Capítulo XIII
Alejandro estaba en un balcón, observando a los autos llegar; estaba ansioso porque quería ver a Erick. No había estado tranquilo al pensar que iría a su casa, con su marido, pero le había prometido ir a esa fiesta, por lo que debía esperar.
—Buenas noches —la voz de un chico de cabello oscuro lo hizo voltear—. Disculpe, ¿es usted el joven, Alejandro de León?
El rubio observó la vestimenta; era alguien del servicio.
—Sí —respondió escuetamente.
—El anfitrión, el señor Rodríguez, quiere cruzar unas palabras con usted, en uno de los salones privados —hizo un ademán con la mano.
Alejandro levantó una ceja, pero supuso que como cualquier otro empresario, el hombre quería charlar con él para obtener beneficios. Hizo un gesto de fastidio, pero no podía negarse.
—De acuerdo…
Alejandro siguió al sujeto, quien lo guio por lugares poco concurridos, hasta el lugar donde se suponía que vería al anfitrión. Al llegar frente a la puerta, el hombre no abrió, solo le hizo una seña y se retiró.
El rubio desconfió de esa acción, así que movió la mano hasta su bolsillo y con disimulo, llevó un pequeño comunicador a su oreja y lo encendió.
—Estén alertas —susurró, a sabiendas que los guardaespaldas que lo siguieron y que estaban en el exterior, tomarían medidas de ser necesario.
Alejandro abrió la puerta e ingresó, el interior parecía vacío, había luces tenues y estaba todo en silencio, pero el rubio podía percibir cierto olor a fresas que le parecía conocido; caminó un poco, adentrándose en el recinto, aunque se mantenía expectante.
—¡Buenas noches! —Jair apareció detrás de un enorme sillón de un escritorio y sonrió con emoción.
El ojiverde reconoció al sujeto, como el mismo que lo había buscado el día anterior y soltó el aire con desgano.
—Tú no eres el anfitrión —señaló Alejandro con frialdad—. Ni siquiera eres de la familia Rodríguez.
—Qué observador… —el pelinegro se sentó en el escritorio, mismo que estaba vacío en la superficie—. Supuse que te gustaría platicar con alguien más joven, que con un hombre mayor —se mordió el labio inferior de forma juguetona.
El ojiverde no se inmutó; era notorio lo que el otro quería.
—Vine a hablar de negocios, nada más —especificó el rubio—, pero es obvio que tú no tienes intención de ello —dio media vuelta.
—¡Espera! —Jair bajó del escritorio y corrió hasta él—. Solo… ¡hablemos! —dijo con ansiedad.
—No tengo nada de qué hablar contigo, no me interesas —señaló el rubio con desdén.
Jair apretó los puños, no le gustaba cuando lo rechazaban, pero debía mantener un aire amable para el otro.
—¿Por qué? —preguntó con voz débil—. ¿No crees que sea lo suficientemente atractivo para ti?
—En lo más mínimo.
Los ojos de Jair se abrieron con sorpresa y estuvo a punto de soltar un improperio, pero se contuvo.
—Tal vez… si me dieras la oportunidad…
Alejandro sonrió con sarcasmo— solo le doy oportunidad a los que me interesan o me sirven de algo y tú, no entras en ninguna de esas categorías.
—Alex, si tú quisieras, yo… —Jair desplegó sus feromonas e intentó sujetarlo del brazo.
El rubio apartó el brazo con un ademán molesto— no me tutees y no me toques —dijo con molestia.
—Pero, solo quiero…
—No me interesa lo que quieras y mejor no intentes usar tus feromonas conmigo —las pupilas verdes se alargaron, mirando al otro con fiereza—, me repugna tu olor, tan falso, tan superficial, ¡tan desagradable! —dijo con ira, recordando a todos los Omegas que intentaban usar sus feromonas frutales para seducirlo.
El labio inferior de Jair tembló; nadie le había dicho algo así, a todos les gustaba su olor a fresas, por ello todos los hombres que deseaba, terminaban a sus pies. La ira y la frustración se adueñaron de él, por lo que perdió la compostura, olvidándose de su fachada inocente.
—¡¿Acaso estás ciego?! —gritó molesto—. ¡Mírame! —se señaló—. ¡Hay quienes afirman que incluso soy mejor que el príncipe Omega! —dijo con orgullo, ya que Omar le había dicho eso, cuando tenían relaciones—. Tanto así, que puedo usar este traje que debía ser suyo —dijo con desdén—. Soy el único que puede superarlo y más, porque ¡yo si soy un Omega de verdad!
Jair estaba completamente seguro que Erick era Beta, por lo que Omar le había dicho, así que él se había encargado de que los rumores iniciaran más fuertes desde el día anterior, en que había vuelto a aparecer en público.
Alejandro observó a Jair de pies a cabeza; en cualquier otra circunstancia, no le hubiera puesto atención a sus palabras, pero al haber tocado el tema de Erick, lo hizo enfurecer. Su primer impulso fue golpearlo, pero tampoco quería dejar una mala impresión en caso de que alguien se enterara de lo ocurrido, así que se contuvo; debía atacar al otro de manera diferente.
—¿Superar al príncipe Omega? —el rubio sonrió con sarcasmo, pero el gesto hizo temblar a Jair—. Si esa es tu meta, creo que ya perdiste… —señaló—. No tienes nada destacable —lo rodeó—, el traje no te hace mejor que nadie más y tus feromonas son demasiado comunes —levantó una ceja—. Tu apellido no tiene peso y por eso sé que no tienes una familia que te respalde… Así que, repito, en lo personal, no me interesas, ni me sirves —ladeó el rostro—, por lo tanto, por tu bien, mantente alejado de mi…
Las palabras de Alejandro, retumbaron en la mente de Jair; el pelinegro se quedó inmóvil, sintiéndose humillado, mientras el ojiverde salía de ese salón, dejándolo solo.
Jair respiró profundamente, sintiendo que el coraje se adueñaba de él; lo que Alejandro le dijo, ya lo había escuchado antes. Ya muchos otros le habían dicho que era un ‘don nadie’, especialmente los Omega de la alta sociedad en esa ciudad, pero aun así, había logrado obtener lo que quería de cualquier Alfa que se proponía, por ello quería escalar y ser alguien, para poder callarles la boca a todos los Omega que lo miraban con desdén.
Durante años, había planeado acercarse a Omar y cuando lo logró, pensó que tendría todo solucionado si conseguía que se divorciara de su esposo y se casara con él, pero al saber que Alejandro de León estaría a su alcance, aspiró a más alto. ¿Por qué conformarse con el hombre que tenía el comercio de un estado en sus manos, si podía conseguir al que sería el dueño del país, cuando heredara los negocios de su familia?
Desde pequeño, conseguía lo que quería, de una u otra manera, pese a que no había sido tratado como príncipe y su familia no era tan poderosa o reconocida, tenía suficiente dinero para vivir cómodamente y darse varios lujos, pero para él, nunca fue suficiente. Cuando tuvo su primer celo y se dio cuenta que sus feromonas eran llamativas para muchos, pudo lograr quedarse con el dinero de sus padres, gracias al favor de un Alfa mucho mayor que él y de ahí, todo lo conseguía con sus encantos. Alfas y Betas varones, cedían ante sus caprichos y su fingida dulzura, pero ahora, Alejandro de León, el Alfa que deseaba y el único que podía convertirlo en el Omega más poderoso y reconocido, no caía ante sus encantos.
—Tengo que encontrar la forma —apretó los puños—. Serás mío, Alejandro, de una u otra manera, lograré mi cometido —respiró profundamente—, tú pondrás el mundo a mis pies y serás mi esclavo también…
—Buenas noches —la voz de un chico de cabello oscuro lo hizo voltear—. Disculpe, ¿es usted el joven, Alejandro de León?
El rubio observó la vestimenta; era alguien del servicio.
—Sí —respondió escuetamente.
—El anfitrión, el señor Rodríguez, quiere cruzar unas palabras con usted, en uno de los salones privados —hizo un ademán con la mano.
Alejandro levantó una ceja, pero supuso que como cualquier otro empresario, el hombre quería charlar con él para obtener beneficios. Hizo un gesto de fastidio, pero no podía negarse.
—De acuerdo…
Alejandro siguió al sujeto, quien lo guio por lugares poco concurridos, hasta el lugar donde se suponía que vería al anfitrión. Al llegar frente a la puerta, el hombre no abrió, solo le hizo una seña y se retiró.
El rubio desconfió de esa acción, así que movió la mano hasta su bolsillo y con disimulo, llevó un pequeño comunicador a su oreja y lo encendió.
—Estén alertas —susurró, a sabiendas que los guardaespaldas que lo siguieron y que estaban en el exterior, tomarían medidas de ser necesario.
Alejandro abrió la puerta e ingresó, el interior parecía vacío, había luces tenues y estaba todo en silencio, pero el rubio podía percibir cierto olor a fresas que le parecía conocido; caminó un poco, adentrándose en el recinto, aunque se mantenía expectante.
—¡Buenas noches! —Jair apareció detrás de un enorme sillón de un escritorio y sonrió con emoción.
El ojiverde reconoció al sujeto, como el mismo que lo había buscado el día anterior y soltó el aire con desgano.
—Tú no eres el anfitrión —señaló Alejandro con frialdad—. Ni siquiera eres de la familia Rodríguez.
—Qué observador… —el pelinegro se sentó en el escritorio, mismo que estaba vacío en la superficie—. Supuse que te gustaría platicar con alguien más joven, que con un hombre mayor —se mordió el labio inferior de forma juguetona.
El ojiverde no se inmutó; era notorio lo que el otro quería.
—Vine a hablar de negocios, nada más —especificó el rubio—, pero es obvio que tú no tienes intención de ello —dio media vuelta.
—¡Espera! —Jair bajó del escritorio y corrió hasta él—. Solo… ¡hablemos! —dijo con ansiedad.
—No tengo nada de qué hablar contigo, no me interesas —señaló el rubio con desdén.
Jair apretó los puños, no le gustaba cuando lo rechazaban, pero debía mantener un aire amable para el otro.
—¿Por qué? —preguntó con voz débil—. ¿No crees que sea lo suficientemente atractivo para ti?
—En lo más mínimo.
Los ojos de Jair se abrieron con sorpresa y estuvo a punto de soltar un improperio, pero se contuvo.
—Tal vez… si me dieras la oportunidad…
Alejandro sonrió con sarcasmo— solo le doy oportunidad a los que me interesan o me sirven de algo y tú, no entras en ninguna de esas categorías.
—Alex, si tú quisieras, yo… —Jair desplegó sus feromonas e intentó sujetarlo del brazo.
El rubio apartó el brazo con un ademán molesto— no me tutees y no me toques —dijo con molestia.
—Pero, solo quiero…
—No me interesa lo que quieras y mejor no intentes usar tus feromonas conmigo —las pupilas verdes se alargaron, mirando al otro con fiereza—, me repugna tu olor, tan falso, tan superficial, ¡tan desagradable! —dijo con ira, recordando a todos los Omegas que intentaban usar sus feromonas frutales para seducirlo.
El labio inferior de Jair tembló; nadie le había dicho algo así, a todos les gustaba su olor a fresas, por ello todos los hombres que deseaba, terminaban a sus pies. La ira y la frustración se adueñaron de él, por lo que perdió la compostura, olvidándose de su fachada inocente.
—¡¿Acaso estás ciego?! —gritó molesto—. ¡Mírame! —se señaló—. ¡Hay quienes afirman que incluso soy mejor que el príncipe Omega! —dijo con orgullo, ya que Omar le había dicho eso, cuando tenían relaciones—. Tanto así, que puedo usar este traje que debía ser suyo —dijo con desdén—. Soy el único que puede superarlo y más, porque ¡yo si soy un Omega de verdad!
Jair estaba completamente seguro que Erick era Beta, por lo que Omar le había dicho, así que él se había encargado de que los rumores iniciaran más fuertes desde el día anterior, en que había vuelto a aparecer en público.
Alejandro observó a Jair de pies a cabeza; en cualquier otra circunstancia, no le hubiera puesto atención a sus palabras, pero al haber tocado el tema de Erick, lo hizo enfurecer. Su primer impulso fue golpearlo, pero tampoco quería dejar una mala impresión en caso de que alguien se enterara de lo ocurrido, así que se contuvo; debía atacar al otro de manera diferente.
—¿Superar al príncipe Omega? —el rubio sonrió con sarcasmo, pero el gesto hizo temblar a Jair—. Si esa es tu meta, creo que ya perdiste… —señaló—. No tienes nada destacable —lo rodeó—, el traje no te hace mejor que nadie más y tus feromonas son demasiado comunes —levantó una ceja—. Tu apellido no tiene peso y por eso sé que no tienes una familia que te respalde… Así que, repito, en lo personal, no me interesas, ni me sirves —ladeó el rostro—, por lo tanto, por tu bien, mantente alejado de mi…
Las palabras de Alejandro, retumbaron en la mente de Jair; el pelinegro se quedó inmóvil, sintiéndose humillado, mientras el ojiverde salía de ese salón, dejándolo solo.
Jair respiró profundamente, sintiendo que el coraje se adueñaba de él; lo que Alejandro le dijo, ya lo había escuchado antes. Ya muchos otros le habían dicho que era un ‘don nadie’, especialmente los Omega de la alta sociedad en esa ciudad, pero aun así, había logrado obtener lo que quería de cualquier Alfa que se proponía, por ello quería escalar y ser alguien, para poder callarles la boca a todos los Omega que lo miraban con desdén.
Durante años, había planeado acercarse a Omar y cuando lo logró, pensó que tendría todo solucionado si conseguía que se divorciara de su esposo y se casara con él, pero al saber que Alejandro de León estaría a su alcance, aspiró a más alto. ¿Por qué conformarse con el hombre que tenía el comercio de un estado en sus manos, si podía conseguir al que sería el dueño del país, cuando heredara los negocios de su familia?
Desde pequeño, conseguía lo que quería, de una u otra manera, pese a que no había sido tratado como príncipe y su familia no era tan poderosa o reconocida, tenía suficiente dinero para vivir cómodamente y darse varios lujos, pero para él, nunca fue suficiente. Cuando tuvo su primer celo y se dio cuenta que sus feromonas eran llamativas para muchos, pudo lograr quedarse con el dinero de sus padres, gracias al favor de un Alfa mucho mayor que él y de ahí, todo lo conseguía con sus encantos. Alfas y Betas varones, cedían ante sus caprichos y su fingida dulzura, pero ahora, Alejandro de León, el Alfa que deseaba y el único que podía convertirlo en el Omega más poderoso y reconocido, no caía ante sus encantos.
—Tengo que encontrar la forma —apretó los puños—. Serás mío, Alejandro, de una u otra manera, lograré mi cometido —respiró profundamente—, tú pondrás el mundo a mis pies y serás mi esclavo también…
Alejandro estaba furioso; Jair casi acabó con su paciencia, pero debía contenerse.
Al salir de ese salón, volvió sus pasos; antes de llegar al balcón dónde había estado antes y de guardar el comunicador, se despidió de sus guardaespaldas, diciéndoles que se mantuvieran alerta por cualquier cosa y vigilaran los alrededores. Quería esperar a Erick y verlo al llegar, pero antes de que fuera a su lugar, percibió el aroma de su Omega y caminó hacia las escaleras que daban la entrada principal.
Desde ahí pudo observar con claridad, la entrada de Erick al recinto.
Justo como el día anterior, todos guardaron silencio, incluso la música se detuvo; el ojiazul llegó del brazo de su esposo y en el acceso, desabrochó los botones y se quitó la capa, mostrando el conjunto que usaba debajo.
Traía cuello alto, sin mangas, lo que permitía que sus hombros quedaran descubiertos, pero portaba unos guantes largos, que le cubrían hasta la mitad del antebrazo, para cubrir sus cicatrices; el torso, cintura y cadera, se definía a través de la tela, que se le pegaba al cuerpo, excepto la parte de la rodilla para abajo, pues parecía un vestido corte sirena. Cualquiera hubiera pensado que era un vestido de novia, ya que era en su mayoría blanco, pero tenía algunos bordados en azul, combinando con la capa que se acababa de quitar.
Erick mantuvo el cuerpo erguido y el rostro en alto, por lo cual su mirada se cruzó con la de Alejandro, que aún permanecía en la escalera. Cuando ambos se vieron, sonrieron disimuladamente.
Omar por su parte, se había quedado como estatua, al lado de su esposo. No imaginaba que debajo de esa capa que lo cubría por completo, llevaría ese vestido que definía su silueta, sin dejar nada a la imaginación. Pasó saliva con nervios y sus ojos repasaron a su alrededor; gran parte de los Alfas presentes, aun y que estuvieran con sus respectivas parejas, parecían querer comerse a Erick con la mirada, mientras que la mayoría de los Omega lo miraban con sorpresa e incluso envidia.
Erick le ofreció la mano a Omar y este tardó unos segundos en reaccionar; lo sujetó y caminó con él, yendo hasta dónde estaban sus padres.
—¡Erick! —la voz de un hombre se escuchó y el ojiazul se detuvo, logrando que Omar también detuviera su andar.
—Buenas noches, señor Mayer —saludó el ojiazul, al hombre que lo había llamado.
—¡¿Qué ocurrió?! —preguntó Lucas Mayer, observándolo con incredulidad—. ¡¿Por qué no traes mi diseño?!
—¿Su… diseño? —Erick lo miró confundido.
—A temprana hora, un trabajador de Omar —miró al castaño con furia—, fue a mi boutique, por el traje que usarías hoy, pero no solo no lo traes, sino que hace un rato, ¡miré que un don nadie lo traía puesto!
Erick observó a su esposo y se dio cuenta que el color se le iba del rostro. Ya había imaginado que había regalado los trajes que dijo haber comprado, pero no pensó que a alguien que los vestiría en la misma fiesta a la que él acudiría.
—¡Era un diseño único! —prosiguió el canoso.
—Disculpe, señor Mayer —Erick puso un gesto contrariado—. Lamentablemente no recibí el traje y…
—Y Erick tiene un compromiso de exclusividad conmigo —Gibrán se acercó a la escena—. El príncipe Omega usará solo mis diseños esta temporada —sonrió con arrogancia.
Los dos diseñadores se vieron de manera retadora; era bien sabido en esa ciudad, que ambos eran competidores, aunque generalmente era Gibrán el que siempre sobresalía.
Los murmullos alrededor iniciaron y Lucas tuvo que tragarse el orgullo, pero volteó a ver a Omar, pues era quien había hablado con él para los trajes.
—Espero los trajes de vuelta para mañana, de lo contrario, ¡tomaré medidas! —lo señaló con el índice y se apartó de la escena.
—¡Qué genio! —Gibran chasqueó la lengua y se puso frente a Erick—. Te ves, ¡espectacular! —dijo con orgullo.
—Gracias —Erick movió ligeramente el rostro.
—Y no te preocupes, con que todos sepan que eres mi modelo exclusivo esta temporada, no debes preocuparte por lo que digan de los trajes que no podrás ponerte —miró de soslayo a Omar, que seguía mudo.
El castaño se dio cuenta que el diseñador lo culpaba del mal rato que estuvo a punto de pasar Erick; seguramente su esposo le comentó lo ocurrido con los trajes y al ver uno en Jair, todos supieron lo que ocurría en realidad. Era obvio que Omar le dio las vestimentas que se suponía que eran para Erick, a uno de sus amantes.
—¡Muchas gracias! —el ojiazul sonrió amable y sin proponérselo, el olor a lirio empezó a inundar el lugar, logrando que todos los presentes se relajaran de inmediato.
Incluso Omar se sintió reconfortado, pero negó y sujetó a Erick del brazo con firmeza, tratando de no imprimir mucha fuerza.
—Vamos, Erick, debemos ver a mis padres…
—Con permiso, señor Ibarra.
Erick se despidió y caminó al lado de su esposo. Apenas llegaron con los padres del castaño, Erick saludó a sus suegros de beso en la mejilla.
—Cariño, estás ¡despampanante! —Ulises lo sujetó de las manos y le sonrió emocionado.
—Sigues siendo un joven muy hermoso —Jacobo sonrió con orgullo, ya que sentía que Erick era la joya de su familia.
—Gracias…
—¿Y tú? —Jacobo miró a su hijo con frialdad—. ¿Qué fue lo que pasó?
Omar no pudo hablar, detuvo a un mesero y sujetó una copa de vino, bebiéndola con desespero; se sentía sumamente inquieto.
—¿Omar? —insistió su padre.
—Hubo un problema con los trajes que había comprado para Erick —comentó con nervios—. Hablaré con Joseph para saber qué ocurrió… —señaló débilmente.
—Todos sabemos lo que pasó —Ulises habló entre dientes—. Los trajes que eran para Erick, se los diste a alguien más, ¿no es así?
Omar estuvo a punto de objetar, pero su madre no lo permitió.
—¡No lo niegues! —Ulises trató de guardar la compostura—. Apenas llegué, Lucas vino a preguntarme porque un sujeto al que ni siquiera conocía, traía el traje que se suponía era para tu esposo —lo apuntó con el índice—. También me dijo que se acercó porque pensó que era él, al verlo de espaldas.
—¡¿Omar?! —Jacobo miró con furia a su hijo.
Le había dicho que se abstuviera de llevar a sus amantes a la casa donde vivía con Erick, pero no imaginó que también tenía que decirle que los dejara de lado un tiempo; sabía que era imposible que su hijo dejara esa actitud, pero tenía que pensar en la reputación de su familia.
El castaño sentía que estaba perdido— yo… yo…
—Está bien, no importa —negó Erick, tratando de calmar los ánimos—. Omar creyó que no los iba a usar, así que supongo que quiso darles un buen uso… —trató de minimizar la situación—. Por ahora, habrá que disculparse con el señor Mayer de manera formal y le ofreceré ser su modelo en otra temporada —sonrió animoso.
—¡¿Qué?! —Omar frunció el ceño.
Pero sus padres se sintieron satisfechos con esa decisión.
—¡Esa es una gran idea! —Ulises asintió.
—Me alegra que vuelvas a ser notable en la sociedad —Jacobo se sintió confiado.
Omar no estaba feliz con esa situación, quería negarse, pero antes de poder decir algo en contra, una voz familiar se escuchó.
—Buenas noches —la voz de Alonso sonaba fría.
Erick levantó el rostro y sintió que su corazón se aceleraba, al ver a Alejandro vestido de blanco; aunque su emoción disminuyó, al verlo acompañado de su padre.
—Buenas noches —saludaron Jacobo y Ulises.
—Buenas noches, nos vemos de nuevo —sonrió el rubio, fijando sus ojos verdes en Erick y extendiendo la mano para saludarlo.
Erick no pudo negarse y posó la mano sobre los dedos de Alex, quien se inclinó a besar la mano, por encima del guante, disfrutando el olor de lirio del otro, impregnando la tela completamente.
—Un placer verlo esta noche de nuevo, señor Acosta —prosiguió el rubio, besando la mano de la madre de Omar, solo para guardar las apariencias.
—Estuve platicando con el joven De León —Alonso hizo un ademán—. Me comentó que ayer no pudo hablar con Erick, sobre el negocio de exportación de carne de conejo…
—¡¿Qué?! —Erick miró a Alejandro con susto.
—Lo íbamos a discutir otro día —interrumpió Omar de inmediato—. Además, Erick no se sintió bien y tuvo que retirarse a casa —mintió.
—¿Se siente mejor ahora? —preguntó Alejandro con una sonrisa amable.
«Cómo si no lo supieras…» pensó Erick, pero tenía que fingir demencia— sí, gracias, fue un simple malestar…
—Bueno, yo soy el asesor de Erick en ese negocio… —Alonso miró con altivez a su yerno.
—Pero Erick ya es lo suficientemente grande para encargarse por sí mismo —Omar apretó los puños—, además, soy su esposo y yo puedo asesorarlo también.
Jacobo pasó saliva— creo que al tratarse de negocios, podemos hablar de esto con más calma en otro momento, tal vez ¿mañana?
—Por mí no hay problema —el rubio sonrió—. Sólo deseo saber, ¿con quién debo discutir el tema, para hacer negocios lo más pronto posible?
—Obviamente conmigo, ya que yo fui quien apoyó este proyecto en primer lugar, no es así, Erick —el militar fijó la mirada azul en su hijo.
—Pero eso fue antes de que Erick se casara conmigo —Omar trató de mantenerse firme ante su suegro—, ahora yo debo ser su soporte.
—Creo que este no es lugar para hablar sobre esto —Jacobo sentía la tensión y no quería hacer enojar a Alonso, menos al darse cuenta de que ya tenía buena relación con el rubio.
Mientras ellos discutían, la música empezó.
—Cómo su esposo y su padre, parecen ocupados —Alejandro extendió la mano hacia Erick—, ¿me permite bailar una canción con usted?
—¡¿Conmigo?! —los ojos azules se abrieron con sorpresa.
—Ve Erick, debo hablar con Omar y Jacobo —su padre fijó la mirada en los aludidos.
Omar quiso objetar, pero la mirada de su suegro y la mano de su padre apretándole el brazo, le obligaron a guardar silencio. Erick no estaba seguro de lo que debía hacer, pero fue Ulises quien le dio valor.
—Ve, Cariño, no harás nada malo —sonrió el hombre con amabilidad, pues imaginaba que Erick no quería hacer enojar a su hijo, quien por sus celos, detestaba que incluso entablara simple conversación con otros hombres.
—Está… está bien…
La pareja caminó hacia el lugar dónde otros ya habían empezado el baile, ante la mirada molesta de Omar; apenas estuvieron en el centro de la pista, Alejandro de inmediato sujetó la cintura de Erick.
Cuando empezaron a recorrer la zona, Erick trataba de desviar la mirada, para que la gente no se diera cuenta que estaba prendado por el rubio.
—Este traje te queda muy bien —musitó el ojiverde, cerca del oído de su pareja—. Aunque en lo personal, creo que es un poco atrevido que me muestres tus hombros, porque parece que quieres que los bese de nuevo, cómo anoche.
—Alejandro… —Erick apretó el agarre en la mano del otro y en el saco—. ¿Sabes que tuve que maquillarme unas marcas que dejaste?
—¿De verdad? Pues lo hiciste muy bien, ni siquiera se notan —se burló—, de hecho, te miras hermosamente perfecto —señaló con deseo.
—Gracias… pero, ¿no crees que te estás arriesgando demasiado al hacer esto?
—¿Qué cosa? —preguntó con burla.
—Acercarte a mí, con tanta familiaridad…
—Cómo puedes notar, tu padre me ayudó a hacerlo —sonrió con suficiencia.
—Mi padre ya no tiene potestad sobre mí —Erick por fin levantó la mirada—, estoy casado, recuérdalo…
—Y aun así, tu padre tiene la última palabra, ¿no te has dado cuenta?
—¿De qué? —Erick frunció el ceño.
—El que tiene el control no es tu esposo —el rubio ladeó el rostro—, creo que, de hecho, tu deberías ser el que tome las decisiones en su matrimonio.
—Sólo soy un Omega —Erick suspiró.
—Un Omega dominante —Alejandro ejerció presión en el agarre de la cintura del otro y lo acercó más a su cuerpo— y lo que es más importante… —se inclinó un poco—. Eres mi Omega —susurró con deseo, logrando que la piel visible de Erick, se erizara.
—Aún no puedes reclamarme como tal —Erick se mordió el labio inferior.
—Dime que la idea te molesta y no lo vuelvo a mencionar —retó Alejandro con diversión.
Erick ahogó una risita— debo decir, joven De León, que entre más lo pienso, la idea se me hace cada vez más atractiva —señaló.
Alejandro sintió que su corazón se aceleraba, pero antes de que pudiera hacer o decir otra cosa, la canción terminó y Erick se apartó.
—Será mejor que me lleves de regreso —comentó el ojiazul.
—¡Bailemos una más! —la voz del rubio sonaba ansiosa.
—Pediste una pieza, no des pie a que la gente hable mal de mí, por favor…
Alejandro observó esa mirada seria, la forma en la que el pelinegro habló y percibió el olor de sus feromonas; ¿cómo negarle algo a ese hombre? Para él era imposible, aunque quisiera seguir tocándolo y disfrutando de su calidez, su propio instinto le decía que hiciera lo que el otro le pedía, con tal de hacerlo feliz.
—Cómo ordene, mi príncipe…
El rubio sujetó la mano de Erick y lo guio por el lugar, hacia dónde debía estar su familia; todas las miradas estaban en ellos, nadie podía negar que se miraban muy bien e incluso parecían una verdadera pareja, pues hasta sus trajes combinaban. Muchos Alfas envidiaban a Alejandro y los Omegas a Erick, pero sabían que ninguno tenía oportunidad con el otro, pues el ojiazul, ya que estaba casado; aun así, un par de ojos miel observaban con furia a la pareja desde lo alto.
«¿Por qué sigues llamando la atención?» se preguntó Jair desde su lugar, apretando los puños, «Esta debería ser mi noche… él debería ser mío, igual que tu esposo…», rechinó los dientes, «tengo que hacer algo contigo, Erick Salazar…»
Alejandro acompañó a Erick hasta dónde se encontraba Ulises, sentado en una mesa, bebiendo una copa a solas, porque no estaban Alonso, Jacobo, ni Omar.
—¿Qué ocurrió? —preguntó el pelinegro con curiosidad.
—Fueron a hablar de negocios —Ulises suspiró, jamás se metía en ese tipo de pláticas con su esposo e hijo, así que se mantenía al margen.
—Siendo así —Alejandro movió la silla para que Erick se sentara y luego se dirigió a la madre de Omar—. ¿Me permite hacerles compañía, mientras regresan?
Ulises sonrió; el carisma que tenía el rubio era apabullante, además su esposo quería que su familia quedara bien con él, así que no le puso objeción.
—¡Por supuesto! Nos resultará un honor que nos hagas compañía, ¿no es así, Erick?
Erick sonrió débilmente; le causaba algo de conflicto, porque sabía las intenciones de Alejandro y se sentía mal por Ulises, ya que era uno de los pocos que lo apreciaba de verdad, pero tenía que mantener las apariencias— por supuesto, mamá Ulises —asintió.
Alejandro tomó asiento al lado de Erick y llamó a un mesero, para que los atendiera; iba a aprovechar todo el tiempo que pudiera para acercarse a Erick y conocer de la familia de Omar, por medio de Ulises, quien parecía ser más abierto para platicar.
Al salir de ese salón, volvió sus pasos; antes de llegar al balcón dónde había estado antes y de guardar el comunicador, se despidió de sus guardaespaldas, diciéndoles que se mantuvieran alerta por cualquier cosa y vigilaran los alrededores. Quería esperar a Erick y verlo al llegar, pero antes de que fuera a su lugar, percibió el aroma de su Omega y caminó hacia las escaleras que daban la entrada principal.
Desde ahí pudo observar con claridad, la entrada de Erick al recinto.
Justo como el día anterior, todos guardaron silencio, incluso la música se detuvo; el ojiazul llegó del brazo de su esposo y en el acceso, desabrochó los botones y se quitó la capa, mostrando el conjunto que usaba debajo.
Traía cuello alto, sin mangas, lo que permitía que sus hombros quedaran descubiertos, pero portaba unos guantes largos, que le cubrían hasta la mitad del antebrazo, para cubrir sus cicatrices; el torso, cintura y cadera, se definía a través de la tela, que se le pegaba al cuerpo, excepto la parte de la rodilla para abajo, pues parecía un vestido corte sirena. Cualquiera hubiera pensado que era un vestido de novia, ya que era en su mayoría blanco, pero tenía algunos bordados en azul, combinando con la capa que se acababa de quitar.
Erick mantuvo el cuerpo erguido y el rostro en alto, por lo cual su mirada se cruzó con la de Alejandro, que aún permanecía en la escalera. Cuando ambos se vieron, sonrieron disimuladamente.
Omar por su parte, se había quedado como estatua, al lado de su esposo. No imaginaba que debajo de esa capa que lo cubría por completo, llevaría ese vestido que definía su silueta, sin dejar nada a la imaginación. Pasó saliva con nervios y sus ojos repasaron a su alrededor; gran parte de los Alfas presentes, aun y que estuvieran con sus respectivas parejas, parecían querer comerse a Erick con la mirada, mientras que la mayoría de los Omega lo miraban con sorpresa e incluso envidia.
Erick le ofreció la mano a Omar y este tardó unos segundos en reaccionar; lo sujetó y caminó con él, yendo hasta dónde estaban sus padres.
—¡Erick! —la voz de un hombre se escuchó y el ojiazul se detuvo, logrando que Omar también detuviera su andar.
—Buenas noches, señor Mayer —saludó el ojiazul, al hombre que lo había llamado.
—¡¿Qué ocurrió?! —preguntó Lucas Mayer, observándolo con incredulidad—. ¡¿Por qué no traes mi diseño?!
—¿Su… diseño? —Erick lo miró confundido.
—A temprana hora, un trabajador de Omar —miró al castaño con furia—, fue a mi boutique, por el traje que usarías hoy, pero no solo no lo traes, sino que hace un rato, ¡miré que un don nadie lo traía puesto!
Erick observó a su esposo y se dio cuenta que el color se le iba del rostro. Ya había imaginado que había regalado los trajes que dijo haber comprado, pero no pensó que a alguien que los vestiría en la misma fiesta a la que él acudiría.
—¡Era un diseño único! —prosiguió el canoso.
—Disculpe, señor Mayer —Erick puso un gesto contrariado—. Lamentablemente no recibí el traje y…
—Y Erick tiene un compromiso de exclusividad conmigo —Gibrán se acercó a la escena—. El príncipe Omega usará solo mis diseños esta temporada —sonrió con arrogancia.
Los dos diseñadores se vieron de manera retadora; era bien sabido en esa ciudad, que ambos eran competidores, aunque generalmente era Gibrán el que siempre sobresalía.
Los murmullos alrededor iniciaron y Lucas tuvo que tragarse el orgullo, pero volteó a ver a Omar, pues era quien había hablado con él para los trajes.
—Espero los trajes de vuelta para mañana, de lo contrario, ¡tomaré medidas! —lo señaló con el índice y se apartó de la escena.
—¡Qué genio! —Gibran chasqueó la lengua y se puso frente a Erick—. Te ves, ¡espectacular! —dijo con orgullo.
—Gracias —Erick movió ligeramente el rostro.
—Y no te preocupes, con que todos sepan que eres mi modelo exclusivo esta temporada, no debes preocuparte por lo que digan de los trajes que no podrás ponerte —miró de soslayo a Omar, que seguía mudo.
El castaño se dio cuenta que el diseñador lo culpaba del mal rato que estuvo a punto de pasar Erick; seguramente su esposo le comentó lo ocurrido con los trajes y al ver uno en Jair, todos supieron lo que ocurría en realidad. Era obvio que Omar le dio las vestimentas que se suponía que eran para Erick, a uno de sus amantes.
—¡Muchas gracias! —el ojiazul sonrió amable y sin proponérselo, el olor a lirio empezó a inundar el lugar, logrando que todos los presentes se relajaran de inmediato.
Incluso Omar se sintió reconfortado, pero negó y sujetó a Erick del brazo con firmeza, tratando de no imprimir mucha fuerza.
—Vamos, Erick, debemos ver a mis padres…
—Con permiso, señor Ibarra.
Erick se despidió y caminó al lado de su esposo. Apenas llegaron con los padres del castaño, Erick saludó a sus suegros de beso en la mejilla.
—Cariño, estás ¡despampanante! —Ulises lo sujetó de las manos y le sonrió emocionado.
—Sigues siendo un joven muy hermoso —Jacobo sonrió con orgullo, ya que sentía que Erick era la joya de su familia.
—Gracias…
—¿Y tú? —Jacobo miró a su hijo con frialdad—. ¿Qué fue lo que pasó?
Omar no pudo hablar, detuvo a un mesero y sujetó una copa de vino, bebiéndola con desespero; se sentía sumamente inquieto.
—¿Omar? —insistió su padre.
—Hubo un problema con los trajes que había comprado para Erick —comentó con nervios—. Hablaré con Joseph para saber qué ocurrió… —señaló débilmente.
—Todos sabemos lo que pasó —Ulises habló entre dientes—. Los trajes que eran para Erick, se los diste a alguien más, ¿no es así?
Omar estuvo a punto de objetar, pero su madre no lo permitió.
—¡No lo niegues! —Ulises trató de guardar la compostura—. Apenas llegué, Lucas vino a preguntarme porque un sujeto al que ni siquiera conocía, traía el traje que se suponía era para tu esposo —lo apuntó con el índice—. También me dijo que se acercó porque pensó que era él, al verlo de espaldas.
—¡¿Omar?! —Jacobo miró con furia a su hijo.
Le había dicho que se abstuviera de llevar a sus amantes a la casa donde vivía con Erick, pero no imaginó que también tenía que decirle que los dejara de lado un tiempo; sabía que era imposible que su hijo dejara esa actitud, pero tenía que pensar en la reputación de su familia.
El castaño sentía que estaba perdido— yo… yo…
—Está bien, no importa —negó Erick, tratando de calmar los ánimos—. Omar creyó que no los iba a usar, así que supongo que quiso darles un buen uso… —trató de minimizar la situación—. Por ahora, habrá que disculparse con el señor Mayer de manera formal y le ofreceré ser su modelo en otra temporada —sonrió animoso.
—¡¿Qué?! —Omar frunció el ceño.
Pero sus padres se sintieron satisfechos con esa decisión.
—¡Esa es una gran idea! —Ulises asintió.
—Me alegra que vuelvas a ser notable en la sociedad —Jacobo se sintió confiado.
Omar no estaba feliz con esa situación, quería negarse, pero antes de poder decir algo en contra, una voz familiar se escuchó.
—Buenas noches —la voz de Alonso sonaba fría.
Erick levantó el rostro y sintió que su corazón se aceleraba, al ver a Alejandro vestido de blanco; aunque su emoción disminuyó, al verlo acompañado de su padre.
—Buenas noches —saludaron Jacobo y Ulises.
—Buenas noches, nos vemos de nuevo —sonrió el rubio, fijando sus ojos verdes en Erick y extendiendo la mano para saludarlo.
Erick no pudo negarse y posó la mano sobre los dedos de Alex, quien se inclinó a besar la mano, por encima del guante, disfrutando el olor de lirio del otro, impregnando la tela completamente.
—Un placer verlo esta noche de nuevo, señor Acosta —prosiguió el rubio, besando la mano de la madre de Omar, solo para guardar las apariencias.
—Estuve platicando con el joven De León —Alonso hizo un ademán—. Me comentó que ayer no pudo hablar con Erick, sobre el negocio de exportación de carne de conejo…
—¡¿Qué?! —Erick miró a Alejandro con susto.
—Lo íbamos a discutir otro día —interrumpió Omar de inmediato—. Además, Erick no se sintió bien y tuvo que retirarse a casa —mintió.
—¿Se siente mejor ahora? —preguntó Alejandro con una sonrisa amable.
«Cómo si no lo supieras…» pensó Erick, pero tenía que fingir demencia— sí, gracias, fue un simple malestar…
—Bueno, yo soy el asesor de Erick en ese negocio… —Alonso miró con altivez a su yerno.
—Pero Erick ya es lo suficientemente grande para encargarse por sí mismo —Omar apretó los puños—, además, soy su esposo y yo puedo asesorarlo también.
Jacobo pasó saliva— creo que al tratarse de negocios, podemos hablar de esto con más calma en otro momento, tal vez ¿mañana?
—Por mí no hay problema —el rubio sonrió—. Sólo deseo saber, ¿con quién debo discutir el tema, para hacer negocios lo más pronto posible?
—Obviamente conmigo, ya que yo fui quien apoyó este proyecto en primer lugar, no es así, Erick —el militar fijó la mirada azul en su hijo.
—Pero eso fue antes de que Erick se casara conmigo —Omar trató de mantenerse firme ante su suegro—, ahora yo debo ser su soporte.
—Creo que este no es lugar para hablar sobre esto —Jacobo sentía la tensión y no quería hacer enojar a Alonso, menos al darse cuenta de que ya tenía buena relación con el rubio.
Mientras ellos discutían, la música empezó.
—Cómo su esposo y su padre, parecen ocupados —Alejandro extendió la mano hacia Erick—, ¿me permite bailar una canción con usted?
—¡¿Conmigo?! —los ojos azules se abrieron con sorpresa.
—Ve Erick, debo hablar con Omar y Jacobo —su padre fijó la mirada en los aludidos.
Omar quiso objetar, pero la mirada de su suegro y la mano de su padre apretándole el brazo, le obligaron a guardar silencio. Erick no estaba seguro de lo que debía hacer, pero fue Ulises quien le dio valor.
—Ve, Cariño, no harás nada malo —sonrió el hombre con amabilidad, pues imaginaba que Erick no quería hacer enojar a su hijo, quien por sus celos, detestaba que incluso entablara simple conversación con otros hombres.
—Está… está bien…
La pareja caminó hacia el lugar dónde otros ya habían empezado el baile, ante la mirada molesta de Omar; apenas estuvieron en el centro de la pista, Alejandro de inmediato sujetó la cintura de Erick.
Cuando empezaron a recorrer la zona, Erick trataba de desviar la mirada, para que la gente no se diera cuenta que estaba prendado por el rubio.
—Este traje te queda muy bien —musitó el ojiverde, cerca del oído de su pareja—. Aunque en lo personal, creo que es un poco atrevido que me muestres tus hombros, porque parece que quieres que los bese de nuevo, cómo anoche.
—Alejandro… —Erick apretó el agarre en la mano del otro y en el saco—. ¿Sabes que tuve que maquillarme unas marcas que dejaste?
—¿De verdad? Pues lo hiciste muy bien, ni siquiera se notan —se burló—, de hecho, te miras hermosamente perfecto —señaló con deseo.
—Gracias… pero, ¿no crees que te estás arriesgando demasiado al hacer esto?
—¿Qué cosa? —preguntó con burla.
—Acercarte a mí, con tanta familiaridad…
—Cómo puedes notar, tu padre me ayudó a hacerlo —sonrió con suficiencia.
—Mi padre ya no tiene potestad sobre mí —Erick por fin levantó la mirada—, estoy casado, recuérdalo…
—Y aun así, tu padre tiene la última palabra, ¿no te has dado cuenta?
—¿De qué? —Erick frunció el ceño.
—El que tiene el control no es tu esposo —el rubio ladeó el rostro—, creo que, de hecho, tu deberías ser el que tome las decisiones en su matrimonio.
—Sólo soy un Omega —Erick suspiró.
—Un Omega dominante —Alejandro ejerció presión en el agarre de la cintura del otro y lo acercó más a su cuerpo— y lo que es más importante… —se inclinó un poco—. Eres mi Omega —susurró con deseo, logrando que la piel visible de Erick, se erizara.
—Aún no puedes reclamarme como tal —Erick se mordió el labio inferior.
—Dime que la idea te molesta y no lo vuelvo a mencionar —retó Alejandro con diversión.
Erick ahogó una risita— debo decir, joven De León, que entre más lo pienso, la idea se me hace cada vez más atractiva —señaló.
Alejandro sintió que su corazón se aceleraba, pero antes de que pudiera hacer o decir otra cosa, la canción terminó y Erick se apartó.
—Será mejor que me lleves de regreso —comentó el ojiazul.
—¡Bailemos una más! —la voz del rubio sonaba ansiosa.
—Pediste una pieza, no des pie a que la gente hable mal de mí, por favor…
Alejandro observó esa mirada seria, la forma en la que el pelinegro habló y percibió el olor de sus feromonas; ¿cómo negarle algo a ese hombre? Para él era imposible, aunque quisiera seguir tocándolo y disfrutando de su calidez, su propio instinto le decía que hiciera lo que el otro le pedía, con tal de hacerlo feliz.
—Cómo ordene, mi príncipe…
El rubio sujetó la mano de Erick y lo guio por el lugar, hacia dónde debía estar su familia; todas las miradas estaban en ellos, nadie podía negar que se miraban muy bien e incluso parecían una verdadera pareja, pues hasta sus trajes combinaban. Muchos Alfas envidiaban a Alejandro y los Omegas a Erick, pero sabían que ninguno tenía oportunidad con el otro, pues el ojiazul, ya que estaba casado; aun así, un par de ojos miel observaban con furia a la pareja desde lo alto.
«¿Por qué sigues llamando la atención?» se preguntó Jair desde su lugar, apretando los puños, «Esta debería ser mi noche… él debería ser mío, igual que tu esposo…», rechinó los dientes, «tengo que hacer algo contigo, Erick Salazar…»
Alejandro acompañó a Erick hasta dónde se encontraba Ulises, sentado en una mesa, bebiendo una copa a solas, porque no estaban Alonso, Jacobo, ni Omar.
—¿Qué ocurrió? —preguntó el pelinegro con curiosidad.
—Fueron a hablar de negocios —Ulises suspiró, jamás se metía en ese tipo de pláticas con su esposo e hijo, así que se mantenía al margen.
—Siendo así —Alejandro movió la silla para que Erick se sentara y luego se dirigió a la madre de Omar—. ¿Me permite hacerles compañía, mientras regresan?
Ulises sonrió; el carisma que tenía el rubio era apabullante, además su esposo quería que su familia quedara bien con él, así que no le puso objeción.
—¡Por supuesto! Nos resultará un honor que nos hagas compañía, ¿no es así, Erick?
Erick sonrió débilmente; le causaba algo de conflicto, porque sabía las intenciones de Alejandro y se sentía mal por Ulises, ya que era uno de los pocos que lo apreciaba de verdad, pero tenía que mantener las apariencias— por supuesto, mamá Ulises —asintió.
Alejandro tomó asiento al lado de Erick y llamó a un mesero, para que los atendiera; iba a aprovechar todo el tiempo que pudiera para acercarse a Erick y conocer de la familia de Omar, por medio de Ulises, quien parecía ser más abierto para platicar.
—¡¿Puedo saber qué es lo que está tramando?! —la voz de Omar era furiosa, al dirigirse a su suegro.
Alonso lo miró con desdén— deberías hablarme con más respeto.
—¡¿Respeto?! —Omar apretó los puños—. Primero deje de meterse con mi familia y ¡luego le hablaré con respeto!
—Omar… —Jacobo lo miró con seriedad.
—Parece que no le has explicado la situación a tu hijo, Jacobo —Alonso se recargó en el sillón que ocupaba.
La familia anfitriona les había facilitado una oficina para hablar con confianza; aunque la familia Acosta debería ser la más importante, si otorgaron ese permiso no había sido por ellos, sino por el militar.
—Escuche —Omar puso las manos en el escritorio—. Sé bien que mi familia le debe dinero, pero aun así, todos los negocios en el estado, están bajo nuestras órdenes —dio golpes en la madera con su índice—, por lo tanto, ¡manténgase al margen de mi esposo!
—¡Omar! —Jacobo lo miró con susto.
Los ojos azules de Alonso, lo miraron con inferioridad; Omar notó esa frialdad y desprecio, un tinte que los ojos de Erick nunca habían tenido, ni siquiera cuando lo lastimaba.
—Estas pisando terreno peligroso, pero parece que es porque no sabes lo que ocurre a ciencia cierta —el ojiazul sonrió de lado.
—¡¿De qué demonios habla?! —Omar apretó los puños.
—¿Le dices tú, Jacobo, o le explico yo? —preguntó el militar con burla.
Los ojos castaños de Omar buscaron a su padre y Jacobo pasó saliva con dificultad.
—¿Papá? —preguntó con voz débil.
—La verdad, Omar —Jacobo aflojó el nudo de su corbata—, es que… ya no tenemos nada…
—¡¿Qué?! —el castaño se sorprendió por esas palabras.
—Para dejar las cosas en claro, te lo explicaré —Alonso cruzó las manos cerca de su rostro—. Todas tus propiedades, negocios y dinero, le pertenecen a Erick y yo, soy su tutor legalmente… por lo tanto, tú y tu familia, dependen de mí.
—¡Eso es imposible! —Omar se asustó—. Erick es mi esposo, ¡yo debo tener el control de sus bienes!
—No desde aquella vez que firmaste la responsiva y de que Erick intentó suicidarse —sonrió Alonso—. ¿Acaso no te lo explicó tu padre?
Con esa frase, Omar buscó el rostro de Jacobo, haciendo una pregunta muda.
—Los abogados de Alonso, estuvieron a punto de demandarte por lo ocurrido, así que, tuve que llegar a un acuerdo con él, para que nuestra familia no se viera afectada…
—¿Qué quieres… decir? —Omar tembló.
—Yo… ya no tengo nada que heredarte —pasó saliva con nervios—. El negocio es una fachada y solo tenemos los bienes invertidos —estrujó las manos—. Si perdemos la concesión de la ciudad, lo perdemos todo…
Omar se quedó helado.
Se suponía que después de su boda, su padre le iba a heredar la compañía, pero no lo hizo, solo lo dejó a cargo, más creía que todas las propiedades seguían a nombre de su familia, pero ahora se enteraba que ya no tenían nada.
—¿Significa que…?
—Por eso te dije que no hicieras sentir mal a Erick —musitó su padre.
—Debido a que Erick no se puede hacer cargo de los negocios, por ser Omega recesivo… —especificó el militar, ya que legalmente, los Omega y Omegas recesivos no se consideraban aptos para llevar una empresa, por ser más susceptibles a manipulación—. Yo, como su padre, quien lo cuidó y educó con todas las consideraciones, tengo mucho más derecho que tú, su esposo, de asesorarlo y ser su albacea, ya que a tu lado, corre peligro, como quedó constatado hace tiempo —sonrió burlón—. Pero si quieres divorciarte, con gusto puedo decirle a mis abogados, arreglamos los documentos, mi hijo vuelve a su hogar y yo reclamo sus propiedades, que incluye el hogar dónde vive contigo, la casa de tus padres, algunos otros bienes e inmuebles que has intentado ocultar su adquisición y su empresa de exportación.
—Tiene que ser una broma… —Omar sentía un nudo en su garganta.
—Cómo puedes ver, yo soy quien tiene la última palabra —Alonso levantó una ceja—, especialmente, porque la relación entre mi hijo Agustín y el sobrino de Diego de León, parece estar progresando… —se burló.
“…la única manera de no perder todo, es mantener a Erick feliz…” esas palabras que le había dicho Jacobo, resonaron en la mente de Omar.
Ahora entendía que no se trataba solo por tener un parentesco político con la familia De León, sino que si Alonso decidía que se llevara a cabo un divorcio, su familia estaría completamente perdida.
—El negocio cunícola de Erick, desde el principio lo manejé yo —especificó el militar—, la relación comercial con De León en esa rama, es mía —señaló con diversión—, tu puedes quedarte siendo la fachada de los demás negocios —ladeó el rostro—, pero si intentas meterte en mi camino, te aseguro que buscaré la disolución de tu matrimonio con mi hijo, por lo que tú y tu familia perderán todo.
Omar sintió que la ira se adueñaba de él; sus feromonas de té de miel con limón empezaron a desprenderse de su piel y apretó los puños. Quería golpear a su suegro, si hubiera podido lo habría matado en ese momento, pero eso le ocasionaría problemas.
Sin decir más, salió de la oficina con paso rápido.
—¡Omar! —llamó su padre.
—Déjalo —Alonso habló con molestia—. Ya era hora de que tu hijo aprendiera su lugar —siseó.
Jacobo apretó los puños, tratando de controlarse, no quería que sus feromonas inestables delataran su estado anímico— dijiste que no incitarías al divorcio —su mirada se fijó en el rostro del militar.
—Dije que no me interesaba que Erick pidiera el divorcio, mientras las cosas me favorecieran —especificó—, pero si tu familia se vuelve un problema, ten por seguro que no dudaré en disolver ese matrimonio —sonrió—. Todo depende de qué favorezca más mis intereses, te lo dije antes de que nuestros hijos se casaran y creí que lo habías entendido.
Jacobo apretó la quijada, sabía que Alonso no tenía ni un ápice de sentimiento por Erick, ni por nadie de su familia, todo era negocio; él por su parte, había querido proteger a su esposo e hijo, pero ahora estaba en las manos de ese hombre. Lo único que podía hacer era tratar de sobrellevar esa situación y mantener a su familia a flote.
—Iré a buscar a Omar —dijo con voz ronca—. Está alterado y puede hacer una estupidez.
—Por su bien, espero que no haga algo que moleste a Erick o a mi…
Alonso lo miró con desdén— deberías hablarme con más respeto.
—¡¿Respeto?! —Omar apretó los puños—. Primero deje de meterse con mi familia y ¡luego le hablaré con respeto!
—Omar… —Jacobo lo miró con seriedad.
—Parece que no le has explicado la situación a tu hijo, Jacobo —Alonso se recargó en el sillón que ocupaba.
La familia anfitriona les había facilitado una oficina para hablar con confianza; aunque la familia Acosta debería ser la más importante, si otorgaron ese permiso no había sido por ellos, sino por el militar.
—Escuche —Omar puso las manos en el escritorio—. Sé bien que mi familia le debe dinero, pero aun así, todos los negocios en el estado, están bajo nuestras órdenes —dio golpes en la madera con su índice—, por lo tanto, ¡manténgase al margen de mi esposo!
—¡Omar! —Jacobo lo miró con susto.
Los ojos azules de Alonso, lo miraron con inferioridad; Omar notó esa frialdad y desprecio, un tinte que los ojos de Erick nunca habían tenido, ni siquiera cuando lo lastimaba.
—Estas pisando terreno peligroso, pero parece que es porque no sabes lo que ocurre a ciencia cierta —el ojiazul sonrió de lado.
—¡¿De qué demonios habla?! —Omar apretó los puños.
—¿Le dices tú, Jacobo, o le explico yo? —preguntó el militar con burla.
Los ojos castaños de Omar buscaron a su padre y Jacobo pasó saliva con dificultad.
—¿Papá? —preguntó con voz débil.
—La verdad, Omar —Jacobo aflojó el nudo de su corbata—, es que… ya no tenemos nada…
—¡¿Qué?! —el castaño se sorprendió por esas palabras.
—Para dejar las cosas en claro, te lo explicaré —Alonso cruzó las manos cerca de su rostro—. Todas tus propiedades, negocios y dinero, le pertenecen a Erick y yo, soy su tutor legalmente… por lo tanto, tú y tu familia, dependen de mí.
—¡Eso es imposible! —Omar se asustó—. Erick es mi esposo, ¡yo debo tener el control de sus bienes!
—No desde aquella vez que firmaste la responsiva y de que Erick intentó suicidarse —sonrió Alonso—. ¿Acaso no te lo explicó tu padre?
Con esa frase, Omar buscó el rostro de Jacobo, haciendo una pregunta muda.
—Los abogados de Alonso, estuvieron a punto de demandarte por lo ocurrido, así que, tuve que llegar a un acuerdo con él, para que nuestra familia no se viera afectada…
—¿Qué quieres… decir? —Omar tembló.
—Yo… ya no tengo nada que heredarte —pasó saliva con nervios—. El negocio es una fachada y solo tenemos los bienes invertidos —estrujó las manos—. Si perdemos la concesión de la ciudad, lo perdemos todo…
Omar se quedó helado.
Se suponía que después de su boda, su padre le iba a heredar la compañía, pero no lo hizo, solo lo dejó a cargo, más creía que todas las propiedades seguían a nombre de su familia, pero ahora se enteraba que ya no tenían nada.
—¿Significa que…?
—Por eso te dije que no hicieras sentir mal a Erick —musitó su padre.
—Debido a que Erick no se puede hacer cargo de los negocios, por ser Omega recesivo… —especificó el militar, ya que legalmente, los Omega y Omegas recesivos no se consideraban aptos para llevar una empresa, por ser más susceptibles a manipulación—. Yo, como su padre, quien lo cuidó y educó con todas las consideraciones, tengo mucho más derecho que tú, su esposo, de asesorarlo y ser su albacea, ya que a tu lado, corre peligro, como quedó constatado hace tiempo —sonrió burlón—. Pero si quieres divorciarte, con gusto puedo decirle a mis abogados, arreglamos los documentos, mi hijo vuelve a su hogar y yo reclamo sus propiedades, que incluye el hogar dónde vive contigo, la casa de tus padres, algunos otros bienes e inmuebles que has intentado ocultar su adquisición y su empresa de exportación.
—Tiene que ser una broma… —Omar sentía un nudo en su garganta.
—Cómo puedes ver, yo soy quien tiene la última palabra —Alonso levantó una ceja—, especialmente, porque la relación entre mi hijo Agustín y el sobrino de Diego de León, parece estar progresando… —se burló.
“…la única manera de no perder todo, es mantener a Erick feliz…” esas palabras que le había dicho Jacobo, resonaron en la mente de Omar.
Ahora entendía que no se trataba solo por tener un parentesco político con la familia De León, sino que si Alonso decidía que se llevara a cabo un divorcio, su familia estaría completamente perdida.
—El negocio cunícola de Erick, desde el principio lo manejé yo —especificó el militar—, la relación comercial con De León en esa rama, es mía —señaló con diversión—, tu puedes quedarte siendo la fachada de los demás negocios —ladeó el rostro—, pero si intentas meterte en mi camino, te aseguro que buscaré la disolución de tu matrimonio con mi hijo, por lo que tú y tu familia perderán todo.
Omar sintió que la ira se adueñaba de él; sus feromonas de té de miel con limón empezaron a desprenderse de su piel y apretó los puños. Quería golpear a su suegro, si hubiera podido lo habría matado en ese momento, pero eso le ocasionaría problemas.
Sin decir más, salió de la oficina con paso rápido.
—¡Omar! —llamó su padre.
—Déjalo —Alonso habló con molestia—. Ya era hora de que tu hijo aprendiera su lugar —siseó.
Jacobo apretó los puños, tratando de controlarse, no quería que sus feromonas inestables delataran su estado anímico— dijiste que no incitarías al divorcio —su mirada se fijó en el rostro del militar.
—Dije que no me interesaba que Erick pidiera el divorcio, mientras las cosas me favorecieran —especificó—, pero si tu familia se vuelve un problema, ten por seguro que no dudaré en disolver ese matrimonio —sonrió—. Todo depende de qué favorezca más mis intereses, te lo dije antes de que nuestros hijos se casaran y creí que lo habías entendido.
Jacobo apretó la quijada, sabía que Alonso no tenía ni un ápice de sentimiento por Erick, ni por nadie de su familia, todo era negocio; él por su parte, había querido proteger a su esposo e hijo, pero ahora estaba en las manos de ese hombre. Lo único que podía hacer era tratar de sobrellevar esa situación y mantener a su familia a flote.
—Iré a buscar a Omar —dijo con voz ronca—. Está alterado y puede hacer una estupidez.
—Por su bien, espero que no haga algo que moleste a Erick o a mi…
Erick estaba bebiendo un vaso con agua y tratando de aguantar la risa; Ulises por su parte, reía casi a carcajadas. Ninguno se imaginaba que Alejandro tuviera algunas anécdotas divertidas, especialmente por la actitud que mostraba normalmente, pero el ojiverde quería romper el hielo con ambos Omega; con uno, porque necesitaba sacarle información y con el otro, porque quería demostrarle que no era tan insensible como pudiera imaginar, para lograr ganarse su afecto.
—Parece que se divierten… —Alonso llegó a la mesa y se puso tras Erick, sujetándolo de los hombros.
Erick de inmediato se puso serio y bajó el rostro; las manos frías de su padre lo hicieron temblar.
—¿Ya acabaron las negociaciones? —Alejandro observó al militar; no le gustaba la reacción de Erick, pero no podía hacer nada en ese momento para ayudarle.
—Sí, todo quedó solucionado —dijo con diversión el recién llegado.
—¿Y mi esposo e hijo? —preguntó Ulises al ver que su consuegro llegaba solo.
—Qué extraño, salieron antes que yo de la oficina —comentó el militar con frialdad—, creí que ya estaban aquí…
—¡¿Amor?! —Jacobo llegó en ese momento hasta su esposo.
—¡Mi vida! —el castaño sonrió para recibirlo pero de inmediato borró el gesto al ver el semblante nervioso de su esposo—. ¿Qué pasa?
—Nada, no te preocupes… —mintió—. ¿Has visto a Omar?
—¿No estaba con ustedes? —indagó Ulises con miedo, pasando la mirada de su esposo a su consuegro.
—Sí, pero se molestó un poco —Jacobo pasó saliva— y salió de la oficina dónde platicábamos, antes que nosotros —su sonrisa tembló, especialmente al ver la mirada fría del militar sobre él.
Jacobo sabía que cuando su hijo se enojaba, podía cometer cualquier estupidez, por eso era importante encontrarlo.
Erick levantó el rostro de inmediato, buscando la mirada azul de su padre, quien curvó sus labios con altivez; Erick se dio cuenta que su padre había hecho enojar a su esposo y quizá él terminaría pagando las consecuencias.
—¿Hay algo en lo que lo pueda ayudar? —preguntó Alejandro con fingido interés.
—No… no se preocupe —Jacobo negó.
—Seguramente se fue a tomar algo a la barra —Alonso le restó importancia.
—Es posible —Jacobo asintió—, iré a buscarlo y…
—¿Señor Erick?
La voz del chofer que había llevado a Omar y a Erick a la fiesta, se escuchó.
—¿Felipe? —el ojiazul se apartó del agarre de su padre y se puso de pie inmediatamente, al ver que el hombre traía un taponcito de papel en su nariz, el cual se miraba rojizo—. ¡¿Qué te pasó?!
—El señor Acosta… —el chofer trató de cubrir su rostro con la gorra que llevaba en mano, para no llamar mucho la atención—. Salió y se llevó el automóvil —dijo con rapidez—, al intentar preguntarle algo, no me respondió con palabras —dijo con nervios, lo que les dio a entender a todos que la respuesta había sido un golpe.
—¡¿Se fue solo?! —preguntó Jacobo con rapidez.
El hombre titubeó; su mirada se posó en Erick, pasó saliva y luego vio los ojos del padre de su jefe.
—Yo… es que…
—Felipe, no te preocupes por mí, solo respóndele a papá Jacobo —instó Erick, imaginando que no quería decir algo impropio frente a él.
El chofer suspiró, pero tuvo que hablar— se subió solo, pero antes de arrancar, un chico de cabello negro se subió al automóvil también… —terminó con voz baja.
—¡Oh, Dios! —Ulises se cubrió la boca y buscó el rostro de Erick, imaginando que se pondría mal.
El ojiazul se mantuvo sereno; realmente no le importaba lo que hiciera Omar, pero imaginaba que su chofer no había sido el único que lo había visto irse con otro hombre, así que las habladurías iban a empezar de inmediato, más debía enfocarse en otras cosas más importantes.
—Felipe, debes ir al médico…
—Sí, señor —intentó asentir, pero se mareó—. Pediré un taxi… —dijo con debilidad.
—Nosotros te llevamos —Jacobo le ofreció la mano a su esposo.
—¿Erick, vienes con nosotros? —preguntó Ulises con susto.
—No se preocupen por mi hijo —Alonso le puso la mano en el hombro a Erick—, mi chofer lo llevará directamente a su hogar…
Erick no podía negarse ante lo que su padre acababa de decretar, por lo que forzó una sonrisa— no se preocupen por mí, lo importante es que atiendan a Felipe…
Los padres de Omar entendieron que Erick se preocupaba por el chofer, especialmente al ver que el tapón en la nariz ya estaba completamente rojo, porque parecía que la hemorragia no se detenía, así que lo importante era llevarlo al médico.
—De acuerdo, Cariño, cuando llegues a casa, avísame, ¿sí? —Ulises se despidió de beso de su yerno.
—Sí, mamá Ulises, y por favor, avísenme de lo que ocurra con Felipe.
Los padres de Omar salieron de la recepción, acompañados de Felipe; Erick giró el rostro viendo a su padre.
—Debo volver a casa de inmediato, Omar pudo ir para allá…
Alonso soltó el aire molesto, eso arruinaba sus planes— de acuerdo, vamos —sujetó a su hijo del brazo—.Vuelvo en un momento —anunció para el rubio, quien seguía en la mesa.
—Claro —Alejandro forzó una sonrisa, lo que había hecho Omar, le había arruinado la noche, pero no quería dejar ir a Erick así como así—. Fue un placer hablar con usted, joven Salazar —dijo con amabilidad y se inclinó a besarle la mano—. Espero que podamos platicar después de sus conejos…
Erick se estremeció por la caricia, pese a que fue por encima de la tela, había sentido como si le quemara, porque recordaba lo besos que el otro le había dado la noche anterior.
—Claro, en otro momento será…
Alonso llevó a Erick a recoger la capa y después, se perdieron tras la puerta que daba al exterior.
Alejandro se apresuró a subir las escaleras, evitando que algunas personas se acercaran a él y desde el balcón, observó cómo Alonso subía a Erick a un automóvil y le daba indicaciones al chofer. El rubio volvió a colocarse el comunicador.
—Que alguien lo siga, ya saben qué hacer…
Apenas recibió respuesta, volvió a quitárselo y guardarlo. Soltó el aire con cansancio y observo el interior de la enorme mansión; revisó el reloj de su muñeca y observó la hora.
—Si me quedo, serán las horas más tediosas de mi vida… Me despediré del padre de Erick y me iré a descansar.
Sin tardanza, tecleó un mensaje y lo envió a todos sus amigos, avisando que se iría en unos minutos de la fiesta, alegando una llamada de su padre y que ellos podían quedarse a divertirse si eso deseaban.
—Espero mañana podamos hablar más… —musitó, posando la mirada en el automóvil que se perdía en la salida de la propiedad.
Realmente había deseado pasar otra noche con su Omega, pero a veces las cosas no salían cómo él deseaba; por eso, para el día siguiente, necesitaba buscar la manera de conseguir su meta.
—Parece que se divierten… —Alonso llegó a la mesa y se puso tras Erick, sujetándolo de los hombros.
Erick de inmediato se puso serio y bajó el rostro; las manos frías de su padre lo hicieron temblar.
—¿Ya acabaron las negociaciones? —Alejandro observó al militar; no le gustaba la reacción de Erick, pero no podía hacer nada en ese momento para ayudarle.
—Sí, todo quedó solucionado —dijo con diversión el recién llegado.
—¿Y mi esposo e hijo? —preguntó Ulises al ver que su consuegro llegaba solo.
—Qué extraño, salieron antes que yo de la oficina —comentó el militar con frialdad—, creí que ya estaban aquí…
—¡¿Amor?! —Jacobo llegó en ese momento hasta su esposo.
—¡Mi vida! —el castaño sonrió para recibirlo pero de inmediato borró el gesto al ver el semblante nervioso de su esposo—. ¿Qué pasa?
—Nada, no te preocupes… —mintió—. ¿Has visto a Omar?
—¿No estaba con ustedes? —indagó Ulises con miedo, pasando la mirada de su esposo a su consuegro.
—Sí, pero se molestó un poco —Jacobo pasó saliva— y salió de la oficina dónde platicábamos, antes que nosotros —su sonrisa tembló, especialmente al ver la mirada fría del militar sobre él.
Jacobo sabía que cuando su hijo se enojaba, podía cometer cualquier estupidez, por eso era importante encontrarlo.
Erick levantó el rostro de inmediato, buscando la mirada azul de su padre, quien curvó sus labios con altivez; Erick se dio cuenta que su padre había hecho enojar a su esposo y quizá él terminaría pagando las consecuencias.
—¿Hay algo en lo que lo pueda ayudar? —preguntó Alejandro con fingido interés.
—No… no se preocupe —Jacobo negó.
—Seguramente se fue a tomar algo a la barra —Alonso le restó importancia.
—Es posible —Jacobo asintió—, iré a buscarlo y…
—¿Señor Erick?
La voz del chofer que había llevado a Omar y a Erick a la fiesta, se escuchó.
—¿Felipe? —el ojiazul se apartó del agarre de su padre y se puso de pie inmediatamente, al ver que el hombre traía un taponcito de papel en su nariz, el cual se miraba rojizo—. ¡¿Qué te pasó?!
—El señor Acosta… —el chofer trató de cubrir su rostro con la gorra que llevaba en mano, para no llamar mucho la atención—. Salió y se llevó el automóvil —dijo con rapidez—, al intentar preguntarle algo, no me respondió con palabras —dijo con nervios, lo que les dio a entender a todos que la respuesta había sido un golpe.
—¡¿Se fue solo?! —preguntó Jacobo con rapidez.
El hombre titubeó; su mirada se posó en Erick, pasó saliva y luego vio los ojos del padre de su jefe.
—Yo… es que…
—Felipe, no te preocupes por mí, solo respóndele a papá Jacobo —instó Erick, imaginando que no quería decir algo impropio frente a él.
El chofer suspiró, pero tuvo que hablar— se subió solo, pero antes de arrancar, un chico de cabello negro se subió al automóvil también… —terminó con voz baja.
—¡Oh, Dios! —Ulises se cubrió la boca y buscó el rostro de Erick, imaginando que se pondría mal.
El ojiazul se mantuvo sereno; realmente no le importaba lo que hiciera Omar, pero imaginaba que su chofer no había sido el único que lo había visto irse con otro hombre, así que las habladurías iban a empezar de inmediato, más debía enfocarse en otras cosas más importantes.
—Felipe, debes ir al médico…
—Sí, señor —intentó asentir, pero se mareó—. Pediré un taxi… —dijo con debilidad.
—Nosotros te llevamos —Jacobo le ofreció la mano a su esposo.
—¿Erick, vienes con nosotros? —preguntó Ulises con susto.
—No se preocupen por mi hijo —Alonso le puso la mano en el hombro a Erick—, mi chofer lo llevará directamente a su hogar…
Erick no podía negarse ante lo que su padre acababa de decretar, por lo que forzó una sonrisa— no se preocupen por mí, lo importante es que atiendan a Felipe…
Los padres de Omar entendieron que Erick se preocupaba por el chofer, especialmente al ver que el tapón en la nariz ya estaba completamente rojo, porque parecía que la hemorragia no se detenía, así que lo importante era llevarlo al médico.
—De acuerdo, Cariño, cuando llegues a casa, avísame, ¿sí? —Ulises se despidió de beso de su yerno.
—Sí, mamá Ulises, y por favor, avísenme de lo que ocurra con Felipe.
Los padres de Omar salieron de la recepción, acompañados de Felipe; Erick giró el rostro viendo a su padre.
—Debo volver a casa de inmediato, Omar pudo ir para allá…
Alonso soltó el aire molesto, eso arruinaba sus planes— de acuerdo, vamos —sujetó a su hijo del brazo—.Vuelvo en un momento —anunció para el rubio, quien seguía en la mesa.
—Claro —Alejandro forzó una sonrisa, lo que había hecho Omar, le había arruinado la noche, pero no quería dejar ir a Erick así como así—. Fue un placer hablar con usted, joven Salazar —dijo con amabilidad y se inclinó a besarle la mano—. Espero que podamos platicar después de sus conejos…
Erick se estremeció por la caricia, pese a que fue por encima de la tela, había sentido como si le quemara, porque recordaba lo besos que el otro le había dado la noche anterior.
—Claro, en otro momento será…
Alonso llevó a Erick a recoger la capa y después, se perdieron tras la puerta que daba al exterior.
Alejandro se apresuró a subir las escaleras, evitando que algunas personas se acercaran a él y desde el balcón, observó cómo Alonso subía a Erick a un automóvil y le daba indicaciones al chofer. El rubio volvió a colocarse el comunicador.
—Que alguien lo siga, ya saben qué hacer…
Apenas recibió respuesta, volvió a quitárselo y guardarlo. Soltó el aire con cansancio y observo el interior de la enorme mansión; revisó el reloj de su muñeca y observó la hora.
—Si me quedo, serán las horas más tediosas de mi vida… Me despediré del padre de Erick y me iré a descansar.
Sin tardanza, tecleó un mensaje y lo envió a todos sus amigos, avisando que se iría en unos minutos de la fiesta, alegando una llamada de su padre y que ellos podían quedarse a divertirse si eso deseaban.
—Espero mañana podamos hablar más… —musitó, posando la mirada en el automóvil que se perdía en la salida de la propiedad.
Realmente había deseado pasar otra noche con su Omega, pero a veces las cosas no salían cómo él deseaba; por eso, para el día siguiente, necesitaba buscar la manera de conseguir su meta.
Erick llegó a su hogar, el chofer de su padre lo conocía desde hacía muchos años y sabía que con él, debía de ser muy cuidadoso; esa fue la razón de llevarlo directamente ahí y esperó a que Joseph lo recibiera en la puerta, antes de retirarse.
—Vuelve temprano, señor Erick…
—Sí, Joseph, ¿mi esposo, volvió ya?
—No —negó el canoso, siguiendo al otro por el sedero hacia la mansión—, creí que volvería con usted.
—Se retiró primero de la reunión —suspiró el ojiazul— y mi padre decidió que yo volviera de inmediato a casa —sonrió débilmente—, ni siquiera pude cenar…
—¿Desea que le prepare algo de cenar? —ofreció el hombre con amabilidad.
—Si, por favor —Erick arrugó la nariz y sonrió divertido—, algo ligero, pero quiero un café.
—Algo ligero y un café —repitió Joseph con sonrisa cómplice, abriendo la puerta principal y permitiéndole el paso al pelinegro—. ¿Cenará con esa ropa o prefiere cambiarse antes?
—Iré a cambiarme —se alzó de hombros—, no es necesario ser tan formal si estaré a solas…
—Le diré a Yesenia que lo ayude —Joseph apresuró el paso.
—No, Joseph, está bien, me encargo yo solo, ve a preparar mi cena, por favor, no tardo…
Erick subió las escaleras y entró a su habitación; cerró tras de sí y empezó a desvestirse, dejando la capa en la cama; fue a su vestidor, se quitó los guates y vestido, poniéndose una pijama acogedora y que le cubriera todo el cuerpo, especialmente el cuello. Esa era la razón por la que no deseaba que lo ayudaran a cambiarse, ya que no quería que alguien se diera cuenta de las marcas en su piel y especialmente de la mordida en su nuca; incluso cuando fue con el diseñador a probarse trajes, les pidió que le permitieran vestirse a solas y que las ayudantes solo acomodaran el traje en su momento.
El ojiazul bajó varios minutos después, ya que tuvo que quitarse algo de maquillaje que traía; era lo único que le molestaba de volver a salir a fiestas, el tiempo perdido en el maquillaje, pero era algo que no se podía evitar, pues era casi una obligación que los Omega lo usaran, aunque fuera solo en pocas cantidades.
—Su cena está lista, señor Erick…
—Gracias Joseph —el pelinegro se sentó en su lugar e inició la cena.
Joseph era el único de la servidumbre que parecía estar despierto, así que se mantenía cerca de la mesa, expectante por si el otro deseaba algo más.
—Joseph, prepárate algo y acompáñame, por favor… —pidió Erick haciendo un ademán con su mano, a una silla al lado.
El canoso suspiró. Ya algunas ocasiones lo había hecho, siempre cuando estaba solo con Erick, pero sabía que era porque el otro quería platicar y saber algunas cosas que quizá no eran agradables.
Aun así, Joseph no dijo nada, fue a la cocina, se preparó un té de inmediato y volvió al comedor, sentándose al lado del ojiazul.
El silencio reinó por unos momentos; solo se escuchaba el sonido de los cubiertos, hasta que Erick bebió un sorbo de su café e inició la charla.
—Joseph —dijo amable—, ¿sabías que, los trajes que recogiste, los iba a usar un chico, en las fiestas a dónde yo también fui invitado?
El canoso sintió un nudo en la garganta, pero no debía mentirle a Erick; sí, podía ocultarle algunas cosas, para evitar lastimarlo, pero cuando le preguntaba las cosas así, de manera tan directa, no podía mentirle descaradamente.
—Sí, señor… —asintió con la mirada en la taza.
Erick suspiró— ¿por qué no me lo dijiste? —preguntó con suavidad.
—Lo siento, señor, pero, si se lo hubiera comentado, el señor Acosta se hubiera molestado.
Erick movió la mano y pasó la mano por su cabello, colocando unos mechones tras su oreja.
—Te entiendo —asintió—, pero yo ‘ya estoy curado de espanto’ —se burló, aunque mantuvo un gesto triste—, el problema fue mamá Ulises —dijo con pesar—. Ahora sabe que Omar le regala a sus amantes, las cosas que me pertenecen y eso seguramente lo tendrá algo preocupado.
Joseph apretó la taza entre sus manos y pasó saliva. El apreciaba mucho a la madre de Omar, quizá más de lo que debería.
—Si Omar no evita que su amante en turno use esos trajes, en las fiestas a las que yo acuda —prosiguió el ojiazul—, todo el mundo se dará cuenta de la situación y eso no solo afectará mi reputación, que realmente no me importa —admitió, pues sabía todos los chismes que se decían de él, especialmente el de que no era Omega—, pero la reputación de su familia quedará manchada y eso puede lastimar a mamá Ulises y papá Jacobo.
—Sé a lo que se refiere —Joseph asintió—, pero el joven Omar no me haría caso si se lo mencionara, usted lo sabe —levantó la mirada, buscando los ojos azules de Erick.
Erick estaba consciente de que Joseph no tenía potestad sobre Omar, pero necesitaba buscar soluciones.
—¿Quién es el chico al que le regaló los trajes? —preguntó antes de dar otro sorbo a su café.
El canoso suspiró— Jair Páez —respondió sin emoción.
El nombre logró que Erick levantara el rostro y frunció el ceño; lo conocía y lo recordaba muy bien, pero no imaginaba que fuera tan especial, cómo para que Omar le diera regalos tan caros.
—¿Cuánto tiempo tiene en esa relación? —preguntó con curiosidad.
—Un par de meses, quizá más —respondió Joseph con rapidez.
—¡Vaya! Yo pensé que era solo un amante en turno…
Erick sabía que Omar cambiaba seguido de amantes, no sabía, ni entendía la razón, pero el hecho de que ese chico ya tuviera meses con él, significaba que era importante para su esposo; tal vez lo suficiente para querer divorciarse de él.
—¿Crees que Omar quiera a ese chico? —indagó aun con duda.
Joseph se alzó de hombros— no lo sé señor, pero he de admitir que es con el que más ha durado.
Erick mordió su labio inferior con duda «si lo quiere, quizá desee estar con él y hasta casarse…» sintió que su corazón se aceleraba, «si es así, tal vez acepte el divorcio…»
Ante sus pensamientos, una sonrisa ilusionada se dibujó en sus labios; si Omar quería estar con Jair, él podía estar con Alejandro.
—¿Señor Erick? —Joseph no entendió la actitud del otro.
—Creo que debo hablar con Omar —dijo divertido.
—Vuelve temprano, señor Erick…
—Sí, Joseph, ¿mi esposo, volvió ya?
—No —negó el canoso, siguiendo al otro por el sedero hacia la mansión—, creí que volvería con usted.
—Se retiró primero de la reunión —suspiró el ojiazul— y mi padre decidió que yo volviera de inmediato a casa —sonrió débilmente—, ni siquiera pude cenar…
—¿Desea que le prepare algo de cenar? —ofreció el hombre con amabilidad.
—Si, por favor —Erick arrugó la nariz y sonrió divertido—, algo ligero, pero quiero un café.
—Algo ligero y un café —repitió Joseph con sonrisa cómplice, abriendo la puerta principal y permitiéndole el paso al pelinegro—. ¿Cenará con esa ropa o prefiere cambiarse antes?
—Iré a cambiarme —se alzó de hombros—, no es necesario ser tan formal si estaré a solas…
—Le diré a Yesenia que lo ayude —Joseph apresuró el paso.
—No, Joseph, está bien, me encargo yo solo, ve a preparar mi cena, por favor, no tardo…
Erick subió las escaleras y entró a su habitación; cerró tras de sí y empezó a desvestirse, dejando la capa en la cama; fue a su vestidor, se quitó los guates y vestido, poniéndose una pijama acogedora y que le cubriera todo el cuerpo, especialmente el cuello. Esa era la razón por la que no deseaba que lo ayudaran a cambiarse, ya que no quería que alguien se diera cuenta de las marcas en su piel y especialmente de la mordida en su nuca; incluso cuando fue con el diseñador a probarse trajes, les pidió que le permitieran vestirse a solas y que las ayudantes solo acomodaran el traje en su momento.
El ojiazul bajó varios minutos después, ya que tuvo que quitarse algo de maquillaje que traía; era lo único que le molestaba de volver a salir a fiestas, el tiempo perdido en el maquillaje, pero era algo que no se podía evitar, pues era casi una obligación que los Omega lo usaran, aunque fuera solo en pocas cantidades.
—Su cena está lista, señor Erick…
—Gracias Joseph —el pelinegro se sentó en su lugar e inició la cena.
Joseph era el único de la servidumbre que parecía estar despierto, así que se mantenía cerca de la mesa, expectante por si el otro deseaba algo más.
—Joseph, prepárate algo y acompáñame, por favor… —pidió Erick haciendo un ademán con su mano, a una silla al lado.
El canoso suspiró. Ya algunas ocasiones lo había hecho, siempre cuando estaba solo con Erick, pero sabía que era porque el otro quería platicar y saber algunas cosas que quizá no eran agradables.
Aun así, Joseph no dijo nada, fue a la cocina, se preparó un té de inmediato y volvió al comedor, sentándose al lado del ojiazul.
El silencio reinó por unos momentos; solo se escuchaba el sonido de los cubiertos, hasta que Erick bebió un sorbo de su café e inició la charla.
—Joseph —dijo amable—, ¿sabías que, los trajes que recogiste, los iba a usar un chico, en las fiestas a dónde yo también fui invitado?
El canoso sintió un nudo en la garganta, pero no debía mentirle a Erick; sí, podía ocultarle algunas cosas, para evitar lastimarlo, pero cuando le preguntaba las cosas así, de manera tan directa, no podía mentirle descaradamente.
—Sí, señor… —asintió con la mirada en la taza.
Erick suspiró— ¿por qué no me lo dijiste? —preguntó con suavidad.
—Lo siento, señor, pero, si se lo hubiera comentado, el señor Acosta se hubiera molestado.
Erick movió la mano y pasó la mano por su cabello, colocando unos mechones tras su oreja.
—Te entiendo —asintió—, pero yo ‘ya estoy curado de espanto’ —se burló, aunque mantuvo un gesto triste—, el problema fue mamá Ulises —dijo con pesar—. Ahora sabe que Omar le regala a sus amantes, las cosas que me pertenecen y eso seguramente lo tendrá algo preocupado.
Joseph apretó la taza entre sus manos y pasó saliva. El apreciaba mucho a la madre de Omar, quizá más de lo que debería.
—Si Omar no evita que su amante en turno use esos trajes, en las fiestas a las que yo acuda —prosiguió el ojiazul—, todo el mundo se dará cuenta de la situación y eso no solo afectará mi reputación, que realmente no me importa —admitió, pues sabía todos los chismes que se decían de él, especialmente el de que no era Omega—, pero la reputación de su familia quedará manchada y eso puede lastimar a mamá Ulises y papá Jacobo.
—Sé a lo que se refiere —Joseph asintió—, pero el joven Omar no me haría caso si se lo mencionara, usted lo sabe —levantó la mirada, buscando los ojos azules de Erick.
Erick estaba consciente de que Joseph no tenía potestad sobre Omar, pero necesitaba buscar soluciones.
—¿Quién es el chico al que le regaló los trajes? —preguntó antes de dar otro sorbo a su café.
El canoso suspiró— Jair Páez —respondió sin emoción.
El nombre logró que Erick levantara el rostro y frunció el ceño; lo conocía y lo recordaba muy bien, pero no imaginaba que fuera tan especial, cómo para que Omar le diera regalos tan caros.
—¿Cuánto tiempo tiene en esa relación? —preguntó con curiosidad.
—Un par de meses, quizá más —respondió Joseph con rapidez.
—¡Vaya! Yo pensé que era solo un amante en turno…
Erick sabía que Omar cambiaba seguido de amantes, no sabía, ni entendía la razón, pero el hecho de que ese chico ya tuviera meses con él, significaba que era importante para su esposo; tal vez lo suficiente para querer divorciarse de él.
—¿Crees que Omar quiera a ese chico? —indagó aun con duda.
Joseph se alzó de hombros— no lo sé señor, pero he de admitir que es con el que más ha durado.
Erick mordió su labio inferior con duda «si lo quiere, quizá desee estar con él y hasta casarse…» sintió que su corazón se aceleraba, «si es así, tal vez acepte el divorcio…»
Ante sus pensamientos, una sonrisa ilusionada se dibujó en sus labios; si Omar quería estar con Jair, él podía estar con Alejandro.
—¿Señor Erick? —Joseph no entendió la actitud del otro.
—Creo que debo hablar con Omar —dijo divertido.
Omar llegó al departamento y entró sin mirar atrás; se encontraba furioso y no sabía cómo sacar el coraje que lo inundaba, pero lanzó las llaves del automóvil contra una mesa de cristal, logrando hacer que la superficie se cuarteara. Jair lo seguía en silencio; estaba enojado igual que el otro, aunque él aun no sabía la verdadera razón del por qué Omar estaba así, pero imaginaba que era porque Erick había bailado con Alejandro.
El castaño fue directamente a la cantina y se sirvió una copa de Ron, bebiéndola con rapidez; al acabar, dejó la copa sobre la barra, sin soltarla y la apretó con fuerza, quebrándola y logrando herir su mano.
—¡¿Qué estás haciendo?! —Jair corrió y sujetó un par de toallas de papel, colocándoselas en la mano.
—¡Déjame! —gruñó y lo apartó con un movimiento molesto; sujetó la botella y fue hacia la habitación, bebiendo directamente de la boca del recipiente.
El pelinegro lanzó las servilletas de lado, se cruzó de brazos y entornó los ojos— ahora se emborrachará —su voz tenía un tinte de desprecio.
No era la primera vez que estaba con Omar cuando se ponía a beber y sabía que, cuando agarraba la botella de esa manera, no dejaría de beber hasta quedar completamente inconsciente. No le gustaba que hiciera eso, porque si él estaba cerca mientras el otro se ponía ebrio, intentaba besarlo y tener sexo, llamándolo por el nombre de su esposo y detestaba que lo confundiera con el ojiazul.
—Tampoco fue una buena noche para mí… —musitó el pelinegro y sujetó otra botella, sirviéndose un poco de vino en una copa.
Bebió el líquido y suspiró.
El recuerdo de lo que le había dicho Alejandro y el verlo bailar con Erick, hizo que se le revolviera el estómago. A su parecer, parecían una pareja de enamorados, aunque sabía que no podía haber nada entre ellos, porque Erick estaba casado; aun así, ese era el único impedimento y si Omar no podía controlar a su esposo, era un obstáculo para él.
—Seguro solo le interesa por el estúpido título que le pusieron a ese imbécil —hizo una mueca de desagrado, recordando el cómo todos le decían ‘Príncipe Omega’ al ojiazul—. Es popularidad y estatus, nada más, especialmente porque no lo puede tener —pensó con desprecio—. Aun así, debe haber una forma de llamar su atención… ¡Tiene que haberla! —dijo entre dientes.
Miró hacia la puerta de la recámara; en el fondo, ya no toleraba a Omar, pero era lo único que tenía a la mano para utilizar y acercarse a Alejandro.
—Tengo que encontrar la manera de hacer que Omar me dé el lugar de Erick Salazar —bebió otro sorbo de su copa—, si obtengo ese estatus, Alejandro se interesará en mí, ya que solo quiere a Erick porque es de Omar y quiere aplastarlo, quitándole todo lo que tiene —estaba completamente seguro de ello, pues se jactaba de conocer el cómo pensaban todos los grandes empresarios en sus negocios—. Pero… ¿Cómo?
Bebió un poco más del vino que se había servido y respiró profundamente.
—Debo calmarme, necesito pensar con la cabeza fría…
Masajeó sus sienes antes de iniciar un ejercicio de respiración para tranquilizarse; cuando se sintió más relajado, terminó su copa y caminó hacia la sala, sentándose y recargándose en el sillón, mirando al techo. Su rostro se miraba apacible, su mirada estaba perdida, pero su mente estaba recordando algunas cosas que habían platicado en su anterior encuentro, en busca de la respuesta para conseguir sus metas.
El castaño fue directamente a la cantina y se sirvió una copa de Ron, bebiéndola con rapidez; al acabar, dejó la copa sobre la barra, sin soltarla y la apretó con fuerza, quebrándola y logrando herir su mano.
—¡¿Qué estás haciendo?! —Jair corrió y sujetó un par de toallas de papel, colocándoselas en la mano.
—¡Déjame! —gruñó y lo apartó con un movimiento molesto; sujetó la botella y fue hacia la habitación, bebiendo directamente de la boca del recipiente.
El pelinegro lanzó las servilletas de lado, se cruzó de brazos y entornó los ojos— ahora se emborrachará —su voz tenía un tinte de desprecio.
No era la primera vez que estaba con Omar cuando se ponía a beber y sabía que, cuando agarraba la botella de esa manera, no dejaría de beber hasta quedar completamente inconsciente. No le gustaba que hiciera eso, porque si él estaba cerca mientras el otro se ponía ebrio, intentaba besarlo y tener sexo, llamándolo por el nombre de su esposo y detestaba que lo confundiera con el ojiazul.
—Tampoco fue una buena noche para mí… —musitó el pelinegro y sujetó otra botella, sirviéndose un poco de vino en una copa.
Bebió el líquido y suspiró.
El recuerdo de lo que le había dicho Alejandro y el verlo bailar con Erick, hizo que se le revolviera el estómago. A su parecer, parecían una pareja de enamorados, aunque sabía que no podía haber nada entre ellos, porque Erick estaba casado; aun así, ese era el único impedimento y si Omar no podía controlar a su esposo, era un obstáculo para él.
—Seguro solo le interesa por el estúpido título que le pusieron a ese imbécil —hizo una mueca de desagrado, recordando el cómo todos le decían ‘Príncipe Omega’ al ojiazul—. Es popularidad y estatus, nada más, especialmente porque no lo puede tener —pensó con desprecio—. Aun así, debe haber una forma de llamar su atención… ¡Tiene que haberla! —dijo entre dientes.
Miró hacia la puerta de la recámara; en el fondo, ya no toleraba a Omar, pero era lo único que tenía a la mano para utilizar y acercarse a Alejandro.
—Tengo que encontrar la manera de hacer que Omar me dé el lugar de Erick Salazar —bebió otro sorbo de su copa—, si obtengo ese estatus, Alejandro se interesará en mí, ya que solo quiere a Erick porque es de Omar y quiere aplastarlo, quitándole todo lo que tiene —estaba completamente seguro de ello, pues se jactaba de conocer el cómo pensaban todos los grandes empresarios en sus negocios—. Pero… ¿Cómo?
Bebió un poco más del vino que se había servido y respiró profundamente.
—Debo calmarme, necesito pensar con la cabeza fría…
Masajeó sus sienes antes de iniciar un ejercicio de respiración para tranquilizarse; cuando se sintió más relajado, terminó su copa y caminó hacia la sala, sentándose y recargándose en el sillón, mirando al techo. Su rostro se miraba apacible, su mirada estaba perdida, pero su mente estaba recordando algunas cosas que habían platicado en su anterior encuentro, en busca de la respuesta para conseguir sus metas.
—¿Por qué no puedo ir a la fiesta de mañana?
—Esa fiesta es intima, solo para ciertas familias invitadas —Omar limpió su cabello con la toalla.
Acababan de terminar de asearse.
—Significa que llevarás a tu esposo —hizo un mohín.
—No creo que Erick pueda acompañarme… Ni siquiera me acompañará a la fiesta de hoy.
—Si él no puede, ¡llévame a mí! —Jair lo abrazó y besó el cuello.
—Quisiera, pero irán mis padres también…
—Por favor, Omar, ya es tiempo de que me des mi lugar —insistió—. Quiero ir a esa fiesta, ¡por favor!
El castaño suspiró— lo pensaré…
Jair se movió, besando el torso del otro, bajando peligrosamente, llegando hasta besar el miembro— si me llevas, te daré un premio —relamió sus labios.
—Esa es una oferta tentadora —las manos de Omar lo sujetaron del cabello—, pero no creo que sea posible… mis padres se molestarían mucho.
Jair le dedicó una mirada triste y su mano empezó a masajear el miembro del otro, para despertarlo— ¿no me darás la oportunidad, ni aunque me esfuerce? —preguntó con voz infantil.
Omar pasó saliva y titubeó— lo… lo pensaré…
—Esa fiesta es intima, solo para ciertas familias invitadas —Omar limpió su cabello con la toalla.
Acababan de terminar de asearse.
—Significa que llevarás a tu esposo —hizo un mohín.
—No creo que Erick pueda acompañarme… Ni siquiera me acompañará a la fiesta de hoy.
—Si él no puede, ¡llévame a mí! —Jair lo abrazó y besó el cuello.
—Quisiera, pero irán mis padres también…
—Por favor, Omar, ya es tiempo de que me des mi lugar —insistió—. Quiero ir a esa fiesta, ¡por favor!
El castaño suspiró— lo pensaré…
Jair se movió, besando el torso del otro, bajando peligrosamente, llegando hasta besar el miembro— si me llevas, te daré un premio —relamió sus labios.
—Esa es una oferta tentadora —las manos de Omar lo sujetaron del cabello—, pero no creo que sea posible… mis padres se molestarían mucho.
Jair le dedicó una mirada triste y su mano empezó a masajear el miembro del otro, para despertarlo— ¿no me darás la oportunidad, ni aunque me esfuerce? —preguntó con voz infantil.
Omar pasó saliva y titubeó— lo… lo pensaré…
Jair se incorporó del sillón y parpadeó varias veces, volviendo a la realidad.
—¡Eso es! Necesito ir a la fiesta de mañana en vez de Erick Salazar… —miró una vez más a la puerta—. Omar está furioso y si es porque su esposo bailó con Alejandro, lo puedo convencer de no llevarlo —sonrió divertido.
Se puso de pie, fue al mueble de cantina y sujetó un par de botellas en cada mano; si no conseguía con sexo que el otro accediera a llevarlo en lugar de a su esposo, tal vez con una bebida lo conseguiría.
—¡Eso es! Necesito ir a la fiesta de mañana en vez de Erick Salazar… —miró una vez más a la puerta—. Omar está furioso y si es porque su esposo bailó con Alejandro, lo puedo convencer de no llevarlo —sonrió divertido.
Se puso de pie, fue al mueble de cantina y sujetó un par de botellas en cada mano; si no conseguía con sexo que el otro accediera a llevarlo en lugar de a su esposo, tal vez con una bebida lo conseguiría.
Creo que este capítulo ya es un poco más largo
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