Capítulo VI
Durante la mañana de ese viernes, el pequeño grupo de Alfas, estuvieron encerradas en la biblioteca, haciendo el trabajo; Fabián y su padre pusieron a disposición de los otros, algunos teléfonos con líneas seguras y les dieron acceso a internet sin restricciones.
Por su parte, Fabián e Iván, debían salir para encontrarse con Marcel en el centro comercial, antes de mediodía.
—¡Fabi! Como siempre tan puntual —dijo el jovencito castaño, acomodando su cabello, después de saludar al otro con un beso en la mejilla.
—No puedo hacerte esperar a ti, ¿verdad?
—Si lo hicieras, me aseguraría que lo pagaras caro —se burló el de lentes y luego posó la mirada en el otro—. ¿Es amigo tuyo?
—Sí, ¿no lo recuerdas? Es Iván Zambrano.
Marcel lo vio confundido y luego asintió— Ah, sí… el alcoholizado…
—¡Oye! —Iván lo miró molesto, le molestaba que le dijera así porque sus feromonas olían a vino tinto.
—Hace mucho que no te miraba por esta ciudad —Marcel le sonrió divertido, ya que habían pasado años desde que el moreno había ido por última vez.
—Él y otros amigos, vinieron a las fiestas…
—Espero que los otros sean mejores que este —entornó los ojos.
—Si no fueras dominante… —el moreno apretó el puño.
—De igual manera no me acercaría a ti —se burló el de lentes—. Bueno, me alegra que me acompañen a almorzar, pero debemos esperar a unos amigos.
—Creí que la comida sería solo entre nosotros… —señaló Iván para su amigo, ya que querían platicar y obtener información.
—Lo siento, olvidé decirles —el de lentes se alzó de hombros—. Es que me puse de acuerdo con Agus, apenas esta mañana —rió—. Necesita de mi ayuda para conseguirle un buen traje a Erick.
—¡¿Su hermano, Erick Salazar?! —preguntó Fabián con sorpresa.
—Sí —Marcel asintió—. ¿Puedes creer que acompañara al imbécil de Omar, a la fiesta de los García, hoy? Por fin ese idiota va a permitir que Erick disfrute una fiesta de nuevo, espero siga siendo igual que antes —dijo con tristeza—, pero necesita un buen traje.
Iván y Fabián se vieron de soslayo; no imaginaban que verían a ese Omega ese mismo día, de haberlo sabido, le hubieran dicho a Alejandro para que los acompañara.
—Oh, ¡allá vienen! ¡Agus!
Marcel se alejó un poco para recibir a los que iban llegando.
—¿Qué hacemos? —preguntó Fabián en un susurro.
—Aunque le llamemos ahorita, puede que se estrese —señaló Iván en un murmullo—. Tu amigo dice que irá a la fiesta de hoy, así que mejor lo ponemos sobre aviso cuando volvamos, para que se prepare.
—De acuerdo, lo conoces mejor que yo.
Marcel regresó con Fabián e Iván, acompañado de dos jóvenes de cabello negro.
—Hola, Agus —saludó Fabián, quien ya lo conocía.
—¿Qué hay? —sonrió el menor.
—Erick, un placer volver a verte —dijo el castaño, sonriendo amable.
—El placer es mío, joven Esquivel —saludó el otro con una voz tranquila, solo lo había visto dos veces en su vida, pero su apellido era reconocido en esa ciudad y sabía que conocía a su hermano por Marcel, así que era amable por ello.
—Permítanme presentarles a mi amigo, Iván Zambrano —hizo un ademán a su compañero—. Ellos son Erick y Agustín Salazar —dijo con rapidez.
—Ruiz —corrigió Agustín de inmediato—. Mi apellido es Ruiz —dijo con voz seria y el olor a canela se hizo presente.
—Perdón, Agustín, es la…
—Costumbre —interrumpió el otro con rapidez—. Pero el hecho de que me hayan reconocido, no significa que usaré el apellido de ese hombre —enfatizó.
—Agus —la voz suave de Erick hizo que Agustín suspirara.
—Lo siento… —se disculpó el menor con rapidez.
—Es un placer conocerlo, joven Zambrano —Erick le extendió la mano con amabilidad, al extraño.
—El placer… es… mío… —Iván aceptó el saludo, pero sus ojos estaban fijos en los orbes azules del otro.
—Tierra llamando a Iván… —Marcel chasqueó los dedos frente al moreno—. ¡Despierta!
—Eh… ¿qué? —Iván se sobresaltó.
—Ya deberías soltarlo —Agustín lo miró con molestia.
El moreno se dio cuenta que aun sujetaba la mano del ojiazul y lo soltó con rapidez— ¡perdón!
—Otro Alfa que cae ante los ojos de Erick —se burló el Marcel—. ¡Debiste advertirle! —dijo para Fabián.
—No me lo hubiera creído —rió el aludido.
—Más vale que te mantengas alejado —amenazó Agustín.
—De acuerdo, tranquilo… —Iván levantó las manos, en señal de que no volvería a acercarse a Erick.
Erick forzó una sonrisa y la mano que había tocado a Iván, instintivamente fue a mover nerviosamente su anillo de matrimonio; no por el anillo en sí, sino porque se sentía inquieto y quería que esa pequeña marca escondida, le permitiera tranquilizarse.
—Iván y Fabián nos acompañarán a comprar —sonrió Marcel.
—No —Agustín negó—. Mejor voy solo con Erick.
—¿Acaso no confías en mí? —preguntó Fabián sorprendido.
—En ti, sí, pero en él —señaló a Iván con su índice—, no —aseguró—. Y menos si iremos a que Erick busque ropa.
Erick negó— tranquilo Agus, no me va a pasar nada —le sonrió confiado, pues Agustín ya sabía que era imposible que un Alfa se acercara a él—. Pero no sé si para los jóvenes será una molestia acompañarnos.
—Está bien por mí —Fabián sonrió—. He acompañado a mi madre y hermana de compras, así que, no te preocupes.
—Tengo años de no visitar esta ciudad —Iván se alzó de hombros—, recorrerla será bueno y me ejercitaré.
—Y sí que te hace falta —Marcel se burló.
Iván soltó el aire de golpe— si no fueras dominante… —dijo rechinando sus dientes.
—Bueno, vamos —Marcel lo ignoró—. Hablé con un amigo de mi mamá y me dijo que pasara por su establecimiento primero, quiere tener el honor de vestirte de nuevo —dijo para Erick.
—De acuerdo… —sonrió el ojiazul.
Marcel sujetó el brazo de Erick y el brazo de Agustín, guiándolos hacia la dirección correcta, dejando a Fabián e Iván atrás, como si fueran sus guardaespaldas; a ninguno de los dos le molestó, ya que eso permitía que hablaran sin que los otros se interesaran en la plática.
Iván sacó su celular y sin que los otros se dieran cuenta, empezó a grabarlos, especialmente al ojiazul.
—Si Marcel se da cuenta…
—Yo me hago responsable —respondió Iván para su amigo—. Realmente, es un Omega lindo —musitó—. Pese a que no parece dominante y sus rasgos no son tan femeninos o andróginos, toda su aura, su mirada, su voz y actitud es demasiado…
—Dulce —terminó Fabián—. ¿Por qué crees que muchos lo querían cortejar? —señaló—. Pero no logro percibir aroma…
—Ni yo —Iván negó—. ¿Seguro es Omega?
—Marcel y Agus no mentirían en eso…
—Tal vez no lo percibimos porque es recesivo y nosotros también…
—¡Ey! —la voz de Marcel se escuchó.
Los dos amigos levantaron el rostro.
—Entraremos aquí primero…
El pequeño grupo entró a un local de ropa fina y alta costura. El dueño era un Omega, quien al ver al grupo, sonrió y le hizo una seña a una de sus asistentes para que fueran de inmediato, pero al notar al joven de ojos azules y cabello negro, su sonrisa se iluminó más.
—¡Erick Salazar! —dijo emocionado y corrió hasta él, abrazándolo con emoción—. ¿Cómo estás, cariño? ¡Hace mucho que no te miraba!
—Señor Ibarra, ¿cómo está? —sonrió el ojiazul.
—Muy bien, pero veo que tu sigues igual de hermoso —suspiró y observó a los demás—. ¡Marcel! Disculpa, no te reconocí.
—¡Claro! La novedad es Erick —señaló el castaño con obviedad.
—Oh, vamos, no te pongas celoso —el hombre rió—, pero es que ¡hace años que Erick no usa algo de mi colección!
—¿Lo conoces? —preguntó Agustín en un susurro, para su hermano, mientras el sujeto seguía charlando con su amigo.
Erick asintió levemente y le guiñó un ojo; eso significaba que le contaría todo después, ya que en ese momento no sería correcto.
—Ellos son Agustín Ruiz, Fabián Esquivel e Iván Zambrano —presentó Marcel con amabilidad.
—Oh, Fabi… Fabi, ¡Fabi! —el Omega sonrió coqueto—. Uno de los solteros codiciados de la ciudad, por supuesto te conozco y a tu madre también.
—Buen día, señor Ibarra —sonrió el castaño.
—Agustín… ¿Ruiz? —preguntó confundido, ya que lo conocía por las revistas y periódicos de sociales, con otro apellido.
—Sí —el menor forzó una sonrisa—. Ruiz —aseguró con una mirada fría.
El hombre se dio cuenta que era mejor no decir nada al respecto de lo que sabía, por lo que cambió de tema.
—A este caballero no lo conozco —dijo estirando la mano para Iván—. Un placer, Gibrán Ibarra, diseñador de modas, especialista en Omegas.
—Por eso no me conoce… soy Iván Zambrano, Alfa —sonrió el moreno.
—Pero de otra ciudad —Fabián se apresuró a hablar.
—¿Soltero? —preguntó Gibrán con curiosidad.
—Si…
Con esa respuesta Fabián hizo un gesto de pesar, mientras Marcel se aguantaba la risa; Iván no entendió lo que eso significaba, hasta que el otro siguió.
—¡Querido! Tengo un hijo Omega —dijo de inmediato—. Es recesivo, pero es todo un amor…
Iván se dio cuenta lo que ese hombre insinuaba; quería un Alfa para su hijo y él se lo puso sencillo.
—Bueno, es que… —carraspeó—. Estoy soltero, pero mis padres ya concretaron un compromiso en mi ciudad natal y…
—¡Oh, vamos! Un compromiso no significa nada oficial en realidad —Gibrán pestañeó insistente—. No te cuesta nada conocer a mi bebé…
Iván sintió un escalofrío.
—¿Por qué no se lo presenta en la fiesta de los García, hoy? —intervino Marcel, ya que le dio lástima ver a Iván en esa situación.
—¿Él va a ir? —los ojos del Omega brillaron.
—Sí, iremos ambos —asintió Fabián—, junto con otros amigos.
—Entonces te lo presentaré allá —la sonrisa de Gibrán, se hizo más grande—. Ahora, centrémonos en buscarle un traje a mi príncipe…
Caminó hasta Erick y lo sujetó de la mano.
—Querido, ¡no voy a dejar que te vayas hasta lograr que uses uno de mis trajes hoy!
Erick sonrió débilmente— será un honor usar algo de su colección, señor Ibarra.
El hombre guió a Erick hasta el fondo de la tienda, dejando a los demás algo confundidos.
—¿Príncipe? —preguntó Iván.
—Antes de casarse, Erick era una celebridad —Marcel caminó hasta una pequeña sala y se sentó—. Todos los diseñadores querían que usara su ropa —explicó.
Agustín se sentó al lado de Marcel, poniendo atención también, ya que él ingresó a la familia de Erick, justo después de que el ojiazul se casó y no conocía mucho de la vida que tenía antes.
—Buen día, ¿gustan algo de beber mientras esperan? —preguntó una de las asistentes de Gibrán.
—Jugo de naranja para mí, si es que tienen —sonrió Marcel.
—Agua, por favor —pidió Agustín con rapidez.
—Yo no quiero nada, gracias —Fabián negó.
—Yo tampoco —Iván lo secundó.
La mujer se fue y Marcel prosiguió con la plática.
—Cuando Erick usaba un diseño de alguien, se convertía en tendencia —el de lentes sonrió—, pero no a todos los Omega nos queda tan bien como a él —suspiró—. Puede usar ropa masculina o femenina sin problema —se alzó de hombros—, aunque muchos dicen que no es la ropa lo que lo hace verse bien, sino él mismo.
—¿Quién le puso el apodo de “príncipe”, Marcel? —indagó Fabián.
—Siempre le han dicho así —sonrió—, desde que era pequeño, lo educaron como en antaño se educaban a los príncipes Omega, cuando aún existían las monarquías de Alfas y Omegas dominantes, los que regían países enteros —explicó—, eso fue para asegurarse que los Alfa lo consideraran el mejor candidato Omega para casarse —dijo con tristeza, ya que imaginaba todo el peso que Erick cargaba por culpa de su padre, quien solo quería a alguien que tuviera un gran valor para intercambiar, después de perder a su hijo Omega legítimo—. Pero una revista de celebridades usó ese apodo, cuando Erick apenas tenía diez años —contó—, en una sesión de fotos, usó un traje hermoso —suspiró, porque hasta él quiso uno en su momento—, el fotógrafo, aunque Beta, quedó encantado con él y el redactor del artículo, lo comparó con grandes Omegas de antaño, no solo de la realeza, sino de leyendas e historias de otros Omega, que cautivaron con su belleza hace siglos —sonrió de lado—, con eso, su popularidad creció.
—¿En serio? —Iván no podía creerlo.
—¿Aun lo dudas? —el de lentes lo miró burlón—. ¿No te diste cuenta cómo te quedaste embobado con él, hoy mismo?
Iván titubeó— bueno, sí, es hermoso… pero… no creo que sea mi tipo —sonrió nervioso «y si resulta ser el Omega que busca Alex, si se entera que me interesa, ¡me mata!»
—Su educación y la mía, fueron muy diferentes —agregó Agustín, mirando hacia donde Erick se había perdido—. Supongo que por eso, su padre tiene problemas para buscarme pareja —se burló.
—Es mejor así, Agus —Marcel ladeó el rostro—. Que te impongan un matrimonio, no es agradable.
La joven volvió con las bebidas para los clientes y se retiró.
—Pero… aunque aquí sea popular, en mi ciudad no es conocido —Iván negó, frunciendo el ceño.
—Eso fue porque algunas familias con Omegas dominantes, en todo el país, se sintieron ofendidos de que Erick, siendo recesivo, fuera denominado “Príncipe Omega” —Marcel se alzó de hombros—. Y lamentablemente, este estado, no tiene tantas conexiones sociales, como los demás —entornó los ojos, sabía que estaban excluidos del país y estaba consciente del por qué, ya que su padre también se movía en terreno peligroso.
En ese momento, Gibrán salió.
—Anda, Erick, ¡sal para que nos den sus opiniones! —el hombre se miraba sumamente emocionado.
Erick salió con paso seguro y caminó frente a los otros, manteniendo un semblante tranquilo.
—¡¿Qué les parece?! —preguntó Gibrán.
—Se mira muy… —Agustín parecía confundido.
—Oriental… —terminó Marcel, frunciendo el ceño.
—Sí, es de la próxima colección, “raíces asiáticas” —Gibrán se cruzó de brazos—. Había pensado en algo occidental, pero Erick puso como condición que tuviera mangas largas, por eso me decanté por este, es un Hanfu modernizado, así que mantiene las mangas largas y holgadas, el corte cruzado en la parte superior, pero la parte inferior fue cambiada por un pantalón holgado, en vez de una falda, aunque no se nota.
Erick se giró y sonrió— es cómodo y el color me gusta…
Fabián se quedó sin habla e Iván de inmediato, le tomó una foto.
—¡¿Disculpa?! —Gibrán se puso frente a Erick—. ¡No se permiten fotos aquí! —dijo molesto.
—Ah, yo… solo quería un… ¿recuerdo? —sonrió nervioso el moreno.
—Bórrala, por favor —pidió el diseñador—. Si Erick no lo usa, no quiero que mis diseños salgan de aquí y otros puedan copiarlos.
—Pero… yo…
Agustín se puso de pie, yendo hacia Iván y estuvo a punto de quitarle el celular, cuando Erick habló.
—Me lo llevaré y lo usaré en la fiesta de hoy —dijo seguro.
—¡¿De verdad?! —Gibran lo miró incrédulo.
Agustín detuvo su acción y volvió a su lugar.
—Sí, realmente me gusta —acarició la tela en su brazo—, es cómoda y abrigadora, especialmente para esta época.
—Entonces, ¡faltan los accesorios! —Gibran corrió hacia la parte de atrás de nuevo.
—¿Estás seguro, Erick? —Marcel lo miró con curiosidad—. Es la primera opción, aún quedan otros lugares para ver y podrías encontrar algo más…
Erick dio unos pasos hasta colocarse frente a un enorme espejo, dio un par de vueltas y sonrió; una sonrisa que ninguno de los presentes había visto antes, realmente estaba feliz.
—Sí, ¡me encanta! —repitió.
Agustín lo observó y sonrió animado; nunca había visto a su hermano de esa manera, realmente se miraba distinto, pero aun así, tanto él como Marcel se sorprendieron mucho más, al percibir un leve aroma de flores que se desprendía del ojiazul. Olía dulce, pero, era tan tenue, que no podían identificarlo con claridad, aunque la sensación si era muy perceptible para ambos.
Agustín sonrió complacido. Era la primera vez que distinguía de esa manera, las feromonas de Erick, así que seguramente su ánimo no podía ser mejor; tal vez si lo hubiera conocido antes de su boda, podría haber percibido ese olor con mayor frecuencia. Por su parte, Marcel percibió el olor y se relajó.
—Es… dulce —dijo con media sonrisa ensoñadora—. Me recuerda a cuando era pequeña, es la misma sensación que me producían las feromonas de mi mamá —suspiró.
—¿Qué es dulce? —preguntó Fabián.
—Oh, es cierto, ustedes no lo perciben —negó el castaño y acomodó sus gafas—, realmente se pierden de una de esas experiencias que difícilmente se pueden comparar, cuando se habla de feromonas…
Iván y Fabián observaron a Marcel con curiosidad; era cierto, ellos al ser recesivos, no percibían las feromonas igual que los demás Alfas y mucho menos si eran las de un Omega recesivo, pero la palabra “dulce” los alertó, ya que se suponía que el olor del Omega que Alejandro buscaba, era de almendras dulces.
—Y… ¿a qué huele? —preguntó Iván con curiosidad.
—Es muy tenue… —Agustín suspiró—. Pero huele como a flores o algo por el estilo.
—¿Flores?
Iván y Fabián se miraron de soslayo; si Erick no olía a almendras dulces, tal vez no era el Omega que su amigo buscaba.
—Aquí, Erick… —Gibrán regresó y se inclinó, poniendo un par de zapatos que combinaban con el traje, cerca de los pies del ojiazul—. ¡El diseño es el conjunto completo!
En ese momento, llegaron sus asistentes, con algunos accesorios.
—Sin aretes… —negó el ojiazul, ya que él no se había perforado las orejas, a diferencia de muchos Omega de la alta sociedad.
La joven asistente que llevaba los aretes, se apartó y luego se acercaron otras dos con adornos para el cabello.
—Esto será difícil —Gibrán puso la mano en su mejilla—, tu cabello es corto… Los accesorios del cabello, son para Omegas de cabello largo.
Erick observó su cabello; lentamente, sus manos se movieron a acariciar algunos mechones cerca de su rostro y sus labios dejaron de sonreír.
Él lo sabía, una de las características que les daba más belleza a los Omega, era el cabello largo. De pequeño, a él también se lo dejaban crecer y sus Nanas lo peinaban de acuerdo a la ocasión; pero cuando se casó, cuando su esposo lo lastimaba jalándolo de la melena, prefirió cortarlo.
El ojiazul pasó saliva— tal vez… el traje no es para mí… —musitó nervioso.
Agustín quiso decir algo, pero fue Marcel quien se adelantó, dando un golpe en la mesita que estaba frente a él.
—¡Por supuesto que es para ti! —gritó el castaño, se puso de pie, dejó su celular en la mesita, cerca de su jugo, acomodó sus gafas y llegó hasta Erick, el diseñador y sus asistentes—. No tienen nada que ver que tengas el cabello corto —señaló—, un pequeño detalle… —sujetó un delicado clip de cabello, le acomodó los mechones y lo puso cerca de la oreja izquierda—. Solo hay que realzar tu mirada —le guiño un ojo.
Erick se sobresaltó, pero luego sonrió animado— supongo que podría —dijo con voz baja, ya que sabía bien a lo que el otro se refería, pues había sido bien educado para ello—, pero hace mucho que no me arreglo para una fiesta y… creo que ya olvidé cómo hacerlo, además, no tengo…
—No, no, ¡no! —Agustín se puso de pie—. No digas más, cualquier cosa que necesites, ¡se compra ya mismo! —anunció con rapidez, no quería que su hermano se entristeciera, no después de verlo sonreír de esa manera.
—Ahora que lo dices…
Gibrán corrió y trajo una pequeña caja; un neceser de maquillaje.
—Normalmente no me encargo de esto, pues no es mi área —se alzó de hombros—, pero esto puede servir…
Entre Marcel, Agustín, Gibran y sus asistentes, ayudaron a que Erick terminara su pequeña prueba, poniéndole un poco de maquillaje sobrio, resaltando su mirada azul y colocándole un brillo labial.
—Voilà! —Gibrán se apartó.
Fabián e Iván se sorprendieron por lo que miraban; era un arreglo improvisado, pero realmente se miraba hermoso.
—Te ves… muy diferente —Agustín no lo podía creer.
—¿Diferente? —Marcel sonrió burlón—. Se ve como el Erick de hace años…
—El “príncipe Omega”, ¡ha vuelto! —Gibrán aplaudió emocionado.
Erick se miró al espejo y observó su reflejo; ahí estaba él, esa imagen que durante los últimos tres años de matrimonio, se había ido borrando lentamente, no solo de su físico, sino de su mente.
Por un momento, sintió que el reflejo tenía vida propia y le sonreía divertido, incluso, pareció guiñarle un ojo. Erick parpadeó y pasó la mano por su mejilla con debilidad.
—Yo… no sé si a mi esposo… —buscó la mirada de Marcel y Agustín, con nervios—. Le guste…
Los dos amigos se vieron entre sí; sabían la delicada situación de Erick con su esposo, pero no lo pensaron cuando eso inició. Tal vez, Omar no quería que su esposo se viera de esa manera, de nuevo.
—¡Claro que le gustará! —Gibrán interrumpió—. Te aseguro que quedará encantado.
—Sí, pero… —el ojiazul tembló.
—Por muy celoso que sea, no debe mantenerte oculto de los ojos de otros —insistió el diseñador, imaginando que Omar era demasiado posesivo y por ello Erick casi no salía ya—. Debe permitir que las personas te vean, ¡que se sienta orgulloso del esposo que tiene!
—No te preocupes, Erick —Marcel sonrió confiado, de inmediato pensó en algo—. Omar no se negará si un diseñador tan respetado como Gibrán, le marca y le dice que espera verte con su diseño esta noche, en la fiesta de los García, ¿no es así? —miró de soslayo al diseñador.
—¡Por supuesto que lo haré! —movió la mano y una de sus asistentes le pasó su celular—. Y no solo eso, le diré a Ulises, su madre y ¡lo anunciaré a mis contactos! —dijo emocionado.
—Y ¿por qué no les da un pequeño adelanto? —Iván se puso de pie.
—¿A qué te refieres? —preguntó el diseñador.
Fabián entendió lo que Iván quería hacer— Erick es una celebridad en esta ciudad, ¿no? —sonrió—. La foto que Iván tomó, puede ayudar a dar una pista de que usará un diseño suyo.
—Pero entonces arruinaríamos la sorpresa —musitó el aludido.
—Solo será un pequeño recorte…
Iván le tomó un par de fotos más a Erick; una del rostro, del lado donde tenía el accesorio de cabello y otra de su mano izquierda, para que se viera un poco de la manga. Con ellas y la primera que tomó, hizo una imagen mezclada, donde solo se veían pequeños detalles del traje de la parte baja, la manga y lógicamente el rostro de Erick.
—¡Listo! —le envió la imagen al diseñador—. Creo que esta es la mejor publicidad que tendrá…
—¡Chico listo! —Gibrán sonrió divertido—. Me caes mucho mejor ahora, creo que eres un buen partido para mi bebé… —le guiñó un ojo y luego se apartó.
El diseñador se enfocó en marcarle a Omar y convencerlo; Marcel y Agustín, junto con las asistentes, ayudaban a Erick a cambiarse de nuevo.
—¿Le enviarás esas fotos? —preguntó Fabián en un murmullo.
—No, no se las enviaré ahora mismo, se pondría sumamente alterado —señaló el moreno—, esto es para mostrárselas, pero necesitamos algo más…
—¿Cómo qué?
—Ni tu, ni yo, podemos percibir las feromonas —Iván miró de soslayo la puerta que daba al fondo—. Su hermano dijo que olía a flores, tal vez no es a quien Alex busca —hizo un mohín—. Necesitamos llevarle algo que tenga su olor, él podría identificarlo.
Fabián dudó y luego sonrió— creo que sé cómo obtenerlo…
—¿De verdad?
—Sí, sólo, dame un momento…
Se inclinó y sujetó el celular que Marcel había dejado en la mesita de centro y luego caminó hacia el fondo.
—Marcel, creo que te llegó un…
—¡¿Qué haces aquí?! —el grito del castaño se escuchó.
Iván observó cómo salían cosas volando
—Sólo quería…
—¡Largo! —la voz de Agustín resonó con fuerza y aunque el olor a canela inundó el lugar, Iván ni siquiera lo percibió.
Fabián llegó con su amigo, sobando su mejilla.
—Me deben una… —dijo con dolor, ya que su mejilla estaba roja, por un golpe que había recibido, aunque no había sido tan fuerte, si había quedado marcado, pero aun así, lo importante era que había obtenido la bufanda de Erick.
—Esto no sirve de nada —Iván levantó una ceja—, ahora que salga, se la tendrás que devolver.
—No la aceptará —Fabián negó—. Si llega a su hogar, con una prenda que huela a otro Alfa, seguramente se metería en problemas con su esposo —sonrió—. Le ofreceré comprarle una nueva, lo único que hay que hacer es evitar que Marcel o Agustín nos la quiten…
Por su parte, Fabián e Iván, debían salir para encontrarse con Marcel en el centro comercial, antes de mediodía.
—¡Fabi! Como siempre tan puntual —dijo el jovencito castaño, acomodando su cabello, después de saludar al otro con un beso en la mejilla.
—No puedo hacerte esperar a ti, ¿verdad?
—Si lo hicieras, me aseguraría que lo pagaras caro —se burló el de lentes y luego posó la mirada en el otro—. ¿Es amigo tuyo?
—Sí, ¿no lo recuerdas? Es Iván Zambrano.
Marcel lo vio confundido y luego asintió— Ah, sí… el alcoholizado…
—¡Oye! —Iván lo miró molesto, le molestaba que le dijera así porque sus feromonas olían a vino tinto.
—Hace mucho que no te miraba por esta ciudad —Marcel le sonrió divertido, ya que habían pasado años desde que el moreno había ido por última vez.
—Él y otros amigos, vinieron a las fiestas…
—Espero que los otros sean mejores que este —entornó los ojos.
—Si no fueras dominante… —el moreno apretó el puño.
—De igual manera no me acercaría a ti —se burló el de lentes—. Bueno, me alegra que me acompañen a almorzar, pero debemos esperar a unos amigos.
—Creí que la comida sería solo entre nosotros… —señaló Iván para su amigo, ya que querían platicar y obtener información.
—Lo siento, olvidé decirles —el de lentes se alzó de hombros—. Es que me puse de acuerdo con Agus, apenas esta mañana —rió—. Necesita de mi ayuda para conseguirle un buen traje a Erick.
—¡¿Su hermano, Erick Salazar?! —preguntó Fabián con sorpresa.
—Sí —Marcel asintió—. ¿Puedes creer que acompañara al imbécil de Omar, a la fiesta de los García, hoy? Por fin ese idiota va a permitir que Erick disfrute una fiesta de nuevo, espero siga siendo igual que antes —dijo con tristeza—, pero necesita un buen traje.
Iván y Fabián se vieron de soslayo; no imaginaban que verían a ese Omega ese mismo día, de haberlo sabido, le hubieran dicho a Alejandro para que los acompañara.
—Oh, ¡allá vienen! ¡Agus!
Marcel se alejó un poco para recibir a los que iban llegando.
—¿Qué hacemos? —preguntó Fabián en un susurro.
—Aunque le llamemos ahorita, puede que se estrese —señaló Iván en un murmullo—. Tu amigo dice que irá a la fiesta de hoy, así que mejor lo ponemos sobre aviso cuando volvamos, para que se prepare.
—De acuerdo, lo conoces mejor que yo.
Marcel regresó con Fabián e Iván, acompañado de dos jóvenes de cabello negro.
—Hola, Agus —saludó Fabián, quien ya lo conocía.
—¿Qué hay? —sonrió el menor.
—Erick, un placer volver a verte —dijo el castaño, sonriendo amable.
—El placer es mío, joven Esquivel —saludó el otro con una voz tranquila, solo lo había visto dos veces en su vida, pero su apellido era reconocido en esa ciudad y sabía que conocía a su hermano por Marcel, así que era amable por ello.
—Permítanme presentarles a mi amigo, Iván Zambrano —hizo un ademán a su compañero—. Ellos son Erick y Agustín Salazar —dijo con rapidez.
—Ruiz —corrigió Agustín de inmediato—. Mi apellido es Ruiz —dijo con voz seria y el olor a canela se hizo presente.
—Perdón, Agustín, es la…
—Costumbre —interrumpió el otro con rapidez—. Pero el hecho de que me hayan reconocido, no significa que usaré el apellido de ese hombre —enfatizó.
—Agus —la voz suave de Erick hizo que Agustín suspirara.
—Lo siento… —se disculpó el menor con rapidez.
—Es un placer conocerlo, joven Zambrano —Erick le extendió la mano con amabilidad, al extraño.
—El placer… es… mío… —Iván aceptó el saludo, pero sus ojos estaban fijos en los orbes azules del otro.
—Tierra llamando a Iván… —Marcel chasqueó los dedos frente al moreno—. ¡Despierta!
—Eh… ¿qué? —Iván se sobresaltó.
—Ya deberías soltarlo —Agustín lo miró con molestia.
El moreno se dio cuenta que aun sujetaba la mano del ojiazul y lo soltó con rapidez— ¡perdón!
—Otro Alfa que cae ante los ojos de Erick —se burló el Marcel—. ¡Debiste advertirle! —dijo para Fabián.
—No me lo hubiera creído —rió el aludido.
—Más vale que te mantengas alejado —amenazó Agustín.
—De acuerdo, tranquilo… —Iván levantó las manos, en señal de que no volvería a acercarse a Erick.
Erick forzó una sonrisa y la mano que había tocado a Iván, instintivamente fue a mover nerviosamente su anillo de matrimonio; no por el anillo en sí, sino porque se sentía inquieto y quería que esa pequeña marca escondida, le permitiera tranquilizarse.
—Iván y Fabián nos acompañarán a comprar —sonrió Marcel.
—No —Agustín negó—. Mejor voy solo con Erick.
—¿Acaso no confías en mí? —preguntó Fabián sorprendido.
—En ti, sí, pero en él —señaló a Iván con su índice—, no —aseguró—. Y menos si iremos a que Erick busque ropa.
Erick negó— tranquilo Agus, no me va a pasar nada —le sonrió confiado, pues Agustín ya sabía que era imposible que un Alfa se acercara a él—. Pero no sé si para los jóvenes será una molestia acompañarnos.
—Está bien por mí —Fabián sonrió—. He acompañado a mi madre y hermana de compras, así que, no te preocupes.
—Tengo años de no visitar esta ciudad —Iván se alzó de hombros—, recorrerla será bueno y me ejercitaré.
—Y sí que te hace falta —Marcel se burló.
Iván soltó el aire de golpe— si no fueras dominante… —dijo rechinando sus dientes.
—Bueno, vamos —Marcel lo ignoró—. Hablé con un amigo de mi mamá y me dijo que pasara por su establecimiento primero, quiere tener el honor de vestirte de nuevo —dijo para Erick.
—De acuerdo… —sonrió el ojiazul.
Marcel sujetó el brazo de Erick y el brazo de Agustín, guiándolos hacia la dirección correcta, dejando a Fabián e Iván atrás, como si fueran sus guardaespaldas; a ninguno de los dos le molestó, ya que eso permitía que hablaran sin que los otros se interesaran en la plática.
Iván sacó su celular y sin que los otros se dieran cuenta, empezó a grabarlos, especialmente al ojiazul.
—Si Marcel se da cuenta…
—Yo me hago responsable —respondió Iván para su amigo—. Realmente, es un Omega lindo —musitó—. Pese a que no parece dominante y sus rasgos no son tan femeninos o andróginos, toda su aura, su mirada, su voz y actitud es demasiado…
—Dulce —terminó Fabián—. ¿Por qué crees que muchos lo querían cortejar? —señaló—. Pero no logro percibir aroma…
—Ni yo —Iván negó—. ¿Seguro es Omega?
—Marcel y Agus no mentirían en eso…
—Tal vez no lo percibimos porque es recesivo y nosotros también…
—¡Ey! —la voz de Marcel se escuchó.
Los dos amigos levantaron el rostro.
—Entraremos aquí primero…
El pequeño grupo entró a un local de ropa fina y alta costura. El dueño era un Omega, quien al ver al grupo, sonrió y le hizo una seña a una de sus asistentes para que fueran de inmediato, pero al notar al joven de ojos azules y cabello negro, su sonrisa se iluminó más.
—¡Erick Salazar! —dijo emocionado y corrió hasta él, abrazándolo con emoción—. ¿Cómo estás, cariño? ¡Hace mucho que no te miraba!
—Señor Ibarra, ¿cómo está? —sonrió el ojiazul.
—Muy bien, pero veo que tu sigues igual de hermoso —suspiró y observó a los demás—. ¡Marcel! Disculpa, no te reconocí.
—¡Claro! La novedad es Erick —señaló el castaño con obviedad.
—Oh, vamos, no te pongas celoso —el hombre rió—, pero es que ¡hace años que Erick no usa algo de mi colección!
—¿Lo conoces? —preguntó Agustín en un susurro, para su hermano, mientras el sujeto seguía charlando con su amigo.
Erick asintió levemente y le guiñó un ojo; eso significaba que le contaría todo después, ya que en ese momento no sería correcto.
—Ellos son Agustín Ruiz, Fabián Esquivel e Iván Zambrano —presentó Marcel con amabilidad.
—Oh, Fabi… Fabi, ¡Fabi! —el Omega sonrió coqueto—. Uno de los solteros codiciados de la ciudad, por supuesto te conozco y a tu madre también.
—Buen día, señor Ibarra —sonrió el castaño.
—Agustín… ¿Ruiz? —preguntó confundido, ya que lo conocía por las revistas y periódicos de sociales, con otro apellido.
—Sí —el menor forzó una sonrisa—. Ruiz —aseguró con una mirada fría.
El hombre se dio cuenta que era mejor no decir nada al respecto de lo que sabía, por lo que cambió de tema.
—A este caballero no lo conozco —dijo estirando la mano para Iván—. Un placer, Gibrán Ibarra, diseñador de modas, especialista en Omegas.
—Por eso no me conoce… soy Iván Zambrano, Alfa —sonrió el moreno.
—Pero de otra ciudad —Fabián se apresuró a hablar.
—¿Soltero? —preguntó Gibrán con curiosidad.
—Si…
Con esa respuesta Fabián hizo un gesto de pesar, mientras Marcel se aguantaba la risa; Iván no entendió lo que eso significaba, hasta que el otro siguió.
—¡Querido! Tengo un hijo Omega —dijo de inmediato—. Es recesivo, pero es todo un amor…
Iván se dio cuenta lo que ese hombre insinuaba; quería un Alfa para su hijo y él se lo puso sencillo.
—Bueno, es que… —carraspeó—. Estoy soltero, pero mis padres ya concretaron un compromiso en mi ciudad natal y…
—¡Oh, vamos! Un compromiso no significa nada oficial en realidad —Gibrán pestañeó insistente—. No te cuesta nada conocer a mi bebé…
Iván sintió un escalofrío.
—¿Por qué no se lo presenta en la fiesta de los García, hoy? —intervino Marcel, ya que le dio lástima ver a Iván en esa situación.
—¿Él va a ir? —los ojos del Omega brillaron.
—Sí, iremos ambos —asintió Fabián—, junto con otros amigos.
—Entonces te lo presentaré allá —la sonrisa de Gibrán, se hizo más grande—. Ahora, centrémonos en buscarle un traje a mi príncipe…
Caminó hasta Erick y lo sujetó de la mano.
—Querido, ¡no voy a dejar que te vayas hasta lograr que uses uno de mis trajes hoy!
Erick sonrió débilmente— será un honor usar algo de su colección, señor Ibarra.
El hombre guió a Erick hasta el fondo de la tienda, dejando a los demás algo confundidos.
—¿Príncipe? —preguntó Iván.
—Antes de casarse, Erick era una celebridad —Marcel caminó hasta una pequeña sala y se sentó—. Todos los diseñadores querían que usara su ropa —explicó.
Agustín se sentó al lado de Marcel, poniendo atención también, ya que él ingresó a la familia de Erick, justo después de que el ojiazul se casó y no conocía mucho de la vida que tenía antes.
—Buen día, ¿gustan algo de beber mientras esperan? —preguntó una de las asistentes de Gibrán.
—Jugo de naranja para mí, si es que tienen —sonrió Marcel.
—Agua, por favor —pidió Agustín con rapidez.
—Yo no quiero nada, gracias —Fabián negó.
—Yo tampoco —Iván lo secundó.
La mujer se fue y Marcel prosiguió con la plática.
—Cuando Erick usaba un diseño de alguien, se convertía en tendencia —el de lentes sonrió—, pero no a todos los Omega nos queda tan bien como a él —suspiró—. Puede usar ropa masculina o femenina sin problema —se alzó de hombros—, aunque muchos dicen que no es la ropa lo que lo hace verse bien, sino él mismo.
—¿Quién le puso el apodo de “príncipe”, Marcel? —indagó Fabián.
—Siempre le han dicho así —sonrió—, desde que era pequeño, lo educaron como en antaño se educaban a los príncipes Omega, cuando aún existían las monarquías de Alfas y Omegas dominantes, los que regían países enteros —explicó—, eso fue para asegurarse que los Alfa lo consideraran el mejor candidato Omega para casarse —dijo con tristeza, ya que imaginaba todo el peso que Erick cargaba por culpa de su padre, quien solo quería a alguien que tuviera un gran valor para intercambiar, después de perder a su hijo Omega legítimo—. Pero una revista de celebridades usó ese apodo, cuando Erick apenas tenía diez años —contó—, en una sesión de fotos, usó un traje hermoso —suspiró, porque hasta él quiso uno en su momento—, el fotógrafo, aunque Beta, quedó encantado con él y el redactor del artículo, lo comparó con grandes Omegas de antaño, no solo de la realeza, sino de leyendas e historias de otros Omega, que cautivaron con su belleza hace siglos —sonrió de lado—, con eso, su popularidad creció.
—¿En serio? —Iván no podía creerlo.
—¿Aun lo dudas? —el de lentes lo miró burlón—. ¿No te diste cuenta cómo te quedaste embobado con él, hoy mismo?
Iván titubeó— bueno, sí, es hermoso… pero… no creo que sea mi tipo —sonrió nervioso «y si resulta ser el Omega que busca Alex, si se entera que me interesa, ¡me mata!»
—Su educación y la mía, fueron muy diferentes —agregó Agustín, mirando hacia donde Erick se había perdido—. Supongo que por eso, su padre tiene problemas para buscarme pareja —se burló.
—Es mejor así, Agus —Marcel ladeó el rostro—. Que te impongan un matrimonio, no es agradable.
La joven volvió con las bebidas para los clientes y se retiró.
—Pero… aunque aquí sea popular, en mi ciudad no es conocido —Iván negó, frunciendo el ceño.
—Eso fue porque algunas familias con Omegas dominantes, en todo el país, se sintieron ofendidos de que Erick, siendo recesivo, fuera denominado “Príncipe Omega” —Marcel se alzó de hombros—. Y lamentablemente, este estado, no tiene tantas conexiones sociales, como los demás —entornó los ojos, sabía que estaban excluidos del país y estaba consciente del por qué, ya que su padre también se movía en terreno peligroso.
En ese momento, Gibrán salió.
—Anda, Erick, ¡sal para que nos den sus opiniones! —el hombre se miraba sumamente emocionado.
Erick salió con paso seguro y caminó frente a los otros, manteniendo un semblante tranquilo.
—¡¿Qué les parece?! —preguntó Gibrán.
—Se mira muy… —Agustín parecía confundido.
—Oriental… —terminó Marcel, frunciendo el ceño.
—Sí, es de la próxima colección, “raíces asiáticas” —Gibrán se cruzó de brazos—. Había pensado en algo occidental, pero Erick puso como condición que tuviera mangas largas, por eso me decanté por este, es un Hanfu modernizado, así que mantiene las mangas largas y holgadas, el corte cruzado en la parte superior, pero la parte inferior fue cambiada por un pantalón holgado, en vez de una falda, aunque no se nota.
Erick se giró y sonrió— es cómodo y el color me gusta…
Fabián se quedó sin habla e Iván de inmediato, le tomó una foto.
—¡¿Disculpa?! —Gibrán se puso frente a Erick—. ¡No se permiten fotos aquí! —dijo molesto.
—Ah, yo… solo quería un… ¿recuerdo? —sonrió nervioso el moreno.
—Bórrala, por favor —pidió el diseñador—. Si Erick no lo usa, no quiero que mis diseños salgan de aquí y otros puedan copiarlos.
—Pero… yo…
Agustín se puso de pie, yendo hacia Iván y estuvo a punto de quitarle el celular, cuando Erick habló.
—Me lo llevaré y lo usaré en la fiesta de hoy —dijo seguro.
—¡¿De verdad?! —Gibran lo miró incrédulo.
Agustín detuvo su acción y volvió a su lugar.
—Sí, realmente me gusta —acarició la tela en su brazo—, es cómoda y abrigadora, especialmente para esta época.
—Entonces, ¡faltan los accesorios! —Gibran corrió hacia la parte de atrás de nuevo.
—¿Estás seguro, Erick? —Marcel lo miró con curiosidad—. Es la primera opción, aún quedan otros lugares para ver y podrías encontrar algo más…
Erick dio unos pasos hasta colocarse frente a un enorme espejo, dio un par de vueltas y sonrió; una sonrisa que ninguno de los presentes había visto antes, realmente estaba feliz.
—Sí, ¡me encanta! —repitió.
Agustín lo observó y sonrió animado; nunca había visto a su hermano de esa manera, realmente se miraba distinto, pero aun así, tanto él como Marcel se sorprendieron mucho más, al percibir un leve aroma de flores que se desprendía del ojiazul. Olía dulce, pero, era tan tenue, que no podían identificarlo con claridad, aunque la sensación si era muy perceptible para ambos.
Agustín sonrió complacido. Era la primera vez que distinguía de esa manera, las feromonas de Erick, así que seguramente su ánimo no podía ser mejor; tal vez si lo hubiera conocido antes de su boda, podría haber percibido ese olor con mayor frecuencia. Por su parte, Marcel percibió el olor y se relajó.
—Es… dulce —dijo con media sonrisa ensoñadora—. Me recuerda a cuando era pequeña, es la misma sensación que me producían las feromonas de mi mamá —suspiró.
—¿Qué es dulce? —preguntó Fabián.
—Oh, es cierto, ustedes no lo perciben —negó el castaño y acomodó sus gafas—, realmente se pierden de una de esas experiencias que difícilmente se pueden comparar, cuando se habla de feromonas…
Iván y Fabián observaron a Marcel con curiosidad; era cierto, ellos al ser recesivos, no percibían las feromonas igual que los demás Alfas y mucho menos si eran las de un Omega recesivo, pero la palabra “dulce” los alertó, ya que se suponía que el olor del Omega que Alejandro buscaba, era de almendras dulces.
—Y… ¿a qué huele? —preguntó Iván con curiosidad.
—Es muy tenue… —Agustín suspiró—. Pero huele como a flores o algo por el estilo.
—¿Flores?
Iván y Fabián se miraron de soslayo; si Erick no olía a almendras dulces, tal vez no era el Omega que su amigo buscaba.
—Aquí, Erick… —Gibrán regresó y se inclinó, poniendo un par de zapatos que combinaban con el traje, cerca de los pies del ojiazul—. ¡El diseño es el conjunto completo!
En ese momento, llegaron sus asistentes, con algunos accesorios.
—Sin aretes… —negó el ojiazul, ya que él no se había perforado las orejas, a diferencia de muchos Omega de la alta sociedad.
La joven asistente que llevaba los aretes, se apartó y luego se acercaron otras dos con adornos para el cabello.
—Esto será difícil —Gibrán puso la mano en su mejilla—, tu cabello es corto… Los accesorios del cabello, son para Omegas de cabello largo.
Erick observó su cabello; lentamente, sus manos se movieron a acariciar algunos mechones cerca de su rostro y sus labios dejaron de sonreír.
Él lo sabía, una de las características que les daba más belleza a los Omega, era el cabello largo. De pequeño, a él también se lo dejaban crecer y sus Nanas lo peinaban de acuerdo a la ocasión; pero cuando se casó, cuando su esposo lo lastimaba jalándolo de la melena, prefirió cortarlo.
El ojiazul pasó saliva— tal vez… el traje no es para mí… —musitó nervioso.
Agustín quiso decir algo, pero fue Marcel quien se adelantó, dando un golpe en la mesita que estaba frente a él.
—¡Por supuesto que es para ti! —gritó el castaño, se puso de pie, dejó su celular en la mesita, cerca de su jugo, acomodó sus gafas y llegó hasta Erick, el diseñador y sus asistentes—. No tienen nada que ver que tengas el cabello corto —señaló—, un pequeño detalle… —sujetó un delicado clip de cabello, le acomodó los mechones y lo puso cerca de la oreja izquierda—. Solo hay que realzar tu mirada —le guiño un ojo.
Erick se sobresaltó, pero luego sonrió animado— supongo que podría —dijo con voz baja, ya que sabía bien a lo que el otro se refería, pues había sido bien educado para ello—, pero hace mucho que no me arreglo para una fiesta y… creo que ya olvidé cómo hacerlo, además, no tengo…
—No, no, ¡no! —Agustín se puso de pie—. No digas más, cualquier cosa que necesites, ¡se compra ya mismo! —anunció con rapidez, no quería que su hermano se entristeciera, no después de verlo sonreír de esa manera.
—Ahora que lo dices…
Gibrán corrió y trajo una pequeña caja; un neceser de maquillaje.
—Normalmente no me encargo de esto, pues no es mi área —se alzó de hombros—, pero esto puede servir…
Entre Marcel, Agustín, Gibran y sus asistentes, ayudaron a que Erick terminara su pequeña prueba, poniéndole un poco de maquillaje sobrio, resaltando su mirada azul y colocándole un brillo labial.
—Voilà! —Gibrán se apartó.
Fabián e Iván se sorprendieron por lo que miraban; era un arreglo improvisado, pero realmente se miraba hermoso.
—Te ves… muy diferente —Agustín no lo podía creer.
—¿Diferente? —Marcel sonrió burlón—. Se ve como el Erick de hace años…
—El “príncipe Omega”, ¡ha vuelto! —Gibrán aplaudió emocionado.
Erick se miró al espejo y observó su reflejo; ahí estaba él, esa imagen que durante los últimos tres años de matrimonio, se había ido borrando lentamente, no solo de su físico, sino de su mente.
Por un momento, sintió que el reflejo tenía vida propia y le sonreía divertido, incluso, pareció guiñarle un ojo. Erick parpadeó y pasó la mano por su mejilla con debilidad.
—Yo… no sé si a mi esposo… —buscó la mirada de Marcel y Agustín, con nervios—. Le guste…
Los dos amigos se vieron entre sí; sabían la delicada situación de Erick con su esposo, pero no lo pensaron cuando eso inició. Tal vez, Omar no quería que su esposo se viera de esa manera, de nuevo.
—¡Claro que le gustará! —Gibrán interrumpió—. Te aseguro que quedará encantado.
—Sí, pero… —el ojiazul tembló.
—Por muy celoso que sea, no debe mantenerte oculto de los ojos de otros —insistió el diseñador, imaginando que Omar era demasiado posesivo y por ello Erick casi no salía ya—. Debe permitir que las personas te vean, ¡que se sienta orgulloso del esposo que tiene!
—No te preocupes, Erick —Marcel sonrió confiado, de inmediato pensó en algo—. Omar no se negará si un diseñador tan respetado como Gibrán, le marca y le dice que espera verte con su diseño esta noche, en la fiesta de los García, ¿no es así? —miró de soslayo al diseñador.
—¡Por supuesto que lo haré! —movió la mano y una de sus asistentes le pasó su celular—. Y no solo eso, le diré a Ulises, su madre y ¡lo anunciaré a mis contactos! —dijo emocionado.
—Y ¿por qué no les da un pequeño adelanto? —Iván se puso de pie.
—¿A qué te refieres? —preguntó el diseñador.
Fabián entendió lo que Iván quería hacer— Erick es una celebridad en esta ciudad, ¿no? —sonrió—. La foto que Iván tomó, puede ayudar a dar una pista de que usará un diseño suyo.
—Pero entonces arruinaríamos la sorpresa —musitó el aludido.
—Solo será un pequeño recorte…
Iván le tomó un par de fotos más a Erick; una del rostro, del lado donde tenía el accesorio de cabello y otra de su mano izquierda, para que se viera un poco de la manga. Con ellas y la primera que tomó, hizo una imagen mezclada, donde solo se veían pequeños detalles del traje de la parte baja, la manga y lógicamente el rostro de Erick.
—¡Listo! —le envió la imagen al diseñador—. Creo que esta es la mejor publicidad que tendrá…
—¡Chico listo! —Gibrán sonrió divertido—. Me caes mucho mejor ahora, creo que eres un buen partido para mi bebé… —le guiñó un ojo y luego se apartó.
El diseñador se enfocó en marcarle a Omar y convencerlo; Marcel y Agustín, junto con las asistentes, ayudaban a Erick a cambiarse de nuevo.
—¿Le enviarás esas fotos? —preguntó Fabián en un murmullo.
—No, no se las enviaré ahora mismo, se pondría sumamente alterado —señaló el moreno—, esto es para mostrárselas, pero necesitamos algo más…
—¿Cómo qué?
—Ni tu, ni yo, podemos percibir las feromonas —Iván miró de soslayo la puerta que daba al fondo—. Su hermano dijo que olía a flores, tal vez no es a quien Alex busca —hizo un mohín—. Necesitamos llevarle algo que tenga su olor, él podría identificarlo.
Fabián dudó y luego sonrió— creo que sé cómo obtenerlo…
—¿De verdad?
—Sí, sólo, dame un momento…
Se inclinó y sujetó el celular que Marcel había dejado en la mesita de centro y luego caminó hacia el fondo.
—Marcel, creo que te llegó un…
—¡¿Qué haces aquí?! —el grito del castaño se escuchó.
Iván observó cómo salían cosas volando
—Sólo quería…
—¡Largo! —la voz de Agustín resonó con fuerza y aunque el olor a canela inundó el lugar, Iván ni siquiera lo percibió.
Fabián llegó con su amigo, sobando su mejilla.
—Me deben una… —dijo con dolor, ya que su mejilla estaba roja, por un golpe que había recibido, aunque no había sido tan fuerte, si había quedado marcado, pero aun así, lo importante era que había obtenido la bufanda de Erick.
—Esto no sirve de nada —Iván levantó una ceja—, ahora que salga, se la tendrás que devolver.
—No la aceptará —Fabián negó—. Si llega a su hogar, con una prenda que huela a otro Alfa, seguramente se metería en problemas con su esposo —sonrió—. Le ofreceré comprarle una nueva, lo único que hay que hacer es evitar que Marcel o Agustín nos la quiten…
Fabián e Iván regresaron a la casa de la familia Esquivel, poco después de las tres de la tarde. Al bajar del auto, Fabián sacó una bolsa de plástico, donde llevaba la bufanda de Erick.
Cómo dijo, aunque intentó devolverla, el ojiazul no la aceptó, pero tampoco permitió que le comprara una nueva. Marcel y Agustín intentaron quitársela, pero él aseguró que se la devolvería al menor, después de lavarla, ya que, aparte de lo ocurrido, “accidentalmente” la había manchado con el jugo que Marcel había dejado en la mesita de la Boutique.
Los amigos llegaron a la biblioteca, donde se encontraban los demás y aun antes de que la puerta se abriera para dejarlos pasar, Alejandro levantó el rostro.
—¿Qué es eso? —preguntó de inmediato.
—¿Qué cosa? —indagó Dimitry, que estaba a su lado, revisando una carpeta digital con información de la empresa de Acosta.
Todos sus compañeros levantaron la cara y segundos después, la puerta se abrió, permitiendo que Fabián e Iván entraran.
—Ese Omega es complicado… —dijo el moreno, ya que iban hablando del hermano de Erick.
—Sí, es una fiereci… —Fabián no terminó de hablar, ya que los demás los observaban—. ¿Pasa algo? —preguntó el castaño, aun en el umbral de la puerta.
—Solo son ellos dos —dijo David y volvió la mirada a su computadora portátil.
—No —Alejandro se puso de pie—. Hay otro olor…
—¿Otro olor? —Julián aspiró profundamente, pero no percibió nada—. No hay nada, Alex —negó.
—Has trabajado demasiado —se burló Miguel, sin dejar de teclear.
—Tal vez si haya otro olor —Iván sonrió y caminó hacia sus compañeros.
Fabián cerró tras de sí y siguió al moreno, pero al llegar al mueble, lanzó la bolsa de plástico a la mesa, justo donde no había nadie.
—Deberías investigar… —le hizo una seña con el rostro a Alejandro.
Alejandro caminó, rodeando la mesa; sentía su corazón acelerado, su boca estaba seca y a pesar de que percibía olores difusos, había uno que lo estaba haciendo reaccionar. Al llegar a dónde estaba la bolsa, la sujetó y la abrió con lentitud.
Apenas hubo una pequeña abertura, el olor del interior lo mareó y se sostuvo en la mesa.
—¡¿Alex?! —sus amigos se pusieron alerta.
—¡Aléjense! —gritó y todos se apartaron de la mesa.
Por su parte, el rubio metió la mano y sacó una bufanda en tono azul cielo; toda la tela, incluso donde tenía una mancha visible, de la cual desprendía un olor cítrico de forma superficial, estaba impregnada de ese perfume que tanto anhelaba. Lo acercó a su rostro y aspiró profundamente la fragancia que desprendía cada fibra, sintiéndose extasiado; sus manos apretaron la tela y luego levantó el rostro, fijando la mirada en los recién llegados.
—¡¿Dónde lo consiguieron?! —preguntó ansioso.
—Alex, deberías… controlarte —dijo Dimitry, al sentir que el olor del otro empezaba a llenar la biblioteca.
—Si no te calmas, no podemos hablar… —Iván pasó saliva con dificultad, especialmente al ver las pupilas alargadas en los ojos verdes.
Alejandro rechinó los dientes; quería controlarse, pero no podía. Su cuerpo se encorvó, abrazando esa prenda, empezando a temblar.
—Es el inicio del celo, ¿cierto? —Fabián observó cómo la piel del invitado se llenaba de sudor—. ¡¿Dónde está el supresor que te dio mi padre?!
David se movió, yendo al maletín del rubio y buscó entre sus cosas; sabía que Alejandro traía el medicamento cerca, por cualquier eventualidad y aunque no confiaba en eso, debía obedecer sus indicaciones. Sacó la jeringa e intentó acercarse a su amigo, pero no pudo.
—Pónsela tu… —extendió la mano y se la acercó a Iván.
El moreno corrió y sujetó el objeto, acercándose al rubio y colocándoselo en el cuello. Apenas terminó de poner todo el contenido, se apartó de inmediato, porque las feromonas del otro estaban afectándolo también.
Alejandro cayó hincado al piso, respirando agitado; sentía el sudor frío recorrer toda su piel, sus músculos tensados parecían reacios a obedecer su indicación de incorporarse, así que se tuvo que quedar un largo rato así.
Después de casi veinte minutos, la liberación de sus feromonas disminuyó considerablemente; Fabián e Iván abrieron las ventas para ventilar el lugar y ayudaron a los otros, que estaban cubriéndose la boca y nariz.
El rubio se incorporó con lentitud y sonrió.
—El medicamento es… efectivo —dijo con burla.
—Puedo verlo… —Fabián sonrió débilmente, aunque seguía nervioso.
—¡Maldita sea, Alex! —Julián escupió a un lado, sintiendo su boca amarga—. Si no puedes controlarte, ¡será imposible que salgas a las fiestas!
—Está bien, el medicamento lo ayudará —señaló Fabián.
—¿Estás seguro? —Miguel carraspeó—. Porque de lo contrario, esta tarea será imposible.
—Este evento fue provocado —David pasó la mano por su nariz, limpiándola con un pañuelo.
—¿Qué le dieron? —indagó el ruso con molestia.
—¿Reconociste las feromonas? —preguntó Iván con duda.
—Sí —el ojiverde asintió—, es él…
—Qué raro —el moreno rascó su cabeza—, nos dijeron que olía a flores, no a almendras…
—Tiene un toque delicado a flores, pero es muy débil —Alejandro aspiró la prenda con emoción, además se sentía seguro, ya que se estaba controlando bastante bien—, aun así, mantiene el olor de almendras dulces…
—¿Estás seguro? —Dimitry se sorprendió.
—¡No hay duda! —sonrió el rubio y talló la tela contra su mejilla.
—Esa bufanda era de Erick Salazar —sonrió Iván y buscó una silla para descansar.
—¿Erick Salazar? —David buscó la mirada del otro con rapidez—. ¡¿Cómo fue que consiguieron eso?!
—¡Con mucha suerte! —Fabián se burló—. La cita que teníamos con Marcel, se complicó —ladeó el rostro—. Llegó con Agustín y Erick, porque estaban buscando un traje especial para él.
—¿Un traje? —Miguel se cruzó de brazos, curioso—. ¿Para qué ocuparía un traje?
—Va a ir a la fiesta de hoy —dijo Iván con rapidez.
—¡¿Irá a la fiesta?! —Alejandro buscó la mirada de su amigo, para constatar que no le mentía.
—Sí, irá a la fiesta, aunque con su esposo —especificó el moreno.
—Eso no es bueno —Julián negó—. Si Alex se encuentra con él, todo se saldrá de control.
—Deberíamos cancelar nuestra asistencia… —Miguel lo secundó.
—¡No! —Alejandro negó—. Tengo que verlo.
—Alex, ni siquiera puedes controlarte, al oler una simple prenda suya —Dimitry señaló la bufanda—. ¿Qué crees que pasaría si lo tienes cerca?
—Dima tiene razón, ¡sería una locura exponerte a las feromonas de ese chico! —David apoyó a su amigo—. Podríamos terminar en un gran problema.
—Pero, ¡tengo que verlo! —gruñó el rubio.
—No vamos a exponerte, Alejandro —Julián negó.
—Si algo sucede y te metes en problemas, las cosas con tu familia y los Acosta se pondrán muy difíciles —Miguel lo señaló.
—¡No me van a detener! ¡Voy a ir a esa fiesta!
—No nos obligues a tomar medidas, Alejandro —Julián lo enfrentó.
—Puede haber una forma… —Fabián interrumpió, ya que ambos alfas se miraban agresivos.
—¿Cuál? —preguntó el rubio, sin dejar de ver a Julián.
—Ese medicamento que te pusiste, debe actuar al menos unas ocho horas —dijo con rapidez—, podemos llevar un par más en caso de ser necesario y ponerte uno más, antes de que lo veas.
—¿Eso no ocasionaría una sobredosis? —David lo miró intrigado.
—Es un supresor experimental —Fabián se alzó de hombros—, Alejandro es muy fuerte, así que no sabemos qué efectos pueda tener, pero se supone que aunque lo llamamos supresor, no lo es, por lo tanto, no debe ser tan peligroso…
—¿A qué te refieres? —indagó el ojiverde, ya que no sabía eso.
—Técnicamente, este medicamento, debe darte más control racional sobre tu cuerpo —señaló—, es decir, no suprime literalmente tus instintos, sino que estimula tu cerebro y ayuda a que tu parte racional se anteponga a tus deseos básicos de reproducción.
—No comprendo —Iván negó.
—Es simple… —Fabián caminó hacia una parte de la biblioteca, extendió un pizarrón y empezó a escribir garabatos—. La mayoría de los supresores, actúa bloqueando los instintos y adormeciendo los sentidos de aquellos que entran en celo… —señaló—. Este medicamento, estimula el hemisferio izquierdo del cerebro, justo como cuando un vinculado, ayuda a que su pareja se tranquilice, para que la parte racional se superponga a los instintos y emociones.
—¡¿Eso es posible?! —Miguel se sorprendió.
—Bueno, en teoría sí —Fabián asintió—. Pero no hemos hecho suficientes pruebas, al menos hemos constatado hoy, que en la primera fase, en el inicio del celo, parece funcionar perfectamente.
—¿Cómo te sientes, Alex? —Dimitry observó al rubio.
—Pues… bien… —respondió observando sus manos y moviéndolas con soltura—. Ahora que lo mencionas, no me siento igual que con los supresores que uso normalmente… es decir, no tengo esa pesadez y somnolencia.
—Los supresores normales, tienen químicos soporíferos —Fabián se cruzó de brazos—, pero a la larga, eso es una desventaja, especialmente en los Omega, que al usar un supresor, quedan casi expuestos a otros —explicó—, por lo que mi familia intenta eliminarlos de los ingredientes básicos de este medicamento.
—¿Un Omega puede usar esto también? —Alejandro lo observó sorprendido.
—En teoría… Sí, debería ser posible que un Omega lo use —Fabián asintió.
—¿Cómo es eso posible? —David negó—. Se supone que los medicamentos de Alfas y Omegas son distintos.
—Es cierto, son distintos —admitió Fabián—, pero porque se basan, como ya dije, en suprimir, no en estimular, esa es la diferencia con este nuevo medicamento.
—Significa que… ¿un Omega puede controlar su celo también? —Iván mostró un gesto confuso.
—Esto es sumamente difícil de creer —Miguel negó—. Parece un truco barato.
—No es un truco, es bioquímica —sonrió Fabián.
—Me dices que si le damos este medicamento a un Omega en celo, ¿se controlará igual que Alex? —Julián señaló a su amigo.
—Pues… Debería… —sonrió divertido el castaño—. El medicamento tiene el mismo principio para Alfas y Omegas —asintió—, pero este medicamento que le dimos a Alex, está calculado para su peso, constitución y distintas mediciones de sus análisis, si se llegara a intentar proporcionar a un Omega, la cantidad de medicamento debería ser menor, pero no hemos encontrado un Omega dominante que necesite intentarlo —explicó rápidamente—. Incluso, si deseamos aplicarlo a otro Alfa, la cantidad debe ser diferente.
Todos voltearon a ver al rubio.
—Alex, ¿puedes controlar tus feromonas? —Julián lo miró con curiosidad.
El ojiverde lo miró por un segundo, era obvio que querían ver que tan expuesto estaba; cerró los parpados y al abrirlos, sus pupilas alargadas se mostraron, liberó una gran cantidad de feromonas, en un ataque deliberado hacia su amigo, que se cubrió la nariz y dio un paso hacia atrás.
El rubio sonrió— puedo —dijo con orgullo y de inmediato las disipó, para no seguir atacando a Julián.
—¡Increíble! —Fabián se sorprendió—. ¡Sigues teniendo pleno control sobre ellas! Tengo que anotarlo… —se movió y buscó unas hojas.
—Al menos, no son tan fuertes —Julián arrugó la nariz.
—Por qué no quise que fuera un ataque tan agresivo —señaló el ojiverde con diversión.
—¡¿Eso también puedes controlarlo?! —Iván se asustó.
—Sí, estoy en pleno uso de mis facultades mentales para controlarlas… —sonrió emocionado—. Ahora, volvamos a lo importante, como ya quedó demostrado que puedo ir a la fiesta… —miró a sus amigos con complicidad—. Necesito saber todo de Erick Salazar.
Cómo dijo, aunque intentó devolverla, el ojiazul no la aceptó, pero tampoco permitió que le comprara una nueva. Marcel y Agustín intentaron quitársela, pero él aseguró que se la devolvería al menor, después de lavarla, ya que, aparte de lo ocurrido, “accidentalmente” la había manchado con el jugo que Marcel había dejado en la mesita de la Boutique.
Los amigos llegaron a la biblioteca, donde se encontraban los demás y aun antes de que la puerta se abriera para dejarlos pasar, Alejandro levantó el rostro.
—¿Qué es eso? —preguntó de inmediato.
—¿Qué cosa? —indagó Dimitry, que estaba a su lado, revisando una carpeta digital con información de la empresa de Acosta.
Todos sus compañeros levantaron la cara y segundos después, la puerta se abrió, permitiendo que Fabián e Iván entraran.
—Ese Omega es complicado… —dijo el moreno, ya que iban hablando del hermano de Erick.
—Sí, es una fiereci… —Fabián no terminó de hablar, ya que los demás los observaban—. ¿Pasa algo? —preguntó el castaño, aun en el umbral de la puerta.
—Solo son ellos dos —dijo David y volvió la mirada a su computadora portátil.
—No —Alejandro se puso de pie—. Hay otro olor…
—¿Otro olor? —Julián aspiró profundamente, pero no percibió nada—. No hay nada, Alex —negó.
—Has trabajado demasiado —se burló Miguel, sin dejar de teclear.
—Tal vez si haya otro olor —Iván sonrió y caminó hacia sus compañeros.
Fabián cerró tras de sí y siguió al moreno, pero al llegar al mueble, lanzó la bolsa de plástico a la mesa, justo donde no había nadie.
—Deberías investigar… —le hizo una seña con el rostro a Alejandro.
Alejandro caminó, rodeando la mesa; sentía su corazón acelerado, su boca estaba seca y a pesar de que percibía olores difusos, había uno que lo estaba haciendo reaccionar. Al llegar a dónde estaba la bolsa, la sujetó y la abrió con lentitud.
Apenas hubo una pequeña abertura, el olor del interior lo mareó y se sostuvo en la mesa.
—¡¿Alex?! —sus amigos se pusieron alerta.
—¡Aléjense! —gritó y todos se apartaron de la mesa.
Por su parte, el rubio metió la mano y sacó una bufanda en tono azul cielo; toda la tela, incluso donde tenía una mancha visible, de la cual desprendía un olor cítrico de forma superficial, estaba impregnada de ese perfume que tanto anhelaba. Lo acercó a su rostro y aspiró profundamente la fragancia que desprendía cada fibra, sintiéndose extasiado; sus manos apretaron la tela y luego levantó el rostro, fijando la mirada en los recién llegados.
—¡¿Dónde lo consiguieron?! —preguntó ansioso.
—Alex, deberías… controlarte —dijo Dimitry, al sentir que el olor del otro empezaba a llenar la biblioteca.
—Si no te calmas, no podemos hablar… —Iván pasó saliva con dificultad, especialmente al ver las pupilas alargadas en los ojos verdes.
Alejandro rechinó los dientes; quería controlarse, pero no podía. Su cuerpo se encorvó, abrazando esa prenda, empezando a temblar.
—Es el inicio del celo, ¿cierto? —Fabián observó cómo la piel del invitado se llenaba de sudor—. ¡¿Dónde está el supresor que te dio mi padre?!
David se movió, yendo al maletín del rubio y buscó entre sus cosas; sabía que Alejandro traía el medicamento cerca, por cualquier eventualidad y aunque no confiaba en eso, debía obedecer sus indicaciones. Sacó la jeringa e intentó acercarse a su amigo, pero no pudo.
—Pónsela tu… —extendió la mano y se la acercó a Iván.
El moreno corrió y sujetó el objeto, acercándose al rubio y colocándoselo en el cuello. Apenas terminó de poner todo el contenido, se apartó de inmediato, porque las feromonas del otro estaban afectándolo también.
Alejandro cayó hincado al piso, respirando agitado; sentía el sudor frío recorrer toda su piel, sus músculos tensados parecían reacios a obedecer su indicación de incorporarse, así que se tuvo que quedar un largo rato así.
Después de casi veinte minutos, la liberación de sus feromonas disminuyó considerablemente; Fabián e Iván abrieron las ventas para ventilar el lugar y ayudaron a los otros, que estaban cubriéndose la boca y nariz.
El rubio se incorporó con lentitud y sonrió.
—El medicamento es… efectivo —dijo con burla.
—Puedo verlo… —Fabián sonrió débilmente, aunque seguía nervioso.
—¡Maldita sea, Alex! —Julián escupió a un lado, sintiendo su boca amarga—. Si no puedes controlarte, ¡será imposible que salgas a las fiestas!
—Está bien, el medicamento lo ayudará —señaló Fabián.
—¿Estás seguro? —Miguel carraspeó—. Porque de lo contrario, esta tarea será imposible.
—Este evento fue provocado —David pasó la mano por su nariz, limpiándola con un pañuelo.
—¿Qué le dieron? —indagó el ruso con molestia.
—¿Reconociste las feromonas? —preguntó Iván con duda.
—Sí —el ojiverde asintió—, es él…
—Qué raro —el moreno rascó su cabeza—, nos dijeron que olía a flores, no a almendras…
—Tiene un toque delicado a flores, pero es muy débil —Alejandro aspiró la prenda con emoción, además se sentía seguro, ya que se estaba controlando bastante bien—, aun así, mantiene el olor de almendras dulces…
—¿Estás seguro? —Dimitry se sorprendió.
—¡No hay duda! —sonrió el rubio y talló la tela contra su mejilla.
—Esa bufanda era de Erick Salazar —sonrió Iván y buscó una silla para descansar.
—¿Erick Salazar? —David buscó la mirada del otro con rapidez—. ¡¿Cómo fue que consiguieron eso?!
—¡Con mucha suerte! —Fabián se burló—. La cita que teníamos con Marcel, se complicó —ladeó el rostro—. Llegó con Agustín y Erick, porque estaban buscando un traje especial para él.
—¿Un traje? —Miguel se cruzó de brazos, curioso—. ¿Para qué ocuparía un traje?
—Va a ir a la fiesta de hoy —dijo Iván con rapidez.
—¡¿Irá a la fiesta?! —Alejandro buscó la mirada de su amigo, para constatar que no le mentía.
—Sí, irá a la fiesta, aunque con su esposo —especificó el moreno.
—Eso no es bueno —Julián negó—. Si Alex se encuentra con él, todo se saldrá de control.
—Deberíamos cancelar nuestra asistencia… —Miguel lo secundó.
—¡No! —Alejandro negó—. Tengo que verlo.
—Alex, ni siquiera puedes controlarte, al oler una simple prenda suya —Dimitry señaló la bufanda—. ¿Qué crees que pasaría si lo tienes cerca?
—Dima tiene razón, ¡sería una locura exponerte a las feromonas de ese chico! —David apoyó a su amigo—. Podríamos terminar en un gran problema.
—Pero, ¡tengo que verlo! —gruñó el rubio.
—No vamos a exponerte, Alejandro —Julián negó.
—Si algo sucede y te metes en problemas, las cosas con tu familia y los Acosta se pondrán muy difíciles —Miguel lo señaló.
—¡No me van a detener! ¡Voy a ir a esa fiesta!
—No nos obligues a tomar medidas, Alejandro —Julián lo enfrentó.
—Puede haber una forma… —Fabián interrumpió, ya que ambos alfas se miraban agresivos.
—¿Cuál? —preguntó el rubio, sin dejar de ver a Julián.
—Ese medicamento que te pusiste, debe actuar al menos unas ocho horas —dijo con rapidez—, podemos llevar un par más en caso de ser necesario y ponerte uno más, antes de que lo veas.
—¿Eso no ocasionaría una sobredosis? —David lo miró intrigado.
—Es un supresor experimental —Fabián se alzó de hombros—, Alejandro es muy fuerte, así que no sabemos qué efectos pueda tener, pero se supone que aunque lo llamamos supresor, no lo es, por lo tanto, no debe ser tan peligroso…
—¿A qué te refieres? —indagó el ojiverde, ya que no sabía eso.
—Técnicamente, este medicamento, debe darte más control racional sobre tu cuerpo —señaló—, es decir, no suprime literalmente tus instintos, sino que estimula tu cerebro y ayuda a que tu parte racional se anteponga a tus deseos básicos de reproducción.
—No comprendo —Iván negó.
—Es simple… —Fabián caminó hacia una parte de la biblioteca, extendió un pizarrón y empezó a escribir garabatos—. La mayoría de los supresores, actúa bloqueando los instintos y adormeciendo los sentidos de aquellos que entran en celo… —señaló—. Este medicamento, estimula el hemisferio izquierdo del cerebro, justo como cuando un vinculado, ayuda a que su pareja se tranquilice, para que la parte racional se superponga a los instintos y emociones.
—¡¿Eso es posible?! —Miguel se sorprendió.
—Bueno, en teoría sí —Fabián asintió—. Pero no hemos hecho suficientes pruebas, al menos hemos constatado hoy, que en la primera fase, en el inicio del celo, parece funcionar perfectamente.
—¿Cómo te sientes, Alex? —Dimitry observó al rubio.
—Pues… bien… —respondió observando sus manos y moviéndolas con soltura—. Ahora que lo mencionas, no me siento igual que con los supresores que uso normalmente… es decir, no tengo esa pesadez y somnolencia.
—Los supresores normales, tienen químicos soporíferos —Fabián se cruzó de brazos—, pero a la larga, eso es una desventaja, especialmente en los Omega, que al usar un supresor, quedan casi expuestos a otros —explicó—, por lo que mi familia intenta eliminarlos de los ingredientes básicos de este medicamento.
—¿Un Omega puede usar esto también? —Alejandro lo observó sorprendido.
—En teoría… Sí, debería ser posible que un Omega lo use —Fabián asintió.
—¿Cómo es eso posible? —David negó—. Se supone que los medicamentos de Alfas y Omegas son distintos.
—Es cierto, son distintos —admitió Fabián—, pero porque se basan, como ya dije, en suprimir, no en estimular, esa es la diferencia con este nuevo medicamento.
—Significa que… ¿un Omega puede controlar su celo también? —Iván mostró un gesto confuso.
—Esto es sumamente difícil de creer —Miguel negó—. Parece un truco barato.
—No es un truco, es bioquímica —sonrió Fabián.
—Me dices que si le damos este medicamento a un Omega en celo, ¿se controlará igual que Alex? —Julián señaló a su amigo.
—Pues… Debería… —sonrió divertido el castaño—. El medicamento tiene el mismo principio para Alfas y Omegas —asintió—, pero este medicamento que le dimos a Alex, está calculado para su peso, constitución y distintas mediciones de sus análisis, si se llegara a intentar proporcionar a un Omega, la cantidad de medicamento debería ser menor, pero no hemos encontrado un Omega dominante que necesite intentarlo —explicó rápidamente—. Incluso, si deseamos aplicarlo a otro Alfa, la cantidad debe ser diferente.
Todos voltearon a ver al rubio.
—Alex, ¿puedes controlar tus feromonas? —Julián lo miró con curiosidad.
El ojiverde lo miró por un segundo, era obvio que querían ver que tan expuesto estaba; cerró los parpados y al abrirlos, sus pupilas alargadas se mostraron, liberó una gran cantidad de feromonas, en un ataque deliberado hacia su amigo, que se cubrió la nariz y dio un paso hacia atrás.
El rubio sonrió— puedo —dijo con orgullo y de inmediato las disipó, para no seguir atacando a Julián.
—¡Increíble! —Fabián se sorprendió—. ¡Sigues teniendo pleno control sobre ellas! Tengo que anotarlo… —se movió y buscó unas hojas.
—Al menos, no son tan fuertes —Julián arrugó la nariz.
—Por qué no quise que fuera un ataque tan agresivo —señaló el ojiverde con diversión.
—¡¿Eso también puedes controlarlo?! —Iván se asustó.
—Sí, estoy en pleno uso de mis facultades mentales para controlarlas… —sonrió emocionado—. Ahora, volvamos a lo importante, como ya quedó demostrado que puedo ir a la fiesta… —miró a sus amigos con complicidad—. Necesito saber todo de Erick Salazar.
El próximo es la fiesta... creo XD jajajajajajaja
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