Capítulo VIII
Alejandro esperó a constatar que la pareja entrara a la mansión y dio media vuelta. Debía volver a la recepción de inmediato. Cuando el rubio entró de nuevo a la casa, un chico de cabello negro y ojos castaños se acercó a él.
—Así que, aquí te escondías —dijo coqueto, con una copa en mano—. Tus amigos intentaron entretenerme como a los demás y tuve una pequeña discusión con el hijo del anfitrión, para poder llegar hasta aquí —se burló—, pero realmente tenía curiosidad de conocerte en persona.
El rubio lo miró con indiferencia y sintió el olor a fresas que emanaba del chico que tenía enfrente.
—Soy Jair Páez —extendió la mano—, un placer conocerte, Alejandro.
Alejandro observó la mano con indiferencia, sonrió sarcástico, ladeó el rostro y metió las manos en los bolsillos de su pantalón.
—Acabo de conocerlo —dijo con voz fría—, solo los más allegados pueden tutearme y llamarme por mi nombre —señaló—. Por lo tanto, para mí no es un placer.
Jair alejó la mano y forzó una sonrisa— si quisieras —dio unos pasos hasta llegar cerca del rubio y levantó el rostro, mirándolo hacia arriba—, podríamos ser cercanos… —relamió sus labios en una clara insinuación.
El ojiverde estuvo a punto de responder, pero al ver que la mano del otro se acercaba a su pecho para tocarlo, desprendió de golpe una fuerte cantidad de feromonas. Jair se cubrió la nariz y dio un paso hacia atrás; la copa cayó al suelo, mientras él se cubría la nariz y la boca con las manos, el olor a madera era tan intenso que le quemaba la nariz.
—No vuelvas a intentar tocarme —siseó el ojiverde—, porque la próxima vez, no será una advertencia, ¡¿entendido?!
Alejandro caminó con paso firme, apartándose de ahí y Jair terminó de rodillas contra el piso; su cuerpo se estremecía de terror. Ya le habían advertido que ese hombre era un Alfa sumamente dominante, pero nunca pensó que se podría resistir a los encantos que tenía, los mismos con los que otros caían rápidamente.
Tosió y después de un momento, pudo respirar normalmente.
—Eres todo un reto —se burló—. Pero serás mío, Alejandro de León… Esa es mi meta ahora.
—Así que, aquí te escondías —dijo coqueto, con una copa en mano—. Tus amigos intentaron entretenerme como a los demás y tuve una pequeña discusión con el hijo del anfitrión, para poder llegar hasta aquí —se burló—, pero realmente tenía curiosidad de conocerte en persona.
El rubio lo miró con indiferencia y sintió el olor a fresas que emanaba del chico que tenía enfrente.
—Soy Jair Páez —extendió la mano—, un placer conocerte, Alejandro.
Alejandro observó la mano con indiferencia, sonrió sarcástico, ladeó el rostro y metió las manos en los bolsillos de su pantalón.
—Acabo de conocerlo —dijo con voz fría—, solo los más allegados pueden tutearme y llamarme por mi nombre —señaló—. Por lo tanto, para mí no es un placer.
Jair alejó la mano y forzó una sonrisa— si quisieras —dio unos pasos hasta llegar cerca del rubio y levantó el rostro, mirándolo hacia arriba—, podríamos ser cercanos… —relamió sus labios en una clara insinuación.
El ojiverde estuvo a punto de responder, pero al ver que la mano del otro se acercaba a su pecho para tocarlo, desprendió de golpe una fuerte cantidad de feromonas. Jair se cubrió la nariz y dio un paso hacia atrás; la copa cayó al suelo, mientras él se cubría la nariz y la boca con las manos, el olor a madera era tan intenso que le quemaba la nariz.
—No vuelvas a intentar tocarme —siseó el ojiverde—, porque la próxima vez, no será una advertencia, ¡¿entendido?!
Alejandro caminó con paso firme, apartándose de ahí y Jair terminó de rodillas contra el piso; su cuerpo se estremecía de terror. Ya le habían advertido que ese hombre era un Alfa sumamente dominante, pero nunca pensó que se podría resistir a los encantos que tenía, los mismos con los que otros caían rápidamente.
Tosió y después de un momento, pudo respirar normalmente.
—Eres todo un reto —se burló—. Pero serás mío, Alejandro de León… Esa es mi meta ahora.
Erick llegó a la fiesta y apenas entró del brazo de su esposo, todo el lugar se quedó en silencio.
Las miradas estaban puestas en él, especialmente de los Alfas que alguna vez llegaron a interesarse en cortejarlo; tenían tanto tiempo de no haberlo visto y esa noche constataban que se había vuelto más hermoso de lo que ya era, pese a que no portaba su larga melena negra que en antaño lo hacía ver más femenino. La gran mayoría ni siquiera ponía atención a Omar, pese a que estaba a su lado y el castaño era consciente de ello.
El instinto de Omar le decía que desplegara sus feromonas, pero si lo hacía, se arriesgaba a que Erick reaccionara y entonces, ni siquiera él podría soportar el olor y todos se enterarían que no podía acercarse a su esposo. Por esa razón, se tragó su orgullo y siguió caminando con rapidez, tratando de llevar a Erick hasta sus padres, pero en el camino, varias personas lo detuvieron para saludar al ojiazul, entre ellos el diseñador.
—¡Te ves fenomenal! —dijo el hombre con orgullo.
—Gracias, señor Ibarra —sonrió el ojiazul.
—Gracias por darle a mi esposo el traje —Omar forzó una sonrisa—, pero, ¿aún no me ha dicho cuanto le debo por él?
—No es nada —negó—. Con que Erick lo luzca, es más que suficiente para mí —dijo con orgullo—. Y quizá, que use otros diseños de mi colección —rió.
Erick titubeó, pero no podía negarse tan abiertamente— sería un honor… —señaló—. Pero no sé si acuda a todas las fiestas de la temporada.
—¡¿Por qué no?! —el diseñador se sorprendió.
—Erick tiene una salud delicada estos días —interrumpió Omar, sujetando a su esposo de la cintura—, es por eso que solo me acompañará a algunos eventos nada más.
—¿Salud delicada? —Gibran se sorprendió—. No me digas que… —su mirada se posó en el vientre de Erick.
—Ah… no… yo…
—Aun no lo sabemos —Omar acarició por encima de las telas el vientre de Erick—, pero si sucede, lo anunciaremos como es correcto… Ahora, con permiso, debemos ir a ver a mis padres…
Gibrán se sorprendió, pero con la idea de que Erick estaba esperando un bebé, fue a platicar con otras personas, para comentar la noticia, aunque solo era un rumor.
—No debiste decirle eso… —musitó el ojiazul.
—Que piensen lo que quieran —dijo el castaño con un dejo de molestia y apretó el brazo de su esposo, aunque nadie lo notó, porque había mucha tela cubriendo esa parte.
Erick hizo un ligero gesto de molestia y apresuró el paso.
Cuando la pareja llegó hasta los padres de Omar, Ulises fue el primero que se acercó Erick.
—¡Cariño! —dijo emocionado—. ¡Te miras fabuloso! —sonrió feliz, pero al ver el gesto de Erick se asustó—. ¿Pasa algo?
—No… solo…
—No se siente bien —Omar interrumpió—, le dije que no tenía que venir, pero ya tenía el compromiso con Ibarra.
—¡Oh, Cariño! Hubieras avisado, yo te hubiera disculpado con él.
—No… yo… no podía quedar mal —forzó una sonrisa.
Jacobo se dio cuenta que la reacción de Erick no era normal, así que se llevó a su hijo disimuladamente, apartándose de todos, para hablar con el otro a solas.
—¿Qué le hiciste? —preguntó entre dientes.
—Nada —respondió el castaño molesto—. Pero él no tenía qué estar aquí esta noche.
—¡¿Qué no tenía que estar aquí?! —gruñó—. ¿Te das cuenta que la simple presencia de Erick ayuda a nuestras relaciones sociales? —señaló—. Es lo que necesitamos, ¿sabes que el sobrino de Diego de León no se ha apartado de Agustín desde que se conocieron?
—¡¿Qué?! ¡Qué han estado haciendo?
—Hablando…
Jacobo señaló a una banca, donde Agustín estaba sentado, a su lado Julián le sujetaba la mano y parecía mantenerlo entretenido, ya que el pelinegro sonreía nerviosamente, pero no intentaba apartarse en lo más mínimo.
—Si esa relación prospera, debemos tener cuidado —indicó su padre—. Ahora, ve con tu esposo y trátalo con todas las consideraciones, que la gente vea que tienen un buen matrimonio, antes de que lo presentes con el hijo de Diego y sus compañeros.
—De acuerdo… —Omar apretó la mandíbula y camino de regreso sus pasos, pero en el camino, sujetó una copa de vino y la bebió de golpe.
Por su parte, Erick estaba con su suegro; Ulises estaba emocionado de que Erick lo acompañara ese día.
—Hola, Erick —la voz amable de Luis se escuchó.
—Hola, Luis, ¿mucho trabajo?
—Lo normal —el castaño se alzó de hombros—. Te ves muy bien…
—Gracias…
Un mesero se acercó a Luis y le habló al oído; el castaño soltó el aire— el trabajo me llama —se disculpó—. ¿Quieres algo de beber?
—Agua natural, por favor…
—Te la envío en un momento.
Luis se apartó y Omar llegó de inmediato.
—¿Lo conoces? —preguntó molesto.
—Es Luís Jiménez, un Beta, amigo de Agus y Marcel—respondió el ojiazul con seguridad.
—¡No seas celoso, hijo! —Ulises sonrió—. Erick no está haciendo nada malo.
—No importa —Omar negó—. Es mi esposo y no me gusta que hable con cualquiera…
Erick bajó el rostro pero por un segundo, percibió un aroma a café y cedro, logrando que todo su cuerpo se estremeciera.
—Buenas noches…
La voz varonil hizo eco en la mente del ojiazul y cuando levantó el rostro, la figura imponente de un hombre rubio, lo paralizó de inmediato.
«¡Él!» el recuerdo del niño rubio que lo había mordido años atrás, se hizo presente y de inmediato lo reconoció, así como el olor que siempre brotaba de su dedo.
—Buenas noches —Omar lo miró con desdén.
—Vine a presentarme personalmente, ya que somos competidores en negocios, no significa que seamos enemigos realmente —sonrió el ojiverde—, soy Alejandro de León… —extendió la mano con rapidez.
Omar observó la mano y un escalofrío lo cimbró; la simple presencia del rubio le causaba terror, pero trató de sobreponerse y aceptar el saludo.
—Omar Acosta —dijo con rapidez—. Él es mi madre, Ulises Pineda.
—Un placer… —Alejandro sujetó la mano del otro con amabilidad, pero realmente estaba impaciente de que lo presentaran con el ojiazul.
—El placer es mío… —Ulises sonrió amable.
—Y mi esposo, Erick Salazar —señaló Omar a su pareja.
—Un gusto en conocer al ‘príncipe Omega’ en persona —sonrió el ojiverde y sujetó la mano de Erick, inclinándose hasta besar los dedos con suavidad.
Erick sintió que su corazón se aceleraba; intentó decir algo, pero no le fue posible. La mano del rubio le quemaba y la caricia de esos labios en su piel, había sido como una gran descarga eléctrica que lo recorrió de pies a cabeza. Sin proponérselo, un sonrojo le cubrió el rostro y sus piernas le temblaron; además, el olor de su cuerpo empezó a desprenderse y Omar sintió que su estómago se revolvía.
—Disculpe… —dijo el castaño y sujetó a Erick del brazo, apartándolo de inmediato de ahí y llevándolo hasta un rincón—. ¡¿Qué te sucede?! —preguntó con molestia, al sentir que, lentamente, el olor empezaba a aumentar de intensidad y otros Alfas empezaban a captarlo también, ya que volteaban en busca del dueño de esas feromonas y hacían un gesto de desagrado.
El ojiazul se abrazó —mi… mi celo —tembló.
—¡¿Qué?! —Omar negó—. ¡Tú próximo celo debe llegar en marzo! —señaló en voz baja.
Omar sabía que el celo de Erick, después de su boda, se presentaba cada seis meses y duraba tres días, además de que el próximo debía ser a finales de marzo; por ello, durante ese tiempo lo enviaba a una propiedad apartada. Joseph le llevaba tres veces al día comida, ya que los guardias eran Alfas y no se podían acercar a la casa, porque el olor del ojiazul los repelía; no había ningún trabajador Beta, porque el castaño no se arriesgaría a que alguno se aprovechara de su esposo, así que, el ojiazul se quedaba solo.
Erick se abrazó a sí mismo y empezó a temblar. Omar se dio cuenta que dentro de poco, su esposo no podría controlarse, así que lo sujetó del brazo y lo guio por el lugar, tratando de pasar desapercibido. Alfas y Omegas empezaron a percibir el olor desagradable y los murmullos iniciaron, ya que no podían identificar aun al dueño de esas feromonas.
“Un Omega marcado…” “Eso es imposible…” “¿Quién será?” “¿Por qué vino?” “¿Cómo es que no sabe su ciclo de celo?” “¿Por qué su Alfa no lo controla?”
Omar llegó justo a dónde estaba Agustín, aun platicando con Julián.
—¡Agustín! —llamó con frialdad.
El pelinegro soltó el aire molesto y levantó el rostro para decirle algo a su cuñado, pero al ver a Erick y su gesto de dolor, se incorporó de inmediato, yendo hacia él.
—¡¿Qué ocurre?! —preguntó asustado.
—Inició su celo —respondió el otro entre dientes —. ¡Llévatelo!
Agustín lo miró desafiante— ¿Qué? ¿No quieres que todos se enteren que tu relación con Erick es solo una fachada?
—No estoy para bromas —siseó el castaño—. Si la gente sabe que tu hermano fue marcado por alguien que no soy yo, ¿quién crees que saldrá más perjudicado?
Agustín apretó los puños, sabía que Erick sería señalado, aunque él no hubiera tenido la culpa, así que, se movió, sujetó a su hermano por la cintura y lo ayudó a salir; Omar no lo pudo acompañar, porque para él, el olor ya era insoportable.
Julián intentó ayudar a Agustín — ¿necesitas ayu…? —no pudo decir más, el olor que desprendía el ojiazul también lo estaba repeliendo.
—Estaré bien, no te acerques —pidió con seriedad y guió a Erick por un ventanal, para sacarlo del salón y llevarlo hacia dónde estaban los automóviles.
Julián los siguió a varios pasos, aunque el olor del otro era muy potente, podía tolerarlo lo suficiente.
«Es como cuando Alejandro me ataca…» pensó seguro. Podía reconocer las feromonas de su amigo con facilidad, ya que normalmente era él quien siempre le hacía frente, cuando estaba por salirse de control «pero hay otro perfume… uno que no puedo identificar…»
Agustín llegó a dónde estaba el automóvil en el que había llegado, pero no estaba el chofer.
—¡Maldita sea! —gruñó.
Sin dudar, el pelinegro rompió el cristal con el codo, sin importar que la alarma se detonó; le quitó el seguro a la puerta de atrás y ayudó a Erick a que se recostara en el asiento. Julián se quedó sorprendido por esas acciones y sonrió divertido.
«No es el clásico Omega frágil…»
Pero al ver que Agustín se metía al asiento del conductor, se sobresaltó— ¡¿a dónde vas?!
—Debo llevarlo a un lugar seguro.
—¡Joven Salazar! —el chofer llegó corriendo.
—¡Dame las llaves! —ordenó Agustín—. Debo llevar a Erick a la “cabaña”.
—Pero…
—¡Dame las malditas llaves! —gritó.
El hombre sacó las llaves de su pantalón y se las entregó.
—¿Necesitas que te acompañe? —Julián aún se tapaba la nariz.
—No creo que lo soportes… —sonrió cansado el menor.
—No quiero dejarte solo.
Agustín titubeó— nadie más que la familia puede entrar a ese lugar, si quieres, puedes seguirme en otro auto, para dejar este allá, en caso de que Erick lo necesite —encendió el vehículo—. Pero no puedo esperar más.
Julián corrió hacia el vehículo que lo había llevado ahí y le pidió al chofer que siguiera a Agustín.
Ambos vehículos salieron del terreno, todo, mientras Alejandro los observaba desde una ventana de la mansión.
—¿Qué pasó? —preguntó Dimitry, que llegó hasta él.
—Julián me dirá su ubicación en cuanto el hermanito lo deje instalado —señaló con frialdad—, solo debo ser paciente, pero avísale a los demás porque en cuanto lo sepamos, debemos salir de aquí.
—De acuerdo…
Dimitry fue a avisarles a los demás, mientras Alejandro volvía con Omar y su mamá.
—¿Ocurrió algo con su esposo? —indagó el rubio, bebiendo el vino que llevaba en una copa.
Omar tembló— si… —titubeó—. No se ha sentido bien los últimos días —forzó una sonrisa—. Le dije que lo llevaría a casa, pero él sabe que mis negocios son importantes, así que prefirió volver solo… —se bebió de golpe el vino de su copa, para pasar el trago amargo.
«¡Mentiroso!» pensó el ojiverde.
—Es una lástima, me hubiera gustado platicar un poco con él, no todos los días se conoce a una celebridad —sonrió—. Además, supe que tiene un criadero de conejos para consumo y por lo que sé, es la mejor carne blanca de este país.
—Realmente, ese es un proyecto de su padre —Omar se alzó de hombros—. Erick los cría como mascotas.
—¡Oh! Entonces si deseo hacer negocios de exportación con esa carne, ¿debería hablar con el padre de él? —buscó con la mirada al padre de Erick, que se encontraba a unos metros de ellos.
Alonso se dio cuenta que el rubio lo buscaba con la mirada y desde su lugar, movió la copa que traía en mano a modo de saludo, el cual, el ojiverde correspondió con el mismo ademán. Omar apretó los puños; si le daba más oportunidad a Alejandro de socializar con su suegro, podría perder mucha presencia.
—¡No es necesario! —el castaño negó—. Le concretaré una cita con mi esposo, para que hablen de negocios, ya es hora que Erick, se haga cargo de ello, su padre no puede seguir controlando ese pasatiempo, después de todo, ya casi tenemos tres años de casados…
Alejandro sonrió, dejó de lado la copa que traía y sacó del interior de su saco, una pequeña tarjetera de oro, grabada con sus iniciales; sacó una tarjeta de presentación, con su número personal y se la entregó a Omar.
—Será un placer hacer negocios con su esposo… Y con usted, obviamente —sonrió el rubio—. Ahora, con su permiso, debo seguir conociendo a las demás personas en la fiesta —ladeó el rostro—, mis padres no estarían felices si solo me centro en una familia desde que llegué, ¿verdad?
—Eso es cierto —Ulises asintió divertido.
—Un placer conocerlo, señor Acosta —el rubio se inclinó y besó la mano de Ulises, luego se despidió con un ademán y se fue.
Omar se sintió orgulloso. Aunque fuera por el pasatiempo de Erick, tenía una oportunidad de establecer relaciones comerciales con la familia De León, eso significaba que no necesitaba de la familia de su esposo, ni de su suegro, mucho menos de su detestable cuñado.
—¿Qué pasó? —preguntó Jacobo, al volver con su hijo y esposo, ya que se había entretenido con unos socios y no pudo volver antes de que el rubio se fuera.
—Creo que podemos hacer negocios con De León —sonrió Omar, sintiéndose dueño de la situación.
Por su parte, Alejandro se alejó, borrando la sonrisa de su rostro.
«Debo mantener las apariencias con este imbécil… Mientras lo entretenga con una falsa idea de negocios, yo podré concentrarme en acercarme al Conejo…»
Las miradas estaban puestas en él, especialmente de los Alfas que alguna vez llegaron a interesarse en cortejarlo; tenían tanto tiempo de no haberlo visto y esa noche constataban que se había vuelto más hermoso de lo que ya era, pese a que no portaba su larga melena negra que en antaño lo hacía ver más femenino. La gran mayoría ni siquiera ponía atención a Omar, pese a que estaba a su lado y el castaño era consciente de ello.
El instinto de Omar le decía que desplegara sus feromonas, pero si lo hacía, se arriesgaba a que Erick reaccionara y entonces, ni siquiera él podría soportar el olor y todos se enterarían que no podía acercarse a su esposo. Por esa razón, se tragó su orgullo y siguió caminando con rapidez, tratando de llevar a Erick hasta sus padres, pero en el camino, varias personas lo detuvieron para saludar al ojiazul, entre ellos el diseñador.
—¡Te ves fenomenal! —dijo el hombre con orgullo.
—Gracias, señor Ibarra —sonrió el ojiazul.
—Gracias por darle a mi esposo el traje —Omar forzó una sonrisa—, pero, ¿aún no me ha dicho cuanto le debo por él?
—No es nada —negó—. Con que Erick lo luzca, es más que suficiente para mí —dijo con orgullo—. Y quizá, que use otros diseños de mi colección —rió.
Erick titubeó, pero no podía negarse tan abiertamente— sería un honor… —señaló—. Pero no sé si acuda a todas las fiestas de la temporada.
—¡¿Por qué no?! —el diseñador se sorprendió.
—Erick tiene una salud delicada estos días —interrumpió Omar, sujetando a su esposo de la cintura—, es por eso que solo me acompañará a algunos eventos nada más.
—¿Salud delicada? —Gibran se sorprendió—. No me digas que… —su mirada se posó en el vientre de Erick.
—Ah… no… yo…
—Aun no lo sabemos —Omar acarició por encima de las telas el vientre de Erick—, pero si sucede, lo anunciaremos como es correcto… Ahora, con permiso, debemos ir a ver a mis padres…
Gibrán se sorprendió, pero con la idea de que Erick estaba esperando un bebé, fue a platicar con otras personas, para comentar la noticia, aunque solo era un rumor.
—No debiste decirle eso… —musitó el ojiazul.
—Que piensen lo que quieran —dijo el castaño con un dejo de molestia y apretó el brazo de su esposo, aunque nadie lo notó, porque había mucha tela cubriendo esa parte.
Erick hizo un ligero gesto de molestia y apresuró el paso.
Cuando la pareja llegó hasta los padres de Omar, Ulises fue el primero que se acercó Erick.
—¡Cariño! —dijo emocionado—. ¡Te miras fabuloso! —sonrió feliz, pero al ver el gesto de Erick se asustó—. ¿Pasa algo?
—No… solo…
—No se siente bien —Omar interrumpió—, le dije que no tenía que venir, pero ya tenía el compromiso con Ibarra.
—¡Oh, Cariño! Hubieras avisado, yo te hubiera disculpado con él.
—No… yo… no podía quedar mal —forzó una sonrisa.
Jacobo se dio cuenta que la reacción de Erick no era normal, así que se llevó a su hijo disimuladamente, apartándose de todos, para hablar con el otro a solas.
—¿Qué le hiciste? —preguntó entre dientes.
—Nada —respondió el castaño molesto—. Pero él no tenía qué estar aquí esta noche.
—¡¿Qué no tenía que estar aquí?! —gruñó—. ¿Te das cuenta que la simple presencia de Erick ayuda a nuestras relaciones sociales? —señaló—. Es lo que necesitamos, ¿sabes que el sobrino de Diego de León no se ha apartado de Agustín desde que se conocieron?
—¡¿Qué?! ¡Qué han estado haciendo?
—Hablando…
Jacobo señaló a una banca, donde Agustín estaba sentado, a su lado Julián le sujetaba la mano y parecía mantenerlo entretenido, ya que el pelinegro sonreía nerviosamente, pero no intentaba apartarse en lo más mínimo.
—Si esa relación prospera, debemos tener cuidado —indicó su padre—. Ahora, ve con tu esposo y trátalo con todas las consideraciones, que la gente vea que tienen un buen matrimonio, antes de que lo presentes con el hijo de Diego y sus compañeros.
—De acuerdo… —Omar apretó la mandíbula y camino de regreso sus pasos, pero en el camino, sujetó una copa de vino y la bebió de golpe.
Por su parte, Erick estaba con su suegro; Ulises estaba emocionado de que Erick lo acompañara ese día.
—Hola, Erick —la voz amable de Luis se escuchó.
—Hola, Luis, ¿mucho trabajo?
—Lo normal —el castaño se alzó de hombros—. Te ves muy bien…
—Gracias…
Un mesero se acercó a Luis y le habló al oído; el castaño soltó el aire— el trabajo me llama —se disculpó—. ¿Quieres algo de beber?
—Agua natural, por favor…
—Te la envío en un momento.
Luis se apartó y Omar llegó de inmediato.
—¿Lo conoces? —preguntó molesto.
—Es Luís Jiménez, un Beta, amigo de Agus y Marcel—respondió el ojiazul con seguridad.
—¡No seas celoso, hijo! —Ulises sonrió—. Erick no está haciendo nada malo.
—No importa —Omar negó—. Es mi esposo y no me gusta que hable con cualquiera…
Erick bajó el rostro pero por un segundo, percibió un aroma a café y cedro, logrando que todo su cuerpo se estremeciera.
—Buenas noches…
La voz varonil hizo eco en la mente del ojiazul y cuando levantó el rostro, la figura imponente de un hombre rubio, lo paralizó de inmediato.
«¡Él!» el recuerdo del niño rubio que lo había mordido años atrás, se hizo presente y de inmediato lo reconoció, así como el olor que siempre brotaba de su dedo.
—Buenas noches —Omar lo miró con desdén.
—Vine a presentarme personalmente, ya que somos competidores en negocios, no significa que seamos enemigos realmente —sonrió el ojiverde—, soy Alejandro de León… —extendió la mano con rapidez.
Omar observó la mano y un escalofrío lo cimbró; la simple presencia del rubio le causaba terror, pero trató de sobreponerse y aceptar el saludo.
—Omar Acosta —dijo con rapidez—. Él es mi madre, Ulises Pineda.
—Un placer… —Alejandro sujetó la mano del otro con amabilidad, pero realmente estaba impaciente de que lo presentaran con el ojiazul.
—El placer es mío… —Ulises sonrió amable.
—Y mi esposo, Erick Salazar —señaló Omar a su pareja.
—Un gusto en conocer al ‘príncipe Omega’ en persona —sonrió el ojiverde y sujetó la mano de Erick, inclinándose hasta besar los dedos con suavidad.
Erick sintió que su corazón se aceleraba; intentó decir algo, pero no le fue posible. La mano del rubio le quemaba y la caricia de esos labios en su piel, había sido como una gran descarga eléctrica que lo recorrió de pies a cabeza. Sin proponérselo, un sonrojo le cubrió el rostro y sus piernas le temblaron; además, el olor de su cuerpo empezó a desprenderse y Omar sintió que su estómago se revolvía.
—Disculpe… —dijo el castaño y sujetó a Erick del brazo, apartándolo de inmediato de ahí y llevándolo hasta un rincón—. ¡¿Qué te sucede?! —preguntó con molestia, al sentir que, lentamente, el olor empezaba a aumentar de intensidad y otros Alfas empezaban a captarlo también, ya que volteaban en busca del dueño de esas feromonas y hacían un gesto de desagrado.
El ojiazul se abrazó —mi… mi celo —tembló.
—¡¿Qué?! —Omar negó—. ¡Tú próximo celo debe llegar en marzo! —señaló en voz baja.
Omar sabía que el celo de Erick, después de su boda, se presentaba cada seis meses y duraba tres días, además de que el próximo debía ser a finales de marzo; por ello, durante ese tiempo lo enviaba a una propiedad apartada. Joseph le llevaba tres veces al día comida, ya que los guardias eran Alfas y no se podían acercar a la casa, porque el olor del ojiazul los repelía; no había ningún trabajador Beta, porque el castaño no se arriesgaría a que alguno se aprovechara de su esposo, así que, el ojiazul se quedaba solo.
Erick se abrazó a sí mismo y empezó a temblar. Omar se dio cuenta que dentro de poco, su esposo no podría controlarse, así que lo sujetó del brazo y lo guio por el lugar, tratando de pasar desapercibido. Alfas y Omegas empezaron a percibir el olor desagradable y los murmullos iniciaron, ya que no podían identificar aun al dueño de esas feromonas.
“Un Omega marcado…” “Eso es imposible…” “¿Quién será?” “¿Por qué vino?” “¿Cómo es que no sabe su ciclo de celo?” “¿Por qué su Alfa no lo controla?”
Omar llegó justo a dónde estaba Agustín, aun platicando con Julián.
—¡Agustín! —llamó con frialdad.
El pelinegro soltó el aire molesto y levantó el rostro para decirle algo a su cuñado, pero al ver a Erick y su gesto de dolor, se incorporó de inmediato, yendo hacia él.
—¡¿Qué ocurre?! —preguntó asustado.
—Inició su celo —respondió el otro entre dientes —. ¡Llévatelo!
Agustín lo miró desafiante— ¿Qué? ¿No quieres que todos se enteren que tu relación con Erick es solo una fachada?
—No estoy para bromas —siseó el castaño—. Si la gente sabe que tu hermano fue marcado por alguien que no soy yo, ¿quién crees que saldrá más perjudicado?
Agustín apretó los puños, sabía que Erick sería señalado, aunque él no hubiera tenido la culpa, así que, se movió, sujetó a su hermano por la cintura y lo ayudó a salir; Omar no lo pudo acompañar, porque para él, el olor ya era insoportable.
Julián intentó ayudar a Agustín — ¿necesitas ayu…? —no pudo decir más, el olor que desprendía el ojiazul también lo estaba repeliendo.
—Estaré bien, no te acerques —pidió con seriedad y guió a Erick por un ventanal, para sacarlo del salón y llevarlo hacia dónde estaban los automóviles.
Julián los siguió a varios pasos, aunque el olor del otro era muy potente, podía tolerarlo lo suficiente.
«Es como cuando Alejandro me ataca…» pensó seguro. Podía reconocer las feromonas de su amigo con facilidad, ya que normalmente era él quien siempre le hacía frente, cuando estaba por salirse de control «pero hay otro perfume… uno que no puedo identificar…»
Agustín llegó a dónde estaba el automóvil en el que había llegado, pero no estaba el chofer.
—¡Maldita sea! —gruñó.
Sin dudar, el pelinegro rompió el cristal con el codo, sin importar que la alarma se detonó; le quitó el seguro a la puerta de atrás y ayudó a Erick a que se recostara en el asiento. Julián se quedó sorprendido por esas acciones y sonrió divertido.
«No es el clásico Omega frágil…»
Pero al ver que Agustín se metía al asiento del conductor, se sobresaltó— ¡¿a dónde vas?!
—Debo llevarlo a un lugar seguro.
—¡Joven Salazar! —el chofer llegó corriendo.
—¡Dame las llaves! —ordenó Agustín—. Debo llevar a Erick a la “cabaña”.
—Pero…
—¡Dame las malditas llaves! —gritó.
El hombre sacó las llaves de su pantalón y se las entregó.
—¿Necesitas que te acompañe? —Julián aún se tapaba la nariz.
—No creo que lo soportes… —sonrió cansado el menor.
—No quiero dejarte solo.
Agustín titubeó— nadie más que la familia puede entrar a ese lugar, si quieres, puedes seguirme en otro auto, para dejar este allá, en caso de que Erick lo necesite —encendió el vehículo—. Pero no puedo esperar más.
Julián corrió hacia el vehículo que lo había llevado ahí y le pidió al chofer que siguiera a Agustín.
Ambos vehículos salieron del terreno, todo, mientras Alejandro los observaba desde una ventana de la mansión.
—¿Qué pasó? —preguntó Dimitry, que llegó hasta él.
—Julián me dirá su ubicación en cuanto el hermanito lo deje instalado —señaló con frialdad—, solo debo ser paciente, pero avísale a los demás porque en cuanto lo sepamos, debemos salir de aquí.
—De acuerdo…
Dimitry fue a avisarles a los demás, mientras Alejandro volvía con Omar y su mamá.
—¿Ocurrió algo con su esposo? —indagó el rubio, bebiendo el vino que llevaba en una copa.
Omar tembló— si… —titubeó—. No se ha sentido bien los últimos días —forzó una sonrisa—. Le dije que lo llevaría a casa, pero él sabe que mis negocios son importantes, así que prefirió volver solo… —se bebió de golpe el vino de su copa, para pasar el trago amargo.
«¡Mentiroso!» pensó el ojiverde.
—Es una lástima, me hubiera gustado platicar un poco con él, no todos los días se conoce a una celebridad —sonrió—. Además, supe que tiene un criadero de conejos para consumo y por lo que sé, es la mejor carne blanca de este país.
—Realmente, ese es un proyecto de su padre —Omar se alzó de hombros—. Erick los cría como mascotas.
—¡Oh! Entonces si deseo hacer negocios de exportación con esa carne, ¿debería hablar con el padre de él? —buscó con la mirada al padre de Erick, que se encontraba a unos metros de ellos.
Alonso se dio cuenta que el rubio lo buscaba con la mirada y desde su lugar, movió la copa que traía en mano a modo de saludo, el cual, el ojiverde correspondió con el mismo ademán. Omar apretó los puños; si le daba más oportunidad a Alejandro de socializar con su suegro, podría perder mucha presencia.
—¡No es necesario! —el castaño negó—. Le concretaré una cita con mi esposo, para que hablen de negocios, ya es hora que Erick, se haga cargo de ello, su padre no puede seguir controlando ese pasatiempo, después de todo, ya casi tenemos tres años de casados…
Alejandro sonrió, dejó de lado la copa que traía y sacó del interior de su saco, una pequeña tarjetera de oro, grabada con sus iniciales; sacó una tarjeta de presentación, con su número personal y se la entregó a Omar.
—Será un placer hacer negocios con su esposo… Y con usted, obviamente —sonrió el rubio—. Ahora, con su permiso, debo seguir conociendo a las demás personas en la fiesta —ladeó el rostro—, mis padres no estarían felices si solo me centro en una familia desde que llegué, ¿verdad?
—Eso es cierto —Ulises asintió divertido.
—Un placer conocerlo, señor Acosta —el rubio se inclinó y besó la mano de Ulises, luego se despidió con un ademán y se fue.
Omar se sintió orgulloso. Aunque fuera por el pasatiempo de Erick, tenía una oportunidad de establecer relaciones comerciales con la familia De León, eso significaba que no necesitaba de la familia de su esposo, ni de su suegro, mucho menos de su detestable cuñado.
—¿Qué pasó? —preguntó Jacobo, al volver con su hijo y esposo, ya que se había entretenido con unos socios y no pudo volver antes de que el rubio se fuera.
—Creo que podemos hacer negocios con De León —sonrió Omar, sintiéndose dueño de la situación.
Por su parte, Alejandro se alejó, borrando la sonrisa de su rostro.
«Debo mantener las apariencias con este imbécil… Mientras lo entretenga con una falsa idea de negocios, yo podré concentrarme en acercarme al Conejo…»
David estaba en la barra, esperando una copa, cuando Dimitry se acercó a él.
—Julián fue detrás de la presa —susurró cerca del oído de su amigo—, debemos esperar su llamada.
—Normalmente le habla a Miguel —el de lentes levantó una ceja—, deberíamos esperar a que lo haga de nuevo.
—Miguel está ocupado —el pelirrojo le hizo una seña, indicándole dónde estaba el otro, riendo y dialogando con Marcel, quien le coqueteaba abiertamente—. Debemos estar alerta, iré a avisarles a Iván y Fabián.
—¿Dónde está Alex? —el ojigris buscó entre la gente.
—Está haciendo su maniobra con Acosta —el ruso sonrió—, sigamos con el plan…
—De acuerdo.
Dimitry se apartó, yendo en busca de sus amigos. David recibió el vaso con lo que había pedido y sacó su celular del bolsillo, volviendo a ponerle sonido, ya que si Julián marcaba, debía asegurarse de escucharlo.
—Buenas noches…
El de lentes dejó el vaso en la barra y observó a su lado; un delicado Omega de cabello cobrizo y largo, estaba ahí, viéndolo con sus ojos castaños de una forma interesada y desprendía un ligero olor a manzana.
—Buenas noches… —saludó el castaño.
—Soy Fausto Estrada —extendió la mano con rapidez.
David sonrió por inercia, ya sabía lo que se proponía el otro— un placer, David Labastida —dijo con voz tranquila, aceptando la mano del recién llegado, sujetándola con delicadeza.
—¿Puedo acompañarte?
«¡Ya qué! No tengo nada qué hacer mientras espero…» pensó el castaño— ¡por supuesto! —dijo divertido y le hizo una seña, para que tomara asiento a su lado.
—Gracias… —sonrió el jovencito—. Disculpa mi atrevimiento… —prosiguió en cuanto se acomodó—. Pero tu apellido, Labastida, es de la familia que opera el banco más importante del país, ¿no es así?
David ahogó una risa «directo al punto…» pensó con rapidez.
—¿Haría alguna diferencia si soy parte de esa familia o no? —miró de soslayo a su compañero.
—Oh, claro que no… es solo, curiosidad.
«Sie, claro, “curiosidad”…»
David estaba a punto de contestarle, cuando el sonido de cosas cayendo se escuchó a su lado.
—¡Fíjate lo que haces! ¡Imbécil! —gritó Fausto y se puso de pie, ya que su vestido había sido manchado por el vino de algunas copas.
—Lo siento —la mesera tembló, pese a que estaba aún en el piso—, es que… me resbalé y…
La mano de Fausto se movió rápidamente y le plantó una bofetada— ¡Discúlpate correctamente! —bufó y el olor a manzanas empezó a hacerse presente, aunque parecía más a sidra.
Los Alfa y Omega cercanos, observaron la escena, especialmente porque el olor a manzanas fermentadas se volvió más intenso.
—Yo… ¡Lo lamento de verdad! —la mesera inclinó el rostro de manera sumisa
—Disculpe… —la voz seria de alguien más se escuchó—. Guille, no podrá percibir sus feromonas —señaló el castaño que acababa de llegar—. Yo me haré responsable de los daños que haya ocasionado…
—Y ¿tú quién eres? —Fausto lo miró molesto.
—Luís Jiménez —se presentó haciendo una reverencia—, yo me encargo del servicio de esta noche.
—¿Ah, sí? Pues tu mesera acaba de manchar un traje sumamente caro —levantó una ceja—, ¿crees que puedes pagarlo?
—Podría intentarlo, solo diga el precio —los ojos miel de Luis se mantuvieron fijos en el otro, pero no se movió.
Pese a que nadie pareció darse cuenta, David si captó un olor interesante.
«¿Maple?» pensó intrigado y sus ojos grises se movieron hasta el joven castaño que defendía a la chica, que seguía en el piso y parecía aguantar las ganas de llorar.
—Un Beta como tú, ¡no podría pagarlo! —dijo con desdén—. Ni trabajando como esclavo, durante el resto de su vida.
—No estamos discutiendo los métodos para pagar, sino el monto debido —señaló Luis con molestia.
«¡Wow! Excelente respuesta…» David sonrió por lo bajo.
Fausto se enfureció por las palabras del otro y dio un paso largo, con intención de abofetearlo también. David se puso de pie y sujetó la muñeca del Omega, antes de que lograra su cometido.
—Mi madre dice que un Omega debe ser amable y no rebajarse a los golpes —señaló el de lentes, desplegando sus feromonas.
El olor a anís hizo que no solo los Alfas que miraban se apartaran, sino los Omega y hasta el mismo Fausto dio un paso hacia atrás.
—¡¿Por qué defiendes a dos Betas?! —preguntó Fausto con ira.
—Porque no han hecho nada malo —respondió David—. Claramente intentan solucionar la situación, pero tú estás empeñado en seguir discutiendo… Si tanto te interesa lo que cuesta tu traje, dime su valor, te daré el doble sin problemas —dijo con una sonrisa sarcástica.
Fausto movió los labios, intentando decir algo, pero luego sus ojos se humedecieron y dio media vuelta, yéndose de inmediato, en medio de murmullos.
David se giró y observó cómo la chica era ayudada por el otro, para levantarse.
—¿Estás bien? —preguntó Luís con seriedad.
—No —negó ella—, me lastimé el pie… —hizo un mohín de dolor, al intentar poner el pie de forma firme—. Lo siento, me resbalé y no pude dar el paso al siguiente escalón.
—Vamos, te ayudaré a ir a la cocina…
—Yo le ayudo —David se acercó a la jovencita.
—No es necesario, yo puedo…
El de lentes no permitió que el otro objetara, simplemente levantó a la mesera en brazos; la chica se asustó, pero no pudo negarse y por inercia, se sujetó al cuello del otro.
—Guíame —sonrió David para Luis.
El castaño suspiró— de acuerdo… Por acá.
Luis caminó entre la gente, mientras David llevaba a la joven en brazos.
Los tres llegaron a la primera parte de la enorme cocina; era una estancia, dónde los meseros se preparaban para ir al salón a llevar las bebidas; no había nadie en ese momento, ya que todos estaban ocupados, no solo atendiendo a los invitados, sino preparando el lugar dónde se serviría la cena.
—Déjala aquí —Luis señaló un diván.
David dejó a la jovencita en el lugar indicado y se apartó.
—A ver, déjame ver… —Luis se inclinó y ayudó a quitar el zapato de la mujer.
La chica se quejó y aunque intentó evitarlo, un par de lágrimas escaparon de sus parpados, realmente le dolía.
—Creo que es un esguince —suspiró—, llamaré a una ambulancia, no puedes seguir esta noche…
—Pero, Luís, ¡necesito el dinero! —pidió ella con desespero.
—Te pagaré la noche completa, tranquila, lo importante es que te atiendan…
Luís se apartó y fue a una esquina, sacando su celular y marcando el número de emergencia.
—Tu jefe es muy amable —David se inclinó a ver el pie de la joven, dándose cuenta que se miraba inflamado, quizá era por eso que no se había levantado cuando Fausto la abofeteó en el piso.
—No es mi jefe, aún —sonrió ella—, es el hijo de mi jefe— anunció con ensoñación.
David se dio cuenta de la mirada de ella hacia el otro y no le agradó en lo más mínimo— pues es un Omega muy agradable.
—¿Omega? —la chica levantó una ceja y sonrió—. Luís no es Omega, es Beta.
—¿Segura? —David se cruzó de brazos—. Creí percibir un olor a maple de él —lo señaló ligeramente.
—Seguramente se equivocó —la chica se alzó de hombros—. Debió ser de alguien más… O quizá es su loción —dijo con seguridad—. Si fuera Omega, no creo que sus padres lo dejaran solo en una fiesta llena de Alfas, ¿no lo cree?
Los ojos grises miraron de reojo al castaño que seguía dando las indicaciones por su celular. «Nunca me equivoco…» pensó con seriedad, pero debía confirmarlo.
Luís regresó— llegarán en un momento, Guille, no te preocupes.
—Lo siento… —la chica suspiró—. Espero que alguien más pueda cubrir mi rol esta noche.
Luís revisó su celular— a esta hora, ya no puedo contactar a nadie —sonrió—, pero no te preocupes, yo tomaré tu lugar.
—¡¿Tú?! —ella abrió los ojos con sorpresa.
—No será mi primera vez atendiendo en una fiesta —el castaño le restó importancia—, eso hacía antes… —musitó y se giró para ver a David—. Gracias por habernos ayudado, no era necesario, pero gracias.
—Fue un placer… Ah, ¿cómo dijiste que te llamas?
—Luís… Luís Jiménez —repitió y le ofreció la mano.
David sonrió y la sujetó, pero a diferencia de como normalmente trataba con Alfas y Betas, le besó la mano como a un Omega, sintiendo como el otro temblaba y el ligero olor a maple se desprendía de la piel.
«Recesivo…»
La mesera se sorprendió por esa acción y Luís intentó apartar la mano de inmediato, pero la fuerza del otro no se lo permitió.
—Sabía que eras un Omega —dijo al incorporarse y acomodarse los lentes.
—¡¿Qué?! —Luís sintió que sus mejillas ardían—. ¡Claro que no! —negó—. ¡Soy Beta! —insistió, tratando de apartar la mano con mayor desespero.
—¿En serio? —David seguía sin soltar al otro y aprovechó que lo tenía cerca, para liberar sus feromonas.
La chica en el sillón no se dio cuenta, pero Luís sí; sus ojos se abrieron con sorpresa y sus piernas temblaron. David sintió como el otro dejaba de luchar, así que se apresuró a sujetarlo por la cintura y hablarle al oído.
—Eres recesivo —musitó—, pero puedo percibir tu dulce olor a Maple… ¿Te gusta mi olor de seducción? —pasó la lengua por la oreja—. El dulce de leche es un olor que a muchos atrae, por eso siempre lo oculto con el olor de Anís, para repeler a los demás —confesó—, pero incluso ese, a ti no te molestó…
Luís intentó apartarlo, pero sus dedos sujetaron la tela de las mangas con debilidad.
—Por favor… —suplicó—. No lo hagas…
Sabía que si no apartaba a ese sujeto rápido, terminaría sucumbiendo y no quería, ni podía hacerlo; si seguía de esa manera, él también tendría que retirarse, porque su Celo iniciaría, por estimulación de un Alfa. Si eso ocurría, todos sabrían que era un Omega y la mentira que había podido mantener durante años, terminaría.
El sonido de un celular se escuchó y David lo sacó de su bolsillo, para responder.
—¿Qué pasó? —preguntó de inmediato, mientras hacía que sus feromonas se dispersaran, para no seguir afectando al otro—. De acuerdo, voy para allá —colgó la llamada y guardó el aparato—. Tienes suerte…
David se apartó con lentitud, permitiendo que Luís recobrara la compostura; sabía que al ser un recesivo no entraría en celo tan rápido, así que podía estar seguro que estaría bien.
—Lamentablemente tengo que irme —el ojigris sonrió—, pero ten por seguro que nos encontraremos de nuevo… —se inclinó y besó los dedos una vez más, antes de irse.
Luís se quedó ahí, de pie, observando la puerta por dónde el otro desapareció, estrujando sus manos con insistencia; aun sentía un cosquilleo en su estómago, pero pudo controlar su respiración, para calmarse.
—¿Luís? —la chica en el sillón lo observó curiosa—. Ese Alfa dijo que… ¿eres Omega? —musitó con nervios.
—Fue un error —el castaño forzó una sonrisa—. Creo que intentó doblegarme con sus feromonas, pero no las percibí —mintió.
La joven soltó el aire con alivio— me alegra… —sonrió.
—Ahora, espera a que llegue la ambulancia, yo iré a servir…
El castaño caminó a la cocina, pero fue hacia un pasillo y rápidamente llegó al servicio sanitario de la servidumbre; cerró la puerta y se recargó en la misma, pasando saliva y apretando los parpados.
—¡¿Qué demonios fue eso?! —se preguntó asustado, pues jamás había tenido una reacción con un Alfa.
Tembló y acercó a su nariz, la mano que el otro había besado; a pesar de que normalmente no percibía las feromonas de los demás, en ese momento, claramente pudo captar el olor de dulce de leche con un toque de anís y se relamió los labios.
“ten por seguro que nos encontraremos de nuevo…”
Los labios de Luís se curvaron en una débil mueca— lo dudo —suspiró—, ni siquiera sé tu nombre…
—Julián fue detrás de la presa —susurró cerca del oído de su amigo—, debemos esperar su llamada.
—Normalmente le habla a Miguel —el de lentes levantó una ceja—, deberíamos esperar a que lo haga de nuevo.
—Miguel está ocupado —el pelirrojo le hizo una seña, indicándole dónde estaba el otro, riendo y dialogando con Marcel, quien le coqueteaba abiertamente—. Debemos estar alerta, iré a avisarles a Iván y Fabián.
—¿Dónde está Alex? —el ojigris buscó entre la gente.
—Está haciendo su maniobra con Acosta —el ruso sonrió—, sigamos con el plan…
—De acuerdo.
Dimitry se apartó, yendo en busca de sus amigos. David recibió el vaso con lo que había pedido y sacó su celular del bolsillo, volviendo a ponerle sonido, ya que si Julián marcaba, debía asegurarse de escucharlo.
—Buenas noches…
El de lentes dejó el vaso en la barra y observó a su lado; un delicado Omega de cabello cobrizo y largo, estaba ahí, viéndolo con sus ojos castaños de una forma interesada y desprendía un ligero olor a manzana.
—Buenas noches… —saludó el castaño.
—Soy Fausto Estrada —extendió la mano con rapidez.
David sonrió por inercia, ya sabía lo que se proponía el otro— un placer, David Labastida —dijo con voz tranquila, aceptando la mano del recién llegado, sujetándola con delicadeza.
—¿Puedo acompañarte?
«¡Ya qué! No tengo nada qué hacer mientras espero…» pensó el castaño— ¡por supuesto! —dijo divertido y le hizo una seña, para que tomara asiento a su lado.
—Gracias… —sonrió el jovencito—. Disculpa mi atrevimiento… —prosiguió en cuanto se acomodó—. Pero tu apellido, Labastida, es de la familia que opera el banco más importante del país, ¿no es así?
David ahogó una risa «directo al punto…» pensó con rapidez.
—¿Haría alguna diferencia si soy parte de esa familia o no? —miró de soslayo a su compañero.
—Oh, claro que no… es solo, curiosidad.
«Sie, claro, “curiosidad”…»
David estaba a punto de contestarle, cuando el sonido de cosas cayendo se escuchó a su lado.
—¡Fíjate lo que haces! ¡Imbécil! —gritó Fausto y se puso de pie, ya que su vestido había sido manchado por el vino de algunas copas.
—Lo siento —la mesera tembló, pese a que estaba aún en el piso—, es que… me resbalé y…
La mano de Fausto se movió rápidamente y le plantó una bofetada— ¡Discúlpate correctamente! —bufó y el olor a manzanas empezó a hacerse presente, aunque parecía más a sidra.
Los Alfa y Omega cercanos, observaron la escena, especialmente porque el olor a manzanas fermentadas se volvió más intenso.
—Yo… ¡Lo lamento de verdad! —la mesera inclinó el rostro de manera sumisa
—Disculpe… —la voz seria de alguien más se escuchó—. Guille, no podrá percibir sus feromonas —señaló el castaño que acababa de llegar—. Yo me haré responsable de los daños que haya ocasionado…
—Y ¿tú quién eres? —Fausto lo miró molesto.
—Luís Jiménez —se presentó haciendo una reverencia—, yo me encargo del servicio de esta noche.
—¿Ah, sí? Pues tu mesera acaba de manchar un traje sumamente caro —levantó una ceja—, ¿crees que puedes pagarlo?
—Podría intentarlo, solo diga el precio —los ojos miel de Luis se mantuvieron fijos en el otro, pero no se movió.
Pese a que nadie pareció darse cuenta, David si captó un olor interesante.
«¿Maple?» pensó intrigado y sus ojos grises se movieron hasta el joven castaño que defendía a la chica, que seguía en el piso y parecía aguantar las ganas de llorar.
—Un Beta como tú, ¡no podría pagarlo! —dijo con desdén—. Ni trabajando como esclavo, durante el resto de su vida.
—No estamos discutiendo los métodos para pagar, sino el monto debido —señaló Luis con molestia.
«¡Wow! Excelente respuesta…» David sonrió por lo bajo.
Fausto se enfureció por las palabras del otro y dio un paso largo, con intención de abofetearlo también. David se puso de pie y sujetó la muñeca del Omega, antes de que lograra su cometido.
—Mi madre dice que un Omega debe ser amable y no rebajarse a los golpes —señaló el de lentes, desplegando sus feromonas.
El olor a anís hizo que no solo los Alfas que miraban se apartaran, sino los Omega y hasta el mismo Fausto dio un paso hacia atrás.
—¡¿Por qué defiendes a dos Betas?! —preguntó Fausto con ira.
—Porque no han hecho nada malo —respondió David—. Claramente intentan solucionar la situación, pero tú estás empeñado en seguir discutiendo… Si tanto te interesa lo que cuesta tu traje, dime su valor, te daré el doble sin problemas —dijo con una sonrisa sarcástica.
Fausto movió los labios, intentando decir algo, pero luego sus ojos se humedecieron y dio media vuelta, yéndose de inmediato, en medio de murmullos.
David se giró y observó cómo la chica era ayudada por el otro, para levantarse.
—¿Estás bien? —preguntó Luís con seriedad.
—No —negó ella—, me lastimé el pie… —hizo un mohín de dolor, al intentar poner el pie de forma firme—. Lo siento, me resbalé y no pude dar el paso al siguiente escalón.
—Vamos, te ayudaré a ir a la cocina…
—Yo le ayudo —David se acercó a la jovencita.
—No es necesario, yo puedo…
El de lentes no permitió que el otro objetara, simplemente levantó a la mesera en brazos; la chica se asustó, pero no pudo negarse y por inercia, se sujetó al cuello del otro.
—Guíame —sonrió David para Luis.
El castaño suspiró— de acuerdo… Por acá.
Luis caminó entre la gente, mientras David llevaba a la joven en brazos.
Los tres llegaron a la primera parte de la enorme cocina; era una estancia, dónde los meseros se preparaban para ir al salón a llevar las bebidas; no había nadie en ese momento, ya que todos estaban ocupados, no solo atendiendo a los invitados, sino preparando el lugar dónde se serviría la cena.
—Déjala aquí —Luis señaló un diván.
David dejó a la jovencita en el lugar indicado y se apartó.
—A ver, déjame ver… —Luis se inclinó y ayudó a quitar el zapato de la mujer.
La chica se quejó y aunque intentó evitarlo, un par de lágrimas escaparon de sus parpados, realmente le dolía.
—Creo que es un esguince —suspiró—, llamaré a una ambulancia, no puedes seguir esta noche…
—Pero, Luís, ¡necesito el dinero! —pidió ella con desespero.
—Te pagaré la noche completa, tranquila, lo importante es que te atiendan…
Luís se apartó y fue a una esquina, sacando su celular y marcando el número de emergencia.
—Tu jefe es muy amable —David se inclinó a ver el pie de la joven, dándose cuenta que se miraba inflamado, quizá era por eso que no se había levantado cuando Fausto la abofeteó en el piso.
—No es mi jefe, aún —sonrió ella—, es el hijo de mi jefe— anunció con ensoñación.
David se dio cuenta de la mirada de ella hacia el otro y no le agradó en lo más mínimo— pues es un Omega muy agradable.
—¿Omega? —la chica levantó una ceja y sonrió—. Luís no es Omega, es Beta.
—¿Segura? —David se cruzó de brazos—. Creí percibir un olor a maple de él —lo señaló ligeramente.
—Seguramente se equivocó —la chica se alzó de hombros—. Debió ser de alguien más… O quizá es su loción —dijo con seguridad—. Si fuera Omega, no creo que sus padres lo dejaran solo en una fiesta llena de Alfas, ¿no lo cree?
Los ojos grises miraron de reojo al castaño que seguía dando las indicaciones por su celular. «Nunca me equivoco…» pensó con seriedad, pero debía confirmarlo.
Luís regresó— llegarán en un momento, Guille, no te preocupes.
—Lo siento… —la chica suspiró—. Espero que alguien más pueda cubrir mi rol esta noche.
Luís revisó su celular— a esta hora, ya no puedo contactar a nadie —sonrió—, pero no te preocupes, yo tomaré tu lugar.
—¡¿Tú?! —ella abrió los ojos con sorpresa.
—No será mi primera vez atendiendo en una fiesta —el castaño le restó importancia—, eso hacía antes… —musitó y se giró para ver a David—. Gracias por habernos ayudado, no era necesario, pero gracias.
—Fue un placer… Ah, ¿cómo dijiste que te llamas?
—Luís… Luís Jiménez —repitió y le ofreció la mano.
David sonrió y la sujetó, pero a diferencia de como normalmente trataba con Alfas y Betas, le besó la mano como a un Omega, sintiendo como el otro temblaba y el ligero olor a maple se desprendía de la piel.
«Recesivo…»
La mesera se sorprendió por esa acción y Luís intentó apartar la mano de inmediato, pero la fuerza del otro no se lo permitió.
—Sabía que eras un Omega —dijo al incorporarse y acomodarse los lentes.
—¡¿Qué?! —Luís sintió que sus mejillas ardían—. ¡Claro que no! —negó—. ¡Soy Beta! —insistió, tratando de apartar la mano con mayor desespero.
—¿En serio? —David seguía sin soltar al otro y aprovechó que lo tenía cerca, para liberar sus feromonas.
La chica en el sillón no se dio cuenta, pero Luís sí; sus ojos se abrieron con sorpresa y sus piernas temblaron. David sintió como el otro dejaba de luchar, así que se apresuró a sujetarlo por la cintura y hablarle al oído.
—Eres recesivo —musitó—, pero puedo percibir tu dulce olor a Maple… ¿Te gusta mi olor de seducción? —pasó la lengua por la oreja—. El dulce de leche es un olor que a muchos atrae, por eso siempre lo oculto con el olor de Anís, para repeler a los demás —confesó—, pero incluso ese, a ti no te molestó…
Luís intentó apartarlo, pero sus dedos sujetaron la tela de las mangas con debilidad.
—Por favor… —suplicó—. No lo hagas…
Sabía que si no apartaba a ese sujeto rápido, terminaría sucumbiendo y no quería, ni podía hacerlo; si seguía de esa manera, él también tendría que retirarse, porque su Celo iniciaría, por estimulación de un Alfa. Si eso ocurría, todos sabrían que era un Omega y la mentira que había podido mantener durante años, terminaría.
El sonido de un celular se escuchó y David lo sacó de su bolsillo, para responder.
—¿Qué pasó? —preguntó de inmediato, mientras hacía que sus feromonas se dispersaran, para no seguir afectando al otro—. De acuerdo, voy para allá —colgó la llamada y guardó el aparato—. Tienes suerte…
David se apartó con lentitud, permitiendo que Luís recobrara la compostura; sabía que al ser un recesivo no entraría en celo tan rápido, así que podía estar seguro que estaría bien.
—Lamentablemente tengo que irme —el ojigris sonrió—, pero ten por seguro que nos encontraremos de nuevo… —se inclinó y besó los dedos una vez más, antes de irse.
Luís se quedó ahí, de pie, observando la puerta por dónde el otro desapareció, estrujando sus manos con insistencia; aun sentía un cosquilleo en su estómago, pero pudo controlar su respiración, para calmarse.
—¿Luís? —la chica en el sillón lo observó curiosa—. Ese Alfa dijo que… ¿eres Omega? —musitó con nervios.
—Fue un error —el castaño forzó una sonrisa—. Creo que intentó doblegarme con sus feromonas, pero no las percibí —mintió.
La joven soltó el aire con alivio— me alegra… —sonrió.
—Ahora, espera a que llegue la ambulancia, yo iré a servir…
El castaño caminó a la cocina, pero fue hacia un pasillo y rápidamente llegó al servicio sanitario de la servidumbre; cerró la puerta y se recargó en la misma, pasando saliva y apretando los parpados.
—¡¿Qué demonios fue eso?! —se preguntó asustado, pues jamás había tenido una reacción con un Alfa.
Tembló y acercó a su nariz, la mano que el otro había besado; a pesar de que normalmente no percibía las feromonas de los demás, en ese momento, claramente pudo captar el olor de dulce de leche con un toque de anís y se relamió los labios.
“ten por seguro que nos encontraremos de nuevo…”
Los labios de Luís se curvaron en una débil mueca— lo dudo —suspiró—, ni siquiera sé tu nombre…
—¡Eres muy divertido! —Marcel observaba la mano de Miguel y la comparaba con las suyas, claramente el otro era más grande que él—. Muy diferente a otros Alfa que he conocido…
—Así que, ¿has tenido alguna relación con otros Alfa? —Miguel levantó una ceja.
—¿Te molestaría? —la mirada aceitunada lo miró con desdén, por encima de las gafas.
«Si eres un santurrón que espera que su Omega sea virgen, por mucho que me agrades, te mandaré al Diablo…» pensó el de lentes.
—Solo me molestaría si, ahora mismo, estuvieras con otro, porque no me gustaría ser solo un juguete de temporada…
—Soy soltero —Marcel sonrió—, pero admito que sí, he tenido mis aventuras… ¡Nada serio! —aseguró—. Soy un Omega dominante, no me puedes culpar…
Miguel rió— entonces, no hay problema por mí, yo tampoco soy un santo…—sujetó la mano del otro con suavidad y la besó—. Pero creo que me gustaría tomar las cosas en serio contigo…
—Mientras dure —el de lentes se mordió el labio inferior—, te tomaré en serio… Y serás el único, pero espero lo mismo de ti.
—Si lo deseas, puedes tenerme a tus pies eternamente…
Miguel se acercó lentamente, en busca de un beso; Marcel también se preparó para recibir la caricia, cuando la voz de Iván se escuchó.
—¡Mike!
Miguel se detuvo y miró a su amigo con furia contenida.
—¿Interrumpo? —preguntó el moreno con duda.
—Obvio que interrumpes, ¡idiota! —señaló Marcel con molestia, permitiendo que sus feromonas con olor a azahar se liberaran, realmente estaba furioso.
—¡¿Qué quieres?! —Miguel se apartó un poco de su compañero, no porque le molestara el olor del otro, al contrario, pero ahora con Iván ahí, no podía hacer nada.
—Tenemos que irnos —señaló el celular que llevaba en mano.
—¡¿Irse?! —Marcel no comprendía.
—Lo siento, pero esto es por negocios… —Miguel se inclinó y le dio un beso en los labios a Marcel, antes de ponerse de pie—. Te buscaré, lo prometo —aseguró, antes de besarle las manos y dar unos pasos para alejarse.
—¡Espera! —el de lentes se puso de pie y lo alcanzó—. Ten…
Le acercó algo a la mano y Miguel lo recibió con rapidez; se dio cuenta que era un pequeño pañuelito que tenía un número de teléfono y sonrió.
—¡Te marco mañana!
—Más te vale —el castaño le guiñó un ojo y le hizo un ademán con la mano para despedirse.
Miguel e Iván se encaminaron a la salida y Marcel se recargó en la pared, suspirando— ¡Es encantador! —dijo con emoción—. Tal vez debo decirle a mi madre que prepare la boda…
—¿La boda de quién?
El castaño volteó y se encontró con Víctor y Daniel.
—¡Ah! ¡Hola! —sonrió nervioso—. ¡No los había visto!
—Nosotros si te vimos —Víctor pasó la mano por su cabello.
—Pero preferimos no intervenir, ya que te mirabas muy feliz —sonrió Daniel.
—¡Ah! —Marcel soltó un largo suspiro—. Creo que me enamoré…
—¿De verdad? —Daniel parecía escéptico.
—Sí, aunque acaba de salir corriendo por cuestiones de negocios, la próxima vez, me divertiré más con él…
—Supongo que nuestras invitaciones a las otras fiestas, ¿se cancelan? —Víctor lo miró con suspicacia.
—¡Tontos! —el de lentes negó—. ¡Claro que no! Esto también es para que ustedes se diviertan… En fin, busquemos a Agus y a Erick.
—No están —Víctor negó.
—¡¿Cómo que no están?! —el castaño los miró asustado.
—No sabemos, pero cuando llegamos, ya no estaba ninguno de los dos —explicó Daniel.
Marcel se inquietó, se había entretenido tanto, que no supo qué había pasado, quizá el esposo de Erick había hecho algo— ¡¿y Omar?!
—Ese Wey está ahí dentro, con su familia —señaló Víctor.
—Sí, él y sus padres, así como los padres de Erick, siguen en la fiesta —Daniel se cruzó de brazos—. Buscamos a Luís para que nos dijera si sabía algo, pero hubo un accidente con una mesera y se ocupó.
—¡Que raro! —Marcel pasó la mano por su barbilla—. Le marcaré a Agus…
Marcel sacó su celular y marcó el número de su amigo, pero no recibió respuesta, simplemente fue enviado a buzón de voz, así que, decidió dejarle un mensaje, para que se comunicara con él.
—Algo raro está pasando —el castaño suspiró—, Agus no se hubiera retirado sin despedirse.
—A menos que no te quisiera interrumpir —se burló Víctor.
Marcel le dedicó una mirada molesta.
—Esta vez, Víctor tiene razón —Daniel asintió—. Estabas muy entretenido, quizá no quiso molestarte.
El castaño sintió que sus mejillas ardían, era una posibilidad, pero tenía un mal presentimiento— de acuerdo, no me quiso molestar, pero ¡¿por qué no responde?!
—Tranquilo, a lo mejor tiene el celular en vibrador o algo por el estilo… —Víctor le restó importancia.
—Espero que sea solo eso —Marcel suspiró y observó su celular; quería insistir, pero debía tener paciencia.
—Así que, ¿has tenido alguna relación con otros Alfa? —Miguel levantó una ceja.
—¿Te molestaría? —la mirada aceitunada lo miró con desdén, por encima de las gafas.
«Si eres un santurrón que espera que su Omega sea virgen, por mucho que me agrades, te mandaré al Diablo…» pensó el de lentes.
—Solo me molestaría si, ahora mismo, estuvieras con otro, porque no me gustaría ser solo un juguete de temporada…
—Soy soltero —Marcel sonrió—, pero admito que sí, he tenido mis aventuras… ¡Nada serio! —aseguró—. Soy un Omega dominante, no me puedes culpar…
Miguel rió— entonces, no hay problema por mí, yo tampoco soy un santo…—sujetó la mano del otro con suavidad y la besó—. Pero creo que me gustaría tomar las cosas en serio contigo…
—Mientras dure —el de lentes se mordió el labio inferior—, te tomaré en serio… Y serás el único, pero espero lo mismo de ti.
—Si lo deseas, puedes tenerme a tus pies eternamente…
Miguel se acercó lentamente, en busca de un beso; Marcel también se preparó para recibir la caricia, cuando la voz de Iván se escuchó.
—¡Mike!
Miguel se detuvo y miró a su amigo con furia contenida.
—¿Interrumpo? —preguntó el moreno con duda.
—Obvio que interrumpes, ¡idiota! —señaló Marcel con molestia, permitiendo que sus feromonas con olor a azahar se liberaran, realmente estaba furioso.
—¡¿Qué quieres?! —Miguel se apartó un poco de su compañero, no porque le molestara el olor del otro, al contrario, pero ahora con Iván ahí, no podía hacer nada.
—Tenemos que irnos —señaló el celular que llevaba en mano.
—¡¿Irse?! —Marcel no comprendía.
—Lo siento, pero esto es por negocios… —Miguel se inclinó y le dio un beso en los labios a Marcel, antes de ponerse de pie—. Te buscaré, lo prometo —aseguró, antes de besarle las manos y dar unos pasos para alejarse.
—¡Espera! —el de lentes se puso de pie y lo alcanzó—. Ten…
Le acercó algo a la mano y Miguel lo recibió con rapidez; se dio cuenta que era un pequeño pañuelito que tenía un número de teléfono y sonrió.
—¡Te marco mañana!
—Más te vale —el castaño le guiñó un ojo y le hizo un ademán con la mano para despedirse.
Miguel e Iván se encaminaron a la salida y Marcel se recargó en la pared, suspirando— ¡Es encantador! —dijo con emoción—. Tal vez debo decirle a mi madre que prepare la boda…
—¿La boda de quién?
El castaño volteó y se encontró con Víctor y Daniel.
—¡Ah! ¡Hola! —sonrió nervioso—. ¡No los había visto!
—Nosotros si te vimos —Víctor pasó la mano por su cabello.
—Pero preferimos no intervenir, ya que te mirabas muy feliz —sonrió Daniel.
—¡Ah! —Marcel soltó un largo suspiro—. Creo que me enamoré…
—¿De verdad? —Daniel parecía escéptico.
—Sí, aunque acaba de salir corriendo por cuestiones de negocios, la próxima vez, me divertiré más con él…
—Supongo que nuestras invitaciones a las otras fiestas, ¿se cancelan? —Víctor lo miró con suspicacia.
—¡Tontos! —el de lentes negó—. ¡Claro que no! Esto también es para que ustedes se diviertan… En fin, busquemos a Agus y a Erick.
—No están —Víctor negó.
—¡¿Cómo que no están?! —el castaño los miró asustado.
—No sabemos, pero cuando llegamos, ya no estaba ninguno de los dos —explicó Daniel.
Marcel se inquietó, se había entretenido tanto, que no supo qué había pasado, quizá el esposo de Erick había hecho algo— ¡¿y Omar?!
—Ese Wey está ahí dentro, con su familia —señaló Víctor.
—Sí, él y sus padres, así como los padres de Erick, siguen en la fiesta —Daniel se cruzó de brazos—. Buscamos a Luís para que nos dijera si sabía algo, pero hubo un accidente con una mesera y se ocupó.
—¡Que raro! —Marcel pasó la mano por su barbilla—. Le marcaré a Agus…
Marcel sacó su celular y marcó el número de su amigo, pero no recibió respuesta, simplemente fue enviado a buzón de voz, así que, decidió dejarle un mensaje, para que se comunicara con él.
—Algo raro está pasando —el castaño suspiró—, Agus no se hubiera retirado sin despedirse.
—A menos que no te quisiera interrumpir —se burló Víctor.
Marcel le dedicó una mirada molesta.
—Esta vez, Víctor tiene razón —Daniel asintió—. Estabas muy entretenido, quizá no quiso molestarte.
El castaño sintió que sus mejillas ardían, era una posibilidad, pero tenía un mal presentimiento— de acuerdo, no me quiso molestar, pero ¡¿por qué no responde?!
—Tranquilo, a lo mejor tiene el celular en vibrador o algo por el estilo… —Víctor le restó importancia.
—Espero que sea solo eso —Marcel suspiró y observó su celular; quería insistir, pero debía tener paciencia.
Uy, entramos un poquito a las relaciones secundarias, creo que sabrán más de ellas pronto.
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