Capítulo XI
A diferencia de sus amigos, que llegaron a dormir, Alejandro había descansado sumamente bien esa noche, por lo que al llegar a la mansión Esquivel, fue directamente a ducharse y luego a planear lo que haría para la reunión de negocios que tendría el lunes; la primera de muchas y la que iniciaría con los cimientos para quedarse en esa ciudad.
No supo cuando Julián salió, pero sí cuando volvió.
—¿Qué haces? —preguntó el castaño, al ver a su amigo, sentado en la cabecera de la mesa de la biblioteca, tecleando con rapidez.
—Buenos días —dijo el rubio con sarcasmo—. Preparo la presentación del lunes —señaló—. Dimitry sigue dormido, así que yo le avanzaré —explicó—. Y tú, ¿qué haces tan temprano despierto? —levantó una ceja—. Creí que querías dormir después de pasar mala noche —se burló.
—Quería, sí —admitió—. Pero también deseaba visitar a Guti.
—¡Ah! Mi cuñado… —el ojiverde sonrió—. ¿Cómo está?
—Él está muy bien —Julián se sentó en un sillón doble, cercano a la mesa y se recostó en el mismo—. Pero no pude llevarlo a almorzar, porque su hermano le marcó, ya que necesitaba verlo de inmediato.
—¡¿Erick?! —Alejandro se incorporó de la silla—. ¿Qué tiene? ¡¿Qué le pasó?!
El castaño pasó los dedos por sus parpados— no lo sé —dijo cansado—. No quería inmiscuirme demasiado para no levantar sospechas, pero lo llevé hasta la casa dónde se quedó desde anoche.
—Debo ir a verlo —el rubio caminó a la salida.
—¡¿Estás loco?! —Julián puso un gesto desconcertado—. No puedes ir a buscarlo a ese lugar, ¡lo sabes bien!
—Pero tampoco puedo quedarme sin hacer nada —objetó el otro con seriedad.
—Alex… —su amigo suspiró, pasó la mano por su cabello—. Si quieres saber si está bien, en un momento le marco a Guti, para preguntarle, pero no pienses que voy a dejarte ir, entiende, es por tu bien —lo señaló con el índice.
Alejandro apretó los puños; sabía que Julián tenía razón, no debía actuar por impulso, pero no podía quedarse tranquilo, pensando que algo le había pasado a Erick. Ya había estado muchos años sin saber de él y ahora, tenía la incertidumbre por lo que pudiera ocurrir, especialmente por las marcas en sus muñecas.
—De acuerdo —aceptó—. Es solo que… —volvió los pasos hasta su lugar y se sentó con pesadez—. Anoche, me di cuenta que hay cosas que no se de él y no quisiera que le pasara nada.
—Lo sé —Julián asintió—. Nos dijiste a Miguel y a mí que investigáramos y lo haremos, tranquilo —se puso de pie y fue a sentarse al lado del otro, abriendo su laptop—. Lo había pospuesto, pero ahora que no tengo nada que hacer, buscaré todo lo que pueda sobre su historial médico y cualquier dato relevante, por lo pronto, sigue con tu trabajo.
Alejandro hizo una mueca molesta, pero entendía que el otro tenía razón. Debía asegurar esa ciudad si quería quedarse con Erick.
—Está bien —aceptó—. Seguiré con la presentación, en un momento pediré que despierten a Dima y David, para que me ayuden.
No supo cuando Julián salió, pero sí cuando volvió.
—¿Qué haces? —preguntó el castaño, al ver a su amigo, sentado en la cabecera de la mesa de la biblioteca, tecleando con rapidez.
—Buenos días —dijo el rubio con sarcasmo—. Preparo la presentación del lunes —señaló—. Dimitry sigue dormido, así que yo le avanzaré —explicó—. Y tú, ¿qué haces tan temprano despierto? —levantó una ceja—. Creí que querías dormir después de pasar mala noche —se burló.
—Quería, sí —admitió—. Pero también deseaba visitar a Guti.
—¡Ah! Mi cuñado… —el ojiverde sonrió—. ¿Cómo está?
—Él está muy bien —Julián se sentó en un sillón doble, cercano a la mesa y se recostó en el mismo—. Pero no pude llevarlo a almorzar, porque su hermano le marcó, ya que necesitaba verlo de inmediato.
—¡¿Erick?! —Alejandro se incorporó de la silla—. ¿Qué tiene? ¡¿Qué le pasó?!
El castaño pasó los dedos por sus parpados— no lo sé —dijo cansado—. No quería inmiscuirme demasiado para no levantar sospechas, pero lo llevé hasta la casa dónde se quedó desde anoche.
—Debo ir a verlo —el rubio caminó a la salida.
—¡¿Estás loco?! —Julián puso un gesto desconcertado—. No puedes ir a buscarlo a ese lugar, ¡lo sabes bien!
—Pero tampoco puedo quedarme sin hacer nada —objetó el otro con seriedad.
—Alex… —su amigo suspiró, pasó la mano por su cabello—. Si quieres saber si está bien, en un momento le marco a Guti, para preguntarle, pero no pienses que voy a dejarte ir, entiende, es por tu bien —lo señaló con el índice.
Alejandro apretó los puños; sabía que Julián tenía razón, no debía actuar por impulso, pero no podía quedarse tranquilo, pensando que algo le había pasado a Erick. Ya había estado muchos años sin saber de él y ahora, tenía la incertidumbre por lo que pudiera ocurrir, especialmente por las marcas en sus muñecas.
—De acuerdo —aceptó—. Es solo que… —volvió los pasos hasta su lugar y se sentó con pesadez—. Anoche, me di cuenta que hay cosas que no se de él y no quisiera que le pasara nada.
—Lo sé —Julián asintió—. Nos dijiste a Miguel y a mí que investigáramos y lo haremos, tranquilo —se puso de pie y fue a sentarse al lado del otro, abriendo su laptop—. Lo había pospuesto, pero ahora que no tengo nada que hacer, buscaré todo lo que pueda sobre su historial médico y cualquier dato relevante, por lo pronto, sigue con tu trabajo.
Alejandro hizo una mueca molesta, pero entendía que el otro tenía razón. Debía asegurar esa ciudad si quería quedarse con Erick.
—Está bien —aceptó—. Seguiré con la presentación, en un momento pediré que despierten a Dima y David, para que me ayuden.
Un automóvil llegó a la mansión Esquivel, Agustín manejaba y Erick iba en el asiento de copiloto.
Joseph los había ayudado a que Erick saliera de la propiedad donde estaba recluido, sin que los guardias se dieran cuenta, permitiendo que Agustín lo llevara al exterior, escondido en el maletero del automóvil y el canoso se quedó en casa, fingiendo que atendía al ojiazul. En cuanto se alejaron de la propiedad, Agustín detuvo el auto, ayudó a Erick y le permitió tomar su lugar en el asiento, para ir directamente a la casa de Fabián.
El menor no sabía nada del chico rubio llamado Alejandro, pero si Fabián se lo había presentado el día anterior, junto a Julián, seguramente sabría dónde se estaba hospedando.
El vehículo se detuvo en la escalinata de acceso.
—¿Cómo te sientes? —preguntó Agustín, observando a su hermano.
—Extrañamente… tranquilo —sonrió el ojiazul.
Erick sabía que debía estar nervioso, inquieto, algo temeroso de lo que su esposo pudiera hacer si se enteraba de esa escapada, pero por alguna razón que no comprendía, se sentía tan tranquilo, que podía decir que jamás en su vida había experimentado esa paz.
—Bien —Agustín asintió—. Entramos, hablamos con Fabián, lo obligamos a que nos diga todo y vamos a buscar a ese sujeto, ¿de acuerdo?
—¿Y si no quiere ayudarnos? —preguntó Erick, acariciando su dedo anular con delicadeza.
—Si no quiere, le marcaré a Marcel, seguro él sabe cómo presionarlo —sonrió el menor con suficiencia.
Después de eso, ambos descendieron del vehículo, sabían que los guardias de la entrada a la propiedad, ya habían avisado a la servidumbre de la casa de su llegada; aunque les mencionaron que la familia de Fabián no se encontraba, el chico a quien buscaban aún estaba en la casa, por lo que los dejaron pasar sin problemas.
Un hombre con traje los recibió.
—Buenos días —saludó amable.
—Buenos días —respondieron al mismo tiempo los recién llegados.
—Ya fueron a avisar al joven Esquivel de su visita —indicó el hombre—. Pueden pasar a la sala de estar mientras él se prepara.
—¿Tardará mucho? —indagó Erick, en el fondo, quería encontrarse con el rubio lo más rápido que pudiera y tratar de solucionar esa situación en la que estaba.
—Unos minutos, lo que sucede es que seguía durmiendo.
—Qué extraño… —«es muy tarde para que siga durmiendo, según él, despierta siempre temprano, aun en vacaciones…» el menor observó su reloj, eran pasadas las once de la mañana.
El mayordomo no dijo nada más y guió a los recién llegados por la casa, llevándolos hasta una sala de estar; al llegar, ambos chicos se sentaron con tranquilidad.
—¿Les puedo ofrecer algo, mientras esperan?
—Un café, por favor —sonrió Erick.
—Yo no, gracias…
El hombre apenas se retiraba, cuando un chico rubio llegó al umbral de la sala de estar, respirando con agitación.
Momentos antes, había percibido el aroma de Erick y salió de inmediato de la biblioteca, dándose cuenta que las feromonas se encontraban esparciéndose por la casa con suma lentitud, así que fue a buscarlo.
—Erick…
—Alex… —un escalofrío cimbró al ojiazul y se puso de pie de un salto, pero una sonrisa ilusionada se formó de inmediato en sus labios.
Ante esa reacción, Alejandro sonrió tranquilo y dirigió sus pasos hacia el otro.
Agustín se interpuso, antes de que el rubio alcanzara su objetivo— ¡un momento! —dijo con voz seria y observó al otro hacia arriba.
Alejandro lo miró con poco interés; lo reconocía, era el hermano de Erick, lo había conocido la noche anterior también, pero en ese momento le obstruía el paso y estuvo a punto de obligarlo a moverse, pero se contuvo.
—¿Sí? —dijo con voz seria.
—Hemos venido por respuestas y no pienso permitir que te le acerques, hasta que las respondas —señaló al otro con frialdad.
Erick sonrió amable y abrazó a su hermano— tranquilo, Agus, no pasa nada, él no me hará daño…
Sin proponérselo, el ojiazul liberó sus feromonas con olor a lirio y Agustín sintió que de inmediato se relajaba.
—Está bien… —hizo un mohín—. Pero no te confíes del todo, ¿de acuerdo? Sigue siendo un extraño —señaló.
Erick asintió y se movió, rodeando a su hermano, sin dejar de mirar los ojos verdes.
—Lo siento…
—No importa —negó el rubio acercándose hasta el ojiazul—. No pensé que vendrías a buscarme —su voz sonó divertida.
—Realmente, no imaginé que te encontraríamos aquí —negó—. Vinimos porque Agus quería preguntarle a Fabián por ti —confesó.
Ambos parecían prendados uno del otro y la mano de Alejandro se movió sin que se lo propusiera, hasta la mejilla de Erick, acariciando la piel con delicadeza, pero antes de que dijera algo, la voz de alguien interrumpió.
—¿Guti?
Agustín giró el rostro y vio a Julián en el umbral, mirándolo incrédulo, aunque tras él, estaban los demás chicos que había visto la noche anterior, junto a Fabián.
—Tú… —el menor movió el rostro, observando al rubio y luego fijó su mirada en Julián.
—¿Qué haces aquí? —indagó el castaño, pues él había ido a buscar a Alejandro, ya que no lo encontró en la biblioteca, cuando regresó con sus compañeros.
—¡Esa debería ser mi pregunta! —objetó el menor, observándolo acusadoramente.
Los recién llegados se dieron cuenta de que el olor a canela empezaba a manifestarse, así que Julián caminó hasta el menor.
—Guti…
—Vine a buscar a un sujeto que marcó a mi hermano anoche, justo después de dejarlo en una casa de la cual, nadie debería de saber su ubicación, pero extrañamente, el mismo día que alguien ajeno a nuestro circulo lo supo, fue el mismo día que ese sujeto, llegó a Erick —dijo molesto.
—Agus… —Erick trató de acercarse para calmarlo—. Hablemos tranquilamente.
—¡No! —negó el menor—. ¡Quiero saber si todo esto tiene algo que ver en lo que pasó entre nosotros! —señaló a Julián—. Tú, me seguiste para saber la ubicación de Erick y decirle a tu primo, ¡¿me equivoco?! —apretó los puños—. ¿Por eso te acercaste a mí?
El castaño respiró profundamente— sí, pero no fue la única razón, yo…
Julián no pudo terminar de hablar, el puño del otro se estampó en su mejilla; no había sido un golpe tan fuerte, pero el castaño se dio cuenta de que le dolía, no por la fuerza impresa en él, sino por la decepción en el rostro del otro. Todos se sorprendieron por esa acción y Fabián se acercó a Agustín.
—Agus, tranquilo —sonrió nervioso—, creo que necesitamos explicarte para que entiendas las cosas.
—Lo que entiendo es que no debí confiar en un Alfa —dijo con desagrado y giró el rostro.
—Fabián tiene razón —Iván caminó hasta ellos—. Primero escúchanos y luego tomas una decisión, ¿de acuerdo?
Agustín se cruzó de brazos; estaba furioso. Erick por su parte suspiró, se acercó hasta su hermano y le sonrió.
—Agus, creo que debemos escucharlos —le puso la mano en el hombro—. Fue tu idea venir a buscarlo, porque dijiste que lo necesitábamos —señaló al rubio—. Sé que te sientes defraudado por lo que me contaste en el camino, pero, hay que darles el beneficio de la duda.
Agustín aguantó un momento la respiración.
Durante el trayecto a la casa de Fabián, le había comentado a Erick lo que había ocurrido la noche anterior y sus sospechas con respecto a Julián, ya que estaba muy inquieto y necesitaba desahogarse, pero en el fondo, había esperado estar equivocado.
—Está bien, escucharé lo que tienen que decir —dijo al fin—, pero esto solo lo hago por ti, ¿entiendes, Erick?
El ojiazul asintió y luego buscó la mirada de Alejandro.
—La verdad, yo también tengo muchas preguntas…
—Y estoy dispuesto a responderlas —aceptó el rubio—. Vamos a la biblioteca —hizo un ademán.
Erick caminó al lado de Alejandro; Julián quiso ir al lado de Agustín, pero el menor lo ignoró, apresurando el paso para alcanzar a su hermano y dejó al castaño atrás.
Miguel se acercó a su amigo y le habló en susurros— creo que estás en problemas.
—¡Cállate! —señaló el otro—. Necesito hacer que me entienda…
—Por sus feromonas, parece furioso —señaló David, que había percibido el intenso olor a canela y no era el único.
—Hacer enojar a un Omega dominante, es abrir las mismísimas puertas del infierno —Dimitry se alzó de hombros.
—¿Algún proverbio ruso? —indagó David con curiosidad.
—No —negó—. Es una frase de mi padre, cuando hace enojar a mi madre —sonrió divertido.
Joseph los había ayudado a que Erick saliera de la propiedad donde estaba recluido, sin que los guardias se dieran cuenta, permitiendo que Agustín lo llevara al exterior, escondido en el maletero del automóvil y el canoso se quedó en casa, fingiendo que atendía al ojiazul. En cuanto se alejaron de la propiedad, Agustín detuvo el auto, ayudó a Erick y le permitió tomar su lugar en el asiento, para ir directamente a la casa de Fabián.
El menor no sabía nada del chico rubio llamado Alejandro, pero si Fabián se lo había presentado el día anterior, junto a Julián, seguramente sabría dónde se estaba hospedando.
El vehículo se detuvo en la escalinata de acceso.
—¿Cómo te sientes? —preguntó Agustín, observando a su hermano.
—Extrañamente… tranquilo —sonrió el ojiazul.
Erick sabía que debía estar nervioso, inquieto, algo temeroso de lo que su esposo pudiera hacer si se enteraba de esa escapada, pero por alguna razón que no comprendía, se sentía tan tranquilo, que podía decir que jamás en su vida había experimentado esa paz.
—Bien —Agustín asintió—. Entramos, hablamos con Fabián, lo obligamos a que nos diga todo y vamos a buscar a ese sujeto, ¿de acuerdo?
—¿Y si no quiere ayudarnos? —preguntó Erick, acariciando su dedo anular con delicadeza.
—Si no quiere, le marcaré a Marcel, seguro él sabe cómo presionarlo —sonrió el menor con suficiencia.
Después de eso, ambos descendieron del vehículo, sabían que los guardias de la entrada a la propiedad, ya habían avisado a la servidumbre de la casa de su llegada; aunque les mencionaron que la familia de Fabián no se encontraba, el chico a quien buscaban aún estaba en la casa, por lo que los dejaron pasar sin problemas.
Un hombre con traje los recibió.
—Buenos días —saludó amable.
—Buenos días —respondieron al mismo tiempo los recién llegados.
—Ya fueron a avisar al joven Esquivel de su visita —indicó el hombre—. Pueden pasar a la sala de estar mientras él se prepara.
—¿Tardará mucho? —indagó Erick, en el fondo, quería encontrarse con el rubio lo más rápido que pudiera y tratar de solucionar esa situación en la que estaba.
—Unos minutos, lo que sucede es que seguía durmiendo.
—Qué extraño… —«es muy tarde para que siga durmiendo, según él, despierta siempre temprano, aun en vacaciones…» el menor observó su reloj, eran pasadas las once de la mañana.
El mayordomo no dijo nada más y guió a los recién llegados por la casa, llevándolos hasta una sala de estar; al llegar, ambos chicos se sentaron con tranquilidad.
—¿Les puedo ofrecer algo, mientras esperan?
—Un café, por favor —sonrió Erick.
—Yo no, gracias…
El hombre apenas se retiraba, cuando un chico rubio llegó al umbral de la sala de estar, respirando con agitación.
Momentos antes, había percibido el aroma de Erick y salió de inmediato de la biblioteca, dándose cuenta que las feromonas se encontraban esparciéndose por la casa con suma lentitud, así que fue a buscarlo.
—Erick…
—Alex… —un escalofrío cimbró al ojiazul y se puso de pie de un salto, pero una sonrisa ilusionada se formó de inmediato en sus labios.
Ante esa reacción, Alejandro sonrió tranquilo y dirigió sus pasos hacia el otro.
Agustín se interpuso, antes de que el rubio alcanzara su objetivo— ¡un momento! —dijo con voz seria y observó al otro hacia arriba.
Alejandro lo miró con poco interés; lo reconocía, era el hermano de Erick, lo había conocido la noche anterior también, pero en ese momento le obstruía el paso y estuvo a punto de obligarlo a moverse, pero se contuvo.
—¿Sí? —dijo con voz seria.
—Hemos venido por respuestas y no pienso permitir que te le acerques, hasta que las respondas —señaló al otro con frialdad.
Erick sonrió amable y abrazó a su hermano— tranquilo, Agus, no pasa nada, él no me hará daño…
Sin proponérselo, el ojiazul liberó sus feromonas con olor a lirio y Agustín sintió que de inmediato se relajaba.
—Está bien… —hizo un mohín—. Pero no te confíes del todo, ¿de acuerdo? Sigue siendo un extraño —señaló.
Erick asintió y se movió, rodeando a su hermano, sin dejar de mirar los ojos verdes.
—Lo siento…
—No importa —negó el rubio acercándose hasta el ojiazul—. No pensé que vendrías a buscarme —su voz sonó divertida.
—Realmente, no imaginé que te encontraríamos aquí —negó—. Vinimos porque Agus quería preguntarle a Fabián por ti —confesó.
Ambos parecían prendados uno del otro y la mano de Alejandro se movió sin que se lo propusiera, hasta la mejilla de Erick, acariciando la piel con delicadeza, pero antes de que dijera algo, la voz de alguien interrumpió.
—¿Guti?
Agustín giró el rostro y vio a Julián en el umbral, mirándolo incrédulo, aunque tras él, estaban los demás chicos que había visto la noche anterior, junto a Fabián.
—Tú… —el menor movió el rostro, observando al rubio y luego fijó su mirada en Julián.
—¿Qué haces aquí? —indagó el castaño, pues él había ido a buscar a Alejandro, ya que no lo encontró en la biblioteca, cuando regresó con sus compañeros.
—¡Esa debería ser mi pregunta! —objetó el menor, observándolo acusadoramente.
Los recién llegados se dieron cuenta de que el olor a canela empezaba a manifestarse, así que Julián caminó hasta el menor.
—Guti…
—Vine a buscar a un sujeto que marcó a mi hermano anoche, justo después de dejarlo en una casa de la cual, nadie debería de saber su ubicación, pero extrañamente, el mismo día que alguien ajeno a nuestro circulo lo supo, fue el mismo día que ese sujeto, llegó a Erick —dijo molesto.
—Agus… —Erick trató de acercarse para calmarlo—. Hablemos tranquilamente.
—¡No! —negó el menor—. ¡Quiero saber si todo esto tiene algo que ver en lo que pasó entre nosotros! —señaló a Julián—. Tú, me seguiste para saber la ubicación de Erick y decirle a tu primo, ¡¿me equivoco?! —apretó los puños—. ¿Por eso te acercaste a mí?
El castaño respiró profundamente— sí, pero no fue la única razón, yo…
Julián no pudo terminar de hablar, el puño del otro se estampó en su mejilla; no había sido un golpe tan fuerte, pero el castaño se dio cuenta de que le dolía, no por la fuerza impresa en él, sino por la decepción en el rostro del otro. Todos se sorprendieron por esa acción y Fabián se acercó a Agustín.
—Agus, tranquilo —sonrió nervioso—, creo que necesitamos explicarte para que entiendas las cosas.
—Lo que entiendo es que no debí confiar en un Alfa —dijo con desagrado y giró el rostro.
—Fabián tiene razón —Iván caminó hasta ellos—. Primero escúchanos y luego tomas una decisión, ¿de acuerdo?
Agustín se cruzó de brazos; estaba furioso. Erick por su parte suspiró, se acercó hasta su hermano y le sonrió.
—Agus, creo que debemos escucharlos —le puso la mano en el hombro—. Fue tu idea venir a buscarlo, porque dijiste que lo necesitábamos —señaló al rubio—. Sé que te sientes defraudado por lo que me contaste en el camino, pero, hay que darles el beneficio de la duda.
Agustín aguantó un momento la respiración.
Durante el trayecto a la casa de Fabián, le había comentado a Erick lo que había ocurrido la noche anterior y sus sospechas con respecto a Julián, ya que estaba muy inquieto y necesitaba desahogarse, pero en el fondo, había esperado estar equivocado.
—Está bien, escucharé lo que tienen que decir —dijo al fin—, pero esto solo lo hago por ti, ¿entiendes, Erick?
El ojiazul asintió y luego buscó la mirada de Alejandro.
—La verdad, yo también tengo muchas preguntas…
—Y estoy dispuesto a responderlas —aceptó el rubio—. Vamos a la biblioteca —hizo un ademán.
Erick caminó al lado de Alejandro; Julián quiso ir al lado de Agustín, pero el menor lo ignoró, apresurando el paso para alcanzar a su hermano y dejó al castaño atrás.
Miguel se acercó a su amigo y le habló en susurros— creo que estás en problemas.
—¡Cállate! —señaló el otro—. Necesito hacer que me entienda…
—Por sus feromonas, parece furioso —señaló David, que había percibido el intenso olor a canela y no era el único.
—Hacer enojar a un Omega dominante, es abrir las mismísimas puertas del infierno —Dimitry se alzó de hombros.
—¿Algún proverbio ruso? —indagó David con curiosidad.
—No —negó—. Es una frase de mi padre, cuando hace enojar a mi madre —sonrió divertido.
Durante un largo rato, el grupo estuvo en la biblioteca, hablando.
Alejandro le explicó a Erick el por qué no lo había ido a buscar durante tantos años y la situación que él también vivió; aunque omitió el motivo real del por qué hasta ese momento había podido ir a esa ciudad, limitándose a decir que eran negocios familiares, el ojiazul pareció entenderlo, no así Agustín, que estaba reacio a aceptar la explicación.
—Y esa fue la razón, de que anoche te haya ido a buscar y me aproveché de que Julián ayudó a tu hermano, para que me dijera la dirección —señaló Alejandro.
Después de eso, hubo un momento de silencio.
Los alfa se miraban entre sí, esperando la respuesta de los visitantes; Agustín miraba con reproche a Julián y Alejandro esperaba lo que Erick tuviera que decir.
El ojiazul respiró profundamente— entiendo… —dijo con calma.
—¿Eso es todo? —preguntó Iván confundido.
—Cállate, Iván —David lo silenció de inmediato.
—Todo parece tan absurdo —Agustín negó—. Erick, no puedes creerle, ¿o sí? —señaló al otro.
—Hay muchas cosas que no tienen sentido, lo admito —asintió el ojiazul—. Especialmente el por qué mi padre no reclamó a Fenrir —dijo con tristeza—, pero… —buscó la mirada de Alejandro—. Han pasado tantos años y tantas cosas que, a pesar de lo ocurrido, ambos sabemos que algo entre nosotros, no puede ser, ¿no es así?
—¿De qué hablas? —preguntó el rubio con seriedad.
Erick observó fijamente los ojos verdes y su labio inferior tembló. Alejandro se levantó de la silla y fue hasta el otro, dejando una rodilla en el piso y sujetándole la mano izquierda con delicadeza.
—¿Me tienes miedo?
—No —respondió con seguridad el ojiazul—. Pero esto… esto es… difícil de aceptar.
—¿Por qué lo dices? —insistió, ante la mirada expectante de sus compañeros
—No sé qué tenías en mente, pero… esto —negó—. Tú… yo… —Erick se mordió el labio inferior con nervios—. No es… No es posible —sentenció.
—¿No es posible? —el rubio levantó una ceja—. ¡¿Por qué no es posible?!
Erick respiró profundamente y se armó de valor— estoy… casado.
—Lo sé —asintió Alejandro.
—Entonces, comprendes que eso que pasó anoche… Eso que hicimos y esto… —apartó la mano con lentitud—. Está mal.
El ojiverde rió —eres mi destinado —dijo con seguridad—. ¿Por qué estaría mal?
—Porque… —dudó, pero pese a que su mente, corazón e instinto le decían que debía aceptar a Alejandro sin problema, aun había un dejo de sensatez y moralidad —. Porque le debo respeto a mi esposo —señaló.
El gesto de asombro se mostró en el rostro de Alejandro.
—Pero, Erick…
—Es cierto… —el ojiazul movió las manos y acarició el rostro que tenía enfrente—. Es cierto —repitió—, que durante años, no pude recordar tu rostro, solo lo que ocurrió aquella vez y con mucha dificultad —señaló—. También, durante años, te odié —confesó con vergüenza—. Te culpaba por todo lo que he sufrido, pero esto… Esto que ahora siento, aunque admito que es… ¡hermoso! —señaló ilusionado—. Tanto que no lo puedo creer —sus ojos se humedecieron—, no debo aceptarlo, ni permitirlo…
—¡¿Qué?!
—Por eso… —Erick pasó saliva con dificultad y las lágrimas cayeron por sus mejillas—. Yo sé que… en antaño había una pequeña posibilidad de romper el vínculo y te pido que lo intentes… por favor…
El rubio sabía a lo que el otro se refería. Pese a que el ritual del marcado había quedado casi obsoleto y se suponía que solo con la muerte de uno de los vinculados se acababa, había datos históricos de personas que había logrado romper el vínculo por propia voluntad.
—¡No! —Alejandro se puso de pie y dio un paso hacia atrás—. No pienso romperlo, ¡no ahora que te encontré! —negó—. He pasado años sufriendo por esto y tú también —lo señaló—. Pero ahora que podemos estar juntos y ser felices, ¡¿quieres que busque esa pequeña posibilidad de romperlo?!
Erick lo miró suplicante— ya no puede ser —su voz se quebró—. Estoy casado —repitió—. Y aunque no es el matrimonio que desearía… yo… no debo…
La respiración de Alejandro se descompasó y sujetó la mano de Erick— esto —descubrió la muñeca, señalando la cicatriz—, te lo hizo tu esposo, ¿no es así? Y pese a ello, ¡¿quieres seguir con él?!
Erick apartó la mano y se abrazó a sí mismo— no lo hizo él —negó—. Yo lo hice —confesó— y admito que fue en respuesta a algo que él intentó, pero…
—¡¿Y las demás heridas de tu cuerpo?! —gruñó el rubio, pues a pesar de todo, se había dado cuenta de que la piel blanca tenía otras cicatrices en distintas partes.
—No es el mejor matrimonio, pero…
—¿Lo amas? —La voz de Alejandro sonó débil; con la simple idea de que eso pudiera ser cierto, se sintió atemorizado.
—¡No!
De inmediato las manos del ojiazul se movieron hasta cubrir su boca; no debió haber dicho eso, lo sabía, pero no podía mentirle al otro.
—Si no lo amas —Alejandro se acuclilló frente al ojiazul de nuevo—, entonces, ¿por qué prefieres que intente romper nuestro vinculo, en vez de que rompas con tu matrimonio?
—Porque… —el pelinegro titubeó—. ¡Porque tampoco sé si te amo! —dijo con rapidez—. Lo que nos une fue algo que pasó hace años, ni siquiera éramos conscientes —su voz tembló nerviosa—, pero ahora, ya es demasiado tarde…
—No puedes hablar en serio —Alejandro negó—. Acabas de decir que lo que sientes es hermoso, pero aun así ¿¡también dices que es tarde?!
—Ya estoy casado…
—¡¿Y si no lo estuvieras?!
—¿Qué quieres decir? —indagó Erick confundido.
—¡Existe el divorcio, Erick!
El ojiazul negó— Omar nunca me dará el divorcio…
—¡¿Cómo estás tan seguro?!
Erick titubeó, él tampoco entendía muy bien la situación de su familia con Omar, pero estaba seguro que su esposo no aceptaría el divorcio— cuestiones de negocios, supongo.
Alejandro apretó los puños y sin pensar, lentamente sus feromonas empezaron a liberarse; sus amigos se pusieron de pie y se apartaron un paso, por su parte Agustín empezó a temblar en su lugar.
—No voy a romper nuestro vínculo —dijo entre dientes.
—Alex —Dimitry le habló con seriedad—. Tienes que calmarte.
Erick percibió el aroma de café y cedro; aunque el segundo era más predominante y los demás parecían temerle, él se sintió reconfortado, pero negó, tratando de volver a la realidad.
—Entiende que es lo mejor, Alejandro —señaló.
—Erick… —la voz de Agustín apenas se escuchó, llamando la atención del ojiazul.
Cuando el aludido observó a su hermano, se dio cuenta del gesto de terror que tenía, así mismo temblaba, sudaba y respiraba con dificultad.
—¡Sácalo de aquí! —la voz de Julián fue fría, mientras se ponía frente a ellos, liberando sus propias feromonas, tratando de opacar las de su amigo—. Debes controlarte, Alejandro.
—¡Quítate de en medio! —ordenó el aludido.
—Alex, no es el momento para que actúes de esa manera —David también se puso frente al rubio.
—Tienes que pensar fríamente —secundó el ruso.
—Usa el supresor, Alejandro —pidió Miguel con rapidez.
—No pienso usar esa porquería, ¡cuando mi destinado está aquí mismo! —las pupilas del rubio empezaron a alargarse.
—Tienen que irse —dijo Iván, tratando de ayudar a Erick y Agustín, en compañía de Fabián.
Agustín no podía moverse, parecía una estatua unida a su asiento y el terror se reflejaba en sus pupilas; Erick se asustó por esa reacción.
«Agus es dominante, aun así, está siendo gravemente afectado por él…» observó a Alejandro y se dio cuenta que incluso sus amigos parecían inquietos.
—Erick, tienes que irte —pidió Fabián—. A ti no te afecta, pero a los demás sí…
—Pero…
“Cuando un Alfa y un Omega se vinculan, tanto el Alfa puede ayudar a calmar al Omega, como el Omega al Alfa… Es una situación especial y es por ello que el vínculo es sagrado…”
Esas habían sido las palabras de uno de sus tutores, por lo que entendió lo que ocurría; Alejandro le acababa de decir su situación, siendo un Alfa dominante y agresivo, así que tenía que hacer algo.
Erick se puso de pie y apresuró los pasos hasta el rubio, abrazándolo con rapidez.
—Cálmate, ¡por favor!
—Erick… —el ojiverde se sorprendió por esa acción que no esperaba.
—Entiéndeme —pidió el pelinegro—, no quiero que sufras pero yo… no puedo corresponderte, aunque quiera…
El olor a lirio empezó a envolver al rubio y suspiró, calmándose casi de inmediato.
—No quiero perderte de nuevo… —anunció correspondiendo el abrazo y aspirando el aroma de su pareja.
—Pero…
—Sé que estás casado —interrumpió—, sé que tienes tus dudas y ni siquiera me conoces —admitió—. ¡Pero dame una oportunidad! Te demostraré que esto no es solo por nuestro vínculo y encontraré la manera de que seas libre…
—Alex —Erick buscó la mirada verde—, no conoces a mi esposo, no me dará el divorcio tan fácilmente…
—Dijiste que no te da el divorcio por cuestiones de negocios —señaló el otro—, entonces, por medio de negocios puedo intentarlo, solo dame unos días… ¡Hasta tu cumpleaños! —sentenció ansioso.
—¿Mi cumpleaños? —Erick levantó el rostro—. ¿Sabes cuándo es mi cumpleaños? —preguntó incrédulo.
—Te dije que desde que supe quién eras, investigué todo lo que pude de ti —sonrió con orgullo.
Erick suspiró.
A pesar de no conocer a Alejandro, quería confiar en que todo se solucionaría, si él lo manejaba, pero no sabía cómo reaccionaría Omar.
—De acuerdo —asintió—. Si para mi cumpleaños, no soy libre de mi compromiso con Omar, tú debes intentar romper nuestro vínculo.
—Pero…
—¡Promételo!
Los músculos del rubio se tensaron; estaba apostando demasiado en ello, pero estaba acostumbrado a arriesgarse, de todas maneras, si no conseguía que el esposo de Erick le diera el divorcio, aún existía el camino de la viudez.
—Está bien, lo prometo.
—Confiaré en ti —sonrió el pelinegro—, pero no hagas locuras…
—No me conoces, ¿por qué piensas que haré locuras?
—Intuición… —Erick se apartó, observando que los amigos de Alejandro parecían más repuestos y caminó hacia su hermano, a quien Iván le acercó un vaso con agua—. ¿Cómo te sientes? —indagó más calmado.
—Amarga… —acusó el menor, sintiendo el sabor intenso a madera y café en su garganta y apretó los parpados, se sentía mareado.
—Necesitas descansar —Julián intentó tocarle el hombro.
—¡No te atrevas a tocarme! —los ojos miel lo miraron con frialdad.
Erick se dio cuenta que su hermano no estaba a gusto en ese lugar— esperaremos unos minutos para irnos, te miras indispuesto —Erick acarició los mechones negros del otro.
Agustín aspiró el olor que desprendía su hermano; olía a lirio y poco a poco, el olor amargo que lo había molestado tanto, desaparecía. Realmente las feromonas de Erick eran las necesarias para controlar las del rubio.
—Es tarde —señaló el menor—, debo volver a casa de inmediato y tú a la cabaña…
—No iré a la cabaña, mi celo se controló, así que puedo volver a mi casa —sonrió el ojiazul.
—¡¿Con tu esposo?! —Alejandro lo miró con suspicacia.
—¿En serio, Alex? —Miguel habló con sarcasmo.
—No es momento para tus celos —Dimitry masajeó sus sienes.
—¡Es mi Omega! —el rubio señaló al ojiazul—.Preferiría que se quedara a mi lado, ¡en vez de estar cerca de ese sujeto!
—Por si no te has dado cuenta, todo se nos está yendo de las manos —anunció David con seriedad—. Si haces que se quede, nos meterás en problemas, ¡entiende! —terminó entre dientes.
—Además, si se queda aquí, mi familia también saldría perjudicada —añadió Fabián.
—Recuerda la situación social… —enfatizó Iván.
—No te preocupes, Fabián, no me quedaré —Erick negó—. Iré a mi casa, de todas maneras, Omar no puede tocarme, pero si no sabe de mí, no sé qué pueda hacer.
—Y ¿qué excusa le darás para explicar cómo saliste de la cabaña? —preguntó Agustín, después de terminar el agua.
—No lo sé… Pero dudo que le interese en realidad —se alzó de hombros.
Alejandro le explicó a Erick el por qué no lo había ido a buscar durante tantos años y la situación que él también vivió; aunque omitió el motivo real del por qué hasta ese momento había podido ir a esa ciudad, limitándose a decir que eran negocios familiares, el ojiazul pareció entenderlo, no así Agustín, que estaba reacio a aceptar la explicación.
—Y esa fue la razón, de que anoche te haya ido a buscar y me aproveché de que Julián ayudó a tu hermano, para que me dijera la dirección —señaló Alejandro.
Después de eso, hubo un momento de silencio.
Los alfa se miraban entre sí, esperando la respuesta de los visitantes; Agustín miraba con reproche a Julián y Alejandro esperaba lo que Erick tuviera que decir.
El ojiazul respiró profundamente— entiendo… —dijo con calma.
—¿Eso es todo? —preguntó Iván confundido.
—Cállate, Iván —David lo silenció de inmediato.
—Todo parece tan absurdo —Agustín negó—. Erick, no puedes creerle, ¿o sí? —señaló al otro.
—Hay muchas cosas que no tienen sentido, lo admito —asintió el ojiazul—. Especialmente el por qué mi padre no reclamó a Fenrir —dijo con tristeza—, pero… —buscó la mirada de Alejandro—. Han pasado tantos años y tantas cosas que, a pesar de lo ocurrido, ambos sabemos que algo entre nosotros, no puede ser, ¿no es así?
—¿De qué hablas? —preguntó el rubio con seriedad.
Erick observó fijamente los ojos verdes y su labio inferior tembló. Alejandro se levantó de la silla y fue hasta el otro, dejando una rodilla en el piso y sujetándole la mano izquierda con delicadeza.
—¿Me tienes miedo?
—No —respondió con seguridad el ojiazul—. Pero esto… esto es… difícil de aceptar.
—¿Por qué lo dices? —insistió, ante la mirada expectante de sus compañeros
—No sé qué tenías en mente, pero… esto —negó—. Tú… yo… —Erick se mordió el labio inferior con nervios—. No es… No es posible —sentenció.
—¿No es posible? —el rubio levantó una ceja—. ¡¿Por qué no es posible?!
Erick respiró profundamente y se armó de valor— estoy… casado.
—Lo sé —asintió Alejandro.
—Entonces, comprendes que eso que pasó anoche… Eso que hicimos y esto… —apartó la mano con lentitud—. Está mal.
El ojiverde rió —eres mi destinado —dijo con seguridad—. ¿Por qué estaría mal?
—Porque… —dudó, pero pese a que su mente, corazón e instinto le decían que debía aceptar a Alejandro sin problema, aun había un dejo de sensatez y moralidad —. Porque le debo respeto a mi esposo —señaló.
El gesto de asombro se mostró en el rostro de Alejandro.
—Pero, Erick…
—Es cierto… —el ojiazul movió las manos y acarició el rostro que tenía enfrente—. Es cierto —repitió—, que durante años, no pude recordar tu rostro, solo lo que ocurrió aquella vez y con mucha dificultad —señaló—. También, durante años, te odié —confesó con vergüenza—. Te culpaba por todo lo que he sufrido, pero esto… Esto que ahora siento, aunque admito que es… ¡hermoso! —señaló ilusionado—. Tanto que no lo puedo creer —sus ojos se humedecieron—, no debo aceptarlo, ni permitirlo…
—¡¿Qué?!
—Por eso… —Erick pasó saliva con dificultad y las lágrimas cayeron por sus mejillas—. Yo sé que… en antaño había una pequeña posibilidad de romper el vínculo y te pido que lo intentes… por favor…
El rubio sabía a lo que el otro se refería. Pese a que el ritual del marcado había quedado casi obsoleto y se suponía que solo con la muerte de uno de los vinculados se acababa, había datos históricos de personas que había logrado romper el vínculo por propia voluntad.
—¡No! —Alejandro se puso de pie y dio un paso hacia atrás—. No pienso romperlo, ¡no ahora que te encontré! —negó—. He pasado años sufriendo por esto y tú también —lo señaló—. Pero ahora que podemos estar juntos y ser felices, ¡¿quieres que busque esa pequeña posibilidad de romperlo?!
Erick lo miró suplicante— ya no puede ser —su voz se quebró—. Estoy casado —repitió—. Y aunque no es el matrimonio que desearía… yo… no debo…
La respiración de Alejandro se descompasó y sujetó la mano de Erick— esto —descubrió la muñeca, señalando la cicatriz—, te lo hizo tu esposo, ¿no es así? Y pese a ello, ¡¿quieres seguir con él?!
Erick apartó la mano y se abrazó a sí mismo— no lo hizo él —negó—. Yo lo hice —confesó— y admito que fue en respuesta a algo que él intentó, pero…
—¡¿Y las demás heridas de tu cuerpo?! —gruñó el rubio, pues a pesar de todo, se había dado cuenta de que la piel blanca tenía otras cicatrices en distintas partes.
—No es el mejor matrimonio, pero…
—¿Lo amas? —La voz de Alejandro sonó débil; con la simple idea de que eso pudiera ser cierto, se sintió atemorizado.
—¡No!
De inmediato las manos del ojiazul se movieron hasta cubrir su boca; no debió haber dicho eso, lo sabía, pero no podía mentirle al otro.
—Si no lo amas —Alejandro se acuclilló frente al ojiazul de nuevo—, entonces, ¿por qué prefieres que intente romper nuestro vinculo, en vez de que rompas con tu matrimonio?
—Porque… —el pelinegro titubeó—. ¡Porque tampoco sé si te amo! —dijo con rapidez—. Lo que nos une fue algo que pasó hace años, ni siquiera éramos conscientes —su voz tembló nerviosa—, pero ahora, ya es demasiado tarde…
—No puedes hablar en serio —Alejandro negó—. Acabas de decir que lo que sientes es hermoso, pero aun así ¿¡también dices que es tarde?!
—Ya estoy casado…
—¡¿Y si no lo estuvieras?!
—¿Qué quieres decir? —indagó Erick confundido.
—¡Existe el divorcio, Erick!
El ojiazul negó— Omar nunca me dará el divorcio…
—¡¿Cómo estás tan seguro?!
Erick titubeó, él tampoco entendía muy bien la situación de su familia con Omar, pero estaba seguro que su esposo no aceptaría el divorcio— cuestiones de negocios, supongo.
Alejandro apretó los puños y sin pensar, lentamente sus feromonas empezaron a liberarse; sus amigos se pusieron de pie y se apartaron un paso, por su parte Agustín empezó a temblar en su lugar.
—No voy a romper nuestro vínculo —dijo entre dientes.
—Alex —Dimitry le habló con seriedad—. Tienes que calmarte.
Erick percibió el aroma de café y cedro; aunque el segundo era más predominante y los demás parecían temerle, él se sintió reconfortado, pero negó, tratando de volver a la realidad.
—Entiende que es lo mejor, Alejandro —señaló.
—Erick… —la voz de Agustín apenas se escuchó, llamando la atención del ojiazul.
Cuando el aludido observó a su hermano, se dio cuenta del gesto de terror que tenía, así mismo temblaba, sudaba y respiraba con dificultad.
—¡Sácalo de aquí! —la voz de Julián fue fría, mientras se ponía frente a ellos, liberando sus propias feromonas, tratando de opacar las de su amigo—. Debes controlarte, Alejandro.
—¡Quítate de en medio! —ordenó el aludido.
—Alex, no es el momento para que actúes de esa manera —David también se puso frente al rubio.
—Tienes que pensar fríamente —secundó el ruso.
—Usa el supresor, Alejandro —pidió Miguel con rapidez.
—No pienso usar esa porquería, ¡cuando mi destinado está aquí mismo! —las pupilas del rubio empezaron a alargarse.
—Tienen que irse —dijo Iván, tratando de ayudar a Erick y Agustín, en compañía de Fabián.
Agustín no podía moverse, parecía una estatua unida a su asiento y el terror se reflejaba en sus pupilas; Erick se asustó por esa reacción.
«Agus es dominante, aun así, está siendo gravemente afectado por él…» observó a Alejandro y se dio cuenta que incluso sus amigos parecían inquietos.
—Erick, tienes que irte —pidió Fabián—. A ti no te afecta, pero a los demás sí…
—Pero…
“Cuando un Alfa y un Omega se vinculan, tanto el Alfa puede ayudar a calmar al Omega, como el Omega al Alfa… Es una situación especial y es por ello que el vínculo es sagrado…”
Esas habían sido las palabras de uno de sus tutores, por lo que entendió lo que ocurría; Alejandro le acababa de decir su situación, siendo un Alfa dominante y agresivo, así que tenía que hacer algo.
Erick se puso de pie y apresuró los pasos hasta el rubio, abrazándolo con rapidez.
—Cálmate, ¡por favor!
—Erick… —el ojiverde se sorprendió por esa acción que no esperaba.
—Entiéndeme —pidió el pelinegro—, no quiero que sufras pero yo… no puedo corresponderte, aunque quiera…
El olor a lirio empezó a envolver al rubio y suspiró, calmándose casi de inmediato.
—No quiero perderte de nuevo… —anunció correspondiendo el abrazo y aspirando el aroma de su pareja.
—Pero…
—Sé que estás casado —interrumpió—, sé que tienes tus dudas y ni siquiera me conoces —admitió—. ¡Pero dame una oportunidad! Te demostraré que esto no es solo por nuestro vínculo y encontraré la manera de que seas libre…
—Alex —Erick buscó la mirada verde—, no conoces a mi esposo, no me dará el divorcio tan fácilmente…
—Dijiste que no te da el divorcio por cuestiones de negocios —señaló el otro—, entonces, por medio de negocios puedo intentarlo, solo dame unos días… ¡Hasta tu cumpleaños! —sentenció ansioso.
—¿Mi cumpleaños? —Erick levantó el rostro—. ¿Sabes cuándo es mi cumpleaños? —preguntó incrédulo.
—Te dije que desde que supe quién eras, investigué todo lo que pude de ti —sonrió con orgullo.
Erick suspiró.
A pesar de no conocer a Alejandro, quería confiar en que todo se solucionaría, si él lo manejaba, pero no sabía cómo reaccionaría Omar.
—De acuerdo —asintió—. Si para mi cumpleaños, no soy libre de mi compromiso con Omar, tú debes intentar romper nuestro vínculo.
—Pero…
—¡Promételo!
Los músculos del rubio se tensaron; estaba apostando demasiado en ello, pero estaba acostumbrado a arriesgarse, de todas maneras, si no conseguía que el esposo de Erick le diera el divorcio, aún existía el camino de la viudez.
—Está bien, lo prometo.
—Confiaré en ti —sonrió el pelinegro—, pero no hagas locuras…
—No me conoces, ¿por qué piensas que haré locuras?
—Intuición… —Erick se apartó, observando que los amigos de Alejandro parecían más repuestos y caminó hacia su hermano, a quien Iván le acercó un vaso con agua—. ¿Cómo te sientes? —indagó más calmado.
—Amarga… —acusó el menor, sintiendo el sabor intenso a madera y café en su garganta y apretó los parpados, se sentía mareado.
—Necesitas descansar —Julián intentó tocarle el hombro.
—¡No te atrevas a tocarme! —los ojos miel lo miraron con frialdad.
Erick se dio cuenta que su hermano no estaba a gusto en ese lugar— esperaremos unos minutos para irnos, te miras indispuesto —Erick acarició los mechones negros del otro.
Agustín aspiró el olor que desprendía su hermano; olía a lirio y poco a poco, el olor amargo que lo había molestado tanto, desaparecía. Realmente las feromonas de Erick eran las necesarias para controlar las del rubio.
—Es tarde —señaló el menor—, debo volver a casa de inmediato y tú a la cabaña…
—No iré a la cabaña, mi celo se controló, así que puedo volver a mi casa —sonrió el ojiazul.
—¡¿Con tu esposo?! —Alejandro lo miró con suspicacia.
—¿En serio, Alex? —Miguel habló con sarcasmo.
—No es momento para tus celos —Dimitry masajeó sus sienes.
—¡Es mi Omega! —el rubio señaló al ojiazul—.Preferiría que se quedara a mi lado, ¡en vez de estar cerca de ese sujeto!
—Por si no te has dado cuenta, todo se nos está yendo de las manos —anunció David con seriedad—. Si haces que se quede, nos meterás en problemas, ¡entiende! —terminó entre dientes.
—Además, si se queda aquí, mi familia también saldría perjudicada —añadió Fabián.
—Recuerda la situación social… —enfatizó Iván.
—No te preocupes, Fabián, no me quedaré —Erick negó—. Iré a mi casa, de todas maneras, Omar no puede tocarme, pero si no sabe de mí, no sé qué pueda hacer.
—Y ¿qué excusa le darás para explicar cómo saliste de la cabaña? —preguntó Agustín, después de terminar el agua.
—No lo sé… Pero dudo que le interese en realidad —se alzó de hombros.
A pesar de que Julián quería acompañar a Agustín, el menor lo rechazó de inmediato; se sentía usado, así que no se lo iba a perdonar, por lo que no quería saber nada de él. Incluso le prohibió ir a buscarlo a su hogar.
Erick tuvo que conducir, para dejar a Agustín en su hogar y luego ir a su casa. Normalmente no manejaba, así que iba nervioso, especialmente porque no tenía documentación a la mano, pero llegó sin problemas.
Dejó el Vehículo fuera y se acercó a la puerta, no llevaba llaves, por lo cual timbró; por el intercomunicador, se escuchó la voz de una de las trabajadoras y al decir quién era, ella dijo que iría de inmediato.
Momentos después, la puerta se abrió, pero era Joseph el que estaba en el acceso.
—Señor Erick… —dijo con nervios—. ¡¿Qué hace aquí?! —preguntó asustado—. Creí que volvería a la cabaña.
—Mi celo se detuvo —sonrió el ojiazul—. No tiene caso que regrese allá.
—Pero, cuando el señor Acosta se entere… yo…
—Tranquilo Joseph, mi esposo no tiene que saber que tú me ayudaste junto con mi hermano —el pelinegro le restó importancia—. Di que tú pensabas que estaba en la habitación, porque eso te dijo Agustín y ya.
El canoso suspiró— está bien… —asintió.
El hombre cerró la puerta exterior y luego alcanzó a Erick a la mitad del trayecto a la puerta de su hogar.
—Su suegro, el señor Ulises, está de visita —anunció.
Erick frunció el ceño— ¿alguna razón?
—Dijo que estaba preocupado por lo ocurrido ayer y vino a verlo, pero el señor Omar le comentó que estaba en la cabaña y ahora mismo están en el comedor.
El ojiazul pasó la mano por su nuca de manera inconsciente; llevaba una bufanda y cuello alto, así que la mordida no se notaría.
—Supongo que tengo que ir a saludar…
Cuando Erick ingresó a su hogar, caminó directamente al comedor, encontrando a su esposo y suegro, almorzando.
—¡Cariño! —Ulises se puso de pie, yendo hasta el recién llegado—. ¡¿Estás bien?! —preguntó inquieto.
—Sí, amanecí mejor —asintió y saludó de beso en la mejilla al otro.
Omar lo miró incrédulo, ni siquiera podía percibir el desagradable olor de la noche anterior— ¿y tú celo?
—Creo que fue una falsa alarma —Erick se alzó de hombros—. Hace rato me sentí mucho mejor y no tenía ningún síntoma, así que Agustín me ayudó a salir de la cabaña, porque sabía que no me dejarías hacerlo en los próximos días, pero no quería quedarme allá —se excusó con naturalidad—. Es muy solitario…
Erick normalmente no mentía; se ponía sumamente nervioso cuando lo hacía, porque le tenía miedo a su esposo, pero en ese momento se sentía dueño de la situación, así que todo lo que dijo, salió de manera natural y nadie pudo sospechar de él. El único que sabía la verdad era Joseph, pero él nunca se atrevería a contradecirlo.
Aun así, Omar no podía creer que su esposo estuviera en excelentes condiciones.
—¡Me alegro que no haya sido algo grave! —Ulises sonrió amistoso—. Entonces, puedes acompañar a Omar a la reunión de esta noche, ¿verdad?
—Por supuesto… —asintió el ojiazul.
—¡No! —Omar se puso de pie de un salto.
—¿Por qué no, hijo? —preguntó el hombre con curiosidad.
—Porque… —no sabía que decir—. Porque Erick no tiene ropa para acompañarme hoy.
—¿No dijiste que le habías comprado ropa? —preguntó su madre con curiosidad, ya que acababa de decirle que era una lástima que su esposo no lo acompañara, pues le había conseguido ropa de algunos diseñadores importantes para las próximas fiestas.
—Sí, pero… —Omar titubeó, no sabía que excusa dar, así que posó la mirada en Joseph, que estaba cerca y pensó en una excusa barata—. Lo que pasa es que no la trajeron porque cancelé el envío esta mañana, al pensar que Erick no podría acompañarme, ¿no es así, Joseph?
El canoso pasó saliva; estaba entre la espada en la pared, pero su trabajo era apoyar a Omar en esos casos, en los que él también había sido su cómplice.
Carraspeó— así es, lamentablemente, no trajeron la ropa para el señor Erick —dijo sin mirar el rostro de Ulises y Erick.
—Oh, no hay problema —Ulises sonrió—. ¿Dónde la compraste? Aun podemos ir por ella.
—¡No! —negó el castaño con desespero e ira contenida.
Erick se dio cuenta de la reacción de su esposo y de inmediato supo la respuesta, pues ya había ocurrido con anterioridad, cuando le prohibió usar algunas prendas de ropa que tenía en antaño y después las vio siendo usadas por alguno de sus incontables amantes.
«Ya la regalaste a alguien más…» la decepción se hizo presente, pero luego, la ira se adueñó del ojiazul.
Ya no era el mismo Erick; ahora comprendía su valor, quizá porque sabía que realmente era un Omega dominante y no iba a dejarse humillar.
—No te preocupes, mamá Ulises —el pelinegro le sujetó la mano—, podría no ir a la recepción, supongo que mi esposo no quiere que lo acompañe…
—¡¿Cómo no va a querer?! —los ojos castaños buscaron a su hijo, pidiéndole una explicación—. Omar, recuerda lo que te dijo tu padre —señaló.
Ulises sabía que Jacobo, le había dicho que cuidara, consintiera y condescendiera con Erick; no sabía la razón, pero Ulises creía que era para que tuvieran una buena relación y así finalmente tener nietos, que era lo que más anhelaba.
—Pero… yo…
—Erick va a acompañarte a la fiesta de hoy —sentenció el mayor con seriedad, sin permitir que su hijo objetara—. Si es necesario, iremos de compras en este momento…
—Podría pedirle ayuda al señor Ibarra —mencionó Erick con suavidad.
—¿Gibrán? —Ulises lo miró curioso.
—Sí, dijo que le gustaría que usara otro de sus trajes, supongo que podría acudir a su tienda de última hora, como ayer… —buscó la mirada de su esposo—. Si no te molesta, claro.
—¡Ay, sí, hijo! —Ulises se emocionó—. El vestuario de anoche causó sensación, creo que si Erick usa otro traje de Gibrán ¡será fantástico!
Omar apretó los puños y rechinó los dientes. No podía liberar sus feromonas o su madre se daría cuenta de que estaba furioso; pero tampoco podía negarse, pues si su padre se llegaba a enterar, seguramente le causaría problemas.
—Está bien —dijo en voz baja.
El pelinegro miró de soslayo a su esposo; por primera vez percibía con claridad sus feromonas, a pesar de que no las había desplegado en su totalidad, pero no le afectaban. Aun así, podía saber exactamente qué sentía.
«Está furioso…» pensó, «pero tengo que ir a la fiesta de hoy…» movió ligeramente su anillo de matrimonio, observando la pequeña marca en su dedo, «se lo prometí a Alex y no puedo fallar, de lo contrario, seguramente se preocupará y hará una locura…»
Erick tuvo que conducir, para dejar a Agustín en su hogar y luego ir a su casa. Normalmente no manejaba, así que iba nervioso, especialmente porque no tenía documentación a la mano, pero llegó sin problemas.
Dejó el Vehículo fuera y se acercó a la puerta, no llevaba llaves, por lo cual timbró; por el intercomunicador, se escuchó la voz de una de las trabajadoras y al decir quién era, ella dijo que iría de inmediato.
Momentos después, la puerta se abrió, pero era Joseph el que estaba en el acceso.
—Señor Erick… —dijo con nervios—. ¡¿Qué hace aquí?! —preguntó asustado—. Creí que volvería a la cabaña.
—Mi celo se detuvo —sonrió el ojiazul—. No tiene caso que regrese allá.
—Pero, cuando el señor Acosta se entere… yo…
—Tranquilo Joseph, mi esposo no tiene que saber que tú me ayudaste junto con mi hermano —el pelinegro le restó importancia—. Di que tú pensabas que estaba en la habitación, porque eso te dijo Agustín y ya.
El canoso suspiró— está bien… —asintió.
El hombre cerró la puerta exterior y luego alcanzó a Erick a la mitad del trayecto a la puerta de su hogar.
—Su suegro, el señor Ulises, está de visita —anunció.
Erick frunció el ceño— ¿alguna razón?
—Dijo que estaba preocupado por lo ocurrido ayer y vino a verlo, pero el señor Omar le comentó que estaba en la cabaña y ahora mismo están en el comedor.
El ojiazul pasó la mano por su nuca de manera inconsciente; llevaba una bufanda y cuello alto, así que la mordida no se notaría.
—Supongo que tengo que ir a saludar…
Cuando Erick ingresó a su hogar, caminó directamente al comedor, encontrando a su esposo y suegro, almorzando.
—¡Cariño! —Ulises se puso de pie, yendo hasta el recién llegado—. ¡¿Estás bien?! —preguntó inquieto.
—Sí, amanecí mejor —asintió y saludó de beso en la mejilla al otro.
Omar lo miró incrédulo, ni siquiera podía percibir el desagradable olor de la noche anterior— ¿y tú celo?
—Creo que fue una falsa alarma —Erick se alzó de hombros—. Hace rato me sentí mucho mejor y no tenía ningún síntoma, así que Agustín me ayudó a salir de la cabaña, porque sabía que no me dejarías hacerlo en los próximos días, pero no quería quedarme allá —se excusó con naturalidad—. Es muy solitario…
Erick normalmente no mentía; se ponía sumamente nervioso cuando lo hacía, porque le tenía miedo a su esposo, pero en ese momento se sentía dueño de la situación, así que todo lo que dijo, salió de manera natural y nadie pudo sospechar de él. El único que sabía la verdad era Joseph, pero él nunca se atrevería a contradecirlo.
Aun así, Omar no podía creer que su esposo estuviera en excelentes condiciones.
—¡Me alegro que no haya sido algo grave! —Ulises sonrió amistoso—. Entonces, puedes acompañar a Omar a la reunión de esta noche, ¿verdad?
—Por supuesto… —asintió el ojiazul.
—¡No! —Omar se puso de pie de un salto.
—¿Por qué no, hijo? —preguntó el hombre con curiosidad.
—Porque… —no sabía que decir—. Porque Erick no tiene ropa para acompañarme hoy.
—¿No dijiste que le habías comprado ropa? —preguntó su madre con curiosidad, ya que acababa de decirle que era una lástima que su esposo no lo acompañara, pues le había conseguido ropa de algunos diseñadores importantes para las próximas fiestas.
—Sí, pero… —Omar titubeó, no sabía que excusa dar, así que posó la mirada en Joseph, que estaba cerca y pensó en una excusa barata—. Lo que pasa es que no la trajeron porque cancelé el envío esta mañana, al pensar que Erick no podría acompañarme, ¿no es así, Joseph?
El canoso pasó saliva; estaba entre la espada en la pared, pero su trabajo era apoyar a Omar en esos casos, en los que él también había sido su cómplice.
Carraspeó— así es, lamentablemente, no trajeron la ropa para el señor Erick —dijo sin mirar el rostro de Ulises y Erick.
—Oh, no hay problema —Ulises sonrió—. ¿Dónde la compraste? Aun podemos ir por ella.
—¡No! —negó el castaño con desespero e ira contenida.
Erick se dio cuenta de la reacción de su esposo y de inmediato supo la respuesta, pues ya había ocurrido con anterioridad, cuando le prohibió usar algunas prendas de ropa que tenía en antaño y después las vio siendo usadas por alguno de sus incontables amantes.
«Ya la regalaste a alguien más…» la decepción se hizo presente, pero luego, la ira se adueñó del ojiazul.
Ya no era el mismo Erick; ahora comprendía su valor, quizá porque sabía que realmente era un Omega dominante y no iba a dejarse humillar.
—No te preocupes, mamá Ulises —el pelinegro le sujetó la mano—, podría no ir a la recepción, supongo que mi esposo no quiere que lo acompañe…
—¡¿Cómo no va a querer?! —los ojos castaños buscaron a su hijo, pidiéndole una explicación—. Omar, recuerda lo que te dijo tu padre —señaló.
Ulises sabía que Jacobo, le había dicho que cuidara, consintiera y condescendiera con Erick; no sabía la razón, pero Ulises creía que era para que tuvieran una buena relación y así finalmente tener nietos, que era lo que más anhelaba.
—Pero… yo…
—Erick va a acompañarte a la fiesta de hoy —sentenció el mayor con seriedad, sin permitir que su hijo objetara—. Si es necesario, iremos de compras en este momento…
—Podría pedirle ayuda al señor Ibarra —mencionó Erick con suavidad.
—¿Gibrán? —Ulises lo miró curioso.
—Sí, dijo que le gustaría que usara otro de sus trajes, supongo que podría acudir a su tienda de última hora, como ayer… —buscó la mirada de su esposo—. Si no te molesta, claro.
—¡Ay, sí, hijo! —Ulises se emocionó—. El vestuario de anoche causó sensación, creo que si Erick usa otro traje de Gibrán ¡será fantástico!
Omar apretó los puños y rechinó los dientes. No podía liberar sus feromonas o su madre se daría cuenta de que estaba furioso; pero tampoco podía negarse, pues si su padre se llegaba a enterar, seguramente le causaría problemas.
—Está bien —dijo en voz baja.
El pelinegro miró de soslayo a su esposo; por primera vez percibía con claridad sus feromonas, a pesar de que no las había desplegado en su totalidad, pero no le afectaban. Aun así, podía saber exactamente qué sentía.
«Está furioso…» pensó, «pero tengo que ir a la fiesta de hoy…» movió ligeramente su anillo de matrimonio, observando la pequeña marca en su dedo, «se lo prometí a Alex y no puedo fallar, de lo contrario, seguramente se preocupará y hará una locura…»
Erick se puso en contacto con Gibrán y el diseñador se entusiasmó con la idea de volver a vestirlo; por esa razón, Joseph llevó al ojiazul y a Ulises a la renombrada boutique de inmediato.
Omar por su parte, se quedó en su hogar; realmente no quería que Erick lo acompañara esa noche, porque ya tenía planes, pero si su madre insistía, no podía poner ninguna excusa. Con molestia, pasó la mano por su cabello, sujetó su celular y marcó el número de su amante de planta ese mes.
—“Hola, mi amor… ¿me extrañas?...” —la voz juguetona del otro lado del auricular se escuchó.
Omar sonrió— por supuesto que te extraño —dijo con suavidad—. Por eso había planeado muy bien esta noche…
—“Lo sé, espero con ansias nuestra reunión en el departamento, después de la fiesta…”
—No creo que podamos hacerlo —dijo el castaño con rapidez.
—“¡¿Qué?! ¡¿Por qué?! ¡Me lo prometiste!...”
—Lo siento, Jair, pero hay cambios de planes —suspiró—, Erick va a acompañarme hoy también.
Hubo un momento de silencio, hasta que finalmente Jair habló.
—“Significa que, ¿debo devolver los trajes?” —su voz sonó triste y débil.
El castaño suspiró— no —negó—. Puedes quedártelos, Erick no usará esos, no te preocupes.
—“¡¿De verdad?! Gracias, Omar…” —una risita se escuchó—. “Entiendo que no podamos pasar juntos la noche, pero espero que me compenses después…”
—Sí, lo haré, entre semana buscaré una excusa para verte.
—“¿Solo eso?...”
Omar sonrió de lado— de acuerdo, ¿Qué te gustaría para compensarte?
—“Bueno, miré un brazalete hermoso en una joyería…”
—Mándame la información y lo compro de inmediato, ¿de acuerdo?
—“Gracias mi amor…”
—Me tengo que ir, te veo en la fiesta…
—“Bye…”
Omar colgó y guardó el celular en el bolsillo de su pantalón; su mirada observó una foto de su boda que estaba en su despacho, caminó hasta ella, acarició la imagen de Erick y soltó el aire cansado.
—Sí fueras igual que Jair y todos los demás, todo sería perfecto —dijo con frialdad.
Durante todo el tiempo que tenía de casado, todos sus amantes se parecían a Erick en el físico, pero de ellos si podía obtener todo lo que deseaba, a diferencia de su esposo. Erick era su obsesión y deseaba que le correspondiera para poder tomarlo, pero aun no encontraba la manera de hacerlo. Aun así, no iba a darse por vencido.
Omar por su parte, se quedó en su hogar; realmente no quería que Erick lo acompañara esa noche, porque ya tenía planes, pero si su madre insistía, no podía poner ninguna excusa. Con molestia, pasó la mano por su cabello, sujetó su celular y marcó el número de su amante de planta ese mes.
—“Hola, mi amor… ¿me extrañas?...” —la voz juguetona del otro lado del auricular se escuchó.
Omar sonrió— por supuesto que te extraño —dijo con suavidad—. Por eso había planeado muy bien esta noche…
—“Lo sé, espero con ansias nuestra reunión en el departamento, después de la fiesta…”
—No creo que podamos hacerlo —dijo el castaño con rapidez.
—“¡¿Qué?! ¡¿Por qué?! ¡Me lo prometiste!...”
—Lo siento, Jair, pero hay cambios de planes —suspiró—, Erick va a acompañarme hoy también.
Hubo un momento de silencio, hasta que finalmente Jair habló.
—“Significa que, ¿debo devolver los trajes?” —su voz sonó triste y débil.
El castaño suspiró— no —negó—. Puedes quedártelos, Erick no usará esos, no te preocupes.
—“¡¿De verdad?! Gracias, Omar…” —una risita se escuchó—. “Entiendo que no podamos pasar juntos la noche, pero espero que me compenses después…”
—Sí, lo haré, entre semana buscaré una excusa para verte.
—“¿Solo eso?...”
Omar sonrió de lado— de acuerdo, ¿Qué te gustaría para compensarte?
—“Bueno, miré un brazalete hermoso en una joyería…”
—Mándame la información y lo compro de inmediato, ¿de acuerdo?
—“Gracias mi amor…”
—Me tengo que ir, te veo en la fiesta…
—“Bye…”
Omar colgó y guardó el celular en el bolsillo de su pantalón; su mirada observó una foto de su boda que estaba en su despacho, caminó hasta ella, acarició la imagen de Erick y soltó el aire cansado.
—Sí fueras igual que Jair y todos los demás, todo sería perfecto —dijo con frialdad.
Durante todo el tiempo que tenía de casado, todos sus amantes se parecían a Erick en el físico, pero de ellos si podía obtener todo lo que deseaba, a diferencia de su esposo. Erick era su obsesión y deseaba que le correspondiera para poder tomarlo, pero aun no encontraba la manera de hacerlo. Aun así, no iba a darse por vencido.
Jair observaba los atuendos que estaban en la cama; traía una bata de baño y estaba decidiendo cual usaría esa noche.
—¿Qué haces? —indagó un sujeto que salió de la ducha.
Era una conquista reciente de Jair, un joven Beta que trabajaba de mesero, mismo que le había ayudado la noche anterior en la casa de los García.
—Decido que me pondré hoy —sonrió divertido.
El chico se acercó, lo abrazó y le besó el cuello— ¿de nuevo irás a una fiesta?
—Si… Pero no se cual traje ponerme —hizo un mohín.
—Qué tal ese —señaló un traje azul cielo—. Dicen que ese color favorece a los Omega.
Jair levantó una ceja y miró con frialdad el traje; era muy hermoso, pero el color no lo convencía. El color azul cielo era el que predominaba en el guardarropa del príncipe Omega en antaño, por lo que la alta sociedad decía que el único que podía portarlo con gracia, en cualquier prenda, era Erick Salazar
“Erick no usará esos, no te preocupes…”
Esas habían sido las palabras de Omar, por lo que Jair se mordió el labio inferior y sonrió con arrogancia «yo puedo verme mucho mejor con este color, aunque mis ojos no sean azules…»
—Quizá tienes razón —ladeó el rostro.
—Después de la fiesta, ¿tienes algún compromiso?
—Tal vez… —Jair se movió y se puso frente al otro, pasando las manos por la nuca—. Pero me gustaría que me ayudaras durante la velada.
—¿A qué? —indagó el otro con curiosidad.
—Volverás a servir esta noche, ¿no es así?
—Es mi trabajo —asintió—. Y el joven Jiménez nos llamó a todos para la recepción de hoy, ya que será más grande que la de ayer —explicó.
Jair movió las manos y acarició el rostro del otro— quiero que me ayudes a acercarme a una persona…
—¿Al mismo de anoche?
—¿Qué comes, que adivinas? —sonrió divertido.
—¿Qué haces? —indagó un sujeto que salió de la ducha.
Era una conquista reciente de Jair, un joven Beta que trabajaba de mesero, mismo que le había ayudado la noche anterior en la casa de los García.
—Decido que me pondré hoy —sonrió divertido.
El chico se acercó, lo abrazó y le besó el cuello— ¿de nuevo irás a una fiesta?
—Si… Pero no se cual traje ponerme —hizo un mohín.
—Qué tal ese —señaló un traje azul cielo—. Dicen que ese color favorece a los Omega.
Jair levantó una ceja y miró con frialdad el traje; era muy hermoso, pero el color no lo convencía. El color azul cielo era el que predominaba en el guardarropa del príncipe Omega en antaño, por lo que la alta sociedad decía que el único que podía portarlo con gracia, en cualquier prenda, era Erick Salazar
“Erick no usará esos, no te preocupes…”
Esas habían sido las palabras de Omar, por lo que Jair se mordió el labio inferior y sonrió con arrogancia «yo puedo verme mucho mejor con este color, aunque mis ojos no sean azules…»
—Quizá tienes razón —ladeó el rostro.
—Después de la fiesta, ¿tienes algún compromiso?
—Tal vez… —Jair se movió y se puso frente al otro, pasando las manos por la nuca—. Pero me gustaría que me ayudaras durante la velada.
—¿A qué? —indagó el otro con curiosidad.
—Volverás a servir esta noche, ¿no es así?
—Es mi trabajo —asintió—. Y el joven Jiménez nos llamó a todos para la recepción de hoy, ya que será más grande que la de ayer —explicó.
Jair movió las manos y acarició el rostro del otro— quiero que me ayudes a acercarme a una persona…
—¿Al mismo de anoche?
—¿Qué comes, que adivinas? —sonrió divertido.
A veces quiero golpear a Erick ¬¬
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