-¡Ya llegué! Ah sí, lo olvidé, aun no regresas del trabajo – suspiró.
El castaño caminó por el departamento, dejó su mochila en un sillón y fue directamente a la cocina; abrió el refrigerador y sacó un bote con jugo de granada, bebiendo casi todo el contenido de un solo golpe. Tenía demasiada sed y calor; apenas había empezado otoño y las temperaturas seguían como a mitad de verano, tan calurosas que sentía que se moría al estar fuera de casa.
Tenía poco más del mes que se había ido a vivir con su novio, con el consentimiento de sus padres, aunque tuvo muchos problemas para conseguirlo, ciertamente. Pero esa vida emocionante, llena de sexo que se había imaginado, no estaba yendo de la manera que pensó, especialmente porque su pareja trabajaba todo el día y él tenía muchas tareas en la universidad; por eso, solo podían tener sexo dos o tres veces a la semana, si tenía suerte.
El ojiazul suspiró y fue a la sala por su mochila, para ir directamente a la habitación; dejó sus cosas en su escritorio y, en vez de ponerse a trabajar, fue directamente a la cama. Siendo viernes, se podía dar el lujo de no empezar con su tarea hasta más tarde y, descansar, al menos por un momento.
Se dejó caer sobre el colchón y después agarró la almohada que su pareja usaba normalmente, la abrazó contra su pecho y hundió el rostro en ella.
-‘Bobe’ – susurró.
Normalmente se burlaba de su novio porque su hermanito le decía ‘Bobe’, pero, siempre terminaba llamándolo de esa misma manera cuando estaba cariñoso; ahora, que lo extrañaba tanto, cuando se sentía inquieto, decir esa simple palabra infantil, lo reconfortaba.
-Nos vemos menos que cuando estaba en la preparatoria – reprochó en un murmullo y cerró los parpados, consiguiendo que los recuerdos llegaran a su mente con rapidez.
* * *
Tenía dieciséis años cuando tuve que cambiarme de escuela; realmente no me molestó en lo más mínimo el cambio, al contrario, fue para mejor. En mi anterior escuela ya había conocido a todos los chicos que en su momento habían valido la pena y realmente, me había decepcionado.
Cuando llegué a mi nuevo territorio, al primero que conocí fue a Iván y, realmente me atrajo de manera inmediata; dulce, tierno, lindo, el clásico chico que fácilmente sería el pasivo para cualquiera y, obviamente no dudé en acercarme a él. Aún así, a diferencia de otros chicos, Iván no me provocaba el querer besarlo y “violarlo”, sino que, deseaba cuidarlo y protegerlo; era algo extraño, pero supuse que, podía ser el chico indicado, especialmente al saber que era gay. Pero todo se fue al diablo, cuando me dijo que tenía pareja.
A pesar de todo, no me gustaba meterme en las relaciones de los demás, por tanto, decidí mantener mi distancia, y, solo ser su amigo, aunque no conociera al ‘susodicho’.
Pero, todo cambió la primera vez que fui a su casa, a hacer un trabajo de la escuela. Al llegar, sus padres fueron muy amables y atentos; Iván me dijo la razón cuando fuimos a dejar nuestros útiles a su habitación, ellos pensaban que éramos novios, a pesar de que él ya lo había negado; me causó gracia, pero si él no los pudo hacer cambiar de opinión, yo tampoco podría, por tanto, decidí ignorar el asunto.
Durante la comida, llegó de visita un hombre de lentes, llevando un pastel para los padres de Iván, pero desde ese momento supe que sucedía algo raro; Iván lo miraba con emoción e ilusión y no podía borrar la sonrisa de sus labios. No tuvo que explicarme mucho, cuando me dijo que él era su novio; aunque realmente me sorprendió, porque era mayor que él, pero supuse que le gustaban los chicos maduros.
Ese mismo día, tuve que quedarme en su casa a dormir, pues trabajaríamos en esa tarea todo el fin de semana, así que, en la cena, conocí al último integrante de su familia cuando regresó de su empleo; Roberto.
Con solo verlo, sentí que mi cuerpo quedaba completamente rendido ante él. Su altura, sus ojos amielados, su presencia tan varonil, su voz grave y seductora; todo él era un imán para mí. Era como si cada poro de su piel liberara feromonas al aire para nublar todos mis sentidos y hacer que deseara sentirlo sin dudar; me había hechizado completamente y sin siquiera haber hecho o dicho algo significativo.
Si en Iván miraba a un chico dulce y tierno, al cual podía doblegar, Roberto era todo lo contrario; desde ese momento me di cuenta que él era el hombre al cual, yo estaba dispuesto a rendirme indiscutiblemente y permitir que me “azotara” si así lo deseaba. Como nunca, me imagine siendo yo el pasivo y, tuve problemas para controlar la erección que ocasionó, la simple imagen de él sobre mí.
-Así que tú eres Mario…
“Esa voz, debe ser un demonio que quiere llevarme al infierno solo con su maldita y sensual voz…” pensé.
-Sí… – respondí tratando de sonar indiferente, aunque él debió darse cuenta de mi nerviosismo, cuando acepté su saludo de mano, porque estaba temblando y sudando a la vez.
Roberto se inclinó y sonrió de lado, pero su mirada tenía un brillo de molestia – más vale que lo cuides – su voz era tan seria y fría, que heló mi sangre y me produjo un escalofrío en la espalda.
“¡¿Qué diablos quiere decir?!” Me pregunté confundido, pero luego recordé lo que sus padres pensaban y seguramente, Roberto pensaba lo mismo. Casi me doy de topes contra la pared en ese momento; si ese ‘adonis’ pensaba que tenía que ver con su hermano, no me iba a hacer caso, ¡jamás!
El resto de la cena, lo pasé sumamente inquieto; su mirada era tan penetrante, parecía escudriñarme, y yo sentía que, si lo miraba a los ojos, alcanzaría a ver el fondo de mi alma, por eso lo evité lo más que pude.
Cuando por fin, Iván y yo nos quedamos en su habitación, a solas, pude respirar más tranquilamente; aun así no pude enfocarme en la tarea.
-Ah y… ¿tu hermano tiene novia? – pregunté tratando de ser casual, haciendo garabatos en mi libreta.
Me aprovechaba del hecho que Iván no tenía ni idea de que yo era gay también, así podía sacarle algo de información, sin que sospechara que me interesaba en el ‘bombón’ de su hermano.
-¿Oficial? No – negó – pero tiene muchas ‘novias’ – dijo con burla, consiguiendo que yo tensara mis músculos por el coraje – le gustan las chicas bonitas, ya sabes, ojos grandes y expresivos, labios gruesos, porque según él son sensuales y, grandes pechos, como a los chicos normales – su voz sonaba indiferente – así como a ti.
-¡¿A mí?! – levanté una ceja – ¿cómo sabes que me gustan ese tipo de chicas?
-Por Lucy, Dalia, Flor, Celeste…
-Ya, ya… – lo interrumpí – deja de enunciar a mi ‘club de fans’ – dije con molestia – pero realmente, ellas no son mi tipo.
-Si tú lo dices – se alzó de hombros.
-Mejor sigamos con el trabajo… – dije con cansancio, pues para que me entendiera el por qué no eran mi tipo, tendría que decirle que era gay y, sería una charla complicada, especialmente porque quizá no me creería.
-Sí, es lo mejor – él sonrió y yo suspiré.
Estaba más que perdido; Roberto no solo pensaba que yo era novio de su hermano, sino que aparte, él era heterosexual y de esa clase que posiblemente, si su hermanito no fuera homosexual, sería hasta homofóbico. Era mejor olvidarme de él y calmar mis alteradas hormonas o al menos intentarlo.
La familia de Iván, se dormía relativamente temprano, así que, a las diez, se despidieron para dormir, mientras él y yo nos quedábamos despiertos para avanzar con la maqueta que debíamos entregar la siguiente semana.
-Me estoy durmiendo… – anuncié casi a las doce, pasando mis manos por mi rostro y ahogando un bostezo – necesito refrescarme.
-Yo también tengo sueño, pero puedo aguantar un poco, ve a bañarte – sonrió – ya sabes dónde está el baño.
-Sí, lo haré…
Había llevado dos cambios de ropa, además de la que usaba para dormir; una simple camiseta sin mangas y un pantalón holgado.
Me di una ducha rápida y lavé mis dientes, pero a pesar de todo, no podía sacar de mi cabeza, la imagen del hermano de mi amigo.
-¿En qué estoy pensando? – me pregunté mirándome al espejo – ¡es absurdo! – dije con desespero pasando mis manos por mi cabello mojado y despeinándome; lo acababa de conocer y ya lo tenía grabado en mi mente – no importa, no es como que fuera a pasar nada – sentencié seguro y agarré mis cosas.
Cuando abrí la puerta, casi me da el infarto, al ver a Roberto recargado en la pared, con los brazos cruzados y mirándome de soslayo.
-¿Piensas dormir así, con mi hermano? – preguntó con frialdad.
-Ah… ¿qué…? ¿Qué tiene de malo? – pregunté con dificultad, pues traía un nudo en la garganta y sentía mi rostro arder, todo por su maldita culpa.
Ahí estaba el causante de que no pudiera aclarar mi mente en ese momento; traía una camiseta sin mangas que me permitía apreciar sus hombros anchos, sus brazos con músculos y sus pectorales marcados, además de un pantalón corto que dejaba sus largas y sensuales piernas casi completamente al descubierto y, mejor ni hablar de lo que se le miraba entre ellas. Con esa imagen, me sería imposible conciliar el sueño si no me masturbaba antes y, estando con Iván, no iba a poder hacerlo.
“¿Por qué me castigas así, Dios?” pensé mordiendo mi labio inferior por dentro.
-No creo que sea correcto que, siendo el novio de mi hermano, duermas con él – soltó con algo de molestia.
Abrí mis ojos con sorpresa y rápidamente me puse a la defensiva sin pensar – no soy novio de tu hermano – aseguré – solo somos amigos y hacemos un trabajo en equipo, es todo.
Roberto levantó una ceja – ¿estás seguro? – preguntó.
-¡Por supuesto! – me defendí – No digo que Iván no es lindo, pero yo… bueno, tengo otros gustos – sonreí nerviosamente.
-Entonces, ¿eres heterosexual?
-Ah… No… no exactamente… – dudé – pero no soy novio de tu hermano y no me atrevería a tocarlo – aseguré.
Él levantó el rostro y sonrió, se giró y se acercó a mí, consiguiendo que diera un paso para atrás; acercó su rostro al mío y fue directamente a uno de mis oídos.
-Lástima… – susurró – hubiera sido interesante obligarte a dormir en mi habitación, como medida de seguridad para que no le hicieras nada…
Perdí el aliento, mi boca se quedó seca y mi rostro ardió como nunca; ese chico me estaba haciendo una proposición para ir a su habitación desde el principio y yo, por lo nervioso que estaba, ¿no capté la indirecta?, eso era imposible, ¿o no?
-Bueno, te dejo…
Él dio media vuelta y mi mano se movió automáticamente, a sujetarlo por la parte trasera de su camiseta.
-¿La…? ¿La oferta sigue en pie? – pregunté a media voz.
-No, me confirmaste que no eras su novio, justo como él me dijo – negó – así, no puedes quedarte conmigo toda la noche, porque solo le dije que hablaría contigo…
Chasquee mi lengua frustrado.
-Pero, podemos platicar un poco más después, si quieres – sonrió.
Sentí una descarga eléctrica recorrer mi columna y, como un autómata, asentí.
-Entonces, te espero en mi habitación, cuando Iván se duerma – me guiñó el ojo y se alejó, dejándome como un idiota, ahí parado, en espera de algo más, sin obtener nada.
Cuando volví a la habitación de mi amigo, me sentía completamente abrumado.
-¿Te pasa algo? – la voz de Iván me sacó de mi ensimismamiento.
-Ah… no… nada… – negué.
-¿Te dijo algo Roberto? – su cara mostró algo de vergüenza – es que, pensaba que tu y yo somos novios y, que no es bueno que durmamos juntos – explicó – pero le dije que no somos nada, aunque creo que no me creyó y dijo que te preguntaría…
-Ah, no, no te preocupes… – negué – ya le aclaré que no somos novios – mi sonrisa tembló.
Un golpeteo en la puerta me sobresaltó.
-¿Si? – preguntó Iván con inocencia.
Roberto se asomó por la puerta – tienen todo el fin de semana para su tarea, no deberían desvelarse hoy – dijo con seriedad.
-Solo un poquito – sonrió su hermano.
La mirada de Roberto se posó en mi y consiguió que temblara de nuevo – ah, tal vez, si, debemos dormir ya – sonreí – hace rato dijiste que estabas cansado.
Mi amigo suspiro y luego de un ligero mohín que lo hacía ver adorable accedió – bueno, está bien…
-Hasta mañana – su hermano cerró la puerta y se fue, mientras nosotros nos preparamos para dormir.
Iván iba a dormir en su cama, y yo, en la base que salía debajo de la misma; al parecer, él había tenido uno que otro amigo cuando era pequeño, que iba a dormir ahí, así que, sus padres le compraron esa cama para las visitas, aunque tenía mucho que no tenía compañero y menos, desde que dijo que era gay.
Cuando la luz se apagó, yo empecé a sentirme inquieto, no sabía cuánto tiempo debía esperar; no pude aguantar mucho tiempo y, sin pensar, me levanté con sumo cuidado. Agradecí en ese momento que Iván parecía dormir muy fácilmente, pues no reaccionó cuando me moví, ni al abrir la puerta.
Al salir de la habitación, respiraba agitado; la emoción me estaba inundando, pero traté de calmarme, cerrando la puerta con lentitud para no hacer ruido.
Apenas se escuchó el “clic” de la perilla, sentí algo cubriendo mi boca.
-No hagas ruido… – susurró cerca de mi oído.
Cuando asentí, Roberto me sujetó la mano y me guió con rapidez a su habitación, cerrando con seguro después de que ambos entramos; solo había una luz encendida, la pequeña lámpara en su buró. No supe cómo, pero terminé contra su cama y él estaba sobre mí, besándome con ansiedad; mordía mis labios con fuerza y su lengua se enredaba con la mía, mientras sus manos sorteaban mi ropa para acariciar mi piel.
Traté de ahogar los gemidos, pero no lo conseguía del todo, menos, cuando bajó por mi cuello.
-Sssh, no hagas ruido – repitió cuando yo gemí más alto.
-Si sigues así, no voy a poder…
No pude terminar, él agarró una camiseta que estaba en la silla, al lado de su cama y la metió en mi boca. Sin dudar, bajó mi pantalón y liberó mi sexo; quise detenerlo, pues no estaba seguro de hacerlo así; Iván me dijo que le gustaban las chicas y, no sabía que tanta experiencia sexual tenía, lo que menos quería era terminar enfermo solo por una calentura, pero no pude detenerlo.
Su boca engulló mi sexo completamente y todo desapareció a mi alrededor. Mordí con fuerza la tela que tenía en mi boca y empecé a ahogar mis gemidos; no sabía qué tanta experiencia tenía él, pero realmente, su lengua y labios me estaban llevando al cielo. No se concentraba solo en chupar, también lamía y succionaba, incluso bajando a mis testículos con insistencia, alternando movimientos, cambiando de ritmo una y otra vez.
Apreté las mantas que cubrían su colchón y arquee mi espalda minutos después, llegando a un orgasmo más que pleno y único como jamás había experimentado antes.
No supe cuánto tiempo tardé en liberar todo mi deseo, hasta que sentí a Roberto sobre mí, buscando mis labios; acepté el beso, pero me sorprendió lo que sucedió. Él dejó gran cantidad de semen en mi boca, mezclado con su saliva; me sentí tan vulnerable que mis ojos se humedecieron e intenté alejarlo con la poca fuerza que tenía, jamás había probado mi propio sabor y realmente, aunque no quisiera admitirlo, era realmente delicioso hacerlo de esa manera, pero no quería ceder tan fácilmente.
-¿Te gustó? – preguntó cuándo se alejó, relamiendo sus labios.
Pasé el líquido, mi labio inferior tembló y suspiré – sí…
-Pareces asustado – dijo con diversión – ¿acaso nunca has hecho esto antes?
-No… no así… – respondí desviando la mirada.
-Entonces, ¿cómo?
-Yo… normalmente soy… quien…
-¡Ah! – mostró asombro en su rostro – ya entiendo, normalmente eres el activo, ¿cierto?
Asentí y apreté mis parpados.
Lentamente, sentí como se alejaba – lo siento – suspiró – yo no puedo ser pasivo…
Las palabras parecieron taladrar mi mente, ‘yo no puedo ser el pasivo’; “¿acaso piensa que no lo sé?” me pregunté y la ira empezó a inundarme, realmente yo no estaba ahí para jodérmelo, aunque la idea en ese momento sonaba tentadora, pero ¡no! Y él pensaba que podía ponerme a ‘tono’ y luego mandarme al diablo con esas simples palabras, como si yo le hubiese pedido otra cosa, “¡¿qué mierda le pasa?!”
Mi respiración se agitó, apreté mis parpados y rechiné los dientes inconscientemente; me incorporé de un salto y sin pensar le di un golpe con el puño en su brazo.
Roberto giró el rostro, viéndome sorprendido y pasó la mano por el lugar que había recibido el golpe.
-¡Vete a la mierda! – dije con ira, pero entre dientes, pues si levantaba la voz, podía despertar a todo el mundo y, realmente, aún tenía un poco de control para no mandar todo al diablo.
-¿Qué te pasa? – preguntó en voz baja y con ello consiguió que me hirviera la sangre.
-¿Crees que vine aquí para joderte? – empecé a hiperventilar, mi mente se estaba nublando y mi voz empezó a aumentar de volumen – vine porque me invitaste, acepté el maldito trato, obvio que sabía que yo sería quien recibiría y tú, después de un momento, ¡me mandas al…!
Su mano cubrió mi boca y evitó que gritara.
-Guarda silencio – pidió.
Sin pensar, le mordí la mano.
-¡Auch! – alejó la mano y la sacudió con rapidez, tratando de desvanecer el dolor, pero la marca de mis dientes había quedado en su piel.
-¡Eres un imbécil! – aseguré entre dientes y lo empujé.
Quise levantarme pero él me sujetó del brazo y me devolvió a la cama de un movimiento, volviendo a ponerse sobre mi cuerpo.
-¡Suéltame! – ordené.
-No – negó – si quieres que sigamos, vamos a seguir…
-Ya no quiero nada… – aseguré y quise moverme para liberarme sin lograrlo, pues todo su peso estaba sobre mí y sus manos sujetaban mis muñecas contra el colchón – si no me dejas ir voy a gritar.
-No te atreverías – retó con una sonrisa.
-¿Quién crees que va a salir más perjudicado? – sonreí burlonamente – soy menor de edad.
-No quieres gritar realmente – negó – tú lo que quieres es terminar lo que empezamos.
-Después de lo que me dijiste, no, gracias – lo miré con indiferencia – detesto que rompan los momentos y tú lo hiciste…
-Perdón por preocuparme porque lo disfrutaras también – habló con sarcasmo – pero ya no me voy a detener…
-Pero no quiero nada – repetí – quítate, no te lo voy a repetir, si intentas cualquier cosa gritaré.
-¿Quieres gritar? – sonrió – ¿realmente quieres gritar? Bien, te haré gritar.
Roberto se movió con seguridad y yo intenté alejarlo, pero fue imposible; mordió mi oreja y luego sentí sus labios en mi cuello. Me estaba desesperando, pero cuando sentí la mordida en mi cuello y abrí mis labios para gritar, un gemido fue lo que salió de mi garganta; apreté mis puños, cerré mis parpados y mi cuerpo se arqueó instintivamente, mientras él ejercía más fuerza en esa caricia salvaje. Instantes después, sentí la succión, me estaba marcando en ese mismo lugar y, debido a lo anterior, me ardía la piel; mis ojos se humedecieron, mi boca se secó y sollocé.
-Basta… – suplique en un susurró.
Su lengua humedeció el lugar y se alejó solo lo suficiente para que, al hablar, su aliento me acariciara.
-Si realmente quieres que me detenga, ¿por qué no me sueltas? – preguntó con burla.
-¿Qué…? – pregunté a media voz y me di cuenta de la situación.
No supe en que momento me había soltado las muñecas, pero ahora, mis manos estaban aferradas a los costados de su camiseta y una de mis piernas lo sujetaba de la cintura, mientras la otra, rozaba insistente la piel que alcanzaba de las suyas.
Él se movió y mordisqueó mi hombro – de verdad, ¿quieres que me detenga? – se burló y succionó mi piel sobre mi clavícula.
Esa caricia erizó mi piel y me expuse más, para que no se detuviera.
-Sí… – respondí en un murmullo, pero solo por tratar de mantenerme firma, aunque realmente no era eso lo que quería.
-Sí ¿qué? – preguntó y su lengua acarició mi piel.
-Detente… – pedí, pero a la vez, encajé mis uñas y hundí mi rostro en su cuello – sigue… – me contradije con rapidez, pues ya no estaba pensando coherentemente.
El murmuró algo contra mi piel que no entendí, pero se alejó casi de inmediato. Con un movimiento rápido, se quitó la camiseta y me quedé absorto viendo su cuerpo; relamí mis labios con deseo y no supe por qué él sonrió de una manera que parecía burlarse de mí. Sus manos me quitaron la ropa hasta dejarme desnudo y se hincó entre mis piernas, inclinándose y besando mis labios con suavidad, parecía querer darme tiempo y lo logró, pues entre besos y caricias, empecé a relajarme.
-¿Me detengo o sigo? – preguntó en un tono que logró dejarme a sus pies.
Sonreí de lado, moví mis manos y las enredé en su cabello lacio, guiándolo a mi boca y besándolo con intensidad; nuestras lenguas juguetearon y después, nos separamos, pero antes de permitir que se alejara, le mordí el labio inferior.
-Sigue… – respondí con agitación, pero un poco más seguro de la situación.
Él relamió sus labios, sonrió y asintió. Se incorporó para quitarse el resto de la ropa y cuando lo vi desnudo me sobresalté; levanté mi rostro y él notó mi sorpresa.
-Lo tomaré con calma – dijo con diversión y de su buró, sacó un botecito con lubricante y un paquete de condones.
“¿Eso tiene que darme confianza?” pregunté en mi mente, pero bueno, debía darle crédito de tratar de no ponerme nervioso.
-Según tus palabras es la primera vez y, no quiero que tengas una mala impresión – se sentó en la cama y me besó una vez más – solo, relájate…
-Sé lo que hay que hacer, también se lo he dicho a muchos antes – dije nervioso.
Él sonrió, me recostó en la cama y abrió mis piernas con lentitud, después, aun tomándose el tiempo del mundo, untó sus dedos con el lubricante y lo llevó a mi entrada; un estremecimiento me cimbro y traté de cerrar mis piernas, pero él lo evito.
-Trata de relajarte…
-Ya lo sé – hablé entre dientes.
Roberto besó mis labios y su mano libre acarició mi piel, mi cuello, mi pecho; un gemido se ahogó en mi boca cuando sentí que un dedo entró. La sensación era tan extraña para mí, que apreté las sabanas bajo mi cuerpo; un escalofrío recorrió mi cuerpo y mi piel se erizó.
-¿Sigo? – preguntó contra mis labios.
Le gustaba jugar, eso era notorio y a mí era algo que me desesperaba normalmente, aunque con él, era distinto. Roberto tenía algo que lograba desear seguirle el juego que me envolviera completamente y seguir sus reglas; no sabía qué con exactitud pero, realmente, no me interesaba indagar mucho, solo disfrutarlo.
-Sí… – asentí.
Un segundo dedo ingresó y quise gritar; su mano cubrió mi boca, intenté alejarlo pero no tenía fuerza, estaba tocando ese punto dentro que enloquecía a cualquiera si sabían estimularlo correctamente y él, lo hacía como un verdadero maestro. Jamás había imaginado que fuese algo tan único y que me haría tocar el paraíso; si eso era con un dedo, ¿cómo sería con algo más grande? La simple idea de experimentarlo, provocó que mi cuerpo ardiera.
-Ya… – murmuré aun con su mano en mi boca.
-¿Ya? – levantó una ceja – necesita entrar uno más, ¿no crees?
Negué, realmente estaba desesperado por sentir todo.
-De acuerdo… – alejó sus dedos de mí y por un momento me sentí vacío.
Se acomodó entre mis piernas y agarró un condón; su sexo estaba ya erecto y no necesitó mucha más estimulación. Cuando la punta rozó mi entrada, aguanté la respiración; su mano derecha me sujetó por mi espalda, levantando mi cadera y la otra se colocó en el colchón, al lado de mi rostro, aguantando su peso.
-Puedes golpearme, morderme, arañarme – dijo divertido – lo que quieras… – sonrió con suficiencia – mientras no hagas mucho ruido.
Asentí y relajé mi cuerpo; me aferré a las mantas y cerré mis parpados.
Roberto presionó y no pude evitar soltar un gemido; era tan diferente a los sonidos que salían de mi garganta cuando yo era el activo, que me sorprendí a mí mismo, avergonzándome por haberlo hecho.
Él siguió entrando y me estremecí; mi mano derecha soltó la tela para ir a su espalda y delinee sus músculos con las yemas de mis dedos. Un nuevo movimiento y lo sentí más adentro; mi otra mano se unió a la primera y ejercí presión en su piel, al momento que mi respiración se agitaba. Roberto se detuvo un momento y besó mi cabello.
Cuando me relajé, volvió a entrar y yo encajé mis uñas en su espalda; él pareció enojarse y arremetió contra mí, con fuerza, llegando tan adentro que sentí que me rompía. Mis ojos se humedecieron y moví mis manos arañando su piel.
-Gatito… – dijo a media voz y yo levanté mi mirada.
Su gesto era diferente; me estremecí de solo ver esa sonrisa, quise replicar pero sus labios no me dejaron. Al besarme, empezó a moverse con fuerza, invadiéndome completamente; me lastimaba, pero, a la vez, era una sensación extrañamente deliciosa. Mis uñas empezaron a marcar su espalda con mayor fuerza y eso parecía excitarlo más, pues cada vez lo sentía más y más profundo.
Sus labios bajaron por mi cuello y las mordidas que me daba eran dolorosamente placenteras.
-Más… – gemí.
Pero él se detuvo, se alejó y me hizo girar sin consideración; levantó mi cadera y me penetró una vez más.
-Te dije… que… no… hicieras… ruido… – cada palabra iba acompañada por una embestida; entraba y salía sin permitir que me defendiera.
Mordí la almohada y levanté mi cadera; mi sexo rozaba las telas de la cama y no iba a aguantar más. Apreté las sabanas y cuando el mordió mi nuca, hundí mi rostro en la almohada y gemí, llegando al orgasmo una vez más.
Pero él no dejó que disfrutara de ese momento; salió de mi interior, me hizo girar, se quitó el condón y se masturbó cerca de mi rostro. Sin tardar, llegó al climax y su semen manchó mi rostro. Relamí mis labios, limpiando lo que estaba ahí de ese líquido caliente y pegajoso, antes de que él se inclinara y recogiendo con su lengua todo lo que restaba.
Se recostó sobre mí y siguió besándome, mientras sus manos acariciaban mi cuerpo de manera distinta a como me había tratado antes.
-¿Te gustó? – preguntó con suavidad, mientras besaba mi rostro de manera insistente.
-Sí – respondí a media voz.
-¿Aún más que lo que hiciste con ‘muchos’ antes?
-¿Eso es un reclamo? – pregunté a modo de burla.
-Tal vez… – respondió sin dejar de acariciarme.
-Y ¿tu? ¿Con cuántos lo has hecho? – indagué aun disfrutando sus cariños.
-¿Hombres? Solo contigo – respondió rápidamente.
-No te creo – dije intentando empujarlo.
-Es la verdad – sonrió y buscó mi mirada – realmente había querido probar antes, pero no había uno que me gustara, hasta hoy…
Entrecerré mis ojos, no podía creerle, parecía demasiado experimentado para que eso fuese cierto.
-No pareces primerizo – reproché.
-He tenido sexo anal con chicas – confesó – pero no con chicos – negó – solo he visto videos y tenía curiosidad, ahora puedo decir que, definitivamente es mucho mejor…
Suspiré – supongo que esto fue una aventura de una noche…
-¿Pensabas que esto sería amor al primer “revolcón”? – levantó una ceja.
Desvié la mirada, obviamente sabía que no sería así, pero él de verdad me gustaba.
-Para eso necesitamos muchos más – dijo con diversión.
-¿Me estás proponiendo hacerlo de nuevo?
-¿Por qué no? – preguntó con diversión – me gustas y te gusto, ¿qué tendría de malo intentarlo y disfrutar en el proceso?
Sonreí, esas palabras eran tan parecidas a lo que yo normalmente decía cuando pasaba un buen rato con un chico; tal vez, teníamos más cosas en común de lo que pensé.
-Está bien – accedí.
-Solo no le digas a mi hermano – sentenció.
-¿Alguna razón en especial? – pregunté con recelo.
-Tú y él son menores de edad, compañeros de escuela, amigos – dijo con obviedad – no quisiera tener dificultades si esto no funciona – su voz era seria pero se notaba la sinceridad – si no resulta bien, sería mejor quedar en buenos términos, ¿no crees?
¿Cómo podría refutar eso? Tenía razón y no podía negarlo.
-De acuerdo – accedí – solo tengo una petición…
-¿Cuál?
-Si estamos juntos, aunque solo sea sexo, espero que no tengas sexo con alguien más – pasé la mano por mi cabello – no quiero enfermarme, aunque uses condón…
-¿Por qué querría tener sexo con alguien más, teniéndote a ti?
-No sé, curiosidad – sonreí.
-Toda mi curiosidad la saciaré contigo – me guiñó un ojo y yo me sorprendí ante su gesto.
Apreté mis parpados y una sonrisa tembló en mis labios; tenía también su lado dulce, tierno y encantador, justo como Iván, pero Roberto era más interesante, maduro y sobretodo, un magnifico amante, ¿cómo podría negarle algo?
* * *
El castaño abrió los ojos y suspiró.
-Sigues siendo un buen amante – sonrió con tristeza – lo malo es que ya casi no tenemos tiempo…
Se quedó recostado un poco más y después de varios minutos se puso de pie, fue a la cocina, se preparó un emparedado y regresó a la habitación, sentándose en su escritorio y empezando su tarea.
- - - - -
Roberto llegó después de las ocho a su departamento. Al llegar, fue directamente a la habitación, abriendo la puerta sin hacer ruido; observó a Mario en el escritorio, con los audífonos puestos, concentrado en lo que hacía. Suspiró.
El pelinegro caminó hasta el ojiazul y lo abrazó por la espalda, consiguiendo que el otro se sobresaltara; Mario se quitó los audífonos y Roberto aprovechó para mordisquear su oreja.
-¿Ocupado? – preguntó con suavidad.
-No mucho… – dijo con debilidad, aún se sentía un poco deprimido.
-¿Quieres salir? No tienes actividad extraescolar mañana, ¿o sí?
-Pero tú tienes trabajo – señaló el castaño.
-Mmmh – el mayor entornó los ojos y luego ejerció presión en el abrazo – vamos, puedo desvelarme un poco hoy…
El castaño titubeó, jugueteo con la pluma en su mano, dudando; aunque quisiera simplemente dejar de lado todo el abandono que sentía, no tenía tanto humor de fingir que todo estaba bien. Pero finalmente, accedió, pues lo necesitaba y parecía que Roberto también.
La pareja salió en la motocicleta del mayor; Mario iba abrazado al torso de su pareja y sonrió. Le gustaba estar así, le gustaba salir con él y tenían mucho que no lo hacían. El camino fue largo y llegaron al mirador de la ciudad.
Roberto abrazó a Mario y recargó su barbilla en el hombro, mientras miraban el horizonte; el silencio entre ambos era algo extraño, pues siempre habían hablado mucho, por eso tenían tanta confianza uno en el otro.
-En unos meses cumpliremos dos años de relación… – dijo el pelinegro.
El castaño frunció el ceño, pues Roberto jamás recordaba las fechas.
-Sí – asintió, pero no dijo más, prefería esperar.
-Sé que no hemos pasado mucho tiempo juntos – el pelinegro hablaba con seriedad – pero, no es porque no quiera – se excusó – he tenido mucho trabajo…
-Lo sé – el menor suspiró.
Una vez más, ninguno dijo nada y por alguna extraña razón, Mario se sentía inquieto.
-Desde hace unas semanas – Roberto recargó la frente contra el hombro de su pareja – supe que la empresa estaba haciendo cambios grandes – confesó – no quise decirte, pero es momento de hacerlo
El ojiazul sintió un escalofrío, algo se avecinaba y seguramente no sería nada bueno.
-Me ascendieron de puesto…
Mario sintió que le quitaron un peso de encima, pero aun así, no se sentía tranquilo, especialmente porque su pareja no parecía feliz.
-Eso es bueno, ¿no? – preguntó con poco interés, porque si el otro no seguía hablando, no era una buena señal.
-Sí – la risa forzada se hizo presente – pero…
‘Pero…’ Mario cerró los parpados, para tratar de aguantar el golpe.
-Quieren que vaya a Sudamérica por tiempo indefinido…
El corazón del menor dio un vuelco.
-Tengo que partir empezando el año y…
-Entiendo… – Mario sonrió – le diré a mis padres que volveré con ellos.
-Amor… – Roberto lo hizo girar para buscar la mirada azul – no significa que quiero romper contigo, me gustaría…
El castaño puso un dedo en sus labios y lo calló – estoy en la universidad – dijo serio – tú tienes tu trabajo, tienes un futuro y yo, también quiero el mío – sonrió.
-Mario…
-No digas nada – negó – mejor, piensa en cómo vamos a festejar tu ascenso – le guiñó un ojo.
La mirada afligida del pelinegro era notoria, pero el castaño se mantuvo fuerte, por ambos; le dolía, pero no quería cortarle las alas y él tampoco estaba dispuesto a dejar sus sueños.
-Voy a volver…
-No voy a creer hasta que lo hagas – sonrió el menor pero sus ojos se humedecieron, estaba por romperse.
-Sabes que voy a volver por ti – las manos del pelinegro lo sujetaron del rostro y lo obligó levantar la mirada para que lo viera a los ojos y entendiera que hablaba en serio.
Los ojos azules ya no pudieron aguantar más y las lágrimas se desbordaron; Roberto lo besó en los labios.
-Lo prometo… – susurró colocando su frente contra la de Mario.
-Más te vale – amenazó en un sollozo – no voy a vivir de un recuerdo toda la vida, ¿sabes?
-Lo sé – sonrió el mayor – lo sé…
- - - - -
Mario estaba en el aeropuerto desde las dos de la tarde, aunque sabía que el vuelo iba a llegar a las tres.
Roberto volvía después de tres años en el extranjero y, aunque lo había ido a visitar en todas las vacaciones de la universidad, no podía negar que el tiempo distanciado de él, era realmente doloroso.
-Harás un agujero en el piso si sigues dando vueltas – dijo Iván mirando su celular; lo había acompañado por su hermano y él había manejado su auto, porque su cuñado no tenía cabeza para algo tan ‘complicado’, al menos no ese día.
-No estoy para bromas – sentenció el castaño.
-¿Por qué cuando se trata de mi hermano, siempre tienes tan poca paciencia? – preguntó para su amigo.
-Si tú estuvieras meses sin sexo con Luis, ¿cómo te pondrías? – dijo con los ojos entrecerrados.
-Eso fue un golpe bajo – el pelinegro levantó una ceja.
El anuncio de la llegada del vuelo puso en alerta al castaño; sin dudar ni esperar a su amigo, corrió hacia el área de descenso. Los minutos se le hicieron eternos, hasta que alcanzó a ver el rostro de su pareja.
La sonrisa iluminó su rostro y corrió a su encuentro; el mayor soltó sus maletas y lo recibió en brazos, levantándolo por unos segundos y después, depositándolo en el piso, abrazándolo con fuerza y besando la melena castaña.
-Mi amor… – susurró.
Mario ejerció presión en el abrazo, hundiendo el rostro en el pecho del otro; no quería ponerse a llorar, pero no podía evitar mostrar esa emoción. Roberto lo alejó y lo beso en los labios, sin ponerse a pensar en lo que dirían los que estaban alrededor.
-Volví… – anunció al separarse.
-Bienvenido… ‘Bobe’ – se mordió el labio nerviosamente.
Los ojos miel escudriñaron los azules del otro, sintiéndose complacido de tenerlo entre sus brazos una vez más; ambos habían sufrido la distancia, pero era momento de seguir adelante y disfrutar su relación.
* * *
Despedida.
Y ¿no hay más? No, no hay más, la relación entre ellos aún le falta madurar y crecer, justo como la de Luis con Iván ^..^ pero esa es otra historia, una que ya no quiero contar XD creo que con esto, quedó saciada la curiosidad de saber de dónde salió la mordida por la que est apareja se dio a conocer.
Bien, espero que le guste a Gabriela Ktura, quien fue la ganadora del mini evento dónde pidió como premio este fic.
Ahora sí, es todo y nos leemos ^..^
Y ¿no hay más? No, no hay más, la relación entre ellos aún le falta madurar y crecer, justo como la de Luis con Iván ^..^ pero esa es otra historia, una que ya no quiero contar XD creo que con esto, quedó saciada la curiosidad de saber de dónde salió la mordida por la que est apareja se dio a conocer.
Bien, espero que le guste a Gabriela Ktura, quien fue la ganadora del mini evento dónde pidió como premio este fic.
Ahora sí, es todo y nos leemos ^..^
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