Capítulo XVI
Antes del amanecer, Alejandro se puso de pie; había dormido un par de horas aunque realmente no quería, pero necesitaba dejar a Erick descansar.
Por lo que el ojiazul le había dicho, alguien iría a buscarlo a temprana hora, así que, decidió ayudarlo para que pareciera estar normal. Buscó en el closet y encontró una maleta con un conjunto deportivo y ropa interior, se dio cuenta que estaba limpio, así que lo preparó, luego despertó a Erick y lo llevó al cuarto de aseo.
Pese a que el ojiazul estaba cansado y medio adormilado, a Alejandro no le supuso ningún problema el ayudarle a asearse, así que lo limpió concienzudamente y lo cambió, dejándolo sobre la cama una vez más.
—Debo irme, Conejo…
—Que te vaya bien —musitó el otro y le ofreció los labios de manera sumisa.
Alejandro se sintió dichoso por esa actitud y lo besó lentamente; si estuvieran casados, todos los días ocurriría esa situación y sería lo único que necesitaría para que su vida fuera perfecta.
El rubio se apartó y se dio cuenta como Erick, instintivamente, abrazaba una almohada, porque ya estaba profundamente dormido. Le acarició el cabello y se apartó, antes de salir de la alcoba, juntó la gargantilla y la dejó en la mesita, al lado de la lamparita.
Bajó las escaleras llamando a uno de sus trabajadores para que desactivara las cámaras de seguridad, porque estaba a punto de salir y mientras esperaba a que le notificaran que habían hecho el trabajo, recogió la capa que había quedado en el piso y la dejó sobre un sofá, no sin antes aspirar el aroma de su pareja por última vez.
Tuvo el impulso de llevársela como recuerdo, pero sabía que el asistente de Erick, seguramente se daría cuenta si faltaba una prenda tan grande, así que dimitió de ese pensamiento.
Cuando le avisaron que las cámaras estaban apagadas, salió de la casa y fue a la entrada, donde un vehículo lo esperaba.
—A la casa de la familia Esquivel —dijo con seriedad, al estar dentro del auto.
El chofer asintió y el rubio sacó su celular, enviándole un mensaje a otro de sus trabajadores que iba en otro automóvil, dándole indicaciones de hacer algo importante cuando los comercios abrieran, porque seguramente él estaría ocupado a esa hora, pero debía ir con él antes.
Apenas estaba guardando el celular, sintió que el otro que usaba vibraba y observó que un mensaje estaba en su aplicación; le llamó la atención especialmente al ver que era un número desconocido, así que abrió el mensaje y lo leyó con curiosidad.
—¿No piensas darte por vencido, he? —se burló—. Bueno, al final supongo que puedes servirme un poco.
Por lo que el ojiazul le había dicho, alguien iría a buscarlo a temprana hora, así que, decidió ayudarlo para que pareciera estar normal. Buscó en el closet y encontró una maleta con un conjunto deportivo y ropa interior, se dio cuenta que estaba limpio, así que lo preparó, luego despertó a Erick y lo llevó al cuarto de aseo.
Pese a que el ojiazul estaba cansado y medio adormilado, a Alejandro no le supuso ningún problema el ayudarle a asearse, así que lo limpió concienzudamente y lo cambió, dejándolo sobre la cama una vez más.
—Debo irme, Conejo…
—Que te vaya bien —musitó el otro y le ofreció los labios de manera sumisa.
Alejandro se sintió dichoso por esa actitud y lo besó lentamente; si estuvieran casados, todos los días ocurriría esa situación y sería lo único que necesitaría para que su vida fuera perfecta.
El rubio se apartó y se dio cuenta como Erick, instintivamente, abrazaba una almohada, porque ya estaba profundamente dormido. Le acarició el cabello y se apartó, antes de salir de la alcoba, juntó la gargantilla y la dejó en la mesita, al lado de la lamparita.
Bajó las escaleras llamando a uno de sus trabajadores para que desactivara las cámaras de seguridad, porque estaba a punto de salir y mientras esperaba a que le notificaran que habían hecho el trabajo, recogió la capa que había quedado en el piso y la dejó sobre un sofá, no sin antes aspirar el aroma de su pareja por última vez.
Tuvo el impulso de llevársela como recuerdo, pero sabía que el asistente de Erick, seguramente se daría cuenta si faltaba una prenda tan grande, así que dimitió de ese pensamiento.
Cuando le avisaron que las cámaras estaban apagadas, salió de la casa y fue a la entrada, donde un vehículo lo esperaba.
—A la casa de la familia Esquivel —dijo con seriedad, al estar dentro del auto.
El chofer asintió y el rubio sacó su celular, enviándole un mensaje a otro de sus trabajadores que iba en otro automóvil, dándole indicaciones de hacer algo importante cuando los comercios abrieran, porque seguramente él estaría ocupado a esa hora, pero debía ir con él antes.
Apenas estaba guardando el celular, sintió que el otro que usaba vibraba y observó que un mensaje estaba en su aplicación; le llamó la atención especialmente al ver que era un número desconocido, así que abrió el mensaje y lo leyó con curiosidad.
—¿No piensas darte por vencido, he? —se burló—. Bueno, al final supongo que puedes servirme un poco.
Eran pasadas las ocho de la mañana, cuando Alejandro, Dimitry y David, estaban ingresando a un edificio, seguidos por unos hombres vestidos de negro, que trabajaban para la familia De León. Se habían adelantado por petición de Germán, ya que, aunque él también iba a acudir a esa reunión, dijo que llegaría media hora después, para permitirles conocer el ambiente y darles libertad.
—Aun no entiendo por qué Mike y Juls no nos acompañan a esta reunión —David se quitó las gafas, para limpiarlas con un pañuelo.
—Tienen un trabajo importante qué hacer —Alejandro mantenía las manos en los bolsillos de su pantalón.
—¿En serio crees que lo de ese mensaje, es cierto? —Dimitry lo miró de reojo.
Alejandro sacó el celular y revisó los mensajes una vez más.
El mensaje del número desconocido, incluía una imagen de Omar Acosta, durmiendo semidesnudo, con una sábana cubriéndolo.
“Te demostraré que puedo ser confiable, sé que hoy tienen una reunión muy importante, pero yo evitaré que Omar llegue, así sabrás que soy capaz de hacer cualquier cosa por ti y la próxima vez que nos veamos, podrás darme una oportunidad…”
Alejandro sabía perfectamente quién le había enviado ese mensaje, pero les ordenó a Julián y Miguel que lo investigaran a fondo, pues necesitaba saber qué alcances tenía ese sujeto.
—Lo constataremos, si Omar Acosta no llega a la reunión… —sentenció guardando de nuevo el móvil.
—Es imposible —David se volvió a colocar las gafas—. Es la primera reunión con los empresarios más importantes del estado —sonrió burlón—, si quiere quedarse con este territorio, no debe faltar.
—La cuestión es, si no llega, ¿aceptarás la buena voluntad de ese “desconocido”? —el ruso levantó una ceja, no creía que Alejandro fuera a confiar tan fácil en alguien, solo por un pequeño favor.
—No —los ojos verdes se posaron en su amigo—, pero aprovecharé las facilidades que me ofrece, por supuesto —se burló.
El elevador se detuvo y los tres bajaron, seguidos de los otros hombres que los cuidaban y llevaban los maletines con las computadoras personales de los universitarios y algunos documentos impresos. Caminaron por un pasillo y llegaron a una recepción, donde una mujer se puso de pie al verlos.
—Buenos días, bienvenidos —dijo amable.
—Buenos días —saludaron los recién llegados.
—Venimos a la reunión de empresarios —sentenció Alejandro, mirándola con frialdad.
La chica sonrió nerviosa— ¡por supuesto! —asintió—. ¿Me puede proporcionar sus apellidos, por favor?
—Aramburo —se presentó el ojiazul.
—Labastida —el de lentes sonrió divertido al ver la reacción de la mujer.
—De León… Alejandro De León —dijo el rubio con altanería.
Con el apellido, la mujer tembló— ¡claro! Joven De León, ¡pase! —caminó hacia la puerta y abrió de inmediato—. ¿Gustan algo de beber? —preguntó mientras ellos ingresaban a la enorme sala de juntas.
Alejandro ni siquiera respondió.
—Agua embotellada —pidió Dimitry, a sabiendas que era lo único seguro que podrían beber.
—Otra para mí, por favor —sonrió David, para calmar a la mujer que parecía aterrada.
Apenas cruzaron el umbral, los hombres que estaban en el lugar, los vieron con interés.
Eran pocos, ya que la reunión estaba planeada para las nueve de la mañana, pero Alejandro siempre llegaba temprano, aunque no imaginaba que habría otras personas antes.
—Buenos días —la voz de Alonso se escuchó con familiaridad.
Alejandro no quería ni verlo, especialmente por lo que había ocurrido la noche anterior, pero debía mantener las apariencias, así que se forzó a sonreír, imaginando que si el otro se acercaba con tanta familiaridad, era que su actitud respetuosa al tratar el problema con Omar y su familia, lo había hecho bajar la guardia.
—Buenos días, General Salazar, no imaginé que lo miraría en esta reunión.
El hombre llegó hasta el rubio y le ofreció la mano; Alejandro aceptó el saludo con poco interés, pero los otros empresarios se asombraron al ver que Alonso parecía tener buenas migas con el recién llegado.
—Aunque soy militar, también soy empresario —dijo con desdén— y mi empresa está en pleno crecimiento, por lo que me interesan las relaciones comerciales a las que se puede acceder, con nuevas propuestas.
—Oh, sí, la cunicultura —el ojiverde entendió el por qué ese hombre quería mantener ese negocio—. Pero no creí que fuera algo tan grande, ya que me dijo que las conejeras están en casa de su hijo —comentó con suspicacia.
—Lo que Erick tiene, es solo el pie de cría —sonrió el ojiazul—, cuando los gazapos empiezan a crecer, envío por ellos para la crianza en grandes cantidades, pero los conejos que mi hijo tiene, son la base de toda la producción, porque son los de mayor peso y crecimiento —se alzó de hombros—, algunos creen que es por el cuidado que tienen, yo solo pienso que es una ventaja, mientras Erick los cuide bien —sonrió divertido.
Alejandro sintió que el coraje empezaba a inundarlo; era obvio que el hombre solo veía la ventaja que podía sacar, pero quizá, si solo lo motivaban los negocios, él también podría aprovecharse de ello.
—Aun así, esa es solo una empresa en desarrollo —prosiguió el hombre—, tengo activos grandes en otros negocios, aunque no son tan conocidos…
Esas palabras le dieron la confirmación a Alejandro, de lo que Julián y Miguel habían descubierto; Alonso Salazar tenía una gran participación en la empresa Acosta, aunque aún había detalles que no habían podido esclarecer.
—Comprendo… —forzó una sonrisa—. Siendo así, le presento a mis acompañantes, Dimitry Aramburo —ladeó el rostro—, su familia tiene una constructora importante y se encarga de la construcción de todos los hoteles de mi padre —especificó— y David Labastida, su familia es dueña de una de las instituciones bancarias más respetadas del país.
Los ojos de Alonso brillaron al reconocer a los compañeros del rubio, pese a que los jóvenes no dijeron una sola palabra; era obvio que su apellido era más que suficiente para respaldarlos.
—Ya nos habíamos presentado, durante la primera fiesta… —el ojiazul ofreció la mano a los otros dos jóvenes, quienes aceptaron el saludo, solo por compromiso.
—¿De verdad? —Alejandro levantó una ceja.
—Sí, fue solo una presentación rápida y no tuvimos oportunidad de platicar en realidad —sonrió el militar—. ¿Y su primo? ¿No lo acompaña hoy? —su interés era notorio.
Alejandro entendió que el militar se refería a Julián, ya que le interesaba la relación que parecía desarrollarse entre él y Agustín.
—Julián y Miguel tenían un negocio sumamente importante que atender, así que el día de hoy no pudieron acompañarme…
—Qué lástima, me hubiera gustado platicar con él un poco más, ya que parece que anoche se quedó muy preocupado por mi hijo, Agustín —sonrió orgulloso, al notar la cara de los demás que lo escucharon, ya que había hablado en voz alta con premeditación—. En fin, centrémonos en la reunión de hoy… por el momento no hay muchos empresarios y aun no llega el secretario de comercio del estado, pero sería un honor para mí, presentarlos con los demás.
«Claro, eso supondría una posición privilegiada ante los demás…» pensó el rubio con desagrado, pero mantuvo una sonrisa en sus labios— se lo agradecería, ya que no tenemos tanto trato con los demás por aquí, excepto por usted, el señor Esquivel, que vendrá en unos momentos más y la familia de su yerno… —los ojos verdes observaron alrededor—. Por cierto, ¿no han llegado?
—Seguramente Jacobo y Omar llegarán antes de que inicie la reunión —Alonso forzó una sonrisa, no quería tocar el tema de esa familia, después del problema de la noche anterior—, es muy importante para ellos estar aquí, ya que quieren mantener la concesión del manejo de mercancía especial…
—Espero que mi rivalidad con ellos, no afecte nuestros negocios —señaló Alejandro con suspicacia.
—No lo hará —aseguró el ojiazul—, aunque Erick esté casado con Omar, por el momento —especificó—, la familia Acosta sabrá respetar los negocios que mi hijo y yo, tengamos con usted, mientras ese matrimonio siga en pie, se lo aseguro.
La manera en la que el castaño hacía énfasis, que el matrimonio de su hijo parecía estar destinado a terminar pronto, le llamó la atención a Alejandro, pero fingió demencia, ya que no quería que el militar pensara que lo tenía en sus manos.
—Me alegra saber eso…
—Aun no entiendo por qué Mike y Juls no nos acompañan a esta reunión —David se quitó las gafas, para limpiarlas con un pañuelo.
—Tienen un trabajo importante qué hacer —Alejandro mantenía las manos en los bolsillos de su pantalón.
—¿En serio crees que lo de ese mensaje, es cierto? —Dimitry lo miró de reojo.
Alejandro sacó el celular y revisó los mensajes una vez más.
El mensaje del número desconocido, incluía una imagen de Omar Acosta, durmiendo semidesnudo, con una sábana cubriéndolo.
“Te demostraré que puedo ser confiable, sé que hoy tienen una reunión muy importante, pero yo evitaré que Omar llegue, así sabrás que soy capaz de hacer cualquier cosa por ti y la próxima vez que nos veamos, podrás darme una oportunidad…”
Alejandro sabía perfectamente quién le había enviado ese mensaje, pero les ordenó a Julián y Miguel que lo investigaran a fondo, pues necesitaba saber qué alcances tenía ese sujeto.
—Lo constataremos, si Omar Acosta no llega a la reunión… —sentenció guardando de nuevo el móvil.
—Es imposible —David se volvió a colocar las gafas—. Es la primera reunión con los empresarios más importantes del estado —sonrió burlón—, si quiere quedarse con este territorio, no debe faltar.
—La cuestión es, si no llega, ¿aceptarás la buena voluntad de ese “desconocido”? —el ruso levantó una ceja, no creía que Alejandro fuera a confiar tan fácil en alguien, solo por un pequeño favor.
—No —los ojos verdes se posaron en su amigo—, pero aprovecharé las facilidades que me ofrece, por supuesto —se burló.
El elevador se detuvo y los tres bajaron, seguidos de los otros hombres que los cuidaban y llevaban los maletines con las computadoras personales de los universitarios y algunos documentos impresos. Caminaron por un pasillo y llegaron a una recepción, donde una mujer se puso de pie al verlos.
—Buenos días, bienvenidos —dijo amable.
—Buenos días —saludaron los recién llegados.
—Venimos a la reunión de empresarios —sentenció Alejandro, mirándola con frialdad.
La chica sonrió nerviosa— ¡por supuesto! —asintió—. ¿Me puede proporcionar sus apellidos, por favor?
—Aramburo —se presentó el ojiazul.
—Labastida —el de lentes sonrió divertido al ver la reacción de la mujer.
—De León… Alejandro De León —dijo el rubio con altanería.
Con el apellido, la mujer tembló— ¡claro! Joven De León, ¡pase! —caminó hacia la puerta y abrió de inmediato—. ¿Gustan algo de beber? —preguntó mientras ellos ingresaban a la enorme sala de juntas.
Alejandro ni siquiera respondió.
—Agua embotellada —pidió Dimitry, a sabiendas que era lo único seguro que podrían beber.
—Otra para mí, por favor —sonrió David, para calmar a la mujer que parecía aterrada.
Apenas cruzaron el umbral, los hombres que estaban en el lugar, los vieron con interés.
Eran pocos, ya que la reunión estaba planeada para las nueve de la mañana, pero Alejandro siempre llegaba temprano, aunque no imaginaba que habría otras personas antes.
—Buenos días —la voz de Alonso se escuchó con familiaridad.
Alejandro no quería ni verlo, especialmente por lo que había ocurrido la noche anterior, pero debía mantener las apariencias, así que se forzó a sonreír, imaginando que si el otro se acercaba con tanta familiaridad, era que su actitud respetuosa al tratar el problema con Omar y su familia, lo había hecho bajar la guardia.
—Buenos días, General Salazar, no imaginé que lo miraría en esta reunión.
El hombre llegó hasta el rubio y le ofreció la mano; Alejandro aceptó el saludo con poco interés, pero los otros empresarios se asombraron al ver que Alonso parecía tener buenas migas con el recién llegado.
—Aunque soy militar, también soy empresario —dijo con desdén— y mi empresa está en pleno crecimiento, por lo que me interesan las relaciones comerciales a las que se puede acceder, con nuevas propuestas.
—Oh, sí, la cunicultura —el ojiverde entendió el por qué ese hombre quería mantener ese negocio—. Pero no creí que fuera algo tan grande, ya que me dijo que las conejeras están en casa de su hijo —comentó con suspicacia.
—Lo que Erick tiene, es solo el pie de cría —sonrió el ojiazul—, cuando los gazapos empiezan a crecer, envío por ellos para la crianza en grandes cantidades, pero los conejos que mi hijo tiene, son la base de toda la producción, porque son los de mayor peso y crecimiento —se alzó de hombros—, algunos creen que es por el cuidado que tienen, yo solo pienso que es una ventaja, mientras Erick los cuide bien —sonrió divertido.
Alejandro sintió que el coraje empezaba a inundarlo; era obvio que el hombre solo veía la ventaja que podía sacar, pero quizá, si solo lo motivaban los negocios, él también podría aprovecharse de ello.
—Aun así, esa es solo una empresa en desarrollo —prosiguió el hombre—, tengo activos grandes en otros negocios, aunque no son tan conocidos…
Esas palabras le dieron la confirmación a Alejandro, de lo que Julián y Miguel habían descubierto; Alonso Salazar tenía una gran participación en la empresa Acosta, aunque aún había detalles que no habían podido esclarecer.
—Comprendo… —forzó una sonrisa—. Siendo así, le presento a mis acompañantes, Dimitry Aramburo —ladeó el rostro—, su familia tiene una constructora importante y se encarga de la construcción de todos los hoteles de mi padre —especificó— y David Labastida, su familia es dueña de una de las instituciones bancarias más respetadas del país.
Los ojos de Alonso brillaron al reconocer a los compañeros del rubio, pese a que los jóvenes no dijeron una sola palabra; era obvio que su apellido era más que suficiente para respaldarlos.
—Ya nos habíamos presentado, durante la primera fiesta… —el ojiazul ofreció la mano a los otros dos jóvenes, quienes aceptaron el saludo, solo por compromiso.
—¿De verdad? —Alejandro levantó una ceja.
—Sí, fue solo una presentación rápida y no tuvimos oportunidad de platicar en realidad —sonrió el militar—. ¿Y su primo? ¿No lo acompaña hoy? —su interés era notorio.
Alejandro entendió que el militar se refería a Julián, ya que le interesaba la relación que parecía desarrollarse entre él y Agustín.
—Julián y Miguel tenían un negocio sumamente importante que atender, así que el día de hoy no pudieron acompañarme…
—Qué lástima, me hubiera gustado platicar con él un poco más, ya que parece que anoche se quedó muy preocupado por mi hijo, Agustín —sonrió orgulloso, al notar la cara de los demás que lo escucharon, ya que había hablado en voz alta con premeditación—. En fin, centrémonos en la reunión de hoy… por el momento no hay muchos empresarios y aun no llega el secretario de comercio del estado, pero sería un honor para mí, presentarlos con los demás.
«Claro, eso supondría una posición privilegiada ante los demás…» pensó el rubio con desagrado, pero mantuvo una sonrisa en sus labios— se lo agradecería, ya que no tenemos tanto trato con los demás por aquí, excepto por usted, el señor Esquivel, que vendrá en unos momentos más y la familia de su yerno… —los ojos verdes observaron alrededor—. Por cierto, ¿no han llegado?
—Seguramente Jacobo y Omar llegarán antes de que inicie la reunión —Alonso forzó una sonrisa, no quería tocar el tema de esa familia, después del problema de la noche anterior—, es muy importante para ellos estar aquí, ya que quieren mantener la concesión del manejo de mercancía especial…
—Espero que mi rivalidad con ellos, no afecte nuestros negocios —señaló Alejandro con suspicacia.
—No lo hará —aseguró el ojiazul—, aunque Erick esté casado con Omar, por el momento —especificó—, la familia Acosta sabrá respetar los negocios que mi hijo y yo, tengamos con usted, mientras ese matrimonio siga en pie, se lo aseguro.
La manera en la que el castaño hacía énfasis, que el matrimonio de su hijo parecía estar destinado a terminar pronto, le llamó la atención a Alejandro, pero fingió demencia, ya que no quería que el militar pensara que lo tenía en sus manos.
—Me alegra saber eso…
El golpeteo insistente en la puerta, logró despertar a Erick de su letargo.
—¿Señor Erick? —la voz de Joseph apenas se escuchó.
—Pa… —el bostezo interrumpió el ojiazul—. Pasa, Joseph —pidió, incorporándose hasta sentarse en la cama, mientras tallaba sus parpados.
La puerta se abrió y el hombre entró de inmediato, acercándose a la cama.
Horas antes, Joseph fue por él a la cabaña, explicándole que Omar no había ido a su casa, algo que no sorprendió a Erick; el ojiazul apenas entró a su recamara en la casa principal, volvió a dormir, ya que se encontraba más que fatigado y le pidió a Joseph que no lo despertara hasta que estuviera el almuerzo, a media mañana.
—Buenos días, señor, ¿se siente mejor? —preguntó preocupado, pues supuso que el otro había pasado frío en la cabaña, ya que no había vestigios de que las chimeneas se hubieran encendido y la calefacción tampoco.
—Buenos días… —respondió el pelinegro, con media sonrisa—. Sí, solo estoy cansado —volvió a bostezar.
—Ya son casi las diez de la mañana —indicó Joseph—. Debe desayunar para recuperar las fuerzas.
—Ah, sí… —el ojiazul asintió—. Pero quiero asearme primero, para quitarme la pesadez y el sueño —explicó, pues ya se había aseado temprano, pero el otro no lo sabía.
—Enviaré a alguien que le ayude con su ropa —señaló el mayordomo y caminó a la puerta.
—¡Joseph! —Erick lo detuvo y el hombre volvió sus pasos—. Mi esposo, ¿no volvió esta mañana tampoco?
El canoso suspiró— no, señor, lo siento.
—¿Tampoco se comunicó?
Joseph negó— no hubo llamada, ni mensaje, no hemos sabido nada del señor Acosta desde ayer.
—Qué extraño… —Erick sujetó su celular, que estaba en el pequeño buró al lado de la cama y se dio cuenta que tenía varios mensajes de su suegro, Ulises, seguramente preguntando por su hijo y aunque seguramente se encontraba en el apartamento con su amante, no podía decir eso—. No sé qué le diré a mamá Ulises, si sabe que Omar no volvió a casa, se preocupará.
—Si gusta, yo le marco…
Erick observó de soslayo a Joseph, seguramente él también sabía dónde estaba su esposo, aunque no se hubiera comunicado; conocía a Joseph y aunque sabía que jamás haría algo para lastimarlo, ya que era el que más lo cuidaba en esa casa, también sabía que le guardaba muchos secretos a Omar, por lo que era obvio, al menos para él, que su mayordomo sabía dónde se quedaba su esposo cuando no iba a dormir a su hogar.
—Está bien, Joseph, gracias… —le dedicó una sonrisa—. Me asearé y bajaré a desayunar, cuando lo haga, me comentas que dijo mamá Ulises, por favor.
El canoso asintió y salió de inmediato, mientras Erick iba al cuarto de baño.
El ojiazul se desvistió y se puso delante del espejo, levantó la parte trasera de su cabello, cerca de la nuca y sujetó un espejo de mano para revisar su herida. Ya había cicatrizado, pero aún se notaba la marca y no era la única, ya que todas las marcas que Alejandro le había dejado la noche anterior, eran muy notorias.
—Me alegra que sea diciembre, así puedo usar cuello alto sin levantar sospechas —suspiró, dejó de lado el espejo y observó la marca en su dedo anular, sonriendo ilusionado—. Debería estar molesto contigo —acercó la mano a su rostro, besando esa delicada marca que durante años odió y ahora le parecía maravillosa—, pero me alegra que seas tú el que haya hecho esto, hace tanto tiempo… —suspiró.
Después de eso, se metió a la regadera a tomar un baño rápido de agua caliente, debía asearse e iniciar su rutina diaria, para no levantar sospechas.
Cuando Erick salió del baño, una joven Beta, Yesenia, lo esperaba, para ayudarle con la ropa; tomó un conjunto sencillo, con camisa en cuello alto, blanca, un pantalón negro y se puso pantuflas. Después bajó y caminó al comedor, pero se detuvo en la estancia, al ver un enorme arreglo de flores blancas; al acercarse, se dio cuenta que eran lirios y rosas.
Le causó curiosidad, ya que Omar normalmente le regalaba rosas rojas.
—¿Quién trajo estas flores, Yesi? —preguntó para la chica que lo seguía.
—Las trajo un mensajero a temprana hora —comentó ella con rapidez—. Dijo que eran para usted.
—¿Para mí?
Erick frunció el ceño y luego buscó la tarjeta, encontrando un sobre en tono azul cielo; cuando lo abrió, el olor a café con cedro le llegó a su nariz y de inmediato supo el remitente.
“Espero que estas flores sean del agrado del Príncipe Omega…”
No estaba firmado, pero no era necesario; al menos para Erick era obvio quién las había enviado.
«Demasiado atrevido, joven De León…»
—¿Señor? —preguntó la chica con curiosidad, al ver que el pelinegro leía el mensaje.
—No tiene firma —sonrió el ojiazul y le mostró la tarjeta—. Tenía mucho que no recibía flores sin firma —comentó con diversión, ya que antes, cuando era soltero, era común que llegaran a su casa, algunos arreglos de sus admiradores.
—Está siendo notable de nuevo —sonrió la chica—. ¡Seguramente llegarán más!
Erick suspiró; era obvio que llegarían más.
—Sí, pero eso molestará a mi esposo —dijo con rapidez.
El rostro de ella se puso pálido— ¡¿me deshago de las flores?! —preguntó con rapidez, tratando de evitar problemas.
Erick acercó la tarjeta a su rostro y golpeteó con una orilla su labio inferior— no —negó—. Llévalas a mi estudio, Yesi, por favor —colocó la tarjeta en el arreglo y se encaminó al comedor, mientras la jovencita realizaba el trabajo encomendado.
El pelinegro sabía que Omar pocas veces entraba a su estudio, pero si era necesario, él podía desplegar un poco de sus feromonas de lirio y confundirlo sin problemas, así que no le preocupaba que se diera cuenta del remitente.
—¿Señor Erick? —la voz de Joseph apenas se escuchó.
—Pa… —el bostezo interrumpió el ojiazul—. Pasa, Joseph —pidió, incorporándose hasta sentarse en la cama, mientras tallaba sus parpados.
La puerta se abrió y el hombre entró de inmediato, acercándose a la cama.
Horas antes, Joseph fue por él a la cabaña, explicándole que Omar no había ido a su casa, algo que no sorprendió a Erick; el ojiazul apenas entró a su recamara en la casa principal, volvió a dormir, ya que se encontraba más que fatigado y le pidió a Joseph que no lo despertara hasta que estuviera el almuerzo, a media mañana.
—Buenos días, señor, ¿se siente mejor? —preguntó preocupado, pues supuso que el otro había pasado frío en la cabaña, ya que no había vestigios de que las chimeneas se hubieran encendido y la calefacción tampoco.
—Buenos días… —respondió el pelinegro, con media sonrisa—. Sí, solo estoy cansado —volvió a bostezar.
—Ya son casi las diez de la mañana —indicó Joseph—. Debe desayunar para recuperar las fuerzas.
—Ah, sí… —el ojiazul asintió—. Pero quiero asearme primero, para quitarme la pesadez y el sueño —explicó, pues ya se había aseado temprano, pero el otro no lo sabía.
—Enviaré a alguien que le ayude con su ropa —señaló el mayordomo y caminó a la puerta.
—¡Joseph! —Erick lo detuvo y el hombre volvió sus pasos—. Mi esposo, ¿no volvió esta mañana tampoco?
El canoso suspiró— no, señor, lo siento.
—¿Tampoco se comunicó?
Joseph negó— no hubo llamada, ni mensaje, no hemos sabido nada del señor Acosta desde ayer.
—Qué extraño… —Erick sujetó su celular, que estaba en el pequeño buró al lado de la cama y se dio cuenta que tenía varios mensajes de su suegro, Ulises, seguramente preguntando por su hijo y aunque seguramente se encontraba en el apartamento con su amante, no podía decir eso—. No sé qué le diré a mamá Ulises, si sabe que Omar no volvió a casa, se preocupará.
—Si gusta, yo le marco…
Erick observó de soslayo a Joseph, seguramente él también sabía dónde estaba su esposo, aunque no se hubiera comunicado; conocía a Joseph y aunque sabía que jamás haría algo para lastimarlo, ya que era el que más lo cuidaba en esa casa, también sabía que le guardaba muchos secretos a Omar, por lo que era obvio, al menos para él, que su mayordomo sabía dónde se quedaba su esposo cuando no iba a dormir a su hogar.
—Está bien, Joseph, gracias… —le dedicó una sonrisa—. Me asearé y bajaré a desayunar, cuando lo haga, me comentas que dijo mamá Ulises, por favor.
El canoso asintió y salió de inmediato, mientras Erick iba al cuarto de baño.
El ojiazul se desvistió y se puso delante del espejo, levantó la parte trasera de su cabello, cerca de la nuca y sujetó un espejo de mano para revisar su herida. Ya había cicatrizado, pero aún se notaba la marca y no era la única, ya que todas las marcas que Alejandro le había dejado la noche anterior, eran muy notorias.
—Me alegra que sea diciembre, así puedo usar cuello alto sin levantar sospechas —suspiró, dejó de lado el espejo y observó la marca en su dedo anular, sonriendo ilusionado—. Debería estar molesto contigo —acercó la mano a su rostro, besando esa delicada marca que durante años odió y ahora le parecía maravillosa—, pero me alegra que seas tú el que haya hecho esto, hace tanto tiempo… —suspiró.
Después de eso, se metió a la regadera a tomar un baño rápido de agua caliente, debía asearse e iniciar su rutina diaria, para no levantar sospechas.
Cuando Erick salió del baño, una joven Beta, Yesenia, lo esperaba, para ayudarle con la ropa; tomó un conjunto sencillo, con camisa en cuello alto, blanca, un pantalón negro y se puso pantuflas. Después bajó y caminó al comedor, pero se detuvo en la estancia, al ver un enorme arreglo de flores blancas; al acercarse, se dio cuenta que eran lirios y rosas.
Le causó curiosidad, ya que Omar normalmente le regalaba rosas rojas.
—¿Quién trajo estas flores, Yesi? —preguntó para la chica que lo seguía.
—Las trajo un mensajero a temprana hora —comentó ella con rapidez—. Dijo que eran para usted.
—¿Para mí?
Erick frunció el ceño y luego buscó la tarjeta, encontrando un sobre en tono azul cielo; cuando lo abrió, el olor a café con cedro le llegó a su nariz y de inmediato supo el remitente.
“Espero que estas flores sean del agrado del Príncipe Omega…”
No estaba firmado, pero no era necesario; al menos para Erick era obvio quién las había enviado.
«Demasiado atrevido, joven De León…»
—¿Señor? —preguntó la chica con curiosidad, al ver que el pelinegro leía el mensaje.
—No tiene firma —sonrió el ojiazul y le mostró la tarjeta—. Tenía mucho que no recibía flores sin firma —comentó con diversión, ya que antes, cuando era soltero, era común que llegaran a su casa, algunos arreglos de sus admiradores.
—Está siendo notable de nuevo —sonrió la chica—. ¡Seguramente llegarán más!
Erick suspiró; era obvio que llegarían más.
—Sí, pero eso molestará a mi esposo —dijo con rapidez.
El rostro de ella se puso pálido— ¡¿me deshago de las flores?! —preguntó con rapidez, tratando de evitar problemas.
Erick acercó la tarjeta a su rostro y golpeteó con una orilla su labio inferior— no —negó—. Llévalas a mi estudio, Yesi, por favor —colocó la tarjeta en el arreglo y se encaminó al comedor, mientras la jovencita realizaba el trabajo encomendado.
El pelinegro sabía que Omar pocas veces entraba a su estudio, pero si era necesario, él podía desplegar un poco de sus feromonas de lirio y confundirlo sin problemas, así que no le preocupaba que se diera cuenta del remitente.
Después de hacer lo que Alejandro le encargó y enviarle la información, Miguel se despidió de inmediato de Julián, porque tenía una reunión importante con su pareja y su familia.
Fue así que después de un desayuno tranquilo, la familia Sánchez y su invitado especial, estaban degustando el postre.
—Me alegra que hayas venido hoy, Miguel —Liam sonrió amable—, ayer no pudimos platicar mucho en la fiesta.
—No se preocupe, señor Cavazos, realmente lo ocurrido anoche fue sorpresivo para todos —comentó Miguel desde su lugar, bebiendo el líquido de su vaso.
—También fue muy amable que intervinieras en favor de Omar —Rodolfo sonrió débilmente.
—Aunque no se lo merecía —insistió Marcel, antes de comer un poco de pastel.
—No lo hice por él —Miguel negó—, fue por Julián, ya que sabía que podía meterse en problemas y no era prudente.
—Es cierto… Julián Chávez es tu pariente, igual que Alejandro de León, ¿cierto? —Liam lo miró de soslayo.
Marcel casi se ahoga con el pastel, pero disimuló bien.
—En realidad… —Miguel forzó una sonrisa—. Ese tema es un poco complicado.
—Pero…
—Amor —Rodolfo sujetó la mano de su esposo—, si él no quiere hablar de eso, es por algo, ya tendremos tiempo de tocar ese tema, a futuro, ¿verdad? —miró de reojo a Miguel.
El pelinegro entendió que Rodolfo sabía la verdad, posiblemente porque también era amigo de Germán Esquivel y debido a su búsqueda, sabía también que el padre de Marcel tenía una relación comercial con el padre de Alejandro, aunque no era muy conocida, seguramente para mantener a su familia segura.
—Gracias, señor Sánchez.
—De acuerdo —Liam suspiró.
—La verdad —Marcel limpió sus labios con la servilleta y sujetó la mano de su pareja—, le dije a Miguel que viniera a hablar con ustedes de nuestra relación.
—Sí —el aludido carraspeó—, quiero solicitar su permiso para, no solo cortejar a Marcel, sino para desposarlo.
—Nos casaremos a finales de enero —sentenció el de lentes.
Liam se sobresaltó y miró a su hijo con susto— pero… ¡eso es el otro mes! No nos dará tiempo para las preparaciones, las participaciones, el vestido…
—Mamá, eso se arregla fácil —el de lentes le restó importancia—, tengo suficientes contactos para preparar todo de inmediato.
—¡Pero no quedaría perfecto!
—Hace años dijiste que, desde que nací y supiste que era un Omega, te habías empezado a preparar para mi boda —Marcel levantó una ceja.
—Sí, pero aun así hay cosas importantes que detallar.
Madre e hijo estaban en un acalorado debate; Rodolfo y Miguel, prefirieron guardar silencio, ya que los otros no parecían querer su opinión en realidad.
—Por lo menos espera a finales del otro año, Marcel.
—No quiero —el menor hizo un mohín—. ¡Me quiero casar ya!
—¡¿Por qué?!
—Porque si no, no me dejaras disfrutar del sexo con Miguel, ¡a mis anchas! —dijo con obviedad.
—¡Marcel! —la voz de Liam fue molesta al decir el nombre de su hijo.
Miguel bebió más de su vaso, se sentía un poco fuera de lugar, pues jamás había tocado el tema de la sexualidad tan abiertamente con otras personas; por su parte, Rodolfo aguantaba la risa, ya estaba acostumbrado a esas escenas en el comedor.
—Dile algo a tu hijo, Rodolfo —exigió el castaño con molestia.
El aludido sonrió divertido— ¿Qué quieres que diga, cariño? Después de ver la marca en la nuca de nuestro hijo, no podemos oponernos a su decisión —ladeó el rostro y sus ojos se fijaron en su hijo—, ¿no es cierto, bebé?
—¡Cierto! —asintió con orgullo el de lentes.
—Pero… —Liam sentía que estaba perdiendo la batalla, así que de inmediato buscó a Miguel—. Ni siquiera conocemos a tus padres —señaló.
—Eso es cierto —admitió el pelinegro—, de hecho, estoy viendo la posibilidad de que vengan para presentárselos en navidad —miró de soslayo a su pareja.
Marcel sonrió emocionado, todo iba viento en popa según su percepción.
El silencio reinó un momento; Liam abrió los labios para decir algo, pero sintió el apretón de mano de su esposo.
—Solo tengo una pregunta —Rodolfo puso un gesto serio, fijando la mirada en Miguel—, ¿amas a mi hijo?
Miguel le sostuvo la mirada al hombre— por supuesto, señor.
Esa simple respuesta hizo que el otro sonriera— siendo así, si ya lo decidieron, no tenemos por qué negarnos.
Marcel soltó a Miguel y se puso de pie de un salto, yendo a abrazar a su padre y besarle la mejilla— ¡gracias, papá!
—Ya sabes que nunca he podido negarte nada, bebé.
Miguel se puso de pie y se acercó, ofreciéndole la mano a su futuro suegro— le agradezco que me dé el permiso de casarme con su hijo.
Rodolfo aceptó la mano— lo hago porque Marcel quiere casarse contigo —dijo con seriedad—, pero espero que no solo lo ames, sino que lo cuides y consientas más de lo que yo lo hago, de lo contrario, me encargaré de hundirte —amenazó.
Miguel percibió el aroma a jengibre del hombre; era una clara amenaza y en cualquier otro momento reaccionaría a ella, desplegando sus feromonas para demostrar que no le tenía miedo al otro, pero se trataba del padre de su futuro esposo y sabía que lo hacía porque quería mucho a Marcel, por lo cual decidió controlarse.
—Prometo cuidar a Marcel como la joya que es, tanto para usted, cómo para mí —sonrió confiado.
Después de eso, Rodolfo trató de calmar a su esposo, quien aún se resistía a aceptar el tiempo que tenía para preparar la boda de su único hijo. Fue por ello que Rodolfo le pidió a Marcel que llevara a su novio a recorrer los jardines de su casa, para tener tiempo de calmar a Liam y convencerlo.
La pareja salió de la casa; Marcel iba sujetando la mano de Miguel, mientras caminaban por los pasillos de los jardines, donde había muchos árboles de naranjas, más que nada porque cuando florecían, el perfume era muy parecido al olor natural de Marcel y por eso, sus padres los sembraron, para demostrar que lo más importante era su ‘bebé’.
Miguel observaba alrededor pero estaba en silencio, caminando, al lado de su pareja.
—¿Qué piensas? —preguntó el de lentes.
—Que tus padres son muy amables —sonrió Miguel.
—¿En serio? —Marcel levantó una ceja—. No tienes que mentirme.
—No te miento —sonrió el pelinegro—. Tu padre es muy sensato y tu madre, bueno… ya me había dado cuenta que tiene mucho carácter, cómo tu —dijo recordando el día que lo había conocido.
—Sí, por alguna extraña razón, muchos me dicen que me parezco más a mi madre, que a mi padre —se alzó de hombros—, pero no me lo parece…
Miguel sonrió, se detuvo y con un movimiento sutil, jaló a su pareja y lo sujetó de la cintura, colocándolo frente a él y le besó los labios— tal vez te parezcas un poco a tu madre —sonrió—, pero para mí, tú eres más encantador.
Marcel pasó las manos por el cuello de Miguel y sonrió— más te vale…
—¿Crees que te mentiría?
El de lentes suspiró; cualquier cosa que le dijera Miguel, se lo creería, porque su mirada le decía que era sincero.
—Entonces, ¿conoceré a tus padres en navidad?
—Sí —el pelinegro sonrió—. Entrada la noche hablé con mis padres —levantó una ceja—, mi madre creyó que tenía problemas, pero cuando le dije el motivo, se olvidó de regañarme y quería venir de inmediato, pero le pedí que fuera paciente —contó con diversión.
—¡¿Se emocionó?! —Marcel sonrió.
—¡Por supuesto! —asintió el otro—. Quiere conocerte.
—Yo también quiero conocerlos —el de lentes suspiró y se puso de puntillas, para besar los labios de su pareja.
Miguel aceptó el beso, pero no lo profundizó, se apartó y se acercó al oído de Marcel— necesito que me digas cómo quieres tu anillo de compromiso.
El castaño se apartó y lo miró con susto— ¡¿de verdad?!
—Dijiste que querías uno bonito, especial y único —ladeó el rostro—, por eso necesito mandarlo a hacer y para complacerte, necesitas decir cómo lo quieres, para que yo pueda complacerte y consentirte…
Fue así que después de un desayuno tranquilo, la familia Sánchez y su invitado especial, estaban degustando el postre.
—Me alegra que hayas venido hoy, Miguel —Liam sonrió amable—, ayer no pudimos platicar mucho en la fiesta.
—No se preocupe, señor Cavazos, realmente lo ocurrido anoche fue sorpresivo para todos —comentó Miguel desde su lugar, bebiendo el líquido de su vaso.
—También fue muy amable que intervinieras en favor de Omar —Rodolfo sonrió débilmente.
—Aunque no se lo merecía —insistió Marcel, antes de comer un poco de pastel.
—No lo hice por él —Miguel negó—, fue por Julián, ya que sabía que podía meterse en problemas y no era prudente.
—Es cierto… Julián Chávez es tu pariente, igual que Alejandro de León, ¿cierto? —Liam lo miró de soslayo.
Marcel casi se ahoga con el pastel, pero disimuló bien.
—En realidad… —Miguel forzó una sonrisa—. Ese tema es un poco complicado.
—Pero…
—Amor —Rodolfo sujetó la mano de su esposo—, si él no quiere hablar de eso, es por algo, ya tendremos tiempo de tocar ese tema, a futuro, ¿verdad? —miró de reojo a Miguel.
El pelinegro entendió que Rodolfo sabía la verdad, posiblemente porque también era amigo de Germán Esquivel y debido a su búsqueda, sabía también que el padre de Marcel tenía una relación comercial con el padre de Alejandro, aunque no era muy conocida, seguramente para mantener a su familia segura.
—Gracias, señor Sánchez.
—De acuerdo —Liam suspiró.
—La verdad —Marcel limpió sus labios con la servilleta y sujetó la mano de su pareja—, le dije a Miguel que viniera a hablar con ustedes de nuestra relación.
—Sí —el aludido carraspeó—, quiero solicitar su permiso para, no solo cortejar a Marcel, sino para desposarlo.
—Nos casaremos a finales de enero —sentenció el de lentes.
Liam se sobresaltó y miró a su hijo con susto— pero… ¡eso es el otro mes! No nos dará tiempo para las preparaciones, las participaciones, el vestido…
—Mamá, eso se arregla fácil —el de lentes le restó importancia—, tengo suficientes contactos para preparar todo de inmediato.
—¡Pero no quedaría perfecto!
—Hace años dijiste que, desde que nací y supiste que era un Omega, te habías empezado a preparar para mi boda —Marcel levantó una ceja.
—Sí, pero aun así hay cosas importantes que detallar.
Madre e hijo estaban en un acalorado debate; Rodolfo y Miguel, prefirieron guardar silencio, ya que los otros no parecían querer su opinión en realidad.
—Por lo menos espera a finales del otro año, Marcel.
—No quiero —el menor hizo un mohín—. ¡Me quiero casar ya!
—¡¿Por qué?!
—Porque si no, no me dejaras disfrutar del sexo con Miguel, ¡a mis anchas! —dijo con obviedad.
—¡Marcel! —la voz de Liam fue molesta al decir el nombre de su hijo.
Miguel bebió más de su vaso, se sentía un poco fuera de lugar, pues jamás había tocado el tema de la sexualidad tan abiertamente con otras personas; por su parte, Rodolfo aguantaba la risa, ya estaba acostumbrado a esas escenas en el comedor.
—Dile algo a tu hijo, Rodolfo —exigió el castaño con molestia.
El aludido sonrió divertido— ¿Qué quieres que diga, cariño? Después de ver la marca en la nuca de nuestro hijo, no podemos oponernos a su decisión —ladeó el rostro y sus ojos se fijaron en su hijo—, ¿no es cierto, bebé?
—¡Cierto! —asintió con orgullo el de lentes.
—Pero… —Liam sentía que estaba perdiendo la batalla, así que de inmediato buscó a Miguel—. Ni siquiera conocemos a tus padres —señaló.
—Eso es cierto —admitió el pelinegro—, de hecho, estoy viendo la posibilidad de que vengan para presentárselos en navidad —miró de soslayo a su pareja.
Marcel sonrió emocionado, todo iba viento en popa según su percepción.
El silencio reinó un momento; Liam abrió los labios para decir algo, pero sintió el apretón de mano de su esposo.
—Solo tengo una pregunta —Rodolfo puso un gesto serio, fijando la mirada en Miguel—, ¿amas a mi hijo?
Miguel le sostuvo la mirada al hombre— por supuesto, señor.
Esa simple respuesta hizo que el otro sonriera— siendo así, si ya lo decidieron, no tenemos por qué negarnos.
Marcel soltó a Miguel y se puso de pie de un salto, yendo a abrazar a su padre y besarle la mejilla— ¡gracias, papá!
—Ya sabes que nunca he podido negarte nada, bebé.
Miguel se puso de pie y se acercó, ofreciéndole la mano a su futuro suegro— le agradezco que me dé el permiso de casarme con su hijo.
Rodolfo aceptó la mano— lo hago porque Marcel quiere casarse contigo —dijo con seriedad—, pero espero que no solo lo ames, sino que lo cuides y consientas más de lo que yo lo hago, de lo contrario, me encargaré de hundirte —amenazó.
Miguel percibió el aroma a jengibre del hombre; era una clara amenaza y en cualquier otro momento reaccionaría a ella, desplegando sus feromonas para demostrar que no le tenía miedo al otro, pero se trataba del padre de su futuro esposo y sabía que lo hacía porque quería mucho a Marcel, por lo cual decidió controlarse.
—Prometo cuidar a Marcel como la joya que es, tanto para usted, cómo para mí —sonrió confiado.
Después de eso, Rodolfo trató de calmar a su esposo, quien aún se resistía a aceptar el tiempo que tenía para preparar la boda de su único hijo. Fue por ello que Rodolfo le pidió a Marcel que llevara a su novio a recorrer los jardines de su casa, para tener tiempo de calmar a Liam y convencerlo.
La pareja salió de la casa; Marcel iba sujetando la mano de Miguel, mientras caminaban por los pasillos de los jardines, donde había muchos árboles de naranjas, más que nada porque cuando florecían, el perfume era muy parecido al olor natural de Marcel y por eso, sus padres los sembraron, para demostrar que lo más importante era su ‘bebé’.
Miguel observaba alrededor pero estaba en silencio, caminando, al lado de su pareja.
—¿Qué piensas? —preguntó el de lentes.
—Que tus padres son muy amables —sonrió Miguel.
—¿En serio? —Marcel levantó una ceja—. No tienes que mentirme.
—No te miento —sonrió el pelinegro—. Tu padre es muy sensato y tu madre, bueno… ya me había dado cuenta que tiene mucho carácter, cómo tu —dijo recordando el día que lo había conocido.
—Sí, por alguna extraña razón, muchos me dicen que me parezco más a mi madre, que a mi padre —se alzó de hombros—, pero no me lo parece…
Miguel sonrió, se detuvo y con un movimiento sutil, jaló a su pareja y lo sujetó de la cintura, colocándolo frente a él y le besó los labios— tal vez te parezcas un poco a tu madre —sonrió—, pero para mí, tú eres más encantador.
Marcel pasó las manos por el cuello de Miguel y sonrió— más te vale…
—¿Crees que te mentiría?
El de lentes suspiró; cualquier cosa que le dijera Miguel, se lo creería, porque su mirada le decía que era sincero.
—Entonces, ¿conoceré a tus padres en navidad?
—Sí —el pelinegro sonrió—. Entrada la noche hablé con mis padres —levantó una ceja—, mi madre creyó que tenía problemas, pero cuando le dije el motivo, se olvidó de regañarme y quería venir de inmediato, pero le pedí que fuera paciente —contó con diversión.
—¡¿Se emocionó?! —Marcel sonrió.
—¡Por supuesto! —asintió el otro—. Quiere conocerte.
—Yo también quiero conocerlos —el de lentes suspiró y se puso de puntillas, para besar los labios de su pareja.
Miguel aceptó el beso, pero no lo profundizó, se apartó y se acercó al oído de Marcel— necesito que me digas cómo quieres tu anillo de compromiso.
El castaño se apartó y lo miró con susto— ¡¿de verdad?!
—Dijiste que querías uno bonito, especial y único —ladeó el rostro—, por eso necesito mandarlo a hacer y para complacerte, necesitas decir cómo lo quieres, para que yo pueda complacerte y consentirte…
Julián por su parte, tenía que ir a ver a Agustín; la noche anterior se había quedado un poco inquieto, pero sabía que el pelinegro estaba bien, pues su padre lo llevó de inmediato a su casa.
A pesar de que tanto él como Miguel, preferían andar a solas y manejar ellos mismos, ese día Alejandro les ordenó que llevaran no solo un chofer, sino un guardaespaldas, para su salida. Era irónico que ellos los usaran, porque ese sería su trabajo directo con el rubio en un futuro, pero en esa ciudad, todos pensaban que eran parientes políticos de Alejandro, así que querían minimizar riesgos por cualquier eventualidad. Julián detestaba ser tratado de una manera a la que no estaba acostumbrado, pero los hombres que lo escoltaban también seguían órdenes, por lo que lo cuidaban como si fuera realmente un miembro de la familia De León y con el título de ‘joven’.
Así, les pidió que lo llevaran a la dirección de Agustín, pero antes de llegar a su destino, solicitó que se detuvieran a comprar unas rosas blancas y unos dulces.
Cuando estuvo frente a la puerta de la enorme casa, su dedo apenas rozó el botón del timbre y la puerta se abrió de inmediato.
—¡Buenos días, joven Chávez! —la enorme sonrisa de Yuri lo sorprendió.
—Buenos… días —saludó confundido.
—Pase, ¡pase! —dijo la chica con emoción.
—Gracias…
Cuando puso un pie dentro, Karla estaba tras la silla de Reina, también con una sonrisa pícara, pero la canosa mantenía un semblante serio.
—Buenos días, señora Reina —saludó el castaño—. Vine a visitar a Guti y le traje dulces a usted.
La mujer entrecerró los ojos— gracias —su voz sonó fría—. Yuri, recoge los dulces y las flores —dijo con seriedad—. Karla, el joven Chávez y yo, vamos a platicar en la sala unos minutos, llévame allá y luego te preparas para hacer lo que acordamos.
Julián se dio cuenta que eso no era una invitación, sino una orden, así que entregó las cosas a la chica y siguió a la mujer y su enfermera, hasta la sala de estar.
Cuando Reina estuvo en su lugar, al lado de la mesita dónde estaba su taza de café, Karla se despidió con un movimiento de rostro y se apartó; Julián se mantenía de pie, esperando las palabras de la canosa.
—Siéntate —dijo ella, haciendo un ademán, hacia el sillón que estaba enfrente.
El castaño obedeció de inmediato, sentándose con la espalda recta y descansando las manos sobre sus piernas.
—Guti no irá a la fiesta de hoy —comentó la mujer, sujetando el platito dónde descansaba su taza y acercándolo a su cuerpo—. Entró en celo anoche y aunque usó el supresor, su padre ya ordenó que no lo dejáramos salir —bebió un poco de café.
Julián respiró profundamente— entiendo —asintió—, supongo que por eso no podré verlo, ¿cierto?
—Lo verás, porque él quiere verte —especificó.
—¿Qué?
Reina dio otro sorbo al café y bajó la taza, dejándola en el plato, antes de colocarlo en la mesa.
—Es la primera vez que Guti entra en celo, sin ser su periodo normal —explicó—, es común que muchos Omega entren en celo por exposición a las feromonas de un alfa, pero no los dominantes —la mujer ladeó el rostro—, en ese caso, solo hay una razón y ambos sabemos cuál es, ¿no es así?
Los labios de Julián temblaron y la comisura de su labio se curvó ligeramente— ¿qué le agrado?
—Sí —asintió la canosa—. Es obvio que le gustas y me parece que a ti también te gusta él, ¿o me equivoco?
—No se equivoca, señora —Julián negó.
Reina sonrió débilmente— el padre de Guti, no quiere que lo veas —dijo con seriedad—, porque dijo que no quiere que tengas oportunidad de reclamarlo cómo pareja, sin un compromiso formal previo —se alzó de hombros.
El castaño frunció el ceño— si su padre no quiere que lo vea, ¿por qué usted parece estarme dando permiso de hacerlo?
—¡Yo no soy ese hombre! —dijo la mujer en un tono ofendido—. Yo sé que a mi nieto le gustas y es reciproco —repitió—, si mi nieto te quiere de pareja, no me voy a interponer —negó—. Sólo lo haría si él no quisiera, pero es algo que no va a pasar —sonrió cómplice—. Solo espero que seas honesto, serio y llegado el momento, lo presentes con tus padres, de lo contrario —levantó una ceja—, aunque no tenga suficiente fuerza para caminar, buscaré la manera de agarrarte a palos, jovencito, ¿entendido?
Julián casi sonríe por esa amenaza que le causó gracia— no se preocupe señora Reina, en cuanto la situación de mi primo se solucione en esta ciudad, prometo presentarle a Guti y a usted, de manera formal a mis padres.
La mujer volvió a sujetar su taza— abuela —dijo con media sonrisa.
—¿Disculpe?
—Ya tienes derecho de decirme abuela —repitió divertida.
Julián se sorprendió, pero finalmente sonrió— gracias, abuela…
—Joven Chávez —la voz de Yuri se escuchó—, el joven Salazar quiere verlo —su voz tenía un tinte emocionado—, pase, por favor.
—Con permiso…
Julián se puso de pie y siguió a la jovencita, subiendo las escaleras y yendo a la habitación que ya conocía; durante el trayecto, podía percibir las feromonas de Agustín inundar todo el lugar, pese a que había en cada rincón de la casa, aromatizantes especiales para disimularlas. Inconscientemente se relamió los labios, podía saborear la canela y vainilla como si la estuviera probando directamente de la piel de Agustín; agradecía haber tomado el supresor antes de ir a esa casa, de lo contrario, desde que llegó, hubiese perdido la cordura.
Al llegar al segundo piso, Yuri tocó un par de veces la puerta de la habitación y luego abrió, se hizo a un lado y permitió que el castaño entrara, pero ella no lo hizo, solo cerró cuando el otro ingresó.
Julián recorrió la estancia y se dio cuenta que Agustín estaba sentado en la cama, recargado en la cabecera, aun en pijama y cubierto con las cobijas, su cabello estaba húmedo, así que se acababa de bañar; a pesar de que hacía frío fuera, la ventana estaba abierta, para que el viento disipara las feromonas que había, mezcladas con aromatizante y el olor de las rosas que le había llevado, ya que estaban en la mesita de al lado.
—Buenos días —sonrió el pelinegro, con un dejo de ilusión en su mirada.
—Buenos días —Julián se acercó y se sentó en la orilla de la cama—, ¿cómo te sientes? —preguntó, sujetando una mano del otro y acariciando la piel con delicadeza.
—Cansado —respondió el menor y bostezó—, también con sueño, pero se lo debo a los medicamentos que me suministraron anoche.
—Tu abuela me dijo que hoy no irás a la fiesta.
Agustín suspiró— el padre de Erick no quiere que haya contratiempos, por mi culpa.
Julián entrelazó los dedos con la mano que tenía entre las suyas— aunque él tenga sus razones, debo admitir que esto es por tu bien…
—Pero quería ir… —suspiró—. Quería verte.
—Bueno, ya estoy aquí, puedes verme sin exponerte.
Agustín hizo un mohín— sí, lo sé, pero aparte… quería ir para acompañar a Erick —explicó y ejerció un poco de presión en la mano de Julián—. No me siento a gusto de dejarlo solo, con la situación que ocurrió…
—¿Crees que su esposo haga algo?
Agustín puso un gesto sarcástico— ¿de verdad lo preguntas? —levantó una ceja—. ¡Ayer viste de lo que es capaz! —acusó—. Erick necesita quien lo proteja de ese sujeto.
—Pero en esta condición, eres más débil…
Agustín apartó la mano con rapidez— gracias por recordármelo —dijo con un tinte molesto.
—No te enojes, Guti… —Julián volvió a sujetar la mano—. Solo te recuerdo que aunque vayas, no estás en condiciones de proteger a tu hermano, ya que durante el celo, tú también necesitas quién te proteja.
El pelinegro se mordió el labio inferior— creí que podía contar contigo para eso… —musitó.
Julián sonrió de lado— sabes que sí, pero aun así, no quiero que te expongas —levantó una ceja—, me molestaría que otro intentara aprovecharse de la situación.
Agustín sonrió nerviosamente— no quieres que otros se aprovechen —le dedicó una mirada cómplice—, pero tampoco te aprovechas tu…
Julián se sorprendió por ese reproche, pero trató de tomarlo con calma, era obvio que la actitud de Agustín era a causa de las feromonas alteradas— Guti, yo no me aprovecho de ti, porque te respeto y…
Agustín lo soltó, quitó las cobijas que lo cubrían y se movió sobre el colchón; los ojos castaños de Julián se abrieron enormemente al darse cuenta que el otro no traía el pantalón de su pijama y podía ver las piernas desnudas. Agustín se movió sobre el colchón con una gracia casi felina y colocó las manos en los hombros del castaño, acercándose peligrosamente.
—¿No te gusta mi olor? —preguntó con voz suave.
El aliento de Agustín dio de lleno en la nariz de Julián e instintivamente se relamió los labios, porque pudo saborear la intensa vainilla.
—Me fascina —admitió.
Agustín empujó a Julián y lo dejó contra el colchón; sin esperar a que reaccionara se puso sobre su cuerpo— ¿entonces? —preguntó en un susurro—. ¿Por qué te contienes?
La respiración de Julián se aceleró, quería responder de manera sincera, justo como su parte inferior lo hacía en ese momento, pero debía ser consciente del lugar y la situación, pues podía notar que Agustín estaba solo actuando por instinto, ya que sus pupilas estaban dilatadas, sus mejillas estaban rojas y su actitud no era normal.
—Guti… —las manos de Julián temblaron, deseaba sujetar al otro de la cintura y besarlo para disfrutar de su sabor de manera más íntima, pero su razón aun predominaba, gracias al supresor—. Tu abuela está en casa —dijo tratando de mantenerse firme y sujetando al otro de los hombros— y yo no debería…
—No está…
—¡¿Qué?! —Julián abrió los ojos con incredulidad.
El pelinegro se inclinó y acercó el rostro al cuello de Julián— mi abuela, Yuri y Karla, iban a salir —pasó la lengua tibia por la piel de su compañero—, yo les pedí que nos dejaran solos…
“…luego te preparas para hacer lo que acordamos…” esas habían sido las palabras de Reina para su enfermera y ahora todo tenía sentido en la cabeza de Julián.
«Por eso me aceptó como pareja de Guti, porque él lo aceptó primero y deseaba esto…»
—Julián… —Agustín susurró contra el cuello del otro y dio una mordida leve en la piel, mientras sus manos se movían con torpeza, intentando desabrochar el saco que traía.
El castaño no se contuvo más, sujetó de la cintura a Agustín y en un movimiento rápido, giró con él, dejándolo contra el colchón; la respiración del menor era desacompasada y su mirada estaba puesta en el rostro de Julián, con un incesante anhelo que solo demostró más, al mover una pierna y rozar la de su compañero.
—Guti… —el castaño pasó saliva, sabía que si de dejaba llevar no iba a haber vuelta atrás—. ¿Estás seguro de esto?
Agustín movió las manos con pesadez y sujetó el cuello del otro— no —sonrió débilmente—, seguramente es mi celo hablando —confesó—, especialmente porque no me tomé el supresor hace rato, como debía —se mordió el labio—, pero sé que si lo hago contigo, no me arrepentiré jamás.
Julián no necesitó más; sin contenerse, besó los labios de Agustín y sus manos se movieron con rapidez, desnudando completamente el cuerpo que se le ofrecía sin recato.
El castaño se apartó de los labios y bajó por el mentón hasta el cuello suave, besando y lamiendo la piel con desespero; por fin podía disfrutar el sabor de las feromonas de manera directa y le parecía el elixir que había esperado durante toda su vida, para embriagarse completamente.
Agustín expuso su cuello, sintiendo como los estremecimientos lo cimbraban, pues las caricias de Julián eran atrevidas y jamás había estado en esa situación; su mente no razonaba, pero su cuerpo reaccionaba de manera instintiva y aunque en sus cinco sentidos decía que nunca lo haría, en ese momento deseaba que su cuerpo respondiera por sí solo, para poder sentir más placer.
Un gemido escapó de la boca del pelinegro, cuando los labios de Julián bajaron por el pecho desnudo, repartiendo besos y roces; la lengua tibia dejaba una estela de saliva y los dientes marcaron la piel del vientre, mientras las manos traviesas quitaban la ropa interior que el otro portaba. El castaño se apartó un poco y quitó la prenda de tela, observando con deseo el cuerpo completamente desnudo sobre el colchón.
Julián ya tenía experiencia no solo con otros Omegas, sino con algunos varones Beta, pero a ninguno lo había deseado con tanta intensidad, ni había sentido lo mismo que con Agustín. Algo tenía ese jovencito que desde el primer momento en que lo vio y percibió sus feromonas, deseó tomarlo y atarlo a él para que no pudiera irse de su lado, pero tuvo que controlarse; ahora tenía su permiso de hacerlo y no lo iba a desaprovechar, pues aunque tenía claro control sobre su condición, podía permitir que sus feromonas lo dominaran si eso quería.
—¿Julián?
La voz de Agustín hizo que el castaño reaccionara, pues se había quedado absorto observando el cuerpo, apreciando cada detalle, hipnotizado por el movimiento del pecho que subía y bajaba por la respiración y los pezones se alzaban erectos, exigiendo atención.
Julián sonrió— jamás creí que tendría un ángel en mi cama…
Agustín sonrió y se hundió más en el colchón, mientras sus manos se movían inquietas, sujetando débilmente las sábanas de un color azul claro, como si aún hubiera un dejo de infantilismo en ese jovencito.
Las manos de Julián se movieron por los costados y bajaron a las piernas, ejerciendo presión en los muslos.
—Es tu primera vez, así que puede ser doloroso —musitó—, pero solo será esta vez, te lo prometo.
Una risita escapó de los labios de Agustín— confío en ti…
Julián asintió y se inclinó hasta besar a su pareja; si el otro confiaba en él, debía demostrar que merecía esa confianza.
—Te haré feliz primero… —dijo contra los labios y se apartó, bajando hasta el sexo del otro.
Debido a su amplia experiencia, había visto otros miembros antes, pero este le parecía tan delicado y tierno; no tan pequeño cómo los de todos los Omega, pero mucho más hermoso que cualquier otro y debía tratarlo con todas las consideraciones.
Sus labios repartieron besos por toda la extensión y después pasó la lengua, humedeciéndolo; su mano derecha acariciaba alrededor, mientras que la izquierda sujetaba la base con firmeza. Ya estaba duro y necesitando atención, pero Julián lo tomaría con calma; sabía que en cualquier otro momento, no lo haría, pues cuando se dejaba llevar por las feromonas, nada de eso importaba, pero al estar bajo los efectos del medicamento, podía mantener un poco de serenidad y anteponer la necesidad de su pareja antes de la suya.
Agustín cerró los ojos al sentir como la boca de Julián envolvía su miembro; su mente no podía razonar, se sentía muy bien, mucho más de lo que se sentía, cuando se estimulaba por sí mismo, durante sus celos. Sus piernas se movieron inquietas y Julián sintió cómo se movían y rozaban su cabeza con insistencia, así que las sujetó con firmeza, siguiendo con la labor de su boca.
Agustín mordió sus dedos cuando la succión en su miembro aumentó y su cuerpo se estremecía con fuerza.
—Julián… Julián… —mordió su labio y su mano derecha se movió hasta el cabello castaño, intentando ejercer presión, sin tener la fuerza para hacerlo y solo fue una caricia para el otro—. ¡Juls!
Julián sintió como el delicado miembro palpitaba en su boca y recibió el semen de su compañero, disfrutando el sabor intenso de las feromonas que se concentraba en ese líquido, casi como una invitación a devorarlo. Su cuerpo también reaccionaba rápidamente y sentía su miembro palpitar contra su ropa, tratando de liberarse de las ataduras.
Agustín respiraba con agitación y sentía su cuerpo pesando, cuando sintió que el otro se apartaba; apenas pudo ver el gesto de Julián, quien sonrió y se limpió la comisura de sus labios con el pulgar, antes de lamer el semen que había recogido con el mismo.
—¿Te gustó? —preguntó divertido.
Agustín movió la cabeza, asintiendo con cansancio.
—Es solo el inicio…
Julián se tomó un momento, apartándose de su compañero, para poder desnudarse. Agustín seguía los movimientos del mayor con su mirada, pero no tenía energía para hacer nada más; aunque cuando vio el miembro erecto del otro, sintió que su corazón se aceleraba. Julián volvió a la cama al estar completamente desnudo y se colocó sobre el cuerpo del pelinegro; le acarició el rostro con los dedos y besó los labios una vez más, antes de hablar.
—Dime que hay lubricante —susurró repartiendo besos en el rostro—, si te preparaste para esto, debiste pedir uno —dijo con diversión.
Agustín disfrutó las caricias en su rostro y asintió— en la… —su dedo se movió lentamente y señaló la mesita de al lado.
Julián se apartó de nuevo, movió la mano y abrió la gaveta, sacando un botecito de lubricante sin olor, perfecto para la primera vez de los Omegas. Antes de hacer más, movió a Agustín para dejarlo boca abajo, le puso una almohada bajo la cadera, abrió el botecito, impregnó sus dedos y llevó ese líquido viscoso entre las suaves y redondas nalgas que estaban expuestas para él.
Agustín mordió débilmente, la almohada que estaba bajo su cabeza; sentía incomodidad por los dedos que tocaban esa parte íntima y más, cuando uno de ellos intentó entrar en la delicada y estrecha abertura, que parecía reacia a permitir el paso.
—Relájate… —Julián besó los hombros de su pareja—. Si te tensas, será difícil, Guti.
El pelinegro asintió y trató de obedecer, logrando que su cuerpo se relajara un poco, permitiendo que el dedo medio del mayor entrara ligeramente.
—Tengo que ir más profundo —mencionó el mayor y vertió más lubricante, para que entrara a la par que su dedo.
Agustín se tensó y estuvo a punto de quejarse, pero al abrir sus labios, un gemido escapó de su boca; la punta del dedo en su interior, rozó algo que lo hizo sentir un escalofrío recorriendo su cuerpo por completo.
—¿Lo sientes? —Julián sonrió y buscó la oreja de su pareja—. Este es el punto más sensible de tu cuerpo… —lamió la oreja con deseo—. La entrada a tu pequeño útero —sonrió divertido—, estás en celo, así que si yo anudo y eyaculo en tu interior, tu naturaleza se encargará de todo… tendrás a mis hijos, te lo garantizo.
La piel de Agustín se erizó de inmediato y soltó un gemido.
—¿Te gustaría? —Julián mordió un hombro de Agustín, sintiendo comezón en sus encías; sus colmillos estaban creciendo lentamente.
—Sí… —musitó Agustín y su cuerpo reaccionó, arqueando la columna, ofreciéndose para el otro.
—A mí también…
Julián sacó el dedo del tibio interior y se acomodó contra la espalda del otro, su miembro ya estaba erecto; se restregó entre las nalgas y disfrutó la suavidad de la piel, que sentía en su sexo.
—Relájate —insistió y colocó la punta en la delicada entrada—. Relájate…
Agustín tembló, más, cuando el enorme y grueso miembro se abrió paso lentamente; le dolía, sí, pero entraba suave y fácil, debido a la lubricación. Era una sensación extraña, sentía su interior lleno y llegó un punto en el que de nuevo, ese placer que había sentido a causa del dedo, se presentó una vez más, haciéndolo gemir, pero liberando lágrimas de sus ojos.
—¿Te gusta? —preguntó el castaño con orgullo.
—Sí…
—Y aún no está adentro completamente…
El miedo hizo temblar a Agustín, ya se sentía completamente lleno y tal parecía que aún faltaba más, pero a pesar de todo, su deseo iba en aumento.
—Tu interior se contrae —Julián lamió el cuello—, me apresa con violencia —sus manos sujetaron la cintura de Agustín—. Pareces necesitar algo más…
—Muévete… más fuerte… haz que se sienta… rico… —pidió el menor.
—¿Quieres que sea más rudo? —sonrió el castaño—. Creí que debía ser suave, porque es tu primera vez.
—No importa —levantó más su cadera—, solo… quiero más… quiero… ¡Todo!
La voz de Agustín, su tono necesitado, sus feromonas alteradas y la situación en sí, logró que Julián decidiera dejarse llevar. Finalmente sus colmillos crecieron por completo y sus pupilas se alargaron; se incorporó levemente, sosteniéndose sobre sus rodillas y sujetó firmemente la cadera de Agustín.
El vaivén impuesto por Julián, logró que el pelinegro empezara a gemir con mayor volumen, pero no era de dolor, al contrario, su deseo era reflejado en los sonidos que escapaban de su garganta.
Agustín exigía más y más, logrando alterar a Julián, quien sujetó la melena negra y lo obligó a incorporarse, pegando la espalda contra su pecho, mordiendo la clavícula, mientras sus manos estimulaban la parte frontal de Agustín, una pellizcando los pezones con algo de saña y la otra, masturbando el miembro del menor con insistencia. Julián quería marcarlo, pero esperaría el momento adecuado para ello, pues si lo hacía en ese momento, tendría que detenerse y aun deseaba disfrutar más.
El pelinegro llegó al éxtasis de nuevo y sintió que desfallecería cuando su cuerpo se relajó, pero Julián lo sostuvo.
—¿Tan pronto? —preguntó burlón y le sujetó la cara con la mano llena del semen del otro, ensuciándolo con su propia esencia y obligándolo a ladear el rostro, para pasar la lengua por la mejilla—. Guti, aun ni siquiera he anudado…
Agustín suspiró, sabía que esa situación no terminaría rápido.
Tal vez era su primera vez, pero había leído todo sobre los Alfas y sabía que podían estar mucho tiempo teniendo sexo, a menos que anudaran y tal parecía que, aunque Julián se lo propuso, no tenía pensado hacerlo pronto.
A pesar de que tanto él como Miguel, preferían andar a solas y manejar ellos mismos, ese día Alejandro les ordenó que llevaran no solo un chofer, sino un guardaespaldas, para su salida. Era irónico que ellos los usaran, porque ese sería su trabajo directo con el rubio en un futuro, pero en esa ciudad, todos pensaban que eran parientes políticos de Alejandro, así que querían minimizar riesgos por cualquier eventualidad. Julián detestaba ser tratado de una manera a la que no estaba acostumbrado, pero los hombres que lo escoltaban también seguían órdenes, por lo que lo cuidaban como si fuera realmente un miembro de la familia De León y con el título de ‘joven’.
Así, les pidió que lo llevaran a la dirección de Agustín, pero antes de llegar a su destino, solicitó que se detuvieran a comprar unas rosas blancas y unos dulces.
Cuando estuvo frente a la puerta de la enorme casa, su dedo apenas rozó el botón del timbre y la puerta se abrió de inmediato.
—¡Buenos días, joven Chávez! —la enorme sonrisa de Yuri lo sorprendió.
—Buenos… días —saludó confundido.
—Pase, ¡pase! —dijo la chica con emoción.
—Gracias…
Cuando puso un pie dentro, Karla estaba tras la silla de Reina, también con una sonrisa pícara, pero la canosa mantenía un semblante serio.
—Buenos días, señora Reina —saludó el castaño—. Vine a visitar a Guti y le traje dulces a usted.
La mujer entrecerró los ojos— gracias —su voz sonó fría—. Yuri, recoge los dulces y las flores —dijo con seriedad—. Karla, el joven Chávez y yo, vamos a platicar en la sala unos minutos, llévame allá y luego te preparas para hacer lo que acordamos.
Julián se dio cuenta que eso no era una invitación, sino una orden, así que entregó las cosas a la chica y siguió a la mujer y su enfermera, hasta la sala de estar.
Cuando Reina estuvo en su lugar, al lado de la mesita dónde estaba su taza de café, Karla se despidió con un movimiento de rostro y se apartó; Julián se mantenía de pie, esperando las palabras de la canosa.
—Siéntate —dijo ella, haciendo un ademán, hacia el sillón que estaba enfrente.
El castaño obedeció de inmediato, sentándose con la espalda recta y descansando las manos sobre sus piernas.
—Guti no irá a la fiesta de hoy —comentó la mujer, sujetando el platito dónde descansaba su taza y acercándolo a su cuerpo—. Entró en celo anoche y aunque usó el supresor, su padre ya ordenó que no lo dejáramos salir —bebió un poco de café.
Julián respiró profundamente— entiendo —asintió—, supongo que por eso no podré verlo, ¿cierto?
—Lo verás, porque él quiere verte —especificó.
—¿Qué?
Reina dio otro sorbo al café y bajó la taza, dejándola en el plato, antes de colocarlo en la mesa.
—Es la primera vez que Guti entra en celo, sin ser su periodo normal —explicó—, es común que muchos Omega entren en celo por exposición a las feromonas de un alfa, pero no los dominantes —la mujer ladeó el rostro—, en ese caso, solo hay una razón y ambos sabemos cuál es, ¿no es así?
Los labios de Julián temblaron y la comisura de su labio se curvó ligeramente— ¿qué le agrado?
—Sí —asintió la canosa—. Es obvio que le gustas y me parece que a ti también te gusta él, ¿o me equivoco?
—No se equivoca, señora —Julián negó.
Reina sonrió débilmente— el padre de Guti, no quiere que lo veas —dijo con seriedad—, porque dijo que no quiere que tengas oportunidad de reclamarlo cómo pareja, sin un compromiso formal previo —se alzó de hombros.
El castaño frunció el ceño— si su padre no quiere que lo vea, ¿por qué usted parece estarme dando permiso de hacerlo?
—¡Yo no soy ese hombre! —dijo la mujer en un tono ofendido—. Yo sé que a mi nieto le gustas y es reciproco —repitió—, si mi nieto te quiere de pareja, no me voy a interponer —negó—. Sólo lo haría si él no quisiera, pero es algo que no va a pasar —sonrió cómplice—. Solo espero que seas honesto, serio y llegado el momento, lo presentes con tus padres, de lo contrario —levantó una ceja—, aunque no tenga suficiente fuerza para caminar, buscaré la manera de agarrarte a palos, jovencito, ¿entendido?
Julián casi sonríe por esa amenaza que le causó gracia— no se preocupe señora Reina, en cuanto la situación de mi primo se solucione en esta ciudad, prometo presentarle a Guti y a usted, de manera formal a mis padres.
La mujer volvió a sujetar su taza— abuela —dijo con media sonrisa.
—¿Disculpe?
—Ya tienes derecho de decirme abuela —repitió divertida.
Julián se sorprendió, pero finalmente sonrió— gracias, abuela…
—Joven Chávez —la voz de Yuri se escuchó—, el joven Salazar quiere verlo —su voz tenía un tinte emocionado—, pase, por favor.
—Con permiso…
Julián se puso de pie y siguió a la jovencita, subiendo las escaleras y yendo a la habitación que ya conocía; durante el trayecto, podía percibir las feromonas de Agustín inundar todo el lugar, pese a que había en cada rincón de la casa, aromatizantes especiales para disimularlas. Inconscientemente se relamió los labios, podía saborear la canela y vainilla como si la estuviera probando directamente de la piel de Agustín; agradecía haber tomado el supresor antes de ir a esa casa, de lo contrario, desde que llegó, hubiese perdido la cordura.
Al llegar al segundo piso, Yuri tocó un par de veces la puerta de la habitación y luego abrió, se hizo a un lado y permitió que el castaño entrara, pero ella no lo hizo, solo cerró cuando el otro ingresó.
Julián recorrió la estancia y se dio cuenta que Agustín estaba sentado en la cama, recargado en la cabecera, aun en pijama y cubierto con las cobijas, su cabello estaba húmedo, así que se acababa de bañar; a pesar de que hacía frío fuera, la ventana estaba abierta, para que el viento disipara las feromonas que había, mezcladas con aromatizante y el olor de las rosas que le había llevado, ya que estaban en la mesita de al lado.
—Buenos días —sonrió el pelinegro, con un dejo de ilusión en su mirada.
—Buenos días —Julián se acercó y se sentó en la orilla de la cama—, ¿cómo te sientes? —preguntó, sujetando una mano del otro y acariciando la piel con delicadeza.
—Cansado —respondió el menor y bostezó—, también con sueño, pero se lo debo a los medicamentos que me suministraron anoche.
—Tu abuela me dijo que hoy no irás a la fiesta.
Agustín suspiró— el padre de Erick no quiere que haya contratiempos, por mi culpa.
Julián entrelazó los dedos con la mano que tenía entre las suyas— aunque él tenga sus razones, debo admitir que esto es por tu bien…
—Pero quería ir… —suspiró—. Quería verte.
—Bueno, ya estoy aquí, puedes verme sin exponerte.
Agustín hizo un mohín— sí, lo sé, pero aparte… quería ir para acompañar a Erick —explicó y ejerció un poco de presión en la mano de Julián—. No me siento a gusto de dejarlo solo, con la situación que ocurrió…
—¿Crees que su esposo haga algo?
Agustín puso un gesto sarcástico— ¿de verdad lo preguntas? —levantó una ceja—. ¡Ayer viste de lo que es capaz! —acusó—. Erick necesita quien lo proteja de ese sujeto.
—Pero en esta condición, eres más débil…
Agustín apartó la mano con rapidez— gracias por recordármelo —dijo con un tinte molesto.
—No te enojes, Guti… —Julián volvió a sujetar la mano—. Solo te recuerdo que aunque vayas, no estás en condiciones de proteger a tu hermano, ya que durante el celo, tú también necesitas quién te proteja.
El pelinegro se mordió el labio inferior— creí que podía contar contigo para eso… —musitó.
Julián sonrió de lado— sabes que sí, pero aun así, no quiero que te expongas —levantó una ceja—, me molestaría que otro intentara aprovecharse de la situación.
Agustín sonrió nerviosamente— no quieres que otros se aprovechen —le dedicó una mirada cómplice—, pero tampoco te aprovechas tu…
Julián se sorprendió por ese reproche, pero trató de tomarlo con calma, era obvio que la actitud de Agustín era a causa de las feromonas alteradas— Guti, yo no me aprovecho de ti, porque te respeto y…
Agustín lo soltó, quitó las cobijas que lo cubrían y se movió sobre el colchón; los ojos castaños de Julián se abrieron enormemente al darse cuenta que el otro no traía el pantalón de su pijama y podía ver las piernas desnudas. Agustín se movió sobre el colchón con una gracia casi felina y colocó las manos en los hombros del castaño, acercándose peligrosamente.
—¿No te gusta mi olor? —preguntó con voz suave.
El aliento de Agustín dio de lleno en la nariz de Julián e instintivamente se relamió los labios, porque pudo saborear la intensa vainilla.
—Me fascina —admitió.
Agustín empujó a Julián y lo dejó contra el colchón; sin esperar a que reaccionara se puso sobre su cuerpo— ¿entonces? —preguntó en un susurro—. ¿Por qué te contienes?
La respiración de Julián se aceleró, quería responder de manera sincera, justo como su parte inferior lo hacía en ese momento, pero debía ser consciente del lugar y la situación, pues podía notar que Agustín estaba solo actuando por instinto, ya que sus pupilas estaban dilatadas, sus mejillas estaban rojas y su actitud no era normal.
—Guti… —las manos de Julián temblaron, deseaba sujetar al otro de la cintura y besarlo para disfrutar de su sabor de manera más íntima, pero su razón aun predominaba, gracias al supresor—. Tu abuela está en casa —dijo tratando de mantenerse firme y sujetando al otro de los hombros— y yo no debería…
—No está…
—¡¿Qué?! —Julián abrió los ojos con incredulidad.
El pelinegro se inclinó y acercó el rostro al cuello de Julián— mi abuela, Yuri y Karla, iban a salir —pasó la lengua tibia por la piel de su compañero—, yo les pedí que nos dejaran solos…
“…luego te preparas para hacer lo que acordamos…” esas habían sido las palabras de Reina para su enfermera y ahora todo tenía sentido en la cabeza de Julián.
«Por eso me aceptó como pareja de Guti, porque él lo aceptó primero y deseaba esto…»
—Julián… —Agustín susurró contra el cuello del otro y dio una mordida leve en la piel, mientras sus manos se movían con torpeza, intentando desabrochar el saco que traía.
El castaño no se contuvo más, sujetó de la cintura a Agustín y en un movimiento rápido, giró con él, dejándolo contra el colchón; la respiración del menor era desacompasada y su mirada estaba puesta en el rostro de Julián, con un incesante anhelo que solo demostró más, al mover una pierna y rozar la de su compañero.
—Guti… —el castaño pasó saliva, sabía que si de dejaba llevar no iba a haber vuelta atrás—. ¿Estás seguro de esto?
Agustín movió las manos con pesadez y sujetó el cuello del otro— no —sonrió débilmente—, seguramente es mi celo hablando —confesó—, especialmente porque no me tomé el supresor hace rato, como debía —se mordió el labio—, pero sé que si lo hago contigo, no me arrepentiré jamás.
Julián no necesitó más; sin contenerse, besó los labios de Agustín y sus manos se movieron con rapidez, desnudando completamente el cuerpo que se le ofrecía sin recato.
El castaño se apartó de los labios y bajó por el mentón hasta el cuello suave, besando y lamiendo la piel con desespero; por fin podía disfrutar el sabor de las feromonas de manera directa y le parecía el elixir que había esperado durante toda su vida, para embriagarse completamente.
Agustín expuso su cuello, sintiendo como los estremecimientos lo cimbraban, pues las caricias de Julián eran atrevidas y jamás había estado en esa situación; su mente no razonaba, pero su cuerpo reaccionaba de manera instintiva y aunque en sus cinco sentidos decía que nunca lo haría, en ese momento deseaba que su cuerpo respondiera por sí solo, para poder sentir más placer.
Un gemido escapó de la boca del pelinegro, cuando los labios de Julián bajaron por el pecho desnudo, repartiendo besos y roces; la lengua tibia dejaba una estela de saliva y los dientes marcaron la piel del vientre, mientras las manos traviesas quitaban la ropa interior que el otro portaba. El castaño se apartó un poco y quitó la prenda de tela, observando con deseo el cuerpo completamente desnudo sobre el colchón.
Julián ya tenía experiencia no solo con otros Omegas, sino con algunos varones Beta, pero a ninguno lo había deseado con tanta intensidad, ni había sentido lo mismo que con Agustín. Algo tenía ese jovencito que desde el primer momento en que lo vio y percibió sus feromonas, deseó tomarlo y atarlo a él para que no pudiera irse de su lado, pero tuvo que controlarse; ahora tenía su permiso de hacerlo y no lo iba a desaprovechar, pues aunque tenía claro control sobre su condición, podía permitir que sus feromonas lo dominaran si eso quería.
—¿Julián?
La voz de Agustín hizo que el castaño reaccionara, pues se había quedado absorto observando el cuerpo, apreciando cada detalle, hipnotizado por el movimiento del pecho que subía y bajaba por la respiración y los pezones se alzaban erectos, exigiendo atención.
Julián sonrió— jamás creí que tendría un ángel en mi cama…
Agustín sonrió y se hundió más en el colchón, mientras sus manos se movían inquietas, sujetando débilmente las sábanas de un color azul claro, como si aún hubiera un dejo de infantilismo en ese jovencito.
Las manos de Julián se movieron por los costados y bajaron a las piernas, ejerciendo presión en los muslos.
—Es tu primera vez, así que puede ser doloroso —musitó—, pero solo será esta vez, te lo prometo.
Una risita escapó de los labios de Agustín— confío en ti…
Julián asintió y se inclinó hasta besar a su pareja; si el otro confiaba en él, debía demostrar que merecía esa confianza.
—Te haré feliz primero… —dijo contra los labios y se apartó, bajando hasta el sexo del otro.
Debido a su amplia experiencia, había visto otros miembros antes, pero este le parecía tan delicado y tierno; no tan pequeño cómo los de todos los Omega, pero mucho más hermoso que cualquier otro y debía tratarlo con todas las consideraciones.
Sus labios repartieron besos por toda la extensión y después pasó la lengua, humedeciéndolo; su mano derecha acariciaba alrededor, mientras que la izquierda sujetaba la base con firmeza. Ya estaba duro y necesitando atención, pero Julián lo tomaría con calma; sabía que en cualquier otro momento, no lo haría, pues cuando se dejaba llevar por las feromonas, nada de eso importaba, pero al estar bajo los efectos del medicamento, podía mantener un poco de serenidad y anteponer la necesidad de su pareja antes de la suya.
Agustín cerró los ojos al sentir como la boca de Julián envolvía su miembro; su mente no podía razonar, se sentía muy bien, mucho más de lo que se sentía, cuando se estimulaba por sí mismo, durante sus celos. Sus piernas se movieron inquietas y Julián sintió cómo se movían y rozaban su cabeza con insistencia, así que las sujetó con firmeza, siguiendo con la labor de su boca.
Agustín mordió sus dedos cuando la succión en su miembro aumentó y su cuerpo se estremecía con fuerza.
—Julián… Julián… —mordió su labio y su mano derecha se movió hasta el cabello castaño, intentando ejercer presión, sin tener la fuerza para hacerlo y solo fue una caricia para el otro—. ¡Juls!
Julián sintió como el delicado miembro palpitaba en su boca y recibió el semen de su compañero, disfrutando el sabor intenso de las feromonas que se concentraba en ese líquido, casi como una invitación a devorarlo. Su cuerpo también reaccionaba rápidamente y sentía su miembro palpitar contra su ropa, tratando de liberarse de las ataduras.
Agustín respiraba con agitación y sentía su cuerpo pesando, cuando sintió que el otro se apartaba; apenas pudo ver el gesto de Julián, quien sonrió y se limpió la comisura de sus labios con el pulgar, antes de lamer el semen que había recogido con el mismo.
—¿Te gustó? —preguntó divertido.
Agustín movió la cabeza, asintiendo con cansancio.
—Es solo el inicio…
Julián se tomó un momento, apartándose de su compañero, para poder desnudarse. Agustín seguía los movimientos del mayor con su mirada, pero no tenía energía para hacer nada más; aunque cuando vio el miembro erecto del otro, sintió que su corazón se aceleraba. Julián volvió a la cama al estar completamente desnudo y se colocó sobre el cuerpo del pelinegro; le acarició el rostro con los dedos y besó los labios una vez más, antes de hablar.
—Dime que hay lubricante —susurró repartiendo besos en el rostro—, si te preparaste para esto, debiste pedir uno —dijo con diversión.
Agustín disfrutó las caricias en su rostro y asintió— en la… —su dedo se movió lentamente y señaló la mesita de al lado.
Julián se apartó de nuevo, movió la mano y abrió la gaveta, sacando un botecito de lubricante sin olor, perfecto para la primera vez de los Omegas. Antes de hacer más, movió a Agustín para dejarlo boca abajo, le puso una almohada bajo la cadera, abrió el botecito, impregnó sus dedos y llevó ese líquido viscoso entre las suaves y redondas nalgas que estaban expuestas para él.
Agustín mordió débilmente, la almohada que estaba bajo su cabeza; sentía incomodidad por los dedos que tocaban esa parte íntima y más, cuando uno de ellos intentó entrar en la delicada y estrecha abertura, que parecía reacia a permitir el paso.
—Relájate… —Julián besó los hombros de su pareja—. Si te tensas, será difícil, Guti.
El pelinegro asintió y trató de obedecer, logrando que su cuerpo se relajara un poco, permitiendo que el dedo medio del mayor entrara ligeramente.
—Tengo que ir más profundo —mencionó el mayor y vertió más lubricante, para que entrara a la par que su dedo.
Agustín se tensó y estuvo a punto de quejarse, pero al abrir sus labios, un gemido escapó de su boca; la punta del dedo en su interior, rozó algo que lo hizo sentir un escalofrío recorriendo su cuerpo por completo.
—¿Lo sientes? —Julián sonrió y buscó la oreja de su pareja—. Este es el punto más sensible de tu cuerpo… —lamió la oreja con deseo—. La entrada a tu pequeño útero —sonrió divertido—, estás en celo, así que si yo anudo y eyaculo en tu interior, tu naturaleza se encargará de todo… tendrás a mis hijos, te lo garantizo.
La piel de Agustín se erizó de inmediato y soltó un gemido.
—¿Te gustaría? —Julián mordió un hombro de Agustín, sintiendo comezón en sus encías; sus colmillos estaban creciendo lentamente.
—Sí… —musitó Agustín y su cuerpo reaccionó, arqueando la columna, ofreciéndose para el otro.
—A mí también…
Julián sacó el dedo del tibio interior y se acomodó contra la espalda del otro, su miembro ya estaba erecto; se restregó entre las nalgas y disfrutó la suavidad de la piel, que sentía en su sexo.
—Relájate —insistió y colocó la punta en la delicada entrada—. Relájate…
Agustín tembló, más, cuando el enorme y grueso miembro se abrió paso lentamente; le dolía, sí, pero entraba suave y fácil, debido a la lubricación. Era una sensación extraña, sentía su interior lleno y llegó un punto en el que de nuevo, ese placer que había sentido a causa del dedo, se presentó una vez más, haciéndolo gemir, pero liberando lágrimas de sus ojos.
—¿Te gusta? —preguntó el castaño con orgullo.
—Sí…
—Y aún no está adentro completamente…
El miedo hizo temblar a Agustín, ya se sentía completamente lleno y tal parecía que aún faltaba más, pero a pesar de todo, su deseo iba en aumento.
—Tu interior se contrae —Julián lamió el cuello—, me apresa con violencia —sus manos sujetaron la cintura de Agustín—. Pareces necesitar algo más…
—Muévete… más fuerte… haz que se sienta… rico… —pidió el menor.
—¿Quieres que sea más rudo? —sonrió el castaño—. Creí que debía ser suave, porque es tu primera vez.
—No importa —levantó más su cadera—, solo… quiero más… quiero… ¡Todo!
La voz de Agustín, su tono necesitado, sus feromonas alteradas y la situación en sí, logró que Julián decidiera dejarse llevar. Finalmente sus colmillos crecieron por completo y sus pupilas se alargaron; se incorporó levemente, sosteniéndose sobre sus rodillas y sujetó firmemente la cadera de Agustín.
El vaivén impuesto por Julián, logró que el pelinegro empezara a gemir con mayor volumen, pero no era de dolor, al contrario, su deseo era reflejado en los sonidos que escapaban de su garganta.
Agustín exigía más y más, logrando alterar a Julián, quien sujetó la melena negra y lo obligó a incorporarse, pegando la espalda contra su pecho, mordiendo la clavícula, mientras sus manos estimulaban la parte frontal de Agustín, una pellizcando los pezones con algo de saña y la otra, masturbando el miembro del menor con insistencia. Julián quería marcarlo, pero esperaría el momento adecuado para ello, pues si lo hacía en ese momento, tendría que detenerse y aun deseaba disfrutar más.
El pelinegro llegó al éxtasis de nuevo y sintió que desfallecería cuando su cuerpo se relajó, pero Julián lo sostuvo.
—¿Tan pronto? —preguntó burlón y le sujetó la cara con la mano llena del semen del otro, ensuciándolo con su propia esencia y obligándolo a ladear el rostro, para pasar la lengua por la mejilla—. Guti, aun ni siquiera he anudado…
Agustín suspiró, sabía que esa situación no terminaría rápido.
Tal vez era su primera vez, pero había leído todo sobre los Alfas y sabía que podían estar mucho tiempo teniendo sexo, a menos que anudaran y tal parecía que, aunque Julián se lo propuso, no tenía pensado hacerlo pronto.
—Cómo pueden ver, en los documentos que les presentamos, la compañía de mi padre ofrece un desarrollo económico en el sector de servicios y turístico, con un crecimiento en promedio de un 3 a un 5 por ciento anual, durante los primeros cinco años —el rubio hablaba dueño de la situación—, con miras a un crecimiento de entre un 8 y un 10, durante los siguientes años, hasta que se cumpla el plazo de los quince años de la concesión, si nos permiten ser los lideres económicos en esta ciudad —sujetó una botella de agua que uno de sus hombres le había llevado cuando inició la reunión y bebió un trago—. Todo esto —prosiguió—, sería beneficioso no solo para esos sectores, sino que ayudaría al crecimiento del sector industrial y el aumento de la fuerza laboral en el sector primario, que lamentablemente, en esta ciudad es muy poco y la mayoría de la materia prima, es importada de otros estados, en los cuales, nosotros tenemos mayor presencia y podríamos lograr que hicieran inversiones mucho mayores…
Todos los presentes estaban sumamente interesados en todo lo que el rubio había mencionado durante toda su presentación; no solo eran estadísticas, eran hechos del crecimiento en el resto del país, muy superior al de ese estado.
El secretario estatal de comercio, Rigoberto Castillo, observaba los detalles de los documentos impresos, sabía que él apenas ingresaba a ese trabajo, ya que tenía solo unos cuantos meses que tomó cargo el gobernador electo y él estaba en su gabinete, por lo que esa oportunidad valdría oro si la aprovechaban; por eso estaba dispuesto a aceptar la colaboración de la familia De León sin titubear, pero sabía que debían escuchar la propuesta de Acosta, pese a que desde el día anterior, la reputación de esa familia estaba en el piso.
—Joven de León —el hombre se quitó las gafas—. Realmente me sorprenden las metas que su familia intenta alcanzar —sonrió con disimulo.
—Aun así… —uno de los presentes lo miró con seriedad—. Una cosa son las estadísticas y otra los hechos —dejó de lado las hojas—. Creería más que pueden lograr lo que nos ofrecen si su padre estuviera hablándonos y no un jovencito que ni siquiera ha terminado la universidad —levantó una ceja—, la experiencia también da garantías.
David y Dimitry miraron de soslayo a Alejandro. Sabían muy bien que el rubio detestaba que pusieran en duda su capacidad, pues desde muy pequeño se había empapado de los negocios de su padre y había iniciado a ser el líder de proyectos, aún mucho antes de que ellos aprendieran de lo que escondían sus familias.
—Es cierto que aún tengo 22 años y apenas estoy por graduarme de la universidad —señaló con una sonrisa fingida—, pero créame, si no fuera lo suficientemente confiable, mi padre no me hubiera permitido venir, solo, a hablar con ustedes —miró al sujeto con altivez—. ¿Cree que mi padre no se toma los negocios seriamente? —caminó rodeando la mesa—. Le aseguro que lo hace y yo también —pasó cerca de Dimitry y extendió la mano, su amigo de inmediato le dió un sobre amarillo, tamaño carta—. Tengo el mismo conocimiento de los negocios que mi padre —prosiguió— y siempre tomamos todas las precauciones para dar garantías —fue hasta el sujeto—, por lo cual, deberíamos tratar a cada empresa de manera individual, pero estamos tomando el riesgo en esta ocasión, de ofrecer una garantía de crecimiento a un estado completo —le puso el sobre enfrente—, creo que, nosotros somos los que más arriesgamos en realidad…
Con esas palabras se apartó.
El hombre parecía confundido, sujetó el sobre y extrajo los documentos del interior, en el cual, estaba no solo el balance de su empresa textil, sino algunos datos que trató de ocultar, ya que estaba muy por debajo de la producción y ganancia que se requería para acudir a esa reunión como empresario influyente.
El sujeto palideció y de inmediato guardó la documentación en el sobre. Su mano temblorosa sujetó el vaso con agua que tenía cerca y bebió un gran trago, tratando de sobreponerse, aunque todos observaron cómo su cabeza calva se llenaba de un sudor frío.
—¿Aún duda de mis alcances? —preguntó el rubio con sarcasmo, volviendo a su lugar, pero sin tomar asiento.
—No… —musitó el hombre con nervios y bajó el rostro.
El ojiverde se sintió satisfecho con esa reacción, especialmente porque logró que los demás miembros de esa junta se interesaran en saber qué decía ese documento.
—¿Alguien más tiene otra duda?
Alejandro repasó a cada asistente con su mirada verde; algunos se sentían cohibidos por él y otros entusiasmados.
—Creo que todos estamos muy bien informados —Rigoberto sonrió—, pero esperemos a ver la propuesta de la compañía Acosta.
Las miradas se posaron en Jacobo, quien estaba pálido.
Pese a que se suponía que su empresa iba a ser la primera en hacer una propuesta de negocios, debido a que Omar no había llegado al inicio de la reunión, Alejandro tomó la batuta; ahora, habían pasado poco más de dos horas desde que todo inició y su hijo aun no llegaba.
Jacobo pasó saliva, se puso de pie y sonrió nervioso, pero trato de sonar lo más profesional que pudo— lamentablemente, mi hijo tuvo un percance y no podrá llegar hoy, así mismo, yo no tengo la propuesta para presentarla.
Los murmullos iniciaron, era obvio para todos, qué tipo de accidente había detenido a Omar, ya que todos estaban enterados que se había ido con su amante la noche anterior, pero no imaginaban que por culpa de un libertinaje, pusiera en riesgo su empresa, pues sin una propuesta de negocio, la familia Acosta estaba completamente perdida y pese a que era la primera reunión, el no mostrar nada, los dejaría en clara desventaja.
Alejandro se recargó en la silla y esperó; era obvio que de inmediato llegaría un veredicto a su favor y ese trabajo estaba hecho.
—Siendo así —Rigoberto suspiró—, supongo que no hay mucho que discutir y…
—Propongo posponer su presentación para la siguiente reunión de mañana —Alonso habló en voz alta, logrando llamar la atención de todos, especialmente la de Alejandro.
Todos fijaron la mirada en el militar.
—Pero…
—Acosta acaba de decir que su hijo tuvo un percance —el ojiazul interrumpió al secretario—, deberíamos ser un poco más empáticos con él y darle oportunidad de hacer su presentación otro día, claro que él nos tendría que asegurar que la presentación se hará, con o sin su hijo.
La mirada azul se posó con frialdad sobre su consuegro; no era que quisiera ayudarlo, pero aun compartían lazos familiares políticos, por lo que no le quedaba de otra que hacerlo.
—Mañana, en la siguiente reunión, yo haré la presentación —dijo Jacobo con rapidez, sintiendo su cuerpo tenso por el coraje, la humillación y la vergüenza.
Hubo un momento de silencio; todos los presentes posaron la mirada en Jacobo y después, buscaron el rostro de Alejandro.
El rubio analizaba la situación.
«¿Qué está planeando?» pensó con curiosidad, ya que no comprendía lo que el padre de Erick quería lograr con eso.
—¿De León?
El secretario quería que Alejandro dijera algo, si él se oponía y pedía que no tomaran el caso en cuenta, simplemente las negociaciones terminarían a su favor y todo acabaría ese mismo día.
Alejandro repasó a los presentes con su mirada y luego observó fijamente los ojos azules de Alonso; ambas miradas chocaron y el rubio se dio cuenta que el hombre parecía ansioso.
«Quieres negociar a solas conmigo…» pensó y curvó ligeramente sus labios, «quizá esto sea más interesante de lo que imaginé…»
—El General Salazar tiene razón —Alejandro colocó las manos en la mesa—, no podemos ser tan poco empáticos cuando las personas tienen contratiempos —sonrió con fingida amabilidad—, además, esta es la primera reunión —ladeó el rostro—. Para los negocios, debemos tomar tiempo y pensar en todas las posibilidades…
David y Dimitry lo miraron con asombro; Alejandro jamás daba oportunidad a otros, ya que normalmente se aseguraba de aplastar a la competencia de inmediato, pero en esa ocasión estaba haciendo una excepción y no comprendían el por qué.
Rigoberto suspiró; él hubiera querido finiquitar el asunto ese mismo día, pero si uno de los competidores accedía a darle prorroga al otro, no podía negarse a ello.
—De acuerdo, siendo así, mañana podemos recibir la propuesta de la empresa Acosta, si no les molesta a los demás.
Cada miembro observaba a Jacobo, quien parecía suplicar con la mirada, para que le dieran la oportunidad. Muchos no querían a Omar, pero su padre era buena persona y estaban dispuestos a darle la oportunidad, por los viejos tiempos, aunque sabían que contra la propuesta de Alejandro, era imposible competir.
Todos accedieron y la reunión se terminó. Poco a poco, los empresarios se despidieron y se retiraron; el secretario de economía se despidió de Alejandro y al final, en la sala, solo quedaron Germán, Jacobo, Alonso, Alejandro, Dimitry y David; los tres universitarios estaban en un extremo de la mesa, junto con Germán, mientras Alonso hablaba en susurros con su consuegro.
—Debo volver a los laboratorios —Germán se acercó—, ¿necesitan algo antes de que me vaya? —preguntó con amabilidad para los tres jóvenes, aunque solo era por cordialidad, pues desde antes se habían puesto de acuerdo.
—No, estaremos bien —Alejandro sonrió confiado.
—De acuerdo, cualquier cosa, ya saben que Fabián está disponible a cualquier hora.
—Gracias…
Germán salió de la enorme sala. David y Dimitry estaban guardando las cosas, cuando Alonso se acercó.
—En nombre de Jacobo y mi yerno Omar, agradezco la oportunidad que les ha brindado hoy, joven De León.
Alejandro levantó una ceja y sonrió— no hay problema, yo sé que los accidentes suelen ocurrir.
Alonso sonrió satisfecho, se sentía dueño de la situación— siendo así y debido a que no tengo más compromisos, ¿le gustaría hablar de la empresa de cunicultura? Claro, si es que tiene tiempo también…
Esa plática se había pospuesto por diversas situaciones en las que Omar había tenido que ver, pero era obvio para Alejandro que en esa ocasión, más que interés en esa empresa, el militar lo estaba tomando como un pretexto y él quería saber qué quería lograr.
El rubio miró de soslayo a sus amigos y luego a uno de sus trabajadores, quien se acercó y le entregó una pequeña carpeta dura, la cual era la agenda impresa de ese día.
—Bueno, debido a que la reunión fue más corta de lo que esperaba, tengo mucho tiempo libre, hasta después de la comida —sonrió de lado—. Sería agradable empezar a platicar sobre ese negocio y si es posible, me gustaría también visitar las conejeras de pie de cría.
—¡Por supuesto! —Alonso sacó su celular—. Le avisaré a Erick que iremos a su casa…
Con esas palabras hizo un ademán y guio a los universitarios a la salida del recinto; antes de salir, Alejandro miró de soslayo a Jacobo, que se dejó caer en una silla, parecía completamente abatido.
«Algo extraño está ocurriendo aquí…»
Todos los presentes estaban sumamente interesados en todo lo que el rubio había mencionado durante toda su presentación; no solo eran estadísticas, eran hechos del crecimiento en el resto del país, muy superior al de ese estado.
El secretario estatal de comercio, Rigoberto Castillo, observaba los detalles de los documentos impresos, sabía que él apenas ingresaba a ese trabajo, ya que tenía solo unos cuantos meses que tomó cargo el gobernador electo y él estaba en su gabinete, por lo que esa oportunidad valdría oro si la aprovechaban; por eso estaba dispuesto a aceptar la colaboración de la familia De León sin titubear, pero sabía que debían escuchar la propuesta de Acosta, pese a que desde el día anterior, la reputación de esa familia estaba en el piso.
—Joven de León —el hombre se quitó las gafas—. Realmente me sorprenden las metas que su familia intenta alcanzar —sonrió con disimulo.
—Aun así… —uno de los presentes lo miró con seriedad—. Una cosa son las estadísticas y otra los hechos —dejó de lado las hojas—. Creería más que pueden lograr lo que nos ofrecen si su padre estuviera hablándonos y no un jovencito que ni siquiera ha terminado la universidad —levantó una ceja—, la experiencia también da garantías.
David y Dimitry miraron de soslayo a Alejandro. Sabían muy bien que el rubio detestaba que pusieran en duda su capacidad, pues desde muy pequeño se había empapado de los negocios de su padre y había iniciado a ser el líder de proyectos, aún mucho antes de que ellos aprendieran de lo que escondían sus familias.
—Es cierto que aún tengo 22 años y apenas estoy por graduarme de la universidad —señaló con una sonrisa fingida—, pero créame, si no fuera lo suficientemente confiable, mi padre no me hubiera permitido venir, solo, a hablar con ustedes —miró al sujeto con altivez—. ¿Cree que mi padre no se toma los negocios seriamente? —caminó rodeando la mesa—. Le aseguro que lo hace y yo también —pasó cerca de Dimitry y extendió la mano, su amigo de inmediato le dió un sobre amarillo, tamaño carta—. Tengo el mismo conocimiento de los negocios que mi padre —prosiguió— y siempre tomamos todas las precauciones para dar garantías —fue hasta el sujeto—, por lo cual, deberíamos tratar a cada empresa de manera individual, pero estamos tomando el riesgo en esta ocasión, de ofrecer una garantía de crecimiento a un estado completo —le puso el sobre enfrente—, creo que, nosotros somos los que más arriesgamos en realidad…
Con esas palabras se apartó.
El hombre parecía confundido, sujetó el sobre y extrajo los documentos del interior, en el cual, estaba no solo el balance de su empresa textil, sino algunos datos que trató de ocultar, ya que estaba muy por debajo de la producción y ganancia que se requería para acudir a esa reunión como empresario influyente.
El sujeto palideció y de inmediato guardó la documentación en el sobre. Su mano temblorosa sujetó el vaso con agua que tenía cerca y bebió un gran trago, tratando de sobreponerse, aunque todos observaron cómo su cabeza calva se llenaba de un sudor frío.
—¿Aún duda de mis alcances? —preguntó el rubio con sarcasmo, volviendo a su lugar, pero sin tomar asiento.
—No… —musitó el hombre con nervios y bajó el rostro.
El ojiverde se sintió satisfecho con esa reacción, especialmente porque logró que los demás miembros de esa junta se interesaran en saber qué decía ese documento.
—¿Alguien más tiene otra duda?
Alejandro repasó a cada asistente con su mirada verde; algunos se sentían cohibidos por él y otros entusiasmados.
—Creo que todos estamos muy bien informados —Rigoberto sonrió—, pero esperemos a ver la propuesta de la compañía Acosta.
Las miradas se posaron en Jacobo, quien estaba pálido.
Pese a que se suponía que su empresa iba a ser la primera en hacer una propuesta de negocios, debido a que Omar no había llegado al inicio de la reunión, Alejandro tomó la batuta; ahora, habían pasado poco más de dos horas desde que todo inició y su hijo aun no llegaba.
Jacobo pasó saliva, se puso de pie y sonrió nervioso, pero trato de sonar lo más profesional que pudo— lamentablemente, mi hijo tuvo un percance y no podrá llegar hoy, así mismo, yo no tengo la propuesta para presentarla.
Los murmullos iniciaron, era obvio para todos, qué tipo de accidente había detenido a Omar, ya que todos estaban enterados que se había ido con su amante la noche anterior, pero no imaginaban que por culpa de un libertinaje, pusiera en riesgo su empresa, pues sin una propuesta de negocio, la familia Acosta estaba completamente perdida y pese a que era la primera reunión, el no mostrar nada, los dejaría en clara desventaja.
Alejandro se recargó en la silla y esperó; era obvio que de inmediato llegaría un veredicto a su favor y ese trabajo estaba hecho.
—Siendo así —Rigoberto suspiró—, supongo que no hay mucho que discutir y…
—Propongo posponer su presentación para la siguiente reunión de mañana —Alonso habló en voz alta, logrando llamar la atención de todos, especialmente la de Alejandro.
Todos fijaron la mirada en el militar.
—Pero…
—Acosta acaba de decir que su hijo tuvo un percance —el ojiazul interrumpió al secretario—, deberíamos ser un poco más empáticos con él y darle oportunidad de hacer su presentación otro día, claro que él nos tendría que asegurar que la presentación se hará, con o sin su hijo.
La mirada azul se posó con frialdad sobre su consuegro; no era que quisiera ayudarlo, pero aun compartían lazos familiares políticos, por lo que no le quedaba de otra que hacerlo.
—Mañana, en la siguiente reunión, yo haré la presentación —dijo Jacobo con rapidez, sintiendo su cuerpo tenso por el coraje, la humillación y la vergüenza.
Hubo un momento de silencio; todos los presentes posaron la mirada en Jacobo y después, buscaron el rostro de Alejandro.
El rubio analizaba la situación.
«¿Qué está planeando?» pensó con curiosidad, ya que no comprendía lo que el padre de Erick quería lograr con eso.
—¿De León?
El secretario quería que Alejandro dijera algo, si él se oponía y pedía que no tomaran el caso en cuenta, simplemente las negociaciones terminarían a su favor y todo acabaría ese mismo día.
Alejandro repasó a los presentes con su mirada y luego observó fijamente los ojos azules de Alonso; ambas miradas chocaron y el rubio se dio cuenta que el hombre parecía ansioso.
«Quieres negociar a solas conmigo…» pensó y curvó ligeramente sus labios, «quizá esto sea más interesante de lo que imaginé…»
—El General Salazar tiene razón —Alejandro colocó las manos en la mesa—, no podemos ser tan poco empáticos cuando las personas tienen contratiempos —sonrió con fingida amabilidad—, además, esta es la primera reunión —ladeó el rostro—. Para los negocios, debemos tomar tiempo y pensar en todas las posibilidades…
David y Dimitry lo miraron con asombro; Alejandro jamás daba oportunidad a otros, ya que normalmente se aseguraba de aplastar a la competencia de inmediato, pero en esa ocasión estaba haciendo una excepción y no comprendían el por qué.
Rigoberto suspiró; él hubiera querido finiquitar el asunto ese mismo día, pero si uno de los competidores accedía a darle prorroga al otro, no podía negarse a ello.
—De acuerdo, siendo así, mañana podemos recibir la propuesta de la empresa Acosta, si no les molesta a los demás.
Cada miembro observaba a Jacobo, quien parecía suplicar con la mirada, para que le dieran la oportunidad. Muchos no querían a Omar, pero su padre era buena persona y estaban dispuestos a darle la oportunidad, por los viejos tiempos, aunque sabían que contra la propuesta de Alejandro, era imposible competir.
Todos accedieron y la reunión se terminó. Poco a poco, los empresarios se despidieron y se retiraron; el secretario de economía se despidió de Alejandro y al final, en la sala, solo quedaron Germán, Jacobo, Alonso, Alejandro, Dimitry y David; los tres universitarios estaban en un extremo de la mesa, junto con Germán, mientras Alonso hablaba en susurros con su consuegro.
—Debo volver a los laboratorios —Germán se acercó—, ¿necesitan algo antes de que me vaya? —preguntó con amabilidad para los tres jóvenes, aunque solo era por cordialidad, pues desde antes se habían puesto de acuerdo.
—No, estaremos bien —Alejandro sonrió confiado.
—De acuerdo, cualquier cosa, ya saben que Fabián está disponible a cualquier hora.
—Gracias…
Germán salió de la enorme sala. David y Dimitry estaban guardando las cosas, cuando Alonso se acercó.
—En nombre de Jacobo y mi yerno Omar, agradezco la oportunidad que les ha brindado hoy, joven De León.
Alejandro levantó una ceja y sonrió— no hay problema, yo sé que los accidentes suelen ocurrir.
Alonso sonrió satisfecho, se sentía dueño de la situación— siendo así y debido a que no tengo más compromisos, ¿le gustaría hablar de la empresa de cunicultura? Claro, si es que tiene tiempo también…
Esa plática se había pospuesto por diversas situaciones en las que Omar había tenido que ver, pero era obvio para Alejandro que en esa ocasión, más que interés en esa empresa, el militar lo estaba tomando como un pretexto y él quería saber qué quería lograr.
El rubio miró de soslayo a sus amigos y luego a uno de sus trabajadores, quien se acercó y le entregó una pequeña carpeta dura, la cual era la agenda impresa de ese día.
—Bueno, debido a que la reunión fue más corta de lo que esperaba, tengo mucho tiempo libre, hasta después de la comida —sonrió de lado—. Sería agradable empezar a platicar sobre ese negocio y si es posible, me gustaría también visitar las conejeras de pie de cría.
—¡Por supuesto! —Alonso sacó su celular—. Le avisaré a Erick que iremos a su casa…
Con esas palabras hizo un ademán y guio a los universitarios a la salida del recinto; antes de salir, Alejandro miró de soslayo a Jacobo, que se dejó caer en una silla, parecía completamente abatido.
«Algo extraño está ocurriendo aquí…»
Al otro lado de la ciudad, en un lujoso edificio de departamentos, Jair estaba en la regadera. Sabía que ya era tarde, pero ese era su plan.
La noche anterior había sido una pésima noche para él; se sentía perdido y parecía no tener otra oportunidad para alcanzar a Alejandro de León, pero recordó que al día siguiente, lunes, Omar tenía una reunión importante a la cual debía acudir, porque sería dónde se decidiría si su familia seguiría siendo la líder comercial en ese estado o la familia De León se hacía con los socios y comercios.
«Esta es mi oportunidad de ayudarle a hundir a Omar…» pensó con emoción, «si no llega a la reunión, Alex tendrá todo bajo control y se dará cuenta que ¡puede confiar en mí!»
Por ello, después de ir al médico para que detuvieran la hemorragia de la nariz, lo acompañó al departamento en el que se reunían con frecuencia. Al llegar, Jair le ofreció más alcohol a Omar y aunque al principio el castaño se negó, debido a la insistencia de su amante, cayó en la tentación y empezó a beber, tratando de olvidarse de la humillación sufrida esa noche.
Bebió mucho alcohol, antes y después de su primer encuentro sexual, por lo que Omar quedó tan ebrio, no solo por la bebida, sino por unas pastillas que el pelinegro le ofreció, como drogas recreativas, que en poco tiempo, quedó inconsciente.
Jair sabía que pasarían horas para que despertara y eso precisamente le serviría como prueba a Alejandro, de que quería ayudarlo.
Así, le tomó una foto y se la envió a primera hora de la mañana; ya tenía el número del otro guardado, pero no había encontrado la manera de darle un uso adecuado, hasta ese momento y no lo iba a desaprovechar.
“Te demostraré que puedo ser confiable, sé que hoy tienen una reunión muy importante, pero yo evitaré que Omar llegue, así sabrás que soy capaz de hacer cualquier cosa por ti y la próxima vez que nos veamos, podrás darme una oportunidad…”
Cuando lo envió, se sintió orgulloso y esperó respuesta, pero no hubo nada.
Durante un rato se sintió ansioso, quizá no lo había visto, pero luego imaginó que, al ser un hombre precavido, no iba a responder hasta constatar que era cierto, por lo que decidió armarse de paciencia.
Eran casi las once cuando Jair salió de la regadera y premeditadamente hizo mucho ruido, tumbando unas cosas, para despertar a Omar.
El castaño escuchó el ruido de cosas cayendo y abrió los ojos con pereza, haciendo un gesto molesto porque le dolía la cabeza.
—¡Lo siento! —Jair se hincó, juntando las cosas que había tumbado.
Omar apretó los parpados y movió la mano de forma torpe, buscando su celular; tardó un poco en encontrarlo en el buró de la cama que compartía con Jair y trató de enfocar la vista para ver la hora. Cuando se dio cuenta que estaban por dar las once de la mañana, parpadeó rápidamente, intentando constatar que no era un error y se levantó de un salto.
—¡Mierda! —gritó y justo en ese momento alcanzó a ver las notificaciones de varias llamadas perdidas de su padre.
—¿Omar? —Jair fingió estar preocupado—. ¿Te pasa algo?
—¡Hoy tenía una reunión a las nueve! —gritó, sujetando su ropa del piso, volviendo a colocársela.
—Sí, me lo dijiste —asintió el otro—. Pero cuando sonaron tus alarmas e intenté despertarte, me dijiste que te dejara dormir —mintió.
—¡Tengo muchas llamadas perdidas de mi padre! —Omar pasó saliva con nervios.
—Sí —Jair ladeó el rostro—. No contesté porque no me dejas hacerlo, pero tú mismo silenciaste el celular, cuando empezó a marcarte seguido.
Eso también era mentira, ya que había sido él mismo quien silenció el celular de Omar, para que no lo despertaran los timbres.
—Tengo que irme, ¡ya!
—¿No te vas a asear? —preguntó el pelinegro, poniendo un gesto contrariado.
—¡No tengo tiempo! —negó el castaño y agarró las llaves del automóvil—. Te veo luego —se despidió y corrió hacia la puerta.
Cuando Omar salió del departamento, Jair sonrió divertido— dudo que alcances a llegar antes de que termine esa reunión y aunque lo hagas —caminó hasta la mesa dónde estaba su celular—, no vas muy presentable que digamos.
Jair sujetó el celular y buscó entre sus contactos a Alejandro, aunque no lo tenía guardado con el nombre del rubio; de inmediato empezó a teclear.
“Omar ya va a la reunión, espero que mi ayuda te haya servido…”
—Y sé que te sirvió —sonrió con suficiencia.
La noche anterior había sido una pésima noche para él; se sentía perdido y parecía no tener otra oportunidad para alcanzar a Alejandro de León, pero recordó que al día siguiente, lunes, Omar tenía una reunión importante a la cual debía acudir, porque sería dónde se decidiría si su familia seguiría siendo la líder comercial en ese estado o la familia De León se hacía con los socios y comercios.
«Esta es mi oportunidad de ayudarle a hundir a Omar…» pensó con emoción, «si no llega a la reunión, Alex tendrá todo bajo control y se dará cuenta que ¡puede confiar en mí!»
Por ello, después de ir al médico para que detuvieran la hemorragia de la nariz, lo acompañó al departamento en el que se reunían con frecuencia. Al llegar, Jair le ofreció más alcohol a Omar y aunque al principio el castaño se negó, debido a la insistencia de su amante, cayó en la tentación y empezó a beber, tratando de olvidarse de la humillación sufrida esa noche.
Bebió mucho alcohol, antes y después de su primer encuentro sexual, por lo que Omar quedó tan ebrio, no solo por la bebida, sino por unas pastillas que el pelinegro le ofreció, como drogas recreativas, que en poco tiempo, quedó inconsciente.
Jair sabía que pasarían horas para que despertara y eso precisamente le serviría como prueba a Alejandro, de que quería ayudarlo.
Así, le tomó una foto y se la envió a primera hora de la mañana; ya tenía el número del otro guardado, pero no había encontrado la manera de darle un uso adecuado, hasta ese momento y no lo iba a desaprovechar.
“Te demostraré que puedo ser confiable, sé que hoy tienen una reunión muy importante, pero yo evitaré que Omar llegue, así sabrás que soy capaz de hacer cualquier cosa por ti y la próxima vez que nos veamos, podrás darme una oportunidad…”
Cuando lo envió, se sintió orgulloso y esperó respuesta, pero no hubo nada.
Durante un rato se sintió ansioso, quizá no lo había visto, pero luego imaginó que, al ser un hombre precavido, no iba a responder hasta constatar que era cierto, por lo que decidió armarse de paciencia.
Eran casi las once cuando Jair salió de la regadera y premeditadamente hizo mucho ruido, tumbando unas cosas, para despertar a Omar.
El castaño escuchó el ruido de cosas cayendo y abrió los ojos con pereza, haciendo un gesto molesto porque le dolía la cabeza.
—¡Lo siento! —Jair se hincó, juntando las cosas que había tumbado.
Omar apretó los parpados y movió la mano de forma torpe, buscando su celular; tardó un poco en encontrarlo en el buró de la cama que compartía con Jair y trató de enfocar la vista para ver la hora. Cuando se dio cuenta que estaban por dar las once de la mañana, parpadeó rápidamente, intentando constatar que no era un error y se levantó de un salto.
—¡Mierda! —gritó y justo en ese momento alcanzó a ver las notificaciones de varias llamadas perdidas de su padre.
—¿Omar? —Jair fingió estar preocupado—. ¿Te pasa algo?
—¡Hoy tenía una reunión a las nueve! —gritó, sujetando su ropa del piso, volviendo a colocársela.
—Sí, me lo dijiste —asintió el otro—. Pero cuando sonaron tus alarmas e intenté despertarte, me dijiste que te dejara dormir —mintió.
—¡Tengo muchas llamadas perdidas de mi padre! —Omar pasó saliva con nervios.
—Sí —Jair ladeó el rostro—. No contesté porque no me dejas hacerlo, pero tú mismo silenciaste el celular, cuando empezó a marcarte seguido.
Eso también era mentira, ya que había sido él mismo quien silenció el celular de Omar, para que no lo despertaran los timbres.
—Tengo que irme, ¡ya!
—¿No te vas a asear? —preguntó el pelinegro, poniendo un gesto contrariado.
—¡No tengo tiempo! —negó el castaño y agarró las llaves del automóvil—. Te veo luego —se despidió y corrió hacia la puerta.
Cuando Omar salió del departamento, Jair sonrió divertido— dudo que alcances a llegar antes de que termine esa reunión y aunque lo hagas —caminó hasta la mesa dónde estaba su celular—, no vas muy presentable que digamos.
Jair sujetó el celular y buscó entre sus contactos a Alejandro, aunque no lo tenía guardado con el nombre del rubio; de inmediato empezó a teclear.
“Omar ya va a la reunión, espero que mi ayuda te haya servido…”
—Y sé que te sirvió —sonrió con suficiencia.
Alejandro había seguido en su automóvil al padre de Erick y apenas llegaron a la casa del ojiazul la vibración de su celular lo alertó. Sacó el aparato de su bolsillo y observó el mensaje.
“Omar ya va a la reunión, espero que mi ayuda te haya servido…”
—Que insistente eres… —musitó—. Pero supongo que debo seguirte el juego por ahora.
“Aunque admito que me sirvió, debo decir que no me gusta aceptar la ayuda de desconocidos… ¿Quién eres?”
Envió el mensaje y luego le entregó el celular al hombre que iba de copiloto en el vehículo.
—Alguien me enviará mensajes, no respondas y solo comunícate conmigo a mi celular principal, en caso de que sea muy urgente.
—Cómo ordene, joven.
Los trabajadores de Alejandro bajaron del vehículo y le abrieron la puerta. Alonso ya había tocado el timbre y Joseph estaba abriendo la puerta del exterior para recibirlos.
—Buen día, señor Salazar —saludó con formalidad.
—Joseph, ¿dónde está mi hijo? —preguntó el militar sin contestar el saludo.
—El señor Erick aún se está arreglando en su habitación —comentó con calma, ya que el hombre no le había dado mucho tiempo para cambiarse y ponerse presentable.
—¿Y Omar? —su tono era frío, ya que esperaba que su yerno no le ocasionara problemas, aunque dudaba que estuviera en esa casa.
—El señor Acosta no está en casa —contestó rápidamente el canoso, sin dar más detalle.
—Bien —el castaño sonrió tenuemente—, Joseph, él joven que me acompaña es Alejandro de León —hizo un ligero ademán, presentando al rubio que estaba tras él—. Vino a ver el producto que hay en las conejeras —explicó.
—Buenos días, joven —saludó el canoso.
—Buenos días —respondió el otro con seriedad.
—Pasen, en un momento los recibirá el señor Erick.
Alonso caminó con paso seguro y Alejandro lo siguió. Ya sabía que esa era la casa de Erick, pero no sabía cómo era por dentro, así que observó todo con cuidado, dándose cuenta que tenía un amplio jardín frontal, decorado algunas pequeñas fuentes rodeadas de flores y por cómo se miraba la barda a lo lejos, supuso que la propiedad era muy grande.
«Aun así, no se compara con mi hogar…» pensó con algo de desdén, ya que estaba seguro que él podía ofrecerle una mejor vida a Erick.
Ambos llegaron a la casa y la puerta se abrió; una joven los recibió con una sonrisa en los labios.
—Buen día —dijo amable, permitiéndoles el paso.
—Buenos días —saludó Alejandro.
—Mi hijo, ¿aún no baja?
—No señor Salazar, el señor Erick tardará unos minutos más —comentó ella con nervios—, si gusta esperar en la estancia, podemos ofrecerle algo de merendar, mientras espera.
—Prepara un café para mí —el castaño ingresó como si esa fuera su propia casa.
—Cómo ordene —asintió ella—, ¿le ofrezco algo, joven? —preguntó para el rubio.
—No por ahora, gracias —negó.
Normalmente Alejandro no era tan cortés, pero en ese momento, quería guardar las apariencias, ya que imaginaba que Erick apreciaba a las personas que lo atendían.
—Espero no tarde… —musitó el padre de Erick y caminó hacia la estancia.
Alejandro lo siguió en silencio, mientras observaba el interior de la casa. Pese a que estaba decorada de manera sobria, se sentía fría y nada parecía estar fuera de lugar, como si fuese una casa de un catálogo de ventas; también le llamó la atención que había varios cuadros en las paredes y pese a que él conocía algo de arte y pintores famosos, no reconocía ninguno.
Ambos llegaron a una sala de estar y Alonso tomó asiento de inmediato.
—Siéntese, joven De León —sonrió amable, haciéndole un ademán—. Seguramente mi hijo no tardará en bajar.
—Gracias… —el rubio se sentó en un sofá, desde dónde podía alcanzar a ver la enorme escalera—. La casa de su hijo es… peculiar —comentó con poco interés.
—¿Lo cree? —sonrió el castaño.
—Conozco algo de arte —dijo con voz seria—, pero los cuadros en las paredes, no parecen ser obras reconocidas —señaló—. Al ser la familia Acosta y su familia —señaló al hombre con un ademán—, personas tan selectivas, uno imaginaría que tendrían algún cuadro famoso a la vista.
Alonso sonrió burlón— esos cuadros son de Erick.
—¿En serio?
Alejandro sabía que el Conejo tenía muchas actividades y entre ellas, pintaba, pero no había ninguna información de pinturas suyas, ni mucho menos de que hubiera tenido alguna exposición.
—Sí, mi hijo gusta perder el tiempo, jugando a ser pintor —se burló el militar, restándole importancia al pasatiempo de Erick—, en casa había muchas de sus pinturas, pero las mandé al desván cuando él se mudó.
Alejandro apretó los puños; no le agradaba que el otro minimizara el trabajo de Erick de esa manera. Si él estuviera en su lugar y tuviera esos cuadros, ya le habría hecho una galería en su mansión y se los presumiría a todos sus conocidos.
Antes de que pudiera decir algo, percibió el característico perfume de Erick y giró ligeramente el rostro, esperando verlo bajar; cuando la silueta del pelinegro apareció al inicio de la escalera, se puso de pie.
Erick lo observó desde los primeros escalones y una sonrisa bailó en sus labios; realmente estaba emocionado de verlo, por eso se había ido a cambiar, para estar lo más presentable para el otro.
—Buenos días —saludó al llegar con la visita.
—Buenos días —Alejandro se acercó y estiró la mano, para saludarlo como era debido.
Erick aceptó el saludo y sintió cosquillas en su estómago, cuando sintió el beso en sus dedos.
—Lamento la tardanza, pero no estaba presentable cuando recibí la llamada —se excusó y fijó la mirada en el militar—. Buenos días, padre —saludó haciendo una ligera reverencia.
—Me alegra que te hayas cambiado —comentó su padre, quien estaba recibiendo su café en ese momento—. El joven De León vino a ver los conejos del criadero.
—¡¿Qué?! —Erick miró con susto a Alejandro.
—Su padre me comentó que tiene pensado ampliar la exportación de la carne —explicó el otro—, así que me interesa invertir en el producto.
Erick frunció el ceño y de manera molesta, apartó la mano que aún se mantenía cerca de Alejandro.
—No son para consumo —dijo con rapidez—, los crío como mascotas —especificó.
—Erick —la voz de Alonso se escuchó de forma grave—, te dije que no debes encariñarte con el producto —instó.
—No son un producto —Erick miró a su padre con seriedad—, sabes que yo no los veo así…
Alonso respiró profundamente—discúlpelo —dijo para Alejandro—, mi hijo es muy sentimental, como cualquier Omega, pero la carne de esos conejos es de primera calidad.
—De eso no me cabe duda —el rubio sonrió—. Si su criador los cuida y defiende tanto, imagino que son excepcionales… pero tengo que verlos en persona.
—Las conejeras están en el jardín trasero —explicó Alonso con rapidez y dio un sorbo a su café—, podemos verlos en este preciso momento, si le interesa, ¿no es así, Erick?
Erick pasó saliva y buscó la mirada de Alejandro; no le agradaba que el rubio intentara comerciar con sus conejos, le parecía sumamente salvaje y de mal gusto.
—Yo… —dudó.
—Erick —Alonso se puso de pie—, podemos pasar a las conejeras, ¿no es así? —presionó.
El pelinegro tembló y Alejandro se dio cuenta de que estaba nervioso, así que con disimulo, liberó sus feromonas, atacando al militar, quien percibió un aroma a madera que logró marearlo. El hombre intentó pasar saliva, pero sentía la garganta seca.
—Discúlpeme un momento —dijo con rapidez para Alejandro y encaminó sus pasos a uno de los baños para visitas, que estaba en esa planta.
—Lo atacaste, ¿cierto? —preguntó el ojiazul, ya que había notado el perfume del otro, envolviendo a su padre, para asfixiarlo.
—Solo un poco —le restó importancia—. Me di cuenta que no estabas a gusto con su actitud y quería que reconsiderara —se alzó de hombros.
Erick pasó los dedos por su frente— no debes hacerlo —dijo con seriedad—, mi padre podría darse cuenta que tus feromonas no me afectan igual que a él o a los demás.
—Se supone que eres recesivo, ¿no? —el rubio sonrió burlón—. A los recesivos, las feromonas de otros no les afectan —le guiñó un ojo.
El ojiazul suspiró.
Entendía lo que el otro decía; aunque ambos sabían la verdad, su padre y el mundo, lo miraban como un Omega recesivo y debía seguir aparentándolo, así que podía fingir sobre las feromonas de Alejandro.
Después de un momento, ordenó sus ideas y habló— no quiero que busques un negocio con mi padre.
—¿Por qué? —Alejandro levantó el rostro y lo miró seriamente—. Eso me está ayudando con mis planes…
—Mis conejos no son para consumo —repitió—, me duele cuando se los llevan para convertirlos en alimento —comentó con algo de dolor—, no quiero que apoyes esa masacre… por favor.
Alejandro sintió que su pecho se oprimía, al ver la aflicción en los ojos azules; no quería verlo sufrir y por instinto, movió la mano y acarició la mejilla del otro.
—No contribuiré, pero necesito una excusa para acercarme a ti y por ahora, es la única que tengo…
Erick se cimbró por completo, pero se apartó, dando un paso hacia atrás; su padre podía volver o alguien de la servidumbre podría verlos, aunque sabía que las personas que lo atendían, no lo espiaban, pero no quería arriesgarse.
—De acuerdo, confiaré en ti, pero por ahora, debemos mantener la distancia —indicó con rapidez—. Recuerda que estoy casado y como notaste ayer, mi esposo es algo impulsivo y no quiero tener más problemas…
Alejandro asintió— está bien, te había dicho que lo tomaré con calma y pienso cumplir, pero no voy a dejar de lado las oportunidades que se me presentan, no quiero que me rechaces…
—Ya sabes que el problema no soy yo —Erick fijó la mirada azul en el otro.
—Lo sé, debo lograr tu libertad para tu cumpleaños —respiró profundamente—, es la única forma en la que me aceptarás…
—Así es…
—Entonces, no me pidas que no ponga en marcha algunos de mis planes.
—Mientras no te metas con mis mascotas… —insistió el pelinegro.
—Respetaré a tus mascotas —Alejandro sonrió—, pero me servirán de estar cerca de ti y que tu padre me apoye —le guiñó un ojo.
El ruido de una puerta abriéndose, los sorprendió y Alejandro se apartó un paso más de Erick; Alonso volvió, con el rostro húmedo.
—Creo que el desayuno me cayó mal.
—Tal vez el aire fresco te ayude, padre —sonrió Erick—, ¿vamos a las conejeras?
El hombre sonrió satisfecho de que su hijo diera el paso para el negocio con Alejandro de León, así que no puso objeción.
Erick guio a su padre y al rubio hacia el jardín trasero, donde estaban las enormes conejeras; quería mostrarle a Alejandro a sus mascotas y especialmente a su conejo favorito, Kire. Cuidar y criar conejos era una de sus pasiones, pero aunque normalmente se mantenía cohibido, el confiar en que Alejandro no contribuiría realmente con la matanza de los mismos, lo había hecho feliz.
Por su parte, el rubio solo ponía atención a la actitud de Erick, enamorándose de cada gesto y emoción que mostraba, estando con esos pequeños animales peludos, a los cuales parecía amar demasiado. Esa fue la razón por la que no se dio cuenta que Alonso Salazar, lo observaba con detenimiento, percatándose de que había algo de interés en su hijo; un interés que no se trataba de negocios, sino de algo más personal.
“Omar ya va a la reunión, espero que mi ayuda te haya servido…”
—Que insistente eres… —musitó—. Pero supongo que debo seguirte el juego por ahora.
“Aunque admito que me sirvió, debo decir que no me gusta aceptar la ayuda de desconocidos… ¿Quién eres?”
Envió el mensaje y luego le entregó el celular al hombre que iba de copiloto en el vehículo.
—Alguien me enviará mensajes, no respondas y solo comunícate conmigo a mi celular principal, en caso de que sea muy urgente.
—Cómo ordene, joven.
Los trabajadores de Alejandro bajaron del vehículo y le abrieron la puerta. Alonso ya había tocado el timbre y Joseph estaba abriendo la puerta del exterior para recibirlos.
—Buen día, señor Salazar —saludó con formalidad.
—Joseph, ¿dónde está mi hijo? —preguntó el militar sin contestar el saludo.
—El señor Erick aún se está arreglando en su habitación —comentó con calma, ya que el hombre no le había dado mucho tiempo para cambiarse y ponerse presentable.
—¿Y Omar? —su tono era frío, ya que esperaba que su yerno no le ocasionara problemas, aunque dudaba que estuviera en esa casa.
—El señor Acosta no está en casa —contestó rápidamente el canoso, sin dar más detalle.
—Bien —el castaño sonrió tenuemente—, Joseph, él joven que me acompaña es Alejandro de León —hizo un ligero ademán, presentando al rubio que estaba tras él—. Vino a ver el producto que hay en las conejeras —explicó.
—Buenos días, joven —saludó el canoso.
—Buenos días —respondió el otro con seriedad.
—Pasen, en un momento los recibirá el señor Erick.
Alonso caminó con paso seguro y Alejandro lo siguió. Ya sabía que esa era la casa de Erick, pero no sabía cómo era por dentro, así que observó todo con cuidado, dándose cuenta que tenía un amplio jardín frontal, decorado algunas pequeñas fuentes rodeadas de flores y por cómo se miraba la barda a lo lejos, supuso que la propiedad era muy grande.
«Aun así, no se compara con mi hogar…» pensó con algo de desdén, ya que estaba seguro que él podía ofrecerle una mejor vida a Erick.
Ambos llegaron a la casa y la puerta se abrió; una joven los recibió con una sonrisa en los labios.
—Buen día —dijo amable, permitiéndoles el paso.
—Buenos días —saludó Alejandro.
—Mi hijo, ¿aún no baja?
—No señor Salazar, el señor Erick tardará unos minutos más —comentó ella con nervios—, si gusta esperar en la estancia, podemos ofrecerle algo de merendar, mientras espera.
—Prepara un café para mí —el castaño ingresó como si esa fuera su propia casa.
—Cómo ordene —asintió ella—, ¿le ofrezco algo, joven? —preguntó para el rubio.
—No por ahora, gracias —negó.
Normalmente Alejandro no era tan cortés, pero en ese momento, quería guardar las apariencias, ya que imaginaba que Erick apreciaba a las personas que lo atendían.
—Espero no tarde… —musitó el padre de Erick y caminó hacia la estancia.
Alejandro lo siguió en silencio, mientras observaba el interior de la casa. Pese a que estaba decorada de manera sobria, se sentía fría y nada parecía estar fuera de lugar, como si fuese una casa de un catálogo de ventas; también le llamó la atención que había varios cuadros en las paredes y pese a que él conocía algo de arte y pintores famosos, no reconocía ninguno.
Ambos llegaron a una sala de estar y Alonso tomó asiento de inmediato.
—Siéntese, joven De León —sonrió amable, haciéndole un ademán—. Seguramente mi hijo no tardará en bajar.
—Gracias… —el rubio se sentó en un sofá, desde dónde podía alcanzar a ver la enorme escalera—. La casa de su hijo es… peculiar —comentó con poco interés.
—¿Lo cree? —sonrió el castaño.
—Conozco algo de arte —dijo con voz seria—, pero los cuadros en las paredes, no parecen ser obras reconocidas —señaló—. Al ser la familia Acosta y su familia —señaló al hombre con un ademán—, personas tan selectivas, uno imaginaría que tendrían algún cuadro famoso a la vista.
Alonso sonrió burlón— esos cuadros son de Erick.
—¿En serio?
Alejandro sabía que el Conejo tenía muchas actividades y entre ellas, pintaba, pero no había ninguna información de pinturas suyas, ni mucho menos de que hubiera tenido alguna exposición.
—Sí, mi hijo gusta perder el tiempo, jugando a ser pintor —se burló el militar, restándole importancia al pasatiempo de Erick—, en casa había muchas de sus pinturas, pero las mandé al desván cuando él se mudó.
Alejandro apretó los puños; no le agradaba que el otro minimizara el trabajo de Erick de esa manera. Si él estuviera en su lugar y tuviera esos cuadros, ya le habría hecho una galería en su mansión y se los presumiría a todos sus conocidos.
Antes de que pudiera decir algo, percibió el característico perfume de Erick y giró ligeramente el rostro, esperando verlo bajar; cuando la silueta del pelinegro apareció al inicio de la escalera, se puso de pie.
Erick lo observó desde los primeros escalones y una sonrisa bailó en sus labios; realmente estaba emocionado de verlo, por eso se había ido a cambiar, para estar lo más presentable para el otro.
—Buenos días —saludó al llegar con la visita.
—Buenos días —Alejandro se acercó y estiró la mano, para saludarlo como era debido.
Erick aceptó el saludo y sintió cosquillas en su estómago, cuando sintió el beso en sus dedos.
—Lamento la tardanza, pero no estaba presentable cuando recibí la llamada —se excusó y fijó la mirada en el militar—. Buenos días, padre —saludó haciendo una ligera reverencia.
—Me alegra que te hayas cambiado —comentó su padre, quien estaba recibiendo su café en ese momento—. El joven De León vino a ver los conejos del criadero.
—¡¿Qué?! —Erick miró con susto a Alejandro.
—Su padre me comentó que tiene pensado ampliar la exportación de la carne —explicó el otro—, así que me interesa invertir en el producto.
Erick frunció el ceño y de manera molesta, apartó la mano que aún se mantenía cerca de Alejandro.
—No son para consumo —dijo con rapidez—, los crío como mascotas —especificó.
—Erick —la voz de Alonso se escuchó de forma grave—, te dije que no debes encariñarte con el producto —instó.
—No son un producto —Erick miró a su padre con seriedad—, sabes que yo no los veo así…
Alonso respiró profundamente—discúlpelo —dijo para Alejandro—, mi hijo es muy sentimental, como cualquier Omega, pero la carne de esos conejos es de primera calidad.
—De eso no me cabe duda —el rubio sonrió—. Si su criador los cuida y defiende tanto, imagino que son excepcionales… pero tengo que verlos en persona.
—Las conejeras están en el jardín trasero —explicó Alonso con rapidez y dio un sorbo a su café—, podemos verlos en este preciso momento, si le interesa, ¿no es así, Erick?
Erick pasó saliva y buscó la mirada de Alejandro; no le agradaba que el rubio intentara comerciar con sus conejos, le parecía sumamente salvaje y de mal gusto.
—Yo… —dudó.
—Erick —Alonso se puso de pie—, podemos pasar a las conejeras, ¿no es así? —presionó.
El pelinegro tembló y Alejandro se dio cuenta de que estaba nervioso, así que con disimulo, liberó sus feromonas, atacando al militar, quien percibió un aroma a madera que logró marearlo. El hombre intentó pasar saliva, pero sentía la garganta seca.
—Discúlpeme un momento —dijo con rapidez para Alejandro y encaminó sus pasos a uno de los baños para visitas, que estaba en esa planta.
—Lo atacaste, ¿cierto? —preguntó el ojiazul, ya que había notado el perfume del otro, envolviendo a su padre, para asfixiarlo.
—Solo un poco —le restó importancia—. Me di cuenta que no estabas a gusto con su actitud y quería que reconsiderara —se alzó de hombros.
Erick pasó los dedos por su frente— no debes hacerlo —dijo con seriedad—, mi padre podría darse cuenta que tus feromonas no me afectan igual que a él o a los demás.
—Se supone que eres recesivo, ¿no? —el rubio sonrió burlón—. A los recesivos, las feromonas de otros no les afectan —le guiñó un ojo.
El ojiazul suspiró.
Entendía lo que el otro decía; aunque ambos sabían la verdad, su padre y el mundo, lo miraban como un Omega recesivo y debía seguir aparentándolo, así que podía fingir sobre las feromonas de Alejandro.
Después de un momento, ordenó sus ideas y habló— no quiero que busques un negocio con mi padre.
—¿Por qué? —Alejandro levantó el rostro y lo miró seriamente—. Eso me está ayudando con mis planes…
—Mis conejos no son para consumo —repitió—, me duele cuando se los llevan para convertirlos en alimento —comentó con algo de dolor—, no quiero que apoyes esa masacre… por favor.
Alejandro sintió que su pecho se oprimía, al ver la aflicción en los ojos azules; no quería verlo sufrir y por instinto, movió la mano y acarició la mejilla del otro.
—No contribuiré, pero necesito una excusa para acercarme a ti y por ahora, es la única que tengo…
Erick se cimbró por completo, pero se apartó, dando un paso hacia atrás; su padre podía volver o alguien de la servidumbre podría verlos, aunque sabía que las personas que lo atendían, no lo espiaban, pero no quería arriesgarse.
—De acuerdo, confiaré en ti, pero por ahora, debemos mantener la distancia —indicó con rapidez—. Recuerda que estoy casado y como notaste ayer, mi esposo es algo impulsivo y no quiero tener más problemas…
Alejandro asintió— está bien, te había dicho que lo tomaré con calma y pienso cumplir, pero no voy a dejar de lado las oportunidades que se me presentan, no quiero que me rechaces…
—Ya sabes que el problema no soy yo —Erick fijó la mirada azul en el otro.
—Lo sé, debo lograr tu libertad para tu cumpleaños —respiró profundamente—, es la única forma en la que me aceptarás…
—Así es…
—Entonces, no me pidas que no ponga en marcha algunos de mis planes.
—Mientras no te metas con mis mascotas… —insistió el pelinegro.
—Respetaré a tus mascotas —Alejandro sonrió—, pero me servirán de estar cerca de ti y que tu padre me apoye —le guiñó un ojo.
El ruido de una puerta abriéndose, los sorprendió y Alejandro se apartó un paso más de Erick; Alonso volvió, con el rostro húmedo.
—Creo que el desayuno me cayó mal.
—Tal vez el aire fresco te ayude, padre —sonrió Erick—, ¿vamos a las conejeras?
El hombre sonrió satisfecho de que su hijo diera el paso para el negocio con Alejandro de León, así que no puso objeción.
Erick guio a su padre y al rubio hacia el jardín trasero, donde estaban las enormes conejeras; quería mostrarle a Alejandro a sus mascotas y especialmente a su conejo favorito, Kire. Cuidar y criar conejos era una de sus pasiones, pero aunque normalmente se mantenía cohibido, el confiar en que Alejandro no contribuiría realmente con la matanza de los mismos, lo había hecho feliz.
Por su parte, el rubio solo ponía atención a la actitud de Erick, enamorándose de cada gesto y emoción que mostraba, estando con esos pequeños animales peludos, a los cuales parecía amar demasiado. Esa fue la razón por la que no se dio cuenta que Alonso Salazar, lo observaba con detenimiento, percatándose de que había algo de interés en su hijo; un interés que no se trataba de negocios, sino de algo más personal.
Omar sabía que no podría ir a cambiarse a su hogar, tampoco tenía tiempo de ir por la documentación que había preparado en la oficina de su casa, para ese día, pero tenía una copia en la oficina de su empresa. Fue hasta allá, tomó con rapidez un saco para cambiarse el que traía y su laptop, ya que no tenía tiempo para sacar los datos; sabía que tampoco podría imprimir la información que quería proporcionar a los socios, pero esperaba que le dieran la oportunidad de hacer su presentación.
Eran las doce y media de la tarde, cuando llegó al edificio dónde se celebraría esa reunión tan importante.
Subió el elevador, pasó la mano por su cabello despeinado, trató de acomodar su corbata y alisar un poco el saco en el trayecto, pero era imposible; aunado a ello, se miró en el espejo y se dio cuenta que tenía una ligera sombra de barba en su rostro y aunque estaba limpió de la piel, su camisa aun traía manchas de sangre del día anterior.
—¡Maldita sea! —pasó la mano por su barbilla—. Está bien, no importa… Solo importan los hechos… —apretó la laptop en su mano.
El elevador se detuvo, las puertas se abrieron y salió corriendo, yendo por el pasillo. Ni siquiera se detuvo en la recepción, dónde una joven estaba en el escritorio.
—¡Oiga, espere! —gritó ella y se puso de pie.
—¡Tengo una reunión! —dijo el castaño y abrió la puerta de golpe, entrando a la enorme sala.
El lugar estaba casi vacío, solo estaba Jacobo, sentado en una silla.
—¡¿Papá?! —preguntó el castaño con susto.
El hombre levantó el rostro y su mirada se posó en el recién llegado; había un dejo de desilusión e incluso, reproche.
—La reunión terminó hace más de una hora —comentó la recepcionista que lo siguió.
—No puede ser —musitó Omar—. ¡La reunión estaba calculada para terminar después de la una!
—Señor…
—Sí —su padre se puso de pie—, tendría que haber terminado después a esa hora, si hubieras llegado a tiempo, ¡a hablar con los socios! —lo señaló con el índice—. Perdiste la mejor oportunidad y ¡mira cómo vienes!
Omar pasó saliva— yo… es que…
Omar no pudo decir nada, Jacobo le dio un golpe en el rostro y trastabilló; la laptop cayó y él se sostuvo de la mesa, para no perder el equilibrio.
—¡No tienes ni idea, de lo que nos has costado, Omar! —su padre estaba fúrico.
Omar pasó la mano por su boca, limpiando el líquido rojo que resbalaba por su piel; su padre le había partido el labio. Intentó decir algo, pero no tenía excusa; no podía decirle que se había quedado dormido con su amante, el mismo al que había llevado el día anterior a la fiesta del gobernador, por el cual había puesto en una situación difícil a su familia, porque sabía que eso enfurecería más al otro. Poco a poco sus feromonas empezaron a desprenderse de su piel; estaba tan alterado que no podía controlarse.
—Mañana, yo haré la presentación —sentenció su padre, sin inmutarse ante las feromonas de su hijo—, necesito que me des toda la información.
—Pero…
—¡He dicho que yo lo haré! —gritó el hombre con furia y el intenso olor a hojas de tabaco inundó el lugar, opacando las feromonas de su hijo.
Omar apretó la quijada y tembló; su padre no era dominante y aun así, sus feromonas eran mucho más fuertes que las suyas cuando se molestaba.
—Cómo digas… —aceptó Omar, sintiéndose impotente y humillado.
—Vamos a la oficina —dijo Jacobo, caminando a la salida.
—Quisiera ir a cambiarme, primero.
—Después de que me pases la información —el mayor lo miró con ira contenida—, no voy a ir a tu casa, porque no tengo cara para ver a tu esposo, después de la estupidez que cometiste ayer.
Omar bajó el rostro; no pudo objetar y solo siguió a su padre en silencio.
Eran las doce y media de la tarde, cuando llegó al edificio dónde se celebraría esa reunión tan importante.
Subió el elevador, pasó la mano por su cabello despeinado, trató de acomodar su corbata y alisar un poco el saco en el trayecto, pero era imposible; aunado a ello, se miró en el espejo y se dio cuenta que tenía una ligera sombra de barba en su rostro y aunque estaba limpió de la piel, su camisa aun traía manchas de sangre del día anterior.
—¡Maldita sea! —pasó la mano por su barbilla—. Está bien, no importa… Solo importan los hechos… —apretó la laptop en su mano.
El elevador se detuvo, las puertas se abrieron y salió corriendo, yendo por el pasillo. Ni siquiera se detuvo en la recepción, dónde una joven estaba en el escritorio.
—¡Oiga, espere! —gritó ella y se puso de pie.
—¡Tengo una reunión! —dijo el castaño y abrió la puerta de golpe, entrando a la enorme sala.
El lugar estaba casi vacío, solo estaba Jacobo, sentado en una silla.
—¡¿Papá?! —preguntó el castaño con susto.
El hombre levantó el rostro y su mirada se posó en el recién llegado; había un dejo de desilusión e incluso, reproche.
—La reunión terminó hace más de una hora —comentó la recepcionista que lo siguió.
—No puede ser —musitó Omar—. ¡La reunión estaba calculada para terminar después de la una!
—Señor…
—Sí —su padre se puso de pie—, tendría que haber terminado después a esa hora, si hubieras llegado a tiempo, ¡a hablar con los socios! —lo señaló con el índice—. Perdiste la mejor oportunidad y ¡mira cómo vienes!
Omar pasó saliva— yo… es que…
Omar no pudo decir nada, Jacobo le dio un golpe en el rostro y trastabilló; la laptop cayó y él se sostuvo de la mesa, para no perder el equilibrio.
—¡No tienes ni idea, de lo que nos has costado, Omar! —su padre estaba fúrico.
Omar pasó la mano por su boca, limpiando el líquido rojo que resbalaba por su piel; su padre le había partido el labio. Intentó decir algo, pero no tenía excusa; no podía decirle que se había quedado dormido con su amante, el mismo al que había llevado el día anterior a la fiesta del gobernador, por el cual había puesto en una situación difícil a su familia, porque sabía que eso enfurecería más al otro. Poco a poco sus feromonas empezaron a desprenderse de su piel; estaba tan alterado que no podía controlarse.
—Mañana, yo haré la presentación —sentenció su padre, sin inmutarse ante las feromonas de su hijo—, necesito que me des toda la información.
—Pero…
—¡He dicho que yo lo haré! —gritó el hombre con furia y el intenso olor a hojas de tabaco inundó el lugar, opacando las feromonas de su hijo.
Omar apretó la quijada y tembló; su padre no era dominante y aun así, sus feromonas eran mucho más fuertes que las suyas cuando se molestaba.
—Cómo digas… —aceptó Omar, sintiéndose impotente y humillado.
—Vamos a la oficina —dijo Jacobo, caminando a la salida.
—Quisiera ir a cambiarme, primero.
—Después de que me pases la información —el mayor lo miró con ira contenida—, no voy a ir a tu casa, porque no tengo cara para ver a tu esposo, después de la estupidez que cometiste ayer.
Omar bajó el rostro; no pudo objetar y solo siguió a su padre en silencio.
Después de que Erick le mostró a Alejandro todos y cada uno de los conejos, invitó al rubio y a su padre, a comer, ya que antes de bajar de su alcoba, había ordenado que prepararan comida para los invitados, pero Alonso se negó, diciendo que tenía algo que hacer, por lo que Alejandro tuvo que rechazar la invitación también, debido a que no era propio que se quedara en casa de Erick.
—Prepárate para ir a la fiesta de hoy —dijo el castaño con seriedad, al despedirse de su hijo.
—Pero… ¿qué pasa si Omar no quiere que vaya?
—Olvídate de él, después de lo que hizo, sería una humillación para ti y nuestra familia, que le hagas caso o siquiera salgas con él —sentenció—. Te esperaré allá, que Joseph te lleve a las seis —detalló— y si Omar quiere objetar, dile que lo hable conmigo, ¿entendido?
Erick suspiró— de acuerdo, padre.
El hombre se encaminó a la salida y Alejandro se despidió rápidamente de Erick, antes de seguirlo. No le gustaba tener que depender de ese sujeto para las visitas a su Conejo, pero en ese momento, nada podía hacer.
Joseph los acompañó y cerró la puerta cuando los invitados salieron de la propiedad.
Alejandro se encaminó a su vehículo y Alonso lo siguió.
—Realmente el producto es bueno —dijo el rubio con poco interés—, deberíamos hablarlo con más detalle después…
—Podríamos hablarlo en este momento, si me acompaña a comer a un restaurante —sonrió el castaño.
Alejandro levantó una ceja— creí que tenía un compromiso —comentó con curiosidad.
—Sí, admito que mentí, pero quería platicar con usted, a solas —confesó el militar.
Al ojiverde le dio mala espina esa petición, pero también quería saber que se proponía el otro, así que decidió seguirle el juego.
—De acuerdo, lo sigo.
Alonso asintió, fue a su auto y cuando se metió al mismo, Alejandro lo imitó.
—Seguiremos al padre de Erick, ya que quiere hablar conmigo en un restaurante —dijo para sus acompañantes—, quiero que se mantengan alerta, porque no sé qué trama, ¿entendido?
—Cómo diga —dijeron al unísono.
—¿Alguna novedad?
—Recibió un par de mensajes más en el celular —el copiloto le devolvió el aparato.
Alejandro lo sujetó y observó las palabras.
“Soy Jair Páez, ¿me recuerdas?”
—Tan predecible —se burló.
“Como te dije anoche, soy capaz de cualquier cosa por ti y espero que me des la oportunidad de hablar contigo, en la fiesta de hoy. Espero tu confirmación porque no quiero hablarte sin tu permiso, para no molestarte…”
Alejandro quería rechazarlo de inmediato, pero primero necesitaba saber, qué quería el padre de Erick, para saber cómo debía actuar.
Sujetó el otro celular que usaba, ya que ese era para contactos personales a diferencia del otro, que era para negocios y por ello entregaba ese número en su tarjeta de presentación.
—No creo que Juls y Mike estén libres en este momento —musitó, pues sabía que ellos, así como David, tenían compromiso ese día—. Pero me alegra que hayan enviado la información de este sujeto, antes de mediodía —sonrió, al ver que tenía un correo nuevo.
De camino al restaurante, leyó la información y no era nada que no se hubiera imaginado; lo único que le sorprendió, fue la extensa lista de varones, no solo Alfas, sino Betas, con los que Jair se había relacionado.
—Demasiado fácil —dijo con desprecio.
Apenas terminó de leer los detalles, su auto ingresó al estacionamiento de un restaurante de alta categoría.
El rubio guardó su celular y suspiró— algo me dice que esta comida no es improvisada…
Momentos después, ingresó al edificio, siguiendo al padre de Erick, quien se presentó en recepción y la recepcionista de inmediato los guio hacia una sala privada. Ambos se sentaron y les entregaron las cartas; no hubo charla hasta que el mesero se retiró, para ir a buscar la comida.
—No conozco esta ciudad —Alejandro se recargó en su silla—, pero sí esta cadena de restaurantes y sé que es tan exclusivo, que no es sencillo conseguir mesa sin una reservación —sonrió de lado, mientras su mirada verde se posaba en el rostro del otro.
Alonso levantó el rostro con altivez— me descubrió —dijo con burla—. De hecho, debo confesar que desde anoche deseaba platicar con usted.
—¿Tan seguro estaba que me interesaría el producto de su empresa cunicola? —preguntó fingiendo demencia, era obvio para él, que esa reunión no era para hablar de dicha empresa.
—No, no, por supuesto que no, joven De León —Alonso rió de manera forzada—, parece que tiene mucho sentido del humor… —señaló, pero no pudo decir nada más, ya que en ese momento les llevaron sus bebidas—. La verdad —prosiguió cuando el mesero se retiró—, el hecho de que se interesara en ese proyecto, es una gran oportunidad para mi familia, pero hay algo que, desde anoche, me ha dado vueltas en la cabeza… —guardó silencio y bebió de la copa que le sirvieron.
Alejandro acercó el vaso con agua que tenía al lado y lo olió de manera disimulada, antes de beber— ayer en la noche, ocurrieron muchas cosas —se alzó de hombros—, la mayoría protagonizadas por su yerno, así que imagino que eso no lo dejó descansar.
Alonso apretó la copa en mano— sí, eso…. Lo solucionaré muy pronto —aseguró—. Pero no me refería a eso, sino a algo que me dijo, ¿lo recuerda?
Alejandro entendió de inmediato lo que el otro quería decir, pero necesitaba hacerse el occiso un poco más, ya que prefería no ser quien sacara el tema por voluntad propia.
—Bueno, General —sonrió—. Lamentablemente anoche no tuvimos oportunidad de charlar mucho —especificó—, pero recuerdo que fui a disculparme por causarle un mal momento a su familia…
—Sí, eso también —Alonso asintió—, pero dijo algo más… ¿lo recuerda? —tenía un tinte ansioso en su voz.
Alejandro pasó la mano por su barbilla y puso un gesto contrariado, fingiendo no saber a lo que el otro se refería.
—Disculpe, pero no recuerdo muchas cosas con exactitud —suspiró—, creo que anoche bebí de más —se excusó—. Pero si puede repetirme lo que dije, se lo agradecería, tal vez entrando en contexto, sepa de qué quiere hablar con exactitud.
El militar sintió un nudo en su estómago, no quería ser el primero en sacar a colación el tema de manera directa, pero supuso que el otro, al ser joven, era como la mayoría de los hombres a esa edad y olvidaba con facilidad alguna de sus palabras, especialmente las que no tomaba demasiado en serio y si era de esa manera, tal vez lo que había pensado no funcionaría.
—Comentó algo de mi hijo, Erick y la complicada situación con su esposo, Omar… —bebió otro trago y su mirada azul se posó en el rostro de su compañero.
Alejandro mantuvo un gesto impasible y su mirada verde se fijó directamente en los ojos azules.
«No quieres decirlo tú, para que no suene a lo que realmente es, ¿cierto? Quieres negociar con Erick…» aunque sabía a dónde quería llegar el otro, en el fondo, le molestaba que tratara a Erick como objeto y por ello, no pudo controlar su ira, consiguiendo que su mirada penetrante y sus feromonas, pusieran nervioso a Alonso.
Cuando el militar desvió la mirada, Alejandro respiró profundamente para calmarse, tenía que actuar con la cabeza fría.
—Creo que sé a lo que se refiere —dijo suavizando el semblante—. Pero lo que dije, lo hice con todo el respeto que su hijo y su familia, merecen y no fue mi intención decir algo impropio, ya que su hijo es realmente una Omega encantador —se excusó de inmediato—, pero es obvio que el esposo que tiene, no está a la altura para darle lugar que merece y no creo ser el único en pensar eso, especialmente con lo ocurrido anoche —sonrió de lado.
Alonso respiró más tranquilo y terminó su bebida, para poder pasar el nudo en la garganta que sentía. Por un momento pensó que no debía tocar ese tema de nuevo, pero ahora el otro parecía más tranquilo; supuso que el momento incómodo fue mientras recordaba lo ocurrido, pero al volver a la normalidad, sus oportunidades volvían.
—Ya veo y le agradezco su sinceridad —el ojiazul dejó la copa de lado e hizo un movimiento para llamar al mesero y que le sirviera más.
—De nada…
Durante un largo rato, el silencio incómodo reinó; hasta que les sirvieron la comida, Alonso volvió a retomar el tema, intentando ser sutil.
—Siendo honesto con usted… el matrimonio de Erick con Omar, nunca ha ido bien —comentó con disimulo.
—¿De verdad? —el rubio sujetó los cubiertos y antes de dar el primer bocado, percibió el aroma de los alimentos, constatando que no tuvieran algún olor extraño.
—Lo que ocurrió ayer, en la casa del gobernador, fue la gota que derramó el vaso, al menos para mí —especificó.
—¿A qué se refiere?
Alonso respiró profundamente, tratando de no sonreír satisfecho; esperaba interesar al otro en esa plática, para darle su versión de la situación y Alejandro parecía dar pie a ello.
—Hace muchos años, la familia Acosta, al ser la más poderosa en esta ciudad, solicitó un matrimonio con uno de mis hijos…
«Sí, el que se murió…» pensó con molestia el rubio, pero no interrumpió a su interlocutor.
—En los negocios en los que esa familia se mueve, bueno… Es mejor estar en buenos términos con ellos, ¿no es así?
Alejandro levantó la mirada y sonrió de lado— algunos negocios son más complicados que otros, es cierto… Lógicamente, las relaciones comerciales también tienen algunos altibajos, pero hay que admitir que las relaciones sociales, son algo más complicadas.
—Veo que me entiende —el militar cortó la carne que tenía en su plato—. Fue debido a esa presión, que no me pude oponer a que Erick se casara con Omar.
Alejandro masticó con lentitud; quería descargar en la comida, la ira que lo estaba invadiendo, a causa de todas las mentiras del otro y no con el hombre frente a él.
—Pero para mi hijo, han sido tres años, de una relación difícil y peligrosa —comentó con un fingido gesto de pesar—. Tanto así que estuve a punto de perderlo una vez.
Esas palabras llamaron la atención del ojiverde, pero no por lo que Alonso se imaginó.
Alejandro ya sabía que Erick sufría en ese matrimonio, debido a las cicatrices y marcas que vio en su cuerpo, pero aunque sus amigos investigaron sobre ello, tenía curiosidad de saber lo que el otro hombre iba a decir, del por qué no hizo nada para ayudar a Erick.
Alonso hizo una pausa, intentando darle más dramatismo a la situación.
—Omar es impulsivo y muy agresivo —prosiguió—, no es dominante, pero debido a que Erick es recesivo, es muy difícil para él poder defenderse, cómo lo haría mi hijo Agustín —explicó con voz seria.
—Sí, pude constatar anoche las acciones imprevisibles de su yerno y que su hijo menor no se lleva bien con él, porque parece tener más… carácter.
—Es cierto que mi Agustín no se lleva bien con su cuñado, especialmente porque quiere mucho a su hermano —enfatizó—. Además, desde el principio del matrimonio de Erick, Omar lo ha herido no solo física, sino emocionalmente —señaló— y como Erick es un Omega recesivo, es el más afectado en cuanto a todo lo que ocurre alrededor.
Alejandro rechinó los dientes. Le molestaba que el castaño insistiera en que Erick era recesivo; él sabía muy bien que no era así, pero no le correspondía sacar al otro de su error, ya que podría ser una ventaja para sí mismo.
—Ha sido muy difícil para mí mantenerme al margen —prosiguió el ojiazul, manteniendo su papel de padre preocupado—, pero enfrentar a la familia Acosta, es algo que no cualquiera puede, ni mucho menos se atreve…
Alejandro pasó un bocado y se limpió los labios con la servilleta— creí que la familia Salazar, también era poderosa —comentó con frialdad.
—No lo suficiente —negó el otro—, no podemos competir con la familia Acosta, quien es la más influyente en este estado, debido a sus distintos negocios, es por ello que me contengo de hacer algo, para no poner a Erick en peligro, ¿me explico?
Alonso no se dio cuenta que sus palabras lograron alterar a su interlocutor, ya que le recordó que Erick no estaba en un lugar seguro y eso terminó por sacarlo de quicio.
El rubio lanzó la servilleta a un lado del plato, con molestia— escuche, General —su voz era fría—, me estoy cansando de todos los rodeos que le está dando a la situación —lo miró con furia—. Lo único que tiene que hacer es solicitar el divorcio de su hijo y asunto arreglado, ¿no es así?
El castaño se irguió en su lugar; las feromonas de Alejandro se liberaron de golpe y debido a que estaban en una zona privada, parecían más concentradas.
—Sí… es solo que… quisiera tener apoyo, es decir, el respaldo de una familia poderosa —comentó con voz trémula—. No por mí, ¡sino por el bienestar de mi hijo! —se excusó.
—Dígalo claramente —Alejandro habló entre dientes.
—Quisiera que usted insinuara que desea una relación con mi hijo, ¡aunque sea mentira! —habló con nervios—. Eso sería suficiente para evitar problemas con los Acosta.
Alejandro guardó silencio, analizando las palabras del otro, mientras el castaño parecía no poder comer, ya que sus manos temblaban.
Pese a que lo propuesto, beneficiaba a la meta del rubio, él sabía muy bien que las intenciones del hombre frente a él, no eran tan nobles, pero eso lo podría solucionar después, ya que primero debía centrarse en la familia Acosta. Tener al padre de Erick apoyando una relación con él, sería muy beneficioso, pero aún no entendía el por qué ayudó a los Acosta ese día en la reunión; algo escondía, eso era seguro, por lo que debía andar con cuidado.
—No puedo hacerlo.
—¡¿Qué?! —Alonso se sorprendió, pues imaginaba que el universitario no pondría objeción, ya que era notorio que le gustaba Erick.
—Admito que su hijo Erick me agrada —confesó—, pero sigue casado y no creo que sea muy adecuado para su imagen, que yo sea el culpable de su divorcio —especifico.
—¡Pero no sería por usted! —negó el hombre—. Anoche le pedí a los abogados que iniciaran los trámites de divorcio, no solo por el adulterio de Omar, el cual quedó al descubierto en la fiesta de ayer, sino por otras cuestiones…
Alejandro rió con sarcasmo— usted sabe que muchos Alfa cometen adulterio y no es motivo de divorcio, ya que pueden decir que las feromonas del Omega los sedujo y eso no está penado.
Alonso se tensó; él había usado esa misma excusa para explicar lo ocurrido con sus amantes, así que estaba consciente de que no servía de mucho, a menos que hubiera más agravantes.
—Lo sé —carraspeó—, pero es posible conseguir pruebas de que Omar ha cometido dicha falta, desde hace mucho tiempo y manteniendo una relación casi estable con su pareja extramarital —explicó débilmente—. Con eso de prueba, no puede objetar que solo fue por las feromonas durante el celo y además, puedo presentar las pruebas de que ha sido agresivo con Erick, hasta el punto de lastimarlo gravemente, esa es otra razón para divorcio inmediato.
Alejandro se recargó en la silla y cruzó las manos en la orilla de la mesa; él sabía muy bien que eso era posible, pero las heridas de Erick ya tenían mucho tiempo. Si Alonso realmente quisiera divorciar a su hijo, hubiese puesto en marcha ese plan desde antes.
—Si ya lo tiene solucionado, no comprendo para qué necesita que yo anuncie un interés romántico con su hijo.
—Es para que Omar, no intente hacer nada en contra de Erick, cuando haga público su divorcio —justificó—, ya que no se atrevería a hacer algo en contra de la futura pareja, de un Alfa de su estatus, ¿me explico?
—¿Cree que le haría algo?
—Sí —Alonso respondió con seguridad—. Debido a ciertos eventos en el pasado, los activos de la empresa Acosta, son casi en su totalidad de Erick —señaló con rapidez, en un claro intento de llamar la atención del rubio, sino a través de su hijo, si del beneficio económico de apoyar a su familia—, así que, en caso de divorcio, estos pasarían a mi hijo y obviamente, Omar no querría que eso ocurriera.
—Es lo más lógico que se niegue, porque seguramente, Acosta, es el asesor legal de su hijo, ¿no es así? —preguntó curioso.
—¿Qué? —los ojos azules de Alonso se abrieron con sorpresa.
—Ha insistido en que su hijo es un Omega recesivo —sonrió—, según las leyes, todos los Omega, a excepción de los dominantes y algunos casos aislados de un Omega común, necesitan un asesor, que controle sus posesiones, sin la posibilidad de ser manipulado fácilmente, por feromonas de otros —comentó con poco interés lo que todo el mundo sabía—. Este asesor es quien puede tomar decisiones legales, pero supongo que en el caso de su hijo, ese es su actual marido, así que no creo que se quede de brazos cruzados —negó—. Con su carácter, si lo desea, alargaría el proceso de divorcio, de una u otra manera, a menos que alguien como yo, presione por otro lado, ¿eso es lo que quiere evitar, General Salazar?
Alejandro estaba consciente de que la situación del Conejo no era de esa manera, pero quería saber que le decía el padre de Erick con respecto a eso.
Alonso paso saliva y un poco de sudor se hizo presente en su nuca; ahora tendría que decir algo que no hubiera querido especificar.
—No exactamente…
—Por favor, General —el rubio ladeó el rostro—, creo que hace un momento le dejé en claro que no me gustan los rodeos.
Alonso tuvo el impulso de aflojar su corbata, ya que sentía que se asfixiaba— el… el asesor legal de Erick, soy yo.
—Entiendo…— Alejandro guardó silencio un momento, antes de proseguir—. Por lo tanto, los activos de la empresa Acosta, no pasarían directamente a Erick, sino a usted —lo señaló con desdén—. General… —sonrió divertido—. Algo me dice que, más que el interés de proteger a su hijo, lo que me propone es porque quiere protegerse a si mismo.
El militar negó— no es eso —su sonrisa tembló—. Aunque sigo siendo asesor de Erick, estoy dispuesto a dejar de serlo, cuando me dé cuenta que su pareja es apto para cuidarlo en todo sentido.
—Significa que… si yo me caso con su hijo, me dejará ese título y mi familia se quedará con el capital, ¿cierto?
Alonso se quedó como estatua. Alejandro se dio cuenta que el color se iba del rostro del ojiazul y sus manos apretaban los cubiertos.
«No te conviene eso…» pensó el rubio con burla «pero no me interesa ese dinero, solo me interesa Erick y sé que él puede hacer lo que desee…»
—Está bien —el rubio sonrió condescendiente—. Acepto su propuesta.
—Pero… yo seguiré siendo el asesor de Erick, a menos que él no lo desee.
—General —Alejandro sujetó una vez más los cubiertos—, no me interesa el dinero de la familia Acosta en realidad —se alzó de hombros—. Lo único que me interesa es su hijo —dijo con toda sinceridad, clavando su mirada en el otro y poniendo un semblante serio—, quiero casarme con él y nada más —sentenció—. Si después de eso, él decide que usted siga controlando su dinero, como asesor, yo no me opondré —volvió a suavizar su semblante—, es más, en caso de que la concesión de este estado pase a mi familia, usted podría ser el que lleve los asuntos en nuestro nombre.
Alonso se sorprendió; poco a poco una ligera sonrisa se dibujó en sus labios, era lo que quería y Alejandro se lo estaba ofreciendo sin dudar.
—Siendo así, le diré a Erick que se divorciará y se comprometerá con usted de inmediato…
—No —el ojiverde negó.
—¿No? Pero, acaba de decir que…
—Puede decirle de su divorcio, pero no de un compromiso —especificó—, quiero que él me acepte por sí mismo y no porque usted se lo ordene —levantó una ceja—. No me agrada que se metan en mis relaciones y creo que puedo conseguir que se enamore de mí, sin presiones de terceros.
El militar pasó saliva— claro… —su sonrisa tembló—. Es obvio que no necesita ayuda en eso… —«Aun así, tengo que decírselo, porque con su condición, debe evitar repeler a este hombre…», pensó con nervios.
Alonso sabía que Erick no podía evitar su situación, al repeler a otros durante su celo, pero temía que eso alejara a Alejandro antes de que se llevara a cabo su plan.
—Siendo así, cuando haga público el divorcio de su hijo, esperaré un tiempo prudente para pedir un compromiso —Alejandro sonrió «uno o dos días estarán bien…» terminó en su mente.
—Prepárate para ir a la fiesta de hoy —dijo el castaño con seriedad, al despedirse de su hijo.
—Pero… ¿qué pasa si Omar no quiere que vaya?
—Olvídate de él, después de lo que hizo, sería una humillación para ti y nuestra familia, que le hagas caso o siquiera salgas con él —sentenció—. Te esperaré allá, que Joseph te lleve a las seis —detalló— y si Omar quiere objetar, dile que lo hable conmigo, ¿entendido?
Erick suspiró— de acuerdo, padre.
El hombre se encaminó a la salida y Alejandro se despidió rápidamente de Erick, antes de seguirlo. No le gustaba tener que depender de ese sujeto para las visitas a su Conejo, pero en ese momento, nada podía hacer.
Joseph los acompañó y cerró la puerta cuando los invitados salieron de la propiedad.
Alejandro se encaminó a su vehículo y Alonso lo siguió.
—Realmente el producto es bueno —dijo el rubio con poco interés—, deberíamos hablarlo con más detalle después…
—Podríamos hablarlo en este momento, si me acompaña a comer a un restaurante —sonrió el castaño.
Alejandro levantó una ceja— creí que tenía un compromiso —comentó con curiosidad.
—Sí, admito que mentí, pero quería platicar con usted, a solas —confesó el militar.
Al ojiverde le dio mala espina esa petición, pero también quería saber que se proponía el otro, así que decidió seguirle el juego.
—De acuerdo, lo sigo.
Alonso asintió, fue a su auto y cuando se metió al mismo, Alejandro lo imitó.
—Seguiremos al padre de Erick, ya que quiere hablar conmigo en un restaurante —dijo para sus acompañantes—, quiero que se mantengan alerta, porque no sé qué trama, ¿entendido?
—Cómo diga —dijeron al unísono.
—¿Alguna novedad?
—Recibió un par de mensajes más en el celular —el copiloto le devolvió el aparato.
Alejandro lo sujetó y observó las palabras.
“Soy Jair Páez, ¿me recuerdas?”
—Tan predecible —se burló.
“Como te dije anoche, soy capaz de cualquier cosa por ti y espero que me des la oportunidad de hablar contigo, en la fiesta de hoy. Espero tu confirmación porque no quiero hablarte sin tu permiso, para no molestarte…”
Alejandro quería rechazarlo de inmediato, pero primero necesitaba saber, qué quería el padre de Erick, para saber cómo debía actuar.
Sujetó el otro celular que usaba, ya que ese era para contactos personales a diferencia del otro, que era para negocios y por ello entregaba ese número en su tarjeta de presentación.
—No creo que Juls y Mike estén libres en este momento —musitó, pues sabía que ellos, así como David, tenían compromiso ese día—. Pero me alegra que hayan enviado la información de este sujeto, antes de mediodía —sonrió, al ver que tenía un correo nuevo.
De camino al restaurante, leyó la información y no era nada que no se hubiera imaginado; lo único que le sorprendió, fue la extensa lista de varones, no solo Alfas, sino Betas, con los que Jair se había relacionado.
—Demasiado fácil —dijo con desprecio.
Apenas terminó de leer los detalles, su auto ingresó al estacionamiento de un restaurante de alta categoría.
El rubio guardó su celular y suspiró— algo me dice que esta comida no es improvisada…
Momentos después, ingresó al edificio, siguiendo al padre de Erick, quien se presentó en recepción y la recepcionista de inmediato los guio hacia una sala privada. Ambos se sentaron y les entregaron las cartas; no hubo charla hasta que el mesero se retiró, para ir a buscar la comida.
—No conozco esta ciudad —Alejandro se recargó en su silla—, pero sí esta cadena de restaurantes y sé que es tan exclusivo, que no es sencillo conseguir mesa sin una reservación —sonrió de lado, mientras su mirada verde se posaba en el rostro del otro.
Alonso levantó el rostro con altivez— me descubrió —dijo con burla—. De hecho, debo confesar que desde anoche deseaba platicar con usted.
—¿Tan seguro estaba que me interesaría el producto de su empresa cunicola? —preguntó fingiendo demencia, era obvio para él, que esa reunión no era para hablar de dicha empresa.
—No, no, por supuesto que no, joven De León —Alonso rió de manera forzada—, parece que tiene mucho sentido del humor… —señaló, pero no pudo decir nada más, ya que en ese momento les llevaron sus bebidas—. La verdad —prosiguió cuando el mesero se retiró—, el hecho de que se interesara en ese proyecto, es una gran oportunidad para mi familia, pero hay algo que, desde anoche, me ha dado vueltas en la cabeza… —guardó silencio y bebió de la copa que le sirvieron.
Alejandro acercó el vaso con agua que tenía al lado y lo olió de manera disimulada, antes de beber— ayer en la noche, ocurrieron muchas cosas —se alzó de hombros—, la mayoría protagonizadas por su yerno, así que imagino que eso no lo dejó descansar.
Alonso apretó la copa en mano— sí, eso…. Lo solucionaré muy pronto —aseguró—. Pero no me refería a eso, sino a algo que me dijo, ¿lo recuerda?
Alejandro entendió de inmediato lo que el otro quería decir, pero necesitaba hacerse el occiso un poco más, ya que prefería no ser quien sacara el tema por voluntad propia.
—Bueno, General —sonrió—. Lamentablemente anoche no tuvimos oportunidad de charlar mucho —especificó—, pero recuerdo que fui a disculparme por causarle un mal momento a su familia…
—Sí, eso también —Alonso asintió—, pero dijo algo más… ¿lo recuerda? —tenía un tinte ansioso en su voz.
Alejandro pasó la mano por su barbilla y puso un gesto contrariado, fingiendo no saber a lo que el otro se refería.
—Disculpe, pero no recuerdo muchas cosas con exactitud —suspiró—, creo que anoche bebí de más —se excusó—. Pero si puede repetirme lo que dije, se lo agradecería, tal vez entrando en contexto, sepa de qué quiere hablar con exactitud.
El militar sintió un nudo en su estómago, no quería ser el primero en sacar a colación el tema de manera directa, pero supuso que el otro, al ser joven, era como la mayoría de los hombres a esa edad y olvidaba con facilidad alguna de sus palabras, especialmente las que no tomaba demasiado en serio y si era de esa manera, tal vez lo que había pensado no funcionaría.
—Comentó algo de mi hijo, Erick y la complicada situación con su esposo, Omar… —bebió otro trago y su mirada azul se posó en el rostro de su compañero.
Alejandro mantuvo un gesto impasible y su mirada verde se fijó directamente en los ojos azules.
«No quieres decirlo tú, para que no suene a lo que realmente es, ¿cierto? Quieres negociar con Erick…» aunque sabía a dónde quería llegar el otro, en el fondo, le molestaba que tratara a Erick como objeto y por ello, no pudo controlar su ira, consiguiendo que su mirada penetrante y sus feromonas, pusieran nervioso a Alonso.
Cuando el militar desvió la mirada, Alejandro respiró profundamente para calmarse, tenía que actuar con la cabeza fría.
—Creo que sé a lo que se refiere —dijo suavizando el semblante—. Pero lo que dije, lo hice con todo el respeto que su hijo y su familia, merecen y no fue mi intención decir algo impropio, ya que su hijo es realmente una Omega encantador —se excusó de inmediato—, pero es obvio que el esposo que tiene, no está a la altura para darle lugar que merece y no creo ser el único en pensar eso, especialmente con lo ocurrido anoche —sonrió de lado.
Alonso respiró más tranquilo y terminó su bebida, para poder pasar el nudo en la garganta que sentía. Por un momento pensó que no debía tocar ese tema de nuevo, pero ahora el otro parecía más tranquilo; supuso que el momento incómodo fue mientras recordaba lo ocurrido, pero al volver a la normalidad, sus oportunidades volvían.
—Ya veo y le agradezco su sinceridad —el ojiazul dejó la copa de lado e hizo un movimiento para llamar al mesero y que le sirviera más.
—De nada…
Durante un largo rato, el silencio incómodo reinó; hasta que les sirvieron la comida, Alonso volvió a retomar el tema, intentando ser sutil.
—Siendo honesto con usted… el matrimonio de Erick con Omar, nunca ha ido bien —comentó con disimulo.
—¿De verdad? —el rubio sujetó los cubiertos y antes de dar el primer bocado, percibió el aroma de los alimentos, constatando que no tuvieran algún olor extraño.
—Lo que ocurrió ayer, en la casa del gobernador, fue la gota que derramó el vaso, al menos para mí —especificó.
—¿A qué se refiere?
Alonso respiró profundamente, tratando de no sonreír satisfecho; esperaba interesar al otro en esa plática, para darle su versión de la situación y Alejandro parecía dar pie a ello.
—Hace muchos años, la familia Acosta, al ser la más poderosa en esta ciudad, solicitó un matrimonio con uno de mis hijos…
«Sí, el que se murió…» pensó con molestia el rubio, pero no interrumpió a su interlocutor.
—En los negocios en los que esa familia se mueve, bueno… Es mejor estar en buenos términos con ellos, ¿no es así?
Alejandro levantó la mirada y sonrió de lado— algunos negocios son más complicados que otros, es cierto… Lógicamente, las relaciones comerciales también tienen algunos altibajos, pero hay que admitir que las relaciones sociales, son algo más complicadas.
—Veo que me entiende —el militar cortó la carne que tenía en su plato—. Fue debido a esa presión, que no me pude oponer a que Erick se casara con Omar.
Alejandro masticó con lentitud; quería descargar en la comida, la ira que lo estaba invadiendo, a causa de todas las mentiras del otro y no con el hombre frente a él.
—Pero para mi hijo, han sido tres años, de una relación difícil y peligrosa —comentó con un fingido gesto de pesar—. Tanto así que estuve a punto de perderlo una vez.
Esas palabras llamaron la atención del ojiverde, pero no por lo que Alonso se imaginó.
Alejandro ya sabía que Erick sufría en ese matrimonio, debido a las cicatrices y marcas que vio en su cuerpo, pero aunque sus amigos investigaron sobre ello, tenía curiosidad de saber lo que el otro hombre iba a decir, del por qué no hizo nada para ayudar a Erick.
Alonso hizo una pausa, intentando darle más dramatismo a la situación.
—Omar es impulsivo y muy agresivo —prosiguió—, no es dominante, pero debido a que Erick es recesivo, es muy difícil para él poder defenderse, cómo lo haría mi hijo Agustín —explicó con voz seria.
—Sí, pude constatar anoche las acciones imprevisibles de su yerno y que su hijo menor no se lleva bien con él, porque parece tener más… carácter.
—Es cierto que mi Agustín no se lleva bien con su cuñado, especialmente porque quiere mucho a su hermano —enfatizó—. Además, desde el principio del matrimonio de Erick, Omar lo ha herido no solo física, sino emocionalmente —señaló— y como Erick es un Omega recesivo, es el más afectado en cuanto a todo lo que ocurre alrededor.
Alejandro rechinó los dientes. Le molestaba que el castaño insistiera en que Erick era recesivo; él sabía muy bien que no era así, pero no le correspondía sacar al otro de su error, ya que podría ser una ventaja para sí mismo.
—Ha sido muy difícil para mí mantenerme al margen —prosiguió el ojiazul, manteniendo su papel de padre preocupado—, pero enfrentar a la familia Acosta, es algo que no cualquiera puede, ni mucho menos se atreve…
Alejandro pasó un bocado y se limpió los labios con la servilleta— creí que la familia Salazar, también era poderosa —comentó con frialdad.
—No lo suficiente —negó el otro—, no podemos competir con la familia Acosta, quien es la más influyente en este estado, debido a sus distintos negocios, es por ello que me contengo de hacer algo, para no poner a Erick en peligro, ¿me explico?
Alonso no se dio cuenta que sus palabras lograron alterar a su interlocutor, ya que le recordó que Erick no estaba en un lugar seguro y eso terminó por sacarlo de quicio.
El rubio lanzó la servilleta a un lado del plato, con molestia— escuche, General —su voz era fría—, me estoy cansando de todos los rodeos que le está dando a la situación —lo miró con furia—. Lo único que tiene que hacer es solicitar el divorcio de su hijo y asunto arreglado, ¿no es así?
El castaño se irguió en su lugar; las feromonas de Alejandro se liberaron de golpe y debido a que estaban en una zona privada, parecían más concentradas.
—Sí… es solo que… quisiera tener apoyo, es decir, el respaldo de una familia poderosa —comentó con voz trémula—. No por mí, ¡sino por el bienestar de mi hijo! —se excusó.
—Dígalo claramente —Alejandro habló entre dientes.
—Quisiera que usted insinuara que desea una relación con mi hijo, ¡aunque sea mentira! —habló con nervios—. Eso sería suficiente para evitar problemas con los Acosta.
Alejandro guardó silencio, analizando las palabras del otro, mientras el castaño parecía no poder comer, ya que sus manos temblaban.
Pese a que lo propuesto, beneficiaba a la meta del rubio, él sabía muy bien que las intenciones del hombre frente a él, no eran tan nobles, pero eso lo podría solucionar después, ya que primero debía centrarse en la familia Acosta. Tener al padre de Erick apoyando una relación con él, sería muy beneficioso, pero aún no entendía el por qué ayudó a los Acosta ese día en la reunión; algo escondía, eso era seguro, por lo que debía andar con cuidado.
—No puedo hacerlo.
—¡¿Qué?! —Alonso se sorprendió, pues imaginaba que el universitario no pondría objeción, ya que era notorio que le gustaba Erick.
—Admito que su hijo Erick me agrada —confesó—, pero sigue casado y no creo que sea muy adecuado para su imagen, que yo sea el culpable de su divorcio —especifico.
—¡Pero no sería por usted! —negó el hombre—. Anoche le pedí a los abogados que iniciaran los trámites de divorcio, no solo por el adulterio de Omar, el cual quedó al descubierto en la fiesta de ayer, sino por otras cuestiones…
Alejandro rió con sarcasmo— usted sabe que muchos Alfa cometen adulterio y no es motivo de divorcio, ya que pueden decir que las feromonas del Omega los sedujo y eso no está penado.
Alonso se tensó; él había usado esa misma excusa para explicar lo ocurrido con sus amantes, así que estaba consciente de que no servía de mucho, a menos que hubiera más agravantes.
—Lo sé —carraspeó—, pero es posible conseguir pruebas de que Omar ha cometido dicha falta, desde hace mucho tiempo y manteniendo una relación casi estable con su pareja extramarital —explicó débilmente—. Con eso de prueba, no puede objetar que solo fue por las feromonas durante el celo y además, puedo presentar las pruebas de que ha sido agresivo con Erick, hasta el punto de lastimarlo gravemente, esa es otra razón para divorcio inmediato.
Alejandro se recargó en la silla y cruzó las manos en la orilla de la mesa; él sabía muy bien que eso era posible, pero las heridas de Erick ya tenían mucho tiempo. Si Alonso realmente quisiera divorciar a su hijo, hubiese puesto en marcha ese plan desde antes.
—Si ya lo tiene solucionado, no comprendo para qué necesita que yo anuncie un interés romántico con su hijo.
—Es para que Omar, no intente hacer nada en contra de Erick, cuando haga público su divorcio —justificó—, ya que no se atrevería a hacer algo en contra de la futura pareja, de un Alfa de su estatus, ¿me explico?
—¿Cree que le haría algo?
—Sí —Alonso respondió con seguridad—. Debido a ciertos eventos en el pasado, los activos de la empresa Acosta, son casi en su totalidad de Erick —señaló con rapidez, en un claro intento de llamar la atención del rubio, sino a través de su hijo, si del beneficio económico de apoyar a su familia—, así que, en caso de divorcio, estos pasarían a mi hijo y obviamente, Omar no querría que eso ocurriera.
—Es lo más lógico que se niegue, porque seguramente, Acosta, es el asesor legal de su hijo, ¿no es así? —preguntó curioso.
—¿Qué? —los ojos azules de Alonso se abrieron con sorpresa.
—Ha insistido en que su hijo es un Omega recesivo —sonrió—, según las leyes, todos los Omega, a excepción de los dominantes y algunos casos aislados de un Omega común, necesitan un asesor, que controle sus posesiones, sin la posibilidad de ser manipulado fácilmente, por feromonas de otros —comentó con poco interés lo que todo el mundo sabía—. Este asesor es quien puede tomar decisiones legales, pero supongo que en el caso de su hijo, ese es su actual marido, así que no creo que se quede de brazos cruzados —negó—. Con su carácter, si lo desea, alargaría el proceso de divorcio, de una u otra manera, a menos que alguien como yo, presione por otro lado, ¿eso es lo que quiere evitar, General Salazar?
Alejandro estaba consciente de que la situación del Conejo no era de esa manera, pero quería saber que le decía el padre de Erick con respecto a eso.
Alonso paso saliva y un poco de sudor se hizo presente en su nuca; ahora tendría que decir algo que no hubiera querido especificar.
—No exactamente…
—Por favor, General —el rubio ladeó el rostro—, creo que hace un momento le dejé en claro que no me gustan los rodeos.
Alonso tuvo el impulso de aflojar su corbata, ya que sentía que se asfixiaba— el… el asesor legal de Erick, soy yo.
—Entiendo…— Alejandro guardó silencio un momento, antes de proseguir—. Por lo tanto, los activos de la empresa Acosta, no pasarían directamente a Erick, sino a usted —lo señaló con desdén—. General… —sonrió divertido—. Algo me dice que, más que el interés de proteger a su hijo, lo que me propone es porque quiere protegerse a si mismo.
El militar negó— no es eso —su sonrisa tembló—. Aunque sigo siendo asesor de Erick, estoy dispuesto a dejar de serlo, cuando me dé cuenta que su pareja es apto para cuidarlo en todo sentido.
—Significa que… si yo me caso con su hijo, me dejará ese título y mi familia se quedará con el capital, ¿cierto?
Alonso se quedó como estatua. Alejandro se dio cuenta que el color se iba del rostro del ojiazul y sus manos apretaban los cubiertos.
«No te conviene eso…» pensó el rubio con burla «pero no me interesa ese dinero, solo me interesa Erick y sé que él puede hacer lo que desee…»
—Está bien —el rubio sonrió condescendiente—. Acepto su propuesta.
—Pero… yo seguiré siendo el asesor de Erick, a menos que él no lo desee.
—General —Alejandro sujetó una vez más los cubiertos—, no me interesa el dinero de la familia Acosta en realidad —se alzó de hombros—. Lo único que me interesa es su hijo —dijo con toda sinceridad, clavando su mirada en el otro y poniendo un semblante serio—, quiero casarme con él y nada más —sentenció—. Si después de eso, él decide que usted siga controlando su dinero, como asesor, yo no me opondré —volvió a suavizar su semblante—, es más, en caso de que la concesión de este estado pase a mi familia, usted podría ser el que lleve los asuntos en nuestro nombre.
Alonso se sorprendió; poco a poco una ligera sonrisa se dibujó en sus labios, era lo que quería y Alejandro se lo estaba ofreciendo sin dudar.
—Siendo así, le diré a Erick que se divorciará y se comprometerá con usted de inmediato…
—No —el ojiverde negó.
—¿No? Pero, acaba de decir que…
—Puede decirle de su divorcio, pero no de un compromiso —especificó—, quiero que él me acepte por sí mismo y no porque usted se lo ordene —levantó una ceja—. No me agrada que se metan en mis relaciones y creo que puedo conseguir que se enamore de mí, sin presiones de terceros.
El militar pasó saliva— claro… —su sonrisa tembló—. Es obvio que no necesita ayuda en eso… —«Aun así, tengo que decírselo, porque con su condición, debe evitar repeler a este hombre…», pensó con nervios.
Alonso sabía que Erick no podía evitar su situación, al repeler a otros durante su celo, pero temía que eso alejara a Alejandro antes de que se llevara a cabo su plan.
—Siendo así, cuando haga público el divorcio de su hijo, esperaré un tiempo prudente para pedir un compromiso —Alejandro sonrió «uno o dos días estarán bien…» terminó en su mente.
Bien, adelanté su navidad, disfruten el capítulo porque dudo que haya una actu hasta el otro año.
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