Capítulo IV
A pesar de que Alejandro había exentado los exámenes semestrales, tuvo que esperar a que pasaran algunos días de diciembre, para poder ir a la otra ciudad, ya que era el trato con esa zona. Así, el viaje se planeó para la segunda semana de diciembre y aunque su padre no estaba de acuerdo, Alejandro decidió que su “equipo” no sería directamente trabajadores de su padre, sino sus amigos, en los cuales confiaba ciegamente.
El avión privado, apenas iniciaba el vuelo; habían programado el despegue a temprana hora y Alejandro sabía que algunos trabajadores de su padre, habían ido desde la semana anterior a informarse de los movimientos que había en ese lugar, así como del lugar dónde se hospedarían, asegurándose que el rubio estuviera completamente a salvo en la otra ciudad.
—Llegaremos en dos horas —dijo el rubio, sujetando un vaso con refresco de limón y bebiéndolo, mientras observaba unos documentos.
—¡Bien! Puedo echarme una siesta —Iván se arrebujó en su lugar.
—¿Puedes repetirme, por qué trajimos a este idiota? —David señaló a su amigo, con desdén.
—Porque lo ocuparemos —respondió el ojiverde con poco interés.
—Déjame entender —David levantó sus gafas y masajeó el puente de su nariz—. Mike y Juls, van porque son buenos en cuestiones de sistemas y seguridad informática, con ello tu información estará segura, además, son tus hombres de confianza para conseguir información delicada y difícil —señaló a los otros dos que iban sentados en otros lugares—. Yo voy, porque ocupas la información de las cuentas bancarias de la familia Acosta… —puso la mano en su pecho—. Dima… —señaló al ruso con el pulgar, que lo vio de soslayo al escuchar su nombre—. Porque es tan bueno en administración de empresas como tú y ni que decir en sus habilidades de defensa —miró fijamente a Alejandro—. Aunado a ello, todos somos Alfas —obvió—, pero Iván es Beta, ¡no lo entiendo!
—Soy un Alfa recesivo —corrigió el otro—. Seré bueno si tienen problemas con otros Alfas, porque no me afectan las feromonas igual.
—Sí, problemas con otros alfas —el pelirrojo sonrió burlonamente—. Tenemos al Alfa más dominante y agresivo entre nosotros —miró a Alejandro—. ¿Quién intentaría causarle problemas a él?
—Bueno, ya ha habido casos —Mike se alzó de hombros.
—Y vamos a una ciudad a la cual no ha tenido acceso en quince años —Julián seguía tecleando en una laptop—, es necesario tomar todas las precauciones.
—Dejémonos de tonterías y repasemos el plan —Alejandro se irguió en su asiento—. Tengo menos de dos meses para cerrar este trato —empujó las carpetas hacia sus compañeros—. Mis padres no se presentarán hasta el último día, para avalar la decisión, todo recae en mí y necesito esa ciudad —hizo énfasis en las últimas palabras—. Así que… ¿qué tenemos?
—La empresa de Acosta no tiene registros contables muy detallados —inició Dimitry con rapidez—; hay tantas inconsistencias en los datos administrativos que con facilidad, se puede ver que todo va mal.
—Sí, también lo noté —Alejandro asintió—, pero, no parece afectarle en nada… ¿Por qué?
—Hace quince años, cuando tu padre perdió la concesión de esa ciudad, las finanzas de esa familia eran estables —David revisó unos documentos—. Por la información que obtuve de los datos digitales del banco de mi padre, durante los primeros cinco años tuvieron problemas económicos, pero recibieron grandes cantidades de dinero de una cuenta extranjera, el intermediario era un militar… el ahora General Brigadier, Alonso Salazar.
—¿Por qué un militar lo ayudaría?
—Después de que tu padre perdió esa ciudad y por consecuente ese estado —Miguel mostró un mapa—, se enfocó en obtener toda la zona circundante —hizo un movimiento con su mano—. Casi todo el país pertenece a tu familia y sus socios —especificó—. Ese es el único estado que no está dentro de las conexiones de la familia De León, en cuanto a sus negocios.
—Obviamente eso le causó muchos problemas —prosiguió Dimitry—. Perder apoyo y quedarse aislado, evito que pudiera comercializar su mercancía y entonces, empezó a perder dinero.
—Sigo sin entender lo del militar —repitió Alejandro.
—El militar le ayudó a la familia, con conexiones distintas —Julián habló fríamente—, parece que uno de sus hijos fue a estudiar a Inglaterra —explicó—, allá, le consiguió un contacto en la embajada, con otro militar y ahí empezó a tener suficientes conocidos para reactivar un poco su negocio, aunque no lo suficiente.
—Hay algo que no me convence —Alejandro negó—. Si es un militar, con contactos en el extranjero, ¿por qué ayudaría a la familia Acosta?
—Ahí entro yo —Iván se incorporó de su silla.
Todos lo miraron con expectación.
—¿Ves? Creíste que no serviría de nada, pero ahora verás lo que puedo hacer —dijo para David.
—Cállate y habla —dijo su amigo.
—Tal vez no soy tan inteligente como todos ustedes —dijo con cinismo—, pero mi familia es muy sociable —se cruzó de brazos—, además, nuestros negocios tienen diferente división de zonas, por lo que no tenemos problemas en relacionarnos con familias de ese estado —señaló el mapa—. Te contaré los rumores que hay desde que la familia Acosta, ganó esa concesión…
—Quiero hechos, Iván, no rumores —dijo Alejandro con frialdad.
—Muchos rumores pueden ser ciertos, solo hay que buscar información correcta…
—Haciendo las preguntas correctas —terminó el ruso por Iván.
—Exacto… Lo que sé es esto, la familia Acosta, desde hacía mucho rivalizaba con la familia de Alex —sonrió—. Pero cuando los Acosta ganaron la concesión de esa ciudad, obviamente amedrentaron a muchas personas que estaban del lado de la familia De León —ladeó el rostro—. Sabiéndolos intocables, muchos tuvieron que aceptar estar bajo su yugo —se burló—, entre ellos, muchos militares.
Todos los presentes fruncieron el ceño; parecía más un chisme de señoras.
—La familia Salazar —prosiguió Iván—, tenía un hijo Omega, el cual estaba comprometido desde su nacimiento, con el único hijo de los acosta, quien es un Alfa —dijo con voz seria—. Pero lamentablemente ese hijo murió —se alzó de hombros—. No hubiera ocurrido nada si los Acosta no hubieran ganado el control de la ciudad aquella vez, pero como lo hicieron, el entonces, Mayor, Alonso Salazar, tuvo miedo de que la familia Acosta se convirtiera en sus enemigos, así que, decidió que el matrimonio debía seguir adelante…
—Pero si el Omega murió, ¿cómo seguir con los planes? —preguntó Mike confundido.
—Sí, el Omega con el que se concretó el matrimonio originalmente murió, pero fue reemplazado por un hijo ilegitimo del hombre, que realmente tiene sus amoríos con muchos otros, tanto que creo que hace poco le salió un nuevo hijo y…
—Concéntrate, Iván —presionó Alejandro.
—Ah, ¡sí! —asintió—. De esta forma, el compromiso siguió —señaló—. El militar se aseguró de que la familia más poderosa de la ciudad lo respaldara y protegiera, pero todo cambió por lo que dijeron Mike y Dima.
—Entonces, Acosta necesitó ayuda económica y se la pidió a Salazar —David empezó a atar cabos—. Sabía que si otras familias se enteraban que estaba debilitándose, aprovecharían para atacarlo…
—¡Así es! Y los papeles se invirtieron —Iván se alzó de hombros.
—Aunque no tuvieran dinero, aún tenían el control de la ciudad —Dimitry frunció el ceño—, así que, no debía ser tan difícil mejorar la situación, con contactos adecuados, aunque fueran lejanos.
—Por lo tanto, Salazar casó a un hijo ilegítimo con el hijo de Acosta —Alejandro se recargó en el sillón— y el convenio entre ambas familias no se vio afectado.
—Sí, aunque el matrimonio se llevó a cabo mucho después…
—¿Por qué? —Alejandro buscó la mirada aceituna de su amigo.
—El hijo de Salazar es tres años menor que el heredero Acosta —se burló—aunado a ello, dicen que al parecer, aunque Omega, es recesivo, porque su celo se retrasó hasta los diecinueve años…
—Siendo una familia tan importante, Acosta no hubiera aceptado a un recesivo tan fácil, ¿o sí? —Miguel frunció el ceño.
—Tal vez en circunstancias normales, no —David negó—, pero si revisamos las cantidades de dinero que recibió por parte de Salazar, no podía romper el trato, de lo contrario, lo perdería todo.
—Pero hay otro detalle —Iván sonrió—. Se rumora que realmente el hijo de Salazar, no es Omega —sonrió divertido—, sino Beta.
—¿Por qué? —preguntó Alejandro confundido.
—El hijo de Acosta no ha tenido descendencia y además, tiene tantos amantes que no te alcanzarían los dedos de las manos y pies para contarlos a todos —se burló el moreno—. Muchos de esos amantes, son los que dicen eso, que el esposo de Omar Acosta, realmente es Beta, por eso no responde a sus feromonas.
—Pero sigue con él, por el trato de sus padres —Alejandro sonrió—. Si eso es así, entonces, están más mal de lo que aparentan.
—No debería ser tan difícil vencerlos —Iván se recargó en su sillón.
—No des las cosas por hecho —Julián negó—. Seguramente tienen un plan para evitar perder esa ciudad…
—Especialmente si es lo único que les queda —Miguel asintió.
—Mi padre dijo que aún hay familias que nos apoyan —Alejandro cruzó las manos cerca de su rostro—, pero no se pronunciarán a menos que les demos garantías, ya que de lo contrario, si Acosta vuelve a quedarse en esa ciudad, los podría afectar.
—Lo normal —Dimitry asintió—. Pero precisamente, por eso las reuniones son a puerta cerrada.
—Debemos conocer el terreno y el trato de Acosta con los demás —David miró de soslayo al rubio.
—Tenemos la desventaja del terreno —Julián frunció el ceño.
—Y no podemos confiar en las “buenas intenciones” de cualquiera —Miguel lo secundó.
—Debe haber alguna manera —Alejandro suspiró—. Debemos empezar a movernos en la ciudad, para conseguir información, pero sin llamar la atención o Acosta se dará cuenta de nuestras intenciones, de manera inmediata.
Varios sobres cayeron sobre la mesa, llamando la atención de todos los presentes, que levantaron la mirada, observando cómo había sido Iván, quien los dejó caer con poco interés.
—¿Qué es esto? —David sujetó uno.
—La manera de socializar en esa ciudad —sonrió el moreno.
—¿Son invitaciones? —Dimitry abrió un sobre, leyendo la hoja de adentro.
—Estamos en diciembre —Iván sonrió—, las fiestas decembrinas de la alta sociedad, inician en estos días, aun cuando son laborales —ladeó el rostro—. Todos somos Alfas, jóvenes, sin compromiso, de familias con nexos sumamente importantes, así que, muchas familias, se interesarán en concretar algún compromiso…
—Mike y yo no somos de familia importante —señaló Julián con seriedad.
—En esa ciudad, deben fingir ser parientes políticos de Alex
—¿Somos la carnada? —Miguel sonrió divertido—. No es una mala idea.
—Eso es cierto —David asintió—. Somos jóvenes, aun no terminamos la carrera y no saben que tenemos experiencia en los negocios de nuestros padres, por lo que nos pueden subestimar —señaló.
Alejandro sabía que sus amigos tenían razón y además, si socializaba, sería más fácil que conociera a muchas personas y podría tener oportunidad de encontrar al Omega que buscaba.
—¿De dónde sacaste todas estas invitaciones? —Dimitry buscó la mirada de Iván.
—Mi madre quiere que me case —se alzó de hombros—. Cuando supo que acompañaría a Alex, se puso en contacto con una amiga suya, Laura Murrieta —explicó—, ella consiguió que nos invitaran a todas las fiestas de la ciudad, en espera de que encuentre a un Omega lindo que me haga sentar cabeza —se burló.
—De acuerdo… —Alejandro asintió—. Tenemos coartadas y vamos preparados —los miró con seriedad—. Pero no sabemos que pueda hacer la familia Acosta, así que debemos actuar con precaución…
El avión privado, apenas iniciaba el vuelo; habían programado el despegue a temprana hora y Alejandro sabía que algunos trabajadores de su padre, habían ido desde la semana anterior a informarse de los movimientos que había en ese lugar, así como del lugar dónde se hospedarían, asegurándose que el rubio estuviera completamente a salvo en la otra ciudad.
—Llegaremos en dos horas —dijo el rubio, sujetando un vaso con refresco de limón y bebiéndolo, mientras observaba unos documentos.
—¡Bien! Puedo echarme una siesta —Iván se arrebujó en su lugar.
—¿Puedes repetirme, por qué trajimos a este idiota? —David señaló a su amigo, con desdén.
—Porque lo ocuparemos —respondió el ojiverde con poco interés.
—Déjame entender —David levantó sus gafas y masajeó el puente de su nariz—. Mike y Juls, van porque son buenos en cuestiones de sistemas y seguridad informática, con ello tu información estará segura, además, son tus hombres de confianza para conseguir información delicada y difícil —señaló a los otros dos que iban sentados en otros lugares—. Yo voy, porque ocupas la información de las cuentas bancarias de la familia Acosta… —puso la mano en su pecho—. Dima… —señaló al ruso con el pulgar, que lo vio de soslayo al escuchar su nombre—. Porque es tan bueno en administración de empresas como tú y ni que decir en sus habilidades de defensa —miró fijamente a Alejandro—. Aunado a ello, todos somos Alfas —obvió—, pero Iván es Beta, ¡no lo entiendo!
—Soy un Alfa recesivo —corrigió el otro—. Seré bueno si tienen problemas con otros Alfas, porque no me afectan las feromonas igual.
—Sí, problemas con otros alfas —el pelirrojo sonrió burlonamente—. Tenemos al Alfa más dominante y agresivo entre nosotros —miró a Alejandro—. ¿Quién intentaría causarle problemas a él?
—Bueno, ya ha habido casos —Mike se alzó de hombros.
—Y vamos a una ciudad a la cual no ha tenido acceso en quince años —Julián seguía tecleando en una laptop—, es necesario tomar todas las precauciones.
—Dejémonos de tonterías y repasemos el plan —Alejandro se irguió en su asiento—. Tengo menos de dos meses para cerrar este trato —empujó las carpetas hacia sus compañeros—. Mis padres no se presentarán hasta el último día, para avalar la decisión, todo recae en mí y necesito esa ciudad —hizo énfasis en las últimas palabras—. Así que… ¿qué tenemos?
—La empresa de Acosta no tiene registros contables muy detallados —inició Dimitry con rapidez—; hay tantas inconsistencias en los datos administrativos que con facilidad, se puede ver que todo va mal.
—Sí, también lo noté —Alejandro asintió—, pero, no parece afectarle en nada… ¿Por qué?
—Hace quince años, cuando tu padre perdió la concesión de esa ciudad, las finanzas de esa familia eran estables —David revisó unos documentos—. Por la información que obtuve de los datos digitales del banco de mi padre, durante los primeros cinco años tuvieron problemas económicos, pero recibieron grandes cantidades de dinero de una cuenta extranjera, el intermediario era un militar… el ahora General Brigadier, Alonso Salazar.
—¿Por qué un militar lo ayudaría?
—Después de que tu padre perdió esa ciudad y por consecuente ese estado —Miguel mostró un mapa—, se enfocó en obtener toda la zona circundante —hizo un movimiento con su mano—. Casi todo el país pertenece a tu familia y sus socios —especificó—. Ese es el único estado que no está dentro de las conexiones de la familia De León, en cuanto a sus negocios.
—Obviamente eso le causó muchos problemas —prosiguió Dimitry—. Perder apoyo y quedarse aislado, evito que pudiera comercializar su mercancía y entonces, empezó a perder dinero.
—Sigo sin entender lo del militar —repitió Alejandro.
—El militar le ayudó a la familia, con conexiones distintas —Julián habló fríamente—, parece que uno de sus hijos fue a estudiar a Inglaterra —explicó—, allá, le consiguió un contacto en la embajada, con otro militar y ahí empezó a tener suficientes conocidos para reactivar un poco su negocio, aunque no lo suficiente.
—Hay algo que no me convence —Alejandro negó—. Si es un militar, con contactos en el extranjero, ¿por qué ayudaría a la familia Acosta?
—Ahí entro yo —Iván se incorporó de su silla.
Todos lo miraron con expectación.
—¿Ves? Creíste que no serviría de nada, pero ahora verás lo que puedo hacer —dijo para David.
—Cállate y habla —dijo su amigo.
—Tal vez no soy tan inteligente como todos ustedes —dijo con cinismo—, pero mi familia es muy sociable —se cruzó de brazos—, además, nuestros negocios tienen diferente división de zonas, por lo que no tenemos problemas en relacionarnos con familias de ese estado —señaló el mapa—. Te contaré los rumores que hay desde que la familia Acosta, ganó esa concesión…
—Quiero hechos, Iván, no rumores —dijo Alejandro con frialdad.
—Muchos rumores pueden ser ciertos, solo hay que buscar información correcta…
—Haciendo las preguntas correctas —terminó el ruso por Iván.
—Exacto… Lo que sé es esto, la familia Acosta, desde hacía mucho rivalizaba con la familia de Alex —sonrió—. Pero cuando los Acosta ganaron la concesión de esa ciudad, obviamente amedrentaron a muchas personas que estaban del lado de la familia De León —ladeó el rostro—. Sabiéndolos intocables, muchos tuvieron que aceptar estar bajo su yugo —se burló—, entre ellos, muchos militares.
Todos los presentes fruncieron el ceño; parecía más un chisme de señoras.
—La familia Salazar —prosiguió Iván—, tenía un hijo Omega, el cual estaba comprometido desde su nacimiento, con el único hijo de los acosta, quien es un Alfa —dijo con voz seria—. Pero lamentablemente ese hijo murió —se alzó de hombros—. No hubiera ocurrido nada si los Acosta no hubieran ganado el control de la ciudad aquella vez, pero como lo hicieron, el entonces, Mayor, Alonso Salazar, tuvo miedo de que la familia Acosta se convirtiera en sus enemigos, así que, decidió que el matrimonio debía seguir adelante…
—Pero si el Omega murió, ¿cómo seguir con los planes? —preguntó Mike confundido.
—Sí, el Omega con el que se concretó el matrimonio originalmente murió, pero fue reemplazado por un hijo ilegitimo del hombre, que realmente tiene sus amoríos con muchos otros, tanto que creo que hace poco le salió un nuevo hijo y…
—Concéntrate, Iván —presionó Alejandro.
—Ah, ¡sí! —asintió—. De esta forma, el compromiso siguió —señaló—. El militar se aseguró de que la familia más poderosa de la ciudad lo respaldara y protegiera, pero todo cambió por lo que dijeron Mike y Dima.
—Entonces, Acosta necesitó ayuda económica y se la pidió a Salazar —David empezó a atar cabos—. Sabía que si otras familias se enteraban que estaba debilitándose, aprovecharían para atacarlo…
—¡Así es! Y los papeles se invirtieron —Iván se alzó de hombros.
—Aunque no tuvieran dinero, aún tenían el control de la ciudad —Dimitry frunció el ceño—, así que, no debía ser tan difícil mejorar la situación, con contactos adecuados, aunque fueran lejanos.
—Por lo tanto, Salazar casó a un hijo ilegítimo con el hijo de Acosta —Alejandro se recargó en el sillón— y el convenio entre ambas familias no se vio afectado.
—Sí, aunque el matrimonio se llevó a cabo mucho después…
—¿Por qué? —Alejandro buscó la mirada aceituna de su amigo.
—El hijo de Salazar es tres años menor que el heredero Acosta —se burló—aunado a ello, dicen que al parecer, aunque Omega, es recesivo, porque su celo se retrasó hasta los diecinueve años…
—Siendo una familia tan importante, Acosta no hubiera aceptado a un recesivo tan fácil, ¿o sí? —Miguel frunció el ceño.
—Tal vez en circunstancias normales, no —David negó—, pero si revisamos las cantidades de dinero que recibió por parte de Salazar, no podía romper el trato, de lo contrario, lo perdería todo.
—Pero hay otro detalle —Iván sonrió—. Se rumora que realmente el hijo de Salazar, no es Omega —sonrió divertido—, sino Beta.
—¿Por qué? —preguntó Alejandro confundido.
—El hijo de Acosta no ha tenido descendencia y además, tiene tantos amantes que no te alcanzarían los dedos de las manos y pies para contarlos a todos —se burló el moreno—. Muchos de esos amantes, son los que dicen eso, que el esposo de Omar Acosta, realmente es Beta, por eso no responde a sus feromonas.
—Pero sigue con él, por el trato de sus padres —Alejandro sonrió—. Si eso es así, entonces, están más mal de lo que aparentan.
—No debería ser tan difícil vencerlos —Iván se recargó en su sillón.
—No des las cosas por hecho —Julián negó—. Seguramente tienen un plan para evitar perder esa ciudad…
—Especialmente si es lo único que les queda —Miguel asintió.
—Mi padre dijo que aún hay familias que nos apoyan —Alejandro cruzó las manos cerca de su rostro—, pero no se pronunciarán a menos que les demos garantías, ya que de lo contrario, si Acosta vuelve a quedarse en esa ciudad, los podría afectar.
—Lo normal —Dimitry asintió—. Pero precisamente, por eso las reuniones son a puerta cerrada.
—Debemos conocer el terreno y el trato de Acosta con los demás —David miró de soslayo al rubio.
—Tenemos la desventaja del terreno —Julián frunció el ceño.
—Y no podemos confiar en las “buenas intenciones” de cualquiera —Miguel lo secundó.
—Debe haber alguna manera —Alejandro suspiró—. Debemos empezar a movernos en la ciudad, para conseguir información, pero sin llamar la atención o Acosta se dará cuenta de nuestras intenciones, de manera inmediata.
Varios sobres cayeron sobre la mesa, llamando la atención de todos los presentes, que levantaron la mirada, observando cómo había sido Iván, quien los dejó caer con poco interés.
—¿Qué es esto? —David sujetó uno.
—La manera de socializar en esa ciudad —sonrió el moreno.
—¿Son invitaciones? —Dimitry abrió un sobre, leyendo la hoja de adentro.
—Estamos en diciembre —Iván sonrió—, las fiestas decembrinas de la alta sociedad, inician en estos días, aun cuando son laborales —ladeó el rostro—. Todos somos Alfas, jóvenes, sin compromiso, de familias con nexos sumamente importantes, así que, muchas familias, se interesarán en concretar algún compromiso…
—Mike y yo no somos de familia importante —señaló Julián con seriedad.
—En esa ciudad, deben fingir ser parientes políticos de Alex
—¿Somos la carnada? —Miguel sonrió divertido—. No es una mala idea.
—Eso es cierto —David asintió—. Somos jóvenes, aun no terminamos la carrera y no saben que tenemos experiencia en los negocios de nuestros padres, por lo que nos pueden subestimar —señaló.
Alejandro sabía que sus amigos tenían razón y además, si socializaba, sería más fácil que conociera a muchas personas y podría tener oportunidad de encontrar al Omega que buscaba.
—¿De dónde sacaste todas estas invitaciones? —Dimitry buscó la mirada de Iván.
—Mi madre quiere que me case —se alzó de hombros—. Cuando supo que acompañaría a Alex, se puso en contacto con una amiga suya, Laura Murrieta —explicó—, ella consiguió que nos invitaran a todas las fiestas de la ciudad, en espera de que encuentre a un Omega lindo que me haga sentar cabeza —se burló.
—De acuerdo… —Alejandro asintió—. Tenemos coartadas y vamos preparados —los miró con seriedad—. Pero no sabemos que pueda hacer la familia Acosta, así que debemos actuar con precaución…
Omar estaba en su oficina, cuando su padre llegó y no permitió que la asistente lo anunciara, entrando de inmediato al despacho de su hijo, cerrando tras de sí.
—Debemos hablar —dijo el hombre con seriedad.
El castaño ni siquiera le dirigió la mirada, siguió con sus asuntos, revisando los archivos de su computadora.
—¡Deja de llevar amantes a tu casa! —dijo su padre con molestia.
Omar entornó los ojos— Joseph te dijo, ¿cierto?
—Sí y quiero que respetes esa casa ¡dónde está tu esposo!
—Él y yo solo tenemos un maldito matrimonio por compromiso —gruñó con molestia—. Por lo menos ¡necesito con quien coger!
—¡No me interesa! —su padre golpeó el escritorio con las manos—. Debemos mantener a Erick feliz, ¿entendiste?
—¿Por qué? —Omar levantó la mirada, confundido.
Jacobo le acercó una carpeta con varios documentos— De León quiere esta ciudad de nuevo… —dijo con nervios.
—¿Qué quieres decir? —preguntó su hijo confundido.
Omar sabía quién era la familia De León, quienes eran más poderosos que ellos, mismos que estuvieron a punto de quedarse con esa ciudad, quince años atrás, pero tuvieron suerte que el hijo de Diego de León, tuviera un accidente y el hombre no fuera a las negociaciones. Por eso ganaron la oportunidad de tener los negocios de tráfico de armas ahí, pero después de eso, la familia De León se quedó con el resto del país y su negocio se vio sumamente afectado, ya que no podían comerciar y fue cuando su padre tuvo que recurrir a las influencias del padre de Erick.
—Recuerda que hay otras familias importantes en esta ciudad —Jacobo se sentó con pesadez frente a su hijo—. Hay un convenio con todas ellas —explicó—, si no se sienten seguros, con nuestra familia a la cabeza, buscarán a alguien más y ya han pasado quince años —estrujó sus manos—. Saben que fuera de esta ciudad, no tenemos influencia, así que muchos quieren que De León se haga cargo de este lugar también.
—¿Qué significa? —Omar frunció el ceño.
—¡¿Qué no has aprendido nada?! —gritó su padre con desespero—. Si ellos vienen y obtienen el apoyo de todas las familias de acá, estamos muertos —siseó—. El único que tiene presencia social mayor que la nuestra, ¡es Salazar! —señaló a la puerta—. Su hijo mayor está en el extranjero, así que tenemos un contacto seguro fuera del país y su segundo hijo tiene un alto cargo en la milicia —detalló—. Si ellos no nos apoyan, ¡no tenemos nada!
—No creo que pase nada —Omar negó.
—¿Sabes que De León tiene un hijo Alfa dominante, soltero? —Jacobo buscó la mirada de su hijo.
—Si —asintió—. ¿Y?
—Sabes muy bien que Agustín, el segundo hijo ilegítimo de Salazar, es un Omega dominante —dijo entre dientes—. No lo ha casado con nadie y tu madre me comentó que posiblemente, ahora que viene De León a la ciudad, Salazar intentará emparentar con ellos, buscando un matrimonio entre su hijo y el de Diego.
—¿Una sociedad? —la voz de Omar apenas se escuchó.
—Sí… la única manera de no perder todo, es mantener a Erick feliz —Jacobo lo miró con frialdad—. Él es nuestro seguro, ¿entiendes por qué debes mantenerlo feliz?
Omar respiró profundamente, entendiendo lo que su padre quería decirle. A Alonso Salazar no le importaba en realidad su familia, pero mientras Erick fuera parte de la familia Acosta, lo tendrían de aliado forzado; precisamente esa era la razón del por qué no podía divorciarse y ahora menos que nunca, podía perder a Erick. Aunque Alonso Salazar casara a Agustín con el hijo de Diego de León, la familia Acosta seguiría siendo parientes políticos y eso podría beneficiarles.
—Bien… —dijo después de un momento de silencio.
—Quiero que te controles y trates a Erick con todas las consideraciones —señaló su padre, enfatizando la última palabra—. Si Erick Salazar es feliz, tenemos una oportunidad.
Omar apretó la quijada— me esforzaré…
—No quiero que te esfuerces, ¡quiero que lo hagas! —ordenó su padre.
—¡¿Crees que es tan sencillo?! —Omar lo miró con molestia—. ¡¿Cómo puedo acercarme a un Omega vinculado?!
Jacobo masajeó su frente— Omar, ya lo hemos hablado… —dijo con cansancio—. Erick no está marcado —casi deletreó las palabras—. Nunca ha tenido contacto con otro Alfa que no sea de su familia —repitió las mismas palabras que le había dicho a su hijo desde su matrimonio—. No tiene marcas… ¡Es puro!
—¡No lo es! —Omar golpeó el escritorio—. Si tú lo olieras cuando intento acercarme, ¡comprenderías! —habló con desespero—. ¡¿Crees que no deseo a Erick?! —preguntó frustrado—. Es tan hermoso que, desde que lo conocí, quería poseerlo, tomarlo, hacerlo mío… pero… ¡Ese maldito olor repugnante! —siseó—. No hay otra respuesta, está marcado, ¡lo sé!
Jacobo negó— tu madre estuvo ahí cuando lo revisaron —su voz era cansada, le había dicho un millón de veces lo que Ulises le dijo, todo con detalle—. Es puro… Aunado a ello, es un Omega recesivo, es casi imposible que desde antes de su primer celo fuera marcado —añadió con cansancio—. Y si ni tú, ni nadie más lo ha tocado, ¿cómo puede haber una marca? Ya no decir una que ni siquiera se ve…
—¡No lo sé! —Omar se puso de pie—. No lo sé… —repitió con algo de duda—. Pero sé que no estoy equivocado…
—El marcado es un ritual casi extinto —su padre lo miró con un dejo de tristeza—. En la actualizad, son contadas las parejas de Alfas y Omegas que se vinculan con esa práctica, lo sabes bien…
—Sí pero…
—Y no puede haber un marcado sin una cicatriz —Jacobo no dejó que su hijo objetara—. Por lo tanto, sin cicatriz, no hay vínculo —especificó.
Omar cerró los parpados y dio golpecitos en su frente— supongo que piensas que estoy loco…
—No —Jacobo negó—. Solo pienso que te obsesionaste tanto con eso, que no eres objetivo.
—¡¿Cómo puedo ser objetivo, cuando no puedo tocar a mi esposo y hacerlo mío?! —gruñó el otro, sintiendo que sus feromonas empezaban a descontrolarse.
Jacobo suspiró, observando a su hijo con inquietud.
Era un Alfa y desde pequeño tenía dificultades para controlar su carácter, por eso pensaron que era dominante, pero cuando llegó a su adolescencia y se dieron cuenta que no era así, fue un duro golpe para su orgullo. Desde entonces, quería demostrar que era superior a otros, pero cuando Agustín le demostró lo que era un dominante en realidad; empezó a llenarse de ansiedad, ya que si un Omega dominante lo había hecho sucumbir, temía encontrarse con un Alfa de ese tipo.
—¿No has pensado que, tal vez, tu actitud, carácter y acciones, es lo que hace que él te rechace? —preguntó el hombre con algo de tristeza.
—¡¿Qué?! —Omar levantó una ceja.
Jacobo suspiró— Erick, aunque recesivo, sigue siendo Omega —sonrió de lado—, sus emociones hacen que las feromonas reaccionen y si te tiene miedo, su cuerpo intentará apartarte…
—Pero… No me ha pasado con otros Omega —Omar negó.
—Solo digo que es una posibilidad —su padre se puso de pie—. Tómalo en cuenta, quizá, si cambias tu táctica, las cosas mejoren… —dijo con una sonrisa triste.
Omar respiró profundamente. No quería decir que no lo había intentado, pero la realidad era que, desde su matrimonio, no hizo el esfuerzo por acercarse a Erick de una manera más dulce, siempre intentó forzarlo; así que tendría que intentar cortejarlo, como cuando era un adolescente.
—Ahora —la voz de su padre lo sacó de sus pensamientos—, más vale que te prepares, hoy llega el hijo de Diego de León —señaló—. Cuando todos los empresarios se enteren, seguramente intentarán acercarse a él para empezar a formar relaciones sociales…
—¿Sólo su hijo? —Omar frunció el ceño.
—Sí y me da mala espina —Jacobo se cruzó de brazos.
—¿Por qué? —Omar sonrió—. Es solo un estudiante universitario, no, ¿qué experiencia puede tener?
—Tal vez ninguna —Jacobo negó—, pero si viene solo, significa que su plan es que el chico se haga de “amistades” que lo apoyen y cuando Diego llegue, si su hijo consigue compromiso, tendrá más seguridad y estabilidad para quedarse con esta ciudad —repitió—. Y siendo dueño de casi todo el país, ¿cuántos crees que no querrán un compromiso con él y apoyarlo?
—Está bien, empezaré a prepararme para ofrecerle a nuestros socios garantías de que nosotros somos una buena opción de negocios —Omar sabía que tendría que mostrar hechos, así que debía ponerse a trabajar en serio.
—Confío en ti —Jacobo se dio media vuelta y fue a la salida, pero antes de salir giró el rostro y lo miró—. Una cosa más… —suspiró, sabía que lo que diría no le gustaría a su hijo, pero debía prevenirlo—. Quiero que intentes estar en buenos términos con Agustín…
—¡¿Qué?! —Omar levantó el rostro—. ¡Eso no!
—Ya te dije —Jacobo suspiró—. Si Salazar consigue que él se case con el hijo de Diego, necesitamos estar en buenos términos y tú… bueno, ambos sabemos que no tienes buena relación con ese chico.
Omar apretó los puños y rechinó los dientes.
—Es por el bien de la familia —señaló su padre.
—Está bien… —dijo en voz baja—. Lo intentaré al menos.
Jacobo sonrió y salió de la oficina de su hijo; Omar se recargó en la silla y respiró profundamente.
—Tratar a Erick con amabilidad no será difícil… pero ¡a su hermano bastardo! —apretó las manos sobre los descansabrazos—. Eso sí me va a costar mucho.
—Debemos hablar —dijo el hombre con seriedad.
El castaño ni siquiera le dirigió la mirada, siguió con sus asuntos, revisando los archivos de su computadora.
—¡Deja de llevar amantes a tu casa! —dijo su padre con molestia.
Omar entornó los ojos— Joseph te dijo, ¿cierto?
—Sí y quiero que respetes esa casa ¡dónde está tu esposo!
—Él y yo solo tenemos un maldito matrimonio por compromiso —gruñó con molestia—. Por lo menos ¡necesito con quien coger!
—¡No me interesa! —su padre golpeó el escritorio con las manos—. Debemos mantener a Erick feliz, ¿entendiste?
—¿Por qué? —Omar levantó la mirada, confundido.
Jacobo le acercó una carpeta con varios documentos— De León quiere esta ciudad de nuevo… —dijo con nervios.
—¿Qué quieres decir? —preguntó su hijo confundido.
Omar sabía quién era la familia De León, quienes eran más poderosos que ellos, mismos que estuvieron a punto de quedarse con esa ciudad, quince años atrás, pero tuvieron suerte que el hijo de Diego de León, tuviera un accidente y el hombre no fuera a las negociaciones. Por eso ganaron la oportunidad de tener los negocios de tráfico de armas ahí, pero después de eso, la familia De León se quedó con el resto del país y su negocio se vio sumamente afectado, ya que no podían comerciar y fue cuando su padre tuvo que recurrir a las influencias del padre de Erick.
—Recuerda que hay otras familias importantes en esta ciudad —Jacobo se sentó con pesadez frente a su hijo—. Hay un convenio con todas ellas —explicó—, si no se sienten seguros, con nuestra familia a la cabeza, buscarán a alguien más y ya han pasado quince años —estrujó sus manos—. Saben que fuera de esta ciudad, no tenemos influencia, así que muchos quieren que De León se haga cargo de este lugar también.
—¿Qué significa? —Omar frunció el ceño.
—¡¿Qué no has aprendido nada?! —gritó su padre con desespero—. Si ellos vienen y obtienen el apoyo de todas las familias de acá, estamos muertos —siseó—. El único que tiene presencia social mayor que la nuestra, ¡es Salazar! —señaló a la puerta—. Su hijo mayor está en el extranjero, así que tenemos un contacto seguro fuera del país y su segundo hijo tiene un alto cargo en la milicia —detalló—. Si ellos no nos apoyan, ¡no tenemos nada!
—No creo que pase nada —Omar negó.
—¿Sabes que De León tiene un hijo Alfa dominante, soltero? —Jacobo buscó la mirada de su hijo.
—Si —asintió—. ¿Y?
—Sabes muy bien que Agustín, el segundo hijo ilegítimo de Salazar, es un Omega dominante —dijo entre dientes—. No lo ha casado con nadie y tu madre me comentó que posiblemente, ahora que viene De León a la ciudad, Salazar intentará emparentar con ellos, buscando un matrimonio entre su hijo y el de Diego.
—¿Una sociedad? —la voz de Omar apenas se escuchó.
—Sí… la única manera de no perder todo, es mantener a Erick feliz —Jacobo lo miró con frialdad—. Él es nuestro seguro, ¿entiendes por qué debes mantenerlo feliz?
Omar respiró profundamente, entendiendo lo que su padre quería decirle. A Alonso Salazar no le importaba en realidad su familia, pero mientras Erick fuera parte de la familia Acosta, lo tendrían de aliado forzado; precisamente esa era la razón del por qué no podía divorciarse y ahora menos que nunca, podía perder a Erick. Aunque Alonso Salazar casara a Agustín con el hijo de Diego de León, la familia Acosta seguiría siendo parientes políticos y eso podría beneficiarles.
—Bien… —dijo después de un momento de silencio.
—Quiero que te controles y trates a Erick con todas las consideraciones —señaló su padre, enfatizando la última palabra—. Si Erick Salazar es feliz, tenemos una oportunidad.
Omar apretó la quijada— me esforzaré…
—No quiero que te esfuerces, ¡quiero que lo hagas! —ordenó su padre.
—¡¿Crees que es tan sencillo?! —Omar lo miró con molestia—. ¡¿Cómo puedo acercarme a un Omega vinculado?!
Jacobo masajeó su frente— Omar, ya lo hemos hablado… —dijo con cansancio—. Erick no está marcado —casi deletreó las palabras—. Nunca ha tenido contacto con otro Alfa que no sea de su familia —repitió las mismas palabras que le había dicho a su hijo desde su matrimonio—. No tiene marcas… ¡Es puro!
—¡No lo es! —Omar golpeó el escritorio—. Si tú lo olieras cuando intento acercarme, ¡comprenderías! —habló con desespero—. ¡¿Crees que no deseo a Erick?! —preguntó frustrado—. Es tan hermoso que, desde que lo conocí, quería poseerlo, tomarlo, hacerlo mío… pero… ¡Ese maldito olor repugnante! —siseó—. No hay otra respuesta, está marcado, ¡lo sé!
Jacobo negó— tu madre estuvo ahí cuando lo revisaron —su voz era cansada, le había dicho un millón de veces lo que Ulises le dijo, todo con detalle—. Es puro… Aunado a ello, es un Omega recesivo, es casi imposible que desde antes de su primer celo fuera marcado —añadió con cansancio—. Y si ni tú, ni nadie más lo ha tocado, ¿cómo puede haber una marca? Ya no decir una que ni siquiera se ve…
—¡No lo sé! —Omar se puso de pie—. No lo sé… —repitió con algo de duda—. Pero sé que no estoy equivocado…
—El marcado es un ritual casi extinto —su padre lo miró con un dejo de tristeza—. En la actualizad, son contadas las parejas de Alfas y Omegas que se vinculan con esa práctica, lo sabes bien…
—Sí pero…
—Y no puede haber un marcado sin una cicatriz —Jacobo no dejó que su hijo objetara—. Por lo tanto, sin cicatriz, no hay vínculo —especificó.
Omar cerró los parpados y dio golpecitos en su frente— supongo que piensas que estoy loco…
—No —Jacobo negó—. Solo pienso que te obsesionaste tanto con eso, que no eres objetivo.
—¡¿Cómo puedo ser objetivo, cuando no puedo tocar a mi esposo y hacerlo mío?! —gruñó el otro, sintiendo que sus feromonas empezaban a descontrolarse.
Jacobo suspiró, observando a su hijo con inquietud.
Era un Alfa y desde pequeño tenía dificultades para controlar su carácter, por eso pensaron que era dominante, pero cuando llegó a su adolescencia y se dieron cuenta que no era así, fue un duro golpe para su orgullo. Desde entonces, quería demostrar que era superior a otros, pero cuando Agustín le demostró lo que era un dominante en realidad; empezó a llenarse de ansiedad, ya que si un Omega dominante lo había hecho sucumbir, temía encontrarse con un Alfa de ese tipo.
—¿No has pensado que, tal vez, tu actitud, carácter y acciones, es lo que hace que él te rechace? —preguntó el hombre con algo de tristeza.
—¡¿Qué?! —Omar levantó una ceja.
Jacobo suspiró— Erick, aunque recesivo, sigue siendo Omega —sonrió de lado—, sus emociones hacen que las feromonas reaccionen y si te tiene miedo, su cuerpo intentará apartarte…
—Pero… No me ha pasado con otros Omega —Omar negó.
—Solo digo que es una posibilidad —su padre se puso de pie—. Tómalo en cuenta, quizá, si cambias tu táctica, las cosas mejoren… —dijo con una sonrisa triste.
Omar respiró profundamente. No quería decir que no lo había intentado, pero la realidad era que, desde su matrimonio, no hizo el esfuerzo por acercarse a Erick de una manera más dulce, siempre intentó forzarlo; así que tendría que intentar cortejarlo, como cuando era un adolescente.
—Ahora —la voz de su padre lo sacó de sus pensamientos—, más vale que te prepares, hoy llega el hijo de Diego de León —señaló—. Cuando todos los empresarios se enteren, seguramente intentarán acercarse a él para empezar a formar relaciones sociales…
—¿Sólo su hijo? —Omar frunció el ceño.
—Sí y me da mala espina —Jacobo se cruzó de brazos.
—¿Por qué? —Omar sonrió—. Es solo un estudiante universitario, no, ¿qué experiencia puede tener?
—Tal vez ninguna —Jacobo negó—, pero si viene solo, significa que su plan es que el chico se haga de “amistades” que lo apoyen y cuando Diego llegue, si su hijo consigue compromiso, tendrá más seguridad y estabilidad para quedarse con esta ciudad —repitió—. Y siendo dueño de casi todo el país, ¿cuántos crees que no querrán un compromiso con él y apoyarlo?
—Está bien, empezaré a prepararme para ofrecerle a nuestros socios garantías de que nosotros somos una buena opción de negocios —Omar sabía que tendría que mostrar hechos, así que debía ponerse a trabajar en serio.
—Confío en ti —Jacobo se dio media vuelta y fue a la salida, pero antes de salir giró el rostro y lo miró—. Una cosa más… —suspiró, sabía que lo que diría no le gustaría a su hijo, pero debía prevenirlo—. Quiero que intentes estar en buenos términos con Agustín…
—¡¿Qué?! —Omar levantó el rostro—. ¡Eso no!
—Ya te dije —Jacobo suspiró—. Si Salazar consigue que él se case con el hijo de Diego, necesitamos estar en buenos términos y tú… bueno, ambos sabemos que no tienes buena relación con ese chico.
Omar apretó los puños y rechinó los dientes.
—Es por el bien de la familia —señaló su padre.
—Está bien… —dijo en voz baja—. Lo intentaré al menos.
Jacobo sonrió y salió de la oficina de su hijo; Omar se recargó en la silla y respiró profundamente.
—Tratar a Erick con amabilidad no será difícil… pero ¡a su hermano bastardo! —apretó las manos sobre los descansabrazos—. Eso sí me va a costar mucho.
Un auto negro, escoltado por otros más, llegó a una gran mansión. Una pareja de un hombre y una mujer, salió a recibirlos, en compañía de sus tres hijos; Fabián, quien era unos meses mayor que Iván, Lilian, su hija, quien apenas tenía dieciséis años y el pequeño Adrián, quien tenía catorce.
—¡Buenos días! —la voz de un hombre se escuchó, apenas los recién llegados bajaron de la limosina.
—¡Bienvenidos! —dijo la mujer de cabello negro, abrazando primero a Iván con efusividad—. ¡Has crecido mucho, Ivancito!
—Sí… señora… Laura —el moreno sintió que se quedaba sin aire por el abrazo.
Cuando Laura lo dejó, observó al grupo que tenía enfrente— ¡pero mira nada más este grupo de guapos caballeros! —sonrió—. Soy Laura Murrieta de Esquivel —se presentó— y él es mi esposo, Germán Esquivel, que no fue a trabajar por esperarlos —acusó divertida—, ¡bienvenidos a nuestro humilde hogar!
—Gracias —dijeron los recién llegados, ya que no conocían a esas personas en realidad.
—Ellos son mis amigos —Iván señaló a sus compañeros—. Alejandro de León, David Labastida, Dimitry Aramburo, Julián Chávez y Miguel Domínguez.
—Gracias por acogernos los próximos días —dijo Alejandro con seriedad—. Pensábamos hospedarnos en un hotel, pero Iván insistió en venir para acá…
—Sí, yo hablé con sus padres, es mejor que se queden aquí, es más… seguro —sonrió el castaño.
Los recién llegados se sentían un tanto incómodos, porque no conocían a esa familia, pero sabían la razón por la cual estaban ahí; Iván les explicó que en la familia Esquivel, no había Omegas, por lo tanto, era el lugar más seguro, ya que no intentarían casarlos con nadie, como hubiese podido suceder en otro lugar.
La pelinegra señaló a los jóvenes que la acompañaban—. Ellos son mis hijos, Fabián, Lilian y Adrián…
Iván saludó a Fabián de forma casual, con un choque de manos, caminó hacia Lilian e intentó besarla en la mejilla, pero la chica lo empujo.
—¡Ni lo sueñes! —hizo un gesto molesto.
—Solo es un saludo —Iván chasqueó la lengua y caminó hasta el más pequeño—. ¿Cómo andas, monstruo? —preguntó divertido.
—No me digas así —el menor lo miró indiferente.
—¡Ay, sí! —el moreno sonrió burlón—. Solo tu hermana y prima pueden decirte así.
—Pero pasen, ¡pasen! —Laura les hizo un ademán—. Sus habitaciones ya fueron preparadas.
Todos siguieron a la familia, mientras otras personas bajaban sus equipajes de los automóviles.
—En un momento más, serviremos el desayuno —Laura sonrió amable—. Por ahora, los llevarán a sus habitaciones, para que se instalen.
—Gracias —respondieron los universitarios.
—Joven De León, sé que acaba de llegar y seguramente desea descansar, pero… ¿me permite unos momentos, por favor? —preguntó Germán con seriedad.
Alejandro les dedicó una mirada a sus acompañantes, para que se mantuvieran alerta y luego asintió— por supuesto.
Germán llevó al rubio hasta el despacho de su hogar, le permitió pasar y luego cerró la puerta tras él.
—Adelante, ponte cómodo, por favor —pidió el castaño, mientras se dirigía a su sillón, frente al escritorio.
Alejandro caminó hasta la silla que estaba para las visitas y se sentó con rigidez; no sabía qué podía querer ese hombre con él.
—Hablé con tu padre, el señor Diego de León —dijo directo.
El ojiverde frunció el ceño— ¿disculpe?
—El padre de Iván, Lorenzo Zambrano, me puso en contacto con él, en una videollamada conjunta —explicó con rapidez—, así que pude entablar conversación con él después de muchos años…
—¿En serio? —Alejandro habló con sarcasmo.
El rubio sabía de qué se trataban los negocios de su familia, así que normalmente era precavido.
—Sí, dijo que no me creerías —se burló el castaño—. Pero me dijo que te dijera una palabra para que confiaras…
—¿Cuál?
—“Fenrir”.
Alejandro apretó las manos, pero se controló— digamos, que le creo… —dijo con seriedad—. ¿Qué es lo que habló con mi padre?
—Sobre tu condición —Germán ladeó el rostro.
—Mi… ¿condición?
—Hace quince años, fuiste internado en un hospital de esta ciudad y los fármacos que te suministraron, pertenecían a nuestros laboratorios —sacó un folder de su escritorio y se lo acercó al visitante.
Alejandro abrió la carpeta y observó el informe médico, estaba la firma del médico que lo había atendido cuando era niño, de su padre y una firma que no conocía, aunque al pie de la misma decía el nombre del hombre que tenía enfrente.
—Durante todo este tiempo, nuestros laboratorios han enviado el supresor que usas a tu ciudad, para que puedas mantenerte controlado, pero la familia Zambrano siempre ha sido el intermediario.
En otra hoja, Alejandro observó el medicamento que tomaba cuando ocurría su celo, ahora entendía porque era algún trabajador de Iván, quien le llevaba el medicamento a su hogar.
—Aun así, tu caso es muy interesante para todos los médicos investigadores y desarrolladores de medicamentos —el hombre abrió otra gaveta—. Es por eso que, desde entonces, hemos trabajado y perfeccionado un nuevo supresor, que quizá ocupes en esta ciudad, mientras haces tu trabajo… —le acercó una bolsa al otro, dentro, había una especie de jeringa.
—Si tienen un nuevo supresor, ¿por qué no me lo dieron antes?
—Esta ciudad está bajo la “protección” de la familia Acosta —Germán se recargó en su sillón—. Si nos descubrieran teniendo una relación comercial con tu familia, sería algo… complicado, no solo para nosotros, sino para tu familia también —entrelazó las manos—. Y en la familia Zambrano no hay Alfas dominantes, así que no había una excusa para enviarla, por lo cual tu padre no quiso arriesgarse… Pero ahora que estás aquí, en secreto, puedes intentar probarla.
Alejandro sujetó la jeringa y la observó con desconfianza.
Germán sonrió— eres tan desconfiado como tu padre —dijo con diversión, se movió y acercó el teléfono al rubio—. Puedes marcarle, la línea es segura, yo saldré para que tengas privacidad.
El castaño se puso de pie y salió del despacho.
Alejandro sujetó el teléfono y marcó el número directo a la oficina de su padre, para no tener que hablar con la secretaria.
—“Llegaste…” —se escuchó la voz del otro lado.
—¿Sabías que te marcaría? —preguntó el ojiverde con curiosidad.
—“Tú y tu madre son los únicos que tienen este número…” —se burló su padre—. “Y estaba seguro que querrías hablar conmigo después de hablar con Germán…”
Alejandro suspiró— ¿es confiable?
—“Tanto como lo es Zambrano…” —respondió Diego con seriedad.
Alejandro entendió que así como él confiaba en Iván para sus cosas, su padre confiaba en Lorenzo para las suyas.
—Si este nuevo medicamento, es más efectivo, ¿por qué no buscaste la manera de llevarlo a casa?
—“Zambrano confía en Esquivel…” —respondió su padre—. “Dijo que ponía las manos al fuego por él, pero no por cualquier otra persona que se pudiera llegar a enterar…” —explicó—. “Recuerda que tu condición es un secreto, porque no podemos permitir que alguien en quien no confiemos, se entere de ella…”
—Sí, sería una debilidad —admitió el ojiverde.
—“Por eso no me arriesgaría a traer esa medicina sin garantías, pero ahora que estás allá, puedes probarla, especialmente este mes, que ya sabemos que es uno en los que entras en celo, a finales…”
—¿No te preocupa que me quieran envenenar? —se burló el universitario.
—“No… Como dije, Esquivel es de confianza, como Zambrano y sabes que en Lorenzo, confío mucho…”
—Está bien… Probaré esto, a ver qué tal me va.
—“Suerte…”
Alejandro colgó y se puso de pie, caminando hacia la salida. Cuando abrió la puerta, Germán estaba en el pasillo, recargado.
—¿Terminaste? —preguntó con media sonrisa.
—Sí… probaré el supresor, este mes me llega uno de mis celos…
—¿Te molestaría si alguien de mi confianza, revisa la situación personalmente? —Germán lo miró a los ojos.
«Mi padre confía en este hombre, por lo tanto, sé que no tengo por qué dudar…» pensó con seriedad —por mí, está bien.
—Gracias… —el castaño sonrió satisfecho—. Vamos a que te instales y bajes a desayunar…
Este si se me hizo cortito, al menos en la edición.
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