Los gemidos se escuchaban en todo el departamento, eran suaves y delicados, casi un ronroneo, acompañados por el tintineo de varios cascabeles que marcaban el ritmo; pero no por eso dejaban de mostrar el deseo que estaba implícito.
Iván estaba sentado sobre el miembro de Luís, moviendo su cadera con fuerza, enterrando las uñas en el abdomen de su pareja y sintiéndose completamente dichoso de estar unido a ese hombre que amaba con locura, desde temprana edad.
El castaño sonreía complacido, de sentir y ver al menor, completamente entregado a él. Además, la visión era perfecta, pues traía un conjunto que le acababa de comprar; unas orejitas de gato que hacían juego con su cabello negro, un traje formado de un pequeño corsé, ajustado a su cintura, dejando al descubierto sus pectorales y su sexo, aunque las piernas estaban cubiertas por unas delicadas medias sostenidas por un liguero. Los cascabeles pendían de varias partes, el más grande, del collar que tenía una plaquita con la palabra ‘peque’, grabada; otros dos en los pezones, gracias a unas delicadas pinzas que estaban apresándolos con fuerza y el último, sujeto a la punta del sexo del menor, gracias a un listón de color negro.
Pero, lo que más disfrutaba el mayor, era el interior de Iván, ya que, el jovencito no se había sacado el juguete que había portado antes de iniciar el acto, ese mismo que por fuera, era una cola larga como gato, de color negro, pero por dentro, eran varias bolas de consistencia suave, que aparte de darle placer, estimulaban la erección de Luis mientras lo penetraba.
El castaño no pudo contenerse más, un gemido ronco se ahogó en su garganta y llegó al orgasmo, liberando su semen en el interior del menor. Iván se relamió los labios, sintiendo cómo su interior era regado por completo; Luis parecía cansado, pues ya era su tercer orgasmo ese día.
-Rico… – susurró el menor, inclinándose hasta lamer los labios de su novio, con sensualidad – ahora… voy a hacerlo yo…
Sin sacar el miembro de su pareja, aumentó el vaivén, desesperado, deseaba llegar al orgasmo también y sentirse pleno; Luis apretó la quijada, ahogando el gemido por ese movimiento sobre él. El grito que el pelinegro soltó, anunció su éxtasis al llegar al clímax, ensuciando el abdomen y torso de su pareja; pero no se dejó caer, se sostuvo con sus manos, obligándose a mover un poco más la cadera, de forma suave y sensual, mientras lentamente se inclinaba hasta recostarse en el cuerpo del mayor, restregándose contra él y ensuciándose con su propio semen.
Las manos de Luis acariciaron los costados del otro y llevó una hasta la melena negra, jugando con los mechones rebeldes.
-¿Estás cansado? – preguntó y depositó un beso en la cabellera
-Mmmh – Iván hizo un mohín, había llegado al orgasmo un par de veces antes, pero, no se había saciado por completo, aún así, sabía que no podía exigirle más a su cuerpo en ese preciso momento – no mucho… – respondió en un murmullo levantándose y buscando la mirada gris de Luis – quisiera seguir, como siempre… – dijo con sumisión, mientras lamía con insistencia los labios del otro – pero, tengo algo de hambre… – un bostezo lo interrumpió.
-Y sueño también – se burlo el castaño y besó los labios de su pareja con infinito amor – vamos, debemos asearnos, comer y… – suspiró – debo llevarte a tu casa… ya es tarde…
El pelinegro arrugó la nariz, odiaba esa parte, el tener que alejarse de su novio, para volver a casa, pero, no podía evitarlo.
Tenían más de dos años de relación, y aunque la familia de Iván, ya sabía que le gustaban los chicos, no estaban enterados que tenía una relación tan intensa, con el hijo de los vecinos. Además, el menor aun no cumplía los dieciocho años, y Luis, acababa de cumplir veintisiete. Aunado a esto, Iván era presionado por sus padres para que se preocupara por sus estudios y no se distrajera con una relación, especialmente porque ya estaba por entrar a la universidad.
-Detesto eso… – dijo en un reproche, moviéndose con lentitud, gimiendo al sacar el pene de su novio de su interior, pero, dejando el juguete.
-¿Qué… cosa? – Luis suspiró cuando el otro lo liberó por completo.
Al mayor le gustaba disfrutar completamente de Iván, aunque en ocasiones quedaba algo cansado ya que el niño no parecía querer parar cuando estaban juntos. Desde que iniciaron la relación, Luis se dio cuenta que su pequeño novio, era insaciable; su lujuria era tal, que parecía no tener límites en cuanto a sexo se trataba. Llegaba a tal punto la obsesión de Iván, que Luis recurría a juguetes para satisfacer no solo sus fantasías eróticas, sino uno que otro deseo perverso, como salir con él, pero con algo en su interior o andar en su casa desnudo, con juguetes sexuales, para excitarlo con sus movimientos sensuales y lograr que la entrega empezara antes de lo que el mayor había previsto.
El castaño amaba a su novio por encima de cualquier cosa y daba lo que fuera por ver una sonrisa de felicidad y satisfacción en su rostro, por eso, cada capricho que Iván tenía, él lo complacía; lo que menos quería, era que su niño se cansara de él y buscara a alguien que lo hiciera sentir más pleno y feliz, no solo en la cama, sino en el día a día.
-Tener que estar separados y, solo vernos un par de veces a la semana aquí y otras en tu trabajo – reclamó el pelinegro, sacando de sus pensamientos a su pareja – ¿cuándo vamos a cambiar eso?
El castaño sonrió le acarició el rostro con amor y lo movió para besarlo – aún eres menor de edad – susurró contra los labios – hablaré con tus padres – aseguró – y, cuando seas mayor de edad, podrás quedarte conmigo, cuanto quieras, lo prometo…
Esas palabras consiguieron que Iván sonriera; ya faltaban pocos meses para que eso sucediera, casi a la par que su ingreso al primer semestre en la universidad, así que, pensar que todo se resolvería y podrían estar juntos, demostrándose amor libremente, lo llenaba de emoción.
-Está bien, ya no falta tanto – dijo más tranquilo y se incorporó – por cierto, este traje me gusta…
-Lo sé – Luis sonrió – me lo mostraste hace semanas en uno de los ‘doujinshi’ que te llegó.
-¿Dónde lo compraste? – preguntó el menor observándolo y pasando la mano en la tela húmeda, por su semen.
-Dónde siempre, ‘peque’ – sonrió el castaño y se levantó de la cama, dándole un beso en los labios – lo mandé pedir desde China…
Iván sonrió ante la caricia – aún así, me gusta más el anterior – dijo coqueto.
-¿El de corderito? – Luis levantó una ceja – bueno, ciertamente es mucho más llamativo – le guiñó el ojo – pero, el que te mandé pedir esta ultima vez, seguro te gustará más…
-¿Pediste un nuevo? – los ojos de Iván brillaron.
-¡Claro! – asintió el mayor – es tu premio por haber pasado el examen de admisión de la universidad, ¿recuerdas?
Tres días antes, Iván le había mostrado los resultados, orgulloso de estar entre los primeros diez seleccionados de la carrera de sistemas computacionales, por lo que Luis le prometió darle un regalo para compensar su esfuerzo.
-Sí – asintió – y ¿de qué será en esta ocasión?
-Es una sorpresa… – el castaño le guiñó el ojo y le ofreció la mano para ayudarle a levantarse – ven, vamos a asearnos.
-De acuerdo – Iván se incorporó ayudado por el otro y se pegó al cuerpo desnudo con insistencia – pero yo aun quiero jugar un poco, ¿me complacerás? – preguntó con inocencia fingida y llevó la mano de su pareja hasta el juguete que sobresalía de su trasero.
-Eres insaciable – susurró el castaño contra los labios del jovencito – pero sí – dijo después de besarlo – te complaceré… Sabes que haría lo que sea, por verte feliz…
Ante esas palabras Iván suspiró, perdiéndose en el beso que su novio le daba. El pelinegro siguió a Luis a la regadera y ahí, siguió disfrutando de las atenciones de su pareja, sin nada de pudor ni recato.
* * *
Las semanas pasaban, Iván tenía que terminar su preparatoria. El último mes que debía asistir a clases, empezó a notar un distanciamiento con Luis, algo extraño, pero sabía que el otro tenía situaciones en la librería que debía arreglar, más, su paciencia ya se estaba terminando.
-“…’Peque’, quisiera complacerte, pero hoy no puedo, tengo mucho trabajo…”
-¿Otra vez? – Iván estaba molesto – Luis, tenemos casi tres semanas que no nos vemos, ni siquiera en la librería – reprochó con seriedad.
El pelinegro trataba de no levantar la voz, a pesar de que estaba lejos de su salón; era la última semana que se presentaba en la escuela, no había clases, era más que nada una formalidad de seguir asistiendo, pues dos semanas antes ya les habían dado sus calificaciones y, el siguiente lunes sería su graduación oficial.
-¿No quieres verme? – preguntó fríamente, era la única respuesta que encontraba y, a pesar que le dolía imaginar que esa era la razón, debía tomar “el toro por los cuernos” y enfrentar las cosas.
-“…Mi amor, por supuesto que quiero verte, deseo verte, ansío estar contigo, pero, realmente no puedo…” – Iván escuchó un suspiro cansado – “…‘peque’, te prometo que pronto vamos a estar como antes, te lo juro…” – su voz sonaba ansiosa – “…pero, dame un poco de tiempo…”
El pelinegro dudó; Luis jamás le había fallado en ninguna promesa, por tanto, sentía que podía confiar plenamente en él.
-De acuerdo – dijo con debilidad – solo recuerda que la otra semana, el lunes, es mi graduación… yo… quisiera verte ese día… – dijo con ilusión.
-“…Haré lo posible por acompañarte, te lo aseguro, aunque no sea en la entrega de documentos, trataré de verte ese día…”
-Bien... te veo después… te amo…
-“…Yo también te amo, mi amor, recuérdalo…”
Iván colgó la llamada y suspiró.
-¿Sigues teniendo problemas con tu novio?
La pregunta sobresaltó al pelinegro – ¿estuviste escuchando? – levantó una ceja al ver a Mario Lara, su mejor amigo, tras él.
-La verdad, sí, al menos lo último – respondió sin vergüenza, alzando los hombros – venía a invitarte a desayunar, ya que no hay nada que hacer…
Iván sonrió – pensé que estarías ocupado, despidiéndote de tus “amiguitas” – dijo con algo de molestia las palabras.
-Ya me despedí de todas, mira – señaló su cuello – esta marca me la dejó Lucy… Esta de acá, me la dejó Flor y, tengo otras en mi pecho, pero tendría que abrir más mi camisa, solo que esas no me las dejaron las chicas de aquí, sino alguien más, pero no quisiera entrar en detalles contigo, sobre mi relación amorosa…
-Eres un cínico, sinvergüenza – el pelinegro rió.
-Ah, pero así me amas…
-Ya quisieras que te amara – espetó burlándose de su amigo.
En la escuela, pocos sabían que Iván era gay; Mario era una de esas personas y, seguía siendo su amigo, aunque lo conoció a mitad del segundo año de la preparatoria, porque el joven de cabello castaño y ojos azules llegó a la escuela al cambiar de residencia. Lamentablemente para Iván, Mario tenía demasiadas admiradoras y todas ellas se molestaban de verlos juntos, especialmente porque el castaño se mostraba más amistoso con él; pero ese no era el único problema, ya que, desde que lo conoció, lo invitó a su casa y, sus padres pensaban que eran más que amigos, sobre todo porque iba seguido a hacer tareas con él.
Pero, de todas maneras, solo había amistad entre ellos, aunque muchas veces, Mario hizo insinuaciones muy llamativas hacia Iván, palabras en doble sentido, abrazos, e incluso una caricia en el rostro, todo delante de algunas chicas; decía que era para quitárselas de encima, pero a veces, el pelinegro pensaba que su amigo se portaba demasiado cariñoso. Claro que a él no le interesaba, pues solo había alguien en su mente.
-Sí, tienes razón, pero sé que no tengo oportunidad – respondió el rubio a broma, guiándole un ojo – anda, vamos a desayunar, tengo hambre – se acercó a Iván y le pasó la mano por los hombros – debemos disfrutar estos últimos días en esta “prisión”, antes de ir a la de máxima seguridad – rió.
Iván sonrió ante la manera en que su amigo se refería a las escuelas – está bien, si tu pagas, no tengo objeción – respondió guardando el celular en su bolsillo.
* * *
Los amigos estaban en un la cafetería de la escuela, en una de las mesas más alejadas, para poder platicar más cómodos.
-Entonces, ¿me estás diciendo que te ha estado dando largas para verte, desde hace casi tres semanas?
-No son largas – Iván negó – es solo que, al parecer, tiene problemas con unas cosas de la librería, no estoy muy seguro, no sé nada de administración – llevó una papa frita a su boca – pero, si Luis me prometió que me vería pronto, sé que lo hará.
-Confías demasiado en él – el ojiazul levantó una ceja, observándolo con desaprobación – ¿qué tal si ya se buscó a alguien más?
-Luis es un hombre maduro, no creo que hiciera algo así, lo primero sería decírmelo de frente, en vez de estar jugando…
La carcajada de Mario no se hizo esperar.
-¿Qué? – preguntó el pelinegro con molestia.
-Eres demasiado ingenuo – dijo el castaño, limpiando sus ojos – muchos hombres gustan de tener una persona de repuesto y jugar una doble vida, así que, si tu “adorado” – soltó la palabra con burla – Luis, está portándose un poco extraño, cabe la posibilidad de que sea así.
-Lo dudo – Iván negó – confío en él, casi como en mi mismo, así que deja de decir tonterías, no creo que sea como tú, que le gusta jugar con muchas chicas a la vez.
-Lo de las chicas es un juego, tú lo has dicho – explicó – pero, yo solo podría querer algo serio con una sola persona…
-Ya, tu “novia secreta” – el pelinegro entornó los ojos – a veces pienso que me mientes con respecto a esa persona, si fuera así, no le darías alas a nuestras compañeras.
-No te miento sobre mi pareja, solo no quiero decirte quién es, aún, porque es mayor que yo – explicó – y con respecto a nuestras compañeras, solo son amigas divertidas, nada más – se alzó de hombros – a mi pareja no le molesta, porque sabe que realmente no me metería con ellas…
-Lo dicho, eres un cínico, pero yo sé que Luis no me engañaría, no es como tú.
-Solo piénsalo – Mario sonrió de lado – te está dando largas para verte, ni siquiera te recibe en su departamento, según tiene mucho trabajo en la librería y, tomando en cuenta que tú, estuviste ocupado con todos los trámites de la escuela, tampoco podías verlo, ni ir a buscarlo, así que, tiene todo el tiempo del mundo para hacer lo que quiera…
Iván se mordió el labio, la duda empezó a hacerse presente – no – negó, pero ya no lo hizo con tanta seguridad – no lo creo…
* * *
Al llegar a su casa, Iván comió junto con sus padres. Roberto, su hermano mayor, a sus veinticuatro años, ya había terminado la universidad y, meses atrás, había empezado a trabajar y rentar un pequeño departamento para vivir solo; obviamente, su familia sabía que era para verse con sus novias, pero, siendo mayor de edad y un “adulto responsable”, no le dijeron nada. Por su parte, la madre de Iván seguía manteniéndose jovial, pero, a últimas fechas, su padre estaba algo distante y distraído; por ello, no había muchas pláticas de sobremesa con él, pero el menor se mantenía informado de la familia de Luis, por su madre.
Don José ya no iba a la librería, pero le ayudaba a su hijo con algunos documentos desde su casa, mientras que la señora Renata, estaba feliz de que Luis los visitara más seguido, aunque fuera por trabajo.
Después de la comida, el pelinegro fue a su habitación, se recostó en la cama y agarró el celular; titubeó un momento, pero, debido a la plática con su amigo, se sentía demasiado inquieto. Sin dudar más, marcó el número de su novio; después de un momento, el buzón de voz entró.
-Debe estar muy ocupado – dijo con tristeza – tiene mucho trabajo, es todo.
“…tiene todo el tiempo del mundo para hacer lo que quiera…”
Esas palabras retumbaron en su mente como si fuese un eco.
-No, Luis no se atrevería…
Volvió a marcar el número, pero una vez más, no hubo respuesta.
-Responde… – pidió en un murmullo – no me dejes con la incertidumbre… – suplicó.
Cinco veces intentó marcar de nuevo y, las cinco veces no hubo respuesta. Terminó tan enojado, que prefirió dormir; no quería pensar en tonterías que lo lastimaran.
* * *
El lunes de la graduación llegó.
La madre de Iván estaba eufórica y su padre se mantenía serio, pero su semblante se notaba orgulloso, especialmente al ver a su hijo con la túnica y el birrete.
La entrega de documentos ocupó toda la mañana, pues eran todos los graduados de la preparatoria, y estuvo muy concurrida; aunque cada alumno solo podía ser acompañado de sus padres, las familias de algunos, esperaban fuera del recinto.
Iván sacó el tercer lugar de su generación y fue reconocido por todos, aunque la persona que más le interesaba, no había estado ahí para verlo, por lo que no pudo evitar mostrar su tristeza y decepción.
Al finalizar el evento, a medio día, los padres del pelinegro lo llevaron a comer a un restaurante y, mientras esperaban la comida, su hermano llegó para acompañarlos.
Aunque el menor trataba de mostrarse feliz, en el fondo, no lo estaba, así que, después de la comida, se disculpó, diciendo que su amigo Mario iba a hacer una reunión en su casa y, con ello, sus padres lo dejaron ir.
Se despidieron en la salida y su hermano se ofreció a llevarlo a la casa de su amigo en su motocicleta, pero el menor le dijo que no quería desviarlo de su camino, así que, pudo tomar el transporte sin miedo a que lo descubrieran en su mentira.
Fue directamente a la librería, quería mostrarle el diploma a Luis y, aunque no pudieran festejar, al menos verlo le haría sentir bien; lo extrañaba demasiado.
-Buenas tardes, Iván – Ramón lo saludó cordial.
-Hola… – sonrió el menor.
-Aún no llega tu paquete – dijo el otro con algo de asombro, pues el chico iba solo a tres cosas, cuando recibía su envío, a pagar el mismo o a preguntarle cosas a Luis sobre algunas materias de la escuela que no entendía, pero, como ya había salido de la preparatoria, la última no era una opción.
-Lo sé – rió – la verdad, ah, quería ver a Luis, ¿está ocupado?
-Oh, claro que lo está – Ramón sonrió – estos últimos días ha estado muy ocupado…
La manera tan extraña en qué lo dijo, llamó la atención de Iván.
-¿No entiendo? – dijo confundido.
Ramón rió – está con su novia – dijo sin demora – ella llegó hace un par de semanas y, bueno, todos los días se quedan por horas en la oficina, se van juntos y llegan juntos, ya sabes, creo que incluso, están viviendo en el departamento de Luis – le guiñó un ojo – solo que sus padres no lo saben, aun.
Iván había escuchado cada palabra y el dolor se hizo presente con rapidez, su respiración se agitó, su pecho se oprimió y pasó saliva con dificultad, bajando el rostro para no mostrar cómo sus ojos se humedecían.
-Ah, ya veo – su voz apenas fue un murmullo, así que carraspeó para poder hablar mejor – pero, tengo un recado de su madre, entonces, tengo que dárselo urgente, crees que pueda hablar con él…
-Sí, pero, toca antes de entrar – la carcajada de Ramón no consiguió más que hacer sentir peor a Iván.
El menor caminó por los pasillos, tenía dudas, le dolía pensar que Luis lo estuviera engañando, en ese mismo lugar, que también había sido especial para ellos, como pareja; necesitaba una explicación y en el fondo, tenía la esperanza de que fuera una mentira.
Se le hizo eterno el camino, las escaleras lo hicieron respirar más agitado, pues aun no se reponía de las impresiones, pero, se obligó a tomar aire y actuar maduramente.
Cuando llegó a la puerta de la oficina, iba a tocar, pero no lo hizo. Su mano se puso en el picaporte y giró la perilla; no tenía seguro.
Una luz de esperanza le hizo sonreír, si Luis estuviera haciendo algo malo, habría puesto el seguro, como cuando él iba a visitarlo. Abrió un poco la puerta, pero no lo hizo completamente, ya que escuchó la voz suave de una mujer, manteniendo una plática con Luis.
-¿Cuándo se lo dirás?
-Estoy esperando a que sea mayor de edad…
-¿Crees poder mantenerlo alejado casi dos meses más? No creo que él sea tan tonto…
-Tengo que hacerlo, lo sabes…
-Luis, cariño, creo que debes ser más directo, seguramente él lo agradecería…
-No puedo, si pudiera, ya se lo hubiese dicho, pero sabes muy bien el por qué no lo hago…
-¡Tonterías!, pero está bien, es tu decisión, no la mía…
-Cambiemos de tema, no quiero dudar de lo que estoy haciendo…
-Mantenerlo alejado sin darle una explicación es peor que cualquier otra cosa, créeme, pero está bien, si quieres cambiar de tema, lo haremos… Dime, ¿quieres ir a la casa, hoy?
-Supongo… Es solo que, no me siento del todo bien para eso, hoy…
-¿Te recuerdo que tú me llamaste hace rato? Si no querías hacerlo, mejor no me hubieras dicho nada y me hubiera quedado en cama, todo el día, estoy cansada…
-De acuerdo, lo admito, quiero ir a la casa, más que nada, porque necesito distraerme, ya que no podré cumplir con mi palabra, de verlo hoy…
-Está bien, sabes que estoy aquí para lo que necesites…
Ellos estaban tan ensimismados en su plática que no se dieron cuenta que la puerta se abrió.
Iván estaba en el umbral, las lágrimas bañaban su rostro y, ver la escena le había roto el corazón en mil pedazos.
Luis estaba sentado en el sillón de su escritorio; la joven de cabello rubio estaba de pie, a su lado, inclinada y recargando el peso en sus manos, en los descansabrazos del sillón, con su rostro muy cerca del castaño. Podía jurar que no tardarían mucho en besarse. El pelinegro se quitó con rapidez el reloj que aun portaba, ese que Luis le había dado años atrás y lo lanzó hacia la pareja.
El objeto cruzó la oficina completa y pasó cerca de la cabeza de la rubia, golpeando un librero que estaba detrás de ambos, tumbando algunas cosas.
La pareja se sobresaltó y, al observar a la puerta, Luis palideció, especialmente al ver el rostro de Iván; la decepción y el dolor se reflejaban en su semblante, mientras, de sus ojos amielados, las lágrimas caían en completo silencio y su cabeza negaba débilmente.
-‘Peque’…
El castaño empujó a la chica para ponerse de pie, pero Iván salió corriendo.
El pelinegro bajó las escaleras y saltó el barandal casi a la mitad, para no tener andar todos los escalones; corrió por los pasillos, empujando personas, tumbando unos estantes pequeños y salió de la librería. Corrió por la acera, incluso, estuvieron a punto de atropellarlo en la calle, pues no se detuvo a pesar de que el semáforo peatonal estaba en rojo. Siguió su camino, alejándose lo más que podía de ese lugar, tratando de apartarse de lo que le estaba causando dolor, queriendo simplemente olvidar lo que había visto, pero, era obvio que no lo conseguiría.
* * *
Luis había bajado las escaleras con rapidez, y, aunque tropezó con las cosas que el pelinegro había tumbado a su paso, salió del local en busca del menor, ante la mirada atónita y desconcertada de los presentes, más no alcanzó a ver hacia dónde había corrido Iván.
-¡Maldición! – gruñó pasando la mano por su cabello.
Volvió al interior de la librería, tratando de pensar qué hacer.
-¿Qué pasó? – Ramón lo miró confundido.
-¡¿Por qué lo dejaste pasar sin avisarme?! – preguntó el de lentes.
-Dijo que tenía un mensaje de tu madre – explicó – pero, ¿qué ocurrió?
-Nada… – negó y caminó hacia la oficina para ir por las llaves de su auto.
La rubia estaba en el marco de la puerta, esperándolo.
-Supongo que irás a buscarlo.
-¡Obvio! – espetó el castaño agarrando las llaves – tengo que explicarle…
-Ten… – ella le entregó un documento – creo que era lo que quería enseñarte, por eso vino.
Luis sujetó el papel y lo leyó con rapidez; era la constancia y reconocimiento por el desempeño académico de Iván y, por haber obtenido el tercer lugar de toda su generación.
-‘Peque’… – el de lentes apretó los parpados, se sentía un miserable.
-Mejor apresúrate a alcanzarlo, él puede pensar cosas que no son y si tardas más, será mucho más difícil explicar…
-Gracias Jesi…
-Suerte – sonrió la rubia – yo iré a seguir con mi trabajo…
Luis suspiró y salió de la oficina. Sabía que no debía hacerlo, pero, tendría que ir a la casa de Iván, a buscarlo.
* * *
En medio de su dolor, Iván no encontraba qué hacer. Ir a su casa no era una opción, pues no sabía cómo explicarle a su familia su estado, por tanto, dirigió sus pasos hacia el único lugar que podía considerar seguro en ese momento, a sabiendas que, si Luis intentaba buscarlo, jamás podría dar con él ahí; la casa de Mario.
El ojiazul vivía en una colonia alejada, pero aún así, Iván recorrió todo el camino a pie. Cuando llegó a la casa, tocó el timbre de manera insistente.
Mario salió a ver quién era, ya que estaba solo; sus padres trabajaban y, después de la graduación, tuvieron que volver a sus empleos, aunque claro, le prometieron a su hijo que festejarían en la noche, llevándolo a cenar.
-¿Iván? – Mario se sorprendió al ver el semblante de su amigo.
El pelinegro se lanzó contra el pecho del otro y empezó a llorar con desespero, aferrándose a la camiseta que el castaño portaba, con fuerza e insistencia.
-¿Qué tienes? ¿Qué pasa? – Mario no sabía que decir o hacer, jamás había visto a su amigo de esa manera – ¿Iván?
-Tenías razón, tenias razón… – repitió con dolor – me engañó…
EL ojiazul seguía confundido, pero, ayudó al otro para llevarlo a la sala, cerrando la puerta; lo sentó en el sillón y lo abrazó esperando a que se calmara un poco.
Varios minutos después, Iván parecía estar más tranquilo, así que Mario lo alejó y le sonrió condescendiente.
-¿Quieres algo de beber? – preguntó acariciándole la mejilla con delicadeza, limpiando algunas lágrimas que aún resbalaban, de manera silenciosa.
Iván asintió débilmente; le dolía la cabeza y le ardían los ojos. Pasó la mano por su rostro, limpiando su nariz con el dorso, mientras su amigo iba a la cocina a traerle un poco de agua.
Mario regresó con un vaso lleno de agua de frutas y varias servilletas; le ofreció ambas cosas a su amigo y volvió a sentarse a su lado. Esperó paciente a que Iván terminara de beber y, cuando dejó el vaso en la mesita de la sala, lo abrazó, haciendo que recargara la cabeza en su hombro; pasó la mano por el cabello negro y suspiró, necesitaba entender la situación.
-Ahora sí, ya estás un poco más calmado, ¿quieres decirme, qué pasó?
-Luis… Luis estaba con una mujer en la librería…
Iván no se dio cuenta que el semblante del ojiazul cambió por completo; realmente le había asombrado esa confesión. El color se le fue del rostro y parpadeo varias veces para poder volver en sí.
-¿Estás…? ¿Estás seguro? – preguntó aún incrédulo.
Ciertamente él le había insinuado sobre un posible engaño del mayor, pero realmente no creía que le hiciera eso a Iván; aún y que no conocía realmente al otro, pues su amigo se lo presentó una vez, cuando estaban realizando un trabajo en su casa y Luis llegó de visita. Cuando se quedaron solos, Iván le dijo que ese era su novio, pero, como era secreto, le hizo prometer que no se lo diría a nadie y, hasta la fecha, lo había cumplido, aunque en ocasiones le había sido difícil hacerlo.
-Sí – Iván intentó reír, pero en vez de eso sollozó.
Mario frunció el ceño, su rostro se puso rojo, y respiró profundamente tratando de calmar su enojo.
-¡Es un imbécil! – dijo con frialdad abrazando a su amigo – no vale la pena que llores por él – prosiguió, pero ya no podía evitar mostrar su coraje – lo que necesita es que alguien le de unos “madrazos”, ¡para que se le quite lo cabrón!
Iván no dijo nada, se removió y hundió el rostro en el pecho de su amigo; se sentía demasiado mal.
-Yo… – el susurro apenas se escuchó, por lo que Mario le puso toda su atención – en verdad… confiaba en él… – terminó el pelinegro y una vez más, las lagrimas se hicieron presentes con fuerza.
-No llores… – Mario lo abrazó una vez más y acarició los brazos del otro, tratando de confortarlo, pero sabía que no podría hacerlo, necesitaba ayuda y solo había alguien a quien acudir – vamos a que te recuestes – dijo con seriedad y se movió para incorporarse.
El castaño ayudó a su amigo y lo llevó a su habitación, dejándolo en su cama para que descansara, mientras él llamaba por teléfono.
* * *
Iván no supo cuanto tiempo dormitó, pero seguramente no había sido mucho; despertó al oír la voz de su hermano.
-Iván… – Roberto estaba sentado a su lado y le acariciaba el cabello.
-¿“Bobe”? – preguntó con incredulidad, al darse cuenta de su presencia.
El menor le llamaba así a su hermano, pues cuando era más pequeño, no podía pronunciar el nombre. Mientras crecía, se alejaron un poco, pero, aún así, siempre que lo necesitaba, ahí estaba para él y, era cuando le volvía a decir de esa manera.
Roberto le sonrió condescendiente, pero no dijo nada, ya que su pequeño hermano se incorporó y lo abrazó con fuerza. Las manos del pelinegro mayor acariciaron la espalda de Iván y espero con paciencia; el niño había empezado a llorar, una vez más.
Cuando se calmó, el mayor le besó la sien y le sonrió una vez más, para que se sintiera en confianza.
-¿Cómo…? – preguntó el niño.
-Mario me habló – explicó su hermano, mirándolo a los ojos – me dijo lo que ocurrió – dijo con seriedad, denotando que ya se había enterado de la relación que llevaba con Luis.
Los ojos miel del mayor escudriñaron a su hermanito; Iván desvió la mirada, avergonzado.
-Lo lamento… – sollozó – yo… es que…
-¿Te obligó? – preguntó Roberto con ansiedad, temiendo que Luis se hubiera aprovechado de Iván.
-No – el menor negó – yo… realmente… lo amo… – se mordió el labio – por eso… por eso me entregué a él, pero… pero…
Roberto besó la frente de Iván y se alejó – voy a arreglar cuentas con él – dijo fríamente al incorporarse de la cama.
-¡No! – Iván lo sujetó de la muñeca – no lo hagas, ya no importa – suplicó con la mirada.
-Nadie hace llorar a mi hermanito y se queda como si nada, te lo dije hace años, ¿recuerdas? – levantó una ceja y le sonrió con suficiencia.
El menor se sorprendió, algunos recuerdos de su infancia llegaron a su mente, cuando un chico mayor que él lo golpeó y, su hermano, fue a darle un escarmiento para que no volviera a tocarlo.
Sin decir más, Roberto salió de la habitación, dejando a Iván algo consternado.
Mario suspiró al ver al mayor alejarse, estaba recargado en la puerta y fue a sentarse junto a su amigo.
-Tu hermano es demasiado impulsivo – sonrió.
-¿Por qué se lo dijiste? – reprochó Iván.
-Porque estabas muy mal, tu novio es un patán miserable, que necesita un escarmiento y, aunque yo quisiera dárselo, no creo que hubiese podido – se alzó de hombros – así que, mejor, llamé a la “caballería”.
El pelinegro suspiró y limpió sus ojos – no sabía que tenías su número.
-Realmente, tengo más que su número – sonrió divertido – también, tengo la llave de su departamento.
Iván abrió sus ojos enormemente; parpadeó confundido y negó.
-Estás… bromeando… ¿cierto?
-No – Mario negó – tu hermano y yo, nos vemos a escondidas desde hace unos meses, cuando se fue a vivir solo – se alzó de hombros.
-Pero… pero… ¿las chicas de la escuela?
El ojiazul rió – por supuesto que no tengo nada que ver con ellas – aseguró – solo bromeaba – dijo con firmeza – todas las marcas que tengo – señaló su cuello – me las deja tu hermano.
-Quieres decir que… – Iván aún estaba sorprendido – ¿desde cuándo?
-Tenemos una relación, desde la primera vez que me quedé a dormir en tu casa – le guiñó un ojo – ¿de verdad creías que me tardaba tanto, solo en el baño?
-¿Por qué no me lo dijiste?
-Porque Roberto no quería, así que se lo prometí – suspiró – además, a él también le ocultaba cosas, no le había dicho de tu relación con Luis – reprochó el castaño – hasta ahora se lo confesé, porque realmente te vi mal.
-No puedo creerlo… – murmuró el pelinegro, tratando de asimilar todo.
Ambos guardaron silencio unos minutos y finalmente, Iván levantó el rostro.
-Sabes que Roberto va a ir a golpear a Luis, ¿verdad?
-Lo sé, es impulsivo – asintió – y realmente es una de las cosas que más me gustan de él – confesó con diversión – pero como dije, Luis se lo merece y, estoy seguro que Roberto le va a dar su merecido a ese “cuatrojos”.
-Mario – Iván suspiró – el problema es que, no quiero que ninguno salga herido.
-¡Claro! – su amigo palmeo sus piernas – que tu queridísimo Luis se quede como si nada, después de todo este rato que has estado llorando – soltó con sarcasmo – ¡olvídalo! Ya le prometí a tu hermano, hacer lo que él quiera por toda una semana completa, a cambio de que le dé una arrastrada a tu novio – señaló al otro – o ex, como sea y, realmente me gustaría que pusiera su cabeza en una ‘vara gruesa’, pero, no creo que llegue a tanto…
-¡Mario!
-Escucha – el castaño se cruzó de brazos – ¿qué prefieres? ¿Que Roberto se encargue o que tus padres y los padres de Luis se enteren?
Iván pasó saliva – ¿por qué preguntas eso? – dijo en un murmullo.
-Porque seguramente a ti no se te va a quitar esto de la noche a la mañana y, vives a un lado de los padres de Luis, así que, tarde o temprano se van a enterar.
Iván bajó el rostro, sabía que su amigo tenía razón, pero, seguramente, su hermano no se contendría; lo conocía, muy bien y, aunque podía ser jovial, amable y muy juguetón, también tenía un carácter de los mil diablos cuando se enojaba y, seguramente, en ese momento, estaba más que furioso.
* * *
Roberto había ido primero a la librería, solo que no encontró a Luis; Ramón le comentó que su jefe, había salido tras Iván y, al no alcanzarlo, volvió por sus cosas para ir a buscarlo en su automóvil.
El pelinegro salió como rayo y se subió en su motocicleta. Sólo había un lugar dónde el otro iría a buscar a su hermanito y, seguramente, estaría allá.
Estaba tan molesto que se pasó unos cuantos semáforos y seguramente infringió varios reglamentos de tránsito, aún así, tuvo suerte de que no lo detuvieran. Al dar vuelta en la esquina, de la calle dónde vivían sus padres, vio el automóvil de Luis en la acera.
Roberto dejó su motocicleta, se quitó el casco y dio pasos largos para llegar a la puerta; justo en ese momento, Luis iba saliendo, despidiéndose de los padres de su novio.
-¡Maldito cabrón!
Roberto no dio tiempo a nada, llegó plantándole un puñetazo al rostro de Luis, haciendo que cayera de espaldas.
-¡Roberto! – su madre se asustó al ver la escena.
-¡Voy a matarte!
El pelinegro estuvo a punto de lanzarse contra el castaño, pero su padre lo sostuvo de los brazos, alejándolo del otro. Luis se incorporó pasando la mano por su labio; con el golpe, Roberto se lo había partido.
-¡¿Qué te pasa?! – soltó el castaño con molestia, mientras recogía sus lentes, pues estaban en el piso también.
-¡¿Todavía lo preguntas?! – Roberto intentaba soltarse de su padre, pero el hombre lo tenía sujeto con fuerza.
-¡Sí! – dijo el otro al ponerse de pie – ¡¿A qué viene el golpe?!
-Después de lo que le hiciste a Iván, ¡¿tienes el descaro de preguntarlo?!
Los ojos grises de Luis brillaron – ¿sabes dónde está? – su voz sonaba ansiosa – tengo que hablar con él…
-¡¿Crees que voy a decirte, imbécil?!
-¡Ya basta Roberto! – la voz grave de Federico, su padre, consiguió sosegar un poco al pelinegro – ¿Dónde está Iván? – preguntó con seriedad – ¿crees que es muy gracioso tenernos preocupados, sin saber dónde está?
El pelinegro desvió la mirada – está con un amigo – respondió – pero él no debe acercarse – señaló con desprecio a Luis – ¡ustedes no saben lo que le ha hecho!
-Te equivocas – su padre finalmente lo soltó – sabemos que Iván y Luis tienen una relación – con esa frase, Roberto se sorprendió – lo sabemos desde hace semanas.
-Luís nos lo dijo – explicó Martha, su madre – y también nos contó lo que sucedió hoy…
Roberto parpadeó confundido – pero… aun y que les haya dicho eso, seguro no les dijo que anda con una mujer también – giró el rostro y lo encaró – o ¿piensas negarlo?
-No ando con ninguna mujer – Luis se quitó las gafas y masajeo el puente de su nariz – Jesica es solo una amiga, ella está ayudándome a decorar mi nueva casa, pero supongo que Iván entendió mal – explicó con calma – por eso vine a buscarlo, para explicarle – suspiró – aunque tu padre me había prohibido verlo o acercarme a él, hasta que cumpliera la mayoría de edad…
Roberto buscó el rostro de su progenitor, tratando de entender.
-Luis nos dijo que quería algo serio con Iván – Federico se cruzó de brazos – me molesté, lo admito y, le dije que se mantuviera alejado de Iván, por lo menos hasta que fuera mayor, poder hablar con él y que eligiera las cosas como una persona madura… Luis aceptó.
-Entonces, ¿por eso estabas distante con él?
-Sí – el de lentes asintió – le prometí a tu hermano que, cuando fuera mayor de edad, se podría quedar conmigo, porque él decía que no quería separarse de mí, así que, decidí comprometerme con él, pero para eso, debía hablarlo con tus padres primero y acepté las condiciones que me pusieron, con tal de no tener problemas.
Roberto pasó la mano por su cabello, estaba asimilando todo lo que acababa de saber.
-¿Dónde está Iván? – insistió Luis.
El pelinegro respiró profundamente, sonrió de lado y se cruzó de brazos – está con mi novio…
* * *
Mario estaba sentado en la cama, recargado en la cabecera de la misma, viendo la televisión que tenía en su habitación; después de la plática con Iván, se quedó a acompañarlo y su amigo dormía plácidamente en su regazo. No quería importunarlo, pues obviamente el pelinegro había pasado por un mal día y era preferible que descansara.
El ojiazul lo miraba con ternura, desde que lo conoció siempre había querido a Iván y, cuando empezó a tener una relación con su hermano, le agarró más cariño, pues lo miraba como un hermanito, aunque no pudiera decirle ‘cuñado’ abiertamente; Roberto y él habían decidido esperar a que él fuera mayor de edad para decir abiertamente que tenían una relación y ya faltaban dos semanas para ello, por eso no le miraba mucho caso guardar el secreto, al menos con Iván.
La vibración del celular del castaño, lo sacó de sus pensamientos; agarró el aparato del buró y observó que era un mensaje de su pareja. Se movió con mucho cuidado, tratando de evitar que Iván despertara y bajó las escaleras, esperando el timbre, pues el otro le mencionó que ya iba para allá y, necesitaban hablar antes de hacerlo con Iván.
El timbre sonó y Mario abrió la puerta; su semblante se distorsionó al ver a Luis al lado de su novio. No lo pensó y le lanzó un golpe dándole de lleno en la boca y nariz al de lentes; de no ser por Roberto que sostuvo a Luis, hubiese caído una vez más ese día.
-¡¿Por qué lo trajiste?! – reclamó el ojiazul.
-Mario, amor, cálmate – pidió el pelinegro tratando de que su pareja no siguiera tan agresivo.
-¡Vete a la mierda, Roberto! – Mario intentó cerrar la puerta, pero su pareja lo impidió.
El mayor se metió a la casa con dificultad, atrapando entre sus brazos al otro, pero tuvo que ejercer fuerza y presión al tratar de someterlo – calma, calma – pidió, mientras el menor se retorcía, tratando de zafarse – ¡me lleva la chingada! – Roberto hizo a un lado el cabello castaño y le dio una mordida fuerte en el cuello, consiguiendo que su pareja soltara un grito y luego un gemido, mientras sus mejillas se teñían de carmesí.
Finalmente, Mario dejó de luchar y su pareja pasó la lengua por la piel que acababa de lastimar – a veces, no me dejas opciones para controlarte – dijo en un susurro – está bien, lo que pasó con Iván y Luis, solo fue un malentendido.
El castaño tenía los parpados cerrados, disfrutando la voz de su novio y tratando de controlar esa excitación que le había producido la mordida – no… no te creo… – dijo con debilidad, intentando mantenerse fuerte y no ceder con facilidad.
-Es cierto, mi amor, si no, no lo hubiese traído, lo sabes, me conoces muy bien… – se excusó el otro, disminuyendo la fuerza de su agarre.
Luis no les estaba poniendo atención, estaba cubriéndose la nariz, porque el castaño le había provocado una pequeña hemorragia; había recibido dos golpes en un día, sin siquiera haber hecho algo malo realmente.
-De a… de acuerdo… – Mario carraspeó – pero necesito una explicación, antes de dejarlo pasar – se cruzó de brazos, tratando de mantener una postura seria.
-¿Estás bien? – Roberto observó a su “cuñado”, pues seguía con la mano en la nariz.
-Sí – dijo el de lentes – pero ese golpe tampoco lo merecía – se quejó.
-Tal vez no, pero, es una buena manera de descargar frustraciones – rió el pelinegro, aún detrás de su pareja – Mario – llamo con suavidad a su novio, sabía que con esa voz lo hacía “doblar las manos” – Luis no está engañando a mi hermanito – rozó la nuca de su pareja con la nariz – fue un malentendido, te lo juro, la chica ni siquiera tiene algo que ver con él, lo único que hace es decorar la casa que Luís compró, con el dinero que ella le dio por su departamento…
-Sí claro – el ojiazul entornó los ojos, no creía del todo las explicaciones – y, ¿cuál es la excusa de no querer ver a Iván?
-Mis padres se lo prohibieron – aseguró Roberto – Luis solo estaba siguiendo las órdenes de mi padre, para que le permitiera estar con mi hermanito, cuando cumpliera la mayoría de edad, ya sabes, los problemas legales – sonrió – los mismos que yo tendría si se enteraran tus padres…
-Entonces, ¿ellos ya lo saben? – Mario miró de soslayo a su pareja, sorprendido de eso.
-Sí – asintió el mayor – desde hace varios días…
-Aunque no quería… – Luis ya se había repuesto y la sangre había parado de fluir – tenía que obedecer las órdenes de los padres de Iván, especialmente de mi suegro – contó – le prometí a Iván que cuando cumpliera la mayoría de edad, podía quedarse conmigo y no quería dejar las cosas a la suerte, por eso me adelanté a hablar con ellos, cuando decidí cambiar de residencia, pero, no esperaba que me pusieran a prueba de esa manera – limpió los restos de sangre con la manga de su camisa – y tampoco pude explicarle nada a él, porque no quería que tuviera dificultades con sus padres.
-Qué conveniente – soltó el ojiazul, aún incrédulo.
-Es verdad – Roberto secundó a Luis – mis padres me lo dijeron hace un rato, te lo juro mi vida…
-Entonces, ¿todo esto fue una prueba de tus padres? – frunció el ceño – ¡rayos!, mejor no decir que somos novios, no sé que vayan a pedir que haga yo…
-No te preocupes – el pelinegro le besó la mejilla – ellos ya saben que somos pareja, se los dije también hace un momento…
-Ah, bueno, ya no puedo arrepentirme, supongo – se burló.
-¿Ya puedo ver a Iván? – Luis estaba ansioso y era notorio que si no interrumpía, su cuñado y recién conocido ‘concuño’, se perderían en su mundo, ignorándolo.
-Aquí… Aquí estoy… – el menor se asomó detrás de la pared que guiaba a la escalera.
-‘Peque’ – el de lentes se abrió paso hasta su novio y lo abrazó con insistencia – mi amor – besó la mejilla del pelinegro – escucha, no es lo que…
Iván colocó un dedo en los labios del castaño – no tienes que decir nada – sonrió débilmente – escuché todo.
Luis sujetó la mano del menor y besó los dedos con suavidad – ‘peque’, jamás, jamás te engañaría – aseguró – sabes que te amo y haría lo que fuera por ti…
-No – negó – perdóname tu a mí, no debí dudar, pero Mario me metió ideas en la cabeza – bajó el rostro apenado – y… cuando te vi con esa mujer – apretó los parpados – me llené de celos, coraje y…
-‘Peque’ – Luis sonrió y le obligó a levantar el rostro – Jesica es solo una amiga y, aunque a mí me interesaran las mujeres, ella no se fijaría en mí, porque a ella le gustan las chicas – explicó con calma – así que, no tienes nada de qué preocuparte…
Iván sonrió y pasó la mano por encima del labio de su pareja – ¿qué te pasó? – indagó preocupado.
-No es nada – negó – tu hermano y tu cuñado me golpearon por haberte hecho llorar – dijo condescendiente – pero estoy bien…
-¿De verdad…? ¿De verdad hablaste con mis padres?
-Sí – sonrió el de lentes – quería tener una relación formal contigo – colocó su frente contra la del menor – quiero que vivas conmigo – sonrió – por eso compre una casa, parecida a la que me mostraste en uno de tus mangas – una risa nerviosa lo invadió – salió más cara de lo normal, pero, no importa y… Jesi la está decorando para que quede lo más parecida posible…
-Luis… – Iván se mordió el labio y se abrazó a su novio, sintiendo que sus ojos se humedecían, pero esta vez, por emoción.
Ahora era el niño quien se sentía tan mal por haber dudado de su novio; una vez más, confirmaba que el castaño lo adoraba más que a su vida y, como había dicho cuando iniciaron su relación, se esforzaba por que su relación funcionara y, él debía hacer lo mismo.
* * *
-Es todo – anunció Roberto, dejando una caja, en la sala de la casa de Luis e Iván.
-Si, finalmente la mudanza está hecha – Mario estaba sentado en un sillón, observando a su novio y ‘concuño’, cargar las cosas de su amigo.
-No eran tantas cosas como imaginé – Luís levantó una ceja, colocando la ultima caja a un lado de la otra.
-Bueno, realmente me deshice de muchas cosas que ya no iba a ocupar – sentenció el pelinegro llevando un vaso con agua para el ojiazul – mi mamá las va a llevar a donar – se alzó de hombros.
-Bien, ya cumplimos – Roberto caminó hasta su novio y le quitó el agua que apenas iba a probar, bebiendo la mitad del contenido – hora de irnos – dijo con seriedad.
-Está bien – Mario entornó los ojos y terminó el agua, devolviendo el vaso a su amigo – nos vemos luego – dijo con diversión.
-Recuerda que mamá y papá quieren que vayan a comer mañana – el mayor observó con seriedad a Iván – así que no lleguen tarde, no los hagas arrepentirse de dejarte salir de casa tan pronto.
-Sí, ya lo sé – anunció el menor.
Roberto le despeinó el cabello con cariño y se despidió de mano de su cuñado, mientras Mario solo hizo un ademán con su mano para ambos; la pareja salió de la casa y dejó a Luis e Iván, solos.
-Por fin… – el pelinegro se acercó al otro y le pasó las manos por el cuello.
-Sí – sonrió el de lentes – por fin… – susurró mientras se acercaba a besar los labios que se le ofrecían sin nada de recato.
-Estas últimas semanas fueron una tortura – Iván gimió contra los labios de su pareja, mientras el otro ya le estaba quitando la camiseta con premura, dejando el torso desnudo.
-Ni que lo digas… – el castaño bajó al cuello del menor, mordisqueando con ansiedad.
Después de arreglar el malentendido, sus padres aceptaron la relación de ambos, pero, les pidieron que esperaran para formalizar, así que, tanto Luís como Iván, tuvieron que prometer que no tendrían relaciones hasta que el niño cumpliera la mayoría de edad; pero, el pelinegro convenció a sus padres de dejarlo ir a vivir con su pareja, una semana antes de su cumpleaños. A pesar de que le costó, logró lo que se proponía, pero, aún así, debía seguir obedeciendo a sus padres en sus indicaciones.
La familia de Luis, al contrario, no les puso ninguna objeción, incluso, parecían más que felices de la noticia, especialmente su padre, quien miraba en Iván a otro hijo.
Faltaba una semana para que se convirtiera en un adulto legalmente y una semana después de eso, entraría a la universidad. Luis les dio su palabra a sus suegros, de apoyar a su pareja para que siguiera con sus estudios y se comprometió a cuidarlo; después de todo, tenía muchos planes para ambos.
-‘Peque’…
El mayor levantó en brazos a Iván, quien se sorprendió pero no dijo nada, permitiendo que lo llevara a dónde quisiera; Luis subió las escaleras con el niño en brazos, dirigiendo sus pasos a la recamara principal. La decoración era minimalista, solo unos cuantos accesorios y la cama era de base negra, baja, con bordes que sobresalían del colchón.
El de lentes depositó el cuerpo de su pareja, con suma delicadeza, sobre las mantas; Iván retiró las gafas de su pareja y las dejó a un lado, con cuidado, perdiéndose en la mirada gris del mayor.
-Iván – Luis sonrió y besó los labios con amor – mi amor…
-Mjú – el aludido cerró los parpados y se dejó llevar por el beso, pero, cuando intentó ahondarlo, el otro se alejó – ¿qué…? ¿Qué pasa?
-Tengo algo para ti – sonrió con diversión y se movió, buscó debajo de la almohada y sacó una pequeña caja de color negro, colocándola frente al menor – cuando hablé con tus padres, les dije que quería algo muy serio contigo y quiero confirmarlo, ahora que ya te dejaron venir a vivir conmigo, antes de tiempo…
Iván se sorprendió, no sabía cómo reaccionar.
-‘Peque’, ¿quieres casarte conmigo? – el castaño abrió la cajita y le mostró el anillo.
El pelinegro abrió los ojos enormemente, pasó saliva e intentó articular palabra sin conseguirlo; sus ojos miel estaban fijos en el aro de metal dorado, con una piedra transparente en el centro, adornada con figuritas hechas del metal alrededor.
-¿Iván? – Luis se preocupó al no recibir respuesta.
-Ah… – el menor salió de su ensimismamiento y sonrió nerviosamente – yo… es que… sí… – dijo con debilidad – es que… no…
-¿Sí o no? – Luis levantó una ceja, confundido.
El pelinegro apretó los parpados y lo empujó, pero se movió con él, hasta colocarse sobre su pareja, sentándose a horcajadas en su abdomen e irguiéndose, después de arrebatarle la cajita; sacó el anillo con cuidado y lanzó la caja a un lado, observando el arito un momento, antes de colocarlo en el dedo anular de su mano izquierda. Colocó la mano frente al rostro del castaño y sonrió emocionado.
-Por supuesto que la respuesta es sí – dijo con seguridad – solo que, realmente preferiría otro tipo de anillo que denotara tu propiedad sobre mi – se relamió los labios y movió su cadera de manera insinuante – pero supongo que podré convencerte de dármelo más adelante…
Luis levantó una ceja y sonrió divertido – ¿qué clase de anillo querías? – indagó acariciando las piernas del menor con deseo.
-Anillos para mantenerme controlado – respondió el pelinegro con ansiedad, inclinándose sobre Luis – juguetes para que ambos disfrutemos – susurró contra los labios del castaño – como en ese último manga ‘SM’ que me llegó…
-¿Quieres incursionar en el ‘BSDM’? – el castaño mordió el labio inferior de su pareja con insistencia – ¿no te son suficientes los juguetes que te he comprado hasta ahora?
-Quiero experimentar – respondió el pelinegro – más ahora, que seremos esposos…
-Tienes que poner la fecha para la boda y – las manos del castaño acariciaron la espalda desnuda de Iván – no creo que tus padres quieran que lo hagamos pronto…
-Entonces, seamos solo amantes hasta entonces, y disfrutemos como siempre – sonrió el pelinegro.
Luis sonrió de lado y giró, llevando al menor junto con él, sujetando las muñecas de Iván contra el colchón, con fuerza excesiva.
-Duele… – se quejó el menor.
-De eso se trata – Luis se inclinó y mordió el cuello con saña, arrancándole un grito, mitad gemido, a su prometido – dijiste que quieres experimentar, así que, experimentemos – susurró contra la piel – pero, te advierto, tienes que aguantar el dolor para poder sentir placer.
Una nueva mordida consiguió que Iván sollozara, pero su espalda se arqueó y Luis sintió como su sexo se notaba a través del pantalón que aun portaba. Iván realmente disfrutaba los tratos rudos, como ese que le había ocasionado la primera vez, en la librería y él no lo había vuelto a hacer, pues lo trataba con sumo cuidado para no dañarlo; ahora entendía que, a pesar de todo, no conocía a su novio, pero no se detendría hasta develar todos sus secretos.
Sin dudar más, Luis se alejó, quitando con rapidez la ropa que le estorbaba, dejando desnudo a su pareja, con solo su anillo de compromiso y su reloj de pulsera. El pelinegro sonrió, pero el gesto se esfumó de sus labios cuando observó que Luis solo desabrochaba su pantalón, sacaba su erección y lo acomodaba entre sus piernas.
-¿No te vas a…?
La pregunta se ahogó en la garganta y dio paso a un grito de dolor; el mayor lo penetró con fuerza, sin prepararlo y se inclinó sobre el delgado cuerpo, respirando con agitación. Las lágrimas de Iván habían brotado de sus parpados y se mordió el labio; su cuerpo reaccionó, contrayendo con fuerza su interior, apresando el sexo de Luis y eso le dolía.
-Perdón… – el castaño se sintió culpable de eso y pasó la lengua por la mejilla, limpiando el líquido salado – no debí dejarme llevar, no estás preparado…
Iván se movió y lo besó en los labios, gimiendo contra su boca – no… pares… – pidió con deseo – lastímame… – pidió con ansiedad – márcame… como tuyo… como la primera vez…
El calor inundó el cuerpo del mayor; pasó saliva con dificultad y asintió, mientras una sonrisa se dibujaba en sus labios. Luis no se contuvo; embistió con fuerza el delicado cuerpo que se le ofrecía en completa sumisión, esperando que lo llevara a la cima del placer, como los últimos años de relación prohibida que habían tenido. Era la primera vez que lo poseía como su pareja formal y como su prometido, así que, lo haría gemir hasta que ya no pudiera más.
Iván pasó las manos por encima de su cabeza y se aferró con fuerza a la almohada, arqueando el cuerpo y ofreciendo su pecho al otro; su prometido bajó por el cuello y llegó a uno de sus pezones, mordiendo con fuerza, obligándolo a gemir y gritar por el dolor y placer que sentía.
Las lágrimas no parecían tener fin, pero el rostro del menor solo mostraba placer y satisfacción ante ese trato tan rudo que estaba recibiendo; no imaginaba que sentir un poco de lo que los personajes de sus revistas japonesas mostraban, pudiese ser tan placentero y aun faltaba mucho más.
Luis se incorporó, sin dejar de mover su cadera y se quitó la camisa, para volver a besar a Iván y alejarse por completo. El menor quedó contra la cama, recuperando el aliento, mientras el otro se desnudaba; cuando el castaño quedó en igual condición que su pareja, lo hizo girar, levantó su cadera y lo penetró una vez más.
Iván gimió y arqueó la espalda, ofreciéndose más; la mano de su prometido se aferró a los mechones negros y jaló con fuerza, consiguiendo que el niño gritara y ondulara su cuerpo para complacerlo. La mano libre del mayor se estampó contra las nalgas blancas, dejando una marca roja en su lugar y, con ello, consiguió que el interior del pelinegro lo apresara con fuerza, después de los gritos que liberó, gracias al dolor.
-Más… amor… más fuerte… – suplicó el menor.
Luis no entendía como esa manera de rogar podía excitarlo tanto; estaban pasando una línea que no había ni siquiera pensado y, aunque en el fondo, aun tenía un poco de duda, no podía negarle nada a su pareja, si lo deseaba tanto. Para el castaño, Iván era sagrado, siempre se arrepintió de lo duro que fue la primera vez, al lastimarlo, aunque no había sido esa su intención, por eso siempre lo trataba con sumo cuidado y delicadeza, pero ahora, él parecía querer que lo rompiera; la vena sádica del mayor empezó a latir, quería verlo llorar de placer, gemir de dolor, pero exigir más, hasta que no pudiera seguir.
El castaño obligó a su pareja, a dejar el pecho contra la cama, mientras lo penetraba con más fuerza, rapidez y profundidad. Iván gimió contra el colchón y apretó las sabanas entre sus manos; le dolía la manera en que Luís jalaba su cabello y el cómo lo embestía, pero, también lo estaba disfrutando tanto, que no iba a tardar en llegar al orgasmo.
Su gemido se mezcló con un grito, mientras su semen salía, ensuciando las mantas; la respiración agitada le obligaba a mantener los labios abiertos y su saliva resbalaba con facilidad, humedeciendo su mejilla.
Luis se inclinó y mordió un hombro con saña – parece que disfrutas más así – se burló – pareces más cansado de lo habitual…
Iván intentó responder, pero solo gimió.
-Así que, mi pequeño prometido gusta del trato rudo… de haber sabido que era lo que se necesitaba para dejarte satisfecho, lo hubiese hecho desde un principio – su lengua recorrió la piel que tenía cerca – ahora sé que debo buscar otro tipo de juguetes, más adecuados para tu perverso cuerpecito… un cuerpo de putito...
El menor se sobresaltó ante la palabra y sus mejillas se tiñeron de rojo rápidamente.
-Ah, ¿también te gusta que te hable sucio? – Luis levantó una ceja.
-N… no… – respondió en un murmullo.
-¿No? – sin dudar, el castaño salió del cuerpo del menor, lo hizo girar, dejándolo de espaldas al colchón y lo sujetó de la barbilla con fuerza, para que lo viera a los ojos – no te gusta que te hable sucio, ¿de verdad?
Iván pasó saliva con dificultad y desvió la mirada con vergüenza.
Luis disfrutó esa reacción; desde que iniciaron su relación, el menor era demasiado atrevido, abierto en lo que quería y, había dejado de lado su inocencia, diciendo siempre lo que deseaba. No era que no le gustara esa faceta de Iván, pues era endemoniadamente sexy, pero, verlo nuevamente como un niño avergonzado, con algo de timidez, le hacía recordar cuando era pequeño, cuando ocupaba su mente mientras se estimulaba en la soledad de su habitación, soñando con penetrar su cuerpo infantil, dulce e inocente.
-Normalmente te comportas como una zorra en celo – susurró el castaño contra los labios – moviendo tu culo, sin importar lo que causas en mi, provocándome para que pierda la razón – con esas palabras Iván cerró los parpados y gimió inconscientemente, consiguiendo que su pareja sonriera – pidiéndome que te penetre y te haga gemir, como la puta que eres…
El pelinegro se aferró a los hombros del mayor y trató de ocultar su rostro, pero Luis no lo dejó.
-No, no, no… – negó – dilo, di lo que deseas, como siempre – pidió con burla – pero pídelo de una forma apropiada… sin negar lo sucio que puedes ser…
Iván se mordió el labio, mantuvo los parpados cerrados – penétrame – susurró.
-No, eso no es adecuado – Luis ejerció más presión en el mentón – se que puedes, seguramente lo has leído muchas veces en las revistas que tanto te gustan, ¿cómo lo piden los pasivos cuando están deseosos? ¿Cómo le suplican a su hombre por sexo?
Un gemido escapó de la garganta del menor, pasó saliva y apretó los parpados con fuerza – jodeme con fuerza, quiero sentirte en mi culo – dijo con rapidez y su rostro se cubrió de un intenso rojo – por favor… – su voz era un murmullo – no te contengas… solo… lléname de ti…
Luis sintió que su corazón latía con rapidez y su sonrisa se iluminó; le parecía extremadamente adorable ver a Iván tan avergonzado una vez más. Tuvo el impulso de llenarlo de besos y abrazarlo con cariño, pero, se contuvo, no debía salirse de su papel en ese momento, o podría molestar a Iván, después de todo, a pesar de lo que podía imaginar, la respuesta de su pareja era notoria, ya que su sexo estaba despierto, una vez más.
-De acuerdo – dijo en un susurro y pasó la lengua por los labios con sensualidad – voy a complacerte…
Las manos del castaño se movieron hasta las piernas de su prometido, las levantó sin dudar, las abrió y, una vez más lo penetró.
Iván se retorció en la cama, no recordaba haber sentido de esa forma a Luis, antes; normalmente era él quien jugaba con el mayor, a pesar de ser el pasivo, pero ahora, se sentía completamente usado y eso le fascinaba. Gimió, gritó, exigió por más, especialmente cuando su novio cambiaba de ritmo y lo manejaba como un delicado muñequito, porque no ponía resistencia; su cuerpo se rindió completamente al placer, las caricias, las embestidas. Disfrutó todo es trato, de una manera inigualable, que no pudo contenerse en llegar una segunda vez al orgasmo, con rapidez.
Una mano del mayor, esparció el semen sobre el torso de su pareja y después lo llevó a sus labios, lamiendo con sensualidad sus dedos – dos a cero – rió – creo que esta vez, voy ganando.
El pelinegro no respondió, estaba agitado; iban para tres años de noviazgo y no recordaba haberse sentido tan fatigado, con tanta rapidez.
-¿Cansado?
Ante la pregunta, Iván solo asintió débilmente.
-Bueno, veamos, que tanto aguantas…
Luis sonrió divertido y levantó la cadera del menor, sosteniéndolo con su mano por la espalda baja; las piernas de Iván se enredaron en su cintura y se adecuó al ritmo del mayor. El castaño no recordaba a su pareja tan dócil, tan entregado y manejable; sentía que se estaba aprovechando de él y, en vez de desalentarlo, lo excitaba en demasía.
Iván se sostuvo con debilidad, en los hombros de Luis; sus ojos estaban nublados, su boca abierta permitía que sus gemidos inundaran esa habitación y su cuerpo se estremecía por dentro y fuera. No podía pensar, no podía hablar, solo estaba sintiendo y le gustaba ese placer que recibía; Luis rozaba ese punto específico en su interior, de manera insistente y precisa que cada estocada le quitaba no solo la razón, sino la voluntad.
Luis se inclinó hasta besarlo con deseo, aumentando el ritmo de sus embestidas; quería terminar, ya no podía aguantar más. Se estaba conteniendo, para conseguir que Iván disfrutara completamente, pero era una tortura para él.
El ronco gemido se ahogó en la boca de Iván, mientras Luis regaba su interior: el pelinegro encajó las uñas, con la poca fuerza que tenía, en los hombros de su pareja y, sin poder evitarlo, llegó al orgasmo una vez más, pero sin liberar una sola gota de semen.
El menor quedó tendido contra el colchón, no tenía fuerzas. El castaño se alejó lentamente, disfrutando de ese semblante cansado y de completa satisfacción; repartió besos en el rostro y salió del interior de su pareja con cuidado recostándose a su lado.
Iván se movió con pesadez, arrebujándose contra el pecho de su prometido – estoy… cansado…
-Descansa, ‘peque’ – sonrió el mayor lo abrazó contra su pecho, él aun tenía energía para una segunda ronda y posiblemente una tercera, pero, lo dejaría dormir un poco.
No pasó mucho tiempo cuando Iván estaba profundamente dormido. Luis se movió y recorrió con su grisáceo mirar el rostro del niño, sonriendo ilusionado de tenerlo, por fin entre sus brazos, sin tener que separarse, como antes.
-Me costará trabajo tratarte como quieres… – susurró y besó el cabello negro – pero, si es lo que deseas para ser feliz, sabes que me esforzaré por complacerte, mi amor… Te amo, ‘peque’… – rozó la sien del menor, con la punta de su nariz – siempre te he amado y ahora, voy a poner todo de mi parte, para hacerte feliz, toda la vida… lo prometo…
* * *
Iván estaba sentado sobre el miembro de Luís, moviendo su cadera con fuerza, enterrando las uñas en el abdomen de su pareja y sintiéndose completamente dichoso de estar unido a ese hombre que amaba con locura, desde temprana edad.
El castaño sonreía complacido, de sentir y ver al menor, completamente entregado a él. Además, la visión era perfecta, pues traía un conjunto que le acababa de comprar; unas orejitas de gato que hacían juego con su cabello negro, un traje formado de un pequeño corsé, ajustado a su cintura, dejando al descubierto sus pectorales y su sexo, aunque las piernas estaban cubiertas por unas delicadas medias sostenidas por un liguero. Los cascabeles pendían de varias partes, el más grande, del collar que tenía una plaquita con la palabra ‘peque’, grabada; otros dos en los pezones, gracias a unas delicadas pinzas que estaban apresándolos con fuerza y el último, sujeto a la punta del sexo del menor, gracias a un listón de color negro.
Pero, lo que más disfrutaba el mayor, era el interior de Iván, ya que, el jovencito no se había sacado el juguete que había portado antes de iniciar el acto, ese mismo que por fuera, era una cola larga como gato, de color negro, pero por dentro, eran varias bolas de consistencia suave, que aparte de darle placer, estimulaban la erección de Luis mientras lo penetraba.
El castaño no pudo contenerse más, un gemido ronco se ahogó en su garganta y llegó al orgasmo, liberando su semen en el interior del menor. Iván se relamió los labios, sintiendo cómo su interior era regado por completo; Luis parecía cansado, pues ya era su tercer orgasmo ese día.
-Rico… – susurró el menor, inclinándose hasta lamer los labios de su novio, con sensualidad – ahora… voy a hacerlo yo…
Sin sacar el miembro de su pareja, aumentó el vaivén, desesperado, deseaba llegar al orgasmo también y sentirse pleno; Luis apretó la quijada, ahogando el gemido por ese movimiento sobre él. El grito que el pelinegro soltó, anunció su éxtasis al llegar al clímax, ensuciando el abdomen y torso de su pareja; pero no se dejó caer, se sostuvo con sus manos, obligándose a mover un poco más la cadera, de forma suave y sensual, mientras lentamente se inclinaba hasta recostarse en el cuerpo del mayor, restregándose contra él y ensuciándose con su propio semen.
Las manos de Luis acariciaron los costados del otro y llevó una hasta la melena negra, jugando con los mechones rebeldes.
-¿Estás cansado? – preguntó y depositó un beso en la cabellera
-Mmmh – Iván hizo un mohín, había llegado al orgasmo un par de veces antes, pero, no se había saciado por completo, aún así, sabía que no podía exigirle más a su cuerpo en ese preciso momento – no mucho… – respondió en un murmullo levantándose y buscando la mirada gris de Luis – quisiera seguir, como siempre… – dijo con sumisión, mientras lamía con insistencia los labios del otro – pero, tengo algo de hambre… – un bostezo lo interrumpió.
-Y sueño también – se burlo el castaño y besó los labios de su pareja con infinito amor – vamos, debemos asearnos, comer y… – suspiró – debo llevarte a tu casa… ya es tarde…
El pelinegro arrugó la nariz, odiaba esa parte, el tener que alejarse de su novio, para volver a casa, pero, no podía evitarlo.
Tenían más de dos años de relación, y aunque la familia de Iván, ya sabía que le gustaban los chicos, no estaban enterados que tenía una relación tan intensa, con el hijo de los vecinos. Además, el menor aun no cumplía los dieciocho años, y Luis, acababa de cumplir veintisiete. Aunado a esto, Iván era presionado por sus padres para que se preocupara por sus estudios y no se distrajera con una relación, especialmente porque ya estaba por entrar a la universidad.
-Detesto eso… – dijo en un reproche, moviéndose con lentitud, gimiendo al sacar el pene de su novio de su interior, pero, dejando el juguete.
-¿Qué… cosa? – Luis suspiró cuando el otro lo liberó por completo.
Al mayor le gustaba disfrutar completamente de Iván, aunque en ocasiones quedaba algo cansado ya que el niño no parecía querer parar cuando estaban juntos. Desde que iniciaron la relación, Luis se dio cuenta que su pequeño novio, era insaciable; su lujuria era tal, que parecía no tener límites en cuanto a sexo se trataba. Llegaba a tal punto la obsesión de Iván, que Luis recurría a juguetes para satisfacer no solo sus fantasías eróticas, sino uno que otro deseo perverso, como salir con él, pero con algo en su interior o andar en su casa desnudo, con juguetes sexuales, para excitarlo con sus movimientos sensuales y lograr que la entrega empezara antes de lo que el mayor había previsto.
El castaño amaba a su novio por encima de cualquier cosa y daba lo que fuera por ver una sonrisa de felicidad y satisfacción en su rostro, por eso, cada capricho que Iván tenía, él lo complacía; lo que menos quería, era que su niño se cansara de él y buscara a alguien que lo hiciera sentir más pleno y feliz, no solo en la cama, sino en el día a día.
-Tener que estar separados y, solo vernos un par de veces a la semana aquí y otras en tu trabajo – reclamó el pelinegro, sacando de sus pensamientos a su pareja – ¿cuándo vamos a cambiar eso?
El castaño sonrió le acarició el rostro con amor y lo movió para besarlo – aún eres menor de edad – susurró contra los labios – hablaré con tus padres – aseguró – y, cuando seas mayor de edad, podrás quedarte conmigo, cuanto quieras, lo prometo…
Esas palabras consiguieron que Iván sonriera; ya faltaban pocos meses para que eso sucediera, casi a la par que su ingreso al primer semestre en la universidad, así que, pensar que todo se resolvería y podrían estar juntos, demostrándose amor libremente, lo llenaba de emoción.
-Está bien, ya no falta tanto – dijo más tranquilo y se incorporó – por cierto, este traje me gusta…
-Lo sé – Luis sonrió – me lo mostraste hace semanas en uno de los ‘doujinshi’ que te llegó.
-¿Dónde lo compraste? – preguntó el menor observándolo y pasando la mano en la tela húmeda, por su semen.
-Dónde siempre, ‘peque’ – sonrió el castaño y se levantó de la cama, dándole un beso en los labios – lo mandé pedir desde China…
Iván sonrió ante la caricia – aún así, me gusta más el anterior – dijo coqueto.
-¿El de corderito? – Luis levantó una ceja – bueno, ciertamente es mucho más llamativo – le guiñó el ojo – pero, el que te mandé pedir esta ultima vez, seguro te gustará más…
-¿Pediste un nuevo? – los ojos de Iván brillaron.
-¡Claro! – asintió el mayor – es tu premio por haber pasado el examen de admisión de la universidad, ¿recuerdas?
Tres días antes, Iván le había mostrado los resultados, orgulloso de estar entre los primeros diez seleccionados de la carrera de sistemas computacionales, por lo que Luis le prometió darle un regalo para compensar su esfuerzo.
-Sí – asintió – y ¿de qué será en esta ocasión?
-Es una sorpresa… – el castaño le guiñó el ojo y le ofreció la mano para ayudarle a levantarse – ven, vamos a asearnos.
-De acuerdo – Iván se incorporó ayudado por el otro y se pegó al cuerpo desnudo con insistencia – pero yo aun quiero jugar un poco, ¿me complacerás? – preguntó con inocencia fingida y llevó la mano de su pareja hasta el juguete que sobresalía de su trasero.
-Eres insaciable – susurró el castaño contra los labios del jovencito – pero sí – dijo después de besarlo – te complaceré… Sabes que haría lo que sea, por verte feliz…
Ante esas palabras Iván suspiró, perdiéndose en el beso que su novio le daba. El pelinegro siguió a Luis a la regadera y ahí, siguió disfrutando de las atenciones de su pareja, sin nada de pudor ni recato.
* * *
Las semanas pasaban, Iván tenía que terminar su preparatoria. El último mes que debía asistir a clases, empezó a notar un distanciamiento con Luis, algo extraño, pero sabía que el otro tenía situaciones en la librería que debía arreglar, más, su paciencia ya se estaba terminando.
-“…’Peque’, quisiera complacerte, pero hoy no puedo, tengo mucho trabajo…”
-¿Otra vez? – Iván estaba molesto – Luis, tenemos casi tres semanas que no nos vemos, ni siquiera en la librería – reprochó con seriedad.
El pelinegro trataba de no levantar la voz, a pesar de que estaba lejos de su salón; era la última semana que se presentaba en la escuela, no había clases, era más que nada una formalidad de seguir asistiendo, pues dos semanas antes ya les habían dado sus calificaciones y, el siguiente lunes sería su graduación oficial.
-¿No quieres verme? – preguntó fríamente, era la única respuesta que encontraba y, a pesar que le dolía imaginar que esa era la razón, debía tomar “el toro por los cuernos” y enfrentar las cosas.
-“…Mi amor, por supuesto que quiero verte, deseo verte, ansío estar contigo, pero, realmente no puedo…” – Iván escuchó un suspiro cansado – “…‘peque’, te prometo que pronto vamos a estar como antes, te lo juro…” – su voz sonaba ansiosa – “…pero, dame un poco de tiempo…”
El pelinegro dudó; Luis jamás le había fallado en ninguna promesa, por tanto, sentía que podía confiar plenamente en él.
-De acuerdo – dijo con debilidad – solo recuerda que la otra semana, el lunes, es mi graduación… yo… quisiera verte ese día… – dijo con ilusión.
-“…Haré lo posible por acompañarte, te lo aseguro, aunque no sea en la entrega de documentos, trataré de verte ese día…”
-Bien... te veo después… te amo…
-“…Yo también te amo, mi amor, recuérdalo…”
Iván colgó la llamada y suspiró.
-¿Sigues teniendo problemas con tu novio?
La pregunta sobresaltó al pelinegro – ¿estuviste escuchando? – levantó una ceja al ver a Mario Lara, su mejor amigo, tras él.
-La verdad, sí, al menos lo último – respondió sin vergüenza, alzando los hombros – venía a invitarte a desayunar, ya que no hay nada que hacer…
Iván sonrió – pensé que estarías ocupado, despidiéndote de tus “amiguitas” – dijo con algo de molestia las palabras.
-Ya me despedí de todas, mira – señaló su cuello – esta marca me la dejó Lucy… Esta de acá, me la dejó Flor y, tengo otras en mi pecho, pero tendría que abrir más mi camisa, solo que esas no me las dejaron las chicas de aquí, sino alguien más, pero no quisiera entrar en detalles contigo, sobre mi relación amorosa…
-Eres un cínico, sinvergüenza – el pelinegro rió.
-Ah, pero así me amas…
-Ya quisieras que te amara – espetó burlándose de su amigo.
En la escuela, pocos sabían que Iván era gay; Mario era una de esas personas y, seguía siendo su amigo, aunque lo conoció a mitad del segundo año de la preparatoria, porque el joven de cabello castaño y ojos azules llegó a la escuela al cambiar de residencia. Lamentablemente para Iván, Mario tenía demasiadas admiradoras y todas ellas se molestaban de verlos juntos, especialmente porque el castaño se mostraba más amistoso con él; pero ese no era el único problema, ya que, desde que lo conoció, lo invitó a su casa y, sus padres pensaban que eran más que amigos, sobre todo porque iba seguido a hacer tareas con él.
Pero, de todas maneras, solo había amistad entre ellos, aunque muchas veces, Mario hizo insinuaciones muy llamativas hacia Iván, palabras en doble sentido, abrazos, e incluso una caricia en el rostro, todo delante de algunas chicas; decía que era para quitárselas de encima, pero a veces, el pelinegro pensaba que su amigo se portaba demasiado cariñoso. Claro que a él no le interesaba, pues solo había alguien en su mente.
-Sí, tienes razón, pero sé que no tengo oportunidad – respondió el rubio a broma, guiándole un ojo – anda, vamos a desayunar, tengo hambre – se acercó a Iván y le pasó la mano por los hombros – debemos disfrutar estos últimos días en esta “prisión”, antes de ir a la de máxima seguridad – rió.
Iván sonrió ante la manera en que su amigo se refería a las escuelas – está bien, si tu pagas, no tengo objeción – respondió guardando el celular en su bolsillo.
* * *
Los amigos estaban en un la cafetería de la escuela, en una de las mesas más alejadas, para poder platicar más cómodos.
-Entonces, ¿me estás diciendo que te ha estado dando largas para verte, desde hace casi tres semanas?
-No son largas – Iván negó – es solo que, al parecer, tiene problemas con unas cosas de la librería, no estoy muy seguro, no sé nada de administración – llevó una papa frita a su boca – pero, si Luis me prometió que me vería pronto, sé que lo hará.
-Confías demasiado en él – el ojiazul levantó una ceja, observándolo con desaprobación – ¿qué tal si ya se buscó a alguien más?
-Luis es un hombre maduro, no creo que hiciera algo así, lo primero sería decírmelo de frente, en vez de estar jugando…
La carcajada de Mario no se hizo esperar.
-¿Qué? – preguntó el pelinegro con molestia.
-Eres demasiado ingenuo – dijo el castaño, limpiando sus ojos – muchos hombres gustan de tener una persona de repuesto y jugar una doble vida, así que, si tu “adorado” – soltó la palabra con burla – Luis, está portándose un poco extraño, cabe la posibilidad de que sea así.
-Lo dudo – Iván negó – confío en él, casi como en mi mismo, así que deja de decir tonterías, no creo que sea como tú, que le gusta jugar con muchas chicas a la vez.
-Lo de las chicas es un juego, tú lo has dicho – explicó – pero, yo solo podría querer algo serio con una sola persona…
-Ya, tu “novia secreta” – el pelinegro entornó los ojos – a veces pienso que me mientes con respecto a esa persona, si fuera así, no le darías alas a nuestras compañeras.
-No te miento sobre mi pareja, solo no quiero decirte quién es, aún, porque es mayor que yo – explicó – y con respecto a nuestras compañeras, solo son amigas divertidas, nada más – se alzó de hombros – a mi pareja no le molesta, porque sabe que realmente no me metería con ellas…
-Lo dicho, eres un cínico, pero yo sé que Luis no me engañaría, no es como tú.
-Solo piénsalo – Mario sonrió de lado – te está dando largas para verte, ni siquiera te recibe en su departamento, según tiene mucho trabajo en la librería y, tomando en cuenta que tú, estuviste ocupado con todos los trámites de la escuela, tampoco podías verlo, ni ir a buscarlo, así que, tiene todo el tiempo del mundo para hacer lo que quiera…
Iván se mordió el labio, la duda empezó a hacerse presente – no – negó, pero ya no lo hizo con tanta seguridad – no lo creo…
* * *
Al llegar a su casa, Iván comió junto con sus padres. Roberto, su hermano mayor, a sus veinticuatro años, ya había terminado la universidad y, meses atrás, había empezado a trabajar y rentar un pequeño departamento para vivir solo; obviamente, su familia sabía que era para verse con sus novias, pero, siendo mayor de edad y un “adulto responsable”, no le dijeron nada. Por su parte, la madre de Iván seguía manteniéndose jovial, pero, a últimas fechas, su padre estaba algo distante y distraído; por ello, no había muchas pláticas de sobremesa con él, pero el menor se mantenía informado de la familia de Luis, por su madre.
Don José ya no iba a la librería, pero le ayudaba a su hijo con algunos documentos desde su casa, mientras que la señora Renata, estaba feliz de que Luis los visitara más seguido, aunque fuera por trabajo.
Después de la comida, el pelinegro fue a su habitación, se recostó en la cama y agarró el celular; titubeó un momento, pero, debido a la plática con su amigo, se sentía demasiado inquieto. Sin dudar más, marcó el número de su novio; después de un momento, el buzón de voz entró.
-Debe estar muy ocupado – dijo con tristeza – tiene mucho trabajo, es todo.
“…tiene todo el tiempo del mundo para hacer lo que quiera…”
Esas palabras retumbaron en su mente como si fuese un eco.
-No, Luis no se atrevería…
Volvió a marcar el número, pero una vez más, no hubo respuesta.
-Responde… – pidió en un murmullo – no me dejes con la incertidumbre… – suplicó.
Cinco veces intentó marcar de nuevo y, las cinco veces no hubo respuesta. Terminó tan enojado, que prefirió dormir; no quería pensar en tonterías que lo lastimaran.
* * *
El lunes de la graduación llegó.
La madre de Iván estaba eufórica y su padre se mantenía serio, pero su semblante se notaba orgulloso, especialmente al ver a su hijo con la túnica y el birrete.
La entrega de documentos ocupó toda la mañana, pues eran todos los graduados de la preparatoria, y estuvo muy concurrida; aunque cada alumno solo podía ser acompañado de sus padres, las familias de algunos, esperaban fuera del recinto.
Iván sacó el tercer lugar de su generación y fue reconocido por todos, aunque la persona que más le interesaba, no había estado ahí para verlo, por lo que no pudo evitar mostrar su tristeza y decepción.
Al finalizar el evento, a medio día, los padres del pelinegro lo llevaron a comer a un restaurante y, mientras esperaban la comida, su hermano llegó para acompañarlos.
Aunque el menor trataba de mostrarse feliz, en el fondo, no lo estaba, así que, después de la comida, se disculpó, diciendo que su amigo Mario iba a hacer una reunión en su casa y, con ello, sus padres lo dejaron ir.
Se despidieron en la salida y su hermano se ofreció a llevarlo a la casa de su amigo en su motocicleta, pero el menor le dijo que no quería desviarlo de su camino, así que, pudo tomar el transporte sin miedo a que lo descubrieran en su mentira.
Fue directamente a la librería, quería mostrarle el diploma a Luis y, aunque no pudieran festejar, al menos verlo le haría sentir bien; lo extrañaba demasiado.
-Buenas tardes, Iván – Ramón lo saludó cordial.
-Hola… – sonrió el menor.
-Aún no llega tu paquete – dijo el otro con algo de asombro, pues el chico iba solo a tres cosas, cuando recibía su envío, a pagar el mismo o a preguntarle cosas a Luis sobre algunas materias de la escuela que no entendía, pero, como ya había salido de la preparatoria, la última no era una opción.
-Lo sé – rió – la verdad, ah, quería ver a Luis, ¿está ocupado?
-Oh, claro que lo está – Ramón sonrió – estos últimos días ha estado muy ocupado…
La manera tan extraña en qué lo dijo, llamó la atención de Iván.
-¿No entiendo? – dijo confundido.
Ramón rió – está con su novia – dijo sin demora – ella llegó hace un par de semanas y, bueno, todos los días se quedan por horas en la oficina, se van juntos y llegan juntos, ya sabes, creo que incluso, están viviendo en el departamento de Luis – le guiñó un ojo – solo que sus padres no lo saben, aun.
Iván había escuchado cada palabra y el dolor se hizo presente con rapidez, su respiración se agitó, su pecho se oprimió y pasó saliva con dificultad, bajando el rostro para no mostrar cómo sus ojos se humedecían.
-Ah, ya veo – su voz apenas fue un murmullo, así que carraspeó para poder hablar mejor – pero, tengo un recado de su madre, entonces, tengo que dárselo urgente, crees que pueda hablar con él…
-Sí, pero, toca antes de entrar – la carcajada de Ramón no consiguió más que hacer sentir peor a Iván.
El menor caminó por los pasillos, tenía dudas, le dolía pensar que Luis lo estuviera engañando, en ese mismo lugar, que también había sido especial para ellos, como pareja; necesitaba una explicación y en el fondo, tenía la esperanza de que fuera una mentira.
Se le hizo eterno el camino, las escaleras lo hicieron respirar más agitado, pues aun no se reponía de las impresiones, pero, se obligó a tomar aire y actuar maduramente.
Cuando llegó a la puerta de la oficina, iba a tocar, pero no lo hizo. Su mano se puso en el picaporte y giró la perilla; no tenía seguro.
Una luz de esperanza le hizo sonreír, si Luis estuviera haciendo algo malo, habría puesto el seguro, como cuando él iba a visitarlo. Abrió un poco la puerta, pero no lo hizo completamente, ya que escuchó la voz suave de una mujer, manteniendo una plática con Luis.
-¿Cuándo se lo dirás?
-Estoy esperando a que sea mayor de edad…
-¿Crees poder mantenerlo alejado casi dos meses más? No creo que él sea tan tonto…
-Tengo que hacerlo, lo sabes…
-Luis, cariño, creo que debes ser más directo, seguramente él lo agradecería…
-No puedo, si pudiera, ya se lo hubiese dicho, pero sabes muy bien el por qué no lo hago…
-¡Tonterías!, pero está bien, es tu decisión, no la mía…
-Cambiemos de tema, no quiero dudar de lo que estoy haciendo…
-Mantenerlo alejado sin darle una explicación es peor que cualquier otra cosa, créeme, pero está bien, si quieres cambiar de tema, lo haremos… Dime, ¿quieres ir a la casa, hoy?
-Supongo… Es solo que, no me siento del todo bien para eso, hoy…
-¿Te recuerdo que tú me llamaste hace rato? Si no querías hacerlo, mejor no me hubieras dicho nada y me hubiera quedado en cama, todo el día, estoy cansada…
-De acuerdo, lo admito, quiero ir a la casa, más que nada, porque necesito distraerme, ya que no podré cumplir con mi palabra, de verlo hoy…
-Está bien, sabes que estoy aquí para lo que necesites…
Ellos estaban tan ensimismados en su plática que no se dieron cuenta que la puerta se abrió.
Iván estaba en el umbral, las lágrimas bañaban su rostro y, ver la escena le había roto el corazón en mil pedazos.
Luis estaba sentado en el sillón de su escritorio; la joven de cabello rubio estaba de pie, a su lado, inclinada y recargando el peso en sus manos, en los descansabrazos del sillón, con su rostro muy cerca del castaño. Podía jurar que no tardarían mucho en besarse. El pelinegro se quitó con rapidez el reloj que aun portaba, ese que Luis le había dado años atrás y lo lanzó hacia la pareja.
El objeto cruzó la oficina completa y pasó cerca de la cabeza de la rubia, golpeando un librero que estaba detrás de ambos, tumbando algunas cosas.
La pareja se sobresaltó y, al observar a la puerta, Luis palideció, especialmente al ver el rostro de Iván; la decepción y el dolor se reflejaban en su semblante, mientras, de sus ojos amielados, las lágrimas caían en completo silencio y su cabeza negaba débilmente.
-‘Peque’…
El castaño empujó a la chica para ponerse de pie, pero Iván salió corriendo.
El pelinegro bajó las escaleras y saltó el barandal casi a la mitad, para no tener andar todos los escalones; corrió por los pasillos, empujando personas, tumbando unos estantes pequeños y salió de la librería. Corrió por la acera, incluso, estuvieron a punto de atropellarlo en la calle, pues no se detuvo a pesar de que el semáforo peatonal estaba en rojo. Siguió su camino, alejándose lo más que podía de ese lugar, tratando de apartarse de lo que le estaba causando dolor, queriendo simplemente olvidar lo que había visto, pero, era obvio que no lo conseguiría.
* * *
Luis había bajado las escaleras con rapidez, y, aunque tropezó con las cosas que el pelinegro había tumbado a su paso, salió del local en busca del menor, ante la mirada atónita y desconcertada de los presentes, más no alcanzó a ver hacia dónde había corrido Iván.
-¡Maldición! – gruñó pasando la mano por su cabello.
Volvió al interior de la librería, tratando de pensar qué hacer.
-¿Qué pasó? – Ramón lo miró confundido.
-¡¿Por qué lo dejaste pasar sin avisarme?! – preguntó el de lentes.
-Dijo que tenía un mensaje de tu madre – explicó – pero, ¿qué ocurrió?
-Nada… – negó y caminó hacia la oficina para ir por las llaves de su auto.
La rubia estaba en el marco de la puerta, esperándolo.
-Supongo que irás a buscarlo.
-¡Obvio! – espetó el castaño agarrando las llaves – tengo que explicarle…
-Ten… – ella le entregó un documento – creo que era lo que quería enseñarte, por eso vino.
Luis sujetó el papel y lo leyó con rapidez; era la constancia y reconocimiento por el desempeño académico de Iván y, por haber obtenido el tercer lugar de toda su generación.
-‘Peque’… – el de lentes apretó los parpados, se sentía un miserable.
-Mejor apresúrate a alcanzarlo, él puede pensar cosas que no son y si tardas más, será mucho más difícil explicar…
-Gracias Jesi…
-Suerte – sonrió la rubia – yo iré a seguir con mi trabajo…
Luis suspiró y salió de la oficina. Sabía que no debía hacerlo, pero, tendría que ir a la casa de Iván, a buscarlo.
* * *
En medio de su dolor, Iván no encontraba qué hacer. Ir a su casa no era una opción, pues no sabía cómo explicarle a su familia su estado, por tanto, dirigió sus pasos hacia el único lugar que podía considerar seguro en ese momento, a sabiendas que, si Luis intentaba buscarlo, jamás podría dar con él ahí; la casa de Mario.
El ojiazul vivía en una colonia alejada, pero aún así, Iván recorrió todo el camino a pie. Cuando llegó a la casa, tocó el timbre de manera insistente.
Mario salió a ver quién era, ya que estaba solo; sus padres trabajaban y, después de la graduación, tuvieron que volver a sus empleos, aunque claro, le prometieron a su hijo que festejarían en la noche, llevándolo a cenar.
-¿Iván? – Mario se sorprendió al ver el semblante de su amigo.
El pelinegro se lanzó contra el pecho del otro y empezó a llorar con desespero, aferrándose a la camiseta que el castaño portaba, con fuerza e insistencia.
-¿Qué tienes? ¿Qué pasa? – Mario no sabía que decir o hacer, jamás había visto a su amigo de esa manera – ¿Iván?
-Tenías razón, tenias razón… – repitió con dolor – me engañó…
EL ojiazul seguía confundido, pero, ayudó al otro para llevarlo a la sala, cerrando la puerta; lo sentó en el sillón y lo abrazó esperando a que se calmara un poco.
Varios minutos después, Iván parecía estar más tranquilo, así que Mario lo alejó y le sonrió condescendiente.
-¿Quieres algo de beber? – preguntó acariciándole la mejilla con delicadeza, limpiando algunas lágrimas que aún resbalaban, de manera silenciosa.
Iván asintió débilmente; le dolía la cabeza y le ardían los ojos. Pasó la mano por su rostro, limpiando su nariz con el dorso, mientras su amigo iba a la cocina a traerle un poco de agua.
Mario regresó con un vaso lleno de agua de frutas y varias servilletas; le ofreció ambas cosas a su amigo y volvió a sentarse a su lado. Esperó paciente a que Iván terminara de beber y, cuando dejó el vaso en la mesita de la sala, lo abrazó, haciendo que recargara la cabeza en su hombro; pasó la mano por el cabello negro y suspiró, necesitaba entender la situación.
-Ahora sí, ya estás un poco más calmado, ¿quieres decirme, qué pasó?
-Luis… Luis estaba con una mujer en la librería…
Iván no se dio cuenta que el semblante del ojiazul cambió por completo; realmente le había asombrado esa confesión. El color se le fue del rostro y parpadeo varias veces para poder volver en sí.
-¿Estás…? ¿Estás seguro? – preguntó aún incrédulo.
Ciertamente él le había insinuado sobre un posible engaño del mayor, pero realmente no creía que le hiciera eso a Iván; aún y que no conocía realmente al otro, pues su amigo se lo presentó una vez, cuando estaban realizando un trabajo en su casa y Luis llegó de visita. Cuando se quedaron solos, Iván le dijo que ese era su novio, pero, como era secreto, le hizo prometer que no se lo diría a nadie y, hasta la fecha, lo había cumplido, aunque en ocasiones le había sido difícil hacerlo.
-Sí – Iván intentó reír, pero en vez de eso sollozó.
Mario frunció el ceño, su rostro se puso rojo, y respiró profundamente tratando de calmar su enojo.
-¡Es un imbécil! – dijo con frialdad abrazando a su amigo – no vale la pena que llores por él – prosiguió, pero ya no podía evitar mostrar su coraje – lo que necesita es que alguien le de unos “madrazos”, ¡para que se le quite lo cabrón!
Iván no dijo nada, se removió y hundió el rostro en el pecho de su amigo; se sentía demasiado mal.
-Yo… – el susurro apenas se escuchó, por lo que Mario le puso toda su atención – en verdad… confiaba en él… – terminó el pelinegro y una vez más, las lagrimas se hicieron presentes con fuerza.
-No llores… – Mario lo abrazó una vez más y acarició los brazos del otro, tratando de confortarlo, pero sabía que no podría hacerlo, necesitaba ayuda y solo había alguien a quien acudir – vamos a que te recuestes – dijo con seriedad y se movió para incorporarse.
El castaño ayudó a su amigo y lo llevó a su habitación, dejándolo en su cama para que descansara, mientras él llamaba por teléfono.
* * *
Iván no supo cuanto tiempo dormitó, pero seguramente no había sido mucho; despertó al oír la voz de su hermano.
-Iván… – Roberto estaba sentado a su lado y le acariciaba el cabello.
-¿“Bobe”? – preguntó con incredulidad, al darse cuenta de su presencia.
El menor le llamaba así a su hermano, pues cuando era más pequeño, no podía pronunciar el nombre. Mientras crecía, se alejaron un poco, pero, aún así, siempre que lo necesitaba, ahí estaba para él y, era cuando le volvía a decir de esa manera.
Roberto le sonrió condescendiente, pero no dijo nada, ya que su pequeño hermano se incorporó y lo abrazó con fuerza. Las manos del pelinegro mayor acariciaron la espalda de Iván y espero con paciencia; el niño había empezado a llorar, una vez más.
Cuando se calmó, el mayor le besó la sien y le sonrió una vez más, para que se sintiera en confianza.
-¿Cómo…? – preguntó el niño.
-Mario me habló – explicó su hermano, mirándolo a los ojos – me dijo lo que ocurrió – dijo con seriedad, denotando que ya se había enterado de la relación que llevaba con Luis.
Los ojos miel del mayor escudriñaron a su hermanito; Iván desvió la mirada, avergonzado.
-Lo lamento… – sollozó – yo… es que…
-¿Te obligó? – preguntó Roberto con ansiedad, temiendo que Luis se hubiera aprovechado de Iván.
-No – el menor negó – yo… realmente… lo amo… – se mordió el labio – por eso… por eso me entregué a él, pero… pero…
Roberto besó la frente de Iván y se alejó – voy a arreglar cuentas con él – dijo fríamente al incorporarse de la cama.
-¡No! – Iván lo sujetó de la muñeca – no lo hagas, ya no importa – suplicó con la mirada.
-Nadie hace llorar a mi hermanito y se queda como si nada, te lo dije hace años, ¿recuerdas? – levantó una ceja y le sonrió con suficiencia.
El menor se sorprendió, algunos recuerdos de su infancia llegaron a su mente, cuando un chico mayor que él lo golpeó y, su hermano, fue a darle un escarmiento para que no volviera a tocarlo.
Sin decir más, Roberto salió de la habitación, dejando a Iván algo consternado.
Mario suspiró al ver al mayor alejarse, estaba recargado en la puerta y fue a sentarse junto a su amigo.
-Tu hermano es demasiado impulsivo – sonrió.
-¿Por qué se lo dijiste? – reprochó Iván.
-Porque estabas muy mal, tu novio es un patán miserable, que necesita un escarmiento y, aunque yo quisiera dárselo, no creo que hubiese podido – se alzó de hombros – así que, mejor, llamé a la “caballería”.
El pelinegro suspiró y limpió sus ojos – no sabía que tenías su número.
-Realmente, tengo más que su número – sonrió divertido – también, tengo la llave de su departamento.
Iván abrió sus ojos enormemente; parpadeó confundido y negó.
-Estás… bromeando… ¿cierto?
-No – Mario negó – tu hermano y yo, nos vemos a escondidas desde hace unos meses, cuando se fue a vivir solo – se alzó de hombros.
-Pero… pero… ¿las chicas de la escuela?
El ojiazul rió – por supuesto que no tengo nada que ver con ellas – aseguró – solo bromeaba – dijo con firmeza – todas las marcas que tengo – señaló su cuello – me las deja tu hermano.
-Quieres decir que… – Iván aún estaba sorprendido – ¿desde cuándo?
-Tenemos una relación, desde la primera vez que me quedé a dormir en tu casa – le guiñó un ojo – ¿de verdad creías que me tardaba tanto, solo en el baño?
-¿Por qué no me lo dijiste?
-Porque Roberto no quería, así que se lo prometí – suspiró – además, a él también le ocultaba cosas, no le había dicho de tu relación con Luis – reprochó el castaño – hasta ahora se lo confesé, porque realmente te vi mal.
-No puedo creerlo… – murmuró el pelinegro, tratando de asimilar todo.
Ambos guardaron silencio unos minutos y finalmente, Iván levantó el rostro.
-Sabes que Roberto va a ir a golpear a Luis, ¿verdad?
-Lo sé, es impulsivo – asintió – y realmente es una de las cosas que más me gustan de él – confesó con diversión – pero como dije, Luis se lo merece y, estoy seguro que Roberto le va a dar su merecido a ese “cuatrojos”.
-Mario – Iván suspiró – el problema es que, no quiero que ninguno salga herido.
-¡Claro! – su amigo palmeo sus piernas – que tu queridísimo Luis se quede como si nada, después de todo este rato que has estado llorando – soltó con sarcasmo – ¡olvídalo! Ya le prometí a tu hermano, hacer lo que él quiera por toda una semana completa, a cambio de que le dé una arrastrada a tu novio – señaló al otro – o ex, como sea y, realmente me gustaría que pusiera su cabeza en una ‘vara gruesa’, pero, no creo que llegue a tanto…
-¡Mario!
-Escucha – el castaño se cruzó de brazos – ¿qué prefieres? ¿Que Roberto se encargue o que tus padres y los padres de Luis se enteren?
Iván pasó saliva – ¿por qué preguntas eso? – dijo en un murmullo.
-Porque seguramente a ti no se te va a quitar esto de la noche a la mañana y, vives a un lado de los padres de Luis, así que, tarde o temprano se van a enterar.
Iván bajó el rostro, sabía que su amigo tenía razón, pero, seguramente, su hermano no se contendría; lo conocía, muy bien y, aunque podía ser jovial, amable y muy juguetón, también tenía un carácter de los mil diablos cuando se enojaba y, seguramente, en ese momento, estaba más que furioso.
* * *
Roberto había ido primero a la librería, solo que no encontró a Luis; Ramón le comentó que su jefe, había salido tras Iván y, al no alcanzarlo, volvió por sus cosas para ir a buscarlo en su automóvil.
El pelinegro salió como rayo y se subió en su motocicleta. Sólo había un lugar dónde el otro iría a buscar a su hermanito y, seguramente, estaría allá.
Estaba tan molesto que se pasó unos cuantos semáforos y seguramente infringió varios reglamentos de tránsito, aún así, tuvo suerte de que no lo detuvieran. Al dar vuelta en la esquina, de la calle dónde vivían sus padres, vio el automóvil de Luis en la acera.
Roberto dejó su motocicleta, se quitó el casco y dio pasos largos para llegar a la puerta; justo en ese momento, Luis iba saliendo, despidiéndose de los padres de su novio.
-¡Maldito cabrón!
Roberto no dio tiempo a nada, llegó plantándole un puñetazo al rostro de Luis, haciendo que cayera de espaldas.
-¡Roberto! – su madre se asustó al ver la escena.
-¡Voy a matarte!
El pelinegro estuvo a punto de lanzarse contra el castaño, pero su padre lo sostuvo de los brazos, alejándolo del otro. Luis se incorporó pasando la mano por su labio; con el golpe, Roberto se lo había partido.
-¡¿Qué te pasa?! – soltó el castaño con molestia, mientras recogía sus lentes, pues estaban en el piso también.
-¡¿Todavía lo preguntas?! – Roberto intentaba soltarse de su padre, pero el hombre lo tenía sujeto con fuerza.
-¡Sí! – dijo el otro al ponerse de pie – ¡¿A qué viene el golpe?!
-Después de lo que le hiciste a Iván, ¡¿tienes el descaro de preguntarlo?!
Los ojos grises de Luis brillaron – ¿sabes dónde está? – su voz sonaba ansiosa – tengo que hablar con él…
-¡¿Crees que voy a decirte, imbécil?!
-¡Ya basta Roberto! – la voz grave de Federico, su padre, consiguió sosegar un poco al pelinegro – ¿Dónde está Iván? – preguntó con seriedad – ¿crees que es muy gracioso tenernos preocupados, sin saber dónde está?
El pelinegro desvió la mirada – está con un amigo – respondió – pero él no debe acercarse – señaló con desprecio a Luis – ¡ustedes no saben lo que le ha hecho!
-Te equivocas – su padre finalmente lo soltó – sabemos que Iván y Luis tienen una relación – con esa frase, Roberto se sorprendió – lo sabemos desde hace semanas.
-Luís nos lo dijo – explicó Martha, su madre – y también nos contó lo que sucedió hoy…
Roberto parpadeó confundido – pero… aun y que les haya dicho eso, seguro no les dijo que anda con una mujer también – giró el rostro y lo encaró – o ¿piensas negarlo?
-No ando con ninguna mujer – Luis se quitó las gafas y masajeo el puente de su nariz – Jesica es solo una amiga, ella está ayudándome a decorar mi nueva casa, pero supongo que Iván entendió mal – explicó con calma – por eso vine a buscarlo, para explicarle – suspiró – aunque tu padre me había prohibido verlo o acercarme a él, hasta que cumpliera la mayoría de edad…
Roberto buscó el rostro de su progenitor, tratando de entender.
-Luis nos dijo que quería algo serio con Iván – Federico se cruzó de brazos – me molesté, lo admito y, le dije que se mantuviera alejado de Iván, por lo menos hasta que fuera mayor, poder hablar con él y que eligiera las cosas como una persona madura… Luis aceptó.
-Entonces, ¿por eso estabas distante con él?
-Sí – el de lentes asintió – le prometí a tu hermano que, cuando fuera mayor de edad, se podría quedar conmigo, porque él decía que no quería separarse de mí, así que, decidí comprometerme con él, pero para eso, debía hablarlo con tus padres primero y acepté las condiciones que me pusieron, con tal de no tener problemas.
Roberto pasó la mano por su cabello, estaba asimilando todo lo que acababa de saber.
-¿Dónde está Iván? – insistió Luis.
El pelinegro respiró profundamente, sonrió de lado y se cruzó de brazos – está con mi novio…
* * *
Mario estaba sentado en la cama, recargado en la cabecera de la misma, viendo la televisión que tenía en su habitación; después de la plática con Iván, se quedó a acompañarlo y su amigo dormía plácidamente en su regazo. No quería importunarlo, pues obviamente el pelinegro había pasado por un mal día y era preferible que descansara.
El ojiazul lo miraba con ternura, desde que lo conoció siempre había querido a Iván y, cuando empezó a tener una relación con su hermano, le agarró más cariño, pues lo miraba como un hermanito, aunque no pudiera decirle ‘cuñado’ abiertamente; Roberto y él habían decidido esperar a que él fuera mayor de edad para decir abiertamente que tenían una relación y ya faltaban dos semanas para ello, por eso no le miraba mucho caso guardar el secreto, al menos con Iván.
La vibración del celular del castaño, lo sacó de sus pensamientos; agarró el aparato del buró y observó que era un mensaje de su pareja. Se movió con mucho cuidado, tratando de evitar que Iván despertara y bajó las escaleras, esperando el timbre, pues el otro le mencionó que ya iba para allá y, necesitaban hablar antes de hacerlo con Iván.
El timbre sonó y Mario abrió la puerta; su semblante se distorsionó al ver a Luis al lado de su novio. No lo pensó y le lanzó un golpe dándole de lleno en la boca y nariz al de lentes; de no ser por Roberto que sostuvo a Luis, hubiese caído una vez más ese día.
-¡¿Por qué lo trajiste?! – reclamó el ojiazul.
-Mario, amor, cálmate – pidió el pelinegro tratando de que su pareja no siguiera tan agresivo.
-¡Vete a la mierda, Roberto! – Mario intentó cerrar la puerta, pero su pareja lo impidió.
El mayor se metió a la casa con dificultad, atrapando entre sus brazos al otro, pero tuvo que ejercer fuerza y presión al tratar de someterlo – calma, calma – pidió, mientras el menor se retorcía, tratando de zafarse – ¡me lleva la chingada! – Roberto hizo a un lado el cabello castaño y le dio una mordida fuerte en el cuello, consiguiendo que su pareja soltara un grito y luego un gemido, mientras sus mejillas se teñían de carmesí.
Finalmente, Mario dejó de luchar y su pareja pasó la lengua por la piel que acababa de lastimar – a veces, no me dejas opciones para controlarte – dijo en un susurro – está bien, lo que pasó con Iván y Luis, solo fue un malentendido.
El castaño tenía los parpados cerrados, disfrutando la voz de su novio y tratando de controlar esa excitación que le había producido la mordida – no… no te creo… – dijo con debilidad, intentando mantenerse fuerte y no ceder con facilidad.
-Es cierto, mi amor, si no, no lo hubiese traído, lo sabes, me conoces muy bien… – se excusó el otro, disminuyendo la fuerza de su agarre.
Luis no les estaba poniendo atención, estaba cubriéndose la nariz, porque el castaño le había provocado una pequeña hemorragia; había recibido dos golpes en un día, sin siquiera haber hecho algo malo realmente.
-De a… de acuerdo… – Mario carraspeó – pero necesito una explicación, antes de dejarlo pasar – se cruzó de brazos, tratando de mantener una postura seria.
-¿Estás bien? – Roberto observó a su “cuñado”, pues seguía con la mano en la nariz.
-Sí – dijo el de lentes – pero ese golpe tampoco lo merecía – se quejó.
-Tal vez no, pero, es una buena manera de descargar frustraciones – rió el pelinegro, aún detrás de su pareja – Mario – llamo con suavidad a su novio, sabía que con esa voz lo hacía “doblar las manos” – Luis no está engañando a mi hermanito – rozó la nuca de su pareja con la nariz – fue un malentendido, te lo juro, la chica ni siquiera tiene algo que ver con él, lo único que hace es decorar la casa que Luís compró, con el dinero que ella le dio por su departamento…
-Sí claro – el ojiazul entornó los ojos, no creía del todo las explicaciones – y, ¿cuál es la excusa de no querer ver a Iván?
-Mis padres se lo prohibieron – aseguró Roberto – Luis solo estaba siguiendo las órdenes de mi padre, para que le permitiera estar con mi hermanito, cuando cumpliera la mayoría de edad, ya sabes, los problemas legales – sonrió – los mismos que yo tendría si se enteraran tus padres…
-Entonces, ¿ellos ya lo saben? – Mario miró de soslayo a su pareja, sorprendido de eso.
-Sí – asintió el mayor – desde hace varios días…
-Aunque no quería… – Luis ya se había repuesto y la sangre había parado de fluir – tenía que obedecer las órdenes de los padres de Iván, especialmente de mi suegro – contó – le prometí a Iván que cuando cumpliera la mayoría de edad, podía quedarse conmigo y no quería dejar las cosas a la suerte, por eso me adelanté a hablar con ellos, cuando decidí cambiar de residencia, pero, no esperaba que me pusieran a prueba de esa manera – limpió los restos de sangre con la manga de su camisa – y tampoco pude explicarle nada a él, porque no quería que tuviera dificultades con sus padres.
-Qué conveniente – soltó el ojiazul, aún incrédulo.
-Es verdad – Roberto secundó a Luis – mis padres me lo dijeron hace un rato, te lo juro mi vida…
-Entonces, ¿todo esto fue una prueba de tus padres? – frunció el ceño – ¡rayos!, mejor no decir que somos novios, no sé que vayan a pedir que haga yo…
-No te preocupes – el pelinegro le besó la mejilla – ellos ya saben que somos pareja, se los dije también hace un momento…
-Ah, bueno, ya no puedo arrepentirme, supongo – se burló.
-¿Ya puedo ver a Iván? – Luis estaba ansioso y era notorio que si no interrumpía, su cuñado y recién conocido ‘concuño’, se perderían en su mundo, ignorándolo.
-Aquí… Aquí estoy… – el menor se asomó detrás de la pared que guiaba a la escalera.
-‘Peque’ – el de lentes se abrió paso hasta su novio y lo abrazó con insistencia – mi amor – besó la mejilla del pelinegro – escucha, no es lo que…
Iván colocó un dedo en los labios del castaño – no tienes que decir nada – sonrió débilmente – escuché todo.
Luis sujetó la mano del menor y besó los dedos con suavidad – ‘peque’, jamás, jamás te engañaría – aseguró – sabes que te amo y haría lo que fuera por ti…
-No – negó – perdóname tu a mí, no debí dudar, pero Mario me metió ideas en la cabeza – bajó el rostro apenado – y… cuando te vi con esa mujer – apretó los parpados – me llené de celos, coraje y…
-‘Peque’ – Luis sonrió y le obligó a levantar el rostro – Jesica es solo una amiga y, aunque a mí me interesaran las mujeres, ella no se fijaría en mí, porque a ella le gustan las chicas – explicó con calma – así que, no tienes nada de qué preocuparte…
Iván sonrió y pasó la mano por encima del labio de su pareja – ¿qué te pasó? – indagó preocupado.
-No es nada – negó – tu hermano y tu cuñado me golpearon por haberte hecho llorar – dijo condescendiente – pero estoy bien…
-¿De verdad…? ¿De verdad hablaste con mis padres?
-Sí – sonrió el de lentes – quería tener una relación formal contigo – colocó su frente contra la del menor – quiero que vivas conmigo – sonrió – por eso compre una casa, parecida a la que me mostraste en uno de tus mangas – una risa nerviosa lo invadió – salió más cara de lo normal, pero, no importa y… Jesi la está decorando para que quede lo más parecida posible…
-Luis… – Iván se mordió el labio y se abrazó a su novio, sintiendo que sus ojos se humedecían, pero esta vez, por emoción.
Ahora era el niño quien se sentía tan mal por haber dudado de su novio; una vez más, confirmaba que el castaño lo adoraba más que a su vida y, como había dicho cuando iniciaron su relación, se esforzaba por que su relación funcionara y, él debía hacer lo mismo.
* * *
-Es todo – anunció Roberto, dejando una caja, en la sala de la casa de Luis e Iván.
-Si, finalmente la mudanza está hecha – Mario estaba sentado en un sillón, observando a su novio y ‘concuño’, cargar las cosas de su amigo.
-No eran tantas cosas como imaginé – Luís levantó una ceja, colocando la ultima caja a un lado de la otra.
-Bueno, realmente me deshice de muchas cosas que ya no iba a ocupar – sentenció el pelinegro llevando un vaso con agua para el ojiazul – mi mamá las va a llevar a donar – se alzó de hombros.
-Bien, ya cumplimos – Roberto caminó hasta su novio y le quitó el agua que apenas iba a probar, bebiendo la mitad del contenido – hora de irnos – dijo con seriedad.
-Está bien – Mario entornó los ojos y terminó el agua, devolviendo el vaso a su amigo – nos vemos luego – dijo con diversión.
-Recuerda que mamá y papá quieren que vayan a comer mañana – el mayor observó con seriedad a Iván – así que no lleguen tarde, no los hagas arrepentirse de dejarte salir de casa tan pronto.
-Sí, ya lo sé – anunció el menor.
Roberto le despeinó el cabello con cariño y se despidió de mano de su cuñado, mientras Mario solo hizo un ademán con su mano para ambos; la pareja salió de la casa y dejó a Luis e Iván, solos.
-Por fin… – el pelinegro se acercó al otro y le pasó las manos por el cuello.
-Sí – sonrió el de lentes – por fin… – susurró mientras se acercaba a besar los labios que se le ofrecían sin nada de recato.
-Estas últimas semanas fueron una tortura – Iván gimió contra los labios de su pareja, mientras el otro ya le estaba quitando la camiseta con premura, dejando el torso desnudo.
-Ni que lo digas… – el castaño bajó al cuello del menor, mordisqueando con ansiedad.
Después de arreglar el malentendido, sus padres aceptaron la relación de ambos, pero, les pidieron que esperaran para formalizar, así que, tanto Luís como Iván, tuvieron que prometer que no tendrían relaciones hasta que el niño cumpliera la mayoría de edad; pero, el pelinegro convenció a sus padres de dejarlo ir a vivir con su pareja, una semana antes de su cumpleaños. A pesar de que le costó, logró lo que se proponía, pero, aún así, debía seguir obedeciendo a sus padres en sus indicaciones.
La familia de Luis, al contrario, no les puso ninguna objeción, incluso, parecían más que felices de la noticia, especialmente su padre, quien miraba en Iván a otro hijo.
Faltaba una semana para que se convirtiera en un adulto legalmente y una semana después de eso, entraría a la universidad. Luis les dio su palabra a sus suegros, de apoyar a su pareja para que siguiera con sus estudios y se comprometió a cuidarlo; después de todo, tenía muchos planes para ambos.
-‘Peque’…
El mayor levantó en brazos a Iván, quien se sorprendió pero no dijo nada, permitiendo que lo llevara a dónde quisiera; Luis subió las escaleras con el niño en brazos, dirigiendo sus pasos a la recamara principal. La decoración era minimalista, solo unos cuantos accesorios y la cama era de base negra, baja, con bordes que sobresalían del colchón.
El de lentes depositó el cuerpo de su pareja, con suma delicadeza, sobre las mantas; Iván retiró las gafas de su pareja y las dejó a un lado, con cuidado, perdiéndose en la mirada gris del mayor.
-Iván – Luis sonrió y besó los labios con amor – mi amor…
-Mjú – el aludido cerró los parpados y se dejó llevar por el beso, pero, cuando intentó ahondarlo, el otro se alejó – ¿qué…? ¿Qué pasa?
-Tengo algo para ti – sonrió con diversión y se movió, buscó debajo de la almohada y sacó una pequeña caja de color negro, colocándola frente al menor – cuando hablé con tus padres, les dije que quería algo muy serio contigo y quiero confirmarlo, ahora que ya te dejaron venir a vivir conmigo, antes de tiempo…
Iván se sorprendió, no sabía cómo reaccionar.
-‘Peque’, ¿quieres casarte conmigo? – el castaño abrió la cajita y le mostró el anillo.
El pelinegro abrió los ojos enormemente, pasó saliva e intentó articular palabra sin conseguirlo; sus ojos miel estaban fijos en el aro de metal dorado, con una piedra transparente en el centro, adornada con figuritas hechas del metal alrededor.
-¿Iván? – Luis se preocupó al no recibir respuesta.
-Ah… – el menor salió de su ensimismamiento y sonrió nerviosamente – yo… es que… sí… – dijo con debilidad – es que… no…
-¿Sí o no? – Luis levantó una ceja, confundido.
El pelinegro apretó los parpados y lo empujó, pero se movió con él, hasta colocarse sobre su pareja, sentándose a horcajadas en su abdomen e irguiéndose, después de arrebatarle la cajita; sacó el anillo con cuidado y lanzó la caja a un lado, observando el arito un momento, antes de colocarlo en el dedo anular de su mano izquierda. Colocó la mano frente al rostro del castaño y sonrió emocionado.
-Por supuesto que la respuesta es sí – dijo con seguridad – solo que, realmente preferiría otro tipo de anillo que denotara tu propiedad sobre mi – se relamió los labios y movió su cadera de manera insinuante – pero supongo que podré convencerte de dármelo más adelante…
Luis levantó una ceja y sonrió divertido – ¿qué clase de anillo querías? – indagó acariciando las piernas del menor con deseo.
-Anillos para mantenerme controlado – respondió el pelinegro con ansiedad, inclinándose sobre Luis – juguetes para que ambos disfrutemos – susurró contra los labios del castaño – como en ese último manga ‘SM’ que me llegó…
-¿Quieres incursionar en el ‘BSDM’? – el castaño mordió el labio inferior de su pareja con insistencia – ¿no te son suficientes los juguetes que te he comprado hasta ahora?
-Quiero experimentar – respondió el pelinegro – más ahora, que seremos esposos…
-Tienes que poner la fecha para la boda y – las manos del castaño acariciaron la espalda desnuda de Iván – no creo que tus padres quieran que lo hagamos pronto…
-Entonces, seamos solo amantes hasta entonces, y disfrutemos como siempre – sonrió el pelinegro.
Luis sonrió de lado y giró, llevando al menor junto con él, sujetando las muñecas de Iván contra el colchón, con fuerza excesiva.
-Duele… – se quejó el menor.
-De eso se trata – Luis se inclinó y mordió el cuello con saña, arrancándole un grito, mitad gemido, a su prometido – dijiste que quieres experimentar, así que, experimentemos – susurró contra la piel – pero, te advierto, tienes que aguantar el dolor para poder sentir placer.
Una nueva mordida consiguió que Iván sollozara, pero su espalda se arqueó y Luis sintió como su sexo se notaba a través del pantalón que aun portaba. Iván realmente disfrutaba los tratos rudos, como ese que le había ocasionado la primera vez, en la librería y él no lo había vuelto a hacer, pues lo trataba con sumo cuidado para no dañarlo; ahora entendía que, a pesar de todo, no conocía a su novio, pero no se detendría hasta develar todos sus secretos.
Sin dudar más, Luis se alejó, quitando con rapidez la ropa que le estorbaba, dejando desnudo a su pareja, con solo su anillo de compromiso y su reloj de pulsera. El pelinegro sonrió, pero el gesto se esfumó de sus labios cuando observó que Luis solo desabrochaba su pantalón, sacaba su erección y lo acomodaba entre sus piernas.
-¿No te vas a…?
La pregunta se ahogó en la garganta y dio paso a un grito de dolor; el mayor lo penetró con fuerza, sin prepararlo y se inclinó sobre el delgado cuerpo, respirando con agitación. Las lágrimas de Iván habían brotado de sus parpados y se mordió el labio; su cuerpo reaccionó, contrayendo con fuerza su interior, apresando el sexo de Luis y eso le dolía.
-Perdón… – el castaño se sintió culpable de eso y pasó la lengua por la mejilla, limpiando el líquido salado – no debí dejarme llevar, no estás preparado…
Iván se movió y lo besó en los labios, gimiendo contra su boca – no… pares… – pidió con deseo – lastímame… – pidió con ansiedad – márcame… como tuyo… como la primera vez…
El calor inundó el cuerpo del mayor; pasó saliva con dificultad y asintió, mientras una sonrisa se dibujaba en sus labios. Luis no se contuvo; embistió con fuerza el delicado cuerpo que se le ofrecía en completa sumisión, esperando que lo llevara a la cima del placer, como los últimos años de relación prohibida que habían tenido. Era la primera vez que lo poseía como su pareja formal y como su prometido, así que, lo haría gemir hasta que ya no pudiera más.
Iván pasó las manos por encima de su cabeza y se aferró con fuerza a la almohada, arqueando el cuerpo y ofreciendo su pecho al otro; su prometido bajó por el cuello y llegó a uno de sus pezones, mordiendo con fuerza, obligándolo a gemir y gritar por el dolor y placer que sentía.
Las lágrimas no parecían tener fin, pero el rostro del menor solo mostraba placer y satisfacción ante ese trato tan rudo que estaba recibiendo; no imaginaba que sentir un poco de lo que los personajes de sus revistas japonesas mostraban, pudiese ser tan placentero y aun faltaba mucho más.
Luis se incorporó, sin dejar de mover su cadera y se quitó la camisa, para volver a besar a Iván y alejarse por completo. El menor quedó contra la cama, recuperando el aliento, mientras el otro se desnudaba; cuando el castaño quedó en igual condición que su pareja, lo hizo girar, levantó su cadera y lo penetró una vez más.
Iván gimió y arqueó la espalda, ofreciéndose más; la mano de su prometido se aferró a los mechones negros y jaló con fuerza, consiguiendo que el niño gritara y ondulara su cuerpo para complacerlo. La mano libre del mayor se estampó contra las nalgas blancas, dejando una marca roja en su lugar y, con ello, consiguió que el interior del pelinegro lo apresara con fuerza, después de los gritos que liberó, gracias al dolor.
-Más… amor… más fuerte… – suplicó el menor.
Luis no entendía como esa manera de rogar podía excitarlo tanto; estaban pasando una línea que no había ni siquiera pensado y, aunque en el fondo, aun tenía un poco de duda, no podía negarle nada a su pareja, si lo deseaba tanto. Para el castaño, Iván era sagrado, siempre se arrepintió de lo duro que fue la primera vez, al lastimarlo, aunque no había sido esa su intención, por eso siempre lo trataba con sumo cuidado y delicadeza, pero ahora, él parecía querer que lo rompiera; la vena sádica del mayor empezó a latir, quería verlo llorar de placer, gemir de dolor, pero exigir más, hasta que no pudiera seguir.
El castaño obligó a su pareja, a dejar el pecho contra la cama, mientras lo penetraba con más fuerza, rapidez y profundidad. Iván gimió contra el colchón y apretó las sabanas entre sus manos; le dolía la manera en que Luís jalaba su cabello y el cómo lo embestía, pero, también lo estaba disfrutando tanto, que no iba a tardar en llegar al orgasmo.
Su gemido se mezcló con un grito, mientras su semen salía, ensuciando las mantas; la respiración agitada le obligaba a mantener los labios abiertos y su saliva resbalaba con facilidad, humedeciendo su mejilla.
Luis se inclinó y mordió un hombro con saña – parece que disfrutas más así – se burló – pareces más cansado de lo habitual…
Iván intentó responder, pero solo gimió.
-Así que, mi pequeño prometido gusta del trato rudo… de haber sabido que era lo que se necesitaba para dejarte satisfecho, lo hubiese hecho desde un principio – su lengua recorrió la piel que tenía cerca – ahora sé que debo buscar otro tipo de juguetes, más adecuados para tu perverso cuerpecito… un cuerpo de putito...
El menor se sobresaltó ante la palabra y sus mejillas se tiñeron de rojo rápidamente.
-Ah, ¿también te gusta que te hable sucio? – Luis levantó una ceja.
-N… no… – respondió en un murmullo.
-¿No? – sin dudar, el castaño salió del cuerpo del menor, lo hizo girar, dejándolo de espaldas al colchón y lo sujetó de la barbilla con fuerza, para que lo viera a los ojos – no te gusta que te hable sucio, ¿de verdad?
Iván pasó saliva con dificultad y desvió la mirada con vergüenza.
Luis disfrutó esa reacción; desde que iniciaron su relación, el menor era demasiado atrevido, abierto en lo que quería y, había dejado de lado su inocencia, diciendo siempre lo que deseaba. No era que no le gustara esa faceta de Iván, pues era endemoniadamente sexy, pero, verlo nuevamente como un niño avergonzado, con algo de timidez, le hacía recordar cuando era pequeño, cuando ocupaba su mente mientras se estimulaba en la soledad de su habitación, soñando con penetrar su cuerpo infantil, dulce e inocente.
-Normalmente te comportas como una zorra en celo – susurró el castaño contra los labios – moviendo tu culo, sin importar lo que causas en mi, provocándome para que pierda la razón – con esas palabras Iván cerró los parpados y gimió inconscientemente, consiguiendo que su pareja sonriera – pidiéndome que te penetre y te haga gemir, como la puta que eres…
El pelinegro se aferró a los hombros del mayor y trató de ocultar su rostro, pero Luis no lo dejó.
-No, no, no… – negó – dilo, di lo que deseas, como siempre – pidió con burla – pero pídelo de una forma apropiada… sin negar lo sucio que puedes ser…
Iván se mordió el labio, mantuvo los parpados cerrados – penétrame – susurró.
-No, eso no es adecuado – Luis ejerció más presión en el mentón – se que puedes, seguramente lo has leído muchas veces en las revistas que tanto te gustan, ¿cómo lo piden los pasivos cuando están deseosos? ¿Cómo le suplican a su hombre por sexo?
Un gemido escapó de la garganta del menor, pasó saliva y apretó los parpados con fuerza – jodeme con fuerza, quiero sentirte en mi culo – dijo con rapidez y su rostro se cubrió de un intenso rojo – por favor… – su voz era un murmullo – no te contengas… solo… lléname de ti…
Luis sintió que su corazón latía con rapidez y su sonrisa se iluminó; le parecía extremadamente adorable ver a Iván tan avergonzado una vez más. Tuvo el impulso de llenarlo de besos y abrazarlo con cariño, pero, se contuvo, no debía salirse de su papel en ese momento, o podría molestar a Iván, después de todo, a pesar de lo que podía imaginar, la respuesta de su pareja era notoria, ya que su sexo estaba despierto, una vez más.
-De acuerdo – dijo en un susurro y pasó la lengua por los labios con sensualidad – voy a complacerte…
Las manos del castaño se movieron hasta las piernas de su prometido, las levantó sin dudar, las abrió y, una vez más lo penetró.
Iván se retorció en la cama, no recordaba haber sentido de esa forma a Luis, antes; normalmente era él quien jugaba con el mayor, a pesar de ser el pasivo, pero ahora, se sentía completamente usado y eso le fascinaba. Gimió, gritó, exigió por más, especialmente cuando su novio cambiaba de ritmo y lo manejaba como un delicado muñequito, porque no ponía resistencia; su cuerpo se rindió completamente al placer, las caricias, las embestidas. Disfrutó todo es trato, de una manera inigualable, que no pudo contenerse en llegar una segunda vez al orgasmo, con rapidez.
Una mano del mayor, esparció el semen sobre el torso de su pareja y después lo llevó a sus labios, lamiendo con sensualidad sus dedos – dos a cero – rió – creo que esta vez, voy ganando.
El pelinegro no respondió, estaba agitado; iban para tres años de noviazgo y no recordaba haberse sentido tan fatigado, con tanta rapidez.
-¿Cansado?
Ante la pregunta, Iván solo asintió débilmente.
-Bueno, veamos, que tanto aguantas…
Luis sonrió divertido y levantó la cadera del menor, sosteniéndolo con su mano por la espalda baja; las piernas de Iván se enredaron en su cintura y se adecuó al ritmo del mayor. El castaño no recordaba a su pareja tan dócil, tan entregado y manejable; sentía que se estaba aprovechando de él y, en vez de desalentarlo, lo excitaba en demasía.
Iván se sostuvo con debilidad, en los hombros de Luis; sus ojos estaban nublados, su boca abierta permitía que sus gemidos inundaran esa habitación y su cuerpo se estremecía por dentro y fuera. No podía pensar, no podía hablar, solo estaba sintiendo y le gustaba ese placer que recibía; Luis rozaba ese punto específico en su interior, de manera insistente y precisa que cada estocada le quitaba no solo la razón, sino la voluntad.
Luis se inclinó hasta besarlo con deseo, aumentando el ritmo de sus embestidas; quería terminar, ya no podía aguantar más. Se estaba conteniendo, para conseguir que Iván disfrutara completamente, pero era una tortura para él.
El ronco gemido se ahogó en la boca de Iván, mientras Luis regaba su interior: el pelinegro encajó las uñas, con la poca fuerza que tenía, en los hombros de su pareja y, sin poder evitarlo, llegó al orgasmo una vez más, pero sin liberar una sola gota de semen.
El menor quedó tendido contra el colchón, no tenía fuerzas. El castaño se alejó lentamente, disfrutando de ese semblante cansado y de completa satisfacción; repartió besos en el rostro y salió del interior de su pareja con cuidado recostándose a su lado.
Iván se movió con pesadez, arrebujándose contra el pecho de su prometido – estoy… cansado…
-Descansa, ‘peque’ – sonrió el mayor lo abrazó contra su pecho, él aun tenía energía para una segunda ronda y posiblemente una tercera, pero, lo dejaría dormir un poco.
No pasó mucho tiempo cuando Iván estaba profundamente dormido. Luis se movió y recorrió con su grisáceo mirar el rostro del niño, sonriendo ilusionado de tenerlo, por fin entre sus brazos, sin tener que separarse, como antes.
-Me costará trabajo tratarte como quieres… – susurró y besó el cabello negro – pero, si es lo que deseas para ser feliz, sabes que me esforzaré por complacerte, mi amor… Te amo, ‘peque’… – rozó la sien del menor, con la punta de su nariz – siempre te he amado y ahora, voy a poner todo de mi parte, para hacerte feliz, toda la vida… lo prometo…
* * *
Bien, espero que hayan disfrutado este one shot, realmente, cuando escribí la primera parte, no imaginé que lo seguiría, pero, Yeilin Navarro, lo pidió como su premio de primer lugar, del evento 'Ojou Regala' y, la complací lo mejor que pude.
Ella dijo que le gustó (espero que no me haya mentido XD) Pero, realmente, a mi me gustó como quedó, especialmente el final.
Tal vez, Luis haya mostrado una faceta más calmada en toda la historia, pero, como se explicó al final, era porque miraba a Iván como algo sagrado, aunque le gusta complacerlo en todo; no es que su caracter haya cambiado, sino que,en la primera parte, obviamente no adentramos mucho con él y quizá, por eso no lo conocimos más a fondo, pero bueno, espero no les haya decepcionado mucho.
Muchas gracias a quienes lo lean y, nos vemos en el siguiente one shot.
Ella dijo que le gustó (espero que no me haya mentido XD) Pero, realmente, a mi me gustó como quedó, especialmente el final.
Tal vez, Luis haya mostrado una faceta más calmada en toda la historia, pero, como se explicó al final, era porque miraba a Iván como algo sagrado, aunque le gusta complacerlo en todo; no es que su caracter haya cambiado, sino que,en la primera parte, obviamente no adentramos mucho con él y quizá, por eso no lo conocimos más a fondo, pero bueno, espero no les haya decepcionado mucho.
Muchas gracias a quienes lo lean y, nos vemos en el siguiente one shot.
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