Capítulo XIV
“Tariq”
La voz sonaba lejana y algo preocupada
“Tariq, despierta, por favor…”
Insistía y, aunque él quería responder rápido, se sentía tan cansado, que le era imposible.
-¡Tariq!
-¿Sí…? – musitó con debilidad.
-¡Por Keroh!, ¿estás bien? – Hark estaba a su lado, sujetándolo de la mano con ansiedad – llama a Kofjar – pidió para Carel, que estaba ahí mismo también.
El pelinaranja salió inmediatamente de la habitación, para ir en busca del anciano.
-¿Cómo te sientes? – indagó el ojirrojo, constatando la temperatura de su amigo con la mano.
-Bien… creo… ¿qué…? ¿qué pasó? – preguntó tratando de enfocar la vista y, cuando lo hizo, se dio cuenta que estaba en una habitación extraña – ¿dónde estoy?
-Tienes toda la mañana sin sentido – dijo su amigo con una sonrisa nerviosa – nos tenías muy preocupados, Dalen, necesito otro paño frío – pidió para su compañero, que estaba al otro lado de la enorme cama.
El aludido asintió y le pasó un paño húmedo, con un dulce olor, para que lo pusiera en la frente del pelinegro; Hark quitó el paño anterior y colocó el nuevo.
-Estás en la habitación principal del templo – respondió con más calma el ojirrojo – el señor Trallk decidió que te dejáramos aquí, por ahora.
-¿Por qué? – preguntó el menor.
-Porque está arreglando la situación de sus hijos – respondió Kofjar, quien iba entrando a la recámara con Carel tras él – ¿cómo te sientes? – preguntó al estar cerca de la cama.
-Bien… – sonrió el niño – cansado, nada más…
-De acuerdo… – el anciano suspiró – quiero hablar con Tariq, a solas – dijo para los otros tres sacerdotes.
Ellos asintieron y se retiraron con rapidez, cerrando la puerta para darles privacidad. Kofjar se sentó en la orilla de la cama y suspiró, sujetando la mano del menor con delicadeza.
-Tariq… – su voz sonó calmada, pero afligida – voy a preguntarte algo y, quiero que seas muy sincero conmigo, ¿de acuerdo?
El niño asintió – sí, lo seré…
-Los hijos del señor Trallk, ¿te lastimaron?
La mirada bicolor fue desviada, tratando de evadir al anciano, pero le acababa de decir que sería sincero, así que, no podía negarse a responder.
-La verdad… supongo que sí, esa era su intención, pero… no lo hicieron – negó.
Kofjar respiró profundamente – ¿qué pasó, Tariq? Y, me gustaría que no mintieras.
-Bueno… es que… es difícil explicar… – aseguró – yo… – se mordió el labio pero decidió ser sincero – pasé la noche con mi señor Keroh – sus mejillas se sonrojaron, pero Keroh le había dicho que, seguramente todos sabían que tenían contacto, así que no podía ocultarlo más – y, volví antes del alba a las rocas… – confesó – cuando me estaba colocando la túnica, bueno… los hijos del señor Trallk llegaron y… sacaron sus espadas – su labio tembló – la señorita Fianna me amenazó y… todo sucedió tan rápido – dijo aún confundido – solo recuerdo que los cocodrilos no les permitieron acercarse, las lianas de un árbol los atrapó y… ya no recuerdo más…
-¡Gracias, señor de la ciénaga! – dijo el hombre con alivio, cuando el niño apenas guardó silencio.
-¿Por qué? – indagó el menor.
El anciano sonrió más tranquilo y rascó su barba – lo que sucede es que, al llegar a las rocas, tanto tú, como los hijos del señor Trallk, estaban inconscientes y, al encontrarte con la ropa mal puesta, con marcas en tu cuerpo y, además, una notoria y extraña humedad entre tus piernas, pues… pensamos que ellos se habían aprovechado de ti – dijo con seriedad – Olafh no permitió que ellos dijeran nada y los tiene en las celdas del palacio – se alzó de hombros – no niego que esos niños malcriados necesiten un castigo, pero esta vez no hicieron nada – rió.
-Ah, no – Tariq negó – ellos no hicieron nada – aseguró – esto… bueno, las marcas son…
-No digas más – sonrió el hombre condescendiente – no tienes que explicarme, con saber que ellos no fueron, y, el que te las hizo, seguramente fue bajo tu consentimiento, no necesitas decir más…
El niño sonrió, se sentía tranquilo de no tener que explicar nada, aunque sabía que era más que obvio, que el otro estaba plenamente consciente de lo que había ocurrido.
Kofjar se puso de pie y le acarició la melena negra – voy a ordenar que te traigan el desayuno – anunció – Hark se quedará contigo, para lo que necesites y te acompañará al palacio, cuando tengas que volver a tu habitación, que supongo, será más tarde.
-Gracias…
Cuando el anciano salió de la habitación, Hark ingresó con rapidez y se sentó en la cama, revisando el paño húmedo que le había dejado antes en la frente, así como la temperatura en sus mejillas.
-Ya estás más fresco – respiró aliviado.
-Hark… – la voz suave de Tariq hizo que su amigo lo mirara a los ojos – mi… ¿mi flauta?
-Aquí está – el pelimorado movió la mano hacia la mesita que estaba a un lado de la cama y sacó el objeto del cajón – solo que, ahora, todos saben que la tienes – dijo con debilidad – lo siento.
Tariq suspiró, pero suponía que era imposible evitar que alguna vez, los demás se enteraran de ella.
-Está bien, mientras pueda tenerla conmigo, no importa…
* * *
Olafh estaba sentado en el sillón de su escritorio, en la gran oficina del palacio; Sadry estaba a su lado, tenía un semblante consternado, se sentía mal por lo que su esposo le había dicho de sus hijos y, si le habían hecho algo grave a Tariq, debían recibir un castigo.
La puerta sonó y el peliverde dio el permiso de entrar; Fianna, Riokh y Lygred ingresaron al lugar, y un sirviente cerró la puerta tras ellos. Su padre se puso de pie y los miró con desaprobación.
-He hablado con su madre de lo que hicieron – dijo con seriedad.
-Pero no hicimos na…
-¡Silencio! – el gruñido de Olafh no permitió que Fianna terminara su argumento y consiguió que sus hijos temblaran – intentar lastimar a un sumo sacerdote, especialmente al del lugar que nuestra familia debe proteger, es un pecado casi tan grande como los que cometió Bartod ‘el peregrino loco’ ¡hace más de ochenta años!
Los tres jóvenes se sorprendieron ante esa afirmación. Todos conocían la historia de Bartod, el hombre que intentó lastimar al sacerdote Eroim y a su semilla, pero desde hacía mucho tiempo, se había perdido el apellido de ese hombre desalmado que recibió su castigo, siendo desmembrado poco a poco en su paso por los bosques sagrados. Ahora, solo era parte de la leyenda, cuando el Dios Nyrn hizo su aparición por primera vez ante los hombres, pero, se tomaba como ejemplo para que los guardianes de los bosques antepusieran a sus Dioses, antes que a ellos mismos.
-Si la familia real se llega a enterar de lo que hicieron… – dijo el peliverde entre dientes.
-Padre, te juro por el Dios Keroh que no hicimos nada – Lygred se hincó, mirando al piso, en claro signo de sumisión y respeto a su progenitor – de verdad, no tocamos a ese niño – aseguró – sí, es cierto, Fianna nos convenció de asustarlo, pero no le hicimos nada.
-¡Eres un traidor! – dijo la aludida y le dio una bofetada a su hermano menor.
-¡Fianna! – Sadry se puso de pie, asustada por el comportamiento de su propia hija.
-Sí, ¡lo hice! – admitió ella – porque el titulo ¡es mío! – se señaló – y ese niño no va a venir a quitarme ¡lo que por derecho me pertenece!
Los músculos de Olafh se tensaron, desvió su mirada celeste y la posó en Riokh – y ¿tú? ¿Tienes algo que decir? – preguntó.
Su hijo mayor se había mantenido serio, pero de igual manera mantenía su mirada en el piso, sin atreverse a levantar el rostro.
-Pedir disculpas no arreglará nada, ¿cierto? – respondió con seriedad, parecía no querer doblegar su orgullo, pero era obvio que tampoco se sentía bien con su actitud – sé que cometimos un error, pero como dijo Lygred, no hicimos nada, aunque no sé si eso haya sido por obra del Dios de la ciénaga o no – suspiró – es un poco complicado aceptar que alguien que no es de mi familia tome el control – confesó – por eso te dije ayer que me podía casar con él, aunque mi interés hacia él es solo por compromiso, pero me rechazó…
-Él tiene sus razones – sentenció su padre.
-Lo sé y por ello, sé que aunque pida disculpas, las cosas no estarán bien, así que prefiero irme – prosiguió, consiguiendo que sus padres y hermanos se sorprendieran – tengo un carácter difícil – aceptó – y, tú bien sabes que me gustan los chicos, así que, obviamente como Trallk, no voy a dejar descendencia – sonrió débilmente – y, si tampoco puedo quedarme aquí, por la falta hacia nuestro sumo sacerdote, quisiera pedir tu permiso para ir a la milicia, como hace años fue mi intensión y me la negaste, por petición de mi madre…
-No puedes dejarme – Fianna se puso frente a su hermano – ¡necesito que me apoyes! – pidió.
-No voy a apoyarte – negó mirando a su hermana con cansancio – es imposible que recuperes el título Fianna, entiéndelo, te lo dije ayer y no quisiste aceptarlo, pero ya es hora que lo entiendas.
Olafh respiró profundamente, sus hijos admitían su error, mucho más rápido de lo que pensó que su orgullo se los permitiría, pero Fianna no parecía entender la situación. Ya no podía hacer más por ella.
-Haré la carta para que te acepten en el regimiento de la ciudad imperial y, si lo deseas, puedes partir mañana, al amanecer – dijo su padre sentándose en su sillón – Lygred, si quieres quedarte aquí, tienes que ponerte al servicio de Tariq – ordenó – pero, debes buscar prometida y casarte lo más pronto posible para que te vayas a otra ciudad, como mi hijo, se te dará una buena dote.
-De acuerdo – aceptó el menor.
-Y, ¿yo? – Fianna miró a sus padres con algo de miedo, no le gustaba lo que estaba ocurriendo.
-Un carruaje te espera – anunció su madre.
-¡¿Para qué?! – preguntó la peliverde y se puso frente al escritorio – ¡respóndeme! – exigió para su padre.
Olafh se mantuvo impasible, ignorando completamente a la chica mientras escribía sobre un pergamino.
-Tu padre no desea hablar contigo – Sadry negó – y, el carruaje te llevará a la casa de la playa.
-¡No pueden hacerme esto!
-Si podemos – la mujer la miró con altivez – tu comportamiento deja mucho que desear, y admito que es mi culpa por no ponerte un alto antes, pero ya es tiempo que empieces a comportarte…
Los ojos de Fianna se llenaron de lágrimas – no puedes decir eso, mamá…
-En la casa de la playa tendrás la servidumbre básica, pero ellos recibirán órdenes para hacer solo sus tareas y no consentirte como aquí, además llevarás un tutor – sentenció su madre – él y tu nana, te llevarán a las fiestas de las aldeas para que socialices, pues debes casarte.
-¿Qué quieres decir? – la peliverde no comprendía lo que ocurría.
-Que no vas a recibir dinero de nuestra parte, aparte de tu dote matrimonial – Olafh habló – si no te casas para los veinticinco, te enviaré a una aldea, te daré una casa y algún oficio con lo que te mantengas, pero no recibirás nada mas de nosotros.
-No… no se atreverían…
-Es eso o acusarte de confabular contra el sumo sacerdote de la ciénaga – los ojos azules de su padre la miraron con completa desaprobación – bien sabes que el castigo es mucho peor que la muerte.
Los labios de Fianna se abrieron para decir algo, pero su voz no salió; empezó a llorar y salió del recinto con rapidez.
-Retírense a sus habitaciones – ordenó Olafh para sus hijos.
Cuando los jovencitos salieron, Sadry empezó a llorar también. Olafh se puso de pie y la abrazó con ternura.
-No llores – susurró contra el cabello guinda, pues la mujer lloraba contra su pecho, desconsolada – te aseguro que no va a ser tan malo, además, no vamos a dejarla realmente sola, esto es solo para asustarla – dijo condescendiente.
-Lo sé – musitó ella – pero me avergüenza ver que ha perdido la noción de lo bueno y lo malo, todo por sus caprichos…
-Tranquila – sonrió el hombre – todo va a estar bien, solo queda orar para que nuestro Dios los ilumine…
* * *
Keroh despertó antes de que empezara a caer el ocaso; había dormido todo el día en su árbol de vida, mientras sus compañeros hacían rondas en la ciénaga. Al salir de su lecho, el rubio estiró los brazos y piernas, desperezándose.
-Tengo hambre… – anunció en voz alta.
El árbol movió sus lianas y le llevó unos cuencos; algunas naranjas, otras frutas varias y alguna que otra comida que los aldeanos dejaban en los esteros en pequeñas balsas, como ofrendas. Algunas veces, esas ofrendas se las comían los mismos cocodrilos, otras se las llevaban al Dios.
-¿Pez? Siempre me dan pez – se quejó – no me gusta comer pez – dijo con desagrado y lanzó el primer paquete a un lado, Wilk lo atrapó entre sus fauces – ¿qué es esto? – indagó agarrando otra olla cubierta – y sacó varios paquetes envueltos en hojas de plantas, al abrirlo hizo otro gesto – más pez, pero seco – Welk atrapó la comida que la deidad lanzó sin ninguna consideración – ¿por qué solo me dan pez? Deberían darme pan, el pan me gusta – entornó los ojos.
El recuerdo de lo que había hecho la noche anterior con Tariq, le hizo sonreír.
-Bueno, creo que tengo un pan preferido – suspiró.
Después de un momento, sacudió la cabeza y volvió a poner atención a las viandas de comida; debía encontrar algo para comer que le gustara, porque realmente se estaba muriendo de hambre y con solo las frutas o naranjas, no iba a sentirse satisfecho.
-¡Almejas! – sonrió al destapar otra vianda – ¡qué bien!, tenían mucho que no me daban almejas – con su pequeño tesoro se sentó en la orilla del lago y empezó a comer, mientras sus cocodrilos se hacían con la demás comida que le habían dado como ofrenda, incluyendo carne de ternera.
Mientras estaba comiendo, el lago empezó a brillar con intensidad, algo que le llamó la atención, pues él no había llamado a su hermano.
-“¿Cuándo pensabas decirnos?”
La voz de Meryl lo sobresaltó, pero no le pudo responder, porque tenía la boca llena de comida.
-“Creo que está comiendo…” – comentó Yuol.
-“Aun así, debió decirnos antes…” – Gralk presionó.
-¿De qué hablan? – preguntó el rubio después de pasar su bocado.
-“De tu novio…” – respondrió Drif con rapidez.
-“¡Realmente aún no puedo creer que él tenga novio!” – Serif se notaba alterado.
-“Ni yo, es el más pequeño de todos, ¡creí que sería el último!” – Videk parecía consternado.
-¡Nyrn! – Keroh buscó el reflejo de su hermano – ¿qué les dijiste?
-“Yo no dije nada…” – negó el ojiverde.
-“El que nos contó fue Neyr…” – confesó Raky.
-¿Y quién se lo dijo a Neyr? – Keroh entrecerró los ojos.
-“Tu…” – contestó su hermano mayor – “¿te recuerdo que a veces no esperas a que él se vaya para hablar de tu sacerdote?”
-Ah… – el menor de los dioses bajó el rostro, apenado – sí, es cierto…
-“Entonces, ¿por qué no nos habías dicho?” – indagó Derok.
-Porque, apenas nos estábamos conociendo – respondió Keroh como si fuese lo más obvio del mundo y dejó su comida de lado.
-“¿Y cuánto más necesitan conocerse para que nos presentes?” – Elgrim se cruzó de brazos.
-“Si, ya queremos conocer al novio de nuestro pequeño hermano…” – secundó Gralk.
-Se los voy a presentar cuando germine mi semilla…
-“¡¿Ya la pusiste?!” – Elfry se sobresaltó.
-No, aún no, esperaré a la primer luna de invierno…
-“¿Por qué?” – Lasden suspiró – “…falta mucho…”
-Porque quiero que nos conozcamos muy bien para que no haya problemas, además, no quiero presentárselos hasta que esté seguro que Tariq me ama – se cruzó de brazos y puso un mohín molesto.
-“¿Alguna razón en especial?” – indagó Raky.
-Le gusta el verde – respondió entre dientes.
-“Ajá, le gusta el verde y eso ¿qué?” – preguntó Meryl.
-Que todos son verdes – respondió señalando el agua – y, no quiero que se fije en ustedes.
-“Soy yo, o ¿alguien está siendo demasiado sobreprotector?” – se burló Serif.
-“Es el amor…” – comentó Nyrn con diversión – “es lo normal, cuando estás enamorado, no quieres que nadie más se acerque a quien quieres, en caso de que eso suceda te dan celos…”
-“¿Celos?, ¿que son celos?” – Elgrim parecía confundido.
-“Sí…” – Nyrn rió – “…Skoll me dijo que, es un sentimiento que las personas tienen, cuando creen que alguien que quieren, siente atracción, cariño, o amor hacia alguien más… Eso es lo que sucede con Keroh…”
-“Entonces, ¿Keroh lo quiere ya? ¿Tan pronto?...” – Derok parecía incrédulo.
-“¿Qué tendría de raro?” – Lasden sonrió – “…si es el adecuado, no tendría que tardar mucho, o ¿sí?”
-Aún no sé si es el adecuado… – dijo Keroh en un murmullo.
-“Pero si la semilla germina, significa que si lo es…” – Yuol sonrió.
-“¿De verdad no podemos conocerlo antes?” – Videk se notaba ansioso.
-“Si va a formar parte de la familia, como Skoll, sería bueno conocerlo antes…” – sentenció Gralk.
-No, y si vienen, les diré a mis cocodrilos que los ataquen – señaló el menor de todos – bueno, excepto a Nyrn…
-“¿Por qué a Nyrn no?” – preguntó Drif.
-“Sí, eso es favoritismo…” – reprochó Elfry.
-Porque Nyrn ya está casado y no tendría por qué interesarse en Tariq – respondió el rubio – pero ustedes sí – tomó una postura seria, poniéndose de pie y hablando con frialdad – así que, no los quiero en mi ciénaga, hasta que mi ‘panecito’ y yo, hayamos formalizado completamente, ¿entendieron?
Los doce dioses se sorprendieron, jamás habían visto a Keroh comportarse así, pero, seguramente era por el amor que sentía hacia su sacerdote, así que, no podían hacer nada, más que aceptar su decisión.
* * *
Tariq cenó en el palacio, acompañado por casi toda la familia Trallk, excepto Fianna, quien se había ido a medio día; también, estuvieron presentes sus invitados, Degner y Lendall, así como Hark, quien no se apartaba del pelinegro por petición del sumo sacerdote.
Durante la cena, el duque de Arquedium y el conde de Kalvain, se desvivían por llamar la atención del niño, halagándolo en todo lo que podían, tratando de departir con él y cortejarlo de un sinfín de maneras, incluso, le dieron obsequios que habían llevado para Fianna, joyas y presentes exóticos de sus tierras; pero el pelinegro los evitó de la manera más cortés y educada que pudo, aunque no pudo rechazar los regalos. Al finalizar la cena, se disculpó, para no tener que quedarse más tiempo en la plática de sobremesa que ellos ansiaban, pues quería ir a descansar y Hark lo acompañó hacia su recamara.
-Hark… – la voz de Riokh se escuchó, cuando los dos sacerdotes iban a media escalera.
-Joven Trallk – suspiró con cansancio el pelimorado – ¿qué se le ofrece?
-Me gustaría cruzar unas palabras contigo – dijo con seriedad – si al sumo sacerdote no le molesta, claro…
Tariq miró a su amigo, buscando en su mirada lo que quería que hiciera, pero, ante una seña del mayor, entendió que no había problema.
-Está bien – dijo el niño y jaló la manga del ojirrojo para que se inclinara – si vas a mi habitación y no estoy, no te preocupes, saldré esta noche…
-Está bien… – asintió el otro en un susurro, pues eso solo significaba que Tariq iría con su Dios y él no quería interrumpir.
Mientras Tariq iba hacia su alcoba, Hark volvió a bajar la escalera; Riokh lo siguió y ambos fueron hacia un pequeño salón del castillo. El jovencito despidió a la servidumbre mientras el sacerdote tomaba asiento en un sillón y, cuando se quedaron solos, caminó hasta el ojirrojo, poniéndose, sentándose a su lado.
-Mañana me voy a la ciudad imperial – anunció con seriedad.
La noticia consiguió sobresaltar a Hark, pero después de un momento, recuperó su actitud apacible.
-Espero que le vaya bien – sonrió.
-Hark – el ojiazul suspiró – ¿jamás me vas a dar la oportunidad? – preguntó con desespero.
-Soy un sacerdote de la ciénaga – dijo el pelimorado – usted, es Riokh Trallk, y, debe entender que un sacerdote no puede casarse, ni…
-Solo el lider de los doce no debe casarse – refutó el otro – los demás pueden retirarse y casarse si quieren…
-Sí pero yo no quiero retirarme – sonrió – quiero ser sacerdote hasta mi muerte.
-¿Por qué no quieres ser mi pareja? – indagó el otro directo y molesto.
-¿Por qué? – su voz sonó sarcástica – porque usted es una persona que le gusta seducir a cualquier chico, ¿o no? – reprochó – escudándose en su apellido y…
-Hark, sé que tengo mala fama, pero realmente tú me gustas – dijo el ojiazul.
-Sí, por supuesto…
-¿Por qué no me crees?
-Porque soy siete años mayor que usted y, usted prefiere chicos pequeños y bonitos, ¿no? – aunque no quiso, su voz tenía un tinte de celos.
-¡Claro que no!
-Ah, ¿no? Y ¿qué hay de ese sacerdote de hace un año? Madek, se llamaba, ¿lo recuerda?, o del que se fue hace siete meses, antes que viniera Tariq, de nombre Veliat y…
Riokh se movió y lo besó, para callarlo, pues detestaba que le recordara su constante coqueteo con los sacerdotes; siendo hijo de Olafh, tuvo contacto con el templo desde pequeño y, empezó a notar que se sentía atraído por los varones, pero siempre le habían gustado más grandes que él. Cuando Hark ingresó al templo, contaba ya con veinte años, mientras que el ojiazul, tenía solo trece; desde el principio, lo buscó, le gustaba estar cerca e incluso, le demostró que le interesaba, pero el mayor, pensando que eran solo juegos de un niño caprichoso, no lo tomó muy en serio, tanto que se mantenía distante por completo a pesar de que el hijo de la familia Trallk, buscara siempre una excusa para verlo, hablar con él o acercarse.
Ante la caricia, Hark quiso empujarlo, le dio varios golpes en el pecho, pero apenas fueron unos toques delicados. Aunque no quería admitirlo, le gustaba el beso; habían pasado tres años desde que ese chico lo había besado por primera vez y realmente lo había disfrutado. Durante años le estuvo huyendo, pero, cuando sus labios se tocaron por primera vez, sintió que se doblegaba ante ese niño caprichoso, aunque sabía que no debía pasar ese límite; aun así, después de ese toque, hubo solo unas caricias fugaces, pero consiguió ilusionarse.
Pero todo eso cambió cuando tuvo que ir al seminario al bosque de Nyrn, cuando volvió se enteró de algunos rumores de la servidumbre, que decían que Ryokh había tenido amoríos con otros sacerdotes los cuales se habían ido de la ciénaga y eso le hizo desconfiar completamente de él; a pesar de que el menor lo buscaba, él jamás volvió a dar pie para un acercamiento y le rehuía lo más que podía, pero se daba cuenta que los otros sacerdotes, más jóvenes que él, si le seguían sus juegos y eso siempre lo llenaba de celos.
-Cásate conmigo – susurró el ojiazul, mientras empujaba con lentitud el cuerpo de su compañero para recostarlo en el sillón.
-No… – negó el mayor, pero su cuerpo se estremeció, al sentir el peso del otro – no debo…
-Hark… – Riokh besó el cuello expuesto y su mano se movió a las piernas, intentando subir la túnica, para llegar a la piel.
-¡No! – el mayor lo empujó.
El ojiazul se sorprendió y quiso replicar, pero, al ver el rostro sonrojado del pelimorado, así como sus hermosos ojos rojos ligeramente húmedos y su semblante, completamente consternado, se dio cuenta de que se había equivocado en su manera de actuar; suspiró con cansancio y pasó la mano por sus melena guinda, ejerciendo presión en los mechones, con frustración, era obvio que el otro no sentía lo mismo por él.
-Perdón… – dijo después de unos momentos y sonrió con tristeza – yo, realmente pensé que… – guardó silencio – no importa… – negó y se puso de pie dándole la espalda – partiré al amanecer – anunció – iré a la milicia y, esperaba que me dieras tu palabra que me esperarías y no te ordenarías como el líder sacerdote de los doce o te retiraras para casarte con alguien – su voz sonó divertida aunque sus ojos ya empezaban a humedecerse, por eso no quería verlo de frente – necesito al menos tres años para poder alcanzar un buen nivel jerárquico en la milicia y – limpió sus ojos con rapidez, no quería ponerse sentimental – en fin…
-¡¿De verdad crees que iba a prometer que te esperaría?! – Hark se puso de pie de un salto – ¡¿me crees lo suficientemente estúpido para creer en tu palabra?! – las lágrimas empezaron a caer – sé bien cómo eres Riokh Trallk, eres pedante, presumido, coqueto, voluble y por sobre todo ¡eres incapaz de ser fiel a alguien! – reprochó – hace tres años me dijiste que me querías y, cuando volví de mi seminario, tu… tu… ¡te habías metido con otros sacerdotes!
El ojiazul se giró y mostró su rostro confundido.
-¿Yo? – preguntó.
-Sí, ¡tú! – señaló el mayor con el índice – ¡¿quién más?! Eres el único idiota que coquetea con cualquier chico bonito, ¡¿no es cierto?!
-Hark, yo no me metí con nadie – negó – admito que si coquetee con ellos, pero no me metí con ellos, te lo juro por nuestro Dios…
-¡Tu ni siquiera crees en el Dios de la ciénaga! – reprochó el pelimorado, sin poder contener el llanto.
-¡Por Keroh! – dijo el menor mirando al techo – Hark, realmente, jamás me metí con nadie – estrujó su cabello con fuerza – ¡sigo siendo virgen!
-¡¿Crees que voy a creer eso?!
-¡Estoy hablando en serio! – dijo con desespero – sí, besé a otros aparte de ti, pero jamás, ¡jamás! – repitió y buscó la mirada roja – nunca he tenido relaciones con nadie – habló lentamente, como si necesitara hacerlo para que el otro entendiera.
El ojirrojo se quedó con la boca abierta, parpadeo varias veces y, después se abrazó a sí mismo – no te creo – dijo débilmente, desviando la mirada – eres demasiado precoz como para…
-Hark, soy siete años menor que tú, si hubiese tenido sexo con alguien, sea sirviente o sacerdote, lo habrías sabido – dijo con frialdad – tenía trece cuando tu llegaste aquí, no podría ocultarlo – señaló – y, normalmente después de los quince, es bien visto que los varones de casas nobles empecemos nuestra vida sexual, incluso nuestros padres nos llevan con prostitutas y yo, no pude tener intimidad con la que mi padre me llevó – confesó – porque no me gustan las mujeres y, buscar un cortesano varón no es muy agradable – dijo con molestia.
-Pero… – el mayor no podía creer esas palabras – siempre eres muy… insistente en tratar de… acercarte…
-El que sea virgen no significa que no tenga deseos de experimentar, especialmente contigo – lo señaló – me gustas, ¡siempre me has gustado! – gritó sin vergüenza – pero desde que volviste del bosque de Nyrn, parecía que me huías como si tuviera ‘la peste’ y ahora entiendo por qué – se cruzó de brazos – crees que tuve algo que ver con los sacerdotes que se fueron, ¿cierto? ¡Pues no! – aseguró – pregúntale a Kofjar o a mi padre, ellos se fueron antes de que tu volvieras por otras razones, sí es cierto, los besé, pero no pasó de ahí – negó masajeando el puente de su nariz – y si lo hice es porque estaba desesperado, porque te necesitaba y no encontraba otra manera de sacar mis frustraciones, pero de todas maneras, no me gustó besarlos ¡como a ti!…
Las mejillas del mayor se tiñeron rápidamente de rojo y se mordió el labio, apenado por su actitud, especialmente porque esa confesión le había gustado y más de lo que quería admitir.
-Yo – titubeó – soy un sacerdote… – su voz era un murmullo – me debo enteramente al templo, al Dios de la ciénaga y, a Tariq, mi sumo sacerdote…
-¿Te gusta? – la voz del ojiazul no pudo evitar mostrar sus celos.
-¿Qué? ¿Quién? – preguntó el mayor.
-¡Tariq! – espetó con ira – ¿te gusta? Por eso te enojaste ayer que dije que yo me podía casar con él y por eso quieres quedarte ahí, en el templo, ¿cierto? Porque no creo que quieras ser el líder de los doce – aseguró con frialdad.
-Claro que no – negó el ojirrojo.
-¡¿No qué?!
-¡No me grites! – se quejó el pelimorado cruzándose de brazos – ni me gusta Tariq, ni quiero ser el líder de los doce – respondió.
-¿Entonces? – Riokh se acercó al sacerdote y titubeó un momento, pero al final, pasó la mano por la barbilla, levantando el rostro con suavidad, para mirarlo a los ojos – ¿por qué no me aceptas?
-Porque… Porque no sé si estás jugando conmigo – admitió.
-Te juro que…
-¡Por favor! – el mayor entornó los ojos – ¿quieres realmente que crea en tus juramentos?
El ojiazul sonrió – de acuerdo, dime, ¿cómo te demuestro que en verdad me interesas y que quiero algo serio?
Hark se mordió el labio, ni él lo sabía, pero quería creer en ese chico, por alguna razón, deseaba hacerlo – tres años – dijo con debilidad – tienes tres años para volver por mí – dijo fríamente – pero si no vienes antes de que cumpla treinta y un años, me postularé para el líder de los doce – dijo sin dudar.
-Pero si ni siquiera quieres quedarte en el templo…
-Lo haré por Tariq – su voz sonaba segura – por primera vez, veo a un sumo sacerdote en quien realmente puedo confiar, a quien nuestro Dios le ha favorecido y en quien puedo depositar mi fe – suspiró – por eso, valdría la pena si me quedo, pero solo cambiaría eso si… bueno, si tu…
Riokh sonrió, se acercó al mayor y le besó los labios con suavidad – volveré – prometió – vendré por ti – aseguró – solo, concédeme tu mano en matrimonio…
-Sabes que no es… – su voz era un murmullo – no es tan sencillo, mi familia son mis hermanos del templo – dijo con lentitud – tienes que hablar con Kofjar y con Tariq y…
-Lo haré… antes de irme, además, hablaré con mis padres, solo, prométeme que me esperaras…
-Yo puedo prometerlo y ¿tu? – preguntó aún escéptico – ¿volverás por mí?
-Solo la muerte podría evitarlo – aseguró, antes de besar a Hark, entregándose completamente en esa caricia.
* * *
Tariq se aseó en su habitación antes de escabullirse del palacio, justo como le había dicho a Hark; cuando llegó a las rocas, Keroh ya se encontraba esperándolo.
-¡Mi señor! – sonrió el niño al llegar con el rubio.
Keroh lo recibió en brazos y ejerció presión en el agarre, hundiendo el rostro en el cuello del pelinegro y aspirando con ansiedad; el menor se estremeció, algo sucedía con esa caricia.
-¿Pasa algo, mi señor? – preguntó en un murmullo, mientras rozaba la espalda del otro con sus manos.
-Ellos te siguen diciendo cosas para que les hagas caso – reprochó en un murmullo – me molesta, me hace sentir mal… me… me duele… – dijo con debilidad.
-¿Ellos? – Tariq no entendía esas palabras – ¿Quiénes? – preguntó confundido.
-Los que están en el palacio, los invitados – reprochó – no quiero que los veas.
-¿Cómo sabe eso?
-Los insectos me cuentan cómo te miran, como te hablan, lo que te dicen… – hizo un mohín – envié serpientes para asustarlos en sus camas – confesó – a ver si se van rápido.
El menor se asustó por un momento pero después negó; sabía que su Dios era un niño caprichoso en muchos sentidos, pero ahora entendía que también era celoso.
-No tiene que hacer nada – aseguró – a mí no me interesan.
-¿De verdad? – Keroh se alejó y buscó con sus ojos castaños, la mirada bicolor.
-De verdad – sonrió el niño – jamás me interesaría en nadie más, después de conocerlo a usted, además, le pertenezco… – buscó la mano de la deidad y llevó la palma a su pecho, donde latía su corazón – en cuerpo y alma – dijo con suavidad – porque me he enamorado de usted…
El rubio observó el semblante de Tariq, todo él le decía que no le mentía, al contrario, era una confesión en todo sentido, pero él, aún no sabía lo que sentía.
-‘Panecito’, – sonrió – en la primer luna de invierno, quisiera poner mi semilla en ti – anunció – si germina, entonces, voy a robarte y te llevaré a mi árbol de vida – dijo sin dudar – no voy a permitir que nadie se acerque a ti, más que para lo necesario, justo como hace Skoll en el bosque de mi hermano – aseguró.
El pelinegro se sorprendió y una risita lo asaltó – mi señor, yo haré lo que usted desee, pero me gustaría terminar mi instrucción de sacerdote…
-¿Por qué? – el rubio frunció el ceño.
-Porque quiero ser digno de portar su semilla y de ser, su pareja…
* * *
“Tariq”
La voz sonaba lejana y algo preocupada
“Tariq, despierta, por favor…”
Insistía y, aunque él quería responder rápido, se sentía tan cansado, que le era imposible.
-¡Tariq!
-¿Sí…? – musitó con debilidad.
-¡Por Keroh!, ¿estás bien? – Hark estaba a su lado, sujetándolo de la mano con ansiedad – llama a Kofjar – pidió para Carel, que estaba ahí mismo también.
El pelinaranja salió inmediatamente de la habitación, para ir en busca del anciano.
-¿Cómo te sientes? – indagó el ojirrojo, constatando la temperatura de su amigo con la mano.
-Bien… creo… ¿qué…? ¿qué pasó? – preguntó tratando de enfocar la vista y, cuando lo hizo, se dio cuenta que estaba en una habitación extraña – ¿dónde estoy?
-Tienes toda la mañana sin sentido – dijo su amigo con una sonrisa nerviosa – nos tenías muy preocupados, Dalen, necesito otro paño frío – pidió para su compañero, que estaba al otro lado de la enorme cama.
El aludido asintió y le pasó un paño húmedo, con un dulce olor, para que lo pusiera en la frente del pelinegro; Hark quitó el paño anterior y colocó el nuevo.
-Estás en la habitación principal del templo – respondió con más calma el ojirrojo – el señor Trallk decidió que te dejáramos aquí, por ahora.
-¿Por qué? – preguntó el menor.
-Porque está arreglando la situación de sus hijos – respondió Kofjar, quien iba entrando a la recámara con Carel tras él – ¿cómo te sientes? – preguntó al estar cerca de la cama.
-Bien… – sonrió el niño – cansado, nada más…
-De acuerdo… – el anciano suspiró – quiero hablar con Tariq, a solas – dijo para los otros tres sacerdotes.
Ellos asintieron y se retiraron con rapidez, cerrando la puerta para darles privacidad. Kofjar se sentó en la orilla de la cama y suspiró, sujetando la mano del menor con delicadeza.
-Tariq… – su voz sonó calmada, pero afligida – voy a preguntarte algo y, quiero que seas muy sincero conmigo, ¿de acuerdo?
El niño asintió – sí, lo seré…
-Los hijos del señor Trallk, ¿te lastimaron?
La mirada bicolor fue desviada, tratando de evadir al anciano, pero le acababa de decir que sería sincero, así que, no podía negarse a responder.
-La verdad… supongo que sí, esa era su intención, pero… no lo hicieron – negó.
Kofjar respiró profundamente – ¿qué pasó, Tariq? Y, me gustaría que no mintieras.
-Bueno… es que… es difícil explicar… – aseguró – yo… – se mordió el labio pero decidió ser sincero – pasé la noche con mi señor Keroh – sus mejillas se sonrojaron, pero Keroh le había dicho que, seguramente todos sabían que tenían contacto, así que no podía ocultarlo más – y, volví antes del alba a las rocas… – confesó – cuando me estaba colocando la túnica, bueno… los hijos del señor Trallk llegaron y… sacaron sus espadas – su labio tembló – la señorita Fianna me amenazó y… todo sucedió tan rápido – dijo aún confundido – solo recuerdo que los cocodrilos no les permitieron acercarse, las lianas de un árbol los atrapó y… ya no recuerdo más…
-¡Gracias, señor de la ciénaga! – dijo el hombre con alivio, cuando el niño apenas guardó silencio.
-¿Por qué? – indagó el menor.
El anciano sonrió más tranquilo y rascó su barba – lo que sucede es que, al llegar a las rocas, tanto tú, como los hijos del señor Trallk, estaban inconscientes y, al encontrarte con la ropa mal puesta, con marcas en tu cuerpo y, además, una notoria y extraña humedad entre tus piernas, pues… pensamos que ellos se habían aprovechado de ti – dijo con seriedad – Olafh no permitió que ellos dijeran nada y los tiene en las celdas del palacio – se alzó de hombros – no niego que esos niños malcriados necesiten un castigo, pero esta vez no hicieron nada – rió.
-Ah, no – Tariq negó – ellos no hicieron nada – aseguró – esto… bueno, las marcas son…
-No digas más – sonrió el hombre condescendiente – no tienes que explicarme, con saber que ellos no fueron, y, el que te las hizo, seguramente fue bajo tu consentimiento, no necesitas decir más…
El niño sonrió, se sentía tranquilo de no tener que explicar nada, aunque sabía que era más que obvio, que el otro estaba plenamente consciente de lo que había ocurrido.
Kofjar se puso de pie y le acarició la melena negra – voy a ordenar que te traigan el desayuno – anunció – Hark se quedará contigo, para lo que necesites y te acompañará al palacio, cuando tengas que volver a tu habitación, que supongo, será más tarde.
-Gracias…
Cuando el anciano salió de la habitación, Hark ingresó con rapidez y se sentó en la cama, revisando el paño húmedo que le había dejado antes en la frente, así como la temperatura en sus mejillas.
-Ya estás más fresco – respiró aliviado.
-Hark… – la voz suave de Tariq hizo que su amigo lo mirara a los ojos – mi… ¿mi flauta?
-Aquí está – el pelimorado movió la mano hacia la mesita que estaba a un lado de la cama y sacó el objeto del cajón – solo que, ahora, todos saben que la tienes – dijo con debilidad – lo siento.
Tariq suspiró, pero suponía que era imposible evitar que alguna vez, los demás se enteraran de ella.
-Está bien, mientras pueda tenerla conmigo, no importa…
* * *
Olafh estaba sentado en el sillón de su escritorio, en la gran oficina del palacio; Sadry estaba a su lado, tenía un semblante consternado, se sentía mal por lo que su esposo le había dicho de sus hijos y, si le habían hecho algo grave a Tariq, debían recibir un castigo.
La puerta sonó y el peliverde dio el permiso de entrar; Fianna, Riokh y Lygred ingresaron al lugar, y un sirviente cerró la puerta tras ellos. Su padre se puso de pie y los miró con desaprobación.
-He hablado con su madre de lo que hicieron – dijo con seriedad.
-Pero no hicimos na…
-¡Silencio! – el gruñido de Olafh no permitió que Fianna terminara su argumento y consiguió que sus hijos temblaran – intentar lastimar a un sumo sacerdote, especialmente al del lugar que nuestra familia debe proteger, es un pecado casi tan grande como los que cometió Bartod ‘el peregrino loco’ ¡hace más de ochenta años!
Los tres jóvenes se sorprendieron ante esa afirmación. Todos conocían la historia de Bartod, el hombre que intentó lastimar al sacerdote Eroim y a su semilla, pero desde hacía mucho tiempo, se había perdido el apellido de ese hombre desalmado que recibió su castigo, siendo desmembrado poco a poco en su paso por los bosques sagrados. Ahora, solo era parte de la leyenda, cuando el Dios Nyrn hizo su aparición por primera vez ante los hombres, pero, se tomaba como ejemplo para que los guardianes de los bosques antepusieran a sus Dioses, antes que a ellos mismos.
-Si la familia real se llega a enterar de lo que hicieron… – dijo el peliverde entre dientes.
-Padre, te juro por el Dios Keroh que no hicimos nada – Lygred se hincó, mirando al piso, en claro signo de sumisión y respeto a su progenitor – de verdad, no tocamos a ese niño – aseguró – sí, es cierto, Fianna nos convenció de asustarlo, pero no le hicimos nada.
-¡Eres un traidor! – dijo la aludida y le dio una bofetada a su hermano menor.
-¡Fianna! – Sadry se puso de pie, asustada por el comportamiento de su propia hija.
-Sí, ¡lo hice! – admitió ella – porque el titulo ¡es mío! – se señaló – y ese niño no va a venir a quitarme ¡lo que por derecho me pertenece!
Los músculos de Olafh se tensaron, desvió su mirada celeste y la posó en Riokh – y ¿tú? ¿Tienes algo que decir? – preguntó.
Su hijo mayor se había mantenido serio, pero de igual manera mantenía su mirada en el piso, sin atreverse a levantar el rostro.
-Pedir disculpas no arreglará nada, ¿cierto? – respondió con seriedad, parecía no querer doblegar su orgullo, pero era obvio que tampoco se sentía bien con su actitud – sé que cometimos un error, pero como dijo Lygred, no hicimos nada, aunque no sé si eso haya sido por obra del Dios de la ciénaga o no – suspiró – es un poco complicado aceptar que alguien que no es de mi familia tome el control – confesó – por eso te dije ayer que me podía casar con él, aunque mi interés hacia él es solo por compromiso, pero me rechazó…
-Él tiene sus razones – sentenció su padre.
-Lo sé y por ello, sé que aunque pida disculpas, las cosas no estarán bien, así que prefiero irme – prosiguió, consiguiendo que sus padres y hermanos se sorprendieran – tengo un carácter difícil – aceptó – y, tú bien sabes que me gustan los chicos, así que, obviamente como Trallk, no voy a dejar descendencia – sonrió débilmente – y, si tampoco puedo quedarme aquí, por la falta hacia nuestro sumo sacerdote, quisiera pedir tu permiso para ir a la milicia, como hace años fue mi intensión y me la negaste, por petición de mi madre…
-No puedes dejarme – Fianna se puso frente a su hermano – ¡necesito que me apoyes! – pidió.
-No voy a apoyarte – negó mirando a su hermana con cansancio – es imposible que recuperes el título Fianna, entiéndelo, te lo dije ayer y no quisiste aceptarlo, pero ya es hora que lo entiendas.
Olafh respiró profundamente, sus hijos admitían su error, mucho más rápido de lo que pensó que su orgullo se los permitiría, pero Fianna no parecía entender la situación. Ya no podía hacer más por ella.
-Haré la carta para que te acepten en el regimiento de la ciudad imperial y, si lo deseas, puedes partir mañana, al amanecer – dijo su padre sentándose en su sillón – Lygred, si quieres quedarte aquí, tienes que ponerte al servicio de Tariq – ordenó – pero, debes buscar prometida y casarte lo más pronto posible para que te vayas a otra ciudad, como mi hijo, se te dará una buena dote.
-De acuerdo – aceptó el menor.
-Y, ¿yo? – Fianna miró a sus padres con algo de miedo, no le gustaba lo que estaba ocurriendo.
-Un carruaje te espera – anunció su madre.
-¡¿Para qué?! – preguntó la peliverde y se puso frente al escritorio – ¡respóndeme! – exigió para su padre.
Olafh se mantuvo impasible, ignorando completamente a la chica mientras escribía sobre un pergamino.
-Tu padre no desea hablar contigo – Sadry negó – y, el carruaje te llevará a la casa de la playa.
-¡No pueden hacerme esto!
-Si podemos – la mujer la miró con altivez – tu comportamiento deja mucho que desear, y admito que es mi culpa por no ponerte un alto antes, pero ya es tiempo que empieces a comportarte…
Los ojos de Fianna se llenaron de lágrimas – no puedes decir eso, mamá…
-En la casa de la playa tendrás la servidumbre básica, pero ellos recibirán órdenes para hacer solo sus tareas y no consentirte como aquí, además llevarás un tutor – sentenció su madre – él y tu nana, te llevarán a las fiestas de las aldeas para que socialices, pues debes casarte.
-¿Qué quieres decir? – la peliverde no comprendía lo que ocurría.
-Que no vas a recibir dinero de nuestra parte, aparte de tu dote matrimonial – Olafh habló – si no te casas para los veinticinco, te enviaré a una aldea, te daré una casa y algún oficio con lo que te mantengas, pero no recibirás nada mas de nosotros.
-No… no se atreverían…
-Es eso o acusarte de confabular contra el sumo sacerdote de la ciénaga – los ojos azules de su padre la miraron con completa desaprobación – bien sabes que el castigo es mucho peor que la muerte.
Los labios de Fianna se abrieron para decir algo, pero su voz no salió; empezó a llorar y salió del recinto con rapidez.
-Retírense a sus habitaciones – ordenó Olafh para sus hijos.
Cuando los jovencitos salieron, Sadry empezó a llorar también. Olafh se puso de pie y la abrazó con ternura.
-No llores – susurró contra el cabello guinda, pues la mujer lloraba contra su pecho, desconsolada – te aseguro que no va a ser tan malo, además, no vamos a dejarla realmente sola, esto es solo para asustarla – dijo condescendiente.
-Lo sé – musitó ella – pero me avergüenza ver que ha perdido la noción de lo bueno y lo malo, todo por sus caprichos…
-Tranquila – sonrió el hombre – todo va a estar bien, solo queda orar para que nuestro Dios los ilumine…
* * *
Keroh despertó antes de que empezara a caer el ocaso; había dormido todo el día en su árbol de vida, mientras sus compañeros hacían rondas en la ciénaga. Al salir de su lecho, el rubio estiró los brazos y piernas, desperezándose.
-Tengo hambre… – anunció en voz alta.
El árbol movió sus lianas y le llevó unos cuencos; algunas naranjas, otras frutas varias y alguna que otra comida que los aldeanos dejaban en los esteros en pequeñas balsas, como ofrendas. Algunas veces, esas ofrendas se las comían los mismos cocodrilos, otras se las llevaban al Dios.
-¿Pez? Siempre me dan pez – se quejó – no me gusta comer pez – dijo con desagrado y lanzó el primer paquete a un lado, Wilk lo atrapó entre sus fauces – ¿qué es esto? – indagó agarrando otra olla cubierta – y sacó varios paquetes envueltos en hojas de plantas, al abrirlo hizo otro gesto – más pez, pero seco – Welk atrapó la comida que la deidad lanzó sin ninguna consideración – ¿por qué solo me dan pez? Deberían darme pan, el pan me gusta – entornó los ojos.
El recuerdo de lo que había hecho la noche anterior con Tariq, le hizo sonreír.
-Bueno, creo que tengo un pan preferido – suspiró.
Después de un momento, sacudió la cabeza y volvió a poner atención a las viandas de comida; debía encontrar algo para comer que le gustara, porque realmente se estaba muriendo de hambre y con solo las frutas o naranjas, no iba a sentirse satisfecho.
-¡Almejas! – sonrió al destapar otra vianda – ¡qué bien!, tenían mucho que no me daban almejas – con su pequeño tesoro se sentó en la orilla del lago y empezó a comer, mientras sus cocodrilos se hacían con la demás comida que le habían dado como ofrenda, incluyendo carne de ternera.
Mientras estaba comiendo, el lago empezó a brillar con intensidad, algo que le llamó la atención, pues él no había llamado a su hermano.
-“¿Cuándo pensabas decirnos?”
La voz de Meryl lo sobresaltó, pero no le pudo responder, porque tenía la boca llena de comida.
-“Creo que está comiendo…” – comentó Yuol.
-“Aun así, debió decirnos antes…” – Gralk presionó.
-¿De qué hablan? – preguntó el rubio después de pasar su bocado.
-“De tu novio…” – respondrió Drif con rapidez.
-“¡Realmente aún no puedo creer que él tenga novio!” – Serif se notaba alterado.
-“Ni yo, es el más pequeño de todos, ¡creí que sería el último!” – Videk parecía consternado.
-¡Nyrn! – Keroh buscó el reflejo de su hermano – ¿qué les dijiste?
-“Yo no dije nada…” – negó el ojiverde.
-“El que nos contó fue Neyr…” – confesó Raky.
-¿Y quién se lo dijo a Neyr? – Keroh entrecerró los ojos.
-“Tu…” – contestó su hermano mayor – “¿te recuerdo que a veces no esperas a que él se vaya para hablar de tu sacerdote?”
-Ah… – el menor de los dioses bajó el rostro, apenado – sí, es cierto…
-“Entonces, ¿por qué no nos habías dicho?” – indagó Derok.
-Porque, apenas nos estábamos conociendo – respondió Keroh como si fuese lo más obvio del mundo y dejó su comida de lado.
-“¿Y cuánto más necesitan conocerse para que nos presentes?” – Elgrim se cruzó de brazos.
-“Si, ya queremos conocer al novio de nuestro pequeño hermano…” – secundó Gralk.
-Se los voy a presentar cuando germine mi semilla…
-“¡¿Ya la pusiste?!” – Elfry se sobresaltó.
-No, aún no, esperaré a la primer luna de invierno…
-“¿Por qué?” – Lasden suspiró – “…falta mucho…”
-Porque quiero que nos conozcamos muy bien para que no haya problemas, además, no quiero presentárselos hasta que esté seguro que Tariq me ama – se cruzó de brazos y puso un mohín molesto.
-“¿Alguna razón en especial?” – indagó Raky.
-Le gusta el verde – respondió entre dientes.
-“Ajá, le gusta el verde y eso ¿qué?” – preguntó Meryl.
-Que todos son verdes – respondió señalando el agua – y, no quiero que se fije en ustedes.
-“Soy yo, o ¿alguien está siendo demasiado sobreprotector?” – se burló Serif.
-“Es el amor…” – comentó Nyrn con diversión – “es lo normal, cuando estás enamorado, no quieres que nadie más se acerque a quien quieres, en caso de que eso suceda te dan celos…”
-“¿Celos?, ¿que son celos?” – Elgrim parecía confundido.
-“Sí…” – Nyrn rió – “…Skoll me dijo que, es un sentimiento que las personas tienen, cuando creen que alguien que quieren, siente atracción, cariño, o amor hacia alguien más… Eso es lo que sucede con Keroh…”
-“Entonces, ¿Keroh lo quiere ya? ¿Tan pronto?...” – Derok parecía incrédulo.
-“¿Qué tendría de raro?” – Lasden sonrió – “…si es el adecuado, no tendría que tardar mucho, o ¿sí?”
-Aún no sé si es el adecuado… – dijo Keroh en un murmullo.
-“Pero si la semilla germina, significa que si lo es…” – Yuol sonrió.
-“¿De verdad no podemos conocerlo antes?” – Videk se notaba ansioso.
-“Si va a formar parte de la familia, como Skoll, sería bueno conocerlo antes…” – sentenció Gralk.
-No, y si vienen, les diré a mis cocodrilos que los ataquen – señaló el menor de todos – bueno, excepto a Nyrn…
-“¿Por qué a Nyrn no?” – preguntó Drif.
-“Sí, eso es favoritismo…” – reprochó Elfry.
-Porque Nyrn ya está casado y no tendría por qué interesarse en Tariq – respondió el rubio – pero ustedes sí – tomó una postura seria, poniéndose de pie y hablando con frialdad – así que, no los quiero en mi ciénaga, hasta que mi ‘panecito’ y yo, hayamos formalizado completamente, ¿entendieron?
Los doce dioses se sorprendieron, jamás habían visto a Keroh comportarse así, pero, seguramente era por el amor que sentía hacia su sacerdote, así que, no podían hacer nada, más que aceptar su decisión.
* * *
Tariq cenó en el palacio, acompañado por casi toda la familia Trallk, excepto Fianna, quien se había ido a medio día; también, estuvieron presentes sus invitados, Degner y Lendall, así como Hark, quien no se apartaba del pelinegro por petición del sumo sacerdote.
Durante la cena, el duque de Arquedium y el conde de Kalvain, se desvivían por llamar la atención del niño, halagándolo en todo lo que podían, tratando de departir con él y cortejarlo de un sinfín de maneras, incluso, le dieron obsequios que habían llevado para Fianna, joyas y presentes exóticos de sus tierras; pero el pelinegro los evitó de la manera más cortés y educada que pudo, aunque no pudo rechazar los regalos. Al finalizar la cena, se disculpó, para no tener que quedarse más tiempo en la plática de sobremesa que ellos ansiaban, pues quería ir a descansar y Hark lo acompañó hacia su recamara.
-Hark… – la voz de Riokh se escuchó, cuando los dos sacerdotes iban a media escalera.
-Joven Trallk – suspiró con cansancio el pelimorado – ¿qué se le ofrece?
-Me gustaría cruzar unas palabras contigo – dijo con seriedad – si al sumo sacerdote no le molesta, claro…
Tariq miró a su amigo, buscando en su mirada lo que quería que hiciera, pero, ante una seña del mayor, entendió que no había problema.
-Está bien – dijo el niño y jaló la manga del ojirrojo para que se inclinara – si vas a mi habitación y no estoy, no te preocupes, saldré esta noche…
-Está bien… – asintió el otro en un susurro, pues eso solo significaba que Tariq iría con su Dios y él no quería interrumpir.
Mientras Tariq iba hacia su alcoba, Hark volvió a bajar la escalera; Riokh lo siguió y ambos fueron hacia un pequeño salón del castillo. El jovencito despidió a la servidumbre mientras el sacerdote tomaba asiento en un sillón y, cuando se quedaron solos, caminó hasta el ojirrojo, poniéndose, sentándose a su lado.
-Mañana me voy a la ciudad imperial – anunció con seriedad.
La noticia consiguió sobresaltar a Hark, pero después de un momento, recuperó su actitud apacible.
-Espero que le vaya bien – sonrió.
-Hark – el ojiazul suspiró – ¿jamás me vas a dar la oportunidad? – preguntó con desespero.
-Soy un sacerdote de la ciénaga – dijo el pelimorado – usted, es Riokh Trallk, y, debe entender que un sacerdote no puede casarse, ni…
-Solo el lider de los doce no debe casarse – refutó el otro – los demás pueden retirarse y casarse si quieren…
-Sí pero yo no quiero retirarme – sonrió – quiero ser sacerdote hasta mi muerte.
-¿Por qué no quieres ser mi pareja? – indagó el otro directo y molesto.
-¿Por qué? – su voz sonó sarcástica – porque usted es una persona que le gusta seducir a cualquier chico, ¿o no? – reprochó – escudándose en su apellido y…
-Hark, sé que tengo mala fama, pero realmente tú me gustas – dijo el ojiazul.
-Sí, por supuesto…
-¿Por qué no me crees?
-Porque soy siete años mayor que usted y, usted prefiere chicos pequeños y bonitos, ¿no? – aunque no quiso, su voz tenía un tinte de celos.
-¡Claro que no!
-Ah, ¿no? Y ¿qué hay de ese sacerdote de hace un año? Madek, se llamaba, ¿lo recuerda?, o del que se fue hace siete meses, antes que viniera Tariq, de nombre Veliat y…
Riokh se movió y lo besó, para callarlo, pues detestaba que le recordara su constante coqueteo con los sacerdotes; siendo hijo de Olafh, tuvo contacto con el templo desde pequeño y, empezó a notar que se sentía atraído por los varones, pero siempre le habían gustado más grandes que él. Cuando Hark ingresó al templo, contaba ya con veinte años, mientras que el ojiazul, tenía solo trece; desde el principio, lo buscó, le gustaba estar cerca e incluso, le demostró que le interesaba, pero el mayor, pensando que eran solo juegos de un niño caprichoso, no lo tomó muy en serio, tanto que se mantenía distante por completo a pesar de que el hijo de la familia Trallk, buscara siempre una excusa para verlo, hablar con él o acercarse.
Ante la caricia, Hark quiso empujarlo, le dio varios golpes en el pecho, pero apenas fueron unos toques delicados. Aunque no quería admitirlo, le gustaba el beso; habían pasado tres años desde que ese chico lo había besado por primera vez y realmente lo había disfrutado. Durante años le estuvo huyendo, pero, cuando sus labios se tocaron por primera vez, sintió que se doblegaba ante ese niño caprichoso, aunque sabía que no debía pasar ese límite; aun así, después de ese toque, hubo solo unas caricias fugaces, pero consiguió ilusionarse.
Pero todo eso cambió cuando tuvo que ir al seminario al bosque de Nyrn, cuando volvió se enteró de algunos rumores de la servidumbre, que decían que Ryokh había tenido amoríos con otros sacerdotes los cuales se habían ido de la ciénaga y eso le hizo desconfiar completamente de él; a pesar de que el menor lo buscaba, él jamás volvió a dar pie para un acercamiento y le rehuía lo más que podía, pero se daba cuenta que los otros sacerdotes, más jóvenes que él, si le seguían sus juegos y eso siempre lo llenaba de celos.
-Cásate conmigo – susurró el ojiazul, mientras empujaba con lentitud el cuerpo de su compañero para recostarlo en el sillón.
-No… – negó el mayor, pero su cuerpo se estremeció, al sentir el peso del otro – no debo…
-Hark… – Riokh besó el cuello expuesto y su mano se movió a las piernas, intentando subir la túnica, para llegar a la piel.
-¡No! – el mayor lo empujó.
El ojiazul se sorprendió y quiso replicar, pero, al ver el rostro sonrojado del pelimorado, así como sus hermosos ojos rojos ligeramente húmedos y su semblante, completamente consternado, se dio cuenta de que se había equivocado en su manera de actuar; suspiró con cansancio y pasó la mano por sus melena guinda, ejerciendo presión en los mechones, con frustración, era obvio que el otro no sentía lo mismo por él.
-Perdón… – dijo después de unos momentos y sonrió con tristeza – yo, realmente pensé que… – guardó silencio – no importa… – negó y se puso de pie dándole la espalda – partiré al amanecer – anunció – iré a la milicia y, esperaba que me dieras tu palabra que me esperarías y no te ordenarías como el líder sacerdote de los doce o te retiraras para casarte con alguien – su voz sonó divertida aunque sus ojos ya empezaban a humedecerse, por eso no quería verlo de frente – necesito al menos tres años para poder alcanzar un buen nivel jerárquico en la milicia y – limpió sus ojos con rapidez, no quería ponerse sentimental – en fin…
-¡¿De verdad crees que iba a prometer que te esperaría?! – Hark se puso de pie de un salto – ¡¿me crees lo suficientemente estúpido para creer en tu palabra?! – las lágrimas empezaron a caer – sé bien cómo eres Riokh Trallk, eres pedante, presumido, coqueto, voluble y por sobre todo ¡eres incapaz de ser fiel a alguien! – reprochó – hace tres años me dijiste que me querías y, cuando volví de mi seminario, tu… tu… ¡te habías metido con otros sacerdotes!
El ojiazul se giró y mostró su rostro confundido.
-¿Yo? – preguntó.
-Sí, ¡tú! – señaló el mayor con el índice – ¡¿quién más?! Eres el único idiota que coquetea con cualquier chico bonito, ¡¿no es cierto?!
-Hark, yo no me metí con nadie – negó – admito que si coquetee con ellos, pero no me metí con ellos, te lo juro por nuestro Dios…
-¡Tu ni siquiera crees en el Dios de la ciénaga! – reprochó el pelimorado, sin poder contener el llanto.
-¡Por Keroh! – dijo el menor mirando al techo – Hark, realmente, jamás me metí con nadie – estrujó su cabello con fuerza – ¡sigo siendo virgen!
-¡¿Crees que voy a creer eso?!
-¡Estoy hablando en serio! – dijo con desespero – sí, besé a otros aparte de ti, pero jamás, ¡jamás! – repitió y buscó la mirada roja – nunca he tenido relaciones con nadie – habló lentamente, como si necesitara hacerlo para que el otro entendiera.
El ojirrojo se quedó con la boca abierta, parpadeo varias veces y, después se abrazó a sí mismo – no te creo – dijo débilmente, desviando la mirada – eres demasiado precoz como para…
-Hark, soy siete años menor que tú, si hubiese tenido sexo con alguien, sea sirviente o sacerdote, lo habrías sabido – dijo con frialdad – tenía trece cuando tu llegaste aquí, no podría ocultarlo – señaló – y, normalmente después de los quince, es bien visto que los varones de casas nobles empecemos nuestra vida sexual, incluso nuestros padres nos llevan con prostitutas y yo, no pude tener intimidad con la que mi padre me llevó – confesó – porque no me gustan las mujeres y, buscar un cortesano varón no es muy agradable – dijo con molestia.
-Pero… – el mayor no podía creer esas palabras – siempre eres muy… insistente en tratar de… acercarte…
-El que sea virgen no significa que no tenga deseos de experimentar, especialmente contigo – lo señaló – me gustas, ¡siempre me has gustado! – gritó sin vergüenza – pero desde que volviste del bosque de Nyrn, parecía que me huías como si tuviera ‘la peste’ y ahora entiendo por qué – se cruzó de brazos – crees que tuve algo que ver con los sacerdotes que se fueron, ¿cierto? ¡Pues no! – aseguró – pregúntale a Kofjar o a mi padre, ellos se fueron antes de que tu volvieras por otras razones, sí es cierto, los besé, pero no pasó de ahí – negó masajeando el puente de su nariz – y si lo hice es porque estaba desesperado, porque te necesitaba y no encontraba otra manera de sacar mis frustraciones, pero de todas maneras, no me gustó besarlos ¡como a ti!…
Las mejillas del mayor se tiñeron rápidamente de rojo y se mordió el labio, apenado por su actitud, especialmente porque esa confesión le había gustado y más de lo que quería admitir.
-Yo – titubeó – soy un sacerdote… – su voz era un murmullo – me debo enteramente al templo, al Dios de la ciénaga y, a Tariq, mi sumo sacerdote…
-¿Te gusta? – la voz del ojiazul no pudo evitar mostrar sus celos.
-¿Qué? ¿Quién? – preguntó el mayor.
-¡Tariq! – espetó con ira – ¿te gusta? Por eso te enojaste ayer que dije que yo me podía casar con él y por eso quieres quedarte ahí, en el templo, ¿cierto? Porque no creo que quieras ser el líder de los doce – aseguró con frialdad.
-Claro que no – negó el ojirrojo.
-¡¿No qué?!
-¡No me grites! – se quejó el pelimorado cruzándose de brazos – ni me gusta Tariq, ni quiero ser el líder de los doce – respondió.
-¿Entonces? – Riokh se acercó al sacerdote y titubeó un momento, pero al final, pasó la mano por la barbilla, levantando el rostro con suavidad, para mirarlo a los ojos – ¿por qué no me aceptas?
-Porque… Porque no sé si estás jugando conmigo – admitió.
-Te juro que…
-¡Por favor! – el mayor entornó los ojos – ¿quieres realmente que crea en tus juramentos?
El ojiazul sonrió – de acuerdo, dime, ¿cómo te demuestro que en verdad me interesas y que quiero algo serio?
Hark se mordió el labio, ni él lo sabía, pero quería creer en ese chico, por alguna razón, deseaba hacerlo – tres años – dijo con debilidad – tienes tres años para volver por mí – dijo fríamente – pero si no vienes antes de que cumpla treinta y un años, me postularé para el líder de los doce – dijo sin dudar.
-Pero si ni siquiera quieres quedarte en el templo…
-Lo haré por Tariq – su voz sonaba segura – por primera vez, veo a un sumo sacerdote en quien realmente puedo confiar, a quien nuestro Dios le ha favorecido y en quien puedo depositar mi fe – suspiró – por eso, valdría la pena si me quedo, pero solo cambiaría eso si… bueno, si tu…
Riokh sonrió, se acercó al mayor y le besó los labios con suavidad – volveré – prometió – vendré por ti – aseguró – solo, concédeme tu mano en matrimonio…
-Sabes que no es… – su voz era un murmullo – no es tan sencillo, mi familia son mis hermanos del templo – dijo con lentitud – tienes que hablar con Kofjar y con Tariq y…
-Lo haré… antes de irme, además, hablaré con mis padres, solo, prométeme que me esperaras…
-Yo puedo prometerlo y ¿tu? – preguntó aún escéptico – ¿volverás por mí?
-Solo la muerte podría evitarlo – aseguró, antes de besar a Hark, entregándose completamente en esa caricia.
* * *
Tariq se aseó en su habitación antes de escabullirse del palacio, justo como le había dicho a Hark; cuando llegó a las rocas, Keroh ya se encontraba esperándolo.
-¡Mi señor! – sonrió el niño al llegar con el rubio.
Keroh lo recibió en brazos y ejerció presión en el agarre, hundiendo el rostro en el cuello del pelinegro y aspirando con ansiedad; el menor se estremeció, algo sucedía con esa caricia.
-¿Pasa algo, mi señor? – preguntó en un murmullo, mientras rozaba la espalda del otro con sus manos.
-Ellos te siguen diciendo cosas para que les hagas caso – reprochó en un murmullo – me molesta, me hace sentir mal… me… me duele… – dijo con debilidad.
-¿Ellos? – Tariq no entendía esas palabras – ¿Quiénes? – preguntó confundido.
-Los que están en el palacio, los invitados – reprochó – no quiero que los veas.
-¿Cómo sabe eso?
-Los insectos me cuentan cómo te miran, como te hablan, lo que te dicen… – hizo un mohín – envié serpientes para asustarlos en sus camas – confesó – a ver si se van rápido.
El menor se asustó por un momento pero después negó; sabía que su Dios era un niño caprichoso en muchos sentidos, pero ahora entendía que también era celoso.
-No tiene que hacer nada – aseguró – a mí no me interesan.
-¿De verdad? – Keroh se alejó y buscó con sus ojos castaños, la mirada bicolor.
-De verdad – sonrió el niño – jamás me interesaría en nadie más, después de conocerlo a usted, además, le pertenezco… – buscó la mano de la deidad y llevó la palma a su pecho, donde latía su corazón – en cuerpo y alma – dijo con suavidad – porque me he enamorado de usted…
El rubio observó el semblante de Tariq, todo él le decía que no le mentía, al contrario, era una confesión en todo sentido, pero él, aún no sabía lo que sentía.
-‘Panecito’, – sonrió – en la primer luna de invierno, quisiera poner mi semilla en ti – anunció – si germina, entonces, voy a robarte y te llevaré a mi árbol de vida – dijo sin dudar – no voy a permitir que nadie se acerque a ti, más que para lo necesario, justo como hace Skoll en el bosque de mi hermano – aseguró.
El pelinegro se sorprendió y una risita lo asaltó – mi señor, yo haré lo que usted desee, pero me gustaría terminar mi instrucción de sacerdote…
-¿Por qué? – el rubio frunció el ceño.
-Porque quiero ser digno de portar su semilla y de ser, su pareja…
* * *
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