Capítulo XXI
Keroh regresó con rapidez a su árbol de vida, le había dolido ver a Tariq de esa manera, especialmente su mirada bicolor que en ese momento lo miraba de manera distinta a la cariñosa de siempre, incluso, parecía que lo odiaba en ese momento. Se dejó caer, sentándose en el islote y estrujó los mechones de cabello dorado con fuerza; no sabía qué hacer, no sabía cómo arreglar lo que parecía haber roto. Empezó a llorar, lloró como jamás había llorado antes, era la primera vez que sentía tanto dolor en su pecho.
“¡Creí que la quería! ¡Creí que de verdad la amaba! ¡Es un demonio!”
Las palabras de Tariq seguían retumbando en su mente; él tampoco quería sacrificar a su retoño, pero si era la única manera de seguir al lado de Tariq, pensó que tal vez, sería necesario. Ahora sabía que no era una buena idea.
-Me odia… – susurró y las lágrimas salieron sin control, por lo que colocó la frente en sus rodillas, tratando de ocultar en sus piernas lo que le pasaba.
Jer se acercó a él, porque Wilk y Welk andaban recorriendo la ciénaga, pero no comprendía qué le pasaba a su señor, pues jamás lo había visto así; el pobre animal solo atinó a acomodarse al lado del rubio y restregar su cabeza en la pierna, para tratar de confortarlo, aunque con ello, lo manchara de lodo.
La mano de Keroh se movió y acarició el caparazón, pero seguía llorando sin control. Tardó varios minutos en calmarse y levantar el rostro; le dolía la cabeza y le ardían los ojos, pero debía pensar qué hacer.
-Hermanos… – dijo en un murmullo y el agua brilló.
El primero en aparecer fue Nyrn, quien estaba junto con Skoll y Neyr cerca del lago.
-“Keroh, ¿pasa algo?” – preguntó el rubio.
En ese momento, tanto el agua que rodeaba el islote de Keroh, como el lago de Nyrn, empezaron a brillar con intensidad y los otros dioses se reflejaron.
“¿Qué sucede?” “Es tarde…” “estoy ocupado…” las frases se mezclaban y todos parecían contrariados, pues apenas unas horas antes habían tenido una reunión con invocación líquida.
-¡Me odia! – gritó el pequeño rubio poniéndose de pie y volviendo a llorar.
Sus hermano se quedaron atónitos y Skoll se dio cuenta que era algo serio, así que le dijo a su hijo que fuera con su abuela.
-“¿Quién?” – preguntó Meryl
-“¿De qué hablas Keroh?” – Raky también trató de obtener más información.
-Le dije a Tariq lo de la semilla y ahora ¡me odia! – explicó a grandes rasgos, nuevamente estrujando su cabello.
-“¡¿Qué?!” – Derok se sorprendió.
-“Espera, ¿por qué?” – preguntó Yuol.
-Porque no quiere – sollozo – y dijo que yo era un demonio – reprochó haciendo un puchero.
-“Pero ¿le explicaste?” – Elgrim presionó.
-“¿Le dijiste que es necesario?” – Serif talló su mejilla, contrariado.
-¡Sí! – gritó el menor de todos.
-“No tiene sentido…” – Lasden estaba confundido.
-“Es extraño, si le dijiste las razones, debía entender que era necesario…” – Videk se cruzó de brazos.
-Ahora no quiere que me acerque a él – sollozó Keroh.
Skoll se sorprendió por esas palabras, pero no entendía nada de lo que estaban hablando los hermanos de Nyrn.
-“Bueno, no puede evitarlo, ¿o sí?” – Elfry se asustó.
-“No sé, pero si no quiere sacrificar la semilla, dudo que pueda obligarlo…” – terminó Drif.
-“¡¿Sacrificar la semilla?!” – el grito de Skoll asustó a todos, incluyendo a su esposo.
-“Mi hermosa flor, ¿qué ocurre?” – preguntó el ojiverde.
-“¡¿Cómo se les ocurre decir semejante barbaridad?!” –preguntó el albino aún horrorizado.
-Nyrn dijo que era la única manera, en que Tariq se quedaría conmigo para siempre – confesó Keroh.
-“¡¿Tu dijistes eso?!” – Skoll estaba furioso y miró a su esposo con ira.
-“Cálmate mi amor, se lo dije porque eso fue lo que pasó la primera vez y…”
El ojiverde no terminó de hablar, la mano de Skoll se estampó en su mejilla con toda la fuerza que tenía, que no era mucha; los hermanos de Nyrn se sorprendieron por lo que acababan de presenciar.
-“¡Mejor no hables!” – siseó el peliblanco – “…y ¿ustedes?” – miró al lago poniendo las manos en su cintura – “¿cómo se les ocurre aconsejar semejante barbaridad a Keroh?” – preguntó con desdén – “¡jamás creí que fueran tan inconscientes!” – reclamó y todos los dioses bajaron la mirada, apenados – “Tariq tiene toda la razón en odiarte…” – señaló al menor de los dioses con su índice – “la semilla es parte de nosotros, es algo sagrado y supuse que lo sería para ustedes, por ser parte suya también…” – miró a Nyrn con reproche – “¡ahora veo que te da igual!”
-“No es así Skoll, déjame explicar…”
-“¡No he terminado de hablar!”
Con esas palabras, Nyrn volvió a guardar silencio.
-“¿Creen que es tan sencillo?” – sus ojos se llenaron de lágrimas – “si hubiese estado en mi la decisión, hubiese evitado que mi primer semilla muriera” – aseguró con dolor – “¿creen que no me lamento día a día que se haya sacrificado por mí?” – guardó silencio un momento por el nudo en su garganta – “llevar una vida dentro, es algo que ninguno de ustedes entenderá…” – dijo con desprecio – “pero para mí y seguramente para Tariq…” – miró a Keroh con reproche – “así como para aquellos que realmente los lleguen a amar…” – dijo para los otros dioses – “es algo mucho más sagrado e importante que nuestras propias vidas y nada, entiéndalo bien, nada vale más que ellas, ni siquiera la vida de nosotros, quienes las llevamos en el vientre…” – su voz denotó la seguridad y convicción de sus palabras – “esa pequeña formación, es el fruto del amor y, si a ustedes les da lo mismo y las ven como algo que puede ser sacrificado sin pensar, solo por un deseo egoísta de no perder a su pareja, entonces tal vez me equivoqué al pensar que todos ustedes podían saber lo que es amar…” – fijó su mirada roja en su esposo – “pensé que sabías lo que era el amor, tanto de pareja, como de padre, pero si es tan sencillo para ti, decirle a Keroh que sacrifique a su primer retoño y no tener remordimiento alguno, realmente me equivoqué contigo…”
El albino dio media vuelta, levantó su túnica y empezó a correr hacia el palacio.
-“Skoll…” – Nyrn siguió a su esposo y se alejó del lago, rompiendo la comunicación.
Los dioses se quedaron en silencio, realmente ellos no entendían cómo se sentían las personas que portaban una semilla y, aparte de Nyrn y Keroh, ninguno sabía lo que era amar a alguien de verdad, así que no sabían que decir.
El menor de ellos se dejó caer, sentándose una vez más en el islote.
-Skoll tiene razón… – dijo en un murmullo – Tariq tiene toda la razón en odiarme…
Sus hermanos se quedaron en silencio, no sabían qué decir o hacer y realmente, ahora ya no sabían si lo que llegasen a ‘aconsejar’ sería bueno.
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