Capítulo X
El sonido del celular se escuchó; Alejandro buscó el móvil que estaba en la mesita de al lado y respondió de inmediato, esperando que el sonido no despertara a Erick.
—¿Qué? —preguntó en un susurro.
—“Alex…” —la voz de David se escuchó del otro lado del auricular—. “Ya amaneció…”
—Lo sé, puedo ver la luz del sol —dijo molesto.
—“Alex… En menos de media hora, llegará un trabajador de Acosta, a ver el estado de su esposo, junto con la seguridad de la propiedad, tienes que salir de ahí, ahora…”
El rubio observó a su compañero— necesito llevármelo.
—“¡¿Estás loco?!” —su amigo se sorprendió—. “Alex, en serio, ya te arriesgaste mucho, recuerda que querías acercarte, poco a poco, después de conseguir esta zona, para no tener problemas…” —repitió el plan que el otro había dicho con anterioridad—. “No lo ibas a raptar, ¡la misma noche que lo encontraste!”
Alejandro pasó la mano por su cabeza— sí, lo sé… pero…
—“¡Sal de una maldita vez! No nos obligues a hablarle a tu padre y decirle que has hecho una estupidez que comprometió todo…”
Alejandro suspiró; su amigo tenía razón, dar un paso en falso en ese momento, podría ser perjudicial, no solo para él en sus planes personales, sino para su familia.
—De acuerdo, me cambio y salgo de inmediato…
—“Tenemos que irnos de aquí en máximo diez minutos, Alex, así que ¡no te tardes!”
La llamada se cortó.
El rubio suspiró, se movió lentamente, tratando de no despertar a su compañero. Se puso de pie, buscó la ropa que traía esa noche, encontrándola regada en el piso; se cambió lo más rápido que pudo y al terminar, se volvió a acercar al lecho.
—Volveré a verte pronto, Conejo —musitó y le dio un beso en los labios—. Sólo debes esperarme.
Movió unos edredones que estaban cerca de los pies de la cama y cubrió el cuerpo del otro, sin moverlo más, ni quitar las telas de la ropa que se mantenían bajo el cuerpo de Erick; finalmente se apartó y encaminó los pasos a la salida, pero se detuvo y regresó por el delicado broche que había adornado el cabello negro la noche anterior.
—Un recuerdo… —sonrió, lo besó y apresuró el paso.
Momentos después, llegó a la puerta principal. Sus compañeros lo miraron con molestia; todos tenían bolsas oscuras bajo los ojos.
—¿Pasaron mala noche? —indagó el rubio con media sonrisa.
Dimitry dio un paso al frente y le dio un golpe en el rostro, con el puño cerrado.
Alejandro dio un paso hacia atrás, luego levantó el rostro y lo miró con sorpresa— ¡¿por qué chingados fue eso?!
—Gané el honor de golpearte hoy, ¡por la maldita noche que nos hiciste pasar! —señaló el pelirrojo y dio media vuelta, caminando hacia uno de los vehículos.
Alejandro pasó la mano por su barbilla, pero no respondió el golpe; él había pasado la mejor noche de su vida y eso no lo iba a arruinar.
—Vámonos…
Alejandro se subió a un vehículo, junto a Miguel y Julián; Dimitry y David se subieron a otro y finalmente Fabián e Iván ocuparon el tercero. Los tres vehículos se alejaron de la zona y cuando estaban ingresando a una avenida principal, observaron varios autos que se dirigían a la dirección de dónde ellos habían salido.
Miguel observó por un espejo lateral y suspiró— las placas coinciden, nos alejamos justo a tiempo —anunció cerrando su laptop.
—Estuvimos muy cerca —Julián miró a su amigo por el retrovisor con reproche—. Demasiado…
—Ya entendí —el rubio entornó los ojos—. Fue una mala noche para ustedes, los puse en riesgo y la gente de Acosta estuvo a punto de atraparnos… Aun así, no voy a disculparme.
—Preguntaría cómo te fue, pero tu cara me da la respuesta —Miguel pasó los dedos por sus parpados.
—¡Ha sido la mejor noche de toda mi vida! —confesó el rubio.
—Aun así —Julián apretó el volante en sus manos—. No debes retar a tu suerte… ¡Es de idiotas!
—Hay algunas personas, por las que vale la pena realizar actos idiotas…
—¿Qué? —preguntó en un susurro.
—“Alex…” —la voz de David se escuchó del otro lado del auricular—. “Ya amaneció…”
—Lo sé, puedo ver la luz del sol —dijo molesto.
—“Alex… En menos de media hora, llegará un trabajador de Acosta, a ver el estado de su esposo, junto con la seguridad de la propiedad, tienes que salir de ahí, ahora…”
El rubio observó a su compañero— necesito llevármelo.
—“¡¿Estás loco?!” —su amigo se sorprendió—. “Alex, en serio, ya te arriesgaste mucho, recuerda que querías acercarte, poco a poco, después de conseguir esta zona, para no tener problemas…” —repitió el plan que el otro había dicho con anterioridad—. “No lo ibas a raptar, ¡la misma noche que lo encontraste!”
Alejandro pasó la mano por su cabeza— sí, lo sé… pero…
—“¡Sal de una maldita vez! No nos obligues a hablarle a tu padre y decirle que has hecho una estupidez que comprometió todo…”
Alejandro suspiró; su amigo tenía razón, dar un paso en falso en ese momento, podría ser perjudicial, no solo para él en sus planes personales, sino para su familia.
—De acuerdo, me cambio y salgo de inmediato…
—“Tenemos que irnos de aquí en máximo diez minutos, Alex, así que ¡no te tardes!”
La llamada se cortó.
El rubio suspiró, se movió lentamente, tratando de no despertar a su compañero. Se puso de pie, buscó la ropa que traía esa noche, encontrándola regada en el piso; se cambió lo más rápido que pudo y al terminar, se volvió a acercar al lecho.
—Volveré a verte pronto, Conejo —musitó y le dio un beso en los labios—. Sólo debes esperarme.
Movió unos edredones que estaban cerca de los pies de la cama y cubrió el cuerpo del otro, sin moverlo más, ni quitar las telas de la ropa que se mantenían bajo el cuerpo de Erick; finalmente se apartó y encaminó los pasos a la salida, pero se detuvo y regresó por el delicado broche que había adornado el cabello negro la noche anterior.
—Un recuerdo… —sonrió, lo besó y apresuró el paso.
Momentos después, llegó a la puerta principal. Sus compañeros lo miraron con molestia; todos tenían bolsas oscuras bajo los ojos.
—¿Pasaron mala noche? —indagó el rubio con media sonrisa.
Dimitry dio un paso al frente y le dio un golpe en el rostro, con el puño cerrado.
Alejandro dio un paso hacia atrás, luego levantó el rostro y lo miró con sorpresa— ¡¿por qué chingados fue eso?!
—Gané el honor de golpearte hoy, ¡por la maldita noche que nos hiciste pasar! —señaló el pelirrojo y dio media vuelta, caminando hacia uno de los vehículos.
Alejandro pasó la mano por su barbilla, pero no respondió el golpe; él había pasado la mejor noche de su vida y eso no lo iba a arruinar.
—Vámonos…
Alejandro se subió a un vehículo, junto a Miguel y Julián; Dimitry y David se subieron a otro y finalmente Fabián e Iván ocuparon el tercero. Los tres vehículos se alejaron de la zona y cuando estaban ingresando a una avenida principal, observaron varios autos que se dirigían a la dirección de dónde ellos habían salido.
Miguel observó por un espejo lateral y suspiró— las placas coinciden, nos alejamos justo a tiempo —anunció cerrando su laptop.
—Estuvimos muy cerca —Julián miró a su amigo por el retrovisor con reproche—. Demasiado…
—Ya entendí —el rubio entornó los ojos—. Fue una mala noche para ustedes, los puse en riesgo y la gente de Acosta estuvo a punto de atraparnos… Aun así, no voy a disculparme.
—Preguntaría cómo te fue, pero tu cara me da la respuesta —Miguel pasó los dedos por sus parpados.
—¡Ha sido la mejor noche de toda mi vida! —confesó el rubio.
—Aun así —Julián apretó el volante en sus manos—. No debes retar a tu suerte… ¡Es de idiotas!
—Hay algunas personas, por las que vale la pena realizar actos idiotas…
Joseph llegó a la propiedad, esperó pacientemente hasta que los vigilantes abrieron la reja, pero antes de avanzar, uno de los Alfa se acercó al vehículo y golpeó el cristal de la ventana.
El canoso bajó el cristal— ¿qué ocurre?
—La caja de seguridad fue forzada —anunció con frialdad.
Joseph asintió— sí, el joven Agustín me lo comentó en su llamada, no tenía la llave, así que tuvo que usar otro método, en pos de la seguridad y estabilidad del señor Erick —explicó—. ¿Algo más que mencionar?
—No, es todo.
—Bien, quédense en sus posiciones, yo iré a hacer mi trabajo… No tardaré mucho.
Después de eso, Joseph avanzó y llegó al frente de la casona; observó el automóvil mal estacionado y acomodó el suyo a un lado. Bajó y se acercó al vehículo, estaba justo como Agustín le había comentado que lo dejó, incluyendo el cristal roto; cerró las puertas y fue a la puerta de copiloto de su auto, sacando un paquete con mucho cuidado y luego, de los asientos traseros, sacó una maleta.
Sacó la llave que llevaba y abrió la puerta, yendo directamente a la cocina, dejando el pequeño paquete en la mesa, a la cual le quitó antes una cubierta. Finalmente subió a la segunda planta y tocó la puerta.
—¿Señor Erick? ¿Señor Erick? —insistió, pero no hubo respuesta.
Joseph suspiró, sacó la pluma de su bolsillo y una pequeña hoja de papel, escribió una nota rápidamente y la metió por debajo de la puerta, antes de dejar la maleta en una mesa del pasillo, al lado del umbral.
—Descanse, señor Erick…
Después de eso, Joseph bajó de las escaleras, quitó las cubiertas de algunos muebles, abrió las ventanas para que el polvo saliera y después de conectar algunos electrodomésticos, por si el ojiazul los necesitaba durante su estancia, salió de la casa, entrando a su vehículo; al llegar de nuevo a la reja, se detuvo. Uno de los Alfa se acercó, esperando las indicaciones.
—Volveré después de mediodía, a traer la comida como siempre, tanto para el señor Erick, cómo para ustedes —especificó—, ya saben, no se acerquen y no dejen pasar a nadie más, aparte del joven Agustín o yo, ¿entendido?
El hombre asintió y se apartó.
El canoso salió de la propiedad, permitiendo que la puerta se cerrara y se detuvo un momento, marcando por su celular.
—Buenos días, de nuevo, joven Agustín —dijo con rapidez, cuando el otro respondió
—“Joseph, ¿viste a mi hermano?”
—Su hermano no me respondió, debe seguir dormido, pero todo está bajo control, no se preocupe, le traje varios cambios de ropa y le dejé el desayuno de siempre, para que recuperara fuerza…
—“Gracias… estaba preocupado, por no haberte avisado anoche, pero me siento más tranquilo ahora.”
—Lo comprendo, joven, no se preocupe.
—“Joseph… ¿el imbécil dijo algo?”
El canoso carraspeó— su cuñado, el señor Acosta, no fue a dormir a su casa…
—“Joseph, no me mientas.”
—No me atrevería joven —señaló rápidamente—. El señor Omar no volvió a su casa anoche, se lo aseguro —repitió—. Precisamente por eso es que me tomó desprevenido en la mañana, cuando me comentó la situación de su hermano.
Hubo un momento de silencio y luego se escuchó el suspiro de Agustín— “Está bien, más tarde iré a ver a Erick…”
—¿Quiere que traiga comida para usted también? —preguntó servicial.
—“No, Joseph, gracias, nos vemos después…”
—Que pase buen día, joven.
El canoso colgó y suspiró; tenía otra llamada qué hacer, aunque no quería hacerla realmente. Marcó un número y la voz de Omar se escuchó del otro lado.
—“¿Qué quieres?”
—Buenos días, señor Acosta —saludó con rapidez—. Estoy saliendo de la casa dónde el señor Erick está recluido.
—“¿Está bien?”
—No lo vi, señor. Pero volveré en la tarde, a traer su comida.
—“Entiendo… si te pregunta por mí, dile que estoy ocupado…”
—Sí, señor…
La llamada se cortó y el canoso dejó el móvil de lado.
—Como siempre, los próximos días no irá a dormir a su hogar —musitó—. Tendré que evitar que el señor Erick se entere de esta escapada de su esposo —dijo con pesar—. No comprendo por qué le hace tanto daño…
Joseph sentía un gran respeto por Erick, pero no entendía porque Omar, a quien conocía desde muchos años atrás, era tan diferente a lo que conoció antes de que se casara con el ojiazul; él era Beta, no comprendía la situación de las feromonas, pero la actitud de Erick le parecía muy dulce y por mucho que Omar dijera que era repugnante, él siempre miraba a Erick como un conejito asustado delante de su esposo, especialmente después de que lo golpeó la primera vez.
—Solo espero que no se arrepienta de lo que hace…
El canoso bajó el cristal— ¿qué ocurre?
—La caja de seguridad fue forzada —anunció con frialdad.
Joseph asintió— sí, el joven Agustín me lo comentó en su llamada, no tenía la llave, así que tuvo que usar otro método, en pos de la seguridad y estabilidad del señor Erick —explicó—. ¿Algo más que mencionar?
—No, es todo.
—Bien, quédense en sus posiciones, yo iré a hacer mi trabajo… No tardaré mucho.
Después de eso, Joseph avanzó y llegó al frente de la casona; observó el automóvil mal estacionado y acomodó el suyo a un lado. Bajó y se acercó al vehículo, estaba justo como Agustín le había comentado que lo dejó, incluyendo el cristal roto; cerró las puertas y fue a la puerta de copiloto de su auto, sacando un paquete con mucho cuidado y luego, de los asientos traseros, sacó una maleta.
Sacó la llave que llevaba y abrió la puerta, yendo directamente a la cocina, dejando el pequeño paquete en la mesa, a la cual le quitó antes una cubierta. Finalmente subió a la segunda planta y tocó la puerta.
—¿Señor Erick? ¿Señor Erick? —insistió, pero no hubo respuesta.
Joseph suspiró, sacó la pluma de su bolsillo y una pequeña hoja de papel, escribió una nota rápidamente y la metió por debajo de la puerta, antes de dejar la maleta en una mesa del pasillo, al lado del umbral.
—Descanse, señor Erick…
Después de eso, Joseph bajó de las escaleras, quitó las cubiertas de algunos muebles, abrió las ventanas para que el polvo saliera y después de conectar algunos electrodomésticos, por si el ojiazul los necesitaba durante su estancia, salió de la casa, entrando a su vehículo; al llegar de nuevo a la reja, se detuvo. Uno de los Alfa se acercó, esperando las indicaciones.
—Volveré después de mediodía, a traer la comida como siempre, tanto para el señor Erick, cómo para ustedes —especificó—, ya saben, no se acerquen y no dejen pasar a nadie más, aparte del joven Agustín o yo, ¿entendido?
El hombre asintió y se apartó.
El canoso salió de la propiedad, permitiendo que la puerta se cerrara y se detuvo un momento, marcando por su celular.
—Buenos días, de nuevo, joven Agustín —dijo con rapidez, cuando el otro respondió
—“Joseph, ¿viste a mi hermano?”
—Su hermano no me respondió, debe seguir dormido, pero todo está bajo control, no se preocupe, le traje varios cambios de ropa y le dejé el desayuno de siempre, para que recuperara fuerza…
—“Gracias… estaba preocupado, por no haberte avisado anoche, pero me siento más tranquilo ahora.”
—Lo comprendo, joven, no se preocupe.
—“Joseph… ¿el imbécil dijo algo?”
El canoso carraspeó— su cuñado, el señor Acosta, no fue a dormir a su casa…
—“Joseph, no me mientas.”
—No me atrevería joven —señaló rápidamente—. El señor Omar no volvió a su casa anoche, se lo aseguro —repitió—. Precisamente por eso es que me tomó desprevenido en la mañana, cuando me comentó la situación de su hermano.
Hubo un momento de silencio y luego se escuchó el suspiro de Agustín— “Está bien, más tarde iré a ver a Erick…”
—¿Quiere que traiga comida para usted también? —preguntó servicial.
—“No, Joseph, gracias, nos vemos después…”
—Que pase buen día, joven.
El canoso colgó y suspiró; tenía otra llamada qué hacer, aunque no quería hacerla realmente. Marcó un número y la voz de Omar se escuchó del otro lado.
—“¿Qué quieres?”
—Buenos días, señor Acosta —saludó con rapidez—. Estoy saliendo de la casa dónde el señor Erick está recluido.
—“¿Está bien?”
—No lo vi, señor. Pero volveré en la tarde, a traer su comida.
—“Entiendo… si te pregunta por mí, dile que estoy ocupado…”
—Sí, señor…
La llamada se cortó y el canoso dejó el móvil de lado.
—Como siempre, los próximos días no irá a dormir a su hogar —musitó—. Tendré que evitar que el señor Erick se entere de esta escapada de su esposo —dijo con pesar—. No comprendo por qué le hace tanto daño…
Joseph sentía un gran respeto por Erick, pero no entendía porque Omar, a quien conocía desde muchos años atrás, era tan diferente a lo que conoció antes de que se casara con el ojiazul; él era Beta, no comprendía la situación de las feromonas, pero la actitud de Erick le parecía muy dulce y por mucho que Omar dijera que era repugnante, él siempre miraba a Erick como un conejito asustado delante de su esposo, especialmente después de que lo golpeó la primera vez.
—Solo espero que no se arrepienta de lo que hace…
Omar salió al balcón de la habitación, se encontraba en un departamento que tenía para pasar las noches, cuando Erick estaba en celo; así, no llevaba a nadie a su casa y no le preguntaban por su esposo, pues no tenía excusas, ni manera de explicar la ausencia del mismo. Encendió un cigarrillo y empezó a fumar, observando el cielo.
—¿Sabes que eso puede afectar tu olfato? —la voz de un hombre se escuchó tras él.
—Lo dudo —sonrió el castaño, viendo a la persona con la que había pasado esa noche.
—Dame… —Jair estiró la mano y sujetó el cigarrillo, dando una calada—. ¿Tan importante era esa llamada, que no pudo esperar? —indagó.
Aún estaban en cama cuando el celular de Omar había sonado y el mismo se había apartado del lecho, alejándose rápidamente para responder.
—Lo suficiente… —sonrió.
—¿Era de tu esposo? —la voz del pelinegro tenía un tinte de reproche.
—¿Celoso? —Omar lo sujetó de la cintura.
—No —Jair liberó el humo del cigarro y luego lo aplastó en la superficie del barandal, lanzando el resto al vacío—. Pasaste la noche conmigo, en vez de él, significa que me prefieres —sonrió—. Pero es desagradable saber que el “príncipe Omega” está llamando la atención de nuevo —señaló—. Supongo que te acompañará esta noche también, ¿cierto?
—No… —Omar buscó los labios del otro, pero Jair lo evitó—. Te doy mi palabra que no tendrás que verlo.
—Más te vale —el pelinegro pasó la mano por la nuca de su pareja—. El traje que usó anoche, ¡era increíble! —suspiró—. Me hubiera gustado usar uno igual de llamativo —hizo un mohín triste.
—Yo le había pedido algunos para las próximas fiestas, pero ya que no los va a usar, ¿los quieres?
—¿Me darías los trajes que eran para tu esposo? —sonrió divertido.
—Pediré que los envíen a tu departamento —sentenció Omar—. Así podrás lucir uno en la fiesta de hoy.
—Eso me agrada…
—Aunque en la reunión no podré estar contigo todo el tiempo —Omar bajó por el cuello.
—Entiendo —Jair expuso su cuello—, debes guardar las apariencias —suspiró—, yo esperaré… —«aunque a mí también me conviene estar solo, para acercarme a ese orgulloso león, sin problema…» pensó con una sonrisa maliciosa.
—Debo mantener cierta fachada —Omar pasó las manos por la espalda de su pareja—. Mi padre está muy nervioso por los negocios y la llegada de ese sujeto, De León.
Jair se sobresaltó— ¿Alejandro De León? —preguntó a media voz—. ¿Lo conoces?
—Para mí desgracia —entornó los ojos—. Anoche incluso se presentó ante mí, me dio su tarjeta para que podamos hablar de negocios.
«¡Su número personal! Debo tenerlo» Jair se emocionó.
—Y… ¿le marcarás?
—Tal vez la otra semana —indicó el castaño.
«De todas maneras, es por los conejos de Erick y ahora mismo, él no puede hacerse cargo por su celo…»
—Entiendo… —Jair asintió—. Vamos a bañarnos —sujetó la mano de Omar y lo llevó de inmediato al interior de la recamara—. Después, me puedes llevar a desayunar.
Omar siguió a su amante; ambos entraron a la regadera, pero cuando el agua mojó a Omar, Jair se apartó.
—Espera, olvidé apagar una alarma de mi celular, no quiero que empiece a sonar mientras nos aseamos…
—Está bien, pero no tardes.
Con esa excusa, salió del baño, dejando al otro bajo el agua. Jair corrió hacia el saco de Omar y buscó la tarjeta, encontrándola en un bolsillo interno; sin dudar, guardó el número en su celular y devolvió la tarjeta a su lugar.
«Te tengo…»
—¿Sabes que eso puede afectar tu olfato? —la voz de un hombre se escuchó tras él.
—Lo dudo —sonrió el castaño, viendo a la persona con la que había pasado esa noche.
—Dame… —Jair estiró la mano y sujetó el cigarrillo, dando una calada—. ¿Tan importante era esa llamada, que no pudo esperar? —indagó.
Aún estaban en cama cuando el celular de Omar había sonado y el mismo se había apartado del lecho, alejándose rápidamente para responder.
—Lo suficiente… —sonrió.
—¿Era de tu esposo? —la voz del pelinegro tenía un tinte de reproche.
—¿Celoso? —Omar lo sujetó de la cintura.
—No —Jair liberó el humo del cigarro y luego lo aplastó en la superficie del barandal, lanzando el resto al vacío—. Pasaste la noche conmigo, en vez de él, significa que me prefieres —sonrió—. Pero es desagradable saber que el “príncipe Omega” está llamando la atención de nuevo —señaló—. Supongo que te acompañará esta noche también, ¿cierto?
—No… —Omar buscó los labios del otro, pero Jair lo evitó—. Te doy mi palabra que no tendrás que verlo.
—Más te vale —el pelinegro pasó la mano por la nuca de su pareja—. El traje que usó anoche, ¡era increíble! —suspiró—. Me hubiera gustado usar uno igual de llamativo —hizo un mohín triste.
—Yo le había pedido algunos para las próximas fiestas, pero ya que no los va a usar, ¿los quieres?
—¿Me darías los trajes que eran para tu esposo? —sonrió divertido.
—Pediré que los envíen a tu departamento —sentenció Omar—. Así podrás lucir uno en la fiesta de hoy.
—Eso me agrada…
—Aunque en la reunión no podré estar contigo todo el tiempo —Omar bajó por el cuello.
—Entiendo —Jair expuso su cuello—, debes guardar las apariencias —suspiró—, yo esperaré… —«aunque a mí también me conviene estar solo, para acercarme a ese orgulloso león, sin problema…» pensó con una sonrisa maliciosa.
—Debo mantener cierta fachada —Omar pasó las manos por la espalda de su pareja—. Mi padre está muy nervioso por los negocios y la llegada de ese sujeto, De León.
Jair se sobresaltó— ¿Alejandro De León? —preguntó a media voz—. ¿Lo conoces?
—Para mí desgracia —entornó los ojos—. Anoche incluso se presentó ante mí, me dio su tarjeta para que podamos hablar de negocios.
«¡Su número personal! Debo tenerlo» Jair se emocionó.
—Y… ¿le marcarás?
—Tal vez la otra semana —indicó el castaño.
«De todas maneras, es por los conejos de Erick y ahora mismo, él no puede hacerse cargo por su celo…»
—Entiendo… —Jair asintió—. Vamos a bañarnos —sujetó la mano de Omar y lo llevó de inmediato al interior de la recamara—. Después, me puedes llevar a desayunar.
Omar siguió a su amante; ambos entraron a la regadera, pero cuando el agua mojó a Omar, Jair se apartó.
—Espera, olvidé apagar una alarma de mi celular, no quiero que empiece a sonar mientras nos aseamos…
—Está bien, pero no tardes.
Con esa excusa, salió del baño, dejando al otro bajo el agua. Jair corrió hacia el saco de Omar y buscó la tarjeta, encontrándola en un bolsillo interno; sin dudar, guardó el número en su celular y devolvió la tarjeta a su lugar.
«Te tengo…»
Erick se removió en el lecho; no quería despertarse, pero tenía hambre. Se puso boca arriba y pasó la mano por sus parpados, enfocando la vista después.
Su mirada, al principio borrosa, poco a poco se fue acostumbrando a la luz que entraba por la ventana; poco a poco distinguió el lugar donde estaba, ya que lo primero que vio al ladear el rostro, fue la pared y reconoció los muebles de la “cabaña”, como le denominaban a la casona que servía de su escondite, cuando entraba en celo.
No recordaba lo que había ocurrido la noche anterior, de hecho, los recuerdos empezaban a ponerse difusos desde la recepción.
—¿Qué…? ¿Qué pasó? —musitó y se incorporó hasta sentarse en el colchón.
Estaba cubierto por los edredones de la cama, pero debajo de eso, estaba completamente desnudo.
Parpadeó confundido y poco a poco recordó las palabras de Agustín.
“Erick… Voy a llevarte a la casa…”
Pero aunque su hermano lo hubiese ayudado, no lo habría desnudado completamente.
Bajó la mirada y observó su pecho, encontrando delicadas manchas rojizas.
—¿Qué es esto? —pasó el dedo por una que rodeaba uno de sus pezones—. ¿Urticaria?
Un pequeño destello lo hizo recordar una sensación que había percibido la noche anterior; unos labios hambrientos recorriendo su piel.
Un escalofrío lo cimbró y apartó las manos de su cuerpo, solo para destaparse de golpe y observar que muchos lugares de su cuerpo mantenían esas marcas y en algunos, era notorio que eran mordidas.
—¡No puede ser! —negó y se puso de pie, observando que bajo su cuerpo, estaba la ropa que había usado la noche anterior, llena de semen y algo de sangre.
Con lentitud, su mano fue hacia su cuello y llevó los dedos hasta su nuca; sintiendo un escalofrío al tocar una pequeña protuberancia. Había un poco de escozor, pero no le molestaba en realidad.
La imagen de cierto hombre rubio y el recuerdo de su voz varonil, lograron que toda su piel se erizara, a la par que su mente le hizo recordar de inmediato todo lo que había ocurrido en esa cama, durante la noche.
“Voy a marcarte…”
Esas palabras hicieron eco en la mente del ojiazul y corrió hacia el cuarto de aseo.
—No, no, no… ¡no! —su voz tembló y al llegar al baño, se miró al espejo y levantó algunos mechones de cabello, que le cubrían ligeramente la nuca, observando con dificultad su piel.
Con desespero buscó entre las cosas que estaban cerca, sujetando un espejo de mano y colocándolo en una posición que debido al reflejo de ese y el grande, pudo apreciar con claridad la marca de unos dientes y eso lo dejó sin aire.
—¡Por Dios! —dejó caer el espejo sobre el lavabo y se cubrió la boca—. ¡¿Qué hice?! —tembló.
Durante años negó haber sido marcado por un Alfa y sin una cicatriz, era creíble, pero ahora, con esa mordida en su nuca, sería imposible negar la verdad.
—Omar va a matarme… —se estremeció con la simple idea y el terror lo invadió.
La ansiedad logró que empezara a hiperventilar, pero en ese momento, sintió que su cuerpo desprendía un olor que nunca antes había percibido y que además, lo calmaba con suma rapidez. Olía a almendras, pero había una ligera mezcla con un perfume de flor, aunque un tipo de planta en particular le vino a la mente.
«¿Lirio…?» titubeó, ya que eran las flores que más le gustaban y las usaron en su boda.
Agustín le había dicho que siempre olía a flores, pero él nunca pudo percibir ese olor; aunado a ello, no comprendía por qué, aparte de que podría percibir esos dos olores que otros le habían dicho que desprendía de su cuerpo, también podía distinguir el olor de café y cedro con suma facilidad, un olor que lo envolvía como si quisiera protegerlo, pero el recuerdo de los brazos del hombre rubio con el que había pasado la noche, se hizo presente de inmediato.
Suspiró y su cuerpo se relajó; por algún motivo se sentía seguro de sus emociones y pudo controlar su miedo y ansiedad cómo nunca antes.
—De acuerdo… —pasó saliva—. El olor de café y cedro son de él, eso no lo podré poner a discusión —dijo resignado—. Y los otros son… —miró fijamente su reflejo en el espejo—. ¿Míos? —se preguntó con duda.
Sabía bien que solo los dominantes tenían dos tipos de feromonas.
—No —negó lentamente—. Se supone que soy recesivo…
Su mirada se posó en su reflejo y por un instante, como el día anterior, pareció que este le sonreía cómplice; sacudió la cabeza y parpadeo, volviendo a la realidad.
—Necesito poner en orden mis ideas —dijo con voz suave—. Tomaré un baño y… le hablaré a Agus —sonrió con debilidad—, es el único Omega dominante en quien confío para que me aclare mis dudas…
Sin pensar más, porque no quería que le doliera la cabeza, entró a la regadera, cerrando el cancel; abrió el agua caliente y empezó a bañarse, mientras su mente divagaba.
Sabía que la situación no era normal y no solo por haber cometido un pecado, al haber tenido relaciones extramaritales, mismas que sabía no había una solución a esa situación. Pero lo que le llamaba la atención, era que, a diferencia de sus anteriores celos, ese día no se encontraba fatigado, al contrario; se sentía bien, vigoroso y podía decir que, dejando un poco de lado la culpa, hasta feliz.
Mientras se pasaba el jabón por el cuerpo, observó su dedo marcado con anterioridad; no traía su anillo.
«¡¿Dónde quedó?!» mordió su labio inferior, tratando de recordar, pero no había ningún indicio en su mente que le dijera la ubicación de esa joya.
Negó. Pese a que se había acostumbrado al peso de ese anillo en su mano, realmente no lo extrañaba.
«La buscaré ahorita que salga…»
Fijó su mirada azul en la delicada marca que siempre había portado y un recuerdo de la noche anterior lo volvió a asaltar.
“He venido a consumar lo que quedó pendiente hace años…”
«Eso significa que él…» parpadeó con rapidez— ¿Lo sabía? —se preguntó en voz baja—. ¿Estuvo consciente de lo que pasó y no dijo, ni hizo nada durante quince años? —pasó la mano por su cabello húmedo—. Necesito saber, por qué hasta ahora vino a buscarme —soltó el aire con cansancio—. Además de que debe entender, que lo nuestro, no puede ser —negó—. Estoy casado y aunque estemos destinados, no puede haber nada entre nosotros, a menos que me divorcie.
Sus dedos se movieron a su nuca y con las yemas acarició la marca que había dejado el rubio.
—Aunque, tal vez al ver esto, Omar me dé el divorcio, pero no sé cómo lo va a tomar…
«Y ¡¿qué dirá mi padre?!» pasó saliva con dificultad.
Tal vez la situación con su esposo podría acabar con el divorcio, pero no sabía que diría su padre o lo que acarrearía si eso pasara, por algo no lo habían dejado divorciarse antes.
—Necesito… necesito hablar con Agustín, es el único que puede ayudarme ahora.
Su mirada, al principio borrosa, poco a poco se fue acostumbrando a la luz que entraba por la ventana; poco a poco distinguió el lugar donde estaba, ya que lo primero que vio al ladear el rostro, fue la pared y reconoció los muebles de la “cabaña”, como le denominaban a la casona que servía de su escondite, cuando entraba en celo.
No recordaba lo que había ocurrido la noche anterior, de hecho, los recuerdos empezaban a ponerse difusos desde la recepción.
—¿Qué…? ¿Qué pasó? —musitó y se incorporó hasta sentarse en el colchón.
Estaba cubierto por los edredones de la cama, pero debajo de eso, estaba completamente desnudo.
Parpadeó confundido y poco a poco recordó las palabras de Agustín.
“Erick… Voy a llevarte a la casa…”
Pero aunque su hermano lo hubiese ayudado, no lo habría desnudado completamente.
Bajó la mirada y observó su pecho, encontrando delicadas manchas rojizas.
—¿Qué es esto? —pasó el dedo por una que rodeaba uno de sus pezones—. ¿Urticaria?
Un pequeño destello lo hizo recordar una sensación que había percibido la noche anterior; unos labios hambrientos recorriendo su piel.
Un escalofrío lo cimbró y apartó las manos de su cuerpo, solo para destaparse de golpe y observar que muchos lugares de su cuerpo mantenían esas marcas y en algunos, era notorio que eran mordidas.
—¡No puede ser! —negó y se puso de pie, observando que bajo su cuerpo, estaba la ropa que había usado la noche anterior, llena de semen y algo de sangre.
Con lentitud, su mano fue hacia su cuello y llevó los dedos hasta su nuca; sintiendo un escalofrío al tocar una pequeña protuberancia. Había un poco de escozor, pero no le molestaba en realidad.
La imagen de cierto hombre rubio y el recuerdo de su voz varonil, lograron que toda su piel se erizara, a la par que su mente le hizo recordar de inmediato todo lo que había ocurrido en esa cama, durante la noche.
“Voy a marcarte…”
Esas palabras hicieron eco en la mente del ojiazul y corrió hacia el cuarto de aseo.
—No, no, no… ¡no! —su voz tembló y al llegar al baño, se miró al espejo y levantó algunos mechones de cabello, que le cubrían ligeramente la nuca, observando con dificultad su piel.
Con desespero buscó entre las cosas que estaban cerca, sujetando un espejo de mano y colocándolo en una posición que debido al reflejo de ese y el grande, pudo apreciar con claridad la marca de unos dientes y eso lo dejó sin aire.
—¡Por Dios! —dejó caer el espejo sobre el lavabo y se cubrió la boca—. ¡¿Qué hice?! —tembló.
Durante años negó haber sido marcado por un Alfa y sin una cicatriz, era creíble, pero ahora, con esa mordida en su nuca, sería imposible negar la verdad.
—Omar va a matarme… —se estremeció con la simple idea y el terror lo invadió.
La ansiedad logró que empezara a hiperventilar, pero en ese momento, sintió que su cuerpo desprendía un olor que nunca antes había percibido y que además, lo calmaba con suma rapidez. Olía a almendras, pero había una ligera mezcla con un perfume de flor, aunque un tipo de planta en particular le vino a la mente.
«¿Lirio…?» titubeó, ya que eran las flores que más le gustaban y las usaron en su boda.
Agustín le había dicho que siempre olía a flores, pero él nunca pudo percibir ese olor; aunado a ello, no comprendía por qué, aparte de que podría percibir esos dos olores que otros le habían dicho que desprendía de su cuerpo, también podía distinguir el olor de café y cedro con suma facilidad, un olor que lo envolvía como si quisiera protegerlo, pero el recuerdo de los brazos del hombre rubio con el que había pasado la noche, se hizo presente de inmediato.
Suspiró y su cuerpo se relajó; por algún motivo se sentía seguro de sus emociones y pudo controlar su miedo y ansiedad cómo nunca antes.
—De acuerdo… —pasó saliva—. El olor de café y cedro son de él, eso no lo podré poner a discusión —dijo resignado—. Y los otros son… —miró fijamente su reflejo en el espejo—. ¿Míos? —se preguntó con duda.
Sabía bien que solo los dominantes tenían dos tipos de feromonas.
—No —negó lentamente—. Se supone que soy recesivo…
Su mirada se posó en su reflejo y por un instante, como el día anterior, pareció que este le sonreía cómplice; sacudió la cabeza y parpadeo, volviendo a la realidad.
—Necesito poner en orden mis ideas —dijo con voz suave—. Tomaré un baño y… le hablaré a Agus —sonrió con debilidad—, es el único Omega dominante en quien confío para que me aclare mis dudas…
Sin pensar más, porque no quería que le doliera la cabeza, entró a la regadera, cerrando el cancel; abrió el agua caliente y empezó a bañarse, mientras su mente divagaba.
Sabía que la situación no era normal y no solo por haber cometido un pecado, al haber tenido relaciones extramaritales, mismas que sabía no había una solución a esa situación. Pero lo que le llamaba la atención, era que, a diferencia de sus anteriores celos, ese día no se encontraba fatigado, al contrario; se sentía bien, vigoroso y podía decir que, dejando un poco de lado la culpa, hasta feliz.
Mientras se pasaba el jabón por el cuerpo, observó su dedo marcado con anterioridad; no traía su anillo.
«¡¿Dónde quedó?!» mordió su labio inferior, tratando de recordar, pero no había ningún indicio en su mente que le dijera la ubicación de esa joya.
Negó. Pese a que se había acostumbrado al peso de ese anillo en su mano, realmente no lo extrañaba.
«La buscaré ahorita que salga…»
Fijó su mirada azul en la delicada marca que siempre había portado y un recuerdo de la noche anterior lo volvió a asaltar.
“He venido a consumar lo que quedó pendiente hace años…”
«Eso significa que él…» parpadeó con rapidez— ¿Lo sabía? —se preguntó en voz baja—. ¿Estuvo consciente de lo que pasó y no dijo, ni hizo nada durante quince años? —pasó la mano por su cabello húmedo—. Necesito saber, por qué hasta ahora vino a buscarme —soltó el aire con cansancio—. Además de que debe entender, que lo nuestro, no puede ser —negó—. Estoy casado y aunque estemos destinados, no puede haber nada entre nosotros, a menos que me divorcie.
Sus dedos se movieron a su nuca y con las yemas acarició la marca que había dejado el rubio.
—Aunque, tal vez al ver esto, Omar me dé el divorcio, pero no sé cómo lo va a tomar…
«Y ¡¿qué dirá mi padre?!» pasó saliva con dificultad.
Tal vez la situación con su esposo podría acabar con el divorcio, pero no sabía que diría su padre o lo que acarrearía si eso pasara, por algo no lo habían dejado divorciarse antes.
—Necesito… necesito hablar con Agustín, es el único que puede ayudarme ahora.
Eran casi las diez de la mañana, cuando un golpeteo en la puerta se escuchó, despertando al pelinegro.
—¿Si? —dijo con voz ronca, ya que estaba adormilado aun, realmente se sentía cansado y después de hablarle a Joseph al amanecer, había vuelto a dormir profundamente.
—Joven Salazar —dijo la chica del otro lado de la puerta—. Tiene visita.
—¿Visita? —Agustín arrugó la nariz—. No quiero ver a nadie, dile a quien sea que no estoy en casa —sentenció y se abrazó a la almohada que tenía a un lado.
—Pero… la señora Reina ya le dijo al joven Chávez, que usted aún no salía de su habitación.
«¿Chávez?» pensó con duda.
“Y este de aquí, es Julián Chávez…”
Las palabras de Fabián hicieron eco en la mente de Agustín; abrió los parpados de golpe, se levantó de un salto y corrió a la puerta.
—¡¿Quién dijiste?! —preguntó en voz alta.
La voz y el aspecto de Agustín, asustaron a la chica— el… joven Julián… Chávez —señaló hacia la escalera.
—¡¿Vino a verme?! —preguntó, pero no esperó respuesta y encaminó los pasos hacia la escalera.
—Joven… ¡espere!
Yuri intentó detenerlo, pero el pelinegro hizo caso omiso, bajando los primeros escalones y luego deslizándose en la baranda, hasta llegar a la planta baja. Corrió al salón de las visitas, guiado por el olor a chocolate y se encontró a su abuela, tomando café, acompañada del castaño que la noche anterior había conocido en la fiesta.
Julián se puso de pie, ya que alcanzó a percibir el olor a vainilla acercándose— buenos días —dijo con amabilidad.
—Ah… Buenos… —los ojos miel de Agustín estaban fijos en el otro, sin poder creer que estuviera en su hogar —. Días…
—Espero no te moleste —el mayor esbozó una leve sonrisa—. Le traje a tu abuela unos dulces —hizo un ligero ademan, señalando una cajita de dulces que estaban al lado del plato de café de la mujer y luego se inclinó a sujetar un enorme ramo de rosas blancas, acercándolas al recién llegado— y te traje flores a ti.
—Gracias… —musitó el pelinegro, si poder creerlo, sujetando las rosas con nervios
—Guti… —su abuela dejó la taza de café a un lado, después de darle un sorbo—. ¿No crees que recibir a la visita en pijama, es de mala educación?
—¡Ah! —Agustín bajó la mirada y se encontró vistiendo su pijama y sin zapatos, aunque no le había molestado el frío, porque traía sus calcetas gruesas—. ¡Lo siento! Vuelvo… —le devolvió a Julián las flores y corrió hacia las escaleras, subiendo de nuevo.
Yuri acababa de llegar a la planta baja.
—Intenté detenerlo… —dijo la chica con cansancio—. Pero no me escuchó.
—¿Debí venir más tarde? —preguntó el castaño observando a Reina.
—Oh, no, normalmente Guti despierta temprano, hoy, extrañamente, se le pegaron las sábanas —rió—. Yuri, ayuda a mi nieto, para que no tarde y tú, niña —miró a Karla, quien estaba cerca, por si necesitaba algo—, pon las flores en agua, por favor.
Yuri soltó el aire y volvió a subir las escaleras; realmente odiaba los escalones, pero no podía negarse. Por su parte, Karla se acercó a Julián, quien le entregó las flores y fue a la cocina.
—Es la primera vez que lo veo tan ansioso —dijo la mujer con diversión.
—¿De verdad? —Julián la miró con suspicacia—. ¿Nunca le había presentado a otro chico?
—¡No! —la canosa negó con una gran sonrisa—. Incluso alguna vez dijo que nunca tendría pareja —se burló.
—Supongo que esto es tan nuevo para él, como para mí —confesó el castaño.
—¿Tu tampoco tienes pareja? —preguntó la mujer con curiosidad.
—No había conocido a ningún chico que me gustara como para tener una pareja oficial e ir a cortejarlo hasta su hogar —confesó.
La mujer suspiró— entonces, espero que tengas paciencia —sujetó la taza de nuevo—. Guti aún debe aprender sobre relaciones y normalmente es él quien tiene el control de todas sus acciones, así que espero que no le quieras cortar las alas —miró a Julián de soslayo.
—Aún no conozco a su nieto, pero por lo poco que he visto de él, así como es, me gusta mucho, no le pediría que cambiara para nada —admitió Julián.
Por su parte, Agustín se metió a bañar con rapidez, mientras Yuri le sacaba un conjunto de ropa casual. Por primera vez en su vida, el pelinegro se sentía emocionado de ver a un chico, así que no quería hacerlo esperar mucho.
Después de salir, se cambió con rapidez y volvió a bajar, encontrando a su abuela charlando con su visita.
—¡Listo! —dijo con orgullo.
—Mucho mejor —sonrió su abuela.
Julián se acercó hasta él y le besó la mano con caballerosidad.
—Le estaba pidiendo a tu abuela, permiso para invitarte a salir, pero me dijo que no se opondría, si tú querías acompañarme.
—¡Claro! —asintió y luego negó—. Es decir… solo un rato… —corrigió—. Es que, debo ir a la fiesta de hoy y debo venir a arreglarme —hizo un mohín, ya que los siguientes días tendría que ir a las reuniones decembrinas, por orden de Alonso.
—Yo también debo ir a la fiesta —señaló Julián—. Pero te puedo traer de vuelta, después de la comida, así ambos tendremos tiempo de prepararnos para la noche, ¿te parece?
La sonrisa de Agustín bailó en sus labios— si, por mi está…
—Joven Salazar —la voz de Yuri lo interrumpió—, tiene una llamada.
Agustín apretó los parpados— ¿quién es? —preguntó en voz baja.
—Su hermano.
Con esa palabra, el pelinegro apartó la mano de Julián y se acercó a Yuri, sujetando de inmediato el teléfono; si Erick le hablaba ese día, que se suponía seguía en celo, debía estar mal.
—¿Si?
—“Agus… ¿estás ocupado?”
—No, ¿qué pasa? ¡¿Te sientes mal?!
—“Agus… Necesito que me ayudes, ¿puedes venir a verme?”
La mirada miel buscó a Julián; realmente quería salir con él, pero su hermano lo necesitaba— claro, salgo para allá, no te preocupes.
—“Gracias… Te espero…”
—Ciao —después de eso, colgó y le entregó el teléfono a Yuri—. Lo siento, pero…
—¿Está bien tu hermano? —preguntó Julián, sabía que Agustín se preocupaba mucho por el otro, lo pudo constatar la noche anterior.
—Necesita verme —bajó el rostro—. Yo… realmente hubiera querido salir contigo hoy pero…
—No te disculpes —Julián negó—. Sé que tu hermano es prioridad, además, nos veremos en la fiesta de hoy.
—Gracias —sonrió más tranquilo—. Abuela, debo ir a ver a Erick, anoche se puso mal en la fiesta.
—Está bien, Guti —asintió la mujer con rostro preocupado, sabía lo mal que a veces la pasaba el hermano de su nieto—. Cuando llegues, me avisas cómo está Erick, ¿de acuerdo?
—Sí —asintió el pelinegro—. Yuri, pídeme un taxi, por favor.
—¿Irás solo? —Julián frunció el ceño.
—Es que, dejé el automóvil en el que me llevan a todos lados, allá, ¿recuerdas? —sonrió avergonzado.
—Si quieres te llevo y te devuelves en el auto.
—¡¿Lo harías?! —preguntó el menor con asombro.
—¡Claro! —asintió Julián—. Además, eso me da algo de tiempo para platicar contigo —confesó.
—¡Gracias! —sonrió Agustín—. Voy por mi celular…
—Te espero.
Agustín corrió hacia su habitación, dejando a Julián y su abuela en el salón.
—Lo llevas directito a la casa de Erick —dijo la canosa—, nada de irse a otro lado, ¿eh?
Julián sonrió— no se preocupe, señora Reina, no me atrevería a hacer algo indebido con su nieto.
—Una advertencia no está de más —sentenció la mujer y agarró un dulce para comer.
—¿Si? —dijo con voz ronca, ya que estaba adormilado aun, realmente se sentía cansado y después de hablarle a Joseph al amanecer, había vuelto a dormir profundamente.
—Joven Salazar —dijo la chica del otro lado de la puerta—. Tiene visita.
—¿Visita? —Agustín arrugó la nariz—. No quiero ver a nadie, dile a quien sea que no estoy en casa —sentenció y se abrazó a la almohada que tenía a un lado.
—Pero… la señora Reina ya le dijo al joven Chávez, que usted aún no salía de su habitación.
«¿Chávez?» pensó con duda.
“Y este de aquí, es Julián Chávez…”
Las palabras de Fabián hicieron eco en la mente de Agustín; abrió los parpados de golpe, se levantó de un salto y corrió a la puerta.
—¡¿Quién dijiste?! —preguntó en voz alta.
La voz y el aspecto de Agustín, asustaron a la chica— el… joven Julián… Chávez —señaló hacia la escalera.
—¡¿Vino a verme?! —preguntó, pero no esperó respuesta y encaminó los pasos hacia la escalera.
—Joven… ¡espere!
Yuri intentó detenerlo, pero el pelinegro hizo caso omiso, bajando los primeros escalones y luego deslizándose en la baranda, hasta llegar a la planta baja. Corrió al salón de las visitas, guiado por el olor a chocolate y se encontró a su abuela, tomando café, acompañada del castaño que la noche anterior había conocido en la fiesta.
Julián se puso de pie, ya que alcanzó a percibir el olor a vainilla acercándose— buenos días —dijo con amabilidad.
—Ah… Buenos… —los ojos miel de Agustín estaban fijos en el otro, sin poder creer que estuviera en su hogar —. Días…
—Espero no te moleste —el mayor esbozó una leve sonrisa—. Le traje a tu abuela unos dulces —hizo un ligero ademan, señalando una cajita de dulces que estaban al lado del plato de café de la mujer y luego se inclinó a sujetar un enorme ramo de rosas blancas, acercándolas al recién llegado— y te traje flores a ti.
—Gracias… —musitó el pelinegro, si poder creerlo, sujetando las rosas con nervios
—Guti… —su abuela dejó la taza de café a un lado, después de darle un sorbo—. ¿No crees que recibir a la visita en pijama, es de mala educación?
—¡Ah! —Agustín bajó la mirada y se encontró vistiendo su pijama y sin zapatos, aunque no le había molestado el frío, porque traía sus calcetas gruesas—. ¡Lo siento! Vuelvo… —le devolvió a Julián las flores y corrió hacia las escaleras, subiendo de nuevo.
Yuri acababa de llegar a la planta baja.
—Intenté detenerlo… —dijo la chica con cansancio—. Pero no me escuchó.
—¿Debí venir más tarde? —preguntó el castaño observando a Reina.
—Oh, no, normalmente Guti despierta temprano, hoy, extrañamente, se le pegaron las sábanas —rió—. Yuri, ayuda a mi nieto, para que no tarde y tú, niña —miró a Karla, quien estaba cerca, por si necesitaba algo—, pon las flores en agua, por favor.
Yuri soltó el aire y volvió a subir las escaleras; realmente odiaba los escalones, pero no podía negarse. Por su parte, Karla se acercó a Julián, quien le entregó las flores y fue a la cocina.
—Es la primera vez que lo veo tan ansioso —dijo la mujer con diversión.
—¿De verdad? —Julián la miró con suspicacia—. ¿Nunca le había presentado a otro chico?
—¡No! —la canosa negó con una gran sonrisa—. Incluso alguna vez dijo que nunca tendría pareja —se burló.
—Supongo que esto es tan nuevo para él, como para mí —confesó el castaño.
—¿Tu tampoco tienes pareja? —preguntó la mujer con curiosidad.
—No había conocido a ningún chico que me gustara como para tener una pareja oficial e ir a cortejarlo hasta su hogar —confesó.
La mujer suspiró— entonces, espero que tengas paciencia —sujetó la taza de nuevo—. Guti aún debe aprender sobre relaciones y normalmente es él quien tiene el control de todas sus acciones, así que espero que no le quieras cortar las alas —miró a Julián de soslayo.
—Aún no conozco a su nieto, pero por lo poco que he visto de él, así como es, me gusta mucho, no le pediría que cambiara para nada —admitió Julián.
Por su parte, Agustín se metió a bañar con rapidez, mientras Yuri le sacaba un conjunto de ropa casual. Por primera vez en su vida, el pelinegro se sentía emocionado de ver a un chico, así que no quería hacerlo esperar mucho.
Después de salir, se cambió con rapidez y volvió a bajar, encontrando a su abuela charlando con su visita.
—¡Listo! —dijo con orgullo.
—Mucho mejor —sonrió su abuela.
Julián se acercó hasta él y le besó la mano con caballerosidad.
—Le estaba pidiendo a tu abuela, permiso para invitarte a salir, pero me dijo que no se opondría, si tú querías acompañarme.
—¡Claro! —asintió y luego negó—. Es decir… solo un rato… —corrigió—. Es que, debo ir a la fiesta de hoy y debo venir a arreglarme —hizo un mohín, ya que los siguientes días tendría que ir a las reuniones decembrinas, por orden de Alonso.
—Yo también debo ir a la fiesta —señaló Julián—. Pero te puedo traer de vuelta, después de la comida, así ambos tendremos tiempo de prepararnos para la noche, ¿te parece?
La sonrisa de Agustín bailó en sus labios— si, por mi está…
—Joven Salazar —la voz de Yuri lo interrumpió—, tiene una llamada.
Agustín apretó los parpados— ¿quién es? —preguntó en voz baja.
—Su hermano.
Con esa palabra, el pelinegro apartó la mano de Julián y se acercó a Yuri, sujetando de inmediato el teléfono; si Erick le hablaba ese día, que se suponía seguía en celo, debía estar mal.
—¿Si?
—“Agus… ¿estás ocupado?”
—No, ¿qué pasa? ¡¿Te sientes mal?!
—“Agus… Necesito que me ayudes, ¿puedes venir a verme?”
La mirada miel buscó a Julián; realmente quería salir con él, pero su hermano lo necesitaba— claro, salgo para allá, no te preocupes.
—“Gracias… Te espero…”
—Ciao —después de eso, colgó y le entregó el teléfono a Yuri—. Lo siento, pero…
—¿Está bien tu hermano? —preguntó Julián, sabía que Agustín se preocupaba mucho por el otro, lo pudo constatar la noche anterior.
—Necesita verme —bajó el rostro—. Yo… realmente hubiera querido salir contigo hoy pero…
—No te disculpes —Julián negó—. Sé que tu hermano es prioridad, además, nos veremos en la fiesta de hoy.
—Gracias —sonrió más tranquilo—. Abuela, debo ir a ver a Erick, anoche se puso mal en la fiesta.
—Está bien, Guti —asintió la mujer con rostro preocupado, sabía lo mal que a veces la pasaba el hermano de su nieto—. Cuando llegues, me avisas cómo está Erick, ¿de acuerdo?
—Sí —asintió el pelinegro—. Yuri, pídeme un taxi, por favor.
—¿Irás solo? —Julián frunció el ceño.
—Es que, dejé el automóvil en el que me llevan a todos lados, allá, ¿recuerdas? —sonrió avergonzado.
—Si quieres te llevo y te devuelves en el auto.
—¡¿Lo harías?! —preguntó el menor con asombro.
—¡Claro! —asintió Julián—. Además, eso me da algo de tiempo para platicar contigo —confesó.
—¡Gracias! —sonrió Agustín—. Voy por mi celular…
—Te espero.
Agustín corrió hacia su habitación, dejando a Julián y su abuela en el salón.
—Lo llevas directito a la casa de Erick —dijo la canosa—, nada de irse a otro lado, ¿eh?
Julián sonrió— no se preocupe, señora Reina, no me atrevería a hacer algo indebido con su nieto.
—Una advertencia no está de más —sentenció la mujer y agarró un dulce para comer.
El automóvil se detuvo en el acceso de la propiedad. Un par de hombres salieron de la caseta, especialmente al ver que un desconocido salía del vehículo; lo siguieron con la mirada cuando fue al otro lado y abrió la puerta, ofreciendo la mano para su acompañante. Los guardias se relajaron al reconocer a Agustín y solo uno se quedó fuera de la caseta
—Gracias por traerme —sonrió el pelinegro.
—Fue un placer acompañarte —Julián se inclinó y besó la mano de Agustín—. Me hubiera gustado almorzar juntos, pero comprendo que tu familia es prioridad, solo espero que me des la oportunidad otro día.
—¡Claro! —el menor asintió—. Por ahora, nos vemos en la fiesta.
—Te veo en la noche, Guti.
Después de eso, Agustín caminó hacia la caseta y uno de los guardias le abrió la reja.
—Buenos días —saludó el pelinegro—. ¿Alguna novedad? —preguntó con seriedad.
—No, joven Salazar —negó el que lo recibió—. Mis compañeros en el perímetro, no han reportado nada extraño, así que todo está tranquilo.
—Bien, pasaré a ver a mi hermano.
Ingresó a la propiedad y la reja se cerró, Agustín hizo un ademán para despedirse de Julián y luego caminó por la calle empedrada. El castaño por su parte, volvió al automóvil y hasta que perdió de vista a Agustín, le dijo al chofer que lo devolviera a la mansión Esquivel.
Agustín llego hasta donde estaba su vehículo y abrió la puerta, constatando que, al haberlo dejado abierto toda la noche y gracias también a la falta de cristal en una puerta, ya no tenía ni una pisca de las feromonas de Erick.
—Espero que haya usado el supresor —musitó, ya que no sabía si toleraría el olor de su hermano por mucho tiempo.
Se acercó al porche y tocó el timbre; la puerta se abrió de inmediato y Erick lo abrazó sorpresivamente.
—¿Erick? —preguntó el menor, sin comprender qué ocurría.
—Agus… —susurró el ojiazul, contra el hombro del otro.
—¿Qué pasa?
Erick se apartó, miró a los ojos a su hermano y a pesar de que debía estar deprimido, ansioso, preocupado, quizá decepcionado por haber hecho lo que hizo, sus labios dibujaron una sonrisa nerviosa.
—Me… marcaron —anunció con voz trémula, pero con un tinte de emoción.
—¡¿Qué?! —Los ojos de Agustín se abrieron desmesuradamente—. ¡¿Cómo que te marcaron?! ¡¿De qué hablas?!
Erick se mordió el labio se giró, quitó la bufanda que traía cubriendo su cuello y levantó los mechones de la nuca, mostrando la marca que cierto rubio le había hecho durante la noche.
—¡No puede ser! —el menor parpadeó, tratando de constatar que no estaba alucinando.
Al instante, empujó a su hermano dentro de la casa, volteó a ver al exterior, asegurándose que no había algún curioso cerca y cerró la puerta de golpe; sujetó la mano de Erick y lo llevó a la sala.
—¡¿Qué pasó?! ¡¿Cómo fue?! —preguntó asustado—. ¡¿Fue el imbécil de Omar?!
—No… no fue Omar —negó Erick.
—Debí imaginarlo, no estarías feliz de haber sido él —dijo Agustín por lo bajo—. Pero entonces… ¿Quién?
Erick le acercó la mano izquierda, quitando el anillo que había vuelto a portar y mostrándole dónde aún tenía la pequeña marca en su dedo— mi Alfa —indicó con añoranza.
Agustín se sorprendió; él sabía la historia de esa mordida, tanto lo que había dicho la familia Salazar y la verdad, que le había contado su hermano. Sabía que Erick sí tenía una marca, pero nadie le había creído y cuando se casó, con lo que ocurrió con su esposo, prefirió ocultarlo, porque sería difícil explicarlo y seguramente Omar sería irracional ante eso.
—¿Cuándo…? ¿Cuándo lo encontraste?
—Anoche, en la fiesta de la familia García —confesó el ojiazul.
—¡¿Él detonó tu celo?! —preguntó asustado el menor.
Erick asintió— sí —admitió.
Eso tenía sentido, esa era la razón por la que las feromonas de su hermano lo habían afectado también. Aun así, había muchas cosas que no comprendía, como el momento en que Erick fue mordido, ya que cuando él lo llevó a la casa, no recordaba haber visto sangre y tenía entendido que las marcas siempre sangraban bastante.
—Pero… ¿Cuándo te mordió?
—Anoche… en la recámara —contestó el mayor, señalando la planta alta.
—¿Anoche? —Agustín frunció el ceño—. Pero… es imposible —negó—. Anoche, te traje solo… —titubeó.
El recuerdo de lo que pasó en la noche anterior, llegó a su mente; no había ido solo, alguien lo había acompañado.
«¡¿Julián?!» el miedo se apoderó del menor, «no… él… está interesado en mi… me fue a buscar hoy… pero, ¿qué hizo después de dejarme en casa?»
La duda se anidó no solo en su mente sino en su pecho; durante el trayecto a ver a su hermano, Julián le comentó que lo había llevado a su hogar y había conocido a su abuela, quien le dijo que lo fuera a visitar a un horario aceptable, pero pudo haberle mentido.
Agustín pasó saliva, sintiendo un nudo en la garganta— ¿quién es? —preguntó en un murmullo—. Es decir… ¿si sabes su nombre, cierto? ¿Cómo es? —trató de no sonar ansioso.
—Se llama Alejandro de León —respondió Erick—. Anoche se presentó conmigo y desde ahí, todo se volvió un caos.
Al escuchar el nombre, Agustín soltó un suspiro de alivio, pero al instante, recordó cuando Fabián lo presentó al grupo que acompañaba a Julián, el primer nombre había sido ese.
—¿El…? ¿El chico rubio? —su voz tembló.
—Sí —Erick asintió y sonrió nervioso, mientras su mano derecha acarició instintivamente su dedo anular, dónde portaba la delicada marca de antaño.
—Pero, ¿cómo llegó aquí? —Agustín buscó la mirada de su hermano—. ¿Le llamaste? ¿Le diste esta dirección?
—No, yo no le llamé, no sé cómo llegó, ni cómo entró —el ojiazul negó—. Incluso, pensaría que fue un sueño, pero la marca está y… mis feromonas.
—¿Qué tienen tus feromonas?
Erick respiró profundo— Agus… creo que, tengo dos feromonas…
—¡¿Qué?!
El ojiazul asintió y luego cerró sus ojos, recordando al chico rubio con el que pasó la noche; su cuerpo se relajó y poco a poco, su piel empezó a liberar ese olor, que en antaño, no se imaginó que podría tener.
Agustín aspiró y percibió el delicado olor floral, aunque por primera vez identificaba la flor exacta— lirio…—musitó, pero había algo más, un ligero y muy sutil olor a almendras—. ¿Son…? ¿Son dos? ¡¿Eres dominante?! —tembló.
—No lo sé, Agus —Erick negó—. Nunca antes había hecho esto, pero, mientras te esperaba, me di cuenta que solo el pensar en ese chico o recordar lo que había pasado, me hacía sentir… raro.
—¿Raro? ¡¿Cómo qué raro?!
—Pues, ¡raro! —el ojiazul se alzó de hombros—. Siento mariposas en el estómago —su sonrisa tembló—, me da nervios y no sé… pero, mira… hay algo más.
Erick acercó la mano con la marca a su hermano.
Agustín no necesitó acercarse mucho, pudo percibir un olor a café y cedro muy intenso; nunca antes había podido percibir ese perfume, pero ahora era claro.
—No hay duda —pasó saliva—. Su esencia está en ti —dijo con nervios.
Estaba consciente de lo que eso significaba; la esencia del Alfa estaba impregnada en su hermano y por ello, no permitiría que nadie más se le acercara.
—Eso debería hacerme sentir mal, pero no es así —el ojiazul negó—. Solo me siento preocupado, al pensar qué dirá Omar cuando se entere.
Agustín guardó silencio, respiró profundamente y apretó los puños; sabía que su cuñado era muy agresivo y si ahora confirmaba que su esposo sí había sido marcado antes, seguramente re querría desquitar.
«Si ese imbécil se entera, Erick correrá peligro…»
La simple idea de ello, le daba terror; era obvio que Omar no podía tocar a Erick, pero ya había intentado que otros lo lastimaran, así que, necesitaba protección; «Solo hay una opción, aunque no me agrade tener que admitirlo…»
—Debemos buscar a ese Alfa —dijo con seriedad y se puso de pie.
—¡¿Qué?! —Erick lo miró con sorpresa.
—Es el único que puede protegerte ahora, Erick, ¿no lo entiendes? —señaló el menor—. Si Omar se entera de esto, ¡no sé de qué sería capaz!
—Pero… Agus, no sé… es decir, yo no sé dónde está y no puedo salir de aquí.
—No estás en celo ya, ¿o sí?
—Bueno, creo que, con lo ocurrido anoche, mi celo se controló —admitió el ojiazul
—Es obvio, la marca permite que tu celo se controle y fuera de tu ciclo, solo se detone por las feromonas de tu Alfa, así como en él, se detonará por tus feromonas —explicó lo que había aprendido al ser un Omega dominante—. Lo que significa que puedes salir de aquí, sin problemas.
Erick mordió su labio inferior— supongo, pero si me voy, eso puede molestar a Omar, cuando se entere.
—¡Nadie le dirá! —inquirió Agustín.
—Joseph vendrá a traerme la comida en poco tiempo.
—Joseph tendrá que ser nuestro cómplice —Agustín sacó su celular—. Y no solo él, también Fabián —sentenció.
Aunque su mente estaba pensando las opciones, había algo que lo inquietaba y estaba tratando de no pensar en ello; algo en su interior le decía que Julián tenía algo que ver con lo sucedido, pero no quería imaginar que el otro solo lo había usado, para ayudar al rubio.
«Debe ser una coincidencia… Sólo eso.»
—Gracias por traerme —sonrió el pelinegro.
—Fue un placer acompañarte —Julián se inclinó y besó la mano de Agustín—. Me hubiera gustado almorzar juntos, pero comprendo que tu familia es prioridad, solo espero que me des la oportunidad otro día.
—¡Claro! —el menor asintió—. Por ahora, nos vemos en la fiesta.
—Te veo en la noche, Guti.
Después de eso, Agustín caminó hacia la caseta y uno de los guardias le abrió la reja.
—Buenos días —saludó el pelinegro—. ¿Alguna novedad? —preguntó con seriedad.
—No, joven Salazar —negó el que lo recibió—. Mis compañeros en el perímetro, no han reportado nada extraño, así que todo está tranquilo.
—Bien, pasaré a ver a mi hermano.
Ingresó a la propiedad y la reja se cerró, Agustín hizo un ademán para despedirse de Julián y luego caminó por la calle empedrada. El castaño por su parte, volvió al automóvil y hasta que perdió de vista a Agustín, le dijo al chofer que lo devolviera a la mansión Esquivel.
Agustín llego hasta donde estaba su vehículo y abrió la puerta, constatando que, al haberlo dejado abierto toda la noche y gracias también a la falta de cristal en una puerta, ya no tenía ni una pisca de las feromonas de Erick.
—Espero que haya usado el supresor —musitó, ya que no sabía si toleraría el olor de su hermano por mucho tiempo.
Se acercó al porche y tocó el timbre; la puerta se abrió de inmediato y Erick lo abrazó sorpresivamente.
—¿Erick? —preguntó el menor, sin comprender qué ocurría.
—Agus… —susurró el ojiazul, contra el hombro del otro.
—¿Qué pasa?
Erick se apartó, miró a los ojos a su hermano y a pesar de que debía estar deprimido, ansioso, preocupado, quizá decepcionado por haber hecho lo que hizo, sus labios dibujaron una sonrisa nerviosa.
—Me… marcaron —anunció con voz trémula, pero con un tinte de emoción.
—¡¿Qué?! —Los ojos de Agustín se abrieron desmesuradamente—. ¡¿Cómo que te marcaron?! ¡¿De qué hablas?!
Erick se mordió el labio se giró, quitó la bufanda que traía cubriendo su cuello y levantó los mechones de la nuca, mostrando la marca que cierto rubio le había hecho durante la noche.
—¡No puede ser! —el menor parpadeó, tratando de constatar que no estaba alucinando.
Al instante, empujó a su hermano dentro de la casa, volteó a ver al exterior, asegurándose que no había algún curioso cerca y cerró la puerta de golpe; sujetó la mano de Erick y lo llevó a la sala.
—¡¿Qué pasó?! ¡¿Cómo fue?! —preguntó asustado—. ¡¿Fue el imbécil de Omar?!
—No… no fue Omar —negó Erick.
—Debí imaginarlo, no estarías feliz de haber sido él —dijo Agustín por lo bajo—. Pero entonces… ¿Quién?
Erick le acercó la mano izquierda, quitando el anillo que había vuelto a portar y mostrándole dónde aún tenía la pequeña marca en su dedo— mi Alfa —indicó con añoranza.
Agustín se sorprendió; él sabía la historia de esa mordida, tanto lo que había dicho la familia Salazar y la verdad, que le había contado su hermano. Sabía que Erick sí tenía una marca, pero nadie le había creído y cuando se casó, con lo que ocurrió con su esposo, prefirió ocultarlo, porque sería difícil explicarlo y seguramente Omar sería irracional ante eso.
—¿Cuándo…? ¿Cuándo lo encontraste?
—Anoche, en la fiesta de la familia García —confesó el ojiazul.
—¡¿Él detonó tu celo?! —preguntó asustado el menor.
Erick asintió— sí —admitió.
Eso tenía sentido, esa era la razón por la que las feromonas de su hermano lo habían afectado también. Aun así, había muchas cosas que no comprendía, como el momento en que Erick fue mordido, ya que cuando él lo llevó a la casa, no recordaba haber visto sangre y tenía entendido que las marcas siempre sangraban bastante.
—Pero… ¿Cuándo te mordió?
—Anoche… en la recámara —contestó el mayor, señalando la planta alta.
—¿Anoche? —Agustín frunció el ceño—. Pero… es imposible —negó—. Anoche, te traje solo… —titubeó.
El recuerdo de lo que pasó en la noche anterior, llegó a su mente; no había ido solo, alguien lo había acompañado.
«¡¿Julián?!» el miedo se apoderó del menor, «no… él… está interesado en mi… me fue a buscar hoy… pero, ¿qué hizo después de dejarme en casa?»
La duda se anidó no solo en su mente sino en su pecho; durante el trayecto a ver a su hermano, Julián le comentó que lo había llevado a su hogar y había conocido a su abuela, quien le dijo que lo fuera a visitar a un horario aceptable, pero pudo haberle mentido.
Agustín pasó saliva, sintiendo un nudo en la garganta— ¿quién es? —preguntó en un murmullo—. Es decir… ¿si sabes su nombre, cierto? ¿Cómo es? —trató de no sonar ansioso.
—Se llama Alejandro de León —respondió Erick—. Anoche se presentó conmigo y desde ahí, todo se volvió un caos.
Al escuchar el nombre, Agustín soltó un suspiro de alivio, pero al instante, recordó cuando Fabián lo presentó al grupo que acompañaba a Julián, el primer nombre había sido ese.
—¿El…? ¿El chico rubio? —su voz tembló.
—Sí —Erick asintió y sonrió nervioso, mientras su mano derecha acarició instintivamente su dedo anular, dónde portaba la delicada marca de antaño.
—Pero, ¿cómo llegó aquí? —Agustín buscó la mirada de su hermano—. ¿Le llamaste? ¿Le diste esta dirección?
—No, yo no le llamé, no sé cómo llegó, ni cómo entró —el ojiazul negó—. Incluso, pensaría que fue un sueño, pero la marca está y… mis feromonas.
—¿Qué tienen tus feromonas?
Erick respiró profundo— Agus… creo que, tengo dos feromonas…
—¡¿Qué?!
El ojiazul asintió y luego cerró sus ojos, recordando al chico rubio con el que pasó la noche; su cuerpo se relajó y poco a poco, su piel empezó a liberar ese olor, que en antaño, no se imaginó que podría tener.
Agustín aspiró y percibió el delicado olor floral, aunque por primera vez identificaba la flor exacta— lirio…—musitó, pero había algo más, un ligero y muy sutil olor a almendras—. ¿Son…? ¿Son dos? ¡¿Eres dominante?! —tembló.
—No lo sé, Agus —Erick negó—. Nunca antes había hecho esto, pero, mientras te esperaba, me di cuenta que solo el pensar en ese chico o recordar lo que había pasado, me hacía sentir… raro.
—¿Raro? ¡¿Cómo qué raro?!
—Pues, ¡raro! —el ojiazul se alzó de hombros—. Siento mariposas en el estómago —su sonrisa tembló—, me da nervios y no sé… pero, mira… hay algo más.
Erick acercó la mano con la marca a su hermano.
Agustín no necesitó acercarse mucho, pudo percibir un olor a café y cedro muy intenso; nunca antes había podido percibir ese perfume, pero ahora era claro.
—No hay duda —pasó saliva—. Su esencia está en ti —dijo con nervios.
Estaba consciente de lo que eso significaba; la esencia del Alfa estaba impregnada en su hermano y por ello, no permitiría que nadie más se le acercara.
—Eso debería hacerme sentir mal, pero no es así —el ojiazul negó—. Solo me siento preocupado, al pensar qué dirá Omar cuando se entere.
Agustín guardó silencio, respiró profundamente y apretó los puños; sabía que su cuñado era muy agresivo y si ahora confirmaba que su esposo sí había sido marcado antes, seguramente re querría desquitar.
«Si ese imbécil se entera, Erick correrá peligro…»
La simple idea de ello, le daba terror; era obvio que Omar no podía tocar a Erick, pero ya había intentado que otros lo lastimaran, así que, necesitaba protección; «Solo hay una opción, aunque no me agrade tener que admitirlo…»
—Debemos buscar a ese Alfa —dijo con seriedad y se puso de pie.
—¡¿Qué?! —Erick lo miró con sorpresa.
—Es el único que puede protegerte ahora, Erick, ¿no lo entiendes? —señaló el menor—. Si Omar se entera de esto, ¡no sé de qué sería capaz!
—Pero… Agus, no sé… es decir, yo no sé dónde está y no puedo salir de aquí.
—No estás en celo ya, ¿o sí?
—Bueno, creo que, con lo ocurrido anoche, mi celo se controló —admitió el ojiazul
—Es obvio, la marca permite que tu celo se controle y fuera de tu ciclo, solo se detone por las feromonas de tu Alfa, así como en él, se detonará por tus feromonas —explicó lo que había aprendido al ser un Omega dominante—. Lo que significa que puedes salir de aquí, sin problemas.
Erick mordió su labio inferior— supongo, pero si me voy, eso puede molestar a Omar, cuando se entere.
—¡Nadie le dirá! —inquirió Agustín.
—Joseph vendrá a traerme la comida en poco tiempo.
—Joseph tendrá que ser nuestro cómplice —Agustín sacó su celular—. Y no solo él, también Fabián —sentenció.
Aunque su mente estaba pensando las opciones, había algo que lo inquietaba y estaba tratando de no pensar en ello; algo en su interior le decía que Julián tenía algo que ver con lo sucedido, pero no quería imaginar que el otro solo lo había usado, para ayudar al rubio.
«Debe ser una coincidencia… Sólo eso.»
Joseph estaba en el centro de la ciudad. Se sentía incómodo, porque Omar le marcó para que fuera por unos trajes a cierta tienda reconocida y los llevara a una dirección que imaginaba, era el hogar de su amante en turno. Lo más difícil para el canoso, fue que, las personas que lo atendieron en la boutique, se imaginaron que los trajes eran para Erick y él no pudo negarlo.
—Se llevarán una gran decepción, en las próximas fiestas —suspiró el hombre, al subir al automóvil, después de entregar los paquetes en la recepción del edificio—. Ahora, a ir con el señor Erick…
Antes de que encendiera el automóvil, su celular sonó; el número era de Agustín, así que respondió de inmediato.
—Dígame, joven Salazar.
—“…Joseph, ¿ya vienes para ‘la cabaña’?...”
—Sí, joven, solo estaba entregando un encargo del señor Acosta.
—“…Joseph, necesito que vengas de inmediato, debo sacar a Erick de aquí y llevarlo a casa de los Esquivel…”
Esas indicaciones confundieron al canoso— ¡¿disculpe?! El señor Erick está en celo, ¡no debe salir de allí!
—“…Joseph, no discutas, ven y te explicamos…” —señaló el otro por el auricular—. “Y espero que esto no se lo comentes a Omar, ¿entendido?”
Joseph dudó, pero si Agustín le pedía eso, debía ser algo grave.
—Está bien joven, iré para allá, pero sacar al señor Erick de ahí, sin que los guardias se den cuenta, para que no le avisen al señor Acosta, será difícil…
—“…Ya tengo un plan, pero te necesito…”
El canoso se sintió nervioso, pero se sobrepuso— llegaré en unos veinte minutos, no se preocupe.
—“…Gracias…”
Agustín colgó y Joseph suspiró. Era anormal que Agustín quisiera exponer a Erick, cuando el ojiazul se encontraba en celo, así que debía ser sumamente importante.
«Espero que el señor Erick se encuentre bien…»
—Se llevarán una gran decepción, en las próximas fiestas —suspiró el hombre, al subir al automóvil, después de entregar los paquetes en la recepción del edificio—. Ahora, a ir con el señor Erick…
Antes de que encendiera el automóvil, su celular sonó; el número era de Agustín, así que respondió de inmediato.
—Dígame, joven Salazar.
—“…Joseph, ¿ya vienes para ‘la cabaña’?...”
—Sí, joven, solo estaba entregando un encargo del señor Acosta.
—“…Joseph, necesito que vengas de inmediato, debo sacar a Erick de aquí y llevarlo a casa de los Esquivel…”
Esas indicaciones confundieron al canoso— ¡¿disculpe?! El señor Erick está en celo, ¡no debe salir de allí!
—“…Joseph, no discutas, ven y te explicamos…” —señaló el otro por el auricular—. “Y espero que esto no se lo comentes a Omar, ¿entendido?”
Joseph dudó, pero si Agustín le pedía eso, debía ser algo grave.
—Está bien joven, iré para allá, pero sacar al señor Erick de ahí, sin que los guardias se den cuenta, para que no le avisen al señor Acosta, será difícil…
—“…Ya tengo un plan, pero te necesito…”
El canoso se sintió nervioso, pero se sobrepuso— llegaré en unos veinte minutos, no se preocupe.
—“…Gracias…”
Agustín colgó y Joseph suspiró. Era anormal que Agustín quisiera exponer a Erick, cuando el ojiazul se encontraba en celo, así que debía ser sumamente importante.
«Espero que el señor Erick se encuentre bien…»
Ese pobre Joseph, siempre está entre la espada y la pared, por lo menos intenta cuidar de Erick de acuerdo a sus posibilidades.
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