Capítulo XXIII
Las semanas pasaron con suma rapidez. La relación entre Keroh y Tariq había vuelto a la normalidad y era perfecta; el pelinegro reanudó sus actividades de sacerdote, aunque solo por poco tiempo pues debía cuidarse por su estado.
Pero el niño no pudo evitar entristecerse al saber que su padre debía irse a la ciudad imperial, más el ojiverde le prometió que volvería a quedarse un tiempo cuando él sembrara su semilla y a llevarlo al palacio real por unos días, solo para presentarlo como su hijo; por otro lado, su maestro Brenio también se despidió, pues ahora era el consejero del emperador y debía acompañarlo en todo momento. Por su parte, Olafh seguía siendo el guardián de Tariq frente a todas las personas y Kofjar su maestro sacerdote, así que nadie se atrevía a contradecirlos.
Mientras se acercaba la fecha de la siembra, los Dioses se preparaban para ir a ayudar a su pequeño hermano con la semilla; todos estaban conscientes de la decisión de la pareja, de no sacrificar a su semilla y, aunque no lo entendían, lo habían aceptado. Pero Nyrn si tenía problemas.
Cuando Skoll regresó a su bosque, a pesar de haber dicho que estaba bien, se había distanciado un poco de su esposo. Seguían teniendo intimidad y pasaban momentos juntos en compañía de Neyr, pero durante el día, el albino se encerraba en la biblioteca del palacio por horas, junto con su madre y Miley; incluso sus visitas al templo se redujeron y eso tenía demasiado preocupado a Nyrn.
El día de la siembra, Skoll le dijo a Nyrn que lo acompañaría y eso sobresaltó al rubio, pero no pudo objetar; el albino quería estar al lado de Tariq para apoyarlo y estar a su lado en esos momentos, porque nadie más que él sabía lo que se sentía. Dejaron a Neyr al cuidado de su abuela y siervos, mientras ellos iban al bosque de Keroh.
-No me agrada el lodo – dijo el albino haciendo un gesto de desagrado, apenas cruzó al otro lado del portal.
-Por eso se me hizo raro que quisieras venir – sonrió su esposo y se movió para tomarlo en brazos.
Keroh llevaba a Tariq cargando también, y no era porque al menor no le agradara el lodo, sino que se cansaba con suma rapidez.
Después de un largo camino, que para los dioses era casi un parpadeo, llegaron al lugar dónde sembrarían la pequeña semilla. Era un islote cercano a las mesetas de la Ciénega, en medio de varios árboles altos y algunos matorrales; había varios animales cerca, entre ellos algunos lagartos y aves. Obviamente no era un lugar de ensueño como los que creaba Nyrn en su bosque, pero al menos, estaría a salvo y protegido por los animales; además, Keroh había producido un pequeño manantial de agua clara que parecía una pequeña fuente que recorría la pequeña isla, para que su semilla tuviera agua completamente limpia todo el tiempo.
Tariq se notaba nervioso y no era el único, Keroh también lo estaba.
-¿Me dolerá? – preguntó el pelinegro para Skoll.
-Un poquito – sonrió el ojirrojo – pero solo al principio, después, todo pasará rápido, ya lo verás – le guiñó un ojo.
Tariq intentó sonreír, pero su respiración agitada delataba su ansiedad.
Nyrn se puso al lado de su hermano para guiarlo, siendo el otro el más pequeño de todos, era obvio que no sabía bien qué hacer; aunque ya había presenciado la siembra de tres semillas, normalmente no miraba de cerca.
-Ahora, Keroh – lo miró de soslayo – tu recibirás la semilla – indicó – en cuanto salga, yo me encargaré de cerrar la herida, tu solo encárgate de dejarla en su lugar…
El pequeño rubio asintió, pero su cuerpo tenso denotaba que estaba más que asustado.
Skoll ayudó a Tariq a desabrochar su túnica y dejó todo su cuerpo expuesto.
-Relájate… – indicó el peliblanco.
Lentamente, el vientre empezó a brillar y una delicada abertura se formó desde el ombligo hacia abajo del abdomen; el rostro de Tariq mostró dolor y Skoll le sujetó la mano.
-Respira… – le dijo con suavidad y sintió como el menor le apretaba la mano con fuerza – sigue mi respiración – pidió, mientras su mano libre le acariciaba el cabello, tratando de confortarlo.
El albino no se quejó ante el agarre del otro, a pesar de que su mano era más delicada que la del menor; al contrario, Skoll trató de guiar la respiración de Tariq, pues él sabía muy bien cuanto dolía el tener una semilla.
El vientre se abrió momentos después y el capullo de flor se miró en el interior.
-Oh, no, no de nuevo…
La voz de Yuol se escuchó y llamó la atención de todos. Keroh levantó el rostro y se dio cuenta de lo que su hermano había visto; la inconfundible luz azul de los espíritus se acercaba con rapidez.
-¿Por qué? – preguntó asustado y buscó la mirada de Nyrn.
-No sé – respondió su hermano con sinceridad – pero apresúrate, Tariq es un simple humano a diferencia de Skoll y la herida está sangrando demasiado…
Keroh estiró las manos y el capullo se abrió, mostrando la semilla roja como la sangre; Tariq estaba débil, pero una ligera sonrisa se dibujó en sus labios al ver ese retoño que tanto quería.
-Siémbrala… – ordenó Nyrn, especialmente al notar que los espíritus se acercaban más, rodeándolos y, extrañamente, la respiración de Tariq era cada vez más débil.
Keroh acercó la semilla a la tierra, pero, aunque se movían las raíces, no parecía querer hundirse en ella.
-¿Qué pasa? – preguntó asustado – ¿por qué…? ¿Por qué no quiere? – se sentía desesperado.
Los dioses se pusieron a la defensiva y más, cuando escucharon la voz de Nyrn.
-¡No sana! – anunció.
Raky, Meryl y Elfry, que eran los mayores después de Nyrn y considerados adultos por su edad, se acercaron a Tariq a tratar de ayudarle, usando su poder, pero la herida no cerraba; el niño perdió el conocimiento instantes después.
-¿Qué hago? – preguntó Keroh con la semilla en manos y sus ojos se humedecieron al ver que su ‘panecito’ no respondía.
Skoll se puso de pie, soltando la mano de Tariq y se acercó a Keroh.
-Lo siento… – dijo con suavidad y con su mano, sujetó una punta del cristal, cortando su propia piel con él y bañando la semilla con su sangre.
-¡Skoll! – Nyrn se puso de pie de un salto e intentó acercarse a su esposo, pero en ese momento, las luces azules envolvieron al albino evitando que llegara hasta él.
Skoll parecía estar en trance, sus ojos rojos brillaban con intensidad hacia el cielo nocturno y su piel blanca parecía fundirse con la luz azul de los espíritus. El pequeño cristal en el pecho del peliblanco, se cubrió de un haz rojo que destelló; la luz parecía una delicada esfera que se movía bajo la piel blanca y se alejó del cristal, yendo por el brazo, hasta la mano. Una chispa surgió entre la semilla y la mano de Skoll y con eso, el peliblanco soltó el cristal, aunque seguía sangrando.
De la punta que había sujetado con anterioridad, una luz intensa se hizo presente y empezó a recubrir la enorme semilla-cristal, llegando hasta el centro; una varita en tono verde salió de ahí mismo, como el tallo de las orquídeas de pantano y, de igual manera que esa planta, al final, una flor roja apareció mágicamente, abriéndose y liberando su polen. Cuando los pétalos desaparecieron, en el centro quedó un pequeño cristal, como la pepita de una calabaza; Skoll sujetó con mucho cuidado ese pequeño y delicado fragmento y, en cuanto lo alejó, las raíces de la semilla, buscaron rápidamente la tierra, hundiéndose en ella.
Los espíritus se alejaron de Skoll y Narn apareció tras él.
-Eso fue muy arriesgado – sonrió ella.
-¡Debiste esperarnos! – la voz de otra mujer se escuchó, como reclamo.
-Lo siento – sonrió el ojirrojo, parecía haber vuelto a la normalidad, aunque se miraba cansado – pero ellos se pusieron muy nerviosos – señaló a su esposo y los demás con el rostro.
Lentamente, las esferas azues empezaron a tomar la forma que tenían cuando vivían, pues las otras madres de los Dioses también habían acudido a ver lo que iba a ocurrir.
-Espero ser la próxima – dijo una de ellas con emoción.
-Oh, claro que no, Derok será el siguiente, ya lo veras…
-No sueñes, yo seré la próxima en convertirse en abuela y tener un lindo yerno…
-Por supuesto que no – reclamó otra.
-¿Eso creen?, mi pequeño Yuol se adelantará, ya lo estoy viendo casado y con muchos retoños…
-Lo dudo – espetó otra con toda seguridad – las posibilidades están a favor de mi bebé, Elfry…
-¿Para qué discuten? Mi retoño será el siguiente – aseguró otra.
-Lasden será el próximo, lo sé bien, lo siento…
-Ya no puedes sentir…
-Dejen de hablar, mi Serif tiene más oportunidad que todos…
-No puedo creer que sigas teniendo tanta vanidad aun después de siglos muerta – reclamó la última.
Mientras ellas seguían su discutiendo, sus hijos estaban atónitos, sin entender lo que ocurría.
-¿Mamá? – Keroh observó al segundo espíritu que había aparecido.
-¡Hola! – sonrió Kareh, su madre – ¿creíste que no iba a venir a ver a tu retoño? – preguntó con emoción.
-No es momento para eso… – la voz de Meryl era preocupada, seguían intentando contener la hemorragia de Tariq.
-No está funcionando… – Raky seguía con sus manos cerca del vientre de Tariq, pero no cerraba.
-¿Por qué no cierra? – Elfry también se estaba desesperando.
-¡Oh, cierto! – Narn se cubrió la boca – disculpen niños, pero ya deben dejarlo – indicó.
-¡No! – Keroh negó y se puso al lado de Tariq – no quiero que se lo lleven, por favor…
-Keroh – su madre negó – no lo hagas más difícil, además, Skoll no puede tardar mucho, o se desangrará también…
-¿Skoll? – el pequeño rubio miró al albino, quien sangraba abundantemente de la mano dónde tenía el pedacito de su semilla.
El ojirrojo le sonrió a su cuñado, pero su respiración también era debil.
-Vamos, cariño – Narn acercó al ojirrojo a Tariq – es tu turno – le guiñó el ojo.
Skoll asintió, se hincó al lado del pelinegro, quien ya estaba pálido y apenas si respiraba; estiró la mano y la puso en el pecho desnudo de Tariq. Los labios de Skoll se movieron, permitiendo que un susurro apenas se escuchara; era un cántico que jamás había recitado con anterioridad, pero que había estado aprendiendo las últimas semanas.
Su pecho brilló y una vez más, la luz viajó hasta su mano, envolviendo la pequeña formación que ahí descansaba, hasta que pareció cobrar un poco de vitalidad; sin tardar, soltó el pequeño trozo de cristal, cubierto con su sangre, y este se clavó en el pecho de Tariq con fuerza.
Todos se asustaron al ver como se incrustaba en la piel, gracias a unos destellos que parecían raíces con vida propia; la luz y la sangre aún lo mantenía unido a Skoll, quien seguía con el rezo. Lentamente, el vientre de Tariq empezó a cerrarse solo y su pecho resplandeció.
-Lo haces bien… – Narn animó a Skoll, sujetándolo de los hombros.
-Él también está bien – anunció la madre de Keroh, quien sostenía la mano de Tariq, para mantenerse al tanto del niño.
El cuerpo de Tariq se curó, pero seguía pálido, además el pequeño cristal que ahora estaba en su pecho se miraba opaco y sin vida.
-Es todo… lo que… puedo hacer… – anunció Skoll con una ligera sonrisa y se desplomó, sin energía, mientras su mano empezaba a sanar.
Nyrn lo sujetó en brazos y evitó que se golpeara contra el suelo.
-Keroh… – llamó su madre – hay que llevar a Tariq a tu árbol de vida, cariño, tenemos poco tiempo, así que vamos…
-¿Por qué? – preguntó el rubio aún consternado.
-Para que se pueda unir a tu árbol de vida – sonrió Narn – Skoll solo hizo los preparativos, ahora, ¡corre! – apremió – tus hermanos y nosotras regaremos por primera vez tu semilla, anda, que ella también está preocupada por su ‘mamá’…
El pequeño rubio ya no puso más objeciones, levantó a Tariq en brazos y emprendió el camino de regreso a su árbol de vida; Kareh, su madre, se convirtió en una pequeña luz y lo siguió con rapidez, guiando a la gran mayoría de los espíritus hacia dónde Keroh se dirigía.
Nyrn tenía a Skoll en brazos y miró a su madre con reproche – ¿por qué no nos dijeron?
-Lo siento – Narn sonrió – pero no fue idea nuestra en realidad…
-¿Entonces? – indagó el ojiverde.
La mano de Narn se movió y acarició la pequeña piedra en el pecho de Skoll – aún vive… – dijo con añoranza – dentro de su ‘mamá’, pero está viva… Por eso, al ver lo que ocurrió con Keroh y Tariq y, que realmente Skoll tampoco quería sacrificarla la primera vez, además de seguir sufriendo por su perdida, buscó la manera de ayudar a esa nueva semillita, que estaba dispuesta a hacer lo mismo por sus padres, aunque no se lo pidieran…
Nyrn besó la frente de su esposo, aun no lo conocía completamente, pero cada vez, se daba cuenta que él era alguien sumamente especial.
-Llévalo a casa, Nyrn – indicó su madre – llévalo a tu árbol de vida, porque necesita recuperar energías…
-Sí – sonrió el rubio.
Raky y Meryl le ayudaron con la invocación del portal, para que volviera a su hogar esa misma noche, mientras los demás, junto con sus madres, convocaban nubes de lluvia, para que la primer semilla de Keroh se regara por primera vez.
* * *
Keroh llegó a su árbol de vida y se dio cuenta que en el lugar también había espíritus azules.
-Tardaron – dijo un hombre frente al árbol.
-¡Rynde! – dijo Kareh al tomar forma y lo abrazó – pensé que no vendrías.
-Me perdí lo de la semilla, sabes que eso jamás lo superé – sonrió el hombre ante la mirada atónita del pequeño rubio – pero no iba a dejar pasar la oportunidad de ver a nuestro hijo, aunque sea solo una vez…
Keroh lo miró con sorpresa; a diferencia de sus otros hermanos que habían visto a sus padres como espíritus en alguna ocasión, él no había podido, pero lo conocía por las visiones y los ‘recuerdos en la ciénaga’.
-Keroh, bebé – su madre le sonrió – él es Rynde, tu padre.
-Ah… – por primera vez en su vida, el pequeño rubio se había quedado sin habla y, no sabía cómo reaccionar.
El espíritu se dio cuenta que el dríade parecía algo temeroso de acercarse; sus ojos eran iguales a su madre y sonrió, debía ser cuidadoso, especialmente porque sabía que podían ser un poco extremistas en sus acciones.
-Así que, él es el afortunado – señaló con el rostro a Tariq.
Keroh asintió lentamente.
-¿Sabes…? tu madre tampoco hablaba mucho cuando la conocí por primera vez, pero ella me dijo que tú eras diferente y hablabas mucho…
-No seas malo – Kareh sonrió – está asustado, preocupado y demás, obvio que no va a ser muy amistoso, menos si jamás tuvo oportunidad de cruzar palabra contigo, ni siquiera como espíritu – reclamó.
-Bueno, es que es difícil cumplir todos los requisitos para que te dejen venir – se quejó – bien, ya no hablemos más, es mejor que dejemos descansar al niño – dijo él, señalando el árbol.
Keroh se acercó y su árbol de vida se abrió para recibir a su nuevo habitante; cuando el rubio dejó al menor dentro se dio cuenta que no respiraba.
-No… no… no… – negó y trató de mover a Tariq.
-Tranquilo… – su padre lo sujetó de un hombro – él estará bien…
-Deja que las cosas sigan su curso – indicó su madre.
Keroh tenía miedo de que fuese una broma y que, en cuanto se descuidara, todos los espíritus que estaban ahí, se llevaran a Tariq, pero no podía hacer nada más que confiar. Se alejó y su árbol se cerró, quedándose con el pelinegro en su interior.
Las luces azules rodearon el árbol y empezó a brillar.
-Ahora sí… – Kareh abrazó a su hijo – vas a tener que cuidarlo mucho – dijo con seriedad – a él, a tu retoño y a todos los demás que lleguen a sembrar de aquí en adelante – sonrió – cuídate mucho Keroh, siempre estaré al pendiente de ti… – prometió y se despidió dándole un beso en la mejilla.
-¡Sí! – sonrió el rubio un poco más confiado.
-Ojalá pueda venir en otra ocasión – Rynde se acercó y le despeinó el cabello a su hijo – pero, antes de irme, déjame decirte algo – lo sujetó de los hombros y lo miró a los ojos – de verdad y no lo tomes a mal, pero en serio, a los humanos no nos agradan los cocodrilos, así que hagas lo que hagas, jamás, nunca, le regales uno a tu pareja, ¿de acuerdo?
Keroh no entendió esas palabras pero asintió sonriendo, realmente quería preguntarle cosas a su padre, más, sabía que no podía en ese momento; Rynde le guiñó el ojo y se alejó después de darle un abrazo. Kareh y Rynde se volvieron pequeñas luces azules, acompañando a las demás y, después de un destello, el árbol de Keroh brilló con fuerza. Las ramas se cubrieron de pequeñas flores negras, abriendo todas al mismo tiempo, liberando un polen carmesí y mostrando el interior de sus pétalos un color dorado intenso.
Keroh colocó la mano en el tronco de su árbol y sonrió ilusionado, al sentir el latido del corazón de Tariq.
-Ahora sí, ‘panecito’ – susurró – estaremos juntos toda la vida…
* * *
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