Capítulo XV
Agustín había dormido varias horas y a las tres de la tarde, cuando Yuri fue a despertarlo, finalmente se dio cuenta que estaba en su habitación.
—¿Qué…? ¿Qué pasó? —preguntó confundido y trató de levantarse, pero se sentía mareado.
—El joven Chávez lo trajo a casa, porque entró en celo… —explicó la jovencita, sirviéndole un vaso con agua—. ¿Cómo se siente?
—Cansado —bebió el agua, regresó el vaso y pasó la mano por su cuello, le dolía— y dolorido.
—El joven Chávez le puso un supresor, pero parece que no era de la misma marca que usted usa, tal vez la dosis fue demasiada.
Agustín pasó la mano por su frente— ¿y me trajo directamente a casa? —indagó sin poder creerlo.
Mientras estaba entrando en celo, imaginó que Julián podría aprovecharse de eso y tomarlo; en su momento la idea no le desagradó, pero ahora que despertaba, su razón y sus sentimientos se contradecían. Por una parte, le hubiera gustado que hubiese ocurrido, pero por otra, estaba feliz de que Julián lo hubiese respetado.
—Sí —Yuri asintió—. Dijo que usó un supresor también, pero se fue de inmediato para no caer en tentación —sonrió ilusionada—. ¡Fue todo un caballero!
Agustín pasó la mano por su pecho; esas palabras lograron que su corazón se acelerara.
—Dijo que le marcara por teléfono para saber que estaba bien, ya que seguramente no iría a la fiesta de hoy, al menos quería escucharlo —explicó la joven con rapidez.
—¿Quién dijo que no iré? —el pelinegro levantó el rostro con curiosidad.
El gesto de Yuri se puso pálido— joven Salazar, entró en celo, ¡¿cómo piensa ir así?!
Agustín sonrió— ya pasó, fue por estimulación de un Alfa y usé un supresor, no me siento mal —se alzó de hombros.
—No creo que su padre permita que lo haga…
Agustín entornó los ojos, detestaba que le recordaran a cada rato que Alonso Salazar era su padre, pero en ese momento tuvo una idea.
—Seguramente aceptará que vaya, si sabe que entré en celo, a causa del “primo” de Alejandro de León…
—Pero…
—Márcale y dile que quiero ir a la fiesta, que ya me siento bien y explícale detalladamente lo que pasó con Julián, si él dice que me cuidará en la fiesta, podré ir —sonrió confiado.
—Pero… ¿qué le digo a la señora Reina? —indagó confundida la jovencita.
—Yo hablo con mi abuela, tú encárgate de ese hombre.
—¿Qué…? ¿Qué pasó? —preguntó confundido y trató de levantarse, pero se sentía mareado.
—El joven Chávez lo trajo a casa, porque entró en celo… —explicó la jovencita, sirviéndole un vaso con agua—. ¿Cómo se siente?
—Cansado —bebió el agua, regresó el vaso y pasó la mano por su cuello, le dolía— y dolorido.
—El joven Chávez le puso un supresor, pero parece que no era de la misma marca que usted usa, tal vez la dosis fue demasiada.
Agustín pasó la mano por su frente— ¿y me trajo directamente a casa? —indagó sin poder creerlo.
Mientras estaba entrando en celo, imaginó que Julián podría aprovecharse de eso y tomarlo; en su momento la idea no le desagradó, pero ahora que despertaba, su razón y sus sentimientos se contradecían. Por una parte, le hubiera gustado que hubiese ocurrido, pero por otra, estaba feliz de que Julián lo hubiese respetado.
—Sí —Yuri asintió—. Dijo que usó un supresor también, pero se fue de inmediato para no caer en tentación —sonrió ilusionada—. ¡Fue todo un caballero!
Agustín pasó la mano por su pecho; esas palabras lograron que su corazón se acelerara.
—Dijo que le marcara por teléfono para saber que estaba bien, ya que seguramente no iría a la fiesta de hoy, al menos quería escucharlo —explicó la joven con rapidez.
—¿Quién dijo que no iré? —el pelinegro levantó el rostro con curiosidad.
El gesto de Yuri se puso pálido— joven Salazar, entró en celo, ¡¿cómo piensa ir así?!
Agustín sonrió— ya pasó, fue por estimulación de un Alfa y usé un supresor, no me siento mal —se alzó de hombros.
—No creo que su padre permita que lo haga…
Agustín entornó los ojos, detestaba que le recordaran a cada rato que Alonso Salazar era su padre, pero en ese momento tuvo una idea.
—Seguramente aceptará que vaya, si sabe que entré en celo, a causa del “primo” de Alejandro de León…
—Pero…
—Márcale y dile que quiero ir a la fiesta, que ya me siento bien y explícale detalladamente lo que pasó con Julián, si él dice que me cuidará en la fiesta, podré ir —sonrió confiado.
—Pero… ¿qué le digo a la señora Reina? —indagó confundida la jovencita.
—Yo hablo con mi abuela, tú encárgate de ese hombre.
Erick no había sabido nada de su esposo durante todo ese día, pero a las tres de la tarde, se metió a bañar; supuso que saldría con Omar a las seis, como los días anteriores, por lo que no quería hacerlo enojar si no estaba listo.
Al salir, el traje que usaría ese día, ya estaba en un maniquí, solo debía ponérselo, pero antes de hacerlo, la puerta se escuchó.
—Señor Erick, ¿puedo pasar? —la voz de una de las jóvenes que lo atendía, se escuchó.
Erick se acomodó la bata de que traía puesta y se quitó la toalla de la cabeza, para tratar de cubrir su nuca, antes de hablar— adelante Anita —dijo con amabilidad.
La joven entró, llevando un teléfono inalámbrico— le habla el señor Acosta.
Erick respiró profundamente y recibió el aparato— gracias —dijo para la chica, antes de responder.
Aunque Erick tenía celular, normalmente lo usaba solo para marcarle a Joseph, cuando necesitaba que fuera por él, después de sus reuniones con Agustín, pero aparte de eso, nadie más tenía su número, ni siquiera su esposo, así que siempre le marcaba a su casa, dónde sabía que estaría todo el tiempo.
—¿Hola? —la voz del ojiazul era tranquila.
—“Erick, no iremos a la fiesta de hoy…”
Las palabras de Omar sorprendieron e Erick, pero no quiso indagar más, ya que imaginó que estaba enojado por lo ocurrido el día anterior con su padre.
—Está bien, siendo así, no me preparo —dijo con su indiferencia habitual, aunque en el fondo se sentía decepcionado, porque no miraría a Alejandro—. ¿Vendrás a cenar temprano? —preguntó cómo autómata, solo por compromiso y obligación.
—“No, tengo que prepararme para una reunión muy importante de mañana, a la cual también irá mi padre y tengo que trabajar en la oficina, no me esperes…”
—De acuerdo, nos vemos…
Omar ni siquiera se despidió, cortó la llamada y Erick suspiró, devolviendo el teléfono.
—Bueno, no tendré que maquillarme —dijo con media sonrisa para la chica que estaba aún en la habitación.
—¿No saldrá hoy, señor Erick? —preguntó ella con decepción.
—Omar no podrá ir a la fiesta, así que yo tampoco.
—¡Qué lástima! —Ana suspiró—. Esperábamos ver de nuevo su foto en los periódicos…
Erick sonrió; ese día, la sección de sociales del periódico, tenía fotos de la fiesta del día anterior y había algunas dónde él bailaba con Alejandro. Tenía años que no salía en reportajes, pero no lo extrañaba en realidad.
—No es bueno llamar la atención todos los días…
—Si usted lo dice… ¿quiere que le diga a Joseph que le prepare algo especial de cenar?
—No —Erick negó—. Cualquier cosa ligera estará bien, pero como pasaré toda la tarde en mi estudio, dile que me lleve café y galletas a la hora de siempre, por favor.
—Está bien, con permiso.
La chica salió de inmediato, después de hacer una ligera reverencia, dejando a Erick a solas.
El pelinegro se paró frente al vestido que esa noche usaría y acarició la tela con sus manos, le gustaba ese azul degradado, que mostraba distintos matices de su color favorito.
Estuvo nervioso al elegirlo, ya que era un traje con hombros caídos y dejaba descubierto sus hombros, cuello y gran parte de la espalda, pero había decidido usar una gargantilla gruesa, que cubriría parte de su cuello y disimularía muy bien la marca en su nuca; un accesorio que muchos Omega usaban.
—Supongo que fue lo mejor…
Dio media vuelta y caminó hacia el vestidor, a buscar una ropa holgada y cómoda, para poder realizar sus tareas rutinarias sin problema.
Al salir, el traje que usaría ese día, ya estaba en un maniquí, solo debía ponérselo, pero antes de hacerlo, la puerta se escuchó.
—Señor Erick, ¿puedo pasar? —la voz de una de las jóvenes que lo atendía, se escuchó.
Erick se acomodó la bata de que traía puesta y se quitó la toalla de la cabeza, para tratar de cubrir su nuca, antes de hablar— adelante Anita —dijo con amabilidad.
La joven entró, llevando un teléfono inalámbrico— le habla el señor Acosta.
Erick respiró profundamente y recibió el aparato— gracias —dijo para la chica, antes de responder.
Aunque Erick tenía celular, normalmente lo usaba solo para marcarle a Joseph, cuando necesitaba que fuera por él, después de sus reuniones con Agustín, pero aparte de eso, nadie más tenía su número, ni siquiera su esposo, así que siempre le marcaba a su casa, dónde sabía que estaría todo el tiempo.
—¿Hola? —la voz del ojiazul era tranquila.
—“Erick, no iremos a la fiesta de hoy…”
Las palabras de Omar sorprendieron e Erick, pero no quiso indagar más, ya que imaginó que estaba enojado por lo ocurrido el día anterior con su padre.
—Está bien, siendo así, no me preparo —dijo con su indiferencia habitual, aunque en el fondo se sentía decepcionado, porque no miraría a Alejandro—. ¿Vendrás a cenar temprano? —preguntó cómo autómata, solo por compromiso y obligación.
—“No, tengo que prepararme para una reunión muy importante de mañana, a la cual también irá mi padre y tengo que trabajar en la oficina, no me esperes…”
—De acuerdo, nos vemos…
Omar ni siquiera se despidió, cortó la llamada y Erick suspiró, devolviendo el teléfono.
—Bueno, no tendré que maquillarme —dijo con media sonrisa para la chica que estaba aún en la habitación.
—¿No saldrá hoy, señor Erick? —preguntó ella con decepción.
—Omar no podrá ir a la fiesta, así que yo tampoco.
—¡Qué lástima! —Ana suspiró—. Esperábamos ver de nuevo su foto en los periódicos…
Erick sonrió; ese día, la sección de sociales del periódico, tenía fotos de la fiesta del día anterior y había algunas dónde él bailaba con Alejandro. Tenía años que no salía en reportajes, pero no lo extrañaba en realidad.
—No es bueno llamar la atención todos los días…
—Si usted lo dice… ¿quiere que le diga a Joseph que le prepare algo especial de cenar?
—No —Erick negó—. Cualquier cosa ligera estará bien, pero como pasaré toda la tarde en mi estudio, dile que me lleve café y galletas a la hora de siempre, por favor.
—Está bien, con permiso.
La chica salió de inmediato, después de hacer una ligera reverencia, dejando a Erick a solas.
El pelinegro se paró frente al vestido que esa noche usaría y acarició la tela con sus manos, le gustaba ese azul degradado, que mostraba distintos matices de su color favorito.
Estuvo nervioso al elegirlo, ya que era un traje con hombros caídos y dejaba descubierto sus hombros, cuello y gran parte de la espalda, pero había decidido usar una gargantilla gruesa, que cubriría parte de su cuello y disimularía muy bien la marca en su nuca; un accesorio que muchos Omega usaban.
—Supongo que fue lo mejor…
Dio media vuelta y caminó hacia el vestidor, a buscar una ropa holgada y cómoda, para poder realizar sus tareas rutinarias sin problema.
A las seis de la tarde, los automóviles iniciaron el arribo a la lujosa mansión del gobernador de ese estado, el licenciado Carlos Quiroz, quien apenas tenía un par de meses en el cargo y deseaba dar la mejor impresión a las personas que lo apoyaron en su candidatura.
Esa era la razón por la que esa reunión decembrina era tan especial y no habría tanta gente; solo miembros muy selectos de la sociedad habían sido invitados, muy pocos periodistas también pudieron acudir y el servicio estaba a cargo directo de la servidumbre del hombre.
La mayoría de los asistentes, sabía que, pese a que la reunión de los empresarios más importantes para las inversiones de capital, era al día siguiente, era notorio que ese día era el preámbulo, donde algunos querrían iniciar y afianzar relaciones, especialmente al saber que el hijo de Diego de León estaría en ese lugar.
Agustín llegó a la recepción, pero solo cuando su padre fue por él y le abrió la puerta, bajó del vehículo.
Ese día, aunque consiguió que Alonso Salazar aceptara que fuera a la recepción, le dejó en claro que no le permitiría quedarse a solas con Julián, porque no quería arriesgarse a que el otro se aprovechara de su pureza o en el peor de los casos, algún otro Alfa.
Aunque no estuvo de acuerdo, supuso que no le quedaba opción, así que aceptó, especialmente porque su abuela también le pidió que tuviera mucho cuidado; sabía que Julián lo respetaba, pero no podía confiar en que si el celo se presentaba en el Alfa, no perdiera la cordura en cualquier momento.
Noé acompañaba a su esposo, pero no le dirigía ni la palabra, ni la mirada a Agustín. Lo odiaba por ser un hijo bastardo de su esposo, pero al haberlo reconocido legalmente, no podía oponerse a que le buscara un matrimonio adecuado, porque llevaba el apellido Salazar y durante casi tres años, las familias distinguidas, lo habían aceptado como miembro importante de su familia, por ser un Omega dominante.
Cuando los tres ingresaron a la mansión, tanto Alonso como Agustín, se dieron cuenta de las extrañas miradas de los demás invitados.
—Algo anda mal —Alonso se sintió inquieto.
Marcel y sus padres ya estaban ahí, por lo que, cuando el castaño vio a su amigo corrió hasta él, había logrado escapar de su madre, quien, aunque intentó detenerlo, no le fue posible.
—Agus, ¡¿dónde está Erick?! —preguntó de inmediato.
—¿Erick? —el pelinegro frunció el ceño—. No lo sé… ¿por qué?
—¡Omar llegó de la mano con otro sujeto! —acusó—. Todo el mundo está hablando de él y su amante, pero también hay muchas hipótesis del por qué Erick no vino, especialmente porque el primo de Miguel y Julián, tampoco ha llegado —explicó con rapidez.
—¡¿Qué?! —Alonso se sorprendió.
El hecho de que los demás insinuaran que su hijo Erick estaba con Alejandro de León, no le convenía; la reputación de su familia podría irse al demonio por esos chismes, ya que al haberlos visto bailar el día anterior, ponía a Erick en una posición comprometida y siendo Omega, era el que más perdía en esa situación.
Rodolfo, el padre de Marcel, siguió a su hijo y se acercó a Alonso
—Amigo, ¿tienes un minuto? —dijo en voz baja.
—Claro, Sánchez, ¿qué pasa? —preguntó el castaño con rapidez, tratando de controlar su ansiedad.
—Tu yerno llegó hace un momento, acompañado de alguien que no era tu hijo… —su voz era fría.
Alonso apretó la mandíbula.
—Y se supone que esta es una reunión familiar —especificó Rodolfo—. El gobernador, su gabinete y muchos de los empresarios, se encuentran sumamente ofendidos por esa osadía y actitud de mal gusto, al hacer que sus familias, tengas que convivir con… —dudó, no sabía que palabra usar—. Con una pareja ilegítima, ¿me explico?
Noé estaba tras de Alonso, pero tuvo que sujetarse de una mesita cercana; ahora toda su familia andaría en la boca de la alta sociedad por culpa del esposo de Erick.
—No puede ser… —el militar habló entre dientes.
—Agus… —Marcel sujetó el brazo de su amigo—. ¿Qué tal si le hizo algo a Erick? —preguntó con miedo.
Marcel ya sabía lo que ocurría entre el supuesto primo de Miguel y su amigo Erick, porque no solo Agustín se lo había contado todo, sino Miguel también, para explicarle lo ocurrido y que no pensara que solo lo estaba usando, así que por ello tenía miedo de que algo malo le hubiera ocurrido a Erick.
Agustín entendió lo que el castaño le insinuó y pensando que tal vez su hermano había sido descubierto y lastimado por su cuñado, sacó el celular de su saco y marcó a la casa del ojiazul.
—“Buenas noches, casa de la familia Acosta…”
—Joseph, ¡¿dónde está Erick?!
Alonso intentó tomar el celular, pero el menor se apartó unos pasos; en caso de que algo malo hubiera pasado, quería enterarse primero.
—“Buenas noches, joven Agustín…” —respondió el otro con amabilidad—. “Su hermano está pintando en el estudio, ¿necesita hablar con él?”
—¡¿Está bien?!
—“Por supuesto…”
—Pásamelo de inmediato, por favor…
—“En un momento, permítame por favor…”
El silencio reinó y Agustín esperó con el móvil en la oreja.
—¡¿Dónde está Erick?! —preguntó Alonso.
Estaba preocupado, pero no por su hijo, sino por lo que ocurriría si algo afectaba el buen nombre de su familia, en esos momentos tan críticos para los negocios.
—Joseph dijo que está en su estudio, me va a comunicar con él —señaló.
Marcel también estaba cerca de su amigo, esperando las noticias.
—“¿Hola?...” —la voz de Erick se escuchaba normal—. “Agus, ¿qué pasa?”
—¡¿Por qué no viniste a la recepción?!
El ojiazul notó claramente el tono alterado de su hermano, así que habló con toda calma— “Omar me dijo que no podría ir, así que yo tampoco podía, por eso decidí seguir con mi rutina…” —explicó con naturalidad—. “No te avisé porque supuse que estarías muy atareado arreglándote para ir y no quería molestarte…” —una risita se escuchó.
Agustín soltó el aire, era obvio que Erick estaba bien, pero de inmediato negó; Erick le decía que Omar había cancelado, pero Marcel le dijo que estaba ahí, en ese lugar, con otro hombre.
—Erick, Omar vino a la reunión —anunció fríamente.
—“¿Qué?...”
—Lo vieron con otro sujeto —su voz sonó fría—. Trajo a uno de sus amantes a un lugar donde se suponía que debía venir contigo, que eres su esposo.
El silencio reinó y Agustín se preocupó.
—¡¿Erick?! —insistió.
—“Bueno, si ya está ahí con alguien más, que lo disfrute…” —dijo con indiferencia.
—¡¿Qué estás diciendo, Erick?! —Agustín no comprendía por qué esa actitud.
—“Agus, ya sabes lo que ocurre conmigo… No soy quien para juzgarlo, si él quiere a otra persona en su vida, es mejor para mí, así me dará el divorcio si se lo pido…”
—Pero, Erick…
Agustín no pudo seguir hablando, ya que Alonso le arrebató el celular; era obvio que Erick estaba bien, así que no había nada que le impidiera estar en esa fiesta.
—¡Tienes que venir de inmediato! —ordenó.
El ojiazul reconoció la voz —“…buenas noches, padre…” —saludó con formalidad—. “Mi esposo me canceló la asistencia a esa reunión, realmente no tengo obligación de ir…” —respondió con poco interés.
—Escucha bien, Erick —el militar apretó el teléfono en su mano—. Tienes que venir, ¡porque el buen nombre de nuestra familia está en riesgo! —señaló con ira mal contenida—. Te quiero aquí en menos de una hora, ¡¿entendiste?!
Un suspiro se escuchó al otro lado del auricular— “padre, si mi esposo desea estar con alguien más, ¿por qué he de oponerme?...”
—Por qué eres su legítimo esposo —el castaño rechinó los dientes.
—“Desde la primera vez que tuve problemas con Omar, quería divorciarme, Omar se negó y tú no me permitiste que insistiera…” —explicó Erick con calma—. “Ahora que él tiene otro interés romántico, puedo pedir el divorcio y seguramente me lo dará, así que no tengo ganas de seguir fingiendo tener un matrimonio feliz…”
Los ojos azules de Alonso se abrieron con sorpresa. Su hijo jamás se había opuesto a sus órdenes y el que lo hiciera en ese momento, lo había sacado de balance.
Pasó saliva y trató de volver a su actitud normal— escúchame bien, Erick —dijo apretando un puño—. Lo de tu divorcio no se puede hablar por teléfono y si realmente quieres que el hecho de que Omar tenga un amante ayude, mejor preséntate a la fiesta, ahora.
—“Pero…”
—Si no lo haces, apoyarás la teoría de todos, de que Omar vino con otro sujeto, porque tú te fuiste con alguien más, ¿sabes lo que eso acarreará?
—“¿Yo? ¿Irme con alguien más? Eso es imposible…”
—Ayer bailaste con un hombre que no era tu esposo, así que, tu reputación está en entredicho… Y bien sabes que en nuestra sociedad, el Omega siempre sale más perjudicado —presionó.
El silencio volvió; Alonso esperaba que esas palabras fueran suficientes para que Erick fuera a la fiesta.
—“De acuerdo, me arreglo y voy a la fiesta…”
—Me marcas cuando estés por llegar.
Con esa última indicación, colgó la llamada y le devolvió el teléfono a Agustín.
—Tu hermano vendrá pronto —anunció más seguro de la situación.
—Pero… ¿qué hay con Omar y lo que hizo? —preguntó incrédulo.
—Cuando Erick venga, nos encargaremos de eso, ahora, mantente sereno y quieto —acomodó el saco de su traje—. No queremos más habladurías de nuestra familia, si alguna familia será afectada por esta situación tan vergonzosa, serán los Acosta, ¿entendido?
Agustín no comprendía esa reacción, él con gusto podría ir y golpear a Omar, pero sintió cómo Marcel lo sujetaba del brazo y le dedicaba una mirada seria; era obvio que su amigo estaba de acuerdo con esperar también.
—De acuerdo —dijo con molestia—. Pero si cuando llegue mi hermano, ese sujeto sigue haciendo estupideces, no me voy a detener…
Alonso lo miró con altivez y sonrió— eres un Omega dominante —dijo con orgullo—, cuento con ello.
Esa era la razón por la que esa reunión decembrina era tan especial y no habría tanta gente; solo miembros muy selectos de la sociedad habían sido invitados, muy pocos periodistas también pudieron acudir y el servicio estaba a cargo directo de la servidumbre del hombre.
La mayoría de los asistentes, sabía que, pese a que la reunión de los empresarios más importantes para las inversiones de capital, era al día siguiente, era notorio que ese día era el preámbulo, donde algunos querrían iniciar y afianzar relaciones, especialmente al saber que el hijo de Diego de León estaría en ese lugar.
Agustín llegó a la recepción, pero solo cuando su padre fue por él y le abrió la puerta, bajó del vehículo.
Ese día, aunque consiguió que Alonso Salazar aceptara que fuera a la recepción, le dejó en claro que no le permitiría quedarse a solas con Julián, porque no quería arriesgarse a que el otro se aprovechara de su pureza o en el peor de los casos, algún otro Alfa.
Aunque no estuvo de acuerdo, supuso que no le quedaba opción, así que aceptó, especialmente porque su abuela también le pidió que tuviera mucho cuidado; sabía que Julián lo respetaba, pero no podía confiar en que si el celo se presentaba en el Alfa, no perdiera la cordura en cualquier momento.
Noé acompañaba a su esposo, pero no le dirigía ni la palabra, ni la mirada a Agustín. Lo odiaba por ser un hijo bastardo de su esposo, pero al haberlo reconocido legalmente, no podía oponerse a que le buscara un matrimonio adecuado, porque llevaba el apellido Salazar y durante casi tres años, las familias distinguidas, lo habían aceptado como miembro importante de su familia, por ser un Omega dominante.
Cuando los tres ingresaron a la mansión, tanto Alonso como Agustín, se dieron cuenta de las extrañas miradas de los demás invitados.
—Algo anda mal —Alonso se sintió inquieto.
Marcel y sus padres ya estaban ahí, por lo que, cuando el castaño vio a su amigo corrió hasta él, había logrado escapar de su madre, quien, aunque intentó detenerlo, no le fue posible.
—Agus, ¡¿dónde está Erick?! —preguntó de inmediato.
—¿Erick? —el pelinegro frunció el ceño—. No lo sé… ¿por qué?
—¡Omar llegó de la mano con otro sujeto! —acusó—. Todo el mundo está hablando de él y su amante, pero también hay muchas hipótesis del por qué Erick no vino, especialmente porque el primo de Miguel y Julián, tampoco ha llegado —explicó con rapidez.
—¡¿Qué?! —Alonso se sorprendió.
El hecho de que los demás insinuaran que su hijo Erick estaba con Alejandro de León, no le convenía; la reputación de su familia podría irse al demonio por esos chismes, ya que al haberlos visto bailar el día anterior, ponía a Erick en una posición comprometida y siendo Omega, era el que más perdía en esa situación.
Rodolfo, el padre de Marcel, siguió a su hijo y se acercó a Alonso
—Amigo, ¿tienes un minuto? —dijo en voz baja.
—Claro, Sánchez, ¿qué pasa? —preguntó el castaño con rapidez, tratando de controlar su ansiedad.
—Tu yerno llegó hace un momento, acompañado de alguien que no era tu hijo… —su voz era fría.
Alonso apretó la mandíbula.
—Y se supone que esta es una reunión familiar —especificó Rodolfo—. El gobernador, su gabinete y muchos de los empresarios, se encuentran sumamente ofendidos por esa osadía y actitud de mal gusto, al hacer que sus familias, tengas que convivir con… —dudó, no sabía que palabra usar—. Con una pareja ilegítima, ¿me explico?
Noé estaba tras de Alonso, pero tuvo que sujetarse de una mesita cercana; ahora toda su familia andaría en la boca de la alta sociedad por culpa del esposo de Erick.
—No puede ser… —el militar habló entre dientes.
—Agus… —Marcel sujetó el brazo de su amigo—. ¿Qué tal si le hizo algo a Erick? —preguntó con miedo.
Marcel ya sabía lo que ocurría entre el supuesto primo de Miguel y su amigo Erick, porque no solo Agustín se lo había contado todo, sino Miguel también, para explicarle lo ocurrido y que no pensara que solo lo estaba usando, así que por ello tenía miedo de que algo malo le hubiera ocurrido a Erick.
Agustín entendió lo que el castaño le insinuó y pensando que tal vez su hermano había sido descubierto y lastimado por su cuñado, sacó el celular de su saco y marcó a la casa del ojiazul.
—“Buenas noches, casa de la familia Acosta…”
—Joseph, ¡¿dónde está Erick?!
Alonso intentó tomar el celular, pero el menor se apartó unos pasos; en caso de que algo malo hubiera pasado, quería enterarse primero.
—“Buenas noches, joven Agustín…” —respondió el otro con amabilidad—. “Su hermano está pintando en el estudio, ¿necesita hablar con él?”
—¡¿Está bien?!
—“Por supuesto…”
—Pásamelo de inmediato, por favor…
—“En un momento, permítame por favor…”
El silencio reinó y Agustín esperó con el móvil en la oreja.
—¡¿Dónde está Erick?! —preguntó Alonso.
Estaba preocupado, pero no por su hijo, sino por lo que ocurriría si algo afectaba el buen nombre de su familia, en esos momentos tan críticos para los negocios.
—Joseph dijo que está en su estudio, me va a comunicar con él —señaló.
Marcel también estaba cerca de su amigo, esperando las noticias.
—“¿Hola?...” —la voz de Erick se escuchaba normal—. “Agus, ¿qué pasa?”
—¡¿Por qué no viniste a la recepción?!
El ojiazul notó claramente el tono alterado de su hermano, así que habló con toda calma— “Omar me dijo que no podría ir, así que yo tampoco podía, por eso decidí seguir con mi rutina…” —explicó con naturalidad—. “No te avisé porque supuse que estarías muy atareado arreglándote para ir y no quería molestarte…” —una risita se escuchó.
Agustín soltó el aire, era obvio que Erick estaba bien, pero de inmediato negó; Erick le decía que Omar había cancelado, pero Marcel le dijo que estaba ahí, en ese lugar, con otro hombre.
—Erick, Omar vino a la reunión —anunció fríamente.
—“¿Qué?...”
—Lo vieron con otro sujeto —su voz sonó fría—. Trajo a uno de sus amantes a un lugar donde se suponía que debía venir contigo, que eres su esposo.
El silencio reinó y Agustín se preocupó.
—¡¿Erick?! —insistió.
—“Bueno, si ya está ahí con alguien más, que lo disfrute…” —dijo con indiferencia.
—¡¿Qué estás diciendo, Erick?! —Agustín no comprendía por qué esa actitud.
—“Agus, ya sabes lo que ocurre conmigo… No soy quien para juzgarlo, si él quiere a otra persona en su vida, es mejor para mí, así me dará el divorcio si se lo pido…”
—Pero, Erick…
Agustín no pudo seguir hablando, ya que Alonso le arrebató el celular; era obvio que Erick estaba bien, así que no había nada que le impidiera estar en esa fiesta.
—¡Tienes que venir de inmediato! —ordenó.
El ojiazul reconoció la voz —“…buenas noches, padre…” —saludó con formalidad—. “Mi esposo me canceló la asistencia a esa reunión, realmente no tengo obligación de ir…” —respondió con poco interés.
—Escucha bien, Erick —el militar apretó el teléfono en su mano—. Tienes que venir, ¡porque el buen nombre de nuestra familia está en riesgo! —señaló con ira mal contenida—. Te quiero aquí en menos de una hora, ¡¿entendiste?!
Un suspiro se escuchó al otro lado del auricular— “padre, si mi esposo desea estar con alguien más, ¿por qué he de oponerme?...”
—Por qué eres su legítimo esposo —el castaño rechinó los dientes.
—“Desde la primera vez que tuve problemas con Omar, quería divorciarme, Omar se negó y tú no me permitiste que insistiera…” —explicó Erick con calma—. “Ahora que él tiene otro interés romántico, puedo pedir el divorcio y seguramente me lo dará, así que no tengo ganas de seguir fingiendo tener un matrimonio feliz…”
Los ojos azules de Alonso se abrieron con sorpresa. Su hijo jamás se había opuesto a sus órdenes y el que lo hiciera en ese momento, lo había sacado de balance.
Pasó saliva y trató de volver a su actitud normal— escúchame bien, Erick —dijo apretando un puño—. Lo de tu divorcio no se puede hablar por teléfono y si realmente quieres que el hecho de que Omar tenga un amante ayude, mejor preséntate a la fiesta, ahora.
—“Pero…”
—Si no lo haces, apoyarás la teoría de todos, de que Omar vino con otro sujeto, porque tú te fuiste con alguien más, ¿sabes lo que eso acarreará?
—“¿Yo? ¿Irme con alguien más? Eso es imposible…”
—Ayer bailaste con un hombre que no era tu esposo, así que, tu reputación está en entredicho… Y bien sabes que en nuestra sociedad, el Omega siempre sale más perjudicado —presionó.
El silencio volvió; Alonso esperaba que esas palabras fueran suficientes para que Erick fuera a la fiesta.
—“De acuerdo, me arreglo y voy a la fiesta…”
—Me marcas cuando estés por llegar.
Con esa última indicación, colgó la llamada y le devolvió el teléfono a Agustín.
—Tu hermano vendrá pronto —anunció más seguro de la situación.
—Pero… ¿qué hay con Omar y lo que hizo? —preguntó incrédulo.
—Cuando Erick venga, nos encargaremos de eso, ahora, mantente sereno y quieto —acomodó el saco de su traje—. No queremos más habladurías de nuestra familia, si alguna familia será afectada por esta situación tan vergonzosa, serán los Acosta, ¿entendido?
Agustín no comprendía esa reacción, él con gusto podría ir y golpear a Omar, pero sintió cómo Marcel lo sujetaba del brazo y le dedicaba una mirada seria; era obvio que su amigo estaba de acuerdo con esperar también.
—De acuerdo —dijo con molestia—. Pero si cuando llegue mi hermano, ese sujeto sigue haciendo estupideces, no me voy a detener…
Alonso lo miró con altivez y sonrió— eres un Omega dominante —dijo con orgullo—, cuento con ello.
Jacobo se encontraba sumamente nervioso, sentía que la presión era mucho mayor sobre su familia, después de lo ocurrido el día anterior, algo que Ulises no comprendía, pero trataba de animarlo, mientras el auto se acercaba al estacionamiento.
—Tranquilo, cariño, todo estará bien…
—No lo creo —negó el castaño—, ¿viste los chismes en las noticias? —indagó preocupado—. Hubo fotos y hasta videos, de cuando Omar se fue con otro hombre en su vehículo y no solo eso, sino que su esposo, ¡bailó con el hijo de Diego de León!
—Erick no hizo nada malo —Ulises le restó importancia.
—No, pero la gente piensa que la familia intenta hacer negocios por medio de él —acomodó su corbata con nervios.
Los chismes estaban a la orden del día, algunos insinuaban que Omar estaba dispuesto a ofrecer a su esposo a la competencia, con tal de que no le costara su lugar en el estado.
—Erick no es un Omega fácil —Ulises negó—. Además, Omar no permitiría que su esposo coqueteara con otro y no lo hizo —fijó su mirada en su esposo—. ¡Fue un baile inocente! —aseguró.
—Yo lo sé… Tú lo sabes —asintió Jacobo—, pero las demás personas no —soltó el aire con cansancio—. Solo espero que Omar se comporte esta noche.
—Nuestro hijo de seguro se dio cuenta de su error —Ulises le dio palmaditas en el brazo—. Cuando llegue con Erick, todos se darán cuenta que siguen siendo una hermosa y feliz pareja, no te preocupes.
Jacobo observó a su esposo; no quería sacarlo de su error, quería que siguiera creyendo que la relación de su hijo con su pareja, era buena, pero no sabía por cuanto tiempo podría mantener la venda de los ojos en Ulises.
Finalmente llegaron a la entrada; ambos bajaron del automóvil e ingresaron a la recepción. Apenas pusieron un pie dentro de la mansión, todas las miradas se posaron en ellos y los murmullos iniciaron; la pareja no entendía qué ocurría.
Alonso se encontraba junto a Rodolfo, ya que sus hijos eran muy amigos, tenía la excusa para no tener que hablar con otras familias, hasta solucionar la situación, así, cuando vio a Jacobo en la entrada, fue al encuentro de sus consuegros, pero Rodolfo lo acompañó, ya que no sabía qué podía ocurrir en la situación en la que se encontraban.
—Buenas noches —saludó Rodolfo con amabilidad.
—Buenas noches —respondieron los recién llegados.
—Tenemos qué hablar —dijo Adolfo con frialdad.
—¿Qué ocurre? —Jacobo sentía el olor penetrante de las feromonas del otro, un intenso olor a albahaca que lo mareaba.
—Tu hijo llegó hace rato…
—¿Omar llegó ya? —Ulises seguía sujetando el brazo de su pareja, se sentía incómodo por las miradas sobre ellos y las feromonas de su consuegro.
—Sí —Alonso lo miró con altivez—, pero no llegó con mi hijo, Erick, sino con otro sujeto y lo presentó como su pareja.
Jacobo sintió que el alma escapaba de su cuerpo. Ulises se cubrió la boca de inmediato y aguantó un momento la respiración; sintió que un grito estuvo a punto de escapar de su garganta y no quería llamar más la atención.
—¡¿Dónde está?! —indagó Jacobo de inmediato.
—Desde que llegó, se encuentra bebiendo, con su compañero, en uno de los salones secundarios... —respondió Rodolfo, tratando de hablar en voz baja, mientras hacía un ligero ademán con la cabeza hacia otro lado.
Alonso estaba enterado de lo ocurrido, porque Rodolfo le contó que, cuando Omar llegó, después de presentar a Jair como su pareja, se fueron aparte, para alejarse de las habladurías.
Jacobo soltó a su esposo, dando pasos largos para ir a dónde le había dicho el otro que encontraría a su hijo. Ulises se quedó en su lugar, como una estatua, sin saber qué hacer; Alonso ni siquiera se preocupó por lo que le ocurriera, así que Rodolfo, fue el que intentó apoyarlo, imaginando que era un momento difícil para él.
—Si quieres, puedes acompañarnos, mientras esperas, Ulises —hizo una seña hacia la zona dónde estaba su esposo e hijo, acompañados de Agustín y Noé.
El castaño se repuso con dificultad, pero tomó una decisión— no… debo ir a hablar con mi hijo también…
Dio media vuelta y siguió a su esposo, ante la mirada de todos los presentes.
Rodolfo y Alonso, volvieron con sus familias.
—Querido… —Noé le ofreció la mano a Alonso—. Necesito un poco de aire fresco, esta situación me está afectando —dijo con un gesto cansado.
—Claro, te llevaré afuera un momento…
Alonso sujetó la mano de su esposo, se disculparon con la familia Sánchez y se dirigieron a la salida.
—Parece que mi ‘madrastra’, está muy afectada por esto —dijo Agustín con sarcasmo.
—Y no es el único —Marcel observó a su padre con seriedad—. ¿Qué dijeron los padres de Omar? —preguntó el universitario con un tono ofendido.
—No creo que hayan estado enterados de esta locura de su hijo —negó el hombre con rapidez—, se mostraron sumamente alarmados por la situación.
—¡Qué horror! —Liam puso la mano en su pecho—. Esto debió ser un duro golpe para Ulises.
—Lo fue —Rodolfo bebió el contenido de su copa de inmediato—. Realmente los compadezco al tener a ese hijo.
—¡Ese sujeto es un miserable! —Agustín estaba rojo del coraje—. Ojalá se vaya antes de que llegue mi hermano, de lo contrario, yo tendré que tomar cartas en el asunto.
—Y yo te ayudo —Marcel lo secundó, pues desde que vio a Omar llegar con otro sujeto, tuvo inmensas ganas de ir a gritarle improperios y desgreñar a su acompañante.
—Cariño —Liam puso las manos en los hombros de su hijo—, esto es algo que concierne solo a las familias, Acosta y Salazar —especificó—, no puedes inmiscuirte en esa discusión.
—Erick y Agustín son mis amigos —el de lentes se cruzó de brazos—. Lo que le hagan a ellos, también me lo hacen a mí.
—Pero tu madre tiene razón —Agustín le sonrió—, nosotros somos los que debemos solucionar esto, no es bueno que también afecte a tu familia.
Rodolfo sonrió y acarició la mejilla de su hijo— además, debes estar presentable para cuando llegue tu prometido, ¿no es así?
Pensar en Miguel, hizo que el enojo disminuyera considerablemente en el castaño, especialmente al recordar lo que había ocurrido ese día.
Después de despertar y darse cuenta que el otro lo había marcado, se sintió inmensamente feliz, pero también molesto, porque debía elegir otro vestido para esa noche, así que ni siquiera pudo disfrutar otra ronda de sexo con Miguel, porque de inmediato volvió a su hogar para elegir otro conjunto, uno con el que pudiera presumir la marca en su nuca, sin problema.
Suspiró.
—Él entendería mi enojo sin problema —dijo con total seguridad.
Su padre sonrió— si de verdad te ama, aunque no lo comprenda, te apoyaría…
—¡Rodolfo!
—¿Qué? —el hombre observó a su esposo—. Es lo que yo hago contigo —le guiñó un ojo.
—Tranquilo, cariño, todo estará bien…
—No lo creo —negó el castaño—, ¿viste los chismes en las noticias? —indagó preocupado—. Hubo fotos y hasta videos, de cuando Omar se fue con otro hombre en su vehículo y no solo eso, sino que su esposo, ¡bailó con el hijo de Diego de León!
—Erick no hizo nada malo —Ulises le restó importancia.
—No, pero la gente piensa que la familia intenta hacer negocios por medio de él —acomodó su corbata con nervios.
Los chismes estaban a la orden del día, algunos insinuaban que Omar estaba dispuesto a ofrecer a su esposo a la competencia, con tal de que no le costara su lugar en el estado.
—Erick no es un Omega fácil —Ulises negó—. Además, Omar no permitiría que su esposo coqueteara con otro y no lo hizo —fijó su mirada en su esposo—. ¡Fue un baile inocente! —aseguró.
—Yo lo sé… Tú lo sabes —asintió Jacobo—, pero las demás personas no —soltó el aire con cansancio—. Solo espero que Omar se comporte esta noche.
—Nuestro hijo de seguro se dio cuenta de su error —Ulises le dio palmaditas en el brazo—. Cuando llegue con Erick, todos se darán cuenta que siguen siendo una hermosa y feliz pareja, no te preocupes.
Jacobo observó a su esposo; no quería sacarlo de su error, quería que siguiera creyendo que la relación de su hijo con su pareja, era buena, pero no sabía por cuanto tiempo podría mantener la venda de los ojos en Ulises.
Finalmente llegaron a la entrada; ambos bajaron del automóvil e ingresaron a la recepción. Apenas pusieron un pie dentro de la mansión, todas las miradas se posaron en ellos y los murmullos iniciaron; la pareja no entendía qué ocurría.
Alonso se encontraba junto a Rodolfo, ya que sus hijos eran muy amigos, tenía la excusa para no tener que hablar con otras familias, hasta solucionar la situación, así, cuando vio a Jacobo en la entrada, fue al encuentro de sus consuegros, pero Rodolfo lo acompañó, ya que no sabía qué podía ocurrir en la situación en la que se encontraban.
—Buenas noches —saludó Rodolfo con amabilidad.
—Buenas noches —respondieron los recién llegados.
—Tenemos qué hablar —dijo Adolfo con frialdad.
—¿Qué ocurre? —Jacobo sentía el olor penetrante de las feromonas del otro, un intenso olor a albahaca que lo mareaba.
—Tu hijo llegó hace rato…
—¿Omar llegó ya? —Ulises seguía sujetando el brazo de su pareja, se sentía incómodo por las miradas sobre ellos y las feromonas de su consuegro.
—Sí —Alonso lo miró con altivez—, pero no llegó con mi hijo, Erick, sino con otro sujeto y lo presentó como su pareja.
Jacobo sintió que el alma escapaba de su cuerpo. Ulises se cubrió la boca de inmediato y aguantó un momento la respiración; sintió que un grito estuvo a punto de escapar de su garganta y no quería llamar más la atención.
—¡¿Dónde está?! —indagó Jacobo de inmediato.
—Desde que llegó, se encuentra bebiendo, con su compañero, en uno de los salones secundarios... —respondió Rodolfo, tratando de hablar en voz baja, mientras hacía un ligero ademán con la cabeza hacia otro lado.
Alonso estaba enterado de lo ocurrido, porque Rodolfo le contó que, cuando Omar llegó, después de presentar a Jair como su pareja, se fueron aparte, para alejarse de las habladurías.
Jacobo soltó a su esposo, dando pasos largos para ir a dónde le había dicho el otro que encontraría a su hijo. Ulises se quedó en su lugar, como una estatua, sin saber qué hacer; Alonso ni siquiera se preocupó por lo que le ocurriera, así que Rodolfo, fue el que intentó apoyarlo, imaginando que era un momento difícil para él.
—Si quieres, puedes acompañarnos, mientras esperas, Ulises —hizo una seña hacia la zona dónde estaba su esposo e hijo, acompañados de Agustín y Noé.
El castaño se repuso con dificultad, pero tomó una decisión— no… debo ir a hablar con mi hijo también…
Dio media vuelta y siguió a su esposo, ante la mirada de todos los presentes.
Rodolfo y Alonso, volvieron con sus familias.
—Querido… —Noé le ofreció la mano a Alonso—. Necesito un poco de aire fresco, esta situación me está afectando —dijo con un gesto cansado.
—Claro, te llevaré afuera un momento…
Alonso sujetó la mano de su esposo, se disculparon con la familia Sánchez y se dirigieron a la salida.
—Parece que mi ‘madrastra’, está muy afectada por esto —dijo Agustín con sarcasmo.
—Y no es el único —Marcel observó a su padre con seriedad—. ¿Qué dijeron los padres de Omar? —preguntó el universitario con un tono ofendido.
—No creo que hayan estado enterados de esta locura de su hijo —negó el hombre con rapidez—, se mostraron sumamente alarmados por la situación.
—¡Qué horror! —Liam puso la mano en su pecho—. Esto debió ser un duro golpe para Ulises.
—Lo fue —Rodolfo bebió el contenido de su copa de inmediato—. Realmente los compadezco al tener a ese hijo.
—¡Ese sujeto es un miserable! —Agustín estaba rojo del coraje—. Ojalá se vaya antes de que llegue mi hermano, de lo contrario, yo tendré que tomar cartas en el asunto.
—Y yo te ayudo —Marcel lo secundó, pues desde que vio a Omar llegar con otro sujeto, tuvo inmensas ganas de ir a gritarle improperios y desgreñar a su acompañante.
—Cariño —Liam puso las manos en los hombros de su hijo—, esto es algo que concierne solo a las familias, Acosta y Salazar —especificó—, no puedes inmiscuirte en esa discusión.
—Erick y Agustín son mis amigos —el de lentes se cruzó de brazos—. Lo que le hagan a ellos, también me lo hacen a mí.
—Pero tu madre tiene razón —Agustín le sonrió—, nosotros somos los que debemos solucionar esto, no es bueno que también afecte a tu familia.
Rodolfo sonrió y acarició la mejilla de su hijo— además, debes estar presentable para cuando llegue tu prometido, ¿no es así?
Pensar en Miguel, hizo que el enojo disminuyera considerablemente en el castaño, especialmente al recordar lo que había ocurrido ese día.
Después de despertar y darse cuenta que el otro lo había marcado, se sintió inmensamente feliz, pero también molesto, porque debía elegir otro vestido para esa noche, así que ni siquiera pudo disfrutar otra ronda de sexo con Miguel, porque de inmediato volvió a su hogar para elegir otro conjunto, uno con el que pudiera presumir la marca en su nuca, sin problema.
Suspiró.
—Él entendería mi enojo sin problema —dijo con total seguridad.
Su padre sonrió— si de verdad te ama, aunque no lo comprenda, te apoyaría…
—¡Rodolfo!
—¿Qué? —el hombre observó a su esposo—. Es lo que yo hago contigo —le guiñó un ojo.
Omar estaba bebiendo una copa, cerca de un ventanal; Jair estaba a su lado, vistiendo con orgullo uno de los diseños exclusivos que el otro le había regalado y mirando a todos con altivez. Era obvio lo que pensaban los demás, pero él se sentía orgulloso de su hazaña.
Había logrado tomar el lugar de Erick Salazar, al menos esa noche y debía aprovechar para llamar la atención de Alejandro, cuando llegara a la recepción.
—¡Omar!
La voz de Jacobo se escuchó y Omar entornó los ojos con molestia, imaginando que el otro le daría un sermón, debido a que percibió las feromonas alteradas de su padre.
—¡¿Qué crees que haces?! —preguntó el recién llegado, observando a la pareja.
—Bebo —respondió su hijo, como si fuera lo más obvio del mundo.
—Buenas noches, señor Acosta —saludó Jair con amabilidad fingida.
Jacobo lo ignoró y fijó la mirada en su hijo— no te hagas el idiota conmigo —siseó—, ¡¿te das cuenta de la estupidez que hiciste?!
—No sé a qué te refieres —ladeó el rostro.
—Esta es una afrenta —su padre señaló a Jair con disimulo—, no solo para la familia Salazar, ¡sino para todos los invitados!
—Erick se sentía mal, así que no me pudo acompañar, pero traje a alguien que sí podía —pasó la mano por los hombros de Jair—. Además, si ese sujeto De León, quiere bailar con mi pareja, Jair puede hacerlo sin problema, ¿no es así, querido?
—Claro… —Jair sonrió.
Esa había sido la estrategia de Jair.
La noche anterior, cuando puso ebrio a Omar, atacó directamente su ego, diciéndole que su competidor solo quería quitarle a su pareja para demostrar supremacía; Erick era su esposo y no podía decirle que no se acercara al otro, porque sería mal visto socialmente, pero si lo permitía y el rubio conseguía superarlo, sería el hazme reír de toda la ciudad, así que él podría ayudarle a evitar que siguiera intentando acercarse a su pareja.
Lo que no sabía era que Omar no quería permitir que Alejandro se acercara a Erick, porque si Jair tenía razón y el ojiverde se interesaba en su esposo, seguramente su suegro querría que se divorciara y no solo no quería, sino que no le convenía.
—¡Esto es absurdo! —la voz de Ulises sorprendió a su hijo—. ¡¿Esto es por el baile de Erick con ese joven?! —preguntó incrédulo.
—Es más que solo un baile, madre —Omar lo miró con enojo—. Ese sujeto quiere demostrar que puede quitarme todo y no le voy a permitir acercarse a mi esposo de nuevo.
—Omar, ¡estás siendo irracional! —señaló Jacobo—. ¡Ese chico solo bailó con Erick por cortesía!
—No es lo que dicen los periódicos —Jair se cruzó de brazos y habló con voz que fingía ser un murmullo, pero era audible para los que estaban en esa discusión.
—Por favor, no te metas en este asunto, es familiar —Ulises miró a Jair con desprecio, era obvio para él que ese chico era uno de los amantes de su hijo.
Jair quiso decirle improperios a Ulises, pero se contuvo; no era el momento de llamar la atención de esa manera.
—Disculpe —forzó una sonrisa—. Será mejor que los deje hablar a solas… Con permiso.
Jair se apartó de la familia Acosta y se perdió entre los invitados del salón; debía mantener un perfil bajo hasta que llegara su verdadero objetivo y buscar quien pudiera ayudarlo, ya que esa noche no estaba el mesero que le facilitaba las cosas.
«Mientras Omar entretiene a sus padres, yo prepararé mi próximo movimiento…» apretó la delicada bolsa que llevaba en mano, la cual contenía dinero y un pequeño frasquito que había guardado antes de salir de su departamento.
Había logrado tomar el lugar de Erick Salazar, al menos esa noche y debía aprovechar para llamar la atención de Alejandro, cuando llegara a la recepción.
—¡Omar!
La voz de Jacobo se escuchó y Omar entornó los ojos con molestia, imaginando que el otro le daría un sermón, debido a que percibió las feromonas alteradas de su padre.
—¡¿Qué crees que haces?! —preguntó el recién llegado, observando a la pareja.
—Bebo —respondió su hijo, como si fuera lo más obvio del mundo.
—Buenas noches, señor Acosta —saludó Jair con amabilidad fingida.
Jacobo lo ignoró y fijó la mirada en su hijo— no te hagas el idiota conmigo —siseó—, ¡¿te das cuenta de la estupidez que hiciste?!
—No sé a qué te refieres —ladeó el rostro.
—Esta es una afrenta —su padre señaló a Jair con disimulo—, no solo para la familia Salazar, ¡sino para todos los invitados!
—Erick se sentía mal, así que no me pudo acompañar, pero traje a alguien que sí podía —pasó la mano por los hombros de Jair—. Además, si ese sujeto De León, quiere bailar con mi pareja, Jair puede hacerlo sin problema, ¿no es así, querido?
—Claro… —Jair sonrió.
Esa había sido la estrategia de Jair.
La noche anterior, cuando puso ebrio a Omar, atacó directamente su ego, diciéndole que su competidor solo quería quitarle a su pareja para demostrar supremacía; Erick era su esposo y no podía decirle que no se acercara al otro, porque sería mal visto socialmente, pero si lo permitía y el rubio conseguía superarlo, sería el hazme reír de toda la ciudad, así que él podría ayudarle a evitar que siguiera intentando acercarse a su pareja.
Lo que no sabía era que Omar no quería permitir que Alejandro se acercara a Erick, porque si Jair tenía razón y el ojiverde se interesaba en su esposo, seguramente su suegro querría que se divorciara y no solo no quería, sino que no le convenía.
—¡Esto es absurdo! —la voz de Ulises sorprendió a su hijo—. ¡¿Esto es por el baile de Erick con ese joven?! —preguntó incrédulo.
—Es más que solo un baile, madre —Omar lo miró con enojo—. Ese sujeto quiere demostrar que puede quitarme todo y no le voy a permitir acercarse a mi esposo de nuevo.
—Omar, ¡estás siendo irracional! —señaló Jacobo—. ¡Ese chico solo bailó con Erick por cortesía!
—No es lo que dicen los periódicos —Jair se cruzó de brazos y habló con voz que fingía ser un murmullo, pero era audible para los que estaban en esa discusión.
—Por favor, no te metas en este asunto, es familiar —Ulises miró a Jair con desprecio, era obvio para él que ese chico era uno de los amantes de su hijo.
Jair quiso decirle improperios a Ulises, pero se contuvo; no era el momento de llamar la atención de esa manera.
—Disculpe —forzó una sonrisa—. Será mejor que los deje hablar a solas… Con permiso.
Jair se apartó de la familia Acosta y se perdió entre los invitados del salón; debía mantener un perfil bajo hasta que llegara su verdadero objetivo y buscar quien pudiera ayudarlo, ya que esa noche no estaba el mesero que le facilitaba las cosas.
«Mientras Omar entretiene a sus padres, yo prepararé mi próximo movimiento…» apretó la delicada bolsa que llevaba en mano, la cual contenía dinero y un pequeño frasquito que había guardado antes de salir de su departamento.
Alejandro y sus amigos llegaron a la mansión, dónde sería la recepción de esa noche.
Debido a que era una reunión pequeña, solo fueron invitados algunos miembros selectos de la sociedad y eso mantenía tranquilo al rubio, sabiendo que no necesitaría codearse con muchas personas. Apenas ingresaron al salón principal, Germán y su esposa, dejaron a los universitarios a solas, para que fueran libres de moverse por el lugar y no fueran obligados a entablar conversación con alguien que no quisieran, algo que los visitantes agradecían, pues la mayoría de los empresarios, con la excusa de saludar a Germán y su familia, se acercaban a ellos con mayor rapidez.
Miguel y Julián se apartaron del grupo de inmediato, en busca de sus respectivas parejas, así que los demás se quedaron cerca de Alejandro.
—Hoy será una noche aburrida —David sujetó una copa y bebió un poco.
—¿Aburrida? ¿No verás a tu chico Maple? —Dimitry también sujetó una copa de vino que le ofrecieron y la olió antes de beberla.
—Hoy no trabaja —suspiró—, lo invité a acompañarme, pero quedó muy cansado por nuestro encuentro —sonrió con orgullo—, así que tuve que venir solo.
—¿En serio lo sedujiste, tan pronto? —Fabián estaba incrédulo, conocía a Luis y no imaginaba que fuera Omega.
—¡Por supuesto! —asintió—. Es el hombre que esperé toda mi vida.
—Solo espero que no sea un juego —Fabián lo miró con seriedad—, aunque lo conozco poco en persona, sé que su familia es muy seria.
—No es un juego —negó—, Luis Jiménez pronto llevará mi apellido y tendrá a mis hijos.
—Ahí dónde lo ves, es la primera vez que está tan ilusionado —se burló Iván— y seguramente no dejará escapar al pobre Omega con tanta facilidad.
Los cuatro rieron ante la aseveración de Iván, pero el ruso volteó a ver a Alejandro.
—Estás muy serio, ¿qué ocurre?
—Es extraño… —el rubio frunció el ceño y habló en voz baja—. Percibo las asquerosas feromonas del esposo de Erick, pero no las de él.
—Alex, hay muchos Alfas y Omegas aquí —Iván señaló al salón, dónde se conglomeraban los invitados—, tal vez las confundes.
—No, no las confundo… —aseguró—. Erick no está aquí, pero su esposo sí…
—¿Crees que no vino por algo? —David acomodó sus gafas.
Los músculos del rubio se tensaron, al recordar todas las cicatrices que había visto en el cuerpo de Erick— si se atrevió a lastimarlo… —apretó los puños.
—Alex, cálmate, si te alteras, los demás se darán cuenta con facilidad —señaló el ruso en voz baja.
—Ahí vienen Juls y Mike —dijo Iván, señalando a sus amigos.
El ojiverde levantó el rostro y observó a sus amigos, que eran acompañados por Agustín y Marcel.
—Alex —Julián se acercó a su amigo—, el Conejo no vino…
—¡¿Por qué?! —la mirada verde se posó en Agustín de inmediato, temiendo que le dijera que estaba mal.
—El imbécil de Omar, trajo a uno de sus amantes en lugar de mi hermano —respondió con rapidez.
—¡Es la comidilla de la recepción! —secundó Marcel, sin soltar la mano de Miguel, pero mirando a Fabián, quien seguramente entendería lo grave de la situación.
—¿Trajo a un amante? —Fabián frunció el ceño—. ¡¿Justo a la reunión del gobernador del estado?!
Fabián estaba consciente que algunas fiestas eran más importantes que otras y esa, específicamente, era la más importante, porque según su padre, los invitados no solo tenían un alto estatus social, sino político.
—¡¿En qué diablos estaba pensando?!
—Pues parece que no pensó en nada, para cometer una estupidez de ese nivel —Miguel lo miró con seriedad.
—Está cavando su propia tumba —David sonrió divertido.
—A menos que tenga un As bajo la manga —Iván se cruzó de brazos.
—Lo dudo —Dima negó y bebió más de su copa—, ese sujeto no tiene nada para competir en negocios…
Esas palabras llamaron la atención de Agustín y Marcel, pues según ellos, la familia Acosta era muy poderosa.
Por su parte, Alejandro suspiró— si mi Conejo no está en la fiesta, no tiene caso que yo esté aquí.
—Llegará pronto —Agustín habló, llamando la atención del otro—. Su padre le ordenó venir, para callar la boca de todos —entornó los ojos.
—Y ahora que tú estás aquí, solo —Marcel lo señaló—, si Erick llega de igual manera, por su parte, la familia Salazar estará libre de pecado y todo recaerá en la familia Acosta.
—¿Qué tengo que ver yo? —el rubio no comprendía las palabras del otro.
—Hay rumores de que tú y mi hermano, no estaban en esta reunión porque estaban juntos —especificó Agustín—, debido a que bailaron ayer…
—Y por eso, Omar vino con alguien más —terminó Marcel con obviedad.
—Ojalá fuera cierto… —el ojiverde sonrió con sarcasmo.
—Si los rumores ya iniciaron, hay que andarnos con cuidado —Julián estaba tratando de ser objetivo.
—No puedes dar un paso en falso, Alex —presionó Miguel.
—Pero no he hecho nada… aun.
—Ese es el punto —David lo señaló—. Ahora menos que nunca puedes cometer un error, así que por favor, trata de controlarte.
—¡Me controlo! —de defendió.
—Y trata de ser menos obvio —Dimitry lo miró de soslayo.
—Yo no soy obvio.
—Alex… —Iván suspiró—. Si todo el mundo piensa que tú y el Conejo, tienen algo que ver, es porque no has ocultado tu interés lo suficiente.
—¡Por favor!
—Ellos tienen razón —Marcel asintió—. Creo que todos se han dado cuenta que la actitud que tienes hacia Erick, no es normal.
—Hasta los periódicos lo dicen —suspiró Agustín.
—Está bien, está bien… —Alejandro guardó silencio un momento—. Trataré de controlarme más y ser menos obvio, ¿de acuerdo?
—Mucho mejor —David asintió.
—Ahora, mantente al margen de este problema —Fabián lo señaló—. Una situación así, va a llamar la atención de manera social…
—Ya lo hizo, Fabi —el tono de Marcel era molesto—. Para mañana, todos los periódicos y las noticias locales, van a hablar de esto, ¡créeme!
—Lo sé —asintió el castaño, pues sabía muy bien cómo eran las cosas en su ciudad—, pero es mejor que Alejandro no esté en la luz de los reflectores o será más difícil que pueda ocultar lo que ocurre.
—Y eso afectaría los negocios que queremos concretar pronto —Dimitry asintió.
—Tal vez, Alex debe retirarse en cuanto Erick llegue —David miró a su amigo.
—No —negó—, no pienso irme solo por guardar las apariencias.
—El problema no sería para ti —Agustín lo miró con seriedad—, sino para mi hermano, por ser Omega —su rostro mostraba preocupación—. Por favor, Erick ya ha pasado por mucho, no permitas que las habladurías por esta situación, lo afecten más…
Esas palabras fueron como un balde de agua helada para Alejandro.
Nunca le había importado lo que dijeran de él, pero en ese momento, era Erick el que podía salir más perjudicado. No lo quería dejar solo, pero tenía que actuar de una manera que no le afectara a su Destinado, no hasta que pudiera protegerlo de todo, de manera segura.
—De acuerdo, en cuanto Erick llegue, inventaré una excusa para irme —dijo con cansancio—. Pero solo lo hago, para que no se vea afectado socialmente, no porque no quiera estar con él, ¿de acuerdo?
—Gracias… —Agustín se sintió satisfecho, al menos, ese chico pensaba en el bienestar de su hermano, a diferencia de Omar.
—Esto me va a costar más de lo que te imaginas…
—Por ahora, trata de mezclarte —Fabián hizo un ademán a los demás invitados—. Todos deben ver que tu actitud con Erick es común con otros también y no es solo porque te interese o tratas de favorecerlo.
El rubio entornó los ojos— detesto socializar…
—Solo será un rato —Iván le pasó la mano por los hombros—. Te acompañamos, saludas y luego te ayudamos a apartarte como siempre… ¿no es así? —preguntó para sus amigos.
—Esta noche no tengo nada mejor qué hacer, así que, cuenta conmigo —David asintió.
—Socializar tampoco es lo mío —Dimitry sonrió—, pero nunca está de más conocer a otras personas, en caso de necesitar algún favor.
—Yo debo volver cerca del padre de Erick —Agustín buscó la mirada de Julián—, no quiero que me envíe a casa temprano, por si mi hermano necesita ayuda con el imbécil de Omar.
—Yo te acompaño —Julián lo sujetó de la mano y la pareja se apartó, yendo a buscar un lugar cerca del militar, para estar al alcance de su vista.
—¿Qué nos dices tú, Marcel? —preguntó Fabián a su amigo —. ¿Nos ayudas?
El de lentes sonrió y se puso delante de Miguel, sujetando las manos del otro, para hacer que lo abrazara— quería hacer una presentación formal de mi prometido a mi padre, pero esta noche ya no podré ser el centro de atención —se alzó de hombros—, así que será mejor posponerlo y enfocarnos en este asunto —sonrió divertido—. Si quieren socializar y hablar con las personas, están de suerte —dijo con orgullo—. ¡Yo soy la persona indicada para introducirlos en la alta sociedad de la ciudad!
Debido a que era una reunión pequeña, solo fueron invitados algunos miembros selectos de la sociedad y eso mantenía tranquilo al rubio, sabiendo que no necesitaría codearse con muchas personas. Apenas ingresaron al salón principal, Germán y su esposa, dejaron a los universitarios a solas, para que fueran libres de moverse por el lugar y no fueran obligados a entablar conversación con alguien que no quisieran, algo que los visitantes agradecían, pues la mayoría de los empresarios, con la excusa de saludar a Germán y su familia, se acercaban a ellos con mayor rapidez.
Miguel y Julián se apartaron del grupo de inmediato, en busca de sus respectivas parejas, así que los demás se quedaron cerca de Alejandro.
—Hoy será una noche aburrida —David sujetó una copa y bebió un poco.
—¿Aburrida? ¿No verás a tu chico Maple? —Dimitry también sujetó una copa de vino que le ofrecieron y la olió antes de beberla.
—Hoy no trabaja —suspiró—, lo invité a acompañarme, pero quedó muy cansado por nuestro encuentro —sonrió con orgullo—, así que tuve que venir solo.
—¿En serio lo sedujiste, tan pronto? —Fabián estaba incrédulo, conocía a Luis y no imaginaba que fuera Omega.
—¡Por supuesto! —asintió—. Es el hombre que esperé toda mi vida.
—Solo espero que no sea un juego —Fabián lo miró con seriedad—, aunque lo conozco poco en persona, sé que su familia es muy seria.
—No es un juego —negó—, Luis Jiménez pronto llevará mi apellido y tendrá a mis hijos.
—Ahí dónde lo ves, es la primera vez que está tan ilusionado —se burló Iván— y seguramente no dejará escapar al pobre Omega con tanta facilidad.
Los cuatro rieron ante la aseveración de Iván, pero el ruso volteó a ver a Alejandro.
—Estás muy serio, ¿qué ocurre?
—Es extraño… —el rubio frunció el ceño y habló en voz baja—. Percibo las asquerosas feromonas del esposo de Erick, pero no las de él.
—Alex, hay muchos Alfas y Omegas aquí —Iván señaló al salón, dónde se conglomeraban los invitados—, tal vez las confundes.
—No, no las confundo… —aseguró—. Erick no está aquí, pero su esposo sí…
—¿Crees que no vino por algo? —David acomodó sus gafas.
Los músculos del rubio se tensaron, al recordar todas las cicatrices que había visto en el cuerpo de Erick— si se atrevió a lastimarlo… —apretó los puños.
—Alex, cálmate, si te alteras, los demás se darán cuenta con facilidad —señaló el ruso en voz baja.
—Ahí vienen Juls y Mike —dijo Iván, señalando a sus amigos.
El ojiverde levantó el rostro y observó a sus amigos, que eran acompañados por Agustín y Marcel.
—Alex —Julián se acercó a su amigo—, el Conejo no vino…
—¡¿Por qué?! —la mirada verde se posó en Agustín de inmediato, temiendo que le dijera que estaba mal.
—El imbécil de Omar, trajo a uno de sus amantes en lugar de mi hermano —respondió con rapidez.
—¡Es la comidilla de la recepción! —secundó Marcel, sin soltar la mano de Miguel, pero mirando a Fabián, quien seguramente entendería lo grave de la situación.
—¿Trajo a un amante? —Fabián frunció el ceño—. ¡¿Justo a la reunión del gobernador del estado?!
Fabián estaba consciente que algunas fiestas eran más importantes que otras y esa, específicamente, era la más importante, porque según su padre, los invitados no solo tenían un alto estatus social, sino político.
—¡¿En qué diablos estaba pensando?!
—Pues parece que no pensó en nada, para cometer una estupidez de ese nivel —Miguel lo miró con seriedad.
—Está cavando su propia tumba —David sonrió divertido.
—A menos que tenga un As bajo la manga —Iván se cruzó de brazos.
—Lo dudo —Dima negó y bebió más de su copa—, ese sujeto no tiene nada para competir en negocios…
Esas palabras llamaron la atención de Agustín y Marcel, pues según ellos, la familia Acosta era muy poderosa.
Por su parte, Alejandro suspiró— si mi Conejo no está en la fiesta, no tiene caso que yo esté aquí.
—Llegará pronto —Agustín habló, llamando la atención del otro—. Su padre le ordenó venir, para callar la boca de todos —entornó los ojos.
—Y ahora que tú estás aquí, solo —Marcel lo señaló—, si Erick llega de igual manera, por su parte, la familia Salazar estará libre de pecado y todo recaerá en la familia Acosta.
—¿Qué tengo que ver yo? —el rubio no comprendía las palabras del otro.
—Hay rumores de que tú y mi hermano, no estaban en esta reunión porque estaban juntos —especificó Agustín—, debido a que bailaron ayer…
—Y por eso, Omar vino con alguien más —terminó Marcel con obviedad.
—Ojalá fuera cierto… —el ojiverde sonrió con sarcasmo.
—Si los rumores ya iniciaron, hay que andarnos con cuidado —Julián estaba tratando de ser objetivo.
—No puedes dar un paso en falso, Alex —presionó Miguel.
—Pero no he hecho nada… aun.
—Ese es el punto —David lo señaló—. Ahora menos que nunca puedes cometer un error, así que por favor, trata de controlarte.
—¡Me controlo! —de defendió.
—Y trata de ser menos obvio —Dimitry lo miró de soslayo.
—Yo no soy obvio.
—Alex… —Iván suspiró—. Si todo el mundo piensa que tú y el Conejo, tienen algo que ver, es porque no has ocultado tu interés lo suficiente.
—¡Por favor!
—Ellos tienen razón —Marcel asintió—. Creo que todos se han dado cuenta que la actitud que tienes hacia Erick, no es normal.
—Hasta los periódicos lo dicen —suspiró Agustín.
—Está bien, está bien… —Alejandro guardó silencio un momento—. Trataré de controlarme más y ser menos obvio, ¿de acuerdo?
—Mucho mejor —David asintió.
—Ahora, mantente al margen de este problema —Fabián lo señaló—. Una situación así, va a llamar la atención de manera social…
—Ya lo hizo, Fabi —el tono de Marcel era molesto—. Para mañana, todos los periódicos y las noticias locales, van a hablar de esto, ¡créeme!
—Lo sé —asintió el castaño, pues sabía muy bien cómo eran las cosas en su ciudad—, pero es mejor que Alejandro no esté en la luz de los reflectores o será más difícil que pueda ocultar lo que ocurre.
—Y eso afectaría los negocios que queremos concretar pronto —Dimitry asintió.
—Tal vez, Alex debe retirarse en cuanto Erick llegue —David miró a su amigo.
—No —negó—, no pienso irme solo por guardar las apariencias.
—El problema no sería para ti —Agustín lo miró con seriedad—, sino para mi hermano, por ser Omega —su rostro mostraba preocupación—. Por favor, Erick ya ha pasado por mucho, no permitas que las habladurías por esta situación, lo afecten más…
Esas palabras fueron como un balde de agua helada para Alejandro.
Nunca le había importado lo que dijeran de él, pero en ese momento, era Erick el que podía salir más perjudicado. No lo quería dejar solo, pero tenía que actuar de una manera que no le afectara a su Destinado, no hasta que pudiera protegerlo de todo, de manera segura.
—De acuerdo, en cuanto Erick llegue, inventaré una excusa para irme —dijo con cansancio—. Pero solo lo hago, para que no se vea afectado socialmente, no porque no quiera estar con él, ¿de acuerdo?
—Gracias… —Agustín se sintió satisfecho, al menos, ese chico pensaba en el bienestar de su hermano, a diferencia de Omar.
—Esto me va a costar más de lo que te imaginas…
—Por ahora, trata de mezclarte —Fabián hizo un ademán a los demás invitados—. Todos deben ver que tu actitud con Erick es común con otros también y no es solo porque te interese o tratas de favorecerlo.
El rubio entornó los ojos— detesto socializar…
—Solo será un rato —Iván le pasó la mano por los hombros—. Te acompañamos, saludas y luego te ayudamos a apartarte como siempre… ¿no es así? —preguntó para sus amigos.
—Esta noche no tengo nada mejor qué hacer, así que, cuenta conmigo —David asintió.
—Socializar tampoco es lo mío —Dimitry sonrió—, pero nunca está de más conocer a otras personas, en caso de necesitar algún favor.
—Yo debo volver cerca del padre de Erick —Agustín buscó la mirada de Julián—, no quiero que me envíe a casa temprano, por si mi hermano necesita ayuda con el imbécil de Omar.
—Yo te acompaño —Julián lo sujetó de la mano y la pareja se apartó, yendo a buscar un lugar cerca del militar, para estar al alcance de su vista.
—¿Qué nos dices tú, Marcel? —preguntó Fabián a su amigo —. ¿Nos ayudas?
El de lentes sonrió y se puso delante de Miguel, sujetando las manos del otro, para hacer que lo abrazara— quería hacer una presentación formal de mi prometido a mi padre, pero esta noche ya no podré ser el centro de atención —se alzó de hombros—, así que será mejor posponerlo y enfocarnos en este asunto —sonrió divertido—. Si quieren socializar y hablar con las personas, están de suerte —dijo con orgullo—. ¡Yo soy la persona indicada para introducirlos en la alta sociedad de la ciudad!
Alejandro y sus amigos entablaron conversación con varias personas, gracias a Marcel. El rubio debía admitir que el novio de Miguel era muy bueno en relaciones sociales, aun así, después de varios minutos, que para él fueron eternos, decidió apartarse y dejar todo en manos de sus amigos. En el fondo, estaba ansioso por la llegada de Erick, ya que no sabía cuánto tiempo tendría que esperarlo.
Con una simple excusa, se apartó de la algarabía de la reunión y los invitados, yendo a uno de los balcones frontales de la casa; como lo había hecho en las anteriores reuniones, parecía ser una costumbre suya y nadie le dijo nada.
Tenía muchas emociones y sentimientos mezclados. Por una parte, se sentía inquieto por la situación de Erick debido a sus acciones, pero en el fondo, se sentía feliz de que las personas pensaran que ellos tenían algo que ver, pues era lo que más deseaba. También estaba ansioso; sentía que el tiempo no era el suficiente para lograr su cometido, así que tenía que zanjar la situación comercial al día siguiente, para apartar a Omar de Erick, lo más rápido posible y tener el camino libre.
Mientras estaba perdido en sus pensamientos y su mirada verde observaba los vehículos llegar, esperando el arribo de su Conejo, un joven del servicio llegó hasta él.
—Buenas noches, traigo una bebida para usted —comentó con amabilidad, llamando la atención del rubio—. De parte de los anfitriones.
Alejandro observó la copa y luego su mirada se posó en el mesero, quien pareció temblar; sonrió con sarcasmo y sujetó el recipiente— gracias —dijo con frialdad y se giró para seguir viendo hacia el exterior.
El joven se apartó casi corriendo y cuando pasó por un pasillo, una mano lo sujetó del brazo.
—¿Lo aceptó? —preguntó Jair en voz baja.
—Sí —asintió el chico.
—¡¿Y lo bebió?! —insistió el pelinegro.
—Creo que sí —el mesero pasó saliva—. Su mirada da miedo, pero creo que no dudó en que era un ofrecimiento de los anfitriones.
—¡Bien! —Jair sonrió emocionado, «Ese afrodisiaco lo hará entrar en celo pronto, así que debo acercarme rápido…» pensó con emoción y sacó el dinero que había preparado con antelación—. Aquí está tu paga —le entregó el efectivo al jovencito—, gracias por todo, especialmente la discreción…
El chico asintió y se retiró de inmediato.
Jair esperó a que se perdiera entre la gente; había tardado en encontrar a un sirviente que hiciera el trabajo y tuvo que pagar más de lo que había planeado, pero suponía que había valido la pena.
El pelinegro respiró y se relajó, antes de acercarse hasta Alejandro, con algo de precaución; al ver que el rubio tenía la copa en su mano, pero vacía, se sintió con mayor confianza.
—¡Buenas noches! —saludó Jair, caminando con lentitud—. Nos vemos de nuevo, Alex —sonrió coqueto.
Alejandro lo miró de soslayo y mantuvo su gesto impasible— ¿cuántas veces tengo que decirte que no me tutees? —comentó molesto.
—Bueno, creí que lo de ayer había quedado en el olvido —se alzó de hombros y caminó hasta quedar al lado del rubio—. Además, tal vez hoy necesites mi compañía…
Alejandro levantó una ceja y luego rió— fuiste tú el que envió la copa con el afrodisiaco, ¿cierto?
—¡¿Qué?! —el gesto de Jair mostró el asombro.
—¿En serio creíste que yo, siendo un Alfa dominante, no iba a percibir el olor extraño en esa bebida?
«¡¿Se dio cuenta?!» el pelinegro se estremeció.
El ojiverde borró la sonrisa de sus labios y el intenso olor de sus feromonas apareció; era un ataque directo a Jair, quien no se pudo sostener y cayó hincado en el piso, abrazándose y temblando de terror.
Alejandro dio unos pasos, hasta quedar frente a Jair y se inclinó— no voy a caer tan fácil en esos trucos estúpidos —dijo entre dientes—. No serás el primero, ni el último que lo intente, así que mejor busca otra presa… —soltó la copa y esta cayó entre las piernas de Jair, pero no se quebró, ya que la tela de la ropa que portaba, amortiguo la caída—. Es el tercer aviso —sonrió de lado— y te advierto, no habrá una próxima amenaza, porque si intentas hacer algo de nuevo, tendré que actuar yo y créeme, no te va a gustar lo que haga…
Jair no podía controlar los escalofríos; no había tenido oportunidad de conocer a un Alfa dominante y no sabía que sería tan difícil enfrentarse a las feromonas de uno, pero a pesar de todo, no iba a darse por vencido.
Alejandro dio unos pasos apartándose de él, cuando Jair se obligó a hablar.
—¡Espera! —gritó con una voz que parecía estar a punto de quebrarse por el llanto—. ¡¿Qué tengo que hacer para que me tomes en cuenta?! —preguntó desesperado.
Alejandro lo miró por encima de su hombro— ¿tomarte en cuenta? —se burló—. ¿Cómo podría tomar en cuenta a una persona que no me interesa, ni me sirve? —indagó con sarcasmo—. No tienes nada que ofrecerme y mucho menos, si solo eres el amante de alguien más.
—¡¿Qué?! —el susto se reflejó en los ojos de Jair.
—Puedo percibir en todo tu cuerpo, las feromonas de alguien más —especificó Alejandro con un gesto de desagrado—, estás impregnado de la esencia de alguien con el que yo no tengo una muy buena relación, ¿no es así?
—No es… —el pelinegro pasó saliva con dificultad—. No es lo que crees —titubeó—. Quería venir a esta fiesta… para acercarme a ti, ¡lo juro! Estoy dispuesto a hacer lo que sea para que me des una oportunidad, ¡por favor! —quería acercarse al rubio, pero no podía ponerse de pie—. Incluso si tengo que estar con alguien más… estoy dispuesto a hacerlo, con tal de demostrarte que soy capaz de lo que sea, ¡por ti!
Alejandro sintió que se le revolvía el estómago por esas palabras y la actitud del otro; si detestaba a los Omegas que se le ofrecían con facilidad, detestaba aún más a los que no tenían dignidad.
—A mí no me gusta compartir —sentenció y dio media vuelta, alejándose de Jair.
Jair miró incrédulo al rubio cuando se alejó; sentía un nudo en su garganta. Ya había intentado todo lo que podía para llamar la atención de Alejandro, incluso suplicarle, pero no había tenido suerte.
—¿Por qué…? —apretó los puños y tembló de coraje.
“No tienes nada que ofrecerme y mucho menos, si solo eres el amante de alguien más… A mí no me gusta compartir…”
Esas palabras hicieron eco en la mente de Jair. Si eso era cierto, entonces había tenido razón en lo que le dijo a Omar, sobre el por qué Alejandro se había acercado a Erick; no le interesaba en realidad, porque no compartiría al príncipe Omega, pero sí podía obtener algo de él.
—Tenía razón, te interesa, porque es su esposo… —musitó—. Quieres ganarle a Omar y crees que él te va a ayudar, ¿no es así?
Pasó la mano por su cabello y ejerció presión; su mente había sido afectada por las feromonas de Alejandro, pero debía poner sus pensamientos en claro, para poder actuar.
—Si yo te demuestro que puedo ayudarte… me pondrás atención… —sonrió burlonamente—. Si destruyo a Omar por ti, me darás una oportunidad… porque demostraré que soy útil para tus intereses…
Con una simple excusa, se apartó de la algarabía de la reunión y los invitados, yendo a uno de los balcones frontales de la casa; como lo había hecho en las anteriores reuniones, parecía ser una costumbre suya y nadie le dijo nada.
Tenía muchas emociones y sentimientos mezclados. Por una parte, se sentía inquieto por la situación de Erick debido a sus acciones, pero en el fondo, se sentía feliz de que las personas pensaran que ellos tenían algo que ver, pues era lo que más deseaba. También estaba ansioso; sentía que el tiempo no era el suficiente para lograr su cometido, así que tenía que zanjar la situación comercial al día siguiente, para apartar a Omar de Erick, lo más rápido posible y tener el camino libre.
Mientras estaba perdido en sus pensamientos y su mirada verde observaba los vehículos llegar, esperando el arribo de su Conejo, un joven del servicio llegó hasta él.
—Buenas noches, traigo una bebida para usted —comentó con amabilidad, llamando la atención del rubio—. De parte de los anfitriones.
Alejandro observó la copa y luego su mirada se posó en el mesero, quien pareció temblar; sonrió con sarcasmo y sujetó el recipiente— gracias —dijo con frialdad y se giró para seguir viendo hacia el exterior.
El joven se apartó casi corriendo y cuando pasó por un pasillo, una mano lo sujetó del brazo.
—¿Lo aceptó? —preguntó Jair en voz baja.
—Sí —asintió el chico.
—¡¿Y lo bebió?! —insistió el pelinegro.
—Creo que sí —el mesero pasó saliva—. Su mirada da miedo, pero creo que no dudó en que era un ofrecimiento de los anfitriones.
—¡Bien! —Jair sonrió emocionado, «Ese afrodisiaco lo hará entrar en celo pronto, así que debo acercarme rápido…» pensó con emoción y sacó el dinero que había preparado con antelación—. Aquí está tu paga —le entregó el efectivo al jovencito—, gracias por todo, especialmente la discreción…
El chico asintió y se retiró de inmediato.
Jair esperó a que se perdiera entre la gente; había tardado en encontrar a un sirviente que hiciera el trabajo y tuvo que pagar más de lo que había planeado, pero suponía que había valido la pena.
El pelinegro respiró y se relajó, antes de acercarse hasta Alejandro, con algo de precaución; al ver que el rubio tenía la copa en su mano, pero vacía, se sintió con mayor confianza.
—¡Buenas noches! —saludó Jair, caminando con lentitud—. Nos vemos de nuevo, Alex —sonrió coqueto.
Alejandro lo miró de soslayo y mantuvo su gesto impasible— ¿cuántas veces tengo que decirte que no me tutees? —comentó molesto.
—Bueno, creí que lo de ayer había quedado en el olvido —se alzó de hombros y caminó hasta quedar al lado del rubio—. Además, tal vez hoy necesites mi compañía…
Alejandro levantó una ceja y luego rió— fuiste tú el que envió la copa con el afrodisiaco, ¿cierto?
—¡¿Qué?! —el gesto de Jair mostró el asombro.
—¿En serio creíste que yo, siendo un Alfa dominante, no iba a percibir el olor extraño en esa bebida?
«¡¿Se dio cuenta?!» el pelinegro se estremeció.
El ojiverde borró la sonrisa de sus labios y el intenso olor de sus feromonas apareció; era un ataque directo a Jair, quien no se pudo sostener y cayó hincado en el piso, abrazándose y temblando de terror.
Alejandro dio unos pasos, hasta quedar frente a Jair y se inclinó— no voy a caer tan fácil en esos trucos estúpidos —dijo entre dientes—. No serás el primero, ni el último que lo intente, así que mejor busca otra presa… —soltó la copa y esta cayó entre las piernas de Jair, pero no se quebró, ya que la tela de la ropa que portaba, amortiguo la caída—. Es el tercer aviso —sonrió de lado— y te advierto, no habrá una próxima amenaza, porque si intentas hacer algo de nuevo, tendré que actuar yo y créeme, no te va a gustar lo que haga…
Jair no podía controlar los escalofríos; no había tenido oportunidad de conocer a un Alfa dominante y no sabía que sería tan difícil enfrentarse a las feromonas de uno, pero a pesar de todo, no iba a darse por vencido.
Alejandro dio unos pasos apartándose de él, cuando Jair se obligó a hablar.
—¡Espera! —gritó con una voz que parecía estar a punto de quebrarse por el llanto—. ¡¿Qué tengo que hacer para que me tomes en cuenta?! —preguntó desesperado.
Alejandro lo miró por encima de su hombro— ¿tomarte en cuenta? —se burló—. ¿Cómo podría tomar en cuenta a una persona que no me interesa, ni me sirve? —indagó con sarcasmo—. No tienes nada que ofrecerme y mucho menos, si solo eres el amante de alguien más.
—¡¿Qué?! —el susto se reflejó en los ojos de Jair.
—Puedo percibir en todo tu cuerpo, las feromonas de alguien más —especificó Alejandro con un gesto de desagrado—, estás impregnado de la esencia de alguien con el que yo no tengo una muy buena relación, ¿no es así?
—No es… —el pelinegro pasó saliva con dificultad—. No es lo que crees —titubeó—. Quería venir a esta fiesta… para acercarme a ti, ¡lo juro! Estoy dispuesto a hacer lo que sea para que me des una oportunidad, ¡por favor! —quería acercarse al rubio, pero no podía ponerse de pie—. Incluso si tengo que estar con alguien más… estoy dispuesto a hacerlo, con tal de demostrarte que soy capaz de lo que sea, ¡por ti!
Alejandro sintió que se le revolvía el estómago por esas palabras y la actitud del otro; si detestaba a los Omegas que se le ofrecían con facilidad, detestaba aún más a los que no tenían dignidad.
—A mí no me gusta compartir —sentenció y dio media vuelta, alejándose de Jair.
Jair miró incrédulo al rubio cuando se alejó; sentía un nudo en su garganta. Ya había intentado todo lo que podía para llamar la atención de Alejandro, incluso suplicarle, pero no había tenido suerte.
—¿Por qué…? —apretó los puños y tembló de coraje.
“No tienes nada que ofrecerme y mucho menos, si solo eres el amante de alguien más… A mí no me gusta compartir…”
Esas palabras hicieron eco en la mente de Jair. Si eso era cierto, entonces había tenido razón en lo que le dijo a Omar, sobre el por qué Alejandro se había acercado a Erick; no le interesaba en realidad, porque no compartiría al príncipe Omega, pero sí podía obtener algo de él.
—Tenía razón, te interesa, porque es su esposo… —musitó—. Quieres ganarle a Omar y crees que él te va a ayudar, ¿no es así?
Pasó la mano por su cabello y ejerció presión; su mente había sido afectada por las feromonas de Alejandro, pero debía poner sus pensamientos en claro, para poder actuar.
—Si yo te demuestro que puedo ayudarte… me pondrás atención… —sonrió burlonamente—. Si destruyo a Omar por ti, me darás una oportunidad… porque demostraré que soy útil para tus intereses…
Alejandro bajó la escalinata con paso rápido; estaba a punto de estallar.
El encuentro con Jair fue una mala experiencia y más, al constatar que era el amante de Omar, con el cual llegó a la recepción, en vez de Erick.
«No puedo creer que cambie a Erick por algo tan insignificante…» pensó con ira contenida.
Necesitaba desahogar su malestar y antes de avanzar entre los invitados, detuvo a un mesero y sujetó una copa; el mesero al ser Beta, no se dio cuenta que las feromonas del rubio estaban alteradas, pero los Alfas y Omegas presentes sí, por lo que se apartaban de manera disimulada.
Alejandro percibió el olor del vino y al constatar que estaba limpio, estuvo por darle un trago, pero antes de hacerlo, alcanzó a ver por el rabillo del ojo al padre de Erick, acompañado de su pareja. El rubio dio un ligero sorbo y dirigió los pasos al ventanal abierto donde la pareja estaba.
—Buenas noches —saludó fingiendo cortesía.
Alonso lo miró con seriedad; esa interacción, con la situación que estaba ocurriendo en ese momento en el matrimonio de su hijo, podía ser mal vista, pero no podía ser descortés.
—Buenas noches —respondió con seriedad.
Noé por su parte solo bajó el rostro, a modo de vergüenza
Alejandro levantó una ceja; era notoria la actitud evasiva de la pareja y entendía la situación, así que era momento de quedar bien con esa familia.
—Vengo a disculparme —dijo con seriedad.
—¿Por qué? —preguntó el militar con rapidez.
—Tal parece que mi actitud le ha ocasionado un problema a su familia y realmente no era mi intención hacerlo —aseguró—. Jamás le faltaría el respeto a su hijo, ni a usted.
Alonso sabía que el rubio tenía razón; aunque la gente no lo sabía, él estaba plenamente consciente de que la posibilidad de que el otro se acercara a su hijo, era imposible, especialmente por la extraña condición de Erick, ya que era consciente que ningún alfa podía acercarse a su hijo.
—Esta es una cuestión que arreglaré con mi yerno, llegado el momento.
—Comprendo —Alejandro forzó una sonrisa.
El celular de Alonso sonó y respondió de inmediato— ¿sí? —después de un momento respiró profundo—. Voy por ti, espera a que llegue… —Colgó y miró a su esposo—. Debo ir a recibir a Erick.
—Sí —asintió Noé.
—Así que su hijo llegó… —comentó el rubio, fingiendo poco interés.
—Así es, acaba de llegar al estacionamiento.
Alejandro terminó el líquido de su copa y la dejó de lado— siento así, es mejor que yo me mantenga al margen, para evitar malos entendidos.
Alonso respiró tranquilo.
—Pero permítame decir algo antes de terminar nuestra conversación… —prosiguió el rubio.
El militar guardó silencio, esperando lo que el otro tenía qué decir.
—Si yo fuera la pareja de su hijo, le daría siempre su lugar y jamás me atrevería a hacerle un desplante de este tipo… —sonrió con altivez—. Se lo aseguro.
Después de eso, hizo una ligera reverencia y se retiró.
Las palabras de Alejandro, parecieron tener eco en la mente de Alonso, «¿acaso, él…?», la idea de que el hijo de Diego de León estuviera interesado en Erick, le parecía absurda, pero lo que dijo, pareció una declaración.
—¿Alonso? —Noé habló, sacando de su ensimismamiento al otro.
—¿Sí?
—¿No irás por Erick?
—Sí, voy…
El militar acomodó su saco y caminó hacia la salida, sin darse cuenta que, a lo lejos, Alejandro lo observaba.
«¿Qué harás ahora que sabes mis intenciones con el Conejo?» pensó con curiosidad, ya que en el fondo, lo había hecho con premeditación; tuvo la oportunidad de esclarecer con el padre de Erick, lo que realmente quería, aun sin decirlo a viva voz, así que esperaba que ese hombre, que miraba a sus hijos como negocio, le diera una mejor oportunidad para lograr su cometido.
El encuentro con Jair fue una mala experiencia y más, al constatar que era el amante de Omar, con el cual llegó a la recepción, en vez de Erick.
«No puedo creer que cambie a Erick por algo tan insignificante…» pensó con ira contenida.
Necesitaba desahogar su malestar y antes de avanzar entre los invitados, detuvo a un mesero y sujetó una copa; el mesero al ser Beta, no se dio cuenta que las feromonas del rubio estaban alteradas, pero los Alfas y Omegas presentes sí, por lo que se apartaban de manera disimulada.
Alejandro percibió el olor del vino y al constatar que estaba limpio, estuvo por darle un trago, pero antes de hacerlo, alcanzó a ver por el rabillo del ojo al padre de Erick, acompañado de su pareja. El rubio dio un ligero sorbo y dirigió los pasos al ventanal abierto donde la pareja estaba.
—Buenas noches —saludó fingiendo cortesía.
Alonso lo miró con seriedad; esa interacción, con la situación que estaba ocurriendo en ese momento en el matrimonio de su hijo, podía ser mal vista, pero no podía ser descortés.
—Buenas noches —respondió con seriedad.
Noé por su parte solo bajó el rostro, a modo de vergüenza
Alejandro levantó una ceja; era notoria la actitud evasiva de la pareja y entendía la situación, así que era momento de quedar bien con esa familia.
—Vengo a disculparme —dijo con seriedad.
—¿Por qué? —preguntó el militar con rapidez.
—Tal parece que mi actitud le ha ocasionado un problema a su familia y realmente no era mi intención hacerlo —aseguró—. Jamás le faltaría el respeto a su hijo, ni a usted.
Alonso sabía que el rubio tenía razón; aunque la gente no lo sabía, él estaba plenamente consciente de que la posibilidad de que el otro se acercara a su hijo, era imposible, especialmente por la extraña condición de Erick, ya que era consciente que ningún alfa podía acercarse a su hijo.
—Esta es una cuestión que arreglaré con mi yerno, llegado el momento.
—Comprendo —Alejandro forzó una sonrisa.
El celular de Alonso sonó y respondió de inmediato— ¿sí? —después de un momento respiró profundo—. Voy por ti, espera a que llegue… —Colgó y miró a su esposo—. Debo ir a recibir a Erick.
—Sí —asintió Noé.
—Así que su hijo llegó… —comentó el rubio, fingiendo poco interés.
—Así es, acaba de llegar al estacionamiento.
Alejandro terminó el líquido de su copa y la dejó de lado— siento así, es mejor que yo me mantenga al margen, para evitar malos entendidos.
Alonso respiró tranquilo.
—Pero permítame decir algo antes de terminar nuestra conversación… —prosiguió el rubio.
El militar guardó silencio, esperando lo que el otro tenía qué decir.
—Si yo fuera la pareja de su hijo, le daría siempre su lugar y jamás me atrevería a hacerle un desplante de este tipo… —sonrió con altivez—. Se lo aseguro.
Después de eso, hizo una ligera reverencia y se retiró.
Las palabras de Alejandro, parecieron tener eco en la mente de Alonso, «¿acaso, él…?», la idea de que el hijo de Diego de León estuviera interesado en Erick, le parecía absurda, pero lo que dijo, pareció una declaración.
—¿Alonso? —Noé habló, sacando de su ensimismamiento al otro.
—¿Sí?
—¿No irás por Erick?
—Sí, voy…
El militar acomodó su saco y caminó hacia la salida, sin darse cuenta que, a lo lejos, Alejandro lo observaba.
«¿Qué harás ahora que sabes mis intenciones con el Conejo?» pensó con curiosidad, ya que en el fondo, lo había hecho con premeditación; tuvo la oportunidad de esclarecer con el padre de Erick, lo que realmente quería, aun sin decirlo a viva voz, así que esperaba que ese hombre, que miraba a sus hijos como negocio, le diera una mejor oportunidad para lograr su cometido.
Alonso llegó al acceso, dónde el vehículo se había estacionado. Al ver al hombre acercarse, Joseph bajó del asiento del conductor y fue a abrir la puerta de Erick. Felipe tenía unos días de descanso y aunque hubiera estado trabajando, el único que podía transportar a Erick, a solas, era el canoso.
El militar se acercó a la puerta y ofreció la mano.
Una delicada mano enguantada, salió y posó con suavidad los dedos sobre la mano del hombre, para finalmente, dar el paso y bajar. Las personas que estaban en la puerta de la recepción, se quedaron atónitos al ver a Erick llegar.
A pesar de que portaba una capa con gorro, se podía observar claramente que era él.
Caminó del brazo de su padre y llegó a la estancia de recepción, donde se quitó la capa, permitiendo ver a todos su atuendo, que parecía haber sido hecho para él exclusivamente. Los ojos se posaron primero en el vestido largo, de un azul degradado, que parecía brillar con las luces y después, en su cuello, donde la gargantilla, con un diseño sobrio y elegante, tenía una piedra azul en el centro, que acaparaba las miradas de la mayoría de los Omega. Pero lo más bello para muchos Alfa, era el mismo Erick y su silueta que se definía en el torso, aunado a ello, el escote de la espalda parecía atraer la mirada de muchos.
Pese a que no estaba maquillado y solo tenía una delicada línea en los ojos y un brillo labial tenue, todos habían quedado impresionados por su encanto natural, que no necesitaba más maquillaje y accesorios, que esos dos hermosos zafiros que tenía por pupilas. Su cabello al natural, se movía al compás de su caminar; Erick había agradecido tener la melena corta en ese momento, ya que de lo contrario, el tiempo que le había dado su padre para acudir a esa velada, no se hubiera podido cumplir.
Al estar en el salón principal, Agustín se acercó hasta él.
—¡Erick! —llamó con un dejo de alivio en su voz.
Pese a que lo había escuchado al teléfono y le dijo que estaba bien, constatarlo con sus propios ojos, lo hacía estar satisfecho.
—Hola, hermanito —una tenue sonrisa se dibujó en sus labios.
Erick no estaba a gusto de estar en ese lugar, pero era necesario.
—¿Estás bien? —indagó Agustín con rapidez.
—Tan bien cómo se puede estar en esta situación —comentó en un murmullo.
Alonso sujetó a su hijo del brazo y le hizo una seña— vamos Erick, debemos saludar al gobernador y su familia.
—Sí…
Erick mantenía su actitud serena y aunque para los demás, se miraba como siempre, había un par de ojos que notaban que no estaba tan bien cómo aparentaba.
«Conejo…» Alejandro tuvo el impulso de ir con él, de abrazarlo y decirle que todo estaría bien, pero las palabras de Agustín lo detuvieron. No debía ser imprudente, porque el más perjudicado sería Erick.
Aun así, desplegó sus feromonas y las controló para guiarlas hasta el otro, logrando que el pelinegro reaccionara de inmediato, apenas las percibió.
Los ojos azules se movieron en busca del dueño de esa fragancia que anhelaba y lo encontró de inmediato; soltó un suspiro y sonrió más tranquilo. Pese a que no estaba a su lado, el saberlo en ese lugar, era suficiente para sentirse dichoso.
Alonso fue directamente frente al licenciado Carlos Quiroz y su familia, presentándole a su hijo con altivez; el hombre lo saludó con amabilidad, pero su esposa, un hombre Omega, se notaba inquieto. Erick sabía la razón; era una situación por demás comprometedora, si él estaba en el mismo lugar, dónde su esposo había llegado, junto con uno de sus amantes.
Las presentaciones habían terminado, cuando la familia Acosta, regresaba al salón principal.
—¡Erick! —la voz de Ulises era de susto.
El ojiazul giró el rostro y lo observó; el hombre se miraba pálido.
—Buenas noches, mamá Ulises —sonrió amable.
Jacobo giró el rostro y su mirada se puso sobre Alonso; era obvio que el otro había hecho eso, para demostrar que Erick estaba con su familia, a diferencia de su hijo, quien había presentado a alguien ajeno como pareja. Obviamente el militar estaba asegurando el buen nombre de su familia, aunque con eso terminara de hundir a la suya.
Omar por su parte, se puso pálido por un momento; las miradas ahora estaban puestas en él y los murmullos iniciaron con mayor intensidad. La ira se adueñó de él e intentó dar el paso hacia su esposo; Jacobo intentó detenerlo, pero su hijo se soltó con un manotazo y llegó hasta Erick.
—¡¿Qué haces aquí?! —preguntó entre dientes.
La ira destellaba en sus ojos y en cualquier otra ocasión, Erick estaría temblando de miedo, pero no en ese momento. Era un Omega, sí, pero el otro no sabía que era un Omega dominante, así que si intentaba hacer algo, podía defenderse y aunque no quería que todos se enteraran de su secreto, no dudaría en actuar.
—Mi padre me dijo que viniera a la fiesta —anunció con seriedad.
—¡Usted! —Omar apretó los puños, mirando con furia a su suegro.
—Erick tenía que estar aquí, si no como miembro de la familia Acosta, sí como miembro legítimo —hizo énfasis en la palabra— de la familia Salazar.
Omar sintió que eso era un claro reproche a su actitud— ¡Erick es mi esposo! —sentenció el otro.
Todos los presentes voltearon a verlo, debido a que había gritado.
—Yo le ordené que se quedara en casa —estiró la mano y sujetó el brazo del ojiazul con fuerza, logrando hacer que se quejara con debilidad— ¡y su obligación es obedecerme!
Alejandro estuvo a punto de apresurarse para intervenir, pero un par de manos lo sujetaron de ambos brazos. Dimitry y David estaban tras él y lo habían detenido al mismo tiempo, a sabiendas que si interfería, podría ocurrir un gran problema. El rubio rechinó los dientes y pasó saliva con dificultad; sabía que debía mantenerse sereno, pero le era difícil al ver el rostro de Erick con ese gesto dolorido.
Alonso levantó el rostro— Erick es tu esposo, pero no lo tratas como tal —señaló—. Preferiste traer a otro en vez de a tu legítima pareja, ¡eso no es una actitud de una persona decente!
Las feromonas de albahaca se desplegaron; Omar las percibió y sintió que se le revolvía el estómago, pero podía hacerle frente, así que desplegó sus feromonas de té de miel con limón y todos los invitados dieron un paso atrás, a sabiendas que ese sería un enfrentamiento entre dos Alfas.
—¡Eso es algo que a usted no le importa! —Omar jaló a Erick sin consideración—. ¡Ahora mismo te regresas a…!
El olor de canela con un tinte de vainilla, se percibió y Omar sintió que las piernas le temblaban; antes de poder reaccionar, Agustín le plantó un puñetazo en el rostro y lo hizo trastabillar, soltando a Erick.
—¡Eres un cerdo despreciable! —siseó el jovencito—. ¡¿Quién te crees para tratar así a mi hermano?!
—Tú… —Omar se cubrió la nariz con el dorso de su mano—. ¡No te metas!
El castaño intentó reaccionar, lanzándole un golpe a Agustín, antes de debilitarse más debido a las feromonas del otro, pero una patada en su abdomen lo hizo doblarse y vomitar todo el vino que había bebido durante esa velada. Julián no había dudado en actuar al ver que el sujeto podía lastimar a Agustín, pese a saber que el menor era dominante.
—Date por muerto si intentas tocarle un solo cabello —amenazó entre dientes.
Omar estaba en el piso, ya que su cuerpo no respondía; el intenso olor a chocolate y whisky irlandés, parecía aplastarlo, además de hacerlo temblar, sintiendo que el terror lo envolvía, como si una especie de manos invisibles, quisieran asfixiarlo.
—¡Omar! —Ulises quiso ir hacia su hijo que estaba en el piso, pero Jacobo no se lo permitió.
Pese a que el ataque de Julián no era para él, podía sentir las feromonas y el deseo asesino que destellaba en los ojos con las pupilas alargadas, así que tenía que apartar a su esposo, porque no sabía de lo que el otro era capaz.
Omar apretó los puños, intentando reaccionar y levantó el rostro, observando como Agustín estaba frente a Erick, en una clara muestra de protección y frente a ambos, Julián se mantenía erguido; la mirada castaña estaba sobre Omar, mirándolo con indiferencia, como si fuera un desecho en el piso, eso lo hizo enfurecer y ese sentimiento le permitió hablar, aun y que estaba bajo el ataque de dos feromonas dominantes.
—¿Cómo puedes… defender a ese… bastardo? —preguntó con desprecio.
Julián se enfureció aún más, ante la forma despectiva en que el otro se refirió a Agustín y fue hasta el hombre en el piso, lo sujetó del saco que portaba, levantándolo con una mano y le dio un puñetazo en el rostro.
—¡Discúlpate! —ordenó, antes de volver a golpearlo —. ¡Discúlpate con Guti! —exigió volviendo a golpearlo y la sangre brotó de la nariz lastimada.
Ulises se abrazó de su esposo; no quería ver como golpeaban a su hijo. Jacobo sabía que no podía hacer nada y buscaba con la mirada a alguien a quien pedirle ayuda a su alrededor, sin encontrar a nadie apto o dispuesto para ello.
Antes de que Julián diera otro golpe, una mano lo sujetó del brazo— ¡es suficiente, Julián! —dijo Miguel con seriedad—. No es el lugar para hacer esto —señaló.
Julián rechinó los dientes; no quería detenerse. Miró de soslayo hasta dónde estaba Alejandro y el rubio le hizo una seña para que detuviera su ataque, así que simplemente soltó al otro, que cayó de rodillas al piso.
—Tienes suerte —dijo con desprecio—, pero si vuelves a insultar a mi pareja, voy a hacer que te arrepientas de estar vivo.
Julián dio media vuelta y caminó hasta Agustín, quien lo miraba con un dejo de anhelo en sus ojos miel. Por alguna razón, su actitud tan salvaje, le había hecho sentir mariposas en el estómago y se sofocó cuando lo tuvo frente a él.
—¿Estás bien, Guti? —preguntó, sonriendo débilmente.
—Sí… —el menor asintió de inmediato.
Omar seguía de rodillas en el piso, de su nariz brotaba sangre y Ulises se había acercado a ayudarlo, pero fue rechazado por su hijo, quien pasó el dorso de su mano por el rostro, en un intento vano de limpiar la sangre.
—¡Te vas a arrepentir! —dijo con desprecio, señalando a Julián.
Julián lo miró con indiferencia— no te tengo miedo, así que tus amenazas me tienen sin cuidado.
—Omar, debemos llevarte al hospital —insistió su madre.
—¡Déjame! —gritó el castaño y se puso de pie con dificultad.
Jacobo no había actuado, porque sabía que la situación se había salido de control por culpa de Omar, pero cuando su hijo le gritó a Ulises, reaccionó— ¡no le grites a tu madre! —dijo con furia—. Todo esto es a causa de tus estupideces —lo señaló con el índice.
—¿Mis estupideces? —preguntó mientras seguía intentando limpiar su nariz con la manga del saco que portaba, pero solo se ensuciaba más el rostro—. ¡Todo es por Erick! —gritó y señaló a su esposo—. Si él no hubiera venido, ¡nada habría ocurrido!
Alejandro se tensó completamente al escuchar como Omar le gritaba al ojiazul; rechinó los dientes y tuvo el impulso de soltarse del agarre de sus amigos, para ir a partirle el rostro al otro, pero David se adelantó, colocándole una inyección en el cuello.
El rubio se quejó ligeramente y lo miró con enojo.
—Tienes que controlarte, por el bien del Conejo —musitó su amigo.
—Solo esta vez, Alex, solo esta vez, controla tu ira, por favor —Dimitry ejerció aún más presión en el agarre que tenía en el brazo de su amigo—. Hazlo por la persona que amas.
El ojiverde aguantó la respiración un momento y pasó saliva con dificultad; realmente le estaba costando quedarse sin hacer algo.
Jacobo miró a todos lados; la escena que estaba montando su hijo estaba tomando dimensiones catastróficas, así que solo podía sacarlo de ahí.
—Vámonos, Omar.
—No, ¡no me iré sin él! —señaló a Erick.
Antes de que Agustín, e incluso Alonso hablara, Erick dio un paso hacia su esposo.
—Yo no vine esta noche contigo, Omar —dijo con voz suave—. Será mejor que te retires con tu acompañante —hizo un ademán con el rostro hacia otro lado, desde dónde Jair observaba la escena en silencio, tratando de ocultarse.
Las miradas de Jair y Omar se cruzaron; el castaño no se imaginó que Erick estuviera enterado de quien era su acompañante esa noche.
—¿Lo… sabias? —preguntó incrédulo.
—Sí… —Erick asintió—. Es Jair Páez, el mismo chico al que has estado viendo los últimos meses, ¿no es así?
Todos los presentes se sorprendieron; las miradas se posaron sobre Omar y luego en Jair. Jair sintió que palidecía ante las miradas y murmuraciones de todos a su alrededor; inconscientemente buscó a Alejandro, quien parecía estar impasible en su lugar.
Los murmullos se intensificaron; Omar sintió que el coraje y la ira se adueñaban de él, así que intentó ir hacia Erick. El ambiente se puso tenso y Alejandro ya se había soltado de sus amigos, pero no alcanzó a intervenir; antes de que otra cosa ocurriera, Jacobo sujetó a su hijo del brazo y lo detuvo.
—No cometas otra estupidez —dijo entre dientes, liberando sus feromonas—. Estás hundido hasta el cuello de mierda y si sigues, nos hundirás a tu madre y a mí, ¡junto contigo!
Omar observó hacia su alrededor. Se sentía observado y señalado; todo se había puesto en su contra por sus malas decisiones y aunque quería salir de ahí, llevándose a Erick, al ver que tras el ojiazul estaba no solo su padre Alonso, sino Agustín y Julián, secundados por Marcel y Miguel, no le quedó de otra más que retirarse, de lo contrario, los demás podrían humillarlo más.
Se soltó con un movimiento del agarre de su padre y dio media vuelta, yendo hasta Jair, quien seguía pasmado en su lugar, sujetándolo del brazo — ¡vámonos! —ordenó con ira.
El pelinegro no dijo nada, solo se dejó mover, pero mientras caminaba, su mirada se mantenía en el rostro de Alejandro, sintiendo el desprecio en la mirada verde hacia él. Ahora sería imposible volver a acercarse al rubio, si no encontraba una manera de llamar su atención que opacara ese momento tan vergonzoso.
Ulises observó a Erick con miedo y el ojiazul le sonrió condescendiente.
—Estoy bien —musitó, moviendo lentamente los labios.
El hombre sintió que su yerno le decía que no se preocupara por él, así que sin dudar, fue detrás de su hijo. Jacobo siguió a su esposo, sin decir una sola palabra; imaginaba que el otro quería constatar que Omar estaba bien.
Los murmullos seguían y Erick se mantenía erguido en el centro de todos.
—Disculpen la escena —la voz de Alonso se escuchó, llamando la atención de todos los invitados—. Mi yerno está algo fuera de control, pero pronto se solucionará la situación con su familia…
Con esas palabras todos entendieron que el del problema era Omar y seguramente debido a lo ocurrido, la familia Salazar solicitaría la disolución del matrimonio de Erick, ya que eso era lo más lógico. Debido a lo ocurrido, ahora todos los chismes y cuchicheos, se centraron en Omar y su amante, colocando a Erick como un esposo no solo inocente, sino que merecía algo mejor.
—Por favor —la voz del gobernador se escuchó—, olvidemos este penoso incidente y sigamos disfrutando la fiesta.
Después de esas palabras, la música volvió a sonar, las personas parecieron volver a la normalidad y aunque era obvio que todos hablaban de lo ocurrido, ya nadie señalaba a Erick. Alonso llevó a su hijo a una mesa y lo dejó en un lugar, permitiendo que Marcel y Agustín lo acompañaran.
—¿Estás bien, Erick? —preguntó el de lentes, aún estaba ansioso por la situación.
—Sí, Marcel, gracias… —levantó el rostro, mirando a Miguel, que estaba tras el otro—. Y gracias por intervenir y ayudar a Omar…
—De nada —Miguel hizo una ligera reverencia con el rostro.
—Aunque ese idiota no se lo merecía —Marcel hizo un mohín.
—Al menos… ya se retiró —la voz de Agustín era pesada.
Ya había pasado la adrenalina del momento y no comprendía el por qué se sentía tan cansado.
—¿Te sientes mal? —preguntó Erick, ya que las mejillas de Agustín estaban rojas.
—Sólo… tengo un poco de… calor… —movió la mano como abanico.
—Iré a buscar a tu padre, Guti —Julián estaba percibiendo las feromonas del otro y era obvio que estaba por entrar en celo.
—¿Qué ocurre? —preguntó Erick, al ver el estado de su hermano.
—Parece que Agus entró en celo esta tarde —explicó Marcel, buscando un supresor en su bolsa de mano—, aunque lo controló, seguramente sus hormonas siguen inestables —le ofreció una jeringa al otro.
—Odio ponerme eso —Agustín negó—, siempre me duerme.
—Pero lo necesitas —insistió Erick.
Agustín suspiró, no quería alterar más a Erick, así que se colocó el medicamento en el cuello con rapidez; apenas terminó de hacerlo, Alonso llegó hasta sus hijos.
—¿De nuevo? —indagó con frialdad.
Agustín no pudo responder.
—Tendré que llevarte a casa —los ojos azules buscaron a Erick, mirándolo con seriedad—. Sabes lo que tienes qué hacer, ¿no?
—Me quedo al menos una hora y luego me retiro —dijo con poco interés, repitiendo algo que había aprendido años atrás, para guardar las apariencias.
Alonso asintió y ayudó a Agustín, retirándose de la recepción, tratando de no llamar la atención; Julián los seguía de cerca, pero no intervino, porque no quería que el militar pensara que quería aprovecharse de la situación. Apenas salieron de la mansión, Alonso sujetó a Agustín en brazos y lo metió en el auto que le correspondía, luego fue por Noé, despidiéndose del gobernador y se fueron siguiendo al vehículo de Agustín, asegurándose que Julián no los siguiera.
El castaño se quedó en la fiesta y fue a acompañar a Alejandro, quien estaba teniendo dificultades para controlar el impulso de ir con Erick, que seguía en compañía de Marcel y Miguel, pero poco después, los padres de Marcel se sentaron en la misma mesa.
—Será mejor que me vaya… —Alejandro estaba molesto, tenía a Erick muy cerca y le parecía muy lejano.
—No puedes irte aun —David negó—, si quieres zanjar las habladurías, tienes que sacrificarte.
—¿De qué hablas? —preguntó el rubio.
—Baila con otros Omega —señaló Dimitry con rapidez.
—¡¿Están locos?! —los ojos verdes mostraron incredulidad.
—No, no lo están —Iván llegaba junto con Fabián.
—Todos deben darse cuenta que si bailaste ayer con Erick, no es porque tienes preferencias con el —señaló Fabián.
—Pero, si él me ve, pensará que…
—Él mejor que nadie, entenderá la situación —sonrió Fabián, especialmente porque Erick seguía el protocolo mejor que nadie.
—Vamos Alex, haz otro esfuerzo por el Conejo —presionó Julián.
Alejandro soltó el aire con molestia y aunque no quería, sabía que sus amigos tenían razón, así que se apartó de ellos, yendo hacia otros empresarios que acababa de conocer esa noche y pidiendo una pieza con sus hijos Omega.
Los chicos se emocionaban, pero sus padres sentían que tenían la oportunidad de entablar amistad con la familia del rubio; debido a eso, los pocos chismes sobre su intención con Erick, se esfumaron de inmediato.
Aunque en su lugar, Erick observó de soslayo a Alejandro, bailando con otros y no podía evitar sentirse molesto.
Marcel lo sujetó de la mano y se inclinó cerca de su oído— no te enojes —dijo con suavidad—, sabes mejor que nadie que lo hace por tu bien… y después de lo ocurrido con Omar, necesitas limpiar tu nombre completamente.
—Lo sé… pero… —puso la mano en su pecho—. Me duele.
Marcel le dio palmaditas en la mano y empezó a hacerle plática, para tratar de que se olvidara de la situación.
Después de un rato, Alejandro empezó a despedirse de todas las familias importantes, presentes en la recepción y fue a la mesa dónde estaban los padres de Marcel. Se despidió de ellos, de Marcel y Miguel, ya que él se quedaría hasta que el de lentes se fuera también y finalmente, se despidió de Erick.
Cuando la mano del rubio sujetó la otra, Erick sintió que dejaba algo en ella; Alejandro le besó el dorso de la mano y se apartó de inmediato, yendo a despedirse de otras familias y saliendo de la fiesta, solo, ya que sus amigos se quedaron un poco más.
Con disimulo, Erick dejó las manos en su regazo y observó lo que el otro había dejado, era un papelito doblado; lo abrió y leyó el mensaje.
“Te espero en tu cabaña, Conejo…”
Las mejillas de Erick se tiñeron de rojo; su cuerpo tembló y dudó. No sabía qué haría para ir a ese lugar sin llamar la atención, pero aún tenía tiempo de pensarlo.
Casi una hora después de que Alejandro se fue, Erick se despidió de varias personas importantes y fue a la salida; recogió su capa y fue al vehículo que lo esperaba. Joseph le ayudó a ingresar al vehículo con amabilidad.
Cuando el canoso se puso frente al volante habló— ¿pasó buena noche, señor Erick?
—No, no lo hice —negó—. Joseph, ¿viste salir a mi esposo de la recepción?
El hombre respiró profundamente— sí, se retiró con su… acompañante —comentó débilmente.
Erick suspiró, guardó silencio un momento y luego sus ojos se posaron en el papel que aun llevaba en mano.
—Llévame a la cabaña, Joseph.
—¿A la cabaña? —el hombre buscó a Erick por el retrovisor—. ¿Se siente mal, señor?
—No —negó—. Pero no quiero volver a casa, por si mi esposo regresó —su voz sonaba fría—. La situación en la fiesta fue horrible y no imagino qué piensa hacer.
—Pero… ¿si el señor Acosta no regresó a su casa? —indagó con curiosidad—. ¿No sería mejor que descansara en su cama, señor Erick?
—No me quiero arriesgar —negó el ojiazul—. Estaba furioso y ambos sabemos que cuando se pone así, es capaz de muchas cosas —explicó con calma—. Aun si no está ahorita, no podemos asegurar que vuelva en la madrugada y trate de… —guardó silencio, no quería terminar la frase.
—Entiendo…
Joseph comprendió lo que el otro quería decir y él tampoco quería exponer a Erick a esa situación, en la que podía salir lastimado.
—¿Quiere que me quede con usted en la cabaña, para atenderlo?
—No, Joseph, vuelve a casa y mañana, a primera hora, vienes por mí —sonrió el ojiazul—. Sé que mañana, papá Jacobo y Omar, tienen una reunión de negocios a temprana hora, así que vaya o no a casa, después del amanecer, ya no debe estar ahí.
—Cómo ordene —asintió el canoso.
El militar se acercó a la puerta y ofreció la mano.
Una delicada mano enguantada, salió y posó con suavidad los dedos sobre la mano del hombre, para finalmente, dar el paso y bajar. Las personas que estaban en la puerta de la recepción, se quedaron atónitos al ver a Erick llegar.
A pesar de que portaba una capa con gorro, se podía observar claramente que era él.
Caminó del brazo de su padre y llegó a la estancia de recepción, donde se quitó la capa, permitiendo ver a todos su atuendo, que parecía haber sido hecho para él exclusivamente. Los ojos se posaron primero en el vestido largo, de un azul degradado, que parecía brillar con las luces y después, en su cuello, donde la gargantilla, con un diseño sobrio y elegante, tenía una piedra azul en el centro, que acaparaba las miradas de la mayoría de los Omega. Pero lo más bello para muchos Alfa, era el mismo Erick y su silueta que se definía en el torso, aunado a ello, el escote de la espalda parecía atraer la mirada de muchos.
Pese a que no estaba maquillado y solo tenía una delicada línea en los ojos y un brillo labial tenue, todos habían quedado impresionados por su encanto natural, que no necesitaba más maquillaje y accesorios, que esos dos hermosos zafiros que tenía por pupilas. Su cabello al natural, se movía al compás de su caminar; Erick había agradecido tener la melena corta en ese momento, ya que de lo contrario, el tiempo que le había dado su padre para acudir a esa velada, no se hubiera podido cumplir.
Al estar en el salón principal, Agustín se acercó hasta él.
—¡Erick! —llamó con un dejo de alivio en su voz.
Pese a que lo había escuchado al teléfono y le dijo que estaba bien, constatarlo con sus propios ojos, lo hacía estar satisfecho.
—Hola, hermanito —una tenue sonrisa se dibujó en sus labios.
Erick no estaba a gusto de estar en ese lugar, pero era necesario.
—¿Estás bien? —indagó Agustín con rapidez.
—Tan bien cómo se puede estar en esta situación —comentó en un murmullo.
Alonso sujetó a su hijo del brazo y le hizo una seña— vamos Erick, debemos saludar al gobernador y su familia.
—Sí…
Erick mantenía su actitud serena y aunque para los demás, se miraba como siempre, había un par de ojos que notaban que no estaba tan bien cómo aparentaba.
«Conejo…» Alejandro tuvo el impulso de ir con él, de abrazarlo y decirle que todo estaría bien, pero las palabras de Agustín lo detuvieron. No debía ser imprudente, porque el más perjudicado sería Erick.
Aun así, desplegó sus feromonas y las controló para guiarlas hasta el otro, logrando que el pelinegro reaccionara de inmediato, apenas las percibió.
Los ojos azules se movieron en busca del dueño de esa fragancia que anhelaba y lo encontró de inmediato; soltó un suspiro y sonrió más tranquilo. Pese a que no estaba a su lado, el saberlo en ese lugar, era suficiente para sentirse dichoso.
Alonso fue directamente frente al licenciado Carlos Quiroz y su familia, presentándole a su hijo con altivez; el hombre lo saludó con amabilidad, pero su esposa, un hombre Omega, se notaba inquieto. Erick sabía la razón; era una situación por demás comprometedora, si él estaba en el mismo lugar, dónde su esposo había llegado, junto con uno de sus amantes.
Las presentaciones habían terminado, cuando la familia Acosta, regresaba al salón principal.
—¡Erick! —la voz de Ulises era de susto.
El ojiazul giró el rostro y lo observó; el hombre se miraba pálido.
—Buenas noches, mamá Ulises —sonrió amable.
Jacobo giró el rostro y su mirada se puso sobre Alonso; era obvio que el otro había hecho eso, para demostrar que Erick estaba con su familia, a diferencia de su hijo, quien había presentado a alguien ajeno como pareja. Obviamente el militar estaba asegurando el buen nombre de su familia, aunque con eso terminara de hundir a la suya.
Omar por su parte, se puso pálido por un momento; las miradas ahora estaban puestas en él y los murmullos iniciaron con mayor intensidad. La ira se adueñó de él e intentó dar el paso hacia su esposo; Jacobo intentó detenerlo, pero su hijo se soltó con un manotazo y llegó hasta Erick.
—¡¿Qué haces aquí?! —preguntó entre dientes.
La ira destellaba en sus ojos y en cualquier otra ocasión, Erick estaría temblando de miedo, pero no en ese momento. Era un Omega, sí, pero el otro no sabía que era un Omega dominante, así que si intentaba hacer algo, podía defenderse y aunque no quería que todos se enteraran de su secreto, no dudaría en actuar.
—Mi padre me dijo que viniera a la fiesta —anunció con seriedad.
—¡Usted! —Omar apretó los puños, mirando con furia a su suegro.
—Erick tenía que estar aquí, si no como miembro de la familia Acosta, sí como miembro legítimo —hizo énfasis en la palabra— de la familia Salazar.
Omar sintió que eso era un claro reproche a su actitud— ¡Erick es mi esposo! —sentenció el otro.
Todos los presentes voltearon a verlo, debido a que había gritado.
—Yo le ordené que se quedara en casa —estiró la mano y sujetó el brazo del ojiazul con fuerza, logrando hacer que se quejara con debilidad— ¡y su obligación es obedecerme!
Alejandro estuvo a punto de apresurarse para intervenir, pero un par de manos lo sujetaron de ambos brazos. Dimitry y David estaban tras él y lo habían detenido al mismo tiempo, a sabiendas que si interfería, podría ocurrir un gran problema. El rubio rechinó los dientes y pasó saliva con dificultad; sabía que debía mantenerse sereno, pero le era difícil al ver el rostro de Erick con ese gesto dolorido.
Alonso levantó el rostro— Erick es tu esposo, pero no lo tratas como tal —señaló—. Preferiste traer a otro en vez de a tu legítima pareja, ¡eso no es una actitud de una persona decente!
Las feromonas de albahaca se desplegaron; Omar las percibió y sintió que se le revolvía el estómago, pero podía hacerle frente, así que desplegó sus feromonas de té de miel con limón y todos los invitados dieron un paso atrás, a sabiendas que ese sería un enfrentamiento entre dos Alfas.
—¡Eso es algo que a usted no le importa! —Omar jaló a Erick sin consideración—. ¡Ahora mismo te regresas a…!
El olor de canela con un tinte de vainilla, se percibió y Omar sintió que las piernas le temblaban; antes de poder reaccionar, Agustín le plantó un puñetazo en el rostro y lo hizo trastabillar, soltando a Erick.
—¡Eres un cerdo despreciable! —siseó el jovencito—. ¡¿Quién te crees para tratar así a mi hermano?!
—Tú… —Omar se cubrió la nariz con el dorso de su mano—. ¡No te metas!
El castaño intentó reaccionar, lanzándole un golpe a Agustín, antes de debilitarse más debido a las feromonas del otro, pero una patada en su abdomen lo hizo doblarse y vomitar todo el vino que había bebido durante esa velada. Julián no había dudado en actuar al ver que el sujeto podía lastimar a Agustín, pese a saber que el menor era dominante.
—Date por muerto si intentas tocarle un solo cabello —amenazó entre dientes.
Omar estaba en el piso, ya que su cuerpo no respondía; el intenso olor a chocolate y whisky irlandés, parecía aplastarlo, además de hacerlo temblar, sintiendo que el terror lo envolvía, como si una especie de manos invisibles, quisieran asfixiarlo.
—¡Omar! —Ulises quiso ir hacia su hijo que estaba en el piso, pero Jacobo no se lo permitió.
Pese a que el ataque de Julián no era para él, podía sentir las feromonas y el deseo asesino que destellaba en los ojos con las pupilas alargadas, así que tenía que apartar a su esposo, porque no sabía de lo que el otro era capaz.
Omar apretó los puños, intentando reaccionar y levantó el rostro, observando como Agustín estaba frente a Erick, en una clara muestra de protección y frente a ambos, Julián se mantenía erguido; la mirada castaña estaba sobre Omar, mirándolo con indiferencia, como si fuera un desecho en el piso, eso lo hizo enfurecer y ese sentimiento le permitió hablar, aun y que estaba bajo el ataque de dos feromonas dominantes.
—¿Cómo puedes… defender a ese… bastardo? —preguntó con desprecio.
Julián se enfureció aún más, ante la forma despectiva en que el otro se refirió a Agustín y fue hasta el hombre en el piso, lo sujetó del saco que portaba, levantándolo con una mano y le dio un puñetazo en el rostro.
—¡Discúlpate! —ordenó, antes de volver a golpearlo —. ¡Discúlpate con Guti! —exigió volviendo a golpearlo y la sangre brotó de la nariz lastimada.
Ulises se abrazó de su esposo; no quería ver como golpeaban a su hijo. Jacobo sabía que no podía hacer nada y buscaba con la mirada a alguien a quien pedirle ayuda a su alrededor, sin encontrar a nadie apto o dispuesto para ello.
Antes de que Julián diera otro golpe, una mano lo sujetó del brazo— ¡es suficiente, Julián! —dijo Miguel con seriedad—. No es el lugar para hacer esto —señaló.
Julián rechinó los dientes; no quería detenerse. Miró de soslayo hasta dónde estaba Alejandro y el rubio le hizo una seña para que detuviera su ataque, así que simplemente soltó al otro, que cayó de rodillas al piso.
—Tienes suerte —dijo con desprecio—, pero si vuelves a insultar a mi pareja, voy a hacer que te arrepientas de estar vivo.
Julián dio media vuelta y caminó hasta Agustín, quien lo miraba con un dejo de anhelo en sus ojos miel. Por alguna razón, su actitud tan salvaje, le había hecho sentir mariposas en el estómago y se sofocó cuando lo tuvo frente a él.
—¿Estás bien, Guti? —preguntó, sonriendo débilmente.
—Sí… —el menor asintió de inmediato.
Omar seguía de rodillas en el piso, de su nariz brotaba sangre y Ulises se había acercado a ayudarlo, pero fue rechazado por su hijo, quien pasó el dorso de su mano por el rostro, en un intento vano de limpiar la sangre.
—¡Te vas a arrepentir! —dijo con desprecio, señalando a Julián.
Julián lo miró con indiferencia— no te tengo miedo, así que tus amenazas me tienen sin cuidado.
—Omar, debemos llevarte al hospital —insistió su madre.
—¡Déjame! —gritó el castaño y se puso de pie con dificultad.
Jacobo no había actuado, porque sabía que la situación se había salido de control por culpa de Omar, pero cuando su hijo le gritó a Ulises, reaccionó— ¡no le grites a tu madre! —dijo con furia—. Todo esto es a causa de tus estupideces —lo señaló con el índice.
—¿Mis estupideces? —preguntó mientras seguía intentando limpiar su nariz con la manga del saco que portaba, pero solo se ensuciaba más el rostro—. ¡Todo es por Erick! —gritó y señaló a su esposo—. Si él no hubiera venido, ¡nada habría ocurrido!
Alejandro se tensó completamente al escuchar como Omar le gritaba al ojiazul; rechinó los dientes y tuvo el impulso de soltarse del agarre de sus amigos, para ir a partirle el rostro al otro, pero David se adelantó, colocándole una inyección en el cuello.
El rubio se quejó ligeramente y lo miró con enojo.
—Tienes que controlarte, por el bien del Conejo —musitó su amigo.
—Solo esta vez, Alex, solo esta vez, controla tu ira, por favor —Dimitry ejerció aún más presión en el agarre que tenía en el brazo de su amigo—. Hazlo por la persona que amas.
El ojiverde aguantó la respiración un momento y pasó saliva con dificultad; realmente le estaba costando quedarse sin hacer algo.
Jacobo miró a todos lados; la escena que estaba montando su hijo estaba tomando dimensiones catastróficas, así que solo podía sacarlo de ahí.
—Vámonos, Omar.
—No, ¡no me iré sin él! —señaló a Erick.
Antes de que Agustín, e incluso Alonso hablara, Erick dio un paso hacia su esposo.
—Yo no vine esta noche contigo, Omar —dijo con voz suave—. Será mejor que te retires con tu acompañante —hizo un ademán con el rostro hacia otro lado, desde dónde Jair observaba la escena en silencio, tratando de ocultarse.
Las miradas de Jair y Omar se cruzaron; el castaño no se imaginó que Erick estuviera enterado de quien era su acompañante esa noche.
—¿Lo… sabias? —preguntó incrédulo.
—Sí… —Erick asintió—. Es Jair Páez, el mismo chico al que has estado viendo los últimos meses, ¿no es así?
Todos los presentes se sorprendieron; las miradas se posaron sobre Omar y luego en Jair. Jair sintió que palidecía ante las miradas y murmuraciones de todos a su alrededor; inconscientemente buscó a Alejandro, quien parecía estar impasible en su lugar.
Los murmullos se intensificaron; Omar sintió que el coraje y la ira se adueñaban de él, así que intentó ir hacia Erick. El ambiente se puso tenso y Alejandro ya se había soltado de sus amigos, pero no alcanzó a intervenir; antes de que otra cosa ocurriera, Jacobo sujetó a su hijo del brazo y lo detuvo.
—No cometas otra estupidez —dijo entre dientes, liberando sus feromonas—. Estás hundido hasta el cuello de mierda y si sigues, nos hundirás a tu madre y a mí, ¡junto contigo!
Omar observó hacia su alrededor. Se sentía observado y señalado; todo se había puesto en su contra por sus malas decisiones y aunque quería salir de ahí, llevándose a Erick, al ver que tras el ojiazul estaba no solo su padre Alonso, sino Agustín y Julián, secundados por Marcel y Miguel, no le quedó de otra más que retirarse, de lo contrario, los demás podrían humillarlo más.
Se soltó con un movimiento del agarre de su padre y dio media vuelta, yendo hasta Jair, quien seguía pasmado en su lugar, sujetándolo del brazo — ¡vámonos! —ordenó con ira.
El pelinegro no dijo nada, solo se dejó mover, pero mientras caminaba, su mirada se mantenía en el rostro de Alejandro, sintiendo el desprecio en la mirada verde hacia él. Ahora sería imposible volver a acercarse al rubio, si no encontraba una manera de llamar su atención que opacara ese momento tan vergonzoso.
Ulises observó a Erick con miedo y el ojiazul le sonrió condescendiente.
—Estoy bien —musitó, moviendo lentamente los labios.
El hombre sintió que su yerno le decía que no se preocupara por él, así que sin dudar, fue detrás de su hijo. Jacobo siguió a su esposo, sin decir una sola palabra; imaginaba que el otro quería constatar que Omar estaba bien.
Los murmullos seguían y Erick se mantenía erguido en el centro de todos.
—Disculpen la escena —la voz de Alonso se escuchó, llamando la atención de todos los invitados—. Mi yerno está algo fuera de control, pero pronto se solucionará la situación con su familia…
Con esas palabras todos entendieron que el del problema era Omar y seguramente debido a lo ocurrido, la familia Salazar solicitaría la disolución del matrimonio de Erick, ya que eso era lo más lógico. Debido a lo ocurrido, ahora todos los chismes y cuchicheos, se centraron en Omar y su amante, colocando a Erick como un esposo no solo inocente, sino que merecía algo mejor.
—Por favor —la voz del gobernador se escuchó—, olvidemos este penoso incidente y sigamos disfrutando la fiesta.
Después de esas palabras, la música volvió a sonar, las personas parecieron volver a la normalidad y aunque era obvio que todos hablaban de lo ocurrido, ya nadie señalaba a Erick. Alonso llevó a su hijo a una mesa y lo dejó en un lugar, permitiendo que Marcel y Agustín lo acompañaran.
—¿Estás bien, Erick? —preguntó el de lentes, aún estaba ansioso por la situación.
—Sí, Marcel, gracias… —levantó el rostro, mirando a Miguel, que estaba tras el otro—. Y gracias por intervenir y ayudar a Omar…
—De nada —Miguel hizo una ligera reverencia con el rostro.
—Aunque ese idiota no se lo merecía —Marcel hizo un mohín.
—Al menos… ya se retiró —la voz de Agustín era pesada.
Ya había pasado la adrenalina del momento y no comprendía el por qué se sentía tan cansado.
—¿Te sientes mal? —preguntó Erick, ya que las mejillas de Agustín estaban rojas.
—Sólo… tengo un poco de… calor… —movió la mano como abanico.
—Iré a buscar a tu padre, Guti —Julián estaba percibiendo las feromonas del otro y era obvio que estaba por entrar en celo.
—¿Qué ocurre? —preguntó Erick, al ver el estado de su hermano.
—Parece que Agus entró en celo esta tarde —explicó Marcel, buscando un supresor en su bolsa de mano—, aunque lo controló, seguramente sus hormonas siguen inestables —le ofreció una jeringa al otro.
—Odio ponerme eso —Agustín negó—, siempre me duerme.
—Pero lo necesitas —insistió Erick.
Agustín suspiró, no quería alterar más a Erick, así que se colocó el medicamento en el cuello con rapidez; apenas terminó de hacerlo, Alonso llegó hasta sus hijos.
—¿De nuevo? —indagó con frialdad.
Agustín no pudo responder.
—Tendré que llevarte a casa —los ojos azules buscaron a Erick, mirándolo con seriedad—. Sabes lo que tienes qué hacer, ¿no?
—Me quedo al menos una hora y luego me retiro —dijo con poco interés, repitiendo algo que había aprendido años atrás, para guardar las apariencias.
Alonso asintió y ayudó a Agustín, retirándose de la recepción, tratando de no llamar la atención; Julián los seguía de cerca, pero no intervino, porque no quería que el militar pensara que quería aprovecharse de la situación. Apenas salieron de la mansión, Alonso sujetó a Agustín en brazos y lo metió en el auto que le correspondía, luego fue por Noé, despidiéndose del gobernador y se fueron siguiendo al vehículo de Agustín, asegurándose que Julián no los siguiera.
El castaño se quedó en la fiesta y fue a acompañar a Alejandro, quien estaba teniendo dificultades para controlar el impulso de ir con Erick, que seguía en compañía de Marcel y Miguel, pero poco después, los padres de Marcel se sentaron en la misma mesa.
—Será mejor que me vaya… —Alejandro estaba molesto, tenía a Erick muy cerca y le parecía muy lejano.
—No puedes irte aun —David negó—, si quieres zanjar las habladurías, tienes que sacrificarte.
—¿De qué hablas? —preguntó el rubio.
—Baila con otros Omega —señaló Dimitry con rapidez.
—¡¿Están locos?! —los ojos verdes mostraron incredulidad.
—No, no lo están —Iván llegaba junto con Fabián.
—Todos deben darse cuenta que si bailaste ayer con Erick, no es porque tienes preferencias con el —señaló Fabián.
—Pero, si él me ve, pensará que…
—Él mejor que nadie, entenderá la situación —sonrió Fabián, especialmente porque Erick seguía el protocolo mejor que nadie.
—Vamos Alex, haz otro esfuerzo por el Conejo —presionó Julián.
Alejandro soltó el aire con molestia y aunque no quería, sabía que sus amigos tenían razón, así que se apartó de ellos, yendo hacia otros empresarios que acababa de conocer esa noche y pidiendo una pieza con sus hijos Omega.
Los chicos se emocionaban, pero sus padres sentían que tenían la oportunidad de entablar amistad con la familia del rubio; debido a eso, los pocos chismes sobre su intención con Erick, se esfumaron de inmediato.
Aunque en su lugar, Erick observó de soslayo a Alejandro, bailando con otros y no podía evitar sentirse molesto.
Marcel lo sujetó de la mano y se inclinó cerca de su oído— no te enojes —dijo con suavidad—, sabes mejor que nadie que lo hace por tu bien… y después de lo ocurrido con Omar, necesitas limpiar tu nombre completamente.
—Lo sé… pero… —puso la mano en su pecho—. Me duele.
Marcel le dio palmaditas en la mano y empezó a hacerle plática, para tratar de que se olvidara de la situación.
Después de un rato, Alejandro empezó a despedirse de todas las familias importantes, presentes en la recepción y fue a la mesa dónde estaban los padres de Marcel. Se despidió de ellos, de Marcel y Miguel, ya que él se quedaría hasta que el de lentes se fuera también y finalmente, se despidió de Erick.
Cuando la mano del rubio sujetó la otra, Erick sintió que dejaba algo en ella; Alejandro le besó el dorso de la mano y se apartó de inmediato, yendo a despedirse de otras familias y saliendo de la fiesta, solo, ya que sus amigos se quedaron un poco más.
Con disimulo, Erick dejó las manos en su regazo y observó lo que el otro había dejado, era un papelito doblado; lo abrió y leyó el mensaje.
“Te espero en tu cabaña, Conejo…”
Las mejillas de Erick se tiñeron de rojo; su cuerpo tembló y dudó. No sabía qué haría para ir a ese lugar sin llamar la atención, pero aún tenía tiempo de pensarlo.
Casi una hora después de que Alejandro se fue, Erick se despidió de varias personas importantes y fue a la salida; recogió su capa y fue al vehículo que lo esperaba. Joseph le ayudó a ingresar al vehículo con amabilidad.
Cuando el canoso se puso frente al volante habló— ¿pasó buena noche, señor Erick?
—No, no lo hice —negó—. Joseph, ¿viste salir a mi esposo de la recepción?
El hombre respiró profundamente— sí, se retiró con su… acompañante —comentó débilmente.
Erick suspiró, guardó silencio un momento y luego sus ojos se posaron en el papel que aun llevaba en mano.
—Llévame a la cabaña, Joseph.
—¿A la cabaña? —el hombre buscó a Erick por el retrovisor—. ¿Se siente mal, señor?
—No —negó—. Pero no quiero volver a casa, por si mi esposo regresó —su voz sonaba fría—. La situación en la fiesta fue horrible y no imagino qué piensa hacer.
—Pero… ¿si el señor Acosta no regresó a su casa? —indagó con curiosidad—. ¿No sería mejor que descansara en su cama, señor Erick?
—No me quiero arriesgar —negó el ojiazul—. Estaba furioso y ambos sabemos que cuando se pone así, es capaz de muchas cosas —explicó con calma—. Aun si no está ahorita, no podemos asegurar que vuelva en la madrugada y trate de… —guardó silencio, no quería terminar la frase.
—Entiendo…
Joseph comprendió lo que el otro quería decir y él tampoco quería exponer a Erick a esa situación, en la que podía salir lastimado.
—¿Quiere que me quede con usted en la cabaña, para atenderlo?
—No, Joseph, vuelve a casa y mañana, a primera hora, vienes por mí —sonrió el ojiazul—. Sé que mañana, papá Jacobo y Omar, tienen una reunión de negocios a temprana hora, así que vaya o no a casa, después del amanecer, ya no debe estar ahí.
—Cómo ordene —asintió el canoso.
Varios minutos después, el vehículo llegó a la cabaña. Debido a que apenas un par de días antes había ocurrido el incidente, no se había cambiado la cerradura de la caja de seguridad del acceso, pero como mantenía candados digitales, no había problema. Joseph llegó, constató que todo estuviera bien y luego de encender las cámaras de vigilancia, dejó a Erick frente a la cabaña; aunque quiso ingresar a verificar todo, Erick le dijo que no se preocupara, que conocía el lugar y que se retirara a su hogar, además de que lo mantuviera informado, por medio de mensajes, en caso de que Omar hiciera algo.
Así, Joseph se retiró sin sospechar que realmente, Erick quería entrar a ese lugar a solas.
Erick entró momentos después y antes de encender la luz, un par de manos lo sujetaron de la cintura y besaron su nuca. Pese a que la situación debió haberlo puesto nervioso, debido a que había percibido las feromonas aun antes de entrar a la casa, el ojiazul solo soltó un suspiro y se relajó de inmediato.
—Tardaste —reprochó la voz conocida.
—Fue difícil inventar una excusa para venir… Si Omar está en casa, Joseph se meterá en problemas —dijo con algo de culpa.
—Tu esposo no está en tu casa —las manos se movieron, desabrochando la capa con rapidez y dejándola caer.
—¿Cómo…? ¿Cómo estás tan seguro?
—Unos trabajadores míos lo siguieron y me aseguraron que se fue a un edificio al sur de la ciudad, el mismo dónde pasa la mayor parte del tiempo con su amante…
—¡¿Qué?! —Erick se sorprendió.
Alejandro lo hizo girar, tratando de ver el rostro de Erick, pese a que el lugar seguía a oscuras— ¿te molesta? —tenía un tinte de celos en su voz.
—No, es solo que… no sabía…
—¿No sabías que tu esposo tenía un nidito de amor para sus amantes? —él sabía esa información gracias a sus amigos
Erick suspiró— me lo imaginaba —señaló—, aunque normalmente los lleva a casa —se burló.
—No pareces enojado —Alejandro se sintió mejor, al darse cuenta que Erick se relajaba y le besó la mejilla, antes de bajar por el cuello.
—Bueno, recordar que mi esposo tiene sus amantes, evita que me sienta culpable de haber cometido adulterio y estar por hacerlo de nuevo.
—Mejor… Así podemos disfrutar de la noche.
—Pero, ¿tú cómo sabes eso?
—Mis amigos investigaron y por ello, algunos de mis trabajadores lo han vigilado, para decirme sus movimientos —explicó sin mucho interés.
—¿Trabajadores? —Erick expuso su cuello y sus manos se movieron a los hombros del otro.
—Tengo alguna gente en esta ciudad —lamió la piel con deseo—, poca, pero suficiente en este momento.
—No sabía que —mordió su labio—, tenías a más gente trabajando para ti…
—Mi padre no quiere que nada me pase —explicó divertido—, así que vinieron a protegerme y mantienen un perfil bajo desde que llegamos, para que los asocien lo menos posible conmigo y puedan moverse con facilidad…
—¿Por qué tomar tantas precauciones?
—¿Acaso tu esposo y padre, no las toman?
—No que yo sepa —negó el pelinegro.
—He ahí la razón de que pueda verme con el príncipe Omega, sin problemas —se burló—. Podría robarte y ellos no se darían ni cuenta.
Erick quiso objetar, pero solo sonrió tenuemente; había cosas de las que parecía que no podía hablar seriamente con Alejandro, pero no imaginaba que si era de esa manera, era porque el rubio realmente quería ocultárselas.
Alejandro se inclinó y besó un hombro antes de dejar una ligera mordida, logrando arrancar un gemido de los labios de Erick.
—Vamos a la cama… —musitó el ojiverde, contra la piel de Erick.
—Está bien…
Alejandro no lo dudó, sujetó a Erick en brazos y lo llevó al segundo piso, a la habitación que ya conocía y era el mismo lugar donde lo había tomado la primera vez. Al llegar, fue directamente a la cama y lo recostó ahí, colocándose encima del cuerpo del otro, besándolo con demanda.
Erick correspondió la caricia y disfrutó el beso, pero antes de que Alejandro tomara más el control, se apartó y lo empujó.
El rubio se sorprendió por esa acción— ¿qué?
—Estoy molesto —dijo el ojiazul con seriedad—, hoy bailaste con otros —su voz tenía un claro tinte de reproche.
La mano de Alejandro se movió y encendió la lamparita del buró, luego fijó la mirada en Erick.
—No lo hice porque quisiera, solo quería guardar las apariencias —aseguró, sin dejar de mirar los ojos azules.
—Lo sé… pero me dieron… —el pelinegro se mordió el labio con nervios—. Celos… —confesó.
Alejandro sonrió y acarició una mejilla de Erick— bueno, yo también muero de celos cuando te veo cerca de tu marido y de cualquier otro hombre.
—No lo vuelvas a hacer —los ojos azules buscaron la mirada verde—. Por favor Alex, no lo hagas delante de mí… —su voz parecía una súplica.
El rubio sonrió y se inclinó, besando los labios con deseo— no volveré a hacerlo… te lo prometo —aseguró, volviendo a besarlo, para que se relajara.
Cuando el ojiazul pareció rendirse completamente, no solo por las caricias, sino por las feromonas del otro, Alejandro se apartó de los labios de Erick y bajó por el mentón, sorteando la gargantilla y yendo a uno de los hombros desnudos, besándolo con devoción; toda la noche había anhelado poder saborear la piel que lo provocaba de lejos, debido al vestido que usaba, pero tuvo que aguantar la tentación.
Erick suspiró al sentir los labios y lengua sobre su piel; sus dedos, aun con los guantes, acariciaban los mechones dorados, pero deseaba sentir la sedosidad de esas hebras suaves, así que de inmediato, se quitó los guantes y los lanzó al piso, permitiéndose sentir el cabello del otro, directamente sobre la piel.
Las manos de Alejandro sortearon el colchón y acariciaron la piel de la espalda que estaba expuesta debido al escote trasero, luego buscó el pequeño zipper del vestido; su mano izquierda lo bajó lentamente, mientras la derecha movía las telas con desespero.
—Alex… —Erick tembló y su piel se erizó ante el toque travieso del otro.
—Dime… —Alejandro se apartó un poco y sus manos se movieron diestras, para apartar la parte frontal del vestido de su pareja, observando con deseo el torso desnudo.
—Debo volver a casa temprano —se relamió los labios—, Joseph vendrá por mí al amanecer —especificó.
Ver los labios húmedos de Erick, logró que el rubio perdiera la compostura y lo besara de inmediato.
Aunque el ojiazul intentó apartarlo, en pocos segundos correspondió el beso con ansiedad y lo sujetó del cuello, abriendo su boca para darle paso a la lengua del otro; él también quiso, durante toda la noche, disfrutar el sabor de café, exclusivo de su Destinado y no se iba a reprimir más, no cuando estaban a solas.
Con movimientos algo desesperados y bruscos, Alejandro terminó de desnudar a su pareja. Besó cada parte del cuerpo que el otro había escondido durante la noche por las telas y se deleitó con los gemidos ahogados que escapaban de los labios de su presa; Erick se debatía entre el sigue y el detente, ya que por momentos su mente le decía que debían parar, pero su corazón y cuerpo, le gritaban que se dejara llevar por el momento.
Cuando la boca de Alejandro atrapó el sexo del ojiazul, el raciocinio de Erick desapareció por completo. Su cuerpo empezó a ondularse, sus manos estrujaban las telas de la cama y sus ojos se humedecieron por lágrimas de placer.
Alejandro succionaba el sexo de Erick con deseo, sin dejar de observar el rostro del otro que era aluzado por la lámpara de noche; podía darse cuenta que Erick disfrutaba y esa era su meta. Su mano izquierda se movió entre las nalgas, palpando la entrada que ya estaba completamente húmeda y su dedo medio ingresó sin preámbulo.
Erick sintió el dígito intruso y sus ojos se abrieron con sorpresa cuando sintió el roce en un lugar que le causó un escalofrío y lo obligó a soltar un grito; su cuerpo se contrajo de inmediato, sus piernas intentaron cerrarse sin conseguirlo y llegó al orgasmo sin proponérselo.
Alejandro bebió el semen de su pareja; le parecía dulce, casi como una ambrosía que durante años deseó probar y se le había negado como un castigo, pero ahora estaba a su alcance y no quería dejar de disfrutarla.
Mientras el cuerpo de Erick se estremecía por los escalofríos causados gracias al orgasmo reciente, Alejandro aprovechó para desnudarse; no quería postergar más el momento.
Cuando Erick sintió el cuerpo desnudo sobre el suyo, instintivamente se abrazó a él, tratando de fundirse con esa tibieza que le provocaba tanta paz. Alejandro le besó el cuello, mientras acomodaba su miembro en la entrada; necesitaba poseerlo y no iba a esperar más.
El ojiazul sintió la lenta intrusión y expuso más su cuello para que el otro lo mordiera. Necesitaba sentir los dientes de su pareja, quería que lo marcara completo, que lo llenara de él, para poder sentirse completamente pleno. Desde la primera noche que habían pasado juntos, se había dado cuenta que era lo único que necesitaba en su vida para ser feliz y al menos, durante el acto, no podía mentirse a sí mismo diciendo que debían apartarse, porque realmente no deseaba eso.
Alejandro no lo dudó, pero antes de morder, se dio cuenta que el otro portaba la gargantilla y con un movimiento rápido, la arrancó del cuello, forzando el broche, lanzándola a un lado sin consideración y mordiendo la base del cuello que el objeto había protegido durante la noche, de las miradas indiscretas.
Al entrar por completo, Alejandro dejó de morder, abrazó a Erick, incorporándolo consigo y luego se recostó él, permitiendo que su pareja quedara sentado sobre su miembro. Erick estaba confundido, no entendía lo que ocurría y menos por qué Alejandro había dejado de besar y morder su piel.
—Baila —sonrió el rubio y acarició la mejilla del otro—, quiero que bailes conmigo, de una forma más íntima de lo que hicimos ayer en la fiesta.
Erick sintió que su rostro ardía por la vergüenza, pero su cuerpo obedeció esas palabras; puso las manos en el abdomen del otro, empezando a mover su cadera, de arriba abajo, muy lentamente, disfrutando la enorme hombría que laceraba su interior.
Alejandro sonrió al ver el gesto de placer que Erick tenía en su rostro; sus manos se movieron acariciando el torso desnudo de Erick y pellizcando uno de los pezones que estaban erguidos, logrando que el otro gimiera más audiblemente. Erick no tenía pecho por ser un Omega, pero Alejandro sabía que, cuando un Omega se embarazaba, su pecho aumentaba ligeramente y él estaba ansioso por ver la metamorfosis en su destinado, que seguramente lo haría ver mucho más hermoso de lo que ya era, al llevar a sus hijos en el vientre.
La simple idea de embarazar a Erick lo seducía, pero sabía que esa noche no podía ser, ya que ninguno de los dos estaba en celo y la estimulación no era la adecuada, ni para el nudo, ni para la fecundación, como había sido la primera vez, así que ese día solo quedaba disfrutar.
Las manos del rubio sujetaron al otro de la cadera y le obligó a hacer movimientos más rápidos. Erick gimió, pero entendió lo que su pareja quería, así que su cadera inició un vaivén más desesperado, sintiendo como el enorme miembro estimulaba directamente ese punto que lo volvía loco, obligándolo a gemir y jadear con deseo.
Jamás imaginó que hacer el amor fuera tan maravilloso, pero ahora que lo experimentaba, le parecía sublime, aunque suponía que era por hacerlo con su destinado, porque no se imaginaba haciéndolo con nadie más.
Con la mente nublada, Erick se inclinó y besó los labios de Alejandro, sujetándolo de las mejillas, apartándose solo un momento, pese a que un hilillo de saliva aun los mantenía unidos.
—Te amo, Alex —dijo con devoción, antes de besarlo de nuevo.
El ojiverde se sorprendió por esa declaración, no se imaginaba que Erick le dijera esas palabras tan pronto, ya que incluso el día anterior le pidió que rompiera el enlace; aun así, dejó de pensar y ante el beso atrevido de su pareja, se sintió extasiado por esa situación. Lo sujetó de la cintura, rodando sobre el colchón sin romper el beso, para moverse él.
Erick gimió contra la boca del rubio, pero no hizo el intento por apartarse, al contrario; sus piernas se enredaron en la cintura del otro y sus manos se aferraron a la espalda, marcando con sus uñas la piel.
—Te amo, Erick —confesó Alejandro entre besos.
El ojiazul sonrió y volvió a besar los labios de su pareja, antes de sujetarlo de la melena, guiándolo hasta su cuello.
—Márcame, Alex —suplicó—, ¡marca todo mi cuerpo! —gimió—. Soy tuyo…
Esa petición logró que Alejandro perdiera todo el autocontrol; sus pupilas se alargaron y sus colmillos crecieron, logrando marcar el cuello de Erick por enfrente. Esa no era una marca valida, pero no le importaba, pues su marca ya estaba en la nuca y eso nada, ni nadie, podría borrarlo; cualquier otra marca, solo afirmaba su dominio sobre ese Omega que se le estaba entregando por propia voluntad.
Ante la mordida en su cuello, Erick gritó, su cuerpo se tensó por completo y su miembro palpitó, liberando su semen una vez más, pero entre el cuerpo de ambos, ensuciando el abdomen del rubio. Poco a poco, su cuerpo se relajó, quedando lívido entre los brazos de Alejandro y sobre el colchón.
Alejandro pasó la lengua por la nueva herida y sonrió.
—Esto no termina aun —señaló, acercándose hasta el lóbulo de la oreja—. No creo que anude hoy —confesó—, así que necesitaré toda la noche, para sentirme pleno.
Ante esas palabras que parecían una amenaza, Erick se estremeció, pero sonrió débilmente y buscó la mirada verde, dándose cuenta de las pupilas alargadas. Esa era la faceta salvaje de su pareja y le parecía tan encantador que solo pudo asentir.
—Hasta que… te sacies —relamió sus labios y terminó mordiendo su labio inferior.
Alejandro sonrió de manera triunfal, Erick le estaba dando permiso de hacer lo que deseara y no iba a contenerse.
Así, Joseph se retiró sin sospechar que realmente, Erick quería entrar a ese lugar a solas.
Erick entró momentos después y antes de encender la luz, un par de manos lo sujetaron de la cintura y besaron su nuca. Pese a que la situación debió haberlo puesto nervioso, debido a que había percibido las feromonas aun antes de entrar a la casa, el ojiazul solo soltó un suspiro y se relajó de inmediato.
—Tardaste —reprochó la voz conocida.
—Fue difícil inventar una excusa para venir… Si Omar está en casa, Joseph se meterá en problemas —dijo con algo de culpa.
—Tu esposo no está en tu casa —las manos se movieron, desabrochando la capa con rapidez y dejándola caer.
—¿Cómo…? ¿Cómo estás tan seguro?
—Unos trabajadores míos lo siguieron y me aseguraron que se fue a un edificio al sur de la ciudad, el mismo dónde pasa la mayor parte del tiempo con su amante…
—¡¿Qué?! —Erick se sorprendió.
Alejandro lo hizo girar, tratando de ver el rostro de Erick, pese a que el lugar seguía a oscuras— ¿te molesta? —tenía un tinte de celos en su voz.
—No, es solo que… no sabía…
—¿No sabías que tu esposo tenía un nidito de amor para sus amantes? —él sabía esa información gracias a sus amigos
Erick suspiró— me lo imaginaba —señaló—, aunque normalmente los lleva a casa —se burló.
—No pareces enojado —Alejandro se sintió mejor, al darse cuenta que Erick se relajaba y le besó la mejilla, antes de bajar por el cuello.
—Bueno, recordar que mi esposo tiene sus amantes, evita que me sienta culpable de haber cometido adulterio y estar por hacerlo de nuevo.
—Mejor… Así podemos disfrutar de la noche.
—Pero, ¿tú cómo sabes eso?
—Mis amigos investigaron y por ello, algunos de mis trabajadores lo han vigilado, para decirme sus movimientos —explicó sin mucho interés.
—¿Trabajadores? —Erick expuso su cuello y sus manos se movieron a los hombros del otro.
—Tengo alguna gente en esta ciudad —lamió la piel con deseo—, poca, pero suficiente en este momento.
—No sabía que —mordió su labio—, tenías a más gente trabajando para ti…
—Mi padre no quiere que nada me pase —explicó divertido—, así que vinieron a protegerme y mantienen un perfil bajo desde que llegamos, para que los asocien lo menos posible conmigo y puedan moverse con facilidad…
—¿Por qué tomar tantas precauciones?
—¿Acaso tu esposo y padre, no las toman?
—No que yo sepa —negó el pelinegro.
—He ahí la razón de que pueda verme con el príncipe Omega, sin problemas —se burló—. Podría robarte y ellos no se darían ni cuenta.
Erick quiso objetar, pero solo sonrió tenuemente; había cosas de las que parecía que no podía hablar seriamente con Alejandro, pero no imaginaba que si era de esa manera, era porque el rubio realmente quería ocultárselas.
Alejandro se inclinó y besó un hombro antes de dejar una ligera mordida, logrando arrancar un gemido de los labios de Erick.
—Vamos a la cama… —musitó el ojiverde, contra la piel de Erick.
—Está bien…
Alejandro no lo dudó, sujetó a Erick en brazos y lo llevó al segundo piso, a la habitación que ya conocía y era el mismo lugar donde lo había tomado la primera vez. Al llegar, fue directamente a la cama y lo recostó ahí, colocándose encima del cuerpo del otro, besándolo con demanda.
Erick correspondió la caricia y disfrutó el beso, pero antes de que Alejandro tomara más el control, se apartó y lo empujó.
El rubio se sorprendió por esa acción— ¿qué?
—Estoy molesto —dijo el ojiazul con seriedad—, hoy bailaste con otros —su voz tenía un claro tinte de reproche.
La mano de Alejandro se movió y encendió la lamparita del buró, luego fijó la mirada en Erick.
—No lo hice porque quisiera, solo quería guardar las apariencias —aseguró, sin dejar de mirar los ojos azules.
—Lo sé… pero me dieron… —el pelinegro se mordió el labio con nervios—. Celos… —confesó.
Alejandro sonrió y acarició una mejilla de Erick— bueno, yo también muero de celos cuando te veo cerca de tu marido y de cualquier otro hombre.
—No lo vuelvas a hacer —los ojos azules buscaron la mirada verde—. Por favor Alex, no lo hagas delante de mí… —su voz parecía una súplica.
El rubio sonrió y se inclinó, besando los labios con deseo— no volveré a hacerlo… te lo prometo —aseguró, volviendo a besarlo, para que se relajara.
Cuando el ojiazul pareció rendirse completamente, no solo por las caricias, sino por las feromonas del otro, Alejandro se apartó de los labios de Erick y bajó por el mentón, sorteando la gargantilla y yendo a uno de los hombros desnudos, besándolo con devoción; toda la noche había anhelado poder saborear la piel que lo provocaba de lejos, debido al vestido que usaba, pero tuvo que aguantar la tentación.
Erick suspiró al sentir los labios y lengua sobre su piel; sus dedos, aun con los guantes, acariciaban los mechones dorados, pero deseaba sentir la sedosidad de esas hebras suaves, así que de inmediato, se quitó los guantes y los lanzó al piso, permitiéndose sentir el cabello del otro, directamente sobre la piel.
Las manos de Alejandro sortearon el colchón y acariciaron la piel de la espalda que estaba expuesta debido al escote trasero, luego buscó el pequeño zipper del vestido; su mano izquierda lo bajó lentamente, mientras la derecha movía las telas con desespero.
—Alex… —Erick tembló y su piel se erizó ante el toque travieso del otro.
—Dime… —Alejandro se apartó un poco y sus manos se movieron diestras, para apartar la parte frontal del vestido de su pareja, observando con deseo el torso desnudo.
—Debo volver a casa temprano —se relamió los labios—, Joseph vendrá por mí al amanecer —especificó.
Ver los labios húmedos de Erick, logró que el rubio perdiera la compostura y lo besara de inmediato.
Aunque el ojiazul intentó apartarlo, en pocos segundos correspondió el beso con ansiedad y lo sujetó del cuello, abriendo su boca para darle paso a la lengua del otro; él también quiso, durante toda la noche, disfrutar el sabor de café, exclusivo de su Destinado y no se iba a reprimir más, no cuando estaban a solas.
Con movimientos algo desesperados y bruscos, Alejandro terminó de desnudar a su pareja. Besó cada parte del cuerpo que el otro había escondido durante la noche por las telas y se deleitó con los gemidos ahogados que escapaban de los labios de su presa; Erick se debatía entre el sigue y el detente, ya que por momentos su mente le decía que debían parar, pero su corazón y cuerpo, le gritaban que se dejara llevar por el momento.
Cuando la boca de Alejandro atrapó el sexo del ojiazul, el raciocinio de Erick desapareció por completo. Su cuerpo empezó a ondularse, sus manos estrujaban las telas de la cama y sus ojos se humedecieron por lágrimas de placer.
Alejandro succionaba el sexo de Erick con deseo, sin dejar de observar el rostro del otro que era aluzado por la lámpara de noche; podía darse cuenta que Erick disfrutaba y esa era su meta. Su mano izquierda se movió entre las nalgas, palpando la entrada que ya estaba completamente húmeda y su dedo medio ingresó sin preámbulo.
Erick sintió el dígito intruso y sus ojos se abrieron con sorpresa cuando sintió el roce en un lugar que le causó un escalofrío y lo obligó a soltar un grito; su cuerpo se contrajo de inmediato, sus piernas intentaron cerrarse sin conseguirlo y llegó al orgasmo sin proponérselo.
Alejandro bebió el semen de su pareja; le parecía dulce, casi como una ambrosía que durante años deseó probar y se le había negado como un castigo, pero ahora estaba a su alcance y no quería dejar de disfrutarla.
Mientras el cuerpo de Erick se estremecía por los escalofríos causados gracias al orgasmo reciente, Alejandro aprovechó para desnudarse; no quería postergar más el momento.
Cuando Erick sintió el cuerpo desnudo sobre el suyo, instintivamente se abrazó a él, tratando de fundirse con esa tibieza que le provocaba tanta paz. Alejandro le besó el cuello, mientras acomodaba su miembro en la entrada; necesitaba poseerlo y no iba a esperar más.
El ojiazul sintió la lenta intrusión y expuso más su cuello para que el otro lo mordiera. Necesitaba sentir los dientes de su pareja, quería que lo marcara completo, que lo llenara de él, para poder sentirse completamente pleno. Desde la primera noche que habían pasado juntos, se había dado cuenta que era lo único que necesitaba en su vida para ser feliz y al menos, durante el acto, no podía mentirse a sí mismo diciendo que debían apartarse, porque realmente no deseaba eso.
Alejandro no lo dudó, pero antes de morder, se dio cuenta que el otro portaba la gargantilla y con un movimiento rápido, la arrancó del cuello, forzando el broche, lanzándola a un lado sin consideración y mordiendo la base del cuello que el objeto había protegido durante la noche, de las miradas indiscretas.
Al entrar por completo, Alejandro dejó de morder, abrazó a Erick, incorporándolo consigo y luego se recostó él, permitiendo que su pareja quedara sentado sobre su miembro. Erick estaba confundido, no entendía lo que ocurría y menos por qué Alejandro había dejado de besar y morder su piel.
—Baila —sonrió el rubio y acarició la mejilla del otro—, quiero que bailes conmigo, de una forma más íntima de lo que hicimos ayer en la fiesta.
Erick sintió que su rostro ardía por la vergüenza, pero su cuerpo obedeció esas palabras; puso las manos en el abdomen del otro, empezando a mover su cadera, de arriba abajo, muy lentamente, disfrutando la enorme hombría que laceraba su interior.
Alejandro sonrió al ver el gesto de placer que Erick tenía en su rostro; sus manos se movieron acariciando el torso desnudo de Erick y pellizcando uno de los pezones que estaban erguidos, logrando que el otro gimiera más audiblemente. Erick no tenía pecho por ser un Omega, pero Alejandro sabía que, cuando un Omega se embarazaba, su pecho aumentaba ligeramente y él estaba ansioso por ver la metamorfosis en su destinado, que seguramente lo haría ver mucho más hermoso de lo que ya era, al llevar a sus hijos en el vientre.
La simple idea de embarazar a Erick lo seducía, pero sabía que esa noche no podía ser, ya que ninguno de los dos estaba en celo y la estimulación no era la adecuada, ni para el nudo, ni para la fecundación, como había sido la primera vez, así que ese día solo quedaba disfrutar.
Las manos del rubio sujetaron al otro de la cadera y le obligó a hacer movimientos más rápidos. Erick gimió, pero entendió lo que su pareja quería, así que su cadera inició un vaivén más desesperado, sintiendo como el enorme miembro estimulaba directamente ese punto que lo volvía loco, obligándolo a gemir y jadear con deseo.
Jamás imaginó que hacer el amor fuera tan maravilloso, pero ahora que lo experimentaba, le parecía sublime, aunque suponía que era por hacerlo con su destinado, porque no se imaginaba haciéndolo con nadie más.
Con la mente nublada, Erick se inclinó y besó los labios de Alejandro, sujetándolo de las mejillas, apartándose solo un momento, pese a que un hilillo de saliva aun los mantenía unidos.
—Te amo, Alex —dijo con devoción, antes de besarlo de nuevo.
El ojiverde se sorprendió por esa declaración, no se imaginaba que Erick le dijera esas palabras tan pronto, ya que incluso el día anterior le pidió que rompiera el enlace; aun así, dejó de pensar y ante el beso atrevido de su pareja, se sintió extasiado por esa situación. Lo sujetó de la cintura, rodando sobre el colchón sin romper el beso, para moverse él.
Erick gimió contra la boca del rubio, pero no hizo el intento por apartarse, al contrario; sus piernas se enredaron en la cintura del otro y sus manos se aferraron a la espalda, marcando con sus uñas la piel.
—Te amo, Erick —confesó Alejandro entre besos.
El ojiazul sonrió y volvió a besar los labios de su pareja, antes de sujetarlo de la melena, guiándolo hasta su cuello.
—Márcame, Alex —suplicó—, ¡marca todo mi cuerpo! —gimió—. Soy tuyo…
Esa petición logró que Alejandro perdiera todo el autocontrol; sus pupilas se alargaron y sus colmillos crecieron, logrando marcar el cuello de Erick por enfrente. Esa no era una marca valida, pero no le importaba, pues su marca ya estaba en la nuca y eso nada, ni nadie, podría borrarlo; cualquier otra marca, solo afirmaba su dominio sobre ese Omega que se le estaba entregando por propia voluntad.
Ante la mordida en su cuello, Erick gritó, su cuerpo se tensó por completo y su miembro palpitó, liberando su semen una vez más, pero entre el cuerpo de ambos, ensuciando el abdomen del rubio. Poco a poco, su cuerpo se relajó, quedando lívido entre los brazos de Alejandro y sobre el colchón.
Alejandro pasó la lengua por la nueva herida y sonrió.
—Esto no termina aun —señaló, acercándose hasta el lóbulo de la oreja—. No creo que anude hoy —confesó—, así que necesitaré toda la noche, para sentirme pleno.
Ante esas palabras que parecían una amenaza, Erick se estremeció, pero sonrió débilmente y buscó la mirada verde, dándose cuenta de las pupilas alargadas. Esa era la faceta salvaje de su pareja y le parecía tan encantador que solo pudo asentir.
—Hasta que… te sacies —relamió sus labios y terminó mordiendo su labio inferior.
Alejandro sonrió de manera triunfal, Erick le estaba dando permiso de hacer lo que deseara y no iba a contenerse.
Capítulo ligeramente intenso, espero lo disfruten.
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