los accesorios, los había comprado él, aunque Erick no lo sabía.
—También… —Julio respiró hondo—. Espero que lo ocurrido con mi hijo no tenga repercusiones a la hora de hacer negocios…
Alejandro rió por lo bajo— señor Montalvo —ladeó el rostro—, no mezclo los negocios con lo personal…
Sus amigos se miraron entre sí e Iván tuvo que aguantar la risa; era obvio que esas palabras eran mentira, ya que Alejandro siempre tomaba las cosas personales en cuenta, para sus negocios.
—Así que no se debe preocupar por eso, después de todo, su hijo no estaba consciente de la situación entre Erick y yo…
—Siendo así, me gustaría tener una reunión con usted y su padre, para mejorar nuestras relaciones comerciales.
—Lo imagino —Alejandro asintió—, pero cómo le dije a los demás miembros del comité, las negociaciones comerciales iniciarán cuando mi padre llegue a esta ciudad, puede llamar a este número —le entregó una tarjeta—, la secretaria de mi padre le agendará una cita lo más pronto posible.
—Ah… Gracias.
Julio recibió la tarjeta y parecía dudar, luego buscó la mirada de Alonso, quien le hizo un ligero movimiento del rostro, con lo que el hombre pareció sentirse mejor. Alejandro notó esa sutil interacción, seguramente muchos querrían acercarse más a Alonso, para que los ayudara con el rubio.
—Bueno, me retiro, nos vemos en la fiesta de esta noche, joven De León.
Julio Montalvo se fue y Alonso se giró a ver al rubio.
—Disculpa, Alejandro, pero ¿dónde está mi hijo? —preguntó con seriedad, en su papel de padre sobreprotector.
—Está en un lugar seguro —sonrió el aludido—. Lo dejé dormido, no sé si ya haya despertado, pues quedó sumamente fatigado, después de todas las emociones de anoche.
—Entiendo, pero aunque todos sepan que eres su prometido y que lo marcaste anoche, mi hijo debe volver a su hogar y mantener la buena reputación del apellido Salazar —sentenció con orgullo.
Alejandro levantó una ceja; se le ocurrían muchas formas de refutar esas palabras, especialmente por las acciones del hombre que tenía enfrente, pero debía mantenerse sereno.
—Lo siento, General —dijo con voz cansada—, es solo que anoche no me pude controlar y… terminé haciendo lo que no debía —se alzó de hombros—. Pero no se preocupe, llevaré a Erick a su casa, más tarde.
—Preferiría ir por él yo mismo —sentenció el hombre, sintiéndose dueño de la situación—. Debo velar por su seguridad — «y asegurarme de que hará todo lo que yo le diga para mi beneficio…» pensó con frialdad.
—Si insiste —Alejandro quería negarse rotundamente y sabía que podía, no solo con palabras sino usando sus feromonas para someter al otro, pero si lo hacía, podría poner sobre aviso a su suegro y le acarrearía problemas después—. Le daré la dirección dónde está y le diré a las personas que se encargan de su seguridad, que usted irá por él, de inmediato.
Estiró la mano y sujetó su celular.
—“Buenos días, joven”
—¿Prepararon mi ropa?
—“Sí, está lista para el momento que la necesite.”
—¿Hay alguna noticia de mis amigos?
—“El joven Aramburo habló con su padre y dijo que le marcara antes de su reunión…”
Alejandro pasó los dedos por sus parpados, debía prepararse para un sermón.
—“…los demás, se encargaron de ayudar a los afectados, pagar los daños de la casa Montalvo y preparar información para la reunión de hoy…”
—De acuerdo, debo asearme, traigan mi ropa y prepárense para salir, pero que alguien se quede a cuidar de Erick.
—“Cómo ordene…”
El rubio colgó la llamada, besó la cabellera negra y se levantó con cuidado, para no importunar el sueño del otro; fue al baño, se aseó y al salir, su traje ya estaba en el vestidor. Se cambió con rapidez; salió del vestidor con la gabardina en mano y acomodando su reloj de pulsera. En silencio, fue hasta la cama y rozó los labios de Erick en un beso sutil; pese a que quería una caricia más profunda, no quería despertar a su pareja, así que se controló.
—Descansa Conejo, nos vemos más tarde…
Antes de apartarse de la cama, recogió uno de los pequeños broches que adornaban el cabello de Erick la noche anterior, los mismos que hacían juego con la gargantilla que ni siquiera le importó recoger cuando salió de la mansión; lo acomodó en la solapa de su traje y sonrió divertido. El objeto estaba impregnado con las feromonas de su pareja y le daba una sensación cálida, así que no necesitaba más.
Salió momentos después de la enorme habitación y un par de hombres vestidos de negro estaban esperándolo; ambos traían unas mascarillas pues no sabían cómo andaría el rubio de humor y sus feromonas podían afectarlos.
—¿Quién cuidará de Erick? —preguntó con frialdad.
—Ya vienen nuestros relevos.
En ese momento, la puerta del elevador se abrió, permitiendo el paso a otros dos sujetos, trabajadores de Alejandro; cuando saludaron, el rubio les dedicó una mirada fía.
—Nadie entra. Si Erick quiere salir, ustedes lo llevan a donde él necesite y lo vuelven a traer, no sin antes avisarme —explicó—. Si alguien lo viene a buscar y yo aún no estoy de regreso, me hablan por teléfono antes de que alguien lo vea, ¿entendido?
Los dos hombres asintieron y se acomodaron uno a cada lado de la puerta.
—Vámonos.
El rubio caminó hasta el elevador, seguido por los otros dos hombres que lo cuidaban y de inmediato marcó al teléfono de su padre. Escuchó como el timbre sonaba un par de veces y la voz del hombre se escuchó algo soñolienta.
—“Hablaste temprano…”
—Me dijeron que querías hablar conmigo, antes de mi reunión —señaló mientras bajaba del elevador, para ir al estacionamiento.
—“Dimitry dijo que ayer te metiste en problemas…”
—Solo defendí a mi destinado —aseguró, subiendo a su asiento.
—“Supuse que me dirías eso…” —se burló el hombre al otro lado de la línea, pues el ruso le había dado todo lujo de detalles—. “Escucha, Alejandro, sin importar lo que pase durante la reunión, te quiero tranquilo…”
—¿Sin importar lo que pase? ¿De qué hablas?
—“No sé cómo vayan a tomar lo ocurrido, los estúpidos inversionistas…” —dijo el otro con cansancio—. “Pero tú no te preocupes, ni te rebajes, si no te dan la concesión, retírate y no les insistas…”
—¿Retirarme? ¿Sin obtener este territorio? —el universitario se sorprendió
—“El territorio no tiene relevancia en realidad…” —Diego suspiró—. “Ya encontraste lo que fuiste a buscar y es lo más importante, solo asegúrate de mantenerlo a salvo y volver a casa con él…”
Alejandro miró hacia el exterior por la ventana— y… ¿si los de esta ciudad nos ocasionan problemas después? —preguntó con frialdad.
—“Los destruimos y ya… No te angusties por un estado que no tiene nada que ofrecernos…” —la risa del hombre se escuchó—. “Nosotros no los necesitamos, pero ellos a nosotros sí, aun así, en caso de que no lo entiendan, no insistas, recuerda lo que te he dicho siempre…”
Alejandro sonrió divertido— un león no necesita rugir para demostrar supremacía…
—“…porque todos los felinos, cazan, emboscan y matan con sigilo…”
Aunque intentó contenerse, Alejandro rió; recordaba esas palabras desde que era niño.
—¿Cómo está mamá? —indagó con curiosidad.
—“Emocionado…” —la voz de su padre se volvió más amable—. “Quiere conocer a tu pareja y también aprender a tejer, para hacerle ropa a nuestros nietos, cuando decidan tener hijos…”
La palabra ‘hijos’ le causó una emoción extraña al rubio; ya lo había pensado, pero tal vez era momento de tomarlo como una realidad.
—Padre… ¿Puedes decirme cuál es la probabilidad de fecundación en un Omega?
—“Cómo si no lo supieras, Alejandro…”
—Sólo… Sólo repítemelo —insistió.
—“Si tanto Alfa como Omega, están en periodo de celo y el Alfa anuda, es del cien por ciento…”
—¿Y si es un celo provocado por feromonas dominantes?
—“¿Con nudo?” —había duda en la pregunta de Diego.
—Sí…
—“Más del 85 por ciento…”
—95 por ciento en destinados —rectificó el rubio con una gran sonrisa.
—“Aun así, hay un cinco por ciento de improbabilidad, Alex…”
—¿Quieres decirle eso a mi madre y desilusionarla?
—“¡¿Qué quieres decir?!”
—Que tal vez, mi madre, debe apresurarse a aprender a tejer…
—“¡Alejandro!”
—Debo colgar, ya llegué a mi destino.
—“No, ¡espera!”
Alejandro no dejó que su padre dijera más, simplemente colgó y de inmediato, marcó otro número, mientras su vehículo entraba al estacionamiento subterráneo.
—Dóbraye útra, Dima!
—“Poshel ty, Alex!” —Dimitry gruñó.
—Que cariñoso, amigo mío… —el rubio habló con sarcasmo.
—“¡¿Dónde estás?!”
—Estoy llegando al edificio de la reunión.
—“Al menos aun eres responsable…” —Dimitry habló con ira contenida—. “Nosotros ya estamos aquí y también están los inversionistas de ayer…” —anunció rápidamente.
—¿De verdad? —indagó el ojiverde, mientras descendía del automóvil—. ¿Cómo se ven?
—“Oni vyglyadyat ne ochen' uverenno” —dijo con voz baja, en caso de que alguien más supiera su idioma en ese lugar.
Alejandro caminó hacia la puerta del elevador más cercano, seguido por sus acompañantes.
—¿David y los demás están contigo?
—“Todos estamos aquí, Fabián y su padre, también…” —anunció fríamente—. “Igual que el secretario Castillo y el Gobernador…”
Alejandro respiró profundamente; eso respondía su curiosidad del por qué ese día había más seguridad, dentro y fuera del edificio.
—¿Qué hay del padre de Erick?
—“No ha llegado tampoco…” —respondió su amigo con rapidez.
El rubio soltó el aire con molestia— de acuerdo, los veo en un momento, voy a subir al elevador —colgó el teléfono y miró a sus acompañantes—. El Gobernador está aquí —dijo con poco interés—, seguramente, después de lo ocurrido anoche, dará el veredicto de la participación de mi familia, en persona —hizo una mueca de desagrado—. Mantengan sus posiciones y que alguno de los nuestros investigue la seguridad del funcionario, ¿de acuerdo?
—Entendido —dijeron a la par.
Alejandro descendió del ascensor y sus guardaespaldas lo siguieron; caminó por el pasillo del día anterior, observando a las personas vestidas de negro que estaban en ese lugar y finalmente llegó a la recepción, donde la joven del día anterior lo esperaba.
—Buenos días, joven De León, lo están esperando… —hizo un ademán con la mano.
El rubio caminó hacia la puerta y abrió, ingresando con paso seguro, mientras todos lo miraban en silencio.
—Buenos días —dijo con frialdad y fue directamente hacia dónde sus amigos estaban sentados.
Todos los presentes se mantenían en silencio, pero las miradas se posaban en el recién llegado.
—¿Alguna novedad? —preguntó Alejandro, dejando la gabardina en el respaldo de su sillón.
—Ningún miembro de la familia Acosta ha llegado —David habló con indiferencia, mientras tecleaba algo en su laptop.
—Y ya quedan pocos minutos para que inicie la reunión de manera oficial… —Julián le dedicó una mirada de soslayo a su amigo.
Alejandro revisó su reloj una vez más, faltaban menos de diez minutos para las nueve.
«Ni Acosta, ni Salazar han llegado… No me interesa lo que haga Acosta, pero sí lo que haga el padre de Erick, por ahora…»
Alejandro se sentó en su lugar y Dimitry se movió en su silla, pasándole un folder a Alejandro, sin decir una palabra.
El rubio lo abrió y revisó las letras en la primera hoja; había párrafos en ruso y otros en polaco. Pese a que no era experto en ninguno de los idiomas, tenía el suficiente conocimiento para entenderlo; agradecía que sus amigos siempre insistieran en practicar el idioma, tanto hablado, cómo escrito.
«Es una lástima que Claude no esté aquí, entiendo más el italiano…» hizo una mueca sarcástica y siguió leyendo la información, adivinando las palabras que no entendía, con respecto al contexto.
Todo era con respecto al incidente de la noche anterior, lo que había ocurrido con los afectados y en qué hospital los habían dejado; así mismo, se aseguraron de enviar un regalo de disculpa a todas las familias.
«Bueno, ya está hecho…»
Las siguientes hojas, eran todos los nombres de los Alfa y Omega que estuvieron en el hospital y remarcados aquellos que tenían relación directa con los presentes; incluso, algunos inversionistas también habían sido afectados, pero estaban ahí, para la reunión.
Alejandro terminó de revisar las hojas y la última, era de Omar Acosta, hasta las ocho de la mañana de ese día, se encontraba aun inconsciente; el rubio sonrió con sarcasmo y cerró el folder.
La puerta se abrió y Alonso Salazar ingresó a la sala de reunión con rostro serio y paso rápido.
—Buenos días —dijo fríamente y fue directamente a su lugar.
Se sentó en la silla dispuesta para él y puso un maletín en la mesa, sacando unos documentos y después, dejándolo en el piso.
El repiqueteo de las campanas de un reloj, anunció las nueve de la mañana y todos los presentes en ese lugar miraron hacia la puerta, esperando a que se abriera y entrara Jacobo, pero la espera fue en vano.
Alonso se puso de pie y carraspeó, antes de hablar— nuevamente, buenos días —dijo con solemnidad—. Estoy aquí, no solo como miembro del comité de inversionistas, sino para anunciarles que la compañía de importación y exportación Acosta, no buscará la concesión de desarrollo para este estado…
Todos los presentes se sorprendieron; Alejandro levantó una ceja y sus amigos pasaron la mirada del General, al rubio, esperando su reacción.
—¿Ocurre algo, General Salazar? —preguntó el licenciado Castillo—. ¿Omar Acosta está…?
—Omar Acosta se encuentra fuera de peligro —dijo con seguridad—. Su padre, el licenciado Jacobo Acosta, quien dio su palabra de presentar hoy su propuesta, no puede acompañarnos, ya que no solo está en el hospital, al pendiente de su hijo, sino que lamentablemente, admitió que no tiene un proyecto para presentar —explicó con rapidez—. Aunado a ello, debido a la disolución del matrimonio de su hijo con el mío, el dueño de todas las acciones de su compañía, es Erick, por lo tanto, yo, como su asesor legal, al no estar enterado de la situación de la compañía Acosta, porque jamás participé en sus reuniones de negocios, ratifico la decisión de dimitir en la búsqueda de la concesión.
Los murmullos iniciaron y Alonso volvió a sentarse, pero desde su lugar le dedicó una mirada cómplice a Alejandro.
«Ese era tu plan… Tenías que asegurarte de quedarte con todo lo de Acosta y parece que yo te lo facilité anoche…»
—Siendo así… —Castillo observó al gobernador y luego pasó la mirada por todos los presentes—. ¿Alguien tiene algo más que añadir?
—Yo —Alejandro se puso de pie, ante el asombro de todos—. Primero que nada, lamento mucho lo que ocurre con la familia Acosta y debo añadir, que el incidente de anoche, no tiene nada que ver con nuestra situación de negocios —especificó—. De igual manera me disculpo con todos los presentes que fueron afectador por mi arrebato —ladeó el rostro—, pero la mayoría, si no es que todos los presentes, son Alfas —sonrió de lado—, por lo tanto, comprenden lo complicado que es controlarse a uno mismo, cuando las feromonas de un Omega nos afecta y nos obliga a actuar por instinto, es algo que no se puede evitar…
Todos en la reunión parecieron entender lo que el rubio quería decir y sabían que tenía razón, especialmente porque era joven y a esa edad, muchos Alfa sin una pareja estable, tenían problemas de control; además, varios de ellos percibieron las feromonas de Erick y sintieron rechazo, pero se dieron cuenta que el rubio no, así que no podían culparlo por su reacción.
—Estoy dispuesto a aceptar las represalias y entendería perfectamente si no se sienten tranquilos de hacer negocios conmigo…
Ante la declaración de Alejandro, Alonso sintió que perdía el aliento; si el rubio también se retiraba de las negociaciones, perdería mucho dinero, pues contaba con el apoyo económico de la familia De León para solucionar cualquier problema que hubiese dejado Omar en la empresa.
Los ojos verdes se posaron en el militar, dándose cuenta de su inquietud.
—Pero quiero aclarar, que aunque yo estoy aquí, frente a ustedes —prosiguió con voz firme—, el que tiene el control de todas las empresas de la familia, es mi padre, así que si desean hablar con él para mayores garantías o negarse rotundamente a la propuesta que hice ayer, no objetaré su decisión.
Después de eso, Alejandro volvió a tomar asiento y todos los inversionistas se miraron con nervios. Los amigos del rubio le dedicaron una mirada seria; no imaginaban que Alejandro tuviera la intención de retirarse sin luchar, pero imaginaron que, al encontrar a Erick, lo demás ya no le importaba en lo absoluto.
El Gobernador le habló en susurros al secretario Castillo y este asintió, se puso de pie y luego levantó la voz.
—Joven De León —dijo con seriedad—, todos los presentes entendemos que sus acciones anoche, fueron en respuesta a cierta situación fuera de control racional —sentenció—. El día de ayer, usted nos presentó la propuesta de negocios de su familia y creo que hablo, no solo por mí, sino por todos los presentes, al decir que satisfizo todas nuestras necesidades y demandas —señaló—, de no ser porque usted mismo dio la oportunidad a la familia Acosta de presentar su propuesta hoy, no hubiésemos necesitado otra reunión —sonrió débilmente—. Así que, si nadie se opone —le dedicó una mirada rápida a todos los presentes—, con gusto, aceptaremos la propuesta de su familia y le otorgaremos la concesión de negocios de este estado.
El silencio reinó un momento, mientras Alejandro se recargó en la silla y puso la mano cerca de su boca, repasando a cada uno de los presentes con la mirada; nadie se atrevió a mirarlo a los ojos, pero el rubio no entendía si le tenían miedo por lo ocurrido la noche anterior o porque sabían que, estando bajo la jurisdicción de su familia, no debían oponérsele.
—Si no hay ninguna objeción, entonces, ¡felicidades, joven De León! El gobierno del licenciado Quiroz y todo este estado, estaremos honrados de realizar negocios con su familia.
El rubio sonrió de lado, mientras los presentes parecían algo emocionados, aunque se notaban ligeramente nerviosos.
«Muchos de ellos están temerosos y lo entiendo, pero el usar lociones para disimular sus feromonas, no sirve de nada conmigo…» pensó el universitario, ya que, pese a que existían esas lociones, él podía percibir claramente las feromonas de los demás.
La reunión terminó, con todos los presentes felicitando al rubio y retirándose, señalando que agendarían una reunión privada lo más rápido posible; era lógico, aquellos que se movieran primero, tendrían más ganancia y presencia. Al final, solo quedaron en la sala Alejandro y sus amigos, acompañados de German y su hijo Fabián en un extremo de la mesa, mientras que en el otro, Alonso departía en susurros con Julio Montalvo.
—Bien, lo hiciste de nuevo, Alex —David se cruzó de brazos.
—No lo hice solo —negó el rubio.
—Eso es cierto —Dimitry empezó a guardar unos documentos—. Me debes mis honorarios de asesoría.
—El pago del siguiente semestre en la facultad, lo sé —sonrió.
—Tal vez te debemos cobrar más esta vez —Iván se cruzó de brazos—, ha sido más trabajo que en otras ocasiones.
—Lo dice el que no hizo nada —Julián lo miró de soslayo.
—Yo ya tengo mi premio, así que olvídate de pagarme —Miguel también guardaba sus cosas.
—Bueno, muchachos, ya tienen todo el tiempo libre —sonrió German—. En la tarde hay otra fiesta, pero ¿qué harán mientras tanto?
—Yo tengo un compromiso —el de lentes sonrió de lado, ya que iría a ver a Luís.
—Yo también —Miguel habló con orgullo.
—Creo que yo iré a ver a Guti —Julián se alzó de hombros—, supongo que ya está mejor.
—Parece que todos tienen compromiso —Germán sonrió—, ¿qué tal tú, Fabi?
—Llevaré a Iván y Dimitry a recorrer la ciudad —respondió el castaño para su padre—. Creo que ellos necesitan distraerse.
—De acuerdo, pero cuidado a dónde van… —el hombre le dedicó una mirada seria a su hijo.
Germán sabía que, aunque la situación de la familia De León ya había quedado solucionada al ahora estar al frente de los negocios, aun tardarían días en hacer relaciones comerciales, no solo de toda la ciudad, sino de todo el estado y cualquiera que no estuviera satisfecho con esa decisión, trataría de tomar represalias, contra ellos y contra sus aliados, por eso debían estar alertas.
Su hijo asintió, pues ya habían platicado de eso durante la noche; finalmente, el hombre se despidió de los universitarios y fue a la salida. En el trayecto a la puerta, German se despidió de manera efímera de Alonso y Julio, quienes al ver que este se retiraba, fueron hacia el grupo de jóvenes.
—Alejandro —la voz de Alonso se escuchó con seguridad—, bueno días…
Los amigos del rubio, lo observaron con disimulo; sabían perfectamente que a Alejandro le disgustaba sobremanera que alguien lo tuteara con tanta familiaridad, especialmente si era alguien a quien no conocía mucho, pero el ojiverde no respondió, solo sonrió de lado de forma sarcástica.
—Buenos días, General —Alejandro estiró la mano, ofreciéndole un saludo amistoso.
—Muchacho —prosiguió el hombre con más confianza, al recibir la mano—. Julio quiere hablar un momento contigo.
Realmente a Alejandro le molestaba la actitud de Alonso; era obvio que el General quería demostrar ante los demás, que tenía presencia ante la familia De León, debido a la relación que él tenía con Erick; «tengo que controlarme…» pensó, «mientras él siga pensando que tiene a Erick bajo control, debo mantener las apariencias, hasta que llegue el momento de bajarlo de su nube…»
—Buenos días, señor Montalvo, ¿en qué le puedo servir? —preguntó ofreciéndole la mano para otro saludo.
El hombre respiró profundamente, aceptó la mano y forzó una sonrisa— joven De León, primero que nada, agradezco que haya pagado por los daños y la situación ocurrida en mi casa…
—Era lo menos que podía hacer —le restó importancia—, después de todo, fue mi culpa por salirme de control —se burló, pues realmente lo hizo bastante consciente.
—Sí, comprendo —Julio asintió—, también, me disculpo en nombre de mi hijo por el intento de acercarse a Eri… al joven Salazar —corrigió de inmediato, al ver la mirada seria del otro—. Y también le traigo algo que le pertenece…
El castaño movió la mano hacia el bolsillo interior de su saco y extrajo una caja aterciopelada, extendiéndosela al rubio.
—La dejó olvidada…
Alejandro sujetó el objeto y lo abrió, encontrando la gargantilla que le había quitado a Erick, para marcarlo delante de todos.
—Gracias —sonrió más amable—. Mi prometido —enfatizó la palabra— estará feliz de recuperar esta joya… —sentenció y la guardó de inmediato.
Ese objeto, así como todos los accesorios, los había comprado él, aunque Erick no lo sabía.
—También… —Julio respiró hondo—. Espero que lo ocurrido con mi hijo no tenga repercusiones a la hora de hacer negocios…
Alejandro rió por lo bajo— señor Montalvo —ladeó el rostro—, no mezclo los negocios con lo personal…
Sus amigos se miraron entre sí e Iván tuvo que aguantar la risa; era obvio que esas palabras eran mentira, ya que Alejandro siempre tomaba las cosas personales en cuenta, para sus negocios.
—Así que no se debe preocupar por eso, después de todo, su hijo no estaba consciente de la situación entre Erick y yo…
—Siendo así, me gustaría tener una reunión con usted y su padre, para mejorar nuestras relaciones comerciales.
—Lo imagino —Alejandro asintió—, pero cómo le dije a los demás miembros del comité, las negociaciones comerciales iniciarán cuando mi padre llegue a esta ciudad, puede llamar a este número —le entregó una tarjeta—, la secretaria de mi padre le agendará una cita lo más pronto posible.
—Ah… Gracias.
Julio recibió la tarjeta y parecía dudar, luego buscó la mirada de Alonso, quien le hizo un ligero movimiento del rostro, con lo que el hombre pareció sentirse mejor. Alejandro notó esa sutil interacción, seguramente muchos querrían acercarse más a Alonso, para que los ayudara con el rubio.
—Bueno, me retiro, nos vemos en la fiesta de esta noche, joven De León.
Julio Montalvo se fue y Alonso se giró a ver al rubio.
—Disculpa, Alejandro, pero ¿dónde está mi hijo? —preguntó con seriedad, en su papel de padre sobreprotector.
—Está en un lugar seguro —sonrió el aludido—. Lo dejé dormido, no sé si ya haya despertado, pues quedó sumamente fatigado, después de todas las emociones de anoche.
—Entiendo, pero aunque todos sepan que eres su prometido y que lo marcaste anoche, mi hijo debe volver a su hogar y mantener la buena reputación del apellido Salazar —sentenció con orgullo.
Alejandro levantó una ceja; se le ocurrían muchas formas de refutar esas palabras, especialmente por las acciones del hombre que tenía enfrente, pero debía mantenerse sereno.
—Lo siento, General —dijo con voz cansada—, es solo que anoche no me pude controlar y… terminé haciendo lo que no debía —se alzó de hombros—. Pero no se preocupe, llevaré a Erick a su casa, más tarde.
—Preferiría ir por él yo mismo —sentenció el hombre, sintiéndose dueño de la situación—. Debo velar por su seguridad — «y asegurarme de que hará todo lo que yo le diga para mi beneficio…» pensó con frialdad.
—Si insiste —Alejandro quería negarse rotundamente y sabía que podía, no solo con palabras sino usando sus feromonas para someter al otro, pero si lo hacía, podría poner sobre aviso a su suegro y le acarrearía problemas después—. Le daré la dirección dónde está y le diré a las personas que se encargan de su seguridad, que usted irá por él, de inmediato.
Erick se removió en el lecho; estaba cansado, pero el olor presente de Alejandro le hacía sentir dichoso. Movió las manos en busca del cuerpo de su pareja, pero no encontró nada.
—¿Alex? —preguntó con voz suave, mientras se incorporaba ligeramente, sentándose en la cama.
Sus ojos se acostumbraron a la luz y se dio cuenta que estaba solo, en un lugar que en primera instancia no reconoció; pasó la mano por su cabello despeinado y algunos recuerdos de la noche anterior llegaron a su mente.
—¿Alex? —preguntó con voz suave, mientras se incorporaba ligeramente, sentándose en la cama.
Sus ojos se acostumbraron a la luz y se dio cuenta que estaba solo, en un lugar que en primera instancia no reconoció; pasó la mano por su cabello despeinado y algunos recuerdos de la noche anterior llegaron a su mente.
Después de irse de la mansión, los trabajadores de Alejandro los llevaron al hotel más cercano, adecuado para esa situación; apenas lograron llegar, pues aunque el rubio intentó controlar sus feromonas, Erick había sido estimulado lo suficiente por él para entrar en celo y aunque Alejandro tenía el medicamento, no quiso usarlo.
Así, la pareja había pasado gran parte de la noche y madrugada, haciendo el amor; Erick gimió entre los brazos del rubio, saciando la lujuria que el otro había despertado, debido a sus feromonas, calmando el ansia que el celo les provocaba; pero aunque ambos querían seguir, tuvieron que detenerse cuando el rubio anudó dentro suyo.
Pese a que no podían seguir haciendo el amor, Alejandro pasó el resto de la noche acariciando y besando la piel que alcanzaba de Erick.
“Estaremos siempre juntos, Erick… Pase lo que pase…”
Esas eran las palabras que el rubio le había repetido durante el resto de la noche y fue con las que se durmió al final, repitiéndolas también.
Así, la pareja había pasado gran parte de la noche y madrugada, haciendo el amor; Erick gimió entre los brazos del rubio, saciando la lujuria que el otro había despertado, debido a sus feromonas, calmando el ansia que el celo les provocaba; pero aunque ambos querían seguir, tuvieron que detenerse cuando el rubio anudó dentro suyo.
Pese a que no podían seguir haciendo el amor, Alejandro pasó el resto de la noche acariciando y besando la piel que alcanzaba de Erick.
“Estaremos siempre juntos, Erick… Pase lo que pase…”
Esas eran las palabras que el rubio le había repetido durante el resto de la noche y fue con las que se durmió al final, repitiéndolas también.
—Pase lo que pase, Alex…
Suspiró y se recostó una vez más, haciéndose un ovillo en la cama, abrazando las mantas, percibiendo la fragancia impregnada del rubio, disfrutándola emocionado.
El sonido de su celular se escuchó y giró para buscar el aparato en el buró.
—¿Sí? —respondió, ya que el número era desconocido.
—“Buenos días, Conejo…”
—¡Alex! —sonrió de manera automática—. Buenos días…
—“¿Ya desayunaste?”
—No, acabo de despertar…
—“Deberías pedir desayuno… tu padre irá por ti en unos minutos y no quiero que vuelvas a tu casa, sin alimentarte…”
—¿Mi padre?
—“Sí, dijo que debes volver a tu casa de inmediato, así que no creo que pueda verte hasta la fiesta de hoy…”
—Pero, yo no quiero volver a casa —suspiró—. ¿En serio no me puedo quedar contigo?
—“Conejo, yo también quisiera que te quedaras conmigo, pero aún no tengo propiedades en esta ciudad…” —explicó—. “El hotel dónde estás, no me parece lo suficientemente seguro y no puedo llevarte a la casa de Fabián y tenerte allí, sería aprovecharme de su buena voluntad…”
—Tienes razón… —admitió el ojiazul con tristeza.
—“Por el momento, volverás a casa de tu padre y yo iré a verte todos los días, hasta que nos casemos, lo prometo…”
‘…hasta que nos casemos…’ esa frase hizo suspirar a Erick y sonrió ilusionado.
—Está bien, pero… —guardó silencio y se mordió el labio.
—“¿Pero?”
—Es que… quisiera que pasáramos otras noches juntos… —respondió sintiendo que sus mejillas ardían.
—“Lo haremos, Conejo, pasaremos otras noches juntos, pero durante el día, tienes que ser un buen Príncipe y estar en tu casa…” —se burló.
Una risita asaltó a Erick, le parecía un juego esa situación, pero le gustaba— de acuerdo —asintió como si el otro estuviera frente a él—, entonces, te veré en la fiesta de hoy…
—“Hasta la tarde, Conejo…”
—¡Alex! —Erick evitó que el otro colgara.
—“¿Si?”
—Te amo… —su voz se escuchó emocionada al decir esa palabra.
—“Yo también te amo, Conejo…”
Después de eso, ambos colgaron y Erick se hundió en el colchón, sintiendo como si flotara entre nubes de algodón y un millón de mariposas revolotearan en su estómago.
Jamás imaginó que podía experimentar esa dicha, pues durante todo su matrimonio había tenido solo miedo y sufrimiento, pero era obvio que las cosas cambiarían para bien.
Suspiró y se recostó una vez más, haciéndose un ovillo en la cama, abrazando las mantas, percibiendo la fragancia impregnada del rubio, disfrutándola emocionado.
El sonido de su celular se escuchó y giró para buscar el aparato en el buró.
—¿Sí? —respondió, ya que el número era desconocido.
—“Buenos días, Conejo…”
—¡Alex! —sonrió de manera automática—. Buenos días…
—“¿Ya desayunaste?”
—No, acabo de despertar…
—“Deberías pedir desayuno… tu padre irá por ti en unos minutos y no quiero que vuelvas a tu casa, sin alimentarte…”
—¿Mi padre?
—“Sí, dijo que debes volver a tu casa de inmediato, así que no creo que pueda verte hasta la fiesta de hoy…”
—Pero, yo no quiero volver a casa —suspiró—. ¿En serio no me puedo quedar contigo?
—“Conejo, yo también quisiera que te quedaras conmigo, pero aún no tengo propiedades en esta ciudad…” —explicó—. “El hotel dónde estás, no me parece lo suficientemente seguro y no puedo llevarte a la casa de Fabián y tenerte allí, sería aprovecharme de su buena voluntad…”
—Tienes razón… —admitió el ojiazul con tristeza.
—“Por el momento, volverás a casa de tu padre y yo iré a verte todos los días, hasta que nos casemos, lo prometo…”
‘…hasta que nos casemos…’ esa frase hizo suspirar a Erick y sonrió ilusionado.
—Está bien, pero… —guardó silencio y se mordió el labio.
—“¿Pero?”
—Es que… quisiera que pasáramos otras noches juntos… —respondió sintiendo que sus mejillas ardían.
—“Lo haremos, Conejo, pasaremos otras noches juntos, pero durante el día, tienes que ser un buen Príncipe y estar en tu casa…” —se burló.
Una risita asaltó a Erick, le parecía un juego esa situación, pero le gustaba— de acuerdo —asintió como si el otro estuviera frente a él—, entonces, te veré en la fiesta de hoy…
—“Hasta la tarde, Conejo…”
—¡Alex! —Erick evitó que el otro colgara.
—“¿Si?”
—Te amo… —su voz se escuchó emocionada al decir esa palabra.
—“Yo también te amo, Conejo…”
Después de eso, ambos colgaron y Erick se hundió en el colchón, sintiendo como si flotara entre nubes de algodón y un millón de mariposas revolotearan en su estómago.
Jamás imaginó que podía experimentar esa dicha, pues durante todo su matrimonio había tenido solo miedo y sufrimiento, pero era obvio que las cosas cambiarían para bien.
En el hospital más lujoso de la ciudad, Ulises estaba sentado al lado de una cama, sujetando la mano de su hijo, quien se mantenía inconsciente.
El castaño parecía estar orando, mientras algunas lágrimas escapaban de sus ojos, cayendo con lentitud; sabía que su hijo estaba fuera de peligro, pero los médicos no entendían por qué seguía inconsciente y sin responder a estímulos, por lo que temían que estuviera en coma por mucho tiempo.
—Amor —Jacobo se acercó a su esposo—. Has estado aquí toda la noche, deberías ir a descansar…
Desde que la noche anterior, les habían avisado de lo ocurrido y aunque Jacobo no quería que Ulises fuera al hospital, imaginando que Omar estaría mal, no pudo negarse a la petición desesperada de su esposo y ambos fueron a verlo; al llegar, les dijeron que Omar había estado expuesto a una sobre estimulación de feromonas Alfa, por lo que había tenido una laceración en la mucosa nasal y en las paredes de las vías respiratorias, lo que ocasionó un sangrado.
No podían definir las consecuencias de ello, pero temían que se pudiese considerar cómo una especie de quemadura de las vías respiratorias y tendrían que esperar a que reaccionara, aunque les dijeron que no era tan grave, ya que no tuvieron que intubarlo, pero necesitaba una mascarilla para poder respirar correctamente.
—No… —Ulises negó, sosteniendo la mano de su hijo con la poca fuerza que tenía—. No quiero dejarlo…
—Mi amor… nada podemos hacer —Jacobo suspiró—. Además, hay que esperar a que despierte y yo… bueno, debo ir a ver algunos asuntos a la oficina —suspiró.
Había hablado esa mañana con Alonso, pues necesitaba dinero para pagar el hospital, pero Alonso le dijo que todos los gastos estaban cubiertos por Alejandro, además, tenía que acudir a la reunión, cosa que Jacobo tuvo que admitir que no podía hacer una presentación, porque no tenía una propuesta.
Sabía que eso era admitir su derrota ante el otro, pero no podía pensar en nada más, no con su hijo en el hospital. El militar lo tomó con frialdad y dijo que él se ocuparía en hablar en la reunión, en nombre de la compañía Acosta, pero ese día, Jacobo tendría que darle todos los datos de la empresa, para tomar posesión de la misma, ya que el divorcio entre Erick y Omar, estaba más que confirmado con lo ocurrido la noche anterior.
—Ve, no te preocupes por mí —Ulises forzó una sonrisa.
—Pero tienes que comer algo…
—Le pediré a alguien de la casa, que me traiga un desayuno ligero —señaló.
Jacobo respiró profundamente; en poco tiempo tendrían que prescindir de la servidumbre, todo trabajador a sus servicios y dejar esa casa que habían habitado durante su matrimonio, pero esperaba que Alonso le diera algún tiempo considerable para ello, pues no sabía cómo le iba a decir eso a su esposo.
—Está bien… pero no te malpases —besó la cabellera de su esposo y se apartó—. Cualquier cosa me marcas al celular, ¿de acuerdo?
—Sí…
Jacobo salió de la habitación y antes de cerrar la puerta, le dedicó una mirada a su esposo e hijo; realmente estaba preocupado por Omar, pero ahora tenía que trabajar, para que su esposo no se sintiera peor, al enterarse de la verdadera situación económica de su familia.
El castaño parecía estar orando, mientras algunas lágrimas escapaban de sus ojos, cayendo con lentitud; sabía que su hijo estaba fuera de peligro, pero los médicos no entendían por qué seguía inconsciente y sin responder a estímulos, por lo que temían que estuviera en coma por mucho tiempo.
—Amor —Jacobo se acercó a su esposo—. Has estado aquí toda la noche, deberías ir a descansar…
Desde que la noche anterior, les habían avisado de lo ocurrido y aunque Jacobo no quería que Ulises fuera al hospital, imaginando que Omar estaría mal, no pudo negarse a la petición desesperada de su esposo y ambos fueron a verlo; al llegar, les dijeron que Omar había estado expuesto a una sobre estimulación de feromonas Alfa, por lo que había tenido una laceración en la mucosa nasal y en las paredes de las vías respiratorias, lo que ocasionó un sangrado.
No podían definir las consecuencias de ello, pero temían que se pudiese considerar cómo una especie de quemadura de las vías respiratorias y tendrían que esperar a que reaccionara, aunque les dijeron que no era tan grave, ya que no tuvieron que intubarlo, pero necesitaba una mascarilla para poder respirar correctamente.
—No… —Ulises negó, sosteniendo la mano de su hijo con la poca fuerza que tenía—. No quiero dejarlo…
—Mi amor… nada podemos hacer —Jacobo suspiró—. Además, hay que esperar a que despierte y yo… bueno, debo ir a ver algunos asuntos a la oficina —suspiró.
Había hablado esa mañana con Alonso, pues necesitaba dinero para pagar el hospital, pero Alonso le dijo que todos los gastos estaban cubiertos por Alejandro, además, tenía que acudir a la reunión, cosa que Jacobo tuvo que admitir que no podía hacer una presentación, porque no tenía una propuesta.
Sabía que eso era admitir su derrota ante el otro, pero no podía pensar en nada más, no con su hijo en el hospital. El militar lo tomó con frialdad y dijo que él se ocuparía en hablar en la reunión, en nombre de la compañía Acosta, pero ese día, Jacobo tendría que darle todos los datos de la empresa, para tomar posesión de la misma, ya que el divorcio entre Erick y Omar, estaba más que confirmado con lo ocurrido la noche anterior.
—Ve, no te preocupes por mí —Ulises forzó una sonrisa.
—Pero tienes que comer algo…
—Le pediré a alguien de la casa, que me traiga un desayuno ligero —señaló.
Jacobo respiró profundamente; en poco tiempo tendrían que prescindir de la servidumbre, todo trabajador a sus servicios y dejar esa casa que habían habitado durante su matrimonio, pero esperaba que Alonso le diera algún tiempo considerable para ello, pues no sabía cómo le iba a decir eso a su esposo.
—Está bien… pero no te malpases —besó la cabellera de su esposo y se apartó—. Cualquier cosa me marcas al celular, ¿de acuerdo?
—Sí…
Jacobo salió de la habitación y antes de cerrar la puerta, le dedicó una mirada a su esposo e hijo; realmente estaba preocupado por Omar, pero ahora tenía que trabajar, para que su esposo no se sintiera peor, al enterarse de la verdadera situación económica de su familia.
Miguel llegó a la casa Sánchez, la persona que lo recibió, lo llevó directamente a la habitación de Marcel, pues sus padres habían ido cada uno a su respectivo trabajo.
El castaño estaba en la cama, desayunando, cuando observó a Miguel entrar.
—¡Mike! —dijo ilusionado y quitó la mesita de cama, para ponerse de pie.
—¿Estás bien? —preguntó el pelinegro, caminando hasta él—. ¿Te sientes mal, por eso no te has levantado? —su voz sonó preocupada.
—Estoy bien —Marcel suspiró y lo abrazó, hundiendo el rostro en el pecho de su pareja, percibiendo las feromonas del otro—, solo estoy cansado —confesó—. Las feromonas de tu amigo son muy fuertes —dijo con voz débil.
Miguel abrazó a Marcel y le besó el cabello; la noche anterior, Marcel era uno de los que estuvieron cerca de Alejandro, cuando liberó sus feromonas y a pesar de ser dominante, al igual que Agustín en la casa de Fabián, no pudo reaccionar ante la agresividad de Alejandro, por lo que él tuvo que sacarlo de inmediato del lugar. Apenas estuvieron fuera, los padres del castaño se apresuraron a ir con él, pero Marcel se mantenía aterrorizado, con la mano aferrada al saco de Miguel y no lo soltó hasta mucho tiempo después, cuando las feromonas de Miguel, lograron opacar las de Alejandro, al estar lejos de él.
—Lamento lo que pasó —Miguel apartó al otro con cuidado y le besó los labios—. No imaginé que las cosas se pondrían tan mal y…
—Está bien —el castaño sonrió—. Aunque me afectó, fue solo daño colateral y no me pasó nada —le restó importancia—. Siendo honestos, me alegra que por fin alguien le haya dado un escarmiento de ese tipo a Omar —se alzó de hombros—. ¿Quieres acompañarme a desayunar? —preguntó curioso.
—Si eso deseas —Miguel asintió.
—Vamos a la terraza —hizo una seña hacia el enorme ventanal de su habitación y antes de ir hacia allá, sujetó las gafas que estaban en la mesita de noche.
Mientras la pareja iba hacia la salida, una joven sujetó la mesita del desayuno y caminó hasta la mesa del exterior, acomodando los platos.
—Vuelvo en un momento, joven Sánchez —anunció con voz rápida y se dirigió a la salida.
—Esperemos a que vuelvan con tu desayuno…
Marcel se sentó, después de que Miguel movió la silla para él y finalmente, el pelinegro se sentó a su lado.
—La verdad no esperaba que vinieras tan temprano, porque dijiste que tenían esa reunión importante —Marcel colocó sus gafas en el puente de su nariz—. ¿Pasó algo malo?
—No, al contrario —Miguel negó—. Todo salió bien —sonrió confiado—. El padre de Acosta no se presentó, al parecer sigue al pendiente de su hijo en el hospital.
—¿Omar sigue mal?
—No según la información que le facilitaron a Alejandro —negó—, solo está inconsciente.
—Tu amigo debió haberlo matado…
—¡Marcel! —Miguel levantó una ceja, sorprendido por esas palabras.
—Mi amor, si tú supieras todo lo que ese sujeto le ha hecho a Erick, me entenderías —hizo un mohín—, pero está en el hospital, por ahora me conformo con eso.
—Parece que lo odias —Miguel sonrió y le acarició una mano.
—¿Tanto se nota? —Marcel pestañeó insistente—. Ese sujeto es de lo peor —arrugó la nariz—. Ha lastimado mucho a Erick, aunque claro, por alguna razón, desde su intento de suicidio, ya no ha sido tan grave como para mandarlo al hospital —negó—, pero los moretones y las marcas que Erick no podía ocultar cada semana que nos mirábamos, dicen mucho de esa relación.
—No creo que ese sujeto pueda volver a tocar a Erick —Miguel negó—, Alejandro no lo permitirá.
—Sí, se nota que es un hombre de armas tomar —ladeó el rostro—, crees que si le pido algo…
Miguel puso un gesto sombrío— espero no te esté interesando —dijo con frialdad.
Marcel levantó una ceja y sonrió al percibir las feromonas de clavo— mi amor, no pienses mal —se puso de pie y se sentó sobre las piernas del otro—, solo le iba a pedir trabajo.
—No creo que tu necesites trabajo —Miguel lo sujetó de la cintura.
—No lo necesito, pero me divertiría, además, tu siempre andas con él, yo podría estar cerca de ti… —pasó las manos por la nuca de su pareja y le ofreció los labios.
—Así que, ¿tu intención es estar cerca de mí? —el pelinegro le besó los labios con suavidad—. Eso podría ser peligroso…
—¿Peligroso para quién? —el de lentes intentó ahondar el beso.
—Para ambos —Miguel correspondió la caricia y sus manos bajaron con lentitud, una delineó el trasero por encima de las finas telas y la otra acarició una pierna, subiendo de manera peligrosa.
Un carraspeo interrumpió el momento y ambos giraron a ver que una de las chicas de la servidumbre, había vuelto.
—Joven Sánchez, aquí está el otro desayuno —anunció con voz seria.
—Gracias —Marcel se puso de pie y volvió a su lugar.
La joven acomodó los platos frente a Miguel y se puso de lado de Marcel— ¿necesita algo más?
—No, gracias, Anita…
—Por cierto, su madre me encargó recordarle que, en caso de querer divertirse con el joven Domínguez, debe usar protección, porque aún no están casados.
Miguel sintió un nudo en su garganta; era obvio que los padres de Marcel sabían muy bien lo que podía ocurrir entre ellos, pero no imaginaba que alguien del servicio se lo diría también.
Marcel por su parte, entornó los ojos— ya vete, ‘espía materna’ —dijo con molestia—. Hoy me portaré bien, así que no tendrás que darle novedades a mi madre…
—Aun así, debo estar al pendiente de usted, por su bien —sonrió la joven—. Ahora sí, con su permiso, estaré esperando para venir por los platos, cuando me lo solicite.
Cuando Ana se giró, Marcel le sacó la lengua de manera infantil y luego volvió la vista a su desayuno.
—Por eso tengo mi departamento para divertirme, en esta casa uno no puede hacer nada —señaló molesto.
Miguel bebió un poco de jugo— así que… ¿te portarás bien? —preguntó divertido.
—Mientras estemos aquí, sí.
—¿Qué quieres decir?
—Bueno, debo ir a buscar unos accesorios para el traje que usaré hoy —sonrió pícaramente—, pero podríamos hacer una escala en otro lugar, ¿qué me dices?
—Es una oferta tentadora.
El castaño estaba en la cama, desayunando, cuando observó a Miguel entrar.
—¡Mike! —dijo ilusionado y quitó la mesita de cama, para ponerse de pie.
—¿Estás bien? —preguntó el pelinegro, caminando hasta él—. ¿Te sientes mal, por eso no te has levantado? —su voz sonó preocupada.
—Estoy bien —Marcel suspiró y lo abrazó, hundiendo el rostro en el pecho de su pareja, percibiendo las feromonas del otro—, solo estoy cansado —confesó—. Las feromonas de tu amigo son muy fuertes —dijo con voz débil.
Miguel abrazó a Marcel y le besó el cabello; la noche anterior, Marcel era uno de los que estuvieron cerca de Alejandro, cuando liberó sus feromonas y a pesar de ser dominante, al igual que Agustín en la casa de Fabián, no pudo reaccionar ante la agresividad de Alejandro, por lo que él tuvo que sacarlo de inmediato del lugar. Apenas estuvieron fuera, los padres del castaño se apresuraron a ir con él, pero Marcel se mantenía aterrorizado, con la mano aferrada al saco de Miguel y no lo soltó hasta mucho tiempo después, cuando las feromonas de Miguel, lograron opacar las de Alejandro, al estar lejos de él.
—Lamento lo que pasó —Miguel apartó al otro con cuidado y le besó los labios—. No imaginé que las cosas se pondrían tan mal y…
—Está bien —el castaño sonrió—. Aunque me afectó, fue solo daño colateral y no me pasó nada —le restó importancia—. Siendo honestos, me alegra que por fin alguien le haya dado un escarmiento de ese tipo a Omar —se alzó de hombros—. ¿Quieres acompañarme a desayunar? —preguntó curioso.
—Si eso deseas —Miguel asintió.
—Vamos a la terraza —hizo una seña hacia el enorme ventanal de su habitación y antes de ir hacia allá, sujetó las gafas que estaban en la mesita de noche.
Mientras la pareja iba hacia la salida, una joven sujetó la mesita del desayuno y caminó hasta la mesa del exterior, acomodando los platos.
—Vuelvo en un momento, joven Sánchez —anunció con voz rápida y se dirigió a la salida.
—Esperemos a que vuelvan con tu desayuno…
Marcel se sentó, después de que Miguel movió la silla para él y finalmente, el pelinegro se sentó a su lado.
—La verdad no esperaba que vinieras tan temprano, porque dijiste que tenían esa reunión importante —Marcel colocó sus gafas en el puente de su nariz—. ¿Pasó algo malo?
—No, al contrario —Miguel negó—. Todo salió bien —sonrió confiado—. El padre de Acosta no se presentó, al parecer sigue al pendiente de su hijo en el hospital.
—¿Omar sigue mal?
—No según la información que le facilitaron a Alejandro —negó—, solo está inconsciente.
—Tu amigo debió haberlo matado…
—¡Marcel! —Miguel levantó una ceja, sorprendido por esas palabras.
—Mi amor, si tú supieras todo lo que ese sujeto le ha hecho a Erick, me entenderías —hizo un mohín—, pero está en el hospital, por ahora me conformo con eso.
—Parece que lo odias —Miguel sonrió y le acarició una mano.
—¿Tanto se nota? —Marcel pestañeó insistente—. Ese sujeto es de lo peor —arrugó la nariz—. Ha lastimado mucho a Erick, aunque claro, por alguna razón, desde su intento de suicidio, ya no ha sido tan grave como para mandarlo al hospital —negó—, pero los moretones y las marcas que Erick no podía ocultar cada semana que nos mirábamos, dicen mucho de esa relación.
—No creo que ese sujeto pueda volver a tocar a Erick —Miguel negó—, Alejandro no lo permitirá.
—Sí, se nota que es un hombre de armas tomar —ladeó el rostro—, crees que si le pido algo…
Miguel puso un gesto sombrío— espero no te esté interesando —dijo con frialdad.
Marcel levantó una ceja y sonrió al percibir las feromonas de clavo— mi amor, no pienses mal —se puso de pie y se sentó sobre las piernas del otro—, solo le iba a pedir trabajo.
—No creo que tu necesites trabajo —Miguel lo sujetó de la cintura.
—No lo necesito, pero me divertiría, además, tu siempre andas con él, yo podría estar cerca de ti… —pasó las manos por la nuca de su pareja y le ofreció los labios.
—Así que, ¿tu intención es estar cerca de mí? —el pelinegro le besó los labios con suavidad—. Eso podría ser peligroso…
—¿Peligroso para quién? —el de lentes intentó ahondar el beso.
—Para ambos —Miguel correspondió la caricia y sus manos bajaron con lentitud, una delineó el trasero por encima de las finas telas y la otra acarició una pierna, subiendo de manera peligrosa.
Un carraspeo interrumpió el momento y ambos giraron a ver que una de las chicas de la servidumbre, había vuelto.
—Joven Sánchez, aquí está el otro desayuno —anunció con voz seria.
—Gracias —Marcel se puso de pie y volvió a su lugar.
La joven acomodó los platos frente a Miguel y se puso de lado de Marcel— ¿necesita algo más?
—No, gracias, Anita…
—Por cierto, su madre me encargó recordarle que, en caso de querer divertirse con el joven Domínguez, debe usar protección, porque aún no están casados.
Miguel sintió un nudo en su garganta; era obvio que los padres de Marcel sabían muy bien lo que podía ocurrir entre ellos, pero no imaginaba que alguien del servicio se lo diría también.
Marcel por su parte, entornó los ojos— ya vete, ‘espía materna’ —dijo con molestia—. Hoy me portaré bien, así que no tendrás que darle novedades a mi madre…
—Aun así, debo estar al pendiente de usted, por su bien —sonrió la joven—. Ahora sí, con su permiso, estaré esperando para venir por los platos, cuando me lo solicite.
Cuando Ana se giró, Marcel le sacó la lengua de manera infantil y luego volvió la vista a su desayuno.
—Por eso tengo mi departamento para divertirme, en esta casa uno no puede hacer nada —señaló molesto.
Miguel bebió un poco de jugo— así que… ¿te portarás bien? —preguntó divertido.
—Mientras estemos aquí, sí.
—¿Qué quieres decir?
—Bueno, debo ir a buscar unos accesorios para el traje que usaré hoy —sonrió pícaramente—, pero podríamos hacer una escala en otro lugar, ¿qué me dices?
—Es una oferta tentadora.
Julián llegó a la casa de Agustín y como los días anteriores, Yuri le abrió la puerta.
—Buenos días joven Chávez, pase —hizo un ademán al interior—. El joven Salazar y su abuela, están desayunando.
—Gracias, Yuri.
Julián caminó por el pasillo, dueño de la situación; no conocía toda la casa, pero el olor de su pareja lo guiaba. Al llegar al arco del comedor, saludo con media sonrisa.
—Buenos días…
Agustín levantó el rostro y sonrió ampliamente; dejó los cubiertos de lado con poco cuidado y se puso de pie.
—Juls… —su voz no alcanzó a salir del todo, así que carraspeó—. Julián —dijo más dueño de la situación—, no sabía que vendrías tan temprano.
—La reunión duró poco… —el castaño caminó hasta la abuela de su pareja y se inclinó a saludarla de beso en la frente—. Buenos días, abuela —dijo con solemnidad y le entregó una cajita de dulces.
—Buenos días, muchacho —sonrió la mujer—. ¿Gustas acompañarnos a desayunar?
—Me encantaría… —asintió y caminó hasta Agustín, entregándole un ramo de rosas blancas y besándolo en los labios con suavidad—. ¿Cómo amaneciste?
El pelinegro sintió que sus mejillas ardían y después de recibir las flores, intentó responder, pero tartamudeó un poco— bi… bien —se alzó de hombros—. Hoy si podré salir de la casa e ir a la reunión.
—Sí, me lo dijo el General…
Agustín entornó los ojos.
—Siéntate, muchacho, en un momento Yuri te traerá desayuno —anunció Reina y siguió comiendo.
Agustín le entregó las flores a Karla, para que las pusiera en agua— ¿cómo está Erick? —preguntó con rapidez, al tomar asiento.
—¿Ya te enteraste de lo ocurrido anoche? —Julián suspiró.
—Marcel me lo contó y además, ¡está en todos los noticieros! —dijo con desespero—. Las redes sociales estallaron con la noticia y más, porque tú ‘primo’, ¡marcó a mi hermano delante de muchos!
—Es cierto —la canosa bebió de su café—. En el periódico hay varias páginas con la noticia de la exaltada fiesta de ayer en la noche —miró al castaño de soslayo— y de la poca información del esposo de Erick.
Julián sujetó la servilleta y la puso en su regazo, mientras Yuri le servía el desayuno.
—Tanto Erick, como su esposo, están bien —anunció—. Erick pasó la noche con Alex y él me aseguró, antes de venir para acá, que estaba perfectamente —señaló, para que Agustín no se preocupara—. En cuanto a Omar Acosta, está en un hospital, pero fuera de peligro, ya que no le ocurrió nada grave.
—Qué lástima, se hubiera muerto mejor… —Agustín hizo un mohín, pero al ver la mirada acusadora de su abuela se irguió en su lugar—. Quiero decir, ¡qué bueno que está bien!
Reina negó— sé que ese muchacho es una mala persona —comentó con seriedad—, pero no es bueno desearle mal a nadie, Guti.
El menor se mordió el labio inferior— lo sé, lo siento.
—Aunque igual que tú, me alegra saber que tú hermano se librará de ese matrimonio que le hizo daño —le sonrió a su nieto con amor, pues ella había escuchado de sus labios, todas las cosas que le ocurrían a Erick y la peor de todas, fue del intento de suicidio que tuvo.
—Supongo que debo ir a verlo y apoyarlo —Agustín suspiró.
—Tu hermano volverá a la casa de su padre —anunció Julián con rapidez.
—¡¿Qué?! ¡¿A la casa Salazar?! —hizo un gesto desagradable—. Tienes que estar bromeando…
—¿Por qué?
—A Guti no le gusta ir a esa casa —suspiró Reina.
—No es sólo que no me guste, puedo hacerlo si es para ver a Erick, pero el esposo del General, me tiene prohibido ir, si no hay una razón de peso para hacerlo —explicó.
—¿No te llevas bien con él?
Julián sabía que Agustín no tenía buena relación con su padre, pero no estaba al tanto de la situación con el Omega, esposo de Alonso Salazar.
—¡Me odia! —respondió con rapidez—. Pero es un odio mutuo —aseguró.
—Noé Arellano, no tolera a nuestra familia —Reina comió un poco más de su desayuno—. Es, hasta cierto punto, comprensible, especialmente cuando tu esposo te es infiel con otra persona y además, esa unión tiene fruto…
—Comprendo… —Julián asintió lentamente.
—Quiero ver a Erick —Agustín suspiró—, pero no creo que sea bueno ir a esa casa, menos, porque la fiesta de mañana es ahí, así que tendré que ir temprano y podré platicar con él…
—Si quieres ir a ver a tu hermano, yo puedo llevarte —ofreció el castaño—. Seguramente conmigo presente, ese hombre deberá tratarte bien, aunque sea para guardar las apariencias —se burló.
—No lo dudo —Agustín sonrió—, pero no creo que sea bueno alterar a Erick —negó—, seguramente estará viendo lo de su mudanza, porque no podrá volver a casa de Omar y prefiero platicar con él, más tarde, en la fiesta —señaló—, no quiero que oídos indiscretos en la casa Salazar, puedan enterarse de cosas innecesarias.
—Platicarás con Erick a su debido tiempo —Reina lo miró de soslayo—, deja que las cosas tomen un ritmo más lento —dijo con voz seria—. Apenas acaba de anunciar su divorcio y repentino compromiso, es mejor que tu hermano tome un respiro.
—Eso es cierto… —asintió—. Pero no tengo nada qué hacer hasta media tarde —le sonrió a Julián—, ¿tú, tienes trabajo?
—No, estoy libre.
—Entonces… Podríamos salir a dar un paseo… —Agustín se mordió el labio intentando aguantar la sonrisa trémula que bailaba en su boca.
Julián entendió la doble intención que tenían esas palabras— por mi está bien —asintió.
—Si van a tener relaciones, tomen precauciones —Reina habló sin mirar a ninguno y dándole un sorbo a su café.
Las mejillas de Agustín se tiñeron de rojo y Julián carraspeó antes de tomar un poco de jugo.
—Por favor, niños —la canosa siguió—, se bien lo que hicieron ayer, no tienen que usar eufemismos conmigo —negó—. Ambos son adultos y sé perfectamente que lo ocurrido fue consensuado —le dedicó una mirada cómplice a su nieto, quien parecía querer que la tierra lo tragara—, así que no voy a oponerme, pero, más vale que se cuiden —posó su mirada en Julián—, de lo contrario, tendremos problemas en explicarle a Alonso Salazar, en caso de convertirlo en abuelo antes de tiempo…
—¡Abuela!
—Solo soy objetiva, Guti —la mujer sonrió divertida—. Tal vez puedas ocultarle la marca en tu nuca, pero no un bebé.
El pelinegro llevó la mano a su nuca y una sensación extraña en la boca de su estómago se hizo presente; el día anterior había aceptado la marca de Julián y además, aunque tardó un largo rato, el otro había anudado en su interior y eso podía dar como resultado, justo lo que su abuela decía, aunque por alguna razón, la idea no le desagradó en lo más mínimo, en ese momento no sabía cómo reaccionar a esa situación.
—Tomaremos precauciones, abuela —Julián sonrió—, lo prometo.
—Confiaré en tu palabra —asintió la canosa.
—Buenos días joven Chávez, pase —hizo un ademán al interior—. El joven Salazar y su abuela, están desayunando.
—Gracias, Yuri.
Julián caminó por el pasillo, dueño de la situación; no conocía toda la casa, pero el olor de su pareja lo guiaba. Al llegar al arco del comedor, saludo con media sonrisa.
—Buenos días…
Agustín levantó el rostro y sonrió ampliamente; dejó los cubiertos de lado con poco cuidado y se puso de pie.
—Juls… —su voz no alcanzó a salir del todo, así que carraspeó—. Julián —dijo más dueño de la situación—, no sabía que vendrías tan temprano.
—La reunión duró poco… —el castaño caminó hasta la abuela de su pareja y se inclinó a saludarla de beso en la frente—. Buenos días, abuela —dijo con solemnidad y le entregó una cajita de dulces.
—Buenos días, muchacho —sonrió la mujer—. ¿Gustas acompañarnos a desayunar?
—Me encantaría… —asintió y caminó hasta Agustín, entregándole un ramo de rosas blancas y besándolo en los labios con suavidad—. ¿Cómo amaneciste?
El pelinegro sintió que sus mejillas ardían y después de recibir las flores, intentó responder, pero tartamudeó un poco— bi… bien —se alzó de hombros—. Hoy si podré salir de la casa e ir a la reunión.
—Sí, me lo dijo el General…
Agustín entornó los ojos.
—Siéntate, muchacho, en un momento Yuri te traerá desayuno —anunció Reina y siguió comiendo.
Agustín le entregó las flores a Karla, para que las pusiera en agua— ¿cómo está Erick? —preguntó con rapidez, al tomar asiento.
—¿Ya te enteraste de lo ocurrido anoche? —Julián suspiró.
—Marcel me lo contó y además, ¡está en todos los noticieros! —dijo con desespero—. Las redes sociales estallaron con la noticia y más, porque tú ‘primo’, ¡marcó a mi hermano delante de muchos!
—Es cierto —la canosa bebió de su café—. En el periódico hay varias páginas con la noticia de la exaltada fiesta de ayer en la noche —miró al castaño de soslayo— y de la poca información del esposo de Erick.
Julián sujetó la servilleta y la puso en su regazo, mientras Yuri le servía el desayuno.
—Tanto Erick, como su esposo, están bien —anunció—. Erick pasó la noche con Alex y él me aseguró, antes de venir para acá, que estaba perfectamente —señaló, para que Agustín no se preocupara—. En cuanto a Omar Acosta, está en un hospital, pero fuera de peligro, ya que no le ocurrió nada grave.
—Qué lástima, se hubiera muerto mejor… —Agustín hizo un mohín, pero al ver la mirada acusadora de su abuela se irguió en su lugar—. Quiero decir, ¡qué bueno que está bien!
Reina negó— sé que ese muchacho es una mala persona —comentó con seriedad—, pero no es bueno desearle mal a nadie, Guti.
El menor se mordió el labio inferior— lo sé, lo siento.
—Aunque igual que tú, me alegra saber que tú hermano se librará de ese matrimonio que le hizo daño —le sonrió a su nieto con amor, pues ella había escuchado de sus labios, todas las cosas que le ocurrían a Erick y la peor de todas, fue del intento de suicidio que tuvo.
—Supongo que debo ir a verlo y apoyarlo —Agustín suspiró.
—Tu hermano volverá a la casa de su padre —anunció Julián con rapidez.
—¡¿Qué?! ¡¿A la casa Salazar?! —hizo un gesto desagradable—. Tienes que estar bromeando…
—¿Por qué?
—A Guti no le gusta ir a esa casa —suspiró Reina.
—No es sólo que no me guste, puedo hacerlo si es para ver a Erick, pero el esposo del General, me tiene prohibido ir, si no hay una razón de peso para hacerlo —explicó.
—¿No te llevas bien con él?
Julián sabía que Agustín no tenía buena relación con su padre, pero no estaba al tanto de la situación con el Omega, esposo de Alonso Salazar.
—¡Me odia! —respondió con rapidez—. Pero es un odio mutuo —aseguró.
—Noé Arellano, no tolera a nuestra familia —Reina comió un poco más de su desayuno—. Es, hasta cierto punto, comprensible, especialmente cuando tu esposo te es infiel con otra persona y además, esa unión tiene fruto…
—Comprendo… —Julián asintió lentamente.
—Quiero ver a Erick —Agustín suspiró—, pero no creo que sea bueno ir a esa casa, menos, porque la fiesta de mañana es ahí, así que tendré que ir temprano y podré platicar con él…
—Si quieres ir a ver a tu hermano, yo puedo llevarte —ofreció el castaño—. Seguramente conmigo presente, ese hombre deberá tratarte bien, aunque sea para guardar las apariencias —se burló.
—No lo dudo —Agustín sonrió—, pero no creo que sea bueno alterar a Erick —negó—, seguramente estará viendo lo de su mudanza, porque no podrá volver a casa de Omar y prefiero platicar con él, más tarde, en la fiesta —señaló—, no quiero que oídos indiscretos en la casa Salazar, puedan enterarse de cosas innecesarias.
—Platicarás con Erick a su debido tiempo —Reina lo miró de soslayo—, deja que las cosas tomen un ritmo más lento —dijo con voz seria—. Apenas acaba de anunciar su divorcio y repentino compromiso, es mejor que tu hermano tome un respiro.
—Eso es cierto… —asintió—. Pero no tengo nada qué hacer hasta media tarde —le sonrió a Julián—, ¿tú, tienes trabajo?
—No, estoy libre.
—Entonces… Podríamos salir a dar un paseo… —Agustín se mordió el labio intentando aguantar la sonrisa trémula que bailaba en su boca.
Julián entendió la doble intención que tenían esas palabras— por mi está bien —asintió.
—Si van a tener relaciones, tomen precauciones —Reina habló sin mirar a ninguno y dándole un sorbo a su café.
Las mejillas de Agustín se tiñeron de rojo y Julián carraspeó antes de tomar un poco de jugo.
—Por favor, niños —la canosa siguió—, se bien lo que hicieron ayer, no tienen que usar eufemismos conmigo —negó—. Ambos son adultos y sé perfectamente que lo ocurrido fue consensuado —le dedicó una mirada cómplice a su nieto, quien parecía querer que la tierra lo tragara—, así que no voy a oponerme, pero, más vale que se cuiden —posó su mirada en Julián—, de lo contrario, tendremos problemas en explicarle a Alonso Salazar, en caso de convertirlo en abuelo antes de tiempo…
—¡Abuela!
—Solo soy objetiva, Guti —la mujer sonrió divertida—. Tal vez puedas ocultarle la marca en tu nuca, pero no un bebé.
El pelinegro llevó la mano a su nuca y una sensación extraña en la boca de su estómago se hizo presente; el día anterior había aceptado la marca de Julián y además, aunque tardó un largo rato, el otro había anudado en su interior y eso podía dar como resultado, justo lo que su abuela decía, aunque por alguna razón, la idea no le desagradó en lo más mínimo, en ese momento no sabía cómo reaccionar a esa situación.
—Tomaremos precauciones, abuela —Julián sonrió—, lo prometo.
—Confiaré en tu palabra —asintió la canosa.
David había llegado a la casa de Luís, pero se encontró con la novedad de que su pareja no estaba; la situación no hubiera sido tan mala, si al menos hubiera podido platicar con los padres del otro, pero al igual que Luís, no estaban en su hogar. Según la chica que lo atendió, Luís salió temprano, porque tenía un compromiso, pero no le quiso decir a dónde, ni con quién, cosa que lo molestó, especialmente porque el otro no le respondía el teléfono; los padres de Luís, por otro lado, habían salido acompañando a su hijo, pero no le dijo si fueron al mismo compromiso. Lo único que David consiguió, fue que la joven le permitiera esperar y le ofreció una bebida.
El tiempo le parecía sumamente lento y ya había esperado más de una hora, cuando se puso de pie; necesitaba ir a buscar a Luís y quizá estaba en la casa dónde sería ese día la reunión.
—Me voy —dijo con seriedad—, si Luis regresa, le dices que lo vine a buscar.
La chica tembló al escuchar la voz; no podía percibir las feromonas de David, pero su actitud y gesto, le dijeron que estaba furioso.
Dio un par de pasos a hacia la salida, pero se detuvo de golpe; alcanzó a percibir el olor a Maple, antes de que Luis abriera la puerta.
—Volví —dijo con voz cansada pero un escalofrío lo cimbro al percibir el olor a anís.
Cuando Luis giró el rostro, observó a David a unos pasos de él; la mirada gris a través de las gafas, lo ponía sumamente inquieto y bajó el rostro de inmediato.
—¿Dónde estabas? —preguntó el de lentes con seriedad.
—Yo… —titubeó, no quería responder, pero ante las feromonas de David, era débil—. Tuve que ir al médico…
Todo el coraje y celos de David, se esfumaron de inmediato ante esas palabras; dio pasos largos y sujetó a Luis de un brazo, mientras levantaba el mentón con suavidad.
—¿Te sientes mal? ¡¿Qué tienes?!
Luis parpadeó y alejó el rostro de la mano que lo tocaba; no porque le disgustara la caricia, sino que, al contrario, sentía que le quemaba la piel y debía controlarse.
—Mis padres me llevaron, porque mis feromonas se alteraron por lo de ayer y… según el médico, es posible que mi ciclo de celo se adelantara…
—¿Por lo de ayer? —David frunció el ceño—. ¡¿Tanto te afectaron las feromonas de Alex?! —preguntó con celos.
Luís levantó una ceja y miró al otro con sarcasmo.
—Las tuyas, ¡imbécil! —dijo con molestia.
—¿Las… mías?
David hizo remembranza.
Durante la situación con Alejandro, para proteger a Luis, tuvo que desplegar sus feromonas para que las del rubio no le afectaran tanto a su pareja; se suponía que Luis era recesivo y normalmente no debería poder desplegar sus feromonas, ni percibir las feromonas de otros con facilidad, pero las de Alejandro eran muy potentes y sin la protección de sus propias defensas, necesitaba quien le ayudara y por eso no lo pensó.
Pero era obvio que al haber hecho que sus feromonas de dulce de leche y anís, se presentaran con mayor intensidad para ayudar a Luís, éstas lo habían estimulado, especialmente después de lo ocurrido un par de días antes.
—Entonces… ¿estás en celo?
—Tal parece —Luís suspiró—. Pero ya usé el supresor —señaló la pequeña marca en su cuello, dónde había usado la inyección.
—Y ¿volviste solo? ¡¿En ese estado?!
—¡Por supuesto que…! ¡Ah! Olvídalo —pasó la mano por su cabeza—. No estoy de humor para discutir, solo quiero ir a dormir.
Luis intentó rodear a David, pero el de lentes lo sujetó de la cintura y lo apresó contra su cuerpo; Luis se tensó completamente y más, al sentir el aliento tibio cerca de su nuca.
—¿En serio usaste un supresor, cuando yo puedo ayudarte con tu estado? —la voz de David era suave y movió la cabeza, acariciando el cabello castaño de su pareja con la nariz.
—David —Luis se relamió los labios—. No creo que… mis padres no…
—¿Joven Jiménez…? —la voz trémula de la chica que aún se encontraba ahí, lo hizo volver en sí.
—Ah, ¡Mary! —con un movimiento rápido se apartó del cuerpo de David—. Lo siento, yo…
—¿Quiere que llame a sus padres? —preguntó la jovencita con nervios.
Todos los trabajadores de esa casa, sabían la verdadera condición de Luís, pero nunca lo habían visto interactuar de esa manera con otro hombre; al contrario, había tenido algunas salidas con mujeres, pero nunca lo habían visto en un momento cariñoso, solo parecían muy buenos amigos.
—No…
—Sí —David asintió—. Diles a mis suegros, que estoy en su casa y vengo a ayudar a su hijo con su celo.
—¡¿Qué?! ¡¿Estás loco?! —Luis se asustó.
—No, soy un caballero y voy a hacerme responsable…
El de lentes sujetó a Luis y lo colocó sobre su hombro, como si cargara un costal.
—¡Bájame, David! ¡¿Qué diablos crees que estás haciendo?!
—¿La habitación de Luis es arriba? —preguntó con una sonrisa a la chica.
—Ah… sí —asintió—. Suba las escaleras y agarra el pasillo a la derecha, la puerta del fondo es la habitación del joven…
—Gracias…
A pesar de los gritos y quejas de Luis, David subió las escaleras y recorrió el camino, sintiendo como el otro pataleaba y le golpeaba la espalda. Mary se quedó al inicio de la escalera, estupefacta y con un gesto incrédulo, pero cuando escuchó la puerta cerrarse, todo tomó sentido y sus mejillas se encendieron, por lo que pasó las manos por su rostro y tomó una bocanada de aire.
—Creo que… debo decirle al señor Jiménez de esto…
El tiempo le parecía sumamente lento y ya había esperado más de una hora, cuando se puso de pie; necesitaba ir a buscar a Luís y quizá estaba en la casa dónde sería ese día la reunión.
—Me voy —dijo con seriedad—, si Luis regresa, le dices que lo vine a buscar.
La chica tembló al escuchar la voz; no podía percibir las feromonas de David, pero su actitud y gesto, le dijeron que estaba furioso.
Dio un par de pasos a hacia la salida, pero se detuvo de golpe; alcanzó a percibir el olor a Maple, antes de que Luis abriera la puerta.
—Volví —dijo con voz cansada pero un escalofrío lo cimbro al percibir el olor a anís.
Cuando Luis giró el rostro, observó a David a unos pasos de él; la mirada gris a través de las gafas, lo ponía sumamente inquieto y bajó el rostro de inmediato.
—¿Dónde estabas? —preguntó el de lentes con seriedad.
—Yo… —titubeó, no quería responder, pero ante las feromonas de David, era débil—. Tuve que ir al médico…
Todo el coraje y celos de David, se esfumaron de inmediato ante esas palabras; dio pasos largos y sujetó a Luis de un brazo, mientras levantaba el mentón con suavidad.
—¿Te sientes mal? ¡¿Qué tienes?!
Luis parpadeó y alejó el rostro de la mano que lo tocaba; no porque le disgustara la caricia, sino que, al contrario, sentía que le quemaba la piel y debía controlarse.
—Mis padres me llevaron, porque mis feromonas se alteraron por lo de ayer y… según el médico, es posible que mi ciclo de celo se adelantara…
—¿Por lo de ayer? —David frunció el ceño—. ¡¿Tanto te afectaron las feromonas de Alex?! —preguntó con celos.
Luís levantó una ceja y miró al otro con sarcasmo.
—Las tuyas, ¡imbécil! —dijo con molestia.
—¿Las… mías?
David hizo remembranza.
Durante la situación con Alejandro, para proteger a Luis, tuvo que desplegar sus feromonas para que las del rubio no le afectaran tanto a su pareja; se suponía que Luis era recesivo y normalmente no debería poder desplegar sus feromonas, ni percibir las feromonas de otros con facilidad, pero las de Alejandro eran muy potentes y sin la protección de sus propias defensas, necesitaba quien le ayudara y por eso no lo pensó.
Pero era obvio que al haber hecho que sus feromonas de dulce de leche y anís, se presentaran con mayor intensidad para ayudar a Luís, éstas lo habían estimulado, especialmente después de lo ocurrido un par de días antes.
—Entonces… ¿estás en celo?
—Tal parece —Luís suspiró—. Pero ya usé el supresor —señaló la pequeña marca en su cuello, dónde había usado la inyección.
—Y ¿volviste solo? ¡¿En ese estado?!
—¡Por supuesto que…! ¡Ah! Olvídalo —pasó la mano por su cabeza—. No estoy de humor para discutir, solo quiero ir a dormir.
Luis intentó rodear a David, pero el de lentes lo sujetó de la cintura y lo apresó contra su cuerpo; Luis se tensó completamente y más, al sentir el aliento tibio cerca de su nuca.
—¿En serio usaste un supresor, cuando yo puedo ayudarte con tu estado? —la voz de David era suave y movió la cabeza, acariciando el cabello castaño de su pareja con la nariz.
—David —Luis se relamió los labios—. No creo que… mis padres no…
—¿Joven Jiménez…? —la voz trémula de la chica que aún se encontraba ahí, lo hizo volver en sí.
—Ah, ¡Mary! —con un movimiento rápido se apartó del cuerpo de David—. Lo siento, yo…
—¿Quiere que llame a sus padres? —preguntó la jovencita con nervios.
Todos los trabajadores de esa casa, sabían la verdadera condición de Luís, pero nunca lo habían visto interactuar de esa manera con otro hombre; al contrario, había tenido algunas salidas con mujeres, pero nunca lo habían visto en un momento cariñoso, solo parecían muy buenos amigos.
—No…
—Sí —David asintió—. Diles a mis suegros, que estoy en su casa y vengo a ayudar a su hijo con su celo.
—¡¿Qué?! ¡¿Estás loco?! —Luis se asustó.
—No, soy un caballero y voy a hacerme responsable…
El de lentes sujetó a Luis y lo colocó sobre su hombro, como si cargara un costal.
—¡Bájame, David! ¡¿Qué diablos crees que estás haciendo?!
—¿La habitación de Luis es arriba? —preguntó con una sonrisa a la chica.
—Ah… sí —asintió—. Suba las escaleras y agarra el pasillo a la derecha, la puerta del fondo es la habitación del joven…
—Gracias…
A pesar de los gritos y quejas de Luis, David subió las escaleras y recorrió el camino, sintiendo como el otro pataleaba y le golpeaba la espalda. Mary se quedó al inicio de la escalera, estupefacta y con un gesto incrédulo, pero cuando escuchó la puerta cerrarse, todo tomó sentido y sus mejillas se encendieron, por lo que pasó las manos por su rostro y tomó una bocanada de aire.
—Creo que… debo decirle al señor Jiménez de esto…
En la habitación del hospital, unos parpados empezaron a abrirse con suma lentitud; Omar sentía que no tenía fuerza y se le dificultó entreabrir los ojos, pero apenas percibió la luz del sol, le incomodó y volvió a cerrarlos por inercia.
Se quejó débilmente, con un sonido que más pareció un suspiro; sentía tibieza en su mano derecha y algo que lo sujetaba, pero no podía identificar qué era; intentó percibir aromas, pero no pudo.
—¿Qui… en? —su voz apenas fue un murmullo, pues sentía que su garganta ardía al intentar articular palabra.
Ulises estaba dormitando al lado de la cama, aun sujetando la mano de su hijo, cuando sintió el movimiento.
—¿Omar? —se irguió y pasó la mano por el cabello de su hijo—. ¿Cómo te sientes? —preguntó con nervios.
—Ten…go… sed…
—Claro, mi amor…
Ulises se movió y sirvió agua en un vaso, le puso una pajilla y lo acercó a la boca de su hijo. Omar bebió lentamente y sintió que el líquido le raspaba cuando lo tragaba; la sensación era cómo cuando estaba enfermo y la odiaba.
Omar hizo un movimiento y apartó la boca de la pajilla, con eso, Ulises entendió que estaba satisfecho, así que alejó el vaso y presionó el botón cercano a la cama, para llamar al médico.
—¿Qué…? —a Omar le costaba articular palabras, no solo por su mente aletargada, sino porque le ardía la garganta y los sonidos apenas se escuchaban—. ¿Qué pasó?
—¿No lo recuerdas? —preguntó Ulises con precaución.
Omar se removió inquieto, apretó con poca fuerza los parpados y trató de recordar.
A su mente, solo llegaron los recuerdos de haber estado trabajando hasta tarde en la oficina; el desespero que sentía porque Jair no le respondía las llamadas, ni los mensajes; se encontraba sumamente estresado y su oficina estaba llena de humo de cigarro, ya que se había fumado más de una cajetilla completa esa tarde.
—Yo… yo…
Carraspeó y parpadeó varias veces.
Recordaba haberse sentido tan desesperado que decidió ir a tomar un baño a su casa para relajarse y seguir trabajando allá, pero cuando llegó, Erick no estaba. Le dijeron que Joseph lo había llevado a la fiesta de esa noche y eso lo hizo enojar, así que le llamó a su trabajador; pero lo único que recibió, fueron las palabras de su suegro.
“No será tu esposo por mucho tiempo… Alejandro de León es su prometido…”
La respiración de Omar se agitó y apretó las sabanas con poca fuerza.
—¿Dónde…? —buscó la mirada de su madre—. ¿Dónde está mi esposo?
Ulises bajó el rostro.
Jacobo ya le había dicho la situación, además, él mismo había visto las noticias y Alonso se lo había confirmado un par de horas antes; Erick y Omar ya no estarían casados por mucho tiempo y además, el ojiazul ya estaba prometido a alguien más.
—Erick… —titubeó—. Erick debe estar ahora mismo en casa de sus padres —dijo con seriedad.
—¡¿Por qué?! —Omar tensó los músculos—. Debería estar aquí, conmigo, ¡es mi esposo!
—Omar… después todo lo que ha…
—¡Tráelo! —gritó—. ¡Es su obligación estar a mi lado!
—Omar… Erick ya no tiene esa obligación.
—¡¿De qué hablas?!
Ulises soltó el aire con cansancio y sujetó un sobre que estaba en la mesita de cama; lo abrió y le entregó las hojas a su hijo.
Omar leyó con rapidez la hoja membretada. Era la disolución inmediata de su matrimonio, debido a lo confesado por él mismo la noche anterior, de jamás haber consumado la relación, aunado a ello, las pruebas de su adulterio directo y físico, durante un periodo considerable para estar fuera de los preceptos permitidos por cuestiones de arrebatos por las feromonas.
La respiración de Omar se agitó, mientras sus ojos se iban abriendo con asombro al leer todo lo escrito ahí, incluyendo los actos de violencia que había hecho contra su esposo, detallando fechas y mencionando archivos anexo de las evaluaciones clínicas y cuidados durante su estancia en el hospital y posterior dada de alta. Al final de las hojas, Erick ya había firmado, pues antes de llevarlo a su casa, su padre le hizo firmar los documentos para entregarlos de manera inmediata a Omar.
—No… no puede… ese maldito hombre… —apretó las hojas entre sus manos—. ¡Me lo quiere quitar! —gritó, lanzando las hojas al piso y tratando de levantarse.
—Omar, ¡cálmate!
La puerta se abrió y un par de médicos entraron, seguido por varios enfermeros. Los médicos eran Alfas y desplegaron sus feromonas para tratar de someter a Omar, pero no funcionó; por esa razón los enfermeros, Beta, no podían ayudarlos, ya que la fuerza del paciente, era superior.
—¡¿Qué pasa?! —preguntó Ulises al ver que su hijo estaba en un estado histérico.
—¡Nuestras feromonas no le hacen efecto! —dijo un médico.
Una enfermera se acercó a Ulises y lo apartó.
—¡Suéltenme! —gritó Omar.
En un movimiento agresivo, lanzó a uno de los enfermeros, quien chocó contra la silla y trastabilló, terminando en el piso, con un golpe seco.
—¡Maldición!
Uno de los dos médicos se dio cuenta que no iban a controlar al paciente, así que le dio un golpe en la quijada, logrando aturdirlo, antes de que el otro le colocara un medicamento tranquilizante que preparó con rapidez.
Omar se removió un poco más, mientras el medicamento que le inyectaron hacía efecto. Poco a poco, dejó de luchar, pero su respiración seguía acelerada.
—Señor Acosta —el médico le trono los dedos frente al rostro—. ¿Me escucha?
—Suél…teme… —dijo con voz pastosa—. Debo ir… por Erick…
—Señor Acosta —insistió el otro médico—. ¿A qué huele? —preguntó con seriedad.
—¿De qué habla? —carraspeó.
—¿A que huelen mis feromonas? —insistió el hombre, sin soltarlo de los hombros.
—¿Qué… feromonas? —apretó los parpados—. No hay… olor…
Los dos médicos se miraron entre sí y luego miraron a Ulises, quien estaba pálido, pues incluso él había liberado sus feromonas de guayaba y percibía perfectamente las feromonas de los médicos, una era lavanda y la otra era de olivo.
—Señor Acosta, ¿seguro que no puede percibir las feromonas? ¿Ni siquiera las de su madre?
Omar intentó aspirar, pero hizo un gesto incómodo— no… solo… el aire es… caliente…
Las fuerzas lo estaban abandonando y sus parpados volvieron a cerrarse.
Los médicos se mantuvieron alerta un poco más, haciendo anotaciones en unas tabletas que llevaban, pero les llamó la atención que, a pesar de que Omar estaba alterado, no usó sus feromonas para intentar repelerlos tampoco.
—¡¿Qué pasa?! —preguntó Ulises con nervios.
Uno de los doctores suspiró— hablaré con su madre, encárgate de lo demás…
—De acuerdo —asintió el otro y siguió con la revisión de los signos.
El médico llevó a Ulises fuera de la habitación y le pidió que se sentara en un sillón, mientras él lo acompañaba en otro.
—Señor Acosta —su voz tenía un tinte grave—. Temíamos que su hijo tuviera algún efecto secundario por su accidente —dijo con suavidad—, como le dijimos a su esposo, las vías respiratorias de Omar, sufrieron un daño equiparable, a quemaduras por inhalación de gases tóxicos —explicó con calma—, pero por los estudios que le hicimos, nos dimos cuenta que su órgano vemeronasal, quedó completamente dañado, a tal grado que ahora es… completamente inútil.
—¿Qué…? ¿Qué quiere decir? —Ulises no entendía lo que el médico le decía.
—Señor Acosta… —el doctor apretó los labios un momento, intentando encontrar las palabras adecuadas—. Su hijo Omar, no podrá percibir olores, ni sabores, de nuevo… mucho menos las feromonas de los demás.
—No… No puede ser… Pero… —Ulises pasó saliva—. ¿Qué hay…? ¿Qué hay con… sus feromonas? —preguntó con miedo, pues a pesar de verlo alterado, apenas pudo percibir un ligero olor de té de miel con limón.
El doctor pasó la mano por su barbilla— los Alfas y Omegas, tienen glándulas que permiten la liberación de las feromonas, como respuesta a un estímulo no solo emocional, sino olfativo —dijo con calma—. Tanto Alfas y Omegas, liberan sus feromonas para seducir o someter a otros, porque es su instinto, pero lo que lo permite controlarlas, es el percibirlas… es decir, los olores no solo de su alrededor, sino de las personas a las que quieren seducir o… someter… —explicó lentamente—. Pero, con el órgano vemeronasal dañado, su hijo no podrá percibir olores y por lo tanto, no puede producir los estímulos químicos necesarios, para controlar sus propias feromonas…
Ulises sintió que el piso se hundía.
—No… no entiendo —negó levemente.
—Señor Acosta… —el médico lo sujetó de la mano y lo miró a los ojos—. Aunque su hijo sea Alfa, de ahora en adelante, no podrá percibir las feromonas de otros, ni tampoco usar las propias como antes, pero según sus registros médicos, siempre ha tenido problemas para controlar por completo sus feromonas e incluso, con esto… —respiró profundamente—. Me atrevo a decir, que llegará el momento en que no las pueda desplegar en lo absoluto…
Ulises se cubrió la boca con la mano, sus ojos se humedecieron y empezó a respirar con agitación; sus feromonas de guayaba se liberaron lentamente.
—Esto… no puede ser —dijo con dolor, ya que no imaginaba que eso pudiera pasar y no sabía cómo iba a reaccionar Omar al enterarse—. Y… ¿No hay algo que se pueda hacer? —sollozó.
—No por el momento —el médico negó, pero al ver el gesto de Ulises se conmovió—. Señor Acosta, tal vez sea difícil, porque son contados los Alfa que han llegado a perder el olfato en accidentes, ¿me explico?
—Entiendo…
—Aun así, hay un médico especialista, Alfa, en Francia —prosiguió el otro, llamando la atención de Ulises—. Él también tuvo un accidente y perdió el olfato, así que está haciendo pruebas en él mismo para un medicamento experimental…
—¡¿Qué?! —Ulises levantó el rostro de inmediato.
—No puede avanzar en su investigación, porque cómo dije, no hay muchos casos como el suyo —el médico curvo ligeramente sus labios—, pero quizá, si lleva a su hijo allá, pueda lograr que mejore un poco.
—¡¿De verdad lo cree?!
—Es la única opción para su hijo, en este momento…
Se quejó débilmente, con un sonido que más pareció un suspiro; sentía tibieza en su mano derecha y algo que lo sujetaba, pero no podía identificar qué era; intentó percibir aromas, pero no pudo.
—¿Qui… en? —su voz apenas fue un murmullo, pues sentía que su garganta ardía al intentar articular palabra.
Ulises estaba dormitando al lado de la cama, aun sujetando la mano de su hijo, cuando sintió el movimiento.
—¿Omar? —se irguió y pasó la mano por el cabello de su hijo—. ¿Cómo te sientes? —preguntó con nervios.
—Ten…go… sed…
—Claro, mi amor…
Ulises se movió y sirvió agua en un vaso, le puso una pajilla y lo acercó a la boca de su hijo. Omar bebió lentamente y sintió que el líquido le raspaba cuando lo tragaba; la sensación era cómo cuando estaba enfermo y la odiaba.
Omar hizo un movimiento y apartó la boca de la pajilla, con eso, Ulises entendió que estaba satisfecho, así que alejó el vaso y presionó el botón cercano a la cama, para llamar al médico.
—¿Qué…? —a Omar le costaba articular palabras, no solo por su mente aletargada, sino porque le ardía la garganta y los sonidos apenas se escuchaban—. ¿Qué pasó?
—¿No lo recuerdas? —preguntó Ulises con precaución.
Omar se removió inquieto, apretó con poca fuerza los parpados y trató de recordar.
A su mente, solo llegaron los recuerdos de haber estado trabajando hasta tarde en la oficina; el desespero que sentía porque Jair no le respondía las llamadas, ni los mensajes; se encontraba sumamente estresado y su oficina estaba llena de humo de cigarro, ya que se había fumado más de una cajetilla completa esa tarde.
—Yo… yo…
Carraspeó y parpadeó varias veces.
Recordaba haberse sentido tan desesperado que decidió ir a tomar un baño a su casa para relajarse y seguir trabajando allá, pero cuando llegó, Erick no estaba. Le dijeron que Joseph lo había llevado a la fiesta de esa noche y eso lo hizo enojar, así que le llamó a su trabajador; pero lo único que recibió, fueron las palabras de su suegro.
“No será tu esposo por mucho tiempo… Alejandro de León es su prometido…”
La respiración de Omar se agitó y apretó las sabanas con poca fuerza.
—¿Dónde…? —buscó la mirada de su madre—. ¿Dónde está mi esposo?
Ulises bajó el rostro.
Jacobo ya le había dicho la situación, además, él mismo había visto las noticias y Alonso se lo había confirmado un par de horas antes; Erick y Omar ya no estarían casados por mucho tiempo y además, el ojiazul ya estaba prometido a alguien más.
—Erick… —titubeó—. Erick debe estar ahora mismo en casa de sus padres —dijo con seriedad.
—¡¿Por qué?! —Omar tensó los músculos—. Debería estar aquí, conmigo, ¡es mi esposo!
—Omar… después todo lo que ha…
—¡Tráelo! —gritó—. ¡Es su obligación estar a mi lado!
—Omar… Erick ya no tiene esa obligación.
—¡¿De qué hablas?!
Ulises soltó el aire con cansancio y sujetó un sobre que estaba en la mesita de cama; lo abrió y le entregó las hojas a su hijo.
Omar leyó con rapidez la hoja membretada. Era la disolución inmediata de su matrimonio, debido a lo confesado por él mismo la noche anterior, de jamás haber consumado la relación, aunado a ello, las pruebas de su adulterio directo y físico, durante un periodo considerable para estar fuera de los preceptos permitidos por cuestiones de arrebatos por las feromonas.
La respiración de Omar se agitó, mientras sus ojos se iban abriendo con asombro al leer todo lo escrito ahí, incluyendo los actos de violencia que había hecho contra su esposo, detallando fechas y mencionando archivos anexo de las evaluaciones clínicas y cuidados durante su estancia en el hospital y posterior dada de alta. Al final de las hojas, Erick ya había firmado, pues antes de llevarlo a su casa, su padre le hizo firmar los documentos para entregarlos de manera inmediata a Omar.
—No… no puede… ese maldito hombre… —apretó las hojas entre sus manos—. ¡Me lo quiere quitar! —gritó, lanzando las hojas al piso y tratando de levantarse.
—Omar, ¡cálmate!
La puerta se abrió y un par de médicos entraron, seguido por varios enfermeros. Los médicos eran Alfas y desplegaron sus feromonas para tratar de someter a Omar, pero no funcionó; por esa razón los enfermeros, Beta, no podían ayudarlos, ya que la fuerza del paciente, era superior.
—¡¿Qué pasa?! —preguntó Ulises al ver que su hijo estaba en un estado histérico.
—¡Nuestras feromonas no le hacen efecto! —dijo un médico.
Una enfermera se acercó a Ulises y lo apartó.
—¡Suéltenme! —gritó Omar.
En un movimiento agresivo, lanzó a uno de los enfermeros, quien chocó contra la silla y trastabilló, terminando en el piso, con un golpe seco.
—¡Maldición!
Uno de los dos médicos se dio cuenta que no iban a controlar al paciente, así que le dio un golpe en la quijada, logrando aturdirlo, antes de que el otro le colocara un medicamento tranquilizante que preparó con rapidez.
Omar se removió un poco más, mientras el medicamento que le inyectaron hacía efecto. Poco a poco, dejó de luchar, pero su respiración seguía acelerada.
—Señor Acosta —el médico le trono los dedos frente al rostro—. ¿Me escucha?
—Suél…teme… —dijo con voz pastosa—. Debo ir… por Erick…
—Señor Acosta —insistió el otro médico—. ¿A qué huele? —preguntó con seriedad.
—¿De qué habla? —carraspeó.
—¿A que huelen mis feromonas? —insistió el hombre, sin soltarlo de los hombros.
—¿Qué… feromonas? —apretó los parpados—. No hay… olor…
Los dos médicos se miraron entre sí y luego miraron a Ulises, quien estaba pálido, pues incluso él había liberado sus feromonas de guayaba y percibía perfectamente las feromonas de los médicos, una era lavanda y la otra era de olivo.
—Señor Acosta, ¿seguro que no puede percibir las feromonas? ¿Ni siquiera las de su madre?
Omar intentó aspirar, pero hizo un gesto incómodo— no… solo… el aire es… caliente…
Las fuerzas lo estaban abandonando y sus parpados volvieron a cerrarse.
Los médicos se mantuvieron alerta un poco más, haciendo anotaciones en unas tabletas que llevaban, pero les llamó la atención que, a pesar de que Omar estaba alterado, no usó sus feromonas para intentar repelerlos tampoco.
—¡¿Qué pasa?! —preguntó Ulises con nervios.
Uno de los doctores suspiró— hablaré con su madre, encárgate de lo demás…
—De acuerdo —asintió el otro y siguió con la revisión de los signos.
El médico llevó a Ulises fuera de la habitación y le pidió que se sentara en un sillón, mientras él lo acompañaba en otro.
—Señor Acosta —su voz tenía un tinte grave—. Temíamos que su hijo tuviera algún efecto secundario por su accidente —dijo con suavidad—, como le dijimos a su esposo, las vías respiratorias de Omar, sufrieron un daño equiparable, a quemaduras por inhalación de gases tóxicos —explicó con calma—, pero por los estudios que le hicimos, nos dimos cuenta que su órgano vemeronasal, quedó completamente dañado, a tal grado que ahora es… completamente inútil.
—¿Qué…? ¿Qué quiere decir? —Ulises no entendía lo que el médico le decía.
—Señor Acosta… —el doctor apretó los labios un momento, intentando encontrar las palabras adecuadas—. Su hijo Omar, no podrá percibir olores, ni sabores, de nuevo… mucho menos las feromonas de los demás.
—No… No puede ser… Pero… —Ulises pasó saliva—. ¿Qué hay…? ¿Qué hay con… sus feromonas? —preguntó con miedo, pues a pesar de verlo alterado, apenas pudo percibir un ligero olor de té de miel con limón.
El doctor pasó la mano por su barbilla— los Alfas y Omegas, tienen glándulas que permiten la liberación de las feromonas, como respuesta a un estímulo no solo emocional, sino olfativo —dijo con calma—. Tanto Alfas y Omegas, liberan sus feromonas para seducir o someter a otros, porque es su instinto, pero lo que lo permite controlarlas, es el percibirlas… es decir, los olores no solo de su alrededor, sino de las personas a las que quieren seducir o… someter… —explicó lentamente—. Pero, con el órgano vemeronasal dañado, su hijo no podrá percibir olores y por lo tanto, no puede producir los estímulos químicos necesarios, para controlar sus propias feromonas…
Ulises sintió que el piso se hundía.
—No… no entiendo —negó levemente.
—Señor Acosta… —el médico lo sujetó de la mano y lo miró a los ojos—. Aunque su hijo sea Alfa, de ahora en adelante, no podrá percibir las feromonas de otros, ni tampoco usar las propias como antes, pero según sus registros médicos, siempre ha tenido problemas para controlar por completo sus feromonas e incluso, con esto… —respiró profundamente—. Me atrevo a decir, que llegará el momento en que no las pueda desplegar en lo absoluto…
Ulises se cubrió la boca con la mano, sus ojos se humedecieron y empezó a respirar con agitación; sus feromonas de guayaba se liberaron lentamente.
—Esto… no puede ser —dijo con dolor, ya que no imaginaba que eso pudiera pasar y no sabía cómo iba a reaccionar Omar al enterarse—. Y… ¿No hay algo que se pueda hacer? —sollozó.
—No por el momento —el médico negó, pero al ver el gesto de Ulises se conmovió—. Señor Acosta, tal vez sea difícil, porque son contados los Alfa que han llegado a perder el olfato en accidentes, ¿me explico?
—Entiendo…
—Aun así, hay un médico especialista, Alfa, en Francia —prosiguió el otro, llamando la atención de Ulises—. Él también tuvo un accidente y perdió el olfato, así que está haciendo pruebas en él mismo para un medicamento experimental…
—¡¿Qué?! —Ulises levantó el rostro de inmediato.
—No puede avanzar en su investigación, porque cómo dije, no hay muchos casos como el suyo —el médico curvo ligeramente sus labios—, pero quizá, si lleva a su hijo allá, pueda lograr que mejore un poco.
—¡¿De verdad lo cree?!
—Es la única opción para su hijo, en este momento…
—¿Eso es todo? —Alonso estaba sentado en la oficina principal, del edificio donde la familia Acosta tenía su sede de trabajo.
—Sí —Jacobo asintió, manteniendo la mirada gacha.
El militar observó los documentos y finalmente soltó un suspiro cansado.
—Tu empresa tiene demasiadas perdidas y deudas —señaló con frialdad—. Me atrevo a decir que si no hubiera llegado De León, en poco tiempo, tendrían que haberse declarado en banca rota.
Jacobo apretó los puños, quería mantenerse tranquilo, pues ahora que la situación con Alonso era tan complicada y a sabiendas que Alejandro De León ya había declarado públicamente que Erick sería su pareja y hasta lo había marcado, ya no tenía oportunidad de pedir ayuda.
—Tu hijo puso como aval todas sus propiedades —prosiguió el ojiazul—. Erick ni siquiera podrá reclamarlas, pues tendrán que ser entregadas a los bancos para pagar todas las deudas y las acciones de la empresa, no valen nada en este momento.
—Lo sé…
—De no ser porque la familia De León podrá absorber todos estos gastos, no me serviría de nada tomar posesión de este negocio —la voz de Alonso sonó desdeñosa—. De lo contrario, mi familia también saldría perdiendo…
Jacobo suspiró.
—Bien —Alonso dejó de lado los documentos—. Ahora, debo irme, tengo cosas que hacer en casa…
—Alonso… —Jacobo lo miró a los ojos—. Mi hijo está en el hospital, necesito un tiempo para poder entregar la casa y todo, además, no sé qué tanto costará su recuperación y…
—Debido a que el fin de año está cerca, estaremos haciendo solo las preparaciones para el traspaso de todo y empezando el año, tomaré posesión, en nombre de Erick —sonrió de lado—. Tienes hasta entonces para encontrar una solución a tus problemas…
—Necesito un préstamo —Jacobo le suplicó con la mirada al otro—. Por lo menos para poder conseguir dónde vivir y que mi familia esté bien…
—Ese ya no es mi problema —el militar lo miró con altivez—. Te dije que mientras Erick estuviera casado con tu hijo, yo te ayudaría, pero ya no más —se alzó de hombros—. Es momento que te rasques con tus propias uñas…
Jacobo se sorprendió tanto, que no pudo decir nada; se quedó ahí, de pie, mientras Alonso Salazar se retiraba.
Cuando se quedó a solas, pasó la mano por su cabello y se dejó caer en la silla. Sabía que el hospital estaba cubierto, pero no sabía por cuanto tiempo y aún faltaba saber qué tenía Omar y seguramente necesitaría un tratamiento caro.
—¿Señor Acosta? —la secretaria entró con precaución.
—¿Sí? —respondió el hombre cómo autómata.
—Señor, ya son casi las cuatro —sonrió la chica—, ¿necesita algo antes de que me retire?
Jacobo observó su reloj, constatando que faltaban cinco minutos para las cuatro. Había pasado varias horas revisando la documentación con Alonso y facilitando lo que el otro ocupaba.
—No, Esther —negó—. Puedes irte…
—Está bien, señor, ah… ¿cómo se encuentra su hijo? —preguntó cortésmente.
—Bien, gracias… En un momento más iré al hospital a verlo
—Siendo así, dele mis buenos deseos… Con permiso, señor.
La secretaria se retiró y Jacobo tardó unos minutos más en ponerse de pie, tomar sus cosas e ir hacia el estacionamiento.
Parecía un autómata.
Conocía ese lugar desde que tenía uso de razón; le había pertenecido a su padre y antes de eso a su abuelo; ellos había consolidado la empresa de exportación e importación, convirtiéndose en una de las más reconocidas de la ciudad; poco a poco, su familia se ganó el respeto y la admiración de otros por ello, pero de igual manera, la envidia de muchos.
Ahora ya no tenía nada y sabía que era su culpa.
Desde que Omar se hizo cargo de la empresa, tomó decisiones muy arriesgadas y aunque no estaba de acuerdo con ellas, permitió que su hijo se hiciera responsable, para que no sintiera que no confiaba en él, pero en ese momento, después de leer todos los informes y encontrar muchas incongruencias en los mismos, entendió que Omar no estaba preparado y él no quiso verlo.
Se perdió en sus recuerdos y pensamientos, mientras iba en el automóvil hacia el hospital.
Aun recordaba cuando Omar era un niño; todos los berrinches que hacía porque él lo regañaba, debido a sus malas calificaciones en la escuela y Ulises siempre lo reconfortaba y le pedía que no fuera tan estricto, pues solo era un niño. Quizá ambos lo habían malcriado a su manera, pero pensaban que darle todo era la mejor forma de demostrar que lo amaban.
Cuando Omar se convirtió en un adolescente y supo que se casaría con Erick, parecía el chico más afortunado del mundo. Anhelaba el día de su boda, preguntaba cuando se casaría, quería verlo todos los días y tal parecía que realmente estaba enamorado; Jacobo siempre lo creyó y estaba seguro que sería muy feliz, porque se iba a casar con la persona que amaba, igual que él se casó con Ulises, pero después de la boda, Omar cambió.
Y después de la primera vez que Erick estuvo en el hospital, a causa de Omar, ya no pudo reconocer a su hijo.
Eso que alguna vez creyó que era amor, se dio cuenta que no era más que una obsesión y más, cuando se enteraba de los amantes que tenía, amantes en los que se gastaba exorbitantes cantidades de dinero, regalándoles cosas para demostrar su superioridad; amantes que él tenía que asegurarse que Ulises no supiera de su existencia, pero no lo logró con todos.
Ahora Omar estaba en el hospital y todas las cosas que hizo en la empresa, habían terminado de hundir a su familia y aun así, no podía echarle toda la culpa, porque era su hijo y sabía que de no ser por haberlo dejado hacer las cosas solo, quizá todo hubiera sido distinto, quizá no con su matrimonio, pero si con su vida y su empresa.
Jacobo llegó al hospital en poco tiempo, pues no estaba lejos; subió el elevador y al bajar, se detuvo en la recepción, a preguntar sobre la situación de su hijo y el saldo de la cuenta.
La chica de recepción le confirmó lo que Alonso Salazar le había dicho; todos los gastos estaban cubiertos, hasta que Omar saliera del hospital.
Después de eso, fue a la habitación, encontrando a Ulises sentado al lado de la cama y a Omar dormido.
—Hola, mi vida… —Jacobo se inclinó y besó el cabello de su esposo.
—¡Amor! —Ulises se puso de pie de inmediato y lo abrazó.
Sin poder contenerse, el Omega empezó a llorar y sollozar, aferrándose al saco de su esposo, llamando la atención del otro.
—¡¿Qué pasó?! ¡¿Le pasa algo a Omar?!
Ulises se apartó y limpió las lágrimas— tenemos… tenemos que hablar —suspiró.
La pareja salió de la habitación y Ulises se recargó en la pared.
—Omar… Omar no está bien —señaló con voz trémula.
—¡¿Qué ocurre?!
—Parece que… perdió el sentido del olfato y… no puede percibir feromonas —su labio inferior tembló—. El médico dice que… que quizá… en el futuro… ni siquiera podrá desplegar las suyas… ¡por no sé qué cosa de los olores! —hizo un gesto desesperado, pues no recordaba muchas de las cosas que el médico le había dicho.
Jacobo pasó la mano por su cabello— no puede ser…
—Pero, tal vez… ¡haya una oportunidad¡
—¿Oportunidad? —Jacobo buscó el rostro de su esposo.
—El médico dijo, que hay un especialista que quizá puede ayudarlo… ¡En Francia! —su voz sonó emocionada—. Debemos llevarlo allá y ¡seguramente lo ayudarán!
Jacobo soltó el aire— amor… no creo que…
—El médico me dio todos los detalles, solo debemos hablar y…
—¡No podemos llevarlo! —señaló el hombre.
—¿Por qué no?
—Amor… no… no tenemos dinero…
Ulises parpadeó con sorpresa— ¿Qué? Pero, ¿la empresa?
—Ya no nos pertenece… perdimos la concesión y tenemos muchas deudas, así que… la perdimos…
Ulises se asustó, Jacobo le había mencionado poco sobre la situación de esa dichosa concesión y no lo entendía del todo, ni siquiera quería pensar en eso, solo quería ayudar a su hijo, por lo que de inmediato buscó una solución.
—Pero… si vendemos la casa, ¡podríamos llevar a Omar a Francia!
Jacobo negó— no podemos.
—¿Qué?
—Ya… ya no tenemos nada —Jacobo negó con cansancio—. La casa, las propiedades, los autos, todo… todo será embargado en unos días —su labio inferior tembló—. Ni siquiera tengo para pagar este hospital… Alguien más lo está pagando por mí…
—No… ¡No puede ser! —Ulises negó—. ¿Por qué…? ¿Por qué no me dijiste? —preguntó con susto.
—No quería preocuparte…
Ulises se sentía atrapado; no tenía muchas opciones y lo único que realmente le importaba era encontrar la manera de ayudar a su hijo a recuperarse.
—¡Pídele dinero al padre de Erick! —dijo con rapidez.
Jacobo tomó aire— Alonso no nos ayudará…
—¡Pero alguien tiene que ayudarnos! ¿Alguno de tus amigos?
—Nadie nos ayudará —dijo con voz débil—. No hay nadie en esta ciudad que nos quiera ayudar… por nuestra situación económica, no podría darles garantía de pagar un préstamo y además, hay muchas cosas que ha hecho Omar que…
—Jacobo… ¡Nuestro hijo necesita que lo ayudemos! —los ojos castaños de Ulises se fijaron en su esposo con desespero—. ¡Debe haber alguien!
—Cuando uno se queda sin dinero… también se queda sin amigos y sin apoyo —suspiró—. No tenemos a nadie más…
Ulises se quedó helado. Realmente no parecía haber una opción, pero un pequeño destello de esperanza llegó a su mente; ingresó a la habitación de Omar, constató que estuviera dormido y sujetó su abrigo, saliendo con paso rápido.
—Ulises, ¡¿a dónde vas?!
—Con la única persona que no me negará su ayuda…
—Sí —Jacobo asintió, manteniendo la mirada gacha.
El militar observó los documentos y finalmente soltó un suspiro cansado.
—Tu empresa tiene demasiadas perdidas y deudas —señaló con frialdad—. Me atrevo a decir que si no hubiera llegado De León, en poco tiempo, tendrían que haberse declarado en banca rota.
Jacobo apretó los puños, quería mantenerse tranquilo, pues ahora que la situación con Alonso era tan complicada y a sabiendas que Alejandro De León ya había declarado públicamente que Erick sería su pareja y hasta lo había marcado, ya no tenía oportunidad de pedir ayuda.
—Tu hijo puso como aval todas sus propiedades —prosiguió el ojiazul—. Erick ni siquiera podrá reclamarlas, pues tendrán que ser entregadas a los bancos para pagar todas las deudas y las acciones de la empresa, no valen nada en este momento.
—Lo sé…
—De no ser porque la familia De León podrá absorber todos estos gastos, no me serviría de nada tomar posesión de este negocio —la voz de Alonso sonó desdeñosa—. De lo contrario, mi familia también saldría perdiendo…
Jacobo suspiró.
—Bien —Alonso dejó de lado los documentos—. Ahora, debo irme, tengo cosas que hacer en casa…
—Alonso… —Jacobo lo miró a los ojos—. Mi hijo está en el hospital, necesito un tiempo para poder entregar la casa y todo, además, no sé qué tanto costará su recuperación y…
—Debido a que el fin de año está cerca, estaremos haciendo solo las preparaciones para el traspaso de todo y empezando el año, tomaré posesión, en nombre de Erick —sonrió de lado—. Tienes hasta entonces para encontrar una solución a tus problemas…
—Necesito un préstamo —Jacobo le suplicó con la mirada al otro—. Por lo menos para poder conseguir dónde vivir y que mi familia esté bien…
—Ese ya no es mi problema —el militar lo miró con altivez—. Te dije que mientras Erick estuviera casado con tu hijo, yo te ayudaría, pero ya no más —se alzó de hombros—. Es momento que te rasques con tus propias uñas…
Jacobo se sorprendió tanto, que no pudo decir nada; se quedó ahí, de pie, mientras Alonso Salazar se retiraba.
Cuando se quedó a solas, pasó la mano por su cabello y se dejó caer en la silla. Sabía que el hospital estaba cubierto, pero no sabía por cuanto tiempo y aún faltaba saber qué tenía Omar y seguramente necesitaría un tratamiento caro.
—¿Señor Acosta? —la secretaria entró con precaución.
—¿Sí? —respondió el hombre cómo autómata.
—Señor, ya son casi las cuatro —sonrió la chica—, ¿necesita algo antes de que me retire?
Jacobo observó su reloj, constatando que faltaban cinco minutos para las cuatro. Había pasado varias horas revisando la documentación con Alonso y facilitando lo que el otro ocupaba.
—No, Esther —negó—. Puedes irte…
—Está bien, señor, ah… ¿cómo se encuentra su hijo? —preguntó cortésmente.
—Bien, gracias… En un momento más iré al hospital a verlo
—Siendo así, dele mis buenos deseos… Con permiso, señor.
La secretaria se retiró y Jacobo tardó unos minutos más en ponerse de pie, tomar sus cosas e ir hacia el estacionamiento.
Parecía un autómata.
Conocía ese lugar desde que tenía uso de razón; le había pertenecido a su padre y antes de eso a su abuelo; ellos había consolidado la empresa de exportación e importación, convirtiéndose en una de las más reconocidas de la ciudad; poco a poco, su familia se ganó el respeto y la admiración de otros por ello, pero de igual manera, la envidia de muchos.
Ahora ya no tenía nada y sabía que era su culpa.
Desde que Omar se hizo cargo de la empresa, tomó decisiones muy arriesgadas y aunque no estaba de acuerdo con ellas, permitió que su hijo se hiciera responsable, para que no sintiera que no confiaba en él, pero en ese momento, después de leer todos los informes y encontrar muchas incongruencias en los mismos, entendió que Omar no estaba preparado y él no quiso verlo.
Se perdió en sus recuerdos y pensamientos, mientras iba en el automóvil hacia el hospital.
Aun recordaba cuando Omar era un niño; todos los berrinches que hacía porque él lo regañaba, debido a sus malas calificaciones en la escuela y Ulises siempre lo reconfortaba y le pedía que no fuera tan estricto, pues solo era un niño. Quizá ambos lo habían malcriado a su manera, pero pensaban que darle todo era la mejor forma de demostrar que lo amaban.
Cuando Omar se convirtió en un adolescente y supo que se casaría con Erick, parecía el chico más afortunado del mundo. Anhelaba el día de su boda, preguntaba cuando se casaría, quería verlo todos los días y tal parecía que realmente estaba enamorado; Jacobo siempre lo creyó y estaba seguro que sería muy feliz, porque se iba a casar con la persona que amaba, igual que él se casó con Ulises, pero después de la boda, Omar cambió.
Y después de la primera vez que Erick estuvo en el hospital, a causa de Omar, ya no pudo reconocer a su hijo.
Eso que alguna vez creyó que era amor, se dio cuenta que no era más que una obsesión y más, cuando se enteraba de los amantes que tenía, amantes en los que se gastaba exorbitantes cantidades de dinero, regalándoles cosas para demostrar su superioridad; amantes que él tenía que asegurarse que Ulises no supiera de su existencia, pero no lo logró con todos.
Ahora Omar estaba en el hospital y todas las cosas que hizo en la empresa, habían terminado de hundir a su familia y aun así, no podía echarle toda la culpa, porque era su hijo y sabía que de no ser por haberlo dejado hacer las cosas solo, quizá todo hubiera sido distinto, quizá no con su matrimonio, pero si con su vida y su empresa.
Jacobo llegó al hospital en poco tiempo, pues no estaba lejos; subió el elevador y al bajar, se detuvo en la recepción, a preguntar sobre la situación de su hijo y el saldo de la cuenta.
La chica de recepción le confirmó lo que Alonso Salazar le había dicho; todos los gastos estaban cubiertos, hasta que Omar saliera del hospital.
Después de eso, fue a la habitación, encontrando a Ulises sentado al lado de la cama y a Omar dormido.
—Hola, mi vida… —Jacobo se inclinó y besó el cabello de su esposo.
—¡Amor! —Ulises se puso de pie de inmediato y lo abrazó.
Sin poder contenerse, el Omega empezó a llorar y sollozar, aferrándose al saco de su esposo, llamando la atención del otro.
—¡¿Qué pasó?! ¡¿Le pasa algo a Omar?!
Ulises se apartó y limpió las lágrimas— tenemos… tenemos que hablar —suspiró.
La pareja salió de la habitación y Ulises se recargó en la pared.
—Omar… Omar no está bien —señaló con voz trémula.
—¡¿Qué ocurre?!
—Parece que… perdió el sentido del olfato y… no puede percibir feromonas —su labio inferior tembló—. El médico dice que… que quizá… en el futuro… ni siquiera podrá desplegar las suyas… ¡por no sé qué cosa de los olores! —hizo un gesto desesperado, pues no recordaba muchas de las cosas que el médico le había dicho.
Jacobo pasó la mano por su cabello— no puede ser…
—Pero, tal vez… ¡haya una oportunidad¡
—¿Oportunidad? —Jacobo buscó el rostro de su esposo.
—El médico dijo, que hay un especialista que quizá puede ayudarlo… ¡En Francia! —su voz sonó emocionada—. Debemos llevarlo allá y ¡seguramente lo ayudarán!
Jacobo soltó el aire— amor… no creo que…
—El médico me dio todos los detalles, solo debemos hablar y…
—¡No podemos llevarlo! —señaló el hombre.
—¿Por qué no?
—Amor… no… no tenemos dinero…
Ulises parpadeó con sorpresa— ¿Qué? Pero, ¿la empresa?
—Ya no nos pertenece… perdimos la concesión y tenemos muchas deudas, así que… la perdimos…
Ulises se asustó, Jacobo le había mencionado poco sobre la situación de esa dichosa concesión y no lo entendía del todo, ni siquiera quería pensar en eso, solo quería ayudar a su hijo, por lo que de inmediato buscó una solución.
—Pero… si vendemos la casa, ¡podríamos llevar a Omar a Francia!
Jacobo negó— no podemos.
—¿Qué?
—Ya… ya no tenemos nada —Jacobo negó con cansancio—. La casa, las propiedades, los autos, todo… todo será embargado en unos días —su labio inferior tembló—. Ni siquiera tengo para pagar este hospital… Alguien más lo está pagando por mí…
—No… ¡No puede ser! —Ulises negó—. ¿Por qué…? ¿Por qué no me dijiste? —preguntó con susto.
—No quería preocuparte…
Ulises se sentía atrapado; no tenía muchas opciones y lo único que realmente le importaba era encontrar la manera de ayudar a su hijo a recuperarse.
—¡Pídele dinero al padre de Erick! —dijo con rapidez.
Jacobo tomó aire— Alonso no nos ayudará…
—¡Pero alguien tiene que ayudarnos! ¿Alguno de tus amigos?
—Nadie nos ayudará —dijo con voz débil—. No hay nadie en esta ciudad que nos quiera ayudar… por nuestra situación económica, no podría darles garantía de pagar un préstamo y además, hay muchas cosas que ha hecho Omar que…
—Jacobo… ¡Nuestro hijo necesita que lo ayudemos! —los ojos castaños de Ulises se fijaron en su esposo con desespero—. ¡Debe haber alguien!
—Cuando uno se queda sin dinero… también se queda sin amigos y sin apoyo —suspiró—. No tenemos a nadie más…
Ulises se quedó helado. Realmente no parecía haber una opción, pero un pequeño destello de esperanza llegó a su mente; ingresó a la habitación de Omar, constató que estuviera dormido y sujetó su abrigo, saliendo con paso rápido.
—Ulises, ¡¿a dónde vas?!
—Con la única persona que no me negará su ayuda…
Erick había terminado de asearse y se colocó la bata, para salir a la recámara.
Años había pasado desde que usara esa alcoba pero se mantenía igual que la última vez que había estado en ella. Cuando salió, algunas chicas estaban esperando para ayudarle a seleccionar su traje y arreglarse.
Le habían llevado varios, pero Alejandro le había mandado un mensaje diciéndole cual usara, así que no tuvo problema en elegir. Le agradaba la idea, pues ya no tenía que ocultar la marca de su nuca; ahora podía mostrarla con orgullo y eso lo llenaba de felicidad.
—Joven Salazar, el mayordomo de la familia Acosta preguntó que si debe traer sus cuadros o prefiere ir por ellos.
—No creo que mi padre me permita ir por ellos —negó—, dile a Joseph que los traiga, por favor… ¿aún quedan muchas cosas mías allá?
—Según solo quedan las cosas de su estudio, sus cuadros y las conejeras…
—Mi padre dijo que se encargaría de las conejeras —suspiró, ya que era obvio que el hombre quería asegurar el cuidado del producto—. Dentro de poco, ya no habrá nada mío allá… —sonrió tenuemente.
—No parece muy feliz —dijo una con suspicacia.
—Al contrario —el ojiazul ladeó el rostro—, me siento mucho mejor de lo que aparento, pero extrañaré a Joseph, Yesi, Anita y Eloísa.
—No se preocupe, joven —la mujer mayor que lo atendía, Estela, la ama de llaves y quien era la líder de todas las mujeres que servían a la familia Salazar, habló con desdén—, nosotros lo serviremos mejor que cualquiera de ellos.
Erick suspiró.
Todas esas mujeres eran trabajadoras directas de sus padres, así que no les tenía confianza, ya que sabía que cualquier cosa que dijera o hiciera, se lo irían a contar con rapidez a Noé, pero nada podía hacer.
«Tal vez, Alex me deje contratar a quien yo quiero…» pensó, pues sabía que Alejandro le complacería lo que le pidiera.
—Bueno, debo empezar a cambiarme.
Erick se puso el vestido que usaría para la fiesta de ese día y estaba por sentarse para que le ayudaran con su maquillaje y accesorios, cuando la puerta se abrió y una chica del servicio entró con paso rápido; estaba pálida y parecía nerviosa.
—¿Pasa algo? —preguntó Erick con rapidez, pues era obvio que no era normal esa actitud.
—No… no… ¡nada! —titubeó.
Estela se acercó a ella y hablaron en susurros, lo que llamó la atención de Erick.
—Vuelvo en un momento —dijo con frialdad—, su madre necesita ayuda con algo.
Ambas mujeres caminaron a la salida; su actitud fue muy sospechosa para Erick, así que sin decir nada, se levantó y fue hacia la puerta.
—Joven, ¡espere! —las otras dos chicas que lo atendían, intentaron detenerlo, pero él no las escuchó.
Salió de su habitación y caminó hacia las escaleras, dónde alcanzó a escuchar la voz alterada de alguien a quien conocía bien.
—¡Necesito hablar con él!
—Erick ya no tiene nada que hablar con ustedes —Noé habló con voz desdeñosa.
—Es mejor que nos retiremos, mi amor —Jacobo intentaba hacer que Ulises lo acompañara a la salida.
—¡No! —Ulises se soltó del agarre de su esposo—. ¡No me iré sin hablar con Erick!
—Mi esposo está terminando de bañarse —Noé lo miró con altivez—. Cuando baje, seguramente ordenará que los echen, evítate esa vergüenza y acompaña a Estela.
La mujer que había estado momentos antes con Erick se acercó a Ulises y lo sujetó del brazo.
—Por favor, sígame… —dijo con poca amabilidad.
—¡No! —Ulises intentó soltarse, pero no pudo.
—¡Suéltalo! —la voz de Erick se escuchó desde las escaleras y todos se sorprendieron al verlo bajar con rapidez los escalones.
—Erick —Noé apretó los puños al verlo—, ¡vuelve a tu habitación! —ordenó cuando llegó hasta ellos.
—No —el ojizul se irguió, acercándose a Ulises y Estela—. Te di una orden, Estela —dijo con frialdad—. ¡Suelta a mamá Ulises!
La mujer se sorprendió por esa actitud, pues conocía a Erick desde pequeño y jamás le había hablado así y su mirada se posó en Noé, pero el hombre parecía temblar, aunque solo él, Ulises y Jacobo sabían la razón; las feromonas de Erick se percibían con claridad y era obvio que estaba molesto.
—Cómo… Cómo diga, joven… —la mujer se apartó con rapidez.
—¡Erick! —los ojos de Ulises se humedecieron.
—¿Estás bien, mamá Ulises? —preguntó con preocupación el ojiazul, al ver cómo se sobaba la muñeca y el perfume de lirio se suavizó.
—Sí, Bebé, pero… necesito hablar contigo… ¡Por favor! Sé que ya no tenemos parentesco político pero…
Erick lo sujetó de la mano y negó— no importa, usted y papá Jacobo —le dedicó una mirada cariñosa al hombre—, siempre me trataron bien, así que no tengo por qué negarme a verlos… Vamos al estudio… —hizo un ademán hacia el lugar.
—Erick, tu padre se molestará si…
—Si mi padre dice algo, tocaré el tema delante de mi prometido y supongo que eso le molestaría más —el ojiazul miró a quien se suponía era su madre con frialdad y enfiló sus pasos hacia el estudio, seguido de Jacobo y Ulises, quienes, al igual que todos los presentes, estaban sorprendidos por la actitud de Erick.
Noé no pudo moverse; la fragancia de flores de Erick, había llegado a su nariz y pese a que olía dulce, le causó escalofríos, algo que jamás le había ocurrido y no se imaginaba que pudiera ocurrir, siendo el otro recesivo.
Cuando los tres ingresaron al estudio, Erick fue hasta el escritorio, pero no se sentó, solo se quedó frente a la mesa de madera y habló — ¿cómo…? ¿Cómo está Omar?
Jacobo iba a mentir— él está…
—Muy mal —interrumpió Ulises—. ¡Ha perdido el olfato!
—¡¿De verdad?! —Erick se asustó.
—Erick —Ulises se acercó al ojiazul y lo sujetó de la mano—. Sé que mi hijo se portó mal contigo y sé que no tienes por qué perdonarlo después de todo lo que ha ocurrido —sollozó—, pero mírame, no como tu suegro, sino como una madre, desesperado por su hijo —pasó saliva con dificultad—, te pido… ¡Te suplico! —dijo con desespero—. Que lo ayudes.
El ojiaul suspiró; podía percibir con claridad, las feromonas afligidas de Ulises. Normalmente tenía un olor a Guayaba fresca, pero en ese momento parecía estar cocida o ligeramente pasada, debido a que se encontraba mal anímicamente, pero no sabía cómo ayudarlo.
—Mamá Ulises… Aunque quiera, yo… No puedo ir a verlo y…
—No tienes que verlo —Jacobo negó—, ¡ni siquiera tienes que dirigirle la palabra! —aseguró.
—Entonces… ¿cómo quieren que lo ayude? —preguntó confundido.
—Necesitamos dinero —Ulises buscó la mirada azul—. Debemos llevar a Omar a Francia, para un tratamiento especial y —se mordió el labio con fuerza, pero al final confesó— no tenemos dinero…
—¡¿No tienen dinero?! —Erick buscó el rostro de Jacobo—. ¿Cómo es posible?
—Es complicado explicarlo —suspiró el castaño—, pero estamos en banca rota —aseguró—. Perdimos la empresa y en unos días nos embargarán todas las propiedades, así que… No podemos pagar el tratamiento de Omar… Ni siquiera podemos pagar el hospital dónde está, pero la cuenta ya fue pagada…
Erick no entendía lo que ocurría; eran noticias impactantes para él, pues no tenía ni idea que la situación de la familia Acosta estuviera tan mal.
—Pero… ¿qué puedo hacer yo? —Erick frunció el ceño y buscó la mirada de Ulises—. Yo tampoco tengo manera de hacer uso de dinero de manera directa y…
—Podrías decirle a tu padre que nos ayude —Ulises apretó la mano que aún mantenía sujeta.
—¿Ayudarlos? ¿Con dinero?
—Sí…
Jacobo asintió con pesar, pues se sentía humillado, pero durante el trayecto había hablado con su esposo y le dijo que haría lo que fuera por ayudar a Omar y lo cumpliría.
Erick suspiró. Sabía muy bien que no podría hacer que su padre les ayudara, mucho menos les diera dinero; Alonso jamás intercedería, ni siquiera si su hijo se lo pedía.
—Quisiera hacerlo, pero… No creo que mi padre me haga caso y…
—¡Por favor, Erick! —Ulises se hincó frente al ojiazul—. ¡Te lo imploro!
—¡Amor! —Jacobo intentó levantar a su esposo, pero este no se lo permitió, siguió a los pies de Erick y sujetando su mano.
—Por favor, Erick —insistió—.¡Jamás te pedí nada! —las lágrimas surcaron sus mejillas—. Sé que para ti, quizá mi hijo no lo merezca, pero sé que eres una buena persona y yo estoy dispuesto a hacer lo que sea por tu ayuda, te lo suplico, trabajaré para ti, seré tu sirviente si eso quieres, pero por favor, ¡ayúdanos!
—Mamá Ulises, levántate por favor —pidió el ojiazul con nervios—, no tienes que hincarte…
—¿Nos ayudarás? —los ojos llorosos se posaron directamente en los ojos azules.
Erick sintió una punzada en su pecho.
Ese hombre que estaba ahí a sus pies, había sido como una madre para él; lo había ayudado, le hablaba con cariño y siempre lo trataba como a su hijo. Incluso había sentido más cariño de él, que de Noé, quien se suponía que era su madre o al menos debía de tratarlo como tal. No podía darle la espalda, no podía hacerlo; realmente quería ayudarlos con la situación, no por Omar, pero sí por Ulises.
—No sé si pueda, pero… voy a intentarlo —dijo con seguridad.
—¡¿De verdad?! —Ulises sonrió con ilusión.
—¿Estás seguro de poder convencer a tu padre? —Jacobo no podía creer eso.
Erick negó— es seguro que mi padre no me hará caso —señaló—, pero, sé que hay alguien que puede hacer algo —sonrió con ilusión—. Por favor, esperen a mañana y les tendré noticias…
—¡Gracias, Erick! —Ulises besó las manos del ojiazul—. ¡Muchas gracias!
—Juro que pagaré cada centavo, no importa lo que tenga que hacer… —añadió Jacobo.
—No se preocupen por eso, les prometo que haré todo lo que esté a mi alcance, para ayudarlos…
Años había pasado desde que usara esa alcoba pero se mantenía igual que la última vez que había estado en ella. Cuando salió, algunas chicas estaban esperando para ayudarle a seleccionar su traje y arreglarse.
Le habían llevado varios, pero Alejandro le había mandado un mensaje diciéndole cual usara, así que no tuvo problema en elegir. Le agradaba la idea, pues ya no tenía que ocultar la marca de su nuca; ahora podía mostrarla con orgullo y eso lo llenaba de felicidad.
—Joven Salazar, el mayordomo de la familia Acosta preguntó que si debe traer sus cuadros o prefiere ir por ellos.
—No creo que mi padre me permita ir por ellos —negó—, dile a Joseph que los traiga, por favor… ¿aún quedan muchas cosas mías allá?
—Según solo quedan las cosas de su estudio, sus cuadros y las conejeras…
—Mi padre dijo que se encargaría de las conejeras —suspiró, ya que era obvio que el hombre quería asegurar el cuidado del producto—. Dentro de poco, ya no habrá nada mío allá… —sonrió tenuemente.
—No parece muy feliz —dijo una con suspicacia.
—Al contrario —el ojiazul ladeó el rostro—, me siento mucho mejor de lo que aparento, pero extrañaré a Joseph, Yesi, Anita y Eloísa.
—No se preocupe, joven —la mujer mayor que lo atendía, Estela, la ama de llaves y quien era la líder de todas las mujeres que servían a la familia Salazar, habló con desdén—, nosotros lo serviremos mejor que cualquiera de ellos.
Erick suspiró.
Todas esas mujeres eran trabajadoras directas de sus padres, así que no les tenía confianza, ya que sabía que cualquier cosa que dijera o hiciera, se lo irían a contar con rapidez a Noé, pero nada podía hacer.
«Tal vez, Alex me deje contratar a quien yo quiero…» pensó, pues sabía que Alejandro le complacería lo que le pidiera.
—Bueno, debo empezar a cambiarme.
Erick se puso el vestido que usaría para la fiesta de ese día y estaba por sentarse para que le ayudaran con su maquillaje y accesorios, cuando la puerta se abrió y una chica del servicio entró con paso rápido; estaba pálida y parecía nerviosa.
—¿Pasa algo? —preguntó Erick con rapidez, pues era obvio que no era normal esa actitud.
—No… no… ¡nada! —titubeó.
Estela se acercó a ella y hablaron en susurros, lo que llamó la atención de Erick.
—Vuelvo en un momento —dijo con frialdad—, su madre necesita ayuda con algo.
Ambas mujeres caminaron a la salida; su actitud fue muy sospechosa para Erick, así que sin decir nada, se levantó y fue hacia la puerta.
—Joven, ¡espere! —las otras dos chicas que lo atendían, intentaron detenerlo, pero él no las escuchó.
Salió de su habitación y caminó hacia las escaleras, dónde alcanzó a escuchar la voz alterada de alguien a quien conocía bien.
—¡Necesito hablar con él!
—Erick ya no tiene nada que hablar con ustedes —Noé habló con voz desdeñosa.
—Es mejor que nos retiremos, mi amor —Jacobo intentaba hacer que Ulises lo acompañara a la salida.
—¡No! —Ulises se soltó del agarre de su esposo—. ¡No me iré sin hablar con Erick!
—Mi esposo está terminando de bañarse —Noé lo miró con altivez—. Cuando baje, seguramente ordenará que los echen, evítate esa vergüenza y acompaña a Estela.
La mujer que había estado momentos antes con Erick se acercó a Ulises y lo sujetó del brazo.
—Por favor, sígame… —dijo con poca amabilidad.
—¡No! —Ulises intentó soltarse, pero no pudo.
—¡Suéltalo! —la voz de Erick se escuchó desde las escaleras y todos se sorprendieron al verlo bajar con rapidez los escalones.
—Erick —Noé apretó los puños al verlo—, ¡vuelve a tu habitación! —ordenó cuando llegó hasta ellos.
—No —el ojizul se irguió, acercándose a Ulises y Estela—. Te di una orden, Estela —dijo con frialdad—. ¡Suelta a mamá Ulises!
La mujer se sorprendió por esa actitud, pues conocía a Erick desde pequeño y jamás le había hablado así y su mirada se posó en Noé, pero el hombre parecía temblar, aunque solo él, Ulises y Jacobo sabían la razón; las feromonas de Erick se percibían con claridad y era obvio que estaba molesto.
—Cómo… Cómo diga, joven… —la mujer se apartó con rapidez.
—¡Erick! —los ojos de Ulises se humedecieron.
—¿Estás bien, mamá Ulises? —preguntó con preocupación el ojiazul, al ver cómo se sobaba la muñeca y el perfume de lirio se suavizó.
—Sí, Bebé, pero… necesito hablar contigo… ¡Por favor! Sé que ya no tenemos parentesco político pero…
Erick lo sujetó de la mano y negó— no importa, usted y papá Jacobo —le dedicó una mirada cariñosa al hombre—, siempre me trataron bien, así que no tengo por qué negarme a verlos… Vamos al estudio… —hizo un ademán hacia el lugar.
—Erick, tu padre se molestará si…
—Si mi padre dice algo, tocaré el tema delante de mi prometido y supongo que eso le molestaría más —el ojiazul miró a quien se suponía era su madre con frialdad y enfiló sus pasos hacia el estudio, seguido de Jacobo y Ulises, quienes, al igual que todos los presentes, estaban sorprendidos por la actitud de Erick.
Noé no pudo moverse; la fragancia de flores de Erick, había llegado a su nariz y pese a que olía dulce, le causó escalofríos, algo que jamás le había ocurrido y no se imaginaba que pudiera ocurrir, siendo el otro recesivo.
Cuando los tres ingresaron al estudio, Erick fue hasta el escritorio, pero no se sentó, solo se quedó frente a la mesa de madera y habló — ¿cómo…? ¿Cómo está Omar?
Jacobo iba a mentir— él está…
—Muy mal —interrumpió Ulises—. ¡Ha perdido el olfato!
—¡¿De verdad?! —Erick se asustó.
—Erick —Ulises se acercó al ojiazul y lo sujetó de la mano—. Sé que mi hijo se portó mal contigo y sé que no tienes por qué perdonarlo después de todo lo que ha ocurrido —sollozó—, pero mírame, no como tu suegro, sino como una madre, desesperado por su hijo —pasó saliva con dificultad—, te pido… ¡Te suplico! —dijo con desespero—. Que lo ayudes.
El ojiaul suspiró; podía percibir con claridad, las feromonas afligidas de Ulises. Normalmente tenía un olor a Guayaba fresca, pero en ese momento parecía estar cocida o ligeramente pasada, debido a que se encontraba mal anímicamente, pero no sabía cómo ayudarlo.
—Mamá Ulises… Aunque quiera, yo… No puedo ir a verlo y…
—No tienes que verlo —Jacobo negó—, ¡ni siquiera tienes que dirigirle la palabra! —aseguró.
—Entonces… ¿cómo quieren que lo ayude? —preguntó confundido.
—Necesitamos dinero —Ulises buscó la mirada azul—. Debemos llevar a Omar a Francia, para un tratamiento especial y —se mordió el labio con fuerza, pero al final confesó— no tenemos dinero…
—¡¿No tienen dinero?! —Erick buscó el rostro de Jacobo—. ¿Cómo es posible?
—Es complicado explicarlo —suspiró el castaño—, pero estamos en banca rota —aseguró—. Perdimos la empresa y en unos días nos embargarán todas las propiedades, así que… No podemos pagar el tratamiento de Omar… Ni siquiera podemos pagar el hospital dónde está, pero la cuenta ya fue pagada…
Erick no entendía lo que ocurría; eran noticias impactantes para él, pues no tenía ni idea que la situación de la familia Acosta estuviera tan mal.
—Pero… ¿qué puedo hacer yo? —Erick frunció el ceño y buscó la mirada de Ulises—. Yo tampoco tengo manera de hacer uso de dinero de manera directa y…
—Podrías decirle a tu padre que nos ayude —Ulises apretó la mano que aún mantenía sujeta.
—¿Ayudarlos? ¿Con dinero?
—Sí…
Jacobo asintió con pesar, pues se sentía humillado, pero durante el trayecto había hablado con su esposo y le dijo que haría lo que fuera por ayudar a Omar y lo cumpliría.
Erick suspiró. Sabía muy bien que no podría hacer que su padre les ayudara, mucho menos les diera dinero; Alonso jamás intercedería, ni siquiera si su hijo se lo pedía.
—Quisiera hacerlo, pero… No creo que mi padre me haga caso y…
—¡Por favor, Erick! —Ulises se hincó frente al ojiazul—. ¡Te lo imploro!
—¡Amor! —Jacobo intentó levantar a su esposo, pero este no se lo permitió, siguió a los pies de Erick y sujetando su mano.
—Por favor, Erick —insistió—.¡Jamás te pedí nada! —las lágrimas surcaron sus mejillas—. Sé que para ti, quizá mi hijo no lo merezca, pero sé que eres una buena persona y yo estoy dispuesto a hacer lo que sea por tu ayuda, te lo suplico, trabajaré para ti, seré tu sirviente si eso quieres, pero por favor, ¡ayúdanos!
—Mamá Ulises, levántate por favor —pidió el ojiazul con nervios—, no tienes que hincarte…
—¿Nos ayudarás? —los ojos llorosos se posaron directamente en los ojos azules.
Erick sintió una punzada en su pecho.
Ese hombre que estaba ahí a sus pies, había sido como una madre para él; lo había ayudado, le hablaba con cariño y siempre lo trataba como a su hijo. Incluso había sentido más cariño de él, que de Noé, quien se suponía que era su madre o al menos debía de tratarlo como tal. No podía darle la espalda, no podía hacerlo; realmente quería ayudarlos con la situación, no por Omar, pero sí por Ulises.
—No sé si pueda, pero… voy a intentarlo —dijo con seguridad.
—¡¿De verdad?! —Ulises sonrió con ilusión.
—¿Estás seguro de poder convencer a tu padre? —Jacobo no podía creer eso.
Erick negó— es seguro que mi padre no me hará caso —señaló—, pero, sé que hay alguien que puede hacer algo —sonrió con ilusión—. Por favor, esperen a mañana y les tendré noticias…
—¡Gracias, Erick! —Ulises besó las manos del ojiazul—. ¡Muchas gracias!
—Juro que pagaré cada centavo, no importa lo que tenga que hacer… —añadió Jacobo.
—No se preocupen por eso, les prometo que haré todo lo que esté a mi alcance, para ayudarlos…
—Despierta, Omar.
La voz suave, logró que el aludido reaccionara lentamente.
—Parece que te dieron medicamentos fuertes…
Los ojos castaños de Omar apenas se adecuaron a la luz y observó a un chico de cabello negro, sentado a su lado.
—¿Erick? —preguntó con voz débil.
La risa de Jair se escuchó— ¿en serio crees que Erick Salazar vendría a verte? —se burló.
Omar identificó la voz con rapidez— ¡Ah! Eres tú… —dijo con cansancio.
—Parece que no estás feliz de verme —el otro hizo un mohín—. Y pensar que tuve que mentir para que me dejaran pasar…
—¿Mentir?
—Sí, tuve que decir que era tu esposo, para que me permitirán entrar a tu habitación —se cruzó de brazos—. Parece que solo a tu familia directa le están permitiendo el acceso.
—¿Dónde…? ¿Dónde está mi madre?
—No lo sé —Jair se alzó de hombros—. Según una enfermera, se fueron hace rato y que bueno, de lo contrario, tus padres no me hubieran dejado pasar tampoco.
Omar se sentía mareado; no podía pensar con claridad, ni siquiera recordaba lo que había ocurrido o si su madre le avisó que saldría. Movió con pesadez el brazo y pasó la mano por su frente.
—¿Qué quieres, Jair?
—Quería verte, porque supuse que me necesitabas —sonrió—, después de todas las llamadas que recibí ayer de ti y de lo que me enteré que ocurrió entre tú y Alejandro De León, en la fiesta… pensé que no estarías bien, pero no imaginé que estarías tan grave…
—¿Grave? —esa palabra llamó la atención de Omar, pues aunque se sentía cansado, no se sentía tan mal—. ¿De qué hablas?
—¿No te lo han dicho, querido? —Jair se inclinó—. Lo que Alejandro de León te hizo, provocó que perdieras el sentido del olfato…
—¿Qué? —la respiración del castaño se agitó—. ¡¿Qué quieres decir?!
—En resumen, no puedes percibir olores, sabores, ni feromonas… —se burló el otro.
—No… —El cuerpo de Omar se tensó—. No es cierto…
—¡Oh, claro que sí! —asintió—. Dime, ¿hueles mis feromonas?
—¡Sí! —dijo con rapidez—. Huelen a fresa.
—Eres un mentiroso —Jair negó—. Ni siquiera las he desplegado —se burló—, pero como sabes que a eso huelen, respondiste de esa manera…
—¡No he perdido mi olfato! —alegó el castaño.
—Hagamos otra prueba… —Jair sujetó el vaso que estaba en la mesita de cama, impregnó la pajilla con el líquido y lo acercó a la nariz de Omar—. Dime, ¿de qué sabor es el jugo? Por su olor puedes saberlo.
Omar aspiró, pero no había rastros de olores, lo que lo hizo temblar, pero no quería admitir que no podía percibir olores.
—Naranja —dijo con rapidez, con voz nerviosa.
—Error de nuevo —Jair sonrió—. Pero te daré una última oportunidad —sonrió de lado y volvió a meter la pajilla en el jugo, tapando la punta con el dedo, para recoger algo de líquido y llevarlo a la boca de Omar—. A ver, abre la boca, para que lo saborees…
Omar notó el líquido claro a través del plástico, por lo que de manera inmediata pensó en el sabor que era, aun así obedeció y abrió la boca, dónde Jair depositó el líquido. Omar pasó el pequeño trago y sintió un nudo en el estómago; realmente no podía percibir el sabor, no había nada, ni siquiera parecía agua natural, no podía percibir absolutamente nada.
—¿Entonces? —Jair levantó una ceja—. ¿Qué sabor es?
—Limón —respondió Omar, intentando sonar seguro.
Jair soltó una risa— error de nuevo —señaló—. Es uva verde… ¡En serio, te has quedado sin olfato y sin gusto!
—No… No es eso —Omar negó con nervios—. Es solo… algo pasajero…
—Lo dudo —Jair negó—. Pero no tienes que asustarte, eso puede ser beneficioso.
Ante esas palabras que parecían condescendientes, Omar se exaltó.
—¡¿Cómo diablos puede ser beneficioso que no pueda percibir olores?!
—¿En serio necesitas que te lo explique, querido?
—Sólo te estás burlando de mí —dijo entre dientes el castaño.
—No, no lo hago, te explicaré —Jair colocó los codos en sus rodillas—. Tú no puedes acercarte a Erick Salazar, por el olor que desprende, ¿no es así?
—¿Cómo sabes…?
—Salió en todos los periódicos y noticias —mintió, pues él también estuvo en la fiesta y presenció todo lo ocurrido—. Pero… ¿es cierto o no?
Omar apretó los puños, no quería admitirlo, pero al final, terminó haciéndolo— sí… es cierto…
—Bien, siendo así… ahora que no puedes percibir feromonas, ¿crees que haya algo que te impida acercarte a él?
Omar se sorprendió por las palabras de Jair; tardó unos cuantos segundos pero en poco tiempo, entendió lo que el otro quería decirle.
Quizá era cierto, si no podía percibir las feromonas, entonces, tampoco percibiría ese desagradable olor de Erick y de esa manera, tendría la oportunidad de tocarlo como siempre había deseado.
La voz suave, logró que el aludido reaccionara lentamente.
—Parece que te dieron medicamentos fuertes…
Los ojos castaños de Omar apenas se adecuaron a la luz y observó a un chico de cabello negro, sentado a su lado.
—¿Erick? —preguntó con voz débil.
La risa de Jair se escuchó— ¿en serio crees que Erick Salazar vendría a verte? —se burló.
Omar identificó la voz con rapidez— ¡Ah! Eres tú… —dijo con cansancio.
—Parece que no estás feliz de verme —el otro hizo un mohín—. Y pensar que tuve que mentir para que me dejaran pasar…
—¿Mentir?
—Sí, tuve que decir que era tu esposo, para que me permitirán entrar a tu habitación —se cruzó de brazos—. Parece que solo a tu familia directa le están permitiendo el acceso.
—¿Dónde…? ¿Dónde está mi madre?
—No lo sé —Jair se alzó de hombros—. Según una enfermera, se fueron hace rato y que bueno, de lo contrario, tus padres no me hubieran dejado pasar tampoco.
Omar se sentía mareado; no podía pensar con claridad, ni siquiera recordaba lo que había ocurrido o si su madre le avisó que saldría. Movió con pesadez el brazo y pasó la mano por su frente.
—¿Qué quieres, Jair?
—Quería verte, porque supuse que me necesitabas —sonrió—, después de todas las llamadas que recibí ayer de ti y de lo que me enteré que ocurrió entre tú y Alejandro De León, en la fiesta… pensé que no estarías bien, pero no imaginé que estarías tan grave…
—¿Grave? —esa palabra llamó la atención de Omar, pues aunque se sentía cansado, no se sentía tan mal—. ¿De qué hablas?
—¿No te lo han dicho, querido? —Jair se inclinó—. Lo que Alejandro de León te hizo, provocó que perdieras el sentido del olfato…
—¿Qué? —la respiración del castaño se agitó—. ¡¿Qué quieres decir?!
—En resumen, no puedes percibir olores, sabores, ni feromonas… —se burló el otro.
—No… —El cuerpo de Omar se tensó—. No es cierto…
—¡Oh, claro que sí! —asintió—. Dime, ¿hueles mis feromonas?
—¡Sí! —dijo con rapidez—. Huelen a fresa.
—Eres un mentiroso —Jair negó—. Ni siquiera las he desplegado —se burló—, pero como sabes que a eso huelen, respondiste de esa manera…
—¡No he perdido mi olfato! —alegó el castaño.
—Hagamos otra prueba… —Jair sujetó el vaso que estaba en la mesita de cama, impregnó la pajilla con el líquido y lo acercó a la nariz de Omar—. Dime, ¿de qué sabor es el jugo? Por su olor puedes saberlo.
Omar aspiró, pero no había rastros de olores, lo que lo hizo temblar, pero no quería admitir que no podía percibir olores.
—Naranja —dijo con rapidez, con voz nerviosa.
—Error de nuevo —Jair sonrió—. Pero te daré una última oportunidad —sonrió de lado y volvió a meter la pajilla en el jugo, tapando la punta con el dedo, para recoger algo de líquido y llevarlo a la boca de Omar—. A ver, abre la boca, para que lo saborees…
Omar notó el líquido claro a través del plástico, por lo que de manera inmediata pensó en el sabor que era, aun así obedeció y abrió la boca, dónde Jair depositó el líquido. Omar pasó el pequeño trago y sintió un nudo en el estómago; realmente no podía percibir el sabor, no había nada, ni siquiera parecía agua natural, no podía percibir absolutamente nada.
—¿Entonces? —Jair levantó una ceja—. ¿Qué sabor es?
—Limón —respondió Omar, intentando sonar seguro.
Jair soltó una risa— error de nuevo —señaló—. Es uva verde… ¡En serio, te has quedado sin olfato y sin gusto!
—No… No es eso —Omar negó con nervios—. Es solo… algo pasajero…
—Lo dudo —Jair negó—. Pero no tienes que asustarte, eso puede ser beneficioso.
Ante esas palabras que parecían condescendientes, Omar se exaltó.
—¡¿Cómo diablos puede ser beneficioso que no pueda percibir olores?!
—¿En serio necesitas que te lo explique, querido?
—Sólo te estás burlando de mí —dijo entre dientes el castaño.
—No, no lo hago, te explicaré —Jair colocó los codos en sus rodillas—. Tú no puedes acercarte a Erick Salazar, por el olor que desprende, ¿no es así?
—¿Cómo sabes…?
—Salió en todos los periódicos y noticias —mintió, pues él también estuvo en la fiesta y presenció todo lo ocurrido—. Pero… ¿es cierto o no?
Omar apretó los puños, no quería admitirlo, pero al final, terminó haciéndolo— sí… es cierto…
—Bien, siendo así… ahora que no puedes percibir feromonas, ¿crees que haya algo que te impida acercarte a él?
Omar se sorprendió por las palabras de Jair; tardó unos cuantos segundos pero en poco tiempo, entendió lo que el otro quería decirle.
Quizá era cierto, si no podía percibir las feromonas, entonces, tampoco percibiría ese desagradable olor de Erick y de esa manera, tendría la oportunidad de tocarlo como siempre había deseado.
Glosario:
-Dóbraye útra: en ruso Доброе утро, significa “buenos días”.
-Poshel ty: en ruso пошел ты, significa literalmente “vete a la mierda”
-Oni vyglyadyat ne ochen' uverenno: en ruso Они выглядят не очень уверенно, significa “Se ven un poco nerviosos.”
-Órgano vemeronasal: una estructura presente en una gran cantidad de seres vivos y en el ser humano, el cual sirve como órgano auxiliar del sistema olfativo. Capta las señales emitidas por otros miembros de la misma especie con el fin de transmitir determinada información. La captación de feromonas permite que los animales escojan parejas reproductivas con sistemas inmunes muy diferentes al propio (algo que beneficia a posibles crías), que detecten el estado de salud de un animal de la misma especie, avisar a posibles compañeros sexuales de estar etapa de apareamiento o marcar un estatus social.
~ • ~ • ~
Por fin, un nuevo capítulo, espero que lo disfruten!
-Dóbraye útra: en ruso Доброе утро, significa “buenos días”.
-Poshel ty: en ruso пошел ты, significa literalmente “vete a la mierda”
-Oni vyglyadyat ne ochen' uverenno: en ruso Они выглядят не очень уверенно, significa “Se ven un poco nerviosos.”
-Órgano vemeronasal: una estructura presente en una gran cantidad de seres vivos y en el ser humano, el cual sirve como órgano auxiliar del sistema olfativo. Capta las señales emitidas por otros miembros de la misma especie con el fin de transmitir determinada información. La captación de feromonas permite que los animales escojan parejas reproductivas con sistemas inmunes muy diferentes al propio (algo que beneficia a posibles crías), que detecten el estado de salud de un animal de la misma especie, avisar a posibles compañeros sexuales de estar etapa de apareamiento o marcar un estatus social.
~ • ~ • ~
Por fin, un nuevo capítulo, espero que lo disfruten!
Comment Form is loading comments...