Capítulo XII
Agustín estaba en su cama, recostado, observando el techo; desde que había regresado a su hogar, no había querido salir y eso tenía preocupadas a todas las mujeres de esa casa, especialmente a su abuela.
Estaba molesto.
Por primera vez le había gustado un chico, un Alfa y después de lo que se enteró en la casa de Fabián, se sentía tan decepcionado que no quería volver a ver a Julián en lo que le quedaba de vida.
«Solo me utilizó…» pensó con molestia y sintió una opresión en su pecho, «no puedo creer que confié en él, solo porque me sentí bien con sus feromonas…» observó su mano, recordando el día anterior, cuando el otro la sujetó y besó por primera vez, pero ese recuerdo le hizo enfurecer, pues aunque no quería aceptarlo, realmente se había ilusionado, «todos los Alfas son unos petulantes aprovechados…»
—¿Guti? —la voz de su abuela se escuchó y lo sobresaltó.
—Ah… Abuela, ¿qué pasa? —preguntó el pelinegro, sentándose en la cama de inmediato, observando que su abuela era acompañada por Yuri y Karla.
—No respondiste cuando Yuri vino a buscarte —hizo un ademán, señalando a la chica que estaba a su lado—, así que vine a verte, porque pensamos que estabas enfermo.
Agustín pasó la mano por su frente— no… solo… estaba pensando.
—Joven, ya son las cuatro y media —señaló Yuri—. En una hora vendrán por usted para la recepción de hoy.
El pelinegro hizo un mohín— no quiero ir —se tumbó sobre el colchón una vez más.
—¿Por qué? —Su abuela se sorprendió.
—¡¿Se siente mal?! ¿Quiere que llame al médico? —indagó Yuri preocupada, ya que la noche anterior había llegado inconsciente.
—No —Agustín ladeó el rostro, observando a la chica—. Solo… no tengo ganas de ir a la fiesta de hoy…
—Pero, seguramente irá el joven Chávez… —sonrió Karla, que estaba tras la silla de ruedas de Reina, sin saber que eso molestaría más al otro.
—¡Ni me lo recuerdes! —señaló, sentándose de nuevo en la cama.
El grito asustó a las tres mujeres; Agustín vio la reacción y suspiró cansado.
—Lo siento —dijo con voz más tranquila—. Es sólo que… no quiero verlo.
Esa frase llamó la atención de su abuela— ¿por qué? —indagó con nervios—. ¡¿Te hizo algo malo?!
—Se puede decir que sí.
Su abuela se sorprendió, Yuri se cubrió la boca con susto y Karla se tensó por completo; al ver la reacción de las mujeres, Agustín se dio cuenta que se imaginaban algo malo.
—No se sobrepasó conmigo —especificó—. Sólo… me mintió, es todo.
Reina suspiró más tranquila, le hizo una seña a Karla y la chica empujó la silla de ruedas, para acercar a la mujer a la cama, cerca de su nieto.
—Bueno… no quiero meterme en eso —sonrió débilmente la canosa—, porque no es bueno que las personas mientan, aunque a veces no queda opción, ¿no lo crees?
—No es bueno mentir, en ninguna circunstancia —sentenció el pelinegro.
—¿De verdad? —la mujer levantó una ceja, mirando a Agustín con suspicacia—. Tú ocultabas que eras dominante…
Agustín entornó los ojos— eso no era mentir, solo no decía toda la información —hizo un mohín.
Reina sonrió divertida, aun le parecía ver algo de inocencia en su nieto— está bien, no decías toda la información, pero tenías tus razones… —comentó con complicidad—. Quizá, Julián tiene sus razones para ocultarte cosas también.
Agustín frunció el ceño— ¿por qué lo defiendes si lo acabas de conocer?
Reina sujetó una mano de su nieto— por eso mismo —asintió—, lo acabamos de conocer, así que no podemos conocer todo de él en un solo día —le guiño el ojo—. Deberías indagar más…
—No quiero —Agustín desvió la mirada.
—Confía en mi —sonrió la canosa—, sabes que soy buena juzgando a las personas y me parece que ese muchacho no es tan malo.
Agustín suspiró, realmente le quería creer a su abuela, porque él también pensó eso.
Julián había sido amable, lo había llevado a su hogar, no se propasó con él y además, no estaba interesado en Erick, como pensó que podría ser; pero se sentía usado por el otro para que su primo llegara a su hermano, así que eso le molestaba.
—Aun así —habló con cansancio—. No lo puedo perdonar con facilidad.
—No lo perdones tan fácil —su abuela ladeó el rostro—. Si sientes que lo merece, hazlo sufrir un ratito, pero tampoco te ensañes con él, primero escúchalo y después decide, pero no lo corras tan rápido —negó—, luego, ¿quién me traerá dulces?
—¡Abuela!
La canosa rió— anda, es tarde, debes prepararte para ir a la reunión de hoy…
—Está bien…
Yuri caminó hacia el guardarropa— ¿qué desea usar esta noche?
—Algo sencillo —se alzó de hombros—. No quiero llamar la atención…
—¿Ni siquiera la atención de Julián? —preguntó Reina con voz divertida.
Agustín mordió su labio inferior— bueno, de él sí… —admitió.
Yuri sonrió cómplice— siendo así, permítame sugerirle… ¡este!
La chica sacó un traje del armario, uno de los que Alonso le había enviado para las fiestas, mismo que Agustín afirmó que nunca se pondría, porque decía que era demasiado llamativo y femenino para él.
—No sé… no creo que me quede —talló uno de sus brazos con la mano.
—¡Por supuesto que le queda! —Karla asintió.
—Sí hijo, te verás muy bien con él —su abuela sonrió cómplice.
—Pero, es muy… femenino.
—Quiere hacer sufrir al joven Chávez, ¿no? —Yuri ladeó el rostro—. Entonces, muéstrele lo que usted tiene y que él no tendrá, si le sigue ocultando cosas.
—¡Esa es una gran estrategia! —Karla caminó hasta ponerse a un lado de Yuri—. Y con un poco de maquillaje y los accesorios del atuendo, se verá estupendo.
Agustín titubeó, buscó el rostro de su abuela y la canosa le sonrió; eso significaba que estaba de acuerdo con las dos chicas.
—Está bien, lo intentaré solo esta vez…
Estaba molesto.
Por primera vez le había gustado un chico, un Alfa y después de lo que se enteró en la casa de Fabián, se sentía tan decepcionado que no quería volver a ver a Julián en lo que le quedaba de vida.
«Solo me utilizó…» pensó con molestia y sintió una opresión en su pecho, «no puedo creer que confié en él, solo porque me sentí bien con sus feromonas…» observó su mano, recordando el día anterior, cuando el otro la sujetó y besó por primera vez, pero ese recuerdo le hizo enfurecer, pues aunque no quería aceptarlo, realmente se había ilusionado, «todos los Alfas son unos petulantes aprovechados…»
—¿Guti? —la voz de su abuela se escuchó y lo sobresaltó.
—Ah… Abuela, ¿qué pasa? —preguntó el pelinegro, sentándose en la cama de inmediato, observando que su abuela era acompañada por Yuri y Karla.
—No respondiste cuando Yuri vino a buscarte —hizo un ademán, señalando a la chica que estaba a su lado—, así que vine a verte, porque pensamos que estabas enfermo.
Agustín pasó la mano por su frente— no… solo… estaba pensando.
—Joven, ya son las cuatro y media —señaló Yuri—. En una hora vendrán por usted para la recepción de hoy.
El pelinegro hizo un mohín— no quiero ir —se tumbó sobre el colchón una vez más.
—¿Por qué? —Su abuela se sorprendió.
—¡¿Se siente mal?! ¿Quiere que llame al médico? —indagó Yuri preocupada, ya que la noche anterior había llegado inconsciente.
—No —Agustín ladeó el rostro, observando a la chica—. Solo… no tengo ganas de ir a la fiesta de hoy…
—Pero, seguramente irá el joven Chávez… —sonrió Karla, que estaba tras la silla de ruedas de Reina, sin saber que eso molestaría más al otro.
—¡Ni me lo recuerdes! —señaló, sentándose de nuevo en la cama.
El grito asustó a las tres mujeres; Agustín vio la reacción y suspiró cansado.
—Lo siento —dijo con voz más tranquila—. Es sólo que… no quiero verlo.
Esa frase llamó la atención de su abuela— ¿por qué? —indagó con nervios—. ¡¿Te hizo algo malo?!
—Se puede decir que sí.
Su abuela se sorprendió, Yuri se cubrió la boca con susto y Karla se tensó por completo; al ver la reacción de las mujeres, Agustín se dio cuenta que se imaginaban algo malo.
—No se sobrepasó conmigo —especificó—. Sólo… me mintió, es todo.
Reina suspiró más tranquila, le hizo una seña a Karla y la chica empujó la silla de ruedas, para acercar a la mujer a la cama, cerca de su nieto.
—Bueno… no quiero meterme en eso —sonrió débilmente la canosa—, porque no es bueno que las personas mientan, aunque a veces no queda opción, ¿no lo crees?
—No es bueno mentir, en ninguna circunstancia —sentenció el pelinegro.
—¿De verdad? —la mujer levantó una ceja, mirando a Agustín con suspicacia—. Tú ocultabas que eras dominante…
Agustín entornó los ojos— eso no era mentir, solo no decía toda la información —hizo un mohín.
Reina sonrió divertida, aun le parecía ver algo de inocencia en su nieto— está bien, no decías toda la información, pero tenías tus razones… —comentó con complicidad—. Quizá, Julián tiene sus razones para ocultarte cosas también.
Agustín frunció el ceño— ¿por qué lo defiendes si lo acabas de conocer?
Reina sujetó una mano de su nieto— por eso mismo —asintió—, lo acabamos de conocer, así que no podemos conocer todo de él en un solo día —le guiño el ojo—. Deberías indagar más…
—No quiero —Agustín desvió la mirada.
—Confía en mi —sonrió la canosa—, sabes que soy buena juzgando a las personas y me parece que ese muchacho no es tan malo.
Agustín suspiró, realmente le quería creer a su abuela, porque él también pensó eso.
Julián había sido amable, lo había llevado a su hogar, no se propasó con él y además, no estaba interesado en Erick, como pensó que podría ser; pero se sentía usado por el otro para que su primo llegara a su hermano, así que eso le molestaba.
—Aun así —habló con cansancio—. No lo puedo perdonar con facilidad.
—No lo perdones tan fácil —su abuela ladeó el rostro—. Si sientes que lo merece, hazlo sufrir un ratito, pero tampoco te ensañes con él, primero escúchalo y después decide, pero no lo corras tan rápido —negó—, luego, ¿quién me traerá dulces?
—¡Abuela!
La canosa rió— anda, es tarde, debes prepararte para ir a la reunión de hoy…
—Está bien…
Yuri caminó hacia el guardarropa— ¿qué desea usar esta noche?
—Algo sencillo —se alzó de hombros—. No quiero llamar la atención…
—¿Ni siquiera la atención de Julián? —preguntó Reina con voz divertida.
Agustín mordió su labio inferior— bueno, de él sí… —admitió.
Yuri sonrió cómplice— siendo así, permítame sugerirle… ¡este!
La chica sacó un traje del armario, uno de los que Alonso le había enviado para las fiestas, mismo que Agustín afirmó que nunca se pondría, porque decía que era demasiado llamativo y femenino para él.
—No sé… no creo que me quede —talló uno de sus brazos con la mano.
—¡Por supuesto que le queda! —Karla asintió.
—Sí hijo, te verás muy bien con él —su abuela sonrió cómplice.
—Pero, es muy… femenino.
—Quiere hacer sufrir al joven Chávez, ¿no? —Yuri ladeó el rostro—. Entonces, muéstrele lo que usted tiene y que él no tendrá, si le sigue ocultando cosas.
—¡Esa es una gran estrategia! —Karla caminó hasta ponerse a un lado de Yuri—. Y con un poco de maquillaje y los accesorios del atuendo, se verá estupendo.
Agustín titubeó, buscó el rostro de su abuela y la canosa le sonrió; eso significaba que estaba de acuerdo con las dos chicas.
—Está bien, lo intentaré solo esta vez…
Alejandro bajó las escaleras de la mansión Esquivel, usando un traje blanco de saco largo, con una camisa azul claro y una corbata en un tono más oscuro.
—¿De nuevo blanco? —preguntó Dimitry, cuando el rubio llegó a su lado, ya que el pelirrojo había sido el primero en bajar.
—El blanco combina con todo —señaló acomodando una mancuernilla—. Y no quisiera desentonar con la ropa que lleve Erick.
Dimitry pasó la mano por su frente— deberías tratar de disimular al menos —su voz sonó pesada.
—Lo intentaré —dijo con una sonrisa cínica.
Julián y Miguel bajaron juntos las escaleras; el primero llevaba un traje negro y el segundo uno azul marino.
—No creo que esté tan molesto —comentó el pelinegro para su amigo, mientras llegaban al final de los escalones.
—¿Quién? —preguntó el pelirrojo.
—Agustín, el hermano de Erick —respondió Miguel con rapidez—, Juls está preocupado por la actitud que tuvo con él hoy, después de enterarse de lo ocurrido.
—Realmente se miraba furioso —comentó el aludido con algo de preocupación.
—Sí, lo estaba —la voz de Fabián se escuchó mientras descendía las escaleras al lado de Iván—. Créeme, Agustín tiene un carácter difícil —señaló.
—Y me consta con lo que pasó el otro día —Iván se cruzó de brazos.
—¿Qué tanto lo conoces? —indagó Julián con rapidez.
—Lo suficiente —Fabián sonrió de lado—, conozco más a Marcel, pero sé que el carácter de ambos es un poco difícil, aunque Marcel es más… ¿caprichoso? Por decirlo de algún modo…
—No hables mal de mi futuro esposo —Miguel se cruzó de brazos.
—No hablo mal, solo digo lo que sé de él, después de conocerlo por tanto tiempo —Fabián se alzó de hombros.
—Y… ¿tiene pretendientes?
Fabián rió ante la pregunta de Miguel.
—¡Muchos! —entornó los ojos—. Tanto que se da el lujo de jugar con ellos y botarlos cuando le aburren.
—Ten cuidado y no te vaya a hacer lo mismo, Mike —Iván lo miró con burla.
Mientras Fabián e Iván se burlaban de su amigo, Germán y Laura bajaron por las escaleras, seguidos de Lilian; ese día, Adrián no los acompañaría, así que lo habían dejado al cuidado de los trabajadores de la casa.
—Pero mira nada más, ¡que guapos! —Laura caminó hasta su hijo—. Mi amor, tu eres el único que desentona, ¿qué ocurre contigo? —preguntó confundida—. Ni siquiera parece que te hayas esforzado.
—Es porque Lizzy no acude a estas fiestas —Lilian pestañeó insistente.
—¡Cállate, arpía! —dijo el castaño con seriedad.
—Aun así —Laura acomodó la solapa de su hijo y el pañuelo del saco—, debes dar una buena impresión.
—¿Están todos listos? —preguntó Germán con una gran sonrisa.
—Solo falta David —anunció Julián.
—Es extraño… —Alejandro levantó la manga de su brazo derecho, observando el reloj de pulsera que usaba esa noche—. Él siempre es muy puntual.
—Debe seguirse arreglando… Ya madre, ya es suficiente —Fabián se apartó de Laura y acomodó el saco que traía—. Estaba muy interesado en un amigo de Marcel y Agus, el hijo de los organizadores de las fiestas —comentó—, Luís Jiménez.
—¿El hijo de Regina? —Laura lo miró confundida—. Pero es Beta…
—Es lo mismo que le dije…
—Disculpe que difiera —David iba descendiendo las escaleras, acomodando la corbata que hacía juego con su traje color arena—. Pero le puedo asegurar, que ese chico, es un Omega —sonrió con orgullo y acomodó sus gafas—, recesivo, pero Omega…
El gesto de Laura mostró una gran sorpresa. Ella conocía a la familia Jiménez, pero nunca pensó que el único hijo de su amiga Regina, fuera Omega.
—¿Estás seguro? —la voz de la pelinegra apenas se escuchó.
—Yo nunca me equivoco —sonrió el ojigrís—. ¿No es así, Alex?
—Así es… —secundó Alejandro—. Por eso confío tanto en ti.
—¿De nuevo blanco? —preguntó Dimitry, cuando el rubio llegó a su lado, ya que el pelirrojo había sido el primero en bajar.
—El blanco combina con todo —señaló acomodando una mancuernilla—. Y no quisiera desentonar con la ropa que lleve Erick.
Dimitry pasó la mano por su frente— deberías tratar de disimular al menos —su voz sonó pesada.
—Lo intentaré —dijo con una sonrisa cínica.
Julián y Miguel bajaron juntos las escaleras; el primero llevaba un traje negro y el segundo uno azul marino.
—No creo que esté tan molesto —comentó el pelinegro para su amigo, mientras llegaban al final de los escalones.
—¿Quién? —preguntó el pelirrojo.
—Agustín, el hermano de Erick —respondió Miguel con rapidez—, Juls está preocupado por la actitud que tuvo con él hoy, después de enterarse de lo ocurrido.
—Realmente se miraba furioso —comentó el aludido con algo de preocupación.
—Sí, lo estaba —la voz de Fabián se escuchó mientras descendía las escaleras al lado de Iván—. Créeme, Agustín tiene un carácter difícil —señaló.
—Y me consta con lo que pasó el otro día —Iván se cruzó de brazos.
—¿Qué tanto lo conoces? —indagó Julián con rapidez.
—Lo suficiente —Fabián sonrió de lado—, conozco más a Marcel, pero sé que el carácter de ambos es un poco difícil, aunque Marcel es más… ¿caprichoso? Por decirlo de algún modo…
—No hables mal de mi futuro esposo —Miguel se cruzó de brazos.
—No hablo mal, solo digo lo que sé de él, después de conocerlo por tanto tiempo —Fabián se alzó de hombros.
—Y… ¿tiene pretendientes?
Fabián rió ante la pregunta de Miguel.
—¡Muchos! —entornó los ojos—. Tanto que se da el lujo de jugar con ellos y botarlos cuando le aburren.
—Ten cuidado y no te vaya a hacer lo mismo, Mike —Iván lo miró con burla.
Mientras Fabián e Iván se burlaban de su amigo, Germán y Laura bajaron por las escaleras, seguidos de Lilian; ese día, Adrián no los acompañaría, así que lo habían dejado al cuidado de los trabajadores de la casa.
—Pero mira nada más, ¡que guapos! —Laura caminó hasta su hijo—. Mi amor, tu eres el único que desentona, ¿qué ocurre contigo? —preguntó confundida—. Ni siquiera parece que te hayas esforzado.
—Es porque Lizzy no acude a estas fiestas —Lilian pestañeó insistente.
—¡Cállate, arpía! —dijo el castaño con seriedad.
—Aun así —Laura acomodó la solapa de su hijo y el pañuelo del saco—, debes dar una buena impresión.
—¿Están todos listos? —preguntó Germán con una gran sonrisa.
—Solo falta David —anunció Julián.
—Es extraño… —Alejandro levantó la manga de su brazo derecho, observando el reloj de pulsera que usaba esa noche—. Él siempre es muy puntual.
—Debe seguirse arreglando… Ya madre, ya es suficiente —Fabián se apartó de Laura y acomodó el saco que traía—. Estaba muy interesado en un amigo de Marcel y Agus, el hijo de los organizadores de las fiestas —comentó—, Luís Jiménez.
—¿El hijo de Regina? —Laura lo miró confundida—. Pero es Beta…
—Es lo mismo que le dije…
—Disculpe que difiera —David iba descendiendo las escaleras, acomodando la corbata que hacía juego con su traje color arena—. Pero le puedo asegurar, que ese chico, es un Omega —sonrió con orgullo y acomodó sus gafas—, recesivo, pero Omega…
El gesto de Laura mostró una gran sorpresa. Ella conocía a la familia Jiménez, pero nunca pensó que el único hijo de su amiga Regina, fuera Omega.
—¿Estás seguro? —la voz de la pelinegra apenas se escuchó.
—Yo nunca me equivoco —sonrió el ojigrís—. ¿No es así, Alex?
—Así es… —secundó Alejandro—. Por eso confío tanto en ti.
Eran las seis de la tarde, Omar estaba en la planta baja, observando su reloj; le había dicho a Joseph que fuera por Erick a su habitación, pues debían salir de inmediato, ya que la fiesta iniciaría pronto.
Joseph bajó los escalones, anunciando que el ojiazul bajaría de inmediato; apenas el canoso estuvo al lado de Omar, Erick apareció al inicio de las escaleras.
El castaño abrió los ojos con sorpresa.
Erick portaba una especie de capa en un tono azul claro que le cubría todo el cuerpo, con mangas amplias; tenía el cuello abierto en la parte superior y unos botones espaciados, en la parte de enfrente que llegaban cerca de sus rodillas, logrando otra abertura, por donde miraba más tela en color blanco. Traía un tocado de flores y pedrería, al lado izquierdo de su cabeza, de donde pendían algunas pequeñas cadenas que se unían a la parte superior de su oreja, combinando con los colores que portaba. Pero nada de eso le importaba a Omar; él estaba prendado de los ojos azules y su mirada repasó los labios de su esposo, que resaltaban debido a un delicado brillo labial. El castaño pasó saliva con dificultad; esos labios invitaban a ser besados, pero él no podía acercarse para aceptar ese mudo ofrecimiento.
—Estoy listo —dijo el ojiazul al llegar al final de los escalones.
—Te ves… —«hermosamente perfecto…» pensó con ansiedad, pero no terminó la frase cómo la pensó—. Bien —trató de sonar indiferente—. Vamos…
El castaño caminó a la salida y abrió la puerta.
—Que pase una linda noche, señor Erick —susurró Joseph, cuando el ojiazul pasó frente a él.
—Gracias… —Erick le correspondió con una sonrisa y salió de la casa.
Omar caminó frente a Erick y le abrió la puerta del vehículo; el ojiazul agradeció en un susurro que solo su esposo escuchó con claridad, subió y se sentó en su lugar, con la espalda erguida, las manos en su regazo y la mirada al frente. Omar se quedó observando a su esposo; le parecía un muñequito y percibía una fragancia deliciosa que provenía de él.
«Seguro está usando un nuevo perfume…» pensó antes de cerrar la puerta e ir hacia el otro lado del automóvil.
—A casa de los Rodríguez —dijo cuándo se acomodó en su lugar y el chofer estaba frente al volante.
El vehículo inició el camino y el silencio reinó; Omar se sentía inquieto, debido al dulce olor que percibía de su esposo, por su parte, Erick estaba tranquilo, viendo al exterior por el cristal.
—¿Cambiaste de perfume? —la voz de Omar se escuchó con seriedad.
Erick ni siquiera volteó a verlo— no, no uso perfume, lo sabes bien —respondió con tranquilidad.
—Hueles a flores… —sentenció el castaño, mirándolo de soslayo.
—¿De verdad? —Erick fingió que no percibía su olor, pues nunca lo había hecho con anterioridad—. Tal vez es algo de la tela del traje —dijo con poco interés—. No te preocupes —giró el rostro y observó a su pareja, sonriéndole condescendiente—, al menos así disimularé mi desagradable olor, en caso de que aparezca.
Esa respuesta sorprendió a Omar, ya que Erick jamás se había atrevido a responderle; al escucharla, se molestó, pero por alguna razón, no pudo reaccionar como siempre. Parpadeó y negó.
—Eso espero —dijo con debilidad y guardó silencio.
La sonrisa que Erick le había regalado, lo había puesto sumamente nervioso.
«Era un reto, lo sé…» pensó, «pero aun así, se mira encantador…»
Joseph bajó los escalones, anunciando que el ojiazul bajaría de inmediato; apenas el canoso estuvo al lado de Omar, Erick apareció al inicio de las escaleras.
El castaño abrió los ojos con sorpresa.
Erick portaba una especie de capa en un tono azul claro que le cubría todo el cuerpo, con mangas amplias; tenía el cuello abierto en la parte superior y unos botones espaciados, en la parte de enfrente que llegaban cerca de sus rodillas, logrando otra abertura, por donde miraba más tela en color blanco. Traía un tocado de flores y pedrería, al lado izquierdo de su cabeza, de donde pendían algunas pequeñas cadenas que se unían a la parte superior de su oreja, combinando con los colores que portaba. Pero nada de eso le importaba a Omar; él estaba prendado de los ojos azules y su mirada repasó los labios de su esposo, que resaltaban debido a un delicado brillo labial. El castaño pasó saliva con dificultad; esos labios invitaban a ser besados, pero él no podía acercarse para aceptar ese mudo ofrecimiento.
—Estoy listo —dijo el ojiazul al llegar al final de los escalones.
—Te ves… —«hermosamente perfecto…» pensó con ansiedad, pero no terminó la frase cómo la pensó—. Bien —trató de sonar indiferente—. Vamos…
El castaño caminó a la salida y abrió la puerta.
—Que pase una linda noche, señor Erick —susurró Joseph, cuando el ojiazul pasó frente a él.
—Gracias… —Erick le correspondió con una sonrisa y salió de la casa.
Omar caminó frente a Erick y le abrió la puerta del vehículo; el ojiazul agradeció en un susurro que solo su esposo escuchó con claridad, subió y se sentó en su lugar, con la espalda erguida, las manos en su regazo y la mirada al frente. Omar se quedó observando a su esposo; le parecía un muñequito y percibía una fragancia deliciosa que provenía de él.
«Seguro está usando un nuevo perfume…» pensó antes de cerrar la puerta e ir hacia el otro lado del automóvil.
—A casa de los Rodríguez —dijo cuándo se acomodó en su lugar y el chofer estaba frente al volante.
El vehículo inició el camino y el silencio reinó; Omar se sentía inquieto, debido al dulce olor que percibía de su esposo, por su parte, Erick estaba tranquilo, viendo al exterior por el cristal.
—¿Cambiaste de perfume? —la voz de Omar se escuchó con seriedad.
Erick ni siquiera volteó a verlo— no, no uso perfume, lo sabes bien —respondió con tranquilidad.
—Hueles a flores… —sentenció el castaño, mirándolo de soslayo.
—¿De verdad? —Erick fingió que no percibía su olor, pues nunca lo había hecho con anterioridad—. Tal vez es algo de la tela del traje —dijo con poco interés—. No te preocupes —giró el rostro y observó a su pareja, sonriéndole condescendiente—, al menos así disimularé mi desagradable olor, en caso de que aparezca.
Esa respuesta sorprendió a Omar, ya que Erick jamás se había atrevido a responderle; al escucharla, se molestó, pero por alguna razón, no pudo reaccionar como siempre. Parpadeó y negó.
—Eso espero —dijo con debilidad y guardó silencio.
La sonrisa que Erick le había regalado, lo había puesto sumamente nervioso.
«Era un reto, lo sé…» pensó, «pero aun así, se mira encantador…»
La familia Esquivel y sus acompañantes, llegaron a la enorme residencia dónde iba a ser la recepción, justo cómo el día anterior, llamaron mucho la atención; en un instante, fueron rodeados por un enorme grupo de gente, volviendo a presentarse.
Alejandro de inmediato se apartó del grupo, yéndose a un lugar alejado, esperando con paciencia; debido a lo ocurrido con Erick, no creyó necesario usar el medicamento, así que ni siquiera lo llevó.
Miguel, a pesar de estar en medio de esa aglomeración, buscaba a Marcel y Julián hacía lo propio con Agustín; finalmente los encontraron a ambos, bebiendo despreocupadamente y platicando con dos sujetos a quienes no conocían.
Los dos amigos caminaron hasta ellos, uno con seguridad y el otro aun con algo de cautela.
—Buenas noches, Marcel —saludó Miguel con amabilidad, ofreciéndole la mano.
El castaño observó indiferente la mano que Miguel le ofrecía y luego lo miró por encima de sus gafas.
—¡Ah! Eres tú —su voz sonó fría—. ¿Qué quieres?
El pelinegro se sorprendió por esas palabras y retiró la mano con lentitud— yo… deseaba platicar contigo…
—Lo siento, pero estoy ocupado —ladeó el rostro—, le prometí a Víctor que lo acompañaría esta noche —pasó la mano por el brazo del moreno.
—¡¿A mí?! —Víctor lo miró asustado.
El pie de Marcel se movió hasta pegarle en la espinilla al otro— ¡por eso uno no puede confiar en ti, Víctor!
—¡Perdón! —el moreno se inclinó a sobarse la pierna.
—¿Marcel, estás molesto? —preguntó Miguel con voz suave.
—¡Claro que estoy molesto! —la mirada aceitunada se posó en el pelinegro—. Ya me contó Agus lo ocurrido y seguramente ¡tú también tienes que ver! —lo señaló con el índice.
—Marcel… permíteme explicarte…
—¡No! —el de lentes hizo un gesto molesto y sus feromonas de azahar, empezaron a liberarse—. No voy a permitir que te acerques a mí, fingiendo que te intereso, solo para ayudar a tu pariente —señaló y dio media vuelta, apresurando el paso para alejarse del otro.
—¡Marcel!
Miguel siguió al castaño, dejando al pequeño grupo atrás.
Víctor y Daniel se miraron entre sí; ellos acababan de llegar y apenas les iban a poner al tanto de las novedades, por eso no sabían lo que ocurría con exactitud.
—Guti… —la voz seria de Julián se escuchó—. ¿Podemos hablar…?
Agustín estuvo a punto de negarse.
—Por favor… —terminó el castaño, con un tono ansioso, ofreciéndole la mano.
Los ojos castaños de Julián estaban fijos en los orbes miel; aunque Agustín quiso molestarse, realmente la mirada que tenía el mayor, lo desarmó por completo, ya que era casi una súplica.
“Quizá, Julián tiene sus razones para ocultarte cosas también…”
Esas habían sido las palabras de su abuela; podía tener razón y debía darle el beneficio de la duda; debido a sus pensamientos, el olor a vainilla empezó a desprenderse de su piel con lentitud.
—Está… está bien —asintió y acercó una mano temblorosa hasta el otro.
—Agus… —Daniel le puso la mano en el hombro, él no podía percibir las feromonas, pero la actitud de su amigo lo alertó, así que imaginó que el otro intentaba obligarlo—. No tienes que hacerlo si no quieres.
Julián observó con molestia la mano que estaba posada en el hombro del menor; de inmediato, el olor de Whisky irlandés apareció, pero al darse cuenta que el otro ni siquiera se inmutó, entendió que era Beta, así que se calmó rápidamente.
—Está bien, Daniel, no te preocupes.
—No lo estoy obligando, si eso crees —el castaño observó al otro con seriedad.
—Pues no me lo parece —Daniel sintió la mirada penetrante sobre él, sabía que no podía enfrentarlo, pero no quería dejar solo a su amigo.
Víctor se dio cuenta de la tensión y trató de calmar los ánimos— tranquilo, Bro —su risa tembló—, no creo que él le haga algo a Agus, en un lugar abarrotado de gente, ¿o sí?
Daniel pasó saliva con dificultad y le dedicó una mirada a Agustín; cuando el menor asintió, alejó la mano del hombro que sujetaba.
—Está bien —trató de mantener una voz segura—, pero cualquier cosa, solo debes pedir ayuda, ¿de acuerdo?
Agustín asintió y sujetó la mano de Julián, caminando a su lado, ante la mirada de muchos, incluyendo su padre.
El mayor lo llevó al segundo piso, en un diván cercano a un ventanal; un mesero se acercó a ofrecerles una copa, pero ambos negaron. Cuando el chico se fue, Agustín habló.
—Si tienes algo que decir, dilo rápido —ni siquiera miró a los ojos a su acompañante.
Julián soltó el aire, se relamió los labios y finalmente habló— te miras hermoso hoy —comentó con honestidad—. No parece tu estilo normal, pero realmente esa ropa te favorece.
Agustín apretó la quijada; sintió mariposas en su estómago por ese cumplido y estuvo a punto de sonreír, pero decidió aguantar y no demostrar su emoción, aunque tardó unos segundos para recomponerse, pero no pudo evitar que el olor a vainilla se hiciera más intenso.
—¿Eso era todo lo que me querías decir? —preguntó, tratando de sonar indiferente.
Julián sentía algo de incertidumbre, pero al percibir el dulce olor de Agustín, se sintió un poco más seguro.
—No —negó—. Quiero explicarte lo ocurrido.
El menor lo miró de reojo— te acercaste a mí, porque tu primo ocupaba saber todo de Erick, ¿no es eso lo que ocurrió? —su voz sonó molesta.
—No… no exactamente —aseguró—. Es cierto que Alex quería saber de tu hermano —sentenció—, pero no era mi trabajo acercarme a nadie —mantuvo fija la mirada en Agustín, para que entendiera que no le mentía—. Se supone que Iván y Fabián serían los que lo ayudarían en ese sentido, pero ayer que te conocí, decidí acercarme a ti, porque me interesaste de verdad, lo otro no era mi prioridad, te lo aseguro.
Agustín estrujó sus manos con nervios— pero lo hiciste —reprochó.
—Sí… —asintió y movió las manos para sujetar las de Agustín—. Porque Alex necesita a tu hermano —señaló—, lo ha buscado por años y he visto lo que ha padecido por esta situación… Dime, ¿si tu estuvieras en mi lugar, no ayudarías a tu hermano?
Inconscientemente, Agustín apretó la mano de Julián al escuchar eso.
—Admito que fue mi culpa por no haber sido sincero contigo —prosiguió el mayor—, pero, si te lo hubiera dicho, ¿me hubieras creído?
El pelinegro, suspiró; Julián tenía razón. Si el día anterior le hubiera dicho que el rubio buscaba a Erick e incluso, si le hubiera dicho que era quien lo había marcado, no le hubiera creído. Dudó, pero lo que escuchaba tenía lógica.
Julián estaba en la incertidumbre; sentía como las manos del menor estrujaban sus dedos con ansiedad. No sabía qué podía estar pensando, pero esperaba que en ese momento que era sincero, le creyera.
—Está bien… te creo —sentenció el menor con seriedad—. Pero eso no quita que me ocultaste las cosas.
—Lo sé y admito mi error, por eso ahora, no quiero ocultarte algo importante.
—¿Qué cosa? —Agustín lo miró con curiosidad.
Julián se acercó un poco más, dejando su cuerpo cerca del otro, se inclinó hacia la oreja y le habló en susurros.
—No soy primo de Alex, solo somos amigos.
—¡¿Qué?! —los ojos de Agustín se abrieron con sorpresa.
—Mi familia es acomodada, pero no soy tan acaudalado como Alex —negó el castaño—. Tampoco tengo abolengo —prosiguió—, pero si me das la oportunidad, puedo hacer lo que sea por alcanzar tus estándares.
El silencio reino un momento; el pelinegro parecía estar procesando la información.
Finalmente Agustín rió— ¿mis estándares? —preguntó divertido—. ¡Eso no me interesa! —negó—. Aunque si te acepto, el que seguramente estará decepcionado, es el sujeto de allá —señaló con el índice a Alonso, que miraba a la pareja con curiosidad, desde el primer piso.
—Supongo que debo hablar con él y decirle la verdad.
—No —Agustín se inclinó y dejó su cabeza en el hombro de Julián—, mejor dejemos que siga creyendo eso, así no intentará comprometerme con alguien más, que cumpla sus requisitos…
Alejandro de inmediato se apartó del grupo, yéndose a un lugar alejado, esperando con paciencia; debido a lo ocurrido con Erick, no creyó necesario usar el medicamento, así que ni siquiera lo llevó.
Miguel, a pesar de estar en medio de esa aglomeración, buscaba a Marcel y Julián hacía lo propio con Agustín; finalmente los encontraron a ambos, bebiendo despreocupadamente y platicando con dos sujetos a quienes no conocían.
Los dos amigos caminaron hasta ellos, uno con seguridad y el otro aun con algo de cautela.
—Buenas noches, Marcel —saludó Miguel con amabilidad, ofreciéndole la mano.
El castaño observó indiferente la mano que Miguel le ofrecía y luego lo miró por encima de sus gafas.
—¡Ah! Eres tú —su voz sonó fría—. ¿Qué quieres?
El pelinegro se sorprendió por esas palabras y retiró la mano con lentitud— yo… deseaba platicar contigo…
—Lo siento, pero estoy ocupado —ladeó el rostro—, le prometí a Víctor que lo acompañaría esta noche —pasó la mano por el brazo del moreno.
—¡¿A mí?! —Víctor lo miró asustado.
El pie de Marcel se movió hasta pegarle en la espinilla al otro— ¡por eso uno no puede confiar en ti, Víctor!
—¡Perdón! —el moreno se inclinó a sobarse la pierna.
—¿Marcel, estás molesto? —preguntó Miguel con voz suave.
—¡Claro que estoy molesto! —la mirada aceitunada se posó en el pelinegro—. Ya me contó Agus lo ocurrido y seguramente ¡tú también tienes que ver! —lo señaló con el índice.
—Marcel… permíteme explicarte…
—¡No! —el de lentes hizo un gesto molesto y sus feromonas de azahar, empezaron a liberarse—. No voy a permitir que te acerques a mí, fingiendo que te intereso, solo para ayudar a tu pariente —señaló y dio media vuelta, apresurando el paso para alejarse del otro.
—¡Marcel!
Miguel siguió al castaño, dejando al pequeño grupo atrás.
Víctor y Daniel se miraron entre sí; ellos acababan de llegar y apenas les iban a poner al tanto de las novedades, por eso no sabían lo que ocurría con exactitud.
—Guti… —la voz seria de Julián se escuchó—. ¿Podemos hablar…?
Agustín estuvo a punto de negarse.
—Por favor… —terminó el castaño, con un tono ansioso, ofreciéndole la mano.
Los ojos castaños de Julián estaban fijos en los orbes miel; aunque Agustín quiso molestarse, realmente la mirada que tenía el mayor, lo desarmó por completo, ya que era casi una súplica.
“Quizá, Julián tiene sus razones para ocultarte cosas también…”
Esas habían sido las palabras de su abuela; podía tener razón y debía darle el beneficio de la duda; debido a sus pensamientos, el olor a vainilla empezó a desprenderse de su piel con lentitud.
—Está… está bien —asintió y acercó una mano temblorosa hasta el otro.
—Agus… —Daniel le puso la mano en el hombro, él no podía percibir las feromonas, pero la actitud de su amigo lo alertó, así que imaginó que el otro intentaba obligarlo—. No tienes que hacerlo si no quieres.
Julián observó con molestia la mano que estaba posada en el hombro del menor; de inmediato, el olor de Whisky irlandés apareció, pero al darse cuenta que el otro ni siquiera se inmutó, entendió que era Beta, así que se calmó rápidamente.
—Está bien, Daniel, no te preocupes.
—No lo estoy obligando, si eso crees —el castaño observó al otro con seriedad.
—Pues no me lo parece —Daniel sintió la mirada penetrante sobre él, sabía que no podía enfrentarlo, pero no quería dejar solo a su amigo.
Víctor se dio cuenta de la tensión y trató de calmar los ánimos— tranquilo, Bro —su risa tembló—, no creo que él le haga algo a Agus, en un lugar abarrotado de gente, ¿o sí?
Daniel pasó saliva con dificultad y le dedicó una mirada a Agustín; cuando el menor asintió, alejó la mano del hombro que sujetaba.
—Está bien —trató de mantener una voz segura—, pero cualquier cosa, solo debes pedir ayuda, ¿de acuerdo?
Agustín asintió y sujetó la mano de Julián, caminando a su lado, ante la mirada de muchos, incluyendo su padre.
El mayor lo llevó al segundo piso, en un diván cercano a un ventanal; un mesero se acercó a ofrecerles una copa, pero ambos negaron. Cuando el chico se fue, Agustín habló.
—Si tienes algo que decir, dilo rápido —ni siquiera miró a los ojos a su acompañante.
Julián soltó el aire, se relamió los labios y finalmente habló— te miras hermoso hoy —comentó con honestidad—. No parece tu estilo normal, pero realmente esa ropa te favorece.
Agustín apretó la quijada; sintió mariposas en su estómago por ese cumplido y estuvo a punto de sonreír, pero decidió aguantar y no demostrar su emoción, aunque tardó unos segundos para recomponerse, pero no pudo evitar que el olor a vainilla se hiciera más intenso.
—¿Eso era todo lo que me querías decir? —preguntó, tratando de sonar indiferente.
Julián sentía algo de incertidumbre, pero al percibir el dulce olor de Agustín, se sintió un poco más seguro.
—No —negó—. Quiero explicarte lo ocurrido.
El menor lo miró de reojo— te acercaste a mí, porque tu primo ocupaba saber todo de Erick, ¿no es eso lo que ocurrió? —su voz sonó molesta.
—No… no exactamente —aseguró—. Es cierto que Alex quería saber de tu hermano —sentenció—, pero no era mi trabajo acercarme a nadie —mantuvo fija la mirada en Agustín, para que entendiera que no le mentía—. Se supone que Iván y Fabián serían los que lo ayudarían en ese sentido, pero ayer que te conocí, decidí acercarme a ti, porque me interesaste de verdad, lo otro no era mi prioridad, te lo aseguro.
Agustín estrujó sus manos con nervios— pero lo hiciste —reprochó.
—Sí… —asintió y movió las manos para sujetar las de Agustín—. Porque Alex necesita a tu hermano —señaló—, lo ha buscado por años y he visto lo que ha padecido por esta situación… Dime, ¿si tu estuvieras en mi lugar, no ayudarías a tu hermano?
Inconscientemente, Agustín apretó la mano de Julián al escuchar eso.
—Admito que fue mi culpa por no haber sido sincero contigo —prosiguió el mayor—, pero, si te lo hubiera dicho, ¿me hubieras creído?
El pelinegro, suspiró; Julián tenía razón. Si el día anterior le hubiera dicho que el rubio buscaba a Erick e incluso, si le hubiera dicho que era quien lo había marcado, no le hubiera creído. Dudó, pero lo que escuchaba tenía lógica.
Julián estaba en la incertidumbre; sentía como las manos del menor estrujaban sus dedos con ansiedad. No sabía qué podía estar pensando, pero esperaba que en ese momento que era sincero, le creyera.
—Está bien… te creo —sentenció el menor con seriedad—. Pero eso no quita que me ocultaste las cosas.
—Lo sé y admito mi error, por eso ahora, no quiero ocultarte algo importante.
—¿Qué cosa? —Agustín lo miró con curiosidad.
Julián se acercó un poco más, dejando su cuerpo cerca del otro, se inclinó hacia la oreja y le habló en susurros.
—No soy primo de Alex, solo somos amigos.
—¡¿Qué?! —los ojos de Agustín se abrieron con sorpresa.
—Mi familia es acomodada, pero no soy tan acaudalado como Alex —negó el castaño—. Tampoco tengo abolengo —prosiguió—, pero si me das la oportunidad, puedo hacer lo que sea por alcanzar tus estándares.
El silencio reino un momento; el pelinegro parecía estar procesando la información.
Finalmente Agustín rió— ¿mis estándares? —preguntó divertido—. ¡Eso no me interesa! —negó—. Aunque si te acepto, el que seguramente estará decepcionado, es el sujeto de allá —señaló con el índice a Alonso, que miraba a la pareja con curiosidad, desde el primer piso.
—Supongo que debo hablar con él y decirle la verdad.
—No —Agustín se inclinó y dejó su cabeza en el hombro de Julián—, mejor dejemos que siga creyendo eso, así no intentará comprometerme con alguien más, que cumpla sus requisitos…
En el acceso de la cocina, Luis estaba dando indicaciones a los meseros; esa noche era acompañado por su padre, quien se encargaba de la recepción en el salón principal y de la barra de bebidas, mientras que el universitario estaba encargado de los meseros y la cocina.
—¡Las canapés debieron salir desde hace diez minutos! —señaló con seriedad.
—Es que las charolas no estaban listas, Luis.
—¿Quién se iba a encargar de la limpieza y el acomodo de ellas? —preguntó molesto.
—Paco —respondió una jovencita que estaba terminando de acomodar los aperitivos en las mismas.
—¡¿Dónde está Paco?! —indagó el castaño con desespero.
—Parece que le solicitaron en la recepción, para ayudar con los invitados —contestó otro mesero.
—Debo decirle a mi padre que no solicite a mi personal sin avisarme —sacó su celular y estaba por enviar un mensaje, cuando el olor a dulce de leche con un toque de anís, llegó a su nariz.
Un escalofrío lo recorrió de pies a cabeza y su piel se erizó, pero trató de fingir demencia.
—Sé que te diste cuenta de mi presencia…
La voz tras él, hizo que Luis girara de inmediato, observando al hombre ajeno a ese lugar.
—¡¿Qué dem…?! —no debía salirse de sus cabales así que no terminó la pregunta y carraspeó—. Disculpe, pero nadie ajeno al personal de servicio, puede estar en esta zona.
—Oh, bueno, tenía que hablar con el encargado —David se alzó de hombros—, por eso es que me enviaron para acá.
Luis apretó la quijada, pero supuso que tenía que atenderlo— está bien, ¿en qué le puedo ayudar? —preguntó tratando de ser amable.
—En todo —los ojos grises brillaron a través de los cristales de sus gafas.
Luis lo miró con molestia— entiendo que usted es un invitado de la reunión, pero yo tengo trabajo y no puedo perder tiempo —sentenció y trató de dar media vuelta.
David se movió y lo sujetó de la muñeca, logrando que el otro detuviera su andar y volteara a verlo con susto.
—¡¿Qué está haciendo?! —preguntó entre dientes, no quería llamar la atención.
—Quiero unos minutos de tu tiempo, solo unos minutos —sentenció el ojigris.
Luís miró a todos lados, dándose cuenta que la mirada de los cocineros y meseros, estaba puesta en ellos.
—De acuerdo, hablemos afuera —señaló la puerta que daba al jardín.
David lo soltó y Luis salió de inmediato, seguido por el otro. Cuando ambos estuvieron fuera, Luis se abrazó a sí mismo; hacía frío y él no llevaba más que el traje de trabajo. David se acercó y lo sujetó de los brazos.
—Creo que no pensaste en lo que podía ocurrir si salíamos —se burló—, ¿tienes mucho frio?
—No —mintió—. Ahora, diga lo que tiene que decir, que tengo que volver a mi puesto.
—Directo al punto —el de lentes sonrió emocionado—. Bien, seré directo también —levantó una ceja—. Cásate conmigo.
Hubo un momento de silencio, hasta que Luís reaccionó.
—¡¿Qué?! —preguntó con susto.
—Quiero que seas mi esposa —dijo seguro.
—¡¿Estás loco?! —gritó incrédulo—. ¡Soy Beta!
David lo miró con sarcasmo— ambos sabemos que no es así —dijo con seriedad.
—Pero…
—Si quieres fingir que eres Beta, por mí no hay problema —interrumpió el de lentes—, aun así, quiero casarme contigo
Luís pasó la mano por su cabello— escucha… —dijo con seriedad, después de respirar profundamente—. Ni siquiera nos conocemos y realmente, no eres mi tipo —señaló—. Además —titubeó—, me gusta otra persona y…
—¿Qué estás diciendo? —la sonrisa de David se borró de su rostro inmediatamente.
Luis se dio cuenta de lo que esas palabras causaron en el otro, así que insistió con mayor seguridad— me gusta otra persona —repitió con lentitud—, por lo tanto, no es…
—¿Tienes novio? —indagó el de lentes, tratando de mantener la calma.
A diferencia de Alejandro, que pensaba en robarse a un Omega que ya estaba casado, él no quería meterse en una relación y si ese era el caso, sería mejor cortar por lo sano.
—¿Novio? —Luis suspiró—. No, no tengo novio, dije que me gusta alguien, no que me corresponda o que tengo una relación.
David sonrió tranquilo, esas palabras lo hicieron sentir satisfecho; realmente no había obstáculo para lo que deseaba.
—Pero eso no es…
Luis sintió el movimiento; David lo había empujado hasta la pared, apresándolo entre la misma y su cuerpo, para poder apoderarse de sus labios con facilidad. El beso al principio fue superficial, pero algo en Luis lo hizo entreabrir los labios y David aceptó la invitación, permitiendo que su lengua ingresara a saborear la tibia cavidad que tenía el dulce sabor a la miel de maple que había percibido el día anterior y que poco a poco se desprendía también de la piel, porque era obvio que le gustaba.
Después de un momento, el de lentes se apartó y sonrió; Luis respiraba agitado, ese beso lo había impresionado.
—¿Ya has besado así a la persona que te gusta?
Los ojos miel de Luis observaron al otro y luego puso un gesto molesto— ¡claro que no! —intentó empujarlo—. Tú te estás aprovechando de tus feromonas.
David rió— ambos sabemos que no estoy usando mis feromonas en lo más mínimo… —señaló—. Correspondiste el beso por voluntad propia, no porque te obligué.
Luis sintió que todo su cuerpo se tensaba; estaba enojado porque el otro tenía razón, pero no lo iba a aceptar.
—Apártate —dijo con frialdad.
El de lentes levantó una ceja— ¡por supuesto! —dijo divertido—. Pero suéltame primero…
Ante esas palabras, Luis se dio cuenta que era él quien sujetaba con fuerza el saco del otro, manteniéndolo cerca de sí mismo.
—¡Maldición! —el de ojos miel soltó la tela con un movimiento rápido y bajó el rostro, sintiéndolo arder.
David sonrió ante esa acción, así que colocó las manos en la pared y se acercó más a su compañero, para poder hablarle al oído.
—¿Soy yo o en el fondo quieres que te obligue?
«¡No!» pensó pero no lo pudo decir, aunque no pudo evitar que su mirada tuviera un tinte retador.
—Puedo intentarlo, ¿sabes? —sonrió el ojigrís.
Lentamente, las feromonas de dulce de leche con un toque de anís, empezaron a envolver a Luis, quien inconscientemente se relamió los labios.
—Si quieres que me detenga, dilo claramente —el de lentes sonrió divertido.
Luis tembló, pero se obligó a hablar— si te lo pido, ¿en verdad lo harías?
—Soy un hombre de palabra y nunca forzaría a un Omega a hacer algo que no desea…
—¿Significa que irías a buscar a uno que si lo desee?
David sonrió— ¿te importaría?
—No, pero eso solo dice que no importa qué Omega sea el que tienes enfrente, solo que te diga que sí —señaló con voz trémula, realmente el olor del otro le parecía delicioso.
—Admito que hay Omegas que me dicen que sí con facilidad —David asintió—, pero hoy estoy intentando algo con uno en específico y quiero aclarar que busco algo serio…
—¡¿A sí?! —Luis se estremeció, estaba sintiendo hormiguear todo su cuerpo—. Según tú quieres algo serio, pero este Omega no sabe ni tu nombre…
—Ah… eso —el de lentes pasó la lengua por la oreja—. Mi nombre es David Labastida —sentenció con voz varonil—. Ahora que ya lo sabes, si no deseas que siga, dilo claramente —insistió—. Di, “David, detente…”
Luis movió las manos de manera inconsciente y sujetó nuevamente el saco del otro, mientras movía el rostro para buscar la mirada de quien lo tenía acorralado.
—David… —musitó «detente…», pensó la palabra, pero esta no salió de su boca, ya que a diferencia de lo que al principio quiso hacer, se rindió ante la cercanía y el olor de David, ofreciéndole los labios.
El de lentes aceptó el ofrecimiento y besó a su presa con demanda, especialmente al sentir como las manos del otro subían por su pecho, hasta sus hombros, aferrándose ahí. Las manos del ojigris se movieron diestras, bajando por la cintura y luego hasta las nalgas, levantando a Luis con facilidad y recargarlo contra la pared por completo, logrando que su pareja abriera las piernas y las colocara alrededor de su cintura, para afianzarse, todo, sin romper el beso.
La cadera de Luis se movió insinuante, restregándose contra su compañero; las manos de David desfajaron con desespero la tela de la camisa que le estorbaba y sus dedos tocaron la piel tibia, consiguiendo que se erizara y un gemido se ahogara en medio del beso.
David se apartó un momento de la boca de Luís, no sin antes darle una lamida a los labios— ¿me detengo? —insistió con burla.
Luis ya no estaba pensando con claridad; era la primera vez que las feromonas de un Alfa lo afectaban tanto.
—David… —sonrió retador —. Oblígame…
El de lentes se sorprendió por esa palabra; tardó unos segundos en reaccionar. Sus pupilas se alargaron y no se contuvo más. Sonrió divertido y bajó a Luis, lo hizo girar y lo sujetó del cabello, obligándolo a exponer su cuello.
—Sabes que soy dominante, así que puedo marcarte —dijo el de lentes con burla.
Los colmillos de David crecieron y se acercó de manera amenazante a la nuca, cuando la puerta de servicio se abrió.
—Luis, te busca tu pa… —un mesero se quedó atónito al ver la escena.
David lo miró con furia y estuvo a punto de correrlo, pero la voz de Luis se escuchó.
—¡Lárgate, Fer!
El aludido se asustó— ¡lo siento! —dijo con voz nerviosa y volvió al interior de la casa.
Pero esa interrupción había logrado que Luis volviera a pensar con un algo más de claridad «¡¿qué estoy haciendo?!» se preguntó respirando agitado.
—Creo que tendremos que posponerlo —David pasó la mano por su cabello, haciendo los mechones para atrás; no le había gustado la interrupción, pero si había entendido bien, el padre de Luís lo buscaba y era mejor no empezar con el pie izquierdo.
—¡¿Qué?! —Luís no comprendía por qué el otro se apartaba.
—No me malentiendas —el ojigris se quitó las gafas y las limpió con un pañuelito—. Realmente deseo poseerte, pero entiendo que estás trabajando, por lo que si tu padre viene a buscarte, las cosas se pondrán difíciles y seguramente todo el mundo sabrá tu pequeño secreto —se alzó de hombros—. Eso es algo que no me puedo permitir, porque no quiero más competencia —se burló.
—Pero tú… —Luís pasó saliva—. Y yo…
David se inclinó hasta el oído del otro— lo deseas, lo sé, quieres que te obligue y créeme que me fascina la idea, pero, lo haremos mañana…
David extendió la mano y le ofreció una tarjeta, la cual, Luis tomó con nervios.
—Llámame cuando estés libre de trabajo, yo puedo tomar el día si quiero.
Antes de apartarse, David volvió a besar los labios de Luis y le mordisqueó el inferior con algo de saña, logrando que el otro gimiera. Cuando se apartó, el de lentes se relamió los labios.
—Esperaré tu llamada —le guiñó un ojo y se apartó, yendo hacia la puerta.
Luis se quedó inmóvil, observando a la nada por un momento, con la tarjeta en la mano. Finalmente, cuando empezó a volver en sí, observó el número en el pequeño papel y una sonrisa sarcástica se dibujó en sus labios.
—No tiene nada de malo divertirse un poco… —repasó con la lengua sus labios, disfrutando el sabor de dulce de leche y anís—. Pero no creo que sea algo serio…
—¡Las canapés debieron salir desde hace diez minutos! —señaló con seriedad.
—Es que las charolas no estaban listas, Luis.
—¿Quién se iba a encargar de la limpieza y el acomodo de ellas? —preguntó molesto.
—Paco —respondió una jovencita que estaba terminando de acomodar los aperitivos en las mismas.
—¡¿Dónde está Paco?! —indagó el castaño con desespero.
—Parece que le solicitaron en la recepción, para ayudar con los invitados —contestó otro mesero.
—Debo decirle a mi padre que no solicite a mi personal sin avisarme —sacó su celular y estaba por enviar un mensaje, cuando el olor a dulce de leche con un toque de anís, llegó a su nariz.
Un escalofrío lo recorrió de pies a cabeza y su piel se erizó, pero trató de fingir demencia.
—Sé que te diste cuenta de mi presencia…
La voz tras él, hizo que Luis girara de inmediato, observando al hombre ajeno a ese lugar.
—¡¿Qué dem…?! —no debía salirse de sus cabales así que no terminó la pregunta y carraspeó—. Disculpe, pero nadie ajeno al personal de servicio, puede estar en esta zona.
—Oh, bueno, tenía que hablar con el encargado —David se alzó de hombros—, por eso es que me enviaron para acá.
Luis apretó la quijada, pero supuso que tenía que atenderlo— está bien, ¿en qué le puedo ayudar? —preguntó tratando de ser amable.
—En todo —los ojos grises brillaron a través de los cristales de sus gafas.
Luis lo miró con molestia— entiendo que usted es un invitado de la reunión, pero yo tengo trabajo y no puedo perder tiempo —sentenció y trató de dar media vuelta.
David se movió y lo sujetó de la muñeca, logrando que el otro detuviera su andar y volteara a verlo con susto.
—¡¿Qué está haciendo?! —preguntó entre dientes, no quería llamar la atención.
—Quiero unos minutos de tu tiempo, solo unos minutos —sentenció el ojigris.
Luís miró a todos lados, dándose cuenta que la mirada de los cocineros y meseros, estaba puesta en ellos.
—De acuerdo, hablemos afuera —señaló la puerta que daba al jardín.
David lo soltó y Luis salió de inmediato, seguido por el otro. Cuando ambos estuvieron fuera, Luis se abrazó a sí mismo; hacía frío y él no llevaba más que el traje de trabajo. David se acercó y lo sujetó de los brazos.
—Creo que no pensaste en lo que podía ocurrir si salíamos —se burló—, ¿tienes mucho frio?
—No —mintió—. Ahora, diga lo que tiene que decir, que tengo que volver a mi puesto.
—Directo al punto —el de lentes sonrió emocionado—. Bien, seré directo también —levantó una ceja—. Cásate conmigo.
Hubo un momento de silencio, hasta que Luís reaccionó.
—¡¿Qué?! —preguntó con susto.
—Quiero que seas mi esposa —dijo seguro.
—¡¿Estás loco?! —gritó incrédulo—. ¡Soy Beta!
David lo miró con sarcasmo— ambos sabemos que no es así —dijo con seriedad.
—Pero…
—Si quieres fingir que eres Beta, por mí no hay problema —interrumpió el de lentes—, aun así, quiero casarme contigo
Luís pasó la mano por su cabello— escucha… —dijo con seriedad, después de respirar profundamente—. Ni siquiera nos conocemos y realmente, no eres mi tipo —señaló—. Además —titubeó—, me gusta otra persona y…
—¿Qué estás diciendo? —la sonrisa de David se borró de su rostro inmediatamente.
Luis se dio cuenta de lo que esas palabras causaron en el otro, así que insistió con mayor seguridad— me gusta otra persona —repitió con lentitud—, por lo tanto, no es…
—¿Tienes novio? —indagó el de lentes, tratando de mantener la calma.
A diferencia de Alejandro, que pensaba en robarse a un Omega que ya estaba casado, él no quería meterse en una relación y si ese era el caso, sería mejor cortar por lo sano.
—¿Novio? —Luis suspiró—. No, no tengo novio, dije que me gusta alguien, no que me corresponda o que tengo una relación.
David sonrió tranquilo, esas palabras lo hicieron sentir satisfecho; realmente no había obstáculo para lo que deseaba.
—Pero eso no es…
Luis sintió el movimiento; David lo había empujado hasta la pared, apresándolo entre la misma y su cuerpo, para poder apoderarse de sus labios con facilidad. El beso al principio fue superficial, pero algo en Luis lo hizo entreabrir los labios y David aceptó la invitación, permitiendo que su lengua ingresara a saborear la tibia cavidad que tenía el dulce sabor a la miel de maple que había percibido el día anterior y que poco a poco se desprendía también de la piel, porque era obvio que le gustaba.
Después de un momento, el de lentes se apartó y sonrió; Luis respiraba agitado, ese beso lo había impresionado.
—¿Ya has besado así a la persona que te gusta?
Los ojos miel de Luis observaron al otro y luego puso un gesto molesto— ¡claro que no! —intentó empujarlo—. Tú te estás aprovechando de tus feromonas.
David rió— ambos sabemos que no estoy usando mis feromonas en lo más mínimo… —señaló—. Correspondiste el beso por voluntad propia, no porque te obligué.
Luis sintió que todo su cuerpo se tensaba; estaba enojado porque el otro tenía razón, pero no lo iba a aceptar.
—Apártate —dijo con frialdad.
El de lentes levantó una ceja— ¡por supuesto! —dijo divertido—. Pero suéltame primero…
Ante esas palabras, Luis se dio cuenta que era él quien sujetaba con fuerza el saco del otro, manteniéndolo cerca de sí mismo.
—¡Maldición! —el de ojos miel soltó la tela con un movimiento rápido y bajó el rostro, sintiéndolo arder.
David sonrió ante esa acción, así que colocó las manos en la pared y se acercó más a su compañero, para poder hablarle al oído.
—¿Soy yo o en el fondo quieres que te obligue?
«¡No!» pensó pero no lo pudo decir, aunque no pudo evitar que su mirada tuviera un tinte retador.
—Puedo intentarlo, ¿sabes? —sonrió el ojigrís.
Lentamente, las feromonas de dulce de leche con un toque de anís, empezaron a envolver a Luis, quien inconscientemente se relamió los labios.
—Si quieres que me detenga, dilo claramente —el de lentes sonrió divertido.
Luis tembló, pero se obligó a hablar— si te lo pido, ¿en verdad lo harías?
—Soy un hombre de palabra y nunca forzaría a un Omega a hacer algo que no desea…
—¿Significa que irías a buscar a uno que si lo desee?
David sonrió— ¿te importaría?
—No, pero eso solo dice que no importa qué Omega sea el que tienes enfrente, solo que te diga que sí —señaló con voz trémula, realmente el olor del otro le parecía delicioso.
—Admito que hay Omegas que me dicen que sí con facilidad —David asintió—, pero hoy estoy intentando algo con uno en específico y quiero aclarar que busco algo serio…
—¡¿A sí?! —Luis se estremeció, estaba sintiendo hormiguear todo su cuerpo—. Según tú quieres algo serio, pero este Omega no sabe ni tu nombre…
—Ah… eso —el de lentes pasó la lengua por la oreja—. Mi nombre es David Labastida —sentenció con voz varonil—. Ahora que ya lo sabes, si no deseas que siga, dilo claramente —insistió—. Di, “David, detente…”
Luis movió las manos de manera inconsciente y sujetó nuevamente el saco del otro, mientras movía el rostro para buscar la mirada de quien lo tenía acorralado.
—David… —musitó «detente…», pensó la palabra, pero esta no salió de su boca, ya que a diferencia de lo que al principio quiso hacer, se rindió ante la cercanía y el olor de David, ofreciéndole los labios.
El de lentes aceptó el ofrecimiento y besó a su presa con demanda, especialmente al sentir como las manos del otro subían por su pecho, hasta sus hombros, aferrándose ahí. Las manos del ojigris se movieron diestras, bajando por la cintura y luego hasta las nalgas, levantando a Luis con facilidad y recargarlo contra la pared por completo, logrando que su pareja abriera las piernas y las colocara alrededor de su cintura, para afianzarse, todo, sin romper el beso.
La cadera de Luis se movió insinuante, restregándose contra su compañero; las manos de David desfajaron con desespero la tela de la camisa que le estorbaba y sus dedos tocaron la piel tibia, consiguiendo que se erizara y un gemido se ahogara en medio del beso.
David se apartó un momento de la boca de Luís, no sin antes darle una lamida a los labios— ¿me detengo? —insistió con burla.
Luis ya no estaba pensando con claridad; era la primera vez que las feromonas de un Alfa lo afectaban tanto.
—David… —sonrió retador —. Oblígame…
El de lentes se sorprendió por esa palabra; tardó unos segundos en reaccionar. Sus pupilas se alargaron y no se contuvo más. Sonrió divertido y bajó a Luis, lo hizo girar y lo sujetó del cabello, obligándolo a exponer su cuello.
—Sabes que soy dominante, así que puedo marcarte —dijo el de lentes con burla.
Los colmillos de David crecieron y se acercó de manera amenazante a la nuca, cuando la puerta de servicio se abrió.
—Luis, te busca tu pa… —un mesero se quedó atónito al ver la escena.
David lo miró con furia y estuvo a punto de correrlo, pero la voz de Luis se escuchó.
—¡Lárgate, Fer!
El aludido se asustó— ¡lo siento! —dijo con voz nerviosa y volvió al interior de la casa.
Pero esa interrupción había logrado que Luis volviera a pensar con un algo más de claridad «¡¿qué estoy haciendo?!» se preguntó respirando agitado.
—Creo que tendremos que posponerlo —David pasó la mano por su cabello, haciendo los mechones para atrás; no le había gustado la interrupción, pero si había entendido bien, el padre de Luís lo buscaba y era mejor no empezar con el pie izquierdo.
—¡¿Qué?! —Luís no comprendía por qué el otro se apartaba.
—No me malentiendas —el ojigris se quitó las gafas y las limpió con un pañuelito—. Realmente deseo poseerte, pero entiendo que estás trabajando, por lo que si tu padre viene a buscarte, las cosas se pondrán difíciles y seguramente todo el mundo sabrá tu pequeño secreto —se alzó de hombros—. Eso es algo que no me puedo permitir, porque no quiero más competencia —se burló.
—Pero tú… —Luís pasó saliva—. Y yo…
David se inclinó hasta el oído del otro— lo deseas, lo sé, quieres que te obligue y créeme que me fascina la idea, pero, lo haremos mañana…
David extendió la mano y le ofreció una tarjeta, la cual, Luis tomó con nervios.
—Llámame cuando estés libre de trabajo, yo puedo tomar el día si quiero.
Antes de apartarse, David volvió a besar los labios de Luis y le mordisqueó el inferior con algo de saña, logrando que el otro gimiera. Cuando se apartó, el de lentes se relamió los labios.
—Esperaré tu llamada —le guiñó un ojo y se apartó, yendo hacia la puerta.
Luis se quedó inmóvil, observando a la nada por un momento, con la tarjeta en la mano. Finalmente, cuando empezó a volver en sí, observó el número en el pequeño papel y una sonrisa sarcástica se dibujó en sus labios.
—No tiene nada de malo divertirse un poco… —repasó con la lengua sus labios, disfrutando el sabor de dulce de leche y anís—. Pero no creo que sea algo serio…
Capitulo corto, no se preocupen, pronto iniciarán los capitulos largos.
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