Capítulo XVI
Como cada amanecer, después del plenilunio, Keroh llevó a Tariq a su lugar en las rocas; además de las flores de sangre, colocó un musgo verde para darle más comodidad a su pareja y, dejó las flores de su árbol de vida. Estaba sumamente nervioso y se quedó cerca, en espera de los sacerdotes.
El pequeño grupo llegó al amanecer y sonrieron al ver a Tariq en su lecho de flores; Hark se acercó con rapidez a su amigo, tocando su frente, sin esperar a que los demás empezaran a recoger las flores, ni que Kofjar u Olafh despertara al niño.
-Fiebre… – murmuró.
-¿Fiebre? – Olafh se sorprendió por esa palabra y se inclinó con rapidez, tocando el rostro del menor – es cierto… – dijo con preocupación – pero… no debería…
-Hay que llevarlo al palacio – anunció el ojirrojo – debemos bañarlo con una infusión de las flores de sangre, ¡es urgente! – apremió.
-¿Por qué? – indagó el peliverde
-Hark… – el anciano Kofjar lo miró con seriedad – ¿tienes algo que decirnos?
El pelimorado se mordió el labio y talló con su mano su otro brazo libre; podía llevarse un regaño, pero él solo seguía lo que Tariq le ordenaba y, por eso no le había dicho a nadie, además, como le había dicho, si ese día tenía fiebre, era muy seguro que fuese por la semilla que el Dios Keroh intentaría poner dentro de él, en esa ocasión.
-Nuestro Dios, anoche, decidió poner su semilla en su sumo sacerdote… – confesó.
Todos los presentes se asombraron con esas palabras.
-¿Quieres decir que…? – Dalen miró al niño que dormía profundamente, sin atreverse a terminar su pregunta.
-Habrá una nueva deidad… – Kofjar no salía de su estupefacción, pero una delicada sonrisa se dibujó en su rostro y apenas se notó por su barba.
-Aún no se sabe – negó Hark – eso lo sabremos mañana, por ahora, hay que atenderlo, si la semilla realmente empezó a germinar, necesita agua – apremió.
-De acuerdo, no tardemos más… – Olafh tomó a Tariq en brazos y se enfiló al castillo – que los demás recojan las flores, Kofjar, Hark y yo, nos adelantaremos al palacio a preparar todo.
Keroh se estaba mordiendo una uña, observando desde lejos lo que sucedía. Quería estar con Tariq, pero no podía hacerse presente, no aún; por ahora, debía confiar en ese sacerdote de cabello purpura, pues su pareja confiaba ciegamente en él, así que, le había dejado instrucciones para ese día, justo como Skoll le había dicho que hiciera.
* * *
Todos en el palacio estaban emocionados y nerviosos a la vez. Hark, Kofjar, Dalen, Carel y Olafh, estaban en la habitación de Tariq, pero solo algunas sirvientas, junto con Hark y Sadry, la esposa de Olafh, pudieron estar al pendiente del menor en el baño; en cuanto los demás sacerdotes llevaron las flores que estaban en las piedras, prepararon la enorme tina con agua fresca y molieron las flores antes de integrarlas. Rápidamente el agua tomó un tinte carmesí y la piel blanca del menor empezó a teñirse también.
Minutos después, los ojos bicolor se abrieron lentamente.
-Hark… – musitó.
-Mi señor… – sonrió el ojirrojo, sintiéndose aliviado y se hincó a su lado, sujetando una de las pequeñas manos del pelinegro.
-Tengo hambre… – dijo el niño haciendo un mohín.
El sacerdote levantó el rostro, pero no necesitó decir nada, pues Sadry se hizo cargo.
-Bely, dile a la cocinera que prepare algo sustancioso para Tariq – ordenó – que traigan caldo y sobre todo té, mucho té, necesita tomar muchos líquidos…
La jovencita asintió, levantó la enorme falda y salió corriendo del baño.
El pelinegro suspiró y cerró los parpados – tengo sueño… – anunció.
-Supongo que… es normal, ¿cierto? – preguntó su amigo con algo de nervios.
Sadry sonrió – tranquilo… – dijo suavemente y le pasó la mano por el hombro a Hark – seguramente sí, cuando una mujer está embarazada, le da mucho sueño y aunque sea solo unas cuantas horas, supongo que el desarrollo de la semilla es mucho más rápido… no te asustes, mientras mantengamos controlada la fiebre, todo estará bien.
Con eso, el ojirrojo suspiró un poco más aliviado, pero no bajaba del todo la guardia; tenía miedo que le pasara algo al menor, así que, estaba dispuesto a no separarse de él, hasta que se recuperara.
Tariq se había vuelto a quedar dormido, pero se notaba más tranquilo, por lo que se decidió sacarlo de la tina para llevarlo al lecho y que estuviera más cómodo. Olafh lo acomodó en la cama y se quedó ahí, junto con los demás sacerdotes; a pesar de que les dijeron que Tariq estaba bien, no parecían creerlo. Solo respiraron más tranquilos cuando le llevaron el desayuno al niño; Hark despertó a su amigo y Tariq comió poco, pues lo que más tenía era sueño, pero bebió el té y después, se dispuso a dormir.
-Hark, te quedarás con él – ordenó Kofjar.
-Por supuesto – asintió, pues aunque no se lo pidieran, lo haría.
-Cualquier cosa, nos avisas – dijo el peliverde – habrá unos guardias en la puerta y ordenaré a la cocina que preparen más té, para que esté tomando durante el día.
-Está bien… – el ojirrojo sonrió, al menos, con la información que Tariq le había dado, sabían cómo proceder.
-Si necesitas relevo, sabes que puedes pedírmelo – Carel lo miró con seriedad, realmente no le agradaba que le dieran esa gran responsabilidad a Hark, pues se sentía relegado del lugar que se había ganado durante años.
-A mí también – Dalen tampoco iba a permitir que lo dejaran de lado.
-No se preocupen – el aludido negó – lo tengo bajo control, pero si necesito algo se los diré…
Finalmente, todos salieron de la habitación y Hark se sentó al lado de la cama; movió los mechones negros y revisó la temperatura.
-Todo bien… – musitó – ay, Tariq – sonrió – espero que mi señor Keroh venga a verte pronto – suspiró – ojalá que la semillita si esté empezando a germinar – se cubrió la boca, ahogando el sonido de emoción que amenazó con salir – sería lindo conocer a la nueva deidad… – dijo con añoranza, pero al recordar lo que tardaba en ‘nacer’, suspiró con pesadez – bueno, ojalá pueda conocerlo…
Después de su monólogo, arropó a su amigo, y se quedó a su lado, orando; desde hacía meses, Hark oraba a Keroh con mayor fe y, esperaba que escuchara sus plegarias, especialmente si las hacía por Tariq, aunque la gran mayoría de las veces, era por otra persona.
* * *
El resto del día, Tariq despertó varias veces, un par de ellas solo para comer y las otras, para beber el té que Hark le ofrecía con insistencia. La temperatura no se elevó demasiado en su cuerpo, pero era diferente en su vientre, que parecía estar ardiendo, aun así, el niño no se quejaba, estaba soñoliento, pero decía que solo le causaba cosquillas.
Al anochecer, después de la cena, Hark se retiró a dormir a su habitación y, además, Olafh dio órdenes de no molestar a Tariq, pues el sacerdote les comunicó que posiblemente Keroh iría a verlo; así, los guardias solo entrarían a la habitación, en caso de que Tariq o Hark los llamaran.
Cuando las luces se apagaron, el rubio entró con rapidez a la habitación, gracias al ventanal que el ojirrojo dejó abierto.
Keroh se acercó hasta la cama y se sentó en el colchón, observando el rostro de su pareja, quien dormía plácidamente; su mano se movió y acarició una mejilla, todo parecía normal. Después, destapó el cuerpo de Tariq y con lentitud desabrochó la delicada bata que portaba; llevó la mano al vientre y, apenas lo tocó, se dio cuenta de que estaba muy caliente. La emoción empezó a inundarlo, pero debía constatar si la semilla de verdad había empezado a germinar o solo era un efecto secundario por no haberlo hecho.
Con rapidez, recitó en un murmullo las palabras que conocía bien y movió la mano sobre la piel del menor, que empezó a brillar con un tono rojo; la sonrisa de Keroh no se hizo esperar, su semilla realmente había germinado y por lo que notaba, se encontraba más que feliz en ese lugar, tibio y cómodo.
-Mi señor… – la voz de Tariq lo interrumpió – ¿está bien? – preguntó con preocupación – ¿funcionó?
-¡Sí! – el rubio se inclinó y lo abrazó, besándolo con fuerza – funcionó, ‘panecito’ – susurró al separarse – ¡y está feliz! – dijo con emoción – mira… – sujetó las manos del pelinegro y las llevó al vientre plano – siéntela…
El pelinegro cerró los parados y acarició su vientre; un ligero murmullo retumbó en su mente y su piel se erizó completamente, consiguiendo que sonriera nervioso.
-Tiene… tiene hambre…
-Sí – Keroh asintió – hay que regarla…
Las mejillas del menor se tiñeron de carmesí, sabía lo que eso significaba, pues Skoll le había explicado muchas cosas sobre la semilla y su cuidado, así que ansiaba lo que iba a ocurrir.
-Sé que estás cansado, pero lo necesita – dijo el rubio con suavidad – ¿quieres que la reguemos ya? – indagó y acarició la mejilla del niño con dulzura – si no, podemos esperar un poquito, parece que la tuviste hidratada y…
La mano de Tariq se movió con lentitud, acariciando el brazo de la deidad y buscó su mirar castaño, sonriéndole con ilusión.
-Mi señor… adoro hacer el amor con usted y, si con eso, su… – dudó, pero luego bajó el rostro sintiéndose avergonzado – es decir, nuestra semilla… – su voz se escuchó con ilusión mientras su mano libre acariciaba su vientre tibio – es feliz, además de crecer fuerte y sana, jamás, jamás – repitió con ansiedad – me atrevería a negarme…
La mano de Keroh bajó al vientre y sus dedos rozaron la piel – nuestra semilla… – sonrió con anhelo – porque eres su ‘mamá’ – dijo con inocencia.
El pelinegro sintió que se derretía por esa simple palabra; nunca se imaginó que podía ser de esa manera, ni siquiera había pensado en tener hijos, pero ahora, llevaba en su propio vientre al fruto de su amor por su Dios y, realmente se sentía dichoso. Los ojos bicolor se humedecieron y un par de lágrimas recorrieron sus mejillas.
-¿Por qué lloras? – el rubio se asustó, pues según sabía, la semilla podía causar dolor – ¿te duele algo? ¿Te sientes mal?
-No – Tariq negó – estoy feliz, de verdad – aseguró – mi señor Keroh, deseo unirme a usted – pidió con debilidad, ofreciéndole los labios.
El rubio se acercó con lentitud y besó a Tariq con sumo cuidado, mientras se acomodaba sobre el cuerpo que reposaba en el lecho; el beso fue suave, tierno y por demás delicado.
-Regaremos nuestra semilla – susurró contra los sonrosados labios de su pareja – y después te haré el amor, como todas las noches – prometió.
-Keroh… – las manos del niño se movieron al cabello rubio y buscó sus labios de nuevo – te amo – musitó con ansiedad.
-Yo también te amo, Tariq…
* * *
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